El Nuevo Testamento
de La Biblia Española
en el Castellano
Hecho en 2014
Por Roberto Breaker
Todos derechos del autor de la traducción, (aunque sabemos el autor verdadero de la escritura es Dios).
El Nuevo Testamento
de La Biblia Española
en el Castellano
Hecho en 2014
Por Roberto Breaker
Todos derechos del autor de la traducción, (aunque sabemos el autor verdadero de la escritura es Dios).
Diligentemente cotejada versículo por versículo con el Textus Receptus griego, con los textos de la Reforma, con las biblias castellanas antiguas (incluyendo: el Nuevo Testamento de Francisco de Enzinas, de Juan Pérez de Pineda, de Casiodoro de Reina, y de Cipriano de Valera), con la biblia inglesa Rey Jaime o King James, y con la traducción al español de la Rey Jaime hecha por Bernardo McVey).
PREFACIO
Por muchos siglos los españoles habían sido impedidos de tener una biblia pura por la influencia católica que al primero prohibió la traducción de la palabra de Dios al idioma común. Además, esa religión celosamente comenzó a perseguir y aún matar a los que deseaban hacer tal obra valerosa. Sin embargo, Dios bendijo el intento de hombres valientes como Francisco de Enzinas, Juan Pérez de Pineda, Casiodoro de Reina, and Cipriano de Valera, quienes hicieron la obra de traducción, arriesgando sus vidas para que el hombre común pudiera tener la palabra de Dios en su propia lengua. Sin embargo, sus obras fueron pocas imprimidas, pocas recibidas, y pocas repartidas.
Tampoco fueron perfectas, (como la venerable biblia autorizada en inglés, la KING JAMES o REY JAIME). Esto podemos ver por la confesión mismo de Casiodoro de Reina cuando el mismo dijo que utilizó lecturas de la Vulgata católica corrupta en su obra, una biblia de latín que él nos cuenta en el prefacio de su biblia era “llena de errores.” Por lo cual, el pidió revisión de su obra con los textos fieles de la Reforma.
Cipriano de Valera tardó 20 años en hacerlo, sin embargo, él lo hizo sólo y su edición todavía faltaba mucho. Pero la obra de ambos se hizo la biblia estándar en español, y todas las revisiones de ella tuvo que retener el nombre “Reina-Valera” para ser tomado como una traducción de valor.
Por muchos siglos la inquisición y el odio de los católicos hacia los protestantes anheló a los sacerdotes de roma a quemar las pocas biblias protestantes que habían circulado entre el pueblo. Por eso, las Sociedades Bíblicas protestantes con estremecimiento deliberaron para evangelizar a los católicos con una biblia que no rechazarían, empezaron a imprimir biblias mezcladas con palabras católicas tomadas de la biblia española católica de Felipe Scio de San Miguel, hecho totalmente de la Vulgata Católica, algo que ambos Reina y Valera quisieron quitar completamente de su biblia. Por esto, más error se llenó las biblias protestantes.
Así, la historia de la biblia española es muy triste, porque miramos a las Sociedades (o quizás mejor llamadas Suciedades), Biblias insertando más textos católicos corruptos, hoy conocidos como los textos críticos, en cada versión nueva, en lugar de remontarse a los textos de la Reforma con los que tanto Reina como Valera pidieron que se revisaran sus versiones.
No fue sino hasta el final del siglo XX que los creyentes de la Biblia despertaron y vieron la necesidad de una Biblia en español puro, y la importancia de volver a los textos bíblicos verdaderos de la Reforma como la King James (Rey Jaime) que trajo más avivamiento que cualquier otro libro en cualquier momento de la historia.
Había un misionero en los años 1990 algo que se llamaba Bernardo McVey quién trató a dar al mundo hispano una Biblia basada completamente en la King James. Pero su obra fue muy anglicanizada, y probó muy difícil leer. Aunque la intención era admirable, el producto final faltó en su propósito porque no retenía el lenguaje de castellano y las palabras antiguas de la Reforma.
Otros se dieron a la tarea de traducir de los textos de la Reforma, del Rey Jaime y de las otras Biblias protestantes españolas. Y publicaron su trabajo. El mejor de ellos es La Valera 1602 Purificada hecho por La Iglesia Bautista Bíblica de la Gracia en Monterrey, México. Yo uso y predico de esta biblia. (Para conseguir un ejemplar, hay que visitar: www.valera1602.org).
Entonces, ¿por qué este Nuevo Testamento que he hecho? Porque me tomé el tiempo para ir cuidadosamente, versículo por versículo, a través de todas las viejas biblias españolas, comparando el Rey Jaime, el Textus Receptus, y las biblias antiguas castellanas para mí mismo e hice este trabajo, mientras que yo ayudaba en el trabajo de la traducción de la Biblia Española Valera 1602 Purificada.
Mi deseo es que mi traducción del Nuevo Testamento aquí pueda ser una gran herramienta de referencia para aquellos que están estudiando el tema por sí mismos.
Finalmente, esta obra fue hecho con la intención de probar que sí es posible dar un nuevo testamento lo más cerca posible a los textos de la Reforma y la Rey Jaime, mientras que mantenga el lenguaje del Castellano, o de los Protestantes que arriesgaron sus vidas para dar al mundo hispano la palabra de Dios, o sea una biblia no anglicanizada, como los críticos afirma que es lo que pasa si usamos la Rey Jaime como el base de traducción.
Otra vez esta obra puede ser utilizada como referencia. No deseo tomar el crédito. No deseo que se llama “La Biblia Breaker” o “El Nuevo Testamento de Breaker” o algo así. Solo, deseo que da honra y gloria a nuestro Señor y Salvador Jesu Cristo.
Como dijo Juan Pérez de Pineda en su Nuevo Testamento, proclamo yo también:
“Mi intención de traducir vuestro Testamento, Rey de Gloria, ha sido serviros, y aprovechar a los que son redimidos con vuestra preciosa Sangre, como vos, Señor, bien sabéis, pues sois el autor de ella. Y pues se ayudan los otros de la potestad de los grandes para dar seguridad a sus libros, por ser éste vuestro, me he querido yo, Señor, favorecer de vos en dedicároslo, pues sois el solo grande y solo poderoso, para que así los que redimisteis gocen y reciban el fruto de vuestros trabajos. Porque siendo esto como es, todo vuestro, y cosa tan propia para conocer y glorificar Vuestro Nombre, salga y se publique debajo del título y amparo de vuestra Majestad, pues sois el que da principio, crecimiento y perfección a todo bien... Por tanto, Señor, me he socorrido a vos, tomándoos por Patrón, pues en esto (según vuestro mandamiento) se busca gloria. Para que como sois autor de esta obra que tanto amáis, seáis también tutor...”
Termino con las palabras de Cipriano de Valera…
“Porque no es bien hecho confirmar la cierto con lo incierto, la palabra de Dios con la de los hombres. Otra vez torno a suplicar a nuestro buen Dios y Padre misericordioso os haga la gracia que lo oigáis para que sepáis su voluntad, y sabiéndola viváis conforme a ella. Y así seáis salvos por la sangre de aquel Cordero sin mancilla que se sacrificó a sí mismo en el ara de la cruz para alcanzaros perdón de vuestros pecados delante del Padre. Así sea.”
Para más información: www.controversiadelabibliaespañola.com
MATEO
Capítulo 1
1 El libro de la generación de Jesu Cristo, hijo de David, hijo de Abraham.
2 Abraham engendró a Isaac, e Isaac engendró a Jacob; y Jacob engendró a Judas y a sus hermanos;
3 Y Judas engendró de Tamar a Fares y a Zara; y Fares engendró a Esrom; y Esrom engendró a Aram;
4 Y Aram engendró a Aminadab; y Aminadab engendró a Naasón; y Naasón engendró a Salmón;
5 Y Salmón engendró de Rachab a Booz; y Booz engendró de Rut a Obed; y Obed engendró a Jessé;
6 Y Jessé engendró al rey David; Y el rey David engendró a Salomón de la que fue la esposa de Urías;
7 Y Salomón engendró a Roboam; y Roboam engendró a Abía; y Abía engendró a Asa;
8 Y Asa engendró a Josafat; y Josafat engendró a Joram; y Joram engendró a Ozías;
9 Y Ozías engendró a Joatam; y Joatam engendró a Acaz; y Acaz engendró a Ezequías;
10 Y Ezequías engendró a Manasés; y Manasés engendró a Amón; y Amón engendró a Josías;
11 Y Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos; alrededor del tiempo en que fueron llevados a Babilonia;
12 Y después que fueron traídos a Babilonia; Jechonías engendró a Salathiel; y Salathiel engendró a Zorobabel;
13 Y Zorobabel engendró a Abiud; y Abiud engendró a Eliakim; y Eliakim engendró a Azor;
14 Azor engendró a Sadoc; y Sadoc engendró a Akim; y Akim engendró a Eliud;
15 Y Eliud engendró a Eleazar; y Eleazar engendró a Mattían; y Mattán engendró a Jacob;
16 Y Jacob engendró a Josef, marido de María, de la cual nación Jesús, quien es llamado Cristo.
17 Así todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce generaciones; y desde David hasta la transmigración de Babilonia, catorce generaciones; y desde la transmigración de Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.
18 Ahora el nacimiento de Jesu Cristo fue así: Cuando María su madre fue prometida a Joseph, antes que se juntasen, se halló haber concebido del Espíritu Santo.
19 Entonces Josef su marido, siendo un hombre justo, y no queriendo infamarla, quiso dejarla secretamente.
20 Pero mientras que él pensó en estas cosas, he aquí, el ángel del Señor le apareció en sueños, diciendo: Josef, tú hijo de David, no temas de de recibir a maría tu esposa; porque lo que en ella es concebido, del Espíritu Santo es.
21 Y ella parirá un hijo, y tú llamarás su nombre JESÚS; porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
22 Ahora todo esto aconteció para que pudiese ser cumplido lo que fue dicho del Señor por el profeta, diciendo:
23 Ha aquí, una virgen concebirá y parirá un hijo, y llamarán a su nombre Emmanuel, que interpretado es: Dios con nosotros.
24 Entonces Josef despertando del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su esposa:
25 Y no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y llamó su nombre JESÚS.
Capítulo 2
1 Ahora cuando Jesús fue nacido en Belén de Judea en los días del rey Herodes, he aquí, vinieron hombres sabios del oriente a Jerusalem.
2 Diciendo: ¿Dónde está el que es nacido Rey de los Judíos? porque hemos visto su estrella en el este, y venimos a adorarle.
3 Cuando Herodes había oído estas cosas, se turbó, y toda Jerusalem con él.
4 Y cuando él había convocado todos los principales sacerdotes y escribas del pueblo, les demandó dónde había de nacer el Cristo.
5 Y ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta,
6 Y tú, Belén, en la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; porque de ti sald´ra un Gobernador, que regirá a mi pueblo Israel.
7 Entonces Herodes, cuando había llamado a los sabios en secreto, inquirió de ellos diligentemente el cual tiempo la estrella se apareció.
8 Y él les envió a Belén, y dijo: Id y buscad diligentemente por el niño; y cuando le hubieres hallado, traedme noticia, para que yo también puedo venir y adorarle.
9 Y cuando ellos habían oído al rey, se fueron; y, he aquí, la estrella, que habían visto en el oriente, iba delante de ellos, hasta que llegó y se puso sobre donde estaba el niño.
10 Cuando vieron la estrella, se regocijaron mucho de grande gozo.
11 Y cuando entraron en la casa, vieron al niño con su madre María, y se postraron, y le adoraron; y cuando habían abierto sus tesoros, le ofrecieron dones; oro, e incienso, y mirra.
12 Y siendo avisados por Dios en un sueño que no volviesen a Herodes, se volvieron a su tierra por otro camino.
13 Y después que ellos partieron, he aquí, el ángel del Señor aparece en un sueño a Josef, diciendo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y quédate allí hasta que yo te doy noticias; porque Herodes buscará al niño para destruirle.
14 Y cuando él despertó, tomó al niño y a su madre de noche, y se fue a Egipto;
15 Y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliese lo que fue dicho del Señor por el profeta, diciendo: De Egipto he llamado a mi Hijo.
16 Entonces Herodes, cuando se vio burlado de los hombres sabios, se enfureció mucho, y envió, y mató a todos los niños que había en Belén, y en todas las costas de ella, de edad de dos años abajo, conforme al tiempo que había inquirido diligentemente de los sabios.
17 Entonces fue cumplido lo que fue dicho por el profeta Jeremías, diciendo:
18 Una voz fue oída en Rama, lamentación, y lloro, y grande llanto, Raquel que llora por sus hijos, y no quiso ser consolada, porque no son.
19 Pero cuando Herodes fue muerto, he aquí, el ángel del Señor aparece en un sueño a Josef en Egipto,
20 Diciendo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y vete a tierra de Israel; porque muertos son los que procuraban la vida del niño.
21 Y él se levantó, y tomó al niño y a su madre, y vino a la tierra de Israel.
22 Mas cuando él oyó que Archelao reinaba en Judea en lugar de Herodes su padre, tuvo temor de ir allá; bien que, siendo avisado por Dios en un sueño, se fue a las partes de Galilea;
23 Y él vino y habitó en una ciudad que se llama Nazaret; para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas: El será llamado Nazareo.
Capítulo 3
1 Y en aquellos días vino Juan el Bautista, predicando en el desierto de Judea,
2 Y diciendo: Arrepentíos, porque el reino del cielo está cerca.
3 Porque éste es aquel del cual fue dicho por el profeta Isaías, diciendo: La voz del que clama en el desierto: Aparejad el camino del Señor, enderezad sus veredas.
4 Y el mismo Juan tenía su vestido de pelos de camellos, y una cinta de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre.
5 Entonces salía a él Jerusalem, y toda Judea, y toda la región de alrededor del Jordán,
6 Y eran bautizados de él en el Jordán, confesando sus pecados.
7 Pero cuando él vio muchos de los Fariseas y de los Saduceos viendo a su bautismo, él les decía: O generación de víboras, ¿quién os ha advertido a huir de la ira que vendrá?
8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento:
9 Y no penséis decir dentro de vosotros mismos, Tenemos a Abraham por nuestro padre; porque yo os digo, que Dios puede levantar hijos a Abraham de estas piedras.
10 Y ahora también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto todo árbol que no hace buen fruto, es cortado y echado en el fuego.
11 Yo a la verdad os bautizo con agua para arrepentimiento; mas el que viene en pos de mí es más poderoso que yo, cuyos zapatos no soy digno de llevar; él os bautizará en el Espíritu Santo, y con fuego:
12 Cuyo aventador está en su mano, y limpiará su era, y allegará su trigo en el alfolí, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.
13 Entonces viene Jesús de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado de él.
14 Pero Juan le prohibía, diciendo: Yo tengo necesidad de ser bautizado por ti, y ¿tú vienes a mí?
15 Y Jesús respondiendo le dijo: Déjelo que sea así ahora; porque así nos conviene cumplir toda justicia. Entonces le dejó.
16 Y Jesús, cuando fue bautizado, subió inmediatamente del agua; y, he aquí, los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios descendiendo como paloma, y viniendo sobre él.
17 Y, he aquí, una voz del cielo, diciendo: Este es mi hijo amado, en el cual estoy muy agradado.
Capítulo 4
1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo.
2 Y cuando él hubo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, después tuvo hambre.
3 Y cuando vino a él el tentador, dijo: Si tú eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se hagan pan.
4 Pero él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
5 Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le pone sobre el pináculo del templo,
6 Y le dice: Si tú eres el Hijo de Dios, échate de aquí abajo; porque escrito está: Él encargará a sus ángeles acerca de ti, y en sus manos te alzarán, para que nunca tropieces tu pie contra una piedra.
7 Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.
8 Otra vez le pasa el diablo a un monte muy alto, y le muestra todos los reinos del mundo, y la gloria de ellos,
9 Y le dice: Todo esto te daré, si te postras y me adoras.
10 Entonces Jesús le dice: Vete de aquí, Satanás; porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás.
11 Entonces el diablo le dejó, y, he aquí, ángeles vinieron y le ministraban.
12 Ahora cuando Jesús había oído que Juan estaba preso, volvió a Galilea;
13 Y dejando a Nazaret, él vino y habitó en Capernaum, que está junto al mar, en los términos de Zabulón y de Neftalí.
14 Para que pudiese ser cumplido lo que fue dicho por Isaías el profeta, diciendo:
15 La tierra de Zabulón, y la tierra de Neftalí, por el camino de la mar, más allá de Jordán, Galilea de los Gentiles;
16 El pueblo que estaba asentado en tinieblas vio una gran luz; y a los que estaban asentados en la región y sombra de muerte, se les esclareció luz.
17 Desde aquel tiempo comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos; porque el reino del cielo está cerca.
18 Y Jesús, andando junto a la mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, echando una red en la mar; porque eran pescadores.
19 Y les dice: Seguidme, y yo os haré pescadores de hombres.
20 Y inmediatamente dejaron sus redes, y le siguieron.
21 Y pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacob, el hijo de Zebedeo, y Juan, su hermano, en una nave con Zebedeo su padre, remendando sus redes; y los llamó.
22 Y inmediatamente dejaron la nave, y a su padre, y le siguieron.
23 Y Jesús rodeó a toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda clase de enfermedad y toda clase de dolencia entre el pueblo.
24 Y corría su fama por toda la Siria; y le traían todos los enfermos que tenían diversas enfermedades, y tormentos, y los endemoniados, y los lunáticos, y los paralíticos, y él los sanaban.
25 Y le seguían grandes multitudes de gentes de Galilea, y de Decápolis, y de Jerusalem, y de Judea, y de la otra parte del Jordán.
Capítulo 5
1 Y viendo las multitudes, subió en un monte; y cuando hubo sentado, le vinieron sus discípulos.
2 Y abrió su boca, y les enseñaba, diciendo:
3 Bienaventurados son los pobres en espíritu; porque de ellos es el reino del cielo.
4 Bienaventurados son los que lloran; porque ellos serán consolados.
5 Bienaventurados son los manos; porque ellos heredarán la tierra.
6 Bienaventurados son los que tienen hambre y sed de justicia; porque ellos serán hartos.
7 Bienaventurados son los misericordiosos; porque ellos alcanzarán misericordia.
8 Bienaventurados son los puros de corazón; porque ellos verán a Dios.
9 Bienaventurados son los pacificadores; porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados son los que padecen persecución por causa de la justicia; porque de ellos es el reino del cielo.
11 Bienaventurados sois, cuando hombres os vituperaren, y os persiguieren, y dijeren todo tipo de maldad falsamente contra vosotros por mi causa.
12 Regocijaos y sed alegres; porque grande es vuestro galardón en el cielo; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.
13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal había perdido su sabor, ¿con qué será salada? no más vale para nada, sino que sea echada fuera, y hollada de los hombres.
14 Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
15 Ni encienden los hombres un candil, y lo ponen debajo de un almud; sino sobre el candelero; y alumbra a todos los que están en casa.
16 Así deje que vuestra luz resplandezca delante de los hombres, para que pueden ver vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en el cielo.
17 No penséis que he venido para destruir la ley, o los profetas; no soy venido para destruir, sino para cumplir.
18 Porque de cierto os digo, que hasta pasen el cielo y la tierra, ni una jota, ni un tilde pasará de la ley, hasta que todo sea cumplido.
19 Por eso cualquiera que quebrantare uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñare a los hombres, él será llamado el más pequeño en el reino del cielo; pero cualquiera que los hiciere y enseñare, éste mismo será llamado grande en el reino del cielo.
20 Porque yo os digo, que si vuestra justicia no fuera mayor que la justicia de los escribas y de los Fariseos, en ninguna manera entraréis en el reino del cielo.
21 Habéis oído que fue dicho por los del tiempo antiguo: No matarás; y cualquiera que matare, estará en peligro del juicio;
22 Pero yo os digo: que cualquiera que se enojare con su hermano sin causa estará en peligro de juicio; y cualquiera que dijere a su hermano: Raca; estará en peligro del concilio; y cualquiera que dijere: Necio; estará en peligro del fuego del infierno.
23 Por tanto, si trajeres tu don al altar, y allí te acordares que tu hermano tiene algo contra ti,
24 Deja allí tu presente delante del altar, y vete por tu camino; primero reconcíliate con tu hermano, y después ven y ofrece tu ofrenda.
25 Ponte de acuerdo con tu adversario pronto; entre tanto que estás con él en el camino; porque no acontezca que el adversario te entregue al juez, y el juez te entregue al alguacil, y seas echado en prisión.
26 De cierto te digo, que no saldrás de allí, hasta que hayas pagado el último cuadrante.
27 Oísteis que fue dicho por aquellos del tiempo antiguo: No cometerás adulterio:
28 Pero yo os digo, que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
29 Y si tu ojo derecho te ofende, sácalo, y échalo de ti; porque mejor te es que perezca uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.
30 Y si tu mano derecha te ofende, córtala, y échala de ti; porque mejor te es que perezca uno de tus miembros, que no que tu cuerpo sea echado al infierno.
31 También fue dicho: Cualquiera que repudiare a su esposa, déjele que da una carta de divorcio a ella.
32 Pero yo os digo; que el que repudiare a su esposa, sino por la causa de fornicación, hace que ella comete adulterio; y cualquiera que se casare con la repudiada, comete adulterio.
33 Otra vez, habéis oído que fue dicho por aquellos de los tiempos antiguos: No te perjurarás, mas pagarás al Señor tus votos.
34 Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo; porque es el trono de Dios;
35 Ni por la tierra, porque es escabel de sus pies; ni por Jerusalem, porque es la ciudad del gran Rey.
36 Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer un cabello blanco o negro.
37 Mas que vuestra comunicación sea: Sí, si; No, no; porque todo lo que es más de esto viene del mal.
38 Oísteis que había sido dicho: Ojo por ojo, y diente por diente:
39 Pero yo os digo: No resistáis al mal; antes a cualquiera que te hiriere en tu mejilla derecha, vuélvele también la otra.
40 Y si alguien que te demandare ante la ley, y tomare tú túnica, déjale tomar también tu capa;
41 Y cualquiera que te compela a ir una milla, ve con él dos.
42 Dad al que te pidiere, y de él que quisiere tomar de ti prestado, no le rehúses.
43 Oísteis que había sido dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.
44 Poro yo os digo, Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan, y os persiguen;
45 Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en el cielo; porque él hace que su sol salga sobre los malos y los buenos, y envía lluvia sobre los justos y los injustos.
46 Porque si amareis a los que os aman, ¿qué galardón tendréis? ¿no hacen también lo mismo los publicanos?
47 Y si saludareis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis más que los otros? ¿no hace también así los publicanos?
48 Sed vosotros, por esto, perfectos, aún como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto.
Capítulo 6
1 Mirad que no hagáis vuestra limosna delante de los hombres, para que seáis mirados de ellos; de otra manera no tenéis galardón de vuestro Padre que está en el cielo.
2 Por eso cuando hacéis vuestro limosna, no hagáis tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para que puedan tener gloria de los hombres. De cierto os digo, ellos tiene su galardón.
3 Mas cuando tú haces limosna, no sepa tu mano izquierda lo que hace tu mano derecha;
4 Para que sea tu limosna en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto, él te recompensará en público.
5 Y cuando orares, no seas como los hipócritas son, porque ellos aman el orar en de pie en las sinagogas, y en las esquinas de la calles, para que sean vistos de los hombres. De cierto os digo que tienen su galardón.
6 Mas tú, cuando orares, entra en tu aposento, y cuando has cerrado tu puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará en público.
7 Pero cuando oréis, no uséis vanas repeticiones, como hacen los paganos; porque piensan que por su mucho palabrería serán oídos.
8 Por eso, no seáis semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.
9 De esta manera, pues, oraréis: Padre nuestro que estás en el cielo, Santificado sea tu nombre.
10 Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad en la tierra, como está en el cielo.
11 Danos hoy nuestro pan cotidiano.
12 Y perdónanos nuestras deudas, como también perdonamos a nuestros deudores.
13 Y no nos lleves en tentación, mas líbranos de mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por siempre. Amén.
14 Porque si perdonareis a los hombres sus ofensas, también vuestro Padre celestial os perdonará a vosotros;
15 Mas si no perdonareis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.
16 Además cuando ayunáis, no seáis, como los hipócritas, de un rostro triste; porque ellos demudan sus caras, para parecer a los hombres que ayunan. De cierto os digo, Ellos tienen su galardón.
17 Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro;
18 Para que tú no pareces a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará en lo público.
19 No amontonéis tesoros por sí en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan;
20 Sino amontonéis tesoros por sí en el cielo, donde ni polilla ni orín corrompe, y donde ladrones no minan, ni hurtan;
21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
22 La luz del cuerpo es el ojo; si por eso tu ojo es simple, todo tu cuerpo estará lleno de luz.
23 Pero si tu ojo es malo, todo tu cuerpo será lleno de tinieblas. Si por eso la luz que está en ti son tinieblas, ¡cuán grandes son aquellas tinieblas!
24 Ningún hombre puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se allegará al uno, y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a mammón.
25 Por tanto os digo: No os acongojéis por vuestra vida, lo que comeréis, o lo que beberéis; ni por vuestro cuerpo, que habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
26 Mirad a las aves del cielo; que no siembran, ni siegan, ni recogen en alfolíes; sino vuestro Padre las alimenta. ¿No sois vosotros mucho mejores que ellas?
27 ¿Quién de vosotros por pensar puede añadir un codo a su estatura?
28 Y ¿por qué os acongojáis por su vestido? Considerad los lirios del campo, como crecen; no trabajan, ni hilan;
29 Y aún os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria fue vestido como uno de ellos.
30 Por lo cual, si Dios viste a la hierba del campos, que hoy es, y mañana es echada en el honro, ¿cuánto más vestirá a vosotros, Oh hombre de poca fe?
31 No os acongojéis, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o con qué nos cubriremos?
32 Porque los Gentiles buscan todas estas cosas;) porque vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.
33 Mas buscad primeramente el reino de Dios, y su justicia; y todas estas cosas os serán añadidas.
34 Por eso no os acongojéis por el día de mañana; porque el día de mañana traerá su congoja. Suficiente al día es su mal.
Capítulo 7
1 No juzguéis, para que no seáis juzgados.
2 Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados; y con la medida que medís, se os medirá otra vez.
3 Y ¿por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano; pero no consideras la viga que está en tu propio ojo?
4 O ¿cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar de tu ojo la mota; y, he aquí, una viga está en tu propio ojo?
5 ¡Tú hipócrita! echa primero la viga de tu propio ojo; y entonces verás claramente para echar la mota del ojo de tu hermano.
6 No deis lo que es santo a los perros; ni echéis vuestras perlas delante de los puercos; para que no las pisoteen, y vuelvan, y os despedacen.
7 Pedid, y os será dado; buscad, y hallaréis, tocad, y se os abrirá.
8 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla, y al que toca, se le abrirá.
9 ¿O qué hombre hay de vosotros, a quien si su hijo pidiere pan, le dará una piedra?
10 ¿O si le pidiere un pez, le daría una serpiente?
11 Si vosotros pues, siendo malos, sabéis como dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en el cielo dará buenas cosas a los que le piden?
12 Por eso todas las cosas que querríais que los hombres hiciesen con vosotros, aún haced vosotros también así con ellos; porque esta es la ley y los profetas.
13 Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso es el camino, que guia a la perdición; y muchos hay que entran por él;
14 Porque la puerta es estrecha, y angosto es el camino, que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.
15 Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.
16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Recogen los hombres uvas de los espinos, o higos de los abrojos?
17 Así todo árbol bueno da frutos buenos; pero un árbol corrompido da malos frutos.
18 Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni puede un árbol corrompido dar frutos buenos.
19 Todo árbol que no da buen fruto es cortado, y echado en el fuego.
20 Así que, por sus frutos los conoceréis.
21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino del cielo; sino el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no hemos profetizados en tu nombre, y en tu nombre hemos echado fuera a los demonios, y en tu nombre hicimos muchas obras maravillosas?
23 Y entonces les profesaré: Nunca os conocí; apartaos de mí, vosotros que obráis maldad.
24 Por eso, cualquiera que oye estos dichos míos, y las hace, yo le compararé a un hombre sabio, que edificó su casa sobre una roca;
25 Y descendió la lluvia, y vinieron los ríos, y soplaron los vientos, y batieron contra aquella casa; y no lo cayó; porque estaba fundada sobre una roca.
26 Y cualquiera que oye estos dichos míos, y no las hace, le compraré a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena;
27 Y descendió la lluvia, y vinieron los ríos, y soplaron los vientos, golpearon contra aquella casa; y la cayó; y grande fue la caída de ella.
28 Y aconteció, cuando Jesús hubo acabado estas palabras, la gente se maravillaba de su doctrina;
29 Porque él les enseñó como uno que tiene autoridad, y no como los escribas.
Capítulo 8
1 Y cuando él hubo descendido del monte, grandes multitudes le seguían.
2 Y, he aquí, vino un leproso y le adoró, diciendo: Señor, si quisieres, tú puedes hacerme limpio.
3 Y Jesús extendió su mano, y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y inmediatamente su lepra fue limpiada.
4 Y Jesús le dijo: Mira que tú no lo diga a nadie; sino ve por tu camino, muéstrate al sacerdote, y ofrece el don que mandó Moisés, para testimonio a ellos.
5 Y cuando Jesús hubo entrado en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole,
6 Y diciendo: Señor, mi siervo está echado en casa paralítico, gravemente atormentado.
7 Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré.
8 Y respondió el centurión, y dijo: Señor, no soy digno que tú entres debajo de mi techo; mas solamente di la palabra, y mi siervo será sanado.
9 Porque yo soy hombre debajo de autoridad, teniendo soldado bajo de mí mismo; y digo a éste hombre: Ve, y va, y a otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Has esto, y él lo hace.
10 Cuando Jesús oyó a esto, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que nunca he hallado tanta fe grande, no, ni aun en Israel.
11 Y os digo, Que vendrán muchos del oriente, y del occidente, y se asentarán con Abraham, e Isaac, y Jacob, en el reino del cielo.
12 Pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes.
13 Y Jesús dijo al centurión: Ve a tu camino, y como has creído, así sea hecho contigo. Y su siervo fue sano en aquella misma hora.
14 Y cuando Jesús vino a casa de Pedro, vio a su suegra echada en cama, y con fiebre.
15 Y él tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les ministraba.
16 Y cuando la tarde fue venida, trajeron a él muchos que fueron endemoniados; y él echó fuera los espíritus con su palabra, y sanó a todos que estaban enfermos;
17 Para que se cumpliese lo que fue dicho por Isaías el profeta, diciendo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.
18 Ahora cuando Jesús vio grandes multitudes alrededor de sí, mandó que apartasen al otro lado.
19 Y un cierto escriba vino, y le dijo: Maestro, te seguiré a donde quiera que vayas.
20 Y Jesús le dice: Las zorras tiene cuevas, y las aves del cielo tienen nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar su cabeza.
21 Y otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme ir primero, y enterrar a mi padre.
22 Pero Jesús le dijo: Sígueme; y deja que los muertos entierren a sus muertos.
23 Y cuando él hubo entrado en una nave, sus discípulos le siguieron.
24 Y he aquí, se levantó una tempestad grande en la mar, de manera que la nave se cubría de las ondas; pero él estaba dormido.
25 Y sus discípulos vinieron a él, y le despertaron, diciendo: Señor, sálvanos, perecemos.
26 Y él les dice: ¿Por qué estáis temerosos, Oh vosotros de poca fe? Entonces, se levantó, y reprendió a los vientos y a la mar; y fue grande bonanza.
27 Pero los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué tipo de hombre es éste, que aun los vientos y la mar le obedecen?
28 Y cuando él vino al otro lado en la región de los Gergesenos, le vinieron al encuentro dos endemoniados, saliendo de los sepulcros, fieros en gran manera, así que nadie podía pasar por aquel camino.
29 Y, he aquí, clamaron, diciendo: ¿Qué tenemos que hacer contigo, Jesús, tú Hijo de Dios? ¿Eres venido acá para atormentarnos antes del tiempo?
30 Y estaba lejos de ellos un hato de muchos puercos paciendo.
31 Así los demonios le rogaron, diciendo: Si nos echas fuera, permítenos que vayamos en aquel hato de puercos.
32 Y él les dijo: Id. Y cuando fueron salidos, entraron al hato de los puercos; y, he aquí, todo el hato de los puercos se precipitó de un despeñadero en la mar, y perecieron en las aguas.
33 Y los porqueros que los cuidaban huyeron, y fueron a sus caminos a la ciudad, y contaron todas las cosas, y lo que había pasado con los endemoniados.
34 Y, he aquí, toda la ciudad salió a encontrar a Jesús; y cuando le vieron, le rogaban que se partiese de sus costas.
Capítulo 9
1 él entró en la nave, y pasó a la otra parte, y vino a su propia ciudad.
2 Y, he aquí, le trajeron a un paralítico, echado en una cama; y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, ten buen ánimo, tus pecados te son perdonados.
3 Y, he aquí, algunos de los escribas decían dentro de sí: Este hombre blasfema.
4 Y conociendo Jesús sus pensamientos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?
5 Porque ¿qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
6 Más para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados, (dice entonces al paralítico,) Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa.
7 Y él se levantó, y se fue a su casa.
8 Pero cuando las multitudes lo vieron, se maravillaron, y glorificaron a Dios, que había dado tal poder a los hombres.
9 Y mientras que Jesús pasó de allí, vio a un hombre, llamado Mateo, sentado al banco de los tributos públicos; y dícele: Sígueme. Y se levantó, y le siguió.
10 Y aconteció, mientras que Jesús se sentó a la mesa en la casa, he aquí, muchos publicanos y pecadores vinieron y se sentaron juntamente con él y sus discípulos.
11 Y cuando los Fariseos lo vieron, dijeron a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?
12 Pero cuando Jesús lo oyó, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico; sino los que están enfermos.
13 Mas id y aprended lo que eso significa; Misericordia quiero, y no sacrificio; porque no he venido a llamar a los justos, sino los pecadores a arrepentimiento.
14 Entonces los discípulos de Juan vinieron a él, diciendo: ¿Por qué nosotros y los Fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?
15 Y les dijo Jesús: ¿Pueden los hijos del tálamo tener luto entre tanto que el desposado está con ellos? Pero vendrán días cuando el desposado será quitado de ellos, y entonces ayunarán.
16 Ningún hombre echa remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque el tal remiendo tira del vestido, y se hace peor rotura.
17 Ni echan vino nuevo en cueros viejos: de otra manera los cueros se rompen, y el vino de derrama, y se pierden los cueros; pero echan el vino nuevo en cueros nuevos; y ambos se conserva juntamente.
18 Mientras que él habló estas cosas a ellos, he aquí, vino un cierto gobernante principal, y le adoró, diciendo: Mi hija es muerta hace poco; mas ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.
19 Y Jesús se levantó, y le siguió, y así hicieron sus discípulos.
20 Y, he aquí, una mujer, que esta enfermada con un flujo de sangre doce años, vino por detrás de él, y tocó la fimbria de su vestido:
21 Porque decía dentro de sí: Si puedo sólo tocar su manto, seré salva.
22 Mas Jesús se volvió, y cuando la vio, dijo: Hija, ten de buen ánimo; tú fe te ha sanado. Y la mujer fue sana desde aquella hora.
23 Y cuando Jesús vino a la casa del gobernante principal, y vio los tañedores de flautas y la gente que hacía bullicio,
24 Les dijo: Apartaos, porque la doncella no es muerta, sino duerme. Y se burlaban de él.
25 Pero cuando la gente fue echada fuera, él entró, y la tomó de la mano, y la muchacha se levantó.
26 Y salió la fama de esto por toda aquella tierra.
27 Y cuando Jesús partió de allí, le siguieron dos ciegos, clamando, y diciendo: Tú Hijo de David, ten misericordia de nosotros.
28 Y cuando él había entrado en la casa, los ciegos vinieron a él; y Jesús les dice: ¿Creéis que puedo hacer esto? Y ellos le dijeron: Sí, Señor.
29 Entonces él tocó los sus ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho.
30 Y sus ojos fueron abiertos; y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa.
31 Pero cuando ellos salieron, divulgaron la fama por toda aquella tierra.
32 Mientras que salieron, he aquí, le trajeron un hombre mudo, poseído con un demonio.
33 Y cuando el demonio fue echado fuera, el mudo habló; y las multitudes se maravillaron, diciendo: Nunca fue visto así en Israel.
34 Pero los Fariseos decían: Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.
35 Y fue Jesús por todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
36 Pero cuando él vio las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque ellos eran fatigadas y esparcidas, como ovejas que no tienen pastor.
37 Entonces él dice a su discípulos: A la verdad la mies es mucha, pero los obreros son pocos.
38 Orad, pues, al Señor de la mies, que él enviará obreros a su mies.
Capitulo 10
1 Y cuando él había llamado a sí sus doce discípulos, les dio potestad contra los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y sanasen toda enfermedad y toda dolencia.
2 Ahora los nombres de los doce apóstoles son estos: El primero, Simón, que es llamado Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo, el hijo de Zebedeo, y Juan su hermano;
3 Felipe, y Bartolomé; Tomás, y Mateo el publicano; Jacobo, el hijo de Alfeo, y Lebeo, cuyo sobre nombre era Tadeo;
4 Simón el Cananeo, y Judas Iscariote, quien también le traicionó.
5 Estos doce envió Jesús, y les mandó, diciendo: Por el camino de los Gentiles no iréis, y en cualquier ciudad de los Samaritanos no entréis;
6 Sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
7 Y mientras que vais, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado.
8 Sanad los enfermos, limpiad los leprosos, resucitad los muertos, echad fuera los demonios; gratuitamente habéis recibido, dad gratuitamente.
9 No proveáis oro, ni plata, ni dinero de latón en vuestras bolsas;
10 Ni alforja para vuestro viaje, ni dos ropas de vestir, ni zapatos, ni bordón; porque el obrero digno es de su alimento.
11 Y en cualquier ciudad o aldea que entrareis, buscad quién es en ella digno; y quedad allí hasta que salgáis.
12 Y cuando entréis en una casa, saludadla.
13 Y si la casa fuera digna, que vuestra paz venga sobre ella; pero si no fuere digna, que vuestra paz se vuelva a vosotros.
14 Y cualquiera que no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, cuando salgáis de aquella casa o ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies.
15 De cierto os digo: Será más tolerable a la tierra de Sodoma y de Gomorra en el día del juicio, que a aquella ciudad.
16 He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos: sed pues sabios como serpientes, y sencillos como palomas.
17 Mas guardaos de los hombres: porque os entregarán a los concilios, y os azotarán en sus sinagogas.
18 Y seréis llevados ante gobernadores y reyes por causa de mí, para testimonio contra ellos y los Gentiles.
19 Mas cuando os entregaron, no os acongojéis como o qué habéis de hablar porque en aquella misma hora os será dado que habléis.
20 Porque no sois vosotros que los habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros.
21 Y el hermano entregará al hermano a la muerte, y el padre al hijo: y los hijos se levantarán contra sus padres, y los harán morir.
22 Y seréis aborrecidos de todos hombres por causa de mi nombre: pero el que perseverare hasta el fin será salvo.
23 Pero cuando os persiguieren en esta ciudad, huid a otra; porque de cierto os digo: No acabaréis de andar todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del hombre.
24 El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor.
25 Bástele al discípulo que sea como su maestro, y al siervo como su señor. Si han llamado el maestro de la familia Beelzebub, ¿cuánto más llamarán a los de su casa?
26 No temáis por esto; porque nada hay encubierto, que no haya de ser revelado; ni oculto, que no haya de ser conocido.
27 Lo que yo os digo en tinieblas, eso decid en la luz; y lo que oís al oído, eso predicad desde los tejados.
28 Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar al alma; sino mas bien temed a él que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.
29 ¿No se venden dos pajarillos por un cuadrante? y uno de ellos no caerá a tierra sin vuestro Padre.
30 Pero aún los cabellos de vuestra cabeza están todos contados.
31 Por eso, no temáis, vosotros sois de más valor que muchos pajarillos.
32 Cualquiera pues que me confesare delante de los hombres, le confesaré yo también delante de mi Padre, que está en los cielos.
33 Pero cualquiera que me negare delante de los hombres, le negaré yo también delante de mi Padre, que está en los cielos.
34 No penséis que he venido para enviar paz en la tierra; no vine para enviar paz, sino espada.
35 Porque vine para poner en disensión al hombre contra su padre, y a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra.
36 Y los enemigos del hombre serán los de su propia casa.
37 El que ama padre o a madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a hijo o a hija más que mí, no es digno de mí.
38 Y el que no toma su cruz, y sigue en pos de mí, no es digno de mí.
39 El que hallare su vida, la perderá; y el que perdiere su vida por causa de mí, la hallará.
40 El que recibe a vosotros, a mí recibe; y el que recibe a mí, recibe al que me envió.
41 El que recibe a un profeta en nombre de profeta recibirá galardón de profeta; y el que recibe a un hombre justo en nombre de un hombre justo recibirá galardón de un hombre justo.
42 Y cualquiera que diere a beber a uno de estos pequeñitos una copa de agua fría solamente en el nombre de discípulo, de cierto os digo, él no perderá su galardón.
Capítulo 11
1 Y aconteció, cuando Jesús hubo acabado de dar mandamientos a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en sus ciudades.
2 Ahora cuando Juan hubo oído en la prisión las obras de Cristo, él envió dos de sus discípulos,
3 Y díjole: ¿Eres tú aquel que había de venir, o debemos buscar a otro?
4 Jesús respondió, y les dijo: Id y anunciad a Juan estas cosas que oís y veis.
5 Los ciegos reciben su vista, y los cojos andan, los leprosos son limpiados, y los sordos oyen; los muertos son resucitados, y los pobres tienen el evangelio predicado a ellos.
6 Y bienaventurado es él, cualquiera que no será ofendido en mí.
7 Y mientras que ellos se iban, Jesús comenzó a decir a las multitudes acerca de Juan: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿una caña que es meneada del viento?
8 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿un hombre vestido de ropas delicadas? he aquí, los que traen ropas delicadas están en las casas de los reyes.
9 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Ciertamente, os digo, y más que un profeta.
10 Porque éste es aquel, de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, que aparejará tu camino delante de ti.
11 De cierto os digo, que entre los que son nacidos de mujeres nunca se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; no obstante el que es el más pequeño en el reino del cielo es más grande que él.
12 Y desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino del cielo sufre violencia, y los violentos lo toman por fuerza.
13 Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan.
14 Y si queréis recibirlo, éste es Elias, que había de venir.
15 El que tiene oídos par oír, oiga.
16 Mas ¿a quién compararé esta generación? Es semejante a niños que se sientan en los mercados, y dan voces a sus compañeros,
17 Y diciendo: Os tañimos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no lamentasteis.
18 Porque Juan no vino comiendo ni bebiendo, y ellos dicen: Él tiene un demonio.
19 El Hijo del hombre vino comiendo y bebiendo, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Pero la sabiduría es justificada por sus hijos.
20 Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales habían sido hechas la mayoría de sus grandes milagros, porque no se habían arrepentido:
21 ¡Ay de ti, Corazín! ¡ay de ti, Bethsaida! porque si las poderosas obras, que hubieron hecho en vosotros, habían sido hechos en Tiro y en Sidón, ellos hubieran arrepentido en cilicio y ceniza hace mucho tiempo atrás.
22 Por tanto os digo, será más tolerable para Tiro y a Sidón en el día del juicio, que para vosotros.
23 Y tú, Capernaum, que eres ensalzada hasta el cielo, hasta el infierno serás abatida; porque si las obras poderosas, que han sido hecho en ti, hubieran sido hechos en Sodoma, hubiera permanecido hasta el día de hoy.
24 Mas yo os digo, que será más tolerable para la tierra de Sodoma en el día del juicio, que para ti.
25 En aquel tiempo respondió Jesús y dijo: Gracias te doy, Oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque tú has escondido estas cosas de los sabios y prudentes, y las has revelado a los niños.
26 Aún así, Padre; porque así pareció bien en tus ojos.
27 Todas las cosas me son entregadas por mi Padre; y ninguno conoce al Hijo, sino el Padre; ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo le quisiere revelar.
28 Venid a mí, todos vosotros que estáis trabajados y cargados, y yo os daré reposo.
29 Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí; porque yo soy manos y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.
30 Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.
Capítulo 12
1 En aquel tiempo iba Jesús por los sembrados en el día de sábado; y sus discípulos tenían habre, y comenzaron a coger espigas, y a comer.
2 Mas cuando los Fariseos lo vio, le dijeron: He aquí, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el día de sábado.
3 Pero él les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando tenía hambre, y los que estaban con él;
4 Cómo él entró en la casa de Dios, y comió los panes de la proposición, que no le era lícito comer, ni a los que estaban con él, sino sólo a los sacerdotes?
5 O ¿no habéis leído en la ley, que en los días de sábados los sacerdotes en el templo profanan el sábado, y son sin culpa?
6 Pero yo os digo, que en este lugar es uno mayor que el templo.
7 Mas si supieseis que esto significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los sin culpa.
8 Porque el Hijo del hombre es Señor aun del sábado.
9 Y cuando él partió de allí, vino a la sinagoga de ellos:
10 Y he aquí, estaba allí un hombre que tenía seca su mano. Y ellos le preguntaron, diciendo: ¿Es lícito curar en el día de sábado? para que pudieran acusarle.
11 Y él les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si lo cayere en un hoyo en el sábado, no le eche mano, y la levante?
12 Pues ¿Cuánto más vale un hombre que una oveja? Por lo cual es lícito que hagáis bien en los días de sábado.
13 Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. y él la extendió, y le fue restituida sana, como la otra.
14 Entonces salieron los Fariseos, y tomaron consejo contra él, como podrían destruirle.
15 Pero cuando Jesús lo sabía, se apartó de allí; y le siguieron grandes multitudes, y él sanó a todos;
16 Y les mandó que no le diesen a conocer;
17 Para que pudiera ser cumplida lo que fue dicho por Isaías el profeta, diciendo:
18 He aquí mi siervo, al cual he escogido; mi amado, en el cual se agrada mi alma: Pondré mi espíritu sobre él, y él anunciará juicio a los Gentiles.
19 No contenderá, ni llorará; ni nadie oirá en las calles su voz.
20 Una caña cascada él no quebrará, y pábilo que humea no apagará, hasta que saque a victoria el juicio.
21 Y en su nombre confiarán los gentiles.
22 Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego, y mudo; y él le sanó, de tal manera que el ciego y mudo hablaba y veía.
23 Y toda la gente estaba atónita, y decía: ¿No es éste el hijo de David?
24 Pero cuando los Fariseos lo oyó, decían: Este hombre no echa fuera los demonios, sino por Beelzebub, el príncipe de los demonios.
25 Y Jesús sabía sus pensamientos, y les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo esta llevado a desolación; y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no permanecerá.
26 Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino?
27 Y si yo por Beelzebub echo fuera demonios, ¿ vuestros hijos por quién los echan? Por tanto ellos serán vuestros jueces.
28 Pero si yo echo fuera demonios por el Espíritu de Dios, entonces el reino de Dios esta venido a vosotros.
29 O ¿cómo puede alguno entrar a la casa del hombre valiente, y saquear sus alhajas, si primero no prendiere al hombre valiente? y entonces saqueará su casa.
30 El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.
31 Por eso os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; pero la blasfemia contra del Espíritu Santo no será perdonada a los hombres.
32 Y cualquiera que dijere una palabra contra el Hijo del hombre, le será perdonado; más cualquiera que dijere contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este mundo, ni en el mundo venidero.
33 O haced el árbol bueno, y su fruto bueno; o haced el árbol corrompido, y su fruto corrompido; por su fruto es conocido el árbol.
34 ¡O generación de víboras! ¿cómo podéis, siendo malos, hablar buenas cosas? porque de la abundancia del corazón habla la boca.
35 Un hombre bueno del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y un hombre malo del mal tesoro saca malas cosas.
36 Pero yo os digo, que toda palabra ociosa que hablaren los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.
37 Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.
38 Entonces respondieron ciertos de los escribas y los Fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti un señal.
39 Pero él respondió y les dijo: Una generación mala y adúltera demanda un señal; y no le será dada ninguna señal, sino la señal de Jonás el profeta;
40 Porque como estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre tres días y tres noches en el corazón de la tierra.
41 Los hombres de Nínive se levantarán en juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás; y, he aquí, uno mayor que Jonás está aquí.
42 La reina del sur se levantará en juicio con esta generación, y la condenará; porque vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón; y he aquí, uno mayor que Salomón está aquí.
43 Y cuando el espíritu inmundo es salido del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla.
44 Entonces dice: Me volveré a mi casa de donde salí; y cuando viene, la halla vacía, barrida, y adornada.
45 Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus más malvados que él mismo, y entran y moran allí; y el último estado de aquel hombres es peo que el primero. Así también acontecerá a esta generación mala.
46 Mientras que hablaba al pueblo, he aquí, su madre y sus hermanos estaban de pie fuera, deseando hablar con él.
47 Entonces uno le dijo: He aquí, tu madre y tus hermanos están fuera, deseando hablar contigo.
48 Mas él respondió y les dijo a los que le decía: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?
49 Y extendió él su mano hacia sus discípulos, y dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.
50 Porque todo aquel que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos, el mismo es mi hermano, y hermana, y madre.
Capítulo 13
1 Y el mismo día salió Jesús de la casa, y se sentó junto a la mar.
2 Y se allegaron a él grandes multitudes, así que él entró en una nave, y se sentó, y toda la multitud estaba de pie en la ribera.
3 Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, un sembrador salió a sembrar;
4 Y cuando él sembraba, algunas semillas cayeron junto al camino, y vinieron las aves y las devoraron.
5 Y algunas cayeron en lugares pedregosos, donde no había mucha tierra; y nacieron pronto, porque no tenían profundidad de tierra;
6 Y cuando el sol salió, fueron quemados; y porque no tenían raíz, se secaron.
7 Y algunas cayeron entre espinas; y las espinas crecieron, y las ahogaron;
8 Pero otras cayeron en buena tierra, y dieron fruto, algunas a ciento, otras a sesenta, y otras a treinta.
9 El que tiene oídos para oír, oiga.
10 Y los discípulos vinieron, y le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas?
11 El respondió, y les dijo: Porque a vosotros es dado saber los misterios del reino del cielo, pero a ellos no es dado.
12 Porque a cualquiera que tiene, a él será dada, y él tendrá más abundancia; mas al que no tiene, de él será quitado aun lo que tiene.
13 Por eso les hablo por parábolas; porque viendo no ven; y oyendo no oye, ni entienden.
14 Y en ellos es cumplida la profecía de Isaías, que dice: Por oír oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis.
15 Porque el corazón de este pueblo está engrosado; y sus oídos son tardos de oír, y sus ojos se han cerrados; para que no vean con sus ojos, y oír con sus oídos, y entender con su corazón, y sean convertidos, y yo los sane.
16 Pero bienaventurados son vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.
17 Porque de cierto os digo, Que muchos profetas y hombres justos han deseado ver aquellas cosas que veis, y no las han vistos; y oír aquellas cosas que oís, y no las han oídos.
18 Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador.
19 Cuando alguno oye la palabra del reino, y no la entiende, entonces viene aquel inicuo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que recibió la simiente junto al camino.
20 Y el que fue sembrado en pedregales, el mismo es el que oye la palabra, y al instante la recibe con gozo;
21 Aún no tiene raíz en sí, antes dura poco tiempo; porque cuando viene tribulación o persecución por causa de la palabra, luego está ofendido.
22 También él que recibió la simiente entre las espinas es el que oye la palabra; y el afán de este mundo, y el engaño de las riquezas, ahogan la palabra, y se hace sin fruto.
23 Pero el que recibió la semilla en buena tierra es como el que oye la palabra, y la entiende; que también da fruto; y lleva fruto; algunos a ciento, algunos a sesenta, algunos a treinta.
24 Otra parábola les propuso, diciendo: El reino del cielo es semejante a un hombre que siembra buena simiente en su campo:
25 Pero mientras que los hombres dormían, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
26 Mas cuando la hierba hubo salido, y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.
27 Así los siervos del padre de la familia vinieron y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena simiente en tu campo? ¿De dónde tiene cizaña?
28 Y él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Pues quieres que vayamos, y la cojamos?
29 Pero él dijo: No, porque cogiendo la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.
30 Dejad crecer ambos juntamente hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; mas el trigo allegadlo en mi alfolí.
31 Otra parábola les propuso, diciendo: El reino del cielo es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y lo sembró en su campo.
32 El cual ciertamente es el más pequeño de todas las simientes; es la más grande entre las hierbas, y se hace árbol, así que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas.
33 Otro parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura, que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado.
34 Todas estas cosas habló Jesús en parábolas a la multitud; y sin una parábola no les habló;
35 Para que pudiera ser cumplida lo que fue dicho por el profeta, diciendo: Abriré mi boca en parábolas; pronunciaré cosas que han sido escondidas desde la fundación del mundo.
36 Entonces Jesús despidió las multitudes, y entró en la casa; y sus discípulos vinieron a él, diciendo: Decláranos la parábola de la cizaña del campo.
37 El respondió, y les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;
38 El campo es el mundo; la buena semiente son los hijos del reino; pero las cizañas son los hijos de aquel inicuo;
39 Y el enemigo la que sembró es el diablo; la siega es el fin del mundo; y los segadores son los ángeles.
40 De manera que como es cogida la cizaña y quemada en el fuego; así será en el fin de este mundo.
41 El Hijo del hombre enviará sus ángeles, y cogerán de su reino todos los que ofenden, y los que hacen iniquidad;
42 Y los echarán en un horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír oiga.
44 Otra vez, el reino del cielo es semejante al tesoro escondido en el campo; el cual cuando un hombre halla, lo esconde, y por el gozo de él, va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.
45 Otra vez, El reino del cielo es semejante a un hombre mercader, que busca buenas perlas;
46 El cual, cuando había hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.
47 Otra vez, el reino del cielo es semejante a una red, que fue echada en la mar, y recoge de toda clase;
48 La cual, cuando estaba llena, la sacaron a la orilla; y se sentaron, y cogieron lo bueno en vasijas, pero lo malo echaron fuera.
49 Así será en el fin del mundo; los ángeles vendrán, y apartarán a los malos de entre los justos,
50 Y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
51 Jesús les dijo: ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos respondieron: Sí, Señor.
52 Entonces él les dijo: Por tanto toda escriba que es instruido en el reino del cielo es semejante a un padre que es padre de la familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas.
53 Y aconteció, que cuando Jesús ha acabado estas parábolas, se partió de allí.
54 Y cuando él vino a su propia tierra; les enseñó en su sinagoga, de tal manera que ellos estaban atónitos, y decían: ¿De dónde tiene éste hombre estas sabiduría; y estas obras poderosas?
55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María? ¿y sus hermanos Jacobo, y Joses, y Simón, y Judas?
56 Y sus hermanas, ¿no están todas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste hombre estas cosas?
57 Y se escandalizaban en él. Pero Jesús les dijo: Un profeta no está sin honra sino en su propia tierra y en su propia casa.
58 Y no hizo allí muchos milagros poderosos, a causa de la incredulidad de ellos.
Capítulo 14
1 En aquel tiempo Herodes el tetrarca oyó la fama de Jesús.
2 Y dijo a sus siervos: Este es Juan el Bautista; él está resucitado de los muertos; y por eso las maravillas grandes se manifiestan en él.
3 Porque Herodes había prendido a Juan, y le había puesto en la cárcel, por causa de Herodías, esposa de Felipe su hermano.
4 Porque Juan le decía: No te es lícito tenerla.
5 Y cuando él quería matarle, tenía miedo de la multitud, porque le tenían como a un profeta.
6 Mas cuando se celebraba el día del nacimiento de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio de ellos, y agradó a Herodes.
7 Por lo cual él prometió con juramento de dar a ella cualquier cosa que ella pidiese.
8 Y ella, siendo instruida antes de su madre, dijo: Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
9 Y el rey se entristeció; sin embargo por causa del juramento, y los que estaban juntamente a la mesa, mandó que se le diese.
10 Y envió, y decapitó a Juan en la prisión.
11 Y su cabeza fue traída en un plato, y dada a la doncella; y ella la presentó a su madre.
12 Y sus discípulos vinieron, y tomaron el cuerpo, y lo enterraron; y fueron y lo dijeron a Jesús.
13 Cuando Jesús lo oyó, se apartó de allí en una nave a un lugar desierto apartado, y cuando la el pueblo lo oyó, le siguieron a pie de las ciudades.
14 Y salió Jesús, y vio una gran multitud, y fue movido a compasión de ellos, y sanó a los enfermos de ellos.
15 Y cuando fue la tarde del día, sus discípulos se llegaron a él, diciendo: Este es un lugar desierto, y el tiempo ya es pasado; envía las multitudes, que se vayan por las aldeas, y compren para sí de comer.
16 Pero Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer.
17 Y ellos le dicen: No tenemos aquí sino cinco panes, y dos peces.
18 Y él les dijo: Traédmelos acá.
19 Y él mandó a la multitud sentarse sobre la hierba, y tomó los cinco panes, y los dos peces, y mirando al cielo, bendijo, y partió, y dio los panes a sus discípulos, y los discípulos a las multitudes.
20 Y comieron todos, y fueron saciados; y tomaron lo que sobró de los pedazos, doce canastos llenos.
21 Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sino las mujeres y niños.
22 Y luego Jesús hizo a sus discípulos entrar en la nave, e ir delante de él a la otra orilla, mientras que él despedía las multitudes.
23 Y cuando él había despedido a las multitudes, él subió a un monte apartado a orar; y cuando vino la tarde del día, él estaba allí solo.
24 Pero la nave que ahora estaba en medio de la mar, atormentado de las ondas; porque el viento era contrario.
25 Y en la cuarta vela de la noche, Jesús fue a ellos, andando sobre la mar.
26 Y cuando los discípulos le vieron andar sobre la mar, se turbaron, diciendo: Es un espíritu; y dieron voces de miedo.
27 Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: Tened de bue ánimo; yo soy, no temáis.
28 Y Pedro le respondió, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo venga a ti sobre las aguas.
29 Y él dijo: Ven. Y cuando Pedro descendió de la nave, él anduvo sobre las aguas para ir a Jesús.
30 Pero cuando vio el viento fuerte, tuvo miedo; y comenzando a hundir, dio voces, diciendo: Señor, sálvame.
31 Y inmediatamente Jesús extendió su mano, y le trabó; y le dice: Oh tú de poca fe, ¿por qué dudaste?
32 Y cuando ellos subieron en la barca, el viento cesó.
33 Entonces los que estaban en la nave vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios.
34 Y cuando ellos habían pasado al otro lado; vinieron a la tierra de Genesaret.
35 Y cuando los hombres de aquel lugar le hubieron conocido, enviaron por toda aquella tierra al derredor, y trajeron a él todos los enfermos.
36 Y le rogaban que solamente tocasen el borde de su manto; y todos los que lo tocaron, fueron sanados completamente.
Capítulo 15
1 Entonces llegaron a Jesús ciertos escribas y Fariseos, que eran de Jerusalem, diciendo:
2 ¿Por qué tus discípulos traspasan la tradición de los ancianos? porque no lavan sus manos cuando comen pan.
3 Pero él respondió, y les dijo: ¿Por que también vosotros transgredís el mandamiento de Dios por vuestra tradición?
4 Porque Dios mandó, diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y El que maldijere a padre o a madre, muera la muerte.
5 Pero yo digo: Cualquiera que dijere a su padre o a su madre: Es un regalo, por todo lo que tú puedas ser beneficiado por mí.
6 Y no honrare a su padre o a su madre, él será libre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición.
7 Vosotros hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo:
8 Este pueblo con su boca se acerca a mí, y con sus labios me honra; pero su corazón lejos está de mí.
9 Mas en vano me adoran, enseñando por doctrinas los mandamientos de hombres.
10 Y él llamó a la multitud, y les dijo: Oíd, y entended;
11 No lo que entra en la boca contamina al hombre, sino lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.
12 Entonces vinieron sus discípulos, y le dijeron: ¿Sabes que los Fariseos fueron ofendidos, después que oían esto dicho?
13 Pero él respondió y dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada.
14 Dejadlos; son ciegos guías de ciegos. Y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo.
15 Entonces respondió Pedro, y le dijo: Decláranos esta parábola.
16 Y Jesús dijo: ¿También vosotros sois aún sin entendimiento?
17 ¿No entendéis aún, que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina?
18 Pero aquellas cosas que proceden de la boca salen del corazón; y contaminan al hombre.
19 Porque del corazón salen los malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias:
20 Estas son las cosas que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.
21 Entonces Jesús salió, y partió a las costas de Tiro y de Sidón.
22 Y, he aquí, una mujer de Canaan vino de las misma costas, y le clamó, diciendo: Ten misericordia de mí; Oh Señor, tú Hijo de David; mi hija es malamente atormentada con un demonio.
23 Pero él no respondió a ella ni una palabra. Y vinieron sus discípulos y le rogaron, diciendo: Despáchala, porque ella da voces tras nosotros.
24 Pero él respondió y dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
25 Entonces vino ella, y le adoró, diciendo: Señor, ayúdame.
26 Pero él respondió, y dijo: No es bien tomar el pan de los hijos, y ehcarlo a los perrillos.
27 Y ella dijo: Verdad, Señor; aún los perros comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.
28 Entonces Jesús respondió, y dijo a ella: Oh mujer, grande es tu fe; sea hecho contigo como tú quieres. Y su hija fue hecha sana desde aquella misma hora.
29 Y Jesús partió de allí, y vino cerca al mar de Galilea; y subió a un monte, y se sentó allí.
30 Y grandes multitudes llegaron a él, tieniendo con ellos los que fueron cojos, ciegos, mudos, mancos, y muchos otros, y los echaron a los pies de Jesús, y él los sanó;
31 De tal manera que las multitudes se maravillaron, cuando vieron hablar los mudos, los mancos sanos, andar los cojos, ver los ciegos; y glorificaron al Dios de Israel.
32 Entonces Jesús llamó a sus discípulos a él, y dijo: Tengo compasión por la multitud, porque hace ya tres días que continuaron conmigo, y no tienen nada de comer; y no los enviaré ayunando; para que no desmayen en el camino.
33 Y sus discípulos le dicen: ¿Dónde tenemos nosotros tantos panes en el desierto, que hartemos tan gran multitud?
34 Y Jesús les dice: ¿Cuántos panes tenéis? y ellos dijeron: Siete, y unos pocos pececillos.
35 Y él mandó a la multitud que se sentasen en la tierra.
36 Y él tomó los siete panes y los peces, y dio gracias, y los partió, y dio a sus discípulos; y los discípulos, y los discípulos a la multitud.
37 Y comieron todos, y fueron saciados; y alzaron lo que sobró de los pedazos, siete canastos llenos.
38 Y eran los que comieron cuatro mil hombres, sin las mujeres y los niños.
39 Y despidió las multitudes, y entró en una nave; y vino a las costas de Magdala.
Capítulo 16
1 Los Fariseos y los Saduceos vinieron, y tentando, le pedían que les mostrase una señal del cielo.
2 El respondió, y les dijo: Cuando es la tarde del día, decís, habrá buen tiempo; porque el cielo esta rojo.
3 Y en la mañana; Habrá tempo mal hoy, porque el cielo esta rojo y nublado. O vosotros hipócritas, podáis discernir la faz del cielo; pero no podáis discernir las señales de los tiempos?
4 Una generación mala y adúltera busca señal; y no será dado un señal a ella, sino la señal del profeta Jonás. Y él les dejó, y partió.
5 Y cuando sus discípulos se llegaron al otro lado, se habían olvidad de tomar pan.
6 Entonces Jesús les dijo: Mirad y guardaos de la levadura de los Fariseos y de los Saduceos.
7 Y ellos razonaron dentro de sí mismo, diciendo: Es porque no trajimos pan.
8 Lo cual percibiendo Jesús, él les dijo: Oh vosotros de poca fe, ¿por qué razonáis entre vosotros, porque no habéis traído pan?
9 ¿Todavía no entendéis, ni os acordáis de los cinco panes entre los cinco mil, y cuántas canastas tomasteis?
10 ¿Ni de los siete panes entre los cuatro mil, cuántas canastas recogisteis?
11 ¿Cómo es que no entendéis que no lo dije a vosotros acerca del pan, sino que os guardaseis de la levadura de los Fariseos y de los Saduceos?
12 Entonces entendieron que no les había dicho que guardasen de la levadura de pan, sino de la doctrina de los Fariseos, y de los Saduceos.
13 Y cuando Jesús vino a las costas de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que yo el hijo del hombre soy?
14 Y ellos dijeron: Algunos dicen que tú eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o uno de los profetas.
15 El les dice: Pero ¿quién decís que yo soy?
16 Y Simón Pedro respondió, y dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
17 Entonces respondió Jesús, y le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás; porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
18 Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.
19 Y yo te daré las llaves del reino del cielo; y todo lo que ligares en la tierra será ligado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.
20 Entonces él mandó a sus discípulos que nadie dijesen que él era Jesús el Cristo.
21 Desde aquel tiempo comenzó Jesús a declarar a sus discípulos, que era necesario ir él a Jerusalem, y padecer muchas cosas de los ancianos y de los sacerdotes principales, y de los escribas, y ser matado, y ser resucitado al tercer día.
22 Entonces Pedro le tomó, y comenzó a reprenderle, diciendo: Señor, lejos sea de ti; esta no te acontecerá.
23 Pero él se volvió, y dijo a Pedro: Ponte detrás de mí, Satanás; tú eres una ofensa a mí, porque no entiendes las cosas que son de Dios, sino las que son de los hombres.
24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, que él se niega a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
25 Porque cualquiera que quisiere salvar su vida, la perderá; y cualquiera que perdiere su vida por causa de mí, la hallará.
26 Porque ¿de qué aprovecha al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su propia alma? o ¿que dará en cambio el hombre por su alma?
27 Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles; y entonces recompensará a cada uno conforme a sus obras.
28 De cierto os digo, que hay algunos de los que están de pie aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del hombre viniendo en su reino.
Capítulo 17
1 Y después de seis días, Jesús toma a Pedro, y a Jacobo, y a Juan su hermano, y los lleva arriba a un monte alto aparte,
2 Y fue transfigurado delante de ellos, y su rostro resplandeció como el sol, y sus vestidos fueron blancos como la luz.
3 Y he aquí, les aparecieron Moisés, y Elías, hablando con él.
4 Entonces respondió Pedro, y dijo a Jesús: Señor, bueno es que nosotros estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres tabernáculos; uno para ti, uno para Moisés, y uno para Elías.
5 Y mientras que él habló, he aquí, una nube resplandeciente los cubrió; y he aquí una voz de la nube, que dijo: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco mucho; a él oíd.
6 Y cuando los discípulos lo oyeron, cayeron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.
7 Y Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis.
8 Y cuando ellos alzaron sus ojos, no vieron a nadie, sino sólo a Jesús.
9 Y cuando descendían del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del hombre sea resucitado de los muertos.
10 Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué pues dicen los escribas que es menester que Elías venga primero?
11 Y respondió Jesús, y les dijo: Verdaderamente Elías vendrá primero, y restituirá todas las cosas.
12 Pero yo os digo, que ya vino Elías, y no le conocieron; antes hicieron en él todo lo que quisieron. Así también el Hijo del hombre padecerá de ellos.
13 Entonces los discípulos entendieron que les había hablado de Juan el Bautista.
14 Y cuando ellos llegaron a la multitud, vino a él un cierto hombre, arrodillándose delante de él, y diciendo:
15 Señor, ten misericordia de mi hijo: porque es lunático, y padece mucho: porque muchas veces cae en el fuego, y muchas en el agua.
16 Y le traje a tus discípulos, y no el pudieron sanar.
17 Entonces Jesús respondió, y dijo: Oh generación incrédula y perversa, ¿hasta cuándo estaré con vosotros? ¿hasta cuándo os sufriré? Traédmelo acá.
18 Y Jesús reprendió al demonio; y salió de él; y el muchacho fue curado desde aquella misma hora.
19 Entonces vinieron los discípulos a Jesús aparte, y dijeron: ¿Por qué nosotros no le pudimos echar fuera?
20 Y Jesús les dijo: Por vuestra incredulidad; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allí; y se pasará; y nada os será imposible.
21 Sin embargo este género no sale sino por oración y ayuno.
22 Y mientras que estuvieron en Galilea, Jesús les dijo: El Hijo del Hombre será entregado en manos de los hombres;
23 Y le matarán, y el tercer día él será resucitado. Y ellos se entristecieron en gran manera.
24 Y cuando llegaron a Capernaum, los que recibieron dinero de tributo vinieron a Pedro, y dijo: ¿No paga tu maestro los tributos?
25 El dice: Sí. Y cuando él entró en la casa, Jesús le previno, diciendo: ¿Qué te parece Simón? ¿de quién toman los reyes de la tierra los tributos, o costumbre? ¿de sus hijos, o de los extrañjeros?
26 Pedro le dijo: De los extranjeros. Jesús le dice: Entonces libres son los hijos.
27 No obstante, para no ofenderlos, ve a la mar, y echa el anzuelo, y toma al primer pez que viniere; y cuando tú has abierto su boca, hallarás una moneda; tómala, y dásela a ellos por mí y por ti.
Capítulo 18
1 En el aquel tiempo vinieron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino del cielo?
2 Y Jesús llamó a un niño, y le puso en medio de ellos,
3 Y dijo: De cierto os digo, Que si no os convirtiereis, y os hiciereis como niños, no entraréis en el reino del cielo.
4 Cualquiera que se humillare como este niño pequeño, el mismo es el mayor en el reino del cielo.
5 Y cualquiera que recibiere un tal niño en mi nombre, a mí recibe.
6 Pero cualquiera que ofende a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le sería que le fuera colgada de su cuello una piedra de molino de asno, y que él fuese anegado en el profundo de la mar.
7 ¡Ay del mundo por los escándalos! porque necesario es que vengan las ofensas; pero ¡ay de aquel hombre por el cual viene el escándalo!
8 Por tanto, si tu mano o tu pie te escandaliza, córtalos y échalos de ti; mejor te es entrar cojo y manco a la vida; que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno.
9 Y si tu ojo te ofende, sácalo y échalo de ti, mejor te es entrar con un ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado al fuego del infierno.
10 Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque yo os digo, Que en el cielo los ángeles siempre ven el rostro de mi Padre, que está en los cielos.
11 Porque el Hijo del hombre es venido para salvar lo que había perdido.
12 ¿Qué os parece? si un hombre tuviese cien ovejas, y uno de ellas se perdiese, ¿no deja a los noventa y nueve, y va a las montes, y busca la que es descarriado?
13 Y si es así que él la halla, de cierto os digo, él regocija más de aquella oveja, que de las noventa y nueve que no se descarriaron.
14 Así no es la voluntad de vuestro Padre que está en el cielo, que uno de estos pequeños se pierda.
15 Además si tu hermano pecare contra ti, ve y repréndele entre ti y él solo; si te oyere, has ganado a tu hermano.
16 Pero si no te oyere, entonces toma contigo uno o dos, para que en la boca de dos o de tres testigos pueda ser establecida toda palabra.
17 Y si no oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por un pagano y un publicano.
18 De cierto os digo, todo lo que ligareis en la tierra, será ligado en el cielo; y todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo.
19 Otra vez os digo, Que si dos de vosotros convinieren sobre la tierra, tocante a cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.
20 Porque donde están dos o tres juntados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos.
21 Entonces Pedro vino a él, y dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que pecare contra mí? ¿hasta siete?
22 Jesús le dice: No te digo, Hasta siete; sino hasta setenta veces siete.
23 Por lo cual el reino del cielo es semejante a un cierto rey, que quiso hacer cuentas a sus siervos.
24 Y cuando él había comenzado a hacer cuentas, le fue traído uno, que le debía diez mil talentos.
25 Pero puesto que no tenía que pagar, su señor le manó que fuese vendido, y su esposa, y sus hijos, y todo lo que tenía, y que el pago fuese hecho.
26 El siervo allí se postró, y le adoró; diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te pagaré todo.
27 Entonces el señor de aquel siervo fue movido a compasión, y le soltó, y le perdonó la deuda.
28 Pero el mismo siervo salió, y halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y le echó mano, y le tomó por la garganta; diciendo: Págame lo que debes.
29 Y su consiervo se cayó a sus pies, y le rogaba, diciendo: Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.
30 Y él no quiso; sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda.
31 Así cuando sus consiervos vieron lo que fue hecho, se entristecieron mucho, y vinieron y declararon a su señor todo lo fue hecho.
32 Entonces su señor, después que le había llamado, le dijo: Oh tú siervo malvado, te perdoné toda aquella deuda, porque me rogaste;
33 ¿No te convenía también a ti tener compasión de tu consiervo, aún como yo tuve compasión de ti?
34 Y su señor fue airado; y le entregó a sus verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía.
35 Así asimismo hará también con vosotros mi Padre celestial, si no perdonareis de vuestros corazones cada uno a su hermano sus ofensas.
Capítulo 19
1 Y aconteció, que cuando Jesús hubo acabado estas palabras, se partió de Galilea, y vino a las costas de Judea más allá del Jordán.
2 Y le siguieron grandes multitudes; y él los sanó allí.
3 Los Fariseos también vinieron a él, tentándole, y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su esposa por cualquiera causa?
4 Y él respondió, y les dijo: ¿No habéis leído, que el que los hizo al principio, macho y hembra los hizo,
5 Y dijo: Por esta causa un hombre dejará padre y madre, y se unirá a su esposa; y ellos serán dos de una carne?
6 Por lo cual no más son dos, sino una carne. Lo que Dios ha juntado, no lo aparte el hombre.
7 Le dicen: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar una carta de divorcio, y repudiarla?
8 Él les dice: Moisés por la dureza de vuestro corazón os permitió repudiar a vuestras esposas; pero desde el principio no fue así.
9 Y yo os digo, Cualquiera que repudiare a su esposa, sino sea por causa de fornicación, y se casare con otra, comete adulterio; y el que casare con la repudiada comete adulterio.
10 Dícenle sus discípulos: Si el caso del hombre es así con su esposa, no conviene casarse.
11 Pero él les dijo: No todos hombres pueden recibir este dicho, sino aquellos a quienes es dado.
12 Porque hay algunos eunucos, que fueron nacidos así desde el vientre de su madre; y hay algunos eunucos, que fueron hechos eunucos de los hombres; y hay eunucos, que se han hechos eunucos por causa del reino del cielo. El que puede recibirlo, recíbalo.
13 Entonces le fueron traídos unos niños pequeño, para que pusiese sus manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les reprendieron.
14 Mas Jesús dijo: Dejad a los niñitos, y no les impidáis, venir a mí; porque de los tales es el reino del cielo.
15 Y él puso sus manos sobre ellos, y se partió de allí.
16 Y, he aquí, uno vino y le dijo: Maestro bueno, ¿qué cosa buena haré, para que yo puedo tener vida eterna?
17 Y él le dijo: ¿Por qué me dices bueno? Ninguno es bueno sino uno, es a saber, Dios: Pero si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.
18 Le dice: ¿Cuáles? Jesús dijo: No matarás; No cometerás adulterio; No hurtarás; No dirás falso testimonio;
19 Honra a tu padre y a tu madre; y; Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
20 El joven le dice: Todas estas cosas he guardado desde mi juventud: ¿Qué más me falta?
21 Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda y vende lo que tienes, y da a los pobres; y tendrás tesoro en el cielo, y ven y sígueme.
22 Pero cuando el joven oyó este dicho, se fue triste; porque tenía muchas posesiones.
23 Entonces Jesús dijo a sus discípulos; De cierto os digo, Que un hombre rico difícilmente entrará en el reino del cielo.
24 Y otra vez os digo: Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que un hombre rico entrar en el reino de Dios.
25 Cuando los discípulos lo oyó, se espantaron en gran manera, diciendo: ¿Quién pues puede ser salvo?
26 Pero Jesús los miró, y les dijo: Con los hombres esto es imposible; pero con Dios todas las cosas son posibles.
27 Entonces Pedro respondió, y le dijo: He aquí, nosotros hemos dejado todo; y te hemos seguido, ¿qué pues tendremos?
28 Y Jesús les dijo: De cierto os digo, Que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración cuando el Hijo del hombre se sentará en el trono de su gloria, vosotros también os sentaréis sobre doce tronos, juzgando a las doce tribus de Israel.
29 Y cada uno que ha dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o esposa, o hijos, o tierras, por causa de mi nombre, recibirá cien veces tanto, y heredará la vida eterna.
30 Pero muchos que son primeros serán postreros; y los postreros serán primeros.
Capítulo 20
1 Porque el reino del cielo es semejante a un hombre que es padre de familia, que salió muy de mañana a contratar obreros para su viña.
2 Y cuando él hubo concertado con los obreros por un centavo diario, los envió a su viña.
3 Y él salió cerca de la tercera hora, y vio otros que estaban de pie en la plaza ociosos,
4 Y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que fuere justo. y ellos fueron.
5 Otra vez salió cerca de la sexta hora y de la hora novena, e hizo lo mismo.
6 Y cerca de la hora undécima él salió, y halló otros que estaban de pie ociosos, y les dice: ¿Por qué estáis de pie aquí todo el día ociosos?
7 Ellos le dicen: Porque nadie nos ha contratado. Él les dice: Id también vosotros a la viña, y lo que es justo, eso recibiréis.
8 Así cuando fue la tarde, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales su jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros.
9 Y cuando vinieron los que fueron contratados cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un centavo.
10 Mas cuando vinieron los primeros, suponían que habían de recibir más; pero asimismo ellos recibieron cada uno un centavo.
11 Y cuando lo habían recibido, murmuraban contra el padre bueno de la familia.
12 Diciendo: Estos postreros han trabajado sólo una hora, y tú los has hecho iguales a nosotros, que hemos llevado la carga y el calor del día.
13 Pero él respondió, y dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿No te concertaste conmigo por un centavo?
14 Toma lo que es tuyo, y vete; yo daré a los postreros, igual que a ti.
15 ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿Es malo tu ojo, porque yo soy bueno?
16 Así los primeros serán postreros, y los postreros primeros, porque muchos son llamados, pero pocos escogidos.
17 Y Jesús subiendo a Jerusalem tomó sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo:
18 He aquí, subimos a Jerusalem, y el Hijo del hombre será entregado a los sacerdotes principales y a los escribas, y ellos le condenarán a muerte.
19 Y le entregarán a los Gentiles para que le escarnezcan, y azoten, y le crucifiquen; y al tercer día él resucitará.
20 Entonces vino a él la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, adorándole, y pidiéndole una cosa cierta.
21 Y él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Di que se asienten estos dos hijos míos el uno a tu mano derecha y el otro a la izquierda, en tu reino.
22 Pero Jesús respondió y dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber de la copa que yo tengo que beber, y ser bautizados con el bautismo en que yo soy bautizado? Ellos le dicen: Podemos.
23 Y les dice: A la verdad de mi copa beberéis, y seréis bautizados con el bautismo en que yo soy bautizado; mas sentaros a mi mano derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, pero será dado a los para quienes está aparejado por mi Padre.
24 Y cuando los diez lo oyeron, fueron movidos de indignación contra los dos hermanos.
25 Pero Jesús los llamó a sí, y dijo: Vosotros sabéis que los príncipes de los Gentiles ejercen dominio sobre ellos, y los que son grandes ejercen autoridad sobre ellos.
26 Mas entre vosotros no será así; pero el que quisiere entre vosotros hacerse grande, será vuestro ministro.
27 Y el que quisiere ser el principal entre vosotros, sea vuestro siervo;
28 Así como el Hijo del hombre no vino para ser servido; sino a ministrar; y para dar su vida en rescate por muchos.
29 Y como partieron de Jericó, le seguía una gran multitud.
30 Y, he aquí, dos ciegos sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: Ten misericordia, Oh Señor, tú Hijo de David.
31 Y la multitud les reprendía para que callasen; pero ellos clamaban más, diciendo: Ten misericordia de nosotros, Oh Señor, tú Hijo de David.
32 Y Jesús se paró, y los llamó, y dijo: ¿Qué queréis que os haga?
33 Ellos le dicen: Señor, que sean abiertos nuestros ojos.
34 Jesús así tuvo compasión de ellos, y tocó sus ojos; y inmediatamente sus ojos recibieron la vista, y le siguieron.
Capítulo 21
1 Y cuando se acercaron a Jerusalem, y vinieron a Bethfagé, al monte de las Olivas, entonces Jesús envió dos discípulos,
2 Diciéndoles: Id a la aldea que está delante de vosotros, y luego hallaréis una asna atada; y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos.
3 Y si algún hombre os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará.
4 Y todo esto fue hecho, para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta, diciendo:
5 Decid a la hija de Sión: He aquí, tu Rey viene a ti, manso, y sentado sobre una asna, y un pollino, hijo de asna.
6 Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó,
7 Y trajeron la asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y le sentaron sobre ellos.
8 Y una multitud grande tendía sus mantos en el camino, otros cortaban ramos de los árboles, y los tendían por el camino.
9 las multitudes que iban delante, y que iban detrás, aclamaban, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito sea el que viene en el nombre del Señor; Hosanna en las alturas!
10 Y cuando él entró en Jerusalem, toda la ciudad se alborotó, diciendo: ¿Quién es éste?
11 Y la multitud decía: Este es Jesús el profeta de Nazaret de Galilea.
12 Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera todos los que vendían y compraban en el templo, y trastornó las mesas de los cambiadores, y las sillas de los que vendían palomas;
13 Y él les dice: Escrito está: Mi casa será llamada la casa de oración; pero vosotros la habéis hecho una cueva de ladrones.
14 Y los ciegos y cojos venían a él en el templo; y él los sanaba.
15 Y cuando los sacerdotes principales y los escribas vieron las cosas maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo, y diciendo: Hosanna al Hijo de David; se indignaron,
16 Y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dice? Y Jesús les dice: Sí; ¿Nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza?
17 Y él los dejó, y se salió fuera de la ciudad a Bethania; y posó allí.
18 Ahora en la mañana mientras que volvió a la ciudad, tuvo hambre.
19 Y cuando vio una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca más nazca de ti fruto de para siempre Y inmediatamente la higuera se secó.
20 Y cuando los discípulos lo vieron, se maravillaron, diciendo: ¡Tan pronto se secó la higuera!
21 Jesús respondió y les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fue, y no dudareis, no sólo haréis esto que fue hecho a la higuera, mas también si dijereis a este monte: Sea removido, y sea echado en la mar, será hecho.
22 Y todas cosas que pidieres en oración, creyendo, lo recibiréis.
23 Y cuando vino al templo, los sacerdotes principales y los ancianos del pueblo vinieron a él, cuando estaba enseñando, y dijo: ¿Con qué autoridad haces esto? y ¿quién te dio esta autoridad?
24 Y Jesús respondió, y les dijo: Yo también os preguntaré una cosa; la cual si me dijereis, yo también yo os diré con qué autoridad hago esto.
25 El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres? Y ellos razonaban entre sí, diciendo: Si dijéremos: Del cielo, nos dirá: ¿Por qué pues no lo creísteis?
26 Pero si dijéremos: De los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta.
27 Y respondieron a Jesús, y dijeron: No sabemos. Y él les dijo: Ni yo os diré con qué autoridad hago estas cosas.
28 Pero ¿qué os parece? Un cierto hombre tenía dos hijos; y vino al primero, y dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña.
29 Y él respondió, y dijo: No quiero, pero después él se arrepintió, y fue.
30 Y vino al segundo, y dijo lo mismo. Y él respondió y dijo: Y voy, señor; y no fue.
31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dicen ellos: El primero. Díceles Jesús: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras os van delante de vosotros al reino de Dios.
32 Porque Juan vino a vosotros en el camino de justicia, no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, cuando lo habéis visto, no arrepintieron después, para que podáis creerle.
33 Oíd otra parábola: Fue un cierto hombre, padre de familia, el cual plantó una viña, y la cercó de vallado, y cavó en ella lagar, y edificó una torre, y la dio a renta a labradores, y se partió a una tierra lejos.
34 Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores, para que pudiesen recibir los frutos de ella.
35 Y los labradores, tomando los siervos, al uno hirieron, y al otro mataron, y al otro apedrearon.
36 Otra vez, envió otros siervos más que los primeros; e hicieron con ellos de la misma manera.
37 Pero al fin de todo les envió su hijo, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo.
38 pero cuando los labradores vieron al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle; y tomemos su heredad.
39 Y le tomaron, y le echaron fuera de la viña, y le mataron.
40 Cuando viniere el Señor de la vina, ¿qué hará a aquellos labradores?
41 Y ellos le dicen: Él destruirá miserablemente a los hombres malos, y dará a renta su viña a otros labradores, lo cuales le pagarán los frutos a sus tiempos.
42 Jesús les dice: ¿Nunca leísteis en las escrituras, La piedra que rechazaron los edificadores, la misma se hizo la cabeza del ángulo: esto es hecho del Señor, y es maravillosa en nuestros ojos?
43 Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a una nación que trae los frutos de él.
44 Y cualquiera que cayere sobre esta piedra será quebrantado; pero sobre quien la cayere, le pulverizará.
45 Y cuando oyeron los sacerdotes principales y los Fariseos sus parábolas, percibieron que hablaba de ellos.
46 Y cuando ellos buscaron como echarle mano, temieron al pueblo; porque le tenían por profeta.
Capítulo 22
1 Y Jesús respondió y habló a ellos otra vez en parábolas, y dijo:
2 El reino del cielo es semejante a un hombre rey, que hizo boda a su hijo,
3 Y envió a sus siervos a llamar a los convidados a la boda, y no quisieron venir.
4 Otra vez, envió otros siervos, diciendo: Decid a los convidados: He aquí, he aparejado mi cena; y mis bueyes y mis animales engordaos son muertos;
5 Pero ellos no hicieron caso de ello, y se fueron a sus caminos, uno a su labranza, y otro a sus negocios;
6 Y el remanente tomo a sus siervos, y los afrentaron malamente, y los mataron.
7 Pero cuando el rey oyó de esto, fue airado; y envió a sus ejércitos y destruyó a aquellos homicidas, y quemó a su ciudad.
8 Entonces dice a sus siervos: La boda está aparejada; pero los que eran llamados, no eran dignos.
9 Id, pues, vosotros a los caminos, y cuantos que hallaréis, llamad a la boda.
10 Así salieron aquellos siervos por los caminos, y untaron todos los que hallaron, ambos malos y buenos, y la boda fue llena de convidados.
11 Y cuando entró el rey para ver los convidados, vio allí un hombre no vestido de vestidura de boda.
12 Y le dice: Amigo, ¿cómo entraste acá no teniendo vestido de boda? Y él se enmudeció.
13 Entonces el rey dijo a los siervos, Atadle de pies y de manos, y tomadle, y echadle en las tinieblas de afuera: allí será el lloro y el crujir de dientes.
14 Porque muchos son llamados, pero pocos son escogidos.
15 Entonces los Fariseos fueron, y tomaron consejo de cómo le tomarían en su palabra.
16 Y envían a él sus discípulos con los Herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres verdadero, y que enseñas el camino de Dios en verdad, y que no cuidas de nadie, porque no tienes acepción de persona de hombres.
17 Por eso, dinos, ¿qué te parece? ¿Es lícito dar tributo a César, o no?
18 Pero Jesús percibió su malicia, y dijo: ¿Por qué me tentáis, vosotros hipócritas?
19 Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un centavo.
20 Y él les dice: ¿De quién es esta imagen y inscripción?
21 Ellos le dicen: De César. Y les dice: Dad pues a César lo que es de César, y a Dios, lo que es de Dios.
22 Cuando ellos habían oído estas palabras, se maravillaron, y le dejaron, y se fueron a su camino.
23 El mismo día vino a él los Saduceos, y que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron,
24 Diciendo: Maestro, Moisés dijo: Si alguno muriere, no teniendo hijos, su hermano se casará con su esposa, y levantará simiente a su hermano.
25 Ahora había con nosotros siete hermanos; y el primero, cuando había casado con una esposa, murió, y no teniendo simiente, dejó su esposa a su hermano;
26 Asimismo el segundo también, y el tercero, hasta el séptimo.
27 Y después de todos murió también la mujer.
28 Por lo cual en la resurrección, ¿de cuál de los siete será la esposa? porque todos la tuvieron.
29 Jesús respondió y les dijo: Vosotros erráis, no conociendo las escrituras, ni el poder de Dios.
30 Porque en la resurrección no se casan, ni se dan en casamiento; porque son como los ángeles de Dios en el cielo.
31 Mas tocante a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, diciendo:
32 Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de los muertos, sino de los vivo.
33 Y cuando la multitud oyeron esto, estaban atónitos de su doctrina.
34 Pero cuando los Fariseos habían oído que él había hecho callar a los saduceos, se juntaron a sí.
35 Entonces uno de ellos, que era un abogado, le preguntó una pregunta, tentándole, y diciendo:
36 Maestro, ¿cuál es el mandamiento grande en la ley?
37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente.
38 Éste es el primero y grande mandamiento.
39 Y el segundo es semejante a éste; Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
40 De estos dos mandamientos pende toda la ley y los profetas.
41 Mientras los Fariseos estaban juntos, Jesús les preguntó,
42 Diciendo: ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dicen: Del Hijo de David.
43 El les dice: ¿Cómo entonces David en el Espíritu le llama Señor, diciendo:
44 El Señor dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que pongo tus enemigos por estrado de tus pies?
45 Si David entonces le llama Señor, ¿cómo es su hijo?
46 Y ninguno le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más preguntas.
Capítulo 23
1 Entonces Jesús habló a la multitud y a sus discípulos,
2 Diciendo: Los escribas y los Fariseos se asientan en la cátedra de Moisés;
3 Así que todo lo que os dijeren que guardéis, guardadlo, y haced; pero no hagáis conforme a sus obras; porque dicen, y no hacen.
4 Porque atan cargas pesadas, y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres, pero ellos mismos no las quieren mover con uno de sus dedos.
5 Mas todas sus obras hacen para ser mirados de los hombres; porque ensanchan sus filacterias, y engrandecen los flecos de sus mantos,
6 Y aman los primeros asientos en las cenas, y las sillas principales en las sinagogas;
7 Y las salutaciones en las plazas, y ser llamados de los hombres, Rabbí, Rabbí.
8 Pero no seáis llamados Rabbí; porque uno es vuestro Maestro, aún Cristo; y todos vosotros sois hermanos.
9 Y no llaméis a ningún hombre vuestro padre sobre la tierra; porque uno es vuestro Padre, el cual está en los cielos.
10 Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, aún Cristo.
11 Mas el que es el mayor de vosotros, será vuestro siervo.
12 Y cualquiera que se exalta a sí será humillado; y el que se humillare, será enaltecido.
13 Pero ¡ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino del cielos contra los hombres; que ni vosotros mismos entráis, ni permitáis a los que están entrando.
14 ¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y por pretexto hacéis larga oración; por esto recibiréis más grave condenación.
15 ¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque rodeáis la mar y la tierra por hacer un prosélito, y cuando fuere hecho, le hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros.
16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Cualquiera que jurare por el templo, es nada, pero cualquiera que jurare por el oro del templo, ¡deudor es!
17 ¡Vosotros insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro?
18 Y: Cualquiera que jurare por el altar, es nada; pero cualquiera que jurare por el presente que está sobre él, deudor es.
19 ¡Vosotros insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el presente, o el altar que santifica al presente?
20 Cualquiera, por eso, que jurará por el altar, jura por él, y por todas las cosas que están sobre él.
21 Y cualquiera que jurará por el templo, jura por él, y por aquel que habita en él.
22 Y el que jurará por el cielo, jura por el trono de Dios, y por él que está sentado sobre él.
23 ¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque pagáis diezmos de menta y anís y comino, y habéis omitido las cosas más pesadas de la ley, juicio, misericordia, y fe: estos debéis de haber hecho, y no dejara lo otro sin hacer.
24 ¡Vosotros guías ciegos, que coláis al mosquito, y tragáis el camello!
25 ¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera de la copa y del plato; pero de dentro estáis llenos de robo y de exceso.
26 ¡Tu Fariseo ciego! limpia primero lo que es de dentro del vaso y del plato, para que también lo que está de fuera pueda ser limpio también.
27 ¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que de verdad parecen hermosos de fuera, pero de dentro están llenos de huesos de hombres muertos y de toda suciedad.
28 Así también vosotros de fuera parecéis justo a los hombres; pero de dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.
29 ¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos,
30 Y decís: Si hubiésemos estado en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus compañeros en la sangre de los profetas.
31 Por lo cual vosotros sois testigos a vosotros mismos, que sois los hijos de aquellos que mataron a los profetas.
32 Llenad pues la medida de vuestros padres.
33 Vosotros serpientes, vosotros generación de víboras, ¿cómo escaparéis la condenación del infierno?
34 Por tanto, he aquí, yo envió a vosotros profetas, y hombre sabios, y escribas; y algunos de ellos mataréis y crucificaréis, y algunos de ellos azotaréis en vuestras sinagogas, y los perseguiréis de ciudad en ciudad;
35 Para que venga sobre vosotros toda la sangre justa derramada sobre la tierra desde la sangre de Abel el justo, hasta la sangre de Zacarías, hijo de Zacarías; el cual matasteis entre el templo y el altar.
36 De cierto os digo, Todas estas cosas vendrán sobre esta generación.
37 ¡Oh Jerusalem, Jerusalem, tú que matas los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti, cuantas veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de sus alas, y no quisiste!
38 He aquí, vuestra casa os es dejada desolada.
39 Porque yo os digo, Desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito es el que viene en el nombre del Señor.
Capítulo 24
1 Y Jesús salió, y partió del templo, y sus discípulos se llegaron a él para mostrarle los edificios del templo.
2 Y Jesús les dijo: ¿No veis todas estas cosas? De cierto os digo, No será dejada aquí una piedra sobre otra, que no sea derribada.
3 mientras que él estaba sentado en el monte de las Olivas, los discípulos le vinieron en privad, diciendo: Dínos cuando serán estas cosas, y que será la señal de tu venida, y del fin del mundo?
4 Y Jesús respondió y les dijo: Mirad que nadie os engañe.
5 Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán.
6 Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque todas estas cosas deben acontecer; más aun no es el fin.
7 Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino, y serán hambres, y pestilencias, y terremotos en diversos lugares.
8 Todos estos serán el principio de dolores.
9 Entonces os entregarán para ser afligidos, y os matarán; y seréis aborrecidos de todas las naciones, por causa de mi nombre.
10 Y entonces muchos serán ofendidos, y se entregarán unos a otros, y se aborrecerán los unos a los otros.
11 Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos.
12 Y porque abundará la iniquidad, el amor de muchos se enfriará.
13 Pero el que perseverare hasta el fin, éste será salvo.
14 Y éste evangelio del reino será predicado en todo el mundo por un testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.
15 Cuando por eso vosotros vieres la abominación de desolación, que fue dicha por Daniel el profeta, pararse de pie en el lugar santo, (el que lee, que entienda;)
16 Entonces los que estén en Judea, huyan a las montañas.
17 El que esté en la azotea no descienda a tomar algo de su casa;
18 Ni el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar sus ropas.
19 Y ¡ay de las preñadas, y de las que den de mamar en aquellos días!
20 Orad, pues, que vuestra viaje no sea en invierno, ni en el día de sábado,
21 Porque habrá entonces grande tribulación, tal como nunca fue desde el principio del mundo hasta este tiempo, no, ni será jamás.
22 Y si aquellos días no fuesen acortados, ninguna carne sería salva, pero por causa de los elegidos, aquellos días serán acortados.
23 Entonces si alguno os dijere. He aquí está Cristo, o allí; no lo creáis.
24 Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas; y darán señales grandes y maravillas; de tal manera que si fuese posible, engañarán aun a los elegidos.
25 He aquí os le he dicho antes.
26 Por lo cual si os dijeren: He aquí, él está en el desierto; no salgáis: he aquí, él está en las cámaras secretas; no creáis.
27 Porque como el relámpago que sale del éste, y resplandece hasta el oeste; así será también la venida del Hijo del hombre.
28 Porque dondequiera que esté el cuerpo, allí estarán juntados las águilas.
29 Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su luz, y las estrellas caerán del cielo, y los poderes de los cielos serán conmovidos.
30 Y entonces se aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del hombre viniendo en las nubes del cielo con poder y gran gloria.
31 Y él enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán sus elegidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro.
32 Ahora aprended la parábola de la higuera; Cuando su rama está aun tierna, y las hojas brotan, sabéis que el verano está cerca.
33 Así también vosotros, cuando viereis todas estas cosas, sabed que lo está cerca, aun a las puertas.
34 De cierto os digo, No pasará esta generación, hasta que todas estas cosas sean cumplidas.
35 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
36 Pero de aquel día y hora ningún hombre sabe, no, ni aun los ángeles del cielo, sino sólo mi Padre.
37 Pero como eran los días de Noé, así también será la venida del Hijo del Hombre.
38 Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca,
39 Y no entendieron hasta que vino el diluvio, y se los llevó a todos; así será también la venida del Hijo del hombre.
40 Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado.
41 Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada.
42 Velad, pues, porque no sabéis a qué hora vuestro Señor viene.
43 Pero esto sabed, que si el hombre bueno de la casa hubiera sabido a cuál vela el ladrón había de venir, él hubiera velado, y no habría dejado que su casa era minada.
44 Por tanto, vosotros también estad apercibidos; porque en una hora que no pensáis el Hijo del hombre viene.
45 ¿Quién pues es el siervo fiel y prudente, al cual su señor puso como gobernante de su casa, para que les dé alimento a su debido tiempo?
46 Bienaventurado es aquel siervo, al cual cuando viniere su señor le halle haciendo así.
47 De cierto os digo, Que él le pondrá por gobernador sobre todos sus bienes.
48 Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor se tarda su venida;
49 Y él comenzará a herir a sus consiervos, y a comer y beber con los borrachos;
50 El señor de aquel siervo vendrá en un día cuando él no le espera, y en una hora que él no se da cuenta,
51 Y le cortará por medio, y le pondrá su porción con los hipócritas; allí será el lloro, y el crujir de dientes.
Capítulo 25
1 Entonces el reino del cielos es semejante a diez vírgenes, que tomando sus lámparas, salieron a recibir al desposado.
2 Y cinco de ellas eran sabias, y cinco eran insensatas.
3 La que eran insensatas tomaron sus lámparas, y no tomaron aceite consigo;
4 Pero las sabias tomaron aceite en sus vasos juntamente con sus lámparas.
5 Y mientras que el desposado se tardó, dormitaron todas, y se durmieron.
6 Y a la media noche fue oído un clamor: He aquí, el desposado viene; salid a recibirle.
7 Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y aderezaron sus lámparas.
8 Y las insensatas dijeron a las sabias; Dadnos de vuestra aceite, porque nuestras lámparas se apagaron.
9 Pero las sabias respondieron, diciendo: No así, porque no haya suficiente a nosotras y a vosotras, id a los que venden, y comprad para vosotras.
10 Y mientras que ellas iban a comprar, vino el desposado, y las que estaban apercibidas entaron con él a la boda; y fue cerrada la puerta.
11 Después vinieron otras vírgenes, diciendo: Señor, Señor, ábrenos.
12 Mas él respondió y dijo: De cierto os digo, Yo no os conozco.
13 Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que viene el Hijo del hombre.
14 Porque el reino del cielo es como un hombre viajando a un país lejano, que llamó a sus propios siervos, y les entregó sus bienes.
15 Y a uno dio cinco talentos, a otro dos, y a otro uno; a cada hombre conforme a su propia habilidad; y luego tomó su viaje.
16 Entonces el que había recibido cinco talentos, se fue y negoció con ellos, e hizo otros cinco talentos.
17 Y asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos.
18 Pero el que había recibido uno, fue, y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
19 Y después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, e hizo cuentas con ellos.
20 Y así el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, tú me entregaste cinco talentos; he aquí, otros cinco talentos he ganado con ellos.
21 Su señor le dijo: Bien hecho, tú buen siervo y fiel; has sido fiel sobre pocas cosas, yo te haré gobernador sobre muchas cosas; entra tú en el gozo de tu señor.
22 Y llegando también el que había recibido dos talento y dijo: Señor, tú me entregaste dos talento, he aquí, otros dos talentos he ganado sobre ellos.
23 Su señor le dijo: Bien hecho, siervo bueno y fiel; has sido fiel sobre pocas cosas, yo te hare gobernador sobre muchas cosas; entra tú en el gozo de tu señor.
24 Entonces él que había recibido un talento vino y dijo: Señor, yo te conocí que tú eres un hombre duro, segando donde no sembraste, y cogiendo donde no esparciste;
25 Y tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra, he aquí, allí tienes lo que es tuyo.
26 Su señor respondió y le dijo: Tú siervo malo y perezoso, supiste que yo siego donde no sembré y cojo donde no esparcí:
27 Por tanto debías haber puesto mi dinero a los banqueros, y entonces a mi venida habríais recibido lo mío con usura.
28 Tomad pues el talento de él, y dadlo al que tiene diez talentos.
29 Porque a todo aquel que tiene le será dado, y él tendrá abundancia; mas al que no tiene le será quitado.
30 Y echadle vosotros al siervo inútil en las tinieblas de afuera; allí será el llorar y el crujir de dientes.
31 Cuando el Hijo del hombre vendrá en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará el trono de su gloria;
32 Y delante de él serán juntadas todas las naciones; y él los apartará los unos de los otros, como el pastor aparta sus ovejas de los cabritos;
33 Y él pondrá las ovejas a su derecha, pero los cabritos a la izquierda.
34 Entonces dirá el Rey a los de su mano derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino aparejado para vosotros desde la fundación del mundo;
35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer, y tuve sed, y me disteis de beber; fui extranjero y me hospedasteis;
36 Desnudo, y me cubristeis; estuve enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí.
37 Entonces los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer? o ¿sediento, y te dimos de beber?
38 ¿Cuándo te vimos extranjero, y te recogimos? o ¿desnudo, y te cubrimos?
39 O ¿cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?
40 Y el Rey responderá y les dirá: De cierto os digo, que en cuanto que lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis.
41 Entonces dirá también a los que estarán a la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, que está aparejado para el diablo y sus ángeles;
42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;
43 Fui extranjero, y no me recogisteis; desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis.
44 Entonces también ellos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o extranjero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?
45 Entonces les responderá, diciendo: De cierto os digo: En cuanto que no lo hicisteis a uno de estos pequeñitos, ni a mí lo hicisteis.
46 Y estos irán al castigo eterno; pero los justos a la vida eterna.
Capítulo 26
1 Y aconteció, cuando Jesús hubo acabado todos estos dichos; él dijo a sus discípulos;
2 Vosotros sabéis que después de dos días es la fiesta de la pascua, y el Hijo del hombre es entregado para ser crucificado.
3 Entonces se reunieron los sacerdotes principales, y los escribas, y los ancianos del pueblo, al palacio del sumo sacerdote, el cual se llamaba Caifás.
4 Y tomaron consejo para prender con engaño a Jesús, y matarle.
5 Pero ellos decían: No en el día de la fiesta, para que no se haga alboroto entre el pueblo.
6 Ahora cuando Jesús estaba en Bethania, en casa de Simón el leproso,
7 Vino a él una mujer teniendo un vaso de alabastro de ungüento de gran precio, y lo derramó sobre su cabeza, mientras que él estaba sentado a comer.
8 Pero cuando sus discípulos lo vieron, se indignaron, diciendo: ¿Para cuál propósito es esta desperdicio?
9 Porque este ungüento podía haberse vendido por mucho, y dado a los podres.
10 Y cuando Jesús lo entendió, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer?
11 Porque siempre tenéis los pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis.
12 Porque ella ha derramado este ungüento sobre mi cuerpo, ella lo hizo para mi sepultura.
13 De cierto os digo, Dondequiera que este evangelio fuere predicado en todo el mundo, allí también será contado esto, que esta mujer ha hecho, para memorial de ella.
14 Entonces uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los sacerdotes principales,
15 Y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os le entregaré? Y ellos convinieron con él por treinta piezas de plata.
16 Y desde aquel tiempo buscaba oportunidad de traicionarle.
17 Ahora el primer día de la fiesta de los panes sin levadura vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que te aderecemos para comer la pascua?
18 Y él dijo: Id a la ciudad a tal hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo no está cerca; yo observaré la pascua en tu casa con mis discípulos.
19 Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó; y aderezaron la pascua.
20 Ahora cuando vino la tarde del día, él se sentó a la mesa con los doce.
21 Y mientras que comieron, él dijo: De cierto os digo, que uno de vosotros me traicionará.
22 Y fueron entristecidos en gran manera, y comenzó cada uno de ellos a decir: Señor, ¿soy yo?
23 Y él respondió y dijo. El que mete su mano conmigo en el plato, el mismo me traicionará.
24 El Hijo del hombre va como está escrito de él; pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado! hubiera sido mejor para aquel hombre si no hubiese nacido.
25 Entonces Judas, que le traicionaba, dijo: Maestro, ¿soy yo? Y él le dice: Tú has dicho.
26 Y comiendo ellos, Jesús tomó el pan, y lo bendijo, y lo partió, y lo dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed, este es mi cuerpo.
27 Y tomó él la copa, y dando gracias, lo dio a ellos, diciendo: Bebed de ella todos vosotros;
28 Porque esto es mi sangre del nuevo testamento, la cual es derramado por muchos para remisión de los pecados.
29 Mas os digo, No beberé desde ahora de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo bebo con vosotros en el reino de mi Padre.
30 Y cuando hubieron cantado un himno, salieron al monte de las Olivos.
31 Entonces Jesús les dice: Todos vosotros seréis ofendidos por mi esta noche; porque escrito esta: Heriré al pastor, y las ovejas de la manada serán descarriados.
32 Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.
33 Pedro respondió y le dijo: Aunque todos hombres serán ofendidos a causa de ti, todavía yo nunca seré ofendido.
34 Jesús le dijo: De cierto te digo, Que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
35 Pedro le dijo: Aunque yo muera contigo, aun no te negaré. Asimismo dijeron todos los discípulos.
36 Entonces viene Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dice a los discípulos; Sentaos aquí, mientras que voy y oro allí.
37 Y él tomó consigo a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a entristecerse, y a angustiarse en gran manera.
38 Entonces les dice: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo.
39 Y se fue un poco más adelante, y se postró sobre su rostro, y oró, diciendo: Oh Padre mío, si es posible, deje que esta copa me pase; sin embargo no que yo quiero, mas como tú quieres.
40 Y viene a los discípulos, y los halla dormidos, y dice a Pedro, ¿qué, no pudiste velar conmigo una hora?
41 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
42 Otra vez se fue la segunda vez, y oró, diciendo: Oh Padre mío, si no puede pasar esta copa de mí, sino que yo la beba, hágase tu voluntad.
43 Y él vino y los halló otra vez dormidos; porque sus ojos eran agravados.
44 Y dejándolos, se fue otra vez, y oró la tercera vez, diciendo las mismas palabras.
45 Entonces viene a sus discípulos, y les dice: Dormid ahora, y tomad tu reposo; he aquí, la hora ha acercado, y el Hijo del hombre es entregado en manos de pecadores.
46 Levantaos, vamos; he aquí, él está cerca que me traiciona.
47 Y mientras que él aún habló, he aquí, Judas, uno de los doce, vino, y con él una grande multitud, con espadas y palos, de los sacerdotes principales y de los ancianos del pueblo.
48 Ahora el que le traicionaba les dio una señal, diciendo: Al que yo besare, el mismo es; prendedle.
49 Y luego se acercó a Jesús, y dijo: ¡Salve, Maestro! y le besó.
50 Y Jesús le dijo: Amigo, ¿para qué vienes? Entonces llegaron, y echaron mano a Jesús, y le prendieron.
51 Y, he aquí, uno de los que estaban con Jesús extendió su mano, y sacó su espada, e hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó su oreja.
52 Entonces Jesús le dice: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomaren la espada perecerán con la espada.
53 ¿Piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y él me daría más de doce legiones de ángeles?
54 ¿Pero cómo entonces se cumplirían las escrituras, que así debe ser?
55 En aquella misma hora dijo Jesús a la multitud: ¿Salisteis cómo contra un ladrón con espadas y con palos a prenderme? Yo estaba sentado cada día con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis.
56 Mas todo esto fue hecho, para que pudieren ser cumplidas las escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos le desampararon, y huyeron.
57 Y ellos que habían prendido a Jesús le llevaron a Caifás el sumo sacerdote, donde los escribas y los ancianos estaban juntados.
58 Pero Pedro le seguía de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote, y se entró, y se sentó con los siervos, para ver el fin.
59 Ahora los sacerdotes principales, y los ancianos, y todo el concilio, buscaron falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte;
60 Pero no hallaban, aunque muchos testigos falso vinieron, aún no hallaron. Mas al último vinieron dos testigos falso,
61 Y dijeron: Este hombre dijo: Puedo destruir el templo de Dios, y reedificarlo en tres días.
62 Y se levantó el sumo sacerdote, y le dijo: ¿No respondes nada? ¿qué es lo que estos testifican contra ti?
63 Pero Jesús guardó su silencio. Y respondió el sumo sacerdote y le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas, si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.
64 Jesús le dice: Tú has dicho; además os digo, Después veréis al Hijo del hombre asentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.
65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: Él ha blasfemado; ¿qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora habéis oído su blasfemia.
66 ¿Qué os pensáis? Ellos respondieron y dijeron: El está culpable de muerte.
67 Entonces le escupieron en su rostro, y le abofetearon; y otros le dieron bofetadas con la palma de sus manos,
68 Diciendo: Profetízanos, tú Cristo, ¿quién es que te hirió?
69 Ahora Pedro estaba sentado en el palacio; y una doncella vino a él, diciendo: Tú también estabas con Jesús de Galilea.
70 Pero él negó delante de todos ellos, diciendo: No sé lo que dices.
71 Y cuando él salió al pórtico, le vio otra doncella, y dijo al que estaba allí, Este hombre también estaba con Jesús de Nazaret.
72 Y otra vez él negó con juramento: No conozco al hombre.
73 Y después de un tiempo se llegaron a él los que estaban de pie allí, y dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres uno de ellos, porque tu habla te hace manifiesto.
74 Entonces él comenzó a maldecir y a jurar, diciendo: No conozco al hombre. Y inmediatamente cantó el gallo.
75 Y Pedro se acordó las palabras de Jesús, que le dijo: Antes que cante el galló, tú me negarás tres veces. Y él salió, y lloró amargamente.
Capítulo 27
1 Cuando vino la mañana, todos los sacerdotes principales y los ancianos del pueblo tomaron consejo contra Jesús, para entregarle a muerte:
2 Y cuando le hubieron atado, le llevaron, y le entregaron a Poncio Pilato, el gobernador.
3 Entonces Judas, que le había traicionado, cuando vio que era condenado, se arrepintió, y volvió las treinta piezas de plata a los sacerdotes principales y los ancianos,
4 Diciendo, Yo he pecado en que he traicionado la sangre inocente. Y ellos dijeron: ¿Qué es esto a nosotros? Mira tú a esto.
5 Y arrojando las piezas de plata en el templo, se partió, y fue y se ahorcó.
6 Y los sacerdotes principales tomaron las piezas de plata, y dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro, porque es precio de sangre.
7 Y tomaron consejo, y compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultar a los extranjeros.
8 Por lo cual aquel campo fue llamado: El campo de sangre, hasta el día de hoy.
9 Entonces se cumplió lo que fue dicho por Jeremías el profeta, diciendo: Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del que fue apreciado, al cual los hijos de Israel apreciaron;
10 Y las dieron para comprar el campo del alfarero, como me ordenó el Señor.
11 Y Jesús estaba de pie delante del gobernador, y el gobernador le pregunto, diciendo: ¿Eres tú el rey de los Judío? Y Jesús le dijo: Tú dices.
12 Y cuando él fue acusado por los sacerdotes principales y ancianos, respondió nada.
13 Entonces Pilato le dijo: ¿No oyes tú cuantas cosas que ellos testifican contra ti?
14 Y él no le respondió ni una palabra, de la manera que el gobernador se maravillaba mucho.
15 Ahora en aquella fiesta el gobernador fue acostumbrado a soltar al pueblo un preso, cualquiera que ellos quisiesen.
16 y tenían entonces un preso notable, llamado Barrabás.
17 Por eso cuando ellos fueron juntados, les dijo Pilato: ¿Cuál queréis que os suelte? ¿a Barrabás, o a Jesús que es llamado Cristo?
18 Porque sabía que por envidia le habían entregado.
19 Cuando él estaba sentado en el tribunal, su esposa envió a él, diciendo: No tengas nada que hacer con aquel hombre justo; porque he padecido muchas cosas hoy en sueños por causa de él.
20 Pero los sacerdotes principales y los ancianos, persuadieron al multitud que pidiese a Barrabás, y destruyese a Jesús.
21 El gobernador respondió y les dijo: ¿Cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: A Barrabás.
22 Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré con Jesús que es llamado Cristo? Todos ellos le dijeron: Que sea crucificado.
23 Y el gobernador les dijo: ¿Por qué? ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: Que sea crucificado.
24 Cuando Pilato vio que nada aprovechaba, antes que fue hecho más alboroto, tomó agua, y lavó sus manos delante de la multitud, diciendo: Soy inocente de la sangre de esta persona justa; vedlo vosotros.
25 Entonces respondió todo el pueblo, y dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.
26 Entonces les soltó a Barrabás; y cuando él había azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado.
27 Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y juntaron a él toda la compañía de solados.
28 Y le desnudaron, y le echaron un manto rojo.
29 Y cuando había tejido una corona de espinas, la pusieron sobre su cabeza, y una caña en su mano derecha; y se arrodillaron delante de él, y hicieron burla de él, diciendo: ¡Salve, Rey de los Judíos!
30 Y escupían en él, y tomaron la caña, y le herían en la cabeza.
31 Y después que le hubieron escarnecido, le desnudaron el manto, y le vistieron de sus propios vestidos, y le llevaron par crucificarle.
32 Y mientras que salieron, hallaron a un hombre de Cirene, que se llamaba Simón; a él cargaron para que llevase su cruz.
33 Y cuando llegaron al lugar que se llamaba Gólgota, que quiere decir, el lugar de la Calavera,
34 Le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; y cuando él había gustado de ella, no quiso beber.
35 Y le crucificaron, y repartieron sus vestidos, echando suertes; para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta: Se repartieron mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.
36 Y sentados, le miraban allí.
37 Y puesto sobre su cabeza su acusación escrita: ESTE ES JESÚS EL REY DE LOS JUDIOS.
38 Entonces fueron crucificados dos ladrones con él, uno a la mano derecha, y otro a la izquierda.
39 Y los que pasaban le injuriaban, meneando sus cabezas,
40 Y diciendo: Tú que destruyes el templo, y lo reedificas en tres días, sálvate a ti mismo. Si eres el Hijo de Dios, desciende de la cruz.
41 Asimismo también los sacerdotes principales escarneciéndole con los escribas y los ancianos, decían:
42 A otros él salvó; a sí mismo no se puede salvar. Si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y le creeremos.
