No mirar más por el retrovisor,
la casa se achica cuando nos alejamos.
Lo dejado se deja,
aunque algo de eso siga viaje con nosotros.
Emociona tanto,
mucho,
el abrazo de la reconciliación,
cuando cedieron las paredes
comidas por un pequeño fuego de brujos
que queman el orgullo, la venganza
y hacen cenizas con las que seguir.
Seguir,
seguir,
cruzar praderas
llenas de cactus gigantes
y comadrejas que curan el dolor de lo dolido,
llegar como sea al otro lado,
al proximo arco iris
que se besuquea con los acantilados.
No se distingue
si fue triunfo o derrota,
pero ya no importa.
Sentir el oleaje del poder del mar.
Mar plata,
mar querido,
mar verdoso,
mar de la niñez,
donde se resucita siempre más fuerte.
Se resucita.
Es el destino de delfines y ballenas /