GRACIAS, BORGES
GRACIAS, BORGES
Unas palabras de origen, sobre un fin.
publicado el 14/06/24
El tiempo y el espacio, comprendí alguna vez, suelen ser circunstancias infinitas que poco o nada aportan a la creación verbal, y mucho menos al hecho estético de la vida. Este episodio, además, está compuesto de memoria, que es arcilla maleable y más de una vez poco confiable, aunque necesaria.
Es la cercanía del 5 de julio, probablemente hace 8 años. Con mamá recorrimos la peatonal hasta alcanzar la librería por un motivo nada ajeno, pero todavía secreto. Yo, que hasta entonces tenía en mi haber a Jack London, Julio Verne, Alejandra Pizarnik y a Saint-Exupéry, no conocía el ámbito de los libros, pero entramos; los anaqueles y los estantes se alargan hasta donde alcanza mi mirada y entonces siento que me dejaron entrar a un lugar vagamente sagrado.
La visita fue breve. Mamá caminó directamente hacia uno de los rincones y extrajo uno de muchos volúmenes, que no vi. Pagado el precio, es decir, habiéndose iniciado el culto de los libros que me esperaba, conocí mi regalo: Sudamericana, primera edición 2016 de una serie de largas reimpresiones (de transmutaciones), tapa blanca con un diseño impecable de líneas negras, un dibujo azul que no voy a olvidar y un nombre, ahora entiendo, imposible; El Aleph, de Jorge Luis Borges.
Poco o nada sabía yo de él. Que era un hombre consumado de nuestra literatura nacional obviamente, pero jamás le había dedicado una oportunidad a sus letras. Noches después, cuando pude hacerme el hábito, inicié esa aventura, y no entendí una sola palabra; el libro no conectó conmigo. Más tiempo necesité para estar preparado para enfrentarlo una vez más, y cuando así lo hice sentí que algo había cambiado, que una verdad laberíntica se abría ante mí y que mi destino (que todo el género humano no sabe pero está destinado a encontrar) me era revelado.
Me pongo sentimental con este recuerdo, pero una fecha como esta y una memoria como aquella lo obligan a uno a volverse estrictamente borgeano. Hoy se hacen 38 años desde el fallecimiento de Borges un 14 de junio de 1986 y contrario a la tristeza que suelen imponer las conmemoraciones, yo elijo la eterna gratitud. La muerte hizo al hombre (como él deseó) tan patético como glorioso y hoy su sombra se sigue agigantando como si nunca nos hubiera dejado, porque lo seguimos soñando.
Para mí, Jorge Luis Borges es una esquina, el puñal que espera ansioso a la mano, una biblioteca infinita, la otra biblioteca que la contiene, un escalón decimonoveno, una llanura amanecida en desaforía, el miedo a los espejos, y unos cuantos tigres. Es también todo el amor que le tengo a los libros, y todo el amor que le tengo a la vida por la que me están llevando.
Así que gracias, Borges, por los dones que la magnífica ironía de Dios te dio.
Estudiante de letras y proyecto de escritor. Es parte del colectivo de escritores Letras&Poesía, integrante del comité editorial de la Revista Rabiosa y miembro del Centro de Estudios Teórico Literarios (CEDINTEL). A veces se olvida de respirar.
INSTAGRAM: @alejandrokosak