43 Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere tener, porque él dijo: Soy el Hijo de Dios.
44 Los ladrones también, que estaban crucificados con él, le zaherían.
45 Ahora desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
46 Y cerca de la hora de novena Jesús exclamó con gran voz, diciendo: Eli, Eli, ¿lama sabactani? que es a decir. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
47 Algunos de los que estaban allí, cuando oyeron a esto, decían: Este hombre llama a Elías.
48 Y luego corrió uno de ellos, y tomó una esponja, y la llenó de vinagre, y la puso en una caña, y le dio a beber.
49 Y los demás decían: Deja, veamos si viene Elías a salvarle.
50 Jesús, cuando él había clamado con grande voz, entregó el espíritu.
51 Y, he aquí, el velo del templo se rompió en dos de alto a bajo; y la tierra se tembló, y las rocas se hendieron;
52 Y los sepulcros fueron abiertos; y muchos cuerpos de los santos que dormían, se levantaron,
53 Y salieron de los sepulcros después de su resurrección, y vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.
54 Ahora cuando el centurión y los que estaban con él, mirando a Jesús, vieron al terremoto, y aquellas cosas que fueron hechas, temieron en gran manera, diciendo: Verdaderamente éste era el Hijo de Dios.
55 Y estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, que siguieron a Jesús de Galilea, y le ministraron;
56 Entre las cuales era María Magdalena, y María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
57 Y cuando vino la tarde del día, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado Josef, el cual también era discípulo de Jesús;
58 Él vino a Pilato, y le pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que el cuerpo sea entregado a él.
59 Y cuando Josef había tomado el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia.
60 Y lo puso en su propio sepulcro nuevo, que había labrado en la roca; y revuelta una grande piedra a la puerta del sepulcro, y se fue.
61 Y estaba allí María Magdalena, y la otra María, sentada delante del sepulcro.
62 Ahora el siguiente día, que era el día después de la preparación, se juntaron los sacerdotes principales y los Fariseos a Pilato,
63 Diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo: mientras que era aún vivo, Después de tres días resucitaré.
64 Manda, pues, asegurar el sepulcro hasta el día tercero; para que no vengan sus discípulos de noche, y le hurten, digan al pueblo: Él resucitó de los muertos; y será el postrer error pero que el primero.
65 Pilato les dijo: Tenéis una guardia; id a tu camino, aseguradlo tan seguro que puedes.
66 Y ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra, y poniendo la guarida.
Capítulo 28
1 En el fin del sábado, como comenzó a amanecer el primer día de la semana, vino María Magdalena, y la otra María a ver el sepulcro.
2 Y he aquí, fue hecho un gran terremoto; porque el ángel del Señor descendía del cielo, y vino y revolvió la piedra de la puerta del sepulcro, y estaba sentado sobre ella.
3 Su aspecto era como relámpago, y su vestido blanco como la nieve;
4 Y de miedo de él los guardias se temblaron, y se hicieron como hombres muertos.
5 Y el ángel respondió y dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, que fue crucificado.
6 No está aquí, porque resucitó, como él dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor.
7 E id presto, y decid a sus discípulos que él resucitó de los muertos, y, he aquí, él va delante de vosotros a Galilea, allí le veréis, he aquí, os he dicho.
8 Entonces salieron ellas de prisa del sepulcro con temor y gran gozo; y corrieron para dar las nuevas a sus discípulos.
9 Y mientras que ellos iban a dar las nuevas a su discípulos, he aquí, Jesús les sale al encuentro, diciendo: ¡Saludos! Y ellos vinieron y le trabaron de sus pies, y le adoraron.
10 Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán.
11 Ahora mientras que iban, he aquí, algunos de la guardia vinieron a la ciudad, y contaron a los sacerdotes principales todas las cosas que habían acontecido.
12 Y cuando fueron reunidos con los ancianos, y habían tomado consejo, dieron mucho dinero a los soldados,
13 Diciendo: Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de noche, y le hurtaron afuera mientras que dormimos.
14 Y si esto viene a los oídos del gobernador, le persuadiremos, y os haremos seguros.
15 Así tomaron al dinero, y hicieron como fueron enseñados; y este dicho comúnmente es divulgado entre los Judíos hasta el día de hoy.
16 Entonces los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado.
17 Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban.
18 Y Jesús vino y les habló, diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
19 Por tanto id, y enseñad a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo:
20 Enseñándoles que observan todas las cosas que os he mandado; y, he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, aún hasta el fin del mundo. Amén.
MARCOS
Capítulo 1
1 El principio del evangelio de Jesu Cristo, el Hijo de Dios;
2 Como está escrito en los profetas; He aquí, yo envío a mi mensajero delante de tu faz, que aparejará tu camino delante de ti.
3 La voz de uno que clama en el desierto: Aparejad el camino del Señor; haced derechas sus veredas.
4 Juan bautizaba en el desierto, y predicaba el bautismo del arrepentimiento para remisión de pecados.
5 Y salió a él toda la tierra de Judea, los que Jerusalem; y eran todos bautizados per él en el río del Jordán, confesando sus pecados.
6 Y Juan andaba vestido del pelos de camello, y con un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre;
7 Y predicaba, diciendo: Viene en pos de mí uno que es más poderoso que yo, del cual no soy digno de encorvarme y desatar.
8 Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con el Espíritu Santo.
9 Y aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.
10 Y en seguida, subiendo del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma descendiendo sobre él;
11 Y vino una voz de los cielos, diciendo: Tú eres mi Hijo amado; en quien estoy muy agradado.
12 E inmediatamente el Espíritu le impele al desierto.
13 Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, siendo tentado de Satanás; y estaba con las fieras; y los ángeles le servían.
14 Ahora después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea, predicando el evangelio del reino de Dios,
15 Y diciendo: El tiempo es cumplido, y el reino de Dios está cerca; Arrepentíos, y creed al evangelio.
16 Ahora cuando él anduvo junto a la mar de Galilea, vio a Simón y Andrés su hermano, echando una red en la mar; porque eran pescadores.
17 Y Jesús les dijo: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.
18 Y luego dejaron sus redes, y le siguieron.
19 Y cuando él había ido un poco más adelante, vio a Jacobo, hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, los cuales también remendaban las redes.
20 Y luego los llamó, y dejaron a su padre Zebedeo en la nave con los siervos contratados, y fueron en pos de él.
21 Y entraron en Capernaum; y luego en el día del sábado entró en la sinagoga, y enseñó.
22 Estaban atónitos de su doctrina, porque los enseñaba como uno que tenía autoridad, y no como los escribas.
23 Y había en sinagoga de ellos un hombre con un espíritu inmundo; el cual dio voces,
24 Diciendo: ¡Déjanos en paz! ¿qué tenemos que hacer contigo, tú Jesús de Nazaret? ¿Has venido para destruirnos? Te conozco quién eres, el Santo de Dios?
25 Y Jesús le reprendió, diciendo: Enmudece, y sal de él.
26 Y cuando el espíritu inmundo le había sacudido, y clamó con gran voz, salió de él.
27 Y todos se maravillaron, de tal manera que inquirían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen?
28 Y luego se divulgó su fama por todo el país alrededor de Galilea.
29 Y luego, cuando salieron de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y de Andrés, con Jacobo y Juan.
30 Pero la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y le dijeron luego de ella.
31 Entonces él vino y la tomó de su mano, y la levantó; e inmediatamente la dejó la calentura, y les servía.
32 Y a la tarde, cuando el sol se puso, traían a él todos los que tenían enfermedades y que fueron endemoniados.
33 Y toda la ciudad se juntó a la puerta.
34 Y él sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no permitió a los demonios hablar, porque le conocían.
35 Y en la mañana, levantándose muy de mañana, salió, y se fue a un lugar muy desierto, y allí oraba.
36 Y Simón y los que estaban con él siguieron en pos de él.
37 Y cuando le habían hallado, le dijeron: Todos los hombres te buscan.
38 Y les dijo: Vamos a las aldeas vecina, para que yo pueda predicar allí también; porque para esto vine.
39 Y él predicó en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios.
40 Y le vino un leproso, rogándole; y arrodillándose ante él, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme.
41 Y Jesús, movido de compasión, extendió su mano, y le tocó, y le dice: Yo quiero; Sé limpio.
42 Y tan pronto que le había dicho; inmediatamente la lepra se fue de él, y fue limpio.
43 Y le encargó rigurosamente, y luego le envió;
44 Y le dice: Mira que no digas a nadie nada; sino ve por tu camino, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza las cosas que Moisés mandó; para testimonio a ellos.
45 Pero cuando él salió, y comenzó a publicarlo mucho, y a divulgar el asunto, tanto que Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, pero estaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes.
Capítulo 2
1 Y otra vez entró en Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba en casa.
2 Y al instante muchos se allegaron, tantos que no había lugar para recibirlos, no, ni aun al contorno de la puerta; y él les predicaba la palabra.
3 Entonces vinieron a él, trayendo un paralítico, que era llevado de cuatro.
4 Y cuando no podían acercarse a él por causa de la multitud, destecharon el techo donde estaba, y cuando lo han destechado, bajaron el lecho en que el paralítico estaba acostado.
5 Cuando Jesús vio la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.
6 Pero estaban allí ciertos escribas sentados, y razonaban en sus corazones;
7 ¿Por qué habla éste hombre blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?
8 Y inmediatamente cuando Jesús percibió que razonaban esto dentro de sí, les dijo: ¿Por qué razonáis estas cosas en vuestros corazones?
9 ¿Cuál es más fácil decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate, y toma tu lecho, y anda?
10 Pero para que vosotros podáis saber que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar los pecados, (dice al paralítico,)
11 A ti te digo: Levántate, y toma tu lecho, y vete a tu casa.
12 E inmediatamente él se levantó, y tomó el lecho, y salió delante de todos; de manera que todos quedaron atónitos, y glorificaron a Dios, diciendo; Nunca tal hemos visto.
13 Y él fue otra vez a la mar; y toda la multitud venía a él, y les enseñaba.
14 Y mientras que él pasó, vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y él se levantó, y le siguió.
15 Y aconteció, que, mientras Jesús estaba sentado a la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores se sentaban juntamente con Jesús y sus discípulos; porque eran muchos, y le seguían.
16 Y cuando los escribas y los Fariseos le vieron comer con publicanos y pecadores, dijeron a sus discípulos: ¿Cómo es que él come y bebe con publicanos y pecadores?
17 Cuando Jesús lo oyó, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos; No vine a llamar a los justos, sino los pecadores a arrepentimiento.
18 Y los discípulos de Juan y de los Fariseos ayunaban; y vienen y le dicen: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los Fariseos ayunan, pero tus discípulos no ayunan?
19 Y Jesús les dice: ¿Pueden ayunar los de la cámara nupcial, mientras que el desposado está con ellos? Entre tanto que tienen consigo al desposado no pueden ayunar.
20 Pero vendrán los días, cuando el desposado será quitado de ellos, y entonces ayunarán en aquellos días.
21 También nadie cose remiendo de paño nuevo en vestido viejo, de otra manera la nueva pieza que la llena quita de la vieja, y se hace pero la rotura.
22 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera el vino rompe los odres, y se derrama el vino, y los odres se pierden; mas el vino nuevo tiene que ser echado en odres nuevos.
23 Y aconteció, que él pasó por los sembrados en el día de sábado; y sus discípulos comenzaron, mientras que iban, a arrancar espigas.
24 Y los Fariseos le dijeron: He aquí, ¿por qué hacen en el día de sábado lo que no es lícito?
25 Y él les dijo: ¿Nunca leísteis que hizo David cuando tuvo necesidad, y tuvo hambre, él, y los que estaban con él?
26 ¿Cómo entro en la casa de Dios, en los días de Abiathar el sumo sacerdote, y comió los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino a los sacerdotes, y también los dio a los que estaban con él?
27 Y les dijo: El sábado fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado;
28 Por lo cual el Hijo del hombre es Señor también del sábado.
Capítulo 3
1 Y otra vez entró en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía una mano seca.
2 y le acechaban, para ver si le sanaría en el día de reposo; para que pudiesen acusarle.
3 Y él dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate en medio.
4 Y les dice: ¿Es lícito hacer bien en sábados, o hacer mal? ¿salvar la vida, o matar? Mas ellos callaban.
5 Y cuando él los había mirado en derredor con enojo, siendo entristecido por la dureza de sus corazones, dice al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió; y su mano fue restituida sana como la otra.
6 Y los Fariseos salieron, y tomaron consejo con los Herodianos contra él, como pudiesen destruirle.
7 Mas Jesús se apartó a la mar con sus discípulos; y le siguió una gran multitud de Galilea, y de Judea,
8 Y de Jerusalem, y de Idumea, y de la otra parte del Jordán; y los de alrededor de Tiro y de Sidón, una gran multitud, cuando oyeron cuán grandes cosas que él hacían, vinieron a él.
9 Y dijo a sus discípulos, que una navecilla le estuviese siempre apercibida por causa de la multitud; para que no le oprimiesen.
10 Porque había sanada a muchos; de tal manera que le oprimieron para tocarle, cuantos que tenían plagas.
11 Y los espíritus inmundos, cuando le vieron, se postraban delante de él, y daban voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios.
12 Y él les reprendía que no le hiciesen conocido.
13 Y subió a un monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él.
14 Y ordenó a doce, para que estuviesen con él, y para que los pudiese enviar a predicar.
15 Y que tuviesen poder para sanar enfermedades, y para echar fuera demonios;
16 Y a Simón, él puso por sobrenombre Pedro;
17 Y a Jacob, el hijo de Zebedeo, y Juan el hermano de Jacob; y les puso por sobrenombre Boanerges, que es, Los hijos de trueno;
18 Y a Andrés, y a Felipe, y a Bartolomé, y a Mateo, y a Tomás, y a Santiago, el hijo de Alfeo, y a Tadeo, y a Simón el Cananeo,
19 Y a Judas Iscariote, el que también le traicionó; y vinieron a una casa.
20 Y la multitud viene otra vez, de tal manera que ellos ni podían comer pan.
21 Y cuando sus amigos lo oyeron, vinieron para prenderle; porque decían: Él está fuera de sí.
22 Y los escribas que descendían de Jerusalem, decían: Él tiene a Beelzebub, y por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.
23 Y les llamó a él, y les dijo por parábolas: ¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás?
24 Y si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer.
25 Y si una casa está dividido contra sí misma, tal casa no puede permanecer.
26 Y si Satanás se levantare contra sí mismo, y está dividido; no puede permanecer; antes tiene fin.
27 Nadie puede entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si antes no atare al valiente; y entonces saqueará su casa.
28 De cierto os digo, Todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera con que blasfemaren;
29 Pero el que blasfemare contra el Espíritu Santo nunca tiene perdón, mas está en peligro de condenación eterna;
30 Porque decían: Él tiene un espíritu inmundo.
31 Entonces vienen sus hermanos y su madre, y estando de pie afuera, enviaron a él, llamándole.
32 Y la multitud estaba sentada alrededor de él, y le dijeron: He aquí, tu madre y tus hermanos te buscan fuera.
33 Y él les respondió, diciendo: ¿Quién es mi madre, o mis hermanos?
34 Y miró al derredor a los que estaban sentados de él, y dijo: ¡He aquí mi madre, y mis hermanos!
35 Porque cualquiera que hiciere la voluntad de Dios, el mismo es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.
Capítulo 4
1 Y otra vez él comenzó a enseñar junto a la mar; y se junto a él una gran multitud, tanto que él entró en una nave, y se sentó en la mar; y toda la multitud estaba junto a la mar en la tierra.
2 Y él les enseñaba muchas cosas por parábolas, y les decía en su doctrina,
3 Oíd; He aquí, el sembrador salió a sembrar;
4 Y aconteció, mientras que sembraba, una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la devoraron.
5 Y otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y inmediatamente brotó, porque no tenía la tierra profunda.
6 Pero cuando salió el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
7 Y otra parte cayo entre espinos; y crecieron las espinas; y la ahogaron, y no dio fruto.
8 Y otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto que subió y creció; y trajo uno a treinta, y otro a sesenta, y otra a ciento.
9 Y les dijo: El que tiene oídos para oír, oiga.
10 Y cuando estuvo solo, los que estaban alrededor de él con los doce, le preguntaron de la parábola.
11 Y les dijo: A vosotros es dado saber el misterio del reino de Dios; pero a los que están fuera, todas estas cosas son hechas por parábolas.
12 Para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no oyen; para que no sean convertidos a su tiempo, y sus pecados les sean perdonados.
13 Y él les dijo: ¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?
14 El sembrador siembra la palabra.
15 Y estos son los de junto al camino, donde la palabra es sembrada; porque cuando han oído, inmediatamente Satanás viene, y quita la palabra que fue sembrada en sus corazones.
16 Y estos son los que asimismo son sembrados en pedregales; los cuales, cuando han oído la palabra, inmediatamente la reciben con gozo;
17 Y no tienen raíz en sí mismos, y así duran por un tiempo; después, cuando se levanta aflicción o persecución por causa de la palabra, inmediatamente se ofenden.
18 Y estos son los que son sembrados entre espinas; los que oyen la palabra,
19 Y los afanes de este mundo, y el engaño de las riquezas, y las concupiscencias que hay en las otras cosas entrando, ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
20 Y estos son los que son sembrados en buena tierra; los que oyen la palabra, y la reciben, y hacen fruto, algunos a treinta, otro a sesenta, otro a ciento.
21 Y él les decía, ¿Es traída una candela debajo de un almud, o debajo de una cama? y ¿no es para ponerse en el candelero?
22 Porque no hay nada escondido, que no haya de ser manifestado; ni algo secreto, que no haya de ser descubierto.
23 Si alguno tiene oídos para oír, oiga.
24 Y les dijo: Mirad lo que oís; con la medida que medís, os será medido, y a vosotros que oís más será añadido.
25 Porque al que tiene, le será dado; y al que no tiene, será quitado aún lo que él tiene.
26 Y dijo: Así es el reino de Dios, como si un hombre echa semilla en la tierra;
27 Y debiese dormir, y levantar de noche y de día, y la simiente debiese brotar y crecer, él no sabe cómo.
28 Porque la tierra de sí misma trae fruto; primero la hierba, luego espiga, después el grano lleno en la espiga.
29 Mas cuando el fruto fuere producido, inmediatamente se mete la hoz, porque la siega es llegada.
30 Él dijo: ¿A qué haremos semejante el reino de Dios? o ¿con qué comparación lo compararemos?
31 Es como el grano de mostaza, lo cual, cuando es sembrado en la tierra, es más pequeño de todas las simientes que hay en la tierra;
32 Pero cuando fuere sembrado, sube, y se hace más mayor que todas las hierbas; y hace grandes ramas; de tal manera que las aves del cielos puedan posar debajo de su sombra.
33 Y con muchas tales parábolas les hablaba la palabra, conforme a los que podían oírla.
34 Pero sin parábola no les hablaba; y cuando estaban solos, les declaraba todas cosas a sus discípulos.
35 Y el mismo día, cuando llegó la tarde, les dijo: Pasemos al otro lado.
36 Y cuando ellos habían enviada la multitud, le tomaron así como estaba en la nave. y también estaban con él otros barquitos.
37 Y allí se levantó una grande tempestad de viento, y echaba las ondas en la nave, de tal manera que se estaba lleno.
38 Y él estaba en la popa, dormido sobre una almohada; y le despiertan, y le dicen: ¿Maestro, no tienes cuidado que perecemos?
39 Y él se levantó, y reprendió al viento, y dijo a la mar: Paz, cálmate. Y cesó el viento; y fue una gran bonanza.
40 Y les dijo: ¿Por qué estáis tan temerosos? ¿Cómo es que no tenéis fe?
41 Y temieron con gran temor, y decían el uno al otro: ¿Qué tipo de hombre es éste, que aun el viento y la mar le obedecen?
Capítulo 5
1 Y vinieron al otro lado de la mar, a la provincia de los Gadarenos.
2 Y cuando él salió de la nave, inmediatamente le encontró de los sepulcros un hombre con un espíritu inmundo,
3 El cual tenía su morada en los sepulcros; y ningún hombre le podía atar, no, ni aun con cadenas;
4 Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, y las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y los grillos quebrantados en pedacitos; ni podía algún hombre domarle.
5 Y siempre, de día y de noche estaba en las montes, y en las tumbas, gritando, y cortándose con piedras.
6 Pero cuando vio a Jesús de lejos, él corrió, y le adoró.
7 Y clamó con una gran voz, y dijo: ¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, tú Hijo del Dios Altístimo? Te adjuro por Dios, que no me atormentes.
8 Porque le decía: Sal de este hombre, tú espíritu inmundo.
9 Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? y él respondió, diciendo: Me llamó Legión; porque somos muchos.
10 Y le rogaba mucho que nos enviase fuera de aquella provincia.
11 Ahora estaba allí cerca de los montes una grande manada de puercos paciendo.
12 Y todos los demonios le rogaban, diciendo: Envíanos a los puercos, para que entremos en ellos.
13 Y luego les permitió Jesús. Y los espíritus inmundos salieron, y entraron en los puercos; y la manada se precipitó violentamente por un despeñadero en la mar, (habían alrededor de dos mil;) y se ahogaron en la mar.
14 Y los que apacentaban los puercos huyeron, y lo contaron en la ciudad; y en los campos. Y salieron para ver lo que fue hecho.
15 Y vienen a Jesús, y ven al que era poseída del demonio, y tenía la legión, sentado, y vestido, y en su juicio cabal; y tuvieron temor.
16 Y los que lo vieron, contaron a ellos como había acontecido al que fue poseído del demonio, y también acerca de los puercos.
17 Y comenzaron a rogarle que se fuese de sus costas.
18 Y cuando él fue entrado en la nave, el que había poseído del demonio le rogaba que le dejase estar con él.
19 Pero Jesús no le permitió, sino le dijo: Vete a casa y a tus amigos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho por ti, y cómo ha tenido compasión de ti.
20 Y él se partió, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho por él; y todos hombres se maravillaban.
21 Y cuando Jesús pasó otra vez en una nave al otro lado, mucha gente se allegó a él; y él estaba cerca a la mar.
22 Y, he aquí, viene uno de los líderes de la sinagoga, llamado Jairo, y cuando le vio, se postró a sus pies,
23 Y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está al punto de la muerte; Te ruego, ven y pon las manos sobre ellas, para que ella podría ser sano, y vivirá.
24 Y Jesús fue con él; y mucha gente le siguió, y le apretaban
25 Y una mujer, que tenía flujo de sangre por doce años,
26 Y había sufrido muchas cosas de muchos médicos, había gastado todo lo que tenía, y nada mejorada, antes crecía peor,
27 Cuando había oído de Jesús, vino por detrás entre la muchedumbre, y tocó su manto.
28 Porque decía: Si sólo puedo tocar sus vestidos, seré sana.
29 E inmediatamente la fuente de su sangre se secó, y sintió en su cuerpo que estaba sana de aquella plaga.
30 Y Jesús, inmediatamente conociendo en sí mismo que virtud le había salido de él, se volvió en la muchedumbre, y dijo: ¿Quién tocó mis vestidos?
31 Y sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices tú: ¿Quién me tocó?
32 Y él miró alrededor para ver a la que había hecho esta cosa.
33 Pero la mujer temiendo y temblando, sabiendo lo que fue hecho en sí, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad.
34 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho sana, vete en paz, y sé sana de tu plaga.
35 Y mientras que él aún habló, vino de la casa de la sinagoga del líder que dijo: Tu hija es muerta; ¿para qué fatigas más al Maestro?
36 Tan pronto que Jesús oyó la palabra que se decía, dijo al líder de la sinagoga, No temas, sólo cree.
37 Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, y Jacobo, y Juan el hermano de Jacobo.
38 Y viene a la casa del líder de la sinagoga, y vio el alboroto, y los que lloraban y lamentaron mucho.
39 Y cuando entró, les dice: ¿Por qué os alborotáis, y lloráis? La muchacha no está muerta, sino duerme.
40 Y hacían burla de él. Pero cuando él los había echado fuera todos, toma al padre y a la madre de la joven, y los que estaban con él, y entran donde la muchacha yacía.
41 Y tomó la mano de la muchacha, y dijo a ella: Talitha cumi; que es: Doncella, a ti te digo, levántate.
42 E inmediatamente la muchacha se levantó, y andaba; porque era de la edad de doce años. Y se espantaron de grande espanto.
43 Y él les encargó estrechamente que nadie lo supiese; y mandó que diesen a ella de comer.
Capítulo 6
1 Y salió de allí, y vino a su propia tierra; y le siguieron sus discípulos.
2 Y cuando el día del sábado llegó, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos oyéndole, estaban atónitos, diciendo: ¿De dónde tiene éste hombre estas cosas? y ¿Qué sabiduría es está que le es dada, que aun tales milagros son hechos por sus manos?
3 ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Jacobo, y de Joses, y de Judas, y de Simón? y ¿no están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban en él.
4 Pero Jesús les decía: Un profeta no es sin honra, sino en su propia tierra, y entre sus propios parientes, y en su propia casa.
5 Y no pudo hacer allí ningún milagro grande, sino que puso sus manos sobre unos pocos enfermos, les sanó.
6 Y se maravillaba por causa de la incredulidad de ellos. Y rodeaba las aldeas de al derredor, enseñando.
7 Y él llamó a sí los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio poder sobre los espíritus inmundos.
8 Y les mandó que no llevasen nada para su camino, sino solamente un bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en su bolsa;
9 Sino que sean calzados con sandalias; y no vistiesen dos túnicas.
10 Y les decía; Dondequiera que entréis en una casa, quedad allí hasta que salgáis de aquel lugar.
11 Y todos aquellos que no os recibieren, ni os oyeren, cuando salís de allí, sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, en testimonio contra ellos. De cierto os dio que será más tolerable para Sodoma y Gomorra en el día del juicio, que de aquella ciudad.
12 Y salieron, y predicaron que hombres debiesen arrepentirse.
13 Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos que habían enfermo, y los sanaban.
14 Y el rey Herodes oyó de él; (porque su nombre estaba divulgada:) y él dijo: Que Juan el Bautista se resucitó de los muertos, y por tanto los grandes milagros se manifiestan en él.
15 Otros decían: Aquél es Elías. Y otros decían, Aquél es un profeta, o como uno de los profetas.
16 Mas cuando lo oyó Herodes, dijo: Es Juan, el cual yo degollé; él se resucitó de los muertos.
17 Porque Herodes había enviado y prendido a Juan, y le puso atado en prisión por causa de Herodías, esposa de Felipe su hermano; porque él había casado con ella.
18 Porque Juan había dicho a Herodes; No te es lícito tener la esposa de tu hermano.
19 Por lo cual Herodías le tenía rencor; y deseaba atarle; pero no podía;
20 Porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y se le acercó para observarle; y cuando le oyó, hacía muchas cosas, y le oía de buena gana.
21 Y cuando vino un día conveniente, en que Herodes en su fiesta del día de su nacimiento, hacía cena a sus magistrados, y sus capitanes altos, y los principales de estado de Galilea;
22 Y cuando la hija de la misma Herodías entró y danzó, y agradó a Herodes, y a los que estaban sentados con él, el rey dijo a la doncellas; Pídeme los que quisieres, y yo te lo daré.
23 Y le juró; Todo lo que me pidieres, lo te daré, hasta la mitad de mi reino.
24 Y ella salió, y dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella dijo: La cabeza de Juan el Bautista.
25 Y ella entró inmediatamente con prisa al rey, y pidió: diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
26 Y el rey se entristeció mucho; pero a causa del juramento, y de los que estaban sentados con él, no quiso rechazarla.
27 E inmediatamente el rey envió a un verdugo, y mandó que fuese traída su cabeza; y él fue y le degolló en la cárcel,
28 Y trajo su cabeza en un plato, y la dio a la doncella; y la doncella la dio a su madre.
29 Y cuando sus discípulos lo oyó, vinieron y tomaron su cuerpo, y los pusieron en un sepulcro.
30 Y los apóstoles se juntaron a Jesús, y le contaron todas las cosas, ambos lo que habían hecho, y lo que habían enseñado.
31 Y él les dijo: Venid vosotros mismos aparte a un lugar desierto, y reposad por un tiempo; porque eran muchos los que iban y venían, y ni aún tiempo para comer.
32 Y se fueron en privado a un lugar desierto en una nave.
33 Y la gente los vio partir, y mucho le conocieron; y corrieron allá a pie de todas las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a él.
34 Y Jesús, cuando salió, vio gran multitud, y fue movido de compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.
35 Y cuando el día ya fue muy tarde, sus discípulos llegaron a él, diciendo: El lugar es desierto, y el día es ya muy avanzada;
36 Envíalos, para que vayan a campos alrededor, y a las aldeas, y compren para sí pan; porque no tienen que comer.
37 Y respondió y dijo a ellos: Dadles de comer vosotros. Y le dijeron: ¿Iremos a comprar doscientos centavos de pan, y les daremos de comer?
38 El les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y cuando lo supieron, dicen: Cinco, y dos peces.
39 Y les mandó que hiciesen sentar a todos por compañías sobre la hierba verde.
40 Y se sentaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta.
41 Y cuando él ha tomado los cinco panes y los dos peces, miró al cielo, y bendijo, y rompió los panes, y dio a sus discípulos para que les pusiesen delante de ellos; y los dos peces dividió entre todos ellos.
42 Y todos comieron, y fueron saciados.
43 Y alzaron de los pedazos doce canastas llenas, y de los peces.
44 Y los que comieron de los panes eran como cinco mil hombres.
45 Y luego constriñó a sus discípulos a subir en la nave, e ir delante de él a la otra parte a Bethsaida, mientras que él despedía la gente.
46 Y cuando él había despedido, se partió a un monte para orar.
47 Y cuando la tarde vino, la nave estaba en medio de la mar, y él sólo en la tierra.
48 Y cuando les vio fatigando en remanar; porque el viento les era contrario; y cerca de la cuarta vela de la noche vino a ellos, andando sobre la mar, y quería pasarlos a un lado.
49 Pero cuando ellos le vieron andar sobre la mar, pensaron que era fantasma, y dieron voces;
50 Porque todos le veían, y se turbaron. E inmediatamente habló con ellos, y les dice: Tened buen ánimo, yo soy, no temáis.
51 Y subió a ellos en la nave, y el viento cesó; y estaban entre sí mismo muy atónitos en gran manera, y se maravillaban.
52 Porque no consideraron el milagro de los panes; porque sus corazones estaban endurecidos.
53 Y cuando habían pasado al otro lado, vinieron a la tierra de Genezaret, y tomaron anclaje.
54 Y cuando salieron de la nave, inmediatamente le conocieron,
55 Y corriendo por toda aquella región de alrededor, y comenzaron a traer en lechos a los que estaban enfermos, a donde oían que estaba.
56 Y donde quiera que entraba, en aldeas, o ciudades, o campos, ponían en las calles los que estaban enfermos, y le rogaban que le tocasen siquiera el borde de su vestido; y todos los que le tocaban quedaban sanos.
Capítulo 7
1 Entonces se juntaron a él los Fariseos, y ciertos de los escribas, que habían venido de Jerusalen.
2 Y cuando vieron a algunos de sus discípulos comer pan con manos inmundas, es a saber, con manos no lavadas, los condenaban.
3 Porque los Fariseos, y todos los Judíos, sino que se lavan sus manos muchos, no comen, teniendo la tradición de los ancianos.
4 Y cuando habían venido del mercado, sino que se lavan, no comen. Y muchas otras cosas hay, en que ellos han recibido para guardar, como el lavar de las copas, y de los jarros, y de los vasos de latón, y de las mesas.
5 Entonces le preguntaron los Fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con mano no lavadas?
6 Él respondió y les dijo: Bien Isaías profetizó de vosotros hipócritas, como está escrito: Ese pueblo con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí.
7 Mas en vano me adoran, enseñando por doctrinas, los mandamientos de hombres.
8 Porque dejando el mandamiento de Dios, os tenéis la tradición de los hombres, como el lavar de los jarros y de las copas; y hacéis muchas otras cosas semejantes a estas.
9 Y les dijo también: Bien rechazáis el mandamiento de Dios, para podías guardar vuestra propia tradición.
10 Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu mdre, y: El que maldijera al padre o a la madre, deje que muera la muerte.
11 Pero vosotros decís: Si el hombre dijere a su padre o a su madre: Es Corbán, es a decir, un don, cualquiera cosa que puedes ser aprovechado por mí; él será libre.
12 Y vosotros no le dejáis hacer más por su padre o por su madre;
13 Invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición, que entregasteis, y muchas tales cosas semejantes hacéis.
14 Y cuando él había llamado al pueblo a sí, les dijo: Oídme todos de vosotros, y entended.
15 No hay nada fuera del hombre, que entrando en él, le pueda contaminar; sino las cosas que salen de él, aquellas son los que contaminan al hombre.
16 Si alguno tiene oídos par oír, oiga.
17 Y cuando entró en casa apartando de la gente, sus discípulos le preguntaban acerca de la parábola.
18 Y les dice: ¿También sois vosotros así sin entendimiento? ¿NO entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, aquello no le puede contaminar?
19 Porque no entra en su corazón, sino en el vientre; y sale a la letrina, purgando todas las viandas?
20 Y él dijo: Lo que sale del hombre, aquello contamina al hombre.
21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, adulterios, fornicaciones, homicidios,
22 Hurtos, avaricias, maldades, engaño, lascivia, ojo maligno, blasfemia, soberbia, insensatez;
23 Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.
24 Y se levantó de allí, y se fue a los términos de Tiro y de Sidón, y entró en una casa, y no quiso que nadie lo supiese; pero no pudo ser escondido.
25 Porque una cierta mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, le oyó, y vino y se postró a sus pies.
26 Y la mujer era Griega, Sirofenisa de nación; y ella le rogaba que echase fuera de su hija al demonio.
27 Pero Jesús dijo a ella: Deja primero hartarse los hijos; porque no es bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perros.
28 Y respondió ella, y le dijo: Sí, Señor; pero los perros debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos.
29 Entonces le dijo: Por este dicho, ve; el demonio ha salido de tu hija.
30 Y cuando ella llegó a su casa, halló que el demonio había salido, y a su hija echada sobre la cama.
31 Y otra vez, saliendo de las costas de Tiro y de Sidón, él vino a la mar de Galilea, por en medio de las costas de Decápolis.
32 Y le traen uno que era sordo, y tartamudo; y le ruegan que le ponga la mano encima de él.
33 Y le tomo aparte de la multitud, y metió sus dedos en sus orejas, y escupió, y tocó su lengua;
34 Y mirando hacia el cielo, gimió, y le dice: Efata; que es, Se abierto.
35 Y inmediatamente sus oídos fueron abiertos, y fue desatada la ligadura de su lengua, y él habló claramente.
36 Y les mandó que no lo contasen a nadie; pero lo más que les mandaba, tanto más y más lo publicaron sobreabundantemente.
37 Y estaban sobremanera atónitos, diciendo: Él ha hecho todo bien; hace a los sordos oir, y a los mudos hablar.
Capítulo 8
1 En aquellos días, la multitud siendo muy grande, y no teniendo algo que comer, Jesús llamó a sus discípulos a sí, y les dice:
2 Tengo compasión de la multitud, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen que comer:
3 Y si los envío en ayunas a sus propias casas, desmayarán en el camino; porque algunos de ellos han venido de lejos.
4 Y sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá hombre hartar a estos hombres de pan aquí en el desierto?
5 Y les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? y ellos dijeron: Siete.
6 Y él mandó a la gente que se sentasen sobre la tierra; y tomó los siete panes, y dio gracias, y los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y los pusieron delante de la gente.
7 Y tenían también unos pocos pececillos; y él los bendijo, y mandó que también pusiesen delante de ellos.
8 Así comieron, y se hartaron; y levantaron de los pedazos de carne que sobraron siete canastas.
9 Y los que comieron fueron como cuatro mil; y los despidió.
10 Y luego entró en una nave con sus discípulos, y vino a las partes de Dalmanuta.
11 Y vinieron los Fariseos, y comenzaron a interrogarle, buscándole señal del cielo, tentándole.
12 Y él gimió profundamente en su espíritu, y dice: ¿Por qué pide señal esta generación? De cierto os digo, Ninguna señal será dado a esta generación.
13 Y les dejó, y entrando en una nave otra vez se fue al otro lado.
14 Ahora los discípulos habían olvidado de tomar pan, ni tenían en la nave con ellos más que un pan.
15 Y les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los Fariseos, y de la levadura de Herodes.
16 Y razonaban entre sí, diciendo: Es porque no tenemos pan.
17 Y cuando Jesús lo sabía, les dice: ¿Por qué razonáis, porque no tenéis pan? ¿No percibiréis, ni entendéis? ¿tenéis endurecido vuestro corazón?
18 ¿Teniendo ojos no veis? y ¿teniendo oídos no oís? ¿Y no os acordáis?
19 Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántos canastas llenas de los pedazos alzasteis? Le dicen: Doce.
20 Y cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántos canastas llenas de pedazos alzasteis? y ellos dijeron: Siete.
21 Y les dijo: ¿Cómo es que no entendéis?
22 Y vino a Betsaida; y le traen un hombre ciego, y le ruegan que le tocase.
23 Y él tomó al hombre ciego de la mano, y le sacó fuera de la aldea; y cuando él había escupido en sus ojos, y puso sus manos encima, le preguntó si veía algo.
24 Y él miró arriba, y dijo: Veo los hombres como árboles, que andan.
25 Luego le puso otra vez sus manos sobre sus ojos, y le hizo que mirase arriba; y fue restituido, y veía claramente a todo hombre.
26 Y le envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.
27 Y Jesús salió, y sus discípulos, por las aldeas de Cesarea de Filipo; y en el camino él preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que yo soy?
28 Y ellos respondieron: Juan el Bautista; pero algunos dicen: Elías, y otros: Uno de los profetas.
29 Y él les dice: Pero vosotros, ¿quién decís que soy yo? Y Pedro respondió y le dice: Tú eres el Cristo.
30 Y les mandó que no debiesen decir esto de él a ninguno.
31 Y él comenzó a enseñarles, que el Hijo del hombre debiese padecer muchas cosas, y ser rechazado de los ancianos, y de los sacerdotes principales, y de los escribas, y ser matado, y resucitar después de tres días.
32 Y habló aquel dicho claramente. Y Pedro le tomó, y le comenzó a reprender.
33 Pero cuando él había dado vuelta y mirado a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: Ponte detrás de mí, Satanás; porque no sabes las cosas que son de Dios, sino las cosas que son de los hombres.
34 Y cuando él había llamado a la gente a sí con sus discípulos, les dijo: Cualquiera que quisiere venir en pos de mí, que niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
35 Porque cualquiera que quisiere salvar su vida, la perderá; y cualquiera que perdiere su vida por causa de mí y del evangelio, éste mismo la salvará.
36 Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su propia alma?
37 ¿O qué dará al hombre en cambio por su alma?
38 Cualquiera, entonces, que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecaminosa; de él también se avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga él en la gloria de su Padre con los santos ángeles.
Capítulo 9
1 Y él les dijo: De cierto os digo, Que hay algunos de los que están de pie aquí, que no gustarán de la muerte, hasta que hayan visto el reino de Dios venir con poder.
2 Y después de seis días Jesús tomó contigo a Pedro, y a Jacobo, y a Juan, y les guió arriba aparte solos a un monte alto; y fue transfigurado delante de ellos.
3 Y sus vestidos se hicieron resplandecientes, muy blanco como la nieve; tanto que ningún lavador en la tierra los puede blanquear.
4 Y les apareció Elías con Moisés; y hablaban con Jesús.
5 Y Pedro respondió y dijo a Jesús, Maestro, es bueno que estemos aquí; y hagamos tres tabernáculos; uno para ti, y una para Moisés, y una para Elías.
6 Porque no sabía lo que decir; porque tenían mucho miedo.
7 Y vino una nube que los asombró; y una voz salió de la nube, diciendo: Este es mi Hijo amado; a él oíd.
8 Y de repente, cuando habían mirado al derredor, no vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo.
9 Y mientras que bajaron del monte, les mandó que no contasen a nadie las cosas que habían visto, hasta que el Hijo del hombre hubiese resucitado de los muertos.
10 Y ellos retuvieron este dicho en sí mismos, preguntando el uno con el otro lo que querría decir el resucitar de los muertos.
11 Y le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen los escribas que es menester que Elías venga primero?
12 Y él respondió y les dijo: Elías a la verdad viene primero, y restituye todas las cosas; y como está escrito del Hijo del hombre, que él debe padecer muchas cosas, y sea puesto en nada.
13 Pero os digo, que Elías de verdad es venido, y le hicieron todo lo que quisieron, como está escrito de él.
14 Y cuando vino a sus discípulos, vio una grande multitud al derredor de ellos, y los escribas que disputaban con ellos.
15 E inmediatamente toda la gente, cuando le veía, se espantó, y corriendo a él, le saludaron.
16 Y preguntó a los escribas: ¿Qué preguntáis vosotros con ellos?
17 Y uno de la multitud respondió y dijo: Maestro, he traído mi hijo a ti, que tiene un espíritu mudo;
18 Y dondequiera que le lleva, le despedaza; y él echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y hablé a tus discípulos que le echasen fuera; y no pudieron.
19 Le respondió, y dice: ¡Oh generación incrédula! ¿hasta cuándo estaré con vosotros? ¿hasta cuándo os tengo de sufrir? Traédmelo a mí.
20 Y ellos le trajeron a él; y cuando le vio, inmediatamente el espíritu le despedazaba; y él se cayó en la tierra, y echando espumarajos.
21 Y preguntó a su padre: ¿Cuánto tiempo hace que le aconteció esto? Y él dijo: Desde niño.
22 Y muchas veces le echa en el fuego, y en aguas, para destruirle; pero si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros, y ayúdanos.
23 Jesús le dijo: Si puedes creer, todas las cosas son posibles al que cree.
24 E inmediatamente el padre del muchacho clamó, y dijo con lágrimas; Señor, yo creo; ayuda mi incredulidad.
25 Cuando Jesús vio que la gente se corrían juntos, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Tú espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él.
26 Y el espíritu clamó, y le despedazándole mucho, y salió de él; y él quedó como muerto; de manera que muchos decían; Está muerto.
27 Pero Jesús le tomó de la mano, y le enderezó; y se levantó.
28 Y cuando él se entró en casa, sus discípulos le preguntaron en privado; ¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera?
29 Y les dijo: Este género no puede salir por nada, sino por oración y ayuno.
30 Y ellos salieron de allí, y pasaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiese.
31 Porque enseñaba a sus discípulos, y les decía: El Hijo del hombre es entregado en manos de hombres, y le matarán; y después que está matado, resucitará al tercer día.
32 Pero no entendieron este dicho, y tuvieron miedo de preguntarle.
33 Y vino a Capernaum; y siendo en casa les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino?
34 Pero ellos guardaban su paz; porque en el camino habían disputado entre sí, de quién había de ser el mayor.
35 Y él se sentó, y llamó a los doce, y les dice: Sí algún hombre quiere ser el primero, el mismo será el postrero de todos, y un siervo de todos.
36 Y él tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y cuando le había tomado en sus brazos, les dijo:
37 Cualquiera que recibiere en mi nombre uno de los tales niños, a mí recibe; y cualquiera que recibe a mí, no recibe a mí, sino al que me envió.
38 Y le respondió Juan, diciendo: Maestro, vimos a uno echando fuera a los demonios en tu nombre, y el cual no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos sigue.
39 Pero Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ningún hombre hay que hará milagro en mi nombre; que ligeramente pueda decir mal de mí.
40 Porque el que no es contra nosotros, es por nosotros.
41 Porque cualquiera que os diere una copa de agua en mi nombre, porque pertenecéis a Cristo, de cierto os digo, que él no perderá su galardón.
42 Y cualquiera que ofendiere a uno de estos pequeñitos que creen en mí, le es mejor que una piedra de molino fuera puesto a su cuello, y que él fuese echado en la mar.
43 Y si tu mano te ofende, córtala; te es mejor entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que nunca se apagará;
44 Donde su gusano no muere, y el fuego nunca se apaga.
45 Y si tu pie te ofende, córtalo; te es mejor entrar en la vida cojo, que teniendo dos pies para ser echados en el infierno, al fuego que nunca se apagará;
46 Donde su gusano no muere, y el fuego nunca se apaga.
47 Y si tu ojo te ofende, sácalo; te es mejor entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al fuego del infierno;
48 Donde su gusano no muere, y el fuego nunca se apaga.
49 Porque cada uno será salado con fuego, y todo sacrificio será salado con sal.
50 Sal es buena; pero si la sal había perdido su saber, ¿con qué la sazonaréis? Tened en vosotros mismos sal; y tened paz los unos con los otros.
Capítulo 10
1 Y él se levantó de allí, y viene a las costas de Judea por la parte más allá de Jordán; y otra vez el pueblo se juntó a él; y, como él querría, les enseñó otra vez.
2 Y los Fariseos vinieron a él, y le preguntaron: ¿Es lícito al marido repudiar a su esposa? tentándole.
3 Y él respondió y les dijo: ¿Qué os mandó Moisés?
4 Y ellos dijeron: Moisés permitió escribir una carta de divorcio, y repudiarla.
5 Y Jesús respondió y les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este precepto.
6 Pero desde el principio de la creación Dios los hizo hombre y mujer.
7 Por esta causa dejará el hombre a su padre y a su madre, y se juntará a su esposa;
8 Y los dos serán una sola carne; así que no son más dos; sino una carne.
9 Por tanto, lo que Dios ha juntado, no lo separe el hombre.
10 Y en casa sus discípulos le preguntaron de nuevo de este mismo asunto.
11 Y les dice: Cualquiera que repudiare a su esposa, y se casare con otra, comete adulterio contra ella.
12 Y si la mujer repudiare a su marido, y se casare con otro, ella comete adulterio.
13 Y le traían niños muy jóvenes, para que los tocase; y sus discípulos reprendían a los que los traían.
14 Pero cuando Jesús lo vio, se indignó, y les dijo: Dejad los niños venir a mí, y no se los prohibáis; porque de los tales es el reino de Dios.
15 De cierto os digo; Cualquiera que no recibiere el reino de Dios como un niño pequeño, no entrará en él.
16 Y él los tomó en sus brazos, puso sus manos sobre ellos, y los bendijo.
17 Y cuando él salió al camino, vino uno corriendo, y se arrodilló delante de él, y le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para que yo pueda heredar la vida eterna?
18 Y Jesús le dijo: ¿Porque me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino uno, que es, Dios.
19 Sabes los mandamientos: No adulteres, No mates, No hurtes, No digas falso testimonio, No defraudes, Honra a tu padre y a tu madre.
20 Y él respondió y le dijo: Maestro, todos estos he guardado desde mi juventud.
21 Entonces Jesús mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta; ve por tu camino, vende todo lo que tienes, y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, toma tu cruz, y sígueme.
22 Y él se entristeció por este dicho, y se fue triste; porque él tenía muchas posesiones.
23 Y Jesús miró alrededor, y dice a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
24 Y los discípulos fueron atónitos a sus palabras. Mas Jesús respondió otra vez, y les dice: ¡Niños, cuán difícil es para los que confían en las riquezas entrar en el reino de Dios.
25 Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que el hombre rico entrar en el reino de Dios.
26 Y estaban sobre manera atónitos, diciendo entre sí: ¿Quién, entonces, puede ser salvo?
27 Y Jesús mirándolos, dice: Con los hombres es imposible, pero con Dios, no; porque con Dios todas cosas son posibles.
28 Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros hemos dejado todo, y te hemos seguido.
29 Y Jesús respondió y dijo: De cierto os digo, No hay ningún hombre que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o esposa, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio,
30 Pero él recibirá cien tantos ahora en este tiempo, casas, y hermanos, y hermanas, y madres, y niños, y tierras, con persecuciones; y en el mundo venidero la vida eterna.
31 Pero muchos que son primeros serán postreros; y los postreros primeros.
32 Y estaban en el camino subiendo a Jerusalem; y Jesús iba delante de ellos; y se espantaron; y como siguieron, tuvieron miedo. Y él tomó otra vez a los doce, y comenzó a decirles las cosas que habían de acontecer a él,
33 Diciendo: He aquí, subimos a Jerusalem; y el Hijo del hombre será entregado a los principales sacerdotes, y a los escribas; y le condenarán a muerte, y le entregarán a los Gentiles;
34 Y le escarnecerán, y le azotarán, y escupirán en él, y le matarán; y el tercer día él resucitará.
35 Y Jacobo y Juan, los hijos de Zebedeo, se llegan a él, diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos.
36 Y él les dijo: ¿Qué queréis que yo os haga?
37 Y ellos le dijeron: Danos que nos sentemos el uno a tu diestra y el otro a tu siniestra, en tu gloria.
38 Pero Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís; ¿Podéis beber la copa que yo bebo? ¿y ser bautizado con el bautismo en que yo soy bautizado?
39 Y ellos le dijeron: Podemos. Y Jesús les dijo: A la verdad beberéis de la copa que yo bebo, y seréis bautizados con el bautismo de que yo soy bautizado;
40 Pero a sentar a mi diestra y a mi siniestra, no es mío para dar; sino será dado a aquellos para quienes está preparado.
41 Y cuando lo oyeron los diez, comenzaron a indignarse contra Jacobo y contra Juan.
42 Pero Jesús les llamó a sí, y les dice: Sabéis que los que son contados para enseñorear sobre los Gentiles ejercen señorío sobre ellos; y sus grandes ejercen autoridad sobre ellos.
43 Pero no será así entre vosotros; antes cualquiera que será grande entre vosotros, será vuestro ministro.
44 Y cualquiera de vosotros que será el principal, será siervo de todos.
45 Porque aun el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para ministrar, y dar su vida en rescate por muchos.
46 Y vinieron a Jericó; y mientras que salió de Jericó con sus discípulos y un gran multitud de gente, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando.
47 Y cuando él oyó que era Jesús de Nazaret, comenzó a dar voces y decir: Jesús, tu Hijo de David, ten misericordia de mí.
48 Y muchos le reprendían para que callase; pero él gritó aun mas, Tu Hijo de David, ten misericordia de mí.
49 Y Jesús se paró, y mandó que fuese llamado. Y llaman al ciego, diciéndole: Sed de buen ánimo; levántate; él te llama.
50 Y él, echando a un lado su capa, se levantó, y vino a Jesús.
51 Y Jesús respondió y le dijo: ¿Qué quieres que yo te haga? El hombre ciego le dijo: Señor, que puedo recibir mi vista.
52 Y Jesús le dijo: Ve por tu camino, tu fe te ha hecho sano. E inmediatamente recibió su vista, y seguía a Jesús en el camino.
Capítulo 11
1 Y cuando llegaron cerca de Jerusalem, a Betfagé y a Betania, al monte de las Olivas, él envía dos de sus discípulos,
2 Y les dice: Id a la aldea que está delante de vosotros; y tan pronto que entréis en ella, hallaréis un pollino atado, sobre el cual ningún hombre se ha sentado; desatadle, y traedle.
3 Y si algún hombre os dijere: ¿Por qué hacéis esto? Decid que el Señor lo tienen necesidad de él, e inmediatamente lo enviará acá.
4 Y fueron en su camino, y hallaron el pollino atado cerca de la puerta fuera del lugar donde dos caminos se juntan; y lo desataron.
5 Y ciertos de los que estaban de pie allí les dijeron: ¿Qué hacéis, desatando el pollino?
6 Y les dijeron aun como Jesús había mandado; y los dejaron ir.
7 Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él sus vestidos; y él se sentó sobre él.
8 Y muchos tendían sus vestidos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino.
9 Y los que iban delante, y los que seguían detrás, daban voces, diciendo: Hosanna; Bendito es el que viene en el nombre del Señor;
10 Bendito sea el reino de nuestro padre David, que viene en el nombre del Señor: Hosanna en las alturas.
11 Y Jesús entró en Jerusalem, y en el templo; y cuando él había mirado alrededor todas las cosas, y ya había llegado el anochecer, salió a Betania con los doce.
12 Y el día siguiente, cuando ellos habían salido de Betania, él tuvo hambre;
13 Y viendo de lejos una higuera teniendo hojas, vino, si quizá hallaría en ella algo; y cuando se acercó a ella, nada halló sino hoja; porque aún no era tiempo de higos.
14 Y Jesús respondió y dijo a ella: Nunca más nadie coma de ti fruto para siempre. Y sus discípulos lo oyeron.
15 Y vienen a Jerusalem; y Jesús entró en el templo, y comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y trastornó las mesas de los cambiadores de dinero; y las sillas de los que vendían palomas;
16 Y no consentía que algún hombre llevase vaso alguno por el templo.
17 Y enseñaba, diciéndoles: ¿No está escrito: Mi casa será llamada de todas las naciones una casa de oración? Pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
18 Y los escribas y los sacerdotes principales lo oyeron, y procuraban como le podían destruir; porque le tenían miedo; porque todo el pueblo estaba atónita de su doctrina.
19 Y cuando llegó la noche; él salió de la ciudad.
20 Y en la mañana, mientras que pasaron, vieron que la higuera se había secado desde las raíces.
21 Y Pedro acordándose, le dice: Maestro, he aquí, la higuera que maldijiste se marchitó.
22 Y Jesús respondiendo les dice: Tened fe en Dios.
23 Porque de cierto os digo, que cualquiera que dijere a este monte: Sea removido, y sea echado en la mar; y no dudare en su corazón, sino creyere que aquellas cosas sucederán; él tendrá todo lo que dice.
24 Por tanto os digo: Todas cosas que deseas, cuando ores, creed que los recibiréis, y los tendréis.
25 Y cuando estuviereis de pie orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno; para que vuestro Padre que está en el cielo puede perdonaros a vuestras ofensas.
26 Pero si vosotros no perdonaréis, tampoco vuestro Padre que está en el cielo os perdonará vuestras ofensas.
27 Y vienen otra vez a Jerusalem; y mientras que estaban andando en el templo, vienen a él los sacerdotes principales, y los escribas, y los ancianos;
28 Y le dicen: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? y ¿quién te dio esta autoridad para hacer estas cosas?
29 Y Jesús respondió y les dijo: Yo os preguntaré también una pregunta, y respondedme, y yo os diré con que autoridad hago estas cosas.
30 El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres? Respondedme.
31 Y ellos razonaban dentro de sí, diciendo: Si dijéremos: Del cielo; él dirá: ¿Por qué, entonces, no le creísteis?
32 Pero si dijéremos: De los hombres; temían al pueblo, porque todos los hombres tenían a Juan, que era verdaderamente un profeta.
33 Y respondieron y dijeron a Jesús: No sabemos. Y Jesús respondiendo les dice: Tampoco yo os digo con que autoridad hago estas cosas.
Capítulo 12
1 Y él comenzó a hablarles por parábolas: Un cierto hombre plantó una viña, y puso un vallado de zarza alrededor de ella, y cavó un lugar para el lagar, y edificó una torre, y la arrendó a labradores, y se fue a una tierra lejana.
2 Y al sazón conveniente envió un siervo a los labradores, para que él podría recibir de los labradores del fruto de la viña.
3 Y le tomaron, y le golpearon, y le enviaron vacío.
4 Y otra vez envió a ellos otro siervo; y a él le apedrearon, y le hirieron en la cabeza, y le enviaron afrentado.
5 Y otra vez él envió otro; y le mataron, y a muchos otros; golpeando algunos, y matando a otros.
6 Teniendo, pues, aún un hijo, su muy amado, le envió también a ellos el postrero, diciendo: Tendrán en reverencia a mi hijo.
7 Pero aquellos labradores dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle; y la heredad será nuestra.
8 Y le tomaron, y le mataron, y le echaron fuera de la viña.
9 ¿Qué, pues, hará el señor de la viña? Vendrá y destruirá a los labradores, y dará su viña a otros.
10 Y ¿No habéis leído esta escritura: La piedra que rechazaron los edificadores ha llegado ser la cabeza del ángulo:
11 Esto fue hecho por el Señor, y es maravillosa en nuestros ojos?
12 Y procuraban prenderle, pero temían al pueblo; porque sabían que él había dicho la parábola contra ellos; y le dejaron, y se fueron a su camino.
13 Y envían a él ciertos de los Fariseos y de los Herodianos, para enredarle en sus palabras.
14 Y cuando se llegaron, le dicen: Maestro, sabemos que eres verdadero, y no te cuidas de nadie; porque no miras a la apariencia de hombres, antes enseñas el camino de Dios en verdad: ¿Es lícito dar tributo a César, o no?
15 ¿Daremos, o no daremos? Pero él, conociendo su hipocresía, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme un centavo, para que lo vea.
16 Y ellos se lo trajeron. Y les dice: ¿Cúya es esta imagen y inscripción? Y ellos le dijeron: De César.
17 Y Jesús respondiendo les dijo: Dad a César las cosas que son de César, y a Dios las cosas que son de Dios. Y se maravillaron de él.
18 Entonces vinieron a él los Saduceos, que dicen que no hay resurrección; y le preguntaron, diciendo:
19 Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano de algún hombre muriese, y dejase su esposa, y no dejase hijos, que su hermano debe tomar su esposa, y levante simiente a su hermano.
20 Ahora habían siete hermanos; y el primero tomó esposa; y muriendo, no dejó simiente.
21 Y el segundo la tomó, y murió; tampoco dejó simiente; y el tercero asimismo.
22 Y los siete la tomaron, y no dejaron simiente; y por fin la mujer murió también.
23 En la resurrección, pues, cuando ellos resucitarán, ¿de cuál de ellos será esposa? Porque los siete la tuvieron por esposa.
24 Y Jesús respondiendo les dijo: ¿No erráis por eso, porque no sabéis las escrituras, ni el poder de Dios?
25 Porque cuando resucitarán de los muertos, no se casan, ni se dan en matrimonio; mas son como los ángeles que están en el cielo.
26 Y tocante a los muertos, que resucitan: ¿no habéis leído en el libro de Moisés, como Dios le habló en el zarzal, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob?
27 Él no es Dios de los muertos, sino de los vivos; por eso vosotros erráis mucho.
28 Y vino uno de los escribas, y habiéndoles oído diputando, y percibiendo que él les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?
29 Y Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Oh Israel, el Señor nuestro Dios es un Señor.
30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todo tu mente, y con todo tu fuerza; éste es el primer mandamiento.
31 Y el segundo es semejante a él, a saber esto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.
32 Y el escriba le dijo: Bien, Maestro, tú has dicho la verdad; porque hay un Dios; y no hay otro fuera de él;
33 Y que amarle de todo corazón, y de todo entendimiento, y de toda el alma, y de todas las fuerzas, y amar su prójimo como a sí mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios.
34 Y cuando Jesús vio que respondió sabiamente, le dijo: Tu no eres muy lejos del reino de Dios. Y ningún hombre le osaba preguntar alguna pregunta.
35 Y Jesús respondió y dijo, mientras que enseñó en el templo: ¿Cómo dicen los escribas que Cristo es el hijo de David?
36 Porque David mismo dijo por el Espíritu Santo: El Señor dijo a mi Señor, Asíentate a mí diestra, hasta que ponga tus enemigos por escabel de tus pies
37 David mismo, por eso, le llama Señor; y ¿de dónde pues es su hijo? Y el pueblo común le oía de buena gana.
38 Y les decía en su doctrina: Guardaos de los escribas, que quieren andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas,
39 Y las principales sillas en las sinagogas, y los aposentos más altos en las cenas;
40 Que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen oraciones largas; estos recibirán mayor condenación.
41 Y Jesús se asentó delante del arca de la ofrenda, y miró como el pueblo echó dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho.
42 Y vino cierta viuda pobre, y ella echó dos moneditas, que es un cuadrante.
43 Y él llamó a sí sus discípulos, y les dice: De cierto os digo, que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca.
44 Porque todos ellos echaron de su abundancia; pero ella de su pobreza echó todo lo que tenía, aún todo su sustento.
Capítulo 13
1 Y mientras que él salió del tempo, uno de sus discípulos le dice: Maestro, ¡mira que clase de piedras y que de edificios hay allí!
2 Y Jesús respondiendo, le dijo: ¿Ves estos edificios grandes? no quedará piedra sobre piedra, que no será derribada.
3 Y mientras que estaba sentado en el monte de las Olivas delante del templo, Pedro y Jacobo y Juan y Andrés le preguntaron en privado,
4 Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? y ¿qué señal habrá cuando todas estas cosas han de ser cumplidas?
5 Y Jesús respondiéndoles, comenzó a decir: Mirad que ningún hombre os engañe:
6 Porque vendrán muchos en mi nombre diciendo: Yo soy el Cristo; y engañarán a muchos.
7 Y cuando oyereis de guerras y de rumores de guerras, no os turbéis; porque tales cosas deben suceder; mas aún no será el fin.
8 Porque nación se levantará contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en diversos lugares, y habrá hambres y alborotos; estos son los principios de dolores.
9 Mas vosotros mirad por vosotros; porque os entregarán a los concilios; y en las sinagogas seréis golpeados; y seréis llevados delante de gobernadores y de reyes por causa de mí, por testimonio contra ellos.
10 Y es menester que el evangelio sea predicado primeramente entre todas la naciones.
11 Mas cuando os lleven, y os entreguen, no penséis de antemano lo que habéis de decir, ni premeditéis; mas lo que os será dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.
12 Y el hermano entregará al hermano a la muerte; y el padre al hijo; y los niños levantarán contra sus padres, y los harán morir.
13 Y seréis aborrecidos de todos hombres por mi nombre; pero el que perseverare hasta el fin, el mismo será salvo.
14 Mas cuando viereis la abominación de desolación, hablado por el profeta Daniel, estando de pie donde no debe, (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes;
15 Y el que esté sobre el terrado no descienda a la casa, ni entre en ella para tomar algo de su casa;
16 Y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa.
17 Mas ¡ay de las embarazadas, y a las que den de mamar en aquellos días!
18 Y orad vosotros que vuestra huida no acontezca en el invierno.
19 Porque durante aquellos días habrá aflicción, lo cual que nunca fue desde el principio de la creación que Dios creó, hasta este tiempo, ni habrá jamás.
20 Y si el Señor no hubiese acortado aquellos días, ninguna carne sería salva; mas por causa de los elegidos; a los cuales él ha escogido; ha acortado aquellos días.
21 Y entonces si algún hombre os dijere: He aquí, aquí está Cristo; o, he aquí, él está allí; no le creáis;
22 Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y darán señales y maravillas, para seducir, si fuere posible, aún a los elegidos.
23 Mas vosotros mirad; he aquí, os he predicho todo cosas.
24 Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su luz,
25 Y las estrellas del cielo caerán, y los poderes que están en el cielo serán conmovidas.
26 Y entonces verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes con gran poder y gloria.
27 Y entonces él enviará sus ángeles, y juntará sus elegidos de los cuatro vientos, desde la parte más lejana de la tierra hasta el cabo del cielo.
28 Ahora aprended la parábola de la higuera: Cuando su rama ya se hace tierna, y brota hojas, sabéis que el verano está cerca;
29 Así también vosotros, cuando viereis que suceden estas cosas, conoced que está cerca, aún a las puertas.
30 De cierto os digo, que esta generación no pasará, hasta que todas estas cosas acontezcan.
31 El cielo y la tierra pasarán; pero mis palabra no pasarán.
32 Pero de aquel día, y aquella hora ningún hombre sabe, no, ni los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.
33 Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuando el tiempo es.
34 Porque el Hijo del hombre es como un hombre que tomando un viaje largo, dejó su casa, y dio autoridad a sus siervos, y a cada hombre su carga, y mandó al portero que velase.
35 Velad pues; porque no sabéis cuando el señor de la casa vendrá; a la tarde, o a la media noche, o al canto del gallo, o a la mañana;
36 No sea que llegando de repente os halle durmiendo.
37 Y lo que os digo, yo os digo a todos, Velad.
Capítulo 14
1 Después de dos días era la fiesta de la pascua, y de los panes sin levadura; y los sacerdotes principales y los escribas buscaban como le podían prender por engaño, y le matarían.
2 Pero no decían: No en el día de la fiesta, para que no se haga alboroto en el pueblo.
3 Y estando él en Betania en casa de Simón el leproso, mientras que estaba sentado a la mesa, vino una mujer teniendo un vaso de alabastro de ungüento de nardo muy precioso; y quebró el vaso, y se lo derramó sobre su cabeza.
4 Y hubo algunos que indignaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de ungüento?
5 Porque lo podía ser vendido por más de trescientos centavos, y podía ser dado a los pobres. Y murmuraban contra ella.
6 Y Jesús dijo: Dejadle; ¿por qué la molestáis? Ella me ha hecho una buena obra.
7 Porque siempre tendréis los pobres con vosotros, y cuando quisiereis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tenéis.
8 Ella ha hecho lo que podía; ella ha venido antemano para ungir mi cuerpo para la sepultura.
9 De cierto os digo: De donde quiera que fuere predicado este evangelio en todo el mundo, también esto que ella ha hecho será dicho para memoria de ella.
10 Y Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales de los sacerdotes, para entregarle a ellos.
11 Y cuando ellos lo oyeron, se alegraron, y prometieron que le darían dinero. Y buscaba como pudiera entregarle oportunamente.
12 Y el primer día de los panes sin levadura, cuando sacrificaban la pascua, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos y preparamos para que tú comas la pascua?
13 Y envía dos de sus discípulos, y les dice: Id a la ciudad, y allí os encontrará un hombre que lleva un cántaro de agua, seguidle.
14 Y donde que entrare, decid al señor de la casa; El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento donde comeré la pascua con mis discípulos?
15 Y él os mostrará un gran aposento alto aparejado y aderezado; allí preparad para nosotros.
16 Y sus discípulos fueron, y vinieron a la ciudad, y hallaron como él les había dicho; y prepararon la pascua.
17 Y en la tarde el viene con los doce.
18 Y mientras que se sentaron a la mesa, Jesús dijo: De cierto os digo: Uno de vosotros que come conmigo, me entregará.
19 Y ellos comenzaron a entristecerse, y a decirle uno por uno: ¿Soy yo? y otro dijo: ¿Soy yo?
20 Y él respondió y les dijo: Es uno de los doce, que moja conmigo en el plato.
21 El Hijo del hombre al a verdad va, como está escrito de él; pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado! bueno fuera a aquel hombre si nunca hubiera nacido.
22 Y mientras que comieron, Jesús tomó pan, y lo partió, y les dio, y dijo: Tomad, comed; este es mi cuerpo.
23 Y tomó la copa, y cuando había dado gracias, la dio a ellos; y todos bebieron de ella.
24 Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo testamento, que por muchos es derramada.
25 De cierto os digo: No beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día que yo lo beberé nuevo en el reino de Dios.
26 Y cuando hubieron cantado un himno, se salieron al monte de las Olivas.
27 Y Jesús les dice: Todos seréis ofendidos en esta noche por causa de mí; porque escrito está; Heriré al pastor, y las ovejas serán esparcidas.
28 Más después que yo haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.
29 Pero Pedro le dijo: Aunque todos serán escandalizados, aun yo no seré.
30 Y Jesús le dice: De cierto te digo, Que este día, aun en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, me negarás tres veces.
31 Pero él decía con más vehemencia; Si muriera yo contigo, no te negaré en ninguna manera. También decían todos los mismo.
32 Y vinieron al lugar que se llama Getsemaní; y él dice a sus discípulos: Sentaos aquí, mientras que oro.
33 Y toma consigo a Pedro y a Jacobo y a Juan, y comenzó a atemorizarse y a angustiarse en gran manera.
34 Y les dice: Mi alma está muy triste hasta la muerte; esperad aquí, y velad.
35 Y fue un poco adelante, y se postró en tierra; y oró, que si fuese posible, pasase de él la hora.
36 Y dijo: Abba, Padre, todas las cosas son posible a ti; aparta de mí esta copa; sin embargo no lo que yo quiere, sino lo que tú quieres.
37 Y vino, y les halló durmiendo; y dice a Pedro: ¿Simón, duermes? ¿No pudiste velar una hora?
38 Velad y orad, para que no entréis en tentación. El espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
39 Y otra vez fue, y oró, y habló las mismas palabras.
40 Y cuando volvió, los halló otra vez dormidos, (porque sus ojos estaban cargados), ni sabían lo que responderle.
41 Y él vino la tercera vez, y les dice: Dormid ya, y tomad vuestro descanso; basta, la hora es venida; he aquí, el Hijo del hombre es entregado en manos de pecadores.
42 Levantaos, vamos: he aquí, él que me entrega está cerca.
43 E inmediatamente, aún mientras que él habló, vino Judas, uno de los doce, y con él una gran multitud con espadas y palos, de los sacerdotes principales y de los escribas y de los ancianos.
44 Y él que le entregaba les había dado una señal, diciendo: Al que yo besare, aquél es; prendedle, y llevadle seguramente.
45 Y tan pronto que él hubo venido, se acercó luego a él, y dice: Maestro, Maestro; y le besó.
46 Y echaron sus manos en él, y le prendieron.
47 Y uno de ellos que estaba de pie allí sacó su espada, y hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja.
48 Y respondió Jesús y les dijo: ¿Cómo a ladrón, habéis salido, con espadas y con palos para tomarme?
49 Cada día estaba yo con vosotros enseñando en el templo, y no me tomasteis; pero las escrituras deben ser cumplidas.
50 Y todos le desampararon, y huyeron.
51 Y le seguía un cierto joven, teniendo una sábana sobre su cuerpo desnudo; y los jóvenes le prendieron;
52 Y él dejó la sábana de lino, y se huyó de ellos desnudo.
53 Y llevaron a Jesús al sumo sacerdote; y con él fueron juntados todos los sacerdotes principales y los ancianos y los escribas.
54 Y Pedro le siguió de lejos, hasta dentro del palacio del sumo sacerdote; y se sentó con los siervos, y se calentó al fuego.
55 Y los sacerdotes principales y todo el concilio buscaban testimonio contra Jesús para entregarle a la muerte; y no halló nada.
56 Porque muchos dieron falso testimonio contra él, pero sus testimonios no concordaban.
57 Y levantó ciertos, y dieron falso testimonio contra él, diciendo:
58 Nosotros le hemos oído decir: Yo destruiré este templo que es hecho de mano, y en tres días edificaré otro hecho sin manos.
59 Pero tampoco se concertaban sus testimonios.
60 Y el sumo sacerdote entonces se levantó de pie en medio, y preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿qué es lo que estos atestiguan contra ti?
61 Pero él calló, y no respondió nada. Otra vez el sacerdote le preguntó, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
62 Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del hombre asentado a la diestra de poder, y viniendo en las nubes del cielo.
63 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestidos, y dice: ¿Qué necesidad tenemos de más testigos?
64 Vosotros habéis oído la blasfemia: ¿Qué os parece? Y todos ellos le condenaron a ser culpable de muerte.
65 Y algunos comenzaron a escupir en él, y a cubrir su rostro, y a darle bofetadas, y decirle: Profetiza; y los siervos le golpeaban con las palmas de sus manos.
66 Y como Pedro estaba abajo en el palacio, vino una de las criadas del sumo sacerdote;
67 Y cuando ella vio a Pedro calentándose, le miró, y dijo: Y tú también estabas con Jesús de Nazaret.
68 Pero él negó, diciendo: No conozco, ni entiendo lo que tú dice. Y él salió fuera a la entrada; y cantó el gallo.
69 Y la criada le vio otra vez, y comenzó a decir a los que estaban de pie allí: Este es uno de ellos.
70 Y otra vez él negó. Y un poco después, los que estaban de pie allí dijeron a Pedro: Ciertamente tú eres uno de ellos; porque eres Galileo, y tu manera de hablar concuerda a esto.
71 Pero él comenzó a maldecir y a jurar, diciendo: Yo no conozco a este hombre de que habláis.
72 Y la segunda vez cantó el gallo. Y Pedro se acordó de la palabra que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y cuando hubo pensado en esto, él lloró.
Capítulo 15
1 Y luego por la mañana los sacerdotes principales tomaron consejo con los ancianos y todo el concilio, y ataron a Jesús, y le llevaron fuera, y le entregaron a Pilato.
2 Y Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? Y él respondiendo, le dijo: Tú lo dices.
3 Y los sacerdotes principales le acusaban de muchas cosas; mas él no respondió nada.
4 Y Pilato le preguntó otra vez, diciendo: ¿No respondes algo? Mira cuántas cosas atestiguan contra ti.
5 Pero Jesús ni aun respondió nada; de manera que Pilato se maravillaba.
6 Ahora en aquella fiesta él les soltaba un preso, cualquiera que pidiesen.
7 Y había uno llamaba Barrabás, lo cual fue puesto atado con los que habían hecho insurrección con ellos, los cuales había cometido homicidio en la sedición.
8 Y la multitud dando voces comenzó a pedirle que hiciese como siempre les había hecho.
9 Mas Pilato les respondió, diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los Judíos?
10 Porque él sabía que los sacerdotes principales le habían entregado por envidia.
11 Pero los sacerdotes principales incitaron al pueblo, para que les soltase más bien a Barrabás.
12 Y Pilato respondió y les dijo otra vez: ¿Qué queréis, pues, que yo haga al que vosotros llamáis el Rey de los Judíos?
13 Y dieron voces otra vez: ¡Crucifícale!
14 Entonces Pilato les dijo: ¿Por qué? ¿qué mal ha hecho? Y ellos gritaban aún mas fuerte: ¡Crucifícale!
15 Y así Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás, y entregó a Jesús, cuando él le hubo azotado, para ser crucificado.
16 Y los soldados le llevaron dentro de la sala, llamado el Pretorio; y convocaron toda la cuadrilla.
17 Y le vistieron de púrpura, y tejieron una corona de espinas, y la puso en su cabeza,
18 Y comenzaron a saludarle: ¡Salve, Rey de los Judíos!
19 Y le abofetearon en la cabeza con una caña, y escupían en él, y arrodillándose le adoraban.
20 Y cuando le hubieron escarnecido, le desnudaron de la púrpura, y le vistieron sus propios vestidos; y le sacan para crucificarle.
21 Y constriñeron a un Simón Cireneo, que pasaba, saliendo del campo, padre de Alejandro y Rufus, para que llevase su cruz.
22 Y le llevan al lugar de Gólgota, que es, siendo interpretado: El lugar de la calavera.
23 Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; pero él no lo tomó.
24 Y cuando le hubieron crucificado, repartieron sus vestidos, echando suertes sobre ellos, qué llevaría cada uno.
25 Y era la tercera hora, y le crucificaron.
26 Y la inscripción de su acusación estaba escrito arriba: EL REY DE LOS JUDÍOS.
27 Y crucificaron con él a dos ladrones; uno a su mano derecha, y el otro a su mano izquierda.
28 Y la escritura fue cumplida, que dice: Y él fue contado con los transgresores.
29 Y los que pasaban le injuriaban, meneando sus cabezas, y diciendo: Ah, tú que destruyes el templo de Dios, y lo edificas en tres días,
30 Sálvate a ti mismo, y desciende de la cruz.
31 Asimismo también los sacerdotes principales escarneciendo dijeron entre ellos con los escribas: A otros salvó, a sí mismo no puede salvar.
32 Deje que Cristo el Rey de Israel descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos. Y también los que fueron crucificados con él le injuriaban.
33 Y cuando la hora sexta vino, había tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
34 Y a la hora novena exclamó Jesús a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lamma sabachtani? que es, siendo interpretado: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
35 Y algunos de ellos que estaban de pie allí, cuando lo oyeron, dijeron: He aquí, llama a Elías.
36 Y uno corrió e hinchió una esponja en vinagre, la puso en una caña, y le dio de beber, diciendo: Dejad, veamos si vendrá Elías a quitarle.
37 Y Jesús clamó con gran voz, y entregó el espíritu.
38 Y el velo del templo se rasgó en dos de arriba a abajo.
39 Y cuando el centurión, que estaba de pie delante de él, vio que él gritó, y dio el espíritu, dijo: Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios.
40 También habían mujeres mirando de lejos; entre las cuales era María Magdalena, y María la madre de Jacobo el menor y la madre de Jose, y Salomé;
41 (Las cuales, cuando él estaba en Galilea, le seguían, y le servían); y muchas otras mujeres que subieron con él a Jerusalem.
42 Y cuando vino la tarde, porque era la preparación, esto es, el día antes del sábado,
43 José de Arimateo, un consejero honorable, que también esperaba el reino de Dios, vino, y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.
44 Y Pilato se maravilló, si ya fuese muerto; y llamando a sí el centurión, le preguntó si era ya muerto.
45 Y cuando él lo supo del centurión, dio el cuerpo a José.
46 Y él compró una sábana de lino fino, y le quitó, y le envolvió en la sábana de lino, y le puso en un sepulcro labrado en una roca, y revolvió una piedra a la puerta del sepulcro.
47 Y María Magdalena, y María la madre de José miraba donde era puesto.
Capítulo 16
1 Y cuando hubo pasado el sábado, Maria Magdalena, y María madre de Jacobo, y Salomé, hubieron comprado especias aromáticas, para que pudiesen venir a ungirle.
2 Y muy de mañana el primer día de la semana, vienen al sepulcro a la salida del sol.
3 Y dijeron entre sí: ¿Quién nos revolverá la piedra de la puerta del sepulcro?
4 Y cuando miraron, vieron la piedra revuelta; porque era muy grande.
5 Y entrando en el sepulcro, vieron un mancebo sentado a la mano derecha, vestido en una ropa larga y blanca; y se espantaron.
6 Y él les dice: No tengáis miedo; vosotros buscáis a Jesús de Nazaret, que fue crucificado; él es resucitado; no está aquí, he aquí el lugar donde le pusieron.
7 Mas id por tu camino, decid a sus discípulos y a Pedro que él va antes que vosotros a Galilea; allí la veréis, como él os dijo:
8 Y salieron prestamente y huyeron del sepulcro; porque temblaban y estaban asombradas; ni decían ninguna cosa a ninguno; porque tenían miedo.
9 Ahora cuando Jesús estaba resucitado muy temprano el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de la cual él había echado siete demonios.
10 Y ella fue y les dijo que había estado con él, mientras que ellos lamentaron y lloraron.
11 Y ellos, cuando oyeron que él vivía, y que había sido visto por ella, no creyeron.
12 Después él apareció en otra forma a dos de ellos, mientras que caminaban, y iban al campo.
13 Y cuando ellos fueron, y lo contaron a los otros; ni aun a ellos creyeron.
14 Finalmente se apareció a los onces, mientras que estaban sentados a la mesa; y les reprochó por su incredulidad y dureza de corazón, porque no creyeron a los que le habían visto resucitado.
15 Y les dijo: Id por todo el mundo, y predicad el evangelio a toda criatura.
16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo, pero el que no creyere, será condenado.
17 Y estas señales seguirán a los que creyeren; En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán con nuevas lenguas;
18 Alzarán serpientes; y si bebieren cosas mortífera, no les dañará: pondrán sus manos sobre los enfermos, y serán sanos.
19 Así luego después que el Señor les había hablado, fue recibido arriba en el cielo, y se asentó a la diestra de Dios.
20 Y salieron ellos, y predicaron en todas partes; el Señor obrando con ellos, y confirmando la palabra con señales que seguían. Amén.
LUCAS
Capítulo 1
1 Puesto que muchos han intentado a poner en orden una declaración de aquellas cosa que son más ciertamente creídos entre nosotros,
2 Aun mientras que nos las entregaron, los que desde el principio fueron testigos oculares, y ministros de la palabra;
3 Me parecía bueno también a mí, habiendo tenido entendimiento perfecto de todas las cosas desde el principio, escribírtelas en orden, más excelente Teófilo,
4 Para que puedas conocer la certeza de esas cosas, en las cuales has sido instruido.
5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, cierto sacerdote llamado Zacarías, del curso de Abías; y su esposa era de las hijas de Aarón, y su nombre era Elisabet.
6 Y eran ambos justos delante de Dios, andando en todos los mandamientos y estatutos del Señor sin reprensión.
7 Y no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya muy avanzados en años.
8 Y aconteció, mientras que él ejercía el sacerdocio delante de Dios en el orden de su curso,
9 Conforme a la costumbre del sacerdocio, su suerte era encender incienso cuando entró en el templo del Señor.
10 Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando al tiempo de incienso.
11 Y se le apareció un ángel del Señor estando de pie a la derecha del altar del incienso.
12 Y cuando Zacarías lo vio, se turbó, y cayó temor sobre él.
13 Mas el ángel le dijo: No temas, Zacarías; porque tu oración ha sido oída; y tu esposa Elisabet te parirá un hijo, y llamarás su nombre Juan.
14 Y tendrás gozo y alegría; y muchos se gozarán de su nacimiento.
15 Porque será grande delante del Señor, y no beberá vino ni bebida fermentada; y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre.
16 Y muchos de los hijos de Israel convertirá al Señor su Dios.
17 Y él irá delante de él en el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres a los hijos, y los rebeldes al sabio de los justos; para aparejar un pueblo preparado para el Señor.
18 Y Zacarías dijo al ángel: ¿En qué conoceré esto? porque yo soy un hombre viejo, y mi esposa muy avanzada en años.
19 Y respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy de pie en la presencia de Dios; y soy enviado a hablarte, y anunciarte estas buenas nuevas.
20 Y, he aquí, serás mudo, y no podrás hablar, hasta el día que estas cosas sean hechas, porque no creíste a mis palabras; las cuales se cumplirán a su tiempo.
21 Y el pueblo esperó a Zacarías, y se maravillaban que él se tardó tanto en el templo.
22 Y cuando él salió, no les podía hablar; y ellos percibieron que había visto una visión en el templo; porque él les hacía señas; y quedó mudo.
23 Y aconteció, que, cuando los días de su ministerio fueron cumplidos, él partió a su propia casa.
24 Y después de aquellos días concibió su esposa Elisabet, y se escondió por cinco meses, diciendo:
25 Así el Señor ha tratado conmigo en los días en que él me miró, para quitar mi afrenta entre los hombres.
26 Y en el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado de Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
27 A una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María.
28 Y el ángel entró a donde ella estaba, y dijo: Salve, tú que eres altamente favorecida, el Señor es contigo; bendita eres tú entre la mujeres.
29 Y cuando ella le vio, se turbó de su dicho, y razonaba en su mente de que manera de salutación sería esta.
30 Y el ángel le dijo: No temas, María; porque has hallado favor con Dios.
31 Y, he aquí, concebirás en tu vientre, y parirás un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.
32 Y él será grande, y será llamado el Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;
33 Y él reinará sobre la casa de Jacob por siempre; y de su reino no habrá fin.
34 Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto, porque no conozco varón?
35 Y el ángel respondió y dijo a ella: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te hará sombra; por lo cual también aquella cosa que de ti nacerá será llamado el Hijo de Dios.
36 Y, he aquí, tu prima Elisabet, también ella ha concebido un hijo en su vejez; y éste es el sexto mes a ella, quien era llamada la estéril.
37 Porque con Dios nada será imposible.
38 Y María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase a mí conforme a tu palabra. Y el ángel se partió de ella.
39 Y María se levantó en aquellos días, y fue a la serranía con prisa, a una ciudad de Judá;
40 Y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet.
41 Y aconteció, que, cuando Elisabet oyó la salutación de María, el bebe saltó en su vientre; y Elisabet fue llenado con el Espíritu Santo;
42 Y ella exclamó a gran voz, y dijo: Bendita eres tú entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre.
43 ¿Y de dónde es esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?
44 Porque, he aquí, tan pronto que la voz de tu salutación resonó en mis oídos, el bebe saltó de alegría en mi vientre.
45 Y bienaventurada es ella que creyó; porque se cumplirán aquellas cosas que fueron dichas a ella del Señor.
46 Y María dijo: Mi alma engrandece al Señor;
47 Y mi espíritu ha regocijado en Dios mi Salvador.
48 Porque él ha mirado la bajeza de su sierva; porque, he aquí, desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones.
49 Porque él que es poderoso me ha hecho grandes cosas, y santo es su nombre.
50 Y su misericordia es en los que le temen de generación en generación.
51 Y él ha hecho fuerza con su brazo; ha esparcido los soberbios en la imaginación de sus corazones.
52 Él ha derribado los poderosos de sus tronos, y exaltó a los humildes.
53 A los hambrientos ha hinchado de cosas buenas; y a los ricos ha enviado vacíos.
54 Él ha socorrido a su siervo Israel, acordándose de su misericordia;
55 Como él habló a nuestros padres, a Abraham, y a su simiente para siempre.
56 Y María se quedó con ella como tres meses; y se volvió a su propia casa.
57 Ahora a Elisabet se le cumplió el tiempo de parar, y dio a luz a un hijo.
58 Y oyeron sus vecinos y sus primas como el Señor había mostrado mucha misericordia con ella; y se regocijaron con ella.
59 Y aconteció, que al octavo día vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban Zacarías, del nombre de su padre.
60 Y su madre respondió y dijo: No así; sino será llamado Juan.
61 Y le dijeron: ¿Por qué? Nadie hay de tu parentela que se llame por este nombre.
62 Y hicieron señas a su padre, cómo le quería llamar.
63 Y pidió una tablilla, y escribió, diciendo: Su nombre es Juan. Y todos se maravillaron.
64 E inmediatamente fue abierta su boca, y suelta su lengua, y habló, y alabó a Dios.
65 Y vino temor sobre todos los vecinos de ellos; y todas estas palabras fueron divulgadas por toda la serranía de Judea.
66 Y todos los que las oían, las guardaban en sus corazones, diciendo: ¿Qué tipo de niño será esto? Y la mano del Señor era con él.
67 Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo:
68 Bendito sea el Señor Dios de Israel; porque él ha visitado y redimido a su pueblo,
69 Y ha ensalzado un cuerno de salvación para nosotros en la casa de David su siervo;
70 Como él habló por la boca de sus santos profetas, que fueron desde el principio del mundo;
71 Para que debemos ser salvos de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecen;
72 Para hacer la misericordia prometida a nuestros padres; y para acordarse de su santo pacto;
73 El juramento que él juró a nuestro Padre Abraham,
74 Para que él nos concedería, que nosotros siendo librados de las manos de nuestros enemigos podamos servirle sin temor,
75 En santidad y justicia delante de él, todos los días de nuestra vida.
76 Y tú, niño, serás llamado el profeta del Altísimo; porque irás delante de la faz del Señor, para aparejar sus caminos;
77 Para dar conocimiento de salvación a su pueblo por la remisión de sus pecados,
78 Por la misericordia entrañable de nuestro Dios; con que el alba de lo alto nos ha visitado;
79 Para dar luz a los que están sentados en tinieblas y en sombra de muerte; para guiar nuestros pies en el camino de paz.
80 Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu, y estuvo en los desiertos hasta el día de que se mostró a Israel.
Capítulo 2
1 Y aconteció en aquellos días, que salí un edicto de Augusto César, para que todo el mundo fuera empadronada para pagar impuestos.
2 (Y este empadronamiento primero fue hecho cuando Cirenio era gobernador de Siria).
3 E iban todos para ser empadronados, cada uno a su propia ciudad.
4 Y Josef también subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén; (porque era de la casa y linaje de David);
5 Para ser empadronado con María su esposa desposada, siendo muy embarazada.
6 As aconteció, que, mientras estaban allí, los días se cumplieron que ella debiese dar a luz.
7 Y ella parió a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales, y le acostó en el pesebre; porque no había lugar para ellos en el mesón.
8 Y había en la misma tierra algunos pastores que acampaban en el campo, cuidando a su rebaño de noche.
9 Y, he aquí, el ángel del señor vino sobre ellos; y la gloria del Señor resplandeció en derredor de ellos; y tuvieron gran temor.
10 Y él ángel les dijo: No temáis; porque, he aquí, os trigo buenas nuevas de gran gozo, que será a todo el pueblo.
11 Porque a vosotros es nacido hoy en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor.
12 Y esto os será por señal; Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en el pesebre.
13 Y de repente había un ángel con una multitud de ejércitos celestiales alabando a Dios, y diciendo:
14 Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con a los hombres.
15 Y aconteció, que como los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores dijeron los uno a los otros: Pasemos ahora aún a Belén, y veamos esta cosas que ha sucedido, la cual el Señor nos ha dado conocer.
16 Y vinieron con prisa, y hallaron a María, y a Josef, y al niño acostado en el pesebre.
17 Y cuando lo hubieron visto, hicieron notorio por todos partes lo que les fue dicho acerca del niño.
18 Y todos los que lo oyeron, se maravillaron de aquellas cosas que los pastores les decían.
19 Pero María guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón.
20 Y se volvieron los pastores, glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.
21 Y cuando ocho días fueron cumplidos para circuncidar al niño, llamaron su nombre JESÚS, el cual fue llamado así del ángel antes que él fuese concebido en el vientre.
22 Y cuando los días de la purificación de ella fueron cumplidas conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalem, para presentarle al Señor;
23 (Como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz, será llamado santo al Señor;)
24 Y para ofrecer sacrificio conforme a lo que está dicho en la ley del Señor, Un par de tórtolas, o dos palominos.
25 Y, he aquí, había un hombre en Jerusalem, cuyo nombre era Simeón; y el mismo hombre era justo y piadoso, esperando la consolación de Israel; y el Espíritu Santo era sobre él.
26 Y le fue revelado del Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Cristo del Señor.
27 Y vino por el Espíritu al templo; y cuando los padres trajeron al niño Jesús, para hacer por él conforme a la costumbre de la ley,
28 Entonces le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, y dijo,
29 Señor, ahora despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra;
30 Porque mis ojos han visto tu salvación,
31 La cual tú has aparejado ante la faz de todos los pueblos;
32 Una luz para alumbrar a los Gentiles, y la gloria de tu pueblo Israel.
33 Y Josef y su madre estaban maravillados de aquellos cosas que fueron dichos de él.
34 Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, este niño es puesto para la caída y para el levantamiento otra vez de muchos en Israel; y para señal a la que será contradicho;
35 (Sí, una espada traspasará también tu propia alma,) para que los pensamientos de muchos corazones puedan ser revelados.
36 Y estaban allí una Ana, una profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser; la cual era ya de grande edad; y había vivido con un marido siete años desde su virginidad;
37 Y ella era viuda de como ochenta y cuatro años, que no se apartaba del templo, sino servía a Dios con ayunos y oraciones de noche y de día.
38 Y viniendo ella en aquel instante dio gracias al Señor, y hablaba de él a todos los que esperaban la redención en Jerusalem.
39 Y cuando ellos hubieron cumplidos todas las cosas según la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su propia ciudad de Nazaret.
40 Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu, llenado de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.
41 Ahora sus padres iban cada año a Jerusalem en la fiesta de la pascua.
42 Y cuando él tenía doce años, subieron a Jerusalem conforme a la costumbre de la fiesta.
43 Y cuando habían cumplidos los días, mientras que ellos volvieron, el niño Jesús quedó en Jerusalem; y Josef y su madre no lo sabía.
44 Pero ellos, suponiendo que él había sido en la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre sus parientes y los conocidos.
45 Y cuando no le hallaron, volvieron a Jerusalem, buscándole.
46 Y aconteció, que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores, ambos oyéndoles, y preguntándoles.
47 Y todos los que le oían estaban atónitos de su entendimiento y respuestas.
48 Y cuando le vieron, se maravillaron; y su madre le dijo: Hijo, ¿por qué has tratado así con nosotros? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con dolor.
49 Y él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es menester que yo estuviese en el negocio de mi Padre?
50 Y ellos no entendieron el dicho que les habló.
51 Y él descendió con ellos, y vino a Nazaret, y estaba sujeto a ellos; pero su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.
52 Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en favor para con Dios y de los hombres.
Capítulo 3
1 Ahora en el decimoquinto año del imperio de Tiberio César, Poncio Pilato siendo gobernador de Judea, y Herodes siendo tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la región de Tracnite, y Lisanias tetrarca de Abilinia;
2 Annás y Caifás siendo los sumos sacerdotes, vino la palabra de Dios a Juan, el hijo de Zacarías; en el desierto.
3 Y él vino en toda la tierra al derredor del Jordán, predicando el bautismo de arrepentimiento para remisión de pecados;
4 Como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, diciendo: La voz de uno clamando en el desierto: Aparejad el camino del Señor, haced derechas sus sendas.
5 Todo valle se henchirá, y todo monte y colina se abajará; y lo torcido será enderezado, y los caminos ásperos serán hechos allanados;
6 Y toda carne verá la salvación de Dios.
7 Entonces él dijo a la multitud que salieron para ser bautizados por él: ¡Oh generación de víboras! ¿quién os enseñó a huir de la ira venidera?
8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir en vosotros mismo: Tenemos a Abraham por nuestro padre; porque os digo: Que Dios puede, de estas piedras, levantar hijos a Abraham.
9 Y ahora también la hacha está puesta a la raíz de los árboles; por esto, todo árbol que no hace buen fruto es cortado, y echado en el fuego.
10 Y la gente le preguntaban, diciendo: ¿Qué, pues, haremos?
11 Él responde y les dice: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene alimentos, haga los mismo.
12 Entonces vinieron también publicanos para ser bautizados, y le dijeron: ¿Maestro, qué haremos?
13 Y él les dijo: No exijáis más de los que os está ordenado.
14 Y los soldados también le demandaban, diciendo: ¿Y qué haremos nosotros? Y les dijo: No hagáis violencia a nadie, ni acuséis a nadie falsamente; y sed contentos con vuestros salarios.
15 Y mientras que el pueblo estaba esperando, y todos pensaron de Juan en sus corazones, si él fuese el Cristo, o no;
16 Juan respondió, diciendo a todos ellos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de sus zapatos; él os bautizará en el Espíritu Santo y fuego:
17 Cuyo aventador está en su mano, y él limpiará su era, y recogerá el trigo en su alfolí; más quemará la paja en fuego que nunca se apagará.
18 Y muchas otras cosas en su exhortación predicó al pueblo.
19 Pero Herodes el tetrarca, siendo reprendido por él a causa de Herodías, esposa de Felipe su hermano, y de todas las maldades que había hecho Herodes,
20 Añadió aún sobre todo, que encerró a Juan en la cárcel.
21 Ahora cuando todo el pueblo fue bautizado, aconteció, que Jesús también fuese bautizado, y orando, el cielo se abrió,
22 Y descendió el Espíritu Santo en forma corporal como una paloma sobre él, y vino una voz del cielo, que dijo: Tú eres mi Hijo amado; en ti me complazco mucho.
23 Y Jesús mismo comenzó a ser como de treinta años, siendo (como se creía) el hijo de Josef, que fue el hijo de Helí,
24 Que fue el hijo de Mathat, que fue el hijo de Leví, que fue el hijo de Melchi, que fue el hijo de Janne, que fue el hijo de Joseph,
25 Que fue el hijo de Matatías, que fue el hijo de Amós, que fue el hijo de Nahum, que fue el hijo de Esli, que fue el hijo de Nagge,
26 Que fue el hijo de Maat, que fue el hijo de Matatías, que fue el hijo de Semei, que fue el hijo de Josef, que fue el hijo de Judá,
27 Que fue el hijo de Joanna, que fue el hijo de Rhesa, que fue el hijo de Zorobabel, que fue el hijo de Salathiel, que fue el hijo de Neri,
28 Que fue el hijo de Melchî, que fue el hijo de Addi, que fue el hijo de Cosam, que fue el hijo de Elmodam, que fue el hijo de Er,
29 Que fue el hijo de Joses, que fue el hijo de Eliezer, que fue el hijo de Jorim, que fue el hijo de Mattat, que fue el hijo de Leví,
30 Que fue el hijo de Simeón, que fue el hijo de Judá, que fue el hijo de Josef, que fue el hijo de Jonán, que fue el hijo de Eliaquim,
31 Que fue el hijo de Melea, que fue el hijo de Menán, que fue el hijo de Mattata, que fue el hijo de Nathán, que fue el hijo de David,
32 Que fue el hijo de Jessé, que fue el hijo de Obed, que fue el hijo de Booz, que fue el hijo de Salmón, que fue el hijo de Nassón,
33 Que fue el hijo de Aminadab, que fue el hijo de Aram, que fue el hijo de Esrom, que fue el hijo de Fares, que fue el hijo de Judá,
34 Que fue el hijo de Jacob, que fue el hijo de Isaac, que fue el hijo de Abraham, que fue el hijo de Thara, que fue el hijo de Nachor,
35 Que fue el hijo de Saruch, que fue el hijo de Ragau, que fue el hijo de Faleg, que fue el hijo de Heber, que fue el hijo de Sala,
36 Que fue el hijo de Cainán, que fue el hijo de Arphaxad, que fue el hijo de Sem, que fue el hijo de Noé, que fue el hijo de Lamech,
37 Que fue el hijo de Mathusala, que fue el hijo de Enoch, que fue el hijo de Jared, que fue el hijo de Maleleel, que fue el hijo de Cainán,
38 Que fue el hijo de Enós, que fue el hijo de Seth, que fue el hijo de Adam, que fue el hijo de Dios.
Capítulo 4
1 Y Jesús siendo lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto,
2 Siendo cuarenta días tentado del diablo. Y en aquellos días no comió nada; y cuando fueron pasados, después tuvo hambre.
3 Entonces el diablo le dijo: Si tú eres el Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan.
4 Y Jesús le respondió, diciendo: Escrito está: Que no por pan sólo vivirá el hombre, sino por toda palabra de Dios.
5 Y el diablo le llevó a un monte alto, y le mostró todos los reinos de la tierra en un momento de tiempo.
6 Y le dijo el diablo: Todo este poder te daré a ti, y la gloria de ellos; porque a mí es entregada; y a quien quiero la doy.
7 Si tú, pues, me adorares, todo será tuyo.
8 Y respondió Jesús y le dijo: Vete detrás de mí, Satanás; porque escrito está: Adorarás al Señor tu Dios, y a él sólo servirás.
9 Y le trajo a Jerusalem, y le puso sobre un pináculo del templo, y le dijo: Si eres el Hijo de Dios, échate de aquí abajo;
10 Porque escrito está: Él dará a sus ángeles carga de ti, para guardarte;
11 Y en sus manos te llevarán, para que no tropieces tu pie en piedra.
12 Y respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.
13 Y cuando el diablo le había acabado toda la tentación, se apartó de él por un tiempo.
14 Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea; y salió la fama de él por toda la región alrededor.
15 Y él enseñaba en las sinagogas de ellos, siendo glorificado de todos.
16 Y vino a Nazaret, donde había sido criado; y, como era su costumbre, entró en la sinagoga en el día del sábado, y se puso de pie a leer.
17 Y le fue entregado el libro del profeta Isaías. y cuando hubo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
18 El Espíritu del Señor es sobre mí, porque me ha ungido para predicar el evangelio a los pobres; me ha enviado para sanar a los quebrantados de corazón, para predicar la libertad a los cautivos, y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos;
19 Para predicar el año aceptable del Señor.
20 Y cerró el libro, y lo dio al ministro, y se sentó. Y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.
21 Y él comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos.
22 Y todos le daban testimonio, y estaban maravillados de las palabras de gracia que procedían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de Josef?
23 Y les dijo: Ciertamente me diréis éste proverbio: Médico, cúrate a ti mismo: todo lo que hemos oído haber sido hecho en Capernaum, también haz aquí en tu tierra.
24 Y él dijo: De cierto os digo: Ningún profeta es acepto en su propia tierra.
25 Más en verdad os digo, que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, cuando hubo grande hambre por toda la tierra;
26 Pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a Sarepta, una ciudad de Sidón, a una mujer que era viuda.
27 Y muchos leprosos había en Israel en el tiempo del profeta Eliseo; y ninguno de ellos fue limpo, sino Naamán el Siro.
28 Y todos ellos en la sinagoga, cuando habían oído estas cosas, se llenaron de ira,
29 Y se levantaron, y le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual su ciudad estaba edificada, para que pudieron echarle cabeza abajo.
30 Pero él, pasando por en medio de ellos, se fue en su camino.
31 Y descendió a Capernaum, ciudad de Galilea, y les enseñaba en los sábados.
32 Y ellos estaban atónitos de su doctrina; porque su palabra era con poder.
33 Y estaba en la sinagoga un cierto hombre, que tenía un espíritu de un demonio inmundo, y gritó con una gran voz,
34 Diciendo: Déjanos solo, ¿qué tenemos nosotros que ver contigo, tú Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco quién eres; el Santo de Dios.
35 Y Jesús le reprendió, diciendo: Enmudece, y sal de él. Y cuando el diablo le había derribado en medio, salió de él; y no le hizo daño.
36 Y todos se espantaron, y hablaron entre sí, diciendo: ¡Qué palabra es ésta! que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen.
37 Y la fama de él se divulgaba a todos los lugares del región alrededor.
38 Y se levantó de la sinagoga, y entró en casa de Simón. y la suegra de Simón estaba tomado con una grande fiebre; y le rogaron por ella.
39 Y él se puso de pie sobre ella, y reprendió a la fiebre, y la fiebre la dejo; e inmediatamente ella se levantó y les ministraba.
40 Ahora cuando el sol estaba poniéndose, todo los que tenían algunos enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él puso sus manos sobre cada uno de ellos, y los sanaba.
41 Y los demonios salían también de muchos, dando voces, y diciendo: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios. Y él les reprendió y no les dejaba hablar; porque sabían que él era el Cristo.
42 Y cuando era de día, él salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaban, y vinieron hasta él; y le detenían, para que no se apartase de ellos.
43 Y él les dijo: Debo predicar el reino de Dios a otras ciudades también; porque para esto soy enviado.
44 Y predicaba él en las sinagogas de Galilea.
Capítulo 5
1 Y aconteció, que, mientras el pueblo le imprimieron para oír la palabra de Dios, él estaba de pie junto al lago de Genesaret,
2 Y vi dos naves que estaban cerca de la orilla del lago; mas los pescadores había salido de ellas, y estaban lavando sus redes.
3 Y él entró en una de estas naves, la cual era de Simón, y le rogó que la desviase de la tierra un poca. Y se asentó, y enseñó al pueblo desde la nave.
4 Ahora cuando hubo cesado de hablar, dijo a Simón: Boga al profundo, y echad vuestras redes para pescar.
5 Y respondiendo Simón, le dijo: Maestro, hemos trabajado toda la noche, y no hemos tomado nada; sin embargo a tu palabra echaré la red.
6 Y cuando hubieron hecho esto, encerraron un gran multitud de peces; y su red se rompía.
7 E hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra nave, que viniesen a ayudarles. Y vinieron, y llenaron ambas naves de tal manera, que así comenzaron a hundirse.
8 Cuando Simón Pedro lo vio, se derribó a las rodillas de Jesús, diciendo: Apártate de mí, porque soy hombre pecador, Oh Señor.
9 Porque estaba atónito, y todos que estaban con él, a causa de la presa de los peces que habían tomado;
10 Y asimismo estaban atónitos Jacobo y Juan, los hijos de Zebedo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora pescarás hombres.
11 Y cuando trajeron a tierra sus naves, dejaron todo, y le siguieron.
12 Y aconteció, cuando él estaba en una cierta ciudad, he aquí, un hombre lleno de lepra; el cual viendo a Jesús se postró sobre su rostro, y le rogó, diciendo: Señor, si quisieres, puedes hacerme limpio.
13 Y él extendió su mano, y le tocó, diciendo: Quiero, sé limpio. E inmediatamente la lepra se fue de él.
14 Y él le mandó que no lo dijese a nadie; Mas ve, y muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza, como Moisés mandó, por testimonio a ellos.
15 Pero tanto más divulgaba la fama de él; y grandes multitudes se juntaron para oír, y para ser sanados por él de sus enfermedades.
16 Y se apartó al desierto, y oró.
17 Y aconteció en un cierto día, mientras que estaba enseñando, que habían Fariseos y doctores de la ley sentados cerca, los cuales venían de todas las aldeas de Galilea, y de Judea, y de Jerusalem; y el poder del Señor estaba presente para sanarlos.
18 Y, he aquí, hombres traían en un lecho un hombre que estaba paralítico; y buscaban la manera a meterle, y ponerle delante de él.
19 Y cuando no pudieron hallar por cual camino que pudiesen traerle por causa de la multitud, subieron al tejado de la casa, y le bajaron por las tejas con su lecho, en medio delante de Jesús.
20 Y cuando él vio la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.
21 Y los escribas y los Fariseos comenzaron a razonar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?
22 Mas cuando Jesús percibió sus pensamientos, respondiendo les dijo: ¿Qué razonáis en vuestros corazones?
23 ¿Cuál es más fácil; decir: Tus pecados te son perdonados; o decir: Levántate y anda?
24 Pero para que podáis saber que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados, (dice al paralítico;) A ti digo: Levántate, y toma tu lecho; y vete a tu casa.
25 E inmediatamente él se levantó en presencia de ellos; y tomó aquellos en que estaba echado, y se apartó a su propia casa, glorificando a Dios.
26 Y todos fueron asombrados, y glorificaban a Dios, y fueron llenos de temor, diciendo: Hemos visto cosas extraordinarias hoy.
27 Y después de estas cosas salió él, y vio a un publicano, llamado Leví, sentado al banco de los tributos; y le dijo: Sígueme.
28 Y él dejó todo, y se levantó, y le siguió.
29 Y Leví hizo un gran banquete en su propia casa; y había mucha compañía de publicanos, y de otros, que estaban sentados a la mesa con ellos.
30 Pero sus escribas y Fariseos murmuraban contra sus discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores?
31 Y respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de un médico; sino los que están enfermos.
32 No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores al arrepentimiento.
33 Y ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan ayuna muchas veces, y hacen oraciones, y asimismo los discípulos de los Fariseos; pero tus discípulos comen y beben?
34 Y él les dijo: ¿Podéis hacer que los hijos de la cámara de nupciales ayunen, mientras que el desposado está con ellos?
35 Pero los días vendrán, cuando el desposado les será quitado; y entonces ayunarán en aquellos días
36 Y él les habló también una parábola; Nadie pone remiendo de paño nuevo en un vestido viejo; de una manera ambos el nuevo hace rotura, y el remiendo que fue quitada del nuevo no concuerda con el viejo.
37 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera el vino nuevo romperá los odres, y el vino se derramará, y los odres se perderán.
38 Mas el vino nuevo debe ser puesto en odres nuevos, y ambos están preservados.
39 También ningún hombre habiendo bebido el vino viejo luego quiere el nuevo; porque dice: El viejo es mejor.
Capítulo 6
1 Y aconteció que en el segundo sábado después del primero, que él pasaba por los sembrados; y sus discípulos arrancaban espigas, y comían, estregándolas entre sus manos.
2 Y ciertos de los Fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los días de sábado?
3 Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Ni aun habéis leído esto, lo que hizo David mismo cuando tuvo hambre, y los que estaban con él;
4 Cómo entró él en la casa de Dios, y tomó y comió los panes de la proposición, y dio también a los que estaban con él; los cuales no era lícito comer, sino solamente a los sacerdotes?
5 Y les decía: El Hijo del hombre es Señor aun del sábado.
6 Y aconteció también en otro sábado, que él entró en la sinagoga y enseñó; y estaba allí un hombre que tenía seca su mano derecha.
7 Y los escribas y los Fariseos le observaban, si sanaría en el día de sábado; para que pudiesen hallar una acusación contra él.
8 Pero él sabía sus pensamientos, y dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate, y ponte de pie en medio. Y él se levantó, y se puso de pie.
9 Entonces Jesús les dijo: Yo os preguntaré una cosa: ¿Es lícito en los sábados hacer bien, o hacer mal? ¿salvar la vida o destruirla?
10 Y mirando alrededor a todos ellos, dijo al hombre; Extiende tu mano. Y él lo hizo así; y su mano fu restaurada san como la otra.
11 Y ellos fueron llenos de furor, y comunicaban los unos a los otros que podrían hacer a Jesús.
12 Y aconteció en aquellos días, que fue él a un monte a orar, y continuó toda la noche en oración a Dios.
13 Y cuando fue de día, llamó a sí sus discípulos; y escogió doce de ellos, los cuales también llamó apóstoles;
14 Simón, (al cual también llamó Pedro,) y a Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé,
15 Mateo y Tomás, y Jacobo, el hijo de Alfeo; y Simón, llamado Zelotes;
16 Y Judas el hermano de Jacobo, y Judas Iscariote; que también fue el traidor.
17 Y él descendió con ellos, y se paró en un lugar llano, y la compañía de sus discípulos, y una gran multitud de gente de toda Judea, y de Jerusalem, y de la costa de Tiro y de Sidón, que vinieron a oírle, y para ser sanados de sus enfermedades;
18 Y los que fueron atormentados de espíritus inmundos; y fueron sanados.
19 Y toda la multitud procuraba tocarle; porqque salía de él virtud, y sanaba a todos ellos.
20 Y él alzó sus ojos sobre sus discípulos, y dijo: Bienaventurados sean los pobres; porque vuestro es el reino de Dios.
21 Bienaventurados sois que ahora tenéis hambre; porque seréis hartos. Bienaventurados sois que ahora lloráis; porque reiréis.
22 Bienaventurados sois, cuando los hombres os aborrecerán, y cuando os apartarán de sí compañía, y os reprocharán, y desecharán vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre.
23 Regocijaos en aquel día, y saltad de gozo; porque, he aquí, vuestro galardón es grande en el cielo; porque así hacían sus padres a los profetas.
24 Pero ¡ay de vosotros, ricos! porque tenéis vuestra consolación.
25 ¡Ay de vosotros que estáis hartos! porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros que ahora reis! porque lamentaréis y lloraréis.
26 ¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres dijeren bien de vosotros! porque así hacían sus padres a los falsos profetas.
27 Pero yo os digo a los que oís: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen,
28 Bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os usan con desprecio.
29 Y al que te hiriere en una mejilla, le ofrece también la otra; y al que te quitare la capa, no le prohíbas llevar también tu túnica.
30 Dad a cada hombre que te pide; y de él que quita tus bienes, no los pidas otra vez.
31 Y como queréis que os hagan los hombres, asimismo hacedles vosotros.
32 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué gracias tendréis? porque también los pecadores aman a los que los aman.
33 Y si hiciereis bien a los que os hacen bien, ¿qué gracias tendréis? porque también los pecadores hacen lo mismo.
34 Y si prestareis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué gracias tendréis? porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto.
35 Pero amad a vuestros enemigos; y haced bien, y emprestad, no esperando de ellos nada; y vuestro galardón será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y los malos.
36 Sed, por lo tanto, misericordiosos, como vuestro Padre también es misericordioso.
37 No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados;
38 Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida, y rebosando, los hombres darán a vuestro seno. Porque con la misma medida que midiereis, os será vuelto a medir.
39 Y él les habló una parábola: ¿Puede el ciego guiar al ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?
40 El discípulo no es mayor que su maestro, mas cada uno que es perfecto será como su maestro.
41 ¿Y por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, pero no percibes la viga que está en tu propio ojo?
42 ¿o cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame echar la mota que está en tu ojo, cuando tú mismo no miras la viga que está en tu propio ojo? Hipócrita, echa fuera primero de tu propio ojo la viga; y entonces mirarás claramente para echar fuera la mota que está en el ojo de tu hermano.
43 Porque un árbol bueno no hace malos frutos; ni un árbol malo hace buen fruto.
44 Porque cada árbol por su propio fruto es conocido. Porque hombres no cogen higos de los espinas, ni vendimian uvas de las zarzas.
45 El buen hombre del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y un hombre malo del mal tesoro de su corazón saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.
46 ¿Y por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis las cosas que yo digo?
47 Cualquiera que viene a mí, y oye mis palabras, y las hace, yo os enseñaré a quién es semejante:
48 Semejante es a un hombre que edificó una casa, y cavó muy hondo, y puso el fundamente sobre la roca; y cuando vino la inundación, el río se batió con vehemencia contra aquella casa, y no la pudo sacudir; porque estaba fundad sobre una roca.
49 Mas el que oye, y no hace, semejante es a un hombre que edificó su casa sin fundamento sobre la tierra, contra la cual el río se batió con vehemencia, e inmediatamente cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.
Capítulo 7
1 Ahora cuando él había acabado todos sus dichos en oídos del pueblo, entró en Capernaum.
2 Y un cierto siervo de un centurión, al cual le era muy amado, estaba enfermo, y al punto de morir.
3 Y cuando él oyó de Jesús, envió a él los ancianos de los Judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo.
4 Y cuando vinieron a Jesús, le rogaron en seguida, diciendo: Que él era digno de concederle esto;
5 Porque ama nuestra nación, y él nos ha edificado una sinagoga.
6 Entonces Jesús fue con ellos. Y cuando él estuvo ya no lejos de la casa, el centurión le envió amigos, diciéndole: Señor, no te molestes; porque no soy digno de que entres debajo de mi techo;
7 Por lo cual ni pensé que yo era digno de venir a ti; sino di una palabra, y mi criado será sano.
8 Porque también soy un hombre puesto bajo autoridad, teniendo soldados debajo de mí, y digo a uno: Ve, y va; y a otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
9 Cuando Jesús oyó estas cosas, se maravilló de él, y dio la vuelta, dijo a la gente que le seguían: Os digo, que no he hallado tan grande fe, no, ni aun en Israel.
10 Y los que fueron enviados, al regresar a casa, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.
11 Y aconteció el día siguiente, que él iba a la ciudad que se llama Naín; y muchos de sus discípulos iban con él; y mucha gente.
12 Ahora cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí, había un hombre muerto sacado fuera, el único hijo de su madre, y ella era una viuda; y estaba mucha gente de la ciudad con ella.
13 Y cuando el Señor la vio, tuvo compasión de ella, y le dijo: No llores.
14 Y se acercó y tocó el féretro; y los que le llevaban, se pararon. Y él dijo: Mancebo, a ti digo: Levántate.
15 Y él que era muerto se sentó, y comenzó a hablar. Y le entregó a su madre.
16 Y vino temor sobre todos; y glorificaban a Dios, diciendo: Que el gran profeta se levantó entre nosotros; y: Que Dios ha visitado a su pueblo.
17 Y este rumor de él salió por toda Judea, y por toda la región de alrededor.
18 Y los discípulos de Juan le contaron de todas estas cosas.
19 Y Juan llamando a sí dos de sus discípulos, les envió a Jesús, diciendo: ¿Eres tú aquel que había de venir? ¿o esperaremos a otro?
20 Cuando los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, diciendo: ¿Eres tú aquél que había de venir, o esperaremos a otro?
21 Y en aquella misma hora él sanó a muchos de sus enfermedades y plagas, y de espíritus malos; y a muchos que fueron ciegos dio la vista.
22 Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Id por tu camino, y contad a Juan las cosas que habéis visto y oído; como los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres es predicado el evangelio.
23 Y bienaventurada es aquel, que no será ofendido en mí.
24 Y cuando los mensajeros de Juan se fueron, él comenzó a hablar a la gente acerca de Juan: ¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿una caña que es meneada del viento?
25 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿un hombre cubierto de vestidos delicados? He aquí, los que están en vestido precioso, y viven en delicias, están en los palacios de los reyes están.
26 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y aun más que un profeta.
27 Este es aquel de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, el cual aparejará tu camino delante de ti.
28 Porque os digo: Entre los que son nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el que es el más pequeño en el reino del cielo es mayor que él.
