Por Rodolfo Calderón Vivar
Mientras un miembro de la Fraternidad Zapoteca Istmeña Oaxaqueña de la ciudad de Xalapa, comienza a cantar “La Última Palabra”, tradicional canción que acompaña el recuerdo de quien fallece, allá en la región del istmo, una voluta de humo se eleva hacia todo lo alto en el Altar de Ofrenda dedicado a Roberto Bravo Garzón, ex rector de la Universidad Veracruzana, que de esa manera recibe un homenaje en la Sala Tlaqná, sede de la Orquesta Sinfónica de Xalapa.
Con trémula voz, después de hacer un rezo, el miembro de la Fraternidad, Oscar Bartolo comienza a entonar los versos que dicen: “Guenda nabani xhianga sicarú, ne gasti rú ni ugaanda laa. Diuxhi biseenda laanu idxi lay, ne laa cuidxi laanu ra nuu…”
Es la versión zapoteca de una de las canciones más conocidas allá en la región istmeña y que formó parte de la ceremonia que la noche del viernes 27 de octubre, patrocinaron un grupo de organizaciones xalapeñas, cuyos miembros tuvieron algún algún vínculo familiar, afectivo o laboral, con el extinto universitario, quien tenía ascendientes oaxaqueños en sus raíces familiares.
Adelfo Sánchez Morales, música de la Orquesta Sinfónica Xalapeña, quien anualmente organiza un Altar de Muertos en memoria de músicos ya fallecidos de esa legendaria organización musical, fue quien propuso a los miembros de la sinfónica que este año se dedicara el altar a quien fue el principal impulsor del crecimiento de la OSX, allá en la década de los setentas, el licenciado Bravo, como afectuosamente le decían estudiantes, académicos y funcionarios en su época de rectorado.
Rosaura Citlalli Bravo Reyes, de la Fundación Roberto Bravo Garzón, fue una de las más activas organizadoras y gestoras de financiamiento para el homenaje de quien fuera su padre (Foto de Luis Fernando Soni)
Pronto, la inquietud del maestro Adelfo fue más allá del círculo de organización anual de los altares anuales de la OSX y decidió establecer contacto con la Fundación Roberto Bravo Garzón, que comandan los hijos de Bravo Garzón, para que se unieran a la planeación del evento. Rosaura Citlalli Bravo Reyes, una de sus hijas, pidió que también se integraran a la organización los miembros de Egresados de la Universidad Veracruzana, A.C., caracterizada porque su mesa directiva la forman universitarios formados al amparo de la administración bravista. Lulio Valenzuela, Lorenzo Hernández y Rodolfo Calderón, miembros de esa asociación, se unieron al proyecto.
Desde dos meses previos a las festividades de muertos comenzaron las sesiones de planeación del Altar de Muertos de este año. Un hecho inusitado marcaría una diferencia notable en el montaje del altar: la integración de miembros de la Fraternidad Zapoteca Istmeña Oaxaqueña de Xalapa, un fuerte grupo de la ciudad capital de Veracruz que, año con año, efectúa una gran velada istmeña que es todo un acontecimiento en esa región veracruzana.
La fraternidad fue la de la idea de montar un altar al estilo Juchitán. Oscar Bartolo, junto con parte de su familia, participó en las reuniones de planeación, a las cuáles se integró el director titular de la OSX, Lanfranco Marcelletti, quien muy entusiasmado apoyó en todo momento la idea de que el altar incluyera ahora los matices de la cultura mexicana de los muertos en todo su esplendor.
Al incluir elementos de las tradiciones itsmeñas, ello conllevó a que se propusiera que esa noche hubiera un festín de tamales, chocolate y pan de muerto, tres elementos fundamentales en la tradición de los Días de Todos Santos en México. Lo cual planteó un problema acerca de los costos de financiamiento, porque si se hacía publicidad sobre el evento, que sería después del concierto de un viernes, habría una presencia de más de mil comensales.
Entonces comenzó una gestión de recursos que incluía cooperaciones de personal de la OSX, apoyos del sindicato de la FESAPAUV y del Ayuntamiento de Xalapa. Egresados de la Universidad Veracruzana, A.C. se encargaría de la campaña de promoción a través de las redes sociales y periódicos que generosamente publicaron información sin cargo alguno.
Al parecer, invocar el nombre de Bravo Garzón fue un elemento clave para lograr patrocinadores económicos que afrontaron los costos del evento. La administración de la OSX prestó sus instalaciones para las reuniones de planeación y asumió la logística de esa noche por venir.
