En la actualidad, marcada por el scroll infinito, el contenido nostálgico (como programas, películas y series del pasado que resurgen) se ha convertido un imán para millones de usuarios. Este fenómeno influye en el comportamiento del público, con hallazgos que identifican a la nostalgia no solo como recuerdo, sino una herramienta poderosa que fomenta conexiones emocionales, y habilita debates sobre identidad y consumo.
El auge de las plataformas de streaming ha transformado el consumo audiovisual, y la nostalgia sostiene una estrategia clave para retener o recuperar espectadores. Por ejemplo, se han revivido novelas latinoamericanas como Yo soy Betty, la fea (2025) y Pasión de gavilanes (2022) en Netflix contenidos nostálgicos que remiten a producciones de décadas pasadas. No solo evocan recuerdos, sino que generan un lazo emocional con el público.
En esta línea, Gerson Jaquin Cristancho Triana y su equipo de autores publicaron en 2024 el artículo “Efecto del contenido de nostalgia en las plataformas de streaming”, en la revista Anagramas Rumbos y Sentidos de la Comunicación. Allí analizan cómo la actitud hacia este tipo de material está vinculada con la intención de la suscripción. Mediante encuestas digitales y modelos estadísticos, evaluaron variables como la influencia social y el valor emocional. El descubrimiento principal es que el 66% de los encuestados prefieren plataformas o aplicaciones online de películas y series que ofrezcan contenido antiguo nacional: este genera “buenos recuerdos” y nostalgia por “épocas pasadas”, incrementando la lealtad un 45%. La nostalgia se convierte en una forma de “vida digital”, concluyen los autores, y destacan como factor que las recomendaciones de amigos superan incluso la publicidad.
Por otro lado, esta tendencia se extiende al cine contemporáneo, donde la nostalgia se fusiona con géneros futuristas para reflexionar sobre el presente. Pablo Sánchez Blasco, en su artículo “Cenizas del futuro: Nostalgia y ruinas en el relato cybernoir” (2023) examina películas como Blade Runner 2049 (2017) y Reminiscence (2021), ambas pertenecientes al género cybernoir, una mezcla de ciencia ficción distópica y cine negro clásico. Los filmes son ejemplos de “cine de la nostalgia”, centrados en objetos como los recuerdos implantados y las ruinas urbanas. Sus hallazgos revelan que no se trata solo de una estética (escenarios retro en un mundo futurista), sino de una propuesta narrativa. En Blade Runner 2049, por ejemplo, el detective K explora traumas personales a través de memorias auténticas, lo que genera un viaje que une pasado y futuro. Las obras, influenciadas por un Hollywood posmoderno, usan la nostalgia para criticar la crisis actual de las pantallas.
Sánchez Blanco afirma que el 80% de las producciones
apela a lo viejo para evadir la innovación, lo que
denomina “ironía nostálgica” en audiencias globales.
En Argentina, el fenómeno resurge a través de spin-offs, reboots y remakes que conectan generaciones y refuerzan identidades culturales. Un caso es Margarita, un spin-off de Floricienta (2004), un programa arraigado a la generación Z, inspirado en el cuento de Cenicienta pero modernizado para su época. Otro ejemplo es El Eternauta, una serie nueva pero basada en la historieta de 1957 de Héctor Germán Oesterheld, que transforma una invasión alienígena en un signo de resistencia social. Esta producción, en síntesis, evoca la dictadura argentina y fomenta debates sobre la memoria colectiva.