29 Y todo el pueblo que le oyó, y los publicanos, justificaron a Dios, siendo bautizados con el bautismo de Juan.
30 Pero los Fariseos y los doctores de la ley rechazaron el consejo de Dios contra sí mismos, no siendo bautizados por él.
31 Y dijo el Señor: ¿A quién, pues, compararé los hombres de esta generación? y a qué son semejantes?
32 Semejantes son a los niños sentados en la plaza, y que dan voces los unos a los otros, y dicen: Os tañimos con flautas, y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis.
33 Porque Juan el Bautista vino ni comiendo pan, ni bebiendo vino; y decís; Demonio tiene.
34 El Hijo del hombre es venido comiendo y bebiendo, y decís: ¡He aquí un hombre glotón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores!
35 Pero la sabiduría es justificada de todos sus hijos.
36 Y uno de los Fariseos le rogó que comiese con él. Y entró en la casa del Fariseo, y se sentó a la mesa.
37 Y, he aquí, una mujer en la ciudad, que era pecadora, cuando supo que Jesús estaba sentada a comer a la mesa en la casa del Fariseo, trajo un vaso de alabastro de ungüento;
38 Y estuvo parada a su pies detrás de él llorando, y comenzó a lavar sus pies con lágrimas, y los limpiaba con los cabellos de su cabeza; y besaba sus pies, y los ungía con el ungüento.
39 Ahora cuando lo vio el Fariseo que le había convidado, habló en sí, diciendo: Este hombre, si fuera profeta, conocería quién y que clase de mujer es esta que le toca; que es pecadora.
40 Y respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dice: Di, Maestro.
41 Había un cierto acreedor que tenía dos deudores; el uno le debía quinientos centavos, y el otro cincuenta.
42 Y cuando no tenían nada con qué pagar, él perdonó a ambos. Dime, pues, ¿cuál de ellos le amará más?
43 Simón respondió y dijo: Supongo que él, a quién él perdonó más. Y él le dijo: Correctamente has juzgado.
44 Y se volvió a la mujer, y dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré a tu casa, y no me diste agua para mis pies; pero ella ha regado mis pies con lágrimas, y los limpió con los cabellos de su cabeza.
45 No me diste beso; pero esta mujer desde que entré no ha cesado de besar mis pies.
46 No ungiste mi cabeza con aceite; pero esta mujer ha ungido con ungüento mis pies.
47 Por lo cual te digo: Sus pecados, que son muchos, son perdonados; porque amó mucho; pero al que se perdona poco, el mismo ama poco.
48 Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.
49 Y los que estaban juntamente sentados a la mesa a comer, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste que también perdona pecados?
50 Y él dijo a la mujer: Tu fé te ha salvado, ve en paz.
Capítulo 8
1 Y aconteció después, que él caminaba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios; y los doce estaban con él,
2 Y ciertas mujeres, que habían sido curadas de los malos espíritus y de enfermedades, María, llamada Magdalena, de la cual salieron siete demonios;
3 Y Juana la esposa de Chuza, mayordomo de Herodes; y Susana, y muchas otras, que le servían de sus haberes.
4 Y cuando mucha gente se juntaron, y habían venido a él de cada ciudad, él habló por una parábola:
5 Un sembrador salió a sembrar sus simiente; y mientras que sembró, una parte cayó junto al camino; y fue hollada, y las aves del cielo la devoraron.
6 Y otra parte cayó sobre una roca; y tan pronto que se nació, se secó, porque no tenía humedad.
7 Y otra parte cayó entre espinas; y nació las espinas juntamente con ella, y la ahogaron.
8 Y otra parte cayó en buena tierra; Y se brotó, y llevó fruto a ciento por uno. Y cuando él había dicho estas cosas, clamó: El que tiene oídos para oír, oiga.
9 Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Qué significa está parábola?
10 Y él dijo: A vosotros es dado conocer los misterios del reino de Dios; mas a los otros por parábolas; para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.
11 Ahora la parábola es ésta: La semilla es la palabra de Dios.
12 Los de junto al camino, son los que oyen; y después viene el diablo, y quita la palabra de su corazón, para que no crean y sean salvos.
13 Los de sobre la piedra, son los que, cuando oyen, reciben la palabra con gozo; y no tienen raíces; que por un tiempo creen, y en el tiempo de la tentación se apartan.
14 Y lo que cayó entre espinas son los, que, cuando habían oído, se van, y son ahogados de los afanes y de las riquezas y de los placeres de esta vida, y no llevan fruto a perfección.
15 Pero lo que en la buena tierra, son éstos que con honestidad y con buen corazón, habiendo oído la palabra, la retienen, y llevan fruto con paciencia.
16 Ninguno, cuando él ha encendido una candela, la cubre con un vaso, o la pone debajo de la cama; pero la pone en un candelero, para que los que entran puedan ver la luz.
17 Porque no hay cosa secreta, que no haya de ser manifestada; ni ninguna cosa escondida, que no haya de ser conocida y de venir a luz.
18 Mirad pues como oís; porque a cualquiera que tiene, le será dado; y a cualquiera que no tiene, de él será quitado aún lo que parece tener.
19 Entonces vinieron a él su madre y sus hermanos, y no podían llegar a él por causa de la multitud.
20 Y le fue dicho por alguno, que dijo: Tu madre y tus hermanos están fuera, queriendo verte.
21 Y él respondió y les dijo: Mi madre y mis hermanos son éstos que oyen la palabra de Dios, y la hacen.
22 Ahora aconteció en un cierto día, que él entró en una nave con sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y se partieron.
23 Pero mientras que navegaban, él se durmió; y descendió una tempestad de viento en el lago; y se llenaban de agua, y estaban en peligro.
24 Y vinieron a él, le despertaron, diciendo: Maestro, maestro, que perecemos. Entonces él despertó, y reprendió al viento y la tempestad del agua; y cesaron, y fue hecha una bonanza.
25 Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Y ellos siendo atemorizados, se maravillaron, diciendo los unos a los otros, ¡Qué clase de hombre es este! que manda aun a los vientos y al agua, y le obedecen.
26 Y llegaron a la tierra de los Gadarenos, que está al lado opuesto de Galilea.
27 Y cuando él salió a tierra, le salió al encuentro de la ciudad un cierto hombre, que tenía demonios ya de mucho tiempo; y no se vestía ropa, ni moraba en ninguna casa, sino en los sepulcros.
28 El cual, cuando vio a Jesús, exclamó, y se postró delante de él, y dijo a gran voz: ¿Qué tengo yo que ver contigo; Jesús, tú Hijo del Dios Altísimo? Te Ruego que no me atormentes.
29 (Porque él había mandado al espíritu inmundo que saliese del hombre. Porque ya de muchos tiempos le arrebataba; y él fue atado con cadenas y grillos; y él rompió las prisiones, y fue llevado del demonio al desierto.)
30 Y Jesús le preguntó, diciendo: ¿Qué es tú nombre? Y él dijo: Legión; porque muchos demonios habían entrado en él.
31 Y le rogaban que no les mandase ir al abismo.
32 Y había allí un hato de muchos puercos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos. Y él los dejó.
33 Entonces, salieron los demonios del hombre, y entraron en los puercos; y el hato se corrió violentamente por un despeñadero en el lago, y fueron ahogados.
34 Cuando los que los apacentaban vieron lo que había acontecido, huyeron, y fueron y lo contaron en la ciudad y en el campo.
35 Entonces salieron a ver lo que había acontecido; y vinieron a Jesús; y hallaron al hombre, del cual había salido los demonios, sentados a los pies de Jesús, y en su juicio cabal; y tuvieron temor
36 Los que también lo vieron les contaron cómo fue sanado el que era poseído de los demonios.
37 Entonces toda la multitud de la tierra de los Gadarenos alrededor le rogaron que retirase de ellos; porque fueron tomados con gran temor; y él subió en la nave, y se volvió.
38 Ahora el hombre del cual él habían salido los demonios le rogó para que él pudiese estar con él; pero Jesús le despidió, diciendo:
39 Vuélvete a tu propia casa, y muestra cuán grandes cosas Dios te ha hecho. Y él se fue por su camino, y publicó por toda la ciudad cuán grandes cosas Jesús le había hecho.
40 Y aconteció, que, cuando Jesús volvió; la gente le recibieron con gozo; porque todos le estaban esperando.
41 Y, he aquí, vino un varón llamado Jairo, y él era un gobernador de la sinagoga; y se postró a los pies de Jesús, y le rogaba que le entrase en su casa;
42 Porque tenía una hija única, como de doce años, y ella se estaba muriendo. Y mientras que él iba la gente le apretaba.
43 Y una mujer que tenía flujo de sangre ya hacía doce años, la cual había gastado toda su hacienda en médicos, ni podía ser curada de ninguno,
44 Se le acercó por detrás, y toó el borde de su vestido; e inmediatamente se estancó el flujo de su sangre.
45 Y Jesús dijo: ¿Quién me tocó? Cuando todos negaron, Pedro y los que estaban con él, dijeron: Maestro, la multitud te aprieta y te oprime, y tú dices: ¿Quién me tocó?
46 Y Jesús dijo: Alguien m ha tocado; porque yo percibo que virtud ha salido de mí.
47 Y cuando la mujer vio que no se había escondido, vino temblando, y postrándose delante de él, le declaró delante de todo el pueblo la causa porque le había tocado, y como inmediatamente fue sanada.
48 Y él dijo a ella: Hija, ten de buen ánimo; porque tu fe te ha sanado, ve en paz.
49 Mientras que él habló, vino uno de casa del gobernador de la sinagoga, diciéndole: Tu hija está muerta, no molestes al Maestro.
50 Pero cuando Jesús lo oyó, le respondió, diciendo: No temas, solamente cree, y será sana.
51 Y cuando él entró en casa, no dejó entrar a nadie, sino a Pedro, y Jacobo, y a Juan, y el padre y la madre de la muchacha.
52 Y todos lloraban, y la plañían; pero él dijo: No lloréis, no está muerta, sino duerme.
53 Y se burlaban de él, sabiendo que ella estaba muerta.
54 Y él echó fuera a todos, y la tomó de la mano, y clamó, diciendo: Muchacha, levántate.
55 Y su espíritu volvió, y se levantó inmediatamente; y él mandó que le diesen de comer.
56 Y sus padres estaban atónitos; pero él les mandó que no dijesen a nadie lo que fue hecho.
Capítulo 9
1 Entonces él llamó a sus doce discípulos, y les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, para sanar enfermedades.
2 Y los envió a predicar el reino de Dios; y para sanar los enfermos.
3 Y les dijo: No toméis nada para su viaje, ni bordones, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tengáis dos vestidos cada uno.
4 Y en cualquiera casa que entrareis, quedad allí, y de allí salid.
5 Y cualquiera que no os recibieren, cuando sales de aquella ciudad, aun el polvo sacudid de vuestros pies en testimonio contra ellos.
6 Y salieron, y pasaban por las aldeas, predicando el evangelio, y sanando por todas partes.
7 Ahora Herodes el tetrarca oyó de todas las cosas que fueron hechas por él, y él estaba perplejo, porque algunos decían: que Juan había resucitado de los muertos;
8 Y otros: que Elías había aparecido; y otros: que uno de los profetas había resucitado.
9 Y dijo Herodes: A Juan he decapitado; pero ¿quién es éste, de quien yo oigo tales cosas? Y procuraba verle?
10 Y los apóstoles, cuando volvieron, le contaron todas las cosas que habían hecho. Y les tomó, y se retiró aparte a un lugar desierto de la ciudad que se llamaba Betsaida.
11 Y el pueblo, cuando lo supieron, le siguieron; y él les recibió, y les hablaba del reino de Dios; y sanó a los que tenían necesidad de ser curados.
12 Y cuando el día había comenzado a declinar; entonces vinieron los doce, y le dijeron: Despide la multitud, par que yendo a las aldeas y los campos de alrededor, y se alojen, y hallen provisiones: porque aquí estamos en un lugar desierto.
13 Pero él les dijo: Dadles vosotros de comer. Y ellos dijeron: No tenemos más de cinco panes y dos peces; si no vamos nosotros a comprar viandas para toda esta gente.
14 Porque eran como cinco mil hombre. Y él dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en compañías de cincuenta en cincuenta.
15 Y así lo hicieron, los hicieron sentar a todos.
16 Entonces él tomó los cinco panes y los dos peces, y mirando al cielo los bendijo, y partió, y dio a sus discípulos para que pusiesen delante de la multitud.
17 Y comieron, y todos fueron hartos; y recogieron de los pedazos que les sobraron doce canastas.
18 Y aconteció, mientras que él estaba orando solo, sus discípulos estaban con él; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dicen la gente que soy yo?
19 Respondiendo ellos, dijeron: Juan el Bautista; pero otros dicen: Elías, y otros dicen: que uno de los profetas antiguos ha resucitado.
20 Él les dijo: Pero vosotros, ¿quién decís que yo soy? Respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios.
21 Y él les amonestó rigorosamente, y les mandó que no dijesen esa cosa a nadie;
22 Diciendo: El Hijo del hombre debe padecer muchas cosas, y ser rechazado de los ancianos, y de los principales sacerdotes, y de los escribas, y ser matado, y ser resucitado al tercer día.
23 Y él dijo a todos ellos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame.
24 Porque cualquiera que quisiere salvar su vida, la perderá, y cualquiera que perdiere su vida por causa de mí, el mismo la salvará.
25 Porque ¿qué aprovecha al hombre, si ganare todo el mundo, y se pierda él a sí mismo, o ser desechado?
26 Porque cualquiera que será avergonzado de mí y de mis palabras, de este tal el Hijo del hombre será avergonzado, cuando él viniere en su gloria, y en la de su Padre, y de los santos ángeles.
27 Mas yo os digo de verdad, que hay algunos de los que están de pie aquí, que no gustarán la muerte, hasta que vean el reino de Dios.
28 Y aconteció, casi ocho días después de estos dichos, él tomó a Pedro y a Juan y a Jacobo, y subió a un monte a orar.
29 Y mientras que oraba, la apariencia de su rostro fue alterada, y su vestido era blanco y resplandeciente.
30 Y, he aquí, había dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;
31 Quienes aparecieron en gloria, y hablaban de su fallecimiento, la cual había de cumplir en Jerusaelm.
32 Pero Pedro, y los que estaban con él, estaban cargados de sueño; y cuando despertaron, vieron su gloria, y a los dos hombres que estaban con él.
33 Y aconteció, mientras que apartaron de él: Pedro dijo a Jesús: Maestro, bien es que nos quedemos aquí; y hagamos tres tabernáculos; uno para ti, y uno para Moisés, y uno para Elías, no sabiendo lo que se decía.
34 Mientras que él habló así, vino una nube, y los cubrió; y tuvieron temor mientras que entró en la nube.
35 Y vino una voz de la nube, diciendo: Este es mi Hijo amado; a él oíd.
36 Y cuando la voz se pasó, Jesús fue hallado solo. Y ellos la guardaban, y no contaron a ninguno en aquellos días de aquellas cosas que habían visto.
37 Y aconteció, que al día siguiente, cuando descendieron del monte, mucha gente les salió al encuentro.
38 Y, he aquí, un hombre de la compañía clamó, diciendo: Maestro, te ruego, que mires a mi hijo: porque es mi unigénito.
39 Y, he aquí, un espíritu le toma, y de repente da voces, y le despedaza de modo que echa espuma otra vez, y apenas se aparta de él quebrantándole.
40 Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera; y no pudieron.
41 Y respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿hasta cuándo tengo que estar con vosotros, y os sufriré? Trae tu hijo acá.
42 Y mientras que estaban acercándose, el demonio le derribó, y le despedazó. Y Jesús le reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y le volvió a su padre.
43 Y todos estaban atónitos del gran poder de Dios. Y mientras que todos se maravillaban de todas las cosas que Jesús hacía, él dijo a sus discípulos:
44 Dejad que estas palabras penetren en vuestros oídos; porque el Hijo del hombre será entregado en manos de hombres.
45 Pero ellos no entendían este dicho, y era encubierta de ellos, para que no lo percibiesen; y temían de preguntarle de aquel dicho.
46 Entonces se levantó un razonamiento entre ellos, de cuál de ellos sería el mayor.
47 Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño, y le puso junto a sí,
48 Y les dice: Cualquiera que recibirá este niño en mi nombre, a mi recibe; y cualquiera que me recibirá, recibe al que me envió; porque el que fuere el menor entre todos vosotros, éste será grande.
49 Y Juan respondió y dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se los vedamos, porque no sigue con nosotros.
50 Y Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
51 Y aconteció, cuando se cumplió el tiempo en que había de ser recibido arriba, él enderezó su rostro para ir a Jerusalem.
52 Y envió mensajero delante de sí, los cuales fueron y entraron en una ciudad de los Samaritanos, para aderezarle para él.
53 Y no le recibieron, porque su rostro era como de ir a Jerusalem.
54 Y cuando sus discípulos Jacobo y Juan vieron esto, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, y los consuma, aún como hizo Elías?
55 Mas él volvió, y les reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois.
56 Porque el Hijo del hombre no es venido para destruir las vidas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea.
57 Y aconteció, que, mientras que iba en el camino, un cierto hombre, le dijo: Señor, yo te seguiré donde quiera que fueres.
58 Y Jesús le dijo: Las zorras tienen cuevas, y las aves de los cielos tienen nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde recline su cabeza.
59 Y él dijo a otro: Sígueme. Pero él dijo: Señor, déjame que primero yo vaya y entierre a mi padre.
60 Jesús le dijo: Deja los muertos que entierren a sus muertos; mas tú ve, y predica el reino de Dios.
61 Y un otro también dijo: Señor, te seguiré; pero primero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.
62 Y Jesús le dijo: Ningún hombre habiendo puesto su mano al arado, y mirando atrás, es apto para el reino de Dios.
Capítulo 10
1 Y después de estas cosas, el Señor designó otro setenta también, y los envió de dos en dos delante de su faz a toda ciudad y lugar, donde él había de venir.
2 Por lo cual, les decía: La mies a la verdad es mucha, pero los obreros son pocos; rogad al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.
3 Id a vuestros caminos; he aquí, yo os envío como corderos en medio de lobos.
4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni zapatos; y no saludéis a nadie por el camino.
5 Y en cualquier casa donde entrareis, primeramente decid: Paz sea a esta casa.
6 Y si hubiere allí el hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros.
7 Y quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo tales cosas que os dieren; porque el obrero es digno de su salario. No os paséis de casa en casa.
8 Y en cualquiera ciudad donde entrareis, y os recibieren, comed tales cosas que os están puestas delante de vosotros;
9 Y sanad a los enfermos que en ella hay, y decidles: El reino de Dios se ha acercado a vosotros.
10 Pero en cualquier ciudad donde entrareis; y no os recibieren, id a vuestros caminos a las calles de ella, y decid:
11 Aun el polvo de vuestro ciudad, que se nos ha pegado, sacudimos contra vosotros; pero estad seguros de esto, que el reino de Dios ha llegado cerca de vosotros.
12 Mas yo os digo, que será más tolerable para Sodoma en aquel día, que para aquella ciudad.
13 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! porque si en Tiro y en Sidón hubiesen sido hechas las obras poderosas, que han sido hechas en vosotros, hace mucho tiempo se habrían arrepentido, sentados en cilicio y ceniza.
14 Por tanto será más tolerable para Tiro y Sidón en el juicio, que para vosotras.
15 Y tú, Capernaúm, que eres exaltada hasta el cielo, serás abatida hasta el infierno.
16 El que oye a vosotros, a mí oye; y el que menosprecia a vosotros, a mí menosprecia; y el que a mí menosprecia, menosprecia al que me envió.
17 Y volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan por tu nombre.
18 Y él les dijo: Yo vi a Satanás caer del cielo como un rayo.
19 He aquí, yo os doy poder de hollar sobre las serpientes, y sobre los escorpiones, y sobre todo el poder del enemigo; y nada de ningún modo os dañará.
20 Sin embargo no os regocijéis en esto, de que los espíritus se os sujeten; pero antes regocijaos, porque vuestros nombres están escritos en el cielo.
21 En aquella misma hora Jesús regocijó en espíritu, y dijo: Te doy gracias, Oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de los sabios y prudentes, y las has revelado a los bebés; aun así, Padre; porque así te pareció bien en tu vista.
22 Todas las cosas me son entregadas de mi Padre; y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre; y quién es el Padre, sino el Hijo, y él a quién el Hijo le quisiere revelar.
23 Y él dio vuela a sus discípulos, y dijo en privado: Bienaventurados son los ojos que ven las cosas que vosotros veis;
24 Porque os digo, que muchos profetas y reyes han deseado ver aquellas cosas que vosotros veis, y no las han vistos, y oír lo que oís, y no las han oído.
25 Y, he aquí, un cierto abogado de la ley se levantó de pie, y le tentó, diciendo: Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
26 Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
27 Y él respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
28 Y él le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.
29 Pero él, queriendo justificar as sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
30 Y respondiendo Jesús, dijo: Un cierto hombre descendía de Jerusalem a Jerico, y cayó en manos de ladrones, los cuales le desnudaron de su vestido, y hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
31 Y aconteció por casualidad que descendió un cierto sacerdote; y cuando le vio, se pasó del otro lado.
32 Y asimismo un Levita, cuando estaba a aquel lugar, vino le miró, y se pasó por el otro lado.
33 Pero un cierto Samaritano, mientras que viajaba, vino cerca donde él estaba; y cuando le vio, tuvo compasión de él,
34 Y fue a él, y vendió sus heridas, echándole aceite y vino; y le puso sobre su propia bestia, y le llevó al mesón, y le cuidó.
35 Y el siguiente día cuando se partió, sacó dos centavos, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuida de él; y todo lo que de más gastares, cuando yo vuelva, te lo pagaré.
36 Ahora, ¿quién de estos tres, piensas tú, fue el prójimo de aquel que cayó entre los ladrones?
37 Y él dijo: El que le mostró misericordia. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
38 Ahora aconteció, mientras que iban, que él entró en cierta aldea; y una cierta mujer, llamada Marta, le recibió en su casa.
39 Y ella tenía una hermana, llamada María, la cual también se sentó a los pies de Jesús, y oía su
palabra.
40 Pero Marta se distraía en muchos servicios; y sobrevino a él, y dijo: Señor, ¿no tienes cuidado que mi hermana me deja servir sola? Dile, pues, que me ayude.
41 Y Jesús respondió, y dijo a ella: Marta, Marta, estás cuidadosa, y turbada por muchas cosas;
42 Pero una cosas es necesaria; y María ha escogido la buena parte, que no será quitada de ella.
Capítulo 11
1 Y aconteció, que, mientras el oró en un cierto lugar, cuando cesó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.
2 Y él les dijo: Cuando orareis, decid: Padre nuestro que estás en el cielo, Santo sea tu nombre. Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
3 Danos cada día nuestro pan cotidiano.
4 Y perdónanos nuestros pecados; porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos guías en tentación; pero líbranos de mal.
5 Y él dijo a ellos: ¿Quién de vosotros tendrá un amigo, e irá a él a media noche, y le dirá: Amigo, préstame tres panes;
6 Porque un amigo mío es venido a mí en su viaje, y no tengo que ponerle delante?
7 Y él de dentro responderá y dirá: No me molestes; la puerta está ya cerrada, y mis niños están conmigo en la cama; no puedo levantarme y darte.
8 Y yo os digo: Aunque no se levante a darle, porque es su amigo, aun por su importunidad se levantará, y le dará todo lo que necesita.
9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; tocad, y os será abierto.
10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que toca, se le abrirá.
11 ¿Si un hijo pide pan de alguno de vosotros que es padre, le dará una piedra? ¿o si el pide un pescado, le dará una serpiente?
12 ¿O si pide un huevo, le ofrecerá un escorpión?
13 Entonces, si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos; ¿cuántos más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que le pidieren de él?
14 Y él estaba echando fuera un demonio, y el cual era mudo. Y aconteció, cuando el demonio había salido, el mudo habló; y las gentes se maravillaron.
15 Pero algunos de ellos decían: Él echa fuera los demonios por Beelzebub, el príncipe de los demonios.
16 Y otros, tentándole, pedían de él una señal del cielo.
17 Mas él, conociendo los pensamientos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo es desolada; y una casa dividida contra casa cae.
18 Si Satanás también está dividido contra sí, ¿cómo permanecerá su reino? porque decís que por Beelzebub echo yo fuera demonios por Beelzebub.
19 Y si yo echo fuera los demonios por Beelzebub, ¿por quién los echan fuera vuestros hijo? por tanto, ellos serán vuestros jueces.
20 Pero si con el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, sin duda el reino de Dios es venido a vosotros.
21 Cuando el hombre armado guarda su palacio, sus bienes están en paz.
22 Pero cuando otro más fuerte que él sobreviniere, y le venciere, le toma todas sus armaduras en que él confiaba, y reparte sus despojos.
23 El que no es conmigo, contra mí es; y el que no recoge conmigo, desparrama.
24 Cuando el espíritu inmundo es salido del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice: Me volveré a mi casa, de donde salí.
25 Y cuando viene, la halla barrida y adornada.
26 Entonces va, y toma consigo siete otros espíritus más peores que él; y entran, y habitan allí; y el estado postrero del tal hombre es peor que lo primero.
27 Y aconteció, mientras que habló estas cosas, una mujer de la compañía levantó su voz, y le dijo: Bienaventurado es el vientre que te trajo, y los pechos que mamaste.
28 Y él dijo: Antes, bienaventurados son los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.
29 Y cuando el pueblo se juntaron, él comenzó a decir: Esta generación es mala; busca señal; y no señal le será dada, sino la señal de Jonás el profeta.
30 Porque como Jonás fue señal a los Ninivitas, así también será el Hijo del hombre a esta generación.
31 La reina del sur se levantará en el juicio con los hombres de esta generación, y los condenará; porque vino de los fines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón; y, he aquí, uno mayor que Salomón está aquí.
32 Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque se arrepintieron a la predicación de Jonás; y, he aquí, uno mayor que Jonás está aquí.
33 Ninguno, cuando ha encendido una candela, la pone en un lugar secreto, ni debajo del almud, sino en el candelero; para que los que entran puedan ver la luz.
34 La luz del cuerpo es el ojo: por tanto, cuando tu ojo es sencillo, también todo tu cuerpo será lleno de luz; pero cuando tu ojo es malo; también tu cuerpo es lleno de tinieblas.
35 Mira pues, que la luz que en ti hay, no sea tinieblas.
36 Si tu cuerpo entero, pues, es lleno de luz, no teniendo alguna parte de tinieblas, todo será lleno de luz, como cando el resplandor de una candela te alumbra.
37 Y mientras que él habló, un cierto Fariseo le rogó que comiese con él; y él entró, y se sentó a comer.
38 Y cuando el Fariseo lo vio, se maravilló de que no se lavó antes de comer.
39 Y el Señor le dijo: Ahora vosotros los Fariseos lo de fuera de la copa y del plato limpiáis; pero lo que está dentro de vosotros está lleno de rapiña y de maldad.
40 Vosotros necios, ¿el que hizo lo de fuera, no hizo también lo de dentro?
41 Pero más bien dad limosna de lo que tenéis; y, he aquí, todas las cosas os son limpias.
42 Pero ¡ay de vosotros, Fariseos! porque diezmáis la menta y la ruda y toda clase de hortaliza, y pasáis de largo el juicio y el amor de Dios; estos debéis haber hecho, y no dejar las otras sin hacer.
43 ¡Ay de vosotros, Fariseos! porque amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas.
44 ¡Ay de vosotros, Fariseos, hipócritas! porque sois como sepulcros que no parecen, y los hombres que andan encima de ellos no son conscientes de ellos.
45 Entonces respondió uno de los doctores de la ley, y le dijo: Maestro, hablando así tu reprendes a nosotros también.
46 Y él dijo: ¡Ay de vosotros también, vosotros abogados! porque cargáis los hombres con cargas que no pueden llevar; y vosotros mismos ni aun con un dedo tocáis las cargas.
47 ¡Ay de vosotros! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y los mataron vuestros padres.
48 Ciertamente dais testimonio que consentís en los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros.
49 Por tanto, la sabiduría de Dios también dijo: Enviaré a ellos profetas y apóstoles, y algunos de ellos matarán, y a otros perseguirán.
50 Para que la sangre de todos los profetas, que había derramada desde la fundación del mundo, pueda ser requerida de esta generación;
51 Desde la sangre de Abel, hasta la sangre de Zacarías, que pereció entre el altar y el templo; de cierto os digo: Será demandada de esta generación.
52 ¡Ay de vosotros, doctores de la ley! porque habéis quitado la llave del conocimiento; vosotros mismos no entrasteis, y a los que estaban entrando impedisteis.
53 Y mientras que él dijo estas cosas, los escribas y los Fariseos comenzaron a apretarle vehementemente, y a provocarle a que hablase de muchas cosas;
54 Asechándole, y procurando cazar algo de su boca para acusarle.
Capítulo 12
1 Entre tanto, cuando había juntado una multitud innumerable de gente, de modo que unos a otros se hollaban, él comenzó a decir a sus discípulos: Guardaos de la levadura de los Fariseos, que es hipocresía.
2 Porque nada hay encubierto, que no haya de ser revelado; ni oculto, que no haya de ser conocido.
3 Por tanto, todo lo que has dicho en tinieblas será oído en la luz; y lo que habéis dicho al oído en los aposentos, será proclamado desde los tejados.
4 Y os digo a vosotros mis amigos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no tienen más que puedan hacer.
5 Pero yo os enseño a quien temáis: Temed a aquel, que después que hubiere matado, tiene poder de echar en el infierno; Sí, os digo; A éste temed.
6 ¿No se venden cinco pajarillos por dos blandas? y ni uno de ellos está olvidado delante de Dios?
7 Pero aún los cabellos de vuestra cabeza están contados. No temáis por esto; vosotros sois de más estima que muchos pajarillos.
8 También os digo: Todo aquel que me confesare delante de los hombres, el Hijo del hombre también le confesará delante de los ángeles de Dios:
9 Pero él que me negare delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.
10 Y todo aquel que dice una palabra contra el Hijo del hombre, le será perdonado; pero al que blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado.
11 Y cuando os trajere a las sinagogas, y a los magistrados, y potestades, no os acongojéis de cómo o qué hayáis de responder, o que hayáis de decir;
12 Porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debéis de decir.
13 Y uno de la compañía le dijo: Maestro, di a mi hermano, que divide conmigo la herencia.
14 Y él le dijo: Hombre, ¿quién me puso por juez, o partidor sobre vosotros?
15 Y les dijo: Mirad, y guardaos de avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de sus bienes que posee.
16 Y les dijo una parábola, diciendo: La tierra de un cierto hombre rico llevó muchos frutos;
17 Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo donde guardar mis frutos?
18 Y él dijo: Esto haré; derribaré mis alfolíes, y edificaré mayores; y allí recogeré todos mis frutos y mis bienes.
19 Y diré a mi alma: Alma, tú tienes muchos bienes almacenados para muchos años; repósate, come, bebe, y huélgate.
20 Pero Dios le dijo: ¡Tú insensato, esta noche será requerida de ti; entonces, ¿de quién serán aquellas cosas, que has provisto?
21 Así es el que se amontona tesoro para así mismo, y no es rico para con Dios
22 Y él dijo a sus discípulos: Por tanto os digo: No os acongojéis de vuestra vida, que comeréis; ni del cuerpo, qué vestiréis.
23 La vida es más que la comida, y el cuerpo es más que el vestido.
24 Considerad los cuervos; porque ni siembran, ni siegan; que ni tienen almacén, ni alfolí; y Dios los alimenta; ¿cuánto más mejor sois que las aves?
25 ¿Y quién de vosotros podrá congojándose puede añadir a su estatura un codo?
26 Si vosotros, entonces, no podéis hacer lo que es menos, ¿por qué os acongojáis por lo demás?
27 Considerad como crecen los lirios; no labran, ni hilan; y aún os digo, que ni Salomón con todas su gloria fue vestido como uno de ellos.
28 Si Dios entonces viste a la hierba, que hoy está en el campo, y mañana es echada en el horno; ¿cuánto más él os vestirá a vosotros, Oh vosotros de poco fe?
29 Y no busquéis por lo que habéis de comer, o lo que habéis de beber; ni seáis de una mente dudosa.
30 Porque todas estas cosas las naciones del mundo buscan; y vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas.
31 Mas antes buscad el reino de Dios; y todas estas cosas os serán añadidas.
32 No temáis, rebaño pequeño; porque es el buen placer de vuestro Padre en daros el reino.
33 Vended lo que poseéis, y dad limosna; proveeos bolsas que no se envejecen, un tesoro en los cielos que no falta, donde el ladrón no se llega, ni la polilla corrompe.
34 Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón.
35 Estén ceñido vuestros lomos, y vuestras luces encendidas;
36 Y vosotros mismos semejantes a hombres que esperan a su señor, cuando él ha de volver de las bodas; para que cuando viniere y tocare, inmediatamente le abran.
37 Bienaventurados son aquellos siervos, los cuales cuando el señor viniere hallare velando; de cierto os digo, que él se ceñirá, y los hará que se sienten a comer, y vendrá y les servirá.
38 Y si él venga a la segunda vela, o a la tercera vela, y los hallare así, bienaventurados son aquellos siervos.
39 Y esto sabed, que si había sabido el señor de la casa a qué hora había de venir el ladrón, él habría velado, y no habría dejado minar su casa.
40 Vosotros, por esto, estad también apercibidos, porque el Hijo del hombre viene a una hora que no pensáis.
41 Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?
42 Y el Señor dijo: ¿Quién es aquel mayordomo fiel y prudente, al cual su señor pondrá sobre su familia, para que en debido tiempo les de su porción de carne?
43 Bienaventurados es aquel siervo, al cual su señor, cuando viniere, hallare haciendo así.
44 De verdad os digo, que él le pondrá sobre todo lo que tiene.
45 Además, y si el tal siervo dijere en su corazón: Mi señor se tarda su venida; y comenzará a herir a los siervos y a las criadas, y a comer, y a beber, y a embriagarse;
46 El señor de aquel siervo vendrá en un día cuando no le espera, y en una hora cuando no sabe, y le cortará en pedazos, le señalará su porción con los incrédulos.
47 Y aquel siervo, que supo la voluntad de su señor, y no se preparó a sí mismo, ni hizo conforme a su voluntad, será azotado con muchos azotes.
48 Mas el que no supo, y cometió cosas dignas de ser azotado, será azotado con pocos azotes. Porque a cualquiera que fue dado mucho, de él mucho será requerido; y al que los hombres han encomendado mucho, de él le pedirán más.
49 Yo soy venido a enviar fuego a la tierra; ¿y qué quiero, si ya está encendido?
50 Pero de un bautismo tengo que ser bautizado; ¡y cómo me angustio hasta que sea cumplido!
51 ¿Supongáis que soy venido para dar paz en la tierra? Os digo, No, sino más bien división;
52 Porque de aquí en adelante estarán cinco en una casa divididos, tres contra dos, y dos contra tres.
53 El padre estará dividido contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra.
54 Y también decía al pueblo: Cuando veis la nube que sale del occidente, luego decís: Viene una tempestad; y es así.
55 Y cuando vosotros veis soplar el viento del sur, decís: Hará calor; y lo acontece.
56 Vosotros hipócritas, podáis discernir la faz del cielo y de la tierra, ¿pero cómo es que no discernís este tiempo?
57 Sí, ¿y por qué aun de vosotros mismos no juzgáis lo que es justo?
58 Cuando tú vayas al magistrado con tu adversario, como estás en el camino, procura con diligencia para que puedes ser librado de él; no sea que te trae al juez, y el juez te entrega al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.
59 Te digo, que no saldrás de allá, hasta que hayas pagado hasta la última blanca.
Capítulo 13
1 Estaban presentes en este mismo tiempo algunos que le contaban de los Galileos, cuya sangre Pilato había mezclado con sus sacrificios.
2 Y respondiendo Jesús les dijo: ¿Supongáis que estos Galileos fueron pecadores más que todos los Galileos, porque padecieron tales cosas?
3 Yo os digo: No, antes si no arrepintiereis, todos pereceréis igualmente.
4 O aquellos diez y ocho, sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensaís que ellos fueron pecadores más que todos los hombres que habitan en Jerusalem?
5 Yo os digo, No, antes si no arrepintiereis, todos pereceréis igualmente.
6 También él decía esta parábola: Un cierto hombre había plantada una higuera en su viña; y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló.
7 Entonces, dijo al viñero de su viña: He aquí, tres años vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala, ¿por qué ocupa la tierra?
8 Y él respondiendo, le dijo: Señor, déjala sola este año también, hasta que yo la cavé, y la abonaré con estiércol.
9 Y si hiciere fruto, bien; y si no, entonces la cortarás después.
10 Y él estaba enseñando en una de las sinagogas en el sábado.
11 Y, he aquí, una mujer que tenía un espíritu de enfermedad diez y ocho años, y estaba encorvada, y en ninguna manera podía enhestarse.
12 Y cuando Jesús la vio, él la llamó a sí, y dijo a ella: Mujer, libre eres de tu enfermedad.
13 Y él puso sus manos sobre ella; e inmediatamente ella se enderezó, y glorificaba a Dios.
14 Y el gobernador de la sinagoga respondió con indignación; porque Jesús hubiese curado en el día de sábado, y dijo al pueblo: Seis días hay en que los hombres deben obrar; en estos pues venid, y sed curados; y no en el día del sábado.
15 Entonces el Señor le respondió, y dijo: Tú hipócrita, ¿no desata en el sábado cada uno de vosotros su buey, o su asno del pesebre, y le lleva a beber?
16 ¿Y no conviene a esta mujer, siendo una hija de Abraham, la cual Satanás había ligado, he aquí, estos diez y ochos años, estar ligado de esta ligadura en el día de sábado?
17 Y cuando él había dicho estas cosas, todos sus adversarios fueron avergonzados; y todo el pueblo se regocijaba de todas las cosas gloriosas que eran hechas por él.
18 Entonces él dijo: ¿A qué es semejante el reino de Dios? ¿y a qué le compararé?
19 Semejante es al grano de la mostaza, que un hombre tomó, y echó en su huerto; y creció, y fue hecho un árbol grande; y las aves del cielo posaron en sus ramas.
20 Y otra vez él dijo: ¿A qué compararé el reino de Dios?
21 Es semejante a la levadura, que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado.
22 Y él pasaba por las ciudades y aldeas, enseñando, y caminando hacia Jerusalem.
23 Entonces uno le dijo: Señor, ¿son pocos los que son salvos? Y él les dijo:
24 Porfiad a entrar por la puerta angosta; porque yo os digo; que muchos procurarán de entrar, y no podrán.
25 Cuando el señor de la casa se levantare, y ha cerrado la puerta, y comenzareis a estar de pie afuera, y tocar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos; y él responderá y os dirá: No os conozco de dónde seáis.
26 Entonces comenzaréis a decir: Hemos comido y bebido en tu presencia, y tú has enseñado en nuestras plazas.
27 Pero os dirá, y os digo: que no os conozco de dónde seáis; apartaos de mí, todos vosotros obreros de iniquidad.
28 Allí será el lloro y el crujir de dientes, cuando viereis a Abraham, y a Isaac, y a Jacob, y a todos los profetas, en el reino de Dios, y vosotros mismos echados fuera.
29 Y vendrán del éste, y del oeste, y del norte, y del sur, y se sentarán en el reino de Dios.
30 Y, he aquí, hay postreros que serán primeros, y hay primeros que serán postreros.
31 El mismo día llegaron ciertos de los Fariseos, diciéndole: Sal afuera, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.
32 Y él les dijo: Id, y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios, y hago sanidades hoy y mañana, y al tercer día seré consumado.
33 Sin embargo debo andar hoy, y mañana, y el día siguiente; porque no es posible que un profeta perezca fuera de Jerusalem.
34 ¡Oh Jerusalem, Oh Jerusalem, que matas los profetas, y apedreas los que son enviados a ti; cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina recoge a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!
35 He aquí, vuestra casa os es dejada desolada; de cierto os digo: No me veréis, hasta que venga el tiempo cuando digáis: Bendito es el que viene en nombre del Señor.
Capítulo 14
1 Y aconteció, mientras que él entró en casa de uno de los principales de los Fariseos a comer pan en el día de sábado, que le acechaban.
2 Y, he aquí, había un hombre cierto delante de él que era hidrópico.
3 Y respondiendo Jesús, habló a los doctores de la ley y a los Fariseos, diciendo: ¿Es lícito sanar en el día de sábado?
4 Y ellos guardaban su paz. Y él le tomó, y le sanó, y le despidió;
5 Y les respondió, diciendo: ¿A quién de vosotros que tendréis a un asno o un buey que cae en un pozo, y no le sacará inmediatamente en el día de sábado?
6 Y no le podían responderle otra vez a estas cosas.
7 Y él puso una parábola a los que fueron convidados, cuando él observó como escogían los primeros aposentos, diciéndoles:
8 Cuando fueres convidado de algún hombre a una boda, no te asientes en el primer lugar; porque podrá ser que otro más honrado que tú sea convidado de él;
9 Y él que te convidó a ti y a él y te diga: Da lugar a éste hombre; y tú comiences con vergüenza a tomar el postrer lugar.
10 Mas cuando fueres convidado, ve y asiéntate en el postrer lugar; porque cuando viniere el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás gloria delante de los que juntamente se asientan a la mesa contigo.
11 Porque cualquiera que se ensalza, será humillado; y el que se humilla a si mismo, será enaltecido.
12 Entonces él decía también al que le había convidado: Cuando haces comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; porque también ellos no te vuelvan a convidar, y te sea hecha recompensa.
13 Mas cuando haces banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos, los ciegos;
14 Y serás bienaventurado; porque ellos no pueden recompensarte; porque tú será recompensado en la resurrección de los justos.
15 Y cuando uno de los que estaba sentado a comer con ellos oyó estas cosas, le dijo: Bienaventurado el que comerá pan en el reino del cielo.
16 Entonces le dijo: Un cierto hombre hizo una gran cena, y convidó a mucho;
17 Y envió a su siervo a decir a los que fueron convidados: Venid, porque todas las cosas ya está aparejadas.
18 Y comenzaron todos con un consentimiento comenzaron a hacer excusas. El primero le dijo: He comprado un terreno, y debo ir y verla; te ruego que me tengas por excusado.
19 Y otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me tengas por excusado.
20 Y otro dijo: Me he casado con una mujer, y por tanto no puedo venir.
21 Así que aquel siervo vino, y contó estas cosas a su señor. Entonces el señor de la casa siendo enojado dijo a su siervo: Ve presto por las plazas y por las calles de la ciudad, y trae acá los pobres, y los mancos, y los cojos, y los ciegos.
22 Y el siervo dijo: Señor, hecho es como tú has mandado, y aún hay lugar.
23 Y el señor dijo al siervo: Ve por los calles y por los vallados, y compélelos a entrar, para que mi casa pueda ser llena.
24 Porque os digo, Que ninguno de aquellos hombres que fueron convidado gustará mi cena.
25 Y iban grandes multitudes con él; y él se volvió, y les dijo:
26 Si algún hombre viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y esposa, e hijos, y hermanos, y hermanas, sí, y aún a su propia vida, no puede ser mi discípulo.
27 Y cualquiera que no lleva su cruz, y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.
28 Porque, ¿cuál de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero, y haga cuenta de los gastos, si tiene suficiente para acabarla?
29 No sea que después que haya puesto el fundamento, y no pueda acabarla, todos los que lo vieren comiencen a hacer burla de él,
30 Diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.
31 ¿O cuál rey, yendo para hacer guerra contra otro rey, no se sienta primero, y consulta si puede salir al encuentro con diez mil al que viene contra él con veinte mil?
32 De otra manera, mientras el otro está aún de lejos, envía una embajada, y desea condiciones de paz.
33 Asimismo, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo.
34 Sal es buena; pero si la sal había perdido su sabor, ¿con qué será salada?
35 No sirve para la tierra, ni para el muladar; pero los hombres la echan fuera. El que tiene oídos par oír, oiga.
Capítulo 15
1 Entonces se acercaban a él todos los publicanos y pecadores para oírle.
2 Y murmuraban los Fariseos y los escribas, diciendo: Este hombre recibe a los pecadores, y come con ellos.
3 Y él les habló esta parábola, diciendo:
4 ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si perdiere una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió, hasta que la halle?
5 Y cuando la ha hallado, la pone sobre sus hombros, regocijando.
6 Y cuando viene a casa, convida a sus amigos y a sus vecinos, diciéndoles: Regocijaos conmigo; porque he hallado mi oveja que se había perdido.
7 Yo os digo, que asimismo será gozo en el cielo sobre un pecador que se arrepiente, que sobre noventa y nueve justos, que no tienen necesidad de arrepentimiento.
8 ¿O qué mujer que tiene diez piezas de plata, si perdiere una pieza, no enciende el candil, y barre la casa, y busca con diligencia hasta que la halle.
9 Y cuando ella la hubiere hallado, junta sus amigas y sus vecinas, diciendo: Regocijaos conmigo; porque he hallado la pieza que hube perdido.
10 Asimismo, os digo, que hay gozo en la presencia de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
11 Y él dijo: Un cierto hombre tenía dos hijos;
12 Y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de la hacienda que me pertenece. Y él dividió a ellos sus bienes.
13 Y después de no muchos días, el hijo menor junto todo, y tomó su viaje a un país lejano, y allí desperdició su sustancia con una vida desenfrenada.
14 Y cuando hubo malgastado todo, vino una gran hambre en aquella tierra, y él comenzó a faltar.
15 Y fue y se llegó a uno de los ciudadanos de aquella tierra; y él le envió a sus campos, para apacentar a los puercos.
16 Y él deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los puercos; y nadie le daba.
17 Y cuando volvió en sí, él dijo: ¡Cuántos jornales en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!
18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti,
19 Y no más soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
20 Y se levantó, y vino a tu padre. Y cuando él estaba aún muy lejos, le vio su padre, y tuvo compasión sobre él, y corrió, y se derribó sobre su cuello, y le besó.
21 Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo, y en tu vista; y no más soy digno de ser llamado tu hijo.
22 Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned anillo en su mano, y zapatos en sus pies;
23 Y traed el becerro engordado, y matadlo; y comamos, y regocijamos;
24 Porque éste mi hijo era muerto, y está vivo otra vez; era perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
25 Ahora su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas.
26 Y él llamó a uno de los siervos, y le preguntó que eran estas cosas.
27 Y él le dijo: Tu hermano es venido; y tu padre ha matado el becerro engordado, porque le ha recibido sano y salvo.
28 Y él se enojó, y no quería entrar; por tanto salió su padre, y le rogaba.
29 Y él respondiendo, dijo a su padre; He aquí, estos muchos años te siervo, ni traspase en cualquier momento tu mandamiento, y aún nunca me diste un cabrito, para que yo pudiese alegrarme con mis amigos.
30 Pero tan pronto que esté tu hijo haya venido, que ha devorado tu sustancia con las rameras, tú has matado para él el becerro engordado.
31 Y él le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo.
32 Mas era necesario tener alegría y gozarnos; porque éste tu hermano era muerto, y es vivo otra vez; y era perdido, y es hallado.
Capítulo 16
1 Y él dijo a sus discípulos: Había un cierto hombre rico, el cual tenía un mayordomo; y el mismo fue acusado delante de él, de que había desperdiciado sus bienes.
2 Y le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo de ti? ¿Da cuenta de tu mayordomía; porque ya no más podrás ser mayordomo.
3 Entonces el mayordomo dijo dentro de sí: ¿Qué haré? porque mi señor me quita la mayordomía; no puedo cavar; mendigar, tengo vergüenza.
4 Yo sé lo que haré, para que, cuando fuere quitado de la mayordomía, me reciban en sus casas.
5 Así llamó a cada uno de los deudores de su señor a él, y dijo al primero; ¿Cuánto debes a mi señor?
6 Y él dijo: Cien medidas de aceite. Y le dijo: Toma tu obligación, y siéntate presto, y escribe cincuenta.
7 Entonces a otro dijo: ¿Y tú, cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. Y él le dijo: Toma tu obligación, y escribe ochenta.
8 Y alabó el señor al mayordomo injusto, porque ha hecho prudentemente; porque los hijos de este mundo son más sabios que los hijos de luz.
9 Y yo os digo: Haceos amigos del mammón de injusticia; para que, cuando faltareis, os reciban en las moradas eternas.
10 El que es fiel en lo muy poco, también es fiel en lo mucho; y el que es injusto en lo muy poco, también es injusto en lo mucho.
11 Por esto, si no has sido fiel en el mammón injusto, ¿quién os confiará las riquezas verdaderas?
12 Y si no fuisteis fieles en lo que es de otro, ¿quién os dará lo que es vuestro?
13 Ningún siervo puede servir a dos señores; porque, o aborrecerá al uno, y amará al otro, o se allegará al uno, y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios, y a mammón.
14 Y los Fariseos también, los cuales eran avaros, oyeron todas estas cosas, y se burlaban de él.
15 Y él les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que es muy estimado entre los hombres, es una abominación delante de Dios.
16 La ley y los profetas fueron hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es predicado, y todos hacen fuerza para entrar en él.
17 Y es más fácil que el cielo y la tierra pasen, que falla una tilde de la ley.
18 Cualquiera que repudia a su esposa, y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con la que es repudiada de su marido, comete adulterio.
19 Había un cierto hombre rico, que estaba vestido de púrpura y de lino fino, y en suntuosidad vivía alegremente cada día.
20 Y había un cierto mendigo llamado Lázaro, el cual estaba echado a la puerta de él, lleno de llagas,
21 Y deseando ser alimentado de las migajas que caían de la mesa del rico; además los perros venían, y le lamían sus llagas.
22 Y aconteció, que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado;
23 Y en el infierno alzó sus ojos, estando en tormentos, y ve a Abraham de lejos, y a Lázaro en su seño.
24 Y él clamó y dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque soy atormentado en esta llama.
25 Pero Abraham dijo: Hijo, acuérdate que en tu vida recibiste tus cosas buenas, y asimismo Lázaro sus cosas males; más ahora él es consolado, y tú eres atormentado.
26 Y además de todo esto, entre nosotros y vosotros hay una gran sima establecida; así que los que quisieren pasar de aquí a vosotros no pueden a vosotros no pueden, ni pueden ellos pasar a nosotros, los que quisieren venir de allá.
27 Entonces él dijo: Te ruego, pues, padre, que tú le envíes a la casa de mi padre;
28 Porque tengo cinco hermanos; para que les testifique; porque no vengan ellos también a este lugar de tormento.
29 Abraham le dice: Tienen a Moisés y a los profetas; óiganlos.
30 El él dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de los muertos, ellos arrepentirán.
31 Y él le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco serán persuadidos, aunque alguno se resucitare de entre los muertos.
Capítulo 17
1 Entonces él dijo a los discípulos: Imposible es que no vengan ofensas; pero ¡ay de aquél por quien vienen!
2 Mejor le sería si una piedra de molino fuere puesta a su cuello; y fuese echado en la mar, que escandalizar a uno de estos pequeñitos.
3 Mirad por vosotros mismos: Si pecare contra ti tu hermano, repréndele; y si se arrepintiere; perdónale.
4 Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día se volviere a ti, diciendo: me arrepiento; perdónale.
5 Y los apóstoles dijeron al Señor: Auméntanos la fe.
6 Y el Señor dijo: Si tuvieseis fe como un grano de mostaza, diríais a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en la mar, y os obedecería.
7 ¿Pero cuál de vosotros teniendo un siervo que ara, o apacentando ganado, le dirá más adelante, cuándo ha llegado del campo: Pasa y siéntate a comer?
8 ¿No le dice antes: Adereza que cene yo, y cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come tú y bebe?
9 ¿Da gracias al siervo porque hizo lo que le había sido mandado? Pienso que no.
10 Asimismo vosotros, cuando hubiereis hecho todo lo que os es mandado: decid: Siervos inútiles somos; porque hemos hecho lo que fue nuestro deber de hacer.
11 Y aconteció, mientras que él iba a Jerusalem; que pasaba por medio de Samaria, y de Galilea.
12 Y como entraba en una cierta aldea, le vinieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos;
13 Y alzaron sus voces, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!
14 Y cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció, que, como iban, fueron limpiados.
15 Y uno de ellos, cuando se vio que era sanado, volvió, y con una gran voz, glorificó a Dios,
16 Y se derribó sobre su rostro a sus pies, dándole gracias; y él era Samaritano.
17 Y Jesús respondiendo, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? ¿Pero, dónde están los nueve?
18 ¿No se hallan que se volvieron para dar gloria a Dios, sino este extranjero?
19 Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha sanado.
20 Y cuando fue preguntado de los Fariseos, cuando el reino de Dios había de venir, les respondió y dijo: El reino de Dios no viene con observación.
21 Ni dirán: ¡Helo aquí! o ¡helo allí! porque, he aquí, el reino de Dios dentro de vosotros está.
22 Y él dijo a sus discípulos: Vendrán días, cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis.
23 Y os dirán: Helo aquí, o helo allí, no vayáis tras ellos no los sigáis.
24 Porque como el relámpago, que resplandece debajo una parte del cielo, alumbra hasta la otra parte debajo del cielo; así también será el Hijo del hombre en su día.
25 Pero primero es necesario que él padezca muchas cosas, y sea rechazado de esta generación.
26 Y como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del hombre.
27 Comían, bebían, se casaban con esposas, se daban en casamiento, hasta el día que entró Noé en el arca; y vino el diluvio, y destruyó a todos.
28 Asimismo también como fue en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban;
29 Pero el mismo día que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos.
30 Aún así será en el día que el Hijo del hombre sea revelado.
31 En aquel día, el que estuviere en el tejado, y sus alhajas en casa, no descienda a tomarlas; y el que en el campo está, asimismo no vuelva atrás.
32 Acordaos de la esposa de Lot.
33 Cualquiera que procurare salvar su vida, la perderá; y cualquiera que la perdiere, la preservará.
34 Os digo, que en aquella noche estarán dos hombre en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado.
35 Dos mujeres estarán moliendo juntas; la una será tomada, y la otra será dejada.
36 Dos hombres estarán en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado.
37 Y ellos respondieron y le dijeron: ¿Dónde, Señor? Y él les dijo: Donde esté el cuerpo, allí se juntarán también las águilas.
Capítulo 18
1 Y él les decía una parábola a este fin, que hombres deben siempre orar, y no desmayar;
2 Diciendo: Había un juez en una ciudad, el cual no temía a Dios, ni respetaba a hombre;
3 Y había también una viuda en aquella ciudad, y ella venía a él, diciendo: Véngame de mí adversario.
4 Y él no quiso por algún tiempo; pero después dijo dentro de sí: Aunque no temo a Dios, ni tengo respeto a hombre;
5 Sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le vengaré; porque no venga siempre y al fin me fatigara.
6 Y el Señor dijo: Oíd lo que dijo el juez injusto.
7 ¿Y no hará Dios venganza por sus propios elegidos, que claman a él día y noche, aunque sea longánimo para con ellos?
8 Yo os digo que hará presto la venganza para ellos. Empero cuándo el Hijo del hombre viniere, ¿hallará fe en la tierra?
9 Y él dijo esta parábola a ciertos que confiaban en sí mismos que eran justos, y menospreciaban a los otros:
10 Dos hombres subieron al templo a orar; el uno un fariseo, y el otro un publicano.
11 El Fariseos se puso en pie y oró así consigo mismo: Dios, te doy gracias, que no soy como los otros hombres son, ladrones, injustos, adúlteros; ni aun como este publicano.}
12 Ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que poseo.
13 Y el publicano, estando de pie lejos, no quería ni aun alzar sus ojos al cielo; pero hería su pecho, diciendo: Dios, ten misericordia de mí un pecador.
14 Os digo, que éste hombre descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se ensalza, será humillado; y él que se humilla, será ensalzado.
15 Y traían también a él niños, para que les tocase; pero cuando sus discípulos lo vio, les reprendían.
16 Pero Jesús llamó a ellos, y dijo: Dejad los niños venir a mí, y no los impidáis; porque de tales es el reino de Dios.
17 De cierto os digo: Cualquiera que no recibiere el reino de Dios como un niño pequeño, no entrará en él.
18 Y un cierto gobernador le preguntó: diciendo: Maestro bueno, ¿qué hará para heredar la vida eterna?
19 Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas buen? Ninguno es bueno, sino uno, que es, Dios.
20 Los mandamientos sabes: No cometerás adulterio, No matarás, No hurtarás, No darás falso testimonio, Honra a tu padre y a tu madre.
21 Y él dijo: Todas estas cosas he guardado desde mi juventud.
22 Ahora cuando Jesús oyó estas cosas, le dijo: Aún una cosa te falta: todo lo que tienes, véndelo, y da a los pobres, y tendrás tesoros en el cielo; y ven, sígueme.
23 Y cuando él oyó a esto, se puso muy triste; porque era muy rico.
24 Y cuando Jesús vio que estaba muy triste, él dijo: ¡Cuán dificultosamente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
25 Porque más fácil pasar un camello por un ojo de una aguja, que un hombre rico entrar en el reino de Dios.
26 Y los que lo oían, dijeron: ¿Quién, entonces, puede ser salvo?
27 Y él dijo: La cosas que son imposibles para los hombres, son posible para Dios.
28 Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado todas las cosas, y te hemos seguido.
29 Y él les dijo: De cierto os digo: No hay nadie que hay dejado casa, o padres, o hermano, o esposa, o hijos, por causa del reino de Dios,
30 Que no haya de recibir mucho más en este tiempo presente, y en el mundo venidero la vida eterna.
31 Entonces él tomó a sí los doce, y les dijo: He aquí, subimos a Jerusalem, y todas las cosas que fueron escritas por los profetas acerca del Hijo del hombre serán cumplidas.
32 Porque será entregado a los Gentiles, y será escarnecido, y injuriado, y escupido.
33 Y ellos le azotarán, y le matarán; y al tercer día él resucitará.
34 Y ellos entendían nada de estas cosas; y esta palabra les era encubierta; y no entendían las cosas que fueron dichas.
35 Y aconteció, que mientras que él había acercado a Jericó, un cierto ciego estaba sentado junto al camino mendigando:
36 Y oyendo que pasaba la multitud, preguntó que era aquello.
37 Y le dijeron, que Jesús de Nazareth pasaba.
38 Y él clamó, diciendo: Jesús, tú Hijo de David, ten misericordia de mí.
39 Y ellos que iban delante, le reprendían para que callase, empero él clamaba aún mucho más: Tú Hijo de David, ten misericordia de mí.
40 Y Jesús se puso de pie, y mandó traerle a sí; y cuando él se acercó, le preguntó,
41 Diciendo: ¿Qué quieres que yo te haga? Y él dijo: Señor, que yo puedo recibir mi vista.
42 Y Jesús le dijo: Recibe tu vista; tu fe te ha salvado.
43 E inmediatamente recibió su vista, y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando lo vio, dio alabanza a Dios.
Capítulo 19
1 Y Jesús entró y pasó por Jericó.
2 Y, he aquí, había un hombre llamado Zaqueo, que era principal entre los publicanos, y era rico.
3 Y él procuraba ver a Jesús quién fuese; y no podía a causa de la multitud, porque era pequeño de estatura.
4 Y él corrió delante, y se subió en un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por aquel camino.
5 Y cuando Jesús vino a aquel lugar, miró hacia arriba, y le vio, y le dijo: Zaqueo, date priesa, desciende; porque hoy es menester que yo pose en tu casa.
6 Y él se dio prisa, y descendió, y le recibió gozoso.
7 Y cuando lo vieron, todos murmuraban, diciendo, Que había entrado a posar con un hombre pecador.
8 Y Zaqueo se pudo de pie, y dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres, y si he defraudado a alguno por acusación falsa, le devolveré cuatro veces.
9 Y Jesús le dijo: Este día ha venido la salvación a esta casa; porque cuanto también él es un hijo de Abraham.
10 Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
11 Y mientras que oyeron estas cosas, él prosiguió y dijo una parábola, porque estaba cerca de Jerusalem, y porque pensaban que el reino de Dios inmediatamente debería aparecer.
12 Por lo cual, él dijo: Un cierto hombre noble se partió a una tierra lejos, para recibir para sí un reino, y volver.
13 Y él llamó a sus diez siervos, y les dio diez libras, y les dijo: Ocupaos hasta que yo venga.
14 Pero sus ciudadanos le aborrecían, y enviaron tras de él una embajada, diciendo: No queremos que este hombre reine sobre nosotros.
15 Y aconteció, que cuando él se volvió, habiendo recibido el reino, entonces mandó ser llamados a sí estos siervos, a quienes había dado el dinero, para poder saber cuánto cada hombre había ganado por negociar.
16 Entonces vino el primero, diciendo: Señor, tu libra ha ganado diez libras.
17 Y él le dijo: Bien, tú siervo bueno; porque tú has sido fiel en muy poco; ten autoridad sobre diez ciudades.
18 Y vino el segundo, diciendo: Señor, tu libra ha hecho cinco libras.
19 Y asimismo le dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades.
20 Y vino otro, diciendo: Señor, he aquí, aquí está tu libra, la cual he tenido guardada en un pañuelo;
21 Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre severo; tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste.
22 Y él le dijo: De tu propia boca te juzgaré, tú siervo malo. Supiste que yo era hombre severo, tomando lo que no puse, y segando lo que no sembré;
23 ¿Por qué, pues, no diste mi dinero al banco, para que a mi venida, yo pudiese haber requerido lo mío con usura?
24 Y él dijo a los que estaban de pie cerca: Quitad la libra de él, y dadla al que tiene diez libras.
25 (Y ellos de dijeron: Señor, él tiene diez libras.)
26 Porque yo os digo: Que a cualquiera que tuviere, le será dado; y al él que no tiene, aún lo que tiene le será quitado.
27 Mas a aquellos mis enemigos, que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y matadlos delante de mí.
28 Y cuando él había dicho así; iba delante, subiendo a Jerusalem.
29 Y aconteció, que cuando se acercó a Betfage, y a Betania, al monte que se llama el monte de las Olivas, el envió dos de sus discípulos,
30 Diciendo: Id a la aldea que está delante de vosotros; en la cual como entrareis, hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre jamás se ha sentado; desatadle, y traedle acá.
31 Y si alguien os preguntare, ¿Por qué le desatáis? así le diréis: Porque el Señor tiene necesidad de él.
32 Y fueron los que habían sido enviados, y hallaron aún como él les había dicho.
33 Y mientras que estaban desatando el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino?
34 Y ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.
35 Y le trajeron a Jesús; y echaron sus ropas sobre el pollino, y pusieron encima a Jesús.
36 Y como él iba, tendían sus vestidos en el camino.
37 Y cuando él había llegado cerca, aún ya a la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos comenzó a regocijarse y alabar a Dios con una fuerte voz por todas las obras poderosas que habían visto;
38 Diciendo: Bendito sea el Rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas.
39 Y algunos de los Fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.
40 Y él respondió, y les dijo: Os digo que, si éstos callaren, las piedras inmediatamente clamarían.
41 Y cuando él llegó cerca, vio la ciudad, y lloró sobre ella,
42 Diciendo: ¡Sí hubieseis conocido, aún tú, lo menos en este tu día, las cosas que pertenecen a tu paz! mas ahora están escondidas de tus ojos.
43 Porque vendrán días sobre ti, que tus enemigos te cercarán con trinchera; y te pondrán cerco alrededor, y de todas partes te guardarán de todos lados,
44 Y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti; y no dejarán en ti piedra sobre piedra; por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
45 Y entró en el templo, y comenzó a echar fuera a todos los que vendían en él, y los que compraban;
46 Diciéndoles: Escrito está: Mi casa es una casa de oración; pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
47 Y él enseñó cada día en el templo. Pero los principales sacerdotes y los escribas, y los principales del pueblo procuraban destruirle,
48 Y no pudieron hallar lo qué podrían hacer; porque todo el pueblo estaba muy atento para oírle.
Capítulo 20
1 Y aconteció, que un uno de estos días, mientras que enseñó al pueblo en el templo, y predicó el evangelio, los principales sacerdotes y los escribas le sobrevinieron con los ancianos,
2 Y le hablaron, diciendo: Dinos ¿con qué autoridad haces estas cosas? ¿o quién es el que te ha dado esta autoridad?
3 Y él respondió y les dijo: Os preguntaré yo también una cosa, y respondedme:
4 El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres?
5 Y ellos razonaban dentro de sí, diciendo: Si dijéremos: Del cielo; dirá ¿Por qué, pues, no le creísteis?
6 Pero y si dijéremos: De los hombres; todo el pueblo nos apedreará; porque están persuadidos que Juan era un profeta.
7 Y respondieron, que no sabían de dónde era.
8 Y Jesús les dijo: Ni yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.
9 Entonces comenzó a decir al pueblo esta parábola: Un cierto hombre plantó una viña, y la arrendó a unos labradores, y fue a una tierra lejos por mucho tiempo.
10 Y al tiempo oportuno, envió un siervo a los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; pero los labradores le hirieron, y le enviaron vacío.
11 Y otra vez envió otro siervo; y le golpearon también, y le afrentaron, y le enviaron vació.
12 Y otra vez envió un tercer siervo; y ellos también le hirieron, y le echaron fuera.
13 Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré mi hijo amado; quizá le reverencien cuando le vean.
14 Pero cuando el labradores le vieron, razonaron entre sí, diciendo: Este es el heredero; venid, matémosle, para que la herencia sea nuestra.
15 Así le echaron fuera de la viña, y le mataron. Por eso ¿qué, les hará el señor de la viña?
16 Vendrá y destruirá a estos labradores; y dará su viña a otros. Y cuando ellos lo oyeron, dijeron: ¡No lo permita Dios!
17 Y él los miró, y dijo: ¿Qué es esto, pues, que está escrito: La piedra que rechazaron los edificadores, esta misma es puesta por cabeza del ángulo?
18 Cualquiera que cayere sobre aquella piedra será quebrantado; pero sobre el que ella cayera, le pulverizará.
19 Y los principales sacerdotes y los escribas en aquella misma hora procuraban echarle mano, y tuvieron miedo del pueblo; porque entendieron que contra ellos había dicho esta parábola.
20 Y le acecharon, y enviaron espías, que se fingiesen hombres justos, para que pudiesen tomarle en sus palabras, para que así le entregase a la poder y la autoridad del gobernador.
21 Y ellos le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que dices y enseñas rectamente; y que no tienes respeto a la persona de nadie, antes enseñas el camino de Dios con verdad;
22 ¿Nos es lícito dar tributo a César, o no?
23 Pero él percibió su astucia, y les dijo: ¿Por qué me tentáis?
24 Mostradme un centavo. ¿De quién tiene la imagen y la inscripción? Ellos respondieron y dijeron: De César.
25 les dijo: Por eso dad a César lo que es de César, y a Dios las cosas que son de Dios.
26 Y no pudieron prenderle en sus palabras delante del pueblo; y se maravillaron de su respuesta, y callaron.
27 Entonces vinieron a él ciertos de los Saduceos, los cuales niegan que hay alguna resurrección, y le preguntaron,
28 Diciendo: Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano de alguno muriere, teniendo una esposa, y muriere sin hijos, que su hermano debe tomar su esposa, y levante simiente a su hermano.
29 Hubo, pues, siete hermanos; y el primero tomó esposa, y murió sin hijos.
30 Y el segundó la tomó como esposa, y el murió sin hijos.
31 Y el tercero la tomó; y asimismo también los siete; y no dejaron simiente, y murieron.
32 Al fin de todo murió también la mujer.
33 Por eso, en la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa? porque los siete la tuvieron por esposa.
34 Y Jesús respondiendo, les dijo: Los hijos de este mundo se casan, y se dan en casamiento;
35 Pero los que fueron tenidos por dignos de obtener aquel mundo, y de la resurrección de los muertos, ni se casen, ni se dan en casamiento;
36 Ni pueden ya más morir; porque son iguales a los ángeles; y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección.
37 Ahora que los muertos han de resucitar, aún Moisés lo enseñó junto al zarzal, cuando llama al Señor: el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob.
38 Porque no es Dios de los muertos, sino de los vivos; porque todos viven a él.
39 Entonces respondiendo ciertos de los escribas, dijeron: Maestro, bien has dicho.
40 Y después que esto no osaron preguntarle alguna pregunta más.
41 Y él les dijo: ¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David?
42 Y David mismo dice en el libro de los Salmos: El SEÑOR dijo a mi Señor: Asiéntate a mi diestra,
43 Hasta que yo ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
44 David, por eso, le llama Señor; ¿cómo pues es su hijo?
45 Entonces en los oídos de todo el pueblo, él dijo a sus discípulos,
46 Guardaos de los escribas, que quieren andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, y las sillas más altas en las sinagogas; y los primeros asientos en las cenas;
47 Que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones; los mismos recibirán mayor condenación.
Capítulo 21
1 Y miró hacia arriba, y vio a los que echaban sus ofrendas en la tesorería.
2 Y vio también a cierta viuda pobre, que echaba allí dos blancas.
3 Y él dijo: De verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos ellos;
4 Porque todos estos de su abundancia han echado en las ofrendas de Dios; pero ella de su pobreza echó todo el sustento que tenía.
5 Y mientas que algunos hablaban del templo, como estaba adornado de hermosas piedras y dones, dijo:
6 En cuanto a estas cosas que veis, los días vendrán, en que ninguna piedra será dejada sobre otra, que no será derribada.
7 Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo sucederán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuándo estas cosas hayan de comenzar a ser hechas?
8 Y él dijo: Mirad que no seáis engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; Y el tiempo se acerca; por tanto no vayáis en pos de ellos.
9 Empero cuando oyereis de guerras y sediciones, no os espantéis; porque es menester que estas cosas acontezcan primero; pero el fin todavía no está.
10 Entonces les dijo: Nación se levantará contra nación, y reino contra reino;
11 Y habrá grandes terremotos en diversos lugares, y hambres, y pestilencias; y habrá escenas temerosas y grandes señales del cielo.
12 Mas antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas, y a las cárceles, siendo traídos ante los reyes y a los gobernadores por causa de mi nombre.
13 Y se os tornará para testimonio.
14 Ponedlo, por eso, en vuestro corazón, que no pensáis antes cómo habéis de responder;
15 Porque yo os daré boca y sabiduría, a la cual vuestros adversarios no podrán contradecir, ni resistir
16 Y vosotros seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y algunos de vosotros os causarán a ser matados.
17 Y seréis aborrecidos de todos hombres por causa de mi nombre.
18 Pero ni un cabellos de vuestra cabeza perecerá.
19 En vuestra paciencia poseed vuestra almas.
20 Y cuando viereis a Jerusalem rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción está cerca.
21 Entonces dejen que huir a los montes los que estuvieren en Judea; y los que estuvieren en medio de ella, váyanse; y los que estuvieren en los campos, no entren en ella.
22 Porque éstos son días de venganza, para que se cumplan todas las cosas que están escritas.
23 Pero, ¡ay de las preñadas, y de las que crían en aquellos días! porque habrá gran angustia sobre la tierra, e ira sobre este pueblo.
24 Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalem será hollada de los Gentiles, hasta que los tiempos de los Gentiles sean cumplidos.
25 Y habrá señales en el sol, y en la luna, y en las estrellas; y sobre la tierra angustia de naciones, con perplejidad; la mar y las ondas bramando;
26 Los corazones de los hombres fallándoles de temor, y por mirar a aquellas cosas que sobrevienen a la tierra; porque los poderes del cielo serán conmovidas.
27 Y entonces verán al Hijo del hombre viniendo en una nube con poder y gran gloria.
28 Y cuando estas cosas comenzaren a suceder, mirad arriba, y levantad vuestras cabezas; porque vuestra redención se acerca.
29 Y les dijo una parábola: Mirad la higuera, y todos los árboles;
30 Cuando ya brotan, veis y sabéis por vosotros mismos que el verano ya está cerca.
31 Asimismo también, cuando viereis que suceden estas cosas, sabed que el reino de Dios está cerca.
32 De cierto os digo: Esta generación no pasará, hasta que todo sea cumplida.
33 El cielo y la tierra pasarán; pero mis palabras no pasarán.
34 Y mirad por vosotros, que vuestros corazones no sean sobrecargados de glotonería y embriaguez, y de los afanes de esta vida, y así aquel día os venga de repente.
35 Porque como un lazo vendrá sobre los que habitan sobre la faz de toda la tierra.
36 Velad, por eso, y siempre ore, para que podáis ser tenidos por dignos de escapar todas estas cosas que han de acontecer, y de estar de pie delante del Hijo del hombre.
37 Y en el día enseñó en el templo, y en la noche salió, y quedó en el monto que se llama el monte de las Olivas.
38 Y todo el pueblo venía a él muy de mañana al templo, para oírle.
Capítulo 22
1 Ahora se acercó la fiesta de los panes sin levadura, que se llama la Pascua.
2 Y los principales sacerdotes y los escribas procuraban cómo le matarían; porque tenían miedo del pueblo.
3 Entonces entró Satanás en Judas, que tenía por sobrenombre Iscariote, siendo del número de los doce.
4 Y fue a su camino, y comunicó con los principales sacerdotes y capitanes, de cómo se le podrían entregar.
5 Y se alegraron, y concertaron de darle dinero.
6 Y él prometió, y buscó oportunidad para entregarle a ellos en ausencia de la multitud.
7 Luego vino el día de los panes sin levadura, en el cual era menester matar la pascua.
8 Y él envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, aparejadnos la pascua, para que comamos.
9 Y ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la aparejemos?
10 Y él les dijo: He aquí, cuando entrareis en la ciudad, os encontrará un hombre, llevando un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare.
11 Y decid al padre de la familia de la casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde tengo de comer la pascua con mis discípulos?
12 Entonces él os mostrará un gran aposento alto aderezado; aparejad allí.
13 Y fueron, y lo hallaron como les había dicho; y aparejaron la pascua.
14 Y cuando hubo llegado la hora, se sentó a la mesa; y los doce apóstoles con él.
15 Y les dijo: Con anhelo he deseado comer esta pascua con vosotros antes que padezco;
16 Porque os digo, que no comeré más de ella, hasta que sea cumplido en el reino de Dios.
17 Y él tomó la copa, y dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros;
18 Porque os digo: No beberé del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga.
19 Y él tomó pan, y dio gracias, y lo partió, y les dio, diciendo: Este es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.
20 Asimismo dio también la copa, después de la cena, diciendo: Esta copa es el nuevo testamento en mi sangre, que por vosotros se derrama.
21 Pero, he aquí, la mano del que me entrega está conmigo en la mesa.
22 Y a la verdad el Hijo del hombre va, como ha sido determinado, empero ¡ay de aquel hombre por el cual es entregado!
23 Y ellos comenzaron a preguntar entre sí, cuál de ellos sería el que había de hacer esta cosa.
24 Y hubo también entre ellos una contienda, de quién de ellos deber ser contado digno de ser el mayor.
25 Y él les dijo: Los reyes de los Gentiles se enseñorean de ellos; y los que ejercen autoridad sobre ellos son llamados bienhechores.
26 Pero vosotros no serán así: más el que es mayor entre vosotros, deje que sea como el menor; y el que es principal, como el que sirve.
27 Porque ¿cuál es mayor, el que se asienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se asienta a la mesa? pero yo soy entre vosotros como el que sirve.
28 Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis tentaciones.
29 Y yo os ordeno un reino, como mi Padre me ha ordenado a mí;
30 Para que comáis y bebáis en mi mesa en mi reino, y os asentéis sobre tronos juzgando a las doce tribus de Israel.
31 Y dijo el Señor: Simón, Simón, he aquí, Satanás te ha deseado tener, para zarandearte como a trigo;
32 Pero yo he rogado por ti, para que tu fe no falte; y cuando eres convertido, fortalece a tus hermanos.
33 Y él le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir contigo, ambos a la cárcel, y a la muerte.
34 Y él dijo: Pedro, te digo, Pedro, que el gallo no cantará hoy, antes que tú niegues tres veces que me conoces.
35 Y a ellos dijo: Cuando os envié sin bolsa, y sin alforja, y sin zapatos, ¿os faltó algo? Y ellos dijeron: Nada.
36 Entonces les dijo: Pero ahora, él que tiene bolsa, tómela, y asimismo a su alforja, y él que no tiene espada, venda su capa, y compre una.
37 Porque os digo, que esto que está escrito debe ser cumplida en mí: Y con los transgresores fue contado; porque las cosas que concierne a mí, tienen fin.
38 Y ellos dijeron: Señor, he aquí, aquí hay dos espadas. Y él les dijo: Suficiente es.
39 Y salió, y se fue, como querría, al monte de Olivas; y sus discípulos también le siguieron.
40 Y cuando legó a aquel lugar, les dijo: Orad para que no entréis en tentación.
41 Y él se apartó de ellos como un tiro de piedra; y puesto de rodillas, oró,
42 Diciendo: Padre, si quieres, pasa esta copa de mí; sin embargo no mi voluntad, sino la tuya, sea hecha.
43 Y le pareció un ángel del cielo, esforzándole.
44 Y estando en agonía, oró más intensamente; y su suero fue como grandes gotas de sangre cayendo hasta la tierra.
45 Y cuando se levantó de la oración, y era venido a sus discípulos, los halló durmiendo de tristeza,
46 Y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para que no entréis en tentación.
47 Y mientras que él aún habló, he aquí una multitud, y él que se llamaba Judas, uno de los doce, iba delante de ellos; y se llegó a Jesús para besarle.
48 Pero Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
49 Cuando los que estaban con él en derredor vieron a lo que iba a suceder, le dijeron: Señor, ¿heriremos con espada?
50 Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote, y cortó su oreja derecha.
51 Y Jesús respondió y dijo: Dejad hasta aquí. Y tocó su oreja, y le sanó.
52 Entonces Jesús dijo a los principales sacerdotes, y a los capitanes del templo, y a los ancianos, que habían venido a él: ¿Habéis salido como contra un ladrón, con espadas y con palos?
53 Cuando yo estaba con vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas ésta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas.
54 Entonces le prendieron, y le trajeron, y le metieron en casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos.
55 Y cuando habían encendido un fuego en medio el atrio, y fueron sentados todos juntos, se sentó Pedro entre ellos.
56 Pero una cierta criada le vio mientras que estaba sentado al fuego, y se fijó los ojos en él, y dijo: Este hombre también estaba con él.
57 Y él le negó, diciendo: Mujer, no le conozco.
58 Y después de un poco tiempo, otro le vio, y dijo: Tú eras también de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no soy.
59 Y después del espacio de como una hora, un otro confiadamente afirmaba, diciendo: Verdaderamente este hombre también estaba con él; porque es Galileo.
60 Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. E inmediatamente, mientras que él hablaba, el gallo cantó.
61 y el Señor volvió, y miró a Pedro. Y Pedro se acordó de la palabra del Señor, como le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
62 Y Pedro salió fuera, y lloró amargamente.
63 Y los hombres que tenían a Jesús, le escarnecían, y le herían.
64 Y cuando le habían vendado los ojos, le herían el rostro, y le preguntaban, diciendo: Profetiza, ¿quién es el que te golpeó?
65 Y muchas otras cosas con blasfemias decían contra él.
66 Y cuando fue de día, se juntaron los ancianos del pueblo y los principales sacerdotes, y los escribas, y le trajeron a su concilio, diciendo:
67 ¿Eres tú el Cristo? dínoslo. Y él les dijo: Si os lo dijere, no creeréis;
68 Y si también os preguntare, no me responderéis, ni me soltaréis.
69 Más adelante el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios.
70 Luego dijeron todos: ¿Eres tú, entonces, el Hijo de Dios? Y él les dijo: Vosotros decís que yo soy.
71 Y ellos dijeron: ¿Qué más testimonio necesitamos? porque nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca.
Capítulo 23
1 Y toda la multitud se levantó, y le llevaron a Pilato.
2 Y comenzaron a acusarle, diciendo: A este hombre hemos hallado pervirtiendo la nación, y prohibiendo dar tributo a César, diciendo que él mismo es Cristo un Rey.
3 Y Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? y él respondió y dijo: Tú lo dices.
4 Entonces Pilato dijo a los principales sacerdotes, y al pueblo: No hallo ninguna culpa en este hombre.
5 Y ellos fueron más feroces, diciendo: El alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta este lugar.
6 Cuando Pilato oyó de Galilea, preguntó si el hombre era Galileo.
7 Y tan pronto que entendió que era de la jurisdicción de Herodes, le envió a Herodes, el cual también estaban en Jerusalem en aquel tiempo.
8 Y cuando Herodes vio a Jesús, se gozó mucho; porque deseaba por mucho tiempo verle, por causa de las muchas cosas que él había oído de él; y esperaba ver algún milagro hecho por él.
9 Entonces le preguntó con muchas palabras; pero él no le respondió nada.
10 Y los principales sacerdotes y los escribas se pararon y le acusaron vehementemente.
11 Y Herodes, con sus hombres de guerra, le menospreció, y le escarneció, y le vistieron en una ropa espléndida; y le volvieron a Pilato.
12 Y el mismo día Pilato y Herodes se hicieron amigos; porque antes había enemistad entre ellos.
13 Y Pilato, cuando había convocado los principales sacerdotes y los gobernadores y el pueblo,
14 Les dijo: Me habéis traído a éste hombre, como uno que pervierte al pueblo, y, he aquí, yo, habiéndole examinado delante de vosotros, no he hallado alguna culpa en este hombre de aquellas cosas de que le acusáis;
15 Ni, tampoco Herodes; porque os remití a él; y, he aquí, nada digno de muerte se le ha hecho.
16 Por eso, yo le castigaré, y le soltaré.
17 (Porque de necesidad tenía que soltarles uno en la fiesta.)
18 Y gritaron todos a la misma vez: diciendo: ¡Fuera con éste hombre, y suéltanos a Barrabás!
19 (El cual por una cierta sedición hecha en la ciudad, y por un homicidio, fue echado en la carcel.)
20 Pilato, entonces, queriendo soltar a Jesús, les habló otra vez.
21 Pero ellos gritaron, diciendo: Cricifícale, crucfícale!
22 Y él les dijo la tercera vez: ¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho éste? No he hallado ninguna culpa de muerte en él; Yo, por eso, le castigaré, y le soltaré.
23 Y ellos instaban con grandes voces, pidiendo que él pudiese ser crucificado. Y las voces de ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron.
24 Y Pilato dio sentencia que se hiciese como ellos pedían;
25 Y les soltó al que por sedición y homicidio fue echado en la cárcel, al cual ellos habían deseado; pero entregó a Jesús a la voluntad de ellos.
26 Y como le llevaron fuera, tomaron a un Simón, Cireneo, saliendo del campo, y le pusieron encima la cruz, para que la pudiese llevar en pos de Jesús.
27 Y le seguía una gran multitud de pueblo, y de mujeres, las cuales le lloraban y lamentaban.
28 Pero Jesús, volviéndose a ellas, dijo: Hijas de Jerusalem, no lloréis por mí; pero llorad por vosotras mismas, y por vuestros hijos.
29 Porque, he aquí, vendrán días en que dirán: Bienaventuradas son las estériles, y los vientres que nunca parieron, y los pechos que nunca dieron de mamar.
30 Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los callados: Cubridnos.
31 Porque si hacen estas cosas en el árbol verde, ¿que se hará en el seco?
32 Y habían también con él otro dos, que eran malhechores, llevados con él para ser matados.
33 Y cuando vinieron al lugar, que se llama Calvario, le crucificaron allí; y a los malhechores, uno a la derecha, y otro a la izquierda.
34 Entonces Jesús dijo: Padre, perdónalos; Padre, perdónalos; porque no saben lo que hacen. Y repartieron sus vestidos, y echaron suertes.
35 Y el pueblo estaba de pie mirando. Y los gobernantes también con ellos se burlaban de él, diciendo: A otros salvó, sálvese a sí mismo: si este es el Cristo, el escogido de Dios
36 Y los soldados también le escarnecían, acercándose, y presentándole vinagre,
37 Y diciendo: Si tú eres el Rey de los Judíos, sálvate a ti mismo.
38 Y también una inscripción fue escrita sobre él con letras Griegas, y Latinas, y Hebraicas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDIOS.
39 Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaban, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo, y a nosotros.
40 Pero el otro respondiendo, le reprendió, diciendo: ¿No temes tú a Dios, estando en la misma condencación?
41 Y nosotros, a la verdad, justamente; porque recibimos la debida recompensa de nuestros hechos; pero este hombre no ha hecho nada mal.
42 Y él dijo a Jesús: Señor, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
43 Y Jesús le dijo: De cierto te digo: Hoy estarás conmigo en el paraíso.
44 Y era como la hora sexta, y hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
45 Y el sol se oscureció; y el velo del templo fue rasgado por el medio.
46 Y cuando Jesús había clamado a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu; y habiendo dicho así, entregó el espíritu.
47 Ahora cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este era un hombre justo.
48 Y todo el pueblo que vinieron juntos a este espectáculo, viendo las cosas que fueron hechas, hirieron a sus pechos, y se volvían.
49 Y todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban de pie lejos, mirando estas cosas.
50 Y, he aquí, había un hombre llamado Josef, un consejero, y era un varón bueno; y justo;
51 (El cual no había consentido en el consejo ni en los hechos de ellos;) era de Arimatea, ciudad de los Judíos; el cual también esperaba el reino de Dios.
52 Este hombre fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.
53 Y él lo bajó, y lo envolvió en una sábana de lino, y lo puso en un sepulcro que era labrado en una roca, en el cual ningún hombre había sido puesto.
54 Y aquel día era de la preparación; y el sábado amanecía.
55 Y las mujeres también, que vinieron con él de Galilea, siguieron en pos, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo.
56 Y volvieron, y aparejaron especias y ungüentos; y reposaron el sábado conforme al mandamiento.
Capítulo 24
1 Ahora en el primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias que habían aparejado, y ciertas otras con ellas.
2 Y hallaron la piedra revuelta del sepulcro.
3 Y entraron ellas, y no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
4 Y aconteció, mientras estaban muy perplejas por esto; he aquí, dos hombres se pararon junto a ellas en vestiduras resplandecientes.
5 Y como ellas tuvieron miedo, y bajaron sus rostros a tierra, dijeron a ellas: ¿Por qué buscáis ente los muertos al que vive?
6 Él no está aquí, sino que ha resucitado; acordaos de como os habló cuando aún estaba en Galilea,
7 Diciendo: Es menester que el Hijo del hombre sea entregad en manos de hombres pecadores, y ser crucificado, y resucitar al tercer día,
8 Y ellas se acordaron de sus palabras,
9 Y volvieron del sepulcro, y contaron todas estas cosas a los onces, y a todos los demás.
10 Y eran María Magdalena, y Juana, y María la madre de Jacobo, y otras mujeres que estaban con ellas, las que decían estas cosas a los apóstoles.
11 Y sus palabras les parecían como cuentos de locura, y no las creían.
12 Entonces se levantó Pedro, corrió al sepulcro; y bajándose vio dentro, y vio los lienzos puestos aparte solos, y partió, maravillándose en sí mismo de lo que había sucedido.
13 Y, he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamado Emmaús, la cual era como sesenta estadios de Jerusalem.
14 Y hablaban ellos entre sí de todas aquellas cosas que habían acaecido.
15 Y aconteció, que, mientras que conversaban y razonaban entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos.
16 Pero sus ojos eran detenidos, para que no le conociesen.
17 Y él les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras que andáis, y porque estáis tristes?
18 Y uno de ellos, cuyo nombre era Cleofás, respondiendo, le dijo: ¿Eres tú sólo extranjero en Jerusalem, y no has sabido las cosas que han acontecido en ella en estos días?
19 Y él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: Acerca de Jesús de Nazaret, el cual fue un profeta poderoso en obra y en palabra, delante de Dios y de todo el pueblo;
20 Y cómo los principales sacerdotes y nuestros gobernantes le entregaron a condenación de muerte, y le han crucificado.
21 Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y sobre todo esto, hoy es el tercer día desde que estas cosas fueron hechas.
22 Y además, también ciertas mujeres de nuestra compañía nos han espantado, las cuales muy de mañana fueron al sepulcro;
23 Y cuando no hallaron su cuerpo, vinieron, diciendo, que también habían visto visión de ángeles, los cuales dijeron que él vive.
24 Y ciertas de ellas que no estaban con nosotros, fueron al sepulcro, y lo hallaron aún así como las mujeres habían dicho; mas a él no le vieron.
25 Entonces él les dijo: Oh insensatos, y tardos de corazón para creer a todo los que los profetas han dicho;
26 ¿No era menester que el Cristo hubiera padecido estas cosas, y que entrara en su gloria?
27 Y comenzando desde Moisés y de todos los profetas, les declaró en todas las escrituras las cosas tocantes a él.
28 Y se acercaron a la aldea a donde iban; y él hizo como que quisiera ir más lejos.
29 Pero ellos le constreñían, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día es muy avanzado. Y él entró para quedarse con ellos.
30 Y aconteció, mientras que estaba sentados con ellos a comer, tomó pan, y lo bendijo, y lo partió, y les dio.
31 Y sus ojos fueron abiertos, y le conocieron; y él se desapareció de su vista.
32 Y decían el uno al otro, ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las escrituras?
33 Y levantaron ellos en la misma hora, y se volvieron a Jerusalem, y hallaron a los once congregados junto, y a los que estaban con ellos,
34 Diciendo: El Señor es resucitado verdaderamente, y ha aparecido a Simón.
35 Y contaban las cosas que les habían acontecido en el camino; y como él había conocido de ellos en el romper del pan.
36 Y mientras ellos hablaban así, Jesús mismo se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz sea a vosotros.
37 Pero ellos estaban espantados y atemorizados, y suponían que habían visto un espíritu.
38 Y él les dijo: ¿Por qué estáis turbados? y suben pensamientos en vuestros corazones?
39 Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy. Palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.
40 Y cuando él había dicho así, les mostró sus manos y sus pies.
41 Y mientras aún no creían, de gozo, y maravillados, les dijo. ¿Tenéis aquí algo de comer?
42 Y ellos le dieron un pedazo de pez asado, y un panal de miel.
43 Y él lo tomó, y comió delante de ellos.
44 Y él les dijo: Estas son las palabras que os hablé, mientras que estuve aún con vosotros, que era menester que todas cosas debiesen ser cumplidas, que estaban escritas en la ley de Moisés, y en los profetas, y en los Salmos, acerca de mí.
45 Entonces él abrió el entendimiento de ellos, para que pudiesen entender las escrituras,
46 Y les dijo: Así está escrito, y así fue menester que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;
47 Y que el arrepentimiento y remisión de pecados debiese ser predicado en su nombre entre todas las naciones, comenzando de Jerusalem.
48 Y vosotros sois testigos de estas cosas.
49 Y, he aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros: mas quedaos vosotros en la ciudd de Jerusalem, hasta que seáis investidos de poder de lo alto.
50 Y él los sacó fuera hasta Betania, y alzó sus manos, y los bendijo.
51 Y aconteció, mientras les bendijo, se partió de ellos, y fue llevado arriba al cielo.
52 Y ellos le adoraron, y se volvieron a Jerusalem con gran gozo;
53 Y estaban continuamente en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén.
JUAN
Capítulo 1
1 En el principio era la Palabra, y la Palabra era con Dios, y la Palabra era Dios.
2 Este era en el principio con Dios.
3 Todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada de lo que es hecho, fue hecho.
4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
5 Y la luz en las tinieblas resplandece; y las tinieblas no la comprendieron.
6 Había un hombre enviado de Dios, cuyo nombre era Juan.
7 Este vino por testimonio, para dar testimonio de la Luz, para que todos los hombres por él puedan creer.
8 Él no era la Luz, sino fue enviado para dar testimonio de la Luz.
9 Aquél era la Luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene al mundo.
10 En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por él, y el mundo no le conoció.
11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.
12 Mas a todos los que le recibieron, les dio potestad de ser hechos los hijos de Dios, aún a los que creen en su nombre:
13 Los cuales nacieron, no de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad de hombre, sino de Dios.
14 Y la Palabra fue hecha carne, y habitó entre nosotros, (y vimos su gloria, la gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y verdad.
15 Juan dio testimonio de él, y clamó, diciendo: Este era aquél de quien yo decía, El que viene en pos de mí, es preferido antes de mí, porque era antes que yo.
16 Y de su plenitud todos nosotros hemos recibido, y gracia por gracia.
17 Porque la ley fue dada por Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por Jesu Cristo.
18 Nadie jamás ha visto a Dios, el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha declarado.
19 Y éste es el testimonio de Juan, cuando los Judíos enviaron sacerdotes y Levitas de Jerusalén para preguntarle, ¿Quién eres tú?
20 Y él confesó, y no negó; mas confesó: Yo no soy el Cristo.
21 Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Y él dice: No soy. ¿Eres tú aquel profeta? y él respondió: No.
22 Entonces ellos le dijeron: ¿Quién eres? para que podamos dar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices tú de ti mismo?
23 El dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Haced derecho el camino de Señor, como dijo el profeta Isaías.
24 Y los que fueron enviados eran de los Fariseos.
25 Y le preguntaron, y le dijeron, ¿Por qué pues bautizas, si tú no eres aquel Cristo, ni Elías, ni aquel profeta?
26 Juan les respondió, diciendo: Yo bautizo con agua; pero está de pie uno en medio de vosotros, a quien vosotros no conocéis:
27 Él es, el cual viniendo en pos de mí, es preferido antes que mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del zapato.
28 Estas cosas fueron hechas en Betábara al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
29 El siguiente día ve Juan a Jesús que venía a él, y dice: He aquí, el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
30 Este es aquél de quien yo dije: En pos de mí viene un hombre que es preferido antes que mí; porque era antes de mí.
31 Y yo no le conocía; mas para que sea manifestado a Israel, por eso he venido yo bautizando con agua.
32 Y Juan dio testimonio, diciendo: Vi al Espíritu descendiendo del cielo como paloma, y reposó sobre él.
33 Y yo no le conocía: pero el que me envió a bautizar con agua, el mismo me dijo: Sobre quién vieres descender el Espíritu, y reposando sobre él, el mismo es el que bautiza con el Espíritu Santo.
34 Y yo vi, y di testimonio que éste es el Hijo de Dios.
35 El día siguiente otra vez estaba Juan de pie, y dos de sus discípulos;
36 Y mirando a Jesús como andaba, dice: ¡He aquí el Cordero de Dios!
37 Y los dos discípulos le oyeron hablar, y siguieron a Jesús.
38 Entonces Jesús se volvió y vio a los que le seguían, y les dice, ¿Qué buscáis? Y ellos le dijeron: Rabbí, (Que es a decir, siendo interpretado, Maestro), ¿dónde moras?
39 El les dice: Venid y ved. Y ellos vinieron y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día: porque era como la hora décima.
40 Uno de los dos que oyeron a Juan hablar, y le siguió, era Andrés, hermano de Simón Pedro.
41 El halla primero a su propio hermano Simón, y le dice: Hemos hallado al Mesías, que es, siendo interpretado, el Cristo.
42 Y le trajo a Jesús. Y cuando Jesús le miró, él dijo: Tú eres Simón, el hijo de Jonás: tú serás llamado Cefas, que es por interpretación, una piedra.
43 El día siguiente Jesús quiso ir a Galilea, y halla a Felipe; y le dice: Sígueme.
44 Ahora Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro.
45 Felipe halla a Nathanael, y le dice: Nosotros hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la ley, y también las profetas, Jesús de Nazaret, el hijo de Josef.
46 Y le dijo Natanael: ¿De Nazaret puede salir alguna cosa buena? Le dice Felipe: Ven y ve.
47 Jesús vio a Natanael venir a sí, y dice de él: ¡He aquí un verdadero Israelita, en el cual no hay engaño!
48 Le dice Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondióle Jesús, y le dijo: Antes que Felipe te llamó, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.
49 Respondió Natanael, y le dice: Rabbí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.
50 Jesús Respondió y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? cosas mayores que estas verás.
51 Y le dice: De cierto, de cierto, os digo, De aquí en adelante veréis el cielo abierto, y los ángeles de Dios ascendiendo y descendiendo sobre el Hijo del hombre.
Capítulo 2
1 Y al tercer día hubo una boda en Caná de Galilea; y la madre de Jesús estaba allí.
2 Y ambos Jesús y sus discípulos fueron llamados a la boda.
3 Y cuando quisieron vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino.
4 Jesús dice a ella: Mujer, ¿Qué tengo yo que hacer contigo? aún no es venida mi hora.
5 Su madre dice a los siervos: Todo lo que él os dice, hacedlo.
6 Y estaban puestas allí seis tinajas de piedra para agua, conforme a la purificación de los Judíos, que en cada uno cabía dos o tres cántaros.
7 Jesús les dice: Llenad las tinajas con agua. Y las llenaron hasta arriba.
8 Y les dijo: Sacad ahora, y llevad al maestresala de la fiesta. Y ellos lo llevaron.
9 Cuando el maestresala de la fiesta hubo gustado el agua que fue hecha vino, y no sabía de donde era (mas lo sabían los siervos que sacaron el agua); el maestresala de la fiesta llamó al desposado,
10 Y le dice: Todo hombre al principio pone el buen vino; y cuando los hombres han bebido bien, entonces lo que es peor; pero tú has guardado el buen vino hasta ahora.
11 Este principio de milagros hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.
12 Después de esto descendió a Capernaum, él, y su madre, y sus hermanos, y sus discípulos; y continuaron allí no muchos días.
13 Y la pascua de los Judíos estaba cerca, y subió Jesús a Jerusalén.
14 Y halló en el templo a los que vendían bueyes, y ovejas, y palomas, y a los cambiadores de dinero sentados:
15 Y cuando hubo hecho un azote de cuerdas pequeñas, los echó del templo, y las ovejas, y los bueyes; y derramó el dinero de los cambiadores, y trastornó las mesas;
16 Y dijo a los que vendían las palomas: Quitad de aquí estas cosas, no hagáis la casa de mi Padre una casa de mercadería.
17 Y se acordaron sus discípulos que estaba escrito: El celo de tu casa me ha comido.
18 Entonces los Judíos respondieron, y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, viendo que tú haces estas cosas?
19 Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días yo lo levantaré.
20 Entonces dijeron los Judíos: Cuarenta y seis años fue este templo edificado, ¿y tú en tres días lo levantarás?
21 Pero él hablaba del templo de su cuerpo.
22 Por tanto cuando él fue resucitado de los muertos, sus discípulos se acordaron que les había dicho esto; y creyeron a la escritura, y la palabra que Jesús había dicho.
23 Ahora cuando él estaba en Jerusalén en la pascua, en el día de la fiesta, muchos creyeron en su nombre, cuando vieron los milagros que hacía.
24 Pero Jesús no se confiaba a sí mismo de ellos, porque él conocía a todos los hombres,
25 Y no necesitaba que alguien le testificase del hombre, porque él sabía lo que era dentro del hombre.
Capítulo 3
1 Había un hombre de los Fariseos, llamado Nicodemo, un principal de los Judíos;
2 Esté vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabbí, sabemos que tu eres un maestro venido de Dios; porque ningún hombre puede hacer estos milagros que tú haces, si no estuviere Dios con él.
3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo: El que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios.
4 Dícele Nicodemo, ¿Cómo puede un hombre nacer, cuando es viejo? ¿puede entrar la segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo: El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
6 Lo que es nacido de la carne, es carne; y lo que es nacido del Espíritu, es espíritu.
7 No te maravilles de que te dije: Os es menester nacer otra vez.
8 El viento sopla donde quiere; y oyes su sonido, pero no sabes de donde viene, ni donde va: así es cada uno que es nacido del Espíritu.
9 Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo pueden ser estas cosas?
10 Jesús respondió y le dijo: ¿Eres tú un maestro de Israel, y no sabes estas cosas?
11 De cierto, de cierto te digo, Hablamos de lo que sabemos, y testificamos de lo que hemos visto; y no recibís nuestro testimonio.
12 Si yo os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis, si os dijere de cosas celestiales?
13 Y ningún hombre ha ascendido al cielo, sino él que descendió del cielo, aún el Hijo del hombre que está en el cielo.
14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es menester que el Hijo del hombre sea levantado.
15 Para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
16 Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.
17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo; sino que el mundo pueda ser salvo por él.
18 El que en él cree, no es condenado; mas él que no cree, ya es condenado; porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
19 Y esta es la condenación, que la luz es venido al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz; porque sus obras eran malas.
20 Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz, ni viene a la luz, para que sus obras no sean redargüidas.
21 Pero él que hace la verdad, viene a la luz, para que sus obras sean hechas manifiestas, porque son obrados en Dios.
22 Después de estas cosas, vino Jesús, y sus discípulos, a la tierra de Judea; y allí él se quedó con ellos, y bautizaba.
23 Y Juan también estaba bautizando en Enón, cerca a Salim, porque había allí mucha agua: y ellos vinieron, y fueron bautizados.
24 Porque Juan todavía no había sido echado en la cárcel.
25 Luego se levantó una cuestión entre algunos de los discípulos de Juan y los Judíos acerca de la purificación.
26 Y ellos vinieron a Juan, y le dijeron: Rabbí, él que estaba contigo al otro lado del Jordán, del cual tú diste testimonio, he aquí, el mismo bautiza, y todos los hombres vienen a él.
27 Respondió Juan y dijo: Un hombre no puede recibir nada, sino que le fuere dado del cielo.
28 Vosotros mismos me dais testimonio, que yo dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado antes de él.
29 El que tiene la desposada, es el desposado; pero el amigo del desposado, que está de pie y le oye, se regocija grandemente de la voz del desposado: así pues, éste mi gozo es cumplido.
30 Él debe crecer, pero yo debo disminuir.
31 El que viene de arriba, sobre todo es; él que es de la tierra, terrenal es; y de las cosas terrenales habla: él que viene del cielo, sobre todo es.
32 Y lo que él ha visto y oído, esto testifica; y nadie recibe su testimonio.
33 El que ha recibido su testimonio, ha puesto su sello que Dios es verdadero.
34 Porque él a quien Dios ha enviado, habla las palabras de Dios, porque Dios no le da el Espíritu por medida.
35 El Padre ama al Hijo, y ha dado todas las cosas en su mano.
36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no cree en el Hijo no verá la vida; sino que la ira de Dios queda sobre él.
Capítulo 4
1 Cuando, pues, el Señor sabía que los Fariseos habían oído que Jesús hacía y bautizaba más discípulos que Juan,
2 (Aunque Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos),
3 Dejó a Judea, y se fue otra vez a Galilea.
4 Y era menester que pasase por Samaria.
5 Luego él vino a una ciudad de Samaria, que es llamado Sicar, cerca de la porción de tierra que Jacob dio a Josef su hijo.
6 Ahora estaba allí el pozo de Jacob. Jesús, pues, siendo cansado de su viaje, se sentó así sobre el pozo: y era como la hora sexta.
7 Viene una mujer de Samaria a sacar agua; Jesús dice a ella: Dame de beber.
8 (Porque sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar carne).
9 Entonces la mujer Samaritana le dice: ¿Cómo es que tú, siendo un Judío, me pides a mí de beber, que soy una mujer de Samaria? porque los Judíos no tiene tratos con los Samaritanos.
10 Jesús respondió y dijo a ella: Si conocieses el don de Dios, y a quién es que te dice: Dame de beber; tú pedirías de él, y él te daría agua viva.
11 La mujer le dice: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo: ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?
12 ¿Eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y del cual él mismo bebió, y sus hijos, y sus ganados?
13 Respondió Jesús y dijo a ella: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed;
14 Pero todo aquel que bebiere de la agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; mas el agua que yo le daré será en él un fuente de agua, que salte para vida eterna.
15 La mujer le dice: Señor, dame esta agua, para que yo no tenga sed, ni venga acá a sacar.
16 Jesús dice a ella: Ve, llama a tu esposo, y ven acá.
17 Respondió la mujer, y dijo: No tengo marido. Jesús dice a ella: Bien has dicho: No tengo marido;
18 Porque cinco maridos has tenido; y él que tienes ahora no es tu marido: en esto has dicho verdaderamente.
19 La mujer le dice: Señor, me parece que tú eres un profeta.
20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde los hombres deben adorar.
21 Jesús dice a ella: Mujer, créeme, que la hora viene cuando vosotros ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al padre.
22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros sabemos lo que adoramos; porque salvación es de los Judíos.
23 Pero la hora viene, y ahora es, cuando los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque el Padre busca tales para adorarle.
24 Dios es un Espíritu; y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad.
25 Dícele la mujer: Yo sé que el Mesías viene, el cual es llamado el Cristo: cuando él viniere, nos declarará todas las cosas.
26 Dice Jesús a ella: Yo soy él que habla contigo.
27 Y en esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que él habló con la mujer; sin embargo ninguno dijo: ¿Qué buscas? o ¿Por qué hablas tú con ella?
28 Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dice a los hombres:
29 Venid, ved a un hombre que me ha dicho todas las cosas que he hecho: ¿no es éste el Cristo?
30 Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él.
31 Entre tanto sus discípulos le rogaban, diciendo: Maestro, come.
32 Pero él les dijo: Yo tengo comida para comer que vosotros no sabéis.
33 Entonces los discípulos dijeron el uno al otro: ¿Le ha traído alguien algo de comer?
34 Jesús les dice: Mi comida es hacer la voluntad del que me envió, y acabar su obra.
35 ¿No decís vosotros: Hay aún cuatro meses y entonces viene la siega? He aquí, yo os digo: Alzad vuestros ojos, y mirad a los campos; porque ya están blancos para la siega.
36 Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna; que ambos el que siembra y el que siega pueden regocijar juntos.
37 Y en esto es aquel dicho verdadero: Uno siembra, y otro siega.
38 Yo os he enviando a segar lo que vosotros no labrasteis; otros hombres labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.
39 Y muchos de los Samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por el dicho de la mujer, que testificó: El me dijo todo lo que he hecho.
40 Así, cuando los Samaritanos habían venido a él, le rogaron que se quedase con ellos; y él se quedó allí dos días.
41 Y muchos más creyeron por causa de su propia palabra.
42 Y dijeron a la mujer: Ahora creemos, no por causa de tu dicho, porque le hemos oído nosotros mismos, y sabemos que él en verdad es el Cristo, el Salvador del mundo.
43 Ahora después de dos días él salió de allí, y se fue a Galilea.
44 Porque Jesús mismo testificó, que un profeta no tiene honra en su propia tierra.
45 Entonces cuando él vino a Galilea, los Galileos le recibieron, habiendo visto todas las cosas que él hizo en Jerusalén en la fiesta; porque también ellos habían ido a la fiesta.
46 Así, Jesús vino otra vez a Caná de Galilea, donde él había cambiado el agua en vino. Y había un cierto hidalgo del corte del rey, cuyo hijo estaba enfermo en Capernaum.
47 El cual, cuando oyó que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue a él, y le rogaba que descendiese, y sanase su hijo; porque estaba al punto de morir.
48 Entonces Jesús le dijo: Si no vieres señales y maravillas, no creeréis.
49 El hidalgo del corte le dice: Señor, desciende antes que mi hijo muera.
50 Jesús le dice Vete, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le había dicho, y se fue.
51 Y como él iba ya descendiendo, sus siervos le encontraron, y le dieron las nuevas, diciendo; Tu hijo vive.
52 Entonces él les inquirió a qué hora comenzó a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a la séptima hora le dejó la fiebre.
53 Así el padre conoció que era la misma hora, en que Jesús le dijo: Tu hijo vive; y creyó él, y toda su casa.
54 Este además es el segundo milagro que Jesús hizo, cuando vino fuera de Judea a Galilea.
Capítulo 5
1 Después de esto, había una fiesta de los Judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
2 Ahora hay en Jerusalén junto al mercado de las ovejas, un estanque, que en lengua hebrea se llama Betesda, que tiene cinco pórticos.
3 En éstos estaba echada una gran multitud de enfermos, de ciegos, cojos, secos, que esperaban al movimiento del agua.
4 Porque un ángel descendía a un cierto tiempo al estanque, y revolvía el agua; el que entonces entraba primeramente después del movimiento del agua, fue hecho sanado de cualquier enfermedad que tuviese.
5 Y estaba allí un cierto hombre, que tenía una enfermedad por treinta y ocho años.
6 Cuando Jesús le vio postrado, y supo que ya por mucho tiempo había en aquel estado, le dice: ¿Quieres ser sano?
7 Y el hombre enfermo le respondió: Señor, no tengo ningún hombre, que cuando el agua se revuelve, me meta en el estanque; entre tanto que vengo, otro desciende antes que yo.
8 Jesús le dice: Levántate, toma tu lecho, y anda.
9 E inmediatamente el hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo; y el mismo día era el sábado.
10 Los Judíos, entonces, dijeron al que fue curado: Es el día del sábado, no te es lícito llevar tu lecho.
11 El les respondió: El que me sanó, el mismo me dijo: Toma tu lecho y anda.
12 Entonces le preguntaron: ¿Quién es aquel hombre que te dijo: Toma tu cama y anda?
13 Y él que había sido sanado, no sabía quien fuese, porque Jesús se había apartado, una multitud estando en aquel lugar.
14 Después Jesús le halló en el templo, y le dijo: He aquí, tú estás sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor.
15 El hombre se fue, y dio cuenta a los Judíos que era Jesús, que le había sanado.
16 Y por esto los Judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque él ha hecho estas cosas en el día del sábado.
17 Pero Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora obra, y yo obro.
18 Por esto, más procuraban los Judíos matarle; porque él no sólo había quebrantado el sábado, más aún también dijo que Dios era su Padre, haciéndose igual a Dios.
19 Entonces respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo: El Hijo no puede hacer nada de sí mismo, sino lo que viere hacer al Padre; porque todas las cosas que él hace, éstas también hace el Hijo igualmente.
20 Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él mismo hace; y le mostrará obras mayores que éstas, para que vosotros os maravilléis.
21 Porque como el Padre levanta los muertos, y les da vida, así también el Hijo da vida a los que él quiere.
22 Porque el Padre a nadie juzga, sino ha entregado todo el juicio al Hijo;
23 Para que todos los hombres deben honrar al Hijo, aún como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.
24 De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree en él que me envió, tiene vida eterna, y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.
25 De cierto, de cierto os digo: La hora viene, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que oyeren vivirán.
26 Porque como el Padre tiene vida en sí mismo; así también ha dado al Hijo para tener vida en sí mismo;
27 Y le ha dado autoridad también de hacer juicio, porque él es el Hijo del hombre.
28 No os maravilléis de esto; porque la hora viene, en que todos que están en los sepulcros oirán su voz;
29 Y saldrán fuera, aquellos que han hecho bien, a la resurrección de vida; y aquellos que han hecho mal, a la resurrección de condenación.
30 Yo no puedo hacer nada de mí mismo; como oigo, juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi propia voluntad, sino la voluntad del Padre que me ha enviado.
31 Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero.
32 Hay otro que da testimonio de mí; y yo sé que el testimonio que él testifica de mí es verdadero.
33 Vosotros enviasteis a Juan, y él dio testimonio de la verdad.
34 Pero yo no recibo testimonio del hombre; mas digo estas cosas, para que vosotros podáis ser salvos.
35 El era una luz ardiente y resplandeciente: y vosotros estabais dispuestos por un tiempo regocijaros en su luz.
36 Pero yo tengo mayor testimonio que el de Juan, porque las obras que el Padre me ha dado a cumplir, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado.
37 Y el Padre mismo, que me ha enviado, ha dado testimonio de mí. Vosotros nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su parecer.
38 Y vosotros no tenéis su palabra morando en vosotros; porque al que él ha enviado, a él vosotros no creéis.
39 Escudriñad las escrituras; porque vosotros pensáis tener en ellas vida eterna; y ellas son las que testifican de mí.
40 Y vosotros no vendréis a mí, para que podáis tener vida.
41 No recibo honra de los hombres.
42 Pero yo os conozco, que no tenéis el amor de Dios en vosotros.
43 Yo soy venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro vendrá en su propio nombre, a aquél recibiréis.
44 ¿Cómo podéis creer vosotros, que recibís honra los unos de los otros, y no buscáis la honra que viene sólo de Dios?
45 No penséis que yo os acusaré delante del Padre; hay uno que os acusa, aún Moisés, en quien vosotros confiáis.
46 Porque si vosotros hubieseis creído a Moisés, me habríais creído a mí; porque él escribió de mí.
47 Mas si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?
Capítulo 6
1 Después de estas cosas, Jesús se fue al otro lado del mar de Galilea, que es la mar de Tiberias.
2 Y una gran multitud le seguía, porque veían sus milagros que hacía en los enfermos.
3 Y subió Jesús a un monte, y se sentó allí con sus discípulos.
4 Y la pascua, una fiesta de los Judíos, estaba cerca.
5 Cuando Jesús, entonces, alzó sus ojos, y vio a una gran multitud que había venido a él, dice a Felipe, ¿De dónde compraremos pan, para que coman estos?
6 Y esto decía para probarle; porque él mismo sabía lo que había de hacer.
7 Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no les bastarán, para que cada uno de ellos pueda tomar un poco.
8 Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dice:
9 Hay un muchacho aquí, que tiene cinco panes de cebada, y dos pececillos; pero ¿qué son estos entre tantos?
10 Y Jesús dijo: Haced sentar los hombres. Ahora había mucha hierba en el lugar. Así se sentaron los hombres, en número como de cinco mil.
11 Y Jesús tomó los panes; y cuando hubo dado gracias, repartió a los discípulos, y los discípulos a los que estaban sentados; y asimismo de los peces cuanto querían.
12 Y cuando fueron hartos, dijo a sus discípulos, Recoged los pedazos que quedan, para que nada se pierda.
13 Los recogieron, pues, y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido.
14 Entonces aquellos hombres, cuando hubieron visto el milagro que Jesús hizo, dijeron: Este de verdad es aquel profeta que había de venir al mundo.
15 Cuando Jesús, entonces, percibió que ellos vendrían y le tomarían por fuerza, para hacerle rey, él salió otra vez a un monte él sólo.
16 Y cuando ya se hizo tarde, sus discípulos descendieron al mar,
17 Y entraron en una nave, y cruzaron al otro lado del mar hacia Capernaum. Y era ya oscuro, y Jesús no había venido a ellos.
18 Y la mar se levantó por razón de un gran viento que sopló.
19 Así cuando hubieron remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús caminando sobre la mar, y acercándose a la nave; y tuvieron miedo.
20 Pero él les dice: Yo soy, no temáis.
21 Ellos entonces le recibieron voluntariamente en la nave, e inmediatamente la nave llegó a la tierra donde iban.
22 El día siguiente, cuando la gente que estaba de pie al otro lado de la mar, vio que no había allí ninguna otra nave, sino aquella en que sus discípulos habían entrado, y que Jesús no había entrado con sus discípulos en la nave, sino que sus discípulos se habían ido solos;
23 (Aunque vinieron otras naves de Tiberias cerca del lugar donde comieron pan, después que el Señor había dado gracias;)
24 Cuando vio, pues, la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, ellos mismos también entraron en naves, y vinieron a Capernaum, buscando a Jesús.