Egresados de la Universidad Veracruzana A.C. agregó al evento dos elementos más, la integración de la presencia de Catrinas, una tradición también de la cultura mexicana de los muertos, que fueron contactados por Roberto Benítez, destacado director de Teatro, amigo de esa asociación, para ser traídos desde el Ballet Folklórico de la Escuela “Concepción Quiroz Pérez”. El otro elemento fue la lectura de calaveras festivas, una costumbre literaria muy mexicana, escritas ex profesamente en torno a la figura de Roberto Bravo y funcionarios de su administración, ya fallecidos.
Junto con las Catrinas de la Escuela Industrial “Concepción Quiroz Pérez”, aparecen Lulio Valenzuela, Presidente de Egresados de la Universidad Veracruzana, A.C.; Lorenzo Antonio Hernández García, Secretario de dicha organización y Rodolfo Calderón Vivar, Secretario de Comunicación y Difusión (Foto de un asistente al concierto)
Xavier Cózar Ángulo, desde el Instituto de Artes Plásticas patrocinó la publicación impresa de los versos de las calaveras redactadas por Rodolfo Calderón Vivar, y que distribuirían entre los asistentes al festejo de Día de Muertos en la Sala Tlaqná.
Poco a poco, con el apoyo de varios, algunos con aportaciones personales, otros consiguiendo patrocinadores, y algunos contribuyendo en especie, el proyecto avanzó hacia su realización la noche del 27 de octubre, en la Sala Tlaqná.
El equipo logístico de la administración de la Sala Tlaqná, con Elsileny Olivares Riaño y un equipo de jóvenes publirrelacionistas, diseñó publicidad gráfica, audiovisual y el programa general del evento, así como la ubicación de cada uno de los participantes en los distintos escenarios de actividad artística y ceremonial de esa noche del Altar de Ofrenda en honor de Roberto Bravo Garzón.
Cuando, después de finalizar el concierto de la Orquesta Sinfónica de Xalapa, los asistentes al mismo comenzaron a salir al lobby de la Tlaqná, la sorpresa del escenario que contemplaban no era para menos. Ahí estaban una veintena de catrinas rodeando a la sección de la Sinfónica de Xalapa que comenzó a interpretar música tradicional mexicana.
Cartel diseñado por Sinsuni Eleonoren Velasco Gutiérrez
En la inauguración del altar, escuchan el rezo: Lanfranco Marcelletti, director de la Orquesta Sinfónica de Xalapa; Rodolfo Mendoza Rosendo, director de Difusión Cultural de la UV; Sara Ladrón de Guevara, rectora de la UV; Adelfo Sánchez Morales, representante de la OSX y Cándido Navarro, por parte de la FESAPAUV
Después vendría la inauguración del altar, a cargo de la rectora de la Universidad Veracruzana, Sara Ladrón de Guevara, acompañada de funcionarios universitarios. Y después comenzarían los rezos y cánticos de Oscar Bartolo, frente al Altar de Ofrenda dedicado al difunto Roberto Bravo Garzón, iluminado por veladoras y aderezado por olorosos humos de incienso, que coronaban la comida y adornos propios de ese tipo de ofrenda mortuoria.
Un grupo de mujeres istmeñas, ataviadas con los vistosos trajes multicolores de la región juchiteca comenzaron a bailar con la falda recogida por la mano, mientras una banda oaxaqueña amenizaba el escenario cercano al majestuoso altar en honor al fallecido rector de la Universidad Veracruzana. Pronto, algunos asistentes también se sumaron al baile.
Después de la lectura, en voz alta, de las calaveras alusivas a Roberto Bravo Garzón, comenzó el festín de tamales, pan de muerto, chocolate con agua y hasta mezcal, que disfrutaron poco más de mil personas reunidas en la Tlaqná.
El gran esfuerzo de amigos, académicos y familiares de Roberto Bravo Garzón había logrado su objetivo, una ceremonia inolvidable de Altar de Muertos, donde brillaron la presencia del ex rector, la tradición de muertos juchiteca, la música oaxaqueña y los alimentos de esa temporada. Los meses previos de ocultas, y casi anónimas, juntas de planeación, en una de las salas de juntas de la Sala Tlaqná, habían valido la pena.
Mujeres juchitecas, engalanadas con su traje típico, bailaron al son de la Banda Oaxaqueña que estuvo presente en el evento (Foto de Luis Fernando Soni)
La Banda Oaxaqueña que amenizó la velada de todos santos en el mezzanine de la Sala Tlaqná, sede de la Orquesta Sinfónica de Xalapa (Foto de Luis Fernando Soni)
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