A continuación, encontrarás mis artículos de opinión organizados de acuerdo a la fecha de publicación. La información que encuentras aquí es de acceso libre, y refleja mis puntos de vista de manera libre e independiente. Pues bien, espero que tu recorrido por este contenido sea de tu entero disfrute y reflexión.
Después de casi una década encontré entre mis apuntes un escrito sobre la realidad del Perú, y lamentablemente debo decir que la situación ha empeorado severamente, no solo se padece una grave crisis de valores, ahora la sociedad peruana sufre también de un régimen híbrido que, más pronto que tarde, terminará liquidando lo poco que queda de la famélica democracia recuperada luego de la caída de la dictadura de Fujimori a inicios de este siglo, sin embargo, esta fuerza del mal nuevamente ha recuperado el poder y sigue destruyendo todo a su paso, infectando todo y a todos los que toca, como siempre fue desde sus inicios hasta estos tiempos aciagos.
A continuación comparto una versión actualizada (ligeramente) de aquella publicación que busca responder a una pregunta que seguramente nos hacemos cada vez con más frecuencia: ¿Qué carajo le pasa al Perú?
A medida que pasan los días, meses y años siento mayor frustración cuando miro alrededor y veo que el Perú está avanzando. En las calles se ven autos modernos, las ciudades tienen grandes centros comerciales, los restaurantes tienen buena concurrencia, las construcciones en la ciudad son cada vez más modernas, ahora todos tienen celulares, correos electrónicos, la mayoría está en las redes sociales, los jóvenes de ahora tienen mayores oportunidades de estudiar y trabajar, y todo esto está bien, sin embargo, cuando quiero leer un diario, o prender la televisión en un canal nacional, me doy cuenta que el empaque de la sociedad es lo único que ha evolucionado, porque el contenido está marchando para atrás.
Es indignante enterarse que varios funcionarios públicos del más alto nivel están siendo investigados por actos de corrupción, que un singular alcalde tiene un destacado cuestionamiento judicial, que los congresistas no encienden la llama de la esperanza para construir un mundo mejor, por el contrario, llevan consigo la sombra del narcotráfico, la mentira, el insulto, el engaño y la corrupción, o que la industria de la “salud” trafica con el mal de los pobres y sus medicinas para enriquecerse sin piedad como si fuera el justiprecio de su maldad.
Entonces miro a mis hijos, felices, sonriendo, jugando, y siento un frío que me hiela la piel, quisiera que no sigan creciendo, porque todo el esfuerzo que hacemos los padres para darles una buena educación, para que cultiven el valor de la familia, el respeto, la honestidad, la solidaridad, la justicia y el amor puede resultar en vano para ellos. Les confieso que tengo miedo que cuando llegue el día en que mis hijos desplieguen sus alas y empiecen a volar, miren hacia abajo, y en lugar de encontrar un campo verde, sólo encuentren un basural. ¿Cómo podrán reconocer al Perú maravilloso que les estoy enseñando a amar? Este Perú biodiverso y milenario, cuando no es más que un putrefacto fango parcelado por cada mal que lo infecta sin contemplación, sin casi encontrar alguna resistencia, sin casi encontrar algún corazón, brazos o piernas que se resistan a posarse sobre él para no contaminarse del peor mal que puede afectar al tejido social: esta maldita crisis de valores.
Es que acaso el Perú necesita que nos explote una bomba atómica para luego, a partir de allí empezar a resurgir como el ave Fénix, acaso tenemos que esperar que emerja un nuevo Manco Capac del lago Titicaca para que nos vuelva a enseñar a convivir bien con nuestra pachamama y con nuestros wawqipanaycuna (hermanos y hermanas).
A veces quisiera que la tierra tiemble tan fuerte hasta derrumbar lo que no se hizo bien, para volverlo a construir mejor, pero mejor no, porque luego llega el gobierno y causa un terremoto mayor, no sólo derrumbaría lo poco que quedó en pie, sino que, además, derrumbaría la dignidad y el honor de los que más sufren, de los miserables que no tienen que comer, convirtiéndolos en pobres de alma, de espíritu, en pobres sin valor porque sus fuerzas, su ser, su familia, tendrían un precio, porque sus conciencias y su libertad valen un táper de plástico barato que esconde un billete de 10 soles a cambio de un voto para hacerse del poder.
¿Qué carajo le pasa a mi país? ¿Qué carajo les pasa a los peruanos? ¿Qué carajo nos pasa? que no sabemos decir ¡basta ya! ¿Hasta cuando seremos monigotes idiotizados por la seudo prensa del Perú? ¿Hasta cuando permitiremos que siga cometiéndose las mayores injusticias en nombre de la justicia? ¿Hasta cuándo permitiremos que la democracia que queremos sólo sea un discurso de campaña de los que buscan el poder para evitar que realmente vivamos en democracia? ¿Hasta cuándo permitiremos que los que se llaman congresistas vulneren nuestros derechos fundamentales? Cuando son éstos políticos y sus mañas e intereses rastreros los que escriben y publican en el diario oficial las normas que coartan nuestra libertad convirtiéndonos en esclavos del mercado y del sistema condenándonos a su mediocridad.
¡Basta ya de tanta miseria, de tanto robar! ¡Basta ya de tanta violencia! ¡Basta ya de narcotráfico! ¡Basta ya de corrupción, de hipocresías!
Acaso los que hoy tienen el poder y la autoridad no saben dónde están y quiénes son los capos de la droga, acaso no saben quiénes son los desgraciados que trafican con el cuerpo y la pureza de los niños y mujeres, acaso no saben quiénes son los que abusan de la fuerza y la ignorancia de los jóvenes y hasta de los viejos que trabajan y trabajan desde que sale el sol hasta que anochece a cambio de unos pocos soles que con las justas les alcanza para comer.
Acaso no somos nosotros los que sabemos quién, cómo y dónde están los responsables de hacer que se pudra la juventud consumiendo drogas, alcohol y violencia, y nos callamos, y pasamos de largo fingiendo desconocer la realidad.
¿Ese es el destino del peruano? ¿Siempre agachando la cabeza? ¿Siempre nos conformaremos con el “hubiera sido mejor”? ¿Siempre seguirá siendo un peruano el mayor enemigo de otro peruano? ¿Siempre diremos que el Perú es grande, pero obraremos con bajeza, con chatura, con envidia, con prejuicios? Acaso no es nuestra raza la que conquistó el ande, acaso no es nuestra raza la que domesticó la tierra y le hizo brotar el alimento que hoy combate al hambre, acaso no es nuestra raza capaz de superar esta metástasis de inmoralidad que infecta a todo el país.
Por eso me resisto a vivir en un país gris, en un país de media tabla para abajo, porque veo a mis hijos y me lleno de esperanzas, porque ellos me enseñan cada día que la fe mueve montañas, que sí se puede ser feliz, que sí se puede cuidar nuestra casa grande, que sí es posible construir un hogar donde vale más la honradez, el trabajo, la honestidad, la solidaridad y la lealtad, y que cada uno de estos valores se alimentan con el amor verdadero, aquel que sólo da sin esperar nada a cambio, con libertad.
Por eso los invoco a actuar ya, ahora, es el momento de alzar la voz, de poner nuestras manos, nuestras mentes y nuestros corazones al servicio del Perú para frenar y desterrar a estos políticos, alcaldes, congresistas y funcionarios corruptos. Estoy convencido que esta crisis de valores la podemos vencer, pero debemos unirnos, debemos trabajar juntos, y podemos hacerlo en tres niveles, primero a nivel personal, respetando al prójimo, tolerando nuestras diferencias, respetando la libertad de acción y pensamiento.
El segundo nivel debe ser con nuestra familia, cultivando nuestro hogar, promoviendo la paz y el sano alimento de nuestro cuerpo y de nuestra mente, abrazando todos los días a nuestros hijos, a las personas que amamos y que viven en nuestro entorno más cercano, aquí es donde debemos sembrar la semilla de una nueva sociedad, seamos el ejemplo de familia que queremos para el Perú; y el tercer nivel es un llamado a la acción social, ya no podemos esperar que otros sean los responsables de construir nuestro bienestar, ahora nosotros debemos ser el puente que conduzca a los hombres y mujeres hacia un verdadero Perú, un Perú de paz, de cultura, de justicia, de amor, de libertad.
Para esto propongo tres líneas de acción, la primera debe estar orientada a la cultura, organizando talleres, conversatorios, foros, debates, y todo lo que nos permita poner en valor y cultivar nuestras mentes, tenemos que ayudar a acercar la educación, los idiomas, el arte y el deporte a los demás, sobre todo a los niños, así recuperaremos nuestra identidad casi sumergida en el mar de la globalización y el consumismo ciego y sin frenos.
La segunda línea de acción debe ser la solidaridad, la capacidad de dar lo que tenemos a quien lo necesita, organizando jornadas para compartir nuestro tiempo, sobre todo con aquellos que necesitan ayuda para sanar sus cuerpos y también sus almas, la verdadera arma contra la delincuencia es la solidaridad, contra la violencia es el amor, contra el dolor y la desesperación está la amistad, usemos estas fuerzas de cambio para enderezar el camino de quienes están perdiendo la fe y la esperanza en ellos mismos a causa de una enfermedad o por el miedo que los inmoviliza y los empuja a la oscuridad.
Y una tercera línea de acción es el compromiso, es decir, la disposición de hacer que esta nueva corriente de cambio crezca más, tenemos que comprometernos nosotros mismos y comprometer a más personas para que unan sus fuerzas con nosotros y logremos, todos juntos, derrotar este mal que nos aqueja, esta crisis de valores debe detenerse ahora, por eso debemos activar las redes, tomar las calles y alzar nuestras voces para que todos se enteren que ahora sí diremos ¡basta ya!, y que desde ahora pasamos a la acción, desde ahora empezamos, verdaderamente a construir un Perú mejor para nuestros hijos, y para que luego ellos lo hagan mejor.
Aquí no importa tu color de piel, el lugar donde vives, la religión que profesas, el partido al que perteneces, aquí no importa si amas la música, el teatro, el fútbol o el ballet, aquí no importa tu pobreza o tu riqueza, tu género, tus creencias, tus costumbres, ni tu edad, aquí sólo importa tu voluntad y tu fe para actuar y lograr que al fin podamos tener el Perú que merecemos tu y yo, el Perú que merecen nuestros hermanos, nuestros padres y nuestros hijos y nietos.
¡Un Perú con peruanos que valen el Perú!
El Perú conmemora otro año más de su independencia y vida republicana, quizás será una buena ocasión para hablar de este lugar de América cuyo origen de su nombre se remonta a inicios de la cultura Inca, según el cronista indígena Juan Pachacuti Yamqui, el nombre Perú proviene de la palabra quechua “Pirwa” y cuyo significado es “almacén de todas las cosas”.
Esto es el Perú, un gran almacén, una tierra privilegiada que cuenta con 200 millas de mar con una riqueza hidrobiológica extraordinaria, sin embargo, sus recursos son sobreexplotados por la gran pesquería, por la pesca de arrastre y la indiferencia de las autoridades marítimas, además de ser el repositorio de aguas servidas de las grandes ciudades de todo el litoral o víctima silenciosa de derrames de petróleo como lo sucedido en el mar de Ventanilla por una empresa que hoy sigue operando con normalidad.
Esto es el Perú, una región costera que alberga desde manglares y algarrobos en el norte, reservas naturales como Paracas y San Fernando, campos vitivinícolas en Ica y valles de olivos desde Arequipa hasta Tacna, sin embargo, sus puertos no solo son puertas de salida de nuestros minerales, frutos y materias primas para todo el mundo, sino, puntos de embarque de drogas, oro ilegal y especies protegidas traficadas por organizaciones criminales que operan con impunidad y con violencia en las calles del Callao, de Lima y otras grandes ciudades costeñas.
Esto es el Perú, una región andina resguardada por extensas cordilleras y nevados, con más del 70 por ciento de los glaciares tropicales del mundo, con sus climas y pisos geográficos tan diversos como la capacidad productiva de una tierra proveedora de la mayor biodiversidad de alimentos necesarios y suficientes para combatir el hambre en el mundo, sin embargo, es la región que abraza en su seno a la mayor población que sufre de pobreza extrema, de miseria y de condiciones de vida tan precarios y alejados de una vida digna.
Esto es el Perú, una región amazónica considerada la de mayor biodiversidad del planeta, que genera el 20 % del agua dulce del mundo y alberga el 25 % de la vida terrestre, además de ser el principal pulmón del planeta por la generación de oxígeno y la captura del CO2, sin embargo, hoy está siendo deforestada salvajemente por la tala y la minería ilegal, por el narcotráfico y por las grandes industrias que hacen del Congreso y las leyes ad-hoc su puerta de acceso para la sobreexplotación de la selva y el abuso contra las comunidades nativas y sus saberes ancestrales amenazados con su exterminio como muchas especies de flora y fauna de nuestra amazonía.
Esto es el Perú, la tierra del oro, el cobre, el hierro y la plata; de la lúcuma, del maíz morado, del ají, de la quinua, de la papa, de la palta y la chirimoya; un país con la mejor gastronomía del mundo; con lugares únicos como Machu Picchu, las líneas de Nazca, Caral y el lago Titicaca, el más alto del mundo; una tierra que cobija 55 pueblos indígenas o culturas originarias como los chancas, los quechuas, los aymaras, los awajún, los chopccas, los boras y los asháninkas, por mencionar algunos; una tierra donde se hablan 48 lenguas, esto somos los peruanos.
Esto es el Perú, la tierra de 36 millones de hombres y mujeres que hoy viven en medio de la inseguridad alimentaria, la inseguridad hídrica y la inseguridad humana; un país que, a pesar de ser el almacén de todas las cosas, a pesar de tener los recursos y las capacidades productivas suficientes para alimentar bien y sanamente a todos sus habitantes, hoy vive y sufre nuevamente la amenaza de la violencia, del abuso del poder y la muerte de la democracia.
Esto es el Perú de hoy, tristemente. Mientras el mundo se enfrenta a la crisis mundial por el calentamiento del planeta con registros sin precedentes, mientras el mundo se prepara para enfrentar el Fenómeno del Niño Global, para encontrar formas de sobrellevar la sobrepoblación de la tierra y menguar el incremento del hambre, en el Perú se enfrentan los de derecha y los de izquierda, los de Lima y los provincianos, los del pueblo y los del gobierno; una confrontación absurda, una lucha estúpida por hacerse del timón de un barco que se hunde con todas sus riquezas, con toda su gente, con todas sus oportunidades y esperanzas.
La única forma de salvar este barco rojiblanco es a través de una verdadera revolución de la educación, porque el fracaso de 202 años de vida republicana se debe a la falta de verdaderos líderes, a la falta de hombres y mujeres formados con una visión global de la humanidad y sus retos para lograr su subsistencia en un mundo cada vez más hostil y en fase de ebullición global como lo señaló recientemente el Secretario General de las Naciones Unidas; necesitamos un nuevo modelo educativo que forje hombres y mujeres con ética, con valores y dispuestos a procurar el bien común de una tierra tan rica en sus entrañas pero tan pobre y miserable sobre su faz como aquellos que llegaron al poder y se dedicaron a explotarla y esquilmarla para enriquecerse vilmente, a cualquier costo, incluso a cambio del esfuerzo, la dignidad, la salud y la vida de su misma gente, de sus propios hermanos, de sus propios hijos.
Si pues, esto es el Perú de hoy, un pueblo que aún no es consciente de sus fuerzas, de sus riquezas, de sus oportunidades, un pueblo joven que necesita abrir los ojos de una vez por todas para extirpar de su seno todo lo que le ha hecho tanto daño, un pueblo que necesita de nuevas cartas de navegación que solo una buena educación, de la mano con la ciencia, la ética, la justicia, la libertad y la democracia (de verdad) le permitirá resurgir de sus cenizas, como el ave Fénix, para refundar una nueva patria, donde la paz, la solidaridad, el respeto, el amor, la igualdad y el cuidado del planeta sean una realidad, tengo la esperanza de que este momento llegue pronto para el disfrute de nuestros hijos y nietos.
“Esta es mi tierra, así es mi Perú” nos dice Eva Ayllón con su voz sin igual y a ritmo de tondero, invocando que se escuche en todo el Perú. Sí, esta es mi tierra, y así es el Perú que queremos y debemos defender antes de que sea demasiado tarde y ya no podamos hacer más porque estamos a punto de perder el último aliento de libertad que aún nos queda.
Todo ser humano que decide hacer algo que sea bueno para sí, es decir, que elige actuar de determinada manera para ser mejor persona y que dicha acción le procure felicidad y progreso, entonces podemos afirmar que está adoptando un comportamiento ético.
Todas las personas entendemos perfectamente qué decisiones y acciones son buenas y cuáles son malas para cada uno de nosotros, la ética lo que busca es que siempre optemos por aquello que nos hace bien y que no atenta contra la dignidad del prójimo, ni contra la moral de la sociedad y tampoco afecta negativamente al medio ambiente.
Pues bien, si un grupo de buenas personas con ética deciden reunirse para convenir acciones que procuren el bien de todos, respetando los derechos fundamentales de todas las personas así como las reglas y normas que rigen a una sociedad, y obviamente sin afectar a otros seres vivos ni la naturaleza, entonces podemos decir que están ejerciendo la verdadera política.
Porque en esencia, la política es una acción que ejerce una comunidad de hombres y mujeres éticos que libremente deciden emprender el gran reto de transformar su sociedad para conducirla a un estado mejor, a un estado de bienestar y de estar bien, para ello, recurren al diálogo y la argumentación inteligente para lograr la cooperación libre y voluntaria de un colectivo que decide actuar con ellos para hacer realidad la propuesta de cambio que han comprendido y que consideran legítima y conveniente para el bien de todos.
Como pueden ver, aquí tenemos en esencia cuatro elementos imprescindibles para el buen ejercicio de la política, primero necesitamos la confluencia de personas con ética, en segundo lugar necesitamos del diálogo y argumentos inteligentes para lograr consensos, en tercer lugar necesitamos tener claro las acciones que deben emprender como comunidad política, y en cuarto lugar, se debe tener la plena convicción de que los resultados de dichas acciones serán para el bien común de toda la sociedad, incluyendo a los que no comparten las mismas ideas ni se comprometen a participar activamente.
Pues bien, si corroboramos la existencia de estos cuatro elementos básicos en la actual realidad peruana encontramos una carencia política preocupante, en primer lugar creo que todos sabemos que los políticos de hoy en su gran mayoría carecen de ética por elección propia; en segundo lugar han renunciado al diálogo como medio para procurar el entendimiento entre nosotros, por el contrario, se han dedicado a tratar de imponer su única verdad en la sociedad sin valerse de argumentos sino en base a prejuicios y descalificaciones a los que piensan diferente, dando lugar al terruqueo, al caviarismo, la discriminación, la cultura de odio y el desprecio sobrepuestos al pensamiento crítico.
En tercer lugar las fuerzas políticas han sido incapaces de lograr un plan de acción mínimo con medidas concretas y consensuadas para garantizar la gobernabilidad y el desarrollo del país, por el contrario, se han conformado grupos políticos dedicados a destruir y oponerse a todo lo que quiere hacer el otro grupo por el solo hecho de ser del partido opuesto, dando lugar a una cultura de oposición destructiva con el apoyo de una prensa convenida, parcializada e incluso mercenaria.
Y en cuarto lugar, es evidente que gran parte de lo que hacen y deciden los políticos de hoy no busca el bien común, por el contrario, las leyes y normas promovidas en el Congreso, al igual que las acciones que implementa el ejecutivo están orientadas a favorecer a determinados grupos de poder y grupos económicos que hace varias décadas gozan de privilegios legales y tributarios, de impunidad ante un precario y politizado sistema de justicia y peor aún, promueven la corrupción en todos los niveles del gobierno.
Como podemos ver, hoy no existen las condiciones para dar lugar a un buen gobierno, los políticos que hoy conducen el país están en tinieblas, sin ética, sin brújula, sin un rumbo claro, sin vocación de servicio, sin sentido de país, y al otro lado está el pueblo, padeciendo las consecuencias, condenados a la miseria, a la pobreza, al hambre y la ignorancia, es decir, víctimas del fracaso de décadas de un sistema político, económico y educativo perverso.
Este hartazgo está a punto de desbordarse en nuestra sociedad que se dice democrática pero que no ha sido capaz de construir las bases y cimientos para sostenerla, una sociedad con una careta de democracia que encierra detrás a una caquistocracia que emerge como consecuencia de un sistema educativo obsoleto, amoral e involucionario; una sociedad que carece de luz, de líderes, de justicia, de libertad, de respeto y de buena educación; una sociedad que ahora está dispuesta a recurrir a la fuerza, a las movilizaciones y la violencia para romper este círculo vicioso que no creo que Dina Boluarte ni Alberto Otárola podrán contener, resistir y revertir en los próximos cien días, y lo que vendrá después será peor, lamentablemente.
El profesor estadounidense Robert Putnam sostiene que el capital social es un aspecto esencial en todo sistema democrático, y señala con claridad que la sociedad depende en gran medida del comportamiento cívico de sus integrantes y de la forma que tienen de vivir su cultura, es decir, el comportamiento de las personas afectan de manera determinante el cumplimiento de las normas y leyes que rigen sus modelos y formas de gobierno.
Si se trata de buenos ejemplos podemos referir a Noruega, un país líder en transparencia y con niveles de corrupción casi inexistentes, al punto que si una persona comete actos de corrupción sería inmediatamente excluido por su familia y su entorno social. Otro ejemplo es Finlandia, un país con la tasa de presos más baja del mundo, o Suecia, un lugar que ha erradicado la discriminación de género, o Canadá con el mejor sistema de salud y totalmente inclusivo.
Estos países son considerados con un alto nivel de capital social porque tienen en común el desarrollo de cuatro dimensiones: en primer lugar porque la sociedad presenta valores éticos dominantes producto de un buen sistema educativo; en segundo lugar porque tienen una gran capacidad de asociatividad, es decir, tienen claro la importancia de la participación colectiva en la procura del bien común; en tercer lugar existe un alto nivel de confianza entre todos, simplemente no pueden entender como es que una persona puede faltar a sus compromisos, a su palabra o a sus responsabilidades; y en cuarto lugar, todos tienen un alto nivel de cultura cívica, donde el respeto al prójimo, al medio ambiente, a las normas y las leyes es parte de su conducta cotidiana.
El profesor Putnam afirma de manera concluyente que en la medida que alcancemos un mayor capital social obtendremos un mayor crecimiento económico a largo plazo, una disminución sustantiva de la criminalidad y un mejor nivel de desarrollo de la gobernabilidad democrática.
Por lo tanto, para transformar la realidad social de nuestro país solo tenemos que ver las mejores experiencias en otras partes del mundo y recoger sus buenas prácticas para implementarlas en el Perú cuanto antes. No tenemos que inventar nada. Solo necesitamos de la decisión política de nuestros gobernantes, y me refiero al ejecutivo y al legislativo, porque ambos tienen la responsabilidad compartida de gobernar el país, no solamente el presidente Castillo y sus ministros, también es responsabilidad de los 130 congresistas y de los gobernadores y alcaldes de todo el país.
Para sacar adelante al Perú necesitamos del compromiso de todos, de los que trabajan en el Estado y también de los que trabajan en el sector privado, de los que son formales y también de los informales, nadie debe sentirse excluido de la responsabilidad que tenemos para salir adelante, por eso es inaudito que hoy una minoría de peruanos sigan insistiendo en salir a las calles para exigir que saquen a Castillo o que cierren el Congreso, porque en el hipotético caso que eso fuera posible, ¿acaso el Perú dejará de tener los problemas que hoy padecemos? ¿Acaso los nuevos representantes serán mejores que los que hoy tenemos?
No seamos ingenuos, ya basta de ser los protagonistas y azuzadores de esta cultura de odio que solo nos separa y levanta barreras entre nosotros en lugar de construir puentes, lo que hoy necesitamos son nuevos líderes capaces de dar lugar a redes y comunidades políticas que tengan como norte el bien común en lugar de intereses particulares, que realmente apuesten por una verdadera revolución de la educación basada en valores, nuevos líderes que dirijan sus comunidades a través de la confianza y compromiso de todos sus integrantes; y por supuesto, que promuevan una nueva cultura cívica cuya base debe ser el respeto al otro, al planeta, a la sociedad y a la diversidad cultural, social, económica, política, de fe, de género, de tradiciones y costumbres.
Creo que es momento de dejar atrás a aquellos políticos dinosaurios que en su momento tuvieron su oportunidad para sacar adelante a nuestro país y solo se dedicaron a robar a sus anchas, a dejarnos obras inconclusas y sendos expedientes fiscales que hoy desbordan el precario sistema de justicia que tenemos, dinosaurios que llegaron al poder y demostraron con sus actos que fueron incapaces de dirigir una nación tan rica en recursos naturales y tan pobre en dignidad humana, allí los vemos ahora marchando con una bandera gritando a viva voz: abajo la democracia.
Es tiempo de nuevos jóvenes, de constructores, de hombres y mujeres que ya no se dejan engañar por los dinosaurios ni tampoco por los medios de prensa que hoy repiten sus mismas arengas. No señores, los peruanos de hoy ya no son fácilmente encandilados por discursos de balcón y falsas promesas.
El filósofo español Fernando Savater sostiene que la sociedad existe para procurar el desarrollo de las personas que la componen, por lo tanto, debe entenderse que el propósito de la política debe ser lograr la libertad y el bienestar de la persona, de todos y cada uno de los que forman parte de una nación. Por eso, para Savater la política de verdad se alcanza cuando la sociedad se forma sobre tres bases que se constituyen como una especie de triángulo equilátero cuyos vértices son: la libertad, la persona y la democracia.
Si miramos el Perú, en primer lugar no podemos hablar de libertad si durante dos siglos de vida republicana no hemos sido capaces de procurar una verdadera educación de calidad, sobre todo con la población más vulnerable del país, condenándolos a una vida de poco o ninguna oportunidad para elegir realmente lo que anhelan para ser felices y alcanzar una vida digna, por el contrario, viven resignados a su suerte, como una especie de autómatas dependientes de un sistema económico que los obliga a cumplir extenuantes rutinas de trabajo diario para sobrevivir, además de estar sometidos a un bombardeo constante de mensajes que buscan condicionar -e incluso controlar- su manera de pensar, de sentir y de actuar. ¿Y esto no es acaso un atentado a la libertad?
Acaso vivir en un país donde las principales motivaciones que dan lugar a sus leyes y su moral son: el crecimiento económico, la acumulación de riqueza a cualquier precio y el endiosamiento del libre mercado, entonces ¿no se convierte esto en una amenaza latente de deshumanización de la sociedad?
En el Perú nos hemos acostumbrado a reemplazar con cifras a las personas, durante la pandemia se informaba diariamente el número de casos detectados y el número de muertes, también se cuantificaban las camas UCI implementadas y ocupadas en cada región; frente a la crisis económica producto de la guerra entre Rusia y Ucrania se habla del crecimiento o estancamiento del PBI, de tasas de desempleo, del alza del precio de los combustibles, de los alimentos o del tipo de cambio del dólar; y muy poco se sabe de las víctimas de la guerra, tampoco se dice o interesa la labor que varios líderes de organizaciones sociales, de la sociedad civil y muchas otras personas han emprendido para superar el hambre y la enfermedad de nuestros hermanos con Covid, o de aquellos que están sin trabajo o sin acceso a la salud, a un plato de comida o a un techo digno.
Las historias de violencia interesan más por el drama y el morbo que encierran en lugar de convertirse en lecciones de vida y de verdadera aplicación de una justicia oportuna en una sociedad donde la confianza, el respeto, la honestidad, la empatía y la solidaridad son valores escasos y cuyos espacios están siendo ganados por el odio, la discriminación, el chisme y la calumnia pública, por enumerar solo algunos vicios comunes y casi normalizados en la sociedad peruana. ¿Y esto no es acaso un atentado a la dignidad de las personas?
Y sobre la amenaza a la democracia es poco lo que puedo agregar, basta con mirar los constantes intentos, por ahora fallidos, de la búsqueda incesante de la captura del poder con métodos golpistas, azuzados por los grandes medios de comunicación, de manera abierta y expresa, y liderados por algunos parlamentarios que deberían ser el ejemplo y testimonio vivo del respeto a la Constitución y la voluntad popular expresada en las urnas. ¿Y esto no es acaso un atentado a la democracia?
La democracia no es un fin o una meta que se alcanza luego de un proceso electoral y nada más; la democracia es un camino seguro que elige una sociedad para conducirse sobre ella respetando las normas y leyes establecidas, respetando a todos los que transitan por la misma vereda a pesar de sus diferencias ideológicas, culturales, sociales, económicas o de fe; por eso, debemos tener bien claro que la democracia es el camino que la sociedad elige con libertad porque es consciente de que las otras vías, los otros caminos no son seguros, al contrario, son una amenaza a la vida, a la dignidad, a la libertad, a la justicia y al progreso de cualquier nación que abandona la democracia valiéndose de engaños y mentiras para tratar de justificar su rompimiento del orden y la legalidad.
No jóvenes, el fin nunca debe justificar los medios. Por encima de todas las pasiones que la política suele despertar en nuestros corazones, siempre debe ser el buen juicio, la razón, la que debe conducir nuestros actos, si queremos vivir en una sociedad mejor debemos de luchar para proteger y fortalecer los tres pilares que refiere Savater: por la libertad, por las personas y por la democracia.
El Perú es un país de privilegios y privilegiados, no solo porque tenemos cuatro extensas regiones de mar, costa, sierra y selva, con una extraordinaria biodiversidad en flora y fauna, además de riquezas naturales, culturales, históricas, sociales y económicas.
A todos nos queda claro que tenemos un país privilegiado por la naturaleza y por su gente de bien que nos han dejado un gran legado a lo largo de nuestra historia, sin embargo, en estos 200 años de vida republicana, muy poco hemos avanzado en la forma de hacer política y de gobernar por parte de nuestras autoridades.
El Perú tiene todo para ser un gran país, pero aún no logramos contar con líderes políticos capaces de transformar nuestra realidad motivados por el bien común y por el aprovechamiento responsable de nuestros recursos, por el contrario, nuestra historia tiene registrado a personajes que llegaron al poder para otorgar privilegios a su gente, a sus amigos y demás actores que abusaron de su suerte para obtener el mayor beneficio posible a cuestas del perjuicio de las mayorías que hasta hoy padecen de hambre, de falta de acceso a los servicios básicos, a una buena educación, a un buen servicio de salud y tampoco a un trabajo digno.
Son muy pocos los privilegiados que disfrutan del país, de sus recursos y de sus cuotas de poder, incluso de impunidad ante la justicia; mientras que las mayorías, el pueblo, sigue reinventando una y mil formas para salir adelante, para alimentar a sus hijos, para cuidar a sus abuelitos, para intentar vivir con algo de dignidad en medio de una sociedad violenta, insegura y permanentemente bombardeada por mensajes de odio y pesimismo que se difunden diariamente en las pantallas de los grandes medios de comunicación, en sus portadas sensacionalistas y por sus micrófonos con voces alarmistas sin siquiera pensar con sensatez sobre las consecuencias de su actuar perverso totalmente contrario a la responsabilidad que tiene el verdadero periodismo.
Si pues, el Perú es un país de privilegios para unos cuantos, los demás debemos luchar contra la ineficiencia de la burocracia pública, los demás debemos soportar la ignorancia y la vileza de la mayoría de congresistas, también debemos soportar el abuso de los grupos económicos que aprovechan su posición dominante y las crisis para lucrar con indiferencia y usura con la muerte, con la desesperación y con la enfermedad de los peruanos; debemos soportar también la injusta, lenta y a veces parcializada administración de justicia, con algunos jueces y fiscales que abusan de su poder de acuerdo a criterios ajenos a sus códigos legales anticuados o incluso motivados por su fe o por pagos indebidos.
Si pues, el Perú es un país de privilegios para unos cuantos empresarios que ganan contratos para construir puentes, carreteras, colegios, hospitales y hasta una refinería, o para vender medicinas, equipos médicos, computadoras o uniformes sobrevaluados producto de viejas y enquistadas prácticas corruptas en todo nivel.