25 Y cuando le hubieron hallado en el otro lado del mar, le dijeron: Rabbí, ¿cúando llegaste acá?
26 Jesús les respondió, y dijo: De cierto, de cierto os digo, Me buscáis, no porque visteis los milagros, sino porque comisteis de los panes y fuisteis hartos.
27 No trabajes por la carne que perece, sino por la carne que permanece a la vida eterna, la cual el Hijo del hombre os dará; porque Dios el Padre le ha sellado.
28 Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer, para que podamos obrar las obras de Dios?
29 Jesús respondió y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en él que él ha enviado.
30 Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, muestras tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces tú?
31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto; como está escrito: El les dio a comer pan del cielo.
32 Entonces Jesús les dijo: De cierto, de cierto, os digo, Moisés no os dio aquel pan del cielo, pero mi Padre os da el verdadero pan del cielo.
33 Porque el pan de Dios es él que desciende del cielo, y da vida al mundo.
34 Entonces le dijeron: Señor, danos siempre este pan.
35 Y Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida: él que a mí viene, nunca tendrá hambre; y él que en mí cree, no tendrá sed jamás.
36 Más yo os dije: Que también me habéis visto, y no creéis.
37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí, y al que a mí viene, de ninguna manera le echaré fuera.
38 Porque descendí del cielo, no para hacer mi propia voluntad, sino la voluntad de él que me envió.
39 Y esta es la voluntad del Padre que me ha enviado, que de todo lo que me ha dado no debo perder nada, sino que lo debo resucitar en el día postrero.
40 Y esta es la voluntad de él que me envió, que cada uno que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero.
41 Los Judíos entonces murmuraban de él, porque él dijo: Yo soy el pan que descendí del cielo.
42 Y ellos dijeron: ¿No es éste Jesús, el hijo de Josef, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo entonces es que él dice: Yo descendí del cielo?
43 Jesús entonces respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros.
44 Ningún hombre puede venir a mí, sino que el Padre que me ha enviado le trajere: y yo le resucitaré en el día postrero.
45 Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados de Dios. Así que cada hombre que ha oído, y ha aprendido del Padre, viene a mí.
46 No que alguno haya visto al Padre, sino él que es de Dios, él ha visto al Padre.
47 De cierto, de cierto, os digo: El que cree en mí tiene vida eterna.
48 Yo soy aquel pan de vida.
49 Vuestros padres comieron maná en el desierto, y están muertos.
50 Este es el pan que desciende del cielo, para que un hombre pueda comer de él, y no morir.
51 Yo soy el pan viviente que descendió del cielo: si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre, y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.
52 Los Judíos entonces altercaban entre sí, diciendo: ¿Cómo puede este hombre darnos su carne a comer?
53 Entonces, Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no que coméis la carne del Hijo del hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
54 Cualquiera que come mi carne, y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
55 Porque mi carne es comida verdadera, y mi sangre es bebida verdadera.
56 El que come mi carne, y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.
57 Como el Padre viviente me ha enviado, y yo vivo por el Padre; así también el que me come, aún él vivirá por mí.
58 Este es aquel pan que descendió del cielo; no como vuestros padres que comieron el maná, y son muertos; el que come de este pan vivirá eternamente.
59 Estas cosas dijo en la sinagoga, mientras que enseñó en Capernaum.
60 Así que muchos de sus discípulos, cuando habían oído a esto, dijeron: Este es un dicho duro, ¿quién la puede oír?
61 Cuando Jesús sabía en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Os ofende esto?
62 ¿Y qué si viereis al Hijo del hombre subir a donde él estaba antes?
63 Es el espíritu que da vida; la carne de nada aprovecha: las palabras que yo os hablo, ellas son espíritu, y ellas son vida.
64 Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran que no creían, y quién le había de entregar.
65 Y él decía: Por eso os he dicho, que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado de mi Padre.
66 Desde aquél tiempo muchos de sus discípulos volvieron atrás, y no andaban más con él.
67 Entonces Jesús dijo a los doce: ¿Iréis vosotros también?
68 Luego le respondió Simón Pedro: ¿Señor, a quién iremos? tú tienes las palabras de vida eterna.
69 Y nosotros creemos y estamos seguros que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
70 Jesús les respondió: ¿No os he escogido yo a vosotros doce, y uno de vosotros es un diablo?
71 El hablaba de Judas Iscariote, el hijo de Simón; porque él era que le había de entregar, siendo uno de los doce.
Capítulo 7
1 Después de estas cosas andaba Jesús en Galilea; porque no quería andar en Judería, porque los Judíos procuraban de matarle.
2 Ahora estaba cerca la fiesta de los tabernáculos, de los Judíos.
3 Le dijeron pues sus hermanos: Apártate de aquí, y vete a Judea, para que tus discípulos también puedan ver las obras que tú haces.
4 Porque no hay nadie que hace alguna cosa en secreto, y él mismo procura ser conocido en lo público. Si tú haces estas cosas, manifiéstate al mundo.
5 Porque ni aún sus hermanos creían en él.
6 Entonces Jesús les dijo: Mi tiempo aún no es venido; pero vuestro tiempo siempre está presto.
7 El mundo no puede aborreceros a vosotros; pero a mí me aborrece, porque yo doy testimonio de él, que sus obras son malas.
8 Subid vosotros a esta fiesta: yo no subo aún a esta fiesta; porque mi tiempo aún no es cumplido.
9 Cuando él les hubo dicho estas palabras, él se quedó todavía en Galilea.
10 Mas cuando sus hermanos subieron, entonces él también subió a la fiesta, no abiertamente, sino como en secreto.
11 Entonces los Judíos le buscaban en la fiesta, y decían: ¿Dónde está aquél?
12 Y había mucho murmullo entre el pueblo acerca de él; porque unos decían: Es un hombre bueno; otros decían: No, sino que él engaña al pueblo.
13 Empero, ninguno habló abiertamente de él, por miedo de los Judíos.
14 Ahora, cerca de la mitad de la fiesta, subió Jesús al templo, y enseñaba.
15 Y los Judíos se maravillaban, diciendo: ¿Cómo sabe este hombre letras, habiendo nunca aprendido?
16 Jesús les respondió, y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de él que me envió.
17 Si alguno hará su voluntad, él conocerá de la doctrina, si es de Dios, o si yo hablo de mí mismo.
18 El que habla de sí mismo busca su propia gloria: pero el que busca la gloria del que le envió, él mismo es verdadero, y no hay injusticia en él.
19 ¿No os dio Moisés la ley a vosotros, y aun ninguno de vosotros guarda la ley? ¿Por qué me procuráis matar?
20 El pueblo le respondió y dijo: Tienes un demonio, ¿quién te procura matar?
21 Respondió Jesús y les dijo: He hecho una obra, y todos os maravilláis.
22 Por esta causa Moisés os dio la circuncisión, (no porque es de Moisés, sino de los padres); y en el día del sábado circuncidáis al hombre.
23 Si un hombre recibe la circuncisión en el día del sábado, para que la ley de Moisés no sea quebrantada, ¿estáis enojados conmigo, porque he hecho completamente sano a un hombre en el día del sábado?
24 No juzguéis según la apariencia, sino juzgad justo juico.
25 Entonces decían unos de los de Jerusalén: ¿No es éste aquél, a quién buscan para matar?
26 Mas, he aquí, él habla con denuedo, y ellos no le dicen nada. ¿Saben ciertamente los principales que éste es verdaderamente el Cristo?
27 Pero nosotros sabemos de donde es este hombre; pero cuando viene el Cristo, nadie sabe de donde es.
28 Entonces clamaba Jesús en el templo mientras que enseñó, diciendo: A mí me conocéis, y sabéis de donde yo soy, y no soy venido de mí mismo; mas el que me envió es verdadero, al cual vosotros no conocéis.
29 Pero yo le conozco; porque yo soy de él, y él me ha enviado.
30 Entonces procuraban prenderle; pero ninguno puso sobre él las manos, porque su hora no había venido.
31 Y muchos del pueblo creyeron en él, y decían: Cuando el Cristo viene, ¿hará más milagros que estos que este hombre ha hecho?
32 Los Fariseos oyeron que el pueblo murmuraba tales cosas a cerca de él; y los Fariseos y los sacerdotes principales enviaron oficiales para prenderle.
33 Entonces Jesús les dijo: Aún un poco de tiempo estoy con vosotros, y luego voy al que me envió.
34 Me buscaréis, y no me hallaréis; y donde yo estoy, allí no puedes venir.
35 Entonces los Judíos dijeron entre sí: ¿Dónde irá él, que no le hallaremos? ¿Irá a los dispersos entre los Gentiles, y enseñará a los Gentiles?
36 ¿Qué clase de dicho es este que él dijo: Me buscaréis, y no me hallaréis, y donde yo estoy, de allá no podéis venir?
37 En el último día, aquel gran día de la fiesta, Jesús se puso de pie y clamaba, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba.
38 El que cree en mí, como la escritura ha dicho, de su vientre correrán ríos de agua viva.
39 (Pero esto dijo del Espíritu, al cual a ellos que creen en él deberían recibir: porque el Espíritu Santo todavía no estaba dado; porque Jesús no había sido glorificado.)
40 Por eso muchos del pueblo, cuando oyeron este dicho, decían: Verdaderamente éste es el Profeta.
41 Otros decían: Este es el Cristo. Pero algunos decían: ¿Vendrá el Cristo de Galilea?
42 ¿No ha dicho la escritura: Que el Cristo viene de la simiente de David, y de la aldea de Bethlehem, de donde era David?
43 Así hubo división entre el pueblo a causa de él.
44 Y algunos de ellos le querían prender; pero ningún hombre le puso manos sobre él.
45 Entonces vinieron los oficiales a los sacerdotes principales y a los Fariseos; y ellos les dijeron: ¿Por qué no le trajisteis?
46 Los oficiales respondieron: ¡Nunca habló un hombre como este hombre!
47 Entonces los Fariseos les respondieron: ¿Sois también engañados vosotros?
48 ¿Ha creído en él alguno de los principales, o de los Fariseos?
49 Pero esta gente que no sabe la ley, malditos son.
50 Nicodemo les dice, (él que vino a Jesús de noche, siendo uno de ellos):
51 ¿Juzga nuestra ley a cualquier hombre, antes de oírle, y saber lo que hace?
52 Y ellos respondieron y le dijeron: ¿Eres tú también de Galilea? Escudriña, y ve, que de Galilea no se levanta un profeta.
53 Y cada hombre se fue a su propia casa.
Capítulo 8
1 Jesús se fue al monte de las Olivos.
2 Y muy de mañana él vino otra vez al templo, y todo el pueblo vino a él; y se sentó él, y les enseñó.
3 Y los escribas y los Fariseos trajeron a él una mujer tomada en adulterio; y cuando han puesto a ella en medio,
4 Le dicen: Maestro, esta mujer fue tomada en adulterio, aún en el mismo acto.
5 Ahora Moisés en la ley nos mandó, que tales deben ser apedreados: ¿Pero, qué dices tú?
6 Este dijeron, tentándole, para que pudiesen tener para acusarle. Pero Jesús inclinó hacia abajo, y con su dedo escribió en la tierra, como si no los oyeron.
7 Así como continuaron en preguntarle, él mismo se levantó, y les dijo: El que de vosotros es sin pecado, arroje primero contra ella la piedra.
8 Y él se inclinó otra vez hacia abajo, y escribió en la tierra.
9 Y ellos que lo oyeron, siendo reprendidos por su propia consciencia, se fueron uno a uno, comenzando desde el más anciano, hasta aún el postrero; y Jesús quedó sólo, y la mujer parada en el medio.
10 Cuando Jesús se ha levantado, y no vio a nadie sino a la mujer, él dijo a ella: Mujer, ¿dónde están aquellos, tus acusadores? ¿Ningún hombre te ha condenado?
11 Y ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús dijo ella: Ni yo te condeno, vete, y no peques más.
12 Entonces les habló Jesús otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la luz de vida.
13 Los Fariseos, por eso, le dijeron: Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.
14 Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo doy testimonio de mí mismo, aún mi testimonio es verdadero; porque sé de donde vine, y donde voy; pero vosotros no sabéis de donde vengo, ni a donde voy.
15 Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie.
16 Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy solo, sino yo y el Padre que me envió.
17 También está escrito en vuestra ley, que el testimonio de dos hombres es verdadero.
18 Yo soy uno que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí.
19 Entonces le decían; ¿Dónde está tu Padre? Jesús respondió: Vosotros ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; porque si a mí me hubieseis conocido, a mi Padre también deberíais conocido.
20 Estas palabras habló Jesús en la tesorería, mientras que enseñó en el templo; y nadie puso las manos sobre él; porque su hora no había venido.
21 Entonces les dijo otra vez Jesús: Yo me voy, y vosotros me buscaréis, y en vuestro pecado moriréis; a donde voy, vosotros no podéis venir.
22 Decían entonces los Judíos; ¿Matará a sí mismo? porque dice: A donde voy, vosotros no podéis venir?
23 Y les decía: Vosotros sois de abajo; Yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo; yo no soy de este mundo.
24 Por eso os dije, que moriríais en vuestros pecados; porque si no creyereis que yo soy él, en vuestros pecados moriréis.
25 Entonces le decían: ¿Quién eres tú? Y Jesús les dice: Aun él mismo que os dije desde el principio.
26 Tengo muchas cosas que decir y que juzgar de vosotros, más él que me envió es verdadero; y hablo al mundo esas cosas que yo he oído de él.
27 Pero ellos no entendieron que él les hablaba del Padre.
28 Entonces les dijo Jesús: Cuando vosotros habéis levantado al Hijo del hombre, entonces conoceréis que yo soy él, y que no hago nada de mí mismo; sino que según mi Padre me ha enseñado, hablo estas cosas.
29 Y él que me envió conmigo está; el Padre no me ha dejado solo; porque hago siempre esas cosas que le agradan a él.
30 Mientras que él habló estas palabras, muchos creyeron en él.
31 Entonces decía Jesús a los Judíos que creían en él: Si vosotros continuáis en mi palabra, entonces sois verdaderamente mis discípulos.
32 Y vosotros conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
33 Ellos le respondieron: Simiente de Abraham somos, y jamás estuvimos en servidumbre a nadie; ¿cómo dices tú: Seréis hechos libres?
34 Jesús les respondió: De cierto, de cierto, os digo, Cualquiera que comete pecado es siervo del pecado.
35 Y el siervo no queda en casa para siempre; pero el Hijo queda para siempre.
36 Si el Hijo por eso os hará libre, seréis verdaderamente libres.
37 Yo sé que sois simiente de Abraham; mas vosotros buscáis matarme, porque mi palabra no tiene lugar en vosotros.
38 Yo hablo lo que he visto con mi Padre; y vosotros hacéis lo que habéis visto con vuestro padre.
39 Ellos respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Díceles Jesús: Si fuerais hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais.
40 Pero ahora procuráis matarme, un hombre que os he dicho la verdad, la cual yo he oído de Dios; Abraham no hizo esto.
41 Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Entonces le dijeron: Nosotros no somos nacidos de fornicación; tenemos un Padre, que es Dios.
42 Jesús les dijo: Si vuestro Padre fuera Dios, me amaríais a mí; porque salí y vine de Dios; ni vine yo de mí mismo, sino que él me envió.
43 ¿Por qué no entendéis a mi lenguaje? aun porque no podéis oír mi palabra.
44 Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre haréis. El era un homicida desde el principio, y no permaneció en la verdad; porque no hay verdad en él. Cuando habla una mentira, de suyo habla; porque es un mentiroso, y el padre de ella.
45 Y porque yo os digo la verdad, no me creéis.
46 ¿Cuál de vosotros me redarguye de pecado? Y si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?
47 El que es de Dios oye las palabras de Dios; vosotros no las oís porque no sois de Dios.
48 Entonces respondieron los Judíos, y le dijeron: ¿No decimos bien que tú eres un Samaritano, y que tienes un demonio?
49 Respondió Jesús: No tengo demonio; pero honro a mi Padre, y vosotros me deshonráis.
50 Y yo no busco mi propia gloria; hay uno que busca y juzga.
51 De cierto, de cierto os digo, si alguno guarda mi palabra, nunca verá la muerte.
52 Entonces los Judíos le dijeron: Ahora sabemos que tú tienes un demonio: Abraham es muerto, y los profetas; y tú dices: Si un hombre guarda mi palabra, él nunca gustará la muerte.
53 ¿Eres tú mayor que nuestro padre Abraham, que es muerto? y los profetas son muertos: ¿Quién te haces a ti mismo?
54 Respondió Jesús: Si yo me honro a mí mismo, mi honra es nada: es mi Padre que me honra; de quién vosotros decís, que es vuestro Dios:
55 Vosotros todavía no le habéis conocido a él; pero yo le conozco; y si yo dijere: No lo conozco, yo seré un mentiroso como vosotros; pero le conozco, y guardo su dicho.
56 Vuestro padre Abraham regocijó por ver mi día; y lo vio, y se alegró.
57 Entonces los Judíos le dijeron: Aún no tienes cincuenta años, y ¿has visto a Abraham?
58 Jesús les dijo: De cierto, de cierto, os digo, antes que Abraham fuese, yo soy.
59 Entonces tomaron piedras para arrojarle; pero Jesús se escondió, y salió del templo, yendo por en medio de ellos, y así pasó.
Capítulo 9
1 Y como pasaba Jesús, vio a un hombre que era ciego desde su nacimiento.
2 Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿quién pecó, éste hombre, o sus padres, para que naciese ciego?
3 Respondió Jesús: Ni ha pecado éste hombre, ni sus padres: sino para que las obras de Dios sean manifestadas en él.
4 Debo obrar las obras del que me envió, mientras que es de día; la noche viene, cuando nadie puede obrar.
5 Entre tanto que estoy en el mundo, yo soy la luz del mundo.
6 Cuando él hubo dicho así, escupió en la tierra; e hizo lodo de la saliva, y ungió los ojos del ciego con el lodo.
7 Y le dijo: Ve, lávate en el estanque de Siloé, (que es por interpretación, Enviado). Entonces se fue, y se lavó, y vino viendo.
8 Por eso los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?
9 Otros decían: Este es: otros decían: Parece a él; pero él decía: Yo soy él.
10 Por esto le decían: ¿Cómo te fueron abiertos tus ojos?
11 Respondió él y dijo: Un hombre que se llama Jesús hizo lodo y ungió mis ojos, y me dijo: Ve al estanque de Siloé, y lávate; y yo fui, y me lavé, y recibí la vista.
12 Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? El dijo: No sé.
13 Trajeron a los Fariseos al que antes era ciego.
14 Y era el día del sábado cuando Jesús hizo el lodo, y le abrió sus ojos.
15 Entonces otra vez los Fariseos también le preguntaron de como él había recibido su vista. El les dijo: El puso lodo sobre mis ojos, y me lavé, y veo.
16 Por eso, algunos de los Fariseos decían: Este hombre no es de Dios, porque no guarda el día del sábado. Y otros decían: ¿Cómo puede un hombre que es un pecador hacer tantos milagros? Y había división entre ellos.
17 Dicen otra vez al hombre ciego, ¿Qué dices tú de él, que ha abierta tus ojos? El dijo: Él es un profeta.
18 Pero los Judíos no creían de él, que él había sido ciego, y recibió su vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido su vista.
19 Y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, quién vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo entonces ve ahora?
20 Sus padres les respondieron y dijeron: Sabemos que éste es nuestro hijo, y que él nació ciego;
21 Pero como vea ahora, no sabemos; o quién le haya abierto sus ojos, nosotros no sabemos; él es mayor de edad, preguntadle a él, él hablará por sí mismo.
22 Estas palabras dijeron sus padres, porque tenían miedo de los Judíos; porque ya los Judíos habían concordado que si alguno confesase que él era Cristo, él debía ser echado fuera de la sinagoga.
23 Por eso dijeron sus padres: El es mayor de edad, preguntadle a él.
24 Entonces otra vez llamaron al hombre que era ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios: nosotros sabemos que este hombre es un pecador.
25 El respondió y dijo: Si es un pecador o no, no sé; una cosa sé, que, aunque yo era ciego, ahora veo.
26 Entonces le dijeron otra vez: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió tus ojos?
27 El les respondió: Ya os he dicho, y no habéis oído; ¿por qué lo oiríais otra vez? ¿Seréis también vosotros sus discípulos?
28 Entonces le injuriaron, y dijeron: Tú eres su discípulo; pero nosotros somos discípulos de Moisés.
29 Nosotros sabemos que Dios habló a Moisés, pero en cuanto de este hombre, no sabemos de donde es.
30 Respondió el hombre y les dijo: Aquí es una cosa maravillosa, que vosotros no sabéis de donde es, y aún él a mí me ha abierto mis ojos.
31 Mas sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es adorador de Dios, y hace su voluntad, a él le oye.
32 Desde el principio del mundo no fue oído que alguno abriese los ojos de uno que nació ciego.
33 Si este hombre no fuera de Dios, no pudiera hacer nada.
34 Respondieron y le dijeron: Tú eres nacido enteramente en tus pecados, y ¿tú nos enseñas a nosotros? Y le echaron fuera.
35 Jesús oyó que le habían echado fuera; y cuando le hubo hallado, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios?
36 El respondió y dijo: ¿Quién es, Señor, para que yo pueda creer en él?
37 Y Jesús le dijo: Tú le has visto, y él es que habla contigo.
38 Y él dijo: Señor, creo. Y le adoró.
39 Y dijo Jesús: Para juicio he venido a este mundo, para que ellos que no ven puedan ver; y ellos que ven, puedan ser hecho ciegos.
40 Y algunos de los Fariseos que estaban con él oyeron estas palabras, y le dijeron, ¿Somos nosotros también ciegos?
41 Díjoles Jesús: Si fuerais ciegos, no tuvierais pecado; pero ahora decís: Vemos; por esta razón vuestro pecado permanece.
Capítulo 10
1 De cierto, de cierto, os digo: El que no entra por la puerta al aprisco de las ovejas, sino que sube por algún otro camino, el mismo es un ladrón y robador.
2 Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es.
3 A él abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y él llama a sus propias ovejas por nombre, y las saca fuera.
4 Y cuando él saca fuera a sus propias ovejas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen; porque conocen su voz.
5 Y a un extraño no seguirán, antes huirá de él, porque no conocen la voz de los extraños.
6 Esta parábola les dijo Jesús; pero ellos no entendieron cuales cosas que eran que él les decía.
7 Entonces Jesús les dijo otra vez: De cierto, de cierto os digo, Yo soy la puerta de las ovejas.
8 Todos los que antes de mí vinieron, ladrones y robadores son; mas no los oyeron las ovejas.
9 Yo soy la puerta: si alguno entra por mí, él será salvo, y entrará y saldrá, y hallará pastos.
10 El ladrón no viene, sino para robar, y matar, y destruir: Yo soy venido para que tengan vida, y que puedan tenerla más abundantemente.
11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas.
12 Pero él que es un asalariado, y no el pastor, cuyas propias ovejas no son, ve al lobo viniendo, y deja las ovejas, y huye; y el lobo las arrebata, y dispersa las ovejas.
13 El asalariado huye, porque él es un asalariado, y no tiene cuidado por las ovejas.
14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y soy conocido de las mías.
15 Como el Padre me conoce a mí, así también yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
16 Y otras ovejas tengo, que no son de este redil, aquéllas también debo traer, y oirán mi voz, y habrá un rebaño, y un pastor.
17 Por eso me ama mi Padre, porque yo pongo mi vida, para que yo pueda tomarla otra vez.
18 Nadie la quita de mí, sino que yo la pongo de mí mismo. Tengo poder de ponerla, y tengo poder de tomarla otra vez. Este mandamiento he recibido yo de mi Padre.
19 Había una división por eso entre los Judíos por estas palabras.
20 Y muchos de ellos decían: El tiene un demonio, y está loco; ¿para qué le oís?
21 Otros decían: Estas palabras no son de él que tiene un demonio. ¿Puede un demonio abrir los ojos de los ciegos?
22 Y fue en Jerusalén la fiesta de la dedicación, y era invierno.
23 Y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón.
24 Entonces vinieron los Judíos alrededor de él, y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos haces a dudar? Si tú eres el Cristo, díganos abiertamente.
25 Respondióles Jesus: Yo os dije, y no creísteis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí.
26 Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.
27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen;
28 Y yo les doy vida eterna; y nunca perecerán, ni nadie las arrebatará de mi mano.
29 Mi Padre, que me las dio, es mayor que todos; y ningún hombre se puede arrebatarlas de la mano de mi Padre.
30 Yo y mi Padre somos uno.
31 Entonces los Judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle.
32 Respondióles Jesús: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre, ¿por cuál de esas obras me apedreáis?
33 Le respondieron los Judíos, diciendo: Por una buena obra no te apedreamos, sino por blasfemia, y porque tú, siendo un hombre, te haces a ti mismo Dios.
34 Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley, Yo dije, vosotros sois dioses?
35 Si él llamó a aquellos dioses, a los cuales vino la palabra de Dios, y la escritura no puede ser quebrantada;
36 ¿Decís vosotros de él, quién el Padre ha santificado, y enviado al mundo: Tú blasfemas; porque dije: Yo soy el Hijo de Dios?
37 Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis.
38 Pero si yo las hago, aunque a mí no creáis, creed a las obras; para que podáis conocer, y creer, que el Padre está en me, y yo en él.
39 Por eso procuraban otra vez prenderle; pero él se escapó de sus manos,
40 Y se fue otra vez más allá del Jordán al lugar donde Juan bautizó al primero; y allí se quedó.
41 Y muchos iban a él, y decían: Juan a la verdad ningún milagro hizo; pero todas las cosas que Juan dijo de este hombre eran verdad.
42 Y muchos creyeron en él allí.
Capítulo 11
1 Ahora un cierto hombre estaba enfermo, llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y su hermana Marta.
2 (Era aquella María que ungió al Señor con ungüento, y limpió sus pies con sus cabellos, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo.)
3 Por eso sus hermanas enviaron a él, diciendo: Señor, he aquí, él que tú amas está enfermo.
4 Cuando Jesús oyó eso, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, que el Hijo de Dios pueda ser glorificado por ella.
5 Ahora Jesús amaba a Marta, y a su hermano, y a Lázaro.
6 Cuando él había oído por eso que estaba enfermo, él se quedó dos días en el mismo lugar donde estaba.
7 Entonces, después de esto, dice a sus discípulos, Vamos a Judea otra vez.
8 Le dicen sus discípulos, Maestro, hace poco los Judíos procuraban apedrearte, ¿y vas otra vez allá?
9 Jesús respondió: ¿No hay doce horas en el día? Si alguno anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo.
10 Pero si uno anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él.
11 Estas cosas dijo él; y después de eso les dice: Nuestro amigo Lázaro duerme; pero voy, para que yo pueda despertarle del sueño.
12 Entonces dijeron sus discípulos: Señor, si duerme, hará bien.
13 Sin embargo Jesús decía de su muerte; pero ellos pensaron que él hablaba de tomar descanso en sueño.
14 Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro es muerto.
15 Y me alegro por causa de vosotros, que no estuve allí, al propósito que podáis creer; pero vamos a él.
16 Entonces dijo Tomás, el que se llama Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que podamos morir con él.
17 Entonces cuando vino Jesús, halló que él había yacido en el sepulcro ya cuatro días.
18 Ahora Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios.
19 Y muchos de los Judíos vinieron a Marta y a María, para consolarlas por su hermano.
20 Entonces Marta, tan pronto que oyó que venía Jesús, fue y le encontró, pero María estaba sentada todavía en casa.
21 Entonces Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto.
22 Pero yo sé, que también ahora, todo lo que pidieres a Dios, te lo dará Dios.
23 Jesús dice a ella: Levantará otra vez tu hermano.
24 Marta le dice: Yo sé que levantará otra vez en la resurrección en el día postrero.
25 Jesús dice a ella: Yo soy la resurrección, y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, aún vivirá.
26 Y cualquiera que vive y cree en mí nunca morirá. ¿Crees esto?
27 Ella le dice: Sí Señor; yo creo que tu eres el Cristo, el Hijo de Dios, que había de venir al mundo.
28 Y cuando ella había dicho así, se fue por su camino, y llamó a María en secreto, diciendo: El Maestro es venido, y te llama.
29 Y tan pronto que ella oyó a eso, se levantó de prisa, y vino a él.
30 Ahora Jesús aún no había llegado a la aldea, mas estaba en aquel lugar donde Marta le encontró.
31 Entonces los Judíos que estaban en casa con ella, y la consolaban, cuando vieron a María, que ella se levantó prestamente y salió, la siguieron, diciendo: Ella va al sepulcro a llorar allí.
32 Entonces cuando María vino donde Jesús estaba, y le vio, se postró a sus pies, diciéndole, Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto.
33 Cuando Jesús por eso la vio llorando, y a los Judíos llorando también que vinieron juntamente con ella, él gimió en el espíritu, y se turbó.
34 Y dijo: ¿Dónde le habéis puesto? Le dijeron: Señor, ven y ve.
35 Jesús lloró.
36 Dijeron entonces los Judíos: ¡He aquí cómo le amaba!
37 Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía este hombre, que abrió los ojos del ciego, haber causado que aún este hombre no hubiese muerto?
38 Jesús por eso otra vez gimiendo en sí mismo, vino al sepulcro. Era una cueva, y una piedra estaba puesta sobre ella.
39 Jesús dijo: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que estaba muerto, le dice: Señor, a este tiempo él apesta, porque había estado muerto por cuatro días.
40 Jesús dice a ella: ¿No te he dicho, que, si creyeres, verás la gloria de Dios?
41 Entonces quitaron la piedra del lugar donde el muerto fue puesto. Y Jesús alzó sus ojos, y dijo: Padre, te doy gracias que tú me has oído.
42 Y yo sabía que siempre me oyes; pero por causa de la gente que está de pie cerca lo dije, para que puedan creer que tú me has enviado.
43 Y cuando él había dicho así, clamó con voz fuerte: ¡Lázaro, ven fuera!
44 Y él que estaba muerto salió fuera, atadas las manos y los pies con vendas sepulcrales: y su rostro estaba envuelto en un sudario. Jesús les dice: Desatadle, y dejadle ir.
45 Entonces muchos de los Judíos que vinieron a María, y habían visto las cosas que Jesús hecho, creyeron en él.
46 Pero algunos de ellos fueron por sus caminos a los Fariseos, y les dijeron lo que Jesús había hecho.
47 Entonces los sacerdotes principales y los Fariseos juntaron un concilio, y dijeron: ¿Qué hacemos? porque este hombre hace mucho milagros.
48 Si le dejamos así solo, todos los hombres creerán en él; y vendrán los Romanos y quitarán ambos nuestro lugar y nación.
49 Y uno de ellos, llamado Caifás, siendo el sumo sacerdote en aquel mismo año, les dijo: Vosotros no sabéis nada,
50 Ni consideráis que nos es conveniente que un hombre muera por el pueblo, y que la nación entera no perezca.
51 Y esto no dijo de sí mismo; sino siendo sumo sacerdote de aquel año, él profetizó que Jesús había de morir por esa nación.
52 Y no solamente por aquella nación, sino que también él debe juntarse en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.
53 Entonces desde aquel día en adelante consultaban juntos para matarle.
54 Jesús por eso no mas anduvo abiertamente entre los Judíos; sino que se fue de allí a una tierra cerca del desierto, a una ciudad que se llama Efraim, y continuaba allí con sus discípulos.
55 Y la pascua de los Judíos estaba cerca; y muchos salieron de la tierra hacía arriba a Jerusalén antes de la pascua, para purificarse.
56 Entonces buscaban a Jesús, y hablaban entre sí, mientras que estaban de pie en el templo: ¿Qué pensáis vosotros, que él no vendrá a la fiesta?
57 Ahora ambos los sacerdotes principales y los Fariseos habían dado un mandamiento, que, si alguno supiese dónde estuviera él, que lo manifestase, para que le prendiesen.
Capítulo 12
1 Entonces Jesús seis días antes de la pascua vino a Betania, donde estaba Lázaro que hubo sido muerto, a quién él resucitó de los muertos.
2 Allí le hicieron una cena, y Marta servía; mas Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él.
3 Entonces María tomo una libra de ungüento de nardo, muy costoso, y ungió los pies de Jesús, y limpió sus pies con sus cabellos; y la casa se llenó con el olor del ungüento.
4 Entonces dice uno de sus discípulos, Judas Iscariote, hijo de Simón, el que debe entregarle,
5 ¿Por qué no fue vendido este ungüento por trescientos denarios, y dado a los pobres?
6 Esto dijo, no porque él cuidaba a los pobres, pero porque era un ladrón, y tenía la bolsa, y sustraía lo que fue echado en ella.
7 Entonces Jesús dijo: Déjala: para el día de mi sepultura ella ha guardado esto.
8 Porque a los pobres siempre los tenéis con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis.
9 Por eso mucha gente de los Judíos supieron que él estaba allí; y vinieron no solamente por causa de Jesús, sino también por ver Lázaro, al cual él había resucitado de entre los muertos.
10 Pero los sacerdotes principales consultaron para matar a Lázaro también;
11 Porque por causa de él muchos de los Judíos iban y creían en Jesús.
12 En el siguiente día mucha gente que había venido a la fiesta, cuando oyeron que Jesús estaba viniendo a Jerusalén,
13 Tomaron ramos de palmas, y salieron a recibirle, y clamaban: Hosanna, Bendito es el Rey de Israel que viene en el nombre del Señor.
14 Y Jesús, cuando él hubo hallado un asnillo, se sentó sobre él, como está escrito:
15 No temas, hija de Sión: he aquí, tu Rey viene, sentado sobre un pollino de una asna.
16 Estas cosas no entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron que estas cosas estaban escritas de él, y que le habían hecho estas cosas.
17 Por eso la gente que estaban con él cuando él llamó a Lázaro de su sepulcro, y le resucitó de los muertos, daba testimonio.
18 Por esta causa también la gente le recibió, porque oyeron que él había hecho este milagro.
19 Los Fariseos, por eso, dijeron entre sí: ¿Veis como no prevalecéis nada? he aquí, el mundo se ha ido en pos de él.
20 Y había ciertos Griegos entre ellos que subieron a adorar en la fiesta;
21 Los mismos vinieron por eso a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, queremos ver a Jesús.
22 Felipe viene y lo dice a Andrés; y otra vez Andrés y Felipe lo dicen a Jesús.
23 Y Jesús les respondió, diciendo: La hora es venida, que el Hijo del hombre ha de ser glorificado.
24 De cierto, de cierto, os digo, a menos que un grano de trigo caiga en la tierra y muere, lo queda solo; pero si muere, lo lleva mucho fruto.
25 El que ama su vida la perderá; y él que aborrece su vida en este mundo la guardará a la vida eterna.
26 Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estoy, allí también estará mi servidor; si alguno me sirviere, a él mi Padre honrará.
27 Ahora es turbada mi alma; ¿y qué diré? Padre, sálvame de esta hora; pero por esta causa vine a esta hora.
28 Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo, diciendo, Yo lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez.
29 Por eso, la gente que estaba de pie allí, y lo oyó, dijo que tronaba; otros dijeron: Un ángel le habló.
30 Respondió Jesús y dijo: Esta voz no vino por causa de mi, sino por causa de vosotros.
31 Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera.
32 Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos los hombres atraeré a mí mismo.
33 Esto dijo, significando de que muerte él había de morir.
34 Le respondió la gente: Nosotros hemos oído de la ley que Cristo permanece para siempre; y ¿cómo dices tú: El Hijo del hombre debe ser levantado? ¿Quién es este Hijo del hombre?
35 Entonces Jesús les dijo: Aún por un poco tiempo está la luz entre vosotros. Andad mientras que tenéis la luz, para que las tinieblas no vengan sobre vosotros; porque él que anda en tinieblas no sabe dónde va.
36 Entre tanto que tenéis luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz. Estas cosas habló Jesús, y se apartó, y se escondió de ellos.
37 Pero aunque él ha hecho tantos milagros delante de ellos, todavía no le creían;
38 Para que el dicho de Isaías el profeta pudiera ser cumplido, que él habló: ¿Señor, quién ha creído a nuestro dicho? y ¿a quién ha sido revelado el brazo del Señor?
39 Por eso no podían creer, porque otra vez dijo Isaías:
40 El ha cegado sus ojos, y ha endurecido su corazón; para que ellos no vean con sus ojos, ni entiendan con su corazón, y se conviertan, y yo los sane.
41 Estas cosas dijo Isaías, cuando vio su gloria, y habló de él.
42 Con todo eso aún muchos entre los principales creyeron en él, pero por causa de los Fariseos no le confesaron, para no ser echados fuera de la sinagoga;
43 Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.
44 Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió.
45 Y el que me ve, ve al que me envió.
46 Yo soy venido una luz al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas.
47 Y si alguno oye mis palabras, y no cree, yo no le juzgo; porque no vine a juzgar al mundo, sino para salvar al mundo.
48 El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene uno que le juzgue; la palabra que yo he hablado, la misma le juzgará en el día postrero.
49 Porque yo no he hablado de mí mismo; pero el Padre que me envió, él me dio un mandamiento de lo que debo decir, y lo que debo hablar.
50 Y sé que su mandamiento es vida eterna; todo lo que hablo por eso, aún como el Padre me dijo, así hablo.
Capítulo 13
1 Ahora antes de la fiesta de la pascua, cuando Jesús sabía que su hora era venida para que pasase de este mundo al Padre, habiendo amado a sus propios que fueron en el mundo, los amó hasta el fin.
2 Y siendo acabada la cena, el diablo habiendo ya puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, para que le entregase;
3 Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en sus manos, y que él había venido de Dios, y a Dios iba;
4 Él se levanta de la cena, y se puso a un lado sus vestiduras; y tomó una toalla, y se ciñó;
5 Después echa agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a limpiarlos con la toalla con que estaba ceñido.
6 Entonces viene a Simón Pedro; y Pedro le dice: Señor, ¿lavas tú a mis pies?
7 Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo sabes ahora; pero lo sabrás después.
8 Pedro le dice: Nunca lavarás a mis pies. Jesús le respondió: Si no te lavo, no tendrás parte conmigo.
9 Simón Pedro le dice: Señor, no sólo mis pies, sino también mis manos y mi cabeza.
10 Le dice Jesús: El que está lavado no necesita sino que lave sus pies, porque está todo limpio; y vosotros sois limpios, aunque no todos.
11 Porque él sabía quién le había de entregar, por eso dijo: No sois limpios todos.
12 Así que, después que les hubo lavado los pies de ellos, y hubo tomado sus ropas, y se sentó otra vez, les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho?
13 Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y decís bien, porque yo soy así.
14 Entonces si yo, vuestro Señor y Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavar los pies los unos a los otros.
15 Porque yo os he dado un ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo os he hecho.
16 De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió.
17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados sois si las hiciereis.
18 No hablo de todos vosotros, yo conozco a quien he escogido: pero para que la escritura pueda ser cumplida: El que come pan conmigo ha levantado contra mí su calcañar.
19 Ahora os digo antes que suceda, para que, cuando lo suceda, podáis creer que yo soy él.
20 De cierto, de cierto os digo, el que recibe al que yo envío me recibe a mí; y el que recibe a mí recibe al que me envió.
21 Cuando Jesús hubo dicho así, fue turbado en espíritu, y testificó, y dijo: De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me entregará.
22 Entonces los discípulos se miraban los unos a los otros, dudando de quién hablaba.
23 Ahora estaba recostándose en el seno de Jesús uno de los discípulos, al cual Jesús amaba.
24 Simón Pedro, por eso, le hizo señas, para que le preguntase quien era aquel de quien hablaba.
25 El entonces recostándose sobre el pecho de Jesús le dice: Señor, ¿quién es?
26 Le respondió Jesús: Aquél es, a quien yo diere un pan empapado, cuando lo he mojado. Y cuando él ha mojado el bocado, lo dio a Judas Iscariote, el hijo de Simón.
27 Y tras el bocado Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: Lo que haces, hazlo pronto.
28 Ahora ninguno a la mesa sabía a qué propósito le dijo esto.
29 Porque algunos de ellos pensaban, porque Judas tenía la bolsa, que Jesús le ha dicho: Compra esas cosas que nosotros necesitamos para la fiesta, o que él debe dar algo a los pobres.
30 Entonces él, habiendo recibido el bocado, salió inmediatamente; y era de noche.
31 Por eso, cuando él había salido fuera, Jesús dijo: Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él.
32 Si Dios es glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo; y en seguida le glorificará.
33 Hijitos, aun un poco de tiempo estoy con vosotros. Me buscaréis; y como dije a los Judíos: Donde voy, vosotros no podéis venir; así ahora os digo.
34 Un mandamiento nuevo os doy, Que os améis los unos a los otros; como os he amado, para que también os améis los unos a otros.
35 Por esto conocerán todos los hombres que vosotros sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.
36 Simón Pedro le dijo: Señor, ¿adónde vas? Respondióle Jesús: Donde yo voy, no me puedes seguir ahora, pero me seguirás después.
37 Pedro le dijo: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi vida pondré por amor de ti.
38 Jesús le respondió: ¿Tu vida pondrás por amor de mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, hasta que me hayas negado tres veces.
Capítulo 14
1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
2 En la casa de mi Padre muchas mansiones hay; si no lo fuera así, yo os hubiera dicho. Yo voy a aparejaros un lugar.
3 Y si me voy y os aparejare un lugar, vendré otra vez, y os recibiré a mí mismo; para que donde yo estoy, allí vosotros también estéis.
4 Y sabéis a donde voy, y el camino sabéis.
5 Le dice Tomás: Señor, no sabemos dónde vas; ¿y cómo podemos saber el camino?
6 Jesús le dice: Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.
7 Si me hubiereis conocido, también a mi Padre debierais haber conocido: y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.
8 Felipe le dice: Señor, muéstranos al Padre, y nos basta.
9 Jesús le dice: ¿Tanto tiempo he estado con vosotros, y todavía no me has conocido, Felipe? El que me ha visto, ha visto al Padre; y ¿cómo dices tú entonces: Muéstranos al Padre?
10 ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? las palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo; pero el Padre que mora en mí, él hace las obras.
11 Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; o si no, creedme por causa de las mismas obras.
12 De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago también él las hará; y obras mayores que éstas hará; porque yo voy a mi Padre.
13 Y todo lo que pidiereis en mi nombre, eso haré; para que el Padre pueda ser glorificado en el Hijo.
14 Si pidieres algo en mi nombre, yo lo haré.
15 Si me amáis, guardad mis mandamientos.
16 Y yo rogaré al Padre, y él os dará otro Consolador, para que more con vosotros para siempre;
17 Aun el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y será en vosotros.
18 No os dejaré sin consuelo; yo vendré a vosotros.
19 Aún un poco de tiempo, y el mundo no me ve más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis.
20 En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros.
21 El que tiene mis mandamientos, y los guarda, aquél es el que me ama; y el que me ama será amado de mi Padre, y yo le amaré, y manifestaré a mí mismo a él.
22 Dícele Judas, no el Iscariote: Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?
23 Respondió Jesús y le dijo: si alguno me ama, mis palabras guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos con él nuestra morada.
24 El que no me ama no guarda mis dichos, y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.
25 Estas cosas os he hablado, estando todavía presente con vosotros.
26 Pero el Consolador, que es el Espíritu Santo, quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os traerá a vuestra memoria todas las cosas, que os he dicho.
27 Paz os dejo; mi paz os doy; no como el mundo da, yo os doy. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.
28 Habéis oído como yo os he dicho: Yo voy, y vengo otra vez a vosotros. Si me amaseis, os regocijaríais, porque he dicho: Voy al Padre; porque mi Padre es mayor que yo.
29 Y ahora os lo he dicho antes que acontezca, para que, cuando se hiciere, vosotros creáis.
30 De aquí en adelante no hablaré mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo; y no tiene nada en mí.
31 Pero para que el mundo pueda conocer que amo al Padre, y como el Padre me dio mandamiento, así hago yo. Levantaos, vamos de aquí.
Capítulo 15
1 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.
2 Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quita, y todo pámpano que lleva fruto, lo purga, para que lleve más fruto.
3 Ahora vosotros sois limpios por la palabra que os he hablado.
4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, sino que permanece en la vid, no más podéis vosotros, sino que permanecéis en mí.
5 Yo soy la vid, vosotros sois los pámpanos: el que permanece en mí, y yo en él, el mismo trae mucho fruto; porque sin mí nada podéis hacer.
6 Si alguno no permaneciere en mí, él es echado fuera como pámpano, y se seca; y los hombres los recogen, y los echan en el fuego, y son quemados.
7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanece en vosotros, pediréis lo que quisiereis, y os será hecho.
8 En esto es glorificado mi Padre, que vosotros llevéis mucho fruto, así seréis mis discípulos.
9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado, continuad en mi amor.
10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; aún como yo también he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.
11 Estas cosas os he hablado, que mi gozo pueda permanecer en vosotros, y que vuestro gozo pueda ser cumplido.
12 Este es mi mandamiento, Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado.
13 Nadie tiene mayor amor que éste, que ponga su vida por sus amigos.
14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis todo lo que yo os mando.
15 De aquí en adelante no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos; porque todas las cosas que he oído de mi Padre os he dado a conocer.
16 No me elegisteis vosotros a mí; pero yo os escogí a vosotros, y os he ordenado, que vayáis y llevéis fruto; y que vuestro fruto debe permanecer; para que todo lo que pidiereis del Padre en mi nombre, él os lo dé.
17 Estas cosas os mando, que os améis los unos a los otros.
18 Si el mundo os aborrece, sabéis que a mí me aborrecía antes que aborreció a vosotros.
19 Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo que es suyo; pero porque no sois del mundo, mas yo os escogí del mundo, por eso os aborrece el mundo.
20 Acordaos de la palabra que yo os he dicho, El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, a vosotros perseguirán también; si ellos han guardado mi dicho, guardarán el vuestro también.
21 Pero todas estas cosas os harán por causa de mi nombre; porque no conocen al que me envió.
22 Si yo no hubiera venido y hablado a ellos, no habrían tenido pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado.
23 El que me aborrece, también aborrece a mi Padre.
24 Si yo no hubiese hecho entre ellos las obras que ningún otro ha hecho, ellos no tendrían pecado; pero ahora ellos han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre.
25 Mas esto sucede, para que la palabra pueda ser cumplida que está escrita en su ley: Sin causa me aborrecieron.
26 Pero cuando viene el Consolador, al cual yo os enviaré del Padre, aun el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio de mí:
27 Y vosotros también daréis testimonio, porque vosotros habéis estado conmigo desde el principio.
Capítulo 16
1 Estas cosas os he hablado para que no seáis ofendidos.
2 Os echarán fuera de las sinagogas; mas, viene la hora, cuando cualquiera que os matare pensará que hace servicio a Dios.
3 Y estas cosas os harán, porque no han conocido al Padre, ni a mí.
4 Pero os he dicho estas cosas, para que cuando venga el tiempo, os acordéis lo que yo os dicho de ellas. Y estas cosas no os dije al principio, porque yo estaba con vosotros.
5 Mas ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta; ¿Adónde vas?
6 Pero, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón.
7 Con todo yo os digo la verdad, que os es necesario que yo vaya; porque si no voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si voy, os le enviaré.
8 Y cuando él es venido, redargüirá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio:
9 De pecado, porque no creen en mí;
10 De justicia, porque voy a mi Padre, y no me veréis más;
11 De juicio, porque el príncipe de este mundo es juzgado.
12 Tengo aún muchas cosas que deciros, pero vosotros no las podéis llevar ahora.
13 Sin embargo cuando él, el Espíritu de verdad, es venido, él os guiará a toda verdad; porque él no hablará de sí mismo, pero todo lo que él oyere, eso hablará; y él os mostrará de cosas que han de venir.
14 Él me glorificará; porque él recibirá de lo mío, y os lo mostrará.
15 Todas las cosas que el Padre tiene son mías; por eso dije, que él tomará de lo mío, y os lo mostrará.
16 Un poco de tiempo, y no me veréis, y otra vez, un poco de tiempo, y me veréis, porque voy al Padre.
17 Entonces dijeron algunos de sus discípulos entre sí: ¿Qué es esto que él nos dice, un poco de tiempo, y no me veréis; y otra vez: Un poco de tiempo, y me veréis; y, porque voy al Padre?
18 Así que decían: ¿Qué es esto que él dice: Un poco de tiempo? No entendemos lo que habla.
19 Ahora Jesús conocía que fueron deseosos de preguntarle, y les dijo: ¿Preguntáis entre vosotros de eso que dije: Un poco tiempo, y no me veréis, y otra vez, un poco tiempo, y me veréis?
20 De cierto, de cierto os digo: Vosotros lloraréis y lamentaréis, pero el mundo regocijará: y vosotros seréis tristes, pero vuestra tristeza será vuelta en gozo.
21 Una mujer cuando está de parto tiene dolor, porque su hora es venida; pero tan pronto como ha parido un niño, ella no se acuerda más de la angustia, por el gozo de que un hombre haya nacido en el mundo.
22 Y ahora por eso vosotros tenéis tristeza: pero yo os veré otra vez, y se regocijará vuestro corazón, y nadie quitará de vosotros vuestro gozo
23 Y en aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo: Todo lo que pediréis al Padre en mi nombre, os lo dará.
24 Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.
25 Estas cosas os he hablado en proverbios; pero la hora viene, cuando yo no os hablaré mas en proverbios, sino que claramente os anunciaré del Padre.
26 En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo, que yo rogaré al Padre por vosotros;
27 Porque el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios.
28 Salí del Padre, y he venido al mundo: otra vez, dejo al mundo, y voy al Padre.
29 Le dijeron sus discípulos: He aquí, ahora hablas claramente, y ningún proverbio dices.
30 Ahora estamos seguros que tú sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios.
31 Les respondió Jesús: ¿Ahora creéis?
32 He aquí, la hora viene, aun, ya es venida, en que seréis esparcidos, cada hombre a lo suyo, y me dejaréis solo; y aún no estoy solo, porque el Padre está conmigo.
33 Estas cosas os he hablado, para que en mí podáis tener paz. En el mundo tendréis tribulación; pero sed animados; yo he vencido al mundo.
Capítulo 17
1 Estas cosas habló Jesús, y levantó sus ojos al cielo, y dijo: Padre, la hora es venida; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo pueda glorificarte a ti.
2 Como tú le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a tantos que tú le has dado.
3 Y ésta es la vida eterna, que ellos puedan conocer a ti el único Dios verdadero, y a Jesucristo, quién tú has enviado.
4 Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste a hacer.
5 Y ahora, oh Padre, glorifícame tú contigo mismo con la gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.
6 He manifestado tu nombre a los hombres que tú me diste del mundo; tuyos eran, y tú me los diste a mí; y ellos han guardado tu palabra.
7 Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, son de ti.
8 Porque les he dado las palabras que me diste; y ellos las han recibido; y han conocido seguramente que yo salí de ti, y ellos han creído que tú me enviaste.
9 Yo oro por ellos; no oro por el mundo, sino por los que me has dado; porque tuyos son.
10 Y todos los míos son tuyos, y los tuyos son míos; y yo soy glorificado en ellos.
11 Y ahora no más estoy en el mundo, pero estos están en el mundo, y yo vengo a ti. Padre Santo, guarda por tu propio nombre a los que tú me has dado, para que puedan ser uno, como nosotros somos.
12 Mientras que yo estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los cuales que me diste yo los he guardado, y ninguno de ellos es perdido, sino el hijo de perdición; para que la escritura pudiese ser cumplida.
13 Y ahora vengo a ti, y hablo estas cosas en el mundo, para que ellos pueden tener mi gozo cumplido en sí mismos.
14 Yo les he dado tu palabra; y el mundo los ha aborrecido; porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
15 No oro que tú les quites del mundo, sino que tú los guardes del mal.
16 Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
17 Santifícalos por tu verdad: tu palabra es verdad.
18 Como tú me has enviado al mundo, aún así yo he enviado a ellos al mundo.
19 Y por amor de ellos yo me santifico a mí mismo, para que ellos también puedan ser santificados por la verdad.
20 No oro por estos solamente, sino también por los que creerán en mí por la palabra de ellos;
21 Para que todos puedan ser uno, así como tú, Padre, estas en mí, y yo en ti; que también ellos puedan ser uno en nosotros; para que el mundo pueda creer que tú me has enviado.
22 Y la gloria que tú me diste yo les he dado a ellos; para que puedan ser uno, aun como nosotros somos uno.
23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean hechos perfectos en uno, y para que el mundo pueda conocer que tú me has enviado, y los has amado a ellos, como también a mí me has amado.
24 Padre, yo también quiero que ellos, a quienes tú me has dado, estén también conmigo donde estoy; para que ellos puedan ver mi gloria, que tú me has dado; porque tú me amaste antes de la fundación del mundo.
25 Oh Padre justo, el mundo no te ha conocido; pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me has enviado.
26 Y yo les he declarado a ellos tú nombre, y lo declararé; para que el amor, con que tú me has amado, pueda estar en ellos, y yo en ellos.
Capítulo 18
1 Cuando Jesús hubo dicho estas palabras, salió con sus discípulos al otro lado del arroyo de Cedrón, donde había un huerto, en el cual entró él, y sus discípulos.
2 Y también Judas, al que le entregaba, conocía el lugar, porque muchas veces Jesús se acudía allí con sus discípulos.
3 Entonces Judas, habiendo recibido una compañía de hombres soldados y oficiales de los sumos sacerdotes y los Fariseos, viene allá con linternas y antorchas y con armas.
4 Por eso Jesús, sabiendo todas las cosas que habían de venir sobre él, salió delante, y les dijo: ¿A quién buscáis?
5 Le respondieron: A Jesús de Nazaret. Jesús les dice: Yo soy él. Y también estaba de pie con ellos Judas, el que le entregaba.
6 Y tan pronto como él hubo dicho a ellos: Yo soy él, volvieron atrás, y cayeron al suelo.
7 Entonces les preguntó otra vez: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús de Nazaret.
8 Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy él: pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos.
9 Para que pudiese ser cumplido el dicho, que él habló: De ellos que me diste no he perdido ninguno.
10 Entonces Simón Pedro teniendo una espada, la sacó, e hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó su oreja derecha. El nombre del siervo era Malco.
11 Entonces Jesús dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que me Padre me ha dado, ¿no la beberé?
12 Entonces la compañía, y el capitán, y los oficiales de los Judíos prendieron a Jesús, y le ataron,
13 Y le llevaron primeramente a Annás, porque era suegro de Caifás, el cual era el sumo sacerdote aquel mismo año.
14 Ahora Caifás era aquel, que dio consejo a los Judíos, que era conveniente que un hombre muriese por el pueblo.
15 Y Simón Pedro seguía a Jesús, y así hizo otro discípulo; aquel discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote.
16 Pero Pedro estaba fuera de pie a la puerta. Entonces salió aquel otro discípulo, que era conocido del sumo sacerdote, y habló a ella que guardaba la puerta, y metió dentro a Pedro.
17 Entonces la criada que guardaba la puerta dice a Pedro: ¿No eres tú también uno de los discípulos de este hombre? El dice: No soy.
18 Y los siervos y oficiales estaban de pie allí, quienes han encendido un fuego de brasas, porque hacía frío, y se calentaban; y Pedro estaba de pie con ellos, y se calentó a sí mismo.
19 El sumo sacerdote entonces preguntó a Jesús de sus discípulos, y de su doctrina.
20 Jesús le respondió: Yo abiertamente hablé al mundo; yo siempre enseñé en la sinagoga, y en el templo, donde siempre se juntan los Judíos; y no he hablado nada en oculto.
21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que me oyeron, de que yo les he hablado; he aquí, ellos saben lo que yo dije.
22 Y cuando él hubo dicho así, uno de los oficiales que estaba de pie cerca, dio una bofetada a Jesús con la palma de su mano, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote?
23 Respondióle Jesús: Si he hablado mal, da testimonio del mal; pero si bien, ¿por qué me hieres?
24 Ahora Annás le hubo enviado atado a Caifás el sumo sacerdote.
25 Y Simón Pedro estaba de pie y se calentaba a sí mismo. Entonces ellos le dijeron: ¿No eres tú también uno de sus discípulos? El lo negó, y dijo, No soy.
26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, siendo pariente de aquel a quien Pedro cortó la oreja, le dice, ¿No te vi yo en el huerto con él?
27 Entonces Pedro negó otra vez; e inmediatamente cantó el gallo.
28 Luego llevaron a Jesús de Caifás al pretorio; y era muy de mañana; y ellos mismos no entraron en el palacio de juicio, por no ser contaminados; sino para que pudiesen comer la pascua.
29 Pilato entonces salió fuera a ellos, y dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre?
30 Respondieron y le dijeron: Si él no fuera un malhechor, no te le habríamos entregado.
31 Entonces les dijo Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Los judíos por eso le dijeron: A nosotros no es lícito dar muerte a nadie;
32 Para que pudiese ser cumplido el dicho de Jesús, que él habló, significando de qué muerte él había de morir.
33 Entonces Pilato entró otra vez en el pretorio, y llamó a Jesús, y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los Judíos?
34 Respondióle Jesús: ¿Dices tú esto de ti mismo, o te lo dijeron otros de mí?
35 Pilato respondió: ¿Soy yo un Judío? Tu propia nación, y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿Qué has hecho?
36 Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo: si mi reino fuera de este mundo, entonces mis siervos pelearían, para que yo no fuera entregado a los Judíos, pero ahora mi reino no es de aquí.
37 Por eso Pilato le dijo: ¿Entonces eres tú un rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy un rey. Para esto nací, y por esta causa vine al mundo, para dar testimonio a la verdad. Cada uno que es de la verdad oye mi voz.
38 Dícele Pilato: ¿Qué es verdad? Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los Judíos, y les dice: No hallo en él ninguna culpa.
39 Pero vosotros tenéis una costumbre, que yo os suelte uno en la pascua: ¿queréis, por eso, que os suelte el Rey de los Judíos?
40 Entonces todos dieron voces otra vez, diciendo: No a éste hombre, sino a Barrabás. Ahora, Barrabás era un ladrón.
Capítulo 19
1 Entonces Pilato por eso tomó a Jesús, y le azotó.
2 Y los soldados entretejieron de espinas una corona, y la pusieron sobre su cabeza, y le vistieron una ropa de púrpura,
3 Y decían: ¡Salve, Rey de los Judíos! Y le daban bofetadas con sus manos.
4 Pilato entonces salió fuera otra vez, y les dice: He aquí, os lo traigo fuera, para que podáis saber que ninguna culpa hallo en él.
5 Entonces Jesús salió fuera, llevando la corona de espinas, y la ropa de púrpura. Y Pilato les dice: ¡He aquí el hombre!
6 Cuando los sacerdotes principales y los oficiales le vieron, dieron voces, diciendo: Crucifícale, Crucifícale. Díceles Pilato: Tomadle vosotros, y crucificadle: porque no hallo culpa en él.
7 Los Judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley él debe morir, porque hizo a sí mismo el Hijo de Dios.
8 Cuando Pilato por esto oyó este dicho, tuvo más miedo;
9 Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta?
10 Entonces le dice Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para crucificarte, y tengo potestad para soltarte?
11 Respondió Jesús: Tú no podrías tener ninguna potestad contra mí, si no te fuese dado de arriba; por tanto, él que a ti me ha entregado tiene el mayor pecado.
12 Y desde entonces Pilato procuraba soltarle; pero los Judíos daban voces, diciendo: Si tú dejas ir a este hombre, no eres amigo de César; cualquiera que se hace a sí mismo rey, habla contra César.
13 Por eso cuando Pilato oyó ese dicho, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal en un lugar que se llama el Pavimento, pero en el Hebreo, Gabata.
14 Y era la preparación de la pascua, y como la hora de sexta; y él dice a los Judíos: ¡He aquí vuestro Rey!
15 Pero ellos dieron voces: Fuera con él, fuera con él, crucifícale. Pilato les dice: ¿Crucificaré a vuestro Rey? Respondieron los sumos sacerdotes: No tenemos rey, sino a César.
16 Entonces por eso él le entregó a ellos para ser crucificado. Y tomaron a Jesús, y le llevaron fuera.
17 Y llevando él su cruz, salió fuera al lugar llamado el lugar de la Calavera, que esta llamado en el Hebreo: Gólgota;
18 Donde le crucificaron, y dos otros con él, uno a cada lado, y Jesús en medio.
19 Y escribió Pilato un título, y lo pusó en la cruz. Y el escrito era: JESÚS DE NAZARET EL REY DE LOS JUDIOS.
20 Este título entonces leyeron muchos de los Judíos, porque el lugar donde fue crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y era escrito en Hebreo, y Griego, y Latín.
21 Entonces decían a Pilato los sacerdotes principales de los Judíos: No escribas: Rey de los Judíos; sino que él dijo: Yo soy Rey de los Judíos.
22 Pilato respondió: Lo que he escrito, he escrito.
23 Entonces los soldados, cuando hubieron crucificado a Jesús, tomaron a sus vestidos, e hicieron cuatro partes, a cada soldado una parte; y también su túnica: ahora su túnica era sin costura, tejida desde arriba por abajo.
24 Por eso dijeron entre sí: No la partamos, sino echemos suertes por ella; para que la escritura pueda ser cumplida, que dice: Partieron mis vestidos entre sí, y por mi vestidura echaron suertes. Estas cosas pues hicieron los soldados.
25 Ahora estaban de pie cerca de la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María la esposa de Cleofas, y María Magdalena.
26 Cuando Jesús por eso vio a su madre, y al discípulo de pie cerca, quién le amaba, dice a su madre: Mujer, ¡he aquí tu hijo!
27 Entonces dice al discípulo: ¡He aquí tu madre! Y desde aquella hora aquel discípulo la recibió en su propia casa.
28 Después de esto, sabiendo Jesús que todas las cosas estaban ya cumplidas, para que la escritura se cumpliese, dice: Tengo sed.
29 Ahora había puesta allí una vasija llena de vinagre; y ellos hinchieron una esponja, y la pusieron sobre un hisopo, y la acercaron a su boca.
30 Cuando Jesús por eso había recibido el vinagre, dijo: Terminado es. Y se bajó su cabeza, y entregó el espíritu.
31 Por eso los Judíos, porque era la preparación, para que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día del sábado, (porque aquel día de sábado era un día alto), rogaron a Pilato que sus piernas pudiesen ser quebradas, y que pudiesen ser llevados fuera.
32 Luego vinieron los soldados, y quebraron las piernas del primero, y del otro que fue crucificado con él.
33 Pero cuando vinieron a Jesús, y vieron que era ya muerto, no le quebraron sus piernas;
34 Empero uno de los soldados le abrió su costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua.
35 Y él que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que él dice verdad, para que vosotros podáis creer.
36 Porque estas cosas fueron hechas, para que la escritura se cumpliese: Un hueso de él no será quebrantado.
37 Y también otra escritura dice: Mirarán a aquél a quien traspasaron.
38 Y después de esto Josef de Aramathea, siendo un discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los Judíos, rogó a Pilato que él pudiese llevar el cuerpo de Jesús: Y le permitió Pilato. El vino, por eso, y quitó el cuerpo de Jesús.
39 Y vino también Nicodemo, que al primero vino a Jesús de noche, y trajo una mixtura de mirra y de alóes, como cien libras de peso.
40 Entonces tomaron el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con las especias, como es costumbre de los Judíos en sepultar.
41 Ahora en el lugar donde fue crucificado, había un jardín; y en el jardín un sepulcro nuevo, donde aún nunca fue puesto alguno.
42 Allí pues pusieron a Jesús, por causa del día de la preparación de los Judíos; porque el sepulcro estaba cerca.
Capítulo 20
1 El primer día de la semana viene María Magdalena muy temprano, cuando era aún oscuro, al sepulcro, y vio la piedra quitada del sepulcro.
2 Entonces corre ella, y viene a Simón Pedro, y al otro discípulo, al cual Jesús amaba, y les dice: Han llevado al Señor del sepulcro, y no sabemos donde le han puesto.
3 Por eso salió Pedro, y aquel otro discípulo, y vinieron al sepulcro.
4 Así corrían los dos juntos; y el otro discípulo corrió más rápido que Pedro, y vino primero al sepulcro.
5 Y bajándose él, y mirando adentro, vio los lienzos puestos allí; mas no entró.
6 Entonces viene Simón Pedro siguiéndole, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos,
7 Y el sudario, que estaba sobre su cabeza, no puesto con los lienzos, sino envuelto en un lugar aparte.
8 Entonces entró también aquel otro discípulo, que vino primero al sepulcro, y vio, y creyó.
9 Porque aún no sabían la escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos.
10 Entonces los discípulos se volvieron a sus propias casas.
11 Pero María estaba de pie fuera al sepulcro llorando; y cuando lloró, ella se bajó, y miró dentro del sepulcro,
12 Y ve dos ángeles en ropas blancas sentándose, el uno a la cabecera y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto.
13 Y dicen a ella: Mujer, ¿por qué lloras? Ella les dice, Porque han llevado a mi Señor, y no sé donde le han puesto.
14 Y cuando ella había dicho así, se volvió atrás, y vio a Jesús que estaba de pie, y no sabía que era Jesús.
15 Jesús dice a ella: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensado que era el jardinero, le dice: Señor, si tú le has llevado, dime dónde le has puesto, y yo le llevaré.
16 Jesús dice a ella: María. Se volvió ella, y le dice: Raboni; que quiere decir, Maestro.
17 Dice Jesús a ella: No me toques; porque aún no he subido a mi Padre; pero ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre, y a vuestro Padre, y a mi Dios, y vuestro Dios.
18 Vino María Magdalena y dijo a los discípulos que ella había visto al Señor, y que él había dicho estas cosas a ella.
19 Entonces el mismo día al anochecer, siendo el primer día de la semana, cuando las puertas estaban cerradas donde los discípulos estaban juntados por miedo de los Judíos, vino Jesús y se puso de pie en medio, y les dijo: Paz sea a vosotros.
20 Y cuando hubo dicho así, les mostró sus manos y su costado. Entonces los discípulos se regocijaron, cuando vieron al Señor.
21 Entonces les dijo Jesús otra vez: Paz sea a vosotros: como mi Padre me ha enviado, así también yo os envío.
22 Y cuando él había dicho esto, sopló sobre ellos, y les dice: Recibid el Espíritu Santo:
23 A los que remitiereis los pecados, les son remitidos; y a los que retuviereis los pecados, les son retenidos.
24 Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino.
25 Por eso los otros discípulos le dijeron: Hemos visto al Señor. Pero él les dijo: Sino que yo viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en la impresión de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.
26 Y después de ocho días estaban otra vez sus discípulos dentro, y Tomás con ellos; entonces vino Jesús, siendo cerradas las puertas, y se puso de pie en medio, y dijo: Paz sea a vosotros.
27 Entonces dice a Tomás: Mete tu dedo aquí, y ve mis maños, y extienda acá tú mano, y métela en mi costada; y no seas incrédulo, sino creyente.
28 Y Tomás respondió, y le dijo: Señor mío y Dios mío.
29 Jesús le dice: Tomás, porque me has visto, has creído, bienaventurados son los que no han visto, y aún han creído.
30 Y muchos otros señales verdaderamente hizo Jesús en la presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro;
31 Mas estas cosas están escritas, para que podáis creer que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que creyendo, podáis tener vida por su nombre.
Capítulo 21
1 Después de estas cosas Jesús se mostró otra vez a sus discípulos al mar de Tiberias, y se mostró a sí mismo en esta manera;
2 Estaban juntos Simón Pedro, y Tomás que es llamado Dídimo, y Natanael de Cana en Galilea, y los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos.
3 Simón Pedro les dice: Voy a pescar. Ellos le dicen: Vamos nosotros también contigo. Se fueron, y subieron inmediatamente en una nave; y aquella noche no tomaron nada.
4 Pero cuando la mañana hubo venido, Jesús se puso de pie en la ribera; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
5 Entonces les dice Jesús: Hijos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No.
6 Y él les dijo: Echad la red a la derecha de la nave, y hallaréis. Ellos por eso echaron, y ya no la podían sacarla por la multitud de los peces.
7 Por eso aquel discípulo, al cual Jesús amaba, dijo a Pedro: Es el Señor. Ahora cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó con su ropa de pescador, (porque era desnudo), y echóse en la mar.
8 Y los otros discípulos vinieron en una nave pequeña, (porque no estaban lejos de tierra, sino como doscientos codos), arrastrando la red con los peces.
9 Cuando entonces llegaron a tierra, vieron un fuego de brasas puestas allí, y pescado encima de ellas, y pan.
10 Les dice Jesús: Traed de los peces que pescasteis ahora.
11 Subió Simón Pedro, y trajo la red a tierra llena de grandes peces, ciento y cincuenta y tres; y por todos que habían allí, aún no se rompió la red.
12 Jesús les dice: Venid y comed. Y ningunos de los discípulos osaba preguntarle: ¿Quién eres tú? sabiendo que era el Señor.
13 Entonces viene Jesús, y toma el pan, y les da; y asimismo el pescado.
14 Ahora ésta es la tercera vez que Jesús se mostró a sus discípulos, después que fue resucitado de los muertos.
15 Así cuando hubieron comido, Jesús dice a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Le dice: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Dícele: Apacienta mis corderos.
16 Le dice de nuevo la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Le responde: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dice: Apacienta mis ovejas.
17 Dícele la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Se entristeció Pedro porque le dijo la tercera vez: ¿Me amas? Y le dijo: Señor, tú sabe todas las cosas; tú sabes que te amo. Jesús le dice: Apacienta mis ovejas.
18 De cierto, de cierto te digo, cuando eras joven, te ceñías, y andabas donde querías; pero cuando estarás viejo, estrecharás tus manos, y otro te ceñirá, y te llevará donde no querrías.
19 Esto él habló, significando con qué muerte había de glorificar a Dios. Y cuando hubo dicho esto, le dice: Sígueme.
20 Entonces Pedro, volviéndose, ve a aquel discípulo al cual Jesús amaba; el que también se recostaba sobre su pecho en la cena, y dijo: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?
21 Viéndole Pedro, dice a Jesús, Señor, ¿y qué hará este hombre?
22 Jesús le dice: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué es eso a ti? Sígueme tú.
23 Entonces este dicho salió entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría; pero Jesús no le dijo: No morirá; sino: Si quiero que él quede hasta que yo vengo, ¿qué es eso a ti?
24 Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero.
25 Y hay también muchas otras cosas que hizo Jesús, las cuales, si fueron escritas cada una, supongo que ni aun el mundo mismo no podría contener los libros que habrían de ser escritos. Amen.
ACTOS o HECHOS
Capítulo 1
1 El primer tratado he hecho, oh Teófilo, de todo que Jesús ambos comenzó a hacer y a enseñar,
2 Hasta el día en que fue llevado arriba, después que él por el Espíritu Santo había dado mandamientos a los apóstoles los cuales él había escogido,
3 A quienes también él se mostró vivo después de su pasión por muchas pruebas infalibles, siendo visto de ellos por cuarenta días, y hablando de cosas que pertenecen al reino de Dios:
4 Y, estando reunidos con ellos, les mandó que no se fuesen de Jerusalem, sino que esperasen la promesa del Padre, que, dice, has oído de mí.
5 Porque Juan verdaderamente bautizó con agua; pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo no muchos días después de estos.
6 Cuando ellos entonces habían reunido, le preguntaron, diciendo: Señor, ¿en este tiempo restaurarás el reino a Israel?
7 Y él les dijo: No es para vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre ha puesto en su propia poder.
8 Pero vosotros recibiréis poder, después que el Espíritu Santo es venido sobre vosotros: y me seréis testigos en Jerusalem, y en toda Judea, y en Samaria, y hasta lo último de la tierra.
9 Y cuando él había dicho estas cosas, mientras que ellos miraron, fue alzado; y una nube le recibió de su vista.
10 Y mientras que ellos le miraron fijamente en el cielo cuando subió, he aquí, dos varones se pusieron de pie junto de ellos vestidos en blanco.
11 Los cuales también dijeron: Vosotros varones de Galilea, ¿por que estáis de pie mirando al cielo? este mismo Jesús, que es tomado arriba de vosotros al cielo, así vendrá en la misma manera como le habéis visto ir al cielo.
12 Entonces se volvieron a Jerusalem del monte llamado Olivar, el cual está de Jerusalem el viaje de un día del sábado.
13 Y cuando hubieron entrado, subieron al aposento algo, donde moraban Pedro, y Jacobo, y Juan, y Andrés, Felipe, y Tomas, Bartolome, y Mateo, Jacobo el hijo de Alfeo, y Simón Zelote, y Judas el hermano de Jacobo.
14 Todos éstos continuaron unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.
15 Y en aquellos días se levantó Pedro en medio de los discípulos, y dijo, (el número de nombres juntos era como de ciento y veinte):
16 Varones y hermanos, era menester que se cumpliese esta escritura, la cual el Espíritu Santo habló antes por la boca de David tocante a Judas, que fue el guía de los que prendieron a Jesús.
17 Porque él era contado con nosotros, y ha obtenido parte de este ministerio.
18 Ahora este hombre adquirió un campo con el galardón de iniquidad; y cayendo cabeza abajo, se reventó por en medio, y todas sus entrañas se derramaron.
19 Y fue conocido a todos los moradores de Jerusalem; de tal manera que aquel campo es llamado en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir: Campo de sangre.
20 Porque está escrito en el libro de Salmos: Sea desolada su habitación, y no haya quien more en ella: y tome otro su obispado.
21 Por tanto de estos hombres que nos han acompañado todo el tiempo que es Señor Jesús entró y salió entre nosotros,
22 Comenzando desde el bautismo de Juan, hasta el mismo día que fue tomado arribe de entre nosotros, es menester que sea un testigo con nosotros de su resurrección.
23 Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabas, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías.
24 Y oraron, y dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos los hombres, muestra cuál de estos dos que tú has escogido,
25 Para que él pueda tomar parte de este ministerio, y apostolado, del cual cayó Judas por transgresión, para que él pudiese ir a su propio lugar.
26 Y ellos echaron sus suertes; y cayó la suerte sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles.
Capítulo 2
1 Y cuando el día de Pentecostés se cumplió, estaban todos unánimes en un mismo lugar.
2 Y de repente vino un sonido del cielo como de un poderoso viento impetuoso, y se llenó la casa donde estaban sentados.
3 Y se les aparecieron lenguas repartidas como de fuego, y se asentó sobre cada uno de ellos.
4 Y fueron todos llenados del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar con otras lenguas, como el Espíritu les daba que hablasen.
5 Y moraban en Jerusalem Judíos, hombres piadosos, de todas las naciones que están debajo del cielo.
6 Ahora cuando esto fue divulgado, se juntó la multitud, y estaban confusos, porque cada hombre les oía hablar en su propia lengua.
7 Y todos estaban atónitos y se maravillaban, diciendo: He aquí, ¿no son galileos todos estos que hablan?
8 ¿Y cómo les oímos cada hombre en nuestra propia lengua, en que nacimos?
9 Partos, y Medos, y Elamitas, y los moradores en Mesopotamia, y en Judea, y Capadocia, en Ponto, y Asía,
10 Frigia, y Pamphilia, en Egipto, y en las partes de Libia alrededor de Cirene, y extranjeros de Roma, Judíos y prosélitos,
11 Cretes y Arabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.
12 Y todos estaban atónitos, y dudaban, diciendo los unos a los otros: ¿Qué significa esto?
13 Otros burlándose, decían: Estos hombres están llenos de vino nuevo?
14 Pero Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó su voz, y les habló, diciendo: Vosotros varones de Judea, y todos vosotros que habitáis en Jerusalem, esto os sea conocido, y oíd a mis palabras:
15 Porque éstos no están borrachos, como vosotros supongáis, siendo apenas es la hora tercera del día.
16 Pero esto es lo que fue dicho por el profeta Joel:
17 Y sucederá en los últimos días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne; y vuestros hijos, y vuestras hijas profetizarán, y vuestros hombres jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños.
18 Y sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré de mi Espíritu en aquellos días; y ellos profetizarán:
19 Y mostraré maravillas en el cielo arriba, y señales abajo en la tierra; sangre, y fuego, y vapor de humo:
20 Y el sol se tornará en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga aquel día grande y notable del Señor:
21 Y acontecerá, que cualquiera que invocare el nombre del Señor será salvo.
22 Vosotros varones de Israel, oíd estas palabras; Jesús de Nazareth, un varón aprobado de Dios entre vosotros por milagros, y prodigios y señales, que Dios hizo por él en medio de vosotros, como también vosotros sabéis:
23 Él, siendo entregado por el determinado consejo y presciencia de Dios, vosotros habéis tomado, y por manos inicuas habéis crucificado y matado:
24 Al cual Dios ha levantado, habiendo suelto los dolores de la muerte; porque era imposible que él pudiera ser detenido de ella.
25 Porque David dice tocante a él: Yo veía al Señor siempre delante de mi cara, porque él está a mi diestra, para que no seré movido:
26 Por lo cual mi corazón se regocijó, y mi lengua se alegró; además también mi carne descansará en esperanza;
27 Porque no dejarás mi alma en el infierno, ni permitirás que tu Santo vea corrupción.
28 Tu me has hecho conocer los caminos de la vida; tú me llenarás de gozo con tu presencia.
29 Varones y hermanos, permitidme hablaros libremente del patriarca David, que está muerto y sepultado, y su sepulcro está con nosotros has el día de hoy.
30 Así que siendo profeta, y sabiendo que Dios le había jurado un voto, que el fruto de su lomos, según la carne, le levantará Cristo para sentar en su trono;
31 El viendo esto antes habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el infierno, ni su carne haya visto corrupción.
32 A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
33 Así que siendo ensalzado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto, que vosotros ahora veis y oís.
34 Porque David no ha subido a los cielos, pero él mismo dice: El Señor dijo a mi Señor, asíentate a mi diestra,
35 Hasta que ponga tus enemigos por escabel de tus pies.
36 Entonces, sepa ciertamente toda la casa de Israel, que Dios ha hecho el mismo Jesús, a quien vosotros habéis crucificado, ambos Señor y Cristo.
37 Ahora cuando habían oído esto, fueron compungidos de su corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones y hermanos, ¿qué haremos?
38 Entonces Pedro les dijo: Arrepentíos, y sed bautizados cada uno de vosotros en el nombre de Jesu Cristo para remisión de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.
39 Porque la promesa es para vosotros, y a vuestros hijos, y para todos los que están lejos: aún tantos como el Señor nuestro Dios llamará.
40 Y con otras muchas palabras testificaba y exhortaba, diciendo: Salváos de esta perversa generación.
41 Entonces ellos que recibieron con gusto su palabra fueron bautizados; y el mismo día fueron añadidas a ellos como tres mil almas.
42 Y ellos perseveraban en la doctrina de los apóstoles y en la comunión, y en el partimiento del pan, y en las oraciones.
43 Y vino temor sobre toda alma; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.
44 Y todos los que creían estaban juntos: y tenían en común todas las cosas:
45 Y vendían sus posesiones y bienes, y las repartían a todos hombres, como cada uno tenía necesidad.
46 Y ellos, continuando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan de casa a casa, comían su viandas con alegría y sencillez de corazón,
47 Alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadió a la iglesia diariamente los que deberían ser salvos.
Capítulo 3
1 Ahora Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora de la oración, siendo la novena hora.
2 Y un cierto hombre, cojo desde el vientre de su madre, era traído; al cual ponían cada día a la puerta del templo que es llamado Hermosa, para que les pidiese limosna de los que entraban en el templo;
3 Al cual, viendo a Pedro y a Juan al punto de entrar en el templo, les pedía una limosna.
4 Y Pedro, fijando sus ojos en él, con Juan, dijo: Mira a nosotros.
5 Entonces él prestó atención, esperando recibir algo de ellos.
6 Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro; mas tal como tengo te doy: en el nombre de Jesu Cristo de Nazaret, levántate, y anda.
7 Y él le tomó por la mano derecha, y le levantó; y inmediatamente sus pies y tobillos recibieron fuerza.
8 Y saltando, se puso en pie, y anduvo, y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios.
9 Y todo el pueblo le vio andando y alabando a Dios:
10 Y conocían que él era el que se sentaba para recibir limosnas a la puerta Hermosa del templo: y fueron llenos de asombro y de espanto de lo que había acontecido.
11 Y como el cojo que fue sanado detuvo a Pedro y Juan, todo el pueblo corrió juntamente a ellos al pórtico que se llama de Salomón, asombrados grandemente.
12 Y cuando Pedro lo vio, respondío al pueblo: Vosotros varones de Israel, ¿por qué os maravilláis de esto? o ¿por qué miráis tan fijadamente en nosotros, como si por nuestro propio poder o santidad hubiésemos hecho andar a este hombre?
13 El Dios de Abraham, y de Isaac, y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús; al cual vosotros entregasteis, y negasteis delante de la presencia de Pilato, cuando él él era determinado dejarlo ir.
14 Pero vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un hombre homicida;
15 Y matasteis al Príncipe de la vida, al cual Dios ha resucitado de los muertos; de lo cual nosotros somos testigos.
16 Y su nombre, por la fe en su nombre le ha hecho fuerte a este hombre, al cual vosotros veis y conocéis: sí, la fe que es por él le ha dado este sanidad perfecta en la presencia de todos vosotros.
17 Y ahora, hermanos, yo sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también hicieron vuestros gobernantes.
18 Pero estas cosas, que Dios había antes mostrado por la boca de todos sus profetas, que Cristo había de padecer, así lo ha cumplido.
19 Arrepentíos, por esto, y seáis convertidos, para que vuestros pecados pueden ser borrados, cuando los tiempos del refrigerio vinieren de la presencia del Señor;
20 Y él enviará a Jesu Cristo, que antes os fue predicado:
21 A quien el cielo debe recibir hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que Dios ha hablado de todos sus santos profetas desde el comienzo del mundo.
22 Porque Moisés verdaderamente dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará una profeta de vuestros hermanos, como yo; a él oiréis en todas las cosas que os hablare.
23 Y acontecerá, que toda alma, que no oyere a aquel profeta, será destruida de entre el pueblo.
24 Sí, y todos los profetas desde Samuel y aquellos que le siguieron después, tantos como han hablado, han asimismo predicho de estos días.
25 Vosotros sois los hijos de los profetas, y del convenio que Dios concertó con nuestros padres, diciendo a Abraham: Y en tu simiente serán bendecidas todas las familias de la tierra.
26 A vosotros primeramente Dios, habiendo levantado a su Hijo Jesús, le envió para que os bendijese, en apartaros cada uno de sus iniquidades.
Capítulo 4
1 Y como hablaron al pueblo, sobrevinieron las sacerdotes, y el capitán del templo, y los Saduceos,
2 Siendo entristecidos que ellos enseñaron al pueblo, y predicaron por Jesús la resurrección de los muertos.
3 Y les echaron mano, y les pusieron en la cárcel hasta el día siguiente; porque era ya tarde.
4 Pero muchos de los que oyeron la palabra creyeron; y el número de los hombres era como cinco mil.
5 Y aconteció al día siguiente, que sus gobernantes, y los ancianos, y los escribas,
6 Y Anás el sumo sacerdote, y Caifás, y Juan, y Alejandro, y tantos que eran del emparentado del sumo sacerdote, fueron reunidos en Jerusalem.
7 Y cuando les habían puesto en medio, preguntaron: ¿Con qué poder, o por cuál nombre, habéis hecho vosotros esto?
8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel,
9 Sin nosotros este día somos examinados del beneficio hecho al hombre impotente, de qué manera éste haya sido sanado;
10 Sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que por el nombre de Jesu Cristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis, a quien Dios resucitó de los muertos, aún por él este hombre está de pie en vuestra presencia sano.
11 Este es la piedra que fue despreciada de vosotros los edificadores, la cual ha llegado a ser la cabeza del ángulo.
12 Ni hay salvación en ningún otro; porque no hay otro nombre debajo del cielo dado a los hombres, en que debemos ser salvos.
13 Ahora cuando vieron el denuedo de Pedro y de Juan, y percibieron que eran hombres indoctos e ignorantes, se maravillaban; y les reconocían, que habían estado con Jesús.
14 Y viendo al hombre que fue sanado que estaba de pie con ellos, no podían decir nada en contra de ello.
15 Mas cuando los hubieron mandado salir fuera del concilio, ellos conferían entre sí,
16 Diciendo: ¿Qué haremos a estos hombres? porque de cierto un milagro notable ha sido hecho por ellos, es manifiesto a todos los que moran en Jerusalem, y no lo podemos negar.
17 Pero que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles rigurosamente, que no hablen de aquí en adelante a ningún hombre en este nombre.
18 Y les llamaron, y les mandaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús.
19 Pero Pedro y Juan respondieron y les dijeron: Si es justo delante de la vista de Dios obedecer a vosotros más que a Dios, juzgad vosotros.
20 Porque no podemos dejar de hablar las cosas que hemos visto y oído.
21 Así cuando les habían amenazado más, les dejaron ir, no hallando nada como les pudiesen castigar, a causa del pueblo: porque todos hombres glorificaban a Dios por lo que fue hecho.
22 Porque el hombre tenía más que cuarenta años de edad, en quien este milagro de sanidad fue mostrado.
23 Y siendo sueltos, se fueron a su propia compañía, y reportaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho.
24 Y cuando lo oyeron, alzaron unánimes su voz a Dios, y dijeron: Señor, tu eres Dios, que hiciste el cielo y la tierra, y la mar, y todo que en ellos está:
25 Que por la boca de David tu siervo ha dicho: ¿Por qué amotinan los paganos, y los pueblos imaginan cosas vanas?
26 Se levantaron los reyes de la tierra, y los príncipes se juntaron a una contra el Señor, y contra su Cristo.
27 Porque de verdad contra tu Santo hijo Jesús, al cual tú has ungido, ambos Herodes, y Poncio Pilato, con los Gentiles, y el pueblo de Israel, fueron juntados,
28 Para hacer lo que tu mano y tu consejo determinaron antes que ser hechas.
29 Y ahora, Señor, mira sus amenazas; y da a tus siervos, que con todo denuedo puedan hablar tu palabra,
30 Por extender tu mano para sanar; y que señales y milagros pueden ser hechos por el nombre de tu santo hijo Jesús.
31 Y cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenados con el Espíritu Santo, y hablaron la palabra de Dios con denuedo.
32 Y la multitud de ellos que creyeron fueron de un corazón y una alma; ni dijeron ninguno de ellos que algo de las cosas que poseía era suyo; mas tenían todas las cosas en común.
33 Y con gran poder daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús; y gran gracia estaban sobre todos ellos.
34 Ni había ninguno entre ellos que tenía necesidad; porque tantos como eran poseedores de tierras o casas las vendían, y traían los precios de las cosas que fueron vendidas,
35 Y los ponían a los pies de los apóstoles; y la distribución fue hecha a todo hombre según como tenía necesidad.
36 Y Joses, que de los apóstoles fue llamado por sobrenombre Barnabás, (que es, siendo interpretado, El hijo de consolación), un Levita, y natural de Chipre,
37 Teniendo tierra, la vendió, y trajo el precio, y lo puso a los pies de los apóstoles.
Capítulo 5
1 Pero un hombre cierto llamado Ananías, con Safira su esposa, vendió una posesión,
2 Y retuvo una porción del precio, su esposa también sabiéndolo, y trajo una cierta parte, y la puso a los pies de los apóstoles.
3 Pero Pedro dijo: Ananías, ¿por qué ha llenado Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y que quedases parte del precio de la tierra?
4 Mientras que retenían, ¿no se te quedaba a ti? y después que fue vendida, ¿no estaba en tu propio poder? ¿Por qué has concebido esta cosa en tu corazón? ¿No has mentido a los hombres, sino a Dios?
5 Y Ananías oyendo estas palabras, cayó, y expiró; y gran temor vino sobre todos los que oyeron estas cosas.
6 Y los jóvenes se levantaron, le envolvieron; y le sacaron fuera, y le sepultaron.
7 Y era casi el espacio de tres horas después, cuando su esposa, no sabiendo lo que fe hecho, entró.
8 Y Pedro dijo a ella: Dime si ¿vendisteis el terreno por tanto? Y ella dio: Sí, por tanto.
9 Entonces Pedro dijo a ella: ¿Cómo es que os concertasteis para tentar al Espíritu del Señor? He aquí a los pies de los que han sepultado a tu marido son a la puerta, y te sacarán.
10 Entonces al instante ella cayó a los pies de él, y expiró; y los mancebos entraron, y la hallaron muerta, y, llevándola fuera, la sepultaron junto a su marido.
11 Y vino un gran temor sobre toda la iglesia, y sobre tantos que oyeron estas cosas.
12 Y por las manos de los apóstoles eran hechas muchas señales y maravillas entre el pueblo; (y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón.
13 Y de los demás ningún hombre se osaba juntar con ellos; mas el pueblo los magnificaba.
14 Y creyentes fueron más añadidos al Señor, multitudes de ambos hombres y mujeres.)
15 Tanto que traían los enfermos a las calles, y los ponían en camas y en lechos, para que por lo menos la sombra de Pedro pasando cerca podría caer sobre ellos.
16 También vino una multitud fuera de las ciudades alrededor de Jerusalem, trayendo enfermos, y los que fueron atormentados de espíritus inmundos; y fueron sanados cada uno.
17 Entonces se levanto el sumo sacerdote, y todos los que estaban con él, (que es la secta de los Saduceos), y fueron llenados de indignación.
18 Y echaron sus manos a los apóstoles, y les pusieron en la cárcel pública.
19 Pero el ángel del Señor abrió de noche las puertas de la cárcel, y los sacaron, y dijo:
20 Id, estad de pie y hablad al pueblo en el templo todas las palabras de esta vida.
21 Y cuando ellos oyeron eso, entraron al templo de madrugada, y enseñaba. Pero vino el sumo sacerdote, y los que estaban con él, y convocaron el concilio, y todo los ancianos de los hijos de Israel; y enviaron a la cárcel par que fuesen traídos.
22 Pero cuando vinieron los oficiales, y no los hallaron en la cárcel, volvieron, y dieron aviso,
23 Diciendo: La cárcel ciertamente hallamos cerrada con toda seguridad, y los guardas estaban de pie afuera delante de las puertas, pero cuando hubimos abierto, no hallamos ningún hombre dentro.
24 Ahora cuando oyeron estas cosas el sumo sacerdote y el capitán del templo y los sacerdotes principales, dudaban de ellos hasta adónde crecería esto.
25 Luego vino uno y les aviso, diciendo: He aquí, los varones que echasteis en la cárcel están de pie en el templo, y enseñan al pueblo.
26 Entonces fue el capitán con los oficiales, y los trajo sin violencia; porque temían al pueblo, no sea que hubiesen sido apedreados.
27 Y cuando les hubieron traído, les pusieron antes del concilio; y el sumo sacerdote les preguntó,
28 Diciendo: ¿No os mandamos estrechamente que no enseñaseis en este nombre? y, he aquí, habéis llenado a Jerusalem con vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de este hombre.
29 Entonces Pedro y los otros apóstoles respondieron, y dijeron: Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres.
30 El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, al cual vosotros matasteis y colgasteis en un madero.
31 A él, Dios ha exaltado con su mano derecha para ser Príncipe y Salvador, para dar arrepentimiento a Israel, y perdón de los pecados.
32 Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas; y así también es el Espíritu Santo, el cual Dios ha dado a los que le obedecen.
33 Cuando oyeron esto, fueron heridos hasta el corazón, y tomaron consejo para matarlos.
34 Entonces se levantó uno en el concilio, un Fariseo, llamado Gamaliel, doctor de la ley, que tuvo una buena reputación entre todo el pueblo, y mandó que sacasen fuera un poco a los apóstoles;
35 Y les dijo: Varones de Israel, mirad por vosotros lo que intentáis que hacer tocante a estos hombres.
36 Porque antes de estos días se levantó Theudas, jactande de sí que él era alguien; al cual se allegaron un número de hombres, como de cuatrocientos; el cual fue muerto, y tantos que le obedecían; fueron disipados, y vueltos en nada.
37 Después de este hombre se levantó Judas de Galilea en los días del empadronamiento, y llevó mucho gente tras sí; pereció él también, y todos, aun tantos que le obedecían, fueron dispersos.
38 Y ahora os digo: Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá;
39 Pero si es de Dios, no la podréis vencer; no seáis tal vez hallados aun luchar contra Dios.
40 Y convinieron con él, y cuando han llamados a los apóstoles, y los azotaron, los mandaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los soltaron.
41 Y salieron ellos de la presencia del concilio, regocijándose que fueren contados por dignos de padecer afrenta por su nombre.
42 Y cada día en el templo, y en cada casa, no cesaban de enseñar y predicar a Jesu Cristo.
Capítulo 6
1 Y en aquellos días, cuando el número de los discípulos fue multiplicado, se levantó una murmuración de los Griegos contra los Hebreos, porque sus viudas eran menospreciadas en el ministerio cotidiano.
2 Entonces los doce llamaron a la multitud de los discípulos a ellos mismos, y dijeron: No es justo que dejemos la palabra de Dios, y sirvamos a las mesas.
3 Por lo cual, hermanos, buscad siete varones de entre vosotros de testimonio honesto, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, los cuales pongamos sobre este negocio.
4 Pero nosotros nos entregaremos continuamente a la oración, y al ministerio de la palabra.
5 Y lo dicho agradó a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, y a Prócoro, y a Nicanor, y a Timón, y a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía.
6 A los cuales presentaron delante de los apóstoles; y cuando hubieron orado, pusieron sus manos sobre ellos.
7 Y la palabra del Señor crecía; y el número de los discípulos se multiplicaba mucho en Jerusalem; y una gran compañía de sacerdotes también fueron obedientes a la fé.
8 Y Esteban, lleno de fe y poder, hizo grandes prodigios y milagros entre el pueblo.
9 Luego se levantaron unos de la sinagoga, que se llama la sinagoga de los Libertinos, y Cireneos, y Alejandrinos, y los que eran de Cilicia y de Asia, disputando con Esteban.
10 Y no podían resistir a la sabiduría y al espíritu con que él hablaba.
11 Entonces sobornaron a hombres, que dijeron: Nosotros le hemos oídos hablar palabras de blasfemia contra Moisés y contra Dios.
12 Y conmovieron al pueblo, y a los ancianos, y a los escribas; y viniendo sobre él, y le prendieron, y le trajeron al concilio,
13 Y pusieron testigos falsos que dijeron: Este hombre no cesa de hablar palabras blasfemas contra este lugar santo, y la ley:
14 Porque nosotros le hemos oído decir: Que este Jesús de Nazaret destruirá este lugar, y cambiará las costumbres que nos dio Moisés.
15 Y todos los que estaban sentados en el concilio, puestos los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel.
Capítulo 7
1 Entonces dijo el sumo sacerdote: ¿Son así estas cosas?
2 Y él dijo: Varones, hermanos, y padres, oíd; El Dios de gloria apareció a nuestro padre Abraham, cuando él estaba en Mesopotamia, antes que habitó en Chârán.
3 Y le dijo: Sal de tu tierra, y de tu parentela, y ven a la tierra que te mostraré.
4 Entonces salió de la tierra de los Caldeos, y moró en Chârán; y de allí, cuando su padre fue muerto, le traspasó a esta tierra, en la cual vosotros habitáis ahora.
5 Y no le dio herencia en ella, no, ni siquiera una pisada de un pié; aún le prometió que se la daría en posesión a él, y a su simiente después de él, cuando todavía no tenía hijo.
6 Y habló Dios así: Que su simiente viajaría en una tierra ajena; y que los que sujetarían a servidumbre, y que los maltratarían por cuatrocientos años.
7 Y a la nación a quien serán en servidumbre, yo la juzgaré, dijo Dios; y después de estos saldrán, y me servirán en este lugar.
8 Y le dio el convenio de circuncisión; y así Abraham engendró a Isaac, y le circuncidó al octavo día; y Isaac engendró a Jacob; y Jacob engendró a los doce patriarcas.
9 Y los patriarcas, movidos por envidia, vendieron a José para Egipto; pero Dios era con él,
10 Y le libró de todas sus aflicciones, y le dio favor y sabiduría en la presencia de Faraón, rey de Egipto; y le puso por gobernador sobre Egipto, y sobre toda su casa.
11 Entonces vino hambre en toda la tierra de Egipto y de Canaán, y grande tribulación; y nuestros padres no hallaron alimentos.
12 Pero cuando Jacob oyó que había trigo en Egipto, envió a nuestros padres la primera vez.
13 Y en la segunda vez José fue conocido de sus hermanos; y los emparentados de José fueron hechos conocidos a Faraón.
14 Entonces José envió, y llamó a su padre Jacob a él, y a toda su parentela, sesenta y quince almas.
15 Así descendió Jacob a Egipto, y murió, él, y nuestros padres,
16 Y fueron llevados a Siquem, y fueron puestos en el sepulcro que compró Abraham a precio de dinero de plata de los hijos de Hemor, padre de Siquem.
17 Pero cuando se acercó el tiempo de la promesa, que Dios había jurado a Abraham, el pueblo creció y se multiplicó en Egipto.
18 Hasta que se levantó otro rey, que no conoció a José.
19 El mismo trató con astucia al nuestro parentela, y maltrató a nuestros padres, de manera que expulsó a sus niños, al fin de que no pudiesen vivir.
20 En aquel tiempo nació Moisés, y fue muy hermoso, y fue criado tres meses en casa de su padre;
21 Y cuando fue expuesto, la hija de Faraón le tomó, y le crió por su propio hijo.
22 Y Moisés fue enseñado en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en palabras y en hechos.
23 Y cuando había cumplido la edad de cuarenta años, le vino a su corazón de visitar a sus hermanos los hijos de Israel.
24 Y viendo a uno de ellos padecer injustamente, le defendió, y le vengó al que fue oprimido, e hirió al Egipcio.
25 Porque él suponía que sus hermanos habrían entendido como Dios por su mano les libraría: mas ellos no lo entendieron.
26 Y el siguiente día se mostró a sí mismo a ellos mientras que peleaban, y les habría puesto en paz otra vez, diciendo: Señores, vosotros sois hermanos, ¿por qué os injuriáis el uno a otro?
27 Pero el que hizo mal a su prójimo, le empujó, diciendo: ¿Quién te ha puesto a ti por gobernante y juez sobre nosotros?
28 ¿Quieres tú matarme, como mataste al Egipico ayer?
29 Entonces huyó Moisés a este dicho, y se hizo un extranjero en la tierra de Madián, donde engendró dos hijos.
30 Y cuando fueron cumplidos cuarenta años, le apareció en el desierto del monte de Sinaí un ángel del Señor en llama de fuego en una zarza.
31 Cuando Moisés lo vio, se maravilló de la vista: y como se acercó para mirarlo, la voz del Señor vino a él,
32 Diciendo, Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Entonces Moisés temblaba y no osaba mirar.
33 Entonces le dijo el Señor: Quita tus zapatos de tus pies, porque el lugar en que estás de pie es tierra santa.
34 He visto, he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su gemido, y he descendido para librarlos. Y ahora te enviaré a Egipto.
35 A este Moisés, que habían rechazado, diciendo: ¿Quién te puso por gobernante y juez? el mismo Dios envió para ser gobernante y libertador por la mano del ángel que le apareció en la zarza.
36 Él los sacó, después que él había mostrado prodigios y señales en la tierra de Egipto, y en el mar Rojo, y en el desierto por cuarenta años.
37 Este es aquel Moisés, que dijo a los hijos de Israel: Un profeta os levantará el Señor vuestro Dios, de vuestros hermanos, como yo; a él oiréis.
38 Este es él, que estuvo en la iglesia en el desierto con el ángel que le hablaba en el monte de Sinai, y con nuestros padres; que recibió los oráculos vivos para darnos.
39 Al cual nuestros padres no quisieron obedecer: sino que le desecharon, y en sus corazones volvieron otra vez a Egipto,
40 Diciendo a Aarón: Haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque por este Moisés, que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos que le ha acontecido.
41 Y hicieron un becerro en aquellos días, y ofrecieron sacrificio al ídolo, y regocijaron en las obras de sus manos.
42 Entonces Dios se apartó, y los entregó que sirviesen al ejército del cielo; como está escrito en el libro de los profetas: ¿Oh casa de Israel, me habéis ofrecido víctimas y sacrificios en el desierto por el espacio de cuarenta años?
43 Aun, trajisteis el tabernáculo de Moloch, y la estrella de vuestro dios Remfan, figuras que os hicisteis para adorarlas; y yo os transportaré más allá de Babilonia.
44 Nuestros padres tuvieron el tabernáculo del testimonio en el desierto, como él les había ordenado, que él debería hacerlo según la forma que él había visto.
45 Al cual también nuestros padres que vinieron después trajeron con Jesús en la posesión de los Gentiles, a quienes Dios echó de la presencia de nuestros padres, hasta los días de David;
46 Quien halló gracia delante de Dios, y deseó de hallar un tabernáculo para el Dios de Jacob.
47 Pero Salomón le edificó casa.
48 Sin embargo el Altísimo no habita en templos hechos de manos; como dice el profeta:
49 El cielo es mi trono, y la tierra es mi escabel; ¿qué cas me edificaréis? dice el Señor: o ¿cuál es mi lugar de reposo?
50 ¿No ha hecho mi mano todas estas cosas?
51 Vosotros duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos, vosotros siempre resistís al Espíritu Santo; como hicieron vuestros padres, así también hacéis vosotros.
52 ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? y mataron a los que antes anunciaron la venida del Justo; de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores;
53 Quienes han recibido la ley por disposición de ángeles, y no la han guardado.
54 Cuando oyeron estas cosas, fueron heridos hasta el corazón, y crujían sus dientes contra él.
55 Pero él, siendo lleno del Espíritu Santo, miro con fijeza al cielo, y vio la gloria de Dios, y a Jesús estando de pie a la diestra de Dios.
56 Y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre parado a la diestra de Dios.
57 Entonces ellos clamaron con grandes voces, y se taparon sus oídos, y arremetieron unánimes contra él.
58 Y le echaron fuera de la ciudad, y le apedreaban; y los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven, cuyo nombre era Saulo.
59 Y apedrearon a Esteban, invocando él a Dios, y diciendo: Señor Jesús, recibe mi espíritu.
60 Y él se puso de rodillas, y clamó con gran voz: Señor, no les pongas en cuenta este pecado. Y cuando había dicho esto, se durmió.
Capítulo 8
1 Y Saulo consentía en su muerte. Y en aquel tiempo había una grande persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalem; y todos fueron esparcidos por las regiones de Judea y de Samaria, salvos los apóstoles.
2 Y unos varones devotos llevaron a Esteban a su sepultura, e hicieron gran lamentación sobre él.
3 Pero Saulo asolaba la iglesia, entrando en cada casa, y arrastrando hombres y mujeres entregándolos en la cárcel.
4 Por esto los que fueron esparcidos iban por todas partes predicando la palabra.
5 Entonces Felipe descendió a la ciudad de Samaria, y les predicaba a Cristo.
6 Y la gente escuchaban atentamente unánimes las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo los milagros que él hacía.
7 Porque los espíritus inmundos, clamando con voz alta, salieron de muchos que fueron poseídos con ellos; y muchos paralíticos, y los cojos, eran sanados.
8 Y había gran gozo en aquella ciudad.
9 Pero hubo un hombre, llamado Simón, el cual antes usó la hechicería en la misma ciudad, y engañó el pueblo de Samaria, diciéndose ser algún grande:
10 Al cual oían todos atentamente, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este hombre es el poder grande de Dios.
11 Y a él estaban atentos, porque por mucho tiempo él los había engañado con hechicerías.
12 Pero cuando creyeron a Felipe que les predicaba las cosas pertenecientes al reino de Dios, y el nombre de Jesu Cristo, fueron bautizados, ambos varones y mujeres.
13 Entonces Simón mismo también creyó; y cuando fue bautizado, continuó con Felipe, y se maravilló, mirando los milagros y señales que fueron hechos.
14 Ahora cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalem oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan;
15 Los cuales, cuando descendieron, oraron por ellos, para que recibiesen el Espíritu Santo;
16 (Porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos; sino que solamente eran bautizados en el nombre del Señor Jesús.)
17 Entonces pusieron sus manos sobre ellos, y recibieron el Espíritu Santo.
18 Y cuando Simón vio que por la imposición de manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero,
19 Diciendo: Dadme también a mí este poder: para que a cualquiera que yo impusiere las manos encima, pueda recibir el Espíritu Santo.
20 Pero Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios pueda ser comprado con dinero.
21 Tú no tienes parte ni suerte en este negocio; porque tu corazón no es recto delante de Dios.
22 Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te será perdonado este pensamiento de tu corazón.
23 Porque percibo que tú estás en la hiel de amargura, y en lazo de iniquidad.
24 Entonces respondió Simón, y dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, que ninguna de estas cosas que habéis hablado venga sobre mí,
25 Y ellos, cuando habían testificado y predicado la palabra del Señor, se volvieron a Jerusalem, y predicaron el evangelio en muchas aldeas de los Samaritanos.
26 Y el ángel de Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, al camino que desciende de Jerusalem a Gaza, la cual es desierto.
27 Y él se levanto, y he aquí, un hombre de Etíope, eunuco de gran autoridad bajo Candaces reina de los Etíopes, el cual tenía el cargo de todo sus tesoros, y había venido a adorar en Jerusalem,
28 Se volvía, y sentado en su carro leía al profeta Isaías.
29 Entonces el Espíritu dijo a Felipe: Acércate, y júntate a este carro.
30 Y Felipe corrió hacía él, y le oyó que leía el profeta Isaías, y dijo: ¿Entiendes lo que lees?
31 Y dijo: ¿Cómo podré, sino que algún hombre me guíe? Y le deseó a Felipe que subiese y se sentase con él.
32 Y el lugar de la escritura que leía era este: Como oveja a la muerte fue llevado; y como cordero mundo delante del que le trasquila, así no abrió su boca:
33 En su humillación su juicio fue quitado: y ¿quién declarará su generación? porque su vida es quitada de la tierra.
34 Y respondió el eunuco a Felipe, y dijo: Te ruego, ¿de quién habla el profeta esto? ¿de sí mismo, o de otro hombre alguno?
35 Entonces Felipe abrió su boca, y comenzó de la misma escritura, y le predicó el evangelio de Jesús.
36 Y como fueron en su camino, llegaron a cierta agua; y el eunuco dijo: Ve, aquí hay agua; ¿qué me impide de ser bautizado?
37 Y Felipe dijo: Si crees con todo tu corazón, bien puedes. Y respondió él y dijo: Yo creo que Jesu Cristo es el Hijo de Dios.
38 Y mandó parar el carro; y descendieron ambos en el agua, ambos Felipe y el eunuco; y le bautizó.
39 Y cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe, y no le vio más el eunuco; y se fué es su camino regocijándose.
40 Pero Felipe fue hallado en Azoto; y pasando por allí predicó en todas las ciudades, hasta que vino a Cesarea.
Capítulo 9
1 Y Saulo, aún respirando amenazas y matanzas contra los discípulos del Señor, fue al sumo sacerdote,
2 Y le pidió cartas para Damasco a las sinagogas, para que si hallase algunos de este camino, si fueron hombres o mujeres, los pudiese traer presos a Jerusaelm.
3 Y como viajó, acercó a Damasco; y de repente resplandeció al derredor de él una luz del cielo:
4 Y él cayó a la tierra, y oyó una voz de le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
5 Y él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús a quién tú persigues: dura cosa te es dar coces contra el aguijón.
6 Y temblando él y asombrado, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate, y entra en la ciudad, y te será dicho lo que debes hacer.
7 Y los hombres que viajaban con él, se pararon mudos, pero no viendo a nadie.
8 Y Saulo se levantó de la tierra, y cuando sus ojos fueron abiertos, no veía a nadie: mas ellos le llevaron por la mano, y le trajeron a Damasco.
9 Y estuvo él tres días sin ver, y no comió ni bebió.
10 Y había un cierto discípulo en Damasco, llamado Ananías; y el Señor le dijo en una visión: Ananías. Y él dijo: He aquí, yo estoy aquí, Señor.
11 Y el Señor le dijo; Levántate, y ve a la calle que es llamada Derecha, y busca en casa de Judas por uno llamado Saulo, de Tarso; porque, ha aquí, él ora,
12 Y ha visto en una visión un varón llamado Ananías que entra, y le pone su mano encima de él, para que él pueda recibir su vista.
13 Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, tanto maldad que él ha hecho a tus santos en Jerusalem;
14 Y aquí él tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre.
15 Pero el Señor le dijo: Ve por tu camino; porque él me es un vaso escogido, para llevar mi nombre delante de los Gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel:
16 Porque yo le mostraré cuán grandes cosas le es menester padecer por causa de mi nombre.
17 Y Ananías fue en su camino, y entró en la casa; y poniéndole sus manos sobre él, dijo: Hermano Saulo, el Señor, aún Jesús, que te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado, para que recibas tu vista, y seas lleno del Espíritu Santo.
18 E inmediatamente le cayeron de sus ojos como si fueron escamas; Y recibió al instante su vista, y se levantó, y fue bautizado.
19 Y cuando hubo comido, fue fortalecido. Entonces estuvo Saulo ciertos día con los discípulos que estaban en Damasco.
20 Y en seguida predicó a Cristo en las sinagogas, que él es el Hijo de Dios.
21 Mas todos los que le oían estaban atónitos, y decían; ¿No es éste el que destruía en a los que invocaban este nombre Jerusalem, y vino acá para esta intención, para que pueda traerlos atados a los principales sacerdotes?
22 Pero Saulo se esforzó más, y confundía a los Judíos que moraban en Damasco, afirmando que éste es el Cristo verdadero.
23 Y después que muchos días fueron cumplidas, los Judíos tomaron consejo entre sí para matarle;
24 Pero sus asechanzas fueron conocidas de Saulo. Y ellos guardaban las puertas de día y de noche para matarle.
25 Entonces los discípulos le tomaron de noche, y le bajaron por el muro metido en una canasta.
26 Y cuando Saulo vino a Jerusalem, intentó juntarse con los discípulos; pero ellos tenían miedo de él, y no creyeron que era discípulo.
27 Pero Barbabás lo tomó, y le trajo a los apóstoles, y les declaró como él había visto al Señor en el camino, y que él le había hablado, y como en Damasco él había hablado con denuedo en el nombre de Jesús.
28 Y estaba con ellos, entrando y saliendo en Jersualem.
29 Y hablaba denodadamente en el nombre del Señor Jesús, y disputaba contra los Griegos; pero ellos procuraban de matarle.
30 Lo cual cuando los hermanos entendieron, le llevaron a Cesarea, y le enviaron a Tarso.
31 Entonces las iglesias tenían reposo por toda Judea y Galilea y Samaria, y eran edificadas; y andando en el temor del Señor, y en el consuelo del Espíritu Santo, eran multiplicadas.
32 Y aconteció, mientras que Pedro pasó por todas partes, vino también a los santos que habitaban en Lyda.
33 Y allí halló a un cierto hombre llamaba Aeneas, que estaba en su cama por ocho años, y era paralítico.
34 Y le dijo Pedro: Aeneas, Jesu Cristo te sana; levántate, y haz tu cama. Y inmediatamente se levantó.
35 Y le vieron todos los que habitaban en Lyda y en Sarón, y se convirtieron al Señor.
36 Ahora había en Joppe una cierta discípula llamada Tabita, que por interpretación se llama Dorcas; esta mujer era llena de buenas obras y de limosnas que hacía.
37 Y aconteció en aquellos días, que ella estaba enferma, y murió; la cual cuando hubieron lavada, la pusieron en un aposento alto.
38 Y puesto que Lyda estaba cerca de Jope, y los discípulos han oído que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, rogándole que no detenga de venir a ellos.
39 Entonces se levantó Pedro y fue con ellos. Y cuando llegó, le llevaron al aposento algto; y todas las viudas estaba de pie con él llorando, y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía, mientras que estaba con ellas.
40 Pero Pedro sacó fuera a todos, y se puso de rodillas, y oró; y volviéndose al cuerpo dijo: Tabita levántate. Y ella abrió sus ojos; y cuando vio a Pedro, se sentó.
41 Y él le dio su mano, y la levantó, y cuando él había llamado a los santos y a las viudas, la presentó viva.
42 Y fue conocido por toda Jope, y muchos creyeron en el Señor.
43 Y aconteció, que él se quedó muchos días en Jope con un cierto Simón curtidor.
Capítulo 10
1 Había un cierto varón en Cesarea llamado Cornelio, centurión de la compañía que se llamaba la Italiana,
2 Un hombre piadoso, y uno que temía a Dios con toda su casa, y que daba muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre.
3 Vio claramente en una visión, al rededor de la hora nona del día, a un ángel de Dios entrando a él, y diciéndole: Cornelio.
4 Y cuando él lo miró fijamente, tenía miedo, y dijo: ¿Qué es, Señor? y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas están subidos para una memoria delante de Dios
5 Y ahora envía hombres a Jope, y llama a un Simón, cuyo sobre nombres es Pedro:
6 El se hospeda con un tal Simón curtidor, cuya casa está junto al mar; él te dirá lo que debes hacer.
7 Y cuando salió el ángel que hablaba con Cornelio, llamó a dos de sus siervos de casa, y un soldado devoto de ellos que le esperaban continuamente;
8 Y cuando él había declarado todas estas cosas a ellos, los envió a Jope.
9 Al día siguiente, mientras que iban ellos por su camino, y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, cerca de la hora sexta:
10 Y él tenía gran hambre, y quiso comer; pero mientras que se aparejaron, él se cayó en un trance,
11 Y vio el cielo abierto, y un cierto vaso que descendía sobre él, como si fuera un gran lienzo atado de los cuatro cabos, y fue bajado a la tierra:
12 En el cual había toda clase de bestias cuadrúpedas de la tierra y bestias silvestres, y cosas que se arrastran y aves del aire.
13 Y le vino una voz: Levántate, Pedro; mata y come.
14 Pero Pedro dijo: No, Señor; porque nunca he comido algo común, ni inmunda.
15 Y la voz le habló la segunda vez: Lo que Dios ha limpiado, a esto no llames tú común.
16 Esto fue hecho tres veces; y el vaso fue recibido de nuevo al cielo.
17 Ahora mientras que Pedro dudaba dentro de sí lo que la visión que él había visto quiso decir, he aquí, los hombres que fueron enviados por Cornelio habían preguntado por la casa de Simón, y estaban de pie antes de la puerta.
18 Y llamaron, y preguntaron si Simón, que tenía por sobrenombre Pedro, posaba allí.
19 Mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres te buscan.
20 Levántate, pues, y desciende, y vete con ellos, no dudando nada, porque yo los he enviado.
21 Entonces Pedro descendió con los hombres que le eran enviados por Cornelio; y dijo: He aquí, yo soy el que buscáis: ¿cuál es la causa por que habéis venido?
22 Y ellos dijeron: Cornelio, el centurión, hombre justo, y uno que teme a Dios, y de buen testimonio entre toda la nación de los Judíos, fue avisado de Dios por un santo ángel que te enviase a su casa, y oír palabras de ti.
