Junio, 2019
Se denomina tecnología asistiva al conjunto de recursos utilizados como ayudas técnicas para que las personas que tienen alguna dificultad para realizar una acción puedan lograrla como el resto de los sujetos. Es tecnología asistiva una silla de ruedas (que permite trasladarse al que no puede caminar), un par de lentes de contacto (que deja ver al que no puede), una abertura en una puerta más ancha para que puedan pasar sillas de ruedas, un texto en Braille, un audífono, etc. La tecnología asistiva está presente en nuestra vida cotidiana, si bien no tanto como se necesitaría.
El presente texto tiene como objetivo que los profesionales puedan identificar las dificultades que se les puedan presentar en las personas con las que trabaja parándose en el lugar de generador de accesos para la música. Es decir que el musicoterapeuta o el profesor de música sepa desde un principio que se encontrará con personas que encuentran barreras, que tenga herramientas para resolver esas problemáticas en el momento para comenzar a trabajar, ya sea en terapia o aprendiendo música. El concepto básico es que todos pueden conectarse con la música, ya sea produciendo o escuchando, ya sea por vía auditiva o por vibraciones, ya sea que la persona esté inconsciente o tenga diversidades múltiples. Después de resolver cómo acceder (ya sea con alta o baja tecnología) seguirá hacia adelante con sus objetivos.
Como puede verse, no necesitan tecnología asistiva únicamente las personas con discapacidades o diversidades sino cualquiera que encuentre una dificultad. Entonces, ¿quiénes la requieren?
En primer lugar, quienes encuentren alguna barrera en la tarea que se realiza. Por ejemplo, una alumna que manifiesta que en el colegio no puede tocar la flauta dulce por su falta de coordinación debido a su secuela de meningitis, o otra niña que no puede tocar la guitarra por faltarle dos falanges de dos dedos de una mano desde el nacimiento. Pero la patología no determina que necesite tecnología asistiva para la música. Muy por el contrario, hace menos de un año la madre de un alumno (que por secuela de una hipoxia de parto rengueaba apenas al caminar) lo dejaba en clase de piano con el insólito pedido de que no caminara mucho. Paralelamente el niño hacía kinesiología dos veces por semana y su fisiatra le indicaba ejercicios para la marcha, los cuales el alumno decía que nunca practicaba. En este caso, aún con una disminución motriz de origen neurológico, el niño no necesitaba nada de tecnología asistiva para tocar el piano. ¿Tal vez en algún momento para asistir o mejorar la marcha? ¿O algún equipamiento? En todo caso eso lo evaluarán su kinesiólogo, su traumatólogo o su neuroortopedista. Pero no para tocar el piano.
En segundo lugar, requieren tecnología asistiva quienes no logren la producción sonora deseada. Aquí podríamos confundir (especialmente en la enseñanza) la falta de habilidades técnicas con alguna problemática que el sujeto no pueda resolver. Para explicar esto partiré del concepto que la rehabilitación en muchos casos es el aprendizaje y la práctica repetida de una actividad. Y desde ese punto de vista, el ejercicio que un paciente haga con su terapista ocupacional para lograr la coordinación de la motricidad fina de los dedos muchas veces es similar al que realiza con la ejecución de un instrumento. Ambos procesos implican una habilidad motriz y en los dos (el terapéutico y el pedagógico) el sujeto mejorará con la práctica. Entonces es posible que el profesional vea que el sujeto necesita un acceso o algo adaptado pero que después con la práctica se observe que en algún momento no lo necesite más. Pensar en tecnología asistiva provisoria es una buena manera de promover la mejora. Una alumna de guitarra de 60 años empieza a estudiar el instrumento porque era una cuenta pendiente en su vida. A los pocos meses tiene una tendinitis en la muñeca izquierda después de la cual le generaban dolor ciertas posiciones. Transportar las canciones que tocaba para evitar esas posiciones fue una posibilidad transitoria hasta que cediera el dolor.