Si pues, este es el Perú de 200 años de vida republicana sin liderazgos políticos capaces de alcanzar acuerdos inteligentes para el bien del país, políticos que no piensan por sí mismos, que leen o repiten de memoria los discursos impuestos desde las sombras, por oscuros asesores o por WhatsApp.
Y como los peruanos buscamos siempre algún líder que nos mueva más por la emoción que por la razón, es muy probable que los no privilegiados, cansados de seguir padeciendo los males de siempre, decidan darle el poder a cualquiera que proclame un discurso radical contra los privilegiados, contra el sistema actual, contra la economía de libre mercado, contra los medios más influyentes, contra la corrupción, contra la explotación laboral, y demás.
Un discurso que fácilmente despierta emociones y llama a la acción a los hombres y mujeres de a pie, a los jóvenes que consumen voraces las redes sociales, y también a otros líderes que nunca accedieron al poder porque fueron ignorados, burlados o despreciados por los políticos de siempre.
Si pues, este es el Perú de hoy, con los poderes del Estado enfrentados, con un sistema de justicia injusto, con un modelo económico inhumano y consumista, y con una mayoría de la población cansada de todo y dispuesta a oír aquellas voces que prometen una supuesta reivindicación, una supuesta libertad, una supuesta justicia.
Y en medio de todo estamos tú y yo, observando con desdén algunos, o con preocupación los otros, lo que sí parece estar claro es que muy pronto, mirándonos al espejo, tendremos que decidir de qué lado estamos, con los privilegiados de siempre o no.
Seguramente si les pregunto ¿cuántos peruanos somos? me responderán 33 millones y algo más, porque esta es la cifra que creemos la mayoría de peruanos al igual que muchas de las cosas que oímos en las calles y en los medios de comunicación describiendo un supuesto país sumergido en el desgobierno, la crisis, el caos y la decadencia.
Incluso algunos conductores de televisión extranjeros repiten sin conocimiento real de las cosas muchas frases pesimistas y exageradamente apocalípticas con la clara intención de influir negativamente en nuestra manera de pensar y de entender la realidad, aunque esos dichos no se ajustan a la verdad y atentan contra la democracia.
¿Cuántos peruanos somos? Antes quiero decirles que en el Perú tenemos una población de hombres y mujeres estadísticamente igual, mitad hombres, mitad mujeres, además, de toda la población casi el 30 % son menores de 18 años.
Por eso somos una Nación joven que acoge en sus tierras a hombres y mujeres que comparten cada día sus costumbres, sus tradiciones, su fe y su trabajo de acuerdo a la realidad propia de cada región; en la costa, en la sierra y en la selva; regiones que siguen adelante gracias al esfuerzo y dedicación de su gente, de sus recursos naturales, de sus actividades productivas, a pesar de los problemas sociales existentes como la pobreza, la cultura de violencia en todas sus expresiones, el crimen organizado o la precaria educación y otros servicios públicos deficientes como el acceso a la salud, a la justicia, a un empleo digno o una pensión justa, sin embargo, aquí estamos, trabajando para salir adelante.
Somos un país que todavía no alcanza la madurez suficiente para afianzar nuestra débil democracia, no tenemos verdaderos partidos políticos ni mucho menos líderes capaces de construir, de trazar y de dirigir la política peruana, pero aquí estamos, todos estamos trabajando día a día para salir adelante al margen de la agonía que padecen los tres poderes del Estado.
Por eso, no nos dejemos llevar por los dimes y diretes de algunos que fungen de periodistas, de analistas o de expertos en economía o en política, no basta creer lo que nos dicen, lo que tenemos que hacer es mirar nuestro hogar, nuestra casa, nuestro entorno, conocer y ser conscientes de nuestra realidad concreta, y a partir de allí tomar acción, si tenemos frío, encontremos la manera de abrigarnos, si tenemos hambre encontremos la manera de llevar un pan a la mesa, si tenemos recursos encontremos la manera de transformarlos para darles valor y obtener un beneficio justo, y todo esto debe hacerse siempre con honestidad, con respeto y con amor.
Si queremos un Perú mejor no debemos pecar por exceso, como sucedió cuando todos creímos que ya estábamos en el mundial antes de jugar el repechaje, pero tampoco debemos pecar por defecto, reafirmando la idea de que el Perú está tan mal que nada podemos hacer, ¡cómo duele ser peruano! y nos ahogamos en un mar de lamentos, de críticas perversas, de odios y nefastos señalamientos.
Me resisto a creer a los apóstoles de la desgracia de ser peruanos, me resisto a creer a esos profetas del odio y la confrontación entre hermanos, menos voy a creer a un monigote con acento mexicano, no señores, están equivocados.
Nuestro país es un lugar maravilloso con gente extraordinaria, acaso no nos sentimos orgullosos de nuestra patria, de nuestra gastronomía, de nuestras costumbres y tradiciones, de nuestra creatividad, de nuestras riquezas naturales, culturales, ambientales, de nuestros hijos, de nuestros hermanos, de nuestros padres que amamos tanto, el Perú es y siempre será más grande que sus problemas, lo que nos toca es educarnos mejor para que no vengan algunos miserables a querernos hacer creer en sus falsas fachadas para tratar de aprovecharse de nuestra ignorancia, a estos el periodismo de verdad debe desenmascararlos para que la sociedad los reconozca y no termine siendo víctima de sus trampas.
Pero, ¿cuántos peruanos somos? Pues bien, según cifras de la RENIEC publicado a fines de julio, somos 35,6 millones de peruanos, de los cuales casi un millón cien mil viven en el extranjero, y respecto de los 25 millones de peruanos mayores de 17 años habilitados para votar, 15 millones son menores de 50 años, es decir, este es el grupo etario que tiene la mayor fuerza de transformación del país que somos para convertirlo en un lugar mejor para todos, no seamos tan ingenuos de creer que un Presidente y sus ministros, o 130 congresistas son los únicos que pueden cumplir esta tarea.
Estamos a pocas horas de la elección de la nueva mesa directiva del Congreso, y como siempre debe ser en la práctica política, los congresistas deben conversar, convenir y luego elegir la mejor alternativa para asumir la presidencia de uno de los tres poderes del Estado durante el siguiente periodo parlamentario.
Las dos principales responsabilidades de la mesa directiva son la dirección administrativa y de gestión económica y financiera del Congreso, y en segundo lugar, la dirección de los debates del Pleno, de la Comisión Permanente y de su Consejo Directivo.
Adicionalmente, la mesa directiva tiene las competencias para nombrar a los funcionarios de alto nivel del Parlamento a propuesta del Oficial Mayor, al menos eso es lo que indica su reglamento, y también autoriza la contratación de bienes y servicios y del personal que requieren para cumplir sus tareas legislativas.
Además, el presidente o presidenta del Congreso tiene que proponer ante el Pleno el cuadro de conformación de las comisiones parlamentarias dentro de los 5 días hábiles posteriores a su elección tomando en cuenta que todos los congresistas deben integrar las comisiones con un límite máximo de 5, y ninguno debe dejar de participar en por lo menos una comisión, con excepción de los integrantes de la mesa directiva quienes no pueden participar en ninguna, y obviamente, se entiende que estas comisiones del Congreso están conformadas de acuerdo a criterios de pluralidad, proporcionalidad y especialidad de sus integrantes, en lugar de arreglos y negociados tras bambalinas a cambio de favores, viajes de representación internacionales o votos para la mesa.
Pues bien, en estricto estas son las responsabilidades que deben cumplir con diligencia los que resulten elegidos este 26 de julio próximo, sin embargo, el camino para llegar a ocupar estos sillones es tan singular en un país tan precario en su representación política.
Y digo esto por una sencilla razón, si todos los peruanos estamos convencidos y creemos en la democracia como valor y como modelo de gobierno, entonces, debemos defender y proteger a las instituciones garantes de la democracia, esto significa que todos los peruanos debemos velar por mantener un adecuado equilibrio entre los tres poderes del Estado; eso no significa darles un cheque en blanco o permitirles hacer los que les venga en gana, sino que debemos apelar a los mecanismos constitucionales, legales y formales para exigirles que hagan bien su trabajo, de lo contrario, los mismos mecanismos de control entre ellos deben ser aplicados, defendidos y resguardados por todos los peruanos.
Por lo tanto, los congresistas deben entender, de una vez por todas, que su trabajo es velar por el respeto de la Constitución y las leyes, como claramente lo dice el artículo 102 de la Carta Magna, esto significa que todos deben respetar y velar por mantener nuestro régimen democrático, sin embargo, en las últimas horas lo que vemos parece ser una pugna por hacerse de la presidencia, pero no de la mesa directiva solamente, sino, por hacerse de la presidencia del ejecutivo prontamente, y solo ese propósito ya es un acto antidemocrático, un acto manifiestamente golpista para un país que todavía no termina de reponerse de las consecuencias de gobiernos impuestos por la fuerza de las armas y tanques en los siglos pasados o por la reciente toma del poder usando como trampolín la mesa directiva del Congreso y la influyente fuerza mediática de algunos medios como sucedió hace poco menos de dos años.
El último “compromiso de honor” suscrito por un grupo de congresistas que apoyan a la lista liderada por Lady Camones, donde expresamente manifiestan en su último párrafo un mecanismo de elección parlamentaria para la presidencia de la República, es a todas luces un testimonio concreto de lo que digo, por lo tanto, de darse lugar el quebrantamiento de la democracia endeble -pero democracia al fin- que tenemos, las consecuencias serán nefastas para todos, para la derecha, el centro y la izquierda, para el sector público y privado, para la capital y las regiones, un escenario así nos afecta a todos, y los únicos que sacarán provecho del caos y la anarquía serán las organizaciones criminales que siguen robando al Estado, que siguen dedicados al narcotráfico, al lavado de activos, al tráfico de tierras y otros crímenes que sí son los verdaderos males de un país que, a pesar de todo, trabaja intensamente para salir adelante gracias a la fuerza y esmero de los que no cumplen roles de representación política, tristemente.
En el acta fundacional de la UNESCO de 1966 existe una frase que, a pesar de que han transcurrido más de cincuenta años, sigue vigente en todo el mundo, la frase dice: “Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”, una frase que luego de la segunda guerra mundial tiene un mensaje potente para toda la humanidad, sin embargo, parece ser que no logró calar en la mente y la conciencia de todos nosotros, menos aún en la mente de muchos peruanos.
Pero para hablar de paz podemos citar al sociólogo noruego y experto en conflictos Johan Galtung quien decía que la paz surge como respuesta a tres tipos de violencia, la primera la denomina violencia directa y se refiere concretamente a las guerras como la que existe hoy entre Rusia y Ucrania, por lo que se puede entender la paz como la ausencia de guerras.
El segundo tipo es la violencia estructural, aquella que afecta a los seres humanos en un mediano y largo plazo, y aquí encontramos la pobreza, el hambre, la inseguridad humana, el desempleo, la discriminación, el racismo, la marginación y otros fenómenos sociales y económicos que impiden el desarrollo y crecimiento de una sociedad, por lo tanto, alcanzar la paz sería tener acceso a la justicia, a una verdadera democracia con bienestar, con libertad, con igualdad, con empleo digno; vivir en paz sería vivir en armonía y sin conflictos con los demás.
Y en tercer lugar se refiere a la violencia cultural, además, nos advierte que ésta es muy difícil de percibir o de identificar, se presenta disfrazada de realidad o normalidad, pero en el fondo trata de legitimar la violencia directa y la estructural, y no solo atenta contra la dignidad de las personas, sino que corrompe la moral de la sociedad, por lo tanto, para lograr la paz es necesario trabajar desde la educación en la construcción de una cultura de paz basada en una buena convivencia con valores y con respeto al prójimo, a las normas y leyes, a los derechos humanos y a nuestra casa grande, a la naturaleza.
Por supuesto que esto no es una tarea fácil, además, nos involucra absolutamente a todos, sin embargo, el Estado tiene un rol relevante que cumplir, por lo tanto, para evitar que la violencia destruya nuestro tejido social es necesario que todos los componentes del Estado tengan la fuerza o institucionalidad necesaria para cobijar a todas las comunidades que la conforman, garantizando el orden y procurando el bien hacer de todos los que formamos parte de un país que se gobierna a sí mismo a través de una democracia que se sostiene en el equilibrio de sus tres poderes: el ejecutivo, legislativo y judicial.
Y aquí me detengo para advertir una grave amenaza para el país, en las últimas semanas el poder legislativo está quebrando este equilibrio, no solo por el asedio constante al ejecutivo, sino porque ya tiene en ciernes una posible toma del gobierno por la fuerza de los votos de una mayoría simple de legisladores incapaces de argumentar con sensatez sus decisiones ni de advertir el mal que le hacen al país.
Pero eso no basta, porque tenemos un poder legislativo que también está interviniendo en las competencias del poder judicial a través del blindaje nefasto que vienen haciendo, sin vergüenza alguna, al archivar evidentes casos que merecen ser investigados en el sistema judicial, lo que prácticamente los convierte en jueces y fiscales de facto al negar toda posibilidad de llegar a la verdad, por ejemplo, sobre la muerte de Inti Sotelo y Bryam Pintado y otros casos que involucran a exfuncionarios públicos vinculados a casos de corrupción emblemáticos.
Les pregunto a ustedes: ¿Acaso estos hechos no constituyen el tipo de violencia cultural que describe Galtung? ¿Acaso estos hechos no se vienen sucediendo uno tras otro y la sociedad los toma como parte de la realidad y los asume como si fuera el proceder normal de la clase política? ¿Acaso estos hechos no son una amenaza directa al equilibrio de poderes que debe tener toda democracia?
Por eso, reitero mi advertencia sobre la grave amenaza que acecha a nuestro país, estamos a poco de perder nuestra democracia para dar lugar a un modelo de gobierno probablemente dictatorial que quiere utilizar como pretexto la incapacidad de gestión y la corrupción para hacerse del poder, sin embargo, no se dan cuenta de la grave amenaza que esto significa para la paz de todos los peruanos, lo que lamentablemente podría suceder es un conflicto social interno sin precedentes, y como siempre, los más afectados serán los más desfavorecidos, los que se encuentran en medio de esta lucha de poderes legítimos, poderes de facto y poderes del crimen, tristemente.
Adela Cortina escribió una historia de un jefe indígena que le contaba a sus nietos sobre la existencia de dos lobos que viven en el interior de las personas, un lobo que actúa motivado por el odio, la mentira y la maldad, y otro lobo que actúa motivado por la bondad, la alegría y la esperanza, una vez que terminó de explicarle a sus nietos sobre esta dicotomía que gobierna la forma de actuar de las personas, uno de los niños le preguntó: abuelo, ¿cuál de los lobos crees que ganará? Y el abuelo le contestó: el que tú alimentes.
Creo que esta sencilla historia nos puede servir de ejemplo para reflexionar sobre lo que viene sucediendo en nuestro país, un lugar maravilloso que acoge a más de 33 millones de personas, con usos y costumbres diferentes, con formas de vida distintos y tan diversos como nuestro propio territorio, un país donde se hablan 48 lenguas distintas, con acentos o formas de hablar con características muy marcadas por regiones: el characato, el limeño, el piurano, el cuzqueño, el puneño, el pucallpino o huancaino, por mencionar solo algunos, tienen sus propias formas de expresar la cosmovisión de su tierra, de sus comunidades, de sus creencias, de sus relaciones interpersonales o con sus autoridades e incluso sobre las tradiciones arraigadas a lo largo de su singular historia.
El Perú es nuestra casa grande, una casa frente al mar, con montañas en su centro que tocan el cielo y con un gran y maravilloso jardín al otro extremo, un país donde los eventos naturales no son tan extremos como sucede en otros países o continentes, sin embargo, en el Perú en los últimos años se viene asentando otro tipo de evento extremo, uno que no destruye casas, campos o ciudades, sino algo peor, está destruyendo la mente y la consciencia de los peruanos, está cercando la mirada de la sociedad para negar su diversidad y centrarse en solo dos extremos.
En los últimos años en nuestro país está surgiendo una corriente de contraposiciones extremas, si eres de la U, estás en contra de Alianza, si eres fujimorista entonces los antifujimoristas son tus enemigos, si eres limeño capitalino miras con desdén y desprecio a los cholos provincianos, si eres de plata estás a la otra orilla de los misios, si eres de un colegio o universidad privada vales más que un egresado de un colegio estatal o universidad pública, si hablas quechua eres una especie de ciudadano de segunda categoría, si hablas inglés y viajas a Miami entonces eres de la gentita pro que hace patria, si eres investigado por la Fiscalía los fiscales son unos miserables, si eres alcalde, gobernador o presidente eres ladrón, si trabajas en Odebrecht o alguna empresa del club de la construcción eres un profesional exitoso que gana mucha lana, si eres de izquierda eres misio, caviar y terrorista, si eres de derecha eres de la clase alta, neoliberal y capitalista.
Esto que sucede en el Perú trae consigo una peligrosa amenaza, después de la caída de la dictadura de Fujimori todos vimos con esperanza el surgimiento de una nueva democracia, Valentin Paniagua y luego Alejandro Toledo representaron el inicio de la recuperación moral y el rescate de la patria, en aquella época todos estábamos convencidos que la democracia es el único camino para construir un nuevo país libre de la crisis de valores que tanto daño hizo a nuestro tejido social en 180 años de vida republicana; sin embargo, eso que anhelamos y recuperamos hace 20 años hoy está a punto de quebrarse, de romperse, y por culpa directa de los que tienen la obligación de cuidarla y preservarla, tres poderes del Estado que, en lugar de fortalecer su institucionalidad, han debilitado sus estructuras y han perdido la confianza de la gente, además del actual rol que han asumido la mayoría de medios de comunicación asemejándose a un circo romano que exige sangre y muerte desde sus galerías, y al otro extremo, una multitud de hombres y mujeres que a diario pugnan por ganarse el pan de cada día en medio de un caos social y del irrespeto a las normas establecidas por los legisladores tan precarios como sus iniciativas legislativas, es decir, todo parece indicar que muy pronto se harán del poder los que prefieren la tiranía, la mano dura, la fuerza bruta, la sin razón, para dar lugar a una oclocracia, un gobierno perverso que surge de la degeneración del poder, un escenario al que perece ser que estamos condenados, tristemente.
¿Qué nos queda como sociedad? Bueno, volvamos a la historia con la que empecé este columna, lo que debemos hacer es elegir qué lobo queremos alimentar, al que exacerba la cultura de odio entre nosotros, y que ha encontrado en las redes sociales el espacio para afirmar sus maldades, o al otro lobo que abraza la bondad y la esperanza, aquél lobo que aún cree que la educación basada en el respeto a los demás, a su diversidad, a las diferencias, es la mejor opción para salvar nuestra democracia.
Como dijo el jefe de aquella comunidad indígena, nosotros debemos elegir qué lobo alimentar, y luego, asumir las consecuencias.
¿Alguna vez han oído sobre el Archivo General de la Nación? Probablemente muchos de ustedes no tienen una idea clara de lo que podemos encontrar en esta institución responsable de custodiar y proteger el patrimonio documental de nuestro país.
En este singular lugar permanecen, desde 1942, más de 150 millones de documentos que constituyen la memoria escrita de nuestra vida colonial y republicana, además de los registros notariales y judiciales que han sucedido a lo largo de nuestra historia, todo este acervo de manuscritos, escrituras, libros, cuadernos, mapas y demás documentos originales descansan medianamente protegidos y resguardados en parte del primer piso y sótanos del palacio de justicia en el centro de Lima, constituyéndose en el mayor repositorio documental del país.
Sin embargo, esta semana nos acabamos de enterar que el poder judicial ha dispuesto el desalojo de todos estos documentos luego de 20 años de acciones legales que finalmente lograron desconocer que el poder judicial y el archivo general son copropietarios del palacio de justicia, por lo tanto, es muy probable que en los próximos días veamos un traslado improvisado y sin cumplir los procedimientos necesarios para preservar estos tesoros de nuestra historia.
Este es el país que hemos construido en las últimas décadas, un país donde la educación, la cultura y su patrimonio no tienen importancia, somos un país de 33 millones de peruanos que vivimos por inercia, un país que, a pesar de cumplir 200 años de vida independiente, sigue atado al mal de la ignorancia, a una especie de ceguera crónica que nos obliga a andar como parte de un rebaño, como decía José Ingenieros en El hombre mediocre.
Una sociedad que no valora su historia, que no cuida y protege su cultura, que no entiende el verdadero valor de la justicia, que mira con desprecio su patrimonio, siempre estará condenada a la miseria, no solo a aquella que causa el hambre, también a aquella que impide que cultive su mente y sus emociones, involucionando como especie humana.
Seguro que en los próximos días trataremos de resolver a última hora lo que debimos hacer hace muchos años, seguramente encontraremos una medida temporal, un hangar en algún lugar, porque los peruanos somos creativos y encontramos soluciones baratas a nuestros problemas, y así, la informalidad y la improvisación se abrirán paso si hay buenas intenciones, de lo contrario, el robo, el tráfico de documentos y la sobrevaloración tratarán de aprovecharse de esta situación de emergencia que enfrentamos.
Estaremos atentos a lo que suceda en los próximos días, el gobierno no puede soslayar la imperiosa necesidad de contar, de una vez por todas, con una gran sede que albergue el testimonio escrito de nuestra historia, con espacios suficientes para su restauración, conservación, estudios y puesta en valor, así como para garantizar el acceso seguro de toda la humanidad.
Y el poder judicial tampoco puede ignorar el riesgo que significa ejecutar su última medida dispuesta por sus juzgados, pareciera que en estos tiempos tienen una mayor preocupación por hacerse de más espacios para seguir acumulando papeles y expedientes, en lugar de apostar por una verdadera transformación de la administración de justicia que reemplace el papel por los expedientes electrónicos, por decir lo menos.
Al dar la noticia sobre un niño de 11 años que fue víctima de violencia física al punto de terminar gravemente hospitalizado con un posible daño neuronal y cervical me causó un enorme dolor en el pecho, les confieso que en mi mente imperaban preguntas que hasta ahora no tienen respuesta: ¿qué podemos hacer para detener de una vez por todas esta cultura de violencia?, ¿qué debemos hacer para erradicar el odio, el egoísmo y el desprecio al otro por ser diferente, por ser extranjero, por ser cholo, por ser negro, por ser indígena, por ser campesino o provinciano, por tener menos, por vestirse con pobreza, por no pensar como yo, por ser de la U, por ser de Alianza, por ser creyente, por ser homosexual, por ser gordo o muy flaco, por ser mujer, por ser niño, por ser chato?
Qué estamos haciendo que no nos damos cuenta que nuestros prejuicios y nuestra ignorancia nos está enfrentando entre nosotros, hasta cuándo seguiremos normalizando la violencia en todas sus formas, y seguro en este momento estarás pensando echarle la culpa al actual gobierno, ¡Castillo es el culpable!, ¡esto pasa porque vivimos en un gobierno comunista!, un gobierno que quiere controlarnos con sus alarmas, ¡estamos jodidos!
Hasta cuándo seguiremos alimentando el fuego que consume, casi extinguiendo, nuestra condición de seres humanos con sensacionalismos, con historias morbosas, con reportajes que esconden un vil propósito detrás de una supuesta libertad de expresión; hasta cuándo será el chisme, la envidia y la injuria el deleite de los grupos de chat, de las redes sociales y de la conversación informal entre nosotros.
Potter tiene razón cuando señala que nosotros, los seres humanos, somos el único producto de la evolución que sabe que ha evolucionado y que, además, somos capaces de decidir qué podemos hacer para sobrevivir y resolver los problemas que causan esta crisis que padecemos. Por eso, también advierte que el principal obstáculo que debemos superar es el sistema educativo y económico imperante y que nos aleja cada vez más de la posibilidad de vivir en paz entre nosotros, con los demás y también con la naturaleza.
Potter señala cinco formas de vivir para nosotros como personas, la primera es la básica, que implica disponer solo de alimentos y albergue, como lo hicieron los nómades cazadores y recolectores; la segunda es tener una vida miserable, es decir, vivir al borde la inanición y de la muerte por exposición a enfermedades; la tercera es la vida ideal, y ocurre cuando un porcentaje importante de la sociedad tiene seguridad económica, de salud y de información, y cuyo comportamiento se caracteriza por ser ético; la cuarta forma de vida es la irresponsable, opuesta a la ideal, aquella donde no existe una preocupación por el futuro, se caracteriza por ser egoísta, por basarse en intereses particulares, ya sean económicos, políticos o sociales, ¿les suena conocido?; y la quinta forma de vida es la aceptable, donde la sociedad actúa con responsabilidad y respeto hacia las personas, las especies y el planeta.
Aquí tienen cinco estilos de vida que dependen de cada uno de nosotros, pero sobre todo, la responsabilidad recae en dos actores fundamentales de nuestra sociedad, una es la familia, ese espacio donde se cultivan los hábitos y valores que formarán nuestro carácter, y la segunda es el sistema educativo, donde las universidades juegan un papel relevante, porque es allí donde nos deben preparar para actuar y conducirnos bien en la vida.
Como pueden ver, los grandes males que sufrimos en el Perú son las consecuencias de un sistema educativo precario, donde la ignorancia, el lucro y la ley del menor esfuerzo son sus puntos críticos, por lo tanto, la única vía que nos conducirá a superar la crisis que padecemos será la transformación de la educación, en realidad necesitamos una revolución de la educación, donde la ética y las nuevas tecnologías se conviertan en el núcleo del desarrollo y aprendizaje de las ciencias y las humanidades, y como ven, con este Congreso y este gobierno, esta posibilidad se ve cada vez más lejos, ojalá que la academia y los científicos asuman de una vez este reto para que más niños ya no sean víctimas y tampoco paguen las consecuencias de un país al que jamás les importó los libros, las aulas y la luz del conocimiento.
El psicólogo Jorge Yamamoto nos advierte sobre la proliferación de los antivalores ciudadanos, lo que él describe como la desconexión con la ciudad y con el país, donde las personas cuidan su jardín, su bicicleta, y parece que allí se acaba la patria.
Basta mirar los últimos eventos sociales para darnos cuenta que nuestro país no ha logrado construir una identidad nacional que reconozca y acepte nuestra diversidad cultural, social, económica y menos política.
En Lima, por ejemplo, no se toma en cuenta los graves problemas que enfrentan nuestros hermanos de la amazonía, tampoco interesa si el hambre y la pobreza sigue azotando a nuestros hermanos de Apurímac o Huancavelica, tampoco importa los permanentes reclamos de nuestros agricultores andinos o de las comunidades que reclaman a las grandes mineras en Cajamarca, en Marcona, en Cusco, Arequipa o Moquegua exigiendo mejores condiciones de vida, por mencionar algunos de los más de 200 conflictos sociales latentes en el Perú.
Igual sucede en la política, todo aquel que no piensa ni vota como yo está equivocado, y por su culpa tenemos un gobierno y un congreso que hoy la mayoría del país rechaza, los de izquierda dicen que el país está como está por que así lo dejó la derecha, y la derecha dice que el caos actual es por culpa de este gobierno de izquierda, aunque los calificativos que usan son tan insultantes como delirantes.
Y en medio de esta confrontación social crónica, encontramos a los otros, a aquellos que están agazapados sacando el mayor provecho a esta crisis de gobernabilidad que nos desgasta en ataques estériles, me refiero a los que constituyen el verdadero mal del país, a esos hombres y mujeres que hace muchos años se han instalado dentro y fuera del Estado para saquearlo, para esquilmarlo, para robar descaradamente los insuficientes recursos que tenemos, o para construir sus redes de poder que les permita seguir operando en sus actividades criminales.
No puedo dejar de mencionar a los grandes medios de comunicación que hoy se han convertido en una maquinaria propagandista de destrucción masiva y que busca imponer en la mente de los peruanos un escenario de caos e ingobernabilidad que luego justifique cualquier quiebre de nuestra precaria democracia. Y nuevamente, en este escenario, los únicos que ganan son los agazapados, los investigados, los acusados de formar parte del crimen organizado.
La única salida que veo a esta crisis política es justamente a través de la política, a través del diálogo, de la discusión sensata y transparente, una práctica similar a la que se viene aplicando en las regiones, donde todos los actores se sientan en una mesa y públicamente expresan y argumentan sus propuestas, para que finalmente firmen un acuerdo con tareas concretas para el corto y mediano plazo.
El ejecutivo, el congreso, el poder judicial y la fiscalía deben reunirse hasta ver humo blanco en cuatro temas de urgencia en el país: primero, ¿cómo vamos a enfrentar la crisis alimentaria que se avecina?, segundo, ¿cómo vamos a lograr mayor celeridad en la administración de justicia?, en tercer lugar, ¿cómo vamos a garantizar el acceso a una buena educación a los 11 millones de estudiantes peruanos?, y en cuarto lugar, ¿cómo vamos a implementar una verdadera reforma de los partidos políticos y procesos electorales para garantizar una mejor representatividad democrática?
Dicho de otra manera, creo que es momento de instaurar una carta de navegación conjunta que involucre a los tres poderes del Estado, con una mirada de país integrado, bajo la lógica del bien común, del ganar-ganar; donde todos tengan claro qué deben hacer en el corto, mediano y largo plazo; y donde todos también tengamos claro que los verdaderos enemigos del país no son los que piensan diferente, no son los de izquierda, centro o derecha, tampoco el costeño, el andino o el amazónico; los verdaderos enemigos del Perú son la ignorancia, el hambre, el desempleo, la pobreza, la corrupción y la impunidad, estos son los verdaderos males que debemos enfrentar derrotando a los que los representan.
Esta semana de paralizaciones en las principales carreteras y los últimos enfrentamientos registrados en Huancayo han revelado, una vez más, las enormes brechas sociales que se han acentuado en el Perú en las últimas décadas.
Somos un país que celebra 200 años de vida republicana, pero a la vez, muestra descarnadamente que no hemos sido capaces de construir una sociedad más humana y solidaria. 200 años han transcurrido y la realidad de nuestros agricultores sigue siendo miserable, hombres y mujeres, incluso con la fuerza de sus hijos, son quienes trabajan nuestras tierras para hacer brotar de ella los alimentos que la mayoría de nosotros llevamos cada día a nuestra mesa sin tomar conciencia de la pobreza que representan.
Son 200 años de sucesiones de poder que debieron dar lugar a una sólida democracia, aunque hemos tenido tantas dictaduras en estos dos siglos que aún no somos capaces de entender las diferencias, no importa si el que llega al poder usa los tanques, la fuerza o los votos, lo que importa es si me conviene o no para sacar provecho del gobierno de turno, esa es la triste realidad de un país que, a pesar de todo, sigue adelante gracias el trabajo y esfuerzo diario de su gente.
Somos un país donde los políticos luchan por hacerse del poder en lugar de luchar por el bien común, un país dividido en una capital que se desborda en prejuicios y un sin número de pueblos discriminados y dejados a su suerte para sobrevivir como puedan, un país donde la corrupción es un mal generalizado, donde la envidia y el chisme se viraliza en las grandes ciudades, mientras allá, en los andes, en la amazonía, las viviendas, las escuelas, las carreteras, las postas médicas y las comisarías son el mudo retrato de una realidad paupérrima.
El filósofo Spinoza decía que los seres humanos tenemos dos emociones básicas, el miedo y la esperanza. Cuando gobierna el miedo la sociedad se queda inerte, se paraliza y se somete con resignación a las circunstancias. Sin embargo, cuando gobierna la esperanza la sociedad mira las dificultades como oportunidades de cambio para alcanzar la felicidad y el progreso, y para esto es necesario la voluntad genuina de las personas, sobre todo de los líderes dispuestos a emprender un cambio.
Después de ver lo sucedido en Huancayo y de las mesas de diálogo entre agricultores, transportistas y varios ministros me aferro a la esperanza, porque de los reclamos legítimos y acuerdos que constan en las actas ya se están dando cumplimiento a algunos puntos, por ejemplo, la suspensión del Impuesto Selectivo al Consumo de los combustibles, incluso al incremento del sueldo mínimo, y esto como resultado del diálogo entre el gobierno y el pueblo.
Para Adela Cortina el diálogo es la única forma de lograr acuerdos, eso significa que una parte debe argumentar con sensatez sus intereses y necesidades, y la otra parte debe escuchar y sustentar también con sensatez la viabilidad de resolver y atender estos pedidos, pero esto no basta, porque luego se debe cumplir lo acordado para construir respeto y confianza, dos valores muy escasos en nuestra sociedad peruana.