23 Entonces le llamaron a entrar, y los hospedó. Y el día siguiente Pedro se fue con ellos, y ciertos hermanos de Jope le acompañaron.
24 Y al siguiente día entraron en Cesarea. Y Cornelio les esperaba, y había llamado a sus parientes y sus amigos más familiares.
25 Y mientras que Pedro entraba, Cornelio le conocía, y caía a su pies, y le adoraba.
26 Pero Pedro le levantó, diciendo: Levántate, yo mismo también soy hombre.
27 Y mientras que habló con él, entró, y halló a muchos que se había juntado.
28 Y les dijo: Vosotros sabéis que no es lícito a un hombre Judío juntaros o tener compañerismo, o llegarse a otro de otra nación; pero Dios me ha mostrado que no debo llamar a nadie común o inmundo.
29 Por lo cual vine a vosotros sin contradecir, tan pronto como me habéis enviado a llamar: por eso os pregunto: ¿por qué causa me habéis enviado?
30 Entonces Cornelio dijo: Cuatro días atrás yo estaba ayunando hasta esta hora; y a la hora de nona ore en mi casa, y, he aquí, un hombre se puso de pie delante de mí en vestido resplandeciente.
31 Y dijo: Cornelio, tu oración es oída, y tus limosnas han venido en memoria a la presencia de Dios.
32 Envía pues a jope, y llama acá a Simón, que tiene por sobrenombre Pedro; él se posa en la casa de Simón un curtidor junto a la mar; quien, cuando viene, te hablará.
33 Por eso inmediatamente envié a ti; y tú has hecho bien que has venido. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí presentes delante de Dios, para oír todas las cosas que te son mandadas de Dios.
34 Entonces Pedro abrió su boca, y dijo: De verdad percibo que Dios no hace acepción de personas:
35 Pero en cada nación él que le teme, y obra justicia, es aceptado por él.
36 La palabra que Dios envió a los hijos de Israel, predicando la paz por Jesu Cristo: (él es el Señor de todos:)
37 Aquella palabra, digo, vosotros sabéis, que fue publicada por toda Judea, y comenzó desde Galilea, después del bautismo que Juan predicó;
38 Como Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder; el cual fue haciendo bien, y sanando a todos que fueron oprimidos del diablo; porque Dios era con él.
39 Y nosotros somos testigos de todas las cosas que él hizo ambos en la tierra de los Judíos, y en Jerusalem; al cual mataron y colgaron en un madero:
40 A éste Dios le levantó al tercer día, y le mostró abiertamente;
41 No a todo el pueblo, sino a los testigos escogidos antes por Dios, aun a nosotros, que comimos y bebimos juntamente a él después que resucitó de los muertos.
42 Y él nos mandó predicar al pueblo, y testificar que él es el que fue ordenado por Dios para ser el Juez de los vivos y los muertos.
43 A él dan testimonio todos los profetas, que por su nombre cualquiera que en él cree recibirá la remisión de los pecados.
44 Mientras que habló Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían la palabra.
45 Y los de la circuncisión que creyeron estaban atónitos, tantos como vinieron con Pedro, a causa de que sobre los Gentiles también fue derramado el don del Espíritu Santo.
46 Porque los oían hablar en lenguas, y magnificaban a Dios. Entonces respondió Pedro:
47 ¿Puede algún hombre impedir el agua, para que no sean bautizados éstos, que han recibido el Espíritu Santo como nosotros?
48 Y les mandó que fueran bautizados en el nombre del Señor. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días.
Capítulo 11
1 Y los apóstoles a los hermanos que estaban en Judea oyeron que también los Gentiles habían recibido la palabra de Dios.
2 Y cuando Pedro había subido a Jerusalem, los que eran de la circuncisión contendían con él,
3 Diciendo: Entraste a hombres incircuncisos, y comiste con ellos.
4 Pero Pedro recitó el asunto desde el principio, y lo explicó por orden a ellos:
5 Estuve en la ciudad de Jope orando: y en un trance vi una visión: Un cierto vaso que descendía, como hubiese sido una gran sábana, bajada del cielo por cuatro cabos, y venía hasta mí:
6 Sobre la cual cuando yo hube fijado mis ojos, consideré, y vi bestias cuadrúpedos de la tierra, y fieras, y cosas que se arrastran, y aves del cielo.
7 Y oí una voz que me decía: Levántate, Pedro; mata y come.
8 Pero dije: No, Señor; porque ninguna cosa común o inmunda jamás ha entrado en mi boca.
9 Pero la voz me respondió otra vez del cielo: Lo que Dios ha limpiado, esto no lo llames tú común.
10 Y esto fue hecho tres veces; y todo fue llevado arriba otra vez al cielo.
11 Y, he aquí, inmediatamente había tres hombres que ya habían entrado en la casa donde yo estaba, enviados a mí de Cesarea.
12 Y el Espíritu me mandó ir con ellos, sin dudar. Además estos seis hermanos me acompañaron, y entramos en la casa del hombre:
13 Y el nos contó como él había visto a un ángel en su casa, que se paró y le dijo: Envía hombres a Jope, y llama por Simón, cuyo sobrenombre es Pedro;
14 El cual te hablará palabras, por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa.
15 Y como comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos, como también sobre nosotros al principio.
16 Entonces me acordé de la palabra del Señor, como él dijo: Juan ciertamente bautizó en agua; mas vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo.
17 Puesto que así como Dios les dio el mismo don como él hizo a nosotros, que creímos en el Señor Jesu Cristo; ¿quién era yo, para que pudiese resistir a Dios?
18 Cuando oyeron estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: Entonces Dios también ha dado a los Gentiles arrepentimiento para vida.
19 Ahora los que fueron esparcidos por la persecución que se levantó acerca de Esteban viajaban hasta Fenicia, y Chipre, y Antioquía, predicando la palabra a nadie sino a los Judíos solamente.
20 Y algunos de ellos eran hombres de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando habían venido a Antioquía, hablaron a los Griegos, predicando el evangelio del Señor Jesús.
21 Y la mano del Señor era con ellos; y un gran número creyó, y se convirtió al Señor.
22 Entonces llegó la fama de estas cosas a los oídos de la iglesia que estaba en Jerusalem: y enviaron a Barnabás, que fuese hasta Antioquía.
23 El cual, cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se alegró, y exhortó a todos, que con propósito de corazón permaneciesen en el Señor.
24 Porque era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe; y mucha gente fue añadida al Señor.
25 Entonces partió Barnabás a Tarso, para buscar a Saulo:
26 Y cuando le hubo hallado, le trajo a Antioquía. Y aconteció que por un año entero se reunieron en la iglesia y enseñaban a mucha gente. Y los discípulos fueron llamados Cristianos primeramente en Antioquía.
27 Y en aquellos días vinieron profetas de Jerusalem a Antioquía.
28 Y se levantó uno de ellos llamado Agabo, y significó por el Espíritu que había de haber una grande hambre por todo el mundo: la cual sucedió en los días de Claudio César.
29 Entonces los discípulos, cada hombre conforme a su habilidad, determinaron de enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea:
30 Lo cual asimismo hicieron, y lo enviaron a los ancianos por mano de Barnabás y de Saulo.
Capítulo 12
1 Ahora acerca de este tiempo el rey Herodes tendió sus manos para maltratar a ciertos de la iglesia.
2 Y mató a Jacobo el hermano de Juan con la espada.
3 Y viendo que agradó a los Judíos, procedió más para prender también a Pedro. (Eran entonces los días de los panes sin levadura.)
4 Y cuando él le había prendido, le puso en la prisión, y le entregó a cuatro cuaterniones de soldados para guardarle; teniendo la intención después de la fiesta de Istarte traerle al pueblo.
5 Pedro entonces era guardado en la prisión; mas oración fue hecha sin cesar de la iglesia a Dios por él.
6 Y cuando Herodes le había de sacar, la misma noche Pedro estaba dormido entre dos soldados, preso con dos cadenas; y los guardas delante de la puerta guardaban la prisión.
7 Y, he aquí, el ángel del Señor vino sobre él, y una luz resplandeció en la prisión: e hirió a Pedro en el lado, y le despertó, diciendo: Levántate prestamente. Y las cadenas se le cayeron de sus manos.
8 Y le dijo el ángel: Ciñete, y átate tus sandalias. Y lo hizo así. Y le dijo: Rodéate tu ropa, y sígueme.
9 Y él salía, y le seguía; y no sabía que era verdad lo que hacía el ángel; sino que pensaba que veía una visión.
10 Y cuando pasaron la primera y la segunda guarda, vinieron a la puerta de hierra que va a la ciudad; la cual se les abrió por sí misma, y salieron, y pasaron por una calle; y al instante el ángel se apartó de él.
11 Y cuando Pedro volvió en sí, dijo: Ahora sé verdaderamente, que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes, y de toda la expectación del pueblo de los Judíos.
12 Y cuando él había considerado la cosa, vino a casa de María la madre de Juan, cuyo sobrenombre es Marcos; donde muchos estaban juntos orando.
13 Y tocando Pedro a la puerta del portal, una muchacha salió a escuchar, llamada Rhode,
14 Y cuando ella conoció la voz de Pedro, por alegría no abrió la puerta, sino corrió adentro, y contó que Pedro estaba de pie ante la puerta.
15 Y ellos le dijeron: Estás loca. Pero ella afirmaba constantemente que era así. Entonces ellos decían: Es su ángel.
16 Pero Pedro continuó en tocar; y cuando abrieron la puerta, y le vieron, y fueron atónitos.
17 Mas él, haciéndoles señal con la mano que callasen, les declaró como el Señor le había sacado de la cárcel. Y dijo: Id a contar estas cosas a Jacobo, y a los hermanos. Y él salió, y fue a otro lugar.
18 Ahora cuando era de día, no había poco alboroto entre los soldados, sobre lo que se había hecho de Pedro.
19 Y cuando Herodes le había buscado, y no le halló, examinó a los guardas, y los mandó que fuesen matados. Y descendió de Judea a Cesarea, y se quedó allí.
20 Herodes estaba muy enojado con los de Tiro y de Sido; mas vinieron con un acuerdo a él, y habiendo hecho Blasto el chambelán del rey su amigo, pedían paz; porque sus tierras era mantenidos por las tierras del rey.
21 Y en un día señalado, Herodes vestido en ropa real, estaba sentado sobre su trono, y les arengó.
22 Y el pueblo gritó, diciendo: Es la voz de un dios, y no de un hombre.
23 Y inmediatamente el ángel de Señor le hirió, porque no dio la gloria a Dios; y fue comido de gusanos, y expiró.
24 Mas la palabra de Dios crecía y se multiplicaba.
25 Y Barnabás y Saulo volvieron de Jerusalem, cuando han cumplido su ministerio, y tomaron con ellos a Juan, cuyo sobrenombre era Marcos.
Capítulo 13
1 Ahora había en la iglesia que estaba en Antioquía ciertos profetas y maestros; como Barnabás, y Simeón, que se llamaba Niger, y Lucio de Cirene, Y Manaén, que había sido criado con Herodes el tetrarca, y Saulo.
2 Mientras que ministraban al Señor, y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: Apartádme a Barnabás y a Saulo para la obra para la cual los he llamado.
3 Y cuando hubieron ayunado y orado, y pusieron sus manos sobre ellos, los enviaron.
4 Así que ellos, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia; y de allí navegaron a Chipre.
5 Cuando estaban en Salamina, predicaban la palabra de Dios en las sinagogas de los Judíos; y tenían también a Juan por su ministro.
6 Y cuando habían pasado por la isla hasta Pafo, hallaron un cierto hechicero, falso profeta, Judió, cuyo nombre era Barjesus.
7 El cual estaba con el procónsul del país Sergio Paulo, hombre prudente; quien llamó a Barnabás y a Saulo, y deseaba oír la palabra de Dios.
8 Pero Elimas el hechicero (porque así es su nombre por interpretación) le resistía, procurando de apartar de la fe al procónsul.
9 Entonces Saulo, (que también es llamado Pablo,) lleno del Espíritu Santo, fijó sus ojos en él,
10 Y dijo: Oh lleno de todo engaños y de toda maldad; tú hijo del diablo, tú enemigo de toda justicia, ¿no cesarás de pervertir los caminos rectos del Señor?
11 Y ahora, he aquí, la mano del Señor es contra ti, y serás ciego, no viendo el sol por un tiempo. Y inmediatamente cayeron sobre él oscuridad y tinieblas; y andando alrededor buscando quien le condujese por la mano.
12 Entonces el procónsul, cuando vio lo que había sido hecho, creyó, siendo atónitos de la doctrina del Señor.
13 Ahora cuando Pablo y su compañía partieron de Pafos, vinieron a Perges de Pamfilia; y Juan apartándose de ellos se volvió a Jerusalem.
14 Mes cuando apartaron de Perges, vinieron a Antioquía de Pisidia; y entraron en la sinagoga un de el sábado, y se asentaron.
15 Y después de la lectura de la ley y de los profetas, los gobernantes de la sinagoga les enviaron, diciendo: Vosotros varones y hombres, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad.
16 Entonces se levantó Pablo, y haciendo señal con su mano dijo: Vosotros varones de Israel, y vosotros que teméis a Dios, escuchad.
17 El Dios de este pueblo de Israel escogió a nuestros padres, y ensalzó el pueblo cuando moraban como extranjeros en la tierra de Egipto, y con un brazo levantado los sacó de ella.
18 Y alrededor del tiempo de cuarenta años sufrió sus costumbres en el desierto.
19 Y cuando él destruyó siente naciones en la tierra de Canaán, les dividió su tierra por suerte.
20 Y después que él les dio jueces como por el espacio de cuatrocientos y cincuenta años, hasta el profeta Samuel.
21 Y después demandaron un rey; y Dios les dio a Saúl, hijo de Cis, hombre de la tribu de Benjamin, por espacio de cuarenta años.
22 Y cuando él le había quitado, les levantó a David por rey; a quien también dio testimonio; y dijo: He hallado a David, hijo de Jessé, un hombre conforme a mi corazón, el cual cumplirá toda mi voluntad.
23 De la simiente de este hombre, Dios, conforme a su promesa, ha levantado para Israel un Salvador, Jesús;
24 Cuando Juan había predicado antes de su venida el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel.
25 Y como Juan cumplió su carrera, dijo: ¿Quién pensáis que soy? Yo no soy él. Pero, he aquí, uno viene después de mí, cuyos zapatos de sus pies no soy digno de desatar.
26 Varones y hermanos, hijos del linaje de Abraham, y cualquiera de entre vosotros que tema a Dios, a vosotros es enviada la palabra de esta salvación.
27 Porque los que moran en Jerusalem, y sus gobernantes, porque no lo conocieron, ni aún las voces de los profetas que se leen todos los sábados, las han cumplidos en condenarle.
28 Y aunque no hallaron en él causa de muerte, aun pidieron a Pilato que le se le matase.
29 Y cuando ha cumplido todo lo que fue escrito de él, le quitaron del madero, y le pusieron en un sepulcro.
30 Pero Dios le levantó de los muertos;
31 Y él fue visto por muchos días de los que habían subido con él de Galilea a Jerusalem, los cuales son sus testigos al pueblo.
32 Y declaramos a vosotros buenas nuevas, como aquella promesa que fue hecha a los padres,
33 Dios ha cumplido lo mismo a nosotros sus hijos, en que él ha levantado a Jesús; como también esta escrito en el segundo salmo: Tu eres mi Hijo, hoy te he engendrado.
34 Y como en cuanto que él le resucitó de los muertos, ahora nunca más volver a corrupción, dijo así: Yo os daré las misericordias seguras de David.
35 Por esto dice también en otro salmo: No permitirás que tu Santo vea corrupción.
36 Porque David, después que ha servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue juntado con sus padres, y vio corrupción:
37 Mas él, quien Dios resucitó, no vio corrupción.
38 Os sea conocido, pues, varones y hermanos, que por éste hombres os es predicado el perdón de los pecados;
39 Y por él todos que creyere son justificados de todas cosas, de los cuales no pudisteis ser justificados por la ley de Moisés.
40 Ten cuidado, pues, que no venga sobre vosotros lo que está dicho en los profetas;
41 Mirad, vosotros menospreciadores, y maravillaos, y pereced; porque yo obra una obra en vuestros días, una obra que no creeréis, aunque un hombre os la declara.
42 Y cuando los Judíos salieron de la sinagoga, los Gentiles rogaron que estas palabras pudiesen ser predicadas a ellos el sábado siguiente.
43 Ahora cuando la congregación fue despedida, muchos de los Judíos y prosélitos religiosos siguieron a Pablo y a Barnabás; quienes, hablándoles, les persuadían que continuasen en la gracia de Dios.
44 Y el siguiente día del sábado se juntó casi toda la ciudad a oír la palabra de Dios.
45 Pero cuando los Judíos vieron las multitudes, fueron llenos de envidia, y contradecían contra las cosas que fueron dichas por Pablo, contradiciendo y blasfemando.
46 Entonces Pablo y Barnabás tomó denuedo, y dijeron: Era necesario que la palabra de Dios debería ser primeramente hablado a vosotros; mas viendo que vosotros la desecháis, y os juzgáis indignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los Gentiles.
47 Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto para ser una luz de los Gentiles, para que puedes ser por salvación hasta lo último de la tierra.
48 Y cuando los Gentiles oyeron esto, fueron alegres, y glorificaban la palabra del Señor; y tantos que fueron ordenados para vida eterna creyeron.
49 Y la palabra del Señor fue publicada por toda aquella región.
50 Pero los Judíos concitaron a los mujeres devotas y honorables, y los hombres principales de la ciudad, y levantaron persecución contra Pablo y Barnabás, y les expulsaron de sus términos.
51 Pero ellos sacudían contra ellos el polvo de sus pies, y vinieron a Iconio.
52 Y los discípulos fueron llenos de gozo, y con el Espíritu Santo.
Capítulo 14
1 Y aconteció en Iconio, que ambos entró en la sinagoga de los Judíos, y así hablaron, que una grande multitud ambos de Judíos y también Griegos creyeron.
2 Pero los Judíos incrédulos incitaron a los Gentiles, y corrompieron las mentes de ellos contra los hermanos.
3 Mucho tiempo, entonces, se quedaron hablando con denuedo en el Señor, el cual daba testimonio a la palabra de su gracia, y dieron que señales y milagros fuesen hechos por sus manos.
4 Pero la multitud de la ciudad estaba dividido; y una parte estaba con los Judíos, y parte con los apóstoles.
5 Y cuando hubo un asalto hecho ambos de Gentiles, y también de los Judíos con sus gobernantes, para abusarlos y apedrearlos,
6 Entendiéndlo ellos, se huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a la región que estaba alrededor:
7 Y allí predicaban el evangelio.
8 Y había sentado un cierto hombre en Listra, impotente de los pies, siendo cojo desde el vientre de su madre, que nunca había andado;
9 El mismo oyó hablar a Pablo; quien mirándole fijamente, y percibiendo que él tenía fe para ser sano,
10 Dijo con gran voz, Levántate derecho sobre tus pies. Y él saltó y anduvo.
11 Y cuando el pueblo vio lo que Pablo había hecho, alzaron sus voces, diciendo en lengua Licaónica: Los dioses en semejanza de hombres han descendido a nosotros.
12 Y a Bernabé llamaban Júpiter, y a Pablo, Mercurio, porque era el orador principal.
13 Y el sacerdote de Júpiter, que estaba delante de la ciudad de ellos, trajo bueyes y guirnaldas delante de las puertas, y quería hacer sacrificios con el pueblo.
14 Lo cual cuando los apóstoles, Barnabás y Pablo, lo oyó, rompieron sus ropas, y corrieron entre el pueblo, gritando,
15 Y diciendo: Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros somos hombres de iguales pasiones que vosotros, y os predicamos que os volváis de estas vanidades al Dios vivo, que hizo el cielo, y la tierra, y la mar, y todas las cosas que están en ellos:
16 Quien en tiempos pasados dejó a todas las naciones andar en sus propios caminos.
17 Sin embargo no se dejó a sí mismo sin testimonio, en que él hizo bien, y nos dio lluvia del cielo, y tiempos fructíferos, llenando nuestros corazones con alimento y alegría.
18 Y con estos dichos apenas refrenaron la gente, que no les hiciesen sacrificio.
19 Y vino allí unos ciertos Judíos de Antioquía y de Iconio, quienes persuadieron al pueblo, y habiendo apedreado a Pablo, le sacaron de la ciudad, suponiendo que hubiese estado muerto.
20 Así como los discípulos estaban de pie alrededor de él, se levantó, y se entró en la ciudad; y el siguiente día se partió con Barnabás a Derbe.
21 Y cuando han predicado el evangelio a aquella ciudad, y han enseñado a muchos, se volvieron otra vez a Listra, y a Iconio, y a Antioquía.
22 Confirmando las almas de los discípulos, y exhortándolos que permaneciesen en la fe, y que debemos por mucha tribulación entrar en el reino de Dios.
23 Y cuando les hubieron elegido ancianos en cada iglesia, y hubieron orado con ayunos, les encomendaron al Señor, en el cual creían.
24 Y después que habían pasado por Pisidia, vinieron a Pamfilia.
25 Y cuando hubieron predicado la palabra en Perga, descendieron a Atalia.
26 Y de allí navegaron a Antioquía, de donde había sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían cumplido.
27 Y cuando hubieron venido, y han juntado la iglesia, recitaron cuan grandes cosas que Dios había hecho con ellos, y como él había abierto la puerta de fe a los Gentiles.
28 Y se quedaron allí mucho tiempo con los discípulos.
Capítulo 15
1 Y ciertos hombres que descendieron de Judea enseñaban a los hermanos, y dijeron: Si no os circuncidáis conforme a la costumbre de Moisés, no podéis ser salvos.
2 Así que, cuando Pablo y Barnabás tuvieron una disensión y contienda no pequeña con ellos, determinaron que Pablo y Barnabás, y ciertos otros de ellos, debiesen subir a Jerusalem a los apóstoles y ancianos sobre esta cuestión.
3 Y siendo traídos en su camino por la iglesia , pasaron por Fenicia y Samaria, declarando la coversión de los Gentiles; y causaron grande gozo a todos los hermanos.
4 Y cuando vinieron a Jerusalem, fueron recibidos de la iglesia, y de los apóstoles y ancianos, y declararon todas las cosas que Dios había hecho con ellos.
5 Pero se levantó una cierta secta de los Fariseos que habían creído, diciendo: Que era necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés.
6 Y se juntaron los apóstoles y los ancianos para considerar este asunto.
7 Y cuando había sido mucha contienda, Pedro se levantó, y les dijo: Varones y hermanos, vosotros sabéis que hace mucho tiempo Dios escogió de entre nosotros, que los Gentiles por mi boca oyesen la palabra del evangelio, y creyesen.
8 Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo, aun como él hizo a nosotros;
9 Y puso ninguna diferencia entre nosotros y ellos, purificando sus corazones por la fe.
10 Ahora pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo un yugo sobre la cerviz de los discípulos, que ni nuestros padres ni nosotros pudimos de llevar?
11 Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, aún como ellos.
12 Entonces toda la multitud calló, y escucharon a Barnabás y a Pablo, declarando cuántos milagros y maravillas que Dios ha hecho por ellos entre los Gentiles.
13 Y después que hubieron callado, Jacob respondió, diciendo: Varones y hermanos, oídme:
14 Simón ha declarado como Dios al primero visitó a los Gentiles, para tomar de entre ellos un pueblo para su nombre.
15 Y con esto concuerdan las palabras de los profetas; como está escrito:
16 Después de esto volveré, y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y reedificaré las ruinas de él, y le volveré a levantar;
17 Para que el residuo de los hombres pueda buscar al Señor, y todos los Gentiles, sobre los cuales mi nombre es invocado, dice el Señor, que hace todas estas cosas.
18 Conocidas a Dios son todas sus obras desde el principio del mundo.
19 Por lo cual mi sentencia es, que no les turbemos, que de entre los Gentiles se volvieron a Dios;
20 Sino que les escribamos, que se abstengan de las contaminaciones de los ídolos, y de fornicación, y de cosas ahogadas, y de sangre.
21 Porque Moisés desde los tiempos antiguos en cada ciudad tiene los que le predican, siendo leído en las sinagogas cada día del sábado.
22 Entonces lo agradó a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, para enviar hombres escogidos de entre ellos a Antioquía con Pablo y Barnabás, a saber, Judas que tenía por sobrenombre Barsabás, y Silas, hombres principales entre los hermanos;
23 Y escribieron cartas por ellos de esta manera: Los apóstoles y los ancianos y los hermanos enviamos saludos a los hermanos que están de los Gentiles en Antioquía y en Siria y en Cilicia;
24 Puesto que nosotros hemos oído, que ciertos que han salido de nosotros os han turbado con palabras, subvirtiendo vuestras almas, diciendo: Debáis ser circuncidados, y guardar la ley; a los cuales no dimos tal mandamiento;
25 Nos ha parecido bien, siendo congregados de un acuerdo, enviar hombres escogidos a vosotros con nuestros amados Barnabás y Pablo,
26 Hombres que han arriesgado sus vidas por el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
27 Nosotros por esto hemos enviado a Judas y a Silas, los cuales también os contarán las mismas cosas por boca.
28 Porque pareció bien al Espíritu Santo, y a nosotros, de no imponeros otra carga que estas cosas necesarias;
29 Que os abstengáis de las viandas sacrificadas a ídolos, y de sangre, y de lo estrangulado, y de fornicación: de los cuales si os guardareis, haréis bien. Que le vaya bien.
30 Así cuando fueron despedidos, vinieron a Antioquía; y cuando han juntado la multitud, dieron la epístola;
31 De la cual cuando habían leído, se regocijaron por la consolación.
32 Y Judas y Silas, siendo también ellos profetas, exhortaron a los hermanos con muchas palabras, y los confirmaron.
33 Y después que habían quedado allí por algún tiempo, fueron enviados en paz por los hermanos a los apóstoles.
34 Sin embargo le pareció bien a Silas de quedarse allí aun.
35 Pablo y Barnabás continuaban en Antioquía, enseñando y predicando la palabra de Dios, con muchos otros también.
36 Y algunos días después Pablo dijo a Barnabás: Volvamos a visitar a nuestros hermanos en cada ciudad en que hemos predicado la palabra del Señor, para ver como están.
37 Y Barnabás determinó que llevasen consigo a Juan, cuyo sobrenombre era Marcos.
38 Pero a Pablo no le parecía bien llevarle consigo, quien apartó de ellos de Pampilia, y no fue con ellos a la obra.
39 Y la contención era tan grande entre ellos, que se apartaron el uno del oro, y así Barnabás tomó a Marcos, y navegó a Chipre;
40 Y Pablo escogió a Silas, y partió, siendo encomendado por los hermanos a la gracia del Señor.
41 Y anduvo por Siria y Cilicia, confirmando las iglesias.
Capítulo 16
1 Entonces vino a Derbe, y a Listra, y, he aquí, estaba allí un cierto discípulo, llamado Timoteo, hijo de una cierta mujer, que era Judía creyente; pero su padre era Griego:
2 El cual tenía buen testimonio de los hermanos que estaban en Listra e Iconio.
3 A él quiso Pablo que fuese con él, y le tomó y le circuncidó por causa de los Judíos que estaban en aquellos lugares; porque todos sabían que su padre era Griego.
4 Y como pasaron por las ciudades, les entregaron los decretos para que guardasen, que eran ordenaos de los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalem.
5 Y así las iglesias fueron establecidas en la fe, y aumentaron en número cada día.
6 Ahora cuando habían pasado por Frigia y la provincia de Galacia, y fueron prohibido por el Espíritu Santo predicar la palabra en Asia,
7 Después que vinieron a Misia, tentaron de ir a Bitinia; pero el Espíritu no les permitió.
8 Y pasando por Misia, descendieron a Troas.
9 Y se le apareció a Pablo de noche una visión; Un hombre de Macedonia estaba en pie, y le rogó, diciendo: Pasa a Macedonia, y ayúdanos.
10 Y después que había visto la visión, inmediatamente procuramos partir a Macedonia, dando por cierto que el Señor nos había llamado para predicar el evangelio a ellos.
11 Zarpando, por esto, de Troas, vinimos camino derecho a Samotracia, y el día siguiente a Neápolis;
12 Y de allí a Filipos, que es la ciudad principal de aquella parte de Macedonia, y una colonia; y estuvimos en aquella ciudad permaneciendo ciertos días.
13 Y en el sábado salimos fuera de la ciudad junto al río, donde solían hacer oración; y sentámonos, y hablamos a las mujeres que allí se habían juntado.
14 Y una cierta mujer llamada Lidia, una vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoró a Dios, nos oyó; el corazón de la cual abrió el Señor, para que estuviese atenta a las cosas que fueron habladas de Pablo.
15 Y cuando fue bautizada, y su casa, nos regó, diciendo: Si me habéis juzgado ser fiel al Señor, entrad en mi casa, y quedaos allí. Y ella nos constriñó.
16 Y aconteció, mientras íbamos a la oración, una cierta muchacha poseída con un espíritu de adivinación nos encontró, la cual daba grande ganancia a sus amos por la adivinación;
17 La misma seguía a Pablo y a nosotros, y daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, los cuales nos enseñan el camino de salvación.
18 Y esto hacía por muchos días. Pero Pablo, siendo entristecido, se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesu Cristo, que salgas de ella. Y salió en la misma hora.
19 Y cuando sus amos vieron que la esperanza de su ganancia había salido, prendieron a Pablo y a Silas; Y los sacaron a la plaza de mercado ante las autoridades.
20 Y los trajeron a los magistrados, diciendo: Estos hombres, siendo Judíos, alborotan mucho nuestra ciudad,
21 Y enseñan costumbres, las cuales no nos es lícito recibir, ni observar, siendo Romanos.
22 Y la multitud se levantó contra ellos; y los magistrados se rompieron sus ropas, y mandaron azotarles con varas.
23 Y cuando les habían dado muchos azotes, los echaron en la prisión, mandando al carcelero que los guardase con seguridad;
24 El cual, habiendo recibido tal mandato, los metió en la cárcel más dentro, y les aseguró sus pies en el cepo.
25 Y a medio noche Pablo y Silas oraron, y cantaron himnos a Dios: y los prisioneros los oyeron.
26 Y de repente había un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la prisión se sacudían; y inmediatamente todas las puertas se abrieron; y las cadenas de cada uno fueron soltados.
27 Y despertando el carcelero de su sueño, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó su espada, y se quería matarse, suponiendo que los prisioneros habían huido.
28 Pero Pablo clamó con gran voz, diciendo: No te hagas ningún daño; porque todos estamos aquí.
29 Entonces pidió una luz, y entró de un salto, y vino temblando, y se postró a los pies de Pablo y de Silas,
30 Y los sacó fuera, y dijo: Señores, ¿Qué debo hacer para ser salvo?
31 Y ellos dijeron: Cree en el Señor Jesu Cristo, y serás salvo tú, y tu casa.
32 Y le hablaron la palabra del Señor, y a todos los que estaban en su casa.
33 Y los tomó en aquella misma hora de la noche, y les lavó sus azotes; y fue bautizado, él y todos los suyos, inmediatamente.
34 Y cuando los había llevado dentro de su casa, les puso vianda, y se regocijó, creyendo en Dios con toda su casa.
35 Y Cuando fue de día, los magistrados enviaron los alguaciles, diciendo: Deja ir a aquellos hombres.
36 Y el carcelero dijo estas palabras a Pablo: Los magistrados han enviado que seáis sueltos, por eso salid, e id en paz.
37 Pero Pablo les dijo: Nos han azotado públicamente sin haber sido condenados, siendo nosotros Romanos, y nos han echado en la cárcel; ¿y ahora nos echan encubiertamente? No, por cierto; sino vengan ellos mismos, y nos saquen.
38 Y los alguaciles dijeron estas palabras a los magistrados; y tuvieron miedo, cuando oyeron que eran Romanos.
39 Y vinieron y les rogaron, y los sacaron, y les pidieron que saliesen de la ciudad.
40 Y salieron de la cárcel, y entraron en casa de Lidia; y cuando habían visto a los hermanos, los consolaron, y se fueron.
Capítulo 17
1 Ahora cuando hubieron pasado por Amfípolis, y por Apolonia, vinieron a Tesalónica, donde había sinagoga de los Judíos;
2 Y Pablo, como era su costumbre, fue a ellos, y por tres sábados razonó con ellos de las escrituras,
3 Exponiendo y proponiendo, que Cristo tenía necesidad de haber sufrido, y resucitado de los muertos; y que este Jesús, el cual yo os predico, es el Cristo.
4 Y algunos de ellos creyeron, y se juntaron con Pablo y con Silas; y de los Griegos piadosos una grande multitud, y de las mujeres principales no pocas.
5 Pero los Judíos que no creyeron, movidos de envidia, tomaron consigo a ciertos hombres obscenos de la clase más baja, y juntaron una compañía, y pusieron toda la ciudad en un alborote, y asaltaron la casa de Jasón, y procuraban sacarlos al pueblo.
6 Y cuando no los hallaron, sacaron a Jasón y a ciertos hermanos a los gobernadores de la ciudad, diciendo: Estos que han trastornado al mundo también han venido acá;
7 A los cuales Jasón ha recibido; y todos estos hacen contra los decretos de César, diciendo que hay otro rey, un Jesús.
8 Y alborotaron el pueblo y a los gobernadores de la ciudad, cuando oyeron estas cosas.
9 Y cuando han tomaron satisfacción de Jasón, y de los demás, los soltaron.
10 Y los hermanos inmediatamente enviaron a Pablo y a Silas a Berea; los cuales viniendo allí entraron en la sinagoga de los Judíos.
11 Estos fueron más nobles que los de Tesalónica, en que recibieron la palabra con toda prontitud de ánimo, y escudriñaron cada día las escrituras, si estas cosas eran así.
12 Así que creyeron muchos de ellos; también de mujeres nobles que fueron Griegas, y de hombres, no pocos.
13 Pero cuando los Judíos de Tesalónica tenían conocimiento que la palabra de Dios fue predicada por Pablo en Berea, llegaron allí también, e incitaron el pueblo.
14 Y entonces inmediatamente los hermanos enviaron a Pablo que fuese hasta la mar; pero Silas y Timoteo se quedaron aun allí.
15 Y los que conducían a Pablo, le trajeron hasta Atenas; y recibiendo un mandato para Silas y Timoteo que viniesen a él tan pronto que pudiesen, se partieron.
16 Ahora mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía en él, cuando vio la ciudad dada completamente a la idolatría.
17 Por lo cual disputaba en la sinagoga con los Judíos, y con las personas devotas, y en el mercado cada día con los que se encontraba con él.
18 Entonces ciertos filósofos de los Epicúreos y de los Estóicos, le encontraron. Y algunos dijeron: ¿Qué dirá este palabrero? algunos otros dijeron: Parece que es predicador de dioses extraños; porque les predicaba a Jesús, y la resurrección.
19 Y le tomaron, y le trajeron a Aerópago, diciendo: ¿Podremos saber que es esta nueva doctrina, de la cual hablas?
20 Porque tres a nuestros oídos ciertas cosas extrañas; por esto queremos saber que quieren decir estas cosas.
21 (Porque todos los Atenienses y los extranjeros que moraban allí gastaron su tiempo en nada más, sino en decir o en oír alguna cosa nueva.)
22 Entonces Pablo se puso de pie en medio del Aerópago y dijo: Vosotros hombres de Atena, percibo que en todas cosas sois demasiado supersticiosos.
23 Porque pasé, y mirando a vuestros devociones, hallé un altar con esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al cual, pues, vosotros adoráis ignorantemente, a él yo os declaro.
24 Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él, viendo que él es Señor del cielo y de la tierra, no mora en templos hechos de manos;
25 Ni es adorado con manos de hombres, como si necesitase algo; viendo que da vida a todos, y aliento, y todas las cosas;
26 Y de una sangre ha hecho todas las naciones de los hombres para habitar sobre toda la faz de la tierra; y ha determinado los tiempos antes señalados, y los términos de su habitación;
27 Para que buscasen a Dios, si en alguna manera le palpan, y le hallasen, aunque no está lejos de cada uno de nosotros.
28 Porque en él vivimos, y movemos, y tenemos nuestro ser; como también ciertos de vuestros propios poetas dijeron: Porque somos también su linaje.
29 Asimismo, pues, como somos linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad es como el oro, o la plata, o a piedra, o a escultura de artificio y imaginación de hombres.
30 Y disimulaba Dios los tiempos de esta ignorancia, mas ahora manda a todos los hombres en todas partes que se arrepientan:
31 Porque él ha establecido un día, en el cual él juzgará al mundo en justicia por aquel hombre que él ha ordenado; de lo cual él ha asegurado a todos hombres, que él había levantado de los muertos.
32 Y cuando ellos oyeron de la resurrección de los muertos, algunos se burlaban; y otros decían: Te oiremos acerca de este asunto otra vez.
33 Así Pablo salió de en medio de ellos.
34 Sin embargo ciertos hombres juntaron con él, y creyeron: entre los cuales fue Dionisio el Areopagita, y una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.
Capítulo 18
1 Después de estas cosas partió Pablo de Atenas y vino Corinto;
2 Y halló a cierto Judío llamado Aquila, natural de Ponto, que hacía poco vino de Italia, con su esposa Priscilla; (porque Claudio había mandado que todos los Judíos saliesen de Roma:) y vino a ellos.
3 Y porque era del mismo oficio, él quedaba con ellos, y trabajaba; porque el oficio de ellos era hacer tiendas.
4 Y razonaba en la sinagoga todos los sábados, y persuadía a Judíos y a Griegos.
5 Y cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo era constreñido en espíritu, y testificó a los Judíos que Jesús era el Cristo.
6 Mas cuando se opusieron a sí, y blasfemaron, él sacudió su vestidura, y les dijo: Vuestra sangre sea sobre vuestras propias cabezas, yo estoy limpio; desde ahora me iré a los Gentiles.
7 Y partió de allí, y entró en casa de un cierto hombre, llamado Justo, uno que adoró a Dios, cuya casa estaba juntada a la sinagoga.
8 Y Crispo, el gobernante principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los Corintios oyendo, creyeron, y fueron bautizados.
9 Entonces el Señor habló a Pablo de noche en visión: No temas, sino habla, y no calles;
10 Porque estoy contigo, y nadie vendrá sobre ti para dañarte; porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad.
11 Y continuó allí un año y seis meses, enseñando la palabra de Dios entre ellos.
12 Y cuando Galión era el procónsul de Acaya, los Judíos se levantaron unánimes contra Pablo, y le trajeron al tribunal,
13 Diciendo: Este hombre persuade a los hombres a adorar a Dios contrario a la ley.
14 Y cuando Pablo iba a abrir su boca, Galión dijo a los Judíos, Si fuera un asunto de agravio, o crimen malvado, Oh vosotros Judíos, el razón dicta que yo os debo tolerar;
15 Pero si es una cuestión de palabras y de nombres, y de vuestra ley, mirádlo vosotros; porque yo no seré juez de tales cosas.
16 Y los echó del tribunal.
17 Entonces todos los Griegos tomaron a Sóstenes, el gobernante principal de la sinagoga, y le herían delante del tribunal. Y Galión nada se le daba de ello.
18 Mas Pablo después de esto permaneció allí aun muchos días, y después se despidió de los hermanos, y navegó a Siria, y con él Priscila y Aquila; habiendo raído su cabeza en Cencreas; porque tenía voto.
19 Y llegó a Efeso, y los dejó allí; mas él entró en la sinagoga, y razonó con los Judíos.
20 Cuando le rogaron que se quedase con ellos por más tiempo, no lo consintió;
21 Antes se despidió de ellos, diciendo: Es menester que en todo caso yo guarde la fiesta que viene en Jerusalem, pero otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere. Y navegó de Efeso.
22 Y cuando él había arribado a Cesarea, y subió, y saludó a la iglesia, descendió a Antioquía.
23 Y después que hubo pasado algún tiempo allí, se partió, y anduvo por orden toda la provincia de Galacia, y Frigia, fortaleciendo todos los discípulos.
24 Y un cierto Judío llamado Apolos, natural de Alejandría, y poderoso en las escrituras, vino a Efeso.
25 Este hombre era instruido en el camino del Señor, y siendo ferviente del espíritu, habló y enseñó diligentemente las cosas del Señor, conociendo solamente el bautismo de Juan.
26 Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; al cual cuando oyeron Aquila y Priscila, le tomaron a ellos, y le exponían el camino de Dios más perfectamente.
27 Y cuando estaba dispuesto pasar a Acaya, los hermanos escribieron, exhortando a los discípulos que le recibiesen; el cual, cuando había llegado; los ayudó mucho a los que por gracia habían creído:
28 Porque él con gran vehemencia convencía a los Judíos, y que públicamente, mostrando por las escrituras que Jesús era el Cristo.
Capítulo 19
1 Y aconteció, que, entre tanto que Apólos estaba en Corinto, Pablo habiendo pasado por las costas superiores, vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos,
2 Y díjoles: ¿Habéis recibido el Espíritu Santo desde que creísteis? Y ellos le dijeron: Nosotros ni siquiera hemos oído si hay algún Espíritu Santo.
3 Y les dijo: ¿A qué, pues, fuisteis bautizados? Y ellos dijeron: Al bautismo de Juan.
4 Entonces Pablo dijo: Juan de verdad bautizó con el bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo, que creyesen en el que había de venir después de él, esto es, en Cristo Jesús.
5 Cuando oyeron esto, fueron bautizado en el nombre del Señor Jesús.
6 Y cuando Pablo les había puesto sus manos encima, vino el Espíritu Santo sobre ellos; y hablaban en lenguas, y profetizaban.
7 Y todos los hombres eran como doce.
8 Y entró en la sinagoga, y habló con denuedo por espacio de tres meses, disputando y persuadiendo las cosas que pertenecen al reino de Dios.
9 Pero cuando algunos se endurecieron, y no creyeron, sino hablaron mal de aquel camino delante de la multitud, él se apartó de ellos, y separó a los discípulos, diputando cada día en la escuela de un cierto Tiranno.
10 Y esto continuó por espacio de dos años; así que todos los que habitaban en Asia oyeron la palabra del Señor Jesús, ambos Judiós y Griegos.
11 Y hacía Dios milagros especiales por las manos de Pablo;
12 De tal manera que aun de su cuerpo fueron llevados a los enfermos los pañuelos o los delantales, y las enfermedades partieron de ellos, y los males espíritus salían fuera de ellos.
13 Entonces ciertos de los Judíos vagabundos, exorcistas, intentaron a invocar el nombre del Señor sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: Os adjuramos por Jesús, el que Pablo predica.
14 Y había siete hijos de un tal Esceva, Judío, y jefe de los sacerdotes, que hacían esto.
15 Y los espíritus malos respondieron y dijeron: A Jesús conozco, y a Pablo conozco; pero ¿quiénes sois vosotros?
16 Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltó sobre ellos, y les venció, y prevaleció contra ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.
17 Y esto fue conocido a todos los Judíos y también a los Griegos morando en Efeso; y cayó temor sobre todos ellos, y el nombre del Señor Jesús era magnificado.
18 Y muchos que creyeron vinieron, y confesaron, y dieron cuenta de sus hechos.
19 Muchos de ellos también que practicaban artes curiosas trajeron sus libros, y los quemaron delante de todos hombres; y contaron el precio de ellos, y lo hallaron cincuenta mil piezas de plata.
20 Así crecía poderosamente la palabra de Dios, y prevalecía.
21 Y después que fueron cumplidas estas cosas, Pablo propuso en el espíritu, cuando hubo pasado por Macedonia y Acaya, de ir a Jerusalem, diciendo: Después que hubiere estado allá, debo también ver a Roma.
22 Así envió a Macedonia a dos de los que le ministraban, es a saber Timoteo y Erasto; pero él se quedó por algún sazón en Asia.
23 Y el mismo tiempo se levantó un alboroto no muy pequeño acerca de aquel camino.
24 Porque un cierto hombre, llamado Demetrio, un platero, que hacía de plata templos de Diana, trajo no pequeña ganancia a los artífices;
25 Al los cuales él juntó con los obreros de semejante oficio, y dijo: Señores, vosotros sabéis que por este oficio tenemos nuestra ganancia.
26 Además veis y oís, que no sólo en Efeso, sino por casi toda la Asia, este Pablo ha persuadido y apartado a muchísima gente, diciendo que no son dioses, los que son hechos con manos:
27 Así que no sólo esto nuestro oficio esté en peligro de ser hecho nada; pero también que el templo de la gran diosa Diana sea despreciado, y su majestad comience a ser destruida, a la cual adora toda la Asia y el mundo.
28 Y cuando oyeron estas cosas, se llenaron de ira, y gritaron, diciendo: Grande es Diana de los Efesios
29 Y toda la ciudad fue llena de confusión; y habiendo prendido a Gayo y a Aristarco, hombres de Macedonia, compañeros en viaje de Pablo, arremetieron unánimes al teatro.
30 Y cuando Pablo quiso entrar al pueblo, los discípulos no le dejaron.
31 Y ciertos de los principales de Asia, que eran sus amigos, le rogaron que no se presentase en el teatro.
32 Algunos, por eso, gritaban una cosa, y otros otra; porque la asamblea era confusa; y los más no sabían por qué se habían juntado.
33 Y sacaron de entre la multitud a Alejandro, los Judíos rempujándole. Y Alejandro hizo señal con la mano, y quería hacer su defensa al pueblo.
34 Pero cuando ellos conocieron que era Judío, todos gritaron a una voz por espacio de como dos horas; Grande es Diana de los Efesios.
35 Y cuando el escribano hubo apaciguado la multitud, dijo: Vosotros hombres de Efesios, ¿cuál hombre hay que no sepa que la ciudad de los Efesiios es adoradora de la grande diosa Diana, y del imagen que cayó de Júpiter?
36 Viendo, pues, que estas cosas no pueden ser contradichos, vosotros debáis callar, y no hagáis algo imprudentemente.
37 Porque habéis traído a estos hombres, que ni son robadores de iglesias, ni blasfemadores de vuestra diosa.
38 Por lo cual si Demetrio, y los artífices que están con él, tienen negocio contra algún hombre, la ley está abierta, y hay procónsules; acúsense los unos a los otros.
39 Pero si inquieres alguna cosa acerca de otros asuntos, será determinado en una asamblea lícita.
40 Porque estamos nosotros en peligro de ser acusados de sedición por este alboroto, no habiendo ninguna causa por la cual podamos dar razón de este concurso.
41 Y cuando él había dicho así, despidió la asamblea.
Capítulo 20
1 Y después que cesó el alboroto, Pablo llamó a sí los discípulos, y los abrazó, y se partió para ir a Macedonia.
2 Y cuando él había andado por aquellas partes, y les había dado mucha exhortación, vino a Grecia.
3 Y se quedó allí tres meses. Y cuando los Judíos le pusieron acechanza, mientras estaba al punto de navegar a Siria, él propuso regresarse a Macedonia.
4 Y le acompañaron a Asia Sópater de Berea; y de los Tesalonicenses, Aristarcho y Segundo; y Gayo de Derbe; y Timoteo; y de Asia, Tychico y Trófimo.
5 Estos yendo delante nos esperaron en Troas.
6 Y navegamos desde Filipos después de los días de los panes sin levadura, y vinimos a ellos a Troas en cinco días, donde quedamos siete días.
7 Y en el primer día de la semana, cuando los discípulos se reunieron para partir el pan, Pablo les predicaba, listo para partir al día siguiente; y continuó su discurso hasta la media noche.
8 Y había muchas lámparas en el aposento alto, donde estaban congregados.
9 Y un cierto joven estaba sentado en la ventana llamado Eutico, habiendo caído en un sueño profundo; y como Pablo predicaba largamente, derribado del sueño, y cayó del tercer piso abajo, y fue levantado muerto.
10 Y Pablo descendió, y se derribó sobre él, y abrazándole, dijo: No os turbéis; porque su vida está en él.
11 Cuando él volvió a subir, y hubo partido el pan, y comido, y habló largo tiempo, aún hasta el alba, y así partió.
12 Y trajeron al joven vivo, y fueron consolados no poco.
13 Y fuimos adelante a la nave, y navegamos a Asos, teniendo el propósito de recibir allí a Pablo; porque así él había determinado, queriendo él mismo ir a pie.
14 Y cuando él se juntó con nosotros en Asos, le tomamos, y vinimos a Mitilene.
15 Y navegamos de allí, y vinimos al día siguiente delante de Quió; y el siguiente día llegamos a Samo, y reposamos en Trogilio; y el día siguiente vinimos a Mileto.
16 Porque Pablo había determinado navegar adelante de Efeso, porque no quería gastar tiempo en Asia; porque se apresuraba, si le fuese posible, estar en Jerusalem en el día de Pentecóstes.
17 Y desde Mileto envió a Efeso, y llamó a los ancianos de la iglesia.
18 Y cuando vinieron a él, les dijo: Vosotros sabéis, desde el primer día que entré en Asia, de cual manera yo he estado con vosotros en todos sazones,
19 Sirviendo al Señor con toda humildad de mente, y con muchas lágrimas, y tentaciones, que me han acontecido por las asechanzas de los Judíos.
20 Y como no reservé nada que os fuese provechoso para vosotros, sino he anunciado y enseñado públicamente, y de casa en casa,
21 Testificando ambos a los Judíos y también a los Gentiles, arrepentimiento hacia Dios, y la fe hacia nuestro Señor Jesu Cristo.
22 Y ahora, he aquí, voy atado en el espíritu a Jerusalem, sin saber lo que allá me ha de acontecer;
23 Sino que el Espíritu Sato testifica en cada ciudad, diciendo que cadenas y aflicciones me esperan.
24 Mas de ninguna de estas cosas hago caso, ni tengo mi vida preciosa a mí mismo, para que yo pueda acabar mi carrera con gozo, y el ministerio, que recibí del Señor Jesús.
25 Y ahora, he aquí, sé que todos vosotros, entre los cuales he pasado predicando el reino de Dios, no veréis más mi rostro.
26 Por tanto yo os protesto este día, que yo estoy limpio de la sangre de todos hombres.
27 Porque no he rehuido de declararos todo el consejo de Dios.
28 Por tanto mirad por vosotros, y por todo el rebaño, sobre el que el Espíritu Santo os puesto por sobreveedores, para apacentar la iglesia de Dios, la cual él compró con su propia sangre.
29 Porque esto sé, que después de mi partida entrarán entre vosotros lobos rapaces, no perdonando al rebaño.
30 También de entre vosotros mismos se levantarán hombres, hablando cosas perversas, para llevar discípulos en pos de sí.
31 Por tanto, velad, y acordaos, que por el espacio de tres años no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno, de noche y de día.
32 Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, la cual es poderosa para edificaros, y daros herencia entre todos los que son santificados.
33 No he codiciado plata, u oro, o vestidura de nadie.
34 Aun, vosotros mismos sabéis, que estos manos han ministrado a mis necesidades, y a los que estaban conmigo.
35 Y os he mostrado todas las cosas, como que trabajando vosotros debéis soportar a los débiles, y acordaros de las palabras del Señor Jesús cuando dijo: Es más bienaventurado dar que recibir.
36 Y cuando él hubo dicho así, se puso de rodillas, y oró con todos ellos.
37 Y todos lloraron grandemente, y se echaron sobre el cuello de Pablo, y le besaron,
38 Doliéndose más que todo por las palabras que dijo, que no había de ver más su rostro. Y le acompañaron hasta la nave.
Capítulo 21
1 Y aconteció, que después que fueron arrancados de ellos, y hubimos navegado, vinimos camino derecho a Coos, y el día siguiente a Rhodas, y de allí a Pátara;
2 Y hallando una nave navegando a Fenicia, nos embarcamos, y partimos.
3 Ahora cuando hubimos descubierto Chipre, la dejamos a mano izquierda, y navegamos a Siria, y arribamos en Tiro; porque allí nave había de descargar allí su carga.
4 Y encontrando discípulos, nos quedamos allí siete días; los cuales decían a Pablo por el Espíritu, que él no debe subir a Jerusalem.
5 Y cuando hubimos cumplidos estos días, nos partimos y fuimos en nuestro camino; y los que nos trajeron en nuestro camino, con sus esposas y niños, hasta que nosotros salimos fuera de la ciudad; y puestos de rodillas en la ribera, oramos.
6 Y cuando hubimos despedido los unos de los otros, subimos a la nave; y ellos se volvieron a sus casas.
7 Y cuando nosotros hubimos cumplida nuestro curso de Tiro, vinimos a Ptolemaida; y saludamos a los hermanos, y nos quedamos con ellos un día.
8 Y el día siguiente, nosotros que éramos de la compañía de Pablo partimos, y vinimos a Cesarea; y entramos en la casa de Felipe el evangelista, el cual era uno de los siete; y posamos con él.
9 Y el mismo tenía cuatro hijas, vírgenes, que profetizaban.
10 Y mientras que quedamos allí por muchos días, descendió de Judea un cierto profeta, llamado Agabo.
11 Y cuando él vino a nosotros, tomó el cinto de Pablo, y ató a sus propios manos y pies, y dijo: Así dice el Espíritu Santo: Así le atarán los Judíos en Jerusalem al hombre, cuyo es este cinturón, y le entregarán en manos de los Gentiles.
12 Y cuando oímos estas cosas, ambos nosotros, y los de aquel lugar, le rogamos que no subiese a Jerusalem.
13 Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis en llorar, y en quebrantar mi corazón? porque yo esto presto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalem por el nombre del Señor Jesús.
14 Y cuando no sería persuadido, cesamos, diciendo: Sea hecha la voluntad del Señor.
15 Y después de aquellos días, tomamos nuestros equipajes, y subimos a Jerusalem.
16 También vinieron con nosotros ciertos discípulos de Cesarea, y trajeron con ellos un Mnasón de Chipre, un discípulo antiguo, con el cual posásemos.
17 Y cuando llegamos a Jerusalem, los hermanos nos recibieron con gozo.
18 Y el día siguiente Pablo entró con nosotros a Jacobo; y todos los ancianos estaban presentes;
19 Y cuando él hubo saludado a ellos, les declaró particularmente cuales cosas Dios había hecho entre los Gentiles por su ministerio.
20 Y cuando lo oyeron, glorificaron a Dios, y le dijeron: Tú ves, hermano, cuantos millares de Judíos hay que han creído; y todos son celoso de la ley:
21 Y son informados de ti, que enseñas a todos los Judíos que están entre los Gentiles a apartarse de Moisés, diciendo que no deben circuncidar a sus hijos, ni andar según las costumbres.
22 ¿Qué hay, entonces? La multitud debe reunirse: porque oirán que tus has venido.
23 Haz, pues, esto que te decimos: Tenemos cuatro varones que tienen un voto sobre sí;
24 Tómalos, y purifícate con ellos, y gasta con ellos, para que se raigan sus cabezas; y todos puedan saber que aquellas cosas, de las cuales fueron informados acerca de ti, no son nada; sino que tú mismo también andas ordenadamente, y guardas la ley.
25 Y en cuanto a los Gentiles que creen, nosotros hemos escrito y concluido que no observan tal cosa, sino que se guarden de las cosas ofrecidas a los ídolos, y de sangre, y de lo estrangulado, y de fornicación.
26 Entonces Pablo, tomó a los varones, y el día siguiente purificándose con ellos, entró en el templo, para anunciar el cumplimiento de los días de la purificación, hasta que una ofrenda fuese ofrecida por cada uno de ellos.
27 Y cuando los siete días iba a cumplirse, los Judíos que eran de Asia, cuando le vieron en el templo, alborotaron todo el pueblo, y le echaron mano,
28 Dando voces, y diciendo: Varones de Israel, ayudad: Este es el hombre, que enseña a todos hombres en todas partes contra el pueblo, y la ley, y este lugar; y además trajo también Griegos en el templo, y ha contaminado este lugar santo.
29 (Porque habían visto antes en la ciudad de Trófimo un Efesio, el cual pensaban que Pablo había metido en el templo.)
30 Y toda la ciudad fue conmovida, y concurrió el pueblo, y tomaron a Pablo, y le sacaban fuera del templo: y sin tardanza la puertas fueron cerradas.
31 Y mientras que procuraban de matarle, vino noticias al principal capitán de la compañía, que toda Jerusalem estaba alborotada.
32 El cual inmediatamente tomó soldados y centuriones, y corrió bajando a ellos; y cuando vieron al principal capitán y a los soldados, cesaron de golpear a Pablo.
33 Entonces se acercó el principal capitán, y le prendió, y mandó que él sea atado con dos cadenas; y demandó quién era, y que había hecho.
34 Y algunos gritaban una cosa, otros otra, de entre la multitud; y cuando él no podía saber nada de cierto a causa del alboroto, mandó que él debería ser llevado al castillo.
35 Y cuando llegó a las gradas, así fue, que él fue llevado de los soldados por la violencia del pueblo.
36 Porque la multitud del pueblo venía detrás, gritando, Fuera con él.
37 Y como Pablo fue guiado al castillo, dijo al capitán principal: ¿Puedo hablar contigo? Lo cual dijo: ¿Puedes hablar Griego?
38 ¿No eres tú aquel Egipcio, que antes de estos días levantaste una sedición, y sacaste al desierto cuatro mil hombres que fueron homicidas?
39 Pero Pablo dijo: Yo soy un hombre que soy Judío de Tarso, una ciudad en Cilicia, ciudadano de ninguna ciudad oscura; y, os ruego, tolérame hablar a este pueblo.
40 Y cuando él se lo permitió, Pablo estuvo en pie en las gradas, y hizo señal con la mano al pueblo. Y cuando había hecho grande silencio, les hablo en lengua Hebrea, diciendo:
Capítulo 22
1 Varones, hermanos, y padres, oíd mi defensa que yo hago ahora ante vosotros.
2 (Y cuando oyeron que les hablaba en lengua Hebrea, guardaron más silencia; y él dice:)
3 Yo de cierto soy hombre que es Judío, nacido en Tarso, una ciudad de Cilicia, aun criado en esta ciudad a los pies de Gamaliel, y enseñado conforme a la manera perfecta de la ley de los padres, y fui celoso para con Dios, como todos vosotros sois el día de hoy.
4 Y perseguí en este manera hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles ambos hombres y mujeres.
5 Como también el sumo sacerdote me es testigo, y toda la asamblea de los ancianos; de los cuales también recibí cartas para los hermanos, y fui a Damasco, para traer atados a Jerusalem a los que estuviesen allí, para que fuesen castigados.
6 Y aconteció, que, mientras que hice mi viaje, y llegué cerca a Damasco, como a medio día, de repente me rodeó una grande luz del cielo,
7 Y caí al suelo, y oí una voz diciéndome: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
8 Y yo respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues.
9 Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no oyeron la voz del que hablaba conmigo.
10 Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, y vete a Damasco, y allí te será dicho todas las cosas que te está señalado hacer.
11 Y cuando no pude ver por causa de la gloria de aquella luz, siendo guiado por la mano de ellos que estaban conmigo, vine a Damasco.
12 Y un Ananías, varón devoto conforme a la ley, teniendo un buen testimonio de todos los Judíos que moraban allí,
13 Vino a mí, y se paró, y me dijo: Hermano Saulo, recibe tu vista. Y la misma hora yo le miré.
14 Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido, para que debes conocer su voluntad, y ver aquel Justo, y debes oír la voz de su boca.
15 Porque serás su testigo a todos hombres de lo que has visto y oído.
16 Y ahora, ¿por qué te detienes? levántate, y sé bautizado, y lava tus pecados, invocando al nombre del Señor.
17 Y aconteció, que, cuando vine otra vez a Jerusalem, aun mientras que oré, fui en un trance;
18 Y le vi diciéndome: Date prisa, y sal prestamente fuera de Jerusalem; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí.
19 Y yo dije: Señor, ellos saben que yo encerraba en cárcel, y azotaba en cada sinagoga los que creían en ti;
20 Y cuando se derramaban la sangre de Esteban tu testigo, yo también estaba de pie cerca, y consentía a su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban.
21 Y me dijo: Vete, porque yo te enviaré lejos de aquí a los Gentiles.
22 Y le oyeron hasta esta palabra, y entonces alzaron sus voces, y dijeron: Afuera con tal hombre de la tierra; porque no conviene que él viva.
23 Y como ellos gritaban, y arrojaban sus ropas, y echaba polvo al aire,
24 Mandó el capitán principal que le llevasen al castillo, y ordenó que fuese examinado con azotes; para que él pudiese saber por qué causa clamaban así contra él.
25 Y mientras que le ataban con correas, Pablo dijo al centurión que estaba de pie allí: ¿os es lícito azotar a un hombre que es un Romano, y no condenado?
26 Cuando el centurión oyó esto, fue y dijo al capitán, diciendo: Mira lo que haces, porque este hombre es un Romano.
27 Entonces el capitán vino, y le dijo: Dime, ¿eres tú Romano? Y él dijo: Sí.
28 Y respondió el capitán: Yo con gran suma obtuve esta ciudadanía. Y Pablo dijo: Pero fui nacido libre.
29 Entonces al instante se apartaron de él los que le habían de examinar; y el capitán también tuvo temor, después que sabía que era Romano, y porque le había atado.
30 Y el día siguiente, porque él quería saber de cierto la causa por qué era acusado de los Judíos, le soltó de su correas, y mandó venir a los principales sacerdotes y a todo su concilio; y trajo a Pablo, y le presentó delante de ellos.
Capítulo 23
1 Y Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Varones hermanos, yo he vivido con toda buena conciencia delante de Dios hasta el día de hoy.
2 Y el sumo sacerdote, Ananías, mandó a los que estaban de pie cerca de él que le hiriesen en la boca.
3 Entonces Pablo le dijo: Dios te herirá, tu pared blanqueada; porque tú estás sentado para juzgarme conforme a la ley, y ¿mandas herirme contra la ley?
4 Y los que estaban de pie cerca dijeron: ¿injurias tú al sumo sacerdote de Dios?
5 Entonces Pablo dijo: Yo no sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote: porque escrito está: No hablarás mal del gobernador de tu pueblo.
6 Pero cuando Pablo percibió que la una parte era de los Saduceos, y la otra de los Fariseos, clamó en el concilio: Varones y hermanos, soy Fariseo, hijo de Fariseo; de la esperanza y resurrección de los muertos soy juzgado.
7 Y cuando él había dicho así, se levantó una disensión entre los Fariseos y los Saduceos; y la multitud fue dividida.
8 Porque los Saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los Fariseos confiesan ambas cosas.
9 Y se levantó un gran clamor; y los escribas que estaban de los Fariseos se levantaron, y contendían, diciendo: No hallamos ningún mal en este hombre: pero si un espíritu o un ángel le ha hablado, no peleemos contra Dios.
10 Y cuando se levantó una grande disensión, el capitán principal, temiendo que Pablo fuese despedazado por ellos, mandó descender soldados y arrebatarle de en medio de ellos, y llevarle al castillo.
11 Y la noche siguiente el Señor estaba de pie con él, y dijo: Ten buen ánimo, Pablo, porque has testificado de mí en Jerusalem, así debes también dar testimonio en Roma.
12 Y cuando fue de día, ciertos de los Judíos se juntaron, y hicieron un voto bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen matado a Pablo.
13 Y era más que cuarenta que habían hecho esta conspiración.
14 Y los cuales vinieron a los principales sacerdotes y a los ancianos, y dijeron: Nosotros hemos hecho un voto bajo una grave maldición, que no comeremos nada hasta que hayamos matado a Pablo.
15 Ahora pues vosotros con el concilio dad aviso al principal capitán, que le saque mañana a vosotros, como que queréis inquirir alguna cosa más cierta de él; y nosotros, así que se nos acerque, estamos aparejado para matarle.
16 Y cuando el hijo de la hermana de Pablo oyó de las asechanzas, fue y entró en el castillo, y lo contó a Pablo.
17 Entonces Pablo llamó a uno de los centuriones a él, y dijo: Trae a este joven al principal capitán; porque él tiene cierto aviso que darle.
18 Así le tomó, y le llevó al principal capitán, y dijo: El preso Pablo me llamó a él, y me rogó que trajese a ti este mancebo, que tiene algo que hablarte.
19 Entonces el principal capitán le tomó de la mano, y fue con él aparte, y le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que decirme?
20 Y él dijo: Los Judíos han concertado rogarte que mañana saques a Pablo al concilio, como que han de inquirir de él coas más cierta.
21 Pero tú no cedas a ellos; porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los cuales han ligado a sí con un juramento, que no comerán ni beberán hasta que le hayan matado; y ahora están aparejados, esperando de ti una promesa.
22 Así que el capitán despidió al mancebo, y le mandó: Ve que tu no digas a nadie que me has dado aviso de estas cosas.
23 Y llamó a él dos centuriones, diciendo: Preparad doscientos soldados para ir a Cesarea, y setenta de a caballo, con doscientos lanceros, a la tercera hora de la noche;
24 Y aparejadles bestias, para que a pondría a Pablo, y traerle seguro a Félix el gobernador.
25 Y escribió una carta según la siguiente manera:
26 Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix, envía saludos.
27 Este hombre fue tomado de los Judíos, y que iban ellos a matar; entonces vine yo con un ejército, y le rescaté, habiendo entendido que era Romano.
28 Y cuando yo quería saber la causa por qué le acusaban, le llevé al concilio de ellos;
29 El cual yo percibí ser acusado sobre cuestiones de la ley de ellos, pero no tenía nada digno de muerte ni de prisión.
30 Y cuando me fue contado como los Judíos asechaban a este hombre, en seguida le envié a ti, y mandé a sus acusadores también que traten delante de ti lo que ellos tenía contra él. Pásalo bien.
31 Entonces los soldados, como les era mandado, tomaron a Pablo, y le trajeron de noche a Antipatris.
32 Y al día siguiente dejaron a los de a caballo que fuesen con él, y se volvieron al castillo.
33 Los cuales, cuando llegaron a Cesarea, y entregaron la epístola al gobernador, presentaron también a Pablo delante de él.
34 Y cuando el gobernador había leído la carta, preguntó de qué provincia era. Y cuando entendió que era de Cilicia;
35 Dijo: Te oiré cuando vinieron también tus acusadores. Y mandó que le guardasen en el pretorio de Herodes.
Capítulo 24
1 Y después de cinco días descendió Ananías el sumo sacerdote con los ancianos, y con un cierto orador llamado Tértulo; los cuales informaron al gobernador contra Pablo.
2 Y cuando él fue llamado, Tértulo comenzó a acusarle, diciendo: Viendo que por ti gozamos grande tranquilidad, y que muchas buenas cosas dignas son hechas a esta nación por tu providencia,
3 Lo aceptamos siempre, y en todo lugar, o Félix más honorable, con todo agradecimiento.
4 No obstante, por no serte muy tedioso, te ruego que oigas de nosotros unas pocas palabras de tu clemencia.
5 Porque hemos hallado este hombre un hombre pestilente, y un levantador de sedición entre todos los Judíos por todo el mundo, y un cabecilla de la secta de los Nazarenos;
6 El cual también ha intentado profanar al templo; el cual prendimos, y le quisimos juzgar conforme a nuestra ley.
7 Pero el principal capitán Lisias vino sobre nosotros, y con grande violencia le quitó de nuestros manos,
8 Mandando a sus acusadores que viniesen a ti; del cual tú mismo examinando podrás conocer de todas estas cosas, de que le acusamos.
9 Y los Judíos también asintieron, diciendo que estas cosas eran así.
10 Entonces Pablo, después que el gobernador le había dado señal para que hablase, respondió: Puesto que sé que has sido de muchos años juez de esta nación, yo con mayor ánimo me respondo por mí mismo:
11 Porque tú puedes entender, que hay aun sólo doce días desde que subí a adorar a Jerusaselm.
12 Y ni me hallaron en el templo disputando con algún hombre, ni levantando tumulto del pueblo, ni en las sinagogas, ni en la ciudad:
13 Ni pueden probar las cosas de que ahora me acusan.
14 Pero esto te confieso, que conforme al camino que ellos llaman herejía, así adoro al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que están escritas en la ley y en los profetas;
15 Y tengo esperanza en Dios, que ellos mismos también esperan, que será una resurrección de los muertos, ambos de los justos y los injustos.
16 Y por esto yo me ejercito, para tener siempre conciencia sin ofensa para con Dios, y para con los hombres.
17 Mas pasados muchos años vine a traer limosnas a mi nación, y ofrendas.
18 Después de lo cual ciertos Judíos de Asia me hallaron purificado en el templo, no con la multitud, ni con tumulto.
19 Los cuales debían de haber estado aquí delante de ti, y acusar, si tenían algo contra mí.
20 O si no, deje que estos mismos aquí digan, si hallaron en mí alguna cosas mal, mientras que estuve de pie delante del concilio;
21 Sino que sea por esta sola voz, que clamé estando de pie entre ellos: Tocante la resurrección de los muertos soy juzgado hoy por vosotros.
22 Y cuando Félix oyó estas cosas, teniendo más perfecto conocimiento de aquel camino, les aplazó, y dijo: Cuando descendiere Lisias el principal capitán, conoceré enteramente de vuestro negocio.
23 Y mandó al centurión que guardase a Pablo, y que le fuese dado libertad, y que no vedase a ninguno de sus familiares servirle o venir a él.
24 Y después de ciertos días, cuando Félix vino con su esposa Drusila, que era Judía, llamó a Pablo, y oyó de él sobre la fe en Cristo.
25 Y mientras que razonaba de la justicia, y de la continencia, y del juicio, se tembló Félix, y respondió: Vete ahora; y cuando tengo tiempo conveniente, te llamaré.
26 También esperaba que le sería dado dinero de parte de Pablo, para que le soltase; por lo cual lo enviaba a llamarle muchas veces, y comunicaba con él.
27 Pero después de dos años, Félix tuvo por sucesor a Porcio Festo; y Félix, queriendo agradecer a los Judíos, dejó preso a Pablo.
Capítulo 25
1 Ahora cuando Festo se entró a la provincia, él, después de tres días, subió de Cesaréa a Jerusalem.
2 Luego el sumo sacerdote y los principales de los Judíos le maldijeron contra Pablo, y le rogaban,
3 Y pidieron favor contra él, que le hiciese traer a Jerusalem, poniéndole asechanzas para matarlo en el camino.
4 Pero Festo respondió, que Pablo debiese ser guardado en Cesarea, y que él mismo partiría allá en breve.
5 Por eso déjeles, dijo, que los que pueden entre vosotros, bajen conmigo, y acusen a este hombre, si hay alguna maldad en él.
6 Y cuando él había quedado entre ellos más que diez días, descendió a Cesarea; y el día siguiente sentándose en el tribunal, mandó que Pablo fuese traído.
7 Y cuando había venido, los Judíos que haban descendido de Jerusalem le pusieron de pie alrededor, y echaron muchas y graves acusaciones contra Pablo, las cuales no podían probar,
8 Mientras que él respondía por sí mismo: Ni contra la ley de los Judíos, ni contra el templo, ni aun contra César, he ofendido en algo.
9 Pero Festo, queriendo congraciarse con los Judíos, respondió a Pablo, y dijo: ¿Quieres subir a Jerusalem, y ser juzgado allí de estas cosas delante de mí?
10 Y Pablo dijo: Estoy parado ante el tribunal de César, donde debo ser juzgado: a los Judíos no hecho nada mal, como tú sabes muy bien.
11 Porque si soy ofendedor, o he hecho alguno digno de muerte, no rehúso de morir; pero si nada hay de estas cosas de que éstos me acusan, ningún hombre me puede entregar a ellos. A César apelo.
12 Entonces Festo, cuando él había conferido con el consejo, respondió: ¿Has apelado a Cesár? A César irás.
13 Y después de algunos días el rey Agripa y Bernice vinieron a Cesarea a saludar a Festo.
14 Y cuando estuvieron allí muchos días, Festo declaró al rey la causa de Pablo, diciendo: Hay un cierto hombre dejado preso por Félix;
15 Sobre el cual, cuando fui a Jerusalem, los principales de los sacerdotes y los ancianos de los Judíos me informaron, pidiendo tener juicio contra él.
16 A los cuales respondí: No es costumbre de los Romanos entregar algún hombre a morir, antes que el que es acusado tenga presente sus acusadores, y tengan oportunidad de defenderse de la acusación de la crimen contra él.
17 Por esto, cuando habían venido ellos juntos acá, sin ninguna dilación el día siguiente yo senté en el tribunal, y mandé traer al hombre.
18 Contra el cual cuando se pusieron de pie los acusadores, no trajeron ninguna acusación de tales cosas como yo suponía:
19 Sino que tenían ciertas cuestiones contra él acerca de su propia superstición, y de un cierto Jesús, que era muerto, del cual Pablo afirmaba estar vivo.
20 Y porque yo dudaba de tal clase de cuestiones, le pregunté si quería ir a Jerusalem, y allá ser juzgado de estas cosas.
21 Pero cuando Pablo hubo apelado para ser reservado al juicio de Agusto, yo mandé que fuese guardado hasta que yo le pudiese enviar a César.
22 Entonces Agripa dijo a Festo: Yo mismo también querría oír a este hombre. Mañana, dijo, te le oirás.
23 Y el día siguiente, cuando Agripa había vendido, y Bernice, con mucho aparato, y hubo entrado en el lugar de la audiencia, con los principales capitanes, y hombres principales de la ciudad, al mandamiento de Festo, Pablo fue traído.
24 Y Festo dijo: Rey Agripa, y todos los hombres que estáis aquí juntos con nosotros, veis a este hombre, por el cual toda la multitud de los Judíos me ha demandado, ambos en Jerusalem, y también aquí, gritando que no conviene que viva más.
25 Pero cuando yo hallé que él no había hecho ninguna cosa digna de muerte, y que él mismo ha apelado a Augusto, he determinado de enviarle.
26 Del cual no tengo cosa cierta que yo escriba a mi señor. Por lo cual le he sacado ante vosotros, y especialmente ante ti, Oh rey Agripa, para que, después que había examinado, yo pueda tener algo para escribir.
27 Porque me parece irrazonable enviar un preso, y no informar de los crímenes alegados contra él.
Capítulo 26
1 Entonces Agripa dijo a Pablo: Eres permitido hablar por ti mismo. Pablo entonces extendió la mano, y respondió por sí:
2 Me considero alegre, rey Agripa, porque me contestaré hoy por mí mismo delante de ti acerca de todas las cosas de que estoy acusado de los Judíos;
3 Especialmente porque yo sé que tú eres un experto en todas las costumbre y cuestiones que hay entre los Judíos; por lo cual te ruego que me oigas con paciencia.
4 Mi manera de vivir desde mi mocedad, la cual desde el principio fue entre mi nación en Jerusalem, saben todos los Judíos;
5 Los cuales me conocieron desde el principio, si quieren testificarlo, que conforme a la secta más estricta de nuestra religión he vivido Fariseo.
6 Y ahora estoy de pie y estoy juzgado por la esperanza de la promesa hecha de Dios a nuestros padres:
7 Al cual promesa nuestras doce tribus, siempre sirviendo a Dios de día y de noche, esperan que ha de venir. Por la cual esperanza, rey Agripa, soy acusado de los Judíos.
8 ¿Por qué se piensa una cosa increíble contigo, que Dios resucite los muertos?
9 Yo ciertamente pensé en mi mismo, que yo debía de hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret.
10 Cual cosa también hice en Jerusalem; y muchos de los santos encerré en cárceles, habiendo recibido la autoridad de los principales de los sacerdotes; y cuando eran matados, yo di mi voz contra ellos.
11 Y los castigué muchas veces en cada sinagoga, y los forcé a blasfemar; y siendo enfurecido sobremanera contra ellos, les perseguí aun hasta en las ciudades extrañas.
12 Con lo cual mientras que iba yo a Damasco con autoridad y comisión de los principales sacerdotes,
13 Al mediodía, Oh rey, vi en el camino una luz del cielo, más brillante que el resplandor del sol, resplandeciendo alrededor de mí y de los que conmigo viajaban.
14 Y cuando éramos caídos en tierra, oí una voz hablándome, y diciendo en lengua hebraica: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra los aguijones.
15 Y yo dije: ¿Quién eres, Señor? Y él dijo: ¿Yo soy Jesús, a quién tu persigues.
16 Mas levántate, y ponte sobre tus pies; porque te he aparecido por este propósito: para hacerte un ministro y un testigo de ambas estas cosas que tú has visto, y de las cosas de la cual yo te apareceré;
17 Librándote del pueblo, y de los Gentiles, a los cuales ahora te envío,
18 Para abrir sus ojos, y convertirles de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios, para que puedan recibir el perdón de los pecados, y una herencia entre aquellos que son santificados por la fe que es en mí.
19 Por lo cual, Oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial;
20 Antes, anuncié primeramente a los de Damasco, y en Jerusalem, y por toda las costas de Judea, y entonces a los Gentiles, para que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, y hiciesen obra dignas de arrepentimiento.
21 Por estas causas los Judíos me prendieron en el templo, y intentaron de matarme.
22 Habiendo, pues, obtenido ayuda de Dios, continuo hasta este día, testificando ambos a pequeños y a grandes, no diciendo otras cosas sino las que los profetas y Moisés dijeron que habían de venir:
23 A saber que Cristo había de sufrir, y que él había de ser el primero que debería resucitar de los muertos, y que él debería mostrar luz a este pueblo, y a los Gentiles.
24 Y mientras que él habló por sí, Festo dijo con gran voz: Pablo, estás fuera de sí; demasiado estudio te ha hecho loco.
25 Pero él dijo: No estoy loco, más honorable Festo, sino hablo las palabras de verdad y templanza.
26 Porque el rey sabe estas cosas, delante del cual también hablo libremente; porque estoy persuadido que ningunas de estas cosas están escondidas de él, porque esta cosa no fue hecho en algún rincón.
27 Rey Agripa, ¿crees a los profetas? Yo sé que tú crees.
28 Entonces Agripa dijo a Pablo: Casi me persuades a ser Cristiano.
29 Entonces Pablo dijo: Plugiese a Dios, que no sólo tú, pero también todos que me oyen este día, fueron ambos casi, y completamente como yo soy, salvo estas cadenas.
30 Y cuando hubo dicho así, se levantó el rey, y el gobernador, y Bernice, y los que estaban sentados con ellos;
31 Y cuando se retiraron aparte, hablaban entre ellos mismo, diciendo: Este hombre no hace nada digno de muerto ni de prisión.
32 Entonces Agripa dijo a Festo: Este hombre pudiese haber sido puesto a libertad, si no hubiera apelado a César.
Capítulo 27
1 Y cuando fue determinado que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a ciertos otros presos a uno llamado Julio, un centurión de la compañía de Augusto.
2 Y entrando en una nave Adramitena, zarpamos, queriendo navegar por las costas de Asia; un Aristarcho, un Macedonio de Tesalónica, estando con nosotros.
3 Y el día siguiente arribamos a Sidón. Y Julio trató amablemente a Pablo, y le dio libertad para ir a sus amigos, para refrescarse.
4 Y cuando hemos hecho la vela desde allí, navegamos bajo de Cipro, porque los vientos eran contrarios.
5 Y cuando hubimos navegado la mar de Cilicia y Pamfilia, vinimos a Mira, una ciudad de Licia.
6 Y allí el centurión halló una nave de Alejandría navegando a Italia; y nos puso en ella.
7 Y cuando habíamos navegado lentamente muchos días, y apenas llegabamos delante de Gnido, los vientos no nos apoyando, navegamos bajo de Creta, junto a Salmón;
8 Y, pasándolo con dificultad, vinimos a un lugar que se llama Buenos Puertos; cerca de la cual estaba la ciudad de Lasea.
9 Ahora cuando mucho tiempo fue gastado, y cuando navegando ya era peligrosa, porque ya era pasado el ayuno, Pablo los amonestaba,
10 Y les dijo: Varones, percibo que este viaje será con mucho daño y mucho perjuicio, no sólo de la carga y la nave, pero también de nuestras vidas.
11 Sin embargo el centurión creía al piloto y al patrón de la nave, más que aquellas cosas que fueron dichas por Pablo.
12 Y porque el puerto no era cómodo para invernar, y los más avisaron de apartar de allí también, si de algún modo pudiesen arribar a Fenice, y allí invernar; que es un puerto de Creta, y que mira al sudoeste y noroeste.
13 Y cuando sopló blandamente el viento del sur, suponiendo que hubieron obtenido su propósito, alzando anclas de allí, navegaron cerca de Creta.
14 Pero no mucho después se levantó contra la nave un viento tempestuoso, que se llama Euroclidón.
15 Y cuando la nave fue arrebatad, y no pudo aguantar al viento, le dejamos arrojar.
16 Y corriendo debajo de una pequeña isla que se llama Clauda, tuvimos mucho trabajo que hacer al nave.
17 El cual cuando hubieron levantado, usaban de remedios, ciñendo la nave, y, teniendo temor que no diesen en la Sirte, abajadas las velas, y así eran llevados.
18 Y nosotros siendo arrojado excesivamente con una tempestad, el día siguiente alijaron la nave;
19 Y al tercer día nosotros con nuestras propias manos echamos los aparejos de la nave.
20 Y cuando no aparecieron ni sol ni estrella por muchos días, y una tempestad no muy pequeña quedó sobre nosotros, toda esperanza que íbamos ser salvos era perdida.
21 Mas después de mucho tiempo de ayuno, Pablo se puso de pie en medio de ellos, y dijo: Varones, hubierais escuchado de mí, y no haber zarpado de Creta, y haber recibido este daño y pérdida.
22 Mas ahora os exhorta que tengáis buen ánimo; porque no habrá pérdida de vida de ningún hombre entre vosotros, sino de la nave.
23 Porque esta noche ha estado conmigo el ángel de Dios, de quien soy, y a quien sirvo,
24 Diciendo: No temas, Pablo; porque debes ser traído delante de César; y, he aquí, Dios te ha dado a todos los que navegan contigo.
25 Por tanto, varones, tened buen ánimo; porque confío en Dios, que será aun como me fue dicho.
26 Sin embargo, debemos ser echados a un cierto isla.
27 Pero cuando vino la decimacuarta noche, como fuimos llevados por arriba y por abajo en el Adriático, cerca de la media noche los marineros sospechaban que acercaban de alguna tierra.
28 Y echaron la sonda, y lo hallaron veinte brazas; y cuando han pasado un poco más adelante, echaron la sonda otra vez, y lo hallaron quince brazas.
29 Entonces teniendo temor que habíamos caído sobre las rocas, echaron cuatro anclas de la popa, y deseaban que se hiciese de día.
30 Y mientras que los marineros estaban al punto de huirse de la nave, echando el esquife a la mar, con parecer como que querían largar las anclas de proa,
31 Pablo dijo al centurión, y a los soldados; Si estos no quedan en la nave, vosotros no podéis ser salvos.
32 Entonces los soldados cortaron la amarras de esquife, y lo dejaron caer.
33 Y mientras que el día amanecía, Pablo les exhortaba a todos que comiesen, diciendo: Este día es el decimocuarto día que habéis esperado y permanecéis en ayuno, no habiendo comido nada.
34 Por tanto os ruego que comáis algo; porque esto es para vuestra salud; porque no caerá ningún cabello de la cabeza de ninguno de vosotros.
35 Y cuando él había dicho así, tomó pan, y dio gracias a Dios en presencia de todos; y cuando lo había partido, comenzó a comer.
36 Entonces todos estaban de buen ánimo, y también tomaron algo de comer.
37 Y éramos todas las almas en la nave doscientas y setenta y seis.
38 Y cuando hubieron comido suficiente, alijaron la nave, y echaron el trigo en la mar.
39 Y cuando se hizo de día, no conocía la tierra; pero descubrieron una cierta ensenada con una playa, en la cual acordaron, si era posible, encallar la nave.
40 Y cuando habían alzado las anclas, entregaron a sí mismos al mar, y desataron a los timones, y alzaron la vela principal al viento, y íbanse rumbo a la playa.
41 Y entrando en un lugar donde dos mares se juntaron, encallaron la nave; y la proa hincó, y quedó sin moverse, pero la popa se quebró en la violencia de las olas.
42 Y el consejo de los soldados era que matasen a los presos, para que ninguno de ellos debiese nadar, y escapar.
43 Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les estorbó de su propósito; y mandó que los que pudiesen nadar, debiesen echarse primero a la mar, y saliesen a tierra;
44 Y los demás, unos en tablas, y otros en pedazos quebrantados de la nave. Y así aconteció que todos escaparon salvos a tierra.
Capítulo 28
1 Y cuando ellos hubieron escapado, entonces supieron que la isla se llamaba Melita.
2 Y la gente bárbara nos mostraba no poca bondad; porque ellos encendieron un fuego, y nos recibieron a todos, a causa de la lluvia presente, y a causa del frío.
3 Y cuando Pablo había allegado algunas ramas secas, y las había puestos en el fuego, vino una víbora del calor, y le asió a su mano.
4 Y cuando los bárbos vieron la bestia venenosa colgando de su mano, decían los unos a los otros: Sin duda este hombre es homicida, a quién, aunque escapó de la mar, aún la justicia no le permite vivir.
5 Y él sacudió la bestia en el fuego, y no sufrió ningún daño.
6 Y así ellos miraban cuando debería de hinchar, o caer muerto de repente; pero después que esperaban mucho tiempo, y vieron que no le venía ningún daño, cambiaron sus mentes, y dijeron que era un dios.
7 En aquellos mismos lugares habían posesiones del hombre principal de la isla, cuya nombre era Publio; el cual nos recibió, y nos hospedó tres días amablemente.
8 Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama enfermo de fiebre y de disentería hasta un flujo de sangre; al cual entró Pablo, y oró, y le puso las manos encima, y le sanó.
9 Y cuando fue hecho esto, también otros, en la isla que tenían enfermedades, vinieron, y eran sanados;
10 Los cuales también nos honraron de muchas honras; y cuando partimos, nos cargaron de tales cosas como fueron necesarias.
11 Y después de tres meses, partimos en una nave de Alejandría, que había invernado en la isla, la cual tenía por enseña a Cástor y Pólux.
12 Y llegados a Siracusa, quedamos allí tres días.
13 Y de allí costeando al derredor, y vinimos a Regio; y después de un día sopló el viento del sur, y vinimos el día siguiente a Puteoli:
14 Donde hallamos hermanos, y nos rogaron que quedásemos con ellos siete días; y así nos fuimos hacia Roma.
15 Y de allí, cuando los hermanos oyeron de nosotros, vinieron para encontrarnos tan lejos de la plaza de Appio, y de las tres tabernas; a los cuales cuando Pablo vio, dio gracias a Dios, y tomó confianza.
16 Y cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al capitán de la guardia; pero Pablo fue permitido morar por sí, con un soldado que le guardase.
17 Y aconteció que después de tres días Pablo convocó a los principales de los Judíos; y cuando habían juntados, él dijo: Varones y hermanos, aunque yo no he hecho nada contra el pueblo, ni los costumbres de nuestros padres, aun fui entregado preso desde Jerusalem en manos de los Romanos.
18 Los cuales, cuando me habían examinado, me querían soltar, porque no había ninguna causa de muerte en mí.
19 Pero cuando los Judíos hablaron contra ello, fui forzado a apelar a César; no como que tenga de qué acusar a mi nación.
20 Así que por esta causa os he llamado para veros, y para hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy rodeado de esta cadena.
21 Y ellos le dijeron: Ni recibimos cartas de Judea acerca de ti, ni ningunos de los hermanos que vinieron anunciaron o hablaron mal de ti.
22 Pero deseamos escuchar de ti lo que piensas; porque en cuanto de esta secta, sabemos que en todos lugares es contradicha.
23 Y cuando ellos le habían señalado un día, vinieron a él muchos a su alojamiento; a los cuales él exponía y testificaba el reino de Dios, persuadiéndoles acerca de Jesús, ambos de la ley de Moisés, y de los profetas, desde la mañana hasta la tarde.
24 Y algunos creían a las cosas que fueron dichas, y algunos no creían.
25 Y cuando no estuvieron de acuerdo entre sí, se apartaron, después que Pablo había dicho una palabra: Bien habló el Espíritu Santo por Isaías el profeta a nuestros padres,
26 Diciendo: Ve a este pueblo, y díles: Oyendo oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis:
27 Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y sus oídos están embotados de oír, y sus ojos han cerrados; para que no vean con sus ojos, y oyen con sus oídos, y entiendan con su corazón, y sean convertidos, y yo los sane.
28 Séaos conocido, pues, que la salvación de Dios es enviada a los Gentiles, y que ellos la oirán.
29 Y cuando hubo dicho estas cosas, los Judíos se apartaron, y tenían entre sí gran razonamiento.
30 Y Pabló moró dos años en su propia casa alquilada, y recibió a todos los que entraban a él,
31 Predicando el reino de Dios, y enseñando aquellas cosas que pertenecen al Señor Jesu Cristo, con toda confianza, ningún hombre impidiéndole.
ROMANOS
Capítulo 1
1 Pablo, un siervo de Jesu Cristo, llamado a ser un apóstol, separado para el evangelio de Dios,
2 (Que él había prometido antes por sus profetas en las santas escrituras),
3 Tocante a su Hijo Jesu Cristo nuestro Señor, el cual fue hecho de la simiente de David según la carne;
4 Y fue declarado ser el Hijo de Dios con poder, según el espíritu de santidad, por la resurrección de los muertos;
5 Por el cual hemos recibido gracia y el apostolado, para obediencia de la fe entre todas las naciones, por su nombre;
6 Entre quienes sois también vosotros los llamados de Jesu Cristo:
7 A todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia a vosotros y paz de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesu Cristo.
8 Primeramente, doy gracias a mi Dios a través de Jesu Cristo por todos vosotros, de que se habla de vuestra fe por todo el mundo entero.
9 Porque Dios es mi testigo, a quien yo sirvo con mi espíritu en el evangelio de su Hijo, que sin cesar hago siempre mención de vosotros en mis oraciones;
10 Haciendo peticiones, si de alguna manera ahora al fin, por la voluntad de Dios, puedo tener próspero viaje para venir a vosotros.
11 Porque tengo deseo de veros, para que yo pueda impartiros algún don espiritual, al fin de que seáis establecidos;
12 Eso es, para que yo pueda ser consolado juntamente con vosotros por la mutua fe, ambos de vosotros y de mí.
13 Ahora, no quiero que seáis ignorantes, hermanos, que muchas veces he propuesto de venir a vosotros, (pero fui impedido hasta ahora), para que yo pueda tener algún fruto entre vosotros, aún como entre los otros Gentiles.
14 Soy deudor ambos a los Griegos, y a los Bárbaros; ambos a sabios, y a no sabios.
15 Así, en cuanto que está en mi, estoy presto a predicar el evangelio también a vosotros que estáis en Roma.
16 Porque no me avergüenzo del evangelio de Cristo: porque es el poder de Dios para la salvación a todo aquel que cree: al Judío primeramente, y también al Griego.
17 Porque en él la justicia de Dios es revelada de fe a fe, como está escrito: El justo vivirá por fe.
18 Porque la ira de Dios es revelada del cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, quienes detienen la verdad en injusticia;
19 Porque lo que puede ser conocido de Dios es manifiesto en ellos; porque Dios lo ha manifestado a ellos.
20 Porque las cosas invisibles de él desde la creación del mundo son vistas claramente, siendo entendidas por las cosas que son hechas, aun su poder eterno y Divinidad; para que ellos sean sin excusa;
21 Por eso, cuando conocieron a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni estaban agradecidos; pero se hicieron vanos en sus imaginaciones, y su corazón necio fue entenebrecido.
22 Profesándose ser sabios, se hicieron necios,
23 Y cambiaron la gloria del Dios incorruptible a una imagen hecho como de un hombre corruptible, y de aves, y de animales de cuatro pies, y de cosas que se arrastran.
24 Por lo cual Dios también los entregó a la inmundicia por las concupiscencias de sus propios corazones, para deshonrar sus propios cuerpos entre sí:
25 Los cuales cambiaron la verdad de Dios en una mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura más que al Creador, el cual es bendito por siempre jamás. Amén.
26 Por esta causa Dios los entregó a pasiones viles; porque aun sus mujeres cambiaron el uso natural en lo que es contra la naturaleza;
27 Y asimismo, los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en sus concupiscencias los unos con los otros; hombres con hombres cometiendo cosas nefandas, y recibiendo en sí mismos aquella recompensa de su error que convenía
28 Y aun como a ellos no les gustó retener a Dios en su conocimiento, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen;
29 Siendo llenos de todo injustica, de fornicación, de maldad, de avaricia, de malicia; llenos de envidia, de homicidios, de contiendas, de engaños, de malignidades; calumniadores,
30 Detractores, aborrecedores de Dios, vengativos, soberbios, jactanciosos, inventadores de cosas malvadas, desobedientes a los padres;
31 Sin entendimiento, quebrantadores de convenios, sin afecto natural, implacables, sin misericordia;
32 Los cuales conociendo el juicio de Dios, que los que cometan tales cosas son dignos de muerte; no solamente que hacen las mismas cosas, pero toman placer en ellos que las hacen.
Capítulo 2
1 Por eso eres inexcusable, Oh hombre, quienquiera que juzgas; porque en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces las mismas cosas.
2 Pero estamos seguros que el juicio de Dios es según la verdad contra los que hacen tales cosas.
3 ¿Y piensas esto, Oh hombre, que juzgas a los que hacen tales cosas, y haces las mismas, que tú escaparás el juicio de Dios?
4 O ¿menosprecias tú las riquezas de su bondad y paciencia y longanimidad; no sabiendo que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento?
5 Pero según tu dureza y corazón impenitente atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y revelación del justo juicio de Dios;
6 El cual pagará a cada uno conforme a sus obras:
7 A los que por paciente continuación en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, la vida eterna;
8 Pero a los que son contenciosos, y no obedecen a la verdad, antes obedecen a la injusticia, indignación e ira,
9 Tribulación y angustia, sobre todo alma de hombre que obra lo malo, del Judío primero, y también del Gentil;
10 Pero gloria, honra, y paz a cada uno que obra el bien, al Judío primeramente, y también al Gentil:
11 Porque no hay acepción de personas para con Dios.
12 Porque tantos como han pecado sin ley, también perecerán sin ley; y tantos como han pecado bajo la ley, serán juzgados por la ley;
13 (Porque no los oidores de la ley son justos delante de Dios, más los hacedores de la ley serán justificados.
14 Porque cuando los Gentiles, que no tienen la ley, hacen por naturaleza las cosas contenidas en la ley, esos, no teniendo la ley, son una ley a sí mismos.
15 Los cuales muestran la obra de la ley escrita en sus corazones, sus conciencias también dando testimonio, y mientras tanto sus pensamientos acusándose o aun excusándose unos a otros;)
16 En el día que Dios juzgará los secretos de los hombres por Jesu Cristo según mí evangelio.
17 He aquí, tú eres llamado un Judío, y reposas en la ley, y te jactes de Dios,
18 Y conoces su voluntad, y apruebas las cosas que son más excelentes, siendo instruido de la ley;
19 Y estas convencido que tú mismo eres guía de los ciegos, una luz de los que están en tinieblas,
20 Un instructor de los necios, un maestro de niños, que tienes la forma del conocimiento, y de la verdad en la ley.
21 Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que un hombre no debe hurtar, ¿hurtas?
22 Tú que dices que un hombre no debe adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas a los ídolos, ¿cometes sacrilegio?
23 Tú que te jactes de la ley, por transgredir la ley ¿deshonras a Dios?
24 Porque el nombre de Dios es blasfemado entre los Gentiles por causa de vosotros, como está escrito.
25 Porque la circuncisión a la verdad aprovecha, si guardares la ley; pero si eres un transgresor de la ley, tu circuncisión es hecha incircuncisión.
26 Por eso si la incircuncisión guardare la justicia de la ley, ¿no será su incircuncisión contada como circuncisión?
27 Y la incircuncisión que es por la naturaleza, si cumple la ley, ¿te juzgará a ti, que por la letra y por la circuncisión eres transgresor de la ley?
28 Porque no es un Judío, él que es uno por fuera, ni es aquella circuncisión, que es exterior en la carne;
29 Pero él es un Judío, que es uno por dentro; y la circuncisión es aquella del corazón, en el espíritu, y no en la letra, cuya alabanza no es de los hombres, sino de Dios.
Capítulo 3
1 ¿Qué ventaja pues tiene el Judío? o ¿qué provecho hay de la circuncisión?
2 Mucho en todas maneras; principalmente, porque a ellos fueron confiados los oráculos de Dios.
3 Porque ¿qué si algunos de ellos no creyeron? ¿Su incredulidad hará ineficaz la fe de Dios?
4 ¡No lo permita Dios! antes sea Dios verdadero, y cada hombre mentiroso, como está escrito: Para que seas justificado en tus dichos, y venzas cuando eres juzgado.
5 Pero si nuestra injusticia encarece la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Es injusto Dios que toma venganza? (Hablo como hombre).
6 ¡No lo permita Dios! porque ¿cómo entonces juzgaría Dios al mundo?
7 Porque si la verdad de Dios ha abundado mas por mi mentira para gloria suya; ¿por qué aún soy también juzgado como pecador?
8 ¿Y no mas bien, (como somos calumniosamente denunciados, y como algunos afirman que decimos,) Hagamos mal para que venga bien? la condenación de los cuales es justa.
9 ¿Qué pues? ¿Somos mejores que ellos? No, en ninguna manera; porque nosotros hemos probado antes ambos a Judíos y a Gentiles, que todos están debajo de pecado;
10 Como está escrito: No hay justo, ni aún uno;
11 No hay ninguno que entienda, no hay ninguno que busque a Dios.
12 Todos se apartaron del camino, juntamente son hechos inútiles; no hay ninguno que hace lo bueno, no, ni aun uno.
13 Su garganta es un sepulcro abierto, con sus lenguas han usado engaño; el veneno de áspides está debajo de sus labios;
14 Cuya boca está llena de maledicencia, y de amargura;
15 Sus pies son ligeros para derramar sangre;
16 Destrucción y miseria hay en sus caminos;
17 Y el camino de paz no han conocido;
18 No hay temor de Dios delante de sus ojos.
19 Ahora sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley; para que cada boca pueda ser tapada, y todo el mundo pueda ser culpable delante de Dios.
20 Por tanto, por las obras de la ley ninguna carne será justificada en su vista; porque por la ley es el conocimiento del pecado.
21 Pero ahora la justicia de Dios es manifestado sin la ley, siendo testificada por la ley y los profetas;
22 Aun la justicia de Dios que es por la fe de Jesu Cristo a todos y sobre todos los que creen; porque no hay diferencia;
23 Por cuanto todos han pecado, y están destituidos de la gloria de Dios;
24 Siendo justificados gratuitamente por su gracia por la redención que es en Cristo Jesús;
25 A quien Dios ha propuesto para ser una propiciación por la fe en su sangre, para declarar su justicia por la remisión de los pecados pasados, por la paciencia de Dios;
26 Para declarar, digo yo, en este tiempo, su justicia; para que él sea justo, y el justificador del que cree en Jesús.
27 ¿Dónde, entonces, está la jactancia? Excluida es. ¿Por cuál ley? ¿De las obras? No: sino por la ley de la fe.
28 Así que concluimos que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley.
29 ¿Es Dios solamente de los Judíos? ¿No es también Dios de los Gentiles? Sí, también de los Gentiles;
30 Viendo que es uno solo Dios, el cual justificará a la circuncisión por la fe, y la incircuncisión por la fe.
31 ¿Entonces invalidamos la ley por la fe? ¡No lo permita Dios! mas bien, establecemos la ley.
Capítulo 4
1 ¿Qué diremos, pues, que nuestro padre Abraham, según la carne, ha hallado?
2 Porque si Abraham fue justificado por las obras, él tiene de que gloriarse; pero no delante de Dios.
3 Porque ¿qué dice la escritura? Abraham creyó a Dios, y le fue imputado por justicia.
4 Ahora al que obra, no es imputado el galardón de gracia, sino por deuda.
5 Mas al que no obra, sino cree en él que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.
6 Aun como David también describe la bienaventuranza del hombre, al cual Dios imputa justicia sin obras,
7 Diciendo: Bienaventurados son aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos.
8 Bienaventurado es el hombre a quien el Señor no imputará pecado.
9 ¿Viene esta bienaventuranza pues solamente sobre la circuncisión, o sobre la incircuncisión también? porque decimos que a Abraham le fue imputada la fe por justicia.
10 ¿Cómo pues le fue imputada? ¿Cuando él estaba en la circuncisión, o en la incurcuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión.
11 Y él recibió la señal de la circuncisión, un sello de la justicia de la fe que él tuvo aún siendo incircunciso; para que pudiese ser el padre de todos aquellos que creen, aunque no son circuncidados; para que a ellos también pudiera ser imputada la justicia;
12 Y el padre de la circuncisión a los que no solamente son de la circuncisión, sino a los que también andan en las pisadas de aquella fe de nuestro padre Abraham, que él tenía siendo aún incircunciso.
13 Porque la promesa, que él debería ser el heredero del mundo, no fue a Abraham o a su simiente por la ley, sino por la justicia de la fe.
14 Porque si los que son de la ley son herederos, hecha vana es la fe; y la promesa es anulada.
15 Porque la ley obra ira; porque donde no hay ley, tampoco hay transgresión.
16 Por tanto es por la fe, para que pueda ser por gracia; al fin de la promesa pueda estar seguro a toda la simiente; no solamente a aquel que es de la ley, pero también a aquel que es de la fe de Abraham; quien es el padre de todos nosotros,
17 (Como está escrito: Te he hecho un padre de muchas naciones,) delante de quien él creyó, aun a Dios, quien da vida a los muertos, y llama aquellas cosas que no son como si fuesen.
18 Quien contra esperanza creyó en esperanza, que él pudiera ser hecho el padre de muchas naciones, según lo que fue dicho: Así será tu simiente.
19 Y no siendo débil en fe, él no consideró su propio cuerpo ya muerto, cuando él tenía alrededor de cien años, ni aun la matriz muerta de Sara;
20 Tampoco dudó en la promesa de Dios por incredulidad; antes fue esforzado en fe, dando gloria a Dios;
21 Y siendo completamente persuadido que, lo que él había prometido, él era también poderoso para hacerlo.
22 Y por eso le fue imputado por justicia.
23 Ahora no lo fue escrito solamente por causa de él, que le fue imputado a él;
24 Sino también por nosotros, a quienes será imputado, si creemos en el que resucitó nuestro Señor Jesús de los muertos;
25 El cual fue entregado por nuestras ofensas, y fue resucitado para nuestra justificación.
Capítulo 5
1 Siendo pues justificados por la fe, tenemos paz con Dios por nuestro Señor Jesu Cristo:
2 Por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y regocijamos en esperanza de la gloria de Dios.
3 Y no sólo así, pero también nos gloriamos en tribulaciones; sabiendo que la tribulación obra paciencia;
4 Y paciencia, experiencia; y experiencia, esperanza;
5 Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios esta derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos es dado.
6 Porque cuando éramos aún sin fuera, a su tiempo Cristo murió por los impíos.
7 Porque apenas morirá alguno por un hombre justo; aún por ventura alguno osara morir por un hombre bueno.
8 Mas Dios encarece su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
9 Luego mucho más, siendo ahora justificados por su sangre, por él seremos salvos de la ira.
10 Porque si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.
11 Y no sólo así, sino que nos regocijamos en Dios por nuestro Señor Jesu Cristo, por el cual nosotros hemos ahora recibido la expiación.
12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte; y así la muerte pasó a todos los hombres por cuanto todos pecaron:
13 (Porque hasta la ley el pecado estaba en el mundo; pero el pecado no es imputado cuando no hay ley.
14 No obstante, la muerte reinó desde Adam hasta Moisés, aún sobre los que no habían pecado en la similitud de la transgresión de Adam, quien es la figura de aquel que había de venir.
15 Pero no como la ofensa, así también es el don gratuito. Porque si por la ofensa de uno muchos murieron, mucho más la gracia de Dios, y el don por la gracia, que es por un hombre, Jesu Cristo, ha abundado para muchos.
16 Y no como fue por uno que pecó, así es el don; porque el juicio fue por uno a condenación, pero el don gratuito es de muchas ofensas para justificación.
17 Porque si por la ofensa de un hombre reinó la muerte por uno; mucho más los que reciben la abundancia de gracia y del don de justicia reinarán en vida por uno, Jesu Cristo.)
18 Así que, como por la ofensa de uno vino el juicio sobre todos los hombres para condenación; así por la justicia de uno vino el don gratuito sobre todos los hombres para la justificación de vida.
19 Porque como por la desobediencia de un hombre muchos fueron hechos pecadores, así por la obediencia de uno muchos serán hechos justos.
20 Empero entró la ley, para que la ofensa pudiese abundar. Pero donde abundó el pecado, la gracia aún más abundó.
21 Para que como el pecado ha reinado hasta la muerte, así también la gracia pueda reinar por la justicia para vida eterna por Jesu Cristo Señor nuestro.
Capítulo 6
1 ¿Qué diremos pues? ¿Continuaremos en el pecado, para que la gracia pueda abundar?
2 ¡No lo permita Dios! ¿Cómo podemos nosotros, que somos muertos al pecado, vivir aún más en él?
3 ¿No sabéis vosotros, todos nosotros que fuimos bautizados en Jesu Cristo fuimos bautizados en su muerte?
4 Por lo tanto nosotros somos sepultados juntamente con él por el bautismo en la muerte; para que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros debemos andar en novedad de vida.
5 Porque si hemos sido plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, también seremos en la semejanza de su resurrección:
6 Sabiendo esto, que nuestro hombre viejo es crucificado con él, para que el cuerpo de pecado pueda ser destruido, para que de ahora en adelante no debemos servir más al pecado.
7 Porque el que está muerto, libre es del pecado.
8 Ahora si somos muertos con Cristo, creemos que también viviremos con él.
9 Sabiendo que Cristo, siendo resucitado de los muertos, ya no muere más; la muerte no tiene dominio sobre él.
10 Porque en cuanto él murió, al pecado murió una vez; pero en cuanto que vive, a Dios vive.
11 Asimismo consideraos también vosotros ser verdaderamente muertos al pecado; pero vivo a Dios por Jesu Cristo nuestro Señor.
12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, para que le obedezcáis en sus concupiscencias.
13 Ni tampoco presentéis vuestros miembros como instrumentos de injusticia al pecado; antes presentaos vosotros mismos a Dios, como esos que están vivos de entre los muertos, y vuestros miembros como instrumentos de justicia a Dios.
14 Porque el pecado no tendrá dominio sobre vosotros; porque vosotros no estáis debajo la ley, sino debajo la gracia.
15 ¿Qué pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡No lo permita Dios!
16 ¿No sabéis, que a quien os presentáis vosotros mismos por siervos para obedecer, sois siervos de aquel a quien obedecéis; sea del pecado para muerte, o de obediencia para justicia?
17 Pero gracias sea a Dios, que fuisteis siervos del pecado; mas habéis obedecido de corazón a la forma de doctrina que fue entregado a vosotros.
18 Siendo entonces librados del pecado, sois hechos siervos de la justicia.
19 Hablo de la manera de los hombres a causa de la flaqueza de vuestra carne; porque como habéis presentado vuestros miembros por siervos a la inmundicia y de la iniquidad a la iniquidad; así ahora presentéis vuestros miembros por siervos a la justicia para santidad.
20 Porque cuando fuisteis siervos del pecado, erais libres de la justicia.
21 ¿Qué fruto teníais entonces en aquellas cosas, de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de aquellas cosas es la muerte.
22 Mas ahora siendo librados del pecado, y hechos siervos a Dios, tenéis vuestro fruto a la santidad y por fin la vida eterna.
23 Porque la paga del pecado es la muerte; mas el don de Dios es vida eterna por Jesu Cristo nuestro Señor.
Capítulo 7
1 ¿No sabéis, hermanos, (porque hablo a los que conocen la ley), como la ley tiene domino sobre el hombre entre tanto que vive?
2 Porque la mujer que tiene un marido está ligada a su marido por la ley mientras que él vive; pero si su marido está muerto, ella está libre de la ley de su marido.
3 Así que si mientras que su esposo vive, ella se casa con otro hombre, será llamada adúltera; pero si su esposo sea muerto, ella es libre de la ley, de tal manera que no será adúltera, aunque sea casada a otro marido.
4 Por lo cual, hermanos míos, también estáis muertos a la ley por el cuerpo de Cristo; para que seáis casados a otro, aún a él que resucitó de los muertos, para que podemos traer fruto a Dios.
5 Porque cuando éramos en la carne, los afectos de los pecados, que eran por la ley, obraron en nuestros miembros para traer fruto para muerte.
6 Pero ahora estamos librados de la ley, que siendo muerto en la cual estábamos detenidos; para que sirvamos en novedad de espíritu, y no en la vejez de la letra.
7 ¿Qué diremos, pues? ¿Es pecado la ley? ¡No lo permita Dios! No, yo ni conocí el pecado, sino por la ley; porque no había conocido la concupiscencia, sino que la ley hubiese dicho: No codiciarás.
8 Pero el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, obró en mí toda manera de concupiscencia. Porque sin la ley el pecado estaba muerto.
9 Porque yo vivía antes sin la ley; pero cuando el mandamiento vino, el pecado revivió, y yo morí.
10 Y el mandamiento, que estaba ordenada para vida, hallé que era para muerte.
11 Porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató.
12 De manera que la ley es santa, y el mandamiento santo, y justo, y bueno.
13 ¿Entonces, fue lo que es bueno hecho muerte para mí? ¡No lo permita Dios! Pero el pecado, para que aparezca pecado, obró muerte en mí por lo que es bueno, para que el pecado por el mandamiento pueda ser sumamente pecaminoso.
14 Porque sabemos que la ley es espiritual; pero yo soy carnal, vendido debajo del pecado.
15 Porque lo que hago, no lo apruebo; porque lo que quiero hacer, no hago; pero lo que aborrezco, eso hago.
16 Si yo entonces hago lo que no quiero, consiento a la ley que es buena.
17 Pero ahora no más soy yo que lo hace, sino el pecado que mora en mí.
18 Porque sé que en mí, (esto es, en mi carne) no mora ninguna cosa buena; porque la voluntad está presente conmigo; pero como hacer lo que es bueno no lo halló.
19 Porque el bueno que quiero hacer, no hago; sino el mal que no quiero, eso hago.
20 Ahora si hago lo que no quiero, no más lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
21 Entonces hallo una ley, que, cuando quiero hacer bien, el mal está presente conmigo.
22 Porque me deleito en la ley de Dios según el hombre interior;
23 Pero veo otra ley en mis miembros, que guerrea contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
24 ¡Oh miserable hombre de mí! ¿Quién me librará del cuerpo de este muerte?
25 Doy gracias a Dios por Jesu Cristo nuestro Señor. Así que, con mi mente yo mismo sirvo a la ley de Dios; pero con la carne la ley del pecado.
Capítulo 8
1 Así que ahora ninguna condenación hay a los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado del la ley del pecado y de la muerte.
3 Porque lo que la ley no podía hacer, en que era débil por la carne, Dios enviando a su propio Hijo in semejanza de carne de pecado, y por pecado, condenó al pecado en la carne;
4 Para que la justicia de la ley pudiese ser cumplida en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
5 Porque los que son según la carne, piensan en las cosas de la carne; pero los que son según el Espíritu, en las cosas del Espíritu.
6 Porque la mente carnal es muerte; pero la mente espiritual es vida y paz.
7 Porque la mente carnal es enemistad contra Dios; porque no está sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede ser.
8 Así que, los que están en la carne, no pueden agradar a Dios.
9 Pero vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Ahora si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él.
10 Y si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto a causa del pecado; pero el Espíritu es vida por causa de la justicia.
11 Pero si el Espíritu de él que resucitó a Jesús de los muertos mora en vosotros, él que levantó a Cristo de los muertos también vivificará vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
12 Así que, hermanos, somos deudores, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne.
13 Porque si viviereis conforme a la carne, moriréis; pero si por el Espíritu mortificareis las obras de la carne, viviréis.
14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son los hijos de Dios.
15 Porque vosotros no habéis recibido el espíritu de servidumbre, para estar otra vez en temer; sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: Abba padre.
16 El Espíritu mismo da testimonio con nuestro espíritu, que somos los hijos de Dios:
17 Y si hijos, entonces herederos; herederos de Dios, y coherederos con Cristo; si así es que padecemos con él, para que también juntamente podemos ser glorificados.
18 Porque yo considero que los padecimientos de este presente tiempo no son dignos de ser comparados con la gloria que será revelada en nosotros.
19 Porque la ardiente expectación de la criatura espera la manifestación de los hijos de Dios.
20 Porque la criatura fue hecha sujeta a vanidad, no de su voluntad, sino por causa de aquel que ha sujetada a la misma en esperanza;
21 Porque la criatura misma también será librada de la servidumbre de corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
22 Porque sabemos que la creación entera, juntamente gime y fatiga en dolores de parto hasta ahora.
23 Y no sólo aquellas cosas, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aún nosotros mismos gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, es a saber, la redención de nuestro cuerpo.
24 Porque somos salvos por la esperanza; pero la esperanza que se ve no es esperanza; porque lo que un hombre ve, ¿por qué aún lo espera?
25 Pero si esperamos lo que no vemos, entonces con paciencia lo esperamos.
26 Asimismo el Espíritu también ayuda a nuestras flaquezas; porque no sabemos lo que debemos orar como debemos; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden ser proferidos.
27 Y el que escudriña los corazones sabe cuál es la mente del Espíritu, porque él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios.
28 Y sabemos que todas las cosas obran juntamente para el bien a los que aman a Dios, a los que son los llamados según su propósito.
29 Porque a los que antes él conoció, también los predestinó para ser conformados a la imagen de su Hijo, para que él pueda ser el primogénito entre muchos hermanos.
30 Además a los que él predestinó, también los llamó; y a los que él llamó, también los justificó; y a los que él justificó, también los glorificó.
31 ¿Qué diremos, pues, a estas cosas? Si Dios está por nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros?
32 El que no escatimó a su propio Hijo, sino que le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará gratuitamente también con él todas las cosas?
33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Es Dios que justifica.
34 ¿Quién es el que condena? Cristo es el que murió, más bien, el que se resucitó, quien está aún a la diestra de Dios, el que también hace intercesión por nosotros.
35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿será tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
36 Como está escrito: Por causa de ti somos matados todos los días; somos contados como ovejas para el matadero.
37 Pero, en todas estas cosas somos más que vencedores por él que nos amó.
38 Porque estoy persuadido, que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni cosas presentes, ni cosas por venir,
39 Ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna otra criatura, nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Capítulo 9
1 Digo la verdad en Cristo, no miento, mi conciencia también me da testimonio en el Espíritu Santo,
2 Que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón.
3 Porque yo pudiera desearme ser maldito de Cristo por mis hermanos, mis parientes según la carne;
4 Quienes son Israelitas, de los cuales pertenece la adopción, y la gloria, y los convenios, y la ley dada, y el servicio de Dios, y las promesas;
5 Cuyos son los padres, y de los cuales vino Cristo según la carne, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por siempre. Amén.
