A dos Micras de Una Vida Kaat Vicious
A dos Micras de Una Vida Kaat Vicious
La otra terrible “fotografía” o puntualizó mejor, horrible captura de pantalla de una cinta digitalizada, data de otro recuerdo, años después, donde francamente no recuerdo ni de donde regresabamos aquella noche, aunque como lo he dicho antes, puedo intuirlo ya que venimos de nuevo con el buen “Runas” quien estaba sentado en el asiento más cercano a la puerta del vagon, el “Tio” en el asiento más próximo a mi, veníamos de regreso de alguna parte del sur de la ciudad, pues eran los vagones de la línea azul del metro, estábamos a escasas estaciones de llegar a metro chabacano y veníamos seriamente cansados, eso sí lo recuerdo muy bien.
El “Runas” venía literalmente con la cabeza saltado en cada bache, apoyándose incómodamente sobre uno de sus brazos el cual intentaba torpemente de usar como almohada, mientras pretendía apoyarse en los barrotes metálicos que tenia cerca, el “Tio” por su parte solo bostezaba sin parar mientras intentaba mantener sus cansados ojos rojos abiertos, intentando a no perderse la estación y yo? yo solo miraba los patrones del piso, intentando no prestar atención en lo cansadas que sentía las piernas.
Las personas en general parecían hartas y deseosas de llegar a casa… excepto por un detalle inusual que brincaba a la vista.
En un principio nadie de nosotros la distinguió perse, como si se tratara solamente de un efímero borrón blanco que se entrometía en medio de todo ese cuadro de cansancio y hastío, pero era de algún modo bastante visible y presente para no notar que se colaba por el rabillo del ojo, destellando de un color que no pertenecía al entorno, oscilando una y otra vez.
Entonces, con la mente irritada, levante la cabeza y mire directamente en la dirección de donde venía aquel borrón que no parecía querer desaparecer, frívolo y desafiante ante la oscuridad que lo circundaba… y quede por un momento tan inesperadamente estupefacto que mis ojos se quedaron clavados varios segundos.
Era una hermosa chica adolecente, de no mas de 18 años, vestida completamente de blanco, con un vestido extremadamente extraño, formado por múltiples pliegues, capa sobre capa de una tela completamente mate, ligeramente desgarrada de las esquinas, como si hubiera huido de una boda en plena celebración y se hubiese deshecho por partes de aquel vestido durante el camino, sin embargo lucía alegre y muy serena, lo cual descartaría la historia de tragedia que podrias facilmente atribuirle en primera instancia dadas las inusuales condiciones, su cabello era castaño claro, era de un rizado suave, como seda, tan bien cuidado que brillaba como cajeta líquida con las luces blancas del mismo vagón, su tez era blanca pero más hacia un tono rosa pálido y coronando todo lo inusual de su aspecto, tenía unos gigantescos ojos grises, como dos profundos diamantes que me miraban de vuelta.
Cuando espabile, ya era demasiado tarde, es decir, no se cuanto tiempo llevaba mirándola directamente a los ojos, nunca sentí la clásica incomodidad de pudor como tal, rápidamente tragué saliva y desvié rápidamente la mirada hacia la ventana del vagón, ahora sí con una sensación total de pena, era seguro que me encontraba ya completamente sonrojado, no había marcha atrás, podía sentir todo ese calor en la cara, pero nunca lo vi venir, tenía una mirada tan gentil que ni siquiera podía sentirla, asi que espere varios minutos viendo a la nada y esperando lo mejor, respire y lentamente con la mayor de las cautelas intenté mirarla de reojo nuevamente.
Mi sorpresa sería tal que ella seguía ahí, inmovil, ahora con el mentón apoyado sobre uno de sus brazos para descansar la cabeza, esta vez sonriendo intermitentemente, con una seguridad y determinación que no suelo ver a menudo en mi dia a dia, mirandome fijamente y sin miedo con aquellos ojos que no podía esquivar, hipnóticos, profundos, gigantes.
Entonces salvado por la llegada de la estación “chabacano” destino al cual debíamos llegar, iluminó las ventanas del vagón y la gente rápidamente se apresuró a bajar, parándose abruptamente de su asiento y ayudandome a romper con el poder magnético que aquellos ojos parecían ejercer sobre mi, heche mochila al hombro y salí tan pronto abrieron la puertas.
Una vez en el transbordo ya lejos de todo aquel suceso, pregunte al “Tio” si la había visto, solo para corroborar que no se trataba de una aparición fantasmal, ya que toda persona que vive en la ciudad sabe, que los encuentros con lo paranormal en el metro son bastante habituales, mas para mi tranquilidad me respondio.
El Tio: Si la vi, realmente hermosa…
Yo: Si era en verdad muy... inusual
El Tio: y te veía sin parar, todo el camino, mínimo para que le hubieras hablado.
Yo: Eh... ¿Todo el camino?
El Tio: Así es señor, no es broma, te miro fijamente durante todo el camino…
Las interrogantes pueden ser muchas y tener respuestas inabarcables, curiosas o aburridamente sencillas, es más, porque iniciar un relato tan relativamente inverosímil, como si se tratara de una larga historia escrita, abierta aleatoriamente justo por la mitad y lo es… es justo aquí en la mitad de una larga travesía de sucesos extraños que deseo comenzar, puesto que aunque aun no tenga sentido aún el cómo fue que terminamos aquí, si deseo que comiencen mis escritos justo aquí, justo a la mitad de todo, donde es esta incómoda e insistente pregunta hace su indeseada aparición.
Es cierto que encuentro terriblemente frustrante estos intrusivos destellos de regresión que me abordan con cada vez más constancia en estos últimos días, como si una extraña y carente de todo sentido pendiente me estuviera llamando con fuerza, del más allá, de un pasado que yace sepultado, debajo de miles y miles capas de pasado, de memorias que se han ido desvaneciendo al olvido, de incógnitas no resueltas, pero ya sin respuesta.
De haber escogido el camino de hablarles…
¿Qué tan diferente sería mi actualidad? y ¿esa actualidad sería mejor que la que tengo ahora o podría ser considerablemente peor?
4