El diálogo es la vía para resolver los problemas de fondo que padecemos en el Perú, la voluntad del ejecutivo no debe dejar de atender y escuchar los reclamos legítimos, el Congreso también tiene que hacer lo propio, no solo vociferar señalamientos y acusaciones de culpa a los ministros, lo que tiene que hacer el Congreso es sentarte en la misma mesa con el ejecutivo, por que ambos poderes del Estado constituyen el gobierno, ambos son responsables de la realización de las políticas públicas, y yo escojo la esperanza para que esto suceda pronto.
De ninguna manera, el miedo, la incertidumbre, la descalificación mediática y el desprecio deben ser una alternativa. Basta de enfrentamientos, porque sin duda en las próximas semanas más voces saldrán a las calles para reclamar que a ellos también los atiendan, que los escuchen y les resuelvan sus problemas, este año será complejo, como todo proceso de cambio que involucra a personas.
Toda sociedad para alcanzar una convivencia pacífica necesita de instituciones sólidas que garanticen, al igual que el Estado, el respeto irrestricto a los derechos humanos, y es aquí donde la justicia juega un rol preponderante, el sistema de justicia no solo tiene la responsabilidad de velar por el cumplimiento de las leyes, también tiene la obligación de cumplirlas de manera ejemplar y sin vacilaciones ni favorecimientos en función de quienes resultan sometidos a sus fueros.
La reciente decisión del Tribunal Constitucional de declarar fundado el hábeas corpus que restituye el indulto y consecuente liberación del exdictador Alberto Fujimori es el resultado de una involución de la sociedad y sus principales instituciones que, en lugar de constituirse como los pilares esenciales de la democracia, están mostrando su debacle y quiebra moral que muy pronto revelará sus nefastas consecuencias.
Alberto Fujimori ha sido condenado por los crímenes de Barrios Altos y la Cantuta, por secuestro y por delitos de corrupción que todos conocemos, además, hasta la fecha no ha pagado un centavo de la reparación civil que le impuso el poder judicial, y actualmente enfrenta otros procesos por delitos tan graves como los que lo llevaron a su prisión privilegiada.
El indulto que le concedió PPK en la navidad del 2017 fue a todas luces irregular e ilícito, al punto que hoy está siendo procesado al igual que Kenji Fujimori y otros involucrados, sin embargo, este Tribunal Constitucional le da vigencia nuevamente contraviniendo el derecho internacional y a la misma Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Esto solo es el resultado de la podredumbre humana que logró tomar el poder y desde entonces se han dedicado a gangrenar la sociedad, contaminando todo lo que tocan, la justicia, el Congreso, entidades públicas, la policía, fuerzas armadas, ministerios, gobiernos locales y regionales, el Tribunal Constitucional, la Defensoría del Pueblo, todo ha sido tomado por este cáncer social que roba, que miente, que se colude con los de cuello blanco, con el crimen organizado y hasta con el narcotráfico, todo esto es el mal que tiene como aliados a muchos que se muestran como políticos pero son tan miserables como sus propósitos subalternos.
Lo que acaba de hacer el Tribunal Constitucional, una vez más, hiere la dignidad de los hombres y mujeres de bien de este país que no merece soportar más esta agonía, no tengo duda que la fuerza del pueblo, de los jóvenes, de las mujeres, de los niños de entonces que fueron sus víctimas, en los siguientes días, saldrán a alzar la voz y hacer sentir su fuerza para tratar de acabar con este crónico mal que nos tiene condenados a la miseria peruana.
Ya verán lo que han despertado.
Este mes de carnavales trajo consigo un variopinto zarandeo político, el primer día de febrero fue designado Héctor Valer a la cabeza de un nuevo gabinete que duró apenas 7 días debido a la aparición de una serie de cuestionamientos en su contra.
La primera semana también despertó una andanada de mensajes anunciando un supuesto plan de liberación de Antauro Humala, lo que hizo que todos los reflectores apunten al ministro de justicia Anibal Torres cuestionando su decisión de apartar a la jefa del INPE en dicho cargo.
Ese fin de semana Keiko Fujimori apareció dando una entrevista en una radio pidiendo la renuncia de Valer e incluso del presidente Castillo, y a los pocos días el editorial del diario El Comercio pidió lo mismo.
En la semana dos de febrero también ocurrieron reacomodos y eventos relevantes en los tres poderes del Estado, en justicia se anunció el inicio del juicio a Keiko en el segundo semestre de este año y se realizaron allanamientos en palacio de gobierno, en la casa de Karelim López y también en la vivienda de Hugo Chávez, aún gerente general de Petroperú.
Mientras que el ejecutivo nombraba su cuarto gabinete con Anibal Torres a la cabeza y la sorprendente salida de Vicente Zeballos en la cartera de salud cediendo su lugar a un médico hasta hoy duramente cuestionado.
Y el legislativo hizo lo propio, la comisión de constitución aprobó la eliminación del voto de confianza al gabinete, la comisión de acusaciones constitucionales archivó la denuncia de la fiscal de la nación contra el excontralor Edgar Alarcón y los excongresistas Javier Velásquez Quesquén y Marvin Palma, acusados por el caso de los Temerarios del crimen; y la presidenta del Congreso fue fotografiada en una reunión supuestamente coordinando la vacancia del presidente Pedro Castillo.
Todo esto evidencia la escalada de un latente conflicto social que, azuzado por la concentración de medios, puede ocasionar dos graves problemas en el Perú, el primero sería la ruptura de la democracia repitiéndose el episodio golpista que encabezó Manuel Merino desde el Congreso, para luego tomar el control de las instituciones garantes de la libertad y la justicia como el Tribunal Constitucional, la Fiscalía, la Junta Nacional de Justicia, el Jurado Nacional de Elecciones y la ONPE, principalmente.
Y el segundo problema también grave, sería provocar una ruptura del Perú debido a un intento separatista de varias regiones, principalmente las del centro y sur del país, para liberarse del centralismo xenófobo y la cultura de odio que en los últimos meses se han convertido en el discurso mediático y popular en las calles y pueblos peruanos. Mucho ojo con esto, porque sin democracia y con enfrentamientos sociales los únicos que ganan son las organizaciones criminales.
¿Se acuerda de la pirámide escalonada o chakana de tres niveles?
Tres niveles que pueden ser asociados a las diferencias sociales imperantes en la idiosincrasia peruana. Arriba, la clase alta o la derecha peruana, capitalina y de piel blanca; luego, la clase media o los de centro, con empresarios y trabajadores formales, también citadinos; y abajo, el pueblo, la izquierda, una gran masa que vive del campo, de la informalidad, del trabajo intenso para ganarse el pan de cada día, en las minas, en los talleres, limpiando oficinas, aquí están los pobres, los oprimidos, los sin agua, sin seguro, sin AFP, sin pagos por planilla, sin Internet.
Ese es el Perú que se dibuja en la mente de los peruanos, con limeños pitucos, con costeños acriollados, y con indios y serranos. Un país donde se cree que los citadinos representan lo mejor de la clase social, por eso, solo ellos pueden gobernar a los otros, al pueblo.
Sin embargo, ese paradigma arraigado en el inconsciente colectivo se ha quebrado, porque hoy nos gobierna un presidente serrano elegido por el pueblo y repudiado por la mayoría de limeños, un maestro rural que camina debajo de un sombrero y habla con acento provinciano.
Sin embargo, el rol que cumple como mandatario le exige levantar la cabeza y la mirada para enfrentar al toro que lo embate sin contemplación cuando lo tiene en su plaza, un toro que se luce bronceado y ensancha el pecho para demostrar el poder que representa y que le grita desde la tribuna exigiendo sangre y muerte como en un circo romano, donde los de arriba someten a los de abajo.
Presidente Castillo, usted sabe que el toro más fiero también puede ser domesticado cuando se usa la técnica y la experiencia que han adquirido los hombres sabios, y también sabe, como maestro, que el joven aprendiz requiere no solo de su fuerza sino de la experiencia para no cometer errores que duelen y marcan para toda la vida, por eso, ya es tiempo de hacerle frente al toro amenazante, para dominarlo con sabiduría y estrategia.
El desafío que tiene que enfrentar ahora no le dará una segunda oportunidad, si el toro lo coge de golpe lo más probable es que ya no podrá levantarse y su caída será inminente, así que es momento de pensar, de convocar y hacer caso a los que saben, para identificar y depurar a los verdaderos enemigos, que parece han logrado meterse a su casa para tenerlo a oscuras, a ciegas y distraído con las sombras que reflejan en su pared con una falsa realidad como la del mito de la caverna.
Ya es tiempo de tomar al toro por las astas, de ajustarlo bien con el lazo de la justicia, para que no amenace ni ponga en riesgo al pueblo que lo eligió a usted para hacer ese trabajo.
Hace unos días Pablo Ignacio Chacón publicó en su blog Antiguo Perú una interesante reseña sobre lo que podría ser la fiesta de año nuevo de los Incas, conocida como Cápac Raymi o fiesta grande, citando a Juan Polo de Ondegardo y uno de sus escritos de 1559, refiere que esta fiesta se celebraba cada 21 de diciembre con grandes comilonas y borracheras.
Cristobal de Molina señala que en el Cápac Raymi también se iniciaban a los jóvenes de la aristocracia cuzqueña perforándoles las orejas y realizando danzas incas cargando una extensa soga hasta el amanecer.
Después de seis siglos en el Perú tenemos similares expectativas, todos queremos celebrar a lo grande la llegada del nuevo año, con comilonas, tragos y la esperanza de empezar un nuevo y mejor ciclo solar en nuestras vidas. Basta leer los mensajes y saludos que recibimos llenos de buenos deseos de éxito, salud y progreso para todos, y los jóvenes son los más entusiastas en estas celebraciones.
Sin embargo, este 2022 no solo se inicia con buenos deseos, también trae consigo grandes retos que tendremos que enfrentar todos los peruanos, empezamos un verano con las consecuencias de la llegada de la niña y sus eventos extremos, esto en medio de una intensa campaña de vacunación a los escolares para que puedan volver a las aulas en marzo, en paralelo, el escenario político será otro reto agotador para la sociedad civil y los jóvenes que sin duda tendremos que defender la gobernabilidad y la democracia permanentemente amenazada por las viejas fuerzas políticas agonizantes.
Este año seremos testigos de una explosición masiva de nuevas propuestas políticas locales, regionales y nacionales, y probablemente tendremos un récord histórico de candidatos aspirantes al poder en las elecciones, a la vez que la Fiscalía seguirá persiguiendo a los que defraudan al país cometiendo delitos de corrupción.
Lo que me queda claro es que este nuevo año puede convertirse en una especie de tormenta perfecta donde la crisis política, económica, social, mediática y moral pueden desencadenar un conflicto civil cuyas consecuencias siempre las padecen los más vulnerables, por eso, los jóvenes deben abrir bien los ojos y los oídos para distinguir lo bueno de lo malo, la verdad de la mentira, y hacer valer su voz y su fuerza para defender la democracia, la gobernabilidad y la libertad, y también para impedir que el abuso del poder le entregue el país a los corruptos de siempre.
Este 2022 será una especie de año de iniciación en política para los jóvenes, principalmente en las regiones, dando lugar a comunidades con formas distintas de organización y cuyas fronteras geográficas serán superadas por las redes sociales.
Éxitos, salud y felicidad para todos en este año 2022.
Para Aristóteles la ética es la capacidad de hacer el bien, y esta es una condición humana que nadie duda, cada uno de nosotros siempre buscamos lo mejor para nosotros, siempre nos vamos a empeñar en ser mejores cada día, y la ética es eso, la búsqueda de la excelencia humana. Actuar con ética es hacer todo lo posible por ser una mejor persona.
Y cuando un grupo de buenas personas se juntan para construir una sociedad mejor, entonces, están haciendo política, en consecuencia, la política es producto de la ética. Es decir, la política reúne a buenas personas para que convengan, a través del diálogo, el conocimiento y la argumentación, la mejor forma de convivir entre todos, así surge la moral de una nación, y para que esta moral se sostenga, se debe dejar por escrito estas buenas prácticas en lo que todos conocemos como leyes.
Y en el Perú los responsables de escribir y mejorar las leyes son los congresistas, por lo tanto, los congresistas deben ser buenas personas con ética y con un entendimiento claro de lo que significa hacer política para lograr el bien común y una vida digna de todos los peruanos.
Y para tener buenas personas en una sociedad necesitamos una buena educación en casa, en el colegio y en la educación superior, esta es la única manera de garantizar que los egresados de colegios, institutos y universidades tengan una formación moral, con valores, con conocimiento de la realidad y con un pensamiento crítico lo suficientemente desarrollado para no dejarse influenciar por dogmas, fundamentalismos o prejuicios y mucho menos por la corrupción y otras formas de violar la Ley. De lo contrario, tendremos malos ciudadanos haciendo mal las cosas para la sociedad, para la economía y para la política, como sucede ahora, lamentablemente.
Por lo tanto, el retroceso que impulsa el Congreso contra la reforma universitaria es una amenaza plena al derecho fundamental de acceso a una buena educación. No congresistas, ustedes no buscan el bien común, ustedes no buscan una verdadera educación, lo que están haciendo es actuar como mercenarios del poder rentando su voto para favorecer a aquellas dueños de universidades que fueron cerradas por no cumplir los mínimos exigidos en la Ley.
Ustedes, con este tipo de actos, se están convirtiendo en el testimonio vivo de lo más deplorable de esta sociedad, y ni siquiera son conscientes de lo que están detonando, les aseguro que no vamos a permitirles que sigan hipotecando nuestro futuro a intereses mezquinos que solo buscan enriquecerse pisoteando los derechos de la mayoría de peruanos, muy pronto las calles serán los espacios donde, otra vez, se les exigirá que corrijan sus reiterados errores. Y ustedes tendrán que asumir las consecuencias.
Martin Luther King decía que nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda, y esto es totalmente cierto, y para entender mejor lo que intento decir basta con mencionar un nombre: Rafael López Aliaga, un seudo político que ha publicado en su cuenta de twitter las reales intenciones que tienen para hacerse del poder por la fuerza, su tuit es una confesión de parte de la conspiración que viene gestando al lado de personajes que llevan consigo el sello de la corrupción y el crimen organizado.
Ese tuit deja al descubierto una grave amenaza contra nuestra democracia. No solo una marcha financiada subrepticiamente a favor de la vacancia presidencial, también mensajes de texto a celulares, audios editados, chuponeos, chats con historias de mentes perversas, y una difusión destructiva de una prensa encanallada, conforman los ingredientes suficientes para detonar una confrontación social en todo el país.
Acaso no es una estupidez apostar otra vez por la cultura del miedo y el odio en el país, acaso no es una estupidez crear un cisma político para agudizar este clima de confrontación y clasismo que promueven desde el fujimorismo y sus aliados, acaso no aprendieron la lección en el gobierno anterior para entender que esta oposición destructiva lo único que hace es incrementar el rechazo de la gente a sus formas de hacer política.
Facundo Cabral decía claramente que el bien construye y el mal destruye, que hacer el mal es como el cáncer, es como un tumor que crece hasta causar la muerte del cuerpo que lo acoge, y luego el tumor muere con ese cuerpo, y lo que están promoviendo hoy desde el Congreso es exactamente eso, están creciendo como un tumor maligno para la gobernabilidad y es muy probable que pronto la ciudadanía sensata no tenga otra opción que extirparlo de raíz y por la fuerza.
Acaso no sería mejor que escojan el camino de la democracia y el bien hacer que tienen allí en frente de sus narices, en sus propias manos; acaso no sería mejor que el Congreso se ponga a trabajar de la mano con el gobierno por el bien del país; acaso no sería mejor para todos los peruanos dejar de lado la confrontación para pasar a la cooperación inteligente.
Si realmente les interesa el país no tienen otra alternativa, son menos de 4 años los que les queda para demostrar que pueden hacer bien las cosas para ganarse la confianza de los peruanos, y luego, ganar las elecciones para tomar la posta en un nuevo gobierno el 2026, pero si siguen actuando de acuerdo al plan revelado por López Aliaga, entonces tengan por seguro que muy pronto terminarán enterrando toda posibilidad de llegar al gobierno producto de un proceso electoral, es decir, un nuevo fracaso como será el de Porky el próximo año frente a su aspiración de querer ser alcalde de Lima. Es que ese orate no se da cuenta que él mismo representa su propia parodia de ignominia social.
“A veces uno sabe de qué lado estar, simplemente viendo quienes están del otro lado” decía el poeta Leonard Cohen, ¡cuanta verdad! Porque basta mirar a los que promueven la vacancia para saber de qué lado estar.
Queda claro que el pedido de vacancia impulsado por la procaz Patricia Chirinos, y refrendado por 29 golpistas, forma parte de un perverso plan que quiere hacer del miedo y la culpa el terreno fértil para tomar el poder por la fuerza, a lo bruto y aniquilando la democracia que hoy me permite, por ejemplo, decir lo que pienso con libertad.
Y es que este afán de usar el miedo para lograr el control social no es nuevo en la política, desde la edad media hasta estos tiempos algunos personajes, sobre todo autoritarios y dictadores, han recurrido a estas prácticas para capturar el poder, someter al pueblo y luego hacer lo que les viene en gana, con impunidad, violando la ley y los derechos humanos y aliándose con el narcotráfico, el crimen organizado y la corrupción.
Por eso se opusieron a las vacunas, por eso aparecieron supuestos grupos pseudo fascistas y otros violentistas con álias como “la resistencia” que irrumpen en presentaciones de libros para llamar la atención y ganar cámaras de los medios de comunicación que también se prestan a este juego perverso de sembrar el miedo en el inconsciente colectivo de la población, tratando de manipular la opinión pública y responsabilizando de todo al gobierno.
Y una vez que se exacerba la sensación de miedo e incertidumbre, en medio de actos de violencia y caos como lo que pidió la congresista Moyano a los transportistas, entonces vendrá el siguiente paso, crear un sentimiento de culpa en los que votaron por Castillo, “allí está pues tu presidente, el tal por cuál, que no hace nada, tu tienes la culpa por votar por él, por eso el país está así”, y otras y peores frases que estoy seguro ya han oído, mensajes que los golpistas vociferan a todos los vientos con la equivocada idea de que esto evitará que la gente salga a las calles a defender la democracia e impedir el golpe de Estado que traman desde el Congreso, y también para evitar que en una supuesta nueva elección la señora K no pierda otra vez por menos de 50 mil votos.
Cuando PPK indultó a Fujimori, cuando los fiscales Vela y Domingo Pérez fueron destituidos, cuando Manuel Merino tomó Palacio de Gobierno, fueron las calles las que en menos de una semana revirtieron estos hechos, y de suceder la vacancia, sin duda que las calles harán lo mismo e incluso más, porque 8 de cada 10 peruanos estamos hartos de un Congreso cuyo único afán es destruir la gobernabilidad, aprobar leyes inconstitucionales y proteger a los que están pedidos por la justicia, así que mejor calladitos y aplicaditos hagan bien el trabajo que les corresponde, sino, los que se van a ir donde dice Paty Chirinos serán otros y por sus propios actos.
“Salvo el poder, todo es ilusión” decía Lenin, sin embargo, esta frase también se ha relacionado con aquellos discursos que se caracterizan por su contenido implícito sobre el binomio política-violencia, un argumento que busca justificar cualquier método impuesto por la fuerza para llegar al poder motivados por un supuesto imperio del bien común, y para beneficio o reivindicación de los más necesitados, de los pobres y de los oprimidos, de todos aquellos que son víctimas de un gobierno incapaz y corrupto.
Discursos que en estos tiempos enaltecen a la democracia como un fin, pero sostienen que para llegar a ella es necesario el uso de la fuerza e incluso la violación de la ley para capturar las instituciones que sirven de base para sostenerla.
El anuncio que leyó la congresista Patricia Chirinos para sustentar su moción de vacancia presidencial es una muestra de lo que digo, un discurso que en realidad significa: al diablo con la democracia, al diablo con el último proceso electoral, Castillo no nos gusta, no se junta con nosotros, no es de los nuestros, es un hombre común que llegó al poder sin tener experiencia como la que tuvo ella en el Callao por ejemplo, así que vengan todos los congresistas a firmar esta moción para sacarlo de Palacio de una vez, total, ustedes saben que solo es cuestión de alcanzar los 87 votos.
De esta manera, Patricia Chirinos trazó la cancha en el Congreso, que firmen los que creen que la democracia no sirve, y espera que sean 87 o más los que acudan a su llamado para vencer a los otros, a esos rojos, caviares, comunistas, terroristas, leninistas, castillistas y demás.
¿Es que acaso nos creen ingenuos? Es totalmente claro que gran parte del Congreso lo que busca es tomar el control del ejecutivo, si alcanzan los 87 votos el presidente Castillo y luego Dina Boluarte serán vacados bajo cualquier pretexto, y todo debe suceder antes de fiestas patrias, y si no alcanzan los votos entonces intentarán bajar la valla a 66 votos mediante una modificación del Reglamento del Congreso.
Eso para empezar, luego tomarán el Tribunal Constitucional e irán tras la Fiscalía, el Poder Judicial y los entes electorales, con la vana ilusión de que un nuevo proceso electoral pondrá las cosas en su lugar, es decir, la conquista del poder por los políticos de antes, los de siempre, los perseguidos por la justicia para librarse de la cárcel, si, esos políticos que desde los ochenta han gobernado de la mano con la corrupción y la impunidad, con el narcotráfico y el crimen organizado, con el santo libre mercado como pretexto del enriquecimiento indebido, usurero, abusivo y explotador.
Estoy seguro que esos planes perversos no serán posibles porque ahora los jóvenes, los hombres y mujeres comunes han despertado y no lo vamos a permitir, creo que pronto las calles serán el escenario donde tendremos que defender la democracia, otra vez.
A un año de la muerte de Inti y Bryam debido a la repudiable represión que algunos malos policías protagonizaron en contra de una de tantas marchas espontáneas que suceden en nuestro país en los últimos meses, creo que es importante hablar sobre algunos temas de fondo que merecen corregirse para salvar nuestra democracia.
Primero, quiero destacar el atrevimiento de los jóvenes que han pasado a la acción para salir a las calles y expresar su indignación y rechazo, y a la vez, exigir que las malas decisiones tomadas por altos funcionarios sean corregidas.
Sucedió luego del ilegal indulto a Fujimori, también frente a la injustificada separación de los fiscales Vela y Domingo Pérez de sus investigaciones más emblemáticas contra la corrupción, medida que quedó sin efecto gracias a la presión de las calles; igual sucedió tras la toma del poder de Merino y su gabinete, igual, las calles si hicieron sentir, y en medio de estas protestas, inti y Bryam perdieron la vida.
Como podemos ver, la administración de justicia sigue siendo un grave problema en el país, no es posible que después de un año, aún no dan con los responsables de estas muertes, no es posible que después de un año, la policía no cuenta la verdad de estos hechos, por el contrario, en marzo la Inspectoría General de la Policía absolvió a los investigados, y felizmente esta semana, el Tribunal de Disciplina Policial ordenó que se inicien las investigaciones de nuevo.
Como vemos, la justicia que tarda no es justicia. Por otro lado, el Tribunal Constitucional declaró la inconstitucionalidad de la cuarta legislatura forzada por el anterior Congreso, y los actuales congresistas insisten en aprobar leyes similares, y en medio de estos dos poderes, el ejecutivo sigue enfrentando un ataque envilecido gestado por los políticos y poderes económicos de siempre, y con la complicidad infame de los medios de comunicación más influyentes, además de cometer una retahíla de errores en la designación de cargos.
Es decir, los problemas de fondo del país recaen sobre los tres poderes del Estado, por lo tanto, es urgente que se reúnan y dejen de lado sus diferencias y prejuicios, y se pongan a trabajar para fortalecer a las instituciones bajo su cargo, de lo contrario, los jóvenes volverán a las calles, y las regiones harán lo propio para exigir lo mismo a sus gobernadores que actúan como señores feudales.
Los tres líderes de los poderes del Estado tienen que pensar muy bien las acciones que quieren emprender, en justicia se necesita a gritos y con urgencia una reforma, en el legislativo deben hacer y corregir leyes en lugar de tramar vacancias y el ejecutivo necesita convocar a gente capaz; y mejor será que todo esto lo hagan trabajando juntos, como debe hacerse en la política de verdad, porque estoy seguro que a diferencia de antes, las calles y plazas de todo el país harán sentir su voz y su fuerza más pronto que tarde.
Han pasado más de cien días de gobierno del presidente Pedro Castillo, tiempo suficiente para entender -desde adentro- la dinámica que mueve a la burocracia peruana, desde que asumió el poder recae en sus manos la designación de un consejo de ministros que debe convocar a sus equipos de trabajo para asumir cerca de 2,800 cargos públicos como funcionarios y directivos de confianza quienes serán los responsables de ejecutar 135 mil millones de soles del presupuesto público cada año.
Designaciones y nombramientos que suceden en cascada, es decir, cada ministro propone a sus viceministros y funcionarios de cada sector, luego estos funcionarios designan a sus directivos de confianza y a los famosos asesores de la alta dirección, aquellos que dan órdenes tomando siempre el nombre del titular de cada entidad, así funciona el aparato público en el Perú, mientras que los servidores de carrera buscan encontrar las formas de cumplir estas órdenes con el cuidado de no cometer faltas administrativas.
Además de estas designaciones directas en puestos claves, se suman las contrataciones de personal en diferentes modalidades, los famosos CAS y las locaciones de servicios han sido la manera de contar con trabajadores todo terreno para ayudar a la gestión vigente, y en otros casos, para atender favores políticos.
En medio de todo están los nombrados, los 728 con más privilegios y los 276 con sueldos y condiciones miserables, claro que todos tienen sus ingresos mensuales asegurados, por lo tanto, existe una cultura de resistencia al cambio, de evitar firmar documentos, de espíritu de cuerpo y del menor esfuerzo. Actualmente el servicio público emplea a un millón y medio de peruanos.
Por eso, es necesario dejar claro la importancia de convocar a buenos profesionales para la gestión pública, si bien la designación de ministros, viceministros y cabezas de las entidades es una facultad del ejecutivo, lo que deben hacer estos funcionarios es conformar de inmediato sus equipos con las capacidades y los perfiles profesionales adecuados para tener éxito, sino, más pronto que tarde serán víctimas de los errores de sus amigos y asesores inexpertos que abusan del poder motivados por intereses mezquinos o por su falta de experiencia en gestión pública, y cuyas consecuencias la terminan pagando la mayoría de peruanos.
Finalmente, un consejo a los nuevos funcionarios públicos, cuando asuman la dirección de una entidad eviten utilizar las oficinas de comunicaciones como un aparato de publicidad personal para difundir en sus redes sociales y con mensajes internos lo que hacen a cada instante, lo que tienen que hacer es que los servicios públicos que brindan sean mejor, más rápidos, más accesibles virtualmente, más transparentes y al servicio de todos los peruanos, esa es la tarea que debe ocupar a la alta dirección, incluyendo a los superasesores, en lugar de estar pendientes de los likes y los seguidores que alcanzan en sus redes sociales.
La exministra de economía María Antonieta Alva invoca, a través de un tuit, que los niños y adolescentes vuelvan a las aulas, señalando que es una prioridad impostergable.
La presidenta del Consejo de Ministros Mirtha Vásquez dijo que para marzo del próximo año se retoman progresivamente las clases presenciales y que en julio del 2022 el 99 % de las instituciones educativas atenderán plenamente.
Mientras tanto, vemos a los profesores que, desde el inicio de la pandemia, han convertido sus hogares en el epicentro de las clases virtuales, profesores que han dedicado muchas horas extras para aprender a utilizar las plataformas virtuales con capacitaciones improvisadas, horas extras para adaptar sus materiales de trabajo, horas extras para evaluar y corregir las tareas y exámenes en línea, y mucha paciencia para manejar y comprender a los alumnos que lograron acceder a clases a través de una tablet, una computadora o un celular, y con un adecuado acceso a Internet.
Son casi dos años de esfuerzos extraordinarios que han permitido que nuestros hijos continúen estudiando para no correr el riesgo de perder el año.
Y en la otra vereda están los padres de familia, agobiados por los temas de salud o trabajo y afligidos por la repentina muerte de seres queridos, de amigos y de compañeros de trabajo que no lograron vencer a la COVID-19, o que en su lucha por sobrevivir a la enfermedad colmaron de angustias y sufrimiento a sus hogares. Sin embargo, padres, madres, abuelos, abuelas, hermanos, tíos e incluso los buenos vecinos, se dieron algo de tiempo para ayudar a estudiar a nuestros hijos desde casa.
Y quizás para muchos, todo esto justifica la imperiosa decisión de que los estudiantes de todo el país regresen a las aulas. ¡Ya que vuelvan al colegio! exclaman muchos padres.
Entonces algunas preguntas surgen de inmediato: ¿Cómo será el regreso a las aulas?¿Volveremos al mismo sistema que existía antes de la pandemia? ¿Realmente se tienen los protocolos y planes adecuados para el retorno a clases? ¿Todos los centros educativos están preparados en infraestructura, conectividad y bioseguridad para garantizar la protección de los alumnos y profesores contra la COVID-19? Y se me ocurren otras preguntas más al igual que ustedes seguramente.
Y una decisión así no solo corresponde al sector educación, por ejemplo, se ha pensado ¿cómo será la movilización de toda la población que regresa a las aulas? El ministerio de transportes, el casi inexistente alcalde de Lima y las autoridades regionales ¿ya tienen un plan para mejorar el transporte público en sus ciudades?
Les cuento que según un reporte del MINEDU de julio del 2020 la población estudiantil matriculada estaba compuesta por: un millón 600 mil niños en educación inicial, 3 millones 600 mil estudiantes de primaria, 2 millones y medio de secundaria, 250 mil jóvenes estudiando carreras técnico-productivas, medio millón matriculados en institutos y un millón y medio en las universidades.
Es decir, cerca de 11 millones de peruanos deberán regresar a más de 108 mil colegios, 2 mil centros de formación técnico-productiva, mil cien institutos y 143 universidades en todo el país. Dicho de otra manera,11 millones de peruanos deberán asistir a 115 mil instituciones educativas.
Como pueden ver, algo que parece tan sencillo, como algunos llaman: volver a la normalidad, en la práctica, no lo es.
Por eso, sostengo que el retorno a las aulas inmediatamente no es la solución para lograr la tan ansiada “calidad educativa” que reclaman algunas supuestas voces expertas, y que el sector privado se auto adjudica mediáticamente, cuando claramente vemos que en los últimos 50 años la educación ha sido un fracaso, y esto es indiscutible porque la actual realidad peruana no es más que el penoso resultado de la educación de las últimas décadas.
Si el presidente Castillo, que conoce perfectamente la realidad de la educación y la enorme brecha que existe entre la capital y las provincias, realmente quiere gestar una verdadera revolución de la educación, entonces, debe optar por un camino diferente. Alejandro Toledo y Ollanta Humala impulsaron algunas reformas como mejorar los sueldos de los profesores, o la creación de la SUNEDU y del programa Beca 18, sin embargo, estos procesos impulsados desde la burocracia de siempre no fueron suficientes, y ahora estamos intentando hacer lo mismo. Y lo más probable es que tengamos los mismos precarios resultados después.
Señor Presidente, si usted realmente está convencido de que la educación es la vía que salvará al Perú de esta crisis de moral y de valores que padecemos ¿por qué no intenta hacer algo diferente?
Acaso para un gobernante no sería relativamente fácil convocar a un equipo de expertos nacionales e internacionales que conocen de cerca los casos más exitosos del mundo, para que, a partir de estas experiencias, y con un diagnóstico real de la situación peruana, y de la mano con la Academia, propongan un plan de acción de corto, mediano y largo plazo, para hacer realidad lo que se ha trazado al 2036 en el Proyecto Educativo Nacional, es decir, lograr que el Estado, a través de la educación, garantice que los peruanos alcancen una ciudadanía plena.
Lograr que gracias a la educación los peruanos aprendamos primero a respetarnos entre nosotros, que aprendamos a respetar las normas y a las autoridades, y que también aprendamos a cuidar nuestro país y sus riquezas naturales, culturales, sociales, históricas y económicas.
Y como la educación es transversal a todos los sectores, acaso es difícil para un gobernante y sus ministros convocar realmente a los expertos de cada sector y alinearlos a todos para trabajar juntos y cumplir los propósitos de la educación.