6 No como si la palabra de Dios ha tomado ningún efecto. Porque ellos no son todos de Israel, que son de Israel;
7 Tampoco, porque son de la simiente de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac será llamada tu simiente.
8 Quiere decir, los que son los hijos de la carne, éstos no son los hijos de Dios; pero los hijos de la promesa son contados en la simiente.
9 Porque la palabra de promesa es ésta: A este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo.
10 Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca hubo concebido por uno, aún por nuestro padre Isaac;
11 (Porque los hijos no siendo aún nacidos, ni habiendo hecho algo bien ni mal, para que permaneciese el propósito de Dios conforme a la elección, no por las obras, sino por él que llama;)
12 Lo fue dicho a ella: El mayor servirá al menor.
13 Como está escrito: A Jacob he amado, pero a Esaú he aborrecido.
14 ¿Qué diremos, pues? ¿Hay injusticia con Dios? ¡No lo permita Dios!
15 Porque a Moisés dice: Tendré misericordia del que tendré misericordia, y tendré compasión del que tendré compasión.
16 Así entonces no es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que muestra la misericordia.
17 Porque la escritura dice a Faraón: Aún por este mismo propósito te he levantado, para mostrar mi poder en ti, y para que mi nombre pueda ser declarado por toda la tierra.
18 Por esto tiene misericordia sobre del que quiere tener misericordia, y al que quiere endurece.
19 Me dirás entonces: ¿Por qué aún halla culpa? Porque ¿quién ha resistido a su voluntad?
20 Más que eso, Oh hombre, ¿quién eres tú que replicas contra Dios? ¿Dirá la cosa formada al que la formó: Por qué me has hecho así?
21 ¿No tiene el alfarero potestad sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra, y otro para deshonra?
22 ¿Y que si Dios, queriendo mostrar su ira, y para hacer su poder conocido, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción;
23 Y para que él pueda hacer conocido las riquezas de su gloria en los vasos de misericordia, los cuales él había antes preparado para gloria,
24 Aún a nosotros, a quienes él ha llamado, no sólo de los Judíos, sino también de los Gentiles?
25 Como también él dice en Oseas: Les llamaré mi pueblo, que no era mi pueblo, y a ella amada, que no era amada.
26 Y acontecerá, que en el lugar en que les fue dicho: Vosotros no sois mi pueblo; allí serán llamados hijos del Dios viviente.
27 Isaías también clama tocante a Israel: Aunque fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, un remanente será salvo;
28 Porque él terminará la obra, y la acortará en justicia; porque una obra abreviada hará el Señor sobre la tierra.
29 Y como antes dijo Isaías: Sino que el Señor de Sabaot nos hubiera dejado una simiente, habríamos sido como Sodoma, y seríamos hechos semejantes a Gomorra.
30 ¿Qué diremos, pues? Que los Gentiles, que no seguían justicia, han alcanzado la justicia, aún la justicia que es por la fe.
31 Pero Israel, que seguía la ley de justicia, no ha alcanzado a la ley de justicia.
32 ¿Por qué? Porque no la buscaron por fe, sino como si fuera por las obras de la ley. Porque ellos tropezaron en la piedra de tropiezo,
33 Como está escrito: He aquí, pongo en Sión una piedra de tropiezo y piedra de caída, y cualquiera que en él cree no será avergonzado.
Capítulo 10
1 Hermanos, el deseo de mi corazón y oración a Dios por Israel, es que ellos sean salvos.
2 Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a conocimiento.
3 Porque ellos siendo ignorantes de la justicia de Dios, y procurando establecer su propia justicia, no se han sujetado a sí mismos a la justicia de Dios.
4 Porque Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree.
5 Porque Moisés describe la justicia que es por la ley: Que el hombre que haga aquellas cosas, vivirá por ellas.
6 Pero la justicia que es por la fe, habla de esta manera: No digas en tu corazón, ¿quién ascenderá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo de arriba);
7 O, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para volver a traer a Cristo de los muertos).
8 Pero, ¿qué dice la escritura? La palabra esta cerca de ti, aun en tu boca, y en tu corazón, que es, la palabra de fe, la cual predicamos;
9 Que si confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que Dios le ha levantado de los muertos, serás salvo.
10 Porque con el corazón se cree el hombre para justicia, y con la boca confesamos a salvación.
11 Porque la escritura dice: Todo aquel que cree en él no será avergonzado.
12 Porque no hay diferencia entre el Judío y el Griego; porque el mismo Señor sobre todos es rico para con todos los que le invocan.
13 Porque todo aquel que invocará el nombre del Señor, será salvo.
14 ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? y ¿cómo creerán en aquel de quien no han oído? y ¿cómo oirán sin un predicador?
15 Y ¿cómo predicarán, sino que sean enviados? como esta escrito: ¡Cúan hermosos son los pies de los que predican el evangelio de paz, y traen buenas nuevas de cosas buenas!
16 Pero no todos han obedecido al evangelio. Porque Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?
17 Así que la fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios.
18 Pero yo digo, ¿No han oído? Sí, de cierto, el sonido de ellos salió por toda la tierra, y sus palabras hasta los fines del mundo.
19 Mas digo yo: ¿No conoció Israel? Primeramente Moisés dice: Yo os provocaré a celos por ellos que no son un pueblo, y por una nación insensata os provocaré a ira.
20 Pero Isaías tiene mucho denuedo, y dice: Fui hallado de los que no me buscaban; fui hecho manifestado a los que no preguntaban por mí.
21 Pero a Israel dice: Todo el día he extendido mis manos a un pueblo desobediente y contradictor.
Capítulo 11
1 Digo pues, ¿Ha desechado Dios a su pueblo? ¡No lo permita Dios! Porque también soy Israelita, de la simiente de Abraham, de la tribu de Benjamín.
2 Dios no ha desechado a su pueblo, al cual él antes conoció. ¿No sabéis que dice la escritura de Elías? cómo él hace intercesión a Dios contra Israel, diciendo:
3 Señor, han matado a tus profetas, y han derribado tus altares; y yo quedo solo, y procuran mi vida.
4 Pero ¿Qué le dice la respuesta de Dios? Yo me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla a la imagen de Baal.
5 Aún así pues que en este tiempo presente también ha quedado un remanente según la elección de gracia.
6 Y si por gracia, entonces no más es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Pero si es por obras, entonces no más es de gracia; de otra manera la obra ya no es obra.
7 ¿Qué entonces? Israel no ha obtenido lo que buscaba; pero los elegidos lo han obtenido, y los demás fueron cegados,
8 (Según como está escrito: Dios les ha dado el espíritu de sueño, ojos que no vean, y oídos que no oigan;) hasta el día de hoy.
9 Y David dice, Sea hecha su mesa un lazo, y una red, y un tropezadero, y una recompensa a ellos;
10 Sean sus ojos oscurecidos, para que no pueden ver, y agóbiales su espalda siempre.
11 Digo, entonces, ¿Han tropezado para que cayesen? ¡No lo permita Dios! Pero más bien por la caída de ellos la salvación es venido a los Gentiles, para provocarles a celos.
12 Ahora si la caída de ellos es las riquezas del mundo, y el disminución de ellos las riquezas de los Gentiles; ¿cuánto más la plenitud de ellos?
13 Porque hablo a vosotros, Gentiles, en cuanto yo soy el apóstol de los Gentiles, magnifico mi oficio:
14 Si en alguna manera puedo provocar a emulación a los que son de mi carne, e hiciese salvos a algunos de ellos.
15 Porque si el desechamiento de ellos es la reconciliación del mundo, ¿qué será el recibimiento de ellos, sino vida de los muertos?
16 Porque si las primicias son santos, también santa es la masa; y si la raíz es santa, también son las ramas.
17 Y si algunas de las ramas son quebradas, y tú, siendo un olivo silvestre, fuiste injertado entre ellas, y participas con ellas de la raíz y de la grosura del olivo;
18 No te jactes contra las ramas. Pero si te jactas, no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti.
19 Pero tú dirás: Las ramas fueron quebradas, para que yo pudiese ser injertado.
20 Bien dices, por su incredulidad fueron quebradas, y tú por la fe estás firme. No te ensoberbezcas, sino teme:
21 Porque si Dios no guardó a las ramas naturales, ten cuidado, que él tampoco te guardará.
22 He aquí, por eso, la bondad y la severidad de Dios; severidad, sobre los que cayeron; pero para contigo, la bondad, si permaneces en su bondad; pues de otro manera tú también serás cortado.
23 Y ellos también, si no permanecieren en incredulidad, serán injertados; porque Dios es poderoso para injertarlos de nuevo.
24 Porque si tú fuiste cortado del olivo, que es silvestre por naturaleza, y fuiste injertado en contra de la naturaleza en un olivo bueno: ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?
25 Porque no quiero, hermanos, que seáis ignorantes de este misterio, para que no seáis sabios en vuestra propia arrogancia; que la ceguedad en parte ha acontecido a Israel, hasta que la plenitud de los Gentiles haya venido.
26 Y así todo Israel será salvo; como está escrito: Vendrá de Sión el Libertador, y apartará de Jacob la impiedad;
27 Porque esto es mi convenio con ellos, cuando yo quitaré sus pecados.
28 En cuanto al evangelio, ellos son enemigos por causa de vosotros; pero tocante a la elección, son amados por causa de los padres.
29 Porque los dones y el llamamiento de Dios son sin arrepentimiento.
30 Porque como vosotros en tiempos pasados no han creído a Dios, mas ahora habéis obtenido misericordia por la incredulidad de ellos;
31 Aun así también éstos ahora no han creído, que por vuestra misericordia también ellos pueden obtener misericordia.
32 Porque Dios ha concluido todos ellos en incredulidad, para que él pueda tener misericordia sobre todos.
33 ¡Oh la profundidad de las riquezas de ambos la sabiduría y el conocimiento de Dios! ¡Cuán inescrutables son sus juicios, y sus caminos sin descubrimiento!
34 Porque, ¿quién ha conocido la mente del Señor? o ¿quién ha sido su consejero?
35 O ¿quién le ha dado primero a él, y le será recompensado otra vez?
36 Porque de él, y por él, y a él, son todas las cosas: a quién sea la gloria por siempre. Amén.
Capítulo 12
1 Os ruego, por tanto, hermanos, por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio racional.
2 Y no os conforméis a este mundo; mas seáis transformados por la renovación de vuestra mente, para que podáis probar lo que es la buena, agradable, y perfecta voluntad de Dios.
3 Porque digo, por la gracia que me es dada, a cada uno de los que están entre vosotros, que no piense de sí mismo más elevadamente de lo que debe pensar; sino que piense sobriamente, según como Dios ha repartido la medida de fe a cada hombre.
4 Porque como tenemos muchos miembros en un cuerpo, y todos los miembros no tienen el mismo oficio:
5 Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y cada uno miembros de los otros.
6 Teniendo, pues, diversidad de dones según la gracia que nos es dada, si profecía, profeticemos según la proporción de la fe;
7 O ministerio, esperemos en nuestro servicio; o el que enseña, en la enseñanza;
8 O el que exhorta, en exhortación; el que da, hágalo con sencillez; el que preside, con diligencia; el que muestra misericordia, con alegría.
9 Que el amor sea sin disimulación. Aborreced lo que es malo, adheríos a lo que es bueno.
10 Sed bondadosamente afectuosos los unos a los otros con amor fraternal; en honra prefiriéndoos los unos a los otros;
11 No perezosos en negocio, fervientes en espíritu, sirviendo al Señor;
12 Regocijándoos en esperanza, paciente en tribulación; continuándoos instantes en la oración;
13 Distribuyendo a las necesidades de los santos; dados a la hospitalidad.
14 Bendecid a los que os persiguen; bendecid y no maldigáis.
15 Regocijaos con los que regocijan, y llorad con los que lloran.
16 Sed de la misma mente los unos con los otros. No piensas en cosas altas, pero condescended a los hombres de bajo estado. No seáis sabios en vuestras propias opiniones.
17 No recompenséis a nadie mal por mal. Proveed cosas honestas en la vista de todos los hombres.
18 Si es posible, en cuanto está en vosotros, vivid en paz con todos los hombres.
19 Queridos amados, no os venguéis vosotros mismos, antes más bien dad lugar a la ira: porque escrito está: La venganza es mía, yo pagaré, dice el Señor.
20 Por tanto si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; porque en hacer así, amontonarás brasas de fuego sobre su cabeza.
21 No seas vencido de lo malo; mas vence el mal con el bien.
Capítulo 13
1 Que cada alma sea sujeta a las potestades superiores. Porque no hay potestad sino de Dios; las potestades que son, de Dios son ordenadas.
2 Cualquiera, por lo cual, que resiste la potestad, resiste a la ordenanza de Dios; y los que resisten recibirán condenación para sí.
3 Porque los magistrados no son terror a buenas obras, sino a las malas. ¿Quieres, pues, no temer la potestad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza del mismo:
4 Porque te es el ministrador de Dios para bien. Pero si haces lo malo, teme; porque él no lleva la espada en vano; porque es el ministrador de Dios, un vengador para ejecutar castigo sobre él que hace lo malo.
5 Por lo cual, vosotros tenéis necesidad de estar sujetos, no solamente por la ira, sino también por causa de la conciencia.
6 Porque por ésta causa pagáis también los tributos; porque son ministradores de Dios, atendiendo continuamente a esta misma cosa.
7 Por eso, pagad a todos lo que debéis; tributo a quién el tributo es debido; impuesto, a quién impuesto, temor, a quién temor, honra, a quién honra.
8 No debáis a nadie nada, sino amaos los unos a los otros; porque el que ama a su prójimo, ha cumplido la ley.
9 Por esto: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás; y si hay cualquier otro mandamiento, se comprende brevemente en este dicho, a saber: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
10 El amor no hace mal a su prójimo; así que el amor es el cumplimiento de la ley.
11 Y que, conociendo el tiempo, que ahora ya es tiempo de despertarnos del sueño; porque ahora nos está más cerca nuestra salvación que cuando creímos.
12 La noche está muy avanzada, el día está cerca; desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos la armadura de luz.
13 Andemos honestamente, como en el día, no en glotonerías y borracheras; ni en lascivias y concupiscencias, ni en contiendas y envidias.
14 Mas vestíos del Señor Jesu Cristo, y no hagáis provisión para la carne, para cumplir las concupiscencias de ella.
Capítulo 14
1 Recibid al que es débil en la fe, pero no para disputas dudosas.
2 Porque uno cree que puede comer todas las cosas; otro, que es débil, come verduras.
3 Que el que come no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido.
4 ¿Quién eres tú que juzgas el siervo de otro? A su propio amo está en pie, o cae. Sí, será sostenido, porque Dios es poderoso para hacerle que este firme.
5 Uno estima un día sobre otro; otro estima cada día igual. Que cada hombre sea completamente persuadido en su propia mente.
6 El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracia a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracia a Dios.
7 Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí.
8 Porque si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos; así que, si vivamos, o si muramos, del Señor somos.
9 Porque a este fin aun Cristo murió y resucito, y volvió a vivir, para que pueda ser Señor de ambos los muertos y los vivos.
10 Pero, ¿por qué juzgas a tu hermano? o ¿por qué menosprecias a tu hermano? porque todos nosotros estaremos de pie ante el tribunal de Cristo.
11 Porque escrito está: Como vivo, dice el Señor, cada rodilla se doblará a mí, y toda lengua confesará a Dios.
12 Así que cada uno de nosotros dará cuenta a Dios de sí mismo.
13 Por eso, no juzguemos más los unos a los otros; sino juzgad esto, que ninguno pone un tropiezo u ocasión de caer en el camino de su hermano.
14 Yo sé, y estoy persuadido por el Señor Jesús, que no hay nada inmundo de sí mismo; pero a aquel que estima alguna cosa ser inmunda, para él es inmunda.
15 Pero si tu hermano es contristado por causa de tu comida, ya no andas conforme a la caridad. No le destruyas con tu comida, a aquel por el cual Cristo murió.
16 Que no se hable mal, pues, de vuestro bien:
17 Porque el reino de Dios no es comida ni bebida; sino justicia, y paz, y gozo en el Espíritu Santo.
18 Porque el que en estas cosas sirve a Cristo, es aceptable a Dios, y aprobado de los hombres.
19 Por eso sigamos las cosas que hacen la paz, y las cosas con que uno pueda edificar a otro.
20 No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son puras; pero es malo para el hombre que come con escándalo.
21 Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite.
22 ¿Tienes fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado es el que no condena a sí mismo en aquella cosa que aprueba.
23 Y el que duda es condenado sí come, porque no come por fe; y todo lo que no es de fe es pecado.
Capítulo 15
1 Nosotros, entonces, que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos.
2 Que cada uno de nosotros agrade a su prójimo para su bien a edificación.
3 Porque aún Cristo no se agradó a sí mismo; antes, como está escrito: Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí.
4 Porque las cosas que antes fueron escritas, para nuestra enseñanza fueron escritas, para que por la paciencia y por la consolación de las escrituras, podemos tener esperanza.
5 Ahora el Dios de la paciencia y de la consolación os dé que seáis de la misma mente los unos a los otros conforme a Cristo Jesús.
6 Para que con una mente y una boca podáis glorificar a Dios, aún el Padre de nuestro Señor Jesu Cristo.
7 Por lo cual recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió para la gloria de Dios.
8 Ahora, yo digo que Jesu Cristo fue un ministro de la circuncisión por la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres:
9 Y para que los Gentiles puedan glorificar a Dios por su misericordia; como está escrito: Por tanto yo te confesaré entre los Gentiles, y cantaré a tu nombre.
10 Y otra vez dice: Regocijaos, vosotros Gentiles, con su pueblo.
11 Y otra vez: Alabad al Señor, todos vosotros Gentiles; y magnificadle, todos los pueblos.
12 Y otra vez, dice Isaías: Estará un raíz de Jessé, y el que se levantará para reinar sobre los Gentiles, en él esperarán los Gentiles.
13 Ahora el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en creer, para que abundéis en esperanza, por el poder del Espíritu Santo.
14 Y yo mismo también estoy persuadido de vosotros, hermanos míos, que vosotros también estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, que podáis también amonestaros los unos a los otros.
15 Sin embargo, hermanos, os he escrito con mayor atrevimiento en parte, como para recordaros, por la gracia que de Dios me es dada,
16 Para que yo debo ser el ministro de Jesu Cristo a los Gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que la ofrenda de los Gentiles pueda ser agradable, siendo santificada por el Espíritu Santo.
17 Yo tengo, pues, de que gloriarme por Jesu Cristo en aquellas cosas que pertenecen a Dios.
18 Porque no osaría hablar de todas aquellas cosas que Cristo ha hecho por mí, para hacer obedientes a los Gentiles, por palabra y obra,
19 Por grandes señales y prodigios, por el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por alrededor hasta Ilírico, he predicado plenamente el evangelio de Cristo.
20 Aun así he esforzado en predicar el evangelio, no donde Cristo fuese ya nombrado, para no edificar sobre el fundamento de otro hombre:
21 Mas como está escrito: A los que no fue hablado de él, ellos verán; y los que no han oído, entenderán.
22 Por la cual causa también he sido impedido mucho de venir a vosotros.
23 Mas ahora no teniendo más lugar en estas partes, y teniendo un gran deseo de venir a vosotros desde hace muchos años;
24 Cuando me partiere en mi viaje a España, vendré a vosotros; porque espero veros en mi viaje, y ser traído en mi camino hacía allá por vosotros, si primero me hubiere saciado en parte con vuestra compañía.
25 Mas ahora voy a Jerusalem para ministrar a los santos.
26 Porque ha complacido a los de Macedonia y Acaya para hacer una cierta contribución para los santos que están en Jerusalén.
27 Les ha complacido en verdad; y son deudores a ellos. Porque si los Gentiles han sido hechos participantes de sus bienes espirituales, su deber también es ministrarles en cosas carnales.
28 Así que, cuando yo hubiere concluido esto, y les hubiere consignado este fruto, vendré por vosotros a España.
29 Y estoy seguro que, cuando yo viniere a vosotros, vendré en la plenitud de la bendición del evangelio de Cristo.
30 Ahora os ruego, hermanos, por causa del Señor Jesu Cristo, y por el amor del Espíritu, que os trabajéis junto conmigo en sus oraciones por mí a Dios,
31 Para que yo pueda ser librado de aquellos que no creen en Judea; y que mi servicio que tengo para Jerusalén pueda ser aceptada de los santos;
32 Para que yo pueda venir a vosotros con gozo por la voluntad de Dios, y pueda ser refrescado con vosotros.
33 Y el Dios de paz sea con todos vosotros. Amén.
Capítulo 16
1 Os encomiendo a Febe nuestra hermana, la cual es una sierva de la iglesia que está en Cencrea;
2 Para que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquiera cosa en que ella necesita de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo también.
3 Saludad a Priscila y a Aquila, mis ayudadores en Cristo Jesús;
4 Los cuales han puestos sus propios cuellos por mi vida; a los cuales no doy gracias yo sólo, pero también todas las iglesias de los Gentiles.
5 Asimismo saludad a la iglesia que está en su casa. Saludad a Epeneto, mi muy amado, quien es de los primeros frutos de Acaya para Cristo.
6 Saludad a María, quien trabajó mucho por nosotros.
7 Saludad a Andrónico y a Junias, mis parientes, y mis compañeros en prisiones, los cuales son conocidos entre los apóstoles; quienes también fueron en Cristo antes de mí.
8 Saludad a Amplias amado mío en el Señor.
9 Saludad a Urbano, nuestro ayudador en Cristo, y Estaquis amado mío.
10 Saludad a Apeles, aprobado en Cristo. Saludad a los que son de la casa de Aristóbulo.
11 Saludad a Herodión, mi pariente. Saludad a los que son de la casa de Narciso, que están en el Señor.
12 Saludad a Trifena y Trifosa, las cuales trabajan en el Señor. Saludad a la amada Pérsida, la cual trabajaba mucho en el Señor.
13 Saludad a Rufo, escogido en el Señor, y a su madre y mía.
14 Saludad a Asíncrito, a Flegonte, a Hermas, a Patrobas, a Hermes, y a los hermanos que están con ellos.
15 Saludad a Filólogo, y a Julia, a Nereo, y a su hermana, y Olimpas, y a todos los santos que están con ellos.
16 Saludad los unos a los otros con un beso santo. Las iglesias de Cristo os saludan.
17 Ahora os ruego, hermanos, que os anotéis a los que causan divisiones y ofensas contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y os evitéis.
18 Porque los tales no sirven al Señor Jesu Cristo nuestro, sino sus propios vientres; y con suaves palabras y discursos elegantes engañan los corazones de los sencillos.
19 Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos los hombres. Y por eso estoy feliz por causa de vosotros; pero quiero que seáis sabios a lo que es bueno, y simple tocante al mal.
20 Y el Dios de paz pronto herirá a Satanás debajo de vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesu Cristo sea con vosotros. Amén.
21 Timoteo mi colaborador, y Lucio, Jasón y Sosipater, mis parientes, os saludan.
22 Yo Tercio, que escribí esta epístola, os saludo en el Señor.
23 Gayo mi hospedador, y de la iglesia entera, os saluda. Erasto, el chambelán de la ciudad, os saluda, y Cuarto, un hermano.
24 La gracia de nuestro Señor Jesu Cristo sea con todos vosotros. Amén.
25 Ahora al que es poderoso para confirmaros según mi evangelio, y la predicación de Jesu Cristo, según la revelación del misterio, que fue mantenido secreto desde el comienzo del mundo,
26 Pero ahora es manifestado, y por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, dado a conocer a todas naciones para la obediencia de la fe;
27 Al único Dios sabio, sea gloria por Jesu Cristo por siempre. Amén.
Escrito a los Romanos de Corinto, y enviado por medio de Febe, siervo de la iglesia en Cencrea.
PRIMERO DE CORINTIOS
Capítulo 1
1 Pablo, llamado a ser apóstol de Jesu Cristo por a voluntad de Dios, y Sóstenes nuestro hermano,
2 A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que son santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con todos los que en todo lugar invocan al nombre de Jesu Cristo nuestro Señor, ambos suyo y nuestro:
3 Gracia sea a vosotros, y paz, de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesu Cristo.
4 Doy gracias a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que es dada por Jesu Cristo;
5 Que en todo sois enriquecidos por él, en toda palabra, y en todo conocimiento;
6 Así como el testimonio de Cristo fue confirmado en vosotros:
7 Quién también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo.
8 Dios es fiel, por el cual fuisteis llamados a la comunión de su Hijo Jesu Cristo nuestro Señor.
9 Ahora, os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesu Cristo, que habléis todos la misma cosa, y que no haya entre vosotros disensiones; sino que seáis perfectamente unidos en una misma mente y en el mismo juicio.
11 Porque me ha sido declarado de vosotros, hermanos míos, por los que son de la casa de Cloé, que hay entre vosotros contiendas.
12 Ahora esto te digo, porque cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apollos; y yo de Céfas; y yo de Cristo.
13 ¿Es dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? O ¿fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?
14 Doy gracias a Dios que bauticé ninguno de vosotros, sino a Crispo y a Gayo;
15 Para que ninguno diga que yo he bautizado en mi propio nombre.
16 Y también bauticé a la familia de Estéfanas; a más de esto no sé si he bautizado algún otro.
17 Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a predicar el evangelio; no en sabiduría de palabras, para que no sea hecha vana la cruz de Cristo.
18 Porque la predicación de la cruz es locura a los que se pierden; pero a nosotros que somos salvos es el poder de Dios.
19 Porque escrito está: Destruiré la sabiduría de los sabios, y traeré a nada el entendimiento del prudente.
20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este mundo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría de este mundo?
21 Porque aún en la sabiduría de Dios el mundo por sabiduría no conoció a Dios; agradó a Dios salvar por la locura de la predicación a los que creen.
22 Porque los judíos piden señal, y los griegos buscan sabiduría;
23 Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, a los judíos un tropezadero, y a los griegos locura;
24 Mas a los que son llamados, ambos judíos y griegos, Cristo el poder de Dios, y la sabiduría de Dios.
25 Porque la locura de Dios es más sabia que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
26 Porque miráis a vuestro llamamiento, hermanos, que no son llamados muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles;
27 Pero Dios ha escogido la cosas necias de este mundo para confundir a los sabios; y Dios ha escogido las cosas débiles de este mundo para confundir a los fuertes;
28 Y las cosas viles del mundo, y las cosas menospreciadas, ha escogido Dios, sí, y cosas que no son, para deshacer lo que es;
29 Para que ninguna carne se jacte en su presencia.
30 Mas de él sois vosotros en Cristo Jesús, el cual de Dios es hecho para nosotros sabiduría, y justicia, y redención;
31 Para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.
Capítulo 2
1 Y yo, hermanos, cuando fui a vosotros, no vine con excelencia de palabra o de sabiduría, declarándoos el testimonio de Dios.
2 Porque me determiné no saber ninguna cosa entre vosotros sino a Jesu Cristo, y a él crucificado.
3 Y estuve con vosotros en flaqueza, y en temor, y mucho temblor.
4 Y mi conversación y mi predicación no fue con palabras persuasivas de sabiduría humana, sino con demostración del Espíritu y con poder:
5 Para que vuestra fe no sea en la sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios.
6 Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que son perfectos; no de la sabiduría de este mundo, ni de los príncipes de este mundo, que vienen a nada.
7 Sino hablamos la sabiduría de Dios en un misterio, aún la sabiduría escondido, la cual Dios predestinó antes del mundo para nuestra gloria;
8 De lo cual ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de gloria.
9 Pero como está escrito: Ojo no ha visto, ni oído ha escuchado, ni han entrado en el corazón del hombre, las cosas que Dios ha preparado para los que le aman.
10 Pero Dios las ha revelado a nosotros por su Espíritu; porque el Espíritu escudriña todas cosas, aún, las cosas profundas de Dios.
11 Porque ¿quién de los hombres sabe todas las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está adentro de él? Así que las cosas de Dios ningún hombre sabe, sino el Espíritu de Dios.
12 Ahora no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que es de Dios; para que conozcamos las cosas que nos son dados de Dios gratuitamente.
13 De las cuales también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino las que el Espíritu enseña; comparando lo espiritual con lo espiritual.
14 Pero el hombre natural no recibe las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son locura; ni las puede conocer, porque son discernidas espiritualmente.
15 Mas el que es espiritual juzga todas las cosas; aún él mismo no es juzgado de nadie.
16 Porque ¿quién ha conocido la mente del Señor, para que él pudiera instruirle? Pero nosotros tenemos la mente de Cristo?
Capítulo 3
1 Y yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, aún como a niños en Cristo.
2 Os di a beber leche, y no carne; porque aún no podíais aguantar, ni aún ahora podéis.
3 Porque sois carnales todavía; porque mientras que hay entre vosotros celos, y contiendas, y divisiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?
4 Porque mientras uno dice: Yo soy de Pablo, y otro: Yo soy de Apolos, ¿no sóis carnales?
5 ¿Quién, pues, es Pablo, y quién es Apolos, sino ministros por los cuales creísteis, aún conforme como el Señor dio a cada uno?
6 Yo planté, Apolos regó; pero Dios dio el crecimiento?
7 Así que, ni el que planta es algo, ni el que riega; sino Dios que da el crecimiento.
8 Ahora el que planta y el que riega son la misma; y cada uno recibirá su propio galardón conforme a su propio labor.
9 Porque nosotros somos colaboradores con Dios; vosotros sois labranza de Dios, vosotros sois edificio de Dios.
10 Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, como sabio maestro, yo he puesto el fundamento, y otro edifica sobre él. Pero cada uno vea como edifica sobre él.
11 Porque nadie puede poner otro fundamente del que está puesto, el cual es Jesu Cristo.
12 Ahora si alguno edificare sobre este fundamento oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca;
13 La obra de cada uno será manifiesta; porque el día la declarará, porque será revelado por fuego; y el fuego probará la obra de cada uno de cuál sea.
14 Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, él recibirá un galardón.
15 Si la obra de alguno fuere quemada, él sufrirá pérdida; pero él mismo será salvo, aunque así como por fuego.
16 ¿No sabéis que sois el templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?
17 Si alguno violare el templo de Dios, Dios le destruirá; porque el templo de Dios es santo, el cual templo sois vosotros.
18 Que ninguno engañe a sí mismo. Si alguno entre vosotros parece ser sabio en este mundo, déjese que sea necio, para ser sabio.
19 Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios. Porque escrito está: El prende a los sabios en su propia astucia.
20 Y otra vez: El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos.
21 Así que, ninguno se gloríe en los hombres. Porque vuestras son todas las cosas.
22 Sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir; todo es vuestro;
23 Y vosotros de Cristo, y Cristo es de Dios.
Capítulo 4
1 Que los hombres nos cuentan así, como ministros de Cristo, y mayordomos de los misterios de Dios.
2 Mas ahora, se requiere de los mayordomos que el hombre sea hallado fiel.
3 Pero conmigo es algo muy pequeño que debo ser juzgado de vosotros, o del juicio del hombre: sí, ni juzgo a mí mismo.
4 Porque no sé nada de mí mismo, sin embargo no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor.
5 Así que no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual también sacará a luz las cosas encubiertas de las tinieblas, y manifestará los consejos de los corazones; y entonces cada cual tendrá la alabanza de Dios.
6 Y estas cosas, hermanos, he pasado por ejemplo a mí y a Apolos por amor de vosotros; para que en nosotros aprendáis a no pensar más de los hombres de lo que está escrito, para que nadie sea hinchado contra otro.
7 Porque ¿quién te diferencies de otro? y ¿qué tienes que no habéis recibido? ahora, ¿si tú lo habéis recibido, porque glorías, si no hubieras recibido?
8 Ahora estáis hartos, ya estáis ricos, sin nosotros habéis reinado como reyes; y quiera Dios que reinaseis, para que nosotros reinásemos también con vosotros.
9 Porque pienso que Dios nos ha puesto a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte; porque somos hechos espectáculo al mundo, y a los ángeles, y a los hombres.
10 Nosotros somos necios por amor de Cristo, mas vosotros sois sabios en Cristo; nosotros sois débiles, mas vosotros sois fuertes; vosotros sois nobles, pero somos despreciados.
11 Hasta esta hora presente nosotros hambreamos, y tenemos sed, y estamos desnudos, y somos abofeteados, y no tenemos morada fija.
12 Y trabajamos, obrando con nuestra propias manos: siendo maldecidos, bendecimos; siendo perseguidos, la sufrimos:
13 Siendo difamados, rogamos; somos hechos la basura del mundo, y somos como el desecho de todos hasta hoy.
14 No escribo estas cosas para avergonzaros; sino os amonesto como mis hijos amados.
15 Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, sin embargo no tenéis muchos padres; porque en Cristo Jesús yo os engendré por el evangelio.
16 Por tanto, os ruego que seáis seguidores de mí.
17 Por esta causa os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado, y fiel en el Señor, el cual os traerá a memoria mis caminos, los cuales son en Cristo, como enseño en todas partes en cada iglesia.
18 Ahora algunos de vosotros están hinchados, como si yo nunca hubiese yo de venir a vosotros.
19 Pero vendré pronto a vosotros, si el Señor quisiere, y conoceré, no las palabras de ellos que están hinchados, sino el poder.
20 Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder.
21 ¿Que queréis? ¿Vendré a vosotros con vara, o en amor, y en espíritu de mansedumbre?
Capítulo 5
1 Se oye por todas partes que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombre entre los gentiles, que uno tenga la mujer de su padre.
2 Y vosotros estáis hinchados, y antes no habéis lamentado, para que el que cometió tal obra fuese quitado de entre vosotros.
3 Porque yo ciertamente, como ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, ya he juzgado, como si yo fuera presente, tocante al que ha hecho tal obra,
4 En el nombre de nuestro Señor Jesu Cristo, cuando vosotros están congregados juntos, y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo,
5 El tal sea entregado a Satanás para la destrucción de la carne, para que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús.
6 No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?
7 Limpiad pues la vieja levadura, para que seáis nueva masa, como sois sin levadura. Porque aún Cristo nuestro pascua es sacrificada por nosotros.
8 Así que hagamos la fiesta, no con levadura vieja, ni con la levadura de malicia y de maldad; sino con panes sin levadura de sinceridad y de verdad.
9 Os he escrito por epístola que no os acompañéis con los fornicarios;
10 Mas no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; porque entonces os sería menester salir del mundo.
11 Mas ahora os he escrito que no acompañéis, si uno que se llama un hermano fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis.
12 Porque ¿qué tengo que hacer en juzgar también a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros de los que están dentro?
13 Porque a los que están fuera, Dios juzga. Por esto, quitad de entre vosotros al malvado.
Capítulo 6
1 ¿Osa alguno de vosotros, teniendo algo en contra otro, ir a la ley antes de los injustos, y no delante de los santos?
2 ¿No sabéis que los santos juzgarán al mundo? Y si el mundo será juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar en las cosas más pequeñas?
3 ¿No sabéis que juzgaremos ángeles? ¿Cuánto más las cosas que pertenecen a esta vida?
4 Entonces si tenéis juicios sobre las cosas que pertenecen a esta vida, poned para juzgar a los que son de menor estima en la iglesia.
5 Lo hablo para vuestra vergüenza. ¿Es así, que no hay entre vosotros un hombre sabio? ¿no, ni uno que pueda juzgar entre sus hermanos?
6 Pero hermano va al ley contra otro hermano, y eso ante de los incrédulos.
7 Ahora, pues, de todas maneras hay una falta entre vosotros, porque van al ley los unos con los otros. ¿Por qué no sufrís antes la injuria? ¿Por qué no sufrís antes ser defraudados?
8 No, vosotros hacéis mal, y defraudáis, y esto a vuestros hermanos.
9 ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas,
10 Ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los robadores, heredarán el reino de Dios.
11 Y tales erais algunos de vosotros; mas sois lavados, mas sois santificados, mas sois justificados en el nombre del Señor, y por el Espíritu de nuestro Dios.
12 Todas las cosas me son lícitas, mas no todas son convenientes; todas las cosas me son lícitas, pero yo no me meteré debajo de potestad de ninguna.
13 Las viandas para el vientre, y el vientre para las viandas, pero Dios destruirá ambos él y ellas. Ahora el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo.
14 Y Dios ambos ha levantado al Señor, y también nos levantará con su propio poder.
15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Tomaré pues los miembros de Cristo, y los haré miembros de una ramera? ¡No lo permita Dios!
16 ¿Qué? ¿No sabéis que que el que se junta con una ramera es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una carne.
17 Pero el que está unido con el Señor, un espíritu es.
18 Huid la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre hace, fuera del cuerpo es; pero el que comete fornicación, contra su propio cuerpo peca.
19 ¿Qué? ¿No sabéis que vuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros mismos?
20 Porque sois comprados por precio: glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.
Capítulo 7
1 Ahora en cuanto a las cosas de que me escribisteis: Bueno es al hombre no tocar mujer.
2 Sin embargo, para evitar fornicaciones, cada hombre tenga su propia esposa, y cada mujer tenga su propio marido.
3 El marido pague a su esposa la debida benevolencia: y asimismo la esposa al marido.
4 La esposa no tiene potestad de su propio cuerpo, sino el marido; y semejantemente tampoco el marido no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino la esposa.
5 No os defraudéis el uno al otro, sino fuere de consentimiento mutuo de ambos por algún tiempo, para ocuparos en ayuno y en oración; y volved a juntaros, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia.
6 Mas esto digo por permisión, y no por mandamiento.
7 Porque yo querrá que todos los hombres fuesen como yo. Pero cada hombre tiene su propio don de Dios, uno de una manera, y otro de otra.
8 Digo, además, a los solteros y viudas: Es bueno que si se quedasen como yo.
9 Pero si no pueden contenerse, cásense; porque mejor es casarse que quemarse.
10 Y a los casados mando, aún no yo, sino el Señor: Que la esposa no se aparte de su marido:
11 Pero si ella se apartare, que se quede ella sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no despida a su esposa.
12 Mas a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene esposa que no creyente, y ella consiente para morar con él, que él no despida a ella.
13 Y la mujer que tiene marido no creyente, y si el consiente para morar con ella, que ella no lo deje.
14 Porque el marido incrédulo es santificado por la esposa, y la esposa incrédula es santificada por el marido; viendo que vuestros hijos serían inmundos, pero ahora son santos.
15 Mas si el incrédulo se aparta, déjelos que apartan. Un hermano o una hermana no está sujeto a servidumbre en tales casos; antes Dios nos llamó a paz.
16 Porque ¿qué sabes tú, o esposa, si quizá salvarás a tu marido? o ¿qué sabes tú, o hombre, si quizá salvarás a tu esposa?
17 Pero como Dios ha distribuido a cada uno, como el Señor ha llamado a cada uno, así ande. Y así yo ordeno en todas las iglesias.
18 ¿Es llamado algún hombre siendo circuncidado? No se haga incircunciso. ¿Es llamado alguno siendo incircunciso? No se circuncide.
19 La circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es, sino el guardar los mandamientos de Dios.
20 Que cada hombre quédese en el llamamiento en que fue llamado.
21 ¿Eres llamado siendo siervo? No se te dé cuidado; pero si puedes ser libre, mas úsalo.
22 Porque el que en el Señor es llamado, siendo siervo, liberto es del Señor; asimismo también el que es llamado siendo libre, siervo es de Cristo.
23 Pero sois comprados por precio; no seáis siervos de los hombres.
24 Hermanos, que cada hombre, en lo que es llamado, en ello permanezca con Dios.
25 Ahora en cuanto a las vírgenes no tengo mandamiento del Señor; mas doy mi juicio, como uno que ha alcanzado misericordia del Señor para ser fiel.
26 Supongo, pues, que es bueno en este presente aflicción, digo, que bueno es al hombre estarse así.
27 ¿Estás ligado a esposa? No procures soltarte. ¿Estás libre de esposa? No busques esposa.
28 Pero si te casares, no has pecado; y si una virgen se casa, no ha pecado ella. Sin embargo tendrán aflicciones de la carne: mas yo os dejo.
29 Pero esto digo, hermanos, que el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposas sean como si no las tuviesen;
30 Y los que lloran, como si no llorasen; y los que regocijan, como si no se regocijasen; y los que compran, como si no poseyesen;
31 Y los que usan de este mundo, como no lo abusando; porque la apariencia de este mundo se pasa.
32 Mas yo querría que estuvieseis sin cuidado. El que no está casado tiene cuidado de las cosas que pertenecen al Señor, cómo él pueda agradar al Señor.
33 Pero el que está casado tiene ciudad de las cosas del mundo, como él pueda agradar a su esposa.
34 Hay también una diferencia entre la esposa y la virgen. La mujer no casada tiene cuidado de las cosas del Señor, para que pueda ser santa en ambos espíritu y cuerpo; pero la mujer casada tiene cuidado de las cosas del mundo, como pueda agradar a su esposo.
35 Y esto digo para vuestro provecho, no para echaros un lazo, sino para lo que es decente, y para que podáis atender al Señor sin distracción.
36 Pero si algún hombre parece que se conduce indecorosamente para con su virgen, si ella pasa la flor de su edad, y que así conviene, que se haga lo que él quiere, no peca; que se casan.
37 Sin embargo, el que está firme en su corazón, no teniendo necesidad, sino que tiene potestad sobre su propia voluntad, y ha determinado en su corazón de guardar su virgen, hace bien.
38 Así que el que da ella en casamiento hace bien, mas el que no la da en casamiento hace mejor.
39 La esposa está ligada por la ley mientras que vive su marido; mas si su marido muriere, ella es libre para casarse con quien quisiere; solamente en el Señor.
40 Pero ella es más feliz si se queda así, según mi juicio; y pienso que también tengo el Espíritu de Dios.
Capítulo 8
1 Ahora en cuanto a las cosas ofrecidas a los ídolos, sabemos que todos tenemos conocimiento. El conocimiento hincha, mas la caridad edifica.
2 Y si alguno piensa que sabe algo, no sabe nada sino lo que debe saber.
3 Pero si alguno ama a Dios, el mismo es conocido de él.
4 En cuanto de comer de las cosas sacrificadas a los ídolos, sabemos que un ídolo no es nada en este mundo, y que no hay otro Dios sino uno.
5 Porque aunque haya algunos que son llamados dioses, o en el cielo, o en la tierra, (como hay muchos dioses, y muchos señores),
6 Pero para nosotros hay un sólo Dios, el Padre, del cual son todas las cosas, y nosotros en él; y un Señor Jesu Cristo, por el cual son todas las cosas, y nosotros por él.
7 Pero no hay en todos aquel conocimiento; porque algunos con conciencia del ídolo hasta ahora lo comen como algo sacrificado a un ídolo; y su conciencia, siendo débil, es contaminada.
8 Pero la vianda no nos hace más aceptos a Dios; porque si comamos, ni seremos mejor; si no comamos, ni seremos peor.
9 Mas mirad que esta vuestra libertad no sea de algún modo tropezadero para los que son débiles.
10 Porque si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento, estar sentado a la mesa en el templo de los ídolos, ¿la conciencia de aquel que es débil, no será edificada para comer de las cosas ofrecidas a los ídolos?
11 ¿Y por tu conocimiento se perecerá el hermano débil, por el cual Cristo murió?
12 Pero cuando pecáis contra los hermanos, y herís su conciencia débil, contra Cristo pecáis.
13 Por lo cual, si la comida es para mi hermano ocasión de escándalo, no comeré carne mientras que el mundo permanece, por no ofender a mi hermano.
Capítulo 9
1 ¿No soy un apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesu Cristo nuestro Señor? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor?
2 Si no soy un apóstol para otros, aún para vosotros ciertamente lo soy; porque vosotros sois el sello de de mi apostolado en el Señor.
3 Mi respuestas para con los que me examinan, es esta:
4 ¿No tenemos potestad de comer y beber?
5 ¿No tenemos potestad de llevar con nosotros una hermana, una esposa, como también los otros apóstoles, y como los hermanos del Señor, y Cefas?
6 O ¿sólo yo y Bernabé, no tenemos potestad de no trabajar?
7 ¿Quién salió a la guerra a sus propias expensas? ¿quién planta viña, y no come de su fruto? o ¿quién apacienta el rebaño, y no come de la leche del rebaño?
8 ¿Digo estas cosas como hombre? o ¿no dice lo mismo también la ley?
9 Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal a la boca del buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los bueyes?
10 O ¿dícelo enteramente por nosotros? Sin duda por causa de nosotros, esto está escrito: que el que ara debe arar con esperanza.
11 Si nosotros sembramos en vosotros las cosas espirituales, ¿es gran cosa si segáremos vuestras cosas carnales?
12 Si otros son partícipes de esta potestad sobre vosotros, ¿no somos más bien nosotros? Sin embargo no hemos usado de esta potestad; para que no impidamos el evangelio de Cristo.
13 ¿No sabéis que los que ministran en las cosas santas viven de las cosas del templo? y ¿los que sirven al altar, con el altar participan?
14 Así también ordenó el Señor que los que predican el evangelio deben vivir del evangelio.
15 Pero yo de ninguna de estas cosas he usado; ni tampoco he escrito estas cosas, para que se haga así conmigo; porque fuera mejor para mí morir, antes que nadie haga vana mi gloria.
16 Porque aunque predico al evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me está impuesta necesidad, sí, ¡ay de mí si no predico el evangelio!
17 Porque si hago esto de voluntad, tengo galardón; pero si contra mi voluntad, una dispensación del evangelio me es encargada.
18 ¿Qué, pues, es mi galardón? Así que, cuando predico el evangelio, puedo dar el evangelio de Cristo sin carga, por no abusar mi potestad en el evangelio.
19 Porque aunque soy libre para con todos hombres, aún me he hecho siervo de todos, para que puedo ganar a más.
20 Y a los Judíos me he hecho judío, para ganar a los Judíos; a los que están bajo la ley, como sujeto a la ley, para ganar a los que están bajo de la ley;
21 A los que están sin ley, como sin ley, (no estando yo sin ley a Dios, mas bajo la ley a Cristo, para ganar a los que están sin ley.
22 A los débiles, me hecho débil, para ganar a los débiles; soy hecho todas las cosas para todos hombres, para que de todos modos puedo salvar algunos.
23 Y esto hago por causa del evangelio, para ser hecho con vosotros partícipe de él.
24 ¿No sabéis que los que corren en la carrera, todos corren, pero sólo uno lleva el premio? Así corred de tal manera que lo obtengáis.
25 Y todo aquel que lucha es sobrio en todo. Ahora aquellos lo hacen para recibir una corona corruptible; mas nosotros, una incorruptible.
26 Así que yo corro, no como a cosa incierta; así yo peleo, no como quien golpea el aire:
27 Antes que sujeto mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre; para que de ninguna manera, cuando he predicado a otros, yo mismo yo venga a ser náufrago.
Capítulo 10
1 Además, hermanos, no quiero que ignoréis, como todos nuestros padres estuvieron bajo la numbre, y todos pasaron por la mar;
2 Y todos fueron bautizados en Moisés en la nube y en la mar;
3 Y todos comieron la misma vianda espiritual;
4 Y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la Roca espiritual que los seguía; y esta Roca era Cristo.
5 Pero con muchos de ellos no se agradó Dios; por lo cual fueron derribados en el desierto.
6 Ahora estas cosas fueron ejemplos para nosotros; a fin de que no codiciemos cosas malas, como ellos también codiciaron.
7 Ni seáis idólatras, como fueron algunos de ellos; como está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantaron a jugar.
8 Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veinte y tres mil.
9 Ni tentemos a Cristo, como también algunos de ellos le tentaron, y fueron destruidos por las serpientes.
10 Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y fueron destruidos por el destruidor.
11 Ahora todas estas cosas les acontecieron como ejemplos; y fueron escritas para nuestra amonestación, sobre quien los fines del mundo son venidos.
12 Así que, el que se piensa estar firme, mire que no caiga.
13 No os ha tomado tentación, sino lo que común a los hombres; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis, antes te dará también salida con la tentación, para que la podáis llevar.
14 Por tanto, amados míos, huid de la idolatría.
15 Hablo a los sabios; juzgad vosotros lo que digo.
16 La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?
17 Porque nosotros, siendo muchos, somos un solo pan, y un solo cuerpo; porque todos somos partícipes de aquel mismo pan.
18 Mirad a Israel según la carne; ¿no son participantes del altar los que comen de los sacrificios?
19 ¿Qué digo, pues? ¿Qué el ídolo es algo? ¿O que lo que es sacrificado a los ídolos es algo?
20 Pero digo que lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros tuvieses comunión con los demonios.
21 No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis ser partícipes de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios.
22 ¿Provocaremos a celos al Señor? ¿Somos más fuertes que él?
23 Todas las cosas me son lícitos, mas no todas me conviene; todas las cosas me son lícitas, mas no todas edifican.
24 Ninguno busque su propio bien, sino cada uno lo del otro.
25 De todo lo que se vende en la carnicería, comedla, sin preguntar nada por causa de la conciencia;
26 Porque del Señor es la tierra y su plenitud.
27 Si alguno de los que no creen os invita a comer, y queréis ir; de todo lo que se os pone delante, comed, sin preguntar nada por causa de la conciencia.
28 Pero si alguien os dijere: Esto fue sacrificado a los ídolos; no lo comáis por causa de aquel que os lo declaró, y por causa de la conciencia; porque del Señor es la tierra, y la plenitud de ella.
29 La conciencia, digo, no la tuya, sino la del otro; ¿por qué es juzgada mi libertad de la conciencia de otro?
30 Y si por gracia soy partícipe, ¿por qué soy difamado por lo que doy gracias?
31 Si pues coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo a la gloria de Dios.
32 No deis ofensa, ni a los judíos, ni a los gentiles, ni a la iglesia de Dios:
33 Aún como yo agrado a todos en todo, no buscando mi propio provecho, sino el provecho de todos, para que puedan ser salvos.
Capítulo 11
1 Sed seguidores de mí, así como también yo soy de Cristo.
2 Ahora, os alabo, hermanos, que en todo os acordáis de mí, y retenéis las ordenanzas, como tal os las entregué.
3 Mas quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo; y la cabeza de la mujer es el hombre; y la cabeza de Cristo es Dios.
4 Cada hombre que ora profetiza, teniendo su cabeza cubierta, deshonra su cabeza.
5 Mas cada mujer que ora o profetiza no cubierta su cabeza, deshonra su cabeza; porque eso es aun como si estuviese rapada.
6 Por si la mujer no se cubre, que sea trasquilada, pero si es vergüenza para la mujer trasquilarse o raparse, que se cubra.
7 Porque el hombre ciertamente no debe cubrir su cabeza, porque él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del hombre.
8 Porque el hombre no es de la mujer, sino la mujer del hombre.
9 Tampoco el hombre fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del hombre.
10 Por esto la mujer debe tener potestad sobre su cabeza, por causa de los ángeles.
11 Mas ni el hombre es sin la mujer, ni la mujer sin el hombre, en el Señor.
12 Porque así como la mujer es del hombre, así también el hombre es por la mujer; pero todas las cosas de Dios.
13 Juzgad vosotros mismo: ¿Es apropiado que la mujer ore a Dios sin cubrirse?
14 ¿No os enseña aun la misma naturaleza que le es vergonzoso al hombre el tener cabello largo?
15 Pero si la mujer tiene cabello largo, le es honroso; porque su cabello le es dado por cubierta.
16 Mas si alguno parece ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios.
17 Ahora en esto que os declaro, no os alabo, porque os reunís no para la mejor, sino para lo peor.
18 Porque primero de todo, cuando os juntáis en la iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo.
19 Porque es menester que también haya entre vosotros herejías, para que los que son aprobados pueden ser manifestados entre vosotros.
20 De manera que cuando vosotros os juntáis en un lugar, esto no es comer la cena del Señor.
21 Porque al comer cada uno toma delante del otro su propia cena; y uno tiene hambre, y el otro está embriagado.
22 ¿Qué? ¿No tenéis casas en que comáis y bebáis? O ¿menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré en esto? No os alabo.
23 Porque yo recibí del Señor lo que también os he entregado: Que el Señor Jesús la misma noche que fue traicionado, tomó pan;
24 Y cuando hubo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí.
25 Asimismo tomó también la copa, después que hubieron cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo testamento en mi sangre; haced esto, tanto veces que la bebieres, en memoria de mí.
26 Porque todas las veces que comieres este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor os mostráis hasta que él venga.
27 Por lo cual cualquiera que comiere este pan, y bebiere esta copa del Señor, indignamente, será culpado del cuerpo de la sangre del Señor.
28 Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y así coma de aquel pan, y beba de aquella copa.
29 Porque el que come y bebe indignamente, come y bebe condenación para sí, no discerniendo el cuerpo del Señor.
30 Por esta causa hay muchos debilitados y enfermos entre vosotros; y muchos duermen.
31 Porque si nos juzgásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados.
32 Pero cuando somos juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.
33 Así que, hermanos míos, cuando os juntáis a comer, esperaos unos a otros.
34 Y si alguno tuviere hambre, coma en su casa, porque no os juntéis para condenación. Y las demás cosas las pondré en orden cuando yo vengo.
Capítulo 12
1 Ahora en cuanto de los dones espirituales, hermanos, no quiero que seáis ignorantes.
2 Sabéis que vosotros erais gentiles, llevados a estos ídolos mudos, aún como fuisteis llevados.
3 Por tanto os hago saber, que nadie hablando por el Espíritu de Dios llama maldito a Jesús; y que nadie puede decir que Jesús es el Señor, sino por el Espíritu Santo.
4 Ahora hay diversidades de dones, pero el mismo Espíritu.
5 Y hay diversidad de ministerios, pero el mismo Señor.
6 Y hay diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra todas las cosas en todos.
7 Pero la manifestación del Espíritu es dada a cada uno para provecho.
8 Porque al uno es dada por el Espíritu la palabra de sabiduría; al otro la palabra de conocimiento por el mismo Espíritu;
9 A otro, fe por el mismo Espíritu; a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu;
10 A otro, operaciones de milagro; a otro profecía; a otro discernimiento de espíritus; a otro diversos géneros de lenguas, a otro la interpretación de lenguas.
11 Pero todas estas cosas obra el uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada hombre particularmente como él quiere.
12 Porque de la manera que el cuerpo es uno, y tiene muchos miembro, y todos los miembros de aquel cuerpo, siendo muchos, son un cuerpo; así también es Cristo.
13 Porque por un Espíritu somos todos bautizados en un cuerpo, si somos judíos o griegos, si somos siervos o libres; y todos se nos ha hecho beber en un Espíritu.
14 Porque el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos.
15 Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo; ¿por eso no es del cuerpo?
16 Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo; ¿por eso no es del cuerpo?
17 Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato?
18 Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso.
19 Y si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estuviera el cuerpo?
20 Mas ahora muchos miembros son, pero un solo cuerpo.
21 Y el ojo no puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros.
22 No, mucho más los miembros del cuerpo, que parecen más débiles, son necesarios;
23 Y los miembros del cuerpo, que estimamos menos dignos, a éstos pongamos más abundante honor; y nuestros partes menos decentes, tienen más decoro.
24 Porque nuestros partes decentes no tienen necesidad; pero Dios ha ordenado el cuerpo a uno, habiendo dado más abundante honor al parte que le faltaba.
25 Para que no hay disensión en el cuerpo; sino que los miembros deben tener el mismo cuidado los unos por los otros.
26 De manera que si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él, o si un miembro sea honrado, todos los miembros se regocijan con él.
27 Ahora vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros en particular.
28 Y Dios ha puesto algunos en la iglesia, primeramente apóstoles, segundo profetas, tercero maestros, después milagros, luego dones de sanidades, auxilios, gobernaciones, diversidades de lenguas.
29 ¿Son todos apóstoles? ¿son todos profetas? ¿son todos maestros? ¿son todos hacedores de milagros?
30 ¿Tienen todos dones de sanidades? ¿Hablan todos lenguas? ¿interpretan todos?
31 Pero desead ardientemente los mejores dones; y aún yo os muestro un camino más excelente.
Capítulo 13:1
1 Aunque hablo con las lenguas de hombres y de ángeles, y no tengo caridad, soy hecho como latón que resuena, o címbalo que retiñe.
2 Y aunque tengo el don de profecía, y entiendo todos los misterios, y todo conocimiento; y aunque tengo toda la fe, de manera que pudiese traspasar las montañas, y no tengo caridad, nada soy.
3 Y aunque reparto todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y aunque doy mi cuerpo para ser quemado, no me aprovecha nada.
4 La caridad es sufrida, y es benigna, la caridad no tiene envidia; la caridad no es jactanciosa, ni es hinchada.
5 No se comparta indecorosamente, no busca lo que es suyo, no se provoca fácilmente, no piensa mal;
6 No se regocija en iniquidad, mas regocija en la verdad;
7 Sufre todas las cosas, cree todo, espera todo, soporta todo,
8 La caridad nunca se acaba; pero si hay profecías, ellas se acabarán; si hay lenguas, ellas cesarán; si hay conocimiento, desaparecerá.
9 Porque conocemos en parte, y profetizamos en parte.
10 Mas cuando venga lo que es perfecto, entonces lo que es en parte será abolido.
11 Cuando yo era niño, hablé como niño, entendí como niño, pensé como niño; pero cuando fui hombre hecho, dejé las cosas de niño.
12 Porque ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara: ahora conozco en parte; mas luego conoceré aún como soy conocido.
13 Y ahora permanecer la fe, la esperanza, la caridad, estas tres; pero la mayor de ellas es la caridad.
Capítulo 14
1 Seguid la caridad; y desead los dones espirituales, mas sobre todo que podáis profetizar.
2 Porque el que habla en una lengua desconocida no habla a los hombres, sino a Dios; porque nadie le entiende, aunque en el espíritu hable misterios.
3 Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, y exhortación, y consolación.
4 El que habla en lengua desconocida edifica a sí mismo; pero el que profetiza, edifica a la iglesia.
5 Yo querría que todos vosotros hablaseis lenguas, pero mas bien que profetiza: porque mayor es el que profetiza que el que habla lenguas, sino que interprete, para que la iglesia reciba edificación.
6 Ahora, hermanos, si yo vengo a vosotros hablando con lenguas, ¿qué os aprovecharé, sino que os hablare por revelación, o por conocimiento, o por profecía, o por doctrina?
7 Y aún cosas inanimadas que no dieren distinción de sonidos, como la flauta o el arpa, ¿cómo se sabrá lo que se tañe con la flauta o con el arpa?
8 Porque si la trompeta diere sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla?
9 Así también vosotros, sino que hablan por la lenguas palabras bien inteligibles, ¿cómo se entenderá lo que se habla? porque hablaréis al aire.
10 Hay, por ejemplo, tantos géneros de voces en el mundo, y ninguna de ellas es sin significado.
11 Por esto si yo ignoro el significado de la voz, seré bárbaro para el que habla, y el que habla será bárbaro para mí.
12 Así también vosotros, pues que sois celosos de dones espirituales, procurad que podáis sobresalir para edificación de la iglesia.
13 Por lo cual, el que habla en una lengua desconocida, ore que interprete.
14 Porque si yo oro en una lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento es sin fruto.
15 ¿Qué es, pues? Oraré con el espíritu, y oraré también con el entendimiento: cantaré con el espíritu, y cantaré también con el entendimiento.
16 Porque cuando tú bendijeres con el espíritu, ¿cómo puede decir el que ocupa el lugar del ignorante: Amen, a tus acciones de gracias, viendo que no entiende lo que dices?
17 Porque tú a la verdad bien das gracias; pero el otro no es edificado.
18 Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros:
19 Pero en la iglesia mas quiero hablar cinco palabras con mi propio entendimiento, para que por mi voz puedo enseñar a otros, que diez mil palabras en una lengua desconocida.
20 Hermanos, no seáis niños en entendimiento; mas sed niños en la malicia, pero en entendimiento sed hombres.
21 En la ley está escrito: Con hombres de otras lenguas y con otros labios hablaré a este pueblo; y ni aun así me oirán, dice el Señor.
22 Así que las lenguas por señal son, no a los que creen, sino a los incrédulos: pero la profecía sirve, no para los que no creen, sino a los creyentes.
23 De manera que si la iglesia entera se junta en un mismo lugar, y todos hablan en lenguas, y entran los que son ignorantes, o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos?
24 Pero si todos profetizan, y entra algún incrédulo, o algún ignorante, de todos es convencido, de todos es juzgado:
25 Y así los secretos del corazón se hacen manifiesto; y así postrándose sobre su rostro adorará a Dios, y declarar que Dios verdaderamente está en vosotros.
26 ¿Cómo está, hermanos? cuando os juntáis, que cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Háganse todas las cosas para edificación.
27 Si algún hombre habla en una lengua desconocida, que sea por dos, o a la más por tres, y esto por turno; y que uno interprete.
28 Pero si no hay intérprete, que calle en la iglesia, y hable a sí mismo, y a Dios.
29 Que los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen.
30 Si alguna cosa fuere revelada por otro al que se asienta cerca, calle el primero.
31 Porque podéis profetizar uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean cosolados.
32 Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas.
33 Porque Dios no es autor de confusión, sino de paz, como en todas las iglesias de los santos.
34 Vuestras mujeres callen en las iglesias; porque no les es permitido hablar, sino que estén mandados estar sujetas como también lo dice la ley.
35 Y si quieren aprender alguna cosa, pregunten en casa a sus propios maridos; porque vergüenza es hablar las mujeres en la iglesia.
36 ¿Qué? ¿Salió la palabra de Dios de vosotros? o ¿vino a vosotros solamente?
37 Si algún hombre se piensa ser profeta, o espiritual, reconozca que las cosas que yo os escribo son mandamientos del Señor.
38 Mas si alguno es ignorante, sea ignorante.
39 Así que, hermanos, codiciad profetizar; y no prohibáis el hablar en lenguas.
40 Háganse todas las cosas decentemente y en orden.
Capítulo 15
1 Además, hermanos, os declaro el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, y en el cual estáis firmes;
2 Por el cual también sois salvos, si retenéis en memoria lo que os he predicado, si no habéis creído en vano.
3 Porque os entregué primeramente lo que yo asimismo recibí, como Cristo murió por nuestros pecados, según las escrituras;
4 Y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las escrituras.
5 Y que fue visto por Cefas; y después por los doce;
6 Después que esto, fue visto de más de quinientos hermanos a la vez; de los cuales la mayoría aún viven, empero algunos se durmieron.
7 Después de esto, fue visto por Jacobo; luego por todos los apóstoles.
8 Y al fin de todos, fue visto por mí también, como uno nacido fuera de debido tiempo.
9 Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque yo perseguía a la iglesia de Dios.
10 Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia que estaba dado a mí no era en vano; sino que trabajé mas abundantemente que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios que fue conmigo.
11 Así que, si fuere yo o fuere ellos, así predicamos, y así habéis creído.
12 Ahora si se predica que Cristo resucitó de los muertos, ¿cómo dice algunos entre vosotros que no hay resurrección de los muertos?
13 Porque si no hay resurrección de los muertos, tampoco se resucitó Cristo.
14 Y si Cristo no se resucitó, entonces vana es nuestra predicación, y vana es también vuestra fe.
15 Y aún somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él se ha levantado a Cristo, al cual no resucitó, si es que los muertos no resucitan.
16 Porque si los muertos no resucitan, entonces tampoco se resucitó Cristo.
17 Y si Cristo no es resucitado, vana es vuestra fe; aún estáis en vuestros pecados.
18 Entonces también ellos que se durmieron en Cristo son perdidos.
19 Si en esta vida solamente tenemos esperanza en Cristo, somos de todos los hombres los más miserables.
20 Mas ahora Cristo es resucitado de los muertos; y es hecho las primicias de los que durmieron.
21 Porque por cuanto la muerto vino por un hombre, también por un hombre vino la resurrección de los muertos.
22 Porque como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados.
23 Mas cada uno en su propio orden, Cristo las primicias; luego los que son de Cristo a su venida.
24 Luego viene el fin, cuando él hubiere entregado el reino a Dios, aún el Padre; cuando hubiere abatido todo imperio, y toda autoridad, y potestad.
25 Porque es menester que él reine, hasta que haya puesto todos sus enemigos debajo de sus pies.
26 Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.
27 Porque él ha puesto todas las cosas debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas son sujetadas a él, es manifestado que él está exceptuado, que se sujetó a él todas las cosas.
28 Y cuando todas las cosas serán sujetadas a él, entonces también el Hijo será sujetado a él que puso todas las cosas debajo de él, que Dios pueda ser todo en todos.
29 De otro modo, ¿qué harán los que son bautizados por los muertos, si los muertos no resucitan? ¿por qué, pues, son bautizados por los muertos?
30 ¿Y por qué estamos en peligro cada hora?
31 Os protesto por vuestro regocijo que tengo en Cristo Jesús nuestro Señor, muero cada día.
32 Si como el modo de los hombres he peleado con bestias en Efeso, ¿qué me aprovecha si los muertos no resucitan? comamos y bebamos, que mañana moriremos.
33 No os engañéis; las comunicaciones males corrompen las buenas costumbres.
34 Despertad a justicia, Y no pequéis; porque algunos no tienen el conocimiento de Dios; os digo esto para vuestra vergüenza.
35 Pero algún hombre dirá: ¿Cómo son resucitados los muertos? y ¿con qué cuerpo vendrán?
36 Tú necio, lo que tu siembras no vive, sino que muriere.
37 Y lo que siembras, no siembras el cuerpo que ha de ser, sino el grano desnudo, puede ser de trigo, o de algún otro grano.
38 Pero Dios le da un cuerpo como él ha querido, y a cada simiente su propio cuerpo.
39 Toda carne no es la misma carne; sino que hay un clase de carne de los hombres, otro de las bestias, otro de los peces, y otro de las aves.
40 Hay también cuerpos celestiales, y cuerpos terrestres; pero la gloria del celeste es una, y la gloria del terrestre es otra.
41 Hay una gloria del sol, y otra gloria de la luna, y otra gloria de las estrellas; porque una estrella se defiere de otra en gloria.
42 Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción; se levanta en incorrupción;
43 Se siembra en vergüenza; se levanta en gloria; se siembra en flaqueza; se levanta en poder:
44 Se siembra un cuerpo natural; se resucita un cuerpo espiritual. Hay un cuerpo natural, y un cuerpo espiritual.
45 Y así está escrito: El primer hombre Adán fue hecho un alma viviente; y el postrer Adán fue hecho un espíritu vivificante.
46 Sin embargo lo que es espiritual no fue lo primero, sino lo que es natural; y después lo que es espiritual.
47 El primer hombres es de la tierra, terrenal; el segundo hombre es el Señor del cielo.
48 Como es el terrenal, tales son también los que son terrenales; y como es el celestial, tales también son los que son celestiales.
49 Y así como hemos llevado la imagen del terrenal, también llevaremos la imagen del celestial.
50 Ahora, esto digo, hermanos, que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios; ni la corrupción hereda la incorrupción.
51 He aquí, os muestro un misterio; Todos ciertamente no dormiremos, sino que seremos cambiados,
52 En un momento, en el abrir de ojo, al final sonido de trompeta, porque la trompeta sonará, y los muertos serán levantados incorruptibles, y nosotros seremos cambiados.
53 Porque este corruptible debe ser vestido de incorrupción, y este mortal debe ser vestido de inmortalidad.
54 Así cuando este corruptible fuere vestido de incorrupción, y este mortal fuere vestido de inmortalidad, entonces será cumplida la palabra que está escrita: Tragada es la muerte en victoria.
55 ¿O muerte, dónde está tu aguijón? ¿O sepulcro, dóndes está tu victoria?
56 El aguijón de la muerte es el pecado; y la fuerza del pecado es la ley.
57 Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesu Cristo.
58 Así que, hermanos míos amados, estad firmes y inmovibles, siempre abundando en la obra del Señor, puesto que sabéis que vuestro trabajo en el Señor no es vano.
Capítulo 16
1 Ahora, en cuanto a la colección de ofrendas para los santos, como he ordenado a las iglesias de Galacia, también haced así vosotros.
2 En el primer día de la semana que cada uno de vosotros le aparte a sí algo, como Dios le ha prosperado, para que no hacen colectas cuando vengo.
3 Y cuando llego, los que aprobáis por sus cartas, a éstos enviaré para llevar vuestra liberalidad a Jerusalem.
4 Y si es preciso que yo también vaya, irán conmigo.
5 Ahora os vendré, cuando pasaré por Macedonia; porque sí paso por Macedonia.
6 Y podrá ser que me quedaré, y aún invernaré con vosotros, para que me podáis traer en mi viaje dondequiera me vaya.
7 Porque no os veré ahora de paso; pero espero estar con vosotros algún tiempo, si el Señor lo permite.
8 Pero quedaré en Efeso hasta Pentecostés.
9 Porque una puerta grande y eficaz se me ha abierto, y hay muchos adversarios.
10 Ahora si viniere Timoteo, mirad que esté con vosotros sin temor; porque él hace la obre del Señor, como también yo hago.
11 Por tanto nadie le menosprecie, sino llevadle en paz, para que él podrá venir a mí; porque le espero con los hermanos.
12 Tocante nuestro hermano Apolos, yo tenía grande deseo que él viniese a vosotros con los hermanos; pero no tuvo voluntad de venir a este tiempo; sino que vendrá cuando tuviere una ocasión conveniente.
13 Velad, estad firmes en la fe; portaos como hombres, y sed fuertes.
14 Que todas vuestras cosas sean hechas con caridad.
15 Os ruego, hermanos, (ya sabéis la casa de Estéfanas, que es las primicias de Acaya, y que se han hecho adictos al ministerio de los santos,)
16 Que vosotros os sujetéis a los tales, y a todos los que con nosotros ayudan, y trabajan.
17 Me gozo de la venida de Estéfanas y de Fortunato y de Acacio; porque ellos han suplido lo que faltaba de vuestra parte.
18 Porque han refrescado mi espíritu y el vuestro; por eso reconoced a los que son tales.
19 Las iglesias de Asia os saludan. Aquila y Priscila os saludan mucho en el Señor, con la iglesia que está en su casa.
20 Os saludan todos los hermanos. Saludaos los unos a los otros con un beso santo.
21 La salutación de mí, Pablo, con mi propia mano.
22 Si alguno no amare al Señor Jesu Cristo, que sea Anatema Maranata.
23 La gracia del Señor Jesu Cristo sea con vosotros.
24 Mi amor sea con todos vosotros en Cristo Jesús. Amén.
La primera epístola a los Corintos fue enviada de Filipos con Estéfanas, y Fortunato, y Achaico, y Timoteo.
SEGUNDO DE CORINTIOS
Capítulo 1
1 Pablo, apóstol de Jesu Cristo por la voluntad de Dios, y Timoteo, nuestro hermano, a la iglesia de Dios que está en Corinto, juntamente con todos los santos que están por toda la Acaya.
2 Gracia sea a vosotros y paz de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesu Cristo.
3 Bendito sea Dios, aún el Padre de nuestro Señor Jesu Cristo, el Padre de misericordias, y el Dios de toda consolación.
4 El que nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquiera angustia, con la consolación con que nosotros mismos somos consolados de Dios.
5 Porque como las aflicciones de Cristo abundan en nosotros, así también nuestra consolación abunda por Cristo.
6 Y si somos afligidos, es por vuestra consolación y salvación, la cual es eficaz en el sufrir de las mismas aflicciones que nosotros también padecemos; o si somos consolados, es por vuestra consolación y salvación.
7 Y nuestra esperanza de vosotros es firme, sabiendo, que como sois participantes de los sufrimientos, así también seréis de la consolación.
8 Porque no queremos, hermanos, teneros ignorantes de nuestras tribulación que nos fue hecha en Asia, que sobre manera fuimos cargados, sobre nuestras fuerzas, de tal manera que desesperábamos de la vida.
9 Mas nosotros tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que levanta los muertos;
10 El cual nos libró de tan grande muerte, y nos libra; en el cual esperamos que aún nos librará;
11 Vosotros también ayudándonos con oración por nosotros, para que por el don dado a nosotros por medio de muchas personas, pueda ser dado gracias por muchos a vosotros.
12 Porque nuestro regocijo es esto, el testimonio de nuestra conciencia, que en simplicidad y sinceridad de Dios, no con sabiduría carnal, sino por la gracia de Dios, hemos tenido nuestra conversación en el mundo, y más abundantemente a vosotros.
13 Porque no os escribimos otras cosas, sino que leéis o reconocéis; y espero que os las reconoceréis aun hasta el fin;
14 Como también nos habéis reconocido en parte, que somos vuestro regocijo, aún como también vosotros sois la nuestra en el día del Señor Jesús.
15 Y en esta confianza yo quise venir antes a vosotros, para que tuvieses un segundo beneficio;
16 Y pasar por vosotros a Macedonia, y os venir otra vez de Macedonia, y ser llevados de vosotros en mi camino hacía Judea.
17 Así que cuando propuse esto, ¿usé ligereza? o las cosas que propongo, ¿propongo según la carne, para que haya en mí sí, sí, y no, no?
18 Pero como Dios es fiel, nuestra palabra para con vosotros no fue sí y no.
19 Porque el Hijo de Dios, Jesu Cristo, que por nosotros fue predicado entre vosotros, aun por mí y Silvano y Timoteo, no fue sí y no, sino en él fue sí.
20 Porque todas las promesas de Dios en él son Sí, y en él Amén, para la gloria de Dios por nosotros.
21 Ahora el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ha ungido, es Dios;
22 El cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.
23 Además yo llamo a Dios por testigo sobre mi alma, que por perdonaros no he venido hasta ahora a Corinto.
24 No que tengamos dominio sobre vuestra fe, mas somos ayudadores de vuestro gozo, porque por la fe estáis firmes.
Capítulo 2
1 Mas esto he determinado en mi mismo, que no venir otra vez a vosotros con tristeza.
2 Porque si yo os entristezco, ¿quién es el, pues, que me alegrará, sino el mismo a quien es entristecido por mí?
3 Y esto mismo os escribí, para que cuando vengo, no tendré tristeza de aquellos de los cuales me debería regocijar; teniendo confianza en todos vosotros, que mi gozo es el gozo de todos vosotros.
4 Porque de mucha aflicción y angustia de corazón os escribí con muchas lágrimas, no para que fueseis entristecidos, sino para que pudieseis conocer el amor que tengo más abundantemente para con vosotros.
5 Pero si alguno me ha causado tristeza, no me ha entristecido a mí, sino en parte, para que yo no pueda sobrecargar a vosotros.
6 Suficiente es a tal hombre este castigo, que fue hecho de muchos.
7 Así que al contrario vosotros debéis más bien perdonarle, y consolarle, porque no sea el tal consumido de demasiada tristeza.
8 Por lo cual os ruego que confirméis vuestro amor para con él.
9 Porque por este fin también os escribí, para que yo pude conocer la prueba de vosotros, si sois obedientes en todo.
10 Al que vosotros perdonáis alguna cosa, yo perdono también; porque si yo perdono algo, a quien lo he perdonado, por vuestra causa lo perdono en la persona de Cristo.
11 Para que Satanás no nos gane alguna ventaja, porque no ignoramos sus maquinaciones.
12 Además, cuando vine a Troas para predicar el evangelio de Cristo, y una puerta me fue abierta del Señor,
13 No tuve reposo en mi espíritu, por no hallé a Tito mi hermano; pero despidíendome de ellos, me partí desde allí para Macedonia.
14 Ahora gracias sea a Dios, el cual siempre nos causa triunfar en Cristo, y manifiesta el olor de su conocimiento por nosotros en todo lugar.
15 Porque para Dios somos un olor suave de Cristo, en los que son salvos, y en los que se pierden;
16 A los unos somos olor de muerte para muerte; y a los otros olor de vida para vida. Y ¿quién es suficiente para estas cosas?
17 Porque no somos muchos, que corrompen la palabra de Dios; antes como de sinceridad, en la vista de Dios, hablamos en Cristo.
Capítulo 3
1 ¿Comenzamos otra vez a encomendarnos? o ¿necesitamos, como dicen algunos, epístolas de recomendación a vosotros, o cartas de recomendación de vosotros?
2 Vosotros sois nuestra epístola, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres;
3 Por cuanto que sois declarados manifiestamente ser la epístola de Cristo ministrada por nosotros, no escrita con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón.
4 Y tal confianza tenemos por Cristo para con Dios;
5 No que seamos suficientes de nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos; pero nuestra suficiencia es de Dios;
6 El cual también no ha hecho ministros del nuevo testamento; no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, pero el espíritu da vida.
7 Mas si el ministerio de muerte, escrito y grabado en piedras, fue glorioso, así que los hijos de Israel no pudiesen mirar a la cara de Moisés, a causa de la gloria de su rostro, la cual gloria se había de ser acabado.
8 ¿Cómo no será más glorioso el ministerio del espíritu?
9 Porque si el ministerio de condenación es gloria, mucho más excede en gloria el ministerio de justicia.
10 Porque aun lo que fue hecho glorioso no tenía gloria en este respecto, por razón de la gloria que sobresale.
11 Porque si lo que es acabado fue glorioso, mucho más glorioso es lo que permanece.
12 Así que, teniendo tal esperanza, hablamos gran claridad de lenguaje;
13 Y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no pudiesen mirar al fin de aquello que está abolido.
14 Pero sus mentes fueron cegadas; porque hasta el día de hoy queda el mismo velo no quitado en la lectura del antiguo testamento, cuyo velo en Cristo es quitado.
15 Mas aun hasta el día de hoy, cuando Moisés es leído, el velo está sobre el corazón de ellos.
16 Pero cuando se vuelva al Señor, el velo será quitado.
17 Ahora el Señor es aquel Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.
18 Mas todos nosotros, con cara descubierta mirando como en un espejo la gloria del Señor, somos cambiados en la misma imagen de gloria en gloria, aun como por el Espíritu del Señor.
Capítulo 4
1 Por lo cual viendo que tenemos este ministerio, como hemos recibido misericordia, no desmayamos;
2 Antes hemos renunciado a las cosas encubiertas de deshonestidad, no andando en astucia, ni adulterando la palabra de Dios engañosamente; sino por manifestación de la verdad encomendándonos a nosotros mismos a la consciencia de todos hombres delante de Dios.
3 Pero si nuestro evangelio está encubierto, encubierto es a los perdidos;
4 En los cuales el dios de este siglo ha cegado los mentes de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio glorioso de Cristo, el cual es la imagen de Dios.
5 Porque no predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús el Señor; y nosotros vuestros siervos por causa de Jesús.
6 Porque Dios, que mandó resplandecer la luz de las tinieblas, ha resplandecido en nuestros corazones, para dar la luz del conocimiento de la gloria de Dios en la cara de Jesu Cristo.
7 Pero tenemos este tesoro en vasos de tierra, para que la excelencia del poder pueda ser de Dios, y no de nosotros.
8 Estamos atribulados por todos lados, aún no angustiados; estamos perplejos, pero no desesperados;
9 Perseguidos, mas no desamparados, abatidos, pero no destruidos;
10 Llevando siempre en el cuerpo por todas partes la muerte del Señor Jesús, para que también la vida de Jesús pueda ser manifiesta en nuestro cuerpo.
11 Porque nosotros que vivimos siempre estamos entregados a muerte por amor de Jesús, para que también la vida de Jesús sea manifestada en nuestra carne mortal.
12 Así que la muerte obra en nosotros, pero la vida en vosotros.
13 Teniendo nosotros el mismo espíritu de fe, según está escrito: Creí, y por tanto he hablado, nosotros también creemos, y por lo cual hablamos.
14 Sabiendo que el que levantó al Señor Jesús también nos resucitará por Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros.
15 Porque todas estas cosas son para causa de vosotros, para que la gracia abundante por la acción de muchos pueda redundar para la gloria de Dios.
16 Por tal causa, no desmayamos; antes aunque nuestro hombre exterior perece, aun el hombre interior se renueva de día en día.
17 Por nuestra leve aflicción, que no es sino por un momento, obra por nosotros un más excedente y eterno peso de gloria;
18 Mientras que no miramos a las cosas que se ven, sino a las cosas que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales; pero las cosas que no se ven son eternas.
Capítulo 5
1 Porque sabemos que si nuestra casa terrestre de este tabernáculo fuera deshecho, tenemos un edificio de Dios, una casa no hecha de manos, eterna en los cielos.
2 Porque en este tabernáculo gemimos ardientemente, deseando ser vestidos con nuestra casa del cielo:
3 Si es que fuéremos hallados vestidos y no hallados desnudos.
4 Porque nosotros que estamos en este tabernáculo gemimos, siendo agravados, porque no querríamos ser desnudos, sino sobrevestidos, para que la mortalidad pueda ser tragado por la vida.
5 Ahora el que nos hizo para esta misma cosa es Dios, el cual también nos ha dado las arras del Espíritu.
6 Así que estamos siempre confiados, sabiendo que, mientras que estamos en casa en el cuerpo, estamos ausentes del Señor;
7 (Porque por fe andamos, no por vista);
8 Estamos confiados, digo, queriendo más estar ausentes del cuerpo, y estar presentes con el Señor.
9 Por tanto trabajamos, que si somos presentes o ausentes, podríamos ser aceptados por él.
10 Porque es menester que todos nosotros parezcamos antes el tribunal de Cristo, para que cada uno pueda recibir las cosas hechas en su cuerpo, según lo que él hubiere hecho, sea bueno o malo.
11 Sabiendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; mas a Dios somos hechos manifiestos; y espero que también en vuestras conciencias somos hechos manifiestos.
12 Porque no encomendamos otra vez a vosotros; sino que os damos ocasión de gloriaros de nosotros en nuestro parte; para que tengáis algo que responder a los que se glorían de las apariencias, y no en el corazón.
13 Porque si se enloquecemos, es para Dios; o si estamos de mente sana, es para vuestra causa.
14 Porque el amor de Cristo nos constriñe; porque juzgamos así, que si uno murió por todos, entonces todos fueron muertos;
15 Y que él murió por todos, para que los que viven, no más vivan para sí, sino para él que murió por ellos, y resucitó.
16 De manera que desde ahora no conocemos a nadie según la carne; sí, aunque hemos conocido a Cristo según la carne, ahora ya no le conocemos más así.
17 Por esto si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas son pasadas; he aquí, todas las cosas son hechas nuevas.
18 Y todas las cosas son de Dios, el cual nos ha reconciliado consigo mismo por Jesu Cristo, y nos ha dado el ministerio de la reconciliación;
19 Es a saber, que Dios estaba en Cristo, reconciliando el mundo consigo mismo, no imputándoles sus pecados; y ha entregado a nosotros la palabra de reconciliación.
20 Así que, somos embajadores de Cristo, como si Dios os rogase por nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: sed reconciliados con Dios.
21 Porque él le ha hecho ser pecado por nosotros, que nunca conoció pecado; para que pudiésemos ser hechos la justicia de Dios en él.
Capítulo 6
1 Nosotros, pues, como colaboradores con él, os rogamos también que no recibáis la gracia de Dios en vano.
2 (Porque él dice: En tiempo acepto te he oído, y en el día de salvación te he socorrido; he aquí, ahora es el tiempo acepto, he aquí, ahora es el día de salvación.)
3 No dando ofensa en ninguna cosa, para que el ministerio no sea vituperado.
4 Pero en todas cosas aprobándonos como ministros de Dios, en mucha paciencia, en aflicciones, en necesidades, en angustias;
5 En azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en vigilias, en ayunos;
6 Por pureza, por conocimiento, por longanimidad, por bondad, por el Espíritu Santo, por amor no fingido,
7 Por la palabra de verdad, por el poder de Dios, por la armadura de justicia a la diestra la siniestra,
8 Por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, y aun veraces;
9 Como desconocidos, y aun bien conocidos; como muriendo, y, he aquí, vivimos; como castigados, y no matados;
10 Como entristecidos, pero siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, y pero poseyendo todas las cosas.
11 O vosotros Corintios, nuestra boca está abierta a vosotros, nuestro corazón es ensanchado.
12 No estáis estrechos en nosotros, pero estáis estrechados en vuestras propias entrañas.
13 Ahora por recompensa en lo mismo, (hablo como a mis hijos,) seáis también ensanchados.
14 No os juntéis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? y ¿qué comunión tiene la luz con las tinieblas?
15 ¿Y qué concordia tiene Cristo con Belial? o ¿qué parte tiene el que cree con el incrédulo?
16 ¿Y qué acuerdo tiene el templo de Dios con ídolos? porque vosotros sois el templo del Dios viviente; como Dios ha dicho: Yo moraré en ellos, y andaré en ellos; y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.
17 Por lo cual salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis la cosa inmunda; y yo os recibiré,
18 Y seré a vosotros Padre, y vosotros me seréis a mí hijos e hijas: dice el Señor Todopoderoso.
Capítulo 7
1 Teniendo pues estas promesas, queridos amados, limpiémonos de toda inmundicia de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.
2 Recibidnos; a nadie hemos injuriado, a nadie hemos corrompido, a nadie hemos defraudado.
3 No digo esto para condenaros, porque yo he dicho antes, que estáis en nuestros corazones para morir y vivir con vosotros.
4 Grande es mi franqueza de hablar a vosotros, grandemente os glorifica; lleno estoy de consolación, sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones.
5 Porque, cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestra carne; antes por todos lados fuimos atribulados; de fuera habían peleas, de dentro habían temores.
6 Mas Dios, que consuela a los que están abatidos, nos consoló con la venida de Tito;
7 Y no sólo por su venida, mas por la consolación con que él fue consolado de vosotros; cuando nos hizo saber vuestro deseo sincero, vuestro lloro, vuestro celo por mí; así que yo más regocijé.
8 Porque aunque os contristé con una carta, no me arrepiento, aunque yo me arrepentí; porque percibo que la misma epístola os ha entristecido, aunque fuera sólo por un tiempo.
9 Ahora me regocijo, no porque hayáis sido entristecidos, sino que os hayáis sido entristecidos para arrepentimiento; porque fuisteis entristecidos según una manera piadosa, para que en nada podáis recibir daño de nosotros.
10 Porque la tristeza piadosa obra arrepentimiento para salvación, de la cual nadie se puede arrepentir; mas la tristeza del mundo obra muerte.
11 Porque, he aquí, esta misma cosas, que según una manera piadosa fuisteis entristecidos, ¡qué cuidado lo obró en vosotros, sí, que apología, sí que indignación, sí, que temor, sí, que deseo vehemente, sí que celo, sí, que venganza! En todas cosas os habéis aprobado de ser puros en este asunto.
12 Así que, aunque os escribí, lo hice no por causa del que hizo la injuria, ni por la causa que el que padeció la injuria, sino para que nuestro cuidado por vosotros delante de Dios pueda aparecer a vosotros.
13 Por lo tanto fuimos consolados por vuestra consolación; sí, y mucho más nos gozábamos por el gozo de Tito, porque fue recreado su espíritu por todos vosotros.
14 Porque si en algo me he jactado a él de vosotros, no me avergüenzo, mas como os hablamos todas cosas en verdad, aun así nuestra jactancia, que hice delante de Tito, fue hallada verdadera.
15 Y su afección interior es más abundante para con vosotros, cuando él se acuerda de la obediencia de todos vosotros, de cómo con temor y temblor le recibisteis.
16 Yo regocijo, pues, que tengo confianza en vosotros en todas cosas.
Capítulo 8
1 Además, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios dada a las iglesias de Macedonia;
2 Que en grande prueba de aflicción la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron para las riquezas de su liberalidad.
3 Porque conforme a su poder, doy testimonio, sí, y más allí de su poder ellos estaban dispuestos de sí mismos;
4 Rogándonos con muchos ruegos que recibiésemos el don, y nos encargásemos de la comunión del servicio para los santos.
5 Y esto hicieron, no como lo esperábamos, mas a sí mismos dieron primeramente al Señor, y a nosotros por la voluntad de Dios.
6 De manera que deseamos a Tito, que como había comenzado, así asimismo acabase en vosotros la misma gracia también.
7 Por tanto, como abundáis en toda cosa, en fe, en palabra, en conocimiento, y en toda diligencia, y en vuestro amor para con nosotros, mirad que también abundáis en esta gracia.
8 No hablo por mandamiento, sino por ocasión de la prontitud de los otros, y para probar la sinceridad de vuestro amor.
9 Porque vosotros conocéis la gracia de nuestro Señor Jesu Cristo, que, aunque él rico, aun por amor de vosotros se hizo pobre, para que vosotros con su pobreza pudieseis ser ricos.
10 Y en esto doy mi consejo: porque esto os conviene a vosotros, que han comenzado antes, no sólo a hacerlo, sino también estar adelantados desde el año pasado.
11 Ahora pues acabad de hacerlo; para que como fuese el ánimo en el querer, así también puede ser un cumplimiento conforme a lo que tenéis.
12 Porque si primero hay una mente de voluntad pronta, es acepta según lo que uno tiene, y no según lo que no tiene.
13 Porque yo no quiero que otros estén aliviados y vosotros cargados;
14 Sino por igualdad, para que ahora en este tiempo vuestra abundancia pueda suplir la falta de ellos, para que también su abundancia pueda suplir vuestra falta; para que puede ser igualdad;
15 Como está escrito: El que ha recogido mucho no le sobró; y el que ha recogido poco no le faltó nada.
16 Pero gracia sean dadas a Dios, que puso el mismo cuidado sincero por vosotros en el corazón de Tito.
17 Porque verdaderamente él aceptó la exhortación, mas estando más adelantado, de su propia voluntad se partió para vosotros.
18 Y nos hemos enviado con él al hermano, cuya alabanza está en el evangelio por todas las iglesias.
19 Y no sólo esto, sino que también fue escogido por las iglesias para viajar con nosotros con esta gracia, que es administrada por nosotros para gloria del mismo Señor, y declaración de vuestra mente dispuesta;
20 Evitando esto, que nadie debe vituperarnos en esta abundancia que es administrada por nosotros;
21 Considerando las cosas honestas, no sólo delante del Señor, mas aun delante de los hombres.
22 Y hemos enviado con ellos a nuestro hermano, al cual muchas veces hemos probado diligente en muchas cosas; mas ahora mucho más diligente, por la mucha confianza que tengo en vosotros.
23 Si alguno inquiere de Tito, él es mi compañero y colaborador para con vosotros; o si inquieren de nuestros hermanos, ellos son los mensajeros de las iglesias, y la gloria de Cristo.
24 Por lo cual mostradles, y antes de las iglesias, la prueba de vuestro amor, y de nuestras jactancias en nombre de ellos.
Capítulo 9
1 Porque en cuanto de la suministración a los santos, me es superfluo escribiros.
2 Porque conozco la prontitud de vuestro mente, del cual me jacto de vosotros entre los de Macedonia, que Acaya estuvo dispuesto desde al año pasado; y vuestro celo ha provocado a muchos.
3 Aun no he enviado a los hermanos, para que nuestra jactancia de vosotros no sea vana en esta parte, para que, como dije, estéis preparados.
4 Si es que vinieren conmigo los de Macedonia, y os hallaren desapercibidos, y nosotros (que no digamos, vosotros) deberías ser avergonzados en este mismo atrevimiento de jactancia.
5 Por tanto pensé que es necesario exhortar a los hermanos, que fuesen antes de vosotros, y aparejasen primero vuestra bendición antes prometida, de la cual tuvisteis notificación antes, para que los mismos puedan estar aparejados, como un asunto de bendición, y no como de avaricia.
6 Pero esto digo: El que siembra escasamente también segará escasamente; y el que siembra abundantemente, segará también abundantemente.
7 Cada hombre según lo que ha propuesto en su corazón, así que dé, no por tristeza, ni por necesidad; porque Dios ama al dador alegre.
8 Y Dios es poderoso para hacer que abunde toda gracia en vosotros; para que vosotros, siempre teniendo toda suficiencia en todas cosas, podáis abundar para toda buena obra:
9 (Como está escrito: El ha esparcido; ha dado a los pobres; su justicia permanece para siempre.
10 Ahora el que suministra la simiente al sembrador suministra ambos pan para vuestra comida, y multiplica vuestra semilla sembrada, y aumenta los frutos de vuestra justicia;)
11 Siendo enriquecido en toda cosa para toda liberalidad, la cual causa por medio de nosotros acción de gracia a Dios.
12 Porque la administración de este servicio no solamente suple lo que falta a los santos, pero también es abundante por muchas acciones de gracias a Dios;
13 Que por la prueba de esta administración ellos glorifican a Dios por vuestra sujeción profesada al evangelio de Cristo, y por vuestra distribución liberal a ellos, y a todos los hombres;
14 Y por su oración por vosotros, los cuales os anhelan por la sobreabundante gracia de Dios en vosotros.
15 Gracias sea a Dios por su don inefable.
Capítulo 10
1 Ahora yo Pablo mismo os ruego por la mansedumbre y dulzura de Cristo, quien su presencia soy bajo entre vosotros, pero estando ausente soy osado para con vosotros;
2 Mas os ruego, que yo no pueda ser osado cuando esté presente con aquella confianza, con la cual pienso ser osado contra algunos, que nos consideran como si anduviésemos según la carne.
3 Porque aunque andamos en la carne, no militamos según la carne;
4 (Porque las armas de nuestra guerra no son carnales, sino poderosas por Dios para derribar fortalezas;)
5 Derribando imaginaciones, y toda cosa alta que se exalta contra el conocimiento de Dios, y cautivando cada pensamiento a la obediencia de Cristo;
6 Y estando alistado para vengar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia fuere cumplida.
7 ¿Miráis las cosas según la apariencia exterior? Si alguno confía en sí mismo que es de Cristo, que se piense otra vez de esto, que, como él es de Cristo, así también somos de Cristo.
8 Porque aunque yo me jacte un poco más de nuestra autoridad, que el Señor nos ha dado por edificación, y no para vuestra destrucción, no debo ser avergonzado.
9 Para que no parezca como os quiero espantar por cartas.
10 Porque sus cartas, dicen, son pesadas y fuertes; pero su presencia corporal es débil, y su manera de hablar despreciable.
11 Esto piense el tal, que, cuales somos en palabras por cartas cuando estuvimos ausentes, tales seremos también en hechos cuando estamos presentes.
12 Porque no osamos hacernos del número, ni compararnos con algunos que se encomiendan a sí mismos; mas ellos midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose a sí mismos consigo mismos, no son sabios.
13 Pero nosotros no nos jactaremos de cosas fuera de nuestra medida, sino conforme a la medida de la regla que Dios nos ha distribuida, una medida para alcanzar aún hasta vosotros.
14 Porque no nos extendemos más allá de nuestra medida, como si no llegásemos hasta vosotros; porque hemos llegado hasta vosotros también en predicar el evangelio de Cristo;
15 No jactándonos de las cosas fuera de nuestra medida, es a saber, de los trabajos de otros hombres, pero teniendo esperanza, cuando vuestra fe haya crecida, que seremos engrandecidos abundantemente entre vosotros conforme a nuestra regla;
16 Para predicar el evangelio en las regiones más allí de vosotros, y no jactarnos en la línea de otro hombre de cosas preparadas a nuestra mano.
17 Pero el que se gloría, gloríese en el Señor.
18 Porque no el que se recomienda a sí mismo es aprobado, sino a quien Dios encomienda.
Capítulo 11
1 Pluguiese a Dios que vosotros aguantáis un poco mi locura, y en verdad tolerarme.
2 Porque yo soy celoso de vosotros con un celo piadoso; porque os he desposado a un marido, para que puedo presentaros como un virgen pura a Cristo.
3 Pero temo, que en alguna manera, como la serpiente engaño a Eva por su astucia, así vuestras mentes serían corrompidas de la simplicidad que es en Cristo.
4 Porque si él que viene predicare otro Jesús, que nosotros no hemos predicado, o si vosotros recibiereis otro espíritu, que no habéis recibido, u otro evangelio, que no habéis aceptado, le sufrierais bien.
5 Porque supongo que no fui en nada inferior a los mas principales apóstoles.
6 Pero aunque soy rudo en palabra, aun no en conocimiento; mas nosotros hemos sido hechos enteramente manifiestos entre vosotros en todo.
7 ¿He cometido una ofensa en humillarme a mí mismo para que vosotros podáis ser ensalzados, porque os he predicado el evangelio de Dios gratuitamente?
8 He robado otras iglesias, tomando salario de ellas, para haceros servicio.
9 Y cuando estuve presente contigo, y tuve necesidad, a nadie fui carga; porque lo que me faltaba, me suplieron los hermanos que vinieron de Macedonia; y en todas cosas he guardado a mí mismo de seros gravoso, y así me guardaré.
10 Como la verdad de Cristo está en mí, nadie me impedirá de esta jactancia en las regiones de Acaya.
11 ¿Por qué? ¿por qué no os amo? Dios lo sabe.
12 Pero lo que hago, esto lo haré, para que puedo quitar ocasión de los que desean ocasión; que en el cual se glorían, para que puedan ser hallados semejantes a nosotros.
13 Porque tales son falsos apóstoles, obreros engañosos, que se transfiguran en los apóstoles de Cristo.
14 Y no es maravilla, porque Satanás mismo se transfigura en un ángel de luz.
15 Así que no es gran cosa si también sus ministros sean transfigurados como ministros de justicia; cuyo fin será según sus propias obras.
16 Otra vez digo: Que nadie me tenga por insensato; de otra manera, recibidme aun como un necio, para que me jacte un poco.
17 Lo que hablo, no lo hablo según el Señor, sino como con insensatez, en esta confianza de jactancia.
18 Puesto que muchos se glorían según la carne, también yo me gloriaré.
19 Porque de buena gana sufrís a los necios, viendo que vosotros sois sabios.
20 Porque toleráis, si alguno os trae a esclavitud, si alguno os devora, si alguno toma de vosotros, si algunos se exalte a sí mismo, si alguno os golpea en la cara.
21 Hablo en cuanto del reproche, como si nosotros hubiésemos sido débiles. Sin embargo en lo que alguno es osado, (hablo con insensatez), también yo tengo osadía.
22 ¿Son hebreos? Así soy yo. ¿Son Israelitas? Así soy yo. ¿Son de la demilla de Abraham? Así soy yo.
23 ¿Son ministros de Cristo? (hablo como un necio) yo soy más; en trabajos más abundantes, en azotes sobre medida, en cárceles más frecuentemente, en muertas muchas veces.
24 De los judíos cinco veces recibí cuarenta azotes menos uno.
25 Tres veces fui azotado con varas, un vez fui apedreado, tres veces sufrí naufragio, una noche y un día he estado en el profundo de la mar;
26 En viajes muchas veces, en peligros de aguas, en peligros de ladrones, en peligros de mis propios compatriotas, en peligros en la ciudad, en peligros en el desierto, en peligros en la mar, en peligros entre los falsos hermanos;
27 En fatiga y dolor, en muchas vigilias, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y desnudez;
28 Además aquellas cosas que están de fuera, lo que me sobreviene cada día, el cuidado de todas la iglesias.
29 ¿Quién es enferma, y yo no soy débil? ¿quién es ofendido, y yo no me abraso vivo?
30 Si es menester gloriarme, me gloriaré de las cosas que son de mis enfermedades.
31 El Dios y Padre de nuestro Señor Jesu Cristo, que es bendito por siempre, sabe que no miento.
32 En Damasco el gobernador bajo el rey Aretas guardaba la ciudad de los Damascenos con una guarnición de soldados para prenderme.
33 Y fui abajado del muro por en un canasto por una ventana, y escapé de sus manos.
Capítulo 12
1 Indudablemente no me es conveniente gloriarme. Mas vendré a visiones y las revelaciones del Señor.
2 Conocí a un hombre en Cristo hace catorce años, (si en el cuerpo, no puedo decir; o fuera del cuerpo, no puedo decir: Dios sabe;) tal fue arrebatado hasta el tercer cielo.
3 Y conocí al tal hombre, (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé: Dios sabe;)
4 Como fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables, que al hombre no es lícito decir.
5 De tal me gloriaré; mas de mí mismo no me gloriaré, sino en mis enfermedades.
6 Porque aunque yo quisiera gloriarme, no seré insensato; porque diré la verdad: pero ahora lo abstengo, para que nadie piense de mí más de lo que en mi ve, u lo que oye de mí.
7 Y no sea que se me exalte sobre medida por la abundancia de las revelaciones, me fue dado una espina en la carne, el mensajero de Satanás para abofetearme, para que no se me exalte sobre medida.
8 Por esto tres veces rogué al Señor, que lo pudiese apartar de mí.
9 Y él me dijo: Suficiente para ti es mi gracia; porque mi fuerza se perfecciona en flaqueza. Por tanto con gusto me gloriaré en mis enfermedades, para que el poder de Cristo podrá reposar sobre me.
10 Por lo cual me complazco en enfermedades, en reproches, en necesidades, en persecuciones, en angustias por amor de Cristo; porque cuando estoy débil, entonces soy fuerte.
11 Me he hecho un necio en gloriarme; vosotros me habéis constreñido; porque yo había de ser encomendado de vosotros; porque en nada soy menos de los más principales apóstoles, aunque soy nada.
12 Verdaderamente las señales de un apóstol fueron obradas entre vosotros con toda paciencia, en señales, y prodigios, y milagros.
13 Porque ¿en qué fuisteis inferiores a las otras iglesias, sino que sea yo mismo no os fui carga? perdonadme este agravio.
14 He aquí, la tercera vez estoy preparado para venir a vosotros; y no os seré un carga; porque no busco a los vuestro, sino a vosotros; porque no han de atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos.
15 Y yo con gusto gastaré y seré gastado por vosotros, aunque lo más abundantemente que os amo, lo menos que soy amado.
16 Mas sea así, yo no os fui carga a vosotros; sin embargo, siendo astuto, os prendí con engaño.
17 ¿Saqué ganancia de vosotros por alguno de los que envié a vosotros?
18 Rogué a Tito, y con él envié un hermano. ¿Os sacó ganancia Tito? ¿no anduvimos en el mismo espíritu? ¿anduvimos por las mismas pisadas?
19 Otra vez, ¿pensáis que nosotros nos excusamos para con vosotros? hablamos delante de Dios en Cristo; pero hacemos todas cosas, queridos amados, por vuestra edificación.
20 Porque temo, no sea que, que cuando viniere, no os halle tales como quiero, y que vosotros me halléis cual no querríais; porque no hay contiendas, envidias, iras, disensiones, murmuraciones, calumnias, soberbias, tumultos,
21 Y no sea que cuando yo volviere, mi Dios me humille entre vosotros, y que yo llore por muchos que ya han pecado, y no han arrepentido de la inmundicia y fornicación y lascivia que han cometido.
Capítulo 13
1 Este es la tercera vez que vengo a vosotros. En la boca de dos o de tres testigos toda palabra será establecida.
2 Yo os dije antes, y os digo de antemano, como si yo estuviera presente, la segunda vez; y ahora estando ausente escribo a ellos que han pecado antes, y a todos los demás, que si yo vengo otra vez, no daré lenidad.
3 Puesto que buscáis una prueba de Cristo que habla en mí, el cual no es débil para con vosotros, antes es poderoso en vosotros.
4 Porque aunque fue crucificado por debilidad, aun vive por el poder de Dios. Porque nosotros también somos débiles en él, pero viviremos con él por el poder de Dios para con vosotros.
5 Examinaos a vosotros mismos, si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿No os conocéis vosotros mismos, como que Jesu Cristo está en vosotros, si no sois reprobados?
6 Pero confío que conoceréis que nosotros no somos reprobados.
7 Ahora oro a Dios que no hagáis ningún mal; no para que nosotros aparezcamos aprobados, sino que vosotros debáis hacer lo que es honesto, aunque nosotros seamos como reprobados.
8 Porque nosotros no podemos hacer nada contra la verdad, sino por la verdad.
9 Por lo cual somos alegres, cuando somos débiles, y vosotros sois fuerte; y esto también deseamos, aun vuestra perfección.
10 Por tanto escribo estas cosas estando ausente, no sea que estando presente use de severidad, según la potestad que el Señor me ha dado para edificación, y no para destrucción.
11 Finalmente, hermanos, vaya con Dios. Sed perfectos, sed de buena consolación, sed de una misma mente, vivid en paz; y el Dios de amor y paz será con vosotros.
12 Saludaos los unos a los otros con un beso santo.
13 Todos los santos os saludan.
14 La gracia del Señor Jesu Cristo, y el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sea con todos vosotros. Amén.
La segunda epístola a los Corintos fue enviada de Filipos, cuidad de Macedonia con Tito y Lucas.
GALATAS
1 Pablo, un apóstol, (no de hombres, ni por hombre, sino por Jesu Cristo, y por Dios el Padre, quien le resucitó de entre los muertos),
2 Y todos los hermanos que están conmigo, a las iglesias de Galacia;
3 Gracia sea a vosotros y paz de Dios el Padre, y de nuestro Señor Jesu Cristo,
4 El cual se dio a sí mismo por nuestros pecados, para que él podría librarnos de este presente mundo malo, según la voluntad de Dios y nuestro Padre;
5 Al cual sea gloria por y para siempre. Amén.
6 Me maravillo de que tan pronto os hayáis alejado de aquel que os llamó a la gracia de Cristo a otro evangelio:
7 Que no es otro, sino que hay algunos que os perturban, y quieren pervertir el evangelio de Cristo.
8 Mas si nosotros, o un ángel del cielo os predicare otro evangelio del que os hemos predicado a vosotros, sea maldito.
9 Como antes decimos, también ahora os digo, Si algún hombre predicare otro evangelio del que habéis recibido, sea maldito.
10 Porque, ¿persuado yo ahora a los hombres, o a Dios? o ¿busco a agradar a los hombres? Porque si todavía agradé a los hombres, no sería yo el siervo de Cristo.
11 Mas os certifico, hermanos, que el evangelio que fue predicado por mí, no es según hombre.
12 Porque ni lo recibí de hombre, ni me lo fue enseñado, sino por la revelación de Jesu Cristo.
13 Porque ya habéis oído de mi conversación en tiempo pasado en la religión de los Judíos, como sobremanera perseguía a la iglesia de Dios, y la asolaba;
14 Y que yo aprovechaba en la religión de los Judíos sobre muchos de mis iguales en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres.
15 Mas cuando agradó a Dios, quien me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia,
16 Para revelar a su Hijo en mí, para que le puedo predicar entre los gentiles; inmediatamente no conferí con carne y sangre;
17 Ni subí a Jerusalem a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco.
18 Entonces después de tres años subí a Jerusalem para ver a Pedro, y permanecí con él quince días.
19 Pero de los otros apóstoles no vi ningunos, sino a Jacobo el hermano del Señor.
20 Ahora las cosas que os escribo, he aquí, delante de Dios, no miento.
21 Después vine a las regiones de Siria y de Cilicia,
22 Y no era conocido de vista a las iglesias de Judea, que eran en Cristo;
23 Mas solamente habían oído: Aquel que en tiempos pasados nos perseguía ahora predica la fe que antes asolaba.
24 Y glorificaba a Dios en mí.
Capítulo 2
1 Entonces después de catorce años subí otra vez a Jerusalem con Barnabás, y tomé conmigo Tito también.
2 Y subí por revelación, y les comuniqué aquel evangelio que predico entre los Gentiles, pero privadamente a los que eran de reputación, para que no corro, o hubiera corrido yo en vano.
3 Mas ni Tito, que estaba conmigo, siendo Griego, fue compelido a ser circuncidado:
4 Y que por causa de falsos hermanos introducidos secretamente, quienes vinieron secretamente para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para que ellos pudieran traernos a servidumbre:
5 A los cuales no dimos lugar en someternos, ni por una hora; para que la verdad del evangelio pueda permanecer con vosotros.
6 Sino de aquellos que parecían ser algo, (lo que fueron, no me importa: Dios no hace acepción de personas), porque ellos quienes parecieron ser algo en conferencia no me añadían nada.
7 Antes por el contrario, cuando vieron que el evangelio de la incircuncisón me era encomendado, como el evangelio de la circuncisión fue a Pedro;
8 (Porque el que trabajó eficazmente en Pedro para el apostolado de la circuncisión, el mismo fue poderoso en mí para con los Gentiles);
9 Y cuando Jacobo, Cefas, y Juan, quienes parecían ser columnas, percibieron la gracia que me era dada, nos dieron las diestras de compañerismo a mí y a Bernabás, para que podemos ir a los paganos, y ellos a la circuncisión.
10 Solamente querrían ellos que nos acordásemos de los podres; el mismo que también fui dispuesto hacer.
11 Mas cuando Pedro vino a Antioquía, yo le resistí en la cara, porque era de culpar.
12 Porque antes que viniesen ciertos de parte de Jacobo, él comía con los Gentiles; pero cuando hubieron venido, se retraía él y se separaba, teniendo miedo de los que eran de la circuncisión.
13 Y los otros Judíos disimulaban asimismo con él; de tal manera que también Barnabás fue llevado con su disimulación.
14 Pero cuando vi que no anduvieron derechamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Padre delante de todos ellos: Si tú, siendo Judío, vives según el modo los Gentiles, y no como como hacen los Judíos, ¿por qué constriñes tú a los Gentiles a vivir como los Judíos?
15 Nosotros quienes somos Judíos por naturaleza, y no pecadores de los Gentiles,
16 Sabiendo que un hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesu Cristo, aún nosotros hemos creído en Jesu Cristo, para que podamos ser justificados por la fe de Cristo, y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley ninguna carne será justificado.
17 Pero si, mientras que buscamos ser justificados por Cristo, nosotros mismos también somos hallados pecadores, ¿por eso es Cristo el ministro de pecado? ¡No lo permite Dios!
18 Porque si edifico otra vez las cosas que destruí, me hago un transgresor.
19 Porque yo por la ley soy muerto a la ley, para que yo pueda vivir para Dios.
20 Estoy crucificado con Cristo; mas vivo; no ya yo, sino Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó, y entregó a sí mismo por mí.
21 No desecho la gracia de Dios; porque si viene la justicia por la ley, entonces Cristo se murió en vano.
Capítulo 3
1 ¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os hechizó, para no obedecer a la verdad, ante cuyos ojos Jesu Cristo fue sido evidentemente promulgado, crucificado entre vosotros?
2 Esto solo quiero saber de vosotros, ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír de la fe?
3 ¿Tan insensatos sois? ¿Habiendo comenzado en el Espíritu, ahora sois hechos perfectos por la carne?
4 ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? Si es aún en vano.
5 El, pues, que os suministra el Espíritu, y hace milagro entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír de la fe?
6 Aún como Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.
7 Sabed, pues, que los que son de la fe, los mismos son los hijos de Abraham.
8 Y la Escritura, previendo que Dios justificaría a los Gentiles por fe, predicó antes el evangelio a Abraham, diciendo; En ti serán bendecidas todas las naciones.
9 Así pues los que son de la fe son bendecidos con el fiel Abraham.
10 Porque todos los que son de la obras de la ley están debajo de la maldición; porque escrito esta: Maldito es todo aquel que no permaneciere en todas las cosas que están escritas en el libro de la ley para hacerlas.
11 Mas que por la ley ninguno es justificado en los ojos de Dios, es evidente; porque: El justo por la fe vivirá.
12 Y la ley no es de la fe; sino, El hombre que las hace vivirá en ellas.
13 Cristo no ha redimido de la maldición de la ley, siendo hecho una maldición por nosotros; porque escrito está: Maldito es todo aquel que es colgado en un madero;
14 Para que la bendición de Abraham pueda venir sobre los Gentiles por Jesu Cristo; para que podamos recibir la promesa del Espíritu por fe.
15 Hermanos, hablo como hombre, Aunque sea un pacto de hombre, aún si sea confirmado, nadie lo anula, o le añade.
16 Ahora a Abraham y a su simiente fueron hechas las promesas. No dice: Y a las simientes, como de muchos, sino como de uno, Y tu simiente, el cual es Cristo.
17 Y esto digo: que el pacto, que fue confirmado antes por Dios en Cristo, la ley, que era cuatrocientos treinta años después, no anula, para que hace la promesa de ningún efecto.
18 Porque si la herencia es por la ley, no más sería por promesa; pero Dios la dio a Abraham por promesa.
19 Entonces, ¿para que sirve la ley? Fue añadida a causa de transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por ángeles en mano de un mediador.
20 Ahora un mediador no es un mediador de uno, pero Dios es uno.
21 ¿Es pues la ley contra de las promesas de Dios? ¡No lo permite Dios! Porque si se hubiera dado una ley que pudiera dar vida, la justicia verdaderamente hubiese sido por la ley.
22 Pero la escritura encerró todo debajo de pecado, para que la promesa por la fe de Jesu Cristo pudiese ser dada a los que creen.
23 Empero antes que viniese la fe, estábamos guardados bajo la ley, encerrados para la fe que después iba de ser revelada.
24 Por esto la ley fue nuestro ayo para traernos a Cristo, para que fuésemos justificados por la fe.
25 Pero después que la fe es venida, ya no estamos bajo un ayo.
26 Porque vosotros todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
27 Porque tantos de vosotros como habéis sido bautizados en Cristo habéis vestido en Cristo.
28 No hay Judío ni Griego, no hay siervo ni libre, no hay macho ni hembra; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
29 Y si vosotros sois de Cristo, entones sois de la simiente de Abraham, y herederos según la promesa.
Capítulo 4
1 Ahora digo, que el heredero, mientras que es un niño, difiere nada del siervo, aunque él es señor de todo;
2 Pero esta debajo de tutores y mayordomos hasta el tiempo señalado por el padre.
3 Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en servidumbre bajo los rudimentos del mundo;
4 Pero cuando era venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, hecho de mujer, hecho debajo de la ley;
5 Para redimirlos que estaban debajo de la ley, para que podamos recibir la adopción de hijos.
6 Y porque sois hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo en vuestros corazones, clamando: Abba, Padre.
7 Por lo cual no eres más un siervo, sino un hijo; y si un hijo, también un heredero de Dios por Cristo.
8 Sin embargo, cuando no conocíais a Dios, servíais a los que por la naturaleza no son dioses.
9 Mas ahora, después que habéis conocido a Dios, o más bien sois conocidos por Dios, ¿cómo os volvéis de nuevo a los rudimentos pobres y débiles, a los cuales os deseáis estar en esclavitud?
10 Guardáis los días, y los meses, y los tiempos, y años.
11 Tengo miedo de vosotros, de que he trabajado en vano con vosotros.
12 Hermanos, os ruego, sed como yo soy; porque soy como vosotros sois; no me han agraviado en ninguna manera.
13 Que vosotros sabéis que por la enfermedad del cuerpo os prediqué el evangelio al principio.
14 Y mi tentación que fue en mi carne no menospreciasteis, ni rechazasteis, antes me recibisteis como un ángel de Dios, aún como Cristo Jesús.
15 ¿Dónde, entonces, es la bienaventuranza de que hablasteis? Porque yo os doy testimonio, que, si hubiera sido posible, vosotros hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos.
16 ¿Por eso hecho vuestro enemigo, porque os digo la verdad?
17 Ellos celosamente os afectos, pero no bien; sí, os quieren excluir, para que vosotros podáis afectarlos.
18 Mas es bueno ser celosos siempre en una cosa buena, y no sólo cuando estoy presente con vosotros.
19 Hijitos míos, de quienes otra vez sufro dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros,
20 Deseo estar presente con vosotros ahora, y cambiar mi voz; porque os dudo.
21 Decidme, vosotros que queréis estar debajo de la ley, ¿no oís la ley?
22 Porque escrito está: Que Abraham tuvo dos hijos, uno de la esclava, y otro de la libre.
23 Pero el que era de la sierva nació según la carne; más el de la libra era por la promesa.
24 Las cuales son una alegoría; porque estos son los dos pactos; el uno del monte de Sinaí, que engendra para esclavitud, que es Agar.
