Las albadas eran cantadas por los mozos ante la puerta de las casas donde había alguna joven, en la madrugada del día de San Valero (29 de enero). Después de ello, eran obsequiados con pastas y aguardiente.
Así recorrían durante horas las calles del pueblo, acompañados por la gaita (dulzaina) y el tambor.
También se cantaban en la ronda de los quintos, con la típica guitarra y pandereta, adornados con vistosas cintas de colores. Una vez terminada, se rompía la guitarra y la piel de la pandereta, para que nadie pudiera volver a tocar con ella.