Señor Presidente, no se deje pisar el poncho ni golpear el sombrero, por que ahora tiene usted en sus manos la oportunidad de hacer lo que los gobernantes anteriores ofrecieron en campaña, pero, cuando llegaron al poder se dejaron envolver por los poderes políticos de siempre, por la burocracia de siempre y santificando al “libre mercado” de siempre, y no hicieron lo suficiente para hacer de la educación la columna vertebral para sostener a una sociedad más justa, altruista, libre, culta y solidaria.
Sin duda que, para emprender una verdadera revolución de la educación, se necesita coraje y buenos hombres y mujeres que estén dispuestos y comprometidos a emprender este reto. ¿Este gobierno está dispuesto a convocarlos?
El mito de la caverna de Platón describe a unos hombres que desde niños están encadenados en el fondo de una caverna, de tal manera que solo pueden mirar a la pared de enfrente donde su visión sólo puede percibir las sombras de objetos y animales que transitan delante de una gran hoguera, y cuyas voces se reflejan por el eco de la cueva dando la idea de ser las mismas voces de las sombras.
Hasta que de pronto uno de los hombres se libera de sus cadenas, huye y logra salir de la cueva por una difícil salida que lo conduce hacia la luz del día que, en un inicio lo deslumbra, pero después, le revela el engaño al que fue sometido toda su vida porque recién puede conocer el mundo real, entonces, decide regresar a la cueva para liberar a los otros, pero estos se resisten a creer en aquel mundo exterior que le describe el hombre libre, al punto de tomarlo por loco, e incluso, como señala Platón, de estar liberados de sus cadenas intentarían matarlo.
En este mito Platón nos describe dos mundos, el primero es un mundo de la ignorancia que solo se reduce a lo captado por los sentidos, en este caso, únicamente la proyección de sombras que se asumen como la única verdad; y el segundo es el mundo real, aquel que se conoce como consecuencia del conocimiento y la experiencia, es decir, a través de la luz, de la educación.
Si llevamos este mito a la realidad peruana podemos afirmar que una gran cantidad de peruanos han decidido seguir viviendo en la caverna, en el mundo de la ignorancia, dejándose influenciar por las sombras que proyectan los medios de comunicación de estos tiempos, sobre todo aquellos que han cambiado la búsqueda de la verdad por la del interés económico o político en función a sus conveniencias.
Sombras que no solo se proyectan en el fondo de la pared de la sociedad en la que vivimos, sino que ahora han superado la capacidad de atracción que alcanzó la televisión para convertirnos en una especie de autómatas dependientes de los teléfonos inteligentes que nos atrapan en sus redes sociales donde nos proyectan las sombras de una realidad virtual.
Estos hermanos nuestros, de todas las edades, creen ciegamente en las sombras del Twitter, del Facebook, del WhatsApp, se aferran a estas verdades virtuales que condicionan sus formas de actuar y de pensar, son hombres y mujeres que incluso están dispuestos a enfrentar con odios y violencia a aquellos que no piensan igual, a viva voz se aferran a su “única verdad” y lo afirman en sus redes sociales buscando likes y más seguidores que les confirmen que tienen la razón. Como las voces de los esclavos que buscan en medio de gritos y burdas expresiones, convencerse a sí mismos que el hombre libre está loco, y que no merece vivir, y que tampoco los debe liberar.
Mientras, allá afuera, en el mundo real, hay también otros hermanos nuestros que viven haciendo sus mayores esfuerzos para ser felices, gente que estudia con la convicción de que la educación es la vía más segura para descubrir y entender la verdad; gente que trabaja con honestidad, con responsabilidad, con ética y con convicciones personales que los conducen a obrar bien; gente que vive la cultura, en familia, en comunidad, es decir, peruanos de bien, que están bien, que son felices a pesar de no tener grandes riquezas ni mucho menos, gente que en medio de esta sociedad hostil sabe reír, amar, soñar; es decir, hombres y mujeres libres de verdad.
Sin embargo, creo que lo que nos hace falta hoy, en estos tiempos de cambios constantes, en medio de la era digital, son hombres y mujeres libres que estén dispuestos a ingresar a la caverna para liberar a aquellos que aún continúan aferrados a las cadenas del conformismo, de la ignorancia, del consumismo, del odio, del clasismo, del terruqueo, de la corrupción, de politiquería mercenaria, de la falta de humanidad.
Necesitamos de líderes que estén dispuestos a llevar la luz a las cavernas para revelar la verdad de aquellas sombras que mantienen ciegos y atrapados a tantos peruanos, necesitamos de líderes que no solo los liberen de sus cadenas, sino que luego los conduzcan por el sendero correcto hacia la salida de la cueva y al encuentro de la luz, como aquellos maestros que se empeñan en las escuelas para avivar en nuestros hijos la capacidad de asombro que todos tenemos, y para mantener vivo en ellos la curiosidad, la creatividad y el coraje para descubrir de la mano con el conocimiento, como la linterna del explorador, la verdad de aquel mundo que luego, cuando crezcan tendrán que transformar.
Hoy más que nunca, necesitamos de hombres y mujeres que a través de la política; la de verdad, aquella que propone acciones para lograr una sociedad más justa, altruista, libre, culta y solidaria; es decir, hombres y mujeres líderes que nos conduzcan hacia una sociedad mejor, donde el bien común esté por encima del bienestar individual.
Por eso les pregunto a los jóvenes ¿están dispuestos a emprender este desafío?, si no lo hacen ahora, este espacio seguirá siendo coaccionado por los que viven en las cavernas, aquellos que hacen de la ignorancia de la gente el mejor escenario para seguir proyectando sus sombras de una realidad mediática, virtual, perversa, que se ajusta a su conveniencia y para beneficio de sus propósitos indignos motivados por sus ansias de poder, de placer y de dinero.
El poeta griego Sófocles dijo alguna vez que: la obra humana más bella es la de ser útil al prójimo, han pasado más de 24 siglos pero aquella frase sigue vigente aquí en el Perú y en cualquier lugar del mundo.
El Perú, al igual que la mayoría de países de Latinoamérica, está enfrentando las consecuencias de una pandemia por un lado y de los políticos de siempre por otro lado, políticos que, durante muchos años, han olvidado la importancia de ser útiles a la sociedad, por el contrario, han confundido el ser útiles para el bien común con obtener utilidades para su bienestar ignorando a la mayoría de peruanos que los hicieron llegar al poder.
En un reciente artículo publicado por Alejandro Narváez titulado: el Perú necesita cambios de gran calado, señala con total claridad la importancia de dar lugar a reformas integrales y extraordinarias para revertir la actual situación, y sobre todo, para evitar que sus consecuencias se agraven en los próximos meses. Ante una situación extraordinaria se necesitan medidas extraordinarias, de lo contrario, seguiremos padeciendo más de lo mismo.
Las cifras que se muestran en dicho artículo merecen toda nuestra atención, a julio de este año la población desocupada, sin trabajo en Lima metropolitana, es del 42 por ciento. La pobreza monetaria a nivel nacional a diciembre del 2020 alcanzó el 30 por ciento. Es decir, 3 de cada 10 peruanos son pobres, una cifra similar a la que nos dejó el primer gobierno de Alan García a inicios de los noventa.
Y si miramos las proyecciones oficiales del gobierno respecto del PBI para los próximos cuatro años, vemos que estima un crecimiento promedio del 4.3 por ciento, muy similar a lo alcanzado entre el 2010 y el 2019, antes de la pandemia; por lo tanto, es improbable que en los siguientes 10 años logremos recuperar nuestra economía a niveles anteriores a la aparición del coronavirus.
A esto tenemos que sumarle otros factores sociales que impactan negativamente en nuestro país, desde la desconfianza crónica y el constante debilitamiento institucional y de la gobernabilidad reinante, hasta la oposición irresponsable que tienen los políticos vigentes, por un lado; y la inseguridad humana y precariedad del empleo en otro extremo que, con el aprovechamiento de algunos grupos económicos que en medio de esta crisis han sacado lo peor de sí para lucrar desmedidamente, se le agrega el divorcio social que se ha mostrado abiertamente en nuestro país dividido entre los que creen ser de arriba y los que llaman a los de abajo.
Así está el Perú hoy, por eso coincido plenamente con Alejandro Narváez cuando afirma que la política peruana necesita un reseteo radical; es cierto que necesitamos invertir intensamente en activos tangibles como colegios, hospitales, carreteras, y demás infraestructura, y debe hacerse sin temor al endeudamiento y a toda máquina, y aquí el Estado tiene esa obligación y responsabilidad.
Pero también se necesita invertir intensamente en el mayor activo intangible como es el talento humano, es decir, en el futuro del país, en las nuevas generaciones, en los jóvenes, para que la precaria educación que hoy reciben no se convierta en un pesado lastre que los condena a la desigualdad, al hambre y a la miseria.
Estoy seguro que una revolución de la educación cuyas pilares fundamentales deben ser el liderazgo y la ética debe constituirse en una medida extraordinaria para estos tiempos aciagos, ya han transcurrido los primeros 30 días de gobierno del profesor, tiempo suficiente para reconocer el terreno sobre el cual tiene que actuar en sus cinco años de gobierno, ahora es momento de tomar decisiones y emprender una nueva ruta distinta a la que seguimos en los últimos 40 años, parafraseando a Albert Einstein: Es de locos hacer lo mismo una y otra vez para obtener resultados diferentes, si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo.
Alguna vez escuché que los tiempos difíciles crean hombres fuertes, y que los hombres fuertes crean tiempos prósperos, pero los tiempos prósperos crean hombres débiles, y los hombres débiles crean tiempos difíciles.
Esta paradoja de la vida ha capturado a nuestro país, una tierra maravillosa que hoy muestra con total claridad la enorme brecha que separa a la capital con las regiones, una brecha abierta como una herida crónica que en las últimas semanas ha sangrado sin parar.
En estas semanas de campaña electoral y de pataletas antidemocráticas hemos sido testigos del verdadero rostro que tienen aquellos hombres y mujeres débiles y únicos responsables de los tiempos difíciles que estamos viviendo, hombres y mujeres que, a pesar de la realidad, se niegan dogmáticamente a reconocer y aceptar las consecuencias de un modelo económico y de gobierno que santifica al libre mercado y al crecimiento del PBI como si fueran el único camino hacia el progreso, sin embargo, lo que nos ha dejado es una aguda desigualdad social y económica, una informalidad crónica que linda con la esclavitud a la que llaman informalidad y subempleo, además de una crisis moral instalada en los tres niveles de gobierno para hacer de la corrupción y el crimen organizado su principal característica.
Tiempos difíciles para una sociedad elitista que ha perdido la vergüenza, la dignidad y también las elecciones, a pesar de haber hecho lo imposible para imponer sus intereses mezquinos recurriendo al miedo, al clasismo, a la discriminación, a la mentira y a la trampa, con tal de mantener su estatus y condiciones de privilegio que creen tener porque son de piel blanca, porque viajan al extranjero, porque tienen grandes empresas, porque son dueños de universidades privadas, por mencionar a los buenos, o porque negocian con el narcotráfico, con la tala y la minería ilegal, con la corrupción, con el lavado de activos y la trata de personas, por mencionar a los malos y miserables que, al igual que los buenos, recurren a los mercaderes de la política para manejarlos a su antojo a cambio de pagos y regalos bajo la mesa.
Y como periodista no puedo dejar de decirlo tampoco, los medios de comunicación más poderosos del país también se sacaron la careta y hasta hoy siguen mostrando cuán vil y dañino puede ser el periodismo cuando renuncia a su rol social para hipotecarse y someterse al poder político y económico de sus dueños, otra forma de esclavitud como consecuencia de la dictadura de la ignorancia que padecemos.
Por eso, ahora que tendremos un nuevo gobierno a cargo de un presidente-profesor que no le debe nada a ningún grupo de poder, ni a los buenos ni a los malos, puede ser la oportunidad para repensar el modelo económico y de gobierno que debemos tener, pero debe ser un modelo basado en la virtud, como decía Aristóteles, donde ningún extremo debe prevalecer, porque el Perú no es un país que necesita ser de izquierda, ni de centro, ni de derecha, ni comunista ni capitalista, el país necesita ser una nación de buenos ciudadanos, de hombres y mujeres de bien.
Y para que esto sea posible necesitamos de una verdadera revolución de la educación, y hablar de educación no se reduce a las aulas y profesores únicamente, creer que la infraestructura y la tecnología son suficientes para alcanzar una educación de “calidad” sería insistir en el mismo error que venimos cometiendo hace 100 años en el Perú.
Estoy convencido que una verdadera revolución de la educación es el mejor camino que debemos seguir para que la paradoja de la vida que mencioné al inicio no nos siga atrapando en este círculo vicioso del que todavía no nos podemos librar.
Por eso, el profesor y presidente electo debe escoger a sus equipos de trabajo cuidadosamente, porque ya conocemos la capacidad camaleónica que tienen los políticos de siempre para infiltrarse en cada gobierno para seguir haciendo de las suyas.
De estos hombres débiles debemos librarnos, dejarlos lejos del gobierno, sus fracasos son más que evidentes; lo que ahora necesita el país es de hombres y mujeres fuertes, como aquellos que a pesar de la adversidad, la pobreza y la falta de oportunidades han sabido salir adelante, cuyas experiencias de vida han demostrado que tienen el valor, la fuerza y las convicciones suficientes para luchar por el bien de su país, de sus pueblos y de sus hermanos y hermanas.
Hoy, en estos tiempos difíciles, necesitamos hombres y mujeres fuertes, de bien, con ética, con valores y principios, y que estén totalmente dispuestos a sacrificarse y anteponer el bien común por encima de sus intereses personales. Y sobre todo, que estén dispuestos a ser los verdaderos protagonistas de la revolución de la educación que necesitamos.
Convocarlos y escogerlos bien es la primera tarea que tiene que cumplir el profesor Castillo en este mes de aniversario patrio.
Frente a los recientes vladiaudios publicados en las redes sociales no podemos quedar indiferentes, en las últimas semanas han sucedido eventos que probablemente jamás serían imaginados por los más destacados productores de Netflix, aquella frase de que la realidad supera la ficción es totalmente cierta.
Las conversaciones de Vladimiro Montesinos y sus actuales operadores políticos, como él mismo los llama, han puesto en evidencia que los arreglos tras bambalinas a cambio de plata negra siguen siendo el factor común en la vieja política peruana.
Si luego de enterarnos, gracias a IDL Reporteros, de la podredumbre que reinaba en el sistema de justicia identificando claramente a los hermanitos de Hinostroza y su pandilla del CNM apodados los cuellos blancos, creíamos que era suficiente para que esta organización criminal estuviera desarticulada, pues no era así, por lo visto estábamos engañados.
Las maniobras dilatorias del fujimorismo después de la segunda vuelta, vergonzosamente avaladas por los principales medios de comunicación, desprenden un hedor en todos sus extremos, no solo han recurrido a una serie de abogados para impugnar 804 actas electorales, sino que a esto se suma las contramarchas que dio el JNE el 11 de junio, cuando decidió en la mañana y retrocedió por la tarde, de ampliar el plazo legal para admitir los pedidos de nulidad del partido de Keiko Fujimori.
Por lo visto, este acto que fue criticado aquel día parecía haberse resuelto de acuerdo a ley unas horas más tarde por una especie de acto de conciencia y reflexión de los máximos representantes de dicha institución, autoridades que luego tendrán que resolver en última instancia las actas que finalmente fueron impugnadas con el propósito de revertir los actuales resultados que la ONPE ha publicado con los votos contabilizados al cien por ciento.
Pues ahora resulta por lo menos sospechoso, y obligatoriamente susceptible de ser investigado inmediatamente por la Fiscalía, porque ante lo escuchado en las conversaciones grabadas el 10 de junio es muy probable que las coordinaciones de los operadores de Montesinos casi dieron los resultados esperados, y no dudo en lo absoluto que la correcta fiscal Bersabeth Revilla hará un gran trabajo para dar con la verdad.
Y lo cierto es que luego de dos semanas, en medio de una renuncia que probablemente le cueste la destitución al fiscal Arce, éste termine siendo el protagonista de los supuestos arreglos mafiosos con los mismos personajes de las épocas más oscuras de la dictadura fujimorista.
Tras lo conocido en las últimas horas, el papel que cumplen Lourdes Flores y Óscar Urviola en estos días, o el papel que jugaron Mario Vargas Llosa, Cateriano, Rospligiosi y tantos más declarados antifujimoristas hace un tiempo, además de otros solapados simpatizantes como Neuhaus, Castiglioni y los que fungen de periodistas objetivos sin serlo, solo llegan a la anecdótico y decepcionante, al lado del repugnante intento de un “golpe lento” que se viene gestando con el apoyo de algunos militares fujimontesinistas con la ayuda del mismo Vladimiro Montesinos que, por lo visto, tiene acceso libre al teléfono de la Base Naval y otros privilegios para seguir actuando bajo la sombra en la política peruana.
Por todo esto, es momento de decir basta ya de una vez por todas, basta de tanta podredumbre en la política peruana, los jóvenes deben tomar conocimiento y conciencia del daño que le viene haciendo el fujimorismo al país, y el presidente debe actuar de inmediato como jefe supremo de las fuerzas armadas para separar la paja del trigo y castigar ejemplarmente a los permisivos militares golpistas que deshonran sus uniformes, la Fiscalía tiene que actuar con mayor determinación para perseguir a los sediciosos, los medios de comunicación deben asumir las consecuencias de su tiranía mediática, los empresarios coludidos con el fujimorismo deben ser identificados y revelados ante la opinión pública y puestos a disposición de la justicia por incumplir las leyes electorales, y el nuevo gobierno del profesor Castillo debe limpiar completamente las entidades públicas para cortar los tentáculos de la corrupción que descaradamente usan su poder y los recursos públicos para beneficio de estas organizaciones criminales, o peor aún, para sabotear y robar en cada gobierno de turno.
Es momento de coger al toro por las astas, y cada uno de nosotros tenemos que cumplir el rol que nos corresponde con total claridad y sin medias tintas, el Perú no merece esto.
Si actualmente eres profesor o profesora, o estudias o tienes hijos estudiando en el colegio, en un instituto o en la universidad, entonces presta mucha atención a lo que voy a comentarte.
Según cifras del ministerio de educación reportadas en julio del 2020, en el Perú existen un millón 600 mil niños matriculados en aulas de educación inicial, 3 millones 600 mil estudian en primaria, 2 millones y medio se encuentran en secundaria, 250 mil son estudiantes de carreras técnico-productivas, más de 500 mil están en educación superior no universitaria y cerca de un millón y medio se encuentran matriculados en las universidades públicas y privadas.
Todos ellos asisten a 54 mil colegios de educación inicial, 39 mil colegios de primaria,
15,200 de educación secundaria, 2 mil centros de formación técnico-productiva, 1,100 centros de educación superior no universitaria y 143 universidades a nivel nacional, es decir, en el Perú tenemos 115 mil instituciones educativas que reciben en sus aulas cada año a más de 10 millones de estudiantes matriculados en todo el sistema educativo nacional.
Esto significa que cada aula requiere de profesores responsables de hacer cumplir con las curriculas de sus instituciones y de acompañar a sus alumnos en el proceso de aprendizaje durante el tiempo que dura el año o ciclo académico, pero siempre tomando en cuenta los planes de estudio, el sílabo y los modelos educativos que han sido diseñados por cada institución y en estricto cumplimiento de lo establecido por el ministerio de educación.
Sin embargo, según lo que sostiene Angel Díaz Barriga, profesor e investigador del Instituto de Investigación sobre las Universidades y la Educación (IIUE) de México, esta realidad del sistema educativo nacional hace ver y sentir al docente como un empleado del sistema. Por lo tanto, se siente obligado a cumplir con el plan de estudios que se les asigna, y cuyo resultado debe ser favorable frente a los sistemas de evaluación que se aplican cada año a gran escala, focalizándose principalmente en las matemáticas y la comprensión lectora.
Es decir, en la medida que un profesor se siente como un empleado está sujeto a cumplir un contrato, con determinadas condiciones contractuales y sujeto a evaluaciones de rendimiento que no necesariamente recogen y toman en cuenta la realidad de cada aula, y menos, las condiciones y capacidades de cada uno de sus alumnos. Mientras que, como lo destaca Angel Díaz, el profesor realmente tiene un enfoque diferente, mira a la educación como un desafío o un reto de transformación de la sociedad a través de sus alumnos, por lo tanto, quisiera involucrarse con ellos y desarrollar estrategias de trabajo que puedan ser aplicadas individualmente.
Lo que es posible de hacer siempre y cuando el profesor cuente con la autonomía necesaria para hacerlo, incluso tomando en cuenta el uso de las nuevas tecnologías y las características propias de la realidad social en la que interviene, a pesar de que existe una brecha importante entre el docente y la sociedad del conocimiento, esta autonomía le permitirá acercarse más a sus alumnos y lograr un efectivo proceso de aprendizaje en cada uno de ellos.
Otro de los temas de gran importancia que destaca el profesor Díaz tiene que ver con las características que tienen ahora los alumnos, al profesor de ahora le cuesta entender a las nuevas generaciones, estudiantes que se destacan por ser nativos digitales, con hábitos de conducta multitareas, con una capacidad de atención muy dispersa, altamente proclives a la hipersensibilidad de sus sentidos para sus procesos de aprendizaje, las nuevas tecnologías, las herramientas multimedia y la Internet los mantienen hiperestimulados, por lo tanto, para lograr su interés y atención el profesor debe recurrir al uso de estas tecnologías, con colores y mucho movimiento, de tal manera que les provoque explorar por sus propios medios, es decir, ahora los alumnos aprenden mucho más fuera de las escuelas que dentro de las aulas.
Otra de las características de las nuevas generaciones es la noción distinta que tienen respecto de la autoridad y las normas, no sólo las cuestionan sino que exigen que incluso las mismas autoridades cumplan las normas establecidas en la práctica, y ellos están vigilantes de que así sea, además de tener una noción mucho más clara y crítica sobre el respeto pleno a sus derechos.
Las nuevas generaciones tienen un sentido utilitario del aprendizaje, su atención es flotante en función de la aplicación útil del conocimiento, por lo tanto, el profesor tiene el gran desafío de enseñar sus materias a través de ejemplos de aplicación práctica, de lo contrario, no será de interés de los alumnos, ya que permanentemente se preguntan ¿para qué me sirve aprender esto?
Como podemos ver, el profesor para estos tiempos tiene que entender que la reforma educativa no será posible si se basa únicamente en modificar el proyecto educativo nacional, las currículas académicas y las formas de evaluación, y luego dedicarse a cumplirlas rigurosamente, pensar así sería incurrir en el mismo error que se repite a lo largo de los últimos 100 años, por el contrario, lo que necesita el profesor es cambiar el modelo de la clase frontal hacia un modelo de acompañamiento al alumno, tiene que cambiar su forma de preparar sus clases por la de contextualizar su tema llevándolo hacia una problemática de la realidad, y entonces sus alumnos buscarán una solución a dicho problema y en consecuencia encontrarán la aplicación útil de sus aprendizajes.
Los profesores que ahora necesitan nuestros 10 millones de estudiantes son aquellos que los impulsen hacia la búsqueda de la información y los acompañen para ayudarlos a organizar, procesar y sintetizar la información que les interesa, ellos necesitan profesores que les mantenga encendida la creatividad y la capacidad de asombro que todos los seres humanos tenemos. Por eso, es también muy importante que en este proceso de acompañamiento se promueva una cultura de valores aplicada en la conducta cotidiana de los alumnos, pero de manera práctica, donde la ética, el respeto, la solidaridad, la justicia y la democracia, por lo menos, deben estar siempre presentes.
Y para que esto sea posible, el Estado debe dejar de afectar la dimensión intelectual de los profesores, en lugar de tratarlos como empleados del sistema educativo, con sueldos insuficientes para vivir dignamente, y menos aún para poder solventar el acceso a la Internet y al uso de buenas computadoras para hacer mejor su trabajo; todo lo contrario, lo que debe hacer el Estado es crear las condiciones necesarias para que el profesor trabaje en ambientes educativos equipados, conectados a Internet y diseñados para cada realidad local, debe también brindarles el mejor acceso y uso de las herramientas tecnológicas suficientes de la mano con procesos de capacitación y empoderamiento de sus capacidades intelectuales y de liderazgo, además de garantizarles condiciones de vida digna para ellos y sus familias; y finalmente, darles los espacios de tiempo necesarios para que puedan leer, experimentar y reflexionar lo suficiente, en lugar de estar buscando otros ingresos para sobrevivir, sólo así podrán hacer realidad la transformación social que está en manos de los profes para formar a buenos ciudadanos para un nuevo país, para un nuevo mundo que crece y se desarrolla constantemente.
Hace un tiempo leí en un libro que: al filósofo le basta demostrar la verdad; al historiador, narrar con sencillez, exactitud y amenidad; al literato, razonar con método y solidez, y entonces me pregunté ¿y al periodista qué?
Será que al periodista le basta con encontrar la verdad, luego narrarla con sencillez, exactitud y amenidad, además de razonar con método y solidez; y entonces veo que Manuel Antonio De La Lama no se equivoca cuando tácitamente refiere al verdadero periodista en su libro Retórica Forense; un libro para abogados quienes a mi juicio son la antítesis del periodista, porque el abogado construye su verdad, la documenta, la argumenta con elocuencia, la defiende apasionadamente ante el juez o el fiscal, hasta lograr que le den la razón, y entonces, se determina que su verdad y su causa es válida; aunque a veces no sea así.
En cambio, el verdadero periodista no construye su verdad, sino, la descubre, la verifica y la contrasta con los hechos, la analiza, y luego, la da a conocer con un lenguaje adecuado para que su público y la sociedad la conozca y la comprenda.
El juicio de valor le corresponde a la sociedad, son los ciudadanos quienes deben juzgar con libertad los hechos que cada día la radio, la televisión, la prensa escrita y ahora los medios virtuales nos cuentan, a cada segundo, en vivo y en directo, a tal velocidad que a veces no le damos tiempo a nuestra conciencia –esa exigencia de bien que todos tenemos- para que nos ayude a valorar el alimento informativo que a diario consume nuestra mente.
Entonces, el verdadero periodista tiene un nuevo reto que afrontar, no solo debe descubrir la verdad y hacerla pública, sino que además debe encender el interruptor de la conciencia social para que ésta conduzca a los hombres y mujeres a elegir libremente entre el bien y el mal, sin zonas grises, sin verdades a medias, sin mentiras recreadas para simular una realidad ajustada a los intereses de un particular.
La sociedad actual está perdiendo su capacidad de análisis y de juicio propio, fácilmente se dejan llevar por la opinión disfrazada de noticia que la mayoría de medios publican a cada instante, donde la verdad se hace relativa.
El lector consume pasivamente esta información y luego la repite afirmando el hecho sin dudar, sin pensar, sin analizar su veracidad; si lo dicen en la televisión entonces es cierto, si lo afirman en la radio entonces así es, si lo escribe el columnista del diario serio entonces no me queda duda de que así fue.
Y el periodista –el de verdad- ¿dónde está? Dónde está aquel que debe tener la habilidad de narrar un hecho, despertar el interés de la sociedad, mantener su objetividad, y sobre todo, hacer que su público comprenda lo sucedido, que diferencie la noticia de una opinión, que piense y razone por sus propios medios y, finalmente, se forme su propio juicio.
En estos tiempos de gran flujo de la información destacan los que desarrollan la capacidad de selección, comprensión y análisis de los hechos, los demás sólo son bustos parlantes de a pie que fingen saber de todo y opinan, y señalan, y juzgan, y a veces condenan, sin siquiera tener un argumento válido para lo que afirman.
Parece ser que la sociedad peruana está involucionando en sus procesos de comunicación, está perdiendo la capacidad de entender su realidad, en consecuencia, se está condenando nuevamente a sufrir la dictadura de la ignorancia; una dictadura que permanecerá vigente coactando la libertad de pensamiento, de conciencia y de opinión; una dictadura que quiere volver a gobernar fácilmente la manera de pensar de su pueblo sin conciencia, sin capacidad de análisis, sin discernimiento propio; una sociedad integrada por seres como los descritos por José Ingenieros en su libro el hombre mediocre; una sociedad que terminará creyendo todo lo que ve en la televisión, en la prensa y en la Internet; una dictadura que poco a poco se está haciendo de estos medios que a diario bombardean titulares, fotos e imágenes de un mundo peor, y de peores hombres y mujeres; una dictadura que no permite que una voz distinta a sus propósitos se deje escuchar, que no permite que algún rostro rebelde a su causa tenga un espacio en “la televisión comercial”; una dictadura voraz que arremete contra los pocos diarios independientes para intentar cargar su tinta con el color del dinero y el poder.
¡Cuidado! Wawqipaniykuna, hermanos y hermanas, porque la realidad peruana es distinta a la narrada por la mayoría de medios de hoy, la realidad peruana que se vive en cada hogar, en cada escuela, en cada barrio, en cada iglesia, es distinta a la que grafican los quioscos de periódicos cada mañana, es distinta a la que narran con exagerada entonación y poca profundidad los noticieros de la mañana y de la noche, la realidad peruana no es lo que dicen los “expertos” que cada mañana hablan por la radio más popular.
Nuestra realidad es otra, y estoy seguro que es una realidad mejor a la que nuestra mente consume a diario, por eso, necesitamos de más filósofos que nos ayuden a comprender la verdad, necesitamos de más historiadores que nos ayuden a entender con sencillez la realidad, y necesitamos de más literatos para que nos ayuden a distinguir entre el arte de hacer sentir y la mentira que nos trata de asustar; y por supuesto, necesitamos de verdaderos periodistas que digan la verdad con objetividad y humildad, y menos miserables que se disfrazan de políticos, de analistas, de periodistas, o personajes de la televisión que se empeñan en vendernos su verdad interesada a cambio de nuestra libertad.
Allí estaba él, frente a su pantalla, con los brazos y piernas distendidos, casi inmóvil, con el control remoto en una mano y con el pulgar sube o baja el volúmen y cambia de canal mecánicamente. Mientras, su atención, su mirada, sus sentidos, se someten a las imágenes, voces y rostros que -con afán- le dicen descaradamente cómo pensar, qué sentir, cómo actuar.
Imágenes y voces que le crean angustia, miedo y preocupaciones, y a la vez, apagan su razón, hasta que él mismo balbucea esos mensajes a baja voz, inconsciente, sin juicio propio, y sin razón.
De pronto siente hambre, se levanta de la cama, se pone sus pantuflas y va a la cocina por café, un par de tostadas con margarina light, y se sienta en la mesa, al lado ve el periódico del día, su atención nuevamente es atrapada por la portada, sin darse cuenta en su mente se correlaciona con las imágenes que vió en el televisor de su habitación.
No se resiste y revisa tranquilamente cada página, cada imagen, cada titular y su bajada, cada columna de opinión. Y mientras bebe su café, nuevamente siente preocupación, miedo y bronca otra vez.
“Esta gente son los que joden el país”, se dice a sí mismo en voz alta. Y coge su celular para revisar las redes, y otra vez, los mismos mensajes, los mismos prejuicios, la misma sensación de miedo y bronca le eriza la piel.
“Otro domingo nublado”, dice, moviendo la cabeza y mirando hacia su jardín donde está el jardinero que llegó temprano con sus tijeras, su bicicleta y los costales de rafia para llevarse el pasto cortado cuando acabe su primera jornada del día. Lo ve trabajando con prisa, seguro tiene que acabar pronto para atender a otros clientes pendientes para ese domingo.
De pronto, el lavacarros toca el timbre, y él le abre la puerta, le da la llave del auto y 20 soles para que lo lave por dentro y por fuera, porque el lunes tiene un desayuno de trabajo y tiene que ir bien.
Y así transcurren los domingos, el día de descanso de aquel que gracias a su propio esfuerzo, a sus recursos y buenas relaciones ahora “vive bien”, aunque insatisfecho porque su lista de deseos no se han cumplido a plenitud, pero así es, la vida continúa igual para él, también para el jardinero, para el lavacarros, para ti y para mí.