25 Porque esta Agar es el monte de Arabia, y corresponde a Jerusalem que ahora es, y está en servidumbre con sus hijos.
26 Pero Jerusalem que está arriba es libre, que es la madre de todos nosotros.
27 Porque está escrito: Regocíjate, tú estéril que no pares, prorrumpe y clama, tú que no estás de parto; porque los desolados tienen muchos más hijos que ella que tiene marido.
28 Ahora nosotros, hermanos, como Isaac fue, somos hijos de la promesa.
29 Empero como entonces él que fue nacido según la carne perseguía al que fue nacido según el Espíritu, como así es ahora.
30 Sin embargo, ¿qué dice la escritura? Echa fuera a la sierva y su hijo; porque el hijo de la sierva no será heredero con el hijo de la libre.
31 Así pues, hermanos, nosotros no somos hijos de la sierva, sino de la libre.
Capítulo 5
1 Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos ha hecho libres; y no os enredéis de nuevo con el yugo de esclavitud.
2 He aquí, yo Pablo os digo, que si os circuncidareis, Cristo os aprovechará nada.
3 Porque os testifico otra vez a cada hombre que se circuncidare, que él es un deudor para guardar toda la ley.
4 Cristo esta hecho de ningún efecto a vosotros, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.
5 Porque nosotros por el Espíritu esperamos por la esperanza de la justicia por la fe.
6 Porque en Cristo ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión; sino la fe que obra por amor.
7 Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para que no obedezcáis a la verdad?
8 Esta persuasión no viene de aquel que os llama.
9 Un poco de levadura leuda toda la masa.
10 Y tengo confianza en vosotros en el Señor, que no pensaréis de otro modo; mas el que os perturba llevará su juicio, quienquiera que él sea.
11 Y yo, hermanos, si aún predico la circuncisión, ¿por qué padezco persecución todavía? Entonces es cesado la ofensa de la cruz.
12 Deseo que fuesen cortados los que os perturban.
13 Porque vosotros, hermanos, habéis sido llamados a libertad; solamente no uséis la libertad como una ocasión para la carne, sino por amor servíos los unos a los otros.
14 Porque toda la ley en una palabra se cumple, aún en esta: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
15 Pero si os mordéis y os devoráis los unos a los otros, mirad que no os seáis consumidos los unos a los otros.
16 Esto dijo, pues, Andad en el Espíritu, y no cumpliréis las concupiscencias de la carne.
17 Porque la carne codicia contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne; porque estos son contrarios el uno al otro; para que no podáis hacer las cosas que quisiereis.
18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis debajo de la ley.
19 Ahora las obras de la carna son manifiestas, que son estas: Adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,
20 Idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,
21 envidias, homicidios, borracheras, desenfrenos, y cosas semejantes a estas; de las cuales os denuncio, como también os he dicho antes, que ellos que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios.
22 Mas el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fe,
23 Mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
24 Y los que son de Cristo han crucificado la carne con los afectos y concupiscencias.
25 Si vivimos en el Espíritu, andemos también en el Espíritu.
26 No seamos codiciosos de vana gloria, provocando los unos a los otros, envidiándose los unos a los otros.
27
Capítulo 6
1 Hermanos, si algún hombre sea tomado en alguna falta, vosotros que son espirituales, restauradle a tal en el espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, porque tú no seas también tentado.
2 Llevad los unos las cargas de los otros; y así cumplid la ley de Cristo.
3 Porque si alguno piensa de sí que es algo, cuando no es nada, a sí mismo se engaña.
4 Mas que cada hombre prueba su propia obra, y entonces él tendrá regocija en sí sólo, y no en otro.
5 Porque cada hombre llevará su propia carga.
6 Que el que es enseñado en la palabra comunique en todos los bienes al que le enseña.
7 No os engañéis; Dois no es burlado: porque todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
8 Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu del Espíritu segará vida eterna.
9 Y no cansemos de hacer bien; porque en debido tiempo segaremos, si no desmayamos.
10 Así que, como tenemos oportunidad, hagamos bien a todos hombres, especialmente a los que son de la familia de la fe.
11Miráis que cuan grandes letras os he escrito con mi propio mano.
12 Tantos que desean hacer un muestra en la carne, os constriñen que seáis circuncidados; solamente para que ellos no deben padecer persecución a causa de la cruz de Cristo.
13 Porque ni los mismos que se circuncidan guardan la ley; mas desean teneros circuncidados, para que pueden gloriarse en vuestra carne.
14 Mas no lo permita Dios que yo debo gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesu Cristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo.
15 Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva criatura.
16 Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz sea sobre ellos, y misericordia, y sobre el Israel de Dios.
17 Desde aquí y adelante que ningún hombre me moleste; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús.
18 Hermanos, la gracia de nuestro Señor Jesu Cristo sea con vuestro espíritu. Amén.
Escrita de Roma a los Gálatas.
EFESIOS
1 Pablo, un apóstol de Jesu Cristo por la voluntad de Dios, a los santos que están en Efeso, y a los fieles en Cristo Jesús.
2 Gracia sea a vosotros, y paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesu Cristo.
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesu Cristo, el cual nos ha bendecido con todas bendiciones espirituales en los lugares celestiales en Cristo;
4 Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que debemos ser santos y sin mancha delante de él, en amor;
5 Habiéndonos predestinado a la adopción de hijos por Jesu Cristo para sí mismo, según la buen placer de su voluntad,
6 Para la alabanza de la gloria de su gracia, en que él nos ha hecho aceptados en el amado,
7 En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de los pecados, según las riquezas de su gracia;
8 En la cual él ha abundado para con nosotros en toda sabiduría y prudencia;
9 Habiendo hecho conocido a nosotros el misterio de su voluntad, según su beneplácito en que él ha propuesto en sí mismo;
10 Que en la dispensación del cumplimiento de los tiempos él pueda juntar todas las cosas en uno en Cristo, ambos que están en el cielo, y que están en la tierra, aun en él;
11 En quien también hemos obtenido una herencia, siendo predestinados conforme al propósito de aquél que hace todas las cosas según el consejo de su propia voluntad;
12 Para que debemos ser para la alabanza de su gloria, quienes primeramente confiamos en Cristo.
13 En quien también confiasteis vosotros, después que oísteis la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación; en el cual también desde que creísteis, fuisteis sellados con el Espíritu santo de la promesa,
14 Que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para la alabanza de su gloria.
15 Por lo cual también yo, después que oí de su fe en el Señor Jesús, y amor para con todos los santos,
16 No ceso de dar gracia por vosotros, haciendo mención de vosotros en mis oraciones;
17 Que el Dios de nuestro Señor Jesu Cristo, el Padre de gloria, os dé el espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él.
18 Los ojos de vuestro entendimiento siendo alumbrado; para que podáis saber cuál es la esperanza de su llamamiento, y cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos;
19 Y cuál es la grandeza sobreexcelente de su poder para con nosotros que creemos, según la operación de su fuerza poderosa,
20 La cual obró en Cristo, cuando le resucitó de los muertos, y le sentó a su propia diestra en los lugares celestiales,
21 Mucho más allá de todo principado, y potestad, y potencia, y dominio, y cada nombre que se nombra, no sólo en este mundo, sino también en el venidero;
22 Y ha sometido todas las cosas bajo sus pies, y le dio para ser la cabeza sobre todas las cosas a la iglesia,
23 La cual es su cuerpo, la plenitud de él que lo llena todo en todo.
Capítulo 2
1 Y vosotros, él ha vivificado, quienes estabais muertos en delitos y pecados,
2 En el tiempo pasado anduvisteis conforme al curso de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia;
3 Entre los cuales también todos nosotros tuvimos nuestra conversación en los tiempos pasados en las concupiscencias de nuestra carne y de la mente; y éramos por naturaleza hijos de ira, aún como los demás.
4 Pero Dios, quien es rico en misericordia, por su gran amor con que él no amó.
5 Aun cuando éramos muertos en pecados, nos vivificó junto con Cristo, (por gracia sois salvos);
6 Y nos ha levantado juntamente con él, y nos ha hecho sentar juntos en lugares celestiales en Cristo Jesús;
7 Que en los siglos venideros él pueda mostrar las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
8 Porque por gracia sois salvos por la fe; y no de vosotros; es el don de Dios;
9 No por obras, para que nadie se gloríe.
10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios ha ordenado antes que debemos andar en ellas.
11 Por tanto acordaos, que siendo vosotros en tiempo pasado Gentiles en la carne, quienes son llamados incircuncisos por aquellos que se llaman la circuncisión en la carnes hecho por manos.
12 Que en aquel tiempo estabais sin Cristo, siendo alejados de la república de Israel y extranjeros de los convenios de promesa, sin esperanza, y sin Dios en el mundo.
13 Pero ahora en Cristo Jesús vosotros que en otro tiempo estabais lejos sois hechos cercanos por la sangre de Cristo.
14 Porque él es nuestra paz, quien ha hecho de ambos uno, y ha derribado la pared intermedia de partición entre nosotros;
15 Habiendo abolido en su carne la enemistad, aun la ley de los mandamientos contendios en las ordenanzas; para hacer en sí mismo de los dos un hombre nuevo, así haciendo la paz;
16 Y para que pueda reconciliar ambos a Dios en un cuerpo por la cruz, habiendo matado por ella la enemistad:
17 Y vino, y predicó la paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca.
18 Porque por él ambos nosotros dos tenemos la entrada por un Espíritu al Padre.
19 Así que ahora ya no sois extranjeros y advenedizos, sino conciudadanos con los santos, y de la familia de dios;
20 Y sois edificados sobre el fundamentos de los apóstoles y profetas, siendo Jesu Cristo mismo la piedra principal del ángulo;
21 En quien todo el edificio bien coordinado junto crece para ser un templo santo en el Señor:
22 En quien también vosotros sois juntamente edificados para una habitación de Dios por el Espíritu.
Capítulo 3
1 Por esta causa yo Pablo, el prisionero de Jesu Cristo por vosotros los Gentiles,
2 Si habéis oído de la dispensación de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros:
3 Como que por revelación me fue hecho conocido el misterio; (como antes escribí en pocas palabras,
4 Por lo cual, cuando leéis, podáis entender mi conocimiento en el misterio de Cristo),
5 Que en otros siglos no fue hecho conocido a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu;
6 Que los gentiles pueden ser coherederos, y del mismo cuerpo, y participantes de su promesa en Cristo por el evangelio:
7 Del cual yo fui hecho un ministrador, según el don de la gracia de Dios dado a mí por la operación eficaz de su poder.
8 A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, es dada esta gracia, que yo debo predicar entre los Gentiles las inescrutables riquezas de Cristo;
9 Y para hacer que vean todos los hombres cuál es la comunión del misterio, que desde el principio del mundo había sido escondido en Dios, quien creó todas las cosas por Jesu Cristo:
10 Al propósito que ahora a los principales y poderes en lugares celestiales pueda ser conocida por la iglesia la multiforme sabiduría de Dios,
11 Según el eterno propósito que él se propuso en Cristo Jesús nuestro Señor.
12 en quien tenemos denuedo y acceso con confianza por la fe de él.
13 Por lo cual pido que no desmayéis a causa de mis tribulaciones por vosotros, las cuales son vuestra gloria.
14 Por esta causa doblo mis rodillas al padre de nuestro Señor Jesu Cristo,
15 De quien la familia entera en el cielo y en la tierra es nombrada,
16 Para que él os dé, conforme a las riquezas de su gloria, para ser fortalecidos con poder por su Espíritu en el hombre interior;
17 Que Cristo pueda morar en vuestros corazones por la fe; para que vosotros, siendo arraigados y afirmados en amor,
18 Podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura, y la longitud, y la profundidad, y la altura;
19 Y para conocer el amor de Cristo, que sobrepuja a todo conocimiento; para que podáis ser llenos con toda la plenitud de Dios.
20 Ahora a él que es poderoso para hacer mucho más abundantemente sobre todo lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros,
21 A él sea gloria en la iglesia por Cristo Jesús por todas las edades, por siempre jamás. Amen.
Capítulo 4
1Yo entonces, el prisionero del Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que sois llamados,
2 Con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos los unos a los otros en amor;
3 Procurando a guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.
4 Hay un cuerpo, y un Espíritu, aun como vosotros sois llamados en una esperanza de vuestro llamamiento;
5 Un Señor, una fe, un bautismo,
6 Un Dios y Padre de todos, quien es sobre todo, y por todo, y en todos vosotros.
7 Pero a cada uno de nosotros es dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo.
8 Por lo cual dice: Cuando él había ascendido a las alturas, él llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres.
9 (Ahora, él que subió, ¿qué es , sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra?
10 El que descendió es el mismo que también subió por arriba más alto que los cielos, para que él pueda llenar todas las cosas.)
11 Y él dio unos, apóstoles; y a otros, profetas, y a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros;
12 Para el perfeccionamiento de los santos, para la obra del ministerio, para le edificación del cuerpo de Cristo;
13 Hasta que todos lleguemos en la unidad de la fe, y del conocimiento del Hijo de Dios, a un hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo:
14 Que ya no mas seamos niños fluctuantes, echados de aquí para allá, y llevados por todos lados con cada viento de doctrina, por estratagema de hombres, y el artificio de astucia, por los cuales están en espera para engañar;
15 Pero hablando la verdad en amor, podáis crecer a él en todas las cosas, que es la cabeza, aun a Cristo:
16 Del cual el cuerpo entero bien ligado y compactado por lo que cada coyuntura suple, conforme a la operación eficaz en la medida de cada miembro, hace el aumento del cuerpo para la edificación del mismo en amor.
17 Esto, por eso, digo, y testifico en el Señor; que ya no andéis como los otros Gentiles, en la vanidad su su mente,
18 Habiendo el entendimiento entenebrecido, siendo alejados de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la ceguedad de su corazón:
19 quien habiendo perdido la habilidad de sentir, han entregados a sí mismos a la lascivia, para obrar toda inmundicia con ansia.
20 Pero vosotros no habéis aprendido así a Cristo;
21 Si es que le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, como la verdad es en Jesús;
22 Que os quitéis tocante la conversación del hombre viejo, que está corrupta conforme a las concupiscencias engañosas;
23 Y sea renovado en el espíritu de vuestra mente;
24 Y que vestíos del hombre nuevo, que es creado según Dios en justicia y en santidad verdadera.
25 Por lo cual desechando la mentira, hablad cada hombre verdad con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros.
26 Airaos, pero no pequéis: que no baja el sol sobre vuestro enojo:
27 Ni deis lugar al diablo.
28 El que hurtaba, no hurte más; sino que trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que él pueda tener para dar al que tiene necesidad.
29 Que ninguna palabra corrupta salga de vuestra boca, sino la que es buena para el uso de la edificación, para que la puede ministrar gracia a los oyentes.
30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual estáis sellados hasta el día de la redención.
31 Que todo amargura, y enojo, y ira, y clamor, y maledicencia, sea quitada de entre vosotros, con toda malicia:
32 Y sed benignos los unos con los otros, compasivos, perdonándoos los unos a los otros, aun como Dios por amor de Cristo os ha perdonado.
Capítulo 5
1 Sed, pues, seguidores de Dios, como hijos amados;
2 y andad en amor, como también Cristo no ha amado, y ha entregado a sí mismo por nosotros como una ofrenda y un sacrifico a Dios en olor suave.
3 Pero la fornicación, y toda inmundicia, o avaricia, ni a una vez sea nombrado entre vosotros, como conviene a santos;
4 Ni palabras sucias, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen; sino acciones de gracias.
5 Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es un idólatra, tiene algo de herencia en el reina de Cristo y de Dios.
6 Nadie os engañe con palabras vanas; porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.
7 No seáis, pues, partícipes con ellos.
8 Porque vosotros antes erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor: andad como hijos de luz:
9 (Porque el fruto del Espíritu es en toda bondad y justicia y verdad);
10 Aprobando lo que es agradable al Señor.
11 Y no tengáis comunión con las obras infructuosas de las tinieblas, sino antes reprobadlas.
12 Porque vergonzoso es aun hablar de aquellas cosas que hacen ellos en oculto.
13 Pero todas las cosas que son reprobadas son hechas manifiestas por la luz; porque lo que hace manifestada es luz.
14 Por lo cual dice: Despiértate tú que duermes, y levántate de los muertos, y Cristo te dará luz.
15 Mirad, entonces, que andéis con avisadamente; no como necios, sino como sabios,
16 Redimiendo el tiempo, porque los días son malos.
17 Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál es la voluntad del Señor.
18 Y no os embriaguéis con vino, en lo cual hay exceso, pero sed llenos del Espíritu;
19 hablando entre vosotros en salmos, y himnos, y canciones espirituales, cantando y haciendo melodía en vuestros corazones al Señor;
20 Dando gracias siempre por todas las cosas a Dios y al Padre en el nombre de nuestro Señor Jesu Cristo.
21 Sujetándoos los unos a los otros en el temor de Dios.
22 Esposas, sujetad a sus propios maridos, como al Señor.
23 Porque el marido es la cabeza de la esposa, aun como Cristo es la cabeza de la iglesia; y él es el Salvador del cuerpo.
24 Por eso como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las esposas deben ser a sus propios maridos en todo.
25 Maridos, amad a vuestras esposas, aun como Cristo también amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella;
26 Para que él pueda santificarla y limpiarla con el lavamiento de agua por la palabra,
27 Para que él pueda presentarla a sí mismo una iglesia gloriosa, no teniendo manca, ni arruga, o cosa semejante; sino que la debe ser santa y sin mancha.
28 Así también los maridos deben amar a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo ama.
29 Porque ningún hombre jamás aborreció su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, aún como Cristo a la iglesia;
30 Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne, y de sus huesos.
31 Por esta causa dejará el hombre a su padre y a su madre, y se juntará a su esposa, y los dos serán una carne.
32 Esto es un misterio grande; mas yo hablo en cuanto a Cristo y la iglesia.
33 Sin embargo que cada uno de vosotros en particular ame así a su esposa como a sí mismo; y la esposa ven que reverencia a su marido.
Capítulo 6
1 Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor; porque esto es justo.
2 Honra a tu padre y a tu madre; (que es el primer mandamiento con promesa);
3 Para que pueda ser bien contigo, y puedas vivir mucho tiempo en la tierra.
4 Y, vosotros padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos; sino criadlos en la disciplina y amonestación del Señor.
5 Siervos, obedeced a los que son vuestros amos según la carne, con temor y temblor, en la sencillez de vuestro corazón, como a Cristo;
6 No con servicio al ojo, como los que buscan agradar a los hombres; sino como siervos de Cristo, haciendo la voluntad de Dios de corazón;
7 Con buena voluntad haciendo servicio, como al Señor, y no a los hombres;
8 Sabiendo que cualquier cosa buena que uno hace, el mismo recibirá el Señor, sea siervo o sea libre.
9 Y, vosotros amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas; sabiendo que vuestro Amo también está en el cielo; y para él no hay acepción de personas.
10 Finalmente, hermanos míos, sed fortalecidos en el Señor, y en el poder de su fuerza.
11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
12 Porque no luchamos contra carne y sangre, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra malicias espirituales en los lugares altos.
13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo hecho todo, estar firmes.
14 Estad, pues, firmes, teniendo vuestros lomos ceñidos con la verdad; y habiendo puesto la coraza de justicia;
15 Y calzados vuestros pies con la preparación del evangelio de paz;
16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
18 Orando siempre con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;
19 Y por mí, para que me pueda ser dada palabra, para que puedo abrir mi boca con denuedo, para hacer conocido el misterio del evangelio,
20 Por el cual soy un embajador en cadenas; para que en ellas puedo hablar osadamente, como debo hablar.
21 Mas para que también vosotros podáis saber mis asuntos, y como yo hago, Tíchico, un hermano amado y fiel ministro en el Señor, os dará a conocer todas las cosas;
22 A quien os he enviado para el mismo propósito, para que podáis entender lo que pasa entre nosotros, y para que él pueda consolar vuestros corazones.
23 Paz sea a los hermanos, y amor con fe, de Dios el Padre, y del Señor Jesu Cristo.
24 Gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesu Cristo en sinceridad. Amén.
A los Efesios de Roma, por Tíchico.
FILIPENSES
1 Pablo y Timoteo, siervos de Jesu Cristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos;
2 Gracia sea a vosotros, y paz, de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesu Cristo.
3 Doy gracias a mí Dios en toda memoria de vosotros,
4 Siempre en cada oración mía por todos vosotros haciendo súplicas con gozo.
5 Por vuestra comunión en el evangelio desde el primer día hasta ahora;
6 Estando confiado de esta misma cosa, que él que ha comenzado en vosotros una buena obra, la cumplirá hasta el día de Jesu Cristo;
7 Así como es justo para mí pensar esto de todos vosotros, porque os tengo en mi corazón; puesto que ambos en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois partícipes de mi gracia.
8 Porque Dios me es testigo, como os deseo vehementemente a todos vosotros en las entrañas de Jesu Cristo.
9 Y esto oro, que vuestro amor pueda abundar aún más y más en conocimiento y en todo juicio;
10 Para que podáis aprobar las cosas que son excelentes; para que podáis ser sinceros e irreprensibles para el día de Cristo;
11 Siendo llenos con los frutos de justicia, que son por Jesu Cristo, para gloria y alabanza de Dios.
12 Más quiero que entendáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido han contribuido más bien al adelantamiento del evangelio;
13 De tal manera que mis cadenas son manifiestas en todo el palacio, y en otros demás lugares.
14 Y muchos de los hermanos en el Señor, tomando ánimo por mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor.
15 Algunos, de verdad, predican a Cristo aún de envidia y contienda, y algunos también de buena voluntad;
16 Los unos predican a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones;
17 Pero el otro por amor, sabiendo que soy puesto por la defensa del evangelio.
18 ¿Qué pues? No obstante, de todas maneras, si por pretexto, o por verdad, Cristo es predicado; y en esto me regocijo, sí, y regocijaré.
19 Porque sé que esto se me tornará a mí salvación por vuestra oración, y la suministración del Espíritu de Jesu Cristo.
20 Conforme a mi expectación ardiente y mi esperanza, que en nada seré avergonzado, antes que con todo denuedo, como siempre, así ahora también Cristo será magnificado en mi cuerpo, si es por vida, o por muerte.
21 Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.
22 Mas si yo vivo en la carne, este es el fruto de mi trabajo; entonces lo que debo escoger no sé.
23 Porque estoy en un estrecho entre dos, teniendo deseo de partir, y estar con Cristo, que es mucho mejor;
24 Sin embargo para quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros.
25 Y teniendo esta confianza, sé que permaneceré y continuaré con todos vosotros para vuestro provecho y gozo de la fe;
26 Para que vuestro regocijo pueda ser más abundante en Jesu Cristo para mí por mi venida a vosotros otra vez.
27 Solamente que vuestra conversación sea como conviene el evangelio de Cristo; para que sí vengo y os veo, o que esté ausente, puedo oír de tus negocios, que estáis firmes en un mismo espíritu, con un mismo mente luchando juntamente por la fe del evangelio;
28 Y en nada aterrados por vuestros adversarios; que es para ellos un indicio evidente de perdición, pero a vosotros de salvación, y esto de Dios.
29 Porque a vosotros es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por amor de él;
30 Teniendo el mismo conflicto que visteis en mí, y ahora oís estar en mí.
Capítulo 2
1 Por tanto si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algunas entrañas y misericordias,
2 Cumplid mi gozo, que penséis lo mismo, teniendo el mismo amor, siendo unánimes, de una misma mente.
3 Que nada sea hecho por contienda o por vanagloria; antes en humildad de mente que cada uno estime otros más mejor que sí mismos.
4 No miráis cada uno a sus propias cosas, sino que cada cual también a las cosas de los demás.
5 Que sea esté mente en vosotros, que también hubo en Cristo Jesus:
6 Quien, siendo en la forma de Dios, no pensó que era rapiña ser igual a Dios;
7 Sino hizo de sí mismo de ninguna reputación, y tomó sobre él la forma de un siervo, y fue hecho semejante a los hombres;
8 Y siendo hallado en forma como un hombre, se humilló a sí mismo, y se hizo obediente hasta la muerte, aún la muerte de la cruz.
9 Por lo cual Dios también le ha exaltado altamente, y le dio un nombre que es sobre todo nombre;
10 Que al nombre de Jesús cada rodilla debe arrodillarse, de cosas en el cielo, y cosas en la tierra, y cosas debajo de la tierra;
11 Y que cada lengua debe confesar que Jesu Cristo es el Señor, para la gloria de Dios Padre.
12 Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, obrad vuestra propia salvación con temor y temblor.
13 Porque Dios es el que obra en vosotros ambos para querer y hacer de su buen placer.
14 Haced todo sin murmuraciones y contiendas;
15 Para que seáis irreprensibles y sencillos, los hijos de Dios, sin reprensión, en medio de una nación maligna y perversa, entre los cuales resplandecéis como luminares en el mundo;
16 Manteniendo la palabra de vida; para que yo pueda regocijarme en el día de Cristo, que yo no he corrido en vano, ni he trabajado en vano.
17 Sí, y si soy ofrecido sobre el sacrifico y servicio de vuestra fe, me gozo, y regocijo con todos vosotros.
18 Por la misma causa también gozáis, y regocijáis conmigo.
19 Pero espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo también puedo ser consolado, cuando conozco vuestro estado.
20 Porque no tengo ningún hombre de la mismo mente, que sinceramente se interese por vosotros.
21 Porque todos buscan los suyos, no las cosas que son de Jesu Cristo.
22 Pero vosotros sabéis la prueba de él, que, como un hijo con su padre, él ha servido conmigo en el evangelio.
23 Por esto espero enviarle pronto, tan pronto como vea como irá conmigo;
24 Mas confío en el Señor que yo también vendré pronto
25 Sin embargo suponía necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano, y compañero en trabajo, y soldado consiervo, pero vuestro mensajero, y él que ministró a mis necesidades.
26 Porque tenía deseo vehemente de veros todos, y fue llenado de angustia, porque habiáis oído que él había estado enfermo.
27 Porque verdaderamente estuvo enfermo hasta el punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él; y no solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza.
28 Por eso le envió con más cuidado, para que, cuando le veáis otra vez, podáis regocijar, y que yo puedo estar menos angustiado.
29 Recibidle, pues, en el Señor con todo alegría; y tened en estima a los tales;
30 Porque por la obra de Cristo estuvo cercano a la muerto, no considerando su vida, para suplir su falta de servicio para conmigo.
Capítulo 3
1 Finalmente, hermanos míos, regocijaos en el Señor. Para escribiros las mismas cosas, para mí ciertamente no es gravoso, mas por vosotros es seguro.
2 Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de la concisión.
3 Porque nosotros somos la circuncisión, los cuales que adoramos a Dios en el espíritu, y regocijamos en Cristo Jesús, y no tenemos confianza en la carne.
4 Aunque yo también puedo tener más de que confiar en la carne. Si algún otro hombre piensa que él tiene de qué confiar en la carne, yo más;
5 Circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, un hebreo de los hebreos, en cuanto a la ley, un fariseo;
6 En cuanto a celo, persiguiendo a la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible.
7 Pero las cosas que eran para mí ganancia, las he contado como pérdida por amor de Cristo.
8 Sí sin duda, y yo cuento todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús mí Señor; por quien he sufrido pérdida de todas las cosas, y las cuento como si fuera estiércol, para que puedo ganar Cristo,
9 Y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es de la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por fe;
10 Para que yo pueda conocerle, y el poder de su resurrección, y la comunión de sus padecimientos, siendo hecho conforme a su muerte;
11 Si en alguna manera yo pueda llegar a la resurrección de los muertos.
12 No como si ya hubiese alcanzado yo, ni fuera ya perfecto; mas prosigo, si que puedo aprehender aquello que por los cual soy también aprehendido de Cristo Jesús.
13 Hermanos, no cuento de mí mismo de haber aprehendido; pero esta cosa única hago, olvidando las cosas que quedan atrás, y extendiéndome a esas cosas que están adelante,
14 Prosigo hacia el blando por el premio de la alta vocación de Dios en Cristo Jesús.
15 Que nosotros por eso, tantos que somos perfectos, seamos de esta mente; y si en alguna cosa sois de otra mente, esto también os revelará Dios.
16 Sin embargo, en aquello en que ya hemos alcanzado, andemos por la misma regla, que pensamos la misma cosa.
17 Hermanos, sed juntamente seguidores de mí, y señalad a los que así andan como nos tenéis por ejemplo.
18 (Porque muchos andan, de quienes os he dicho muchas veces, y ahora os digo aun llorando, que ellos son enemigos de la cruz de Cristo;
19 Cuyo fin será destrucción, cuyo dios es su vientre, y cuya gloria es en su vergüenza, que piensan en las cosas terrenales).
20 Porque nuestra conversación está en el cielo; de donde esperamos el Salvador, al señor Jesu Cristo;
21 Quien cambiará nuestro vil cuerpo, para que pueda ser hecho en semejanza a su cuerpo glorioso, según la operación con la cual puede aun sujetar a sí todas las cosas.
Capítulo 4
1 Así que, hermanos míos muy amados y deseados, mi gozo y corona, estad así firmes en el Señor, mis queridos amados.
2 Ruego a Euodias, y ruego a Sintique, que sean del mismo mente en el Señor.
3 También te ruego, compañero fiel, ayuda a aquellas mujeres que trabajaron conmigo en el evangelio, con Clemente también, y con mis otros colaboradores, cuyos nombres están en el libro de la vida.
4 Regocijaos en el Señor siempre, y otra vez digo, Regocijaos.
5 Que vuestra moderación sea conocida a todos los hombres. El Señor está cerca.
6 Por nada estéis solícitos, sino que en todo por oración y súplica con acción de gracias dejen que vuestras peticiones sean dadas a conocer a Dios.
7 Y la paz de Dios que sobrepuja todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestra mentes por Cristo Jesús.
8 Finalmente, hermanos, tales cosas que son honestas, tales cosas que son justas, tales cosas que son puras, tales cosas que son amable, tales cosas que son de buen nombre; si hay alguna virtud, y si hay alguna alabanza, pensad en estas cosas.
9 Aquellas cosas, que os habéis aprendido y recibido y oído, y visto en mí, haced; y el Dios de paz estará con vosotros.
10 Mas regocijé en el Señor en gran manera, que ahora al fin de vuestro cuidado de mí, habéis florecido de nuevo; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad.
11 No que hablo en respeto de necesidad; porque he aprendido, en cualquier estado que estoy, en esto a estar contento.
12 Sé como estar humillado, y como abundar; en todo lugar y en todas las cosas soy instruido ambos para estar harto y para sufrir hambre, ambos abundar y padecer necesidad.
13 Puedo hacer todo por Cristo que me fortalece.
14 Sin embargo, habéis hecho bien, que os comunicasteis con mi aflicción.
15 Ahora vosotros Filipenses también sabéis, que en el principio del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia me comunicó conmigo con respecto de dar y recibir, sino vosotros solos.
16 Porque aún en Tesolónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades.
17 No porque yo deseo una dádiva, sino que deseo fruto que pueda abundar en vuestra cuenta.
18 Pero tengo todo, y abundo; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito las cosas que fueron enviados de vosotros, un olor de una fragancia dulce, sacrificio aceptable, agradable a Dios.
19 Mas mi Dios suplirá toda vuestra necesidad según sus riquezas en gloria por Cristo Jesús.
20 Ahora al Dios y nuestro Padre sea gloria por y para siempre. Amén.
21 Saludad a cada santo en Cristo Jesús. Los hermanos que están conmigo os saludan.
22 Todos los santos os saludan, especialmente los que son de la casa de César.
23 La gracia de nuestro Señor Jesu Cristo sea con todos vosotros. Amén.
A los Filipenses escrito de Roma por Epafrodito.
COLOSENSES
1 Pablo, un apóstol de Jesu Cristo por la voluntad de Dios, y Timoteo nuestro hermano.
2 A los santos y hermanos fiels en Cristo que están en Colosas; Gracia sea a vosotros, y paz, de Dios nuestro Padre y el Señor Jesu Cristo.
3 Damos gracias al Dios y Padre de nuestro Señor Jesu Cristo, siempre orando por vosotros,
4 Desde oímos de vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos,
5 Por la esperanza que os esta guardada en el cielo, de la cual oísteis antes en la palabra de la verdad del evangelio;
6 El cual es venido hasta vosotros, como está por todo el mundo, y trae fruto, como hace también en vosotros, desde el día que lo oístes, y conocisteis la gracia de Dios en verdad:
7 Como aprendisteis también vosotros de Epafras, nuestro consiervo amado, que es para vosotros un ministro fiel de Cristo;
8 Quien también nos ha declarado vuestro amor en el Espíritu.
9 Por esta causa también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de desear que podáis ser llenados con el conocimiento de su voluntad en toda sabiduría y entendimiento espiritual;
10 Para que podáis andar digno del Señor agrandándole en todo, siendo fructificados en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios;
11 Fortalecidos con todo poder, conforme a su poder glorioso, a toda paciencia y longanimidad con gozo;
12 Dando gracias al Padre, que nos ha hecho idóneos para participar de la herencia de los santos en luz;
13 Quien nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y nos ha traslado al reino de su amado Hijo;
14 En quien tenemos redención por su sangre, aún el perdón de pecados;
15 Quien es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda criatura.
16 Porque por él fueron creadas todas las cosas, que están en el cielo, y que están en la tierra, visible e invisibles, sean tronos o dominos, principados, o potestades: todas las cosas fueron creados por él, y para él.
17 Y él es antes de todas las cosas, y por él todas las cosas consisten.
18 Y él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia; quien es el principio, el primogénito de entre los muertos; para que en todas cosas él pueda tener la preeminencia.
19 Porque agradó al Padre que en él debiese morar toda plenitud;
20 Y, habiendo hecho paz por la sangre de su cruz, reconciliar por él todas las cosas consigo mismo; por él, yo digo, si son cosas que están en la tierra, o cosas que están en el cielo.
21 Y vosotros, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente por malas palabras, ahora os ha reconciliado él.
22 En el cuerpo de su carne por la muerte, para presentaros santos y sin mancha y irreprensibles delante de él:
23 Si permanecéis en la fe fundados y afirmados, y no sean movidos de la esperanza del evangelio, que os habéis oído, y que fue predicado a cada criatura que está debajo del cielo; del cual yo Pablo soy hecho un ministro.
24 Que ahora regocijo en mis sufrimientos por vosotros, y cumplo en mi carene lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia;
25 De la cual soy hecho ministro, según la dispensación de Dios que me fue dada para con vosotros, para cumplir la palabra de Dios;
26 Aún el misterio que había sido escondido desde los siglos y de generaciones, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos,
27 A quienes Dios quiso dar a conocer que es las riquezas de las gloria de este misterio entre los Gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria:
28 A quien predicamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a cada hombre en toda sabiduría; para que podamos presentar todo hombre perfecto en Cristo Jesús.
29 En lo cual yo también trabajo, luchando según su operación, que obra en mí poderosamente.
Capítulo 2
1 Porque quiero que sepáis cuán gran conflicto tengo por vosotros, y por los que están en laodicea, y por todos los que nunca han visto a mi rostro en la carne.
2 Para que sus corazones puedan ser consolados, siendo entretejidos en amor, y hasta todas riquezas de la seguridad plena del entendimiento, al reconocimiento del ministerio de Dios, y del Padre, y de Cristo;
3 En quien están escondidos todos los tesoros de sabiduría y conocimiento.
4 Y esto digo, para que nadie os engañe con palabras seductoras.
5 Porque aunque estoy ausente en cuerpo, yo estoy contigo en el espíritu, gozándome y mirando vuestro orden, y la firmeza de vuestra fe en Cristo.
6 Como habéis recibido Cristo Jesús el Señor, así andad en él.
7 Arraigados y sobreedificados en él, y establecidos en la fe, como habéis sido enseñados, abundando en ella con acciones de gracias.
8 Mirad que nadie os engañe por filosofías y vano engaño, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo.
9 Porque en él mora toda la plenitud de la divinidad corporalmente.
10 Y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad;
11 En quien también sois circuncidados con la circuncisión no hecha de mano, en despojando el cuerpo de los pecados de la carne por la circuncisión de Cristo;
12 Sepultados juntamente con él en bautismo, en el cual también sois resucitados con él por la fe de la operación de Dios, que le levantó de los muertos.
13 Y a vosotros, estando muertos en vuestros pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os habéis dado vida juntamente con él, habiéndoos perdonado todos los pecados;
14 Rayendo la escritura de ordenanzas que era en contra de nosotros, que nos era contraria, y lo la quitó de en medio, clavándola en la cruz;
15 Y habiendo despojado a los principados y las potestades, los sacó a vergüenza públicamente, triunfando sobre ellos en ella.
16 Por esto nadie os juzgue en comida, o en bebida, o en respecto de un día santo, o de una luna nueva, o de los días sábados;
17 que son una sobra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.
18 Nadie os defraude de vuestro premio con el pretexto de una humildad voluntaria y adoración de ángeles, metiéndose en las cosas que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal,
19 Y no asiéndose la Cabeza, de la cual todo el cuerpo alimentado y conjunto por las ligaduras y coyunturas, crece con el crecimiento de Dios.
20 Por lo tanto si sois muertos con Cristo a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si fuerais viviendo en el mundo, os sometéis a ordenanzas
21 (No toques, no gustes, no manejes;
22 Que todos han de perecer con el uso;) según de los mandamientos y doctrinas de hombres?
23 Tales cosas tienen a la verdad alguna apariencia de sabiduría en adoración voluntaria, y humildad, y en menesprecio del cuerpo; no para alguna honra al satisfacción de la carne.
Capítulo 3
1 Si vosotros entonces sois resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo esta sentado a la diestra de Dios.
2 Poned vuestra afecto en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
3 Porque muertos sois, y vuestra vida está escondida en Cristo en Dios.
4 Cuando Cristo, quien es nuestra vida, aparezca, entonces vosotros también apareceréis con él en gloria.
5 Haced morir, entonces, vuestros miembros que están sobre la tierra; fornicación, inmundicia, afectos desordenados, mala concupiscencia, y avaricia, la cual es idolatría;
6 Por las cuales cosas la ira de Dios viene sobre los hijo de desobediencia;
7 En las cuales vosotros también andabais en otro tiempo, cuando vivíais en ellas.
8 Mas ahora quitaos todas estas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras sucias de vuestra boca.
9 No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado el hombre viejo con sus hechos;
10 Y os habéis puesto el nuevo hombre, que es renovado en conocimiento conforme a la imagen de aquel que lo creó;
11 Donde no hay Griego ni Judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni Scita, siervo ni libre; sino Cristo es todo, y en todos.
12 Vestíos, pues, como los eligidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de longanimidad;
13 Soportándoos los unos a los otros, y perdonándoos los unos a los otros, si alguno tiene queja contra alguien, aún como Cristo os perdonó, vosotros también hacedlo así.
14 Y sobre todas estas cosas vestíos de caridad, que es el vínculo de la perfección.
15 Y que la paz de Dios reine en vuestros corazones, a la cual también sois llamados en un cuerpo; y sed agradecidos.
16 Que la palabra de Cristo more en vosotros ricamente en toda sabiduría; enseñándoos y amonestándoos los unos a los otros con salmos, e himnos, y cánticos espirituales, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor.
17 Y todo lo que hacéis en palabra o en hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracia al Dios y Padre por medio de él.
18 Casadas, sujetados a vuestros propios maridos, como es conveniente en el Señor.
19 Maridos, amad a vuestras esposas, y no seáis amargos contra ellas.
20 Hijo, obedeced a vuestros padres en todas las cosas; porque esto agrada al Señor.
21 Padre, no provoquéis a ira a vuestros hijos, para que no se desanimen.
22 Siervos, obedeced en todo a vuestros amos según la carne; no sirviendo al ojo, como los que agradan a los hombres, sino con sencillez de corazón, temiendo a Dios:
23 Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como al Señor, y no a los hombres;
24 Sabiendo que del Señor recibiréis el galardón de la herencia; porque al Señor Cristo servís.
25 Mas el que hace mal recibirá por el mal que hiciere; y no hay acepción de personas.
Capítulo 4
Amos, dad a vuestros siervos lo que es justo y adecuado; sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en el cielo.
2 Continuad en la oración, y velad en ella con acción de gracias;
3 Orando juntamente también por nosotros, que Dios nos abriría una puerta de la palabra, para hablar el misterio de Cristo, por el cual yo también esto preso;
4 Para que yo pueda hacerlo manifiesto, como debo hablar.
5 Andad en sabiduría para con los de afuera, redimiendo el tiempo.
6 Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis como debéis responder a cada hombre.
7 Todo mi estado os declarará Tichico, quien es un hermano amado, y un ministro fiel y consiervo en el Señor;
8 Quien os he enviado para el mismo propósito, para que él pueda conocer tu estado, y consolar vuestros corazones;
9 Con Onésimo, un hermano fiel y amado, quien es uno de vosotros. Ellos os harán saber todas las cosas que se hace aquí.
10 Os saluda Aristarco mi compañero en prisiones, y Marcos, el sobrino de Barnabás, (acerca del cual habéis recibido mandamientos; si viniere a vosotros, le recibidle;)
11 Y Jesús, que es llamado Justo, que son de la circuncisión. Sólo estos son mis colaboradores en el reino de Dios; los cuales me han sido un consuelo.
12 Os saluda Epafras, quien es uno de vosotros, un siervo de Cristo; siempre esforzándose fervientemente por vosotros en sus oraciones, para que podáis estar perfectos y completos en toda la voluntad de Dios.
13 Porque yo le doy testimonio, que él tiene un gran celos por vosotros, y por los que están en Laodicea, y por ellos en Hierápolis.
14 Os saluda Lucas, el médico amado, y Demas.
15 Saludad a los hermanos que están en Laodicea, y a Ninfas, y a la iglesia que está en su casa.
16 Y cuando esta epístola sea leída entre vosotros, haced que también sea leído en la iglesia de los Laodicenses; y que asimismo leáis la epístola de Laodicea.
17 Y decid a Arquipo, Mira que cumplas el ministerio que has recibido en el Señor.
18 La salutación de mi mano, de Pablo. Acordaos de mis cadenas. La gracia sea con vosotros. Amén.
Escrito de Roma a los Colosenses con Tichico y Onésimo.
PRIMERO DE TESALONICENSES
1 Pablo, y Silvano, y Timoteo, a la iglesia de los Tesalonicenses que es en Dios el Padre y en el Señor Jesu Cristo; Gracia sea a vosotros, y paz, de Dios nuestro Padre, y el Señor Jesu Cristo.
2 Damos gracias siempre a Dios por todos vosotros, haciendo mención de vosotros en nuestras oraciones;
3 Acordando sin cesar vuestra obra de fe, y trabajo de amor, y paciencia de esperanza en nuestro Señor Jesu Cristo, delante del Dios y nuestro Padre.
4 Sabiendo, hermanos amados, vuestra elección de Dios.
5 Porque nuestro evangelio no llegó a vosotros sólo en palabra, sino también en poder, y en el Espíritu Santo, y en mucha seguranza; como bien sabéis que clase de hombres fuimos entre vosotros por amor de vosotros.
6 Y os hicisteis seguidores de nosotros, y del Señor, habiendo recibido la palabra en mucha aflicción, con gozo del Espíritu Santo;
7 Así que fuisteis ejemplos a todos que creen en Macedonia y Acaya.
8 Porque de vosotros resonó la palabra del Señor, no sólo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe hacía Dios esta divulgada; de modo que no tenemos necesidad de hablar nada.
9 Porque ellos mismos cuenta de nosotros de qué manera de entrada tuvimos a vosotros, y como os convertisteis a Dios de ídolos, para servir al Dios vivo y verdadero.
10 Y para esperar del cielo a su Hijo, al cual él resucitó de los muertos, aún Jesús, el cual nos libró de la ira venidera.
Capítulo 2
1 Porque vosotros mismos, hermanos, sabéis nuestra entrada a vosotros, que no fue en vano;
2 Pero aún después de haber antes padecido, y fuimos vergonzosamente maltratados, como os sabéis, en Filipos, que tuvimos denuedo en nuestro Dios para hablaros el evangelio de Dios con mucha contención.
3 Porque nuestra exhortación no fue de error, ni de inmundicia, ni por engaño;
4 Sino como fuimos aprobados de Dios ser encargados con el evangelio, así hablamos; no como los que agradan a los hombres, sino a Dios, el cual prueba nuestros corazones.
5 Porque nunca jamás usamos palabras lisonjeras, como vosotros sabéis, ni pretexto de avaricia; Dios es testigo;
6 Ni de los hombre buscamos gloria, ni de vosotros, ni aún de otros, cuando podíamos haber sido carga, como los apóstoles de Cristo.
7 Antes fuimos cariñosos entre vosotros, aún como la nodriza que acaricia a sus propios hijos:
8 Así siendo cariñosamente deseoso de vosotros, hubiéramos querido entregaaros, no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias almas, porque vosotros nos erais queridos.
9 Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; que trabajando de noche y día, para no ser carga a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios.
10 Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa y justa e irreprensiblemente nos portábamos entre vosotros que creísteis.
11 Como sabéis que exhortábamos y confortábamos a cada uno de vosotros, como el padre hace a sus hijos,
12 Que anduvieses digno de Dios, quien os ha llamado a su reino y gloria.
13 Por lo cual también damos gracias a Dios sin cesar, porque, cuando recibisteis la palabra de Dios, que oísteis de nosotros, no la recibisteis como la palabra de hombres, sino como es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa eficazmente también en vosotros que creéis.
14 Porque vosotros, hermanos, os hicisteis seguidores de las iglesias de Dios que en Judea están en Cristo Jesús; porque vosotros también habéis padecido las mismas cosas de vuestros paisanos, aún como ellos han padecidos de los Judíos;
15 Quienes mataron ambos al Señor Jesús y sus propios profetas, y nos han perseguido a nosotros; y no agradan a Dios, y son contrarios a todos hombres;
16 Prohibiéndonos hablar a los gentiles para que puedan ser salvos, para henchir la medida de sus pecados siempre; porque la ira es venida sobre ellos hasta el extremo.
17 Pero nosotros, hermanos, siendo tomados de vosotros por un poco de tiempo, no de corazón, tanto más abundantemente procuramos con mucho deseo ver vuestro rostro.
18 Por lo cual nos habríamos venido a vosotros, aún yo Pablo, una y otra vez; pero Satanás nos impidió.
19 Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de gloria? ¿No sois, pues, vosotros en la presencia de nuestro Señor Jesu Cristo en su venida?
20 Porque vosotros sois nuestra gloria y gozo.
Capítulo 3
1 Por lo cual, cuando no pudimos soportarlo más, nos pareció bien quedarnos en Atenas solos;
2 Y enviamos a Timoteo, nuestro hermano, y ministro de Dios, y nuestro colaborador en el evangelio de Cristo, para estableceros y exhortaros en cuanto a vuestra fe;
3 Para que nadie se conmueva en estas aflicciones; porque vosotros sismos sabéis que nosotros somos puestos para esto.
4 Porque ciertamente cuando estábamos con vosotros, os dijimos de antemano que habíamos de padecer tribulaciones; aun como ha acontecido, y sabéis.
5 Por lo cual, cuando yo no pude sufrir más, envié para conocer vuestra fe, que no os haya tentado de algún modo el tentador, y que nuestro trabajo hubiese sido en vano.
6 Pero ahora cuando Timoteo vino de vosotros a nosotros, y nos trajo las buenas nuevas de vuestra fe y caridad; y que siempre tenéis buena memoria de nosotros, deseando ardientemente vernos; como también nosotros para ver a vosotros;
7 Por esto, hermanos, fuimos confortados de vosotros en toda nuestra aflicción y angustia por vuestra fe;
8 Porque ahora vivimos, si vosotros estáis firmes en el Señor.
9 Por lo cual, ¿qué acción de gracias podremos dar a Dios por vosotros, por todo el gozo con que no gozamos a causa de vosotros delante de nuestro Dios;
10 Orando de noche y de día con gran solicitud, que podamos ver su rostro, y que podamos cumplir lo que falta a vuestra fe?
11 Ahora Dios mismo y Padre nuestro, y nuestro Señor Jesu Cristo, dirija nuestro camino a vosotros.
12 Y el Señor os haga crecer y abundar en amor los unos para con los otros, y para con todos hombres, aun como nosotros hacemos para con vosotros;
13 Para que sean establecidos vuestros corazones irreprensibles en santidad delante de Dios, aun nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesu Cristo con todos sus santos.
Capítulo 4
1 Además os rogamos, hermanos, y os exhortamos en el Señor Jesús, que como has recibido de nosotros de como debéis andar y agradar a Dios, así abundéis más y más.
2 Porque ya sabéis que mandamientos os dimos por el Señor Jesús.
3 Porque ésta es la voluntad de Dios, aun vuestra santificación, que os abstengáis de fornicación;
4 Que cada uno de vosotros sepa tener su vaso en santificación y honor;
5 No en el afecto de concupiscencia, aun como los Gentiles que no conocen a Dios;
6 Que ningún hombre agravie ni defraude en nada a su hermano; porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y testificado.
7 Porque no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación.
8 Así que, el que menosprecia, no menosprecia al hombre, sino a Dios, quien no dio su santo Espíritu.
9 Pero acerca del amor fraternal no tenéis necesidad que os escriba; porque vosotros mismos sois enseñados por Dios a amaros los unos a los otros.
10 Y a la verdad lo hacéis con todos los hermanos que están por toda Macedonia; pero os rogamos, hermanos, que abundéis más y más;
11 Y que estudiéis estar quietos, y hacer vuestros propios negocios, y trabajar con vuestras manos, como os hemos mandado;
12 Para que podáis andar honestamente para con los de afuera, y para que no tengáis necesidad de nada.
13 Mas no quiero que estéis ignorantes, hermanos, acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis, como los otros que no tienen esperanza.
14 Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con él a los que duermen en Jesús.
15 Por los cual os decimos estos por palabra del Señor, que nosotros que vivimos y quedamos hasta la venida del Señor no precederemos a los que duermen.
16 Porque el Señor mismo descenderá del cielo con clamor, con la voz de arcángel, y con la trompeta de Dios; y los muertos en Cristo resucitarán primero:
17 Luego nosotros que vivimos y quedamos seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire; y así estaremos siempre con el Señor.
18 Por tanto, consolaos los unos a los otros con estas palabras.
Capítulo 5
1 Pero acerca de los tiempos y de las sazones, hermanos, no tenéis necesidad de que yo os escriba.
2 Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá como ladrón en la noche.
3 Que cuando dirán: Paz y seguridad; entonces vendrá sobre ellos destrucción de repente, como los dolores a la mujer preñada; y no escaparán.
4 Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón.
5 Todos vosotros sois los hijos de luz, e hijos del día; no somos de la noche, ni de las tinieblas.
6 Por tanto, no durmamos como los demás hacen; sino velemos y seamos sobrios.
7 Porque los que duermen, de noche duermen; y los que están borrachos, de noche están borrachos.
8 Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, vistiéndonos de la coraza de fe y de amor; y por yelmo, la esperanza de salvación.
9 Porque Dios no nos ha puesto para ira, sino para obtener salvación por nuestro Señor Jesu Cristo;
10 El cual murió por nosotros, para que, ya sea que velemos o durmamos, debemos vivir juntamente con él.
11 Por lo cual, consolaos los unos a los otros, y edificaos uno a otros, así como lo hacéis.
12 Y os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan;
13 y que los tengáis en la mayor estima, en amor por causa de su obra. Y tened paz entre vosotros.
14 Ahora os exhortamos, hermanos, que amonestéis a los que andan desordenadamente, que consoléis a los de poco ánimo, que soportéis a los débiles, que seáis pacientes para con todos los hombres.
15 Mirad que ninguno dé a otro hombre mal por mal; antes seguid siempre lo bueno, ambos entre vosotros, y para con todos los hombres.
16 Regocijad siempre.
17 Orad sin cesar.
18 Dad gracia en todo; porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.
19 No apaguéis el Espíritu.
20 No menospreciéis las profecías.
21 Probad todas las cosas; retened lo que es bueno.
22 Absteneos de toda apariencia de mal.
23 Y el mismo Dios de paz os santifique enteramente, y oro a Dios que todo vuestro espíritu y alma y cuerpo sean guardados irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesu Cristo.
24 Fiel es el que os llama; el cual también lo hará.
25 Hermanos, orad por nosotros.
26 Saludad a todos los hermanos con un beso santo.
27 Os conjuro por el Señor que esta epístola sea leída a todos los santos hermanos.
28 La gracia de nuestro Señor Jesu Cristo sea con vosotros. Amén.
La primera epístola a los tesalonicenses fue escrita de Atenas.
SEGUNDO DE TESALONICENSES
Capítulo 1
1 Pablo, y Silvano, y Timoteo, a la iglesia de los Tesalonicenses en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo:
2 Gracia a vosotros, y paz, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
3 Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe crece grandemente, y la caridad de cada uno de todos vosotros abunda más y más los unos para con los otros;
4 Tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros las iglesias de Dios por vuestra paciencia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que sufrís:
5 Lo que es una muestra manifiesta del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis.
6 Viendo que es justo para con Dios recompensar tribulación a los que os atribulan;
7 Y a vosotros que sois atribulados, reposad con nosotros cuando el Señor Jesús será revelado del cielo con sus ángeles poderosos,
8 En llama de fuego, tomando venganza a los que no conocen a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesu Cristo.
9 Los cuales serán castigados con eterna destrucción de la presencia del Señor, y de la gloria de su poder;
10 Cuando él viniere para ser glorificado en sus santos, y para ser admirado en todos los que creen (porque nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros) en aquel día.
11 Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, que nuestro Dios os tenga por dignos de este llamamiento, y cumpla toda la buena complacencia de su bondad, y la obra de fe con poder:
12 Para que el nombre de nuestro Señor Jesu Cristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesu Cristo.
Capítulo 2
1 Ahora, os rogamos, hermanos, por la venida de nuestro Señor Jesu Cristo, y por nuestro recogimiento a él,
2 Que no seáis conmovidos prestamente en vuestra mente, ni seáis conturbados, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como de nosotros, porque el día de Cristo está cerca.
3 No os engañe nadie en ninguna manera; porque aquel día no vendrá, sino que antes venga la apostasía, y sea revelado aquel hombre de pecado, el hijo de perdición;
4 El que se opone y se exalte sobre todo lo que se llama Dios, o que es adorado; tanto que él como Dios se asiente en el templo de Dios como Dios, mostrándose a sí mismo que él es Dios.
5 ¿No os acordáis que, cuando estaba todavía con vosotros, os decía estas cosas?
6 Y ahora vosotros sabéis lo que impide, para que él sea revelado en su tiempo.
7 Porque el misterio de iniquidad ya está obrando; solamente el que ahora impide impedirá, hasta que él sea quitado de en medio.
8 Y entonces será revelado aquel inicuo, al cual el Señor consumirá con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida;
9 Aún aquel, cuya venida es según la operación de Satanás con todo poder y señales y prodigios mentirosos.
10 Y con todo engaño de iniquidad en los que perecen; por cuanto no recibieron el amor de la verdad, para que pudieran ser salvos.
11 Y por esta causa Dios enviará a ellos eficacia de engaño; para que crean una mentira:
12 Para que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, antes se complacieron en la injusticia.
13 Pero nosotros debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos amados del Señor, porque Dios os ha escogido desde el principio para salvación por la santificación del Espíritu y creencia de la verdad.
14 A lo cual él os llamó por nuestro evangelio para obtener la gloria de nuestro Señor Jesu Cristo.
15 Así que, hermanos, estad firmes, y retened las tradiciones que habéis sido enseñados, sea por palabra, o por epístola nuestra.
16 Ahora nuestro Señor Jesu Cristo mismo, y Dios, aún nuestro Padre, el cual nos ha amado, y nos ha dado consolación eterna y buena esperanza por la gracia,
17 Consuele vuestros corazones, y os establece en toda buena palabra y obra.
Capítulo 3
1 Finalmente, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor puede correr libremente, y sea glorificada, así como se hace entre vosotros.
2 Y que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no todos los hombres tienen la fe.
3 Mas fiel es el Señor, que os establecerá, y os guardará de mal.
4 Y tenemos confianza en el Señor tocante a vosotros, que hacéis y haréis las cosas que os mandamos.
5 Y el Señor dirija vuestros corazones en el amor de Dios, y en la paciente expectación de Cristo.
6 Ahora os mandamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesu Cristo, que os apartéis de todo hermano que anda desordenadamente, y no según la tradición que recibió de nosotros;
7 Porque vosotros mismos sabéis como debéis seguirnos; porque no anduvimos desordenadamente entre vosotros;
8 Ni comimos de balde el pan de ninguno; sino que trabajamos con afán y fatiga de noche y de día, por no ser carga a ninguno de vosotros.
9 No porque no tuviésemos potestad; sino por daros un ejemplo a seguir.
10 Porque aun cuando estábamos con vosotros, esto os mandábamos: que si alguno no quiere trabajar, tampoco coma.
11 Porque oímos que hay algunos entre vosotros que andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino ocupados en curiosear.
12 Ahora a los que son tales, les mandamos y les exhortamos por nuestro Señor Jesu Cristo, que trabajen quietamente, y coman su propio pan.
13 Pero vosotros, hermanos, no os canséis de hacer bien.
14 Y si alguno no obedeciere a nuestra palabra por esta epístola, notad al tal, y no os juntéis con él, para que se avergüence.
15 Pero no le tengáis como a enemigo, sino amonestadle como a hermano.
16 Ahora el mismo Señor de paz os dé siempre paz de toda manera. El Señor sea con todos vosotros.
17 La salutación de Pablo, de mi propia mano, que es mi signo en toda epístola: Así escribo.
18 La gracia de nuestro Señor Jesu Cristo sea con todos vosotros. Amén.
La segunda epístola a los tesalonicenses. Fue escrita de Atenas.
PRIMERO DE TIMOTEO
Capítulo 1
1 Pablo, apóstol de Jesu Cristo por el mandamiento de Dios nuestro Salvador, y el Señor Jesu Cristo, que es nuestra esperanza;
2 A Timoteo, mi propio hijo en la fe: Gracia, misericordia, y paz, de Dios nuestro Padre y de Jesu Cristo nuestro Señor.
3 Como te rogué que te quedases en Efeso, cuando me partí para Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen ninguna otra doctrina.
4 Ni escuchen a fábulas y genealogías interminables, que engendran cuestiones, en vez de edificación de Dios que es en fe; así te encargo.
5 Ahora el fin del mandamiento es la caridad de un corazón puro, y de buena conciencia, y de fe no fingida:
6 De lo cual apartándose algunos, se han desviado a vanas palabrerías;
7 Deseando ser doctores de la ley, no entendiendo ni lo que hablan, ni lo que afirman.
8 Pero sabemos que la ley es buena, si un hombre la usa legítimamente;
9 Sabiendo esto, que le ley no es puesta para el hombre justo, sino para los injustos y desobedientes, para los impíos y los pecadores, para los sin santidad y profanos, para los matadores de padres y matadores de madres, para los homicidas,
10 Para los fornicarios, para los sodomitas, para los ladrones de hombres, para los mentirosos, para los perjuros, y si hay alguna otra cosa contraria a la sana doctrina;
11 Según el glorioso evangelio del Dios bendito, el cual a mí fue encomendado.
12 Y doy gracias a Cristo Jesús nuestro Señor; al que me fortificó, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio;
13 Quien antes era un blasfemador, y perseguidor, e injuriador; mas obtuve misericordia, porque lo hice con ignorancia en incredulidad.
14 Y la gracia del nuestro señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús.
15 Esta es una palabra fiel, y digna de ser recibida por todas; que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores; de los cuales yo soy el primero.
16 Mas por esta causa obtuve misericordia; para que en mí primero Jesu Cristo pudiera mostrar toda su clemencia, para ejemplo a los que habían de creer en él para vida eterna.
17 Ahora al Rey eterno, inmortal, invisible, el único Dios sabio, sea honor y gloria por siempre jamás. Amén.
18 este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías pasadas de ti, milites por ellas la buena milicia.
19 Reteniendo la fe, y una buena conciencia; la cual echando de sí algunos, hicieron naufragio en cuanto de la fe.
20 De los cuales son Himeneo y Alejandro; los cuales entregué a Satanás, para que aprendan a no blasfemar.
Capítulo 2
1 Exhorto, entonces, ante todas cosas, que súplicas, oraciones, intercesiones, y acciones de gracias se hagan por todos los hombres;
2 Por los reyes, y por todos los que están en autoridad; para que vivamos una vida quieta y roposada en toda piedad y honestidad.
3 Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador;
4 El cual quiere que todos los hombres sean salvos, y vengan al conocimiento de la verdad.
5 Porque hay un solo Dios, y un mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús;
6 El cual se dio a sí mismo en precio del rescate por todos, para ser testificado en su debido tiempo.
7 Del cual yo soy ordenado predicador, y apóstol, (digo la verdad en Cristo, y no miento), un maestro de los Gentiles en fe y verdad.
8 Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni dudar.
9 Asimismo también, que las mujeres se adoren con atavió modesto, con vergüenza y sobriedad; no con cabellos enrespados, u oro, o perlas, o vestidos cosotosos;
10 Sino con buenas obras (como conviene a mujeres que profesan la piedad).
11 Deje que la mujer aprenda en silencio, con toda sujeción.
12 Porque no permito a la mujer enseñar, ni usurpar autoridad sobre el hombre, sino estar en silencio.
13 Porque Adán fue formado primero, después Eva.
14 Y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada fue en la trangresión.
15 Pero será salva engendrando hijos, sin permanecieren en fe y caridad y santidad con sobriedad.
Capítulo 3
1 Está es una palabra verdadera, Si un hombre apetece el oficio de un obispo, buena obra desea.
2 Es menester, pues, que el obispo sea irreprensible, marido de una sola esposa, vigilante, templado, de buenas costumbres, hospedador, apto para enseñar;
3 No dado al vino, no heridor, no codicioso de ganancias torpes, mas moderado, no litigioso, ajeno de avaricia:
4 Uno que gobierne bien su propia casa, que tenga sus hijos en sujeción con toda honestidad;
5 (Porque si un hombre no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?)
6 No un neófito, porque hinchándose de orgullo, no caiga en condenación del diablo.
7 Es menester que también tenga buen testimonio de los de afuera; para que no caiga en vituperio y en lazo del diablo.
8 Asimismo los diáconos deben ser honestos, no de dos lenguas, no dados a mucho vino, no amadores de ganancias deshonestas;
9 Que tengan el misterio de la fe con conciencia pura.
10 Y éstos también sean antes probados; entonces ministren en el oficio del diácono, siendo hallados irreprensibles.
11 Así también sus esposas deben ser honestas, no calumniadoras, sobrias, fieles en todo.
12 Deje que los diáconos sean maridos de una sola esposa, que gobiernen bien sus hijos y sus casas.
13 Porque los que ejercieren bien el oficio de diácono, ganan para sí buen grado, y mucho denuedo en la fe que es en Cristo Jesús.
14 Estas cosas te escribo, con esperanza de venir pronto a ti:
15 Pero si me tardare, para que sepas como te convenga conversar en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, la columna y apoyo de la verdad.
16 Y sin controversia, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en la carne; justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, creído en el mundo, recibido arriba en la gloria.
Capítulo 4
1 Empero el Espíritu dice expresamente, que en los venideros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores, y a doctrinas de demonios;
2 Que con hipocresía hablarán mentiras, teniendo cauterizada su propia conciencia,
3 Que prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de las viandas que Dios crió para que con hacimiento de gracias participasen de ellas los que creen, y conocen la verdad.
4 Porque toda criatura de Dios es bueno, y nada hay que desechar, si se recibe con acción de gracias;
5 Porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado.
6 Si propusieres en memoria a los hermanos de estas cosas, serás buen ministro de Jesu Cristo, criado en las palabras de fe y de la buena doctrina, la cual has alcanzado.
7 Pero rehúses las fábulas profanas y de viejas, y ejercítate para la piedad;
8 Porque el ejercicio corporal para poco es provechoso; pero la piedad para todo aprovecha, teniendo la promesa de la vida presente, y de la venidera.
9 Palabra fiel es esta, y digna de ser recibida por todos.
10 Que por esto aun trabajamos y sufrimos vituperios, porque confiamos en el Dios viviente, el cual es el Salvador de todos los hombres, especialmente de los que creen.
11 Estas cosas manda y enseña.
12 No dejes que ninguno tenga en poco tu juventud; sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, en conversación, en caridad, en espíritu, en fe, en pureza.
13 Hasta que vengo, ocúpate en leer, en exhortar, en doctrina.
14 No descuides el don que está en ti, que te es dado por profecía, con la imposición de las manos del presbiterio.
15 Medita en estas cosas; ocúpate completamente en ellas; de manera que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos.
16 Ten cuidado de ti mismo, y de la doctrina: continua en ellos; porque sí así lo hicieres, a ti mismo salvarás, y a los que te oyen.
Capítulo 5
1 No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre; y a los jóvenes como hermanos menores;
2 A las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza.
3 Honra a las viudas que en verdad son viudas.
4 Pero si alguna viuda tuviere hijos o nietos, aprendan primero a mostrar la piedad en su propia casa primero, y a recompensar a sus padres; porque esto es bueno y agradable delante de Dios.
5 Ahora, la que de verdad es viuda, y solitaria, espera en Dios, y persiste en suplicaciones y oraciones noche y día.
6 Pero la que vive en placeres, está muerta mientras que vive.
7 Y estas cosas manda, para que sean irreprensibles.
8 Pero si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su propia casa, ha negado la fe, y es peor que el infiel.
9 No tomas a la viuda entre el número antes de los sesenta años, que haya sido esposa de un solo marido.
10 Que tenga testimonio de buenas obras; si ha criado hijos; si ha hospedado extranjeros; si ha lavado los pies de los santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha seguido diligentemente toda buena obra.
11 Pero a las viudas más jóvenes no admitas: porque cuando ellas han comenzado a ser disolutas contra Cristo, quieren casarse;
12 Teniendo condenación, por haber abandonado su primera fe.
13 Y así también aprenden a ser ociosas, andando de casa en casa; y no solamente ociosas, pero también chismosas y curiosas, hablando cosas que no debieran.
14 Quiero, entonces, que las mujeres jóvenes se casen, engendran hijos, gobiernen la casa, y ninguna ocasión den al adversario para maldecir.
15 Porque ya algunas se han apartado en pos de Satanás.
16 Si alguno o alguna de los creyentes tiene viudas, manténgalas, y no sea cargada la iglesia; para que pueda socorrer a las que de verdad son viudas.
17 Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor; especialmente los que trabajan en la palabra y doctrina.
18 Porque la escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla. Y: Digno es el obrero de su jornal.
19 Contra un anciano no recibas acusación, sino ante dos o tres testigos.
20 A los que pecaren, repréndelos delante de todos, para que los otros también teman.
21 Te mando delante de Dios, y del Señor Jesu Cristo, y de los ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin prejuicio de nadie, no haciendo cosas por parcialidad.
22 No impongas de ligero las manos sobre alguno, ni seas participante de los pecados de otros; cosérvate puro a ti mismo.
23 No más bebas agua, sino usa un poco de vino por causa de tu estómago, y de tus continuas enfermedades.
24 Los pecados de algunos hombres son manifiestos de antemano, yendo delante de ellos a juicio; y algunos hombres les siguen después.
25 Asimismo también las buenas obras de algunos son manifiestas de antemano; y las que son de otra manera, no se pueden esconder.
Capítulo 6
1 Todos los que están debajo de yugo de servidumbre, tengan a sus propios amos por dignos de toda honra, porque no sea blasfemado el nombre del Señor y su doctrina.
2 Y los que tienen amos creyentes, no los menosprecian, porque son hermanos; antes los sirvan, por cuanto son fieles y amados, participantes del beneficio. Estas cosas enseña y exhorta.
3 Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras, aún las palabras de nuestro Señor Jesu Cristo, y a la doctrina que es según la piedad;
4 Soberbio es, nada sabe, sino que enloquece acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, maledicencias, malas sospechas,
5 Disputas perversas de hombres de mente corrompida, y privados de la verdad, que tienen la piedad por ganancia; apártate de los tales.
6 Pero la piedad con contentamiento es grande ganancia.
7 Porque nada trajimos a este mundo, y es cierto nada podremos sacar.
8 Así que teniendo sustento y con qué cubrirnos, seamos contentos con esto.
9 Pero los que quieren ser ricos, caen en tentación y en lazo, y en muchas codicias insensatas y dañosas, que hunden a los hombres en perdición y muerte.
10 Porque el amor del dinero es la raíz de todo maldad; el cual codiciando algunos, erraron de la fe, y a sí mismos se traspasaron de muchos dolores.
11 Pero tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas; y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.
12 Pelea la buena batalla de la fe; echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo eres llamado, y has hecho una buena profesión delante de muchos testigos.
13 Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y delante de Cristo Jesús, que testificó una buena profesión delante de Poncio Pilato;
14 Que guardes este mandamiento sin mácula, ni represión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesu Cristo:
15 La cual en su tiempo mostrará, quien es el bendito y sólo Potentado, Rey de reyes, y Señor de señores;
16 Quien sólo tiene inmortalidad, que mora en la luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto, ni puede ver: al cual sea la honra y el poder sempiterno. Amén.
17 A los ricos de este mundo manda que no sean altivos, ni confían en la incertidumbre de las riquezas; sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las gocemos;
18 Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dispuestos para repartir, listos en comunicar;
19 Atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, para que echen mano a la vida eterna.
20 Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las disputas profanas y vacías, y oposiciones de la ciencia falsamente llamada:
21 La cual algunos profesando han errado acerca de la fe. Gracia sea contigo. Amén.
La primera epístola a Timoteo, escrita de Laodicea, que es metrópoli de la Frigia Pacatiana.
SEGUNDO DE TIMOTEO
Capítulo 1
1 Pablo, apóstol of Jesu Cristo por la voluntad de Dios, según la promesa de vida que es en Cristo Jesús,
2 A Timoteo, mi amado hijo: Gracia, misericordia, y paz, de Dios el Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor.
3 Doy gracias a Dios, a quien sirvo desde mis padres con limpia conciencia, de que sin cesar tengo memoria de ti en mis oraciones noche y día;
4 Deseando mucho verte, acordándome de tus lágrimas, para que me llene de gozo;
5 Cuando traigo a memoria la fe no fingida que hay en ti, que habitó primero en tu abuela Lois, y en tu madre Eunice; y estoy persuadido que en ti también.
6 Por lo cual te aconsejo que hago recordar a ti, que avives el don de Dios, que está en ti por la imposición de mis manos.
7 Porque no nos ha dado Dios el espíritu de temor; sino de poder, y de amor, y de un mente sano.
8 Por tanto no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mi su prisionero; antes sé partícipe de las aflicciones del evangelio según el poder de Dios;
9 El cual nos ha salvado, y nos ha llamado con una santa vocación, no según nuestras obras, mas según su propio propósito, y gracia, la cual nos fue dada en Cristo Jesús antes del principio del mundo.
10 Pero que ahora ha sido manifestada por la manifestación de nuestro Salvador Jesu Cristo, el cual abolió la muerte, y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio:
11 Del cual yo soy puesto predicador, y apóstol, y maestro de los Gentiles.
12 Por lo cual asimismo padezco estas cosas; pero no me avergüenzo; porque yo sé a quién he creído, y estoy persuadido que él es poderoso para guardar lo que le he encomendado para aquel día.
13 Retén firmemente la forma de las sanas palabras, que de mí oíste, en fe y amor que es en Cristo Jesús.
14 Guarda aquella buena cosa que te fue encomendado por el Espíritu Santo que mora en nosotros.
15 Esto ya sabes, que me han vuelto en contrarios todos los que están en Asia; de los cuales son Figello y Hermógenes.
16 Dé el Señor misericordia a la casa de Onesíforo; porque muchas veces me refrigeró, y no se avergonzó de mi cadena;
17 Antes, cuando estuvo en Roma, me buscó diligentemente, y me halló.
18 Déle el Señor que halle misericordia cerca del Señor en aquel día; y cuánto me ministró en Efeso, tú lo sabes muy bien.
Capítulo 2
1 Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús.
2 Y las cosas que has oído de mí entre muchos testigos, el mismo encarga a hombres fieles, quienes serán capaces de enseñar también.
3 Tú, entonces, sufre aflicciones como un buen soldado de Jesu Cristo.
4 Ninguno que milita se enreda en los negocios de esta vida; por agradar a aquel que le escogió por soldado.
5 Y si un hombre también lucha, aun no es coronado, sino que lucha legítimamente.
6 El labrador que trabajo, debe ser el primer partícipe de los frutos.
7 Considera lo que digo; y el Señor te dé entendimiento en todo.
8 Acuérdate que Jesu Cristo, de la simiente de David, fue resucitado de los muertos conforme a mi evangelio:
9 Por lo cual sufro aflicciones, como malhechor, aun hasta prisiones; pero la palabra de Dios no está presa.
10 Por tanto sufro todas las cosas por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna.
11 Palabra fiel es ésta: Que si somos muertos con él, también viviremos con él.
12 Si sufrimos, también reinaremos con él, si lo negamos, él también nos negará:
13 Si no creemos, aún él permanece fiel: no puede negarse a sí mismo.
14 Recúerdales estas cosas, encomiendoles antes del Señor que no contiendan sobre palabras que no aprovechan, antes trastornan a los oyentes.
15 Estudia con diligencia presentarte aprobado a Dios, obrero que no tiene que avergonzarse, que divide bien la palabra de verdad.
16 Mas evita profanas y vanas palabrerías; porque ellas crecerán para mayor impiedad.
17 Y su palabra corroerá como gangrena; de los cuales es Himeneo y Fileto;
18 Quienes se han errado de la verdad, diciendo que la resurrección ya se pasó; y trastornan la fe de algunos.
19 Sin embargo el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: El Señor conoce a los que son suyos. Y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo.
20 Más en una casa grande, no solamente hay vasos de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y asimismo unos para honra, y otros para deshonra.
21 Así que, si alguno se purificare a sí mismo de estos, él será vaso para honra, santificado, y útil para los usos del Señor, y aparejado para toda buena obra.
22 Huye también de las concupiscencias juveniles; mas sigue la justicia, la fe, la caridad, la paz, con los que invocan al Señor de corazón puro.
23 Pero evita las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas.
24 Y el siervo del Señor no debe ser contencioso; sino benigno para con todos los hombres, apto para enseñar, paciente,
25 Que con mansedumbre instruya a los que se oponen a sí mismos; si quizá Dios les dé que se arrepientan para conocer la verdad;
26 Y que pueden recobrarse del lazo del diablo, quienes son tomados cautivos de él a su voluntad.
Capítulo 3
1 Esto también sepas, que en los últimos días vendrán tiempos peligrosos.
2 Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, jactanciosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a sus padres, ingratos, sin santidad,
3 Sin afecto natural, desleales, calumniadores, incontinentes, crueles, aborrecedores de los que son buenos,
4 Traidores, temerarios, hinchados, amadores de deleites más que amadores de Dios;
5 Teniendo la apariencia de piedad, mas negando el poder de ella; a los tales evita.
6 Porque de este clase son los que se entra por las casas, y llevan cautivas a mujercillas, cargadas de pecados, llevadas de diversas concupiscencias;
7 Siempre aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad.
8 Ahora como Jannes y Jambres resistieron a Moisés, así también estos resisten a la verdad; hombres corrompidos de entendimiento, reprobados en cuanto a la fe.
9 Pero no procederán más adelante, porque su locura será manifiesta a todos hombres, como también lo fue la de aquéllos.
10 Empero tú has conocido completamente mi doctrina, modo de vivir, propósito, fe, longanimidad, caridad, paciencia,
11 Persecuciones, aflicciones, cuales me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra; cuales persecuciones que sufrí; pero de todas ellas me ha librado el Señor.
12 Sí, y todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecución.
13 Mas los malos hombres y los seductores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados.
14 Pero persiste tú en las cosas que has aprendido y has sido persuadido, sabiendo de quién has aprendido;
15 Y que desde la niñez has sabido las sagradas escrituras, la cuales te pueden hacerse sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.
16 Toda escrituras es inspirada por Dios, y es útil para doctrina, para redargüir, para corregir, para instrucción en justicia:
17 Para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente aparejado para todas buenas obras.
Capítulo 4
1 Te requiero, pues, delante de Dios, y del Señor Jesu Cristo, quién juzgará a los vivos y a los muertos a su y su apariencia reino.
2 Predica la verdad, que instes a tiempo y fuera de tiempo, redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.
3 Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina; sino según sus propias concupiscencias se amontonarán maestros, teniendo comezón de oír;
4 Y apartarán de la verdad sus oídos, y se volverán a la fábulas.
5 Pero tú vela en todo, sufre aflicciones, haz obra de evangelista, cumple bien tu ministerio.
6 Porque ahora estoy listo para ser ofrecido, y el tiempo de mi partida está cercano.
7 He peleado la buena batalla, he acabado mi carrera, he guardado la fe:
8 Por lo demás, me está guardada una corona de justica, la cual me dará el Señor, el juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.
9 Procura diligentemente venirte pronto a mí;
10 Porque Demas me ha desamparado, amando este mundo presente, y se fue a Tesalónica; Crescente a Galacia; Tito a Dalmacia.
11 Sólo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo; porque me es útil para el ministerio.
12 Y Tychico envié a Efeso.
13 La capa que dejé en Troas con Carpo, traéla contigo cuando vinieres, y los libros pero especialmente los pergaminos.
14 Alejandro el metalario de cobre me ha hecho muchos males: el Señor el pague conforme a sus obras:
15 Del cual ten cuidado también, porque en gran manera él ha resistido a nuestras palabras.
16 En mi primera defensa ningún hombre se paró conmigo, sino todos hombres me desampararon; ruego a Dios que no les sea imputado.
17 Pero el Señor se paró conmigo, y me esforzó; para que por mí la predicación pudiera ser completamente conocido, y que todos los gentiles la oyesen; y fui librado de la boca del león.
18 Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial; al cual sea gloria por y para siempre. Amen.
19 Saluda a Prisca y Aquila, y a la casa de Onesíforo.
20 Erasto se quedó en Corinto; pero Trófimo he dejado en Mileto enfermo.
21 Procura diligentemente venir antes del invierno. Eubulo te saluda, y Pudente, y Lino, y Claudia,
y todos los hermanos.
22 El Señor Jesu Cristo sea con tu espíritu. Gracia sea con vosotros. Amen.
La segunda epístola a Timoteo, ordenado el primer obispo de la iglesia de los Efesios, fue escrita de Roma cuando Pablo fue presentado la segunda vez a César Nerón.
TITO
Capítulo 1
1 Pablo, siervo de Dios, y apóstol de Jesu Cristo, según la fe de los escogidos de Dios, y el reconocimiento de la verdad que es según la piedad;
2 En la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no puede mentir, prometió antes del principio del mundo;
3 Mas en tiempos debidos ha manifestado su palabra por la predicación, que me es encomendada por mandamiento de Dios nuestro Salvador;
4 A Tito, mi verdadero hijo en la común fe: Gracia, misericordia, y paz, de Dios Padre y del Señor Jesu Cristo nuestro Salvador.
5 Por esta causa te dejé en Crete, para que pudieses en orden las cosas que faltaban, y ordenases ancianos en cada ciudad, como te he mandado:
6 Si alguno fuere irreprensible, marido de una esposa, teniendo hijos fieles no acusados de alborotos o contumaces.
7 Porque un obispo debe ser irreprensible, como mayordomo de Dios, no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no heridor, no codicioso de ganancia deshonesta.
8 Sino amador de hospitalidad, amador de hombres buenos, sobrio, justo, santo, templado;
9 Reteniendo firmemente la palabra fiel como le ha sido enseñada, para que pueda exhortar con sana doctrina y para convencer a los que contradijeren.
10 Porque hay muchos contumaces y habladores de vanidades y engañadores, mayormente los que son de la circuncisión.
11 Cuyas bocas deben ser tapadas, que trastornan casas enteras, enseñando cosas que no deben, por causa de ganancia deshonesta.
12 Uno de ellos, aún un profeta de ellos mismos, dijo: Los cretenses, siempre son mentirosos, malas bestias, vientres perezosos.
13 Este testimonio es verdadero. Por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe;
14 No atendiendo a fábulas judaicas, y a mandamientos de hombres, que se apartan de la verdad.
15 A los puros, todas cosas son puras; pero a los contaminados e incrédulos nada es puro; más aún su mente y su conciencia son contaminados.
16 Profésanse conocer a Dios; pero en obras le niegan, siendo abominables y rebeldes, y reprobados para toda buena obra
Capítulo 2
1 Pero habla tú de las cosas que convienen a la sana doctrina.
2 Que los ancianos sean sobrios, graves, templados, sanos en la fe, en la caridad, en la paciencia.
3 Las mujeres ancianas, asimismo, que sean de conducta santa, no calumniadores, ni dadas a mucho vino, sino maestras de buenas cosas;
4 Para que enseñen a las mujeres jóvenes a ser modestas, a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos,
5 A que sean prudentes, templadas, castas, cuidadosas de la casa, buenas, obedientes a sus propios maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.
6 Exhorta asimismo a los jóvenes que sean de una mente sana.
7 En todo mostrándose a ti mismo por ejemplo de buenas obras; en doctrina mostrando pureza, honestidad, sinceridad,
8 Palabra sana, que no puede ser condenada; para que el que es del contrario se avergüence, no teniendo mal ninguno de decir de vosotros.
9 Exhorta a los siervos que sean obedientes a sus amos, y a que les agraden en todo, no respondones;
10 No robando, sino mostrando toda buena lealtad; para que adornen en todo la doctrina de Dios nuestro Salvador.
11 Porque la gracia de Dios que trae salvación se ha manifestado a todos los hombres,
12 Enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a las concupiscencias mundanas, vivamos en este presente mundo templada, justa, y piadosamente;
13 Esperando aquella esperanza bienaventurada, y la gloriosa venida del gran Dios y Salvador nuestro Jesu Cristo;
14 Quien se dio a sí mismo por nosotros, para que pudiese redimirnos de toda iniquidad, y purificar para sí un pueblo peculiar, celoso de buenas obras.
15 Estas cosas habla, y exhorta, y reprende con toda autoridad. Que nadie te desprecie.
Capítulo 3
1 Recuérdales que se sujeten a los principados y potestades, que obedezcan a los magistrados, que estén dispuestos para toda buena obra,
2 Que no hablen mal de nadie, que no sean alborotadores, sino apacibles, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres.
3 Porque nosotros también éramos insensatos en otro tiempo, rebeldes, engañados, sirviendo a concupiscencias diversos y deleites, viviendo en malicia y en envidia, aborrecibles, y aborreciendo los unos a los otros.
4 Pero cuando la bondad y amor de Dios nuestro Salvador se manifestó a todos los hombres,
5 No por obras de justicia que nosotros habíamos hecho, sino por su misericordia nos ha salvado, por el lavamiento de la regeneración, y de la renovación del Espíritu Santo;
6 El cual derramó en nosotros abundantemente por Jesu Cristo nuestro Salvador;
7 Para que siendo justificado por su gracia, viniésemos a ser herederos según la esperanza de vida eterna.
8 Palabra fiel es esta, y estas cosas quiero que afirmes constantemente, que los que han creído en Dios podrán ser ansiosos de mantener buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres.
9 Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y disputas sobre la ley; porque son sin provecho y vanas.
10 El hombre hereje, después de la primera y segunda amonestación, deséchale;
11 Sabiendo que él que es así está pervertido, y peca, siendo condenado de sí mismo.
12 Cuando enviaré a ti a Artemas, o a Tichico, sea diligente venirte a mí a Nicópolis; porque allí he determinado de invernar.
13 Trae prestamente a Zenas el doctor de la ley, y a Apolos en su viaje, para que nada les falte.
14 Y aprendan también los nuestros a mantener buenas obras para los usos necesarios, para que no sean sin fruto.
15 Todos los que están conmigo te saludan. Saluda a los que nos aman en la fe. La gracia sea con todos vosotros. Amén.
A Tito, el cual fue el primer obispo ordenado para la iglesia de los Cretenses, escrita de Nicópolis de Macedonia.
FILEMON
Capítulo 1
1 Pablo, prisionero de Jesu Cristo, y Timoteo nuestro hermano, a Filemón, nuestro muy amado y colaborador,
2 Y a nuestra amada Apfia, y a Archipo, nuestro compañero de milicia, y a la iglesia que está en tu casa:
3 Gracia a vosotros, y pas, de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesu Cristo.
4 Doy gracias a mi Dios, haciendo siempre mención de tí en mis oraciones,
5 Oyendo de tu amor y fe, que tienes hacia el Señor Jesús, y para con todos los santos;
6 Para que la comunicación de tu fe sea eficaz por el reconocimiento de todo el bien que está en vosotros en Cristo Jesús.
7 Porque tenemos gran gozo y consolación en tu amor, porque han sido recreadas las entrañas de los santos por ti, hermano.
8 Por lo cual, aunque tengo mucho denuedo en Cristo para mandarte lo que conviene,
9 Aún por amor te ruego, siendo como soy, Pablo el anciano, y ahora también prisionero de Jesu Cristo.
10 Te ruego por mi hijo Onésimo, a quien engendré en mis prisiones,
11 El cual en otro tiempo te fue inútil, pero ahora útil para ti, y para mí.
12 El cual he vuelto a enviar; recíbele tú, pues, que es, como mis mismas entrañas;
13 A quien yo quisiera detenido conmigo, para que en lugar de ti me sirviese en las prisiones del evangelio;
14 Pero sin tu consentimiento no quise hacer nada; para que tu beneficio no fuese como de necesidad, sino voluntario.
15 Porque quizá se ha apartado de ti por algún tiempo, para que le recibieses para siempre;
16 No ahora como siervo, antes más que siervo, un hermano amado, mayormente de mí, pero ¿cuánto más de tí, ambos en la carne, y en el Señor?
17 Si me tienes por compañero, recíbele como a mí mismo.
18 Y si en algo te ha dañado, o te debe algo, ponlo a mi cuenta.
19 Yo Pablo lo he escrito de mi propia mano, yo lo pagaré; aunque no te digo que tú me debes aún a ti mismo.
20 Sí, hermano, góceme yo de ti en el Señor; recrea mis entrañas en el Señor.
21 Teniendo yo confianza en tu obediencia, te escribí, sabiendo que tú harás aún más de lo que yo digo.
22 También asimismo prepárame también hospedaje; porque espero que por vuestras oraciones os seré concedido.
23 Te saludan Epafras, prisionero conmigo en Cristo Jesús.
24 Marcos, Aristarco, Demas, Lucas, mis colaboradores.
25 La gracia de nuestro Señor Jesu Cristo sea con vuestro espíritu. Amén.
A Filemón, fue enviada de Roma con Onésimo un esclavo.
HEBREOS
Capítulo 1
1 Dios, quien habló a varios tiempos en diversas maneras en tiempo pasado a los padres por los profetas,
2 Ha hablado en estos postreros días a nosotros por su Hijo, a quien él ha puesto ser heredero de todas las cosas, por el cual también hizo los mundos;
3 Quien siendo el resplandor de su gloria, y la imagen expresa de su persona, y sosteniendo todas las cosas por la palabra de su poder, cuando él había purgado nuestros pecados por sí mismo, se asentó a la diestra de la Majestad en las alturas;
4 Siendo hecho tanto más mejor que los ángeles, como él por herencia obtuvo más excelente nombre que ellos.
5 Porque ¿a cuál de los ángeles dijo él jamás: Mi Hijo eres tú, este día te he engendrado? Y otra vez: ¿Yo seré a él Padre, y él me será a mi Hijo?
6 Y otra vez, cuando trae al primogénito al mundo, dice: Y que le adoren todos los ángeles de Dios.
7 Y de los ángeles dice: El que hace sus ángeles espíritus, y sus ministros llamas de fuego.
8 Mas al Hijo, dice: Tu trono, O Dios, es por y para siempre; un cetro de justicias es el cetro de su reino.
9 Amaste la justicia, y aborreciste la maldad; por esto Dios, aun tu Dios, te ha ungido con el aceite de alegría sobre tus compañeros.
10 Y, Tú, Señor, en el principio has puesto la fundación de la tierra, y los cielos son las obras de tus manos;
11 Ellos perecerán; mas tú permaneces; y todos ellos se envejecerán como una vestidura;
12 Y como un manto los envolverás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años nunca se acabarán.
13 Mas ¿a cuál de los ángeles dijo jamás: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies?
14 ¿No son todos espíritus ministradores, enviados para ministrar por aquellos que serán herederos de la salvación?
Capítulo 2
1 Por tanto, es menester que debemos dar tanto más diligencia a las cosas que hemos oído, para que en cualquier momento no nos las escurramos.
2 Porque si la palabra dicha por los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa recompensa de galardón;
3 ¿Cómo escaparemos, ni descuidamos tan grande salvación; la cual al principio comenzó a ser hablado del Señor y nos fue confirmada por los que le oyeron.
4 Dios también testificando a ellos, con señales y maravillas, y con diversos milagros, y dones del Espíritu Santo, según su voluntad?
5 Porque a los ángeles él no ha sujetado el mundo venidero, del cual hablamos.
6 Pero en un cierto lugar, diciendo: ¿Qué es el hombre, que te acuerdas de él? ¿o el hijo del hombre, que le visitas?
7 Tú le hiciste un poco menor que los ángeles; tú le coronó de gloria y honra, y le pusiste sobre las obras de tus manos.
8 Has puesto todas las cosas en sujeción debajo de sus pies. Porque en cuanto que él ha puesto en sujeción todas las cosas debajo de él, no dejo nada que no es debajo de él. Pero ahora no vemos todavía que todas las cosas están sujetadas debajo de él.
9 Pero miramos a Jesús, quien fue hecho un poco menor que los ángeles por sufrimiento de muerte, coronado con gloria y honor; para que por la gracia de Dios él gustase la muerte por todos.
10 Porque le convenía, de quien son todas cosas, y por quien son todas cosas, en traer muchos hijos a gloria, y para hacer el capitán de su salvación perfecto por sufrimientos.
11 Porque ambos el que santifica y los que son santificados son de uno; por lo cual él no se avergüenza de llamarlos hermanos,
12 Diciendo: Declararé tu nombre a mis hermanos, en medio de la iglesia te cantaré alabanzas.
13 Y otra vez: Yo confiaré en él. Y otra vez: He aquí, yo y los hijos que Dios me ha dado.
14 Así que por cuanto los hijos son participantes de la carne y de la sangre, asimismo él también tomo parte de lo mismo; que por la muerte él pudiese destruir al que tuvo el poder de la muerte; que es, el diablo;
15 Y librar a los que por temor de la muerte estaban toda su vida sujetos a servidumbre.
16 Porque ciertamente él no tomó en sí la naturaleza de los ángeles; pero tomó en sí la simiente de Abraham.
17 Por lo cual en todas cosas le fue necesario ser hecho semejante a sus hermanos, para que él pudiese ser un misericordioso y fiel sumo sacerdote en cosas que pertenecen a Dios, para hacer reconciliación para los pecados del pueblo.
18 Porque en cuanto él mismo sufrió, siendo tentado, él es poderoso para socorrer también a los que son tentados.
Capítulo 3
1 Por tanto, hermanos santos, participantes de la vocación celestial, considerad el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús;
2 Quien fue fiel al que le constituyó, como también Moisés fue fiel en toda su casa.
3 Porque este hombre fue contado digno de mucha mayor gloria que Moisés, en cuanto el que ha edificado la casa tiene más honra que la casa.
4 Porque toda casa es edificada por algún hombre; pero el que ha creado todas las cosas es Dios.
5 Y Moisés a la verdad fue fiel en toda su casa, como siervo, para testimonio de aquellas cosas que se habían de ser dichas después;
6 Pero Cristo como hijo sobre su propia casa; cuya casa somos nosotros, si hasta el fin retenemos firme la confianza y la alegría de la esperanza.
7 Por lo cual (como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz,
8 No endurezcáis vuestros corazones como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto;
9 Cuando vuestros padres me tentaron, me probaron, y vieron mis obras cuarenta años.
10 Por lo cual me entristeció con aquella generación, y dije: Perpetuamente erran en su corazón; y ni ellos han conocido mis caminos.
11 Por tanto juré en mi ira: Ellos no entrarán en mi reposo.)
12 Mirad, hermanos, que no sea en alguno de vosotros un corazón perverso de incredulidad, en apartarse del Dios vivo.
13 Antes exhortaos los unos a los otros cada día, mientras que se llama: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.
14 Porque somos hechos participantes de Cristo, si retenemos firme el principio de nuestra confianza hasta el fin;
15 Entre tanto que se dice: Si oyeres hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación.
16 Porque algunos, cuando hubieron oído, provocaron; aunque no todos los que salieron de Egipto por Moisés.
17 Pero ¿con quiénes estuvo entristecido cuarenta años? ¿No fue con aquellos que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto?
18 ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que no creyeron?
19 Así vemos que no pudieron entrar a causa de la incredulidad.
Capítulo 4
1 Temamos, pues, no sea que, una promesa habiéndonos dejada de entrar en su reposa, algunos de vosotros parezca de no haberlo alcanzado.
2 Porque a nosotros fue predicado el evangelio, como asimismo a ellos; pero la palabra predicada no les aprovechó, no siendo mezclada con fe en aquellos que la oyeron.
3 Porque nosotros que hemos creído entramos en el reposo, como él dijo: Como he jurado en mi ira, si entrarán en mi reposo; aunque las obras fueron acabadas desde la fundación del mundo.
4 Porque en un cierto lugar dijo así del séptimo día: Y Dios reposó el séptimo día de todas sus obras.
5 Y otra vez en este lugar: Si entrarán en mi reposo.
6 Viendo entonces que resta que algunos han de entrar en él, y que aquellos a quienes primero fue predicado no entraron por causa de la incredulidad;
7 Otra vez, él limitó a cierto día, diciendo en David: Hoy, después de tanto tiempo; como está dicho: Hoy si oyereis su voz, no endurezcáis vuestros corazones.
8 Porque si Jesús les hubiera dado el reposo, entonces no hubiera después hablado de otro día.
9 Por tanto queda un reposo para el puedo de Dios.
10 Porque el que ha entrado en su reposo, también él ha cesado de sus propias obras, como Dios hizo de las suyas.
11 Por eso, trabajemos para entrar en aquel reposo, para que ningún hombre caiga en el mismo ejemplo de incredulidad.
12 Porque la palabra de Dios es viva, y poderoso, y más aguda que cualquier espada de dos filos; penetrando hasta que se divide el alma y el espíritu, y de las coyunturas y tuétanos, y es una discernidora de los pensamientos y las intenciones del corazón.
13 Ni hay criatura alguna que no es manifiesta en su vista; antes todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.
14 Viendo pues que tenemos un gran sumo sacerdote, que penetró los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos firme nuestra profesión.
15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no se pueda compadecer de nuestras flaquezas; pero fue tentado en todo como nosotros somos, aun sin pecado.
16 Por eso lleguémonos confiadamente al trono de la gracia, para que podamos obtener misericordia, y hallar gracia para ayudar en tiempo de necesidad.
Capítulo 5
1 Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es ordenado para los hombres en cosas que pertenecen a Dios, para que él pueda ofrecer ambos dones y sacrificios por los pecados;
2 Quién pueda tener compasión de los ignorantes, y de los que son extraviados; porque él también está rodeado con flaqueza.
3 Y por causa de la cual él debe, como por el pueblo, así también por sí mismo, ofrecer por los pecados.
4 Y ningún hombre toma para sí esta honra, sino el que es llamado de Dios, como lo fue Aarón.
5 Así también Cristo no se glorificó a sí mismo para ser hecho sumo sacerdote; sino el que le dijo: Tú eres mi Hijo, hoy te he engendrado.
6 Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote eternamente según el orden de Melquisedec.
7 El cual en los días de su carne, cuando hubo ofrecido oraciones y suplicaciones con gran fuerte clamor y lágrimas a aquél que le podía salvar de la muerte, fue oído en qué temía.
8 Y aunque era un Hijo, sin embargo aprendió obediencia por las cosas que él padeció.
9 Y siendo hecho perfecto, fue hecho el autor de la salvación eterna para todos los que le obedecen;
10 Llamado de Dios un sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.
11 Del cual tenemos muchas cosas que decir, y difíciles de ser pronunciados, viendo que sois perezosos de oír.
12 Porque cuando por el tiempo que vosotros debéis ser maestros, tenéis necesidad que uno os enseña otra vez que sean los primeros principios de los oráculos de Dios, y habéis llegado a ser tales como tenéis necesidad de leche, y no de carne sólida.
13 Porque cada uno que usa de leche es incapaz en la palabra de justicia, porque es niño.
14 Mas la carne sólida es para los que son de madurez, aun los que por razón del uso tienen sus sentidos ejercitados para discernir ambos el mal y el bien.
Capítulo 6
1 Por lo cual dejando los principios de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección, no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de las obras muertas, y de la fe hacía Dios;
2 De la doctrina de bautismos, y de la imposición de manos, y de la resurrección de los muertos, y del juicio eterno.
3 Y esto haremos a la verdad, si Dios lo permite.
4 Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados, y han gustado del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo,
5 Y han gustado de la buena palabra de Dios, y los poderes del mundo venidero,
6 Si recayeron, renovarlos otra vez al arrepentimiento; viendo que ellos otra vez crucifican para sí mismo el Hijo de Dios, y exponiéndole a vituperio abierto.
7 Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces viene sobre ella, y produce hierbas apropiadas aquellos por quienes es cultivada, recibe la bendición de Dios:
8 Mas la que produce espinas y abrojos es reprobada, y está cercana de maldición; cuyo fin es ser quemada.
9 Pero, amados, estamos persuadidos de cosas mejores de vosotros, y cosas que acompañan la salvación, aunque hablamos así.
10 Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra trabajo y labor de amor, que habéis mostrado para con su nombre, en que habéis ministrado a los santos, y aún ministran.
11 Y deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma diligencia para la seguridad completa de esperanza hasta el fin:
12 Que no seáis perezosos, sino seguidores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.
13 Porque cuando Dios hizo promesa a Abraham, porque no pudo jurar por otro mayor, juró por sí mismo,
14 Diciendo: Ciertamente bendiciendo te bendeciré, y multiplicando, te multiplicaré.
15 Y así, después que él ha esperado pacientemente, alcanzó la promesa.
16 Porque los hombres ciertamente juran por el mayor; y un voto para confirmación es para ellos el fin de toda contención.
17 Por lo cual Dios, queriendo mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, lo confirmó con un juramento;
18 Para que por dos cosas inmutables, en las cuales era imposible que Dios mintiese, podíamos un fuerte consolación, que hemos huido al refugio para echar mano a la esperanza puesta delante de nosotros.
19 La cual esperanza tenemos como una ancla del alma, ambos segura y firme, que entra hasta dentro del velo;
20 Donde el precursor se entró por nosotros, aun Jesús, hecho sumo sacerdote por siempre según el orden de Melquisedec.
Capítulo 7
1 Porque este Mequisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios altísimo, el cual salió al encuentro a Abraham que volvía de la matanza de los reyes, y le bendijo;
2 Al cual asimismo dio Abraham la décima parte de todo; primeramente siendo por interpretación Rey de justicia, y después también Rey de Salem, que es, Rey de paz;
3 Sin padre, sin madre, sin genealogía; no teniendo principio de días, ni fin de vida; mas hecho semejante a Hijo de Dios; permanece sacerdote continuamente.
4 Ahora considerad cuán grande fue éste hombre, a quien Abraham el patriarca dio la décima de los despojos.
5 Y ciertamente los que son de los hijos de Leví, que reciben el oficio del sacerdocio, tienen mandamiento de tomar diezmos del pueblo según la ley, es a saber, de sus hermanos, aunque ellos salen de los lomos de Abraham;
6 Pero aquél cuya descendencia no es contada entre ellos, recibió diezmos de Abraham, y bendijo al que tenía las promesas.
7 Y sin todo contradicción el menor es bendecido por el mejor.
8 Y aquí hombres que reciben los diezmos mueren; pero allá él los recibe, de quien es testificado que él vive.
9 Y como yo puedo decir, Leví también, que recibe diezmos, pagó diezmos en Abraham.
10 Porque aun estaba en los lomos de su padre, cuando Melquisedec le salió al encuentro.
11 Por eso si la perfección fuera por el sacerdocio Levítico, (porque debajo de él recibió el pueblo la ley,) ¿qué más necesidad había de otro sacerdote se levantase según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado después según el orden de Aarón?
12 Porque el sacerdocio siendo cambiado, hay hecho también de necesidad un cambio de la ley.
13 Porque aquel de quien estas cosas son dichos pertenece a otra tribu, de la cual nadie atendió al altar.
14 Porque es evidente que nuestro Señor nació de Judá; de cual tribu nada habló Mosiés tocante al sacerdocio.
15 Y es aun mucho más evidente; que según la similitud de Melquisedec se levanta otro sacerdote,
16 El cual es hecho, no conforme a la ley de un mandamiento carnal, sino según el poder de una vida interminable.
17 Porque él testifica: Tú eres sacerdote por siempre según el orden del Mequisedec.
18 Porque ciertamente hay un anulación del mandamiento antes por su debilidad e inutilidad.
19 Porque la ley no perfeccionó nada, pero hizo la introducción de una esperanza mejor; por la cual nos acercamos a Dios.
20 Y puesto que no sin juramento él fue hecho sacerdote;
21 (Porque aquellos sacerdotes fueron hechos sin juramento; mas éste con él que le dijo: El Señor juró y no se arrepentirá, Tú eres sacerdote por siempre según el orden de Melquisedec:)
22 Por tanto Jesús fue hecho fiador de un mejor testamento.
23 Y fueron ciertamente muchos sacerdotes, porque no pudieron continuar por causa de la muerte;
24 Pero éste hombre, porque permanece por siempre, tiene un sacerdocio inmutable.
25 Por lo cual puede también salvar completamente a los que por él se allegan a Dios, viendo que él siempre vive para interceder por ellos.
26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía, quien es santo, inocente, libre de mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime de los cielos;
27 El cual no tiene necesidad cada día, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios, primero por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto él lo hizo una vez, cuando ofreció a sí mismo.
28 Porque la ley hace a los hombres sumos sacerdotes que tiene enfermedad; pero la palabra del juramento, que fue desde la ley, constituye al Hijo, que es consagrado por siempre jamás.
Capítulo 8
1 Ahora de las cosas de nosotros hemos hablados esta es la suma: Tenemos tal sumo sacerdote que está sentado a la diestra del trono de la Majestad en los cielos;
2 Un ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo, que el Señor se levantó, y no el hombre.
3 Porque todo sumo sacerdote es ordenado para ofrecer dones y sacrificios: por lo cual es necesario que este hombre también tuviese algo que ofrecer.
4 Porque si él estuviese en la tierra, no sería sacerdote, viendo que hay sacerdotes que ofrecen dones según la ley:
5 Los cuales sirven al ejemplo y sobra de las cosas celestiales, como Moisés fue amonestado de Dios cuando estaba por comenzar a hacer el tabernáculo: porque, Mira, dice, que tú hagas todas las cosas conforme al dechado que te fue mostrado en el monte.
6 Pero ahora él ha obtenido un ministerio más excelente, por cuanto también él es el mediador de un mejor convenio, el cual fue establecido sobre mejores promesas.
7 Porque si aquel primer convenio hubiera sido sin falta, entonces ningún lugar hubiera sido buscado para el segundo.
8 Porque hallando falta en ellos, él dice: He aquí, vienen los días, dice el Señor, cuando haré un nuevo convenio con la casa de Israel, y con la casa de Judá.
9 No según el concierto que hice con vuestros padres en el día que los tomé por la mano para guiarlos fuera de la tierra de Egipto; porque ellos no continuaron en mi convenio, y yo no me atendí de ellos, dice el Señor.
10 Porque este es el convenio que yo haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor; pondré mis leyes en sus mentes, y las escribiré en sus corazones: y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo:
11 Y ellos no enseñarán cada hombre a su prójimo, y ni cada hombre a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor.
12 Porque seré misericordioso a sus injusticias, y a sus pecados y a sus iniquidades no me acordaré más.
13 En que él dice: Un nuevo convenio, él ha hecho viejo al primero. Ahora esto que deteriora y se envejece está cerca de desvanecerse.
Capítulo 9
1 Entonces en verdad el primer convenio también tenía ordenanzas de servicio divino, y un santuario terrenal,
2 Porque había un el tabernáculo que fue hecho: el primero, en que estaba el candelero, y la mesa, y los panes de la proposición; que es llamado el santuario.
3 Y después el segundo velo, el tabernáculo que es llamado el Lugar Santísimo de todo;
4 Que tenía el incensario de oro, y el arca del convenio cubierta de todas partes de oro, donde estaba la urna de oro que tenía el maná, y la vara de Aarón que reverdeció, y las tablas del convenio;
5 Y sobre él arca los querubines de gloria que cubrían al propiciatorio; de las cuales cosas no podemos hablar ahora en particular.
6 Ahora cuando estas cosas fueron ordenadas, los sacerdotes siempre entraban en el primer tabernáculo, cumpliendo el servicio de Dios.
7 Mas en el segundo entraba el sumo sacerdote solo una vez al año, no sin sangre, la cual él ofreció por sí mismo, y por los errores del pueblo:
8 Por esto el Espíritu Santo significando, que el camino al santísimo de todo no fue manifestado todavía, mientras que el primer tabernáculo estuviese aún levantado:
9 Lo cual era una figura de aquel tiempo presente, en el cual fueron ofrecidos ambos dones y sacrificios, que nunca podían hacer perfecto al que hacía el servicio, como pertenece a la conciencia;
10 Lo cuales consistían sólo en viandas y bebidas, y en diversos lavamientos, y ordenanzas carnales, impuestas sobre ellos hasta el tiempo de la reformación.
11 Pero Cristo siendo hecho un sumo sacerdote de cosas buenas que habían de venir, por un mayor y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, que es a decir, no de este edificio;
12 Ni por la sangre de macos cabríos, ni de becerros, sino por su propia sangre él entró una sola vez en el lugar santísimo, habiendo obtenido eterna redención para nosotros.
13 Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de una becerra rociadas sobre los inmundos, santifica para la purificación de la carne,
14 ¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, purgará vuestras conciencias de las obras muertas para servir al Dios vivo?
15 Y por esta causa él es el mediador del nuevo testamento, que por medio de la muerte, para la redención de las transgresiones que fueron bajo el primer testamento, los que son llamados puedan recibir la promesa de la herencia eterna.
16 Porque donde hay un testamento, también por necesidad debe ser la muerte del testador.
17 Porque un testamento es firme después que los hombres son muertos; de lo contrario no es de fuerza ninguna entre tanto que el testador vive.
18 Por lo cual ni el primer testamento fue dedicado sin sangre.
19 Porque cuando Moisés hubo hablado todos los mandamientos a todo el pueblo según la ley, él tomó la sangre de becerros y de machos cabríos, con agua, y lana de grana, e hisopo, y roció ambos el libro y a todo el pueblo.
20 Diciendo: Esta es la sangre del testamento que Dios os ha encargado.
21 Además él roció con sangre ambos el tabernáculo, y todos los vasos del minsterio.
22 Y casi todas las cosas por la ley son purgadas con sangre; y sin derramamiento de sangre no hay remisión.
23 Fue, entonces necesario que los dechados de las cosas celestiales fueron purificadas con estas cosas; pero las mismas cosas celestiales con mejores sacrificios que éstos.
24 Porque Cristo no ha entrado en los lugares santos hechos de mano, que son las figuras del verdadero, sino en el cielo mismo, para aparecer ahora por nosotros en la presencia de Dios:
25 No para que él debería ofrecer a sí mismo muchas veces, como el sumo sacerdote entra al lugar santo cada año con la sangre de otros;
26 Por esto entonces él tenía que haber sufrido desde la fundación del mundo; pero ahora una vez en el fin del mundo él ha aparecido para deshacer el pecado por el sacrificio de sí mismo.
27 Y como está establecido a los hombres que mueran una vez, y después de esto el juicio:
28 Así Cristo fue ofrecida una vez para llevar los pecados de muchos, y él aparecerá la segunda vez sin pecado a los que le esperan para salvación.
Capítulo 10
1 Porque la ley teniendo la sombra de buenas cosas que han de venir, y no la imagen misma de las cosas, nunca puede con aquellos sacrificios que ofrecieron continuamente año tras año hacer perfectos a ellos que se allegan.
2 ¿Por qué entonces no habrían cesado de ofrecer? porque los adoradores una vez purgadas no tendrían más conciencia de pecado.
3 Pero en estos sacrificios hay conmemoración hecho otra vez de pecados cada año.
4 Porque no es posible que la sangre de los toros y de machos cabríos puede quitar los pecados.
5 Por lo cual cuando entre al mundo, dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste, mas un cuerpo me has preparado:
6 En holocaustos y sacrificios por el pecado no has tenido placer.
7 Entonces yo dije: He aquí, yo vengo (en la cabecera del libro está escrito de mí,) para hacer tu voluntad, Oh Dios.
8 Arriba cuando dijo: Sacrificio y ofrenda y holocaustos, y ofrendas por el pecado no quisiste, ni tuviste placer en ellos; los cuales son ofrecidos según la ley;
9 Entonces dijo: He aquí, vengo para hacer tu voluntad, Oh Dios. El quita lo primero, para que él pueda establecer lo segundo.
10 Por la vual voluntad somos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesu Cristo hecha una sola vez por todos.
11 Y cada sacerdote diariamente está de pie ministrado y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados:
12 Pero éste hombre, después que hubo ofrecido un solo sacrificio por siempre, se sentó a la diestra de Dios;
13 De ahora en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos su escabel.
14 Porque por una sola ofrenda él se ha perfeccionado por siempre a los que son santificados.
15 Por lo cual el Espíritu Santo también nos es testigo: porque después de lo que había dicho antes:
16 Este es el convenio que yo haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor, Pondré mis leyes en sus corazones, y las escribiré en sus mentes;
17 Y sus pecados e iniquidades no me acordaré más.
18 Ahora donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por pecado.
19 Teniendo pues, hermanos, denuedo para entrar en el lugar santísimo por la sangre de Jesús,
20 Por un camino nuevo y vivo, que él nos ha consagrado, por el velo, que es a decir, por su carne;
21 Y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios;
22 Acerquémonos con corazón verdadero en la completa seguridad de fe, teniendo sus corazones rociados de una mala conciencia, y sus cuerpos lavados con agua pura,
23 Mantengamos firme nuestra profesión de nuestra fe sin fluctuar; (porque él es fiel que prometió;)
24 Y considerémonos los unos a los otros para provocarnos a amor y a buenas obras;
25 No dejando de congregarnos, como es el costumbre de algunos; mas exhortándonos los unos a los otros; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.
26 Porque si pecamos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por el pecado,
27 Sino una cierta expectación horrenda de juicio y indignación de fuego, que ha de devorar a los adversarios.
28 El que menospreciare la ley de Moisés murió sin misericordia por el testimonio de dos o tres testigos:
29 ¿Cuánto más mayor castigo, supongáis vosotros, será considerado digno, que ha pisado debajo de su pies al Hijo de Dios, y ha contado la sangre del convenio, con la cual él fue santificado, una cosa profana, y ha hecho injuria al Espíritu de la gracia?
30 Porque nosotros sabemos al que ha dicho: La venganza pertenece a mí, Yo recompensaré, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará su pueblo.
31 ¡Horrenda cosa es caer en las manos del Dios viviente!
32 Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después que fuisteis iluminados, sufristeis gran combate de aflicciones;
33 Por una parte, mientras que fuisteis hechos el hazmerreir ambos por reproches y aflicciones; y por otra parte os fuisteis hechos compañeros de los que fueron usados así.
34 Porque os compadecisteis de mí en mis cadenas, y aceptasteis con gozo el desposo de vuestros bienes, sabiendo que vosotros tenéis en el cielo una mejor y permanente sustancia.
35 No desechéis vuestra confianza, la cual tiene grande recompensa de galardón.
36 Porque vosotros tenéis necesidad de paciencia, para que, después que habéis hecho la voluntad de Dios, podáis recibir la promesa.
37 Porque aún un poquito de tiempo, y él que ha de venir vendrá, y no tardará.
38 Mas el justo vivirá por fe; pero si algún hombre se retirare, mi alma no tendrá ningún placer en él.
39 Pero nosotros no somos de los que se retiran para perdición; sino de ellos que creen para la salvación del alma.
Capítulo 11
1 Ahora la fe es la substancia de cosas esperadas, la evidencia de las cosas que no se ven.
2 Porque por ella los ancianos obtuvieron buen testimonio.
3 Por fe entendemos que los mundos fueron formados por la palabra de Dios, de tal manera que las cosas que se ven no fueron hechas de cosas que aparecen.
4 Por fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por la cual él obtuvo testimonio de que él era justo, Dios testificando de sus dones; y por ella, él estando muerto aún habla.
5 Por fe Enoc fue trasladado para que él no viese la muerte; y no fue hallado, pero Dios le había trasladado; porque antes de su translación tuvo este testimonio, que él agradó a Dios.
6 Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es menester que el que a Dios se allega debe creer que le hay; y que él es un galardonador de los que le buscan diligentemente.
7 Por fe Noé, siendo avisado por Dios de cosas que todavía no se veían, movido de temor, preparó un arca para la salvación de su casa; por la cual condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que es por la fe.
8 Por fe Abraham, cuando fue llamado para salir a un lugar que había de recibir por herencia, obedeció; y salió, sin saber a dónde iba.
9 Por fe habitó en la tierra de promesa, como en una tierra ajena, morando en tabernáculos con Isaac, y Jacob, y los coherederos de la misma promesa;
10 Porque él esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo edificador y hacedor es Dios.
11 Por fe también Sara misma recibió fuerza para concebir simiente, y dio a luz a un niño cuando era fuera de edad, porque ella le juzgó fiel que lo había prometido.
12 Por lo cual nacieron aun de uno, y él como casi muerto, así tantos como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena que está a la orilla de la mar innumerable.
13 Todos estos murieron en fe, no habiendo recibido las promesas, sino habiéndolas visto de lejos, y fueron persuadidos de ellas, y las abrazaron, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.
14 Porque los que dicen tales cosas declaren claramente que buscan una patria.
15 Y ciertamente, si hubiesen estado pensado de aquella tierra de donde salieron, pudiesen haber tenido oportunidad de volver.
16 Mas ahora desean una patria mejor, esto es, la celestial: por lo cual Dios no se avergüenza de ser llamado su Dios: porque él les había aparejado una ciudad.
