Autorretrato de 2019.
Caminante empedernido y devoto de la street photography.
Nací y he vivido toda mi existencia en Santiago de Chile. Vine al mundo allá por 1972, cuando esta ciudad en blanco y negro se encaminaba a ser el escenario de una tragedia políticomilitar que aún no llega a su fin.
Soy periodista formado en la Universidad Andrés Bello y la fotografía está conmigo desde mucho antes de que tomara la cátedra obligatoria de fotoperiodismo en el estudio de la carrera.
Afirmaré por siempre que el acto de inmortalizar un instante en una imágen es una afición y una pasión mucho más fuerte que la necesidad de ganarme el pan de cada día. Aclaro esto porque hoy mi fuente de ingresos no se emparenta con la fotografía y prefiero que sea así por siempre, para mantener vivas la emoción y la libertad creativa para hacer imágenes como las que puedes ver en mi portafolio de fotografía de calle.
Desde que puedo recordar la fotografía ha estado en mi vida. Siempre hubo una cámara en mi casa y en las de mis familiares, porque ya en una época lejana casi todos podíamos tener una de esas compactas que traían la película dentro de un casete de plástico.
Se supone que una tía hizo de joven un viaje a Estados Unidos y trajo varias Kodak Instamatic, así que las vi funcionando en cada cumpleaños, graduación, Navidad y evento que nos reuniera. Así llegó a mis manos una de ellas y empecé a tratar de entender cómo funcionaba.
Los momentos más recordados con estas cámaras son en los que se usaban con un flash desechable que era un simple cubito de acrílico que dentro traía cuatro pequeñas ampolletas: con cada foto se quemaba una ampolleta, el cubito giraba al pasar la película y luego se iba a la basura.
Antiguas cámaras con las que aprendí fotografía e imágenes en papel de un trabajo que realicé en la universidad.
Otra cámara que recuerdo y que fue mía, aunque no sé quién me la regaló ni cuándo, era una de formato medio de 120 con la que hice algunas fotografías que aún sobreviven en un álbum de los años 80. Viendo un video donde entrevistaban al fotógrafo español Sergi Cámara descubrí que se trataba de una Holga. Ahora que sé lo que se puede conseguir con un aparato 100 % de plástico y tan básico, me encantaría haberla conservado hasta hoy para salir a experimentar.
Desde ahí, siempre tuve cámaras fotográficas al alcance, desde las típicas ultracompactas automáticas hasta unas más pro que usaban carrete de 35 mm, por lo que andaba con ellas en cada viaje y evento familiar: hasta en algunos matrimonios de parientes me las di de fotógrafo de bodas.
Un momento crucial fue en mi época escolar cuando participé en un taller donde aprendí a revelar y ampliar mis propias fotografías. Fue la magia del laboratorio la que me enganchó y más aún cuando pasé por la carrera de periodismo, porque mis andanzas por el laboratorio fueron más regulares, al punto de que ahí revelé los negativos que envié a la revista Suceso Policial.
La primera 35 mm que compré tras juntar peso a peso fue una Zenit 12 xp. Con ella estuve a una décima de obtener la nota máxima en la cátedra de fotografía en la universidad.
Como le ocurre a muchos, la necesidad de trabajar y ganar dinero dejó un poco relegada la fotografía, considerando además que esta afición no era fácil de mantener económicamente en la época analógica o química: comprar los rollos, enviarlos a revelar y ampliar las fotografías no era tan barato como se cree hoy que ha vuelto a ponerse de moda. Ante el primer apuro financiero vendí mi equipo Nikon y de ahí en adelante se vinieron las compactas digitales y los móviles con cámara.
Autorretrato junto a un árbol de 2021.
Después de dos crisis vocacionales la fotografía se puso en el centro de mi vida.
La primera vez fue cuando una prima me pidió que le ayudara con su emprendimiento de vestuario femenino tejido en telar. Además de aportar con mis conocimientos en relaciones públicas, me animó a embarcarnos en una sesión de fotografía de moda en las calles del centro de Santiago. Fue alucinante ver lo que se puede conseguir con una compacta digital.
La segunda fue el 2016, cuando me despidieron de mi último trabajo en una gran empresa; lo mejor que me pudo pasar. Me tomé con mucha calma la situación y dediqué algunos meses a la autoexploración y a revisar qué había sido de mí todos esos años entregados al trabajo corporativo.
Leyendo algunos libros que pretenden ayudar a encontrar la vocación, los intereses personales y a proyectar el futuro laboral, me vi obligado a hacer varios ejercicios que llevaron naturalmente a situar a la fotografía como la afición más constante y la pasión de mi vida.
La fotografía siempre ha estado ahí porque me permite desconectar de las preocupaciones, jugar, experimentar, descubrir los fenómenos de la luz y expresar lo que pienso y siento o simplemente guardar para siempre lo que llama mi atención.
Pero lo más revelador fue que se unía perfectamente con mi afición por las largas caminatas, que es la forma que encontré de ejercitarme de forma fácil y de combatir el estrés.
Desde ese día abordé la fotografía de forma más seria y dedicada. Si bien esta oportunidad llegó más tarde de lo que esperaba, ha sido muy edificante poder enfocarme en reaprender la fotografía para comprender cómo funciona la captura digital y el revelado en la computadora. Y no solo eso, creo que recién ahora entiendo realmente la fotografía como medio de comunicación y de expresión.
Mientras escribo estos textos recuerdo que no quería estudiar periodismo, sino comunicación audiovisual porque mi idea era ser fotógrafo profesional. Ahora pienso que fue lo mejor tomar el camino largo porque no estaba preparado.
Autorretrato de 2021 en una calle de Santiago.
Lo bueno es que siendo más viejo aprendí a mirar y me he vuelto un observador constante de lo que ocurre a mi alrededor, a mi manera por cierto. También he descubierto cómo las imágenes pueden reflejar mi carácter y estados de ánimo. Asimismo, soy capaz de afrontar proyectos fotográficos con un objetivo claro.
Aunque sigo con la vida de periodista para ganarme la vida, es un trabajo que me permite armar las jornadas laborales de tal forma que es posible dedicar mucho más tiempo a practicar la fotografía en la calle y a caminar kilómetros y kilómetros para cuidar la salud. Es lo que llamo mis fotocaminatas.
Si has leído mi historia, entenderás que este sitio web no es para buscar trabajo como fotógrafo, pero sí para mostrar mi obra y ver si por ahí algún editor se tienta con mis fotos para hacer un fotolibro o a un galerista se le ocurre la brillante idea de que montemos una exposición. También podríamos acordar la forma de venderte una copia impresa.
Todas las imágenes son realizadas por Rafael Baquedano Charad. Esta obra se encuentra bajo una Licencia Creative Commons de Atribución No Comercial sin Derivadas 4.0 Internacional.