Para terminar nuestro club de lectura dedicado a la “novela de artista” hemos comentado Camino de perfección de Pío Baroja, una obra que nos sumerge en la introspección de Fernando Ossorio, un personaje que busca, quizás sin encontrarla del todo, una senda hacia la plenitud. Adentrarse en sus páginas es acompañar a un alma inquieta a través de paisajes tanto exteriores como interiores, en una búsqueda que se antoja tan personal como universal.

         Desde el inicio, Baroja nos presenta a un protagonista marcado por una sensibilidad exacerbada y una cierta desazón vital. Su huida de Madrid y su peregrinaje a través de diversas ciudades españolas se nos antoja como un intento de escapar de un vacío existencial, de encontrar un sentido que parece eludirlo. Como el propio Fernando reflexiona en un momento dado: "Sentía una necesidad vaga de movimiento, de cambio, como si en otra parte pudiera encontrar lo que aquí se me negaba". Esta búsqueda, sin embargo, se revela pronto como un periplo más bien errático, marcado por encuentros fugaces y reflexiones dispersas.

         A lo largo de su camino, Fernando se cruza con una galería de personajes pintorescos y marginales, típicos del universo barojiano. Estas figuras, a menudo retratadas con una mezcla de ironía y compasión, sirven como contrapunto a la búsqueda de Fernando, ofreciéndole diferentes perspectivas sobre la vida y la existencia. Sin embargo, la conexión de Fernando con ellos suele ser superficial, efímera, reflejando quizás su propia dificultad para establecer vínculos profundos. En este sentido, la novela podría interpretarse como un retrato de la soledad del individuo moderno, incluso en medio de la multitud. Como se apunta en un momento: "Cada hombre iba metido en su concha, sin ver ni oír a los demás".

         Es innegable la capacidad de Baroja para capturar la esencia de ciertos ambientes y tipos humanos. Sus pinceladas sobre la España de la época, con sus contrastes y sus costumbres, resultan vívidas y sugerentes. A través de los ojos de Fernando, asistimos a escenas costumbristas, reflexiones sobre la religión y la moral, y una crítica implícita a la sociedad burguesa. Como se observa en una de sus reflexiones: "La sociedad era una máquina trituradora de individualidades".

         En conclusión, Camino de perfección se presenta como una novela de búsqueda, un retrato de un alma en tránsito. Si bien en algunos pasajes la falta de una mayor intensidad emocional y la dispersión de las reflexiones pueden generar una sensación de cierta lejanía, la obra ofrece una interesante exploración de la inquietud existencial y la dificultad de encontrar un sentido en la vida. La prosa sencilla y directa de Baroja, junto con la galería de personajes que acompañan a Fernando en su camino, configuran una lectura que invita a la reflexión sobre la propia búsqueda de la perfección, aunque esta se revele, en última instancia, como un horizonte quizás inalcanzable.