¿Uso del glifosato como herbicida?

Una cuestión socialmente viva (QSV ENCIC)

QSV del Glifosato

El glifosato es el herbicida de amplio espectro más utilizado en el mundo por su elevada eficacia y a cuyo uso no existe alternativa viable. Se aplica en forma de mezclas comerciales denominadas "Herbicidas a base de glifosato" (Gbhs)  que están formadas por agua, otros pesticidas, surfactantes y otros aditivos. Los más conocidos son Roundup y Ranger Pro, fabricados por Monsanto Bayer. Otras empresas también fabrican Gbhs bajo otros nombres comerciales. Se emplea en agricultura, en instalaciones deportivas (campos de golf y similares) y en silvicultura para eliminar plantas competidoras y para facilitar la cosecha, en el mantenimiento de infraestructuras viarias para eliminar la vegetación que crece en los márgenes y en la eliminación de plantas productoras de drogas ilegales (cáñamo, arbustos de coca y varias especies de amapola).

El glifosato inhibe la acción de un enzima que participa en una ruta metabólica celular (vía del shikimato) que conduce a la síntesis de tres aminoácidos aromáticos. Esta ruta sólo está presente en plantas y algunas bacterias, pero no en mamíferos, por lo que, en principio, el glifosato debería ser inocuo para personas y animales domésticos. Es absorbido por las hojas, no por las raíces, gracias a que se aplica junto con un surfactante (POEA) que le permite superar la protección que la cutícula foliar brinda a la hoja. Según afirmó Monsanto en los años setenta del siglo XX, cuando se autorizó su uso comercial, el glifosato se descompondría en el suelo al cabo de unas tres semanas, dando ácido amino-metil-fosfónico (AMPA), fosfatos, amoniaco y CO2, productos no tóxicos para los seres vivos.

En los años noventa del pasado siglo, Monsanto insertó en el ADN de las semillas de las principales plantas cultivadas, mediante ingeniería genética, el gen EPSPS de la cepa CP4 de la bacteria del suelo Agrobacterium tumefaciens. Este gen permite que la planta fabrique el enzima EPSPS, el cual no se ve afectado por el glifosato. De este modo, la planta es tolerante al herbicida porque no se interrumpe en sus células la ruta metabólica del shikimato. A estas semillas, Monsanto las denominó RR (Roundup ready, es decir, preparadas para el glifosato). Hoy en día son casi las únicas que se emplean para hacer crecer los llamados cultivos básicos, es decir, los necesarios para las grandes corporaciones industriales, especialmente, para las que fabrican alimentos ultraprocesados y piensos del ganado.

El uso continuado de cualquier herbicida selecciona variedades resistentes, ya que mata a todos los individuos excepto a los resistentes, haciéndolos más frecuentes en la población con el paso de las generaciones. Así ha sucedido con el glifosato, obligando a emplear cantidades cada vez mayores del producto. Además, a principios de este siglo, se extendió la práctica de utilizar dosis masivas de glifosato para desecar la planta cultivada y facilitar la cosecha. Como consecuencia, se han disparado, tanto las cantidades vendidas, como los residuos en los alimentos y en el medio ambiente del glifosato.

En estas cuatro décadas de uso han ido creciendo las sospechas sobre diversos problemas graves de salud generados por el uso de los Gbhs. Como consecuencia, el IARC (International Agency for Research in Cancer) clasificó en 2015 el glifosato como probablemente carcinógeno para humanos, basándose en reanálisis de la literatura científica publicada. Aunque informes de Agencias gubernamentales de diferentes países reducen las preocupaciones de salud, cada vez hay más trabajos científicos que vinculan los Gbhs con la aparición de cánceres, sobre todo linfomas no Hodgkin (que empieza a llamarse el cáncer de los agricultores), problemas reproductivos, cardiacos y renales. A la vez, se ha probado la toxicidad de los Gbhs sobre peces, anfibios y otros animales acuáticos y se ha constatado la disminución de insectos y otros animales terrestres en los campos donde se usan los Gbhs.

La historia de la compañía Monsanto (comprada por BAYER en 2016), protagonista en el pasado de gravísimos problemas ambientales y de comportamientos no éticos con las Agencias reguladoras y con el personal científico, no tranquiliza en absoluto a la ciudadanía, sobre todo, tras las repetidas condenas judiciales que le están obligando a pagar decenas de miles de millones de euros como indemnizaciones a personas que han enfermado tras exposición continuada al glifosato. 

Los daños que se está demostrando que produce el glifosato sobre la vida salvaje, así como la aparición de residuos muy significativos en casi todos los tipos de alimentos analizados, incluidos algunos dirigidos a niños pequeños, han hecho surgir una fuerte controversia, convirtiendo el uso del glifosato en una cuestión socialmente viva.

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