La vida que tenemos es lo que cada uno de nosotros hacemos de lunes a viernes, y sábados y domingos, y así será mañana, la otra semana, y el siguiente mes, porque nuestra vida continúa. Y porque somos el resultado de lo que hacemos. Si hoy obramos bien, estaremos bien, si obramos mal, tendremos que pagar las consecuencias.
Por eso, vivir con miedo y odio es una elección que depende únicamente de nosotros, y ser felices con lo que tenemos es también una elección que depende de nosotros.
Así que tú eliges, o el miedo o la libertad, el odio o la felicidad, el bien o el mal. Recuerda que ese es el reto que la vida le pone al hombre o mujer libre cada mañana. De esa elección diaria depende el hoy y el futuro del país.
Al ver en las redes sociales las imágenes de las marchas contra Keiko, y a pocos días de la segunda vuelta electoral, siento que el Perú está más cerca de salvar la precaria e incipiente democracia que tenemos.
Nuevamente, son los jóvenes los que hacen sentir su voz de manera espontánea, con autenticidad y sin tener que seguir una consigna impuesta, sin llevar en sus manos banderines naranjas financiados en la oscuridad, sin polos regalados, sin ser trasladados en buses, y menos con ofrecimientos de algo a cambio.
Jóvenes que no se dejan intimidar por la campaña del miedo y el terruqueo que, con la complicidad de los principales medios de comunicación, se realiza de manera abierta, parcializada y descarada, sin escrúpulos y con el único propósito de favorecer a una candidata acusada de liderar una organización criminal, y que muy pronto tendrá que sentarse nuevamente frente a un juez para responder por las graves acusaciones que la Fiscalía tiene contra ella y su entorno más cercano, ese entorno que quiere hacerse del poder probablemente para tomar el control del sistema de justicia y así librarse de las condenas que tarde o temprano tendrán que pagar.
En este último tramo de campaña será más evidente el triunfo del profesor que ha decidido no declarar a la prensa limeña, aquella que lo tiene a periodicazos y estigmatizaciones todos los días, sin excepción, medios de comunicación que en lugar de recurrir a la razón con objetividad, decidieron hipotecar su opinión, transgredir la verdad y hacer del periodismo el más vil de los oficios, lamentablemente decidieron seguir el mismo camino que tomaron la mayoría de parlamentarios de los dos últimos congresos en cinco años, la triste consecuencia será el descrédito y la mala reputación de quienes renunciaron a su rol social a cambio de intereses particulares mezquinos. Con excepción de muy pocos periodistas que se han atrevido a dejar bien clara su posición, como debe ser siempre.
Mientras, la candidata perseguida por la justicia y con impedimento de salida del país, seguirá dando a conocer sus verdaderos propósitos políticos, ya sea con sus declaraciones enconadas o a través de los que se muestran al lado de ella con sus pesadas mochilas llenas de acusaciones, antecedentes y expresiones de autoritarismo, de aporofobia y soberbia; los mismos factores que han llevado a la gran mayoría de peruanos a decir basta ya de tanta porquería, basta ya de corrupción, basta ya de narcotráfico, basta ya de privilegios para unos cuantos en perjuicio de todos.
Los jóvenes que salieron a marchar lo dicen claramente, no quieren el regreso de la dictadura fujimorista, no quieren el regreso de los saqueadores del Perú, no quieren a la clase política de los últimos cuarenta años, por el contrario, exigen justicia para Inti y Bryan, justicia para las más de 270 mil mujeres y 20 mil hombres que fueron víctimas de las esterilizaciones forzadas, exigen verdadera libertad de expresión, exigen respeto a nuestros hermanos del Perú profundo, exigen dignidad, salud, trabajo y educación para los más pobres, para los agricultores, para los profesores, para los hombres y mujeres humildes de nuestra patria, para todos ellos que en las diferentes regiones del país han expresado en las urnas su hartazgo de los políticos de siempre, esos políticos que no terminan de entender el reclamo del pueblo, por el contrario, los tildan de socialistas o comunistas.
Espero que el 6 de junio los 25 millones de peruanos que irán a las urnas elijan bien, motivados por la razón y no por el miedo, y espero también que la Fiscalía tome las medidas necesarias para que esa misma noche, después de los resultados de la segunda vuelta, no termine sorprendida por historias como la que vimos en el norte del país donde un juez supremo negociante de condenas cruzaba la frontera para tratar de burlarse una vez más de la justicia.
90 años atrás Ortega y Gasset señaló que, “cuando una nación es grande, es buena también su escuela. No hay nación grande si su escuela no es buena. Pero lo mismo debe decirse de su religión, de su política, de su economía y de mil cosas más. La fortaleza de una nación se produce íntegramente. Si un pueblo es políticamente vil, es vano esperar nada de la escuela más perfecta.”
El Perú no solo no tiene buenas escuelas ni condiciones mínimas para educar de verdad a nuestros hijos, vivimos en un país con empleo precario, con subempleo similar a la esclavitud, con services, con informalidad, con abusivos turnos de 12 horas de trabajo diario por sueldos miserables, un país donde el sistema de pensiones y AFP condenan a nuestros viejitos a la pobreza y la mendicidad, y los que ni siquiera reciben una pensión son el vivo y triste testimonio del olvido del Estado de los más vulnerables, de los excluidos, de los invisibles, de los que Adela Cortina señala como las víctimas de la aporofobia, es decir, víctimas del miedo y odio a los pobres y a los desvalidos.
Esa aporofobia que hoy promueve alguna prensa que hace del miedo su mejor argumento para justificar su parcializado deseo de mantener el mismo modelo económico y político que, por lo que conozco hace cuarenta años, nos ha condenado a la “primacía” del mercado como si fuera el único camino ha seguir, pero la realidad es otra, por ejemplo, acaso no son los bancos unos usureros con privilegios, acaso no es la minería una “actividad económica” que no ha cambiado la realidad de las regiones más pobres del Perú, acaso la actual educación no ha producido bárbaros profesionales incultos, parafraseando a Ortega y Gasset, acaso la privatización de la salud no ha cambiado su finalidad por la rentabilidad.
Los gobiernos en cuatro décadas han sido incapaces de mejorar la agricultura, la infraestructura, la investigación científica, la salud, la educación, el empleo y la dignidad de la mayoría de peruanos que hoy se dedican a trabajar, de sol a sol, para sobrevivir con sus familias, hombres y mujeres que miran con hartazgo las grandes brechas sociales que cada vez se agudizan más, peor aún, en tiempos de pandemia.
Ya basta de aquella estupidez que busca perpetuar un modelo económico sin humanidad, la realidad lo evidencia. Personalmente me resisto a ser un aporófobo, al contrario, creo que es momento de construir puentes, de aceptar nuestra ceguera y de ponerse a trabajar para sacar adelante al Perú, para acortar las grandes brechas que nos han condenado a la pobreza humana y moral, hoy claramente manifiesta, tristemente.
El pasado 16 de abril se registró el mayor número de fallecidos por día durante toda la pandemia, según información de SINADEF, murieron 754 personas ese día, en lo que va del año más de 104 mil personas no lograron vencer a la COVID-19, de cada 10 víctimas de este virus, 4 son mujeres y 6 hombres, y el 45 % de muertes sucedieron en Lima.
Estas son las cifras que esta pandemia nos deja en un poco más de un año, desde su inicio, muchas familias han sufrido no solo el dolor de perder a un ser querido, también han padecido la angustia y el miedo ante una enfermedad silenciosa que aún no logramos vencer, los hospitales se han convertido en campos de batalla contra el virus, el personal médico continúa luchando en primera línea, están exhaustos, agotados, pero dispuestos a seguir en su lucha por salvar las vidas de nuestros hermanos.
Esta semana un querido amigo logró ganar su batalla, fueron dos meses de angustia, de miedo, de incertidumbre, sin embargo, él pudo regresar a casa, para estar nuevamente con su esposa y sus hijos, para tomar esta nueva oportunidad de vida como el mejor testimonio de fe, de valor y de esperanza.
Así como él, en estos meses muchos hogares han acogido a sus enfermos, les han abierto las puertas de sus casas a los que retornan como vencedores, en medio de llantos, abrazos y sentimientos encontrados, ahora tienen nuevamente el aire suficiente para seguir respirando, para seguir luchando en esta vida que siempre presenta obstáculos, retos y desafíos.
Hoy les rindo homenaje a los valientes, a los sobrevivientes, a los buenos hombres y mujeres que, a pesar de la dura lucha interna que libramos los que pasamos por esta enfermedad, seguimos adelante, dispuestos y con más ganas de materializar nuestros sueños, de amar a nuestros seres queridos, y también, de protegerlos para que no sufran lo que uno ha vivido.
Harold, querido amigo, tu regreso a casa al lado de los tuyos es una luz de esperanza que debe mantenernos vivos y vigilantes a todos los peruanos, para cuidarnos más, para protegernos entre nosotros, para pensar mejor las cosas que hacemos y las prioridades que tenemos en nuestro quehacer diario.
Creo que todos los que atravesamos por esta enfermedad tenemos la obligación moral de convertirnos en el testimonio vivo de que podemos vencerla si nos cuidamos, si tomamos conciencia de nuestros actos, si nos alimentamos sano, si nos lavamos las manos, si usamos mascarillas, si evitamos las reuniones, ya después tendremos tiempo para eso, ahora tenemos que cuidar entre nosotros la vida de todos los peruanos.
A pocos días de las elecciones el escenario político es nefasto, en este proceso electoral podrán participar 25,3 millones de electores, las mujeres que pueden votar superan en 200 mil al número de hombres, prácticamente son mitad y mitad, sin embargo, las diferencias se dan por edad, por ejemplo, entre 18 y 30 años son 7 millones de jóvenes, de 30 a 40 años son 5,5 millones, de 40 a 50 son 4,7 millones, de 50 a 60 años son 3,6 millones, y mayores de 60 años son 4,6 millones de votantes.
Y por lo que podemos ver ahora, es probable que los dos candidatos que pasen a la segunda vuelta no superen los 2 millones de votos cada uno, es decir, ninguno de los dos representará siquiera el 10 % de los electores, o dicho de otra manera, ninguno será elegido por 1 de cada 10 peruanos, por lo tanto, al llegar al gobierno no contarán con el respaldo de la mayoría, al contrario, representarán a una minoría que nuevamente tomará el poder por 5 años llevando en sus filas a los mismos mercaderes de la política de siempre, ya verán.
Hoy el Perú no solo enfrenta una crisis económica que lacera y empobrece a la mayoría de familias, condenando a la pobreza, la desnutrición y la ignorancia a nuestros hijos; además, es totalmente evidente que la salud, la educación y el trabajo son los sectores más abandonados y precarios del país.
Un país donde la corrupción, el narcotráfico y el crimen organizado se han convertido en la principal fuerza política tras bambalinas, un país donde la estrategia electoral se diseña y dirige desde las cárceles de máxima seguridad o están a cargo de perseguidos por la Fiscalía.
Por eso, les pido perdón a mis hijos, porque en estos 200 años no hemos sido capaces de construir un verdadero país, somos ciudadanos sin república, como señala Alberto Vergara, y no solo vamos de la precariedad institucional al descalabro político, esto que vivimos es peor, pareciera que el tiempo circular, como se concibe en la cosmovisión andina, nos está regresando a la época de la colonia, donde solo los que acceden el poder estarán bien, los demás, la mayoría, tendrán que seguir labrando la tierra, tragando el polvo de las minas, mendigando salud, educación o trabajo, seguirán siendo explotados y discriminados por sus ideas, por sus credos, por su raza, por su débil voz.
¡Carajo! la pregunta no es cuándo se jodió el Perú, sino, ¿por qué lo seguimos jodiendo?
¿Acaso no somos 25 millones de electores capaces de salvar al país, de forjar una verdadera clase política, de dejarles una patria mejor a nuestros hijos? En realidad, los estamos condenando a la migración forzada debido a nuestra indiferencia e inacción en la política, para finalmente, siempre votar por el mal menor.
A ustedes jóvenes que salieron a marchar a las calles, con sus pancartas, con sus ollas, con sus mochilas, para alzar su voz, y con sus deseos de cambiar este país que pronto cumplirá 200 años de vida independiente, pero a su vez, serán 200 años de resistencia silenciosa, resignada y sometida a dictaduras militares, a gobernantes corruptos, al terrorismo que mató a miles de nuestros hermanos, a gobiernos de organizaciones criminales que hasta hoy pugnan por el poder a través de sus esbirros disfrazados de demócratas que en las últimas décadas han demostrado que la ignorancia, la mentira, la ambición y la traición son el factor común de los políticos que deciden en el Estado, y que legislan por interés y para beneficio de los que obran detrás de ellos, en la sombra, manejándolos como maniquíes maquillados con cargos públicos, pero vacíos en su interior, en sus mentes y en sus almas.
Jóvenes, hoy la democracia está en cuidados intensivos, posiblemente muchos de ustedes no tienen idea de lo que es vivir en una dictadura, de padecer una crisis económica que va más allá de la escasez de papel higiénico, y menos, de ser víctimas de coches bomba, de desapariciones forzadas, de esterilizaciones clandestinas y otras formas de terror, si este año de pandemia les parece una tragedia, lo que puede suceder después del 28 de julio podría ser peor.
En esta campaña electoral vemos a varios mercaderes de la política que pugnan por hacerse de un Estado frágil, debilitado en sus estructuras esenciales. Un país que tiene un poder ejecutivo infectado por la corrupción y la ineficiencia, un poder legislativo de baja estofa donde el bien común casi no existe, donde legislar y votar es una vendetta política que solo favorece a intereses ocultos, y un poder judicial incapaz de cumplir su rol esencial de administrar justicia a tiempo y en su justa medida.
Y esto sucede porque alrededor del Estado tenemos al narcotráfico y al crimen organizado controlando el poder a través de malos políticos y funcionarios públicos que les sirven como vehículos de impunidad y protección.
Y también porque la mayoría de los medios de comunicación están hipotecando sus pantallas, sus páginas y sus micrófonos con la esperanza de alcanzar cinco años de bonanza económica a cambio de la libertad en su línea editorial y de información, y esto es una triste historia repetida.
Por eso jóvenes, lo que vemos hoy es una vitrina con maniquíes y jaladores que están tratando de convencerlos de que son la salvación y la esperanza para el país.
Sin embargo, detrás de la vitrina, en un cuartucho posterior, están los miserables repartiéndose el jamón, porque en estas elecciones ya no importa quién resulte elegido presidente, el que salga tendrá que allanarse al nuevo Congreso con los políticos de siempre, para sobrevivir en el poder, de lo contrario, la vacancia podría ser el camino más corto para que el legislativo nuevamente se apodere del sillón de Pizarro, e inmediatamente busque capturar al poder judicial, y desgraciadamente, nuestra precaria democracia caería ante un gobierno totalitario, corrupto e impune frente a sus abusos y crímenes de lesa humanidad.
La única manera de evitar el colapso de la gobernabilidad y la democracia es eligiendo bien a los que llegarán al Congreso, por eso jóvenes, hoy más que nunca tienen en sus manos la posibilidad de salvar al Perú, deben elegir con conciencia, con información y con el mismo coraje que demostraron en las calles, ahora deben hacerlo en las urnas.
Ustedes jóvenes que representan el presente y el futuro del país son los únicos que pueden salvarnos del fracaso colosal que los viejos políticos de siempre han sabido acomodar tras bambalinas para seguir aprovechándose del Estado a costas de nuestra indiferencia e inacción en la política.
Advertidos estamos, solo un buen Congreso salvaría al Perú, aunque suene a utopía. Y es mejor actuar ahora en las urnas para que no tengamos que salir a las calles después para recuperar la democracia haciendo frente a las balas disfrazadas de legalidad.
El día que falleció mi madre y recibí la noticia sentí un gran dolor que jamás he podido olvidar, aquella noche en mi interior se formaba un vacío para siempre, y desde entonces lo recuerdo y lo siento como si hubiera sucedido ayer.
Unos meses después murió mi abuela, y nuevamente sentí aquel dolor tan singular, tan profundo, único, que solo la muerte de alguien que amas te puede causar; y otra vez, un vacío para siempre se formó en mi interior, y es que, es como si la soledad se apodera de uno poco a poco, por pedazos, hasta que finalmente terminaremos alcanzando la soledad eterna, convirtiéndonos en polvo camino a las estrellas como decía Haya de la Torre, o dejaremos ir a nuestra alma hacia el otro mundo, al más allá, al cielo o al infierno, o al inframundo de los griegos, o al hanan pacha o mundo de arriba de nuestros ancestros.
Lo cierto es que cuando alguien muere no sabemos a dónde va, lo que sabemos es que ya no estará más con nosotros, no volveremos a escuchar su voz, a sentir su mirada, a sentir sus caricias, a sonreír o llorar con ellos, simplemente no estará más.
Y ese dolor y vacío que antes era ocasional, poco frecuente, hoy se está haciendo cotidiano; si el miedo que sentimos de perder a alguien que, por sus años o una enfermedad, poco a poco, nos da un tiempo para prepararnos para aquel momento, y cuando llega incluso tenemos algunas horas para despedirnos y darles el último adiós, sin embargo, todo eso ha cambiado, hace un año se registró el primer caso de la COVID-19 en el Perú y desde entonces todo es diferente.
Por eso hoy sentimos el miedo a la muerte, la incertidumbre, el silencio de la enfermedad, el dolor al dejar a una persona que amamos en manos de los médicos de un hospital sin saber si regresará, y en otros casos, sólo esperar que la lucha interna de tu propio cuerpo, o de tu hermano, o de tus padres, de tus abuelos, de tus amigos, de alguien que conoces, y que sabes que está luchando contra el virus, logre vencer la enfermedad.
Ese miedo, esa angustia, nos está consumiendo, y tenemos que encontrar una forma de sobreponernos, de resistir y seguir adelante, porque la vida es eso, si la muerte es el descanso eterno, la vida es una lucha constante.
Si estás pasando por estos momentos, como yo, como muchos en el país, entonces, creo que es tiempo de darnos aliento entre nosotros, de darnos fuerzas para salir adelante, de no dejarnos vencer por el miedo que paraliza, al contrario, convertir ese miedo en el detonante de un cambio de actitud con madurez y la inteligencia suficiente para cuidarnos, para evitar contagiarnos, para proteger nuestros ojos, nuestra nariz y boca lo suficiente para impedir que el virus ingrese a nuestro cuerpo.
Y también tenemos que tener la madurez y la inteligencia suficiente para evitar que nuestra mente se inunde de inmundicia, de desinformación, de mentiras, de psicosociales que algunos personajes lamentablemente difunden en las redes sociales y algunos medios de comunicación, quizás por su ignorancia o motivados por intereses perversos, pero eso es problema de ellos.
Recuerda que sólo depende de ti el no infectarte, usando bien un protector, como una mascarilla contra el virus o el control remoto del televisor para no consumir eso que afecta tu mente.
No permitas que unos medrosos se aprovechen de tu dolor y angustia para sembrarte desesperanza y desasosiego.
Recuerda que el mal se nutre del odio y la ignorancia, y nosotros no debemos convertirnos en su alimento, al contrario, al odio se vence con amor y la ignorancia con conocimiento.
En estos tiempos difíciles, para salir adelante, necesitamos solidaridad, amor y esperanza entre nosotros y buena y sana información para nuestras mentes.
Cuando se registraron los primeros casos de la COVID-19 en el Perú entrevisté a la doctora Rosa López, una destacada médico intensivista del país, y en medio de la conversación que tuvimos en aquel programa de televisión pude notar cierta desesperación y gran angustia en ella.
Sus advertencias claras respecto de la realidad hospitalaria era sólo una parte de lo que realmente le preocupaba, no sólo era el miedo de estar en la primera línea para enfrentar este virus con pocos recursos, precaria infraestructura, falta de equipos de protección adecuados y un número limitado de profesionales de su especialidad, sino, creo que el miedo mayor era la falta de atención y debida importancia por parte del gobierno para enfrentar realmente esta pandemia.
Y ahora, después de casi un año de aquella conversación la entiendo claramente, a lo largo de estos meses he sido testigo de innumerables testimonios de la lucha sin descanso que hacen nuestros médicos y el personal técnico tratando de arrancarle a la muerte el alma de hombres y mujeres que no lograron superar medianamente las consecuencias de esta enfermedad.
Como algunos saben, en junio del año pasado tuve que enfrentar a la COVID-19, y no fue una lucha personal solamente, felizmente tuve el acompañamiento y monitoreo permanente del doctor Luis Rivera, a quien lo llamo desde entonces como mi cuarto ángel porque siempre estuvo allí para hacerme entender la evolución de la enfermedad y la importancia de la fortaleza mental que necesitaba para vencer al virus, y así fue, felizmente.
Desde entonces, y abusando incluso de su bondad, le he pedido a mi cuarto ángel que siguiera el caso de muchas personas, de familiares directos y amigos también, felizmente la gran mayoría lograron superar la enfermedad y algunos otros todavía siguen luchando.
Y seguro ustedes se estarán preguntando por qué les cuento esto, en principio porque esta mañana recibí un reporte de un amigo muy querido que continúa luchando por su vida a pesar de estar muy grave, y porque además hoy me he enterado de 2 casos nuevos de contagio, dos personas cercanas a quienes, al escuchar sus voces, puedo percibir el enorme miedo que les embarga.
Por eso, creo que es justo agradecerles a todos los médicos y profesionales de la salud por su heroísmo y su entrega, por seguir allí en primera línea tratando de evitar que la muerte se lleve en sus garras las almas de las víctimas de la COVID-19.
Y también, porque creo que es urgente alzar la voz para decirles a ustedes, a los jóvenes, niños y adultos, que esta enfermedad nos está matando, cada día cerca de mil personas pierden la vida en el país, dos de cada tres mueren por COVID, y la única forma de evitarlo no es tomando ivermectina como proclaman los agentes de la muerte, esos charlatanes miserables que sólo quieren lucrar con el miedo, la ignorancia y la esperanza de la gente, si el infierno existe ni siquiera allí podrán quemarse.
Hay que alzar la voz también para decirles a cada uno que tenemos que cuidarnos, son tres cosas tan sencillas las que nos protegen del virus, una buena mascarilla bien puesta, lavarse las manos con abundante jabón constantemente y evitar estar en espacios cerrados cerca de otras personas manteniendo una distancia de 2 a 3 metros.
Y hay que alzar la voz también para condenar las malas prácticas, la corrupción y la primacía de la economía por encima de la vida y la salud de la gente, tristemente nuestro país carece de líderes verdaderos en el ejercicio del poder, por el contrario, el poder en el Perú ha sido tomado por gente infectada por el cáncer de la corrupción, por la búsqueda del beneficio subrepticio y por el mercado negro que doblega al honor y la dignidad a cambio de dinero o de vacunas clandestinas; cuánta decepción de gente profesionalmente destacada pero a la vez mercaderes de su prestigio, ese es el peor mal que aqueja y padece nuestra patria.
Mientras esto sucede, allí están los médicos de verdad, luchando por salvar vidas, a ustedes Rosa López, Luis Rivera, y tantos médicos más en todo el Perú, gracias, muchas gracias.
A las 4:46 de la madrugada del domingo recibí un mensaje de una profesora de la universidad en el grupo de WhatsApp agradeciéndonos por preocuparnos por su madre y el difícil drama que vivió en sus últimas horas enfrentando a la Covid. Lamentablemente había fallecido.
Luego de unos minutos otro profesor le dio las condolencias y le dice que comprende su dolor porque hace unos días él también perdió a su padre.
A media mañana recibo otro mensaje en el grupo de mis amigos del barrio donde crecí en San Juan de Marcona con la noticia de que Sixto ha fallecido.
Al rato llamo a mi papá y me cuenta de tres compañeros de trabajo fallecidos por culpa de la Covid-19.
Más tarde me enteré por las redes sociales que Cinthya Gonzáles, conductora del primer informativo asháninka en TV Perú necesita ayuda.
Y en medio de todo sigo pidiendo a Dios para que un gran amigo que conozco hace casi 20 años logre vencer su propia batalla contra este virus.
Mientras esto sucede en mi entorno más cercano, las calles siguen igual como si fuera un día cualquiera, Lima está en cuarentena pero la gente está en las calles, el tráfico sigue intenso y los medios de comunicación en lo mismo, criticando la llegada de las vacunas y mostrando la irresponsabilidad de muchos peruanos que a pesar de las advertencias no usan bien las mascarillas, arman juergas a escondidas y siguen movilizando gente en sus campañas.
Sin embargo, en muchos hogares peruanos se instala silenciosamente la angustia y el vacío que quema entre la boca del estómago y el ombligo. En muchos casos porque perdieron a un ser querido, o porque tienen a alguien luchando por su vida en un hospital, o porque necesitan oxígeno, una cama, algún tipo de ayuda médica, o porque sienten que la frente les quema y les falta aire al respirar.
Otros porque no tienen un trabajo o un ingreso que les permita sobrevivir en cuarentena y se ven obligados a salir, porque el hambre y la miseria también son un perverso mal que nuestra sociedad no ha sabido combatir.
Y en medio de todos ellos están los médicos y el personal de salud luchando exhaustos contra la muerte, hombres y mujeres que se quiebran por dentro cada vez que una vida se apaga en sus manos, ante sus ojos, sin poder hacer más, sin descanso, sin siquiera con algo de tiempo para gritar o llorar, y con el miedo de llevar el virus a su hogar.
Eso que sentimos por dentro, ese vacío que confundimos con el miedo, es la angustia.
Freud sostenía que la angustia que sentimos se genera por tres factores que se presentan a la vez en una persona. El primero es un sentimiento de peligro; el segundo, es un sentimiento de impotencia; y el tercero, es un recuerdo penoso, el recuerdo de una situación similar que hayamos vivido.
Como podemos notar, estos tres factores están invadiendo las familias, los hogares de muchos peruanos, en consecuencia, la angustia se está convirtiendo en un nuevo problema de salud pública en el Perú.
El psicoanalista Charles Odier decía que la angustia es un mal que puede trastornar las relaciones humanas, la vida social y la vida familiar, y además, se extiende como una epidemia en el seno de las sociedades civilizadas.
Por eso, en esta columna quiero advertirles sobre la importancia de acompañar emocionalmente a las familias que sufren el drama de enfrentar la enfermedad o la muerte por la Covid-19. Hablemos con ellos y ayudemos en aligerarles la pena, el dolor y la angustia. Porque ellos al igual que nosotros son niños y jóvenes que sufren por sus padres, tíos o abuelos; hombres y mujeres que lloran en silencio por la salud o por la ausencia de sus parejas, de sus hijos y amigos.
Estoy convencido que en los momentos tan duros como los que vivimos hoy puede surgir la humanidad, la solidaridad y la compasión que todos sentimos, pero también puede emerger lo más vil y perverso del yo animal que tenemos, y como somos seres libres, cada uno de nosotros debe elegir qué lado de nosotros queremos mostrar a los demás.
Estoy seguro que tú vas a elegir la solidaridad y la compasión con los demás, sólo así podremos vencer juntos a la epidemia de la angustia que acecha nuestras casas y a los seres que más queremos.
Ayer por la tarde salí de casa caminando hacia una farmacia, las cuatro cuadras que recorrí fueron suficientes para convencerme del titular de esta columna.
En ese corto trayecto encontré tres fiestas en algunas casas de mi barrio en el Callao, música a todo volumen, ventanas abiertas con parejas jóvenes tomando, fumando, riéndose y disfrutando a viva voz de lo que podría ser la antesala de un fatal desenlace en los próximos días.
La noche del viernes otros vecinos, jóvenes también incluso con un recién nacido en brazos, celebraban con música, risas y tragos en un pequeño departamento hasta la madrugada del sábado.
Y al despertar hoy domingo escuché aquellas cumbias que suelen acompañar a los que se amanecen y a los que despiertan con su resaca para buscar un ceviche picante que ayude a mitigar la sed y el dolor de cabeza.
Así está el país, la gente continúa celebrando los viernes y sábados como siempre ha sido en nuestras temporadas de verano, me imagino las playas este fin de semana, con la gente, sus cervezas y sus platos bien servidos a la hora de comer, y por supuesto, sin mascarillas, sin distanciamiento social y sin siquiera pensar en la creciente ola de contagios por la Covid-19.
Y este lunes nuevamente saldremos a trabajar, el transporte público seguirá siendo otra pista de combate donde casi es imposible atravesarlo sin correr el riesgo de toparse con el virus que cada vez ingresa con mayor facilidad a los cuerpos de jóvenes y adolescentes.
El reporte del Ministerio de Salud da cuenta de 153 muertos el jueves y 181 el viernes por Covid, sin embargo, todos sabemos que este reporte oficial está por debajo de la realidad, según el SINADEF, el número de muertos por día ya superó los 700 fallecidos por todas las causas, es decir, el doble de la media registrada el 2019.
A esto tenemos que sumarle la alerta de que ya no hay camas UCI disponibles, también la gran desinformación que circula en los medios tradicionales y virtuales sobre el supuesto uso preventivo de la Ivermectina , y por supuesto, la campaña política que demuestra una vez más que la pugna por el poder está por encima de la salud de las personas.
Estimados amigos, sobre todo los más jóvenes, los que se pegan al Tik Tok, los seguidores de youtubers, entiendan de una vez por todas que hoy nos toca a nosotros ser responsables; mientras el gobierno evalúa mirando una balanza si la salud o la economía debe prevalecer, somos nosotros los que debemos actuar.
A todos nos queda claro que la única manera de no contagiarnos es quedándonos en casa, es evitando tener contacto con personas que no viven con nosotros, así sean nuestros padres o familiares, por ahora, de lejos con ellos, sin contacto físico, sin besos, ni abrazos, ni tragos, ni juergas.
Febrero y marzo serán los meses más dolorosos de nuestra historia, yo al igual que ustedes recibimos a diario noticias de amigos, familiares y compañeros de trabajo contagiados, el Facebook se está convirtiendo en un obituario, no podemos ser tan ciegos e indiferentes y no hacer nada.
Si hoy no vas a misa, si hoy no vas a la playa, si hoy no te vas de juerga, si hoy no sales a un centro comercial, si hoy no visitas a tus patas, en unos meses podrás hacerlo.
De lo contrario, corres el riesgo de ser uno más para las estadísticas de muerte que hacen del Perú uno de los países de mayor mortandad frente a la Covid-19.
Finalmente, te digo que mientras lees este texto ya han muerto 2 personas en el país, uno por Covid y otro por otras causas. Por eso, quédate en casa.
Hola, buen día, si estás viendo este video es porque tú al igual que yo hemos llegado al inicio del 2021, y aunque Albert Einstein solía decir que el tiempo no es real sino una mera ilusión del hombre, aquí estamos, empezando de nuevo el calendario con nuevos sueños e ilusiones.
Atrás quedó el año de la pandemia, el año del coronavirus, un año que puso fin en sus días a la vida de más de 40,000 peruanos que no lograron vencer a la Covid-19, un año que cerró los colegios de todo el país, un año que nos obligó a cubrirnos el rostro con una mascarilla y nos enseñó que los abrazos y besos que solíamos dar para expresar nuestros afectos terminaron convirtiéndose en una amenaza de enfermedad y muerte.
El 2020 fue un año que puso a prueba la resiliencia de todos los peruanos, de nuestros hijos que dejaron de ir al colegio, de los jóvenes que tuvieron que encerrarse en casa al igual que nuestros adultos mayores; de las empresas, negocios y comercios que dejaron de producir, de vender o de funcionar; del personal de salud que aún continúan exhaustos luchando por salvar vidas; de tantos servidores públicos que a pesar de todo cada madrugada nos barren las calles, recogen la basura, cuidan nuestros parques, nuestras casas, apagan incendios, luchan contra el crimen o inventan formas novedosas de hacer sus clases virtuales.
En medio de todo esto la mayor decepción la tuvimos con los políticos de siempre, tres inquilinos de Palacio de Gobierno en un solo año, y un Congreso desbastado en su humanidad.
Y el mayor logro que puedo destacar es el despertar de los jóvenes, la generación del Bicentenario que alzó su voz, encendió las redes sociales y salió a las calles para poner freno a la codicia del poder que terminó amenazando la democracia y debilitando nuestra precaria gobernabilidad, dejándonos una crisis económica y conflictos sociales que han costado la vida de jóvenes y agricultores en medio de sus protestas.
