OPINIÓN

El espectáculo folclórico ofrecido por Alejandro Toledo en Nueva York, repite el manido libreto de todos los acusados por la corrupción de las constructoras brasileñas. El “indio gitano que trota por el mundo”, sacó a relucir su histrionismo, lleno de frases rimbombantes. Su fuga a los Estados Unidos, gracias a su residencia en dicho país, que le permite contratar a dos carísimos e influyentes abogados, resulta más bien una confesión de culpa antes que una protección de su presunta inocencia.

Las delaciones premiadas golpean sin pausa ni tregua a los comprometidos. El Ministerio Público y el Poder Judicial actúan con paso seguro, en la medida de sus posibilidades, Pablo Sánchez y Duberlí Rodríguez demuestran una actitud distinta, pese a las enormes presiones y dificultades internas que soportan. No resulta fácil enfrentar a todos los gobiernos de las tres últimas décadas, incluidas autoridades actuales, que lo fueron también de Toledo, García y Humala.

El disgusto de Alan García entendemos que será producto de un lapsus mental que Correo pretende ayudarle a superar. Fue el expresidente quien, en respuestas a las preguntas de este diario sobre el origen y autenticidad de la fotografía, situó la imagen en Sao Paulo, en primer lugar, y horas después en Manaos. Ese ha sido el error de Correo: creer al pie de la letra en sus palabras desde Madrid, vía e-mail. Correo hizo su trabajo: preguntó al protagonista y también fuente de la información. Si Alan García no se hubiera equivocado, Correo no habría cometido ese desliz informativo, ya que la reunión sí se produjo, como confirma -en una tercera versión-, en Lima. Usted no ha demostrado la misma elegancia. Ha cuestionado usted la ética del medio.

Cuando Brasil revele a principios de junio los nombres de los funcionarios y políticos en 11 países sobornados por Odebrecht, paralizará aun más a varias de esas naciones. Provocará además nuevas preguntas acerca del funcionamiento y naturaleza de lo que el Departamento de Justicia de Estados Unidos ha llamado “El caso de soborno internacional más grande de la historia”. Estamos por darnos cuenta de que lo que sabemos de Odebrecht es solamente la punta del iceberg.

Mucho de lo que sabemos se debe al acuerdo judicial entre Odebrecht y el Departamento de Justicia de EE.UU. que se dio a conocer en diciembre. Sin embargo, Leonardo Coutinho, editor de la revista brasileña “Veja” y uno de los principales periodistas que investiga el caso, sugiere que ese acuerdo podría estar “lejos de representar la real dimensión” del asunto.

El país vive una fase de alta sensibilidad ética. El caso Odebrecht y sus ramificaciones de “Lava Jato” han derivado en un estado de saludable intransigencia con todo lo que hieda a corrupción o se aproxime a esta. Por eso el contralor Edgar Alarcón debe dimitir. Si tiene decoro, como dice; si tiene honor, como lo expresa; si respira integridad, como pregona.

La credibilidad de la que goza una nación se fortalece o debilita con cada decisión que toma el gobierno de turno sobre los compromisos asumidos como Estado, aun cuando estos provengan de una administración anterior. En un país como el Perú, en donde es urgente transmitir mayor confianza para reactivar la inversión privada –que ha caído por tres años consecutivos–, esta es una verdad que deberían tener presente nuestras más altas autoridades.