Mónica era una mujer atractiva en sus cuarenta y cinco, casada con Gonzalo hacía más de dos décadas, madre de dos hijos de quince y diez años. Amaba su profesión y se consideraba a sí misma una mujer afortunada en la vida. Aunque desde hacía un tiempo, las cosas no eran tan perfectas como aparentaban. Su relación con Gonzalo venía en decadencia, y ya habían intentado de todo, hasta terapia de pareja, pero nada parecía dar resultado. Tal vez por eso, prefería quedarse en la bodega más tiempo. Con un hijo adolescente y otro en plena pubertad, las dificultades parecían acrecentarse cada día. Con este panorama, se concentraba aún más en su trabajo, tratando de distraer su mente de los problemas, aunque, en realidad, hubiese querido escaparse a un lugar tranquilo.