Es indispensable comprender que un diagnóstico, etiología o patología no determinan la necesidad de un acceso específico. No tendremos instrumentos para sujetos con ECNE, ni otros para personas ciegas, ni otros para quienes tengan Síndromes de Rett. Un sujeto con una patología puede necesitar una adaptación que otro con la misma patología no necesita. Porque el acceso no depende de una afección sino de una acción precisa que el sujeto no pueda hacer. Ya sea por la gravedad del cuadro, por la superposición de déficits, por cierta lateralidad o por lo que surja en cada sujeto.
Es por este motivo que se sugiere al profesional contar con un amplio repertorio de adaptaciones y accesos, de manera de poder probar con cada sujeto varias soluciones posibles para luego diseñar una solución a su medida. En innumerables casos una sola persona requiere de varios accesos utilizados simultáneamente. En otros, el sujeto puede utilizar accesos indicados por otros profesionales (T.O., fonoaudiólogos, kinesiólogos, etc.) los cuales, aunque fueron pensados para otra acción funcionan perfectamente en música.
No todas las ayudas que integran la tecnología asistiva son objetos. El concepto de accesibilidad forma parte de la tecnología asistiva y se refiere a facilitar al sujeto el objetivo. Pero la accesibilidad puede ser una decisión institucional, una estrategia de abordaje, un cambio de lugar, etc. Genera accesibilidad una escuela que decide cambiar ciertos grados de piso para que un alumno enyesado no tenga que subir escaleras. O un negocio que deja pasar a una persona con discapacidad para que no tenga que esperar en la cola.
Si bien estos ejemplos pueden parecer simples e incorporados a nuestra sociedad occidental, esto no es siempre así. Por ejemplo, una escuela secundaria privada de la ciudad de Buenos Aires habiendo integrado a una alumna con parálisis cerebral le impidió cursar una materia porque tenía que subir una escalera (cuando la alumna podía subirla y estaba dispuesta a hacerlo). Generar accesos tiene relación directa con un cambio en la mirada de los sujetos que quieran o no integrar a una persona con dificultad.
Tenemos un buen ejemplo en el video que aparece en el siguiente link:
https://www.bbc.com/news/av/stories-46994209/magic-baton-helps-blind-musicians-feel-conductor
Que a un percusionista ciego le digan que no podrá tocar nunca en una orquesta porque no ve al director es EL problema principal que queremos resolver. Porque aún así, sin batuta especialmente adaptada y desde hace más de veinte años en coros (como el ya inexistente coro Vivace) había coristas ciegos. Y entre todos los demás coreutas se buscaban estrategias para indicarle las entradas, por ejemplo, con un toque en el codo en el momento indicado. Tan simple como eso. Hay coros de personas ciegas que lo resuelven con un bastón que percute en el piso, como en la antigüedad, y hacen un acuerdo previo acerca de los tiempos que se marcarán.
Tanto los musicoterapeutas como músicos que se cruzaron con personas con diferentes dificultades seguramente ya habrán intentado resolver problemas de este tipo. Por ejemplo, algún alumno de piano, violín, flauta o guitarra con un dedo menos cuestiona al docente sobre su posibilidad de aprender a tocar el instrumento. Ahora: ¿cuál será nuestra respuesta como profesionales? "No porque nunca podrás tocar ciertos conciertos muy complejos"? O "Sí, a lo sumo habrá ALGUNAS COSAS que no puedas tocar". Y el trabajo del docente será seguramente cambiar todas las digitaciones generando el acceso. En el caso de los musicoterapeutas: hoy en día es habitual que en la Argentina se deriven pacientes con discapacidades múltiples con internación domiciliaria a musicoterapia. Pero no pueden agarrar instrumentos y, si se los sostenemos de alguna manera, muchas veces no pueden llegar a realizar el movimiento tan amplio, tan preciso, tan fuerte o tan rápido que se necesita para producir sonido. ¿Cuál es la respuesta del musicoterapeuta, entonces? "Con este paciente realizaré únicamente musicoterapia receptiva"? Sabemos que el trabajo receptivo es un recurso técnico muy limitado para conseguir avances en todos los aspectos relacionados con la conducta, la posición activa del sujeto, su voluntad y su comunicación. Pues no hace falta limitar el tratamiento, ya que el musicoterapeuta podrá resolver sus problemas de ejecución. Analizará las características de sus movimientos, los ángulos en los que se mueven sus miembros, fabricará accesos y cuando el paciente pueda producir sus propios sonidos iniciará el tratamiento.
