A dos Micras de Una Vida Kaat Vicious
A dos Micras de Una Vida Kaat Vicious
Aquel recuerdo, hace referencia a un “tokin” que era como nos referíamos a las fiestas donde tocaban bandas de rock durante el transcurso de la misma y donde como solía pasar en aquella época, era habitual que “El Tio” alias de mi mejor amigo, surgiera de la nada, sin previo aviso, con un par de invitaciones a esta clase de eventos, en particular este evento era especial, pues lo organizaba su actual escuela de fotografia, asi que cabe destacar que el estaba directamente invitado por parte de la organización, o al menos así parecía al inicio, puesto que llegando a la puerta, al solicitar nuestro descuento de estudiantes, nadie parecía conocerlo, vaya compañeros, huh… Aquel evento se celebraría en el centro de la ciudad, saliendo literalmente del metro “Salto del agua” en las inmediaciones de un antiguo hotel, grande pero sencillo, lo que significaba dos cosas, que terminaría bastante tarde y que aquellos que consiguieran ligue, terminarían en alguna habitación de este mismo, pagando un extra a los organizadores, aunque nunca pude corroborar si había un acuerdo entre el hotel y los organizadores, pero… algo se intuye.
Aquella noche llegamos temprano, “El Runas”, “El Tio” y yo, la agrupación de amigos que desde hace un tiempo solíamos salir a explorar estas nuevas dinámicas que nos proponía la vida universitaria, arribando justo media hora antes de que la primera banda tomara el escenario, para variar yo llevaba mi cámara, si aquella misma magnificencia que describí hace un momento, solía llevarla a todos lados por su pequeño tamaño y tras pagar el cover e ingresar a un amplio y semi iluminado lobby, buscamos donde poder esperar a que todo aquello iniciara.
Un lugar resalto entonces del resto, como si pudiera gritar para llamar nuestra atención, un largo y antiguo sillón rojo resaltaba de entre la dispareja oscuridad del lobby, presuntuoso y maltratado de las esquinas, más lucía confortable y suficientemente grande para mis dos amigos, nuestras respectivas mochilas y yo.
En poco tiempo, después de habernos acomodado, el barullo comenzó a subir a medida que se llenaba el Lobby y comenzaban a abrir las puertas del estacionamiento que quedaba a una pared de distancia, la misma creciente cantidad de personas, nos invitó súbitamente a tomar nuestras pertenencias o perderlas para siempre en aquel mar de personas, desplazados como en cámara lenta, fuimos empujados a entrar en donde presumiblemente se veía un amplio espacio que muy pronto fungiría como el escenario… cualquiera que estuviese ya familiarizado con los “tokines”, sabría distinguir de sobra, qué lugar estaba ya designado para las bandas y que otro sería para el público, como si se tratara de una regla entendida.
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