Pitágoras solía decir que el tiempo era el alma del mundo, y hoy puedo decir que a pesar de que el mundo está triste por el año que dejamos, sin embargo, estoy convencido que tú al igual que yo tenemos en el corazón la esperanza, la fe y la voluntad de tener un nuevo amanecer, de empezar un nuevo día, un nuevo año.
Hoy estamos en la partida nuevamente, todas las entidades públicas y privadas tendrán que empezar de nuevo a trabajar intensamente para cumplir sus metas, nuestros hijos empiezan un nuevo año escolar, un nuevo ciclo en la universidad o el Instituto, y mañana y este lunes, todos volveremos a salir a trabajar muy temprano, porque la vida continúa, porque nuestros sueños y anhelos se renuevan, a pesar de la tristeza, la nostalgia, el dolor o el hambre, los peruanos sabemos levantarnos para seguir adelante.
Mario Benedetti decía que cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo; y tiene razón, cinco minutos son suficientes para detenernos a pensar y soñar con las metas y propósitos que tenemos que alcanzar este 2021.
Así que ánimo, este nuevo año tenemos que unir nuestras fuerzas para reconstruir el país, para elegir bien a los nuevos gobernantes, para mantener activa la fuerza y el vigor de la generación del Bicentenario, y para que la revolución de la moral que han iniciado continúe hasta erradicar la crisis de valores que se ha enquistado en nuestro tejido social.
Estoy totalmente de acuerdo con lo que propone Alejandro Narváez al señalar cuatro prioridades para el 2021:
Primero, trabajar intensamente para salvar vidas.
Segundo, proteger a los pobres y más vulnerables.
Tercero, salvar y promover la generación de empleo.
Y cuarto, todas las fuerzas vivas y económicas del país deben trabajar juntos para poner en marcha un plan de recuperación nacional post pandemia.
Así que no hay tiempo que perder y manos a la obra, como decía Charles Chaplin: el tiempo es el mejor autor; siempre encuentra un final perfecto.
La ideología es un conjunto de ideas fundamentales que caracterizan el pensamiento de una o varias personas que forman parte de un colectivo, de una comunidad y también de un partido político.
Porque toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de conciencia, y también de expresar libremente su opinión, por lo tanto, nadie debe ser discriminado ni atacado en su honra o reputación por sus ideas, por su fe, por su origen, por su idioma, por su situación económica y tampoco por su filiación política.
En los últimos días han aparecido señalamientos graves contra la dignidad de muchos peruanos que, haciendo uso legítimo de su derecho a protestar, han sido “terruqueados” y estigmatizados como violentistas, proterroristas, izquierdistas radicales y hasta responsables de la pobreza y del retraso del país.
El WhatsApp y las redes sociales se han convertido en un silo donde se revela la falta de moral de muchos politiqueros que revelan sus ansias de poder a toda costa.
No sean sinvergüenzas. Los que hoy recurren al discurso del odio son los mismos que desde hace 35 años han tenido la responsabilidad de gobernar el Perú, y el resultado es lamentable.
La pobreza, la desnutrición infantil, la precaria educación sin valores, las esterilizaciones forzadas y la violación de Derechos Humanos, la corrupción, el narcotráfico y el lavado de activos, la violencia de género, la informalidad, el empleo precario que linda con la esclavitud y la explotación de niños, mujeres y jóvenes que reciben miserias a cambio de jornales de trabajo de 12 horas; una agricultura que privilegia el capital a costas de la miseria del campesino, un sistema de salud mercantilizado, al igual que la pseudo política que cada año privilegia con sus leyes a grupos económicos que, con el cuento de las grandes inversiones, se han llenado de privilegios y exoneraciones para rentabilizar usureramente sus negocios manteniendo a la mayoría de peruanos en regímenes laborales extremos, abusivos y extenuantes a cambio de pocos soles que no alcanzan para vivir con dignidad.
Así es el Perú que le han dejado a los jóvenes, a los pulpines que salieron a las calles a decir: ¡Basta ya!, y también a defender la incipiente democracia vilipendiada por ustedes, los politiqueros crapulosos de siempre.
Ya pues, entiendan de una buena vez que su mesianismo y discurso de odio no será aceptado por los jóvenes de hoy. La nueva generación que salió a las calles está protagonizando una revolución de la moral, y están exigiendo la creación de un verdadero capital social que nos conduzca hacia un Perú mejor, y para lograrlo se necesita de 4 ejes fundamentales:
El primero es lograr que la ética y una cultura de valores se conviertan en el factor dominante de la educación y la sociedad.
El segundo es fortalecer las comunidades y colectivos sociales que emergen motivados por la búsqueda de justicia, de paz y de solidaridad.
En tercer lugar, tenemos que recuperar la confianza entre nosotros, y para eso necesitamos nuevas autoridades, de nuevos políticos de verdad, de nuevos actores sociales.
Y en cuarto lugar, debemos consolidar una verdadera conciencia cívica en todo el Perú.
Esta revolución de la moral nos deja grandes lecciones donde la generación del Bicentenario se ha convertido en la protagonista y, sin duda, seguirá vigilante para cuidar la democracia y alzar su voz ante cualquier injusticia. Y ellos no se dejan engañar.
Los jóvenes no están ni desilusionados, ni confundidos, y tampoco infiltrados, están dispuestos a actuar para corregir los errores del pasado que hoy nos pasan la factura, y claro que no están dispuestos a callar y tampoco hacerse de la vista gorda, son una nueva generación que tiene voz, que grita fuerte, que se moviliza, que actúa, por lo tanto, son la esperanza de un Perú mejor.
Tener poder es tener la facultad de lograr algo, y la ignorancia es la carencia de cultura y conocimientos.
En los últimos días hemos sido testigos del peligro que representa para un país cuando el ejercicio del poder y la ignorancia se juntan, esta perversa combinación generó una reacción en cadena que detonó en lo que denomino como la revolución de la moral.
Las consecuencias de la mezcla del poder con la ignorancia despertó a los jóvenes y los sacó a las calles, alzando su voz como legítimo derecho, para que muy pronto descubrieran también que el poder emana del pueblo, por lo tanto, concentra la fuerza suficiente para neutralizar e impedir el uso indebido, indiscriminado y abusivo del poder.
En una semana lograron revertir el daño que, durante los últimos veinte años, ha venido afectando de manera sostenida, a la democracia y la gobernabilidad en el país.
La corrupción, la inseguridad humana, la desigualdad y la precariedad en educación, salud y justicia son las consecuencias de las políticas públicas aplicadas por los cuatro gobiernos democráticos que sucedieron a la dictadura del Fujimorismo.
Han sido 20 años donde la democracia y el ejercicio del poder fueron confiados a los partidos políticos de siempre, con los mismos líderes políticos, y con procesos electorales donde prima la repartija y el reacomodo de cargos y puestos en los tres poderes del Estado y en los tres niveles de gobierno, para sacarle el mejor provecho en lugar de ponerse al servicio de la sociedad y realmente promover el bien común. Aunque encontramos pocas y honrosas excepciones.
Hoy los jóvenes se han dado cuenta que tienen el poder, han sacado a Merino del Palacio de Gobierno, y con él salió Antero Flores Aráoz y lo que representa para la política tradicional.
Es decir, los jóvenes ya han tomado conciencia del poder que tienen, jóvenes que también tienen claro qué es lo que quieren que no se repita, y también han identificado claramente a quiénes no quieren de vuelta en la política.
Los jóvenes han vivido, en sus voces, en sus manos y en sus redes, el uso del poder; han sentido la adrenalina, el miedo, la indignación, la pasión, la solidaridad, el espíritu de cuerpo, el cansancio con causa, el sacrificio por el bien común; han vivido la política en su esencia.
Pero aquí cabe una advertencia, porque el ejercicio del poder es adictivo, por lo tanto, deben tener en cuenta lo que digo al inicio, el poder y la ignorancia juntos se convierten en una bomba destructiva para la sociedad y la democracia.
Por eso, lo que se necesita a continuación es que los jóvenes no renuncien a su protagonismo, que sigan vigilantes y atentos a lo que sucederá en las próximas elecciones, pero de fondo, debemos corregir y mejorar las reglas de juego de nuestra moral, para eso es inminente una reforma constitucional, pero no será suficiente si la cultura, la educación y la ciencia se mantienen en el ostracismo, en el olvido, o como privilegio de unos cuantos.
El progreso y el crecimiento económico del Perú debe ser el resultado de una sociedad más justa, altruista, culta, libre y solidaria, y no al revés, como se dice y repite tantas veces.
Los jóvenes de hoy exigen un verdadero cambio en las formas de hacer política, en las reglas de la política, y un cambio también de políticos, de nuevos protagonistas que no sólo reciten a Vallejo y que transmiten sabiduría, sino, que asuman con responsabilidad el desafío de refundar el Perú de la mano con la generación del Bicentenario.
Hasta que de pronto se despertó en el Perú una generación de jóvenes voluntarios y valientes dispuestos a convertirse en los guardianes de la democracia.
Hombres y mujeres que ya están hartos de la clase política tradicional que tuvo 20 años para enmendar los errores de la dictadura que padecimos en los 90.
Los cuatro gobiernos democráticos que surgieron después de la marcha de los cuatro suyos y la revelación del primer vladivideo no fueron capaces de recuperar la moral, la decencia y la dignidad en la política.
Por el contrario, se acomodaron mejor en el sillón, con las mismas reglas de juego contenidas en la constitución del 93, que fue diseñada para perpetuar el poder de organizaciones criminales que han copado los tres poderes del Estado para dar lugar al crimen y la corrupción.
20 años tuvimos en el Perú para reparar el daño, para juzgar a los criminales, para refundar el Estado, para extirpar el cáncer de la corrupción, sin embargo, los que llegaron al poder prefirieron la plata en loncheras, en cuentas en el extranjero, o sobres manila con billetes a cambio de leyes, a cambio de libritos, a cambio de absoluciones o sentencias benignas, a cambio de cargos de confianza y fajines ministeriales para firmar contratos sobrevaluados para justificar los porcentajes de la colusión.
La vacancia de Vizcarra en manos del Congreso sólo fue el detonador que destapó una olla a presión, el indulto a Fujimori en nochebuena y el intento de separar a Domingo Pérez del caso lava jato en año nuevo fueron los primeros anuncios de lo que esta semana empezó.
Hoy los jóvenes, hombres y mujeres de todo el Perú, han despertado, en costa, sierra y selva decidieron salir a las calles para hacer escuchar su voz, con carteles en la mano, con sus ollas en las ventanas, con arengas y un celular registrando y publicando la realidad que muchos medios callan, jóvenes que despertaron el héroe dormido que llevan dentro para decir: ¡Basta ya! ¡Estamos hartos!
La crisis política que padecemos hoy es el triste resultado del fracaso de los denominados “partidos políticos”, cuando en realidad son las cloacas de la ambición, del egoísmo, del lumpen y de la ignorancia con plata.
Por eso tienen razón los jóvenes cuando, a viva voz, señalan que estos mercaderes del poder no nos representan, Y peor aún los que ahora han tomado el poder para demostrar, una vez más y de la peor manera, que son la causa del fracaso del país.
Las viejas prácticas represivas con gas lacrimógeno y perdigones, la censura a verdaderos periodistas, y la compra de conciencias y voces de fantoches en la televisión y la prensa no serán suficientes para callar a los jóvenes que han despertado hoy.
Antes Malala, también Greta Thunberg, y hace poco Taylor Swift son un claro testimonio de lo que sucede en el mundo, un planeta con dos mil millones de jóvenes, la cuarta parte de la población mundial interconectada por las redes sociales, el Instagram, YouTube y Tik Tok, que saben alzar y hacer sentir su voz por una causa justa.
Ahora nos toca escuchar sus voces en el Perú, ahora nos toca acompañarlos en sus marchas reclamando justicia, reclamando por un país mejor. Esto que hoy estamos viviendo es la revolución de la moral en manos de los jóvenes que son el futuro del Perú.
Ahora más que nunca debemos apoyarlos, debemos aplaudirlos como hace poco lo hacíamos con los policías que nos cuidaban por la pandemia, aún están a tiempo para bajar sus armas y no seguir matando a nuestros hijos, a sus propios hijos, a nuestros hermanos, al futuro del país, que hoy han despertado para evitar que la gobernabilidad y la democracia se entregue rendida a estos partidos políticos de fachada que sólo buscan el poder para seguir conduciendo el país al fracaso.
La revolución de la moral que han emprendido los jóvenes muy pronto se convertirá en victoria, pero sólo será el triunfo de una batalla, la siguiente la tenemos que ganar todos los peruanos el 11 de abril derrotando, de una vez por todas, a los grupos políticos responsables de la muerte de 2 jóvenes que entregaron sus vidas por la libertad, por la democracia, por el futuro de este Perú que todos amamos.
“Prende tu cámara que estás en clase”, suele ser una frase común de padres y también de profesores adaptándose a esta nueva realidad.
La pandemia y el encierro en casa obligó al gobierno a tomar medidas extremas a los pocos días de iniciado el año escolar, desde mediados de marzo las escuelas, institutos y universidades se vieron obligados a recurrir al Meet, al Zoom, a Skype y a Teams para reiniciar sus actividades en medio del miedo y la incertidumbre frente a la amenaza de la Covid-19.
Igual sucedió en las empresas, la inmovilización social mandó a casa a la fuerza laboral del país, poco a poco tuvimos que adaptarnos a las reuniones de trabajo en línea, poco a poco los comercios tuvieron que diseñar sus páginas web, que antes eran opcionales para convertirse en esenciales, de lo contrario estaban condenadas a la extinción.
Los bancos y sus servicios financieros, los nuevos medios de pago en línea, la expansión de los monederos electrónicos, incluso los servicios públicos, se han visto obligados a transformar velozmente sus plataformas de servicios para subsistir en este nuevo mundo conectado a través de la tablet, la laptop y el celular.
Si bien estos cambios en los estilos de vida aún son de difícil adaptación para los adultos, sobre todo para los mayores de 60 años, sin embargo, los jóvenes, niños y adolescentes no han mostrado ninguna resistencia, por el contrario, su natural disposición al mundo digital y su inmersión en la internet se ha potencializado de tal manera que, incluso, se han convertido en la mesa de ayuda para el papá o mamá en su trabajo remoto, para el profesor que ahora recurre al ppt y a la pizarra virtual en reemplazo de la tiza o el plumón, incluso para ayudar a difundir en redes sociales los emprendimientos de subsistencia, que frente a la necesidad de tener ingresos, muchos padres de familia han tenido que incursionar.
El YouTube, el Tik Tok, Instagram, Twitter, entre otras redes sociales, se han convertido en el reemplazo del noticiero matutino. Los jóvenes ahora están en clases con el celular en mano y con otras ventanas abiertas en su PC, mientras que “el profe”, como les dicen ahora, les insiste para que prendan la cámara, para que participen de alguna manera, incluso vía chat si no quieren hablar.
Es el selectivo silencio de los alumnos en clase, que se resisten a prender sus cámaras con pretextos de conexión, porque saben que aquella cámara no sólo los muestra a ellos, también revela su habitación, su vida íntima y las voces de su convivencia familiar, pero también, revela que ahora ellos tienen el control.
En un reciente artículo publicado en el diario El País, Victoria Zárate señala que nada será como antes. Ni la forma de relacionarnos ni el entorno en el que lo hagamos, porque la era post covid rompe la idea ancestral del espacio como punto de encuentro, donde transcurría gran parte de nuestra vida laboral y social. Y si este espacio público se desmorona, la invasión del espacio privado parece ser la única alternativa. Y a partir de ahora nuestro hogar, el lugar de descanso y encuentro familiar, se convertirá en nuestro puesto de trabajo, en el gimnasio, en la escuela virtual, incluso en el consultorio médico o la planta de producción de nuestras ofertas en línea.
Esto significa que ahora los jóvenes pasan a tener el control de la cámara web, del aula virtual, del nuevo mundo digital post covid. Ahora son los jóvenes internautas los que poco a poco irán descubriendo su verdadero poder de transformación, y si algo debemos destacar de este año de la pandemia, es que nos ha obligado a mirarlos para tratar de entender, en el corto plazo, cuál será ese nuevo mundo en el que tendremos que lidiar, ya no para competir con ellos, tampoco para verlos como una amenaza para la tradicional fuerza laboral, sino, para tratar de seguirles el paso, para mantenernos cerca de ellos y no quedarnos atrás.
No sólo en el mundo tecnológico, económico o social, también en el escenario político. Mientras que los políticos tradicionales continúan con sus enfrentamientos de siempre, hoy los jóvenes los rechazan con desdén. La política para los nuevos protagonistas tiene un nuevo camino, Billie Eilish y Taylor Swift nos dan una señal de lo que sucederá pronto en América Latina, un solo mensaje en redes, una frase y una canción dirigidos a millones de seguidores están cambiando el escenario político en los Estados Unidos, y los resultados los veremos muy pronto.
Como dice Taylor Swift en su reciente canción Only the young: sólo los jóvenes pueden correr, y correr, y correr.
Entiendo que todos reconocen lo que hoy tengo en la mano, este huevo es considerado como el alimento más seguro para el consumo humano, es una proteína de gran valor biológico, rico en nutrientes, es bueno para el corazón y es imprescindible para lograr una alimentación saludable.
Su estructura básica la conocemos todos, su núcleo o centro es la yema, y ésta es protegida por la clara, que actúa como un escudo químico de protección contra microorganismos y bacterias que pueden contaminarla, además de proveerla de agua y proteínas.
Y ambas, la yema y la clara, están encapsuladas con una cáscara porosa que a su vez está recubierta por una película invisible ante nuestros ojos llamada cutícula, y cuyo rol es evitar la deshidratación y la entrada de bacterias.
Seguro se estarán preguntando qué tiene que ver esto con la política, pues bien, los políticos son como el huevo, su existencia es esencial para garantizar la buena convivencia entre todas las personas, el político en esencia debe contribuir a la buena salud del tejido social, cuyos nutrientes y proteínas esenciales deben ser la ética, la moral, los valores y los Derechos Humanos, elementos tan necesarios que, sin duda, contribuyen a la eliminación del hambre, de la pobreza, de la desnutrición y de la miseria en las sociedades.
Las agrupaciones políticas en el Perú están preparando sus recetas para ofrecer su menú más apetitoso el próximo 11 de abril, nuevamente las calles de las ciudades, las paredes, las radios locales y la televisión mostrarán rostros, marcas y mensajes para influenciar en aquella votación que generalmente se decide en el último minuto frente a la mesa de sufragio.
Allí, como si estuviéramos parados frente al mostrador de una pastelería, tenemos que elegir un solo postre, quizás adornado con frutas exóticas, con crema Chantilly, con chocolate o con nueces y avellanas, postres de diferentes colores y sabores, pero sólo uno será de nuestra elección.
Sin embargo, si el pastel que elegimos fue preparado con un huevo maloliente, de clara poco transparente o contaminado, entonces terminaremos intoxicados.
Por eso, las agrupaciones políticas deben tener mucho cuidado al escoger a sus representantes, el mismo cuidado que todos tenemos cuando escogemos los huevos para preparar un pastel, porque en ese momento es cuando descartamos aquellos huevos de dudosa procedencia, que huelen mal, que están podridos. En Europa la legislación exige que los huevos que se comercializan deben indicar el modo de crianza de las gallinas, por ejemplo, si son de jaula, de granja o de corral, para que el ciudadano tenga bien claro lo que está comprando, incluso es obligatorio descartar aquellos huevos que están quiñados o golpeados.
Esperemos que esta incipiente reforma electoral ayude en algo a la selección interna de los candidatos, y que los nuevos postulantes sean como los huevos saludables que vienen de un buen corral, con una yema con todas sus propiedades, es decir, hombres y mujeres con ética, valores y virtudes; y que estén rodeados de personas transparentes que nutran su núcleo, como la clara de huevo; y que su capa protectora, aquella que tiene contacto con el exterior como la cutícula que cubre la cáscara del huevo, se mantenga intacta para no contaminar su interior, cómo funciona exactamente la moral en las personas.
Por eso, si alguna lección nos deja esta pandemia y la crisis que enfrentamos, es que debemos preocuparnos y ocuparnos en una buena alimentación y un buen gobierno para todos los peruanos.
Eso significa que debemos tener mucho cuidado con lo que elegimos para comer y mucho cuidado con quienes elegimos para gobernar, porque ambos nos permitirán realmente estar bien los próximos cinco años.
Alberto Vergara planteaba la siguiente pregunta en la segunda edición de su libro “Ciudadanos sin república”: ¿Por qué cultivamos de forma necia el desinterés por el estado de derecho, las instituciones y la democracia? También decía que para responder debemos descender y aterrizar en los callejones de la política, sus ideas y actores.
Pues bien, lo sucedido esta semana en torno al pedido de vacancia presidencial realmente ha descubierto los vaivenes de los callejones de nuestra política, aquella que no se caracteriza necesariamente por el buen discurso y el debate de ideas y propuestas para el bien común.
Lo que se ha descubierto, una vez más, son audios grabados por encargo, mensajes de chat a un ministro ofreciéndole mantenerlo en su puesto, y seguramente pronto veremos más mensajes de este tipo dirigidos a los militares y no necesariamente pidiéndoles que mantengan la calma, porque todo va a estar bien.
Luego, hemos visto al presidente Martín Vizcarra ingresando al congreso, cuando ya no lo esperaban, con discurso en mano para defenderse de aquella acusación que el Tribunal Constitucional decidió no detener al rechazar la medida cautelar.
Lo que vino después, y por varias horas, fueron los discursos de los actuales parlamentarios, una a una sucedieron las peroratas, la mayoría leídas de un papel que la noche anterior los asesores congresales terminaron de escribirles a sus jefes y protagonistas de un penoso espectáculo político.
Los callejones de la política existen, están allí, con tramas más expectantes que las preferidas series de Netflix, sin embargo, si buscamos las ideas y los actores, entonces, no encontramos más que chismes, diatribas, bulos y ofensas de baja estopa, cuyos protagonistas, muchos sin mascarilla y a viva voz, se muestran como esperpentos o espantajos que resguardan la carroña de otros buitres que rondan en círculos el cenáculo del poder.
Actores improvisados de una tragicomedia carcomida por intereses subrepticios, por la corrupción, por el crimen organizado, por los grupos de poder que necesitan de la ley hecha a su medida para mantenerse impunes.
Actores algunos que suben a las tablas motivados por recibir su bolo sin descuentos, actores que leen sus guiones por primera vez en pleno parlamento, sin siquiera entender lo que están diciendo, y menos con escuchar o intentar comprender lo que dicen sus pares, ese es el espectáculo de horror que seguimos viendo, semana a semana, de pleno a pleno.
Mientras, van pasando las semanas, el 11 de abril está cada vez más cerca, dentro de seis meses volveremos a las urnas para elegir al nuevo elenco que deberá protagonizar por 5 años la actuación política peruana, nuevamente, cuando miremos la cartelera no tendremos mucho que escoger, y posiblemente el afiche con la mejor foto posada termine influyendo en nuestro voto; mientras que el argumento, el reparto detrás de aquella puesta en escena, él o la que dirige la actuación, incluso hasta la fuente de financiamiento, no serán tomados en cuenta.
Cuándo entenderemos que la única manera de romper este círculo vicioso es dando lugar a instituciones sólidas. Es de suma urgencia que la sociedad civil, que los jóvenes, hombres y mujeres, apuesten por crear partidos políticos con ideas y propuestas en lugar de cupos e intereses, con líderes éticos en lugar de mercaderes de poder, con reglas claras y transparentes en lugar de pactos y repartijas de café y madrugada.
Mientras no tengamos partidos políticos transparentes, democráticos y orgánicos, no podremos recuperar la institucionalidad del ejecutivo y del legislativo y, en consecuencia, no podrán contribuir realmente a la reforma del sistema de justicia que también nos urge, es decir, la gobernabilidad y estabilidad democrática después de 200 años de vida republicana, seguirá dependiendo de aquel caudillo que llegue a palacio de gobierno y de su equipo de campaña que, luego de hacerse del triunfo, le reclamarán al nuevo presidente su cuota de poder y cargo público como retribución al buen trabajo de pegar afiches, organizar mítines virtuales y repartir souvenirs en las calles y plazas de nuestra patria.
Y así empezará el 28 de julio próximo una nueva temporada de la actuación política peruana.
Desde Aristóteles hasta Tomás de Aquino la política era la continuidad de la ética porque estaba orientada a la formación del ciudadano virtuoso para que pueda vivir bien.
Y es con Maquiavelo que esta concepción de política cambia porque abandona su conexión con la ética para dar lugar a la idea de política como el saber organizar el Estado y el gobierno, mediante leyes y convenciones sociales.
Desde entonces, la política moderna se entiende como una técnica encaminada al perfeccionamiento del ejercicio del poder, que hace uso del derecho, es decir, las leyes, para legitimarse.
Pues bien, si miramos el Perú, a lo largo de nuestra historia republicana hemos tenido a líderes políticos que ejercieron el poder conforme a sus convicciones éticas, ideológicas y morales, pero también hemos tenido a otros que cuando llegaron al poder hicieron uso de él para corresponder a sus intereses particulares, sin importar el daño o afectación a la mayoría de peruanos.
En los últimos 40 años hemos sido testigos del ejercicio del poder de gobernantes que llegaron a Palacio de Gobierno elegidos democráticamente por su popularidad individual, más que por una ideología o doctrina política como propuesta de gobierno.
Alan García fue elegido en su primer gobierno por su capacidad oratoria y simpatía, a cuestas de la división de su propio partido y del desastre económico al que nos condujo, y que terminó siendo la plataforma de campaña de un chinito con su tractor convertido luego en dictador, y hoy preso por crímenes de lesa humanidad y corrupción, nuevamente, plataforma de campaña que dio lugar a que Alejandro Toledo llegue a Palacio para reconstruir la democracia, sin embargo, la corrupción rediseñó sus redes y retomó nuevamente los pasillos del poder, y así le sucedió otra vez a Alan García, luego a Ollanta Humala y después a PPK, son 40 años de líderes políticos sin partidos políticos de verdad, incluso, hoy tenemos al presidente Martín Vizcarra gobernando sin partido político, y lo más probable es que el 2021 tengamos un nuevo presidente producto de una campaña financiada por grupos de intereses económicos que construyen agrupaciones políticas de fachada, solo por cumplir la ley, pero en realidad es para hacerse del poder y servirse de él para satisfacer sus apetitos e intereses particulares.
Lo sucedido esta semana con los audios del presidente, que en realidad son un testimonio de lo que sucede a diario en las oficinas del aparato público, en todas las instancias lamentablemente, donde el ardid, la sospecha, la componenda, el registro clandestino, el chisme, los correos anónimos y la quejudez son cotidianos; ésto no es más que la pugna por hacerse de más poder, donde al otro, al de la oficina de al lado, se le ve como el enemigo, por lo tanto, se le debe derrotar, incluso con malas prácticas para tener el camino libre para hacerse de más poder, cuando se puede escalar.
Sin embargo, lo sucedido en el Congreso con el pedido de vacancia, y luego lo revelado por IDL-Reporteros sobre las llamadas a las fuerzas armadas por parte del presidente del congreso, dejan muchas preguntas para reflexionar.
Por ejemplo, ¿realmente lo que se busca es tomar el control del ejecutivo para los últimos diez meses que queda de este gobierno sumergidos en una crisis debido a la pandemia?, ¿no será acaso que lo que se busca en realidad es tomar nuevamente el control del sistema de justicia y las investigaciones de la Fiscalía después de que IDL lograra revelar las redes criminales que controlaban y negociaban la justicia en el Perú?, ¿a quiénes les conviene que esto suceda?, ¿acaso no son aquellos políticos, que tienen miedo de que el brazo de la justicia los alcance, los que alzan su voz exigiendo la vacancia?
Felizmente, el periodismo de investigación serio sigue haciendo bien su trabajo, y la sociedad civil debe seguir vigilante y sin dejarse engañar por los reflectores de algunos medios que intensifican su luz para no dejar notar lo que realmente hay detrás, en medio de la oscuridad.
Por eso señores congresistas, no se dejen arrastrar de las narices por algunos asesores, sobre todo aquellos que fueron echados del legislativo y ahora han vuelto por la puerta de atrás, porque tarde o temprano la verdad siempre sale a la luz.
Llegó la noche y Sofía nuevamente fue a acostar a su hermanito, le dio un beso en la frente y le pidió que se duerma.
¿Mañana vendrá mi papá?, le pregunta Martín.
Creo que todavía no vendrá, le responde y trata de salir de la habitación.
Pero ¿cuando vendrá?, le dice Martín con los ojos bien abiertos.
No le responde y sale conteniéndose para no llorar delante de él, mientras que su madre también sufre en silencio, en su cama, con sus recuerdos, con su tos, con el virus que su esposo le dejó antes de morir.
Javier era taxista, con mucho esfuerzo logró comprar su auto para no pagar una cuota diaria como lo hizo por muchos años, desde entonces les fue mejor, siempre salía a trabajar muy temprano, volvía a almorzar todos los días, ya tenía sus clientes que lo llamaban y confiaban en él, hasta que esta pandemia le obligó a cumplir la cuarentena, los pocos ahorros se acabaron pronto y nuevamente tuvo que salir a las calles de Lima.
Hasta que de pronto se sintió mal y una de sus clientes que llevaba siempre a su trabajo en un hospital logró conseguirle una cama, sin embargo, a los pocos días, ella fue la que llamó al mismo teléfono de Javier para darle la noticia a su familia: Javier no resistió más.
Esta es una de tantas historias de dolor que no solo afecta a aquella persona que enferma gravemente de la Covid-19, este virus también afecta a las familias de sus víctimas.
Según cifras oficiales más de 29 mil personas han muerto por este virus, y según el Sistema Informático Nacional de Defunciones la cifra supera los 68,500 muertes por la misma causa.
Cifra que se acerca al número de víctimas que dejó la insania terrorista en nuestro país, y cuyas consecuencias hasta hoy están latentes, niños de aquella época que fueron víctimas del terror y perdieron a sus seres queridos, niños y niñas que de la noche a la mañana se quedaron sin padres, sin hermanos, sin abuelos, tuvieron que aprender a convivir con el miedo y la desprotección para salir adelante, en un país donde la desigualdad, la discriminación y la indiferencia se ensaña con los más vulnerables.
Hoy nuevamente son los niños y niñas, nuestros hijos pequeños y adolescentes, los que sufren las consecuencias de esta pandemia, ellos están perdiendo a sus seres queridos repentinamente, sin tener oportunidad de despedirse, la muerte otra vez está irrumpiendo de golpe en el seno familiar.
Nuestros hijos también están padeciendo de angustia, de miedo, de incertidumbre, aquel espacio feliz donde tenían sus amigos con lugares para jugar, pera correr, para enamorarse, hoy de pronto, se cerraron, no hay escuelas, no hay universidades, no hay reuniones, no hay cines, no hay teatros.
Esta nueva realidad y lo que viene en adelante debe tomar en cuenta a nuestros hijos y a las familias, sobre todo aquellas duramente afectadas.
La recuperación económica no es suficiente para lograr una verdadera recuperación del país, igual importancia se debe dar al valor de la familia y la educación, un binomio inseparable y necesario para construir una verdadera sociedad.
Hace algunos años le pregunté a monseñor Bambarén qué podemos hacer para superar la crisis de valores que padece el Perú, y recuerdo claramente su respuesta: lo primero que debemos hacer es cultivar el valor de la familia.
Hoy las familias están siendo afectadas directamente por la pandemia, como la familia de Javier, eso significa que el Estado, la sociedad civil y cada uno de nosotros debemos trabajar juntos por recuperarla, por ponerla en valor y fortalecerla, porque si la familia es el núcleo de la sociedad, una buena familia constituirá una verdadera sociedad, más justa, altruista, libre, culta y solidaria.
La filósofa española Adela Cortina insistió durante 22 años para lograr que el término “aporofobia” sea reconocido por la Real Academia de la Lengua Española, y el propósito que existe detrás de esto es ponerle un nombre a un mal que cada vez se agudiza más en las sociedades de nuestros tiempos.
Aporofobia viene de “áporos” que significante carente de recursos, y “fobia” que significa aversión o rechazo a algo o alguien, es decir, aporofobia es es el rechazo o aversión que tenemos a alguien que no tiene recursos, a alguien que tiene carencias significativas de algo. Adela Cortina señala claramente que la aporofobia significa aversión, rechazo o incluso odio, a los pobres, a los desvalidos, a los malsituados.