Comprender esto último es imprescindible: pensar, diseñar o fabricar accesos no es una actividad terapéutica ni pedagógica. Si bien el docente y el musicoterapeuta realizarán los accesos, durante ese período el sujeto con dificultades no aprende a tocar ni avanza en el tratamiento. El diseño del acceso es un trabajo previo. Por lo cual debe ser breve y rápido. Ya debe estar listo cuando el sujeto llegue para trabajar. Si bien el proceso de diseño y realización de accesos debemos hacerlo con el sujeto, a su medida, gusto y comodidad, no es el objetivo final terapéutico ni pedagógico. La tecnología asistiva es un puente y, como tal, si nos demora la marcha hacia nuestro destino no nos sirve.
Pero esto puede generar confusión ya que a lo largo del proceso terapéutico y de aprendizaje los avances exigirán nuevos accesos o adaptaciones posteriores. Al decir que es un trabajo previo hacemos referencia no sólo al tiempo (sí, cuando el sujeto es aceptado por el profesional este último debe preparar varias opciones de accesos posibles para presentarle en su primer encuentro) sino al concepto teórico. No importa desde qué teoría trabajará el profesional, si hará actividades conductistas, constructivistas, si usará el método Suzuki, si hará terapia de Aceptación y Compromiso, Sistémica, Psicoanalítica, Cognitivo-conductual, Musicoterapia neurológica... Todo eso vendrá posteriormente. Y en todos los enfoques necesitarán tecnología asistiva. Porque la necesidad de accesos la tiene el sujeto, no la profesión.
En muchos casos el acceso es un objeto o algo que se agrega a un objeto. Por ejemplo, los ciegos no pueden leer las partituras tradicionales. Utilizan partituras específicas escritas en un código llamado Musicografía Braille. Tanto la partitura como el sistema de escritura son accesos. Sin embargo los músicos ciegos suelen tener otro problema: ¿de dónde salen esas partituras? Necesitan músicos videntes que sepan Musicografia Braille y que traduzcan las partituras. Esto encarece bastante el proceso de conseguir partituras, además de que muy pocos músicos videntes lo hacen.
Pero como decía anteriormente no todas las dificultades son discapacidades y no todos los accesos son complejos de diseñar. Si una persona muestra dificultades en la visión, mientras esperamos el tiempo necesario para que pida un turno con un oftalmólogo y se haga los anteojos que necesita, se le pueden hacer copias ampliadas de las letras de las canciones, las partituras o lo que necesite ver. No es la complejidad del acceso el problema, sino que esté disponible a tiempo.
En numerosos casos los objetos deben ser modificados para que la persona con la dificultad logre la acción. Cuando la adaptación supone un cambio permanente en el objeto (por ejemplo, en un arco de un violín o en un instrumento) debemos asegurarnos anticipadamente de que esa modificación funcionará ya que después de ser modificado probablemente no podamos invertir lo cambiado. Esto es muy importante y difiere mucho según a lo que se dedique cada profesional. Los profesores de música probablemente reciban alumnos que quieren tocar un instrumento específico. En esos casos, a partir del análisis del profesor sobre las dificultades que encuentra el alumno, la postura, los movimientos necesarios y los sonidos que el estudiante pueda ejecutar, será lógico que se adapte el instrumento de ese sujeto. Esto conlleva que después ese instrumento probablemente no podrá ser ejecutado con normalidad por ninguna otra persona. Pero ese alumno seguirá aprendiendo y tocando con ESE instrumento. Y si posteriormente compra otro, deberá también adaptarlo.
