GASTRONOMÍA

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Si hay un plato que distingue la gastronomía de Arévalo y que la identifica y encumbra a nivel nacional,  es sin duda el cochinillo asado. El buen hacer de los hornos y restaurantes han sido siempre un excelente reclamo de una ciudad de paso, bien comunicada por carretera, en la que la afluencia de coches al mediodía y gente que busca y pregunta por un lugar para comer, es parte del paisaje cotidiano. De las paredes de sus restaurantes cuelgan un sinfín de fotos de clientes notables, que van desde la realeza a  presidentes de gobierno, actores, toreros, deportistas y cantantes.

Existe constancia histórica del arraigo del cochinillo asado en la tradición gastronómica de Arévalo desde el s. XVI, hecho que unido a otras características diferenciadoras, como el tamaño, días de crianza y alimentación, sirvieron para obtener, hace unos años, la marca Tostón de Arévalo.

La postura del animal característica de Arévalo para el asado, es la que lo sitúa abierto totalmente en canal, con las patas totalmente estiradas, hecho éste que lo distingue del de otras poblaciones. El nombre de tostón, alude al cochinillo una vez ha pasado varias horas por el horno,  tras las que toma ya el característico color acaramelado de su piel.

15 son los restaurantes de Arévalo en los que se puede degustar este plato, que cuentan con espacio para 2500 comensales y que son la parte más visible de toda una red de productores, distribuidores y carniceros de la comarca, que velan y trabajan por la calidad de este producto.

La asociación de hostelería ASADHOS organiza con gran éxito y de manera anual, las Jornadas del Tostón de Arévalo, a principios del mes de marzo, que incluyen un menú completo con legumbres de la Moraña y asado por un precio reducido.

Arévalo conserva aún en su memoria, los versos de un ilustre bodeguero y tabernero local, Marolo Perotas, dedicados al cochinillo asado, que dicen así:

COCHINILLO ASADO

Eliges un cochinillo

gordo, tiernecito y sano,

de unos veinticinco días,

y cuatro kilos escasos,

porque si es mayor resulta

grasiento, estopudo y basto.

Se pela bien peladito,

se abre de cabeza a rabo

y en tosca y negra cazuela

de tiñosirello barro

se pone a temperaturas

de ochenta a noventa grados

y en poco más de hora y media

está para devorarlo.

Las legumbres de la comarca morañega tienen una gran reputación: garbanzos y judías de diferentes variedades, que pueden comprarse en los comercios de alimentación y degustarse en los restaurantes locales.

En tierra de buen cereal no puede faltar el pan, que es amasado para darle diferentes formas y tamaños. La más afamada es la variedad candeal, conocida vulgarmente con el nombre de pan blanco.

Para los amantes del dulce, los pasteles genuinos de Arévalo son los jesuitas, que son hojaldres con crema y piñones y las tortas del veedor, de origen muy antiguo y relacionadas con este antiguo funcionario público (el veedor) encargado de la inspección  y control de actividades de los gremios y sus establecimientos.

Los productos chacineros se ven favorecidos en sus procesos de curación por las favorables condiciones atmosféricas y climatológicas de la zona. Están presentes en tiendas, carnicerías, bares y restaurantes.

En otoño y si las lluvias y el tiempo acompañan,  se pueden recolectar infinidad de setas, como las de cardo, de colmenilla, champiñones, setas pie azul… pero es el lactarius deliciosus, llamado nícalo a nivel local, el protagonista de las cocinas y las salidas al campo. Son tantas como deliciosas las formas de prepararlos, pues aceptan las formas más sencillas de elaboración, como a la plancha o rebozados,  como las más elaboradas.