Esta semana fuimos testigos de un lamentable comportamiento de un joven en el distrito de Magdalena, el estaba en la calle paseando a su perro cuando un sereno del distrito le insistió que use una mascarilla, este joven en lugar de aceptar su falta optó por insultar y agredir verbalmente al servidor público que supo mantener la calma mientras registraba con un celular la agresión de la que era víctima.
Una vez que se hizo público el video de inmediato las redes sociales y los medios de comunicación hicieron lo propio, difundir y repetir las imágenes, identificar al autor, incluso lo entrevistaron, mientras que los internautas expresaban de todas las formas el rechazo y la condena a aquel joven protagonista de un acto a todas luces racista, en medio de estos comentarios encontramos posiciones sensatas y muchas otras tan similares y reprochables como el video en cuestión.
Este tipo de agresiones a diario las padecen los serenos, vigilantes, policías, comerciantes, ambulantes, ancianitos, mendigos, niños y niñas en las calles, hombres y mujeres, como tú y como yo, peruanos y extranjeros, costeños, serranos y amazónicos; todo aquel que se muestra diferente por su manera de pensar, de sentir, de hablar, de querer, de rezar, de vestir, de trabajar, diferente también por su nivel de ingresos, o incluso por que en la vida decidió obrar en contra de la ley y las normas, todos de una u otra manera terminan siendo víctimas de la aporofobia.
¿Será esto acaso una consecuencia de la sociedad contractual en la que vivimos? una sociedad donde se trata bien a aquel que ofrece algo a cambio, por ejemplo, al extranjero que viene a gastar en el Perú, al inversionista que quiere montar un negocio y crear trabajo, al empresario que viaja en clase ejecutiva, al profesional que habla y viste bien, o al empresario que se reúne en el Club Nacional, que anda en auto del año, que usa traje y corbata de telas importadas; mientras que en esa misma sociedad se rechaza a aquel que creemos que no tiene nada que ofrecer, por el contrario, lo vemos como una amenaza porque solo viene a quitarnos oportunidades en un mundo donde la competitividad, el éxito, la utilidad, la rentabilidad, el mercado y el crecimiento del PBI se han convertido en una especie de santo grial para ingresar a la OCDE, y beneficiarnos del acceso a ese gran y exclusivo mercado.
Y es que aún no aprendemos a distinguir la diferencia entre el ser y el hacer, por eso, creo que antes de dedicarnos a señalar, prejuzgar y condenar a las personas por lo que hacen, debemos detenernos a pensar quiénes somos en realidad.
Lo que viene en los próximos meses como consecuencia de esta pandemia no solo va a afectar duramente a lo que podemos hacer o producir los peruanos, sino, que también va a afectar a lo que somos y necesitamos ser en esta nueva normalidad que nos toca enfrentar.
En los próximos meses serán más los peruanos carentes de recursos, de ingresos, de capacidad productiva, de educación, es decir, ciudadanos que no podrán ofrecer algo a la sociedad, a finales de este año uno de cada tres peruanos será víctima de la pobreza, no tendrá recursos suficientes para comer el siguiente mes con su familia.
Por lo tanto, es posible que la aporofobia en el Perú se incremente, por eso, si no queremos ver más jóvenes sin razón o juicio gritando sus frustraciones, miedos y fobias, no debemos señalarlos como sucede últimamente, lo que necesitamos en realidad es recuperar la dignidad humana, necesitamos recuperar la democracia donde el respeto, la igualdad, la justicia y la cultura son las cuatro columnas necesarias para sostener de pie a un país como el nuestro.
Para combatir a la aporofobia en el Perú necesitamos dos armas, la primera es la compasión con las víctimas de este mal invisible, y la segunda es la educación para formar a las nuevas generaciones conscientes de quiénes son, y luego, qué son capaces de hacer.
Esta semana la Organización Mundial de la Salud publicó la relación de candidatas a vacunas contra la Covid-19, divididos en dos grupos, 30 de ellas en etapa de evaluación clínica y 139 en evaluación pre-clínica.
Sobre el primer grupo, que resultan ser las más avanzadas, encontramos 11 en la fase 1, 10 proyectos de vacuna en fase 1 y 2, 3 proyectos en fase 2, y 6 posibles vacunas en la fase 3, es decir, que van a ser probadas y evaluadas en seres humanos, la última etapa previa para iniciar su producción masiva.
De estos seis proyectos, uno está a cargo de la Universidad de Oxford y propone una única dosis, los otros cinco proyectos, de los cuales dos son desarrollados por institutos de investigación biológica en China, específicamente en wuhan y Beijing, proponen dos dosis administradas en un intervalo de tiempo que no supera los 28 días.
Como podemos ver, a pesar del rápido avance de las investigaciones para desarrollar vacunas contra la Covid-19, de todas maneras es necesario entender que la tercera fase tomará algunos meses más para obtener, al menos, una vacuna segura y eficiente contra este virus.
Si todo resulta como esperan estos centros de investigación, es probable que a mediados del próximo año ya contemos con las primeras dosis para administrarlas en nuestro país.
Mientras, seguiremos viviendo como lo estamos haciendo ahora, nuestros centros de salud y el personal médico tendrán que seguir luchando intensamente para evitar que más peruanos dejen de respirar por ser víctimas de la Covid-19.
Otro de los sectores que seguirán padeciendo los embates de esta enfermedad es el económico, en los últimos 20 años el planeta ha sido afectado por otras pandemias y epidemias con un impacto económico muy por debajo del que vivimos, por ejemplo, se estima que el SARS del 2003 costó 40,000 millones de dólares al igual que el virus H5N1 del 2006, mientras que el costo estimado del virus H1N1 del 2009 y el brote del ébola del 2014 tuvieron un impacto económico negativo que alcanzó los 55,000 millones de dólares, sin embargo, se estima que la Covid-19 alcanzará a afectar económicamente con cerca de 9 trillones de dólares al mundo, es decir, 16 mil veces más que el costo del ébola.
Y el Perú no es ajeno a esta realidad, la economía peruana registra una caída del 30 % en el segundo trimestre de este año, la agencia Bloomberg señala que enfrentamos la peor caída entre las principales economías latinoamericanas, y esto se refleja en más de 10 millones de familias con deudas financieras, con una pobreza monetaria que se acerca al 32 %, es decir, uno de cada tres peruanos no tendrá ingresos suficientes para poder comer a fin de mes y más de 6 millones de trabajadores ya han perdido su empleo.
Sin trabajo, sin ingresos, sin acceso a un sistema de salud adecuado, sin condiciones mínimas para que los hijos de las familias más vulnerables sigan estudiando en la escuela o terminen sus estudios en institutos o universidades, y además, con un acceso a Internet deficiente o inaccesible, como todos lo padecemos, y sumado a esto, una crisis política y falta de liderazgos aptos para navegar en tiempos de crisis, con autoridades incapaces de hacer cumplir las normas y velar por la salud y seguridad de sus ciudadanos, como lo sucedido en Los Olivos con la muerte de 13 jóvenes, es, en realidad, parte del fracaso de la forma de hacer política, de hacer empresa y de hacer ciudadanía en el Perú, por eso, sin duda, los próximos meses serán más difíciles y duros para la mayoría de familias peruanas.
De esto tenemos que tomar conciencia y estar preparados, el nuevo coronavirus es invisible, llegó de pronto al Perú y nos tomó por sorpresa, sin siquiera tener idea y, menos, un plan para hacerle frente; igualmente, el hambre y la pobreza que nos acecha es también una amenaza invisible que puede hacernos más daño si no tenemos, desde ahora, un plan para enfrentarlo.
Esta mañana le pregunté a mi hija qué mensaje le darías a los niños del país si tuvieras la oportunidad de hablar con ellos. Y luego de proyectar su mirada hacia arriba y pensar por unos segundos me dijo: les diría que ayuden a cuidar a sus papás, porque nosotros, a través de las redes sociales y el internet, estamos bien informados sobre el coronavirus y el riesgo que significa terminar contagiados; les pediría que hablen con sus padres y les expliquen la importancia de no salir de casa y de cumplir las recomendaciones porque parece que no lo tienen claro.
Luego me miró con suspicacia y dijo: ¿me entiendes no? Y salió de mi habitación regalándome una linda sonrisa.
El Perú es un país de 33 millones de habitantes donde más de 10 millones son niños y niñas menores de 18 años, lo que representa el 31 % de nuestra población; niños y niñas que a su vez se agrupan en 10 % entre 0 y 5 años, 11 % entre 6 y 11 años, y 10 % entre 12 y 17 años. Y de este total, 51 % son varones y 49 % son mujeres.
Según la Encuesta Nacional de Hogares, el 91 % de los niños de 6 a 11 años acuden a la educación primaria y el 84 % de niños entre 12 y 17 años a la educación secundaria, lo que significa que cerca de 800 mil no tienen acceso a la educación básica regular.
Por otro lado, según un reporte de la Unicef de mediados del año pasado, uno de cada diez niños muere al nacer, y 12 de cada 100 niñas adolescentes resultan embarazadas precozmente; y de los niños y niñas entre 9 y 17 años, al preguntarles si en algún momento han sido víctimas de algún tipo de violencia en el lugar donde viven o en la escuela, más del 73 % dicen que sí.
Otro dato preocupante que revela este reporte de Unicef tiene que ver con el trabajo infantil, me refiero a niños y niñas entre 5 y 17 años, donde el 13 % de los que viven en zonas urbanas trabajan, mientras que el 60 % de los que viven en zonas rurales también trabajan, es decir, uno de cada cuatro niños en el Perú tiene que trabajar para ayudar a la economía de su hogar.
Estos datos que comparto con ustedes en el día del niño obviamente corresponden a investigaciones realizadas antes de la pandemia. Ante una crisis como la que enfrentamos hoy estas cifras no van a mejorar, por el contrario, la brecha de acceso a la educación será mayor; los niños y niñas de nuestro país serán las siguientes víctimas de esta pandemia, hoy están encerrados en nuestras casas por protección, no van a la escuela, y sólo los que tienen acceso a una computadora con internet pueden seguir aprendiendo las materias de un sistema educativo que, a todas luces, vemos que no cumple sus propósitos.
Por otro lado, esta pandemia está golpeando económicamente a la mayoría de familias peruanas, el desempleo se incrementa, y la falta de acceso a una adecuada atención de salud está empobreciendo y endeudando a más peruanos.
Nuestros hijos son testigos silenciosos de la crisis familiar que padecemos, incluso en muchos casos pierden, de la noche a la mañana, a quienes tienen el deber de darles protección, alimento y educación.
Seguramente ustedes también reciben mensajes en el celular anunciando la muerte de algún amigo o familiar, y de inmediato sentimos un dolor en el pecho al saber que deja en la orfandad a sus hijos con un futuro incierto.
Por eso, el mensaje de mi hija tiene gran relevancia. Ahora más que nunca tenemos que cuidarnos, tenemos que resistir como dice la canción, y hacer nuestro mayor esfuerzo para quedarnos en casa, para no salir, para no exponernos a esta enfermedad invisible que se apodera de nuestro aliento, que nos asfixia, no sólo impidiendo la respiración, sino, agudizando la pobreza y precariedad de una sociedad que no ha sido capaz de prepararnos y organizarnos para vencer con inteligencia y responsabilidad una desgracia como está.
Pronto nuestros hijos, los niños y niñas de hoy, tendrán que sumarse a la dura tarea de recuperación y reconstrucción de un país que está siendo devastado por un virus hoy, y por la anomia de cultura, valores y educación desde hace tiempo.
Nuestros hijos no son ajenos a esta realidad, ellos son conscientes de los problemas que enfrentamos y necesitan ser tomados en cuenta para sumarse a esta tarea de resistir y cuidarnos hoy y recuperar el país mañana.
Una de las cosas que más extrañamos en estos tiempos de pandemia son los abrazos, ese impulso natural que todos sentimos cuando, después de un tiempo, vemos a una persona que queremos, y que sin duda la abrazamos para demostrarles nuestro afecto y cariño.
Sin embargo, los últimos meses hemos tenido que luchar tantas veces con nosotros mismos para contenernos y evitar abrazar a las personas que queremos, no sólo no las abrazamos, no le damos un beso, incluso en muchos casos solo le hacemos un gesto con la mano y con el cuerpo les decimos que es mejor no acercarnos.
Sobre todo con los viejitos, y lo digo con mucho cariño, al menos yo tengo el cuidado de no acercarme a ellos, a pesar de que noto en sus ojos la frustración que sienten al no poder tener contacto con nosotros, con sus hijos, con sus sobrinos, con sus nietos, y peor aún, con sus amigos o amigas de toda una vida.
Yo creo que todos sabemos perfectamente el poder que tiene un abrazo, todos alguna vez hemos necesitado de un abrazo para sentir consuelo, para sentir compasión, para sentirse querido, protegido, amado; y también para celebrar una alegría, un gol, la clasificación al mundial, la realización de una meta, o simplemente para sentir el amor más puro y eterno cuando abrazamos por primera vez a nuestros hijos, cuando los hacemos dormir en nuestro pecho, cuando tratamos de calmar sus angustias y frustraciones, cuando sólo queremos hacerles sentir el amor que les tenemos.
El New York Times publicó hace unos días un artículo titulado: Cómo abrazarse en tiempos de pandemia; y allí cita a Johannes Eichstaedt, profesor de psicología de la Universidad de Stanford, quien señala que los seres humanos tenemos vías cerebrales dedicadas específicamente a detectar el contacto afectivo, que es el modo en el que nuestros sistemas biológicos se comunican entre sí para hacernos sentir seguros, que somos amados, y que no estamos solos.
Kathleen Keating, autora del libro Abrázame, escribió que “el contacto físico no es sólo algo agradable, sino también necesario para nuestro bienestar psicológico, emocional y corporal, y acrecienta la alegría y la salud del individuo y de la sociedad. El abrazo es una forma muy especial de tocar, que hace que uno se acepte mejor a sí mismo y se sienta mejor aceptado por los demás”.
Incluso podemos encontrar una serie de publicaciones científicas que demuestran que un abrazo nos hace segregar oxitocina y otras hormonas como la serotonina y dopamina, generando en nosotros una sensación de tranquilidad, de bienestar y de calma, no sólo mientras dura el abrazo, sino que este efecto se prolonga mucho tiempo después.
Sin duda, después de lo que les digo ustedes seguramente querrán correr a abrazar a alguien en particular, a un familiar, o a un amigo o amiga que extrañan mucho y que hasta hoy no pueden ver personalmente debido, no solo a las medidas adoptadas por el gobierno a causa de esta pandemia, sino, porque sentimos el temor de poner en riesgo a las personas que queremos.
Sin embargo, también muchos de ustedes, al igual que yo, nos ponemos tristes porque sabemos que, por más que quisiéramos, es imposible abrazar a aquella persona tan especial para nosotros, porque ahora dejó de existir y se convirtió en polvo camino a las estrellas, algunos porque no resistieron el embate del coronavirus, otros porque decidieron arriesgar sus vidas para salvar las nuestras, y también aquellos que simplemente no entendieron realmente el peligro de esta pandemia, y muchos porque a pesar de sus cuidados y precauciones, terminaron infectados y no lograron siquiera conseguir oxígeno para tener una oportunidad de luchar por sus vidas.
Así estamos hoy en medio de esta crisis de salud, los últimos días muere una persona cada 6 minutos, cuando termines de escuchar esta columna un peruano más no podrá abrazar ni ser abrazado nunca más porque su corazón no volverá a latir a causa del coronavirus.
Por eso quiero pedirte que por favor no salgas de casa, no vayas a visitar a tus hermanos, a tus padres, a tus abuelos, no organices reuniones de muerte disfrazadas de cumpleaños, no conviertas a tus hijos pequeños en el vehículo de contagio, ellos no merecen cargar las culpas de la muerte de un ser querido porque crees que dentro de casa están sufriendo.
Muy pronto la vacuna contra este virus será una realidad, dentro de algunos meses podremos contar nuestras historias de vida como anécdotas de sobrevivencia a esta pandemia, y poco a poco volveremos a abrazarnos como lo hicimos en navidad o en año nuevo, pero para que eso sea posible todavía nos queda unas semanas más de sacrificio y de responsabilidad, hasta ahora no lo estamos haciendo bien, el aniversario de un club tan grande como la “U” ha demostrado la inconsciencia de muchos peruanos que una noche previa anunciaron con bombardas su entrega a la muerte, no solo ellos, también de sus familias, la ministra de salud Pilar Mazzetti tiene razón cuando dice que eso fue un crimen.
Miren, este mes de agosto es un mes de mucho frío, es una época donde un buen abrigo y una bebida caliente nos hacen muy bien, quizás sea un buen momento para ver aquellas fotos de navidad, de fiestas patrias o de un cumpleaños o alguna reunión que tuvimos el año pasado, y si se detienen a mirar con calma esas imágenes probablemente encuentren a muchas personas que ya no podremos abrazar el próximo año, y claro, en esa foto también estás tú, sonriente, feliz, lleno de vida, espero que esta reflexión te permita entender que los cuidados de hoy, el uso correcto de la mascarilla, el distanciamiento social, el lavado de manos, y por ahora, ni besar ni abrazar a los seres que amamos, pueden hacer la diferencia de estar o no en las fotografías que vendrán el siguiente verano.
Aristóteles decía que el hombre puede desarrollar tres formas de vida en su búsqueda de ser feliz, la primera de ellas está relacionada con la satisfacción de las necesidades básicas para vivir, en segundo lugar le sigue la vida política, donde el hombre busca el honor y el reconocimiento de los demás, y en tercer lugar está la vida contemplativa, aquella que es fruto de la razón y la sabiduría para conducir nuestras vidas, en armonía con los demás y con la naturaleza.
Si miramos nuestro país vamos a encontrar a un gran número de familias que viven luchando día a día para satisfacer sus necesidades básicas, personas que tienen que salir a trabajar, a pesar de la pandemia, para tener los ingresos diarios que le dan de comer a sus hijos.
Otros tienen que salir a trabajar en aquellas empresas que hacen lo imposible por subsistir en medio de esta crisis económica para que, en la semana, la quincena o fin de mes, reciban su salario completo.
Sin embargo, el desempleo se ha triplicado en lo que va del año, el subempleo y la informalidad se incrementa, al igual que la pobreza, se estima que a fines del 2020 uno de cada tres peruanos estará en condición de pobreza porque sus ingresos no serán suficientes para cubrir su canasta familiar.
Y a esta dura realidad tenemos que sumarle las urgencias médicas que muchas familias tienen que enfrentar cuando el nuevo coronavirus ingresa a sus humildes hogares, desde la falta de recursos para acceder a una adecuada atención médica, a los medicamentos, e incluso al oxígeno, hasta la impotencia y desesperación para cubrir los costos de un entierro digno para un ser querido que no sólo muere por el virus en su cuerpo, sino, por la pobreza que padece hace años en un país que se vanagloria de sus indicadores económicos, pero que ha sido incapaz de construir las mínimas condiciones de seguridad humana para todos los peruanos.
Y los que logran sobrevivir, terminan endeudados, con sus bienes hipotecados, incluso sin trabajo; muchos pequeños empresarios están cerrando sus negocios, rematando sus activos, y las deudas con los bancos o con terceros a intereses leoninos, resultan impagables; según un reciente artículo publicado por Alejandro Narváez cerca de 10 millones de peruanos tienen deudas con entidades financieras, y muchas familias no podrán cumplir con ellas en las condiciones y plazos pactados, lo que dará lugar, lamentablemente, a la quiebra económica de las familias.
Mientras esta crisis impacta en la mayoría de hogares peruanos, como señala Aristóteles, encontramos a los que llevan una vida política: desde autoridades locales y regionales incapaces de enfrentar con acierto esta pandemia, hasta los miserables que aprovechan de las arcas del Estado y la emergencia para beneficiarse indebidamente.
Igual, en el congreso encontramos a políticos empeñados en ganarse el aplauso de las galerías y de sus grupos de interés, que generalmente traen detrás el lucro y la aspiración de llegar al poder como principales motivaciones, incluso a cuestas de la vida y la salud de los peruanos.
Es decir, si la vida cotidiana es dura y será peor en los próximos meses, la vida política no nos da señales de esperanza. Dentro de 8 meses tendremos que elegir a los nuevos responsables de dirigir la política, y no tenemos ni siquiera mediana claridad de una sola alternativa. Ni los partidos políticos actuales, ni la sociedad civil han, siquiera, empezado la urgente tarea de construir verdaderas organizaciones con liderazgos auténticos cuya sincera vocación es el servicio al país.
Como podemos ver, tenemos un país sumergido en una crisis económica, social y también cultural, porque la crisis de valores que padecemos es producto de una mala educación que arrastramos hace años; y además enfrentamos una grave crisis política, es decir, no tenemos la posibilidad de elegir a un buen capitán que conduzca con integridad y templanza a este barco llamado Perú atrapado en una tormenta perfecta.
Sin embargo, no podemos perder la fe ni la esperanza, porque volviendo a Aristóteles, también hay muchos peruanos que llevan una vida contemplativa, producto de su inteligencia cultivada y por la integridad que emerge de sus propias virtudes y valores, el “Ángel del Oxígeno” Mario Romero Pérez, es un claro ejemplo de aquellos hombres y mujeres que viven haciendo lo correcto, lo que consideran justo y noble a favor de los demás.
Buenos ciudadanos que respetan las normas, que cultivan el valor de la familia y se conducen por su capacidad de dar sin esperar nada a cambio. Y está claro que éstas personas han decidido mantenerse alejados de la vida política por obvias razones, el “Ángel del Oxígeno” por ejemplo, rechazó un reconocimiento ofrecido por el congreso.
Por eso, en medio de esta crisis no tenemos una alternativa distinta que acudir a ellos para decirles que les corresponde ahora salvar al Perú.
El ejecutivo y el legislativo deben entender que las actuales condiciones no garantizan la elección de verdaderos líderes con visión de país, si seguimos así, el 28 de Julio próximo entregaremos el gobierno a los mismos responsables de esta tormenta, o incluso a peores caudillos sedientos de poder.
El actual presidente del consejo de ministros dijo que uno de sus compromisos es garantizar elecciones democráticas, esperemos que de la mano con este congreso se generen realmente las condiciones para que los nuevos gobernantes resulten ser hombres y mujeres con sabiduría, integridad y vocación de servicio, sin cuentas pendientes ante la justicia ni cuentas por pagar a determinados grupos de poder.
Hace exactamente un año atrás todos estuvimos atentos al inicio de los Juegos Panamericanos, después de ser testigos de una extraordinaria inauguración, todos los miedos y oposiciones extremas a su realización se diluyeron, y en adelante el deporte fue el protagonista de la programación televisiva.
Igualmente, a los pocos días de iniciada esta fiesta deportiva también escuchamos el mensaje a la nación del presidente Martín Vizcarra por fiestas patrias, y en su discurso destacó, desde el inicio, el crecimiento económico del país y anunció la implementación del Plan de Competitividad y Productividad al 2030 con el propósito de alcanzar un 5 % de crecimiento anual del PBI, también anunció el Plan Nacional de Infraestructura con más de 50 proyectos por 100 mil millones de soles, en medio de otros anuncios a favor de la salud, educación, agua y saneamiento.
Por ejemplo, para la educación ofreció 2800 nuevas escuelas al final de su gobierno, además de otros anuncios de mejora de ingresos y capacitación a más de 200 mil profesores, becas de educación superior y otras medidas que superarían los 10 mil millones de soles de inversión.
También anunció la universalización de la salud a través del SIS, la construcción de tres hospitales de impacto nacional en Huancavelica, Puno y Cusco, y 85 establecimientos de salud en todas las regiones. Además, fue crítico respecto del poco acceso, debido a los altos precios, de los medicamentos que son de mayor demanda para atender la salud de los más necesitados.
Igual como todos los años dio cifras sobre la agricultura, minería, empleo, políticas sociales, medio ambiente, seguridad ciudadana y lucha contra la corrupción; y al final destacó lo que llamó reformas imprescindibles, refiriéndose a la reforma judicial y a la reforma política.
Incluso propuso una salida a la crisis de entonces a través de una reforma constitucional para el adelanto de elecciones generales recortando su mandato hasta julio de este año, sin embargo, el congreso anterior no hizo lo necesario para superar las diferencias, y luego terminó disuelto y reemplazado por este nuevo parlamento que este 28 de julio tendrá que recibir al primer mandatario en el hemiciclo del congreso.
Sólo que ahora el escenario es diferente, desde marzo de este año, con la llegada del nuevo coronavirus al país las cosas cambiaron radicalmente, en pocos meses nuestra economía y sus indicadores se vinieron abajo, y somos testigos presenciales de la precariedad de la salud, la educación y el empleo.
Ni los colegios públicos y privados a pesar de sus esfuerzos han logrado lo suficiente para atender la educación de nuestros hijos desde casa, y sobre los hospitales públicos y el nefasto papel que cumplieron las clínicas y las farmacias tampoco tenemos buenas lecciones que aprender.
Esta pandemia ha descubierto la realidad del empleo nacional donde la informalidad, la desprotección y la lucha diaria de ganarse el sustento es una constante penuria en la mayoría de hogares peruanos, cuántos hombres y mujeres, e incluso niños y ancianos, están desafiando a la muerte y a la enfermedad en las calles, en el transporte público, en sus largas jornadas de trabajo para lograr algo qué comer en el día.
Este es el Perú que hoy celebra 199 años de vida republicana, claramente no hemos hecho nada bien en las últimas décadas, los líderes locales, regionales y nacionales que tuvimos no hicieron su trabajo, los empresarios tampoco tomaron en cuenta el capital social que es tan necesario para el desarrollo de nuestro país, sólo se empeñaron en el crecimiento económico y las cifras en azul, dejando en el olvido el estado de bienestar de sus propios trabajadores que, además de un salario digno, necesitan de la cultura, del deporte, del buen aprovechamiento del ocio, de buena salud, para lograr su desarrollo humano.
Pues bien, entonces pienso en la siguiente pregunta: ¿cuál es el Perú que debemos reconstruir? Y este 28 de julio el presidente tendrá que responder a esta interrogante cuando, en su mensaje a la nación, señale las medidas urgentes que debemos poner en marcha, ya no sólo el ejecutivo con todo su aparato público, ahora se tienen que sumar el sector privado con su fuerza productiva, las fuerzas armadas con su capacidad logística y, sobre todo los jóvenes, aquellos que hace un año nos demostraron la gran fuerza que tienen cuando se unen, por ejemplo en el voluntariado de los Juegos Panamericanos, esos mismos jóvenes voluntarios que en estos duros momentos acompañan con su voz y mensajes de aliento a muchas víctimas de la COVID-19.
Hombres y mujeres que, debido a esta pandemia, están tomando conciencia de nuestra realidad nacional y de las brechas que existe en lo económico, social y cultural.
Hace unos días uno de mis alumnos en la universidad me preguntó si yo creía realmente que esto es posible, y mi respuesta, sin lugar a dudas es sí, porque después de casi 200 años de independencia no tenemos un buen resultado del camino andado, pero lo que queda totalmente claro son los errores que no se deben repetir en el futuro.
Por eso, esperemos que este 28 de julio el mensaje del presidente no sólo se refiera a indicadores económicos y productivos, sino, que destaque el anuncio de medidas adoptadas a favor de la educación, la cultura, la ética, la solidaridad y el empleo digno.
Si invertimos las prioridades en las políticas de gobierno poniendo en el lugar más alto a la educación y la cultura, entonces, la justicia y la democracia serán sus frutos naturales, y el sector económico tendrá la confianza y las condiciones suficientes para crecer y desarrollarse, sin corrupción y con responsabilidad social, porque la educación y la cultura son verdaderas fuentes de energía limpia y renovable que permite el desarrollo de un país.
Esta semana sucedieron importantes cambios en el escenario político, el nuevo presidente del consejo de ministros señaló a las pocas horas el rumbo que seguirá su gestión en este último año de gobierno destacando tres ejes de acción, el primero tiene que ver con mejorar y empoderar los servicios de salud para seguir enfrentando las consecuencias de la pandemia, el segundo eje estará enfocado en la recuperación de nuestra economía, y el tercer eje tiene que ver con el próximo proceso de elecciones generales que sucederá en abril del próximo año, por lo tanto, su compromiso es garantizar elecciones transparentes y democráticas en nuestro variopinto quehacer político.
No cabe duda que todos podemos estar de acuerdo con estas tres líneas de acción, es evidente que la reactivación económica nos toca a todos, a los formales y a los informales, al sector público y al sector privado, absolutamente todos tenemos que ponernos a trabajar y producir intensamente para recuperarnos en medio de una crisis económica que golpea severamente a la mayoría de peruanos, sobre todo a los más vulnerables.
Y respecto de la salud nos queda claro que también tenemos mucho por hacer, esta pandemia ha descubierto la precariedad del sistema de salud pública y privada, por un lado el olvido, la indiferencia y la corrupción coparon nuestros hospitales, y por otro lado, la ambición, la concertación y el lucro desmedido de las clínicas y farmacias alejaron el acceso a la salud de los más necesitados.
Sin embargo, tenemos otra amenaza invisible sobre nosotros, la ONU ha indicado hace unas semanas que nos acercamos a una emergencia alimentaria inminente y global, eso significa una situación extrema donde las personas no pueden satisfacer sus necesidades básicas de supervivencia, o existen amenazas graves e inmediatas a la vida; es más, la ONU señala que cerca de 270 millones de personas pueden acabar el año con hambre crónica, es decir, sin tener absolutamente nada que llevarse a la boca, una cifra que duplica a la registrada a fines del 2019, antes de la pandemia.
En un país como el nuestro, donde la cadena productiva de alimentos no está bien desarrollada y articulada, nos hacemos más vulnerables ante esta amenaza, y a diferencia de los problemas de salud que con una buena y oportuna atención médica se puede superar en el corto plazo, los problemas de alimentación y desnutrición crónica, sobre todo en nuestros niños, no se pueden resolver en poco tiempo, por el contrario, los condena a una vida miserable y sin mayores oportunidades, impactando severamente en el desarrollo humano y económico futuro de nuestro país.
Basta ponernos a pensar cuántos niños y niñas en edad escolar no están recibiendo una alimentación saludable, cuántos de ellos no están recibiendo una adecuada educación o han dejado la escuela para trabajar y contribuir con algún ingreso a sus familias en situación de pobreza y posiblemente también de enfermedad, cuántos de nuestros hijos verán truncados su futuro porque este coronavirus les arrebató a sus padres y con ellos a la fuente de ingresos del hogar.
Por eso, necesitamos un Estado más fuerte, un Estado que tome las riendas de la recuperación y reconstrucción de un país que no merece ser destruido en su dignidad, de hombres y mujeres, niños, jóvenes, adultos y ancianos con derecho de acceder a la salud y al trabajo, pero también con el derecho de acceder a una alimentación nutritiva y saludable.
Frente a esta crisis alimentaria inminente la ONU recomienda tres acciones de aplicación inmediata para mitigar sus consecuencias. En primer lugar los gobiernos deben declarar como esenciales a los servicios alimentarios, y en consecuencia, implementar una serie de medidas para intensificar la producción, el transporte y el acceso a los mercados locales, garantizando los corredores comerciales y la liquidez de los pequeños productores, probablemente el enfoque de agricultura familiar que se viene promoviendo en el Perú debe reorientarse hacia una agricultura comunitaria, si en algunas comunidades ha funcionado para enfrentar la COVID-19, sin duda podrá funcionar también para combatir el hambre.
En segundo lugar se recomienda reforzar los sistemas de protección social, garantizando el acceso a alimentos nutritivos, en particular a los niños de la primera infancia, a los estudiantes que ya no tienen un buen desayuno y almuerzo escolar, a las mujeres gestantes y lactantes, a nuestros ancianitos y otros grupos de riesgo, esto significa redimensionar Qali Warma e incluso implementar, con el apoyo de nuestras fuerzas armadas y los gobiernos locales, comedores comunitarios en todo el país.
Y en tercer lugar, la ONU recomienda invertir en el futuro, es decir, la necesidad de construir un país más inclusivo y sostenible, con sistemas alimentarios que mejoren la calidad de vida de los productores y trabajadores del sector de la alimentación, y promoviendo y difundiendo una cultura de alimentación saludable, y aquí los medios de comunicación pública tienen una gran responsabilidad, no solo para enseñarnos a elegir alimentos saludables, también para enseñarnos sobre la inocuidad alimentaria y los riesgos a la salud que representa su falta de implementación en el Perú.
