Pobreza energética

La vulnerabilidad o la pobreza energética describen situaciones en las que:

Un hogar puede verse, o es, incapaz de pagar una cantidad de energía suficiente para satisfacer las necesidades domésticas o cuando gasto energético tiene un peso excesivo sobre los ingresos (>10%) (Bouzarovski y Petrova, 2015; Tirado Herrero et al., 2016; Arús, 2017).

¿A qué nos referimos cuando hablamos de pobreza energética?

Cuando hablamos de necesidades energéticas domésticas, nos referimos a uso de energía para:

· Calefacción

· Provisión de agua caliente

· Iluminación

· Servicios prestados por electrodomésticos

· Cocinado de alimentos

· Equipos de refrigeración,

· Etc.

Resulta especialmente indicativo de la situación el hecho de que en 2014 se registraba en España un mayor porcentaje de personas incapaces de mantener una temperatura adecuada en invierno que la media de la UE (Tirado Herrero et al., 2016).

¿Por qué se produce la pobreza energética?

De forma genérica, se entiende que la pobreza energética es causada por los factores que afectan tanto al ingreso doméstico como al nivel de consumo, y que vendrían dados por:

· La disminución de los ingresos del hogar

· El aumento de los gastos o gastos sobrevenidos

· El aumento de los precios de la energía

· La deficiencia energética de la vivienda

Por ejemplo, un hogar puede verse avocado a una situación de pobreza energética cuando sus gastos energéticos superan el 10% de sus ingresos como resultado de una caída en estos últimos, de una subida de las tarifas de energía o como consecuencia de unas necesidades de consumo excesivas, provocadas por un mal rendimiento energético de la vivienda.

Para los más vulnerables la pobreza energética puede llegar como resultado de la pérdida de empleo, la reducción de jornada, la cancelación o limitación del bono social, el fallecimiento o nacimiento de un familiar, la presencia de dependientes o por cambios en la tarificación (Ibíd.).

¿Cuál es la situación en España?

Podemos obtener una imagen sobre la situación utilizando los datos de la Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF) y la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) del Instituto Nacional de Estadística (INE), y que recoge en un informe la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA), según el cual:

· Unos 5,1 millones de personas (11% hogares) se declara incapaz de mantener su vivienda a una temperatura adecuada en los meses fríos.

· Unos 4,2 millones de personas (8% hogares) declara tener retrasos en el pago de las facturas de la vivienda.

· Unos 6,2 millones de personas (15% hogares) afirma destinar más del 10% de sus ingresos anuales a gasto energético.

· El gasto energético de los hogares más pobres compromete el 12% de sus ingresos.

· Un 25% de los hogares se declaraba incapaz de mantener su vivienda con una temperatura suficientemente fresca en verano (Ibíd.).


¿Hay un perfil de pobre energético?

Lo hay. Y no es sorprendente que coincida con los factores de vulnerabilidad y exclusión social vistos anteriormente. Y suelen ser los hogares de ingreso más bajo, aunque también puede afectar a hogares de clase media cuya situación socioeconómica es más frágil. Diversos estudios sobre pobreza energética (Cruz Roja, ACA o ADAME) coinciden en la identificación de los parámetros socio-demográficos de vulnerabilidad energética (Tirado Herrero et al., 2016; Arús, 2017, Cruz Roja, 2018) con los siguientes situaciones en el hogar:

· La persona principal tiene bajo nivel educativo

· La persona principal está soltera, viuda o divorciada

· De origen extracomunitario

· Monoparentales (principalmente, mujer más niños)

· Con tres o más hijos

· En paro, con contrato eventual o temporal

· Dependientes del subsidio de desempleo o prestaciones

· Pobres

· Ancianos, y otras personas, que viven solas

· Viviendas de antigua construcción

Una primera conclusión que podemos extraer de estos datos es que, con una alta probabilidad, los hogares más expuestos pueden ir acumulando varios de estos factores de vulnerabilidad a lo largo de su ciclo vital. Una situación que va minando física y emocionalmente a las personas que se ven obligadas a realizar elecciones perversas entre la calefacción o la alimentación, o el equipamiento escolar, o los medicamentos...