17 Por fe Abraham, cuando fue tentado; ofreció a Isaac; y él que había recibido las promesas ofreció su hijo unigénito,
18 De quien fue dicho: Que en Isaac tu simiente será llamado;
19 Considerando que Dios era poderoso para resucitarle, aun de los muertos; de donde también le recibió en una figura.
20 Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú acerca de las cosas que habían de venir.
21 Por fe Jacob, cuando estaba muriéndose, bendijo a cada uno de los hijos de Josef; y adoró, apoyándose sobre la punta de su bordón.
22 Por fe Josef, cuando murió, hizo mención del éxodo de los hijos de Israel; y dio mandamiento acerca de sus huesos.
23 Por fe Moisés, cuando fue nacido, fue escondido de sus padres por tres meses, porque vieron que él era un niño hermoso; y no temieron el mandamiento del rey.
24 Por fe Moisés, cuando llegó a años, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón;
25 Escogiendo antes sufrir aflicción con el pueblo de Dios, que disfrutar las placeres del pecado por un sazón;
26 Estimando el vituperio de Cristo por mayor riquezas que los tesoros en Egipto; porque tuvo respeto a la recompensa del galardón.
27 Por fe él desamparó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque soportó, como viendo al que es invisible.
28 Por fe hizo guardó la pascua, y el derramamiento de la sangre, para que el que destruía a los primogénitos no los tocase.
29 Por fe pasaron el mar Rojo como por la tierra seca; lo cual tratando a hacer los Egipcios fueron ahogados.
30 Por fe los muros de Jericó cayeron, después que fueron rodeados siete días.
31 Por fe Rahab la ramera no pereció con los incrédulos, cuando ella recibió a los espías con paz.
32 ¿Y qué más diré? porque me faltaría el tiempo contar de Gedeón, y de Barac, y de Samsón, y de Jefté; de David también, y de Samuel, y de los profetas:
33 Quienes por fe sojuzgaron reinos, obraron justicia, obtuvieron promesas, taparon las bocas de leones,
34 Apagaron la violencia de fuego, escaparon el filo de la espada, de debilidad fueron hechos fuertes, se hicieron valientes en guerra, pusieron en fuga los ejércitos de los extranjeros.
35 Mujeres recibieron sus muertos resucitados vivos; y otros fueron torturados, no aceptando el rescate; para que pudiesen obtener una mejor resurrección:
36 Y otros tuvieron pruebas de vituperios crueles y azotes, sí, aún cadenas y cárceles:
37 Fueron apedreados, fueron aserrados en piezas, otros tentados, otros hechos muertos de espada: anduvieron vagando en pieles de ovejas y de cabras, siendo pobres, afligidos, atormentados;
38 (De los cuales el mundo no era digno:) vagaron en los desiertos, y en los montañas, y en cavernas y cuevas de la tierra.
39 Y todos éstos, habiendo obtenido un buen testimonio por fe, no recibieron la promesa;
40 Dios proveyendo alguna cosa mejor para nosotros, que ellos no fuesen hechos perfectos sin nosotros.
Capítulo 12
1 Por tanto viendo que nosotros también estamos rodeados de una tan grande nube de testigos, echemos a lado todo peso, y el pecado que tan cómodamente nos impide, y corramos con paciencia la carrera que nos está puesta delante de nosotros,
2 Mirando a Jesús el autor y consumador de nuestra fe; el cual por el gozo que fue puesto delante de él aguantó la cruz, menospreciando la vergüenza, y está sentado a la diestra del trono de Dios.
3 Considerad aún a él que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que no os fatiguéis y desmayéis en vuestros mentes.
4 Vosotros aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado.
5 Y habéis olvidado la exhortación que os habla como a hijos: Hijo mío, no menosprecies el castigo del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido de él:
6 Porque el Señor al que ama castiga, y azota a cada hijo que recibe.
7 Si soportáis el castigo, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no castiga?
8 Pero si os deja sin castigo, del cual todos son participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.
9 Además hemos tenido padres de nuestra carne, que nos corregían, y nosotros les dimos reverencia, ¿por qué no debemos mucho mejor estar en sujeción al Padre de los espíritus, y viviremos?
10 Porque ciertamente ellos por pocos días nos castigaban según su propio placer; pero él es por nuestro provecho, que nosotros podemos ser participantes de su santidad.
11 Ahora ningún castigo al presente parece ser gozoso, sino gravoso; sin embargo después da fruto apacible de justicia a los que por él son ejercitados.
12 Por lo cual alzad las manos caídas, y las rodillas débiles;
13 Y enderezad las sendas para vuestros pies, para que lo que es cojo no salga fuera del camino; sino que más bien sea sanado.
14 Seguid la paz con todos los hombres, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor:
15 Mirando diligentemente para que nadie falte de la gracia de Dios; que ninguna raíz de amargura brotando os perturbe, y por ella muchos sean contaminados;
16 Que ninguno sea fornicario, o profano, como Esaú, que por un bocado de vianda vendió su primogenitura.
17 Porque vosotros sabéis como que después, cuando él quiso heredar la bendición, fue rechazado: porque no halló lugar de arrepentimiento, aunque lo buscó cuidadosamente con lágrimas.
18 Porque no acercasteis a la montaña que no se podía ser tocado, y que encendió con fuego, ni a la oscuridad, ni a las tinieblas, ni a la tempestad,
19 Y al sonido de la trompeta, y la voz de las palabras; cual voz ellos que la oyeron rogaron que no se les fuese hablado más;
20 (Porque no podían aguantar lo que fue mandado, y si aun una bestia tocare a la monte, será apedreada, o traspasada con dardo:
21 Y tan terrible fue la vista, que Moisés dijo: Sumamente yo temo y tiemblo:)
22 Mas sois venidos al monte de Sión, y a la ciudad del Dios vivo, Jerusalem la celestial, y a la compañía innumerable de ángeles,
23 A la asamblea general e iglesia de los primogénitos que están escritos en el cielo, y a Dios el juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos perfectos;
24 Y a Jesús el Mediador del nuevo convenio, y a la sangre de la rociadura, que habla mejores cosas que la sangre de Abel.
25 Mirad que no rechacéis al que habla. Porque si aquellos no escaparon que recusaron al que hablaba en la tierra, mucho menos escaparemos nosotros, si apartamos del que habla desde los cielos;
26 Cuya voz del cual entonces conmovió la tierra; mas ahora ha prometido, diciendo: Aun una vez más conmuevo no solamente la tierra, mas también el cielo.
27 Y esta palabra, Aun una vez más, significa la remoción de todos las cosas que son conmovidas, como de las cosas que son hechas, para que aquellas cosas que no pueden ser conmovidas puedan permanecer.
28 Por lo cual, recibiendo un reino que no puede ser conmovido, retengamos la gracia, por la cual podamos servir a Dios aceptablemente con reverencia y temor piadosa:
29 Porque nuestro Dios es un fuego consumidor.
Capítulo 13
1 Continúe el amor hermanable.
2 No os olvidéis de hospedar a los extranjeros; porque por ello algunos han hospedado a ángeles sin saberlo.
3 Acordaos de los que están en cadenas, como si fueras encuadernados con ellos; y de los que sufren la adversidad; como también vosotros sois del cuerpo.
4 El matrimonio es honroso en todo, y la cama sin mancha; mas a los fornicarios, y a los adúlteros juzgará Dios.
5 Que vuestra conversación sea sin avaricia; y estáis contentos con tales cosas que tenéis; porque él ha dicho: Y nunca te dejaré, ni te desampararé.
6 Así para que podemos decir confiadamente: El Señor es ayudador, y no temeré lo que me pueda hacer el hombre.
7 Acordaos de aquellos que os gobiernan, que os han hablado la palabra de Dios: la fe de los cuales seguid, considerando el fin de la conversación de ellos.
8 Jesu Cristo el mismo ayer, y hoy, y por siempre.
9 No seáis llevados de acá para allá con doctrinas diversas y extrañas. Porque buena cosa es que el corazón sea establecido con gracia, y no con viandas, que nunca han aprovechado a los que se han sido ocupados en ellas.
10 Tenemos un altar, del cual no tienen derecho de comer los que sirven al tabernáculo.
11 Porque los cuerpos de aquellas bestias, cuya sangre es traída dentro al santuario por el sumo sacerdote por el pecado, son quemados fuera del campamento.
12 Por lo cual también Jesús, para que pudiese santificar al pueblo por su propia sangre, sufrió fuera de la puerta.
13 Salgamos, entonces, a él fuera del campamento, llevando su vituperio.
14 Porque no tenemos aquí ciudad permanente, más buscamos la por venir.
15 Por lo cual, ofrezcamos por él continuamente el sacrificio de alabanza a Dios, que es, el fruto de nuestros labios dando gracias a su nombre.
16 Mas de hacer bien y comunicar, no os olvidéis; porque con tales sacrificios se agrada Dios.
17 Obedeced a los que os gobiernan, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como aquellos que han de dar cuenta; para que lo hagan con gozo, y no con congoja; porque esto no os es provechoso.
18 Orad por nosotros; porque confiamos que tenemos buena conciencia, en todas cosas queriendo vivir honestamente.
19 Mas os ruego que más bien hagáis esto, para que más pronto yo pueda ser restaurado a vosotros.
20 Ahora el Dios de paz, que retrajo de entre los muertos a nuestro Señor Jesu Cristo, aquel gran pastor de las ovejas, por la sangre del convenio eterno,
21 Os haga perfectos para toda buena obra para que hagáis su voluntad, obrando en vosotros lo que es agradable delante de su visto, por Jesu Cristo; a cual sea la gloria por y para siempre. Amén.
22 Y os ruego, hermanos, que soportéis la palabra de exhortación; porque os he escrito una carta en pocas palabras.
23 Sabed que nuestro hermano Timoteo está puesto en libertad; con el cual, si viniere pronto, os veré.
24 Saludad a todos que os gobiernen, y a todos los santos. Los de Italia os saludan.
25 La gracia sea con todos vosotros. Amén.
Escrito por Pablo a los Hebreos. El último capítulo fue escrito de Italia por Timoteo, probablemente mucho años después.
JACOBO o SANTIAGO
Capítulo 1
1 Jacobo, siervo de Dios y del Señor Jesu Cristo, a las doce tribus que están esparcidas alrededor, salud.
2 Mis hermanos, contadlo por todo gozo cuando cayereis en diversas tentaciones;
3 Sabiendo esto, que la prueba de vuestra fe obra paciencia.
4 Mas tenga la paciencia su obra perfecta, para que vosotros podáis ser perfectos y enteros, sin faltar nada.
5 Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos los hombres liberalmente, y no zahiere; y le será dada.
6 Pero que pida en fe, no dudando nada. Porque el que duda es como una onda de la mar movida por el viento y echada.
7 Que no piense tal hombre que recibirá cosa alguna del Señor.
8 Un hombre de doblado mente es inconstante en todos sus caminos.
9 Que el hermano de menos estimación se regocije en que está exaltado.
10 Mas el rico, en que está bajado; porque él se pasará como el flor de la hierba.
11 Porque el sol no más ha salido con calor abrasador, sino que marchita la hierba, y su flor de ella se cae, y la gloria de la elegancia de ella perece; así también se marchitará el hombre rico en sus caminos.
12 Bienaventurado es el varón que soporta la tentación; porque cuando fuere probado, él recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.
13 Que ningún hombre diga cuando es tentado: Yo soy tentado de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni tienta a nadie:
14 Pero cada hombre es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído, y seducido.
15 Entonces cuando la concupiscencia concibe, pare el pecado; y el pecado, cuando es cumplido, engendra muerte.
16 No erréis, hermanos míos amados.
17 Cada dádiva buena y cada don perfecto es de lo alto, y desciende del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.
18 De su propia voluntad él nos ha engendrado por la palabra de verdad, para que seamos una clase de primicias de sus criaturas.
19 Así que, amados hermanos míos, que todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, lento para airarse;
20 Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.
21 Por lo cual dejando toda inmundicia, y superfluidad de malicia, y recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.
22 Mas sed hacedores de la palabra, y no solamente oidores; engañándoos a vosotros mismos.
23 Porque si alguno es oidor de la palabra, y no hacedor, él es como un hombre mirando a su rostro natural en un espejo.
24 Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego se olvide que clase de hombre era.
25 Mas al que mira en la ley perfecta, y continua en ella, no siendo un oyente olvidadizo, sino hacedor de la obra, este hombre será bienaventurado en su hecho.
26 Si algún hombre entre vosotros piensa ser religioso, y no refrena su lengua, sino que engaña su propio corazón, la religión de este hombre es vana.
27 La religión pura y sin mácula delante de Dios y el Padre es esta: Visitar los huérfanos y las viuda en sus aflicciones, y guardarse a sí mismo sin mancha delante del mundo.
Capítulo 2
1 Hermanos míos, no tengáis la fe de nuestro Jesu Cristo, el Señor de gloria, con acepción de personas.
2 Porque si entra en su asamblea un hombre con un anillo de oro, en vestido precioso, y también entra un hombre pobre en vestido vil;
3 Y tuviereis respeto al que está vestido en el atavío precioso, y le dijereis: Tú asiéntate aquí en un buen lugar; y al pobre dijereis: Estáte tú allí en pie, o siéntate aquí debajo de mi escabel:
4 ¿No sois entonces parciales en vosotros mismo, y sois hechos jueces de pensamientos malos?
5 Escuchad, hermanos míos amados: ¿No ha escogido Dios los pobres de este mundo, ricos en fe, y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?
6 Mas vosotros habéis despreciado al pobre. ¿No os oprimen hombres ricos, y os arrastran a los tribunales?
7 ¿No blasfeman ellos aquel nombre digno por lo cual vosotros sois llamados?
8 Si cumplís la ley real conforme a la escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo; bien hacéis.
9 Pero si tenéis acepción de personas, cometéis pecado, y sois convictos por la ley como transgresores.
10 Porque cualquiera que guardare la ley, y aun ofendiere en un puntito, él es culpable de todos.
11 Porque el que dijo: No cometas adulterio, también dijo: No matarás. Ahora si tú no cometas adulterio, pero tú matas, eres hecho transgresor de la ley.
12 Así hablad, y así haced, como los que serán juzgado por la ley de libertad.
13 Porque él tendrá juicio sin misericordia, y no ha mostrado misericordia; y la misericordia se regocije contra el juicio.
14 Hermanos míos, ¿qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá salvarle la fe?
15 Si un hermano o una hermana están desnudos, y destituidos de la comida diaria,
16 Y uno de vosotros les dice: Id en paz, sea calentado y harto; sin embargo no les dais ningunas de las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué lo aprovechará?
17 Así también la fe, si no tiene obras, es muerta, siendo sola.
18 Sí, un hombre puede decir: Tú tienes fe, y yo tengo obras; muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.
19 Tú crees que hay un solo Dios; tú haces bien; los demonios también creen, y tiemblan.
20 ¿Mas quieres saber, Oh hombre vano, que la fe sin las obras es muerta?
21 ¿No fue Abraham, nuestro padre, justificado por las obras, cuando hubo ofrecido a su hijo Isaac sobre el altar?
22 ¿Ves como la fe obró con sus obras, y por las obras su fe fue hecha perfecta?
23 Y la escritura fue cumplida, que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue imputado a justicia, y fue llamado el Amigo de Dios.
24 Vosotros veis, pues, como el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.
25 Asimismo también ¿no fue justificada Rahab la ramera por obras, cuando ella recibió los mensajeros, y los hubo enviado por otro camino?
26 Porque como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin obras es muerta.
Capítulo 3
1 Hermanos míos, no os hagáis muchos maestros, sabiendo que recibiremos la mayor condenación.
2 Porque todos ofendemos en muchas cosas. Si alguno no ofende en palabra, éste es un hombre perfecto, y que también puede con freno gobernar todo el cuerpo.
3 He aquí, nosotros ponemos frenos en las bocas de los caballos, para que nos obedezcan; y gobernamos todo su cuerpo.
4 He aquí también las naves, que aunque son grandes, y son llevados de vientos impetuosos, sin embargo son gobernadas con un muy pequeño timón, por donde quisiere el que las gobierna.
5 Así también la lengua es un pequeñito miembro, y se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!
6 Y la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad; así es la lengua entre nuestros miembros, que contamina todo el cuerpo, y enciende fuego el curso de la naturaleza; y es inflamada del infierno.
7 Porque todo género de bestias, y de aves, y de serpientes, y de cosas en la mar, se doma, y ha sido domada de la humanidad.
8 Pero ningún hombre puede domar la lengua; que es un mal ingobernable, llena de veneno mortal.
9 Con ella bendecimos a Dios, aun el Padre; y con ella maldecimos a los hombres, los cuales son hechos a la semejanza de Dios.
10 De una misma boca procede bendición y maldición. Hermanos míos, estas cosas no deber ser así.
11 ¿Echa una fuente por el mismo lugar agua dulce y amarga?
12 Hermanos míos, ¿puede la higuera producir aceitunas? ¿o la vid, higos? Así ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.
13 ¿Quién es sabio y adornado con conocimiento entre vosotros? Muestre por buena conversación sus obras con mansedumbre de sabiduría.
14 Pero si tenéis envidia amarga y contención en vuestros corazones, no os gloriéis, ni mintáis contra la verdad.
15 Esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino es terrenal, sensual, diabólica.
16 Porque donde hay envidia y contención, hay confusión y toda obra perversa.
17 Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, benigna, y fácil de persuadir, llena de misericordia y buenos frutos, sin parcialidad, y sin hipocresía.
18 Y el fruto de justicia es sembrado en paz en aquellos que hacen paz.
Capítulo 4
1 ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No vienen de esto, aun a saber, de vuestras concupiscencias que batallan en vuestros miembros?
2 Codiciáis, y no tenéis; matáis, y apetecéis tener, y no podéis alcanzar; combatís y guerreáis, aun no tenéis, porque no pedís.
3 Pedís, y no recibís, porque pedís malamente, para gastarlo en vuestros concupiscencias.
4 Adúlteros y adúlteras, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios? cualquiera, pues, que quisiere ser amigo del mundo es el enemigo de Dios.
5 ¿Pensáis que la escritura dice en vano: El espíritu que mora en nosotros codicia para envidia?
6 Pero él da mayor gracia. Por lo cual dice: Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes.
7 Someteos, pues, a Dios. Resistid al diablo, y él huirá de vosotros.
8 Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Limpiád sus manos, vosotros pecadores; y purificad vuestros corazones, vosotros de doble mente.
9 Sed afligidos, y lamentad, y llorad; que vuestra risa se vuele en luto, y vuestro gozo en tristeza.
10 Humillaos delante del Señor, y él os ensalzará.
11 Hermanos, no digáis mal de los unos a los otros. El que habla mal de su hermano, y juzga a su hermano, habla mal de la ley, y juzga la ley; pero si tú juzgas la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.
12 Hay un dador de la ley, que puede salvar y a destruir; ¿quién eres tú que juzgas a otro?
13 Vaya, vosotros que decís: Hoy o mañana iremos a cierta ciudad, y continuaremos allá un año, y compraremos y venderemos, y ganaremos:
14 Por cuanto vosotros no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Es aun un vapor que se aparece por un poco de tiempo, y después se desvanece.
15 Por esto debéis decir: Si el Señor quiere, viviremos, y haremos esto, o aquello.
16 Pero ahora os regocijáis en vuestras jactancias; toda tal regocijo es malo.
17 Así que al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, a él le es pecado.
Capítulo 5
1 ¡Vaya ahora, vosotros hombres ricos, llorad y aullad por vuestras miserias que os vendrán!
2 Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla.
3 Vuestro oro y plata están corroídos, y el orín de ellos será testimonio contra vosotros, y comerá del todo vuestras carnes como fuego. Os habéis amontonado tesoro para en los últimos días.
4 He aquí, el salario de los obreros que han segado vuestras tierras, que es de vosotros guardado por fraude, clama; y los clamores de los que había segado han entrado en los oídos del Señor de Sabaot.
5 Habéis vivido en placeres sobre la tierra, y sido disolutos; y habéis cebado vuestros corazones, como en un día de matanza.
6 Habéis condenado y matado el justo; y él no os resiste.
7 Por tanto sed pacientes, hermanos, hasta la venida del Señor. He aquí, el labrador espera el fruto precioso de la tierra, y tenéis mucha paciencia por ello, hasta que reciba la lluvia temprana y tardía.
8 Sed también pacientes vosotros; estableced vuestros corazones: porque la venida del Señor se acerca.
9 No gimáis unos contra otros, hermanos, para que no seáis condenados: he aquí, el juez está de pie delante de la puerta.
10 Tomad, hermanos míos, los profetas, que hablaron en el nombre del Señor, por ejemplo de sufrir aflicción, y de paciencia.
11 He aquí, tenemos por bienaventurados a los que soportan. Vosotros habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor; que el Señor es muy misericordioso de misericordia tierna.
12 Pero sobre todas las cosas, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por cualquier otro juramento; mas que vuestro sí sea sí, y vuestro no, no; no sea que caigáis en condenación.
13 ¿Está alguno afligido entre vosotros? que haga oración. ¿Está alguno alegre? que cante salmos.
14 ¿Está alguno enfermo entre vosotros? que llame a los ancianos de la iglesia; y que oren sobre él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor;
15 Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor le levantará; y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados.
16 Confesaos vuestras faltas los unos a los otros, y rogad los unos por los otros, para que podáis ser sanos. La ferviente oración eficaz del hombre justo promueve mucho.
17 Elías era un hombre sujeto a semejantes pasiones como somos nosotros, y oró fervientemente para que no pudiese llover; y no llovió sobre la tierra por el espacio de tres años y seis meses.
18 Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.
19 Hermanos, si alguno de vosotros errare de la verdad, y uno le convirtiere;
20 Que sepa, que él que convierte al pecador del error de su camino, salvará un alma de muerte, y cubrirá una multitud de pecados.
PRIMERO DE PEDRO
Capítulo 1
1 Pedro, apóstol de Jesu Cristo, a los extranjeros que están esparcidos por todo Ponto, Galacia, Capadocia, Asia, y Bitinia,
2 Elegidos según la presciencia de Dios el Padre, por santificación del Espíritu, al obediencia y rociadura de la sangre de Jesu Cristo: Gracia a vosotros, y paz, sean multiplicadas.
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesu Cristo, que según su abundante misericordia no ha reengendrado en esperanza viva, y por la resurrección de Jesu Cristo de entre los muertos;
4 Para una herencia incorruptible, y incontaminada, y que no se marchita, reservada en el cielo para vosotros,
5 Quienes sois guardados por el poder de Dios por fe, para la salvación que está aparejada para ser revelada en el postrimero tiempo.
6 En lo cual vosotros regocijáis grandemente, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, sois afligidos en diversas tentaciones.
7 Para que la prueba de vuestra fe, siendo mucho más preciosa que el oro que perece, aunque es probado con fuego, podría ser hallada en alabanza y honor y gloria a la aparición de Jesu Cristo.
8 A quien no habiendo visto, le amáis, en el cual, aunque ahora no le veáis, aun creyendo, regocijáis con gozo inefable y lleno de gloria;
9 Recibiendo el fin de vuestra fe, aun la salvación de vuestras almas.
10 De cual salvación los profetas han inquirido y diligentemente buscado, los cuales profetizaron de la gracia que había de venir a vosotros;
11 Escudriñando qué, o en qué modo de tiempo el Espíritu de Cristo que estaba en ellos significaba, cuando testificaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y la gloria que iba a seguir.
12 A quienes fue revelado, que no para sí mismos, sino para nosotros que administraban las cosas, que ahora os son anunciadas de los que os han predicado el evangelio con el Espíritu Santo enviado del cielo; en las cuales cosas desean mirar los ángeles.
13 Por lo cual ceñid los lomos de vuestra mente, sed sobrios, y esperad al fin en la gracia que os ha de traer en la revelación de Jesu Cristo;
14 Como hijos obedientes, no amoldándoos conforme a las concupiscencias anteriores en vuestra ignorancia:
15 Pero como aquel que os ha llamado es santo, así sed santos vosotros en todo modo de conversación;
16 Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.
17 Y si invocáis al Padre, quien sin acepción de personas juzga según la obra de cada hombre, paséis el tiempo de vuestra peregrinación aquí en temor.
18 Sabiendo que vosotros no habéis redimidos con cosas corruptibles, como plata y oro, de la conversación vana recibida por tradición de vuestros padres;
19 Sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación;
20 Quien verdaderamente fue preordinado desde antes de la fundación del mundo, pero fue manifestado en estos postreros días por vosotros,
21 Que por él creéis a Dios, que le resucitó de los muertos, y le dio gloria; para que vuestra fe y esperanza sea en Dios.
22 Viendo que tenéis vuestras almas en la obediencia de la verdad por el Espíritu para un amor sincero de los hermanos, mirad que vosotros amáis fervientemente los unos a los otros con un corazón puro
23 Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios, que vive y permanece para siempre.
24 Porque toda carne es como la hierba, y toda la gloria del hombre como la flor de la hierba. La hierba se marchita, y la flor de ella se cae;
25 Mas la palabra del Señor permanece por siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os es predicado.
Capítulo 2
1 Por lo cual desechando toda malicia, y todo engaño, y hipocresías, y envidias, y toda maldicencias,
2 Como niños recién nacidos, desead ardientemente la leche sincera de la palabra, para que por ella crezcáis.
3 Si es así que habéis gustado que el Señor es benigno.
4 Al cual llegando, como a una piedra viva, ciertamente desaprobado de los hombres, mas escogida de Dios, y preciosa,
5 Vosotros también, como piedras vivas, sois edificados una casa espiritual, un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptables a Dios por medio de Jesu Cristo.
6 Por lo cual también está contenido en la escritura: He aquí, yo pongo en Sión la piedra principal del ángulo, elegida, preciosa; y él que creyere en él no será confundido.
7 Para vosotros pues que creéis, él es precioso; pero para los que son desobedientes, la piedra que los edificadores desaprobaron, el mismo fue hecha la cabeza del ángulo.
8 Y la piedra de tropiezo, y roca de ofensa, aun a aquellos que tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo que también fueron ordenados.
9 Pero vosotros sois una generación escogido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo peculiar; para que podáis mostrar las alabanzas de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable:
10 Que en el tiempo pasado no erais pueblo, pero ahora sois pueblo de Dios; que no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis obtenido misericordia.
11 Queridos amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que abstengáis de los deseos carnales, que guerrean contra el alma;
12 Teniendo vuestra conversación honesta entre los Gentiles; para que, mientras que ellos calumnian de vosotros como de malhechores, que vosotros puedan por vuestras buenas obras, que ellos miran, glorificar a Dios en el día de la visitación
13 Sujetaos a toda ordenanza del hombre por causa del Señor: si es al rey, como a supremo;
14 O a gobernadores, como a los que son enviados de él para el castigo de los malhechores, y para loor de los que hacen bien.
15 Porque esta es la voluntad de Dios, que en hacer bien podáis callar la ignorancia de los hombres insensatos:
16 Como libres, pero no usando vuestra libertad por cobertura de malicia, sino como siervos de Dios.
17 Honrad a todos los hombres. Amad la hermandad. Temed a Dios. Honrad al rey.
18 Siervos, sed sujetos a vuestros amos cono todo temor; no solamente a los buenos y benigno, sino también a los rigurosos.
19 Porque esto es digno de agradecimiento, si alguno a causa de la conciencia hacia Dios soporta la tristeza, sufriendo injustamente.
20 Porque ¿qué gloria es, si, cuando sois abofeteados por vuestras faltas, os soportáis pacientemente? pero si, cuando hacéis bien, y sufrís por ello, y lo tomáis pacientemente, esto es aceptable a Dios.
21 Porque para esto fuisteis llamados: porque Cristo también padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que vosotros debáis seguir en sus pisadas.
22 El cual no hizo pecado, ni fue hallado engaño en su boca:
23 Quien, cuando fue injuriado, no volvió a injuriar; cuando él sufría, no amenazaba; sino que se confiaba a sí mismo al que juzga justamente.
24 Quien mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que, siendo nosotros muertos a los pecados, vivamos a la justicia: por cuyas heridas fuisteis sanados.
25 Porque vosotros erais como ovejas descarriadas; mas ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.
Capítulo 3
1 Asimismo, vosotras esposas, sed sujetas a vuestros propios maridos; para que, si algunos no obedecen a la palabra, también puedan ser ganados sin la palabra, por la conversación de las esposas;
2 Mientras que miran a vuestra casta conversación acoplada con temor.
3 El adorno de las cuales que no sea aquel adorno exterior con encrespamiento del cabello, ni atavío de oro, ni ponerse demasiadas ropas;
4 Sino que sea el hombre encubierto del corazón, en lo que no es corruptible, aun el ornato de un espíritu manso y quieto, que es a la vista de Dios de gran precio.
5 Porque según esta manera en el tiempo antiguo las mujeres santas también, que confiaban en Dios, se adornaban a sí mismas, estando en sujeción a sus propios maridos.
6 Aun como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras sois, cuando hacéis el bien, y no tenéis miedo con cualquier asombro.
7 Asimismo, vosotros maridos, morad con ellas según conocimiento, dando honor a la esposa, como al vaso más débil, y como a herederos juntamente de la gracia de vida; para que vuestras oraciones no sean impedidas.
8 Finalmente, sed todos vosotros de una misma mente; teniendo compasión los unos a los otros, amad como hermanos, sed misericordiosos, sed amigables;
9 No volviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario bendiciendo; sabiendo que vosotros sois llamados, para que heredaseis bendición.
10 Porque el que quiere amar la vida, y ver los días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño:
11 Apártase del mal, y haga bien; busque la paz, y sígala.
12 Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos están atentos a sus oraciones; pero el rosto del Señor está contra aquellos que hacen mal.
13 ¿Y quién es aquel que os podrá dañar, si vosotros sois seguidores de lo que es bueno?
14 Pero y si sufrís por causa de la justicia, feliz sois: y no temáis de su temor, ni os turbáis.
15 Sino santificad al Señor Dios en vuestros corazones; y estad siempre aparejados para dar respuesta a cada hombre que os pida razón de la esperanza que hay en vosotros con mansedumbre y temor:
16 Teniendo buna conciencia; para que, en lo que dicen mal de vosotros, como de malhechores, que puedan ser avergonzados los que falsamente os acusan vuestra buena conversación en Cristo.
17 Porque mejor es, si la voluntad de Dios es así, que sufrís por hacer bien, que por hacer mal.
18 Porque Cristo también ha sufrido una vez por los pecados, el justo por los injustos, para que él pueda traernos a Dios, siendo muerto en la carne, pero vivificado por el Espíritu:
19 Por lo cual también fue, y predicó a los espíritus en prisión;
20 Los cuales antes fueron desobedientes, cuando una vez la longanimidad de Dios esperó en los días de Noé, mientras que el arca se aparejaba, en la cual pocas, es a saber, ocho almas fueron salvas por agua.
21 A la figura de la cual aun el bautismo también ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino la respuesta de una buena consciencia hacia Dios,) por la resurrección de Jesu Cristo:
22 El cual subió al cielo, y está a la diestra de Dios; los ángeles y las autoridades y poderes siendo hechos sujetos a él.
Capítulo 4
1 Por lo cual pues como Cristo ha sufrido por nosotros en la carne, armaos también vosotros con la misma mente; porque él que ha padecido en la carne ha cesado de pecado;
2 Para que no más debe vivir el resto de su tiempo en la carne conforme a las concupiscencias de los hombres, sino a la voluntad de Dios.
3 Porque nos debe bastar que el tiempo pasado de nuestra vida hayamos hecho la voluntad de los Gentiles, cuando andábamos en lascivias, concupiscencias, exceso de vino, fiestas, banquetes, y abominables idolatrías:
4 En lo cual ellos piensan que es extraño que vosotros no corráis con ellos en el mismo exceso de alboroto, hablando mal de vosotros:
5 Los cuales darán cuenta al que está aparejado para juzgar los vivos y los muertos.
6 Porque por esta causa también fue predicado el evangelio a los que están muertos, para que sean juzgados según los hombres en la carne, mas vivan según Dios en el espíritu.
7 Mas el fin de todas las cosas se acerca: por esto sed sobrios, y velad en oración.
8 Y sobre todas las cosas tened entre vosotros ferviente caridad; porque la caridad cubrirá la multitud de pecados.
9 Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones.
10 Cada hombre según el don que ha recibido, aun así minístrelo a los otros, como buenos mayordomos de la multiforme gracia de Dios.
11 Si algún hombre habla, que hable conforme a los oráculos de Dios, si algún hombre ministra, que ministre conforme a la habilidad que Dios le da: para que en todas cosas Dios pueda ser glorificado por Jesu Cristo, a quien sea alabanza y dominio por y para siempre jamás. Amén.
12 Carísimos, no os maravilléis en cuanto de la ardiente prueba que ha de probaros, como si os sucediera alguna cosa extraña:
13 Sino regocijáis, en que sois participantes de los sufrimientos de Cristo; para que, cuando su gloria será revelado, vosotros también debáis regocijar con gran gozo.
14 Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois feliz; porque el espíritu de gloria y de Dios reposa sobre vosotros: de parte de ellos él es mal hablado, mas de parte de vosotros es glorificado.
15 Más que ninguno de vosotros padezca como homicida, o como ladrón, o como malhechor, o como un entremetido en los negocios de otros.
16 Pero si alguno sufre como un cristiano, no se avergüence; antes que glorifique a Dios en esta parte.
17 Porque el tiempo ha venido que el juicio debe comenzar en la casa de Dios: y si primero lo comienza en nosotros, ¿qué será el fin de los que no obedecen al evangelio de Dios?
18 Y si el justo es dificultosamente salvo, ¿a dónde aparecerá el impío y el pecador?
19 Por lo cual, que los que sufren según la voluntad de Dios encomienden el cuidado de sus almas a él en bien hacer, como a fiel Creador.
Capítulo 5
1 Los ancianos que están entre vosotros yo exhorto, yo también soy un anciano, y un testigo de los sufrimientos de Cristo, y también soy participante de la gloria que ha de ser revelada:
2 Apacentad el rebaño de Dios que está entre vosotros, cuidándolos, no por fuerza, sino voluntariamente; no por lucre deshonesta, sino de una mente dispuesta.
3 Si como siendo señor sobre la herencia de Dios, sino siendo ejemplos al rebaño.
4 Y cuando el principal Pastor apareciere, vosotros recibiréis una corona de gloria que no se marchita.
5 Asimismo, vosotros jóvenes, sed sujetos a los ancianos. Y además todos vosotros seáis sujetos los unos a los otros, y seáis vestidos con humildad: porque Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.
6 Humilláos pues debajo de la poderosa mano de Dios, para que él os exaltará a su debido tiempo:
7 Echando toda vuestra cuidado sobre él; porque él tiene cuidado de vosotros.
8 Sed sobrios, y vigilantes, porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor, buscando a quien devorar;
9 Al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que las mismas aflicciones son cumplidas en vuestros hermanos que están en el mundo.
10 Pero el Dios de toda gracia, que nos ha llamad a su gloria eterna por Jesu Cristo, después que hubieres sufrido un poco de tiempo, os perfeccione, establezca, fortalezca, afirme.
11 A él sea la gloria y el dominio por y para siempre. Amén.
12 Por Silvano, un hermano fiel para vosotros, como supongo, os he escrito brevemente, exhortándoos, y testificando que ésta es la verdadera gracia de Dios en la cual estáis firme.
13 La iglesia que está en Babilonia, elegido juntamente con vosotros, os saluda; y también os saluda Marcos mi hijo.
14 Saludáos unos a otros con beso de caridad. Paz sea con todos vosotros que estáis en Cristo Jesús. Amén.
SEGUNDO DE PEDRO
Capítulo 1
1 Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesu Cristo, a los que han obtenido asimismo fe preciosa con nosotros por la justicia de Dios y nuestro Señor Jesu Cristo:
2 Gracia y paz os sean multiplicada en el conocimiento de Dios, y de Jesús nuestro Señor,
3 Que según su divina poder nos ha dado todas cosas que pertenecen a vida y piedad, por el conocimiento de aquel que nos ha llamado a su gloria y virtud:
4 Por las cuales nos son dadas grandísimas y preciosas promesas; para que por ellas podáis ser hechos participantes de la naturaleza divina, habiendo escapado la corrupción que está en el mundo por concupiscencia.
5 Y aparte de esto, dando toda diligencia, añadid a vuestra fe virtud; y a virtud el conocimiento;
6 Y al conocimiento la templanza; y a la templanza la paciencia; y a la paciencia, la piedad;
7 Y a la piedad el amor hermanable; y al amor hermanable la caridad.
8 Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, ellos os hará que no estáis estériles ni sin fruto en el conocimiento de nuestro Señor Jesu Cristo.
9 Pero él que falta estas cosas es ciego, y no puede ver de lejos, y ha olvidado que fue purgado de sus pecados antiguos.
10 Por lo cual, hermanos, dad diligencia de hacer firme vuestra llamamiento y elección: porque sí haces estas cosas, nunca caeréis:
11 Porque así os será una entrada administrada abundantemente en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesu Cristo.
12 Por esto, yo no seré negligente en siempre poneros en memoria de estas cosas, aunque ya las conocéis, y seáis establecidas en la verdad presente.
13 Sí, pienso que es justo, mientras que estoy en este tabernáculo, de incitaros por recordaros;
14 Sabiendo que brevemente tengo que despojar éste mi tabernáculo, aún como nuestro Señor Jesu Cristo me ha mostrado.
15 Además yo procuraré que yo pueda después de mi fallecimiento vosotros podáis tener estas cosas siempre en memoria.
16 Porque nosotros no hemos seguido a las fábulas engañosamente inventadas, cuando hemos hechos conocidos a vosotros el poder y la venida de nuestro Señor Jesu Cristo, sino fuimos testigos oculares de su majestad.
17 Porque él recibió de Dios el Padre honra y gloria, cuando vino tal voz a él desde la gloria excelente, diciendo: Este es mi amado Hijo, en el cual yo estoy agradecido.
18 Y esta voz que vino del cielo nosotros oímos, cuando estábamos con él en el monte santo.
19 Tenemos también una palabra profética más firme, a la cual hacéis bien de estar atentos, como a una luz que alumbra en un lugar oscuro, hasta que el día esclarezca, y la estrella de la mañana salga en vuestros corazones:
20 Sabiendo primero esto, que ninguna profecía de la escritura es de alguna interpretación privada.
21 Porque la profecía no vino en los tiempos pasados por la voluntad de los hombres: sino hombres santos de Dios hablaron como fueron movidos por el Espíritu Santo.
Capítulo 2
1 Pero sin fueron falsos profetas entre el pueblo, así como será falsos maestros entre vosotros, los cuales traerán encubiertamente herejías malditas, aún negando al Señor que los compró, y traen sobre sí mismo acelerada destrucción.
2 Y muchos seguirán sus caminos perniciosos; por razón de los quienes el camino de la verdad será maldecido;
3 Y por concupiscencia ellos harán mercadería de vosotros con palabras fingidas: el juicio de los cuales y de largo tiempo ahora no tarde mucho.
4 Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los echó al infierno, y los entregó a cadenas de oscuridad, para ser reservados al juicio;
5 Y no perdonó al mundo viejo, antes salvó a Noé la octava persona, predicador de justicia, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos;
6 Y dejando las ciudades de Sodoma y de Gomorra en cenizas les condenó con catástrofe, haciéndoles un ejemplo a los que después habían de vivir impíamente;
7 Y libró al justo Lot, acosado por la conversación nefanda de los malvados:
8 (Porque aquel hombre justo morando entre ellos, por viendo y escuchando, acosó su alma justa de día en día con sus hechos ilícitos;)
9 El Señor sabe como librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día de juicio;
10 Y principalmente a aquellos que andan según la carne en la concupiscencia de inmundicia, y desprecian a los gobiernos. Presuntuoso son, contumaces, que no temen de decir mal de las dignidades.
11 Por lo cual los ángeles, que son mayores en poder y en fuerza, no traen acusación injurioso contra ellas delante del Señor.
12 Pero éstos, como bestias brutas, hechas para ser tomadas y destruidas, hablan mal de las cosas que no entienden; y perecerán completamente en su propia corrupción;
13 Y recibirán el galardón de injusticia, como los que tienen por placer causar alboroto en el día. Manchas son y tachas, divirtiéndose de sus propios engaños mientras baquetean con vosotros;
14 Teniendo los ojos llenos de adulterio, y que no puedan cesar de pecar; seduciendo las almas inconstantes; teniendo el corazón ejercitado con practicas codiciosas; siendo hijos malditos;
15 Que han desamparado el camino derecho, y se erraron, siguiendo el camino de Balaam, el hijo de Bosor, el cual amó el premio de la injusticia;
16 Mas fue reprendido por su iniquidad: el asno mudo hablando con voz de hombre impidió la locura del profeta.
17 Estos son pozos sin agua, nubes que son llevados por la tempestad; a quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas para siempre.
18 Porque cuando hablan grandes palabras infladas de vanidad, ceban por las concupiscencias de la carne, por muchas lascivias, los que fueron limpios escaparon de ellos que viven en error.
19 Mientras que prometen libertad, ellos mismo son siervos de corrupción; porque el que es de alguno vencido, del mismo está traído a la esclavitud.
20 Porque si después que habían escapado de las contaminaciones del mundo por el conocimiento del Señor y Salvador Jesu Cristo, otra vez se enreden en ellas, y son vencidos, sus postrimerías les son hechas peores que los principios.
21 Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que, después que lo hubieron conocido, tornarse atrás del santo mandamiento entregado a ellos.
22 Pero les ha acontecido según el proverbio verdadero: El perro se volvió a su propio vómito, y la puerca que fue lavada se tornó a su revolcadero en el cieno.
Capítulo 3
1 Esté segundo epístola, hermanos, ahora escribo a vosotros; en ambos que yo agito sus mente puras por medio de recordar:
2 Para que podáis tener memoria de las palabras que fueron antes dichas por los santos profetas, y del mandamiento de nosotros los apóstoles del Señor y Salvador:
3 Sabiendo primero esto, que en los últimos días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias,
4 Y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su venida? porque desde que los padres se durmieron, todos cosas continúan como eran desde el principio de la creación.
5 Por esto son ignorantes voluntariamente, de que por la palabra de Dios los cielos fueron en tiempo antiguo, y la tierra estaba asentada fuera del agua y en el agua;
6 Por lo cual el mundo que era de aquel entonces, siendo inundado con agua, pereció:
7 Pero los cielos y la tierra, que son ahora, por la misma palabra son guardados, reservados para el fuego en el día de juicio y de la perdición de los hombres impíos.
8 Mas, amados, no seáis ignorantes de esta una cosa, que un día con el Señor es como mil años, y mil años como un día.
9 El Señor no se tarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza; sino es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos
10 Mas el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos se fundirán con calor ferviente, y la tierra también y la obras que en ellas serán quemadas.
11 Viendo entonces que todas estas cosas serán derretidas, ¿qué clase de personas debéis ser en toda santa conversación y piedad,
12 Esperando y apresurando hasta la venida del día de Dios, del cual los cielos serán deshechos, y los elementos serán fundidos con ardor ferviente?
13 Pero nosotros, según su promesa, buscamos cielos nuevos y una nueva tierra, en los cuales mora la justicia.
14 Por lo cual, amados, viendo que esperáis tales cosas, sed diligentes para que podáis ser hallados de él en paz, sin mancha, e irreprensible.
15 Y considerad que la longanimidad del Señor es salvación; aún como nuestro amado hermano Pablo también, según la sabiduría dado a él, os ha escrito.
16 Como también in todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; en las cuales hay algunas cosas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también pervierten las otras escrituras, hasta su propia destrucción.
17 Vosotros entonces, amados, sabiendo antes estas cosas, ten cuidado para que vosotros también, siendo llevados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra propia firmeza.
18 Mas creced en la gracia, y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesu Cristo. A él sea gloria ambos ahora y por siempre. Amén.
PRIMERO DE JUAN
Capítulo 1
1 Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos mirado, y nuestras manos han tocado, de la Palabra de vida;
2 (Porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos aquella vida eterna, que, la cual estaba con el Padre, y, fue manifestado a nosotros;)
3 Lo que hemos visto y oído os declaramos para también vosotros podáis tener comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.
4 Y estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo pueda ser cumplido.
5 Este, entonces, es el mensaje que hemos oído de él, y os declaramos, que Dios es Luz, y en él no hay ningunas tinieblas.
6 Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no hacemos la verdad;
7 Pero si andamos en la luz, como él está en la luz, tenemos comunión los uno con los otros, y la sangre de Jesu Cristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañámonos a nosotros mismo, y la verdad no está en nosotros.
9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y limpiarnos de toda injusticia.
10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no ésta en nosotros.
Capítulo 2
1 Hijitos míos, estas cosas os escribo, para que no pequéis. Y si algún hombre peca, tenemos un abogado para con el Padre, a Jesu Cristo el justo:
2 Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los pecados de todo el mundo.
3 Y por esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos.
4 El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él.
5 Pero el que guarda su palabra, en él verdaderamente es perfecto el amor de Dios; por esto sabemos que estamos en él.
6 El que dice que permanece en él, él mismo debe también andar, aún como él anduvo.
7 Hermanos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, que habéis tenido desde el principio. El mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio.
8 Otra vez, un mandamiento nuevo os escribo, la cual es verdadero en él y en vosotros; porque as tinieblas son pasadas, y la luz verdadera ahora alumbra.
9 El que dice que está en luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas aún hasta ahora.
10 El que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay ocasión de tropiezo en él.
11 Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe donde se va; porque las tinieblas le han cegado sus ojos.
12 Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados son perdonados por causa de su nombre.
13 Os escribo, padres, porque habéis conocido a él que es desde el principio. Os escribo, jóvenes, porque os vencido al maligno. Os escribo, hijitos, porque habéis conocido al Padre.
14 Os he escrito, Padres, porque habéis conocido a él que es desde el principio. Os he escrito, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno.
15 No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.
16 Porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, no es del Padre, mas es del mundo.
17 Y el mundo pasa, y la concupiscencia de él; más el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
18 Hijitos, ya es el último tiempo; y como vosotros habéis oído que el anticristo ha de venir, así ahora hay muchos anticristos; por lo cual sabemos que es el último tiempo.
19 Ellos salieron de entre nosotros; pero no eran de nosotros; porque si fueran de nosotros, hubieran sin duda continuados con nosotros; pero ellos salieron, para que pudiesen ser hechos manifestados que no eran de nosotros.
20 Pero vosotros tenéis una unción del Santo, y conocéis todas las cosas.
21 No os he escrito porque no conocéis la verdad, sino porque la conocéis, y que ninguna mentira es de la verdad.
22 ¿Quién es mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Tal es anticristo, y que niega al Padre y al Hijo.
23 Cualquiera que niega al Hijo, lo mismo no tiene al Padre: (pero) el que confiesa al Hijo tiene el Padre también.
24 Deje que esto también permanece en vosotros, lo que habéis oído desde el principio. Si lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo, y en el Padre.
25 Y esta es la promesa que él nos prometió; aún la vida eterna.
26 Estas cosas os he escrito tocante a los que os seducen.
27 Pero la unción que vosotros habéis recibido de él permanece en vosotros; y no tenéis necesidad que ningún hombre os enseñe; sino como la unción misma os enseña de todas cosas, y es verdad, y no es mentira, y aún como lo os ha enseñado, permaneceréis vosotros en él.
28 Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando él apareciere, podamos tener confianza, y no ser avergonzado delante de él en su venida.
29 Si sabéis que él es justo, sabed también que cualquiera que hace justicia es nacido de él.
Capítulo 3
1 Mirad, que tipo que amor el Padre nos ha dado, que debemos ser llamados los hijos de Dios: por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.
2 Amados, ahora nosotros somos los hijos de Dios, y aún no se aparece lo que seremos: sino sabemos que, cuando él aparece, seremos semejantes a él; porque le veremos como él es.
3 Y cualquiera que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, aún como él es puro.
4 Cualquiera que comete pecado transgrede la ley, porque el pecado es la transgresión de la ley.
5 Y vosotros sabéis que él fue manifestado para quitar nuestros pecados; y no hay pecado en él.
6 Cualquiera que permanece en él no peca; cualquiera que peca no le ha visto, ni le ha conocido.
7 Hijitos, que nadie os engañe; él que hace justicia es justo, aún como él es justo.
8 El que comete pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Por este propósito el Hijo de dios fue manifestado, para que él pudiera destruir las obras del diablo.
9 Cualquiera que es nacido de Dios no comete pecado; porque su simiente mora en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.
10 En esto son manifiestos los hijos de Dios, y los hijos del diablo: cualquiera que no hace justicia, no es de Dios, ni él que no ama a su hermano.
11 Porque este es el mensaje que oísteis desde el principio, que nos amemos unos a otros.
12 No como Caín, que era del maligno, y mató a su hermano. ¿Y por qué le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano eran justas.
13 No os maravilléis, hermanos míos, si el mundo os aborrece.
14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, porque amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano no permanece en muerte.
15 Cualquiera que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permaneciendo en él.
16 En esto percibimos el amor de Dios, porque él puso su vida por nosotros; y nosotros debemos poner nuestras vida por los hermanos.
17 Pero cualquiera que tiene bienes de este mundo, y ve que su hermano tiene necesidad, y le cierre sus entrañas de compasión, ¿cómo mora el amor de Dios en él?
18 Hijitos míos, no amemos de palabra, ni de lengua; sino en obra y en verdad.
19 Y por esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él.
20 Porque si nuestro corazón no condena, mayor es Dios que nuestro corazón, y conoce todas las cosas.
21 Amados, si nuestro corazón no nos condena , entonces tenemos confianza para con Dios.
22 Y cualquiera cosa que pidiéremos, la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos aquellas cosas que son agradables delante de él.
23 Y éste es su mandamiento: Que debemos creer en el nombre de su Hijo Jesu Cristo, y que nos amamos unos a otros, como él nos dio mandamiento.
24 Y él que guarda sus mandamientos permanece en él, y él en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.
Capítulo 4
1 Amados, no creáis a todo espíritu, sino probado los espíritus si son de Dios: porque muchos falsos profetas son salidos en el mundo.
2 En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesu Cristo es venido en carne es de Dios;
3 Y todo espíritu que no confiesa que Jesu Cristo es venido en carne no es de Dios; y este tal es aquel espíritu del anticristo, del cual vosotros habéis oído que debería venir; y aún ahora ya está en el mundo.
4 Vosotros sois de Dios, hijitos, y habéis vencido; porque mayor es él que ésta en vosotros, que él que está en el mundo.
5 Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye.
6 Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios nos oye; el que no es de Dios no nos oye. Por esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error.
7 Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios; y cualquiera que ama es nacido de Dios, y conoce a Dios.
8 El que no ama, no conoce a Dios; porque Dios es amor.
9 En esto fue manifestado el amor de Dios para con nosotros, porque Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que nosotros vivamos por él.
10 En esto consiste el amor, no que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó, y envió a su Hijo para ser la propiciación por nuestros pecados.
11 Amados, si Dios así nos amo, nosotros debemos también amar los unos a los otros.
12 Nadie ha visto jamás a Dios. Si amamos unos a otros, Dios mora en nosotros, y su amor es perfeccionado en vosotros.
13 En esto conocemos que moramos en él, y él en nosotros, porque él nos ha dado de su Espíritu.
14 Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre envió al Hijo para ser el Salvador del mundo.
15 Cualquiera que confesará que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.
16 Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene por nosotros. Dios es amor; y el que mora en amor mora en Dios, y Dios en él.
17 En esto nuestro amor es hecho perfecto, para que tengamos confianza en el día del juicio: porque como él es, así somos nosotros en este mundo.
18 En el amor no hay temor; pero el amor perfecto echa fuera el temor; porque el temor tiene tormento. El que tiene temor no es hecho perfecto en amor.
19 Nosotros le amamos a él, porque él primero nos amó.
20 Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, él es mentiroso; porque él que no ama a su hermano a quién ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?
21 Y nosotros tenemos este mandamiento de él: Que el que ama a Dios también ame a su hermano.
Capítulo 5
1 Cualquiera que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios: y cada uno que ama al que engendró, también ama al que es nacido de él.
2 En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos.
3 Porque éste es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos, y sus mandamientos no son graves.
4 Porque todo aquellos que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es al victoria que vence al mundo, aun nuestra fe.
5 ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
6 Este es el que vino por agua y sangre, aun Jesu Cristo; no por agua solamente, sino por agua y sangre. Y es el Espíritu que da testimonio, porque el Espíritu es verdad.
7 Porque hay tres que dan testimonio en el cielo, el Padre, la Palabra, y el Espíritu Santo; y estos tres son uno.
8 Y hay tres que dan testimonio en la tierra, el Espíritu, el agua, y la sangre; y estos tres son uno.
9 Si recibimos el testimonio de los hombres, el testimonio de Dios es mayor; porque este es el testimonio de Dios que él ha testificado de su Hijo.
10 El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo: él que no cree a Dios le ha hecho mentiroso; porque no cree el testimonio que Dios dio de su Hijo.
11 Y este es el testimonio, que Dios nos ha dado vida eterna, y ésta vida está en su Hijo.
12 El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.
13 Estos cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios; para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.
14 Y esta es la confianza que tenemos en él, que, si pidiéremos alguna cosa conforme a su volutnad, él nos oye:
15 Y si sabemos que él nos oye, cualquiera cosas que pedimos, sabemos que tenemos la peticiones que le hubiéremos deseado.
16 Si alguno viere pecar a su hermano que no es hasta la muerte, pedirá, y él le dará vida para los que pecan no hasta la muerte. Hay pecado hasta la muerte: por el cual yo no digo que oráis.
17 Toda injusticia es pecado; y hay un pecado hasta la muerte.
18 Sabemos que cualquiera que es nacido de Dios no peca; pero el que es engendrado de Dios se guarda a sí mismo, y el maligno no le toca.
19 Y sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está en maldad.
20 Y sabemos que el Hijo de Dios es venido, y nos ha dado entendimiento, para que podamos conocer al que es verdadero; y estamos en el que es verdadero, aun en su Hijo Jesu Cristo. Este es el Dios verdadero, y la vida eterna.
21 Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén.
SEGUNDO DE JUAN
Capítulo 1
1 El anciano a la señora elegido y sus hijos, a los cuales yo amo en la verdad; y no sólo yo, sino también todos los que han conocido la verdad;
2 Por causa de la verdad, que mora en nosotros, y será con nosotros por siempre.
3 Gracia sea con vosotros, y paz, de Dios el Padre, y del Señor Jesu Cristo, el Hijo del Padre, en verdad y amor.
4 Regocijé grandemente porque hallé de tus hijos andando en verdad, como nosotros hemos recibido un mandamiento del Padre.
5 Y ahora te ruego, señora, no como os escribí un nuevo mandamiento, sino aquel que hemos tenido desde el principio, que nos amemos los unos a los otros.
6 Y éste es amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: Que, como habéis oído desde el principio, que andéis en él.
7 Porque muchos engañadores son entrados en el mundo, los cuales no confiesan que Jesu Cristo es venido en carne. Este es un engañador y un anticristo.
8 Mirad por vosotros mismos, que no perdamos aquellas cosas que hemos obrado, sino que recibamos un galardón completo.
9 Cualquiera que transgrede, y no permanece en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios. El que permanece en la doctrina de Cristo, el tal tiene ambos el Padre y el Hijo.
10 Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en vuestra casa, ni le digáis: Vaya con Dios:
11 Porque el que le dice: ¡Vaya con Dios! es participa de sus malas obras.
12 Teniendo muchas cosas que escribiros, no quiero escribir por papel y tinta; pero yo espero de venir a vosotros, y hablaros cara a cara, para que nuestro gozo sea completo.
13 Los hijos de tu hermana elegida te saludan. Amén.
TERCERO DE JUAN
Capítulo 1
1 El anciano al muy amado Gayo, a quien amo en la verdad.
2 Amado, yo deseo más que todas cosas que podáis prosperar y tener buena salud, así como tu alma prospera.
3 Porque yo regocijé grandemente, cuando vinieron los hermanos y testificaron de la verdad que está en ti, aún como andas en la verdad.
4 No tengo mayor gozo que oír que mis hijos andan en verdad.
5 Amado, fielmente haces todo lo que haces para con los hermanos, y con los extranjeros;
6 Los cuales han dado testimonio de tu caridad antes de la iglesia: a los cuales si encaminares como conviene según Dios, harás bien:
7 Porque por causa de su nombre ellos salieron, no tomando nada de los Gentiles.
8 Nosotros, por esto, debemos recibir a los tales, para que podemos ser coadjutores a la verdad.
9 Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, que ama tener la preeminencia entre ellos, no nos recibe.
10 Por esta causa, si yo viniere, recordaré sus obras que él hace, parlando palabras maliciosas contra nosotros: y no contento con estas cosas, ni recibe a sí mismo los hermanos, y los prohibe a los que quisieron, y los echa fuera de la iglesia.
11 Amado, no sigas lo que es malo, sino lo que es bueno. El que hace bien es de Dios; pero el que hace mal no ha visto a Dios.
12 Demetrio tiene buen testimonio de todos hombres, y de la verdad misma; sí, y nosotros también damos testimonio; y vosotros sabéis que nuestro testimonio es verdadero.
13 Yo tenía muchas cosas que escribir, pero no te escribiré con tinta y pluma:
14 Porque espero verte pronto, y hablaremos cara a cara. Paz sea a ti. Nuestros amigos te saludan. Saluda tú a los amigos por nombre.
JUDAS
1 Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo, a los que son santificados por Dios el Padre y preservados en Jesucristo, y llamado;
2 Misericordia a vosotros, y paz, y amor, sean multiplicados.
3 Amados, cuando di todo diligencia en escribiros de la salvación común, me era necesario escribiros, y exhortaros que debáis contender eficazmente por la fe que ha sido una vez entregado a los santos.
4 Porque hay ciertos hombres que entraron impensadamente, quienes antes fueron ordinados a esta condenación, hombres impíos, cambiando la gracia de nuestro Dios en lascivia, y negando el único Señor Dios, y nuestro Señor Jescristo.
5 Por eso os pondré en memoria, aunque una vez sabías esto, como el Señor, habiendo salvado al puedo de la tierra de Egipto, después destruyó a los que no creyeron.
6 Y los ángeles que no guardaron su primer estado, sino que dejaron su propia habitación, los ha reservado en cadenas eternas bajo oscuridad hasta el juicio del gran día.
7 Aún como Sodoma y Gomorra, y las ciudades alrededores en la misma manera, dando a sí mismos a la fornicación, y yendo a la carne extraña, fueron puestas por un ejemplo, sufriendo la venganza del fuego eterno.
8 De la misma manera también estos soñadores ensuciados ensucian la carne, odian la autoridad, y maldicen a los dignidades.
9 Aún el arcángel Miguel, cuando contendiendo con el diablo él disputó sobre el cuerpo de Moisés, no trajo una acusación injurioso contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda.
10 Pero éstos maldicen las cosas que no conocen; pero lo que conocen naturalmente, como bestias brutas, en aquellas cosas se corrompen a ellos mismos.
11¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín, y corrían codiciamente en el error de Balaam por recompensa, y perecieron en la contradicción de Coré.
12 Estos son manchas en vuestros fiestas de caridad, cuando banquetean con vosotros, apacentándose a sí mismos sin temor: nubes son sin agua, llevados de acá para allá de los vientos; árboles cuyo fruto marchita, sin fruto, dos veces muertos, desarraigados;
13 Ondas furiosas de la mar, espumando su propia vergüenza, estrellas erráticas, a las cuales está reservadas la oscuridad de las tinieblas para siempre.
14 Y Enoc también, el séptimo de Adán, profetizó, diciendo: He aquí, el Señor viene con decenas de millares de sus santos,
15 Para ejecutar juicio contra todos, y para convencer a todos que son impíos entre ellos de sus obras impías que ellos han cometido impíamente, y de todas sus palabras duras que los pecadores impíos han hablado contra él.
16 Estos son murmuradores, querelladores, andando según sus propias concupiscencias; y su boca habla palabras hinchadas grandes, habiendo en admiración a las personas causa del provecho.
17 Pero, amados, acordaos de las palabras que fueron dichas antes de los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo;
18 Como os decían que deberían ser burladores en el postrer tiempo, quién andarían según sus propios malvadas concupiscencias.
19 Estos son los que se separan a sí mismos, sensuales, no teniendo el Espíritu.
20 Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo,
21 Conservaos a vosotros mismo en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna.
22 Y de algunos tened compasión, haciendo una diferencia.
23 Y a otros salvad con temor, arrebatándolos del fuego; aborreciendo aún la ropa contaminada por la carne.
24 Ahora a él que es poderoso para guardaros de caer, y presentaros irreprensibles antes de la presencia de su gloria con gozo excesiva,
25 Al único Dios sabio nuestro Salvador, sea gloria y majestad, dominio y postestad, ambos ahora y para siempre. Amen.
REVELACION o APOCALIPSIS
Capítulo 1
1 La revelación de Jesu Cristo, la cual Dios le dio, para manifestar a su siervos las cosas que pronto deben suceder; y la envió y la significó por su ángel a Juan su siervo;
2 El cual dio testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesu Cristo, y de todas las cosas que él vio.
3 Bienaventurado es el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas que en ella están escritas; porque el tiempo está cerca.
4 Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia sea a vosotros, y paz, del que es, y que era, y que ha de venir; y de los siete Espíritus que están delante de su trono;
5 Y de Jesu Cristo, quien es el testigo fiel, y el primogénito de los muertos, y el príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados en su propia sangre,
6 Y nos ha hecho reyes, y sacerdotes para Dios y su Padre; a él sea la gloria y el dominio por siempre jamás. Amén.
7 He aquí, él viene con las nubes; y todo ojo le verá, y también los que le traspasaron: y todas las tribus de la tierra se lamentarán por causa de él. Así es, Amén.
8 Y soy el Alfa y el Omega, el principio y el fin, dice el Señor, que es, y que era, y que ha de venir, el Todopoderoso.
9 Yo, Juan, que también soy vuestro hermano, y compañero en la tribulación, y en el reino y la paciencia de Jesu Cristo, estaba en la isla que es llamada Pátmos, por la palabra de Dios, y por el testimonio de Jesu Cristo.
10 Estuve en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz, como de una trompeta,
11 Diciendo: Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin; y, lo que ves, escribe en un libro, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia; a Efeso, y a Smirna, y a Pérgamo, y a Tiatira, y a Sardis, y a Filadelfia, y a Laodicea.
12 Y me volví para ver a la voz que hablaba conmigo. Y habiendo vuelto, vi siete candeleros de oro;
13 Y en medio de los siete candeleros, uno semejante al Hijo del hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por los pechos con un cinto de oro.
14 Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana, aun tan blancos como la nieve; y sus ojos eran como llama de fuego;
15 Y sus pies semejantes al latón finísimo, como si ardían en un horno; y su voz como ruido de muchas aguas.
16 Y tenía en su mano derecha siete estrella; y de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol que resplandece en su fuerza.
17 Y cuando yo le vi, caí a su pies como muerto. Y él puso su mano derecha sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último.
18 Yo soy el que vivo y estuve muerto; y, he aquí, vivo por siempre jamás, Amén; Y tengo las llaves del infierno, y de la muerte.
19 Escribe las cosas que has visto, y las cosas que son, y las cosas que serán en el tiempo venidero;
20 El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y los siete candeleros de oro. Las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias; y los siete candeleros que viste, son las siete iglesias.
Capítulo 2
1 Escribe al ángel de la iglesia de Efeso: Estas cosas dice el que tiene las siete estrellas en su diestra, el cual anda en medio de los siete candeleros de oro:
2 Yo sé tus obras, y tu trabajo, y tu paciencia, y como tú no puedes sufrir los que son malos; y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos:
3 Y has soportado, y tienes paciencia, y por causa de mi nombre has trabajado, y no has desfallecido.
4 Sin embargo tengo algo contra ti, porque has dejado tu primer amor.
5 Recuerda, por eso, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; o si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te arrepintieres.
6 Pero esto tienes, que aborreces los hechos de los Nicolaítas, los cuales yo también aborrezco.
7 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias: Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.
8 Y al ángel de la iglesia en Smirna escribe: Estas cosas dice el primero y el postrero, que fue muerto, y está vivo:
9 Yo sé tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza, (pero tú eres rico,) y sé la blasfemia de los que se dicen ser Judíos, y no lo son, sino son de la sinagoga de Satanás.
10 No tengas temor de esas cosas que has de padecer; he aquí, el diablo arrojará algunos de vosotros a la cárcel, para que seáis probados; y tendréis tribulación de diez días; y sé fiel hasta la muerte, y yo te daré una corona de vida.
11 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias: El que venciere no será dañado de la segunda muerte.
12 Y al ángel de la iglesia en Pérgamo escribe: Estas cosas dice el que tiene la espada aguda de dos filos:
13 Yo sé tus obras, y donde moras, aun donde está la silla de Satanás; y tu retienes mi nombre, y no has negado mi fe, aun en aquellos días en que Antipas fue mi mártir fiel, lo cual fue matado entre vosotros, donde mora Satanás.
14 Pero tengo unas pocas cosas contra ti, porque tú tienes allí los que retienen la doctrina de Balaam, el cual enseñaba a Balac a poner tropiezo delante de los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación.
15 Así también tú tienes a los que retienen la doctrina de los Nicolaítas, la cual yo aborrezco.
16 Arrepiéntete, o yo vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca.
17 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias: Al que venciere daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita un nombre nuevo escrito, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.
18 Y al ángel de la iglesia que está en Tiatira escribe: Estas cosas dice el Hijo de Dios, que tiene sus ojos como llama de fuego, y sus pies son como latón fino:
19 Y he conocido tus obras, y caridad, y servicio, y fe, y tu paciencia, y tus obras; y las postreras son más que la primeras.
20 Sin embargo tengo unas pocas cosas contra ti, porque permitas aquella mujer Jezabel, que llama a sí misma una profeta, enseñar y seducir a mis siervos a cometer fornicación, y a comer cosas sacrificadas a los ídolos.
21 Y le dio tiempo para que se arrepienta de su fornicación; y ella no se arrepintió.
22 He aquí, yo la arrojaré en su cama, y a los que adulteran con ella, en muy grande tribulación, si no se arrepintieren de sus obras.
23 Y mataré a sus hijos con muerte; y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriño las riendas y los corazones; y daré a cada uno de vosotros según sus obras.
24 Pero yo digo a vosotros, y a los demás en Tiatira, cualesquiera que no tienen esta doctrina, y que no han conocido las profundidades de Satanás, como dicen: yo no echaré sobre vosotros otra carga.
25 Mas lo que ya tenéis, retenedlo hasta que yo venga.
26 Y al que venciere, y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré potestad sobre las naciones;
27 Y él las regirá con vara de hierro, y los vasos del alfarero serán quebrantadas en pedacitos; aún como yo he recibido de mi Padre.
28 Y le daré la estrella de la mañana.
29 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Capítulo 3
1 Y al ángel de la iglesia en Sardis escribe: Estas cosas dice el que tiene los siete Espíritus de Dios, y las siete estrellas: Yo conozco tus obras, y que tienes un nombre que vives, y estás muerto.
2 Sé vigilante, y fortalece las cosas que permanecen, que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios.
3 Acuérdate pues de lo que has recibido y has oído, y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velares, vendré a ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.
4 Tu tienes unos pocos nombres aun en Sardis, que no han ensuciado sus vestiduras; y ellos andarán conmigo en vestiduras blancas; porque son dignos.
5 El que venciere, el mismo será vestido de vestiduras blancas; y no borraré jamás su nombre del libro de la vida, antes confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.
6 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
7 Y al ángel de la iglesia en Filadelfia escribe: Estas cosas dice él que es santo, él que es verdadero, él que tiene la llave de David, el que abra, y ningún hombre cierra; y cierra, y ningún hombre abre;
8 Yo conozco tus obras: he aquí, te he dado una puerta abierta delante de ti, y ninguno la puede cerrar; porque tú tienes un poco de potencia, y has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.
9 He aquí, yo haré de la sinagoga de Satanás, los que se dicen ser Judíos, y no son, mas mienten; he aquí, yo haré que vengan, y adoren delante de tus pies, y sepan que yo te he amado.
10 Porque has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la tentación, que ha de venir sobre todo el mundo, para probar los que moran en la tierra.
11 He aquí, yo vengo pronto; retén firme lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.
12 Al que venciere, yo le haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá fuera; y escribiré sobre él el hombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, que es la nueva Jerusalem, la cual desciende del cielo de con mi Dios; y escribiré sobre él mi nombre nuevo.
13 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
14 Y al ángel de la iglesia de los Laodicenses escribe: Estas cosas dice el Amén, el testigo verdadero y fiel, el principio de la creación de Dios;
15 Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni caliente: Yo quisiera que fueses frío, o caliente;
16 Así pues, porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
17 Porque tú dice: Yo soy rico, y enriquecido con bienes, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres cuitado, y miserable, y pobre, y ciego, y desnudo:
18 Yo te aconsejo que de mí compres oro afinado en el fuego, para que puedas ser rico; y vestiduras blancas, para que seas vestido, y que la vergüenza de tu desnudez no se descubra; y unge tus ojos con colirio, para que puedas ver.
19 Tantos como yo amo, yo reprendo y castigo; sé pues celoso, y arrepiéntete.
20 He aquí, yo estoy de pie a la puerta, y toco: si alguno oyere mi voz, y me abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
21 Al que venciere, yo le daré que se asiente conmigo en mi trono, aún como yo también vencí, y me asenté con mi Padre en su trono.
22 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Capítulo 4
1 Y después de esto miré, y, he aquí, una puerta fue abierta en el cielo; y la primera voz que oí era como de una trompeta que hablaba conmigo; la cual dijo: Sube acá, y yo te mostraré de las cosas que deben suceder después de estas.
2 E inmediatamente yo fui en el Espíritu; y, he aquí, un trono estaba puesto en el cielo, y uno estaba sentado sobre el trono.
3 Y el que estaba asentado era al parecer semejante a jaspe y de una piedra de sardonia; y había un arco iris alrededor del trono, a la vista semejante a una esmeralda.
4 Y alrededor del trono eran veinticuatro sillas; y sobre las sillas vi veinticuatro ancianos sentados, vestidos de ropas blancas; y tenían sobre sus cabezas coronas de oro.
5 Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y eran siete lámparas de fuego que estaban ardiendo delante del trono, las cuales son los siete Espíritus de Dios.
6 Y delante del trono había un mar de vidrio semejante al cristal; y en medio del trono, y al derredor del trono, eran cuatro bestias llenos de ojos delante y detrás.
7 Y el primer bestia era semejante a un león, y la segunda bestia semejante a un becerro, y la tercera bestia tenía la cara como de hombre, y la cuarta bestia era semejante a un águila volando.
8 Y los cuatro bestias tenían cada uno por sí seis alas al derredor de él; y de dentro estaban llenos de ojos; y no tenían reposo día ni noche, diciendo: Santo, santo, santo, Señor Dios Todopoderoso, que era, y que es, y que ha de venir.
9 Y cuando aquellas bestias dan gloria y honra y acción de gracias al que estaba sentado en el trono, al que vive por siempre jamás,
10 Los veinticuatro ancianos se postran delante del que estaba sentado en el trono, y adoran al que vive por siempre jamás, y echan sus coronas delante del trono, diciendo:
11 Eres digno, oh Señor, de recibir gloria y honra y poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu placer ellas son y fueron creadas.
Capítulo 5
1 Y vi en la mano derecha del que estaba sentado sobre el trono un libro escrito por dentro y por detrás, sellado con siete sellos.
2 Y vi a un ángel fuerte proclamando en alta voz: ¿Quién es digno de abrir el libro, y de desatar sus sellos?
3 Y ningún hombre en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo.
4 Y yo lloraba mucho, porque ningún hombre fue hallado digno de abrir ni de leer el libro, ni de mirarlo.
5 Y uno de los ancianos me dice: No llores; he aquí, el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha prevalecido para abrir el libro, y desatar sus siete sellos.
6 Y miré, y, he aquí, en medio del trono y de las cuatro bestias, y en medio de los ancianos, estaba de pie un Cordero como uno que hubiera sido inmolado, teniendo siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados en toda la tierra.
7 Y él vino, y tomó el libro de la mano derecha de aquel que estaba sentado en el trono.
8 Y cuando hubo tomado el libro, las cuatro bestias y veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero, teniendo cada uno de ellos arpas, y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos.
9 Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro, y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y nos has redimido para Dios con tu sangre de toda tribu, y lengua, y pueblo, y nación;
10 Y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes; y reinaremos sobre la tierra.
11 Y miré, y oí la voz de muchos ángeles al derredor del trono, y de las bestias y de los ancianos; y el número de ellos era diez mil por diez mil, y millares de millares;
12 Diciendo con alta voz: Digno es el Cordero que fue inmolado para recibir poder, y riquezas, y sabiduría, y fortaleza, y honra, y gloria, y bendición.
13 Y oí a toda criatura que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y tales que están en la mar, y todas las cosas que en ellos están, diciendo: Bendición, y honra, y gloria, y poder, sea al que está sentado en el trono, y al Cordero para siempre jamás.
14 Y las cuatro bestias decían: Amén. Y los veinticuatro ancianos se postraron y adoraron al que vive por siempre jamás.
Capítulo 6
1 Y miré cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí, como si fuera la voz de trueno, uno de las cuatro bestias diciendo: Ven y ve.
2 Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que estaba sentado encima de él tenía un arco; y una corona le fue dada; y salió conquistando, y para conquistar.
3 Y cuando él abrió el segundo sello, oí la segunda bestia decir: Ven y ve.
4 Y salió otro caballo que era rojo; y poder le había dado que estaba sentado sobre él para quitar la paz de la tierra, y para que se matasen unos a otros; y le fue dada una grande espada.
5 Y cuando él abrió el tercero sello, oí a la tercera bestia decir: Ven y ve. Y miré, y he aquí un caballo negro; y él que estaba sentado encima de él tenía una balanza en su mano.
6 Y oí una voz en medio de las cuatro bestias que dice: Una medida de trigo por un centavo, y tres medidas de cebada por un centavo; y ve que no hagas daño al vino, ni al aceite.
7 Y cuando él hubo abierto el cuarto sello, oí la voz de la cuarta bestia que dice: Ven y ve.
8 Y miré, y he aquí un caballo pálido; y el nombre del que estaba sentado sobre él era Muerte, y el Infierno le seguía. Y les fue dada a ellos potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, y con hambre, y con mortandad, y con las bestias de la tierra.
9 Y cuando él hubo abierto el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido matados por la palabra de Dios, y por el testimonio que ellos tenían;
10 Y clamaban en alta voz diciendo: ¿Hasta cuándo, Oh Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre de los que moran en la tierra?
11 Y miré cuando él hubo abierto el sexto sello, y, he aquí, había un gran terremoto; y el sol se puso negro como cilicio de pelo, y la luna se puso toda como sangre;
12 Y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, aun como la higuera deja caer sus higos inmaduros, cuando es sacudida de un viento poderoso.
13 Y el cielo se apartó como un libro que es arrollado; y todo monte y isla fueron movidas de sus lugares.
14 Y los reyes de la tierra, y los príncipes, y los ricos, y los capitanes principales, y los hombres poderosos, y todo esclavo, y todo libre, se escondieron en la cavernas y entre las piedras de los montes;
15 Y decían a los montes y a las rocas: Caed sobre nosotros, y escondednos de la cara de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;
16 Porque el gran día de su ira es venido, y ¿quién podrá sostenerse de pie?
Capítulo 7
1 Y después de estas cosas, vi cuatro ángeles que estaban de pie sobre las cuatro esquinas de la tierra, deteniendo los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase el viento sobre la tierra, ni sobre la mar, ni sobre ningún árbol.
2 Y vi otro ángel subiendo del este, teniendo el sello del Dios vivo; y él clamó con gran voz a los cuatro ángeles, a los cuales era dado hacer daño a la tierra y a la mar,
3 Diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios en sus frentes.
4 Y oí el número de los señalados: y fueron sellados ciento cuarenta y cuatro mil de todas las tribus de los hijos de Israel.
5 De la tribu de Judá fueron doce mil sellados. De la tribu de Rubén fueron doce mil sellados. De la tribu de Gad fueron doce mil sellados.
6 De la tribu de Aser fueron doce mil sellados. De la tribu de Neftalí fueron doce mil sellados. De la tribu de Manasés fueron doce mil sellados.
7 De la tribu de Simeón fueron doce mil sellados. De la tribu de Leví fueron doce mil sellados. De la Isacar fueron doce mil sellados.
8 De la tribu de Zabulón fueron doce mil sellados. De la fueron de José fueron doce mil sellados. De la tribu de Benjamín fueron doce mil sellados.
9 Después de esto miré, y he aquí, una gran multitud, la cual ninguno podía contar, de todas las naciones, y tribus, y pueblos y lenguas;
10 Y clamaban con una gran voz, diciendo: Salvación a nuestro Dios que está sentados sobre el trono, y al Cordero.
11 Y todos los ángeles estaban de pie al derredor del trono, y alrededor de los ancianos y las cuatro bestias, y se postraron sobre sus caras delante del trono, y adoraron a Dios.
12 Diciendo: Amén: La bendición y la gloria y la sabiduría, y la acción de gracias, y la honra, y el poder, y la fortaleza sea a nuestro Dios por siempre jamás. Amén.
13 Y uno de los ancianos respondió, diciéndome: ¿Quiénes son éstos que están vestidos en ropas blancas? y ¿de dónde vinieron?
14 Y yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han venido de grande tribulación, y han lavado sus ropas, y las han blanqueados en la sangre del Cordero.
15 Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentados en el trono morará entre ellos.
16 No tendrán más hambre, ni sed; ni tampoco sed; ni el sol brillará sobre ellos, ni ningún calor.
17 Porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará, y los guiará a las fuentes vivas de las aguas; y Dios limpiará toda lágrima de los de ellos.
Capítulo 8
1 Y cuando él hubo abierto el séptimo sello, había silencio en el cielo como por media hora.
2 Y vi los siete ángeles que estaban en pie delante de Dios; y les fueron dadas siete trompetas.
3 Y otro ángel vino y se puso de pie delante del altar, teniendo un incensario de oro; y le fue dado mucho incienso, para que lo ofreciese con las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono.
4 Y el humo de l incienso, que vino con las oraciones de los santos, subió de la mano del ángel delante de Dios.
5 Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó con fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y fueron hechas voces, y truenos, y relámpagos, y un terremoto.
6 Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas se aparejaron para tocarlas.
7 Y el primer ángel tocó, y fue hecho granizo y fuego mezclados con sangre, y fueron arrojados sobre la tierra;
8 Y el segundo ángel tocó, y como una grande montaña ardiendo con fuego fue lanzado en la mar; y la tercera parte de la mar se tornó en sangre.
9 Y murió la tercera parte de las criaturas que estaban en la mar, que tenían vida; y la tercera parte de los navíos fue destruida.
10 Y el tercer ángel tocó, y cayó del cielo una grande estrella, ardiendo como una lámpara, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas;
11 Y el nombre de la estrella se llama Ajenjo; y la tercera parte de las aguas fue vuelta en ajenjo; y muchos hombres murieron por las aguas, porque fueron hechas amargas.
12 Y el cuarto ángel tocó, y la tercera parte del sol fue herida, y la tercera parte de la luna, y la tercera parte de las estrellas; de tal manera que se oscureció la tercera parte de ellos, y no alumbraba la tercera parte del día, y semejantemente de la noche.
13 Y miré, y oí un ángel volando por medio del cielo, diciendo con una grande voz: ¡Ay, ay, ay, de los habitantes de la tierra por causa de las otras voces de las trompetas de los tres ángeles, que aún tienen que tocar!
Capítulo 9
1 Y el quinto ángel tocó, vi una estrella que cayó del cielo en la tierra; y a aquél fue dada la llave del pozo del abismo.
2 Y abrió el pozo del abismo; y subió un humo del pozo como el humo de un gran horno; y el sol y el aire fueron oscurecidos por causa del humo del pozo.
3 Y del humo salieron langostas sobre la tierra; y les fue dada potestad, como tienen potestad los escorpiones de la tierra.
4 Y les fue mandado que no hiciesen daño a la hierba de la tierra, ni a ninguna cosa verde, ni a ningún árbol; sino solamente a los hombres que no tienen el sello de Dios en sus frentes.
5 Y les fue dado que no los matasen, sino que los atormentasen cinco meses; y su tormento era como el tormento de escorpión, cuando hiere al hombre.
6 Y en aquellos días buscarán los hombre la muerte, y no la hallarán; y ellos desearán morir, y la muerte huirá de ellos.
7 Y el parecer de las langostas era semejante a caballos aparejados para guerra; y sobre sus cabezas tenían corona como semejantes al oro; y sus caras eran como caras de hombres.
8 Y tenían cabello como cabello de mujer, y sus dientes eran como los dientes de leones.
9 Y tenían corazas como corazas de hierro; y el estruendo de sus alas era como el ruido de los carros de muchos caballos corriendo a la batalla.
10 Y tenían colas semejantes de los escorpiones, y habían aguijones en sus colas; y su poder era de hacer daño a los hombres cinco meses.
11 Y tenían un rey sobre ellos, que es el ángel del abismo, cuyo nombre en la lengua Hebraico es Abaddon, pero en la lengua Griega su nombre es Apolión.
12 Un ay es pasado; y he aquí, vienen aún dos ayes más después de esto.
13 Y el sexto ángel tocó, y oí una voz de los cuatro cuernos del altar de oro, el cual está delante de Dios,
14 Diciendo al sexto ángel que tenía la trompeta: Desata los cuatro ángeles que están atados en el grande río Eufrates.
15 Y fueron desatados los cuatro ángeles que estaban aparejados para una hora, y un día, y un mes, y un año, para matar la tercera parte de los hombres.
16 Y el número del ejército de los de caballo era doscientos millones; y oí el número de ellos.
17 Y así vi los caballos en la visión, y los que estaban sentados sobre ellos, teniendo corazas de fuego, y de jacinto, y azufre; y las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones; y de sus bocas salía fuego, y humo, y azufre.
18 Por estas tres fue matado la tercera parte de los hombres: del fuego, y del humo, y del azufre, que salían de la boca de ellos.
19 Porque su poder está en su boca, y en sus colas; porque sus colas eran semejantes a serpientes, y tenían cabezas, y con ellas hacen daño.
20 Y los otros hombres que no fueron matados con estas plagas, aun no se arrepintieron de las obras de sus manos, para que no adorasen a los demonios, ni a las imágenes de oro, y de plata, y de latón, y de piedra, y de madera: las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar.
21 Ni tampoco se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos.
Capítulo 10
1 Y vi otro ángel fuerte descender del cielo, vestido de una nube; y un arco iris estaba sobre su cabeza, y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego:
2 Y tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre la mar, y su pie izquierdo sobre la tierra;
3 Y clamó con grande voz, como cuando un león ruge; y cuando hubo clamado, siete truenos hablaron sus voces.
4 Y cuando los siete truenos hubieron hablado sus voces, yo iba a escribir; y oí una voz del cielo, diciéndome: Sella las cosas que los siete truenos han hablado, y no las escribas.
5 Y el ángel que yo vi en pie sobre el mar y sobre la tierra, levantó su mano al cielo,
6 Y juró por el que vive por siempre jamás, que creó al cielo, y las cosas que en él están, y la tierra, y las cosas que en ella están, y la mar, y las cosas que en ellas están, que el tiempo no será más:
7 Pero en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comenzará a tocar la trompeta, el misterio de Dios será terminado, como él ha declarado a sus siervos los profetas.
8 Y la voz que oí del cielo me habló otra vez, y dijo: Ve y toma el librito abierto de la mano del ángel, que está sobre la mar, y sobre la tierra.
9 Y fui al ángel, y le dije: Dame el librito. Y él me dijo: Tómalo, y cómelo, y te amargará tu vientre, pero en tu boca será dulce como la miel.
10 Y tomé el librito de la mano del ángel, y lo comí; en mi boca era dulce como la miel; y cuando acabé de comerlo, fue amargo mi vientre.
11 Y él me dijo: Debes profetizar otra vez delante de muchos pueblos, y naciones, y lenguas, y reyes.
Capítulo 11
1 Y me fue dada una caña semejante a una vara; y el ángel se puso de pie, diciendo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él.
2 Pero el patio que está fuera del templo déjalo, y no lo midas, porque es dado a los Gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses.
3 Y yo daré poder a mis dos testigos, y ellos profetizarán por mil doscientos y sesenta días, vestidos de cilicios.
4 Estos son los dos olivos, y los dos candeleros que están de pie delante del Dios de la tierra.
5 Y si algún hombre les quisiere dañar, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si algún hombre les quisiere dañar, él debe ser matado de esta manera.
6 Estos tienen potestad de cerrar el cielo, para que no llueva en los días de su profecía; y tienen potestad sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, tantas veces que ellos quisieren.
7 Y cuando ellos hubieren acabado su testimonio, la bestia que asciende del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá, y los matará.
8 Y sus cuerpos muertos yacerán en la calle de la grande ciudad, que espiritualmente es llamada Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado.
9 Y los de los pueblos y tribus, y lenguas y naciones verán los cuerpos muertos de ellos por tres días y medio, y no permitirán que sus cuerpos muertos sean puestos en sepulcros.
10 Y los moradores de la tierra se regocijarán sobre ellos, y se alegrarán, y se enviarán dones los unos a os otros; porque estos dos profetas les atormentaban a los que moraban sobre la tierra.
11 Y después de tres días y medio el Espíritu de vida de Dios entró en ellos, y se alzaron sobre sus pies; y vino gran temor sobre los que los vieron.
12 Y cuando oyeron una gran voz del cielo diciéndoles: Subid acá. Y subieron ellos al cielo en una nube, y sus enemigos los vieron.
13 Y en aquella misma hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad cayó, y en el terremoto fueron matados siete mil hombres; y el remanente estaba atemorizado, y dio gloria a Dios del cielo.
14 El segundo ay es pasado; y he aquí, el tercer ay viene pronto.
15 Y el séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, diciendo: Los reinos de este mundo son hechos los reinos de nuestro Señor, y de su Cristo; y él reinará por siempre jamás.
16 Y los veinte y cuatro ancianos, que estaban sentados delante de Dios en sus sillas, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios,
17 Diciendo: Te damos gracias, Oh Señor Dios Todopoderoso, que eres, y que era, y que has de venir; porque te has tomado a tu grande poder, y has reinado.
18 Y las naciones se airaron, y tu ira es venida, y el tiempo de los muertos, para que sean juzgados, y para que tú debes dar recompensa a tus siervos las profetas, y a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes; y tú debes destruir a los que destruyen la tierra.
19 Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y en su templo fue vista el arca de su testamento; y habían relámpagos, y voces, y truenos, y un terremoto, y grande granizo.
Capítulo 12
1 Y apareció una grande señal en el cielo; una mujer vestida del sol, y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas;
2 Y ella estando embarazada clamó, sufriendo con dolores de parto, y sufría tormento por dar a luz.
3 Y apareció otra señal en el cielo; y he aquí un grande dragón rojo, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y siete coronas sobre sus cabezas.
4 Y su cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó a la tierra; y el dragón se puso de pie delante de la mujer que estaba de parto, para devorar a su hijo tan pronto como hubiese nacido.
5 Y ella parió un hijo varón, el cual había de regir todas las naciones con vara de hierro: y su hijo fue arrebatado para Dios, y para su trono.
6 Y la mujer huyó al desierto, donde ella tiene un lugar aparejado de Dios, para que allí la sustenten mil doscientos y sesenta días.
7 Y hubo una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles batallaban contra el dragón; y el dragón batallaba y sus ángeles,
8 Y no prevalecieron; ni su lugar fue más hallado en el cielo.
9 Y el gran dragón fue lanzado fuera, aquella serpiente antigua, llamada el Diablo, y Satanás, el cual engaña a todo el mundo; él fue arrojado en tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.
10 Y oí una gran voz en el cielo diciendo: Ahora es venida la salvación, y el poder, y el reino de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo; porque el acusador de nuestros hermanos es ya derribado, el cual los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.
11 Y ellos le vencieron por la sangre del Cordero, y por la palabra de su testimonio; y no amaron sus vidas hasta la muerte.
12 Por lo cual regocijaos, vosotros cielos, y vosotros que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y de la mar! porque el diablo ha descendido a vosotros, teniendo grande ira, sabiendo que él tiene muy poco tiempo.
13 Y cuando el dragón vio que fue arrojado a la tierra, persiguió a la mujer, que dio a luz al hijo varón.
14 Y fueron dadas a la mujer dos alas de una grande águila, para que ella pudiera volar al desierto, a su lugar, donde ella es alimentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo.
15 Y la serpiente echó de su boca tras la mujer agua como un gran río, para que fuese arrastrada del diluvio.
16 Y la tierra ayudó a la mujer; y la tierra abrió su boca, y tragó el diluvio que el dragón echó de su boca.
17 Y el dragón fue airado contra la mujer, y se fue a hacer guerra contra el remanente de la simiente de ella, los cuales guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesu Cristo.
Capítulo 13
1 Y yo me paré sobre la arena del mar, y vi una bestia subir del mar, teniendo siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cuernos diez coronas; y sobre las cabezas de ella un nombre de blasfemia.
2 Y la bestia que yo vi era semejante a un leopardo, y sus pies era semejantes de los de un oso, y su boca como la boca de un león; y el dragón le dio su poder, y su silla, y su grande autoridad.
3 Y vi una de sus cabezas como herida de muerte; y su herida de muerte fue curada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia.
4 Y adoraron al dragón que dio potestad a la bestia; y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién es semejante a la bestia? ¿quién podría hacer guerra contra ella?
5 Y le fue dada una boca hablando cosas grandes y blasfemias; y poder le fue dada para continuar cuarenta y dos meses.
6 Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar su nombre, y su tabernáculo, y a los que moran en el cielo.
7 Y le fue dado hacer guerra contra los santos, y vencerlos; y poder le fue dada sobre toda tribu, y lengua, y nación.
8 Y todos los que moran en la tierra la adorarán, cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida del Cordero, el cual fue inmolado desde el principio del mundo.
9 Si alguno tiene oído, oiga.
10 El que lleva en cautividad, en cautividad irá; el que mata con una espada debe ser matado con la espada. Aquí está la paciencia y la fe de los santos.
11 Y vi otra bestia que subía de dentro de la tierra; y tenía dos cuernos como un cordero, mas hablaba como un dragón.
12 Y ejerce todo el poder de la primera bestia delante de ella; y hace a la tierra y a los que moran en ella adorar la primera bestia, cuya herida de muerte fue curada.
13 Y hace grandes milagros, de tal manera que hace descender fuego del cielo a la tierra delante la vista de los hombres,
14 Y engaña a los moradores de la tierra por medio de los milagros que tiene potestad de hacer en la vista de la bestia; diciendo a los que moran en la tierra, que debiesen hacer una imagen de la bestia, que tenía la herida de espada, y aún vivió.
15 Y tenía poder de dar vida a la imagen de la bestia, para que la imagen de la bestia hablase, e hiciese que todos que no adoraren la imagen de la bestia fuesen matados.
16 Y causa a todos, ambos pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos, recibir una marca en su mano derecha, o en sus frentes;
17 Y que ninguno pueda comprar o vender, sino el que tiene la marca, o el nombre de la bestia, o el número de su nombre.
18 Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento cuente el número de la bestia; porque es el número de un hombre, y su número es Seiscientos sesenta y seis.
Capítulo 14
1 Y miré, y, he aquí, un Cordero estaba en pie sobre el monte de Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de su Padre escrito en sus frentes.
2 Y oí una voz del cielo, como ruido de muchas aguas, y como la voz de un gran trueno; y oí la voz de tañedores de arpas que tañían con sus arpas;
3 Y ellos cantaban como un cántico nuevo delante del trono, y delante de las cuatro bestias, y de los ancianos; y ningún hombre podía aprender la canción sino aquellos ciento y cuarenta y cuatro mil, los cuales fueron redimidos de la tierra.
4 Estos son los que no fueron contaminados con mujeres, porque son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero por donde quiera que fuere. Estos fueron redimidos de entre los hombres, siendo las primicias para Dios, y para el Cordero.
5 Y en su boca no fue hallado engaño; porque ellos son sin mácula delante del trono de Dios.
6 Y vi otro ángel volar por en medio del cielo, que tenía el evangelio eterno para predicar a los que moran en la tierra, y a toda nación, y tribu, y lengua, y pueblo,
7 Diciendo con una gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria; porque la hora de su juicio es venida; y adorad al que ha hecho el cielo, y la tierra, y la mar, y las fuentes de las aguas.
8 Y otro ángel le siguió, diciendo: Babilona es caída, es caída, aquella gran ciudad, porque ella ha dado a beber a todas las naciones del vino de la ira de su fornicación.
9 Y el tercer ángel los siguió, diciendo con una gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe su marca en su frente, o en su mano,
10 El mismo beberá del vino de la ira de Dios, el cual está echado sin mezcla en la copa de su indignación; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles, y en la presencia del Cordero;
11 Y el humo de su tormento ascenderá por siempre jamás; y no tiene reposo día y noche, a los que adoran a la bestia y a su imagen, y cualquiera que recibe la marca de su nombre.
12 Aquí está la paciencia de los santos; aquí están los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús.
13 Y oí una voz del cielo, diciéndome: Bienaventurados son los muertos que de aquí adelante mueren en el Señor: Sí, dice el Espíritu, para que puedan reposar de sus trabajos; y sus obras siguen con ellos.
14 Y miré, y he aquí una nube blanca, y sobre la nube uno asentado semejante al Hijo del hombre, que tenía en su cabeza una corona de oro, y en su mano una hoz aguda.
15 Y otro ángel salió del templo, clamando con gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar te es venida; porque la mies de la tierra está madura.
16 Y el que estaba sentado sobre la nube echó su hoz sobre la tierra; y la tierra fue segada.
17 Y salió otro ángel del templo que está en el cielo, también teniendo una hoz aguda.
18 Y otro ángel salió del altar, el cual tenía poder sobre el fuego; y clamó con gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la vid de la tierra; porque sus uvas están maduras.
19 Y el ángel metió su hoz en la tierra, y vendimió la vid de la tierra, y la echó en el grande lagar de la ira de Dios.
20 Y el lagar fue pisado fuera de la ciudad, y salió sangre del lagar, aún hasta los frenos de los caballos, por el espacio de mil y seiscientos estadios.
Capítulo 15
1 Y vi otra señal en el cielo, grande y maravillosa, siete ángeles que tenían las siete plagas postreras; porque en ellas se llena la ira de Dios.
2 Y vi como un mar de vidrio mezclada con fuego; y los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia, y de su imagen, y de su marca, y de el número de su nombre, estar en pie sobre la mar de vidrio, teniendo las arpas de Dios.
3 Y cantan el cántico de Moisés el siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, tú Rey de los santos.
4 ¿Quién no te temerá, Oh Señor, y glorificará tu nombre? porque tú solo eres santo; porque todas las naciones vendrán, y adorarán delante de ti; porque tus juicios son manifestados.
5 Y después de estas cosas miré, y, he aquí, el templo del tabernáculo del testimonio fue abierto en el cielo;
6 Y los siete ángeles salieron del templo, que tenían las siete plagas, vestidos de un lino puro y blanquísimo, y ceñidos al derredor de los pechos con cintos de oro.
7 Y uno de las cuatro bestias dio a los siete ángeles siete copas de oro, llenadas de la ira de Dios, que vive por siempre jamás.
8 Y el templo se llenó con humo de la gloria de Dios, y de su poder, y ningún hombre podía entrar en el templo, hasta que fuesen cumplidas las siete plagas de los siete ángeles.
Capítulo 16
1 Y oí una gran voz del templo diciendo a los siete ángeles: Id por tus caminos, y derramad las siete copas de la ira de Dios sobre la tierra.
2 Y fue el primero, y derramó su copa sobre la tierra; y cayó una llaga mala y dañosa sobre los hombres que tenían la marca de la bestia, y sobre los que adoraban su imagen.
3 Y el segundo ángel derramó su copa sobre la mar; y se hizo como la sangre de un hombre muerto; y cada alma viviente murió en la mar.
4 Y el tercer ángel derramó su copa sobre los ríos y las fuentes de las aguas; y se hicieron sangre.
5 Y oí al ángel de las aguas decir: Tú eres justo, Oh Señor, que eres, y eras, y que serás, porque has juzgado así.
6 Porque ellos han derramado la sangre de los santos y de los profetas, y tú les has dado a beber sangre; porque lo merecen.
7 Y oí a otro del altar decir: Verdaderamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos.
8 Y el cuarto ángel derramó su copa sobre el sol; y poder le fue dado para quemar a los hombres con fuego.
9 Y los hombres fueron quemados con gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene potestad sobre estas plagas; y ellos no se arrepintieron para darle gloria.
10 Y el quinto ángel derramó su copa sobre la silla de la bestia; y su reino se llenó de tinieblas; y se mordían sus lenguas de dolor,
11 Y blasfemaron a Dios del cielo por causa de sus dolores y sus llagas, y no se arrepintieron de sus obras.
12 Y el sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Eufrates; y el agua de él se secó, para que el camino de los reyes del oriente pudiese ser aparejado.
13 Y vi tres espíritus inmundos como ranas saliendo de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta.
14 Porque ellos son los espíritus de demonios, que hacen milagros, que van a los reyes de la tierra, y de todo el mundo, para reunirlos para la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso.
15 He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado es el que vela, y guarda sus vestiduras, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza.
16 Y los congregó en un lugar que se llama en la lengua Hebrea Armagedón.
17 Y el séptimo ángel derramó su copa por el aire; y salió una gran voz del templo del cielo, desde el trono, diciendo: Esta Hecho.
18 Y habían voces, y truenos, y relámpagos; y hubo un gran terremoto, tal como nunca fue desde que los hombres han estado sobre la tierra, un terremoto poderosísimo, y grandísimo.
19 Y la grande ciudad fue partida en tres partes, y las ciudades de las naciones se cayeron; y la grande Babilonia vino en memoria delante de Dios, para dar a ella la copa del vino del furor de su ira.
20 Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados.
21 Y cayó del cielo sobre los hombres un grande granizo, cada piedra como del peso de un talento; y los hombres blasfemaron a Dios por la plaga del granizo; porque la plaga era muy grande.
Capítulo 17
1 Y vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo, diciéndome: Ven acá, y te mostraré el juicio de la gran ramera que está sentada sobre muchas aguas:
2 Con la cual han fornicado los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación.
3 Entonces me llevó en el espíritu al desierto; y vi una mujer sentada sobre una bestia de color escarlata, llena de nombres de blasfemia, teniendo siete cabezas y diez cuernos.
4 Y la mujer estaba vestida de púrpura, y de color de escarlata, y dorada con oro y piedras preciosas y perlas, teniendo una copa en su mano llena de abominaciones y de la suciedad de su fornicación;
5 Y en su frente un nombre fue escrito: MISTERIO, BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE RAMERAS Y DE ABOMINACIONES DE LA TIERRA.
6 Y vi la mujer embriagada de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, fui maravillado con grande admiración.
7 Y el ángel me dijo: ¿Por qué te maravillaste? Yo te diré el misterio de la mujer, y de la bestia que la lleva, que tiene las siete cabezas y diez cuernos.
8 La bestia que viste fue, y no es; y ha de subir del abismo, y ha de ir a perdición; y los que moran en la tierra se maravillarán, cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida desde la fundación del mundo, cuando vean la bestia que era, y no es, y aún es.
9 Y aquí es la mente que tiene sabiduría. Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se asienta la mujer.
10 Y hay siete reyes; cinco son caídos, y uno es, y el otro todavía no es venido; y cuando él viene, él tiene que continuar un breve tiempo.
11 Y la bestia que era, y no es, aun él es el octavo, y es de los siete, y va a perdición.
12 Y los diez cuernos que has visto son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero recibirán poder como reyes por una hora con la bestia.
13 Estos tienen una mente, y darán su poder y fuerza a la bestia.
14 Estos harán guerra contra el Cordero, y el Cordero los vencerá; porque él es el Señor de los señores, y el Rey de reyes; y los que están con él son llamados, y escogidos, y fieles.
15 Y él me dice: Las aguas que has visto, donde la ramera se sienta, son pueblos, y multitudes, y naciones, y lenguas.
16 Y los diez cuernos que viste sobre la bestia, estos aborrecerán a la ramera, y la harán desolada y desnuda, y comerán su carne, y la quemarán con fuego.
17 Porque Dios ha puesto en sus corazones que hagan su voluntad, y ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta que sean cumplidas las palabras de Dios.
18 Y la mujer que viste es aquella grande ciudad, que tiene su reino sobre los reyes de la tierra.
Capítulo 18
1 Y después de estas cosas vi otro ángel descender del cielo, teniendo gran poder; y la tierra fue alumbrada de su gloria.
2 Y él clamó fuertemente con una gran voz, diciendo: Caída es, caída es Babilonia la grande, y es hecha una habitación de demonios, y guarida de todo espíritu inmundo, y una jaula de todas aves sucias y aborrecibles.
3 Porque todas las naciones han bebido del vino de la ira de su fornicación, y los reyes de la tierra han cometido fornicación con ella, y los mercaderes de la tierra están enriquecidos por la abundancia de sus deleites.
4 Y oí otra vez del cielo, diciendo: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis participantes de sus pecados, y para que no recibáis de sus plagas.
5 Porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus iniquidades.
6 Recompensad a ella aún como ella os recompensaba, y dadle doble según sus obras: en la copa que ella ha llenado, llenad doble a ella.
7 Cuanto más ella se ha glorificado, y ha vivido en deleites, tanto más tormento y llanto dadle a ella; porque dice en su corazón: Yo estoy sentada una reina, y no soy viuda, y no veré tristeza.
8 Por lo cual en un día vendrán sus plagas, muerte, y llanto, y hambre; y ella será quemada con fuego; porque fuerte es el Señor Dios que la juzga.
9 Y los reyes de la tierra, los cuales han cometido fornicación y han vivido en deleites, llorarán por ella, y se lamentarán por ella, cuando vieron el humo de su incendio,
10 Estando de pie lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay, aquella gran ciudad Babilonia, aquella ciudad fuerte! porque en una hora es venido tu juicio.
11 Y los mercaderes de la tierra llorarán y se lamentarán sobre ella; porque ninguno compra más sus mercaderías:
12 La mercadería de oro, y de plata, y de piedras preciosas, y de perlas, y de lino fino, y de púrpura, y de seda, y de escarlata, y de toda madera de thyno, de todo vaso de marfil, y de todo vaso de madera más preciosa, y de latón, y de hierro, y de mármol;
13 Y canela, y olores, y ungüentos, e incienso, y vino, y aceite, y flor de harina, y trigo, y bestias, y ovejas, y caballos, y carros, y siervos, y almas de hombres.
14 Y los frutos, que tu alma codiciaba, se apartaron de ti, a todas las cosas que fueron delicadas y excelentes se han apartado de ti, y nunca más las hallarás.
15 Los mercaderes de estas cosas, que fueron enriquecidos por ella, se pondrán de pie lejos por el temor de su tormento, llorando y lamentando,
16 Y diciendo: ¡Ay, ay, de aquella ciudad grande, que estaba vestida de lino fino, y de púrpura, y de escarlata, y dorada con oro, y piedras preciosas, y perlas!
17 Porque en una hora tan grandes riquezas están reducidas a nada. Y todo capitán de nave, y toda la compañía en las naves, y los marineros, y tantos que tratan en la mar, se pusieron de pie lejos;
18 Y lloraron cuando vieron el humo de su incendio, diciendo: ¿Cuál ciudad es semejante a esta gran ciudad?
19 Y echaron polvo sobre sus cabezas, y gritaban, llorando y lamentado, diciendo: ¡Ay, ay, aquella gran ciudad, en la cual todos fueron enriquecidos que tenían naves en la mar por causa de sus riquezas! porque en una hora ella esta desolada.
20 Regocíjate sobre ella, tú el cielo, y vosotros santos apóstoles; porque Dios os ha vengado en ella.
21 y un fuerte ángel tomó una piedra como una gran piedra de molino, y echóla en la mar, diciendo: Así con violencia será derribada aquella gran ciudad de Babilonia, y no será jamás hallada.
22 Y la voz de los tañedores de arpas, y de músicos, y tañedores de flautas, y de trompeteros, no será más oída en ti; y ningún artífice, de cualquier oficio que sea, será más hallado en ti; y el ruido de molino nunca jamás será más oída en ti;
23 Y luz de candela no alumbrará más en ti; y la voz del desposado, y de la esposa nunca jamás será oída en ti; porque tus mercaderes era los hombres grandes de la tierra; porque por tus hechicerías todas las naciones fueron engañadas.
24 Y en ella se halló la sangre de profetas, y de santos, y de todos los que han sido matados en la tierra.
Capítulo 19
1 Y después de estas cosas, oí una gran voz de mucha gente en el cielo, diciendo: Aleluya; Salación, y gloria, y honra, y poder, al Señor nuestro Dios;
2 Porque verdaderos y justos son sus juicios; porque él ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella.
3 Y otra vez dijeron: Aleluya. Y su humo subió para siempre jamás.
4 Y los veinticuatro ancianos y las cuatro bestias se postraron y adoraron a Dios que estaba sentado sobre el trono, diciendo: Amén; Aleluya.
5 Y una voz salió del trono, diciendo: Alabad a nuestro Dios, todos vosotros sus siervos, y vosotros que le teméis, ambos pequeños y grandes.
6 Y oí como la voz de una gran multitud, y como la voz de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, diciendo: Aleluya; porque el Señor Dios Todopoderoso reina.
7 Alegrémonos y regocijémonos, y démosle honra; porque la boda del Cordero es venida, y su esposa se ha aparejado.
8 Y a ella fue dado se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio, y resplandeciente; porque el lino fino es la justicia de los santos.
9 Y él me dice: Escribe: Bienaventurados son los que son llamados a la cena de la boda del Cordero. Y él me dice: Estas son los dichos verdaderos de Dios.
10 Y yo me caí a su pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, que no lo hagas; yo soy tu consiervo, y uno de tus hermanos que tienen el testimonio de Jesús; adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía.
11 Y vi el cielo abierto, y he aquí un caballo blando; y el que estaba sentado sobre él era llamado Fiel y Verdadero, y en justicia juzga y hace guerra.
12 Sus ojos eran como llama de fuego, y en su cabeza había muchas diademas; y tenía un nombre escrito, que ninguno conocía, sino él mismo.
13 Y él estaba vestido con una vestidura teñida en sangre; y su nombre es: LA PALABRA DE DIOS.
14 Y los ejércitos que estaban en el cielo le seguían en caballos blancos, vestidos de lino fino, blanco y limpio.
15 Y de su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones; y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor, y de la ira de Dios Todopoderoso.
16 Y él tiene en su vestidura y en su muslo un nombre escrito: REY DE REYES, Y SEÑOR DE SEÑORES.
17 Y vi un ángel que estaba de pie en el sol; y clamó con gran voz, diciendo a todas las aves que volaban por medio del cielo: Venid y congregaos a la cena del gran Dios;
18 Para que comáis la carne de reyes, y la carne de capitanes, y la carne de hombres fuertes, y la carne de caballos, y de los que están sentados sobres ellos, y la carne de todos hombres, ambos libres y siervos, ambos pequeños y grandes.
19 Y vi la bestia, y los reyes de la tierra, y sus ejércitos, congregados para hacer guerra contra el que estaba sentados sobre el caballo, y contra ejército.
20 Y la bestia fue prendido, y con ella el falso profeta, que hizo milagros en su presencia, con los cuales engañó a los que tomaron la marca de la bestia, y los que adoraron su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego ardiendo con azufre.
21 Y el remanente fue matado con la espada que salía de la boca del que estaba sentado sobre el caballo, cual espada sale de su boca; y todas las aves fueron hartas de la carne de ellos.
Capítulo 20
1 Y vi un ángel descender del cielo, que tenía la llave del abismo y una grande cadena en su mano.
2 Y prendió al dragón, aquella serpiente antigua, que es el Diablo, y Satanás, y le ató por mil años.
3 Y le arrojó al abismo, y le encerró, y puso un sello sobre él, para que no engañase más a las naciones hasta que los mil años fuesen cumplidos; y después de esto, es necesario que sea desatado un poco de tiempo.
4 Y vi tronos, y los que se sentaron sobre ellos, y les fue dado juicio; y vi las almas de los que fueron decapitados por el testimonio de Jesús, y por la palabra de Dios, y que no habían adorado la bestia, ni a su imagen, ni habían recibido su marca en sus frentes, o en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.
5 Pero los demás muertos no volvieron a vivir hasta que fueron cumplidos los mil años. Esta es la primera resurrección.
6 Bienaventurado y santos es el que tiene parte en la primera resurrección; sobre los tales la segunda muerte no tiene potestad, mas serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.
7 Y cuando los mil años fueren cumplidos, Satanás será suelto de su prisión,
8 Y saldrá para engañar a las naciones que están en las cuatro esquinas de la tierra, Gog y Magog, a para recogerlos para la batalla; el número de las cuales es como la arena de la mar.
9 Y subieron sobre la anchura de la tierra, y circundaron el campo de los santos, y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los devoró.
10 Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde está la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche para siempre jamás.
11 Y vi un gran trono blanco, y al que estaba sentado sobre él, de delante del cual huyó la tierra y el cielo; y no fue hallado lugar para ellos.
12 Y vi los muertos, grandes y pequeños, que estaban de pie delante de Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.
13 Y la mar dio los muertos que estaban en ella; y la muerte y el infierno dieron los muertos que estaban en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras.
14 Y la muerte y el infierno fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.
15 Y todo aquel que no fue hallado escrito en el libro de la vida fue lanzado en el lago de fuego.
Capítulo 21
1 Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra se pasaron; y la mar no hubo más.
2 Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalem, descendiendo de Dios del cielo, aparejada como una esposa ataviada para su marido.
3 Y oí una gran voz del cielo, diciendo: He aquí, el tabernáculo de Dios está con los hombres, y él morará con ellos, y ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será con ellos, y será su Dios.
4 Y Dios limpiará toda lágrima de sus ojos; y no será más muerte; ni habrá más tristeza, ni clamor, ni será más dolor; porque las primeras cosas son pasadas.
5 Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.
6 Y él me dijo: Hecho es. Yo soy el Alfa y el Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed yo le daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente.
7 El que venciere, heredará todas las cosas; y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
8 Pero a los temerosos, e incrédulos, y los abominables, y homicidas, y a los fornicarios, y hechiceros, y a los idólatras, y a todos los mentirosos, tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre; que es la segunda muerte.
9 Y vino a mí uno de los siete ángeles, que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero.
10 Y me llevó en el espíritu a un monte grande y alto, y me mostró aquella ciudad grande, la santa Jerusalem, descendiendo del cielo de Dios,
11 Teniendo la gloria de Dios; y su luz era semejante a una piedra preciosísima, como una piedra de jaspe, clara como cristal;
12 Y tenía un grande muro y alto, y tenía doce puertas, y en las puertas, doce ángeles, y nombres escritos en ellas, los cuales son los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel;
13 Al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; y al oeste tres puertas.
14 Y el muro de la ciudad tenía doce fundamentos; y en ellos los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
15 Y el que hablaba conmigo tenía una caña de oro para medir la ciudad, y las puertas de ella, y el muro de ella.
16 Y la ciudad está cuadrada, y la longitud es tanta como su anchura; y él midió la ciudad con la caña: doce mil estadios. Y la longitud y la anchura y la altura de ella son iguales.
17 Y él midió el muro de ella, ciento y cuarenta y cuatro codos, según la medida de un hombre, la cual es de un ángel.
18 Y el material del muro de ella era de jaspe; y la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio.
19 Y los fundamentos del muro de la ciudad estaban adornados de toda piedra preciosa. El primer fundamento era jaspe, el segundo, zafiro; el tercero, calcedonia; el cuarto, esmeralda;
20 El quinto, sardónica; el sexto, sardio; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el décimo segundo, amatista.
21 Y las doce puertas eran doce perlas, cada una de las puertas era de una perla; y la calle de la ciudad era oro puro, como vidrio trasparente.
22 Y yo no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son el templo de ella.
23 Y la ciudad no tenía necesidad del sol, ni de la luna, para que resplandezcan en ella; porque la gloria de Dios la alumbró, y el Cordero es la luz de ella.
24 Y las naciones de los que son salvos andarán en la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.
25 Y las puertas de ella nunca serán cerradas de día; porque allí no habrá noche.
26 Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella.
27 Y no entrará jamás en ella ninguna cosa que contamina, ni lo que hace abominación, o cuenta una mentira; sino los que están escritos en el libro de la vida del Cordero.
Capítulo 22
1 Y él me mostró un río puro de agua de vida, claro como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.
2 En el medio de la calle de ella, y en cada orilla del río, había el árbol de la vida, que produce doce tipos de frutos, y que da su fruto cada mes; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.
3 Y no será más maldición; sino el trono de Dios y del Cordero estará en ella; y sus siervos le servirán.
4 Y verán su rostro; y su nombre estará en sus frentes.
5 Y allí no habrá más noche; y no tienen necesidad de luz de candela, ni de luz del sol; porque el Señor Dios los alumbra; y ellos reinarán para siempre jamás.
6 Y me dijo: Estos dichos son fieles y verdaderas; y el Señor Dios de los santos profetas ha enviado su ángel para mostrar a sus siervos las cosas que deben ser hechos prestamente.
7 He aquí, yo vengo pronto; Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.
8 Y yo Juan soy el que vi estas cosas, y las oí. Y cuando hube oído y visto, me postré para adorar delante de los pies del ángel que me mostraba estas cosas.
9 Entonces él me dice: Mira que no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro: Adora a Dios.
10 Y me dice: No selles las palabras de la profecía de este libro; porque el tiempo está cerca.
11 El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es sucio, sea sucio todavía; y el que es justo, sea aún justo todavía, y el que es santo, sea aún santo todavía.
12 Y, he aquí, yo vengo pronto; y mi galardón está conmigo; para recompensar a cada uno según como sea su obra.
13 Y soy Alfa y Omega, el principio y el fin, el primero y el postrero.
14 Bienaventurados son los que guardan sus mandamientos, para que tengan derecho al árbol de la vida, y puedan entrar por las puertas en la ciudad.
15 Porque afuera están los perros, y hechiceros, y fornicaros, y homicidas, y los idólatras, y cualquiera que ama y hace mentira.
16 Yo Jesús envié mi ángel para testificaros estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz el linaje de David, y la estrella de la mañana y resplandeciente.
17 Y el Espíritu y la esposa dicen: Ven. Y el que oye, dice: Ven. Y el que tiene sed, venga. Y cualquiera que quiere, tome del agua de la vida gratuitamente.
18 Porque yo testifico a cada hombre que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios le añadirá las plagas que están escritas en este libro:
19 Y si alguno quitare de las palabras de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad, y de las cosas que están escritas en este libro.
20 El que testifica estas cosas dice: Ciertamente vengo prestamente. Amén. Así sea, ven, Señor Jesús.
21 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.
El FIN DEL NUEVO TESTAMENTO