Pero este tipo de adaptación no sería apropiada para un musicoterapeuta. Porque seguramente éste tendrá un setting de VARIOS instrumentos que ejecutan MUCHOS pacientes, todos con distintas dificultades. Entonces, modificar de manera definitiva un instrumento para un paciente puede perjudicar la ejecución de otro sobre el mismo instrumento.
Por esto hay que analizar previamente todas las modificaciones que se hacen de forma definitiva para asegurar que no perjudiquen futuras intervenciones. Un ejemplo de esto son las cuerdas de la guitarra para zurdos. Durante años la sociedad occidental forzó a muchísimos zurdos a realizar obligatoriamente tareas con la mano derecha. Cuando la ciencia demostró la dominancia hemisférica una corriente revolucionaria propuso invertir un sinfín de actividades y herramientas para los zurdos. Y así, numerosos alumnos de guitarra y bajo, muchas veces por sugerencia de sus profesores, daban vuelta las cuerdas de sus instrumentos y aprendían toda la ejecución al revés. Pero... ¿esto los ha beneficiado? Para nada. Partamos de la siguiente base: ser zurdo no es una dificultad. Y agreguémosle otro dato importantísimo: la ejecución de la guitarra, el bajo, el ukelele, el charango y tantos otros instrumentos NO SUPONE UN ESFUERZO MAYOR DE LA MANO DERECHA. Ambas manos realizan tareas complejas en cuanto a la precisión, la fuerza y la velocidad. Sólo que son tareas distintas. Tan distintas entre sí que una vez aprendida la habilidad no puede invertirse, salvo que se aprenda nuevamente (lo cual conlleva el doble de esfuerzo). Entonces ¿un zurdo que aprendió a tocar con las cuerdas al revés toca mejor? No. ¿El aprendizaje le resultó más fácil? Tampoco. Pero encima tiene ahora una dificultad: sólo puede tocar en un instrumento que tenga las cuerdas al revés. O sea que, en conclusión, con la mejor intención para ayudarlo (pero sin la información o la capacitación específica) sólo se lo ha perjudicado.
Aproximarse a la tecnología asistiva para el trabajo con música es el primer paso para alcanzar logros terapéuticos o pedagógicos. El profesional debería pararse sobre el presupuesto de que, si se acerca una persona con dificultades para acceder a la música, a los instrumentos o a las actividades con música, primero deberá resolverlos para luego empezar a trabajar. Incluso estas soluciones no siempre son dificultosas. Muchos accesos no requieren la elaboración de recursos tecnológicos complejos. Algunos consisten simplemente en ampliar una imagen o un texto, ubicar un objeto en otro lugar o modificar la digitación utilizada para cierto instrumento. Los accesos y adaptaciones deben adecuarse a cada sujeto, sin embargo, el profesional debe tener elementos previos para saber desde dónde empezar, y luego los amoldará al sujeto. Siempre entendiendo que las adaptaciones o accesos son un puente entre el sujeto y la actividad musical y no el objetivo último. Con frecuencia los procesos terapéuticos y de aprendizaje generan nuevas necesidades y los accesos deben variar. En otras ocasiones los accesos se necesitan provisoriamente. Por esto también, cuando la tecnología asistiva genere consecuencias negativas se evaluará su reemplazo o su omisión.
Roca Dorda, J., Roca González, J. y Del Campo Adrián, M. E. De las Ayudas Técnicas a la Tecnología Asistiva. G.I “Electrónica Industrial y Médica” (EIMED) Universidad. Politécnica de Cartagena (UPCT). Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) ETSII de Cartagena: Joaquin.Roca@upct.es .Recuperado en Junio de 2019 de https://diversidad.murciaeduca.es/tecnoneet/docs/2004/2-12004.pdf
http://www.tiflocerem.com/105339150
https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/assistive-technology