¿Impacto en la vida de las personas?

La pobreza energética puede tener un enorme impacto en el bienestar y en la vida de las personas afectando tanto a la salud como al desarrollo personal o a su propia integración social.

El impacto de la pobreza energética sobre la salud recorre un amplio espectro de enfermedades, tanto de carácter temporal como crónico, que pueden afectar a los más vulnerables, ancianos y niños. Esta se ha asociado con un amplio abanico de patologías:

· Mayor incidencia de problemas de salud mental, destacando el riesgo de ansiedad y depresión. (Arús, 2017)

· Problemas de salud mental en adolescentes (Marmot Review Team, 2011).

· Dificultades para ganar peso en niños (Marmot Review Team, 2011).

· Problemas respiratorios, como el asma (Marmot Review Team, 2011; Arús, 2017).

· Mayor prevalencia de gripe y resfriado, (Marmot Review Team, 2011).

· Problemas de circulación sanguínea o reumatismo (Arús, 2017)

· peores condiciones físicas en personas con artritis y reumatismo (Marmot Review Team, 2011).

· Empeoramiento de la dieta debido a las restricciones impuestas por las facturas energéticas en el presupuesto doméstico (Marmot Review Team, 2011).

Las cifras que ofrece Cruz Roja (2018) en su boletín nº 17, sobre el impacto de la pobreza energética entre sus usuarios, son bastantes reveladoras. Según sus hallazgos, un 56% de los usuarios padecían catarros, gripes, reumatismo y enfermedades crónicas.


Pero, no cabe duda que el problema de salud más dramático asociado a la pobreza energética es el del aumento de la mortalidad en invierno de las personas de edad más avanzada, como consecuencia de habitar viviendas con temperaturas por debajo de los niveles recomendables -entre 18 y 20ºC según la OMS- (Tirado Herrero et al., 2016; Arús, 2017)

"Según estimaciones iniciales con datos para Europa de la OMS (Braubach et al., 2011) indican que la pobreza energética podría estar causando en España unas 7.100 muertes prematuras al año (el 30% de la TMAI -Tasa de Mortalidad Adicional de Invierno absoluta). En comparación, unas 4.000 personas murieron al año en accidentes de tráfico como promedio en el periodo 1996-2014." (Tirado Herrero et al.)

Finalmente, no debemos olvidar toda una serie de condicionamientos que la pobreza energética impone al desarrollo personas y a su integración social, lo cual nos advierte del elevado coste humano. Entre otras, Cruz Roja (2018) destaca los siguientes impactos:

· El aumento del absentismo o bajo rendimiento académico en la población infantil, al disponer de un lugar adecuado y caldeado para estudiar.

· La disminución de las oportunidades educativas y laborales en las personas adultas.

· Efectos negativos en el ámbito social, al no poder recibir visitas en casa.

· Una incidencia en el ámbito del empleo, porque los problemas de salud generan absentismo laboral.

· Impacto en la búsqueda de empleo, ya que no cuentan con adecuadas condiciones de higiene para afrontar una entrevista laboral.


De nuevo, en el caso de la pobreza energética, encontramos como la vivienda se vuelve un lugar inhóspito y peligroso para aquellas personas que por cuestiones físicas (niños, ancianos, discapacitados, etc.) o materiales (los más pobres, los desempleados, los precarios, etc.) viven con restricciones a la movilidad y, por ello, pasan mayor tiempo en el hogar. Lo que supone un incremento de sus necesidades de consumo energético. Son estas personas, precisamente, las que habitan esas viviendas con problemas estructurales que permiten filtraciones de humedad y aire frío que dejan en ellas un doloroso rastro de heridas físicas, sociales y mentales. Por ello, cuando hablamos de pobreza energética, no debemos olvidar que estamos tratando con un problema humanitario de primera magnitud.