Y finalmente, el Estado debe exigir a las entidades reguladoras que hagan bien su trabajo, no se entiende la inacción frente a los sobrecostos de las medicinas, las clínicas abusivas, las entidades financieras con intereses usureros, el alto precio de la gasolina o las inexplicables subidas de las tarifas eléctricas. Sin sanciones rápidas y ejemplares no podemos combatir a los mercaderes de la muerte, del dolor y la desgracia que buscan apropiarse del dinero que debe destinarse a combatir el hambre y la desnutrición en el país.
Raúl ya volvió al trabajo, todos los días se levanta temprano, antes de las 6 de la mañana se prepara un ligero desayuno y luego sale a trabajar, ya no usa corbata como lo hacía antes de la pandemia, ahora su preocupación ya no es hacer bien el nudo de sus corbatas, sino, tener un protector facial y una mascarilla limpia que ponerse y otra de repuesto en su mochila, donde lleva su cuaderno de apuntes como si fuera una agenda y su pequeña lonchera con el almuerzo que él mismo tiene que prepararse cada mañana porque el restaurante donde comía su menú al mediodía, cerca de su trabajo, sigue cerrado.
Todas las mañanas camina bien abrigado hasta la avenida donde espera el bus que lo acerca a su trabajo, en el paradero trata de mantener la distancia con los demás, sin embargo, al momento de subir al bus no se puede, igual todos se abarrotan en la puerta y en el interior también es imposible mantener más de un metro de distancia entre los pasajeros, por eso busca estar cerca de una ventana abierta para que la ventilación ayude en algo a prevenir que se enferme con la COVID-19.
Al ingresar a su trabajo el vigilante le toma la temperatura con un termómetro digital, a veces le dice 34, otro día 36, mientras no marque 38 lo dejan pasar, le rocían alcohol en las manos, le exigen que se desinfecte los zapatos y nuevamente a su escritorio en su oficina de siempre.
Raúl trabaja en el área de recursos humanos de una empresa que ya reinició sus actividades productivas, eso significa que diariamente debe ayudar a resolver los innumerables casos que se presentan en medio de esta pandemia, ya no solo se trata de llevar las planillas y los controles de siempre, ahora deben implementar también las medidas de bioseguridad, reforzar los monitoreos de salud, ver la reincorporación progresiva de los trabajadores, entre otras medidas dispuestas por las autoridades de salud y del sector al que pertenecen.
Tenemos mucho trabajo y somos menos personas en el área, varios están en sus casas porque son personas de riesgo, y cada día surgen nuevos problemas que atender, el trabajo ya no es lo mismo, ya no es como antes, dice Raúl.
Este es uno de tantos ejemplos que podemos encontrar en los empleos formales de nuestro país, poco a poco más trabajadores están regresando a sus centros de trabajo, sin embargo, las condiciones y circunstancias laborales ya no son las mismas, igual sucede con los empleos informales, solo que en estos casos no hay tanto rigor para velar por el cumplimiento de protocolos y medidas de seguridad, generalmente el uso de mascarillas, protectores faciales, un spray con alcohol y un distanciamiento social improvisado terminan siendo lo único que toman en cuenta individualmente cada trabajador que se empeña por ganarse los soles del día a día.
Lo que sí es común a todos es que algún familiar cercano, un vecino del barrio o varios compañeros de trabajo han sido infectados por este nuevo coronavirus, en muchos casos ya lo han superado, algunos están cumpliendo la cuarentena, otros están padeciendo en un hospital o luchando por conseguir oxígeno, mientras que otros guardan consigo el dolor de haber perdido a un ser querido.
Lo cierto es que la vida continua, y como Raúl, todos tenemos que volver a trabajar, tenemos que encontrar la manera de generar ingresos que nos permitan mantener a nuestras familias,y eso significa salir a las calles, movilizarnos en el precario sistema de transporte urbano, trabajar sin saber si estamos infectados o no porque el sistema de salud no se da abasto, y al final del día, volver a casa con el temor de no contagiar a nuestras familias, esta es la llamada nueva normalidad.
Esta pandemia ha revelado la realidad de nuestro país que a lo largo de los años se ha empeñado en el crecimiento económico, en la productividad, en la generación de riqueza, y todo esto a merced del libre mercado, reduciendo el rol del Estado a su mínima expresión; un país que eligió a políticos que decidieron poner en manos de la oferta y la demanda a la educación y la salud; incluso la clase política renunció a las ideas y las convicciones de sus líderes para dar lugar a marcas, campañas y personajes que llegaban al poder en función a la subasta de cupos para el congreso o la recaudación de fondos con métodos que hoy son investigados en el ministerio público, convirtiéndolos en una especie de mercenarios del poder e incluso de la justicia, los expresidentes procesados así como los cuellos blancos y exconsejeros del CNM son el crudo testimonio de un país infectado por un mal mayor a la pandemia: la crisis de valores.
Pues bien, lo que viene ahora no es llorar sobre la leche derramada, aunque no sabemos si es leche de verdad, tampoco se trata de desinfectar lo contaminado, porque tampoco sabemos si el desinfectante que usamos realmente desinfecta, lo cierto es que, lo que nos toca hacer a todos es dejar de lado la corbata y los trajes, ahora necesitamos remangarnos las camisas, cambiar los zapatos por zapatillas, usar correctamente las mascarillas y empezar a trabajar en la recuperación del país.
Y esta tarea no solo le corresponde al Estado, que sin duda ya debe empezar a generar puestos de trabajo para mejorar la infraestructura, las carreteras, los servicios de salud y educación, y también para reactivar la producción agropecuaria de tal manera que el hambre y la desnutrición no se convierta en un daño colateral de esta pandemia que paralizó a todo el país.
Esta etapa de recuperación nos involucra y corresponde a todos, a los que trabajamos en el Estado, a los que trabajan en el sector privado, a los informales también y que son la mayoría, y a los jóvenes estudiantes que ahora o muy pronto formarán parte de la población económicamente activa del país, hombres y mujeres que no tenemos otra opción distinta de trabajar para seguir adelante, pero, con una mirada diferente de la que nos condujo a esta realidad, debemos dejar de lado el libre mercado y el enfoque consumista, utilitarista, de búsqueda de crecimiento económico, para dar lugar a la solidaridad, al trabajo por una verdadera revolución de la educación y la cultura en el país, debemos dejar de vernos como un mercado de potenciales compradores para volver a vernos como una gran nación, una familia diversa, de todas las sangres, donde todos somos hermanos, y por lo tanto, debemos ayudarnos entre nosotros, hombro a hombro para salir adelante y reponernos de esta pandemia que ha desnudado la crisis de valores que padecemos, y si quieren ejemplos conozcan la historia de Coata en Puno, una comunidad que gracias a la solidaridad y el trabajo recíproco está libre de la COVID-19.
Esta semana las calles del país nuevamente se mostraron con autos, combis, buses y mucha gente presurosa caminando de un lugar a otro para ir a trabajar, la gran mayoría usando mascarillas, otros pocos con máscaras y protectores faciales, y menos personas vistiendo una especie de trajes enterizos como medida de protección ante el invisible, pero contagioso, coronavirus.
Muchas empresas también reiniciaron sus operaciones, las actividades informales están tomando en cuenta el uso de la mascarilla y algunas barreras improvisadas que de alguna forma evitan el contacto manteniendo relativamente la distancia social, sin embargo, las empresas formales se han visto obligadas a tomar una serie de medidas dispuestas por el gobierno también con el propósito de minimizar el riesgo de contagio.
Las organizaciones privadas y también las entidades públicas han optado por contratar a empresas de salud ocupacional para que se encarguen de tomar las pruebas rápidas a sus trabajadores antes de que retornen presencialmente a sus centros de trabajo, y es allí donde quiero detenerme para explicarles algunos puntos que deben tomarse en cuenta.
Como ustedes saben, en la edición anterior les di mi testimonio sobre cómo logré superar esta enfermedad que, a pesar de las medidas de seguridad que tomé, igual terminé infectado a fines del mes de mayo y me dieron de alta exactamente un mes después.
Por eso, quiero pedirles que presten atención a dos factores importantes, primero la línea del tiempo o evolución de la enfermedad, y en segundo lugar, la interpretación adecuada a los resultados de las pruebas rápidas, y para entenderlo mejor voy a usar mi caso como ejemplo.
De acuerdo al estudio que realizó mi médico, mi cuarto ángel, yo debí ser contagiado el 24 de mayo, lo que significa que desde el 28 de mayo hasta el 15 de junio, durante 20 días, me convertí en una potencial fuente de contagio del coronavirus, mis primeros síntomas aparecieron el 31 de mayo y la prueba molecular que me practicaron fue el 5 de junio, el resultado me lo dieron el 9 de junio, 10 días después de haberme contagiado, y desde ese día empecé mi aislamiento estricto hasta el 22 de junio, es decir, durante 14 días toda mi familia y yo estuvimos aislados, y del 23 al 28 de junio, por seis días hicimos un aislamiento domiciliario.
Esta enfermedad tiene varias fases que trataré de explicar de manera sencilla, la primera después del contagio es la fase temprana de la infección con una duración de 7 días, en mi caso sucedió del 6 al 12 de junio, la segunda es la fase activa de la infección con una duración de 8 días, es decir, para mi caso fue del 13 al 20 de junio, y es en esta fase donde suelen aparecer las complicaciones de la enfermedad, por lo que es muy importante el monitoreo constante, sobre todo si se presenta fiebre, tos y dificultades para respirar, para que en función a los síntomas que aparecen el médico nos pueda prescribir los medicamentos adecuados a nuestra condición personal, por lo tanto, la automedicación se convierten en un riesgo que, en lugar de ayudarnos, puede agravar la enfermedad.
Después de superar esta etapa,se inicia la fase de convalecencia por un periodo de 8 días, en mi caso fue del 21 al 28 de junio, y finalmente entramos en la fase de recuperación, momento en el que mi médico me dio de alta indicándome que recién puedo volver a trabajar a partir del 28 de junio sin representar ningún riesgo de contagio a otras personas, recién ese día pude abrazar y besar a mi familia sin miedo a infectarlos.
Además, debo decirles también que luego de la alta médica hay síntomas de la enfermedad como tos, agotamiento físico e incluso fastidio en la garganta por algún tiempo más, y esto es normal en la etapa de recuperación por lo que no debemos alarmarnos.
Estoy dando mi testimonio con el principal propósito de que los responsables de recursos humanos tengan una idea más clara de los plazos, riesgos y fases que deben tener en cuenta para la reincorporación de sus trabajadores que han padecido de COVID-19, sin embargo, también quisiera advertirles sobre los riesgos que representa el retorno a sus organizaciones de aquellos que resultan negativo en las pruebas rápidas.
Debo aclarar también que el alta médica no está supeditado a una prueba rápida o molecular, ni a cumplir 14 días de cuarentena, sino depende del cuadro clínico que presenta el paciente y que debe ser evaluado por el médico.
Volvamos a mi caso, si yo resulté contagiado el 28 de mayo, las posibilidades de que yo contagie a otra persona fueron muy altas hasta el 15 de junio, es decir, durante 19 días, sin embargo, a pesar de tener resultado positivo en la prueba molecular, el 9 de junio me toman una prueba rápida y el resultado salió negativo, luego, una semana después me toman otra prueba rápida y el resultado salió positivo con el indicador IgG muy leve, y finalmente el 27 de junio me hacen otra prueba y nuevamente sale positivo con el indicador IgG bien marcado, es decir, esto significa que en mi caso ya desarrollé los anticuerpos para este tipo de coronavirus, no significa que actualmente tengo el virus.
Porque les digo esto, porque muchas empresas exigen una prueba rápida a sus trabajadores, y si resulta negativo entonces los dejan ingresar a trabajar muy confiados, incluso relajando las medidas de seguridad, sin embargo, podría darse el caso de que tengan el virus en la primera fase, donde aún no han desarrollado los anticuerpos, por lo tanto, el resultado de la prueba rápida puede salir negativo pero están en el periodo de alto riesgo de contagiar a otros, por eso, los que resultan negativo a la prueba rápida deben extremar las medidas de seguridad cuando acudan a sus centros de trabajo.
FUENTE: WWW.LABMOBI.NET
Si en el resultado de la prueba rápida les indica IgM, significa que la persona está en la fase activa de la enfermedad, por lo tanto, debe aislarse inmediatamente y buscar la atención médica para que les puedan indicar los cuidados y medicamentos que debe o no tomar.
Y si el resultado de la prueba rápida les indica IgG, significa que la persona ya superó o está superando la enfermedad porque ya tiene los anticuerpos, y por lo tanto, no es una fuente de contagio ni representa ningún peligro en el centro de trabajo, sin embargo, igual debe protegerse usando la mascarilla y manteniendo el distanciamiento social porque hasta la fecha no se conoce cuánto tiempo duran los anticuerpos en el organismo, algunos reportes médicos refieren que algunas personas dejaron de tener anticuerpos después de dos meses mientras que otras aún los mantienen después de seis meses de haberles dado de alta.
Es decir, si usted va a reincorporar en su empresa a sus trabajadores debe tener rigurosas medidas de seguridad con los que resultan negativos en las pruebas rápidas, por el contrario, las personas aptas para retornar al trabajo con el menor riesgo son aquellas que resultan con IgG positivo en las pruebas rápidas, porque por ahora son inmunes a la enfermedad, así que por favor, a ellos no los manden 14 días de cuarentena a casa ni tampoco relajen las medidas de seguridad a los que resultan negativos.
Los jefes de recursos humanos deben tener claro estos dos criterios, la línea del tiempo o evolución de la enfermedad y la correcta interpretación de los resultados de las pruebas rápidas, y para esto se requiere consultar con los expertos, como acabo de hacerlo con mi médico sobre el contenido de esta columna.
Aquel lunes por la noche terminé mi último programa en la televisión, y cuando estaba a pocos minutos de llegar a casa sonó el celular, se activó el hand free del auto y me habló el médico del canal para avisarme que la prueba molecular que me habían practicado el viernes había dado positivo. Apagué el motor y me quedé en el auto sin querer bajar por miedo a contagiar a mi familia, mi mente se inundó de pensamientos, mi pecho se llenó de miedo, mis manos temblaban y mi voz se apagó totalmente, durante el programa pensaba que el aire acondicionado me estaba afectando la voz, pero era otra la razón.
Al rato bajé del auto, me quité las zapatillas, me ajusté la mascarilla, y subí las escaleras que dan al segundo piso, mi esposa estaba parada allí tratando de entender mi demora, le dije tengo el coronavirus, que no se me acerque al igual que mis hijos, y sin tocar nada me aislé en una habitación para cumplir la cuarentena.
Recuerdo el rostro de ella y de mis dos hijos, y la valiente disposición para enfrentar este nuevo desafío, había que organizarnos, vencer el miedo y salir adelante. Esa fue una de las noches más difíciles de mi vida, no pude dormir, mis sentidos estaban en total alerta, oía mi respiración, mis latidos, podía contarlos y tomarles el tiempo para convencerme que no me faltaría el aire, cada vez que cerraba los ojos parecía que miraba dentro de mí a través de un microscopio la lucha invisible contra el coronavirus, así las horas me parecieron eternas hasta que amaneció.
Aquel día mi esposa le avisó a unos amigos médicos contándoles mi contagio, Hablaron con ella, le dieron algunas indicaciones y sobre todo insistieron en la importancia del aislamiento total de cada uno de nosotros, sin contacto de ningún tipo, abundante agua, verduras y frutas, el uso constante de mascarillas y una buena actitud mental.
Esa misma mañana les hicieron las pruebas rápidas a mi familia, les salió negativo, y recién sentí un poco de alivio al ver que mis tres ángeles en casa no estaban contagiados. Me imagino la angustia que habrán sentido en las últimas horas, felizmente los tres estaban bien.
El mismo día nos llamó el papá de un compañero de natación de mi hijo y desde entonces se convirtió en mi médico, hablamos tantas veces, todos los días, tuvo la paciencia y dedicación diaria, cada mañana, cada tarde y cada noche, para monitorear a toda mi familia, y también para explicarnos la evolución de mi enfermedad, sobretodo en aquellos momentos más difíciles que, gracias a su voz y fuerza espiritual, logré superar.
La COVID-19 es una enfermedad que no solo ataca el sistema respiratorio, también se instala en tu mente, se adueña de tus pensamientos, te provoca un miedo intenso y una angustia permanente que te oprime el pecho sin cesar, las noticias en los medios y la realidad del país son parte del combustible que mantiene vivo el temor a este invisible mal.
Y así pasaron los días de encierro, todas las mañanas mi esposa me dejaba sobre una silla al lado de la puerta de mi habitación el desayuno con un jugo de frutas, pan con palta y huevo cocido, al mediodía un almuerzo basado en verduras de todos los colores y en la noche también, todos los días tomaba disciplinadamente una jarra con dos litros de agua hervida, igual fue con mis hijos en sus habitaciones, todos entendimos la importancia de la alimentación en este tiempo de pandemia.
Luego de veinte días, otra prueba rápida a toda mi familia le confirmó a mi médico que felizmente hemos superado esta difícil etapa, mis tres ángeles salieron negativo y a mí me marcó IgG, es decir, yo he desarrollado los anticuerpos para este nuevo coronavirus, y aunque no se sabe cuánto tiempo dura esta protección natural, lo cierto es que puedo decir que yo también vencí a la COVID-19, ayer mi médico me dio de alta y nuevamente pude abrazar a mi familia con todas mis fuerzas, yo siempre suelo hablar con mis alumnos sobre el poder del abrazo, y hoy lo reafirmo otra vez, somos seres humanos que para sentirnos bien necesitamos del afecto y amor de aquellas personas que significan mucho para nosotros, más aún cuando padeces una enfermedad.
Yo tuve la suerte de tener a un cuarto ángel en mi vida, a quien le estoy eternamente agradecido, el doctor Luis Rivera se convirtió en aquella voz de aliento, de ciencia, de fe y de razón que me ayudó a vencer este mal, fue el único que, diariamente, desde muy temprano preguntaba cómo me sentía física y mentalmente, igual por las tardes y noches, por eso me atrevo a dar este testimonio personal, porque parte del tratamiento a esta enfermedad es el acompañamiento que deben darnos nuestros médicos, son ellos los que deben decirnos qué tomar y por qué nos recetan o no un medicamento, además de indicarnos el cómo debemos enfrentar el problema en casa, toda la familia, y sobre todo, hacernos sentir que les importamos, que nuestras vidas en sus manos son la razón de su profesión.
Gracias doctor Rivera por tu dedicación y bondad, y creo que como periodista tengo la obligación de compartir con los demás tus buenos consejos para vencer este mal, más aún ahora que pareciera que todo vuelve a la normalidad.
Por eso, a ustedes queridos amigos les pido que extremen sus medidas de seguridad, que usen correctamente las mascarillas, que mantengan el distanciamiento social incluso dentro de su propia casa y lávense las manos constantemente con abundante jabón, estas son las principales barreras de protección ante el coronavirus.
También procuren una alimentación saludable, con abundante frutas y verduras, y eviten la comida chatarra y bebidas azucaradas; esto ayudará a fortalecer su sistema inmunológico. Y si terminas contagiado busca ayuda de un médico, no te automediques ni te dejes llevar por lo que dicen las redes ni los medios de comunicación, ni la publicidad.
Igualmente debes preocuparte por el alimento que le das a tu mente, tampoco lo nutras de odios, chismes y morbo que hoy abunda en la televisión comercial y en las redes sociales, no solo debes protegerte la nariz y la boca para impedir que el coronavirus entre a tu cuerpo, también necesitas proteger y alimentar adecuadamente tu mente para que estos males sociales no te generen angustia, miedo y ansiedad, recuerda que la COVID-19 se apodera de tus pensamientos y allí tendrás que lidiar otra lucha tan poderosa como la que deberá librar tu cuerpo.
Y si sabes de alguien que hoy está infectado, por favor, llámalo por teléfono, háblale todos los días, dale frases de aliento, conviértete en esa voz de fe, de esperanza, ellos necesitan nutrirse de afecto, de amor, de amistad y de bondad, y felizmente estos dones que todos tenemos no se agotan, son gratuitos, no están en escasez como el oxígeno pero son igual de necesarios para mantener vivo el alma y el deseo de vivir, así lo hizo conmigo mi cuarto ángel y mi amigo cubano Eduardo Menéndez, todos los días estuvieron pendientes de mí y me ayudaron a tener la fuerza mental suficiente para ganar esta batalla.
Y finalmente, quiero decirles a los empresarios y a los responsables de recursos humanos, preocúpense realmente por sus trabajadores, implementen conscientemente las medidas de seguridad para proteger a su gente, no los expongan por ahorrarse un poco de plata o por la insensatez de alguno de los jefes, porque sus trabajadores viven diariamente con ustedes, sus empresas son el segundo hogar de estas personas que solo viven para trabajar en un país como el nuestro, por eso, si terminan contagiados no los abandonen a su suerte, los responsables de recursos humanos tienen la obligación moral de verlos y acompañarlos durante todo el proceso de recuperación, no solo de sus trabajadores, también de sus familias, porque esta enfermedad impacta en todo el hogar.
Creo que en estos tiempos de pandemia el fin de lucro y el interés individual debe hacerse a un costado para darle más espacio a la solidaridad, a la verdadera responsabilidad social y al acogimiento de quienes hoy necesitan más que nunca de un abrazo, un mensaje de aliento o un mensaje de paz y recogimiento frente a la adversidad.
Me acuerdo cuando era niño y vivía en El Palomar, mi casa era realmente una pequeña habitación con una ventana en el segundo piso de un bloque que en el centro tenía un gran baño público, recuerdo claramente la cortina que dividía la mesa y la pequeña cocinita del camarote que había detrás, En esa pequeña habitación vivía con mis padres y mi hermana.
Todos los días mi padre tenía que salir a trabajar a la mina, en San Juan de Marcona la actividad minera es la principal actividad económica, en este pequeño puerto rodeado de mar, mi madre se afanaba en lavar la ropa y cocinar lo que fuera posible en medio de nuestra pobreza.
Poco a poco fueron pasando los años de mi infancia y mi niñez, yo fui a los colegios fiscales de inicial y primaria, allí estaban mis amigos y mis profesores, con ellos compartí los mejores momentos de aquellos años, a pesar de que mi padre no tenía una casa siempre vivimos en una habitación dentro de una familia, en la zona "U", la "T" y la "S", rodeados de tierra, con parques de cemento y arena, y siempre oyendo el reventar de las olas del mar.
Para la secundaria a mi padre le asignaron una casa en la zona "H", primero en "Huancayito", así le llamábamos a estas casas temporales con una sola puerta y sin ventanas, sin baños, sin lavaderos, era una especie de callejón con techos altos y paredes de una especie de drywall de una sola lámina, allí podíamos escuchar los diálogos y avatares de la vida de nuestros vecinos, el baño público quedaba a unos 150 metros de mi casa, y allí, también cada mañana cerca de las 7 mi padre cogía su casco y se iba a trabajar.
A eso de las 4:30 de la tarde retornaban los buses con los trabajadores de la mina, mi padre regresaba con su lonchera y aquella ropa de trabajo que siempre huele a mineral, presuroso llegaba a casa para ponerse su karategi blanco y su cinturón amarillo para ir a entrenar, el Dojo quedaba muy cerca de la casa, era un antiguo baño público que mi padre había logrado convertir en uno de los mejores centros de entrenamiento de karate de la región organizando proyecciones de películas en VHS, todas las familias que entrenaban allí trabajaron intensamente para recaudar los fondos necesarios para esta causa que mi padre promovió, allí él gritaba a viva voz, transpiraba intensamente y obedecía disciplinadamente al sensei Enrique Díaz en cada lección, yo veía su esfuerzo, su perseverancia y su dedicación.
En la década de los 80 cuando estuve en la secundaria también me dediqué al karate, no podía ser de otra manera, mi padre me despertaba muy temprano para ir a entrenar, aún recuerdo el sonido del tenedor batiendo la clara de huevo sobre un plato de metal para despertarme y darme el ponche nutritivo de los domingos antes de ir a entrenar, este era el horario donde ambos practicábamos juntos, yo para pasar el examen de grado y él para lograr el campeonato regional, los resultados se dieron pronto cuando alcanzó el título de subcampeón de karate en la macroregión Wari, de allí su apodo de “karateca” en este pueblo que hasta hoy lo acoge y donde muchos le reconocen los méritos alcanzados a lo largo de tantos años de intenso trabajo en el área de embarque de mineral, sacando adelante el club de karate y dándole a mi colegio Miguel Grau una banda de música para los desfiles cívicos, fue un duro trabajo en medio de la crisis económica del primer gobierno de Alan García, sin embargo, lo hicimos, trabajamos juntos, alumnos y padres de familia, con funciones de cine, presentaciones artísticas y tantas otras actividades que permitieron que el sueño de sus hijos se hiciera realidad.
A inicios de los 90 tuve que migrar a Lima para poder estudiar en la universidad, y el mismo año que ingresé murió mi madre, y mi padre asumió con templanza y dedicación el cuidado de mis tres hermanos menores, el más pequeño tenía solo 5 años, recuerdo que mi padre se levantaba a las 4 de la mañana para cocinar y dejar todo listo antes de irse a trabajar, así pasaron los días, meses y años, y así entendí que una de las cosas más valiosas que me ha enseñado mi padre es el valor de la perseverancia, del trabajo intenso, tenaz, para poder vencer a la adversidad y alcanzar las metas que uno se propone en la vida.
Hoy mi padre está haciendo la cuarentena como muchos de nosotros, no sale de casa porque su edad y la diabetes lo hacen vulnerable ante esta pandemia, pero cada mañana no deja de enviarme un mensaje de esperanza, un chiste o una foto, una especie de proteína virtual como lo hacía hace años todos los domingos antes de irnos a entrenar.
He querido compartir con ustedes parte mi vida para rendirle homenaje a mi padre y a todos aquellos padres que día a día se esfuerzan por sacar adelante a sus familias, por ver crecer a sus hijos con salud, con educación y también con valores; hoy no puedo estar al lado de mi papá para abrazarlo, hoy mis hijos no pueden estar a mi lado para abrazarme porque estoy en cuarentena, hoy muchos hijos no pueden estar al lado de sus padres porque están lejos, porque debemos cuidarlos y no acercarnos, o porque ya no están.
Hoy es una fecha de aquellas que se quedarán en nuestros recuerdos como un vivo testimonio de esta nueva normalidad que debemos superar, porque lo que viene en adelante será una tarea muy difícil, sobre todo para quienes padecemos las consecuencias de la desigualdad, mientras unos pocos encuentran la solución de sus problemas recurriendo a sus cuentas, la gran mayoría de peruanos tienen como único recurso su fuerza de trabajo, su oficio, su talento, su capacidad de emprendimiento y la esperanza de que esto cambiará; por eso, estoy convencido que la única manera de cambiar la realidad de nuestro país es a través de la educación, porque la educación es el verdadero sistema inmunológico que nos protege y nos defiende del mayor mal que afecta nuestro tejido social, la crisis de valores, que es como un cáncer cuyo más severos síntomas son la indiferencia, la corrupción y la inseguridad humana; por eso, necesitamos una verdadera sobredosis de educación, y ésta es una tarea del gobierno que no se debe postergar más, yo tengo permanentemente dentro de mí la voz de mi padre diciéndome: estudia hijo, es la única manera de labrarse un buen futuro, un buen carácter, de ser feliz.
Entendamos que de nada nos servirá impulsar el desarrollo económico basado en la fuerza del trabajo, porque esto sería cometer el mismo error de hace varias décadas y cuyas consecuencias se han revelado con esta pandemia, no me cansaré de repetir que los pilares del verdadero desarrollo y crecimiento de un país se basan en la educación, la salud, la solidaridad y la justicia, las cuatro patas que sostienen una verdadera democracia.
Sumaq punchaw Perú suyunchikpi llapa taytakunapa punchawninpa (felíz día del padre a todos los papás del Perú en su día).
El abuelo está sentado en su sillón marrón, está triste, más callado, casi ni habla, los días transcurren y ya no lee el periódico. Pobre, me imagino lo que debe sentir, ya no tiene las fuerzas de antes para salir a trabajar y traer algo de plata a la casa, dice Sonia.
Camina papá, aunque sea dale vueltas a la mesa, necesitas un poco de ejercicio, le dice su hija mientras cocina en el mismo ambiente de su pequeño hogar.
Sus dos nietos están sentados frente al televisor cerca a él, están viendo "aprendo en casa", los pequeños sentados en el piso juegan, se levantan, corren, gritan, son pequeños aún y no entienden el riesgo que acecha las calles en aquel barrio humilde de la capital.
José debe llegar en la noche, hoy le toca salir del trabajo y vendrá cansado y con hambre, piensa Sonia, mirando la imagen de San Martín de Porres suplicando que llegue sano.
José trabaja como vigilante haciendo turnos de 24 horas, cada dos días tiene que tomar el transporte público para llegar a casa, tiene miedo de contagiarse en el trabajo o en el bus y afectar a su familia, por eso, duerme debajo de su cama, sobre cartón y dos frazadas para evitar el contacto con su esposa, sus hijos duermen en el camarote al costado de su cama y el abuelo en la otra habitación, todos comparten el único baño.
José tiene algo de tos, pero se contiene de toser en casa para no alertar a su familia, tiene miedo de que su compañero de vigilia le haya contagiado, estuvo tosiendo varios días hasta que dejó de ir al trabajo, el jefe dice que está en su casa con descanso por precaución, pero cuando le escribe y llama por teléfono no le responde.
En casa Sonia hace lo necesario para que no falte la comida, antes ella trabajaba vendiendo ropa en una pequeña tienda de una galería comercial, con la pandemia la tienda cerró y ella se quedó sin trabajo, el abuelo también trabajaba en una relojería que tampoco puede funcionar, y el dueño le ha dicho que quizás ya no siga en el negocio porque sus hijos dicen que ya no puede trabajar por su edad ,por eso, los mil soles que gana José deben alcanzar para pagar el alquiler y comer todo el mes.
Esta es una de tantas historias en nuestro país, la pandemia no sólo ha evidenciado la precariedad del sistema de salud, también, la fragilidad del empleo, el subempleo y la informalidad en todos los sectores productivos.
Las últimas décadas se ha elogiado el crecimiento y la robusta economía peruana, las cifras macroeconómicas eran dignas de admiración por expertos nacionales e internacionales, sin embargo, esta crisis nos demuestra que no fuimos capaces de crear las condiciones suficientes para garantizar una verdadera calidad de vida a todos los peruanos.
La educación en el Perú está como los hijos de Sonia, insuficiente infraestructura y sin un sistema real que garantice el acceso a todos a una educación de calidad, son pocos los privilegiados que forman parte de una entidad educativa básica o superior que realmente les procure un adecuado aprendizaje, sin embargo, la gran mayoría no tiene maestros capacitados, no tienen acceso a internet, ahora sólo una radio o un televisor son el débil estímulo para que nuestros hijos aprendan algo, lamentablemente la brecha de la desigualdad en la educación se agudizará y nos pasará la factura en los próximos años.
Otro de los grandes males postergados en el país del crecimiento económico sostenible de América Latina tiene que ver con nuestros viejitos, hombres y mujeres que dejaron todas sus fuerzas trabajando para hacer posible estas cifras macroeconómicas, y ahora, en el ocaso de sus vidas, como el papá de Sonia, solo tienen la alegría de ver crecer a sus nietos, y a la vez, la tristeza de recibir una pensión miserable, aunque la mayoría de nuestros adultos mayores no tienen una pensión, viven de la caridad y cuidado de sus hijos, muchos otros están olvidados, condenados a la miseria y la pobreza.
José es también un testimonio de las condiciones laborales en el Perú donde 7 de cada 10 personas que trabajan son informales, no tienen acceso a derechos laborales, ni vacaciones, ni escolaridad, ni un régimen de 8 horas de trabajo, la mayoría vive solo para trabajar, agotan sus vidas en el campo, en las minas, en la construcción, ante un volante, en los comercios a tiempo completo, para que sus familias puedan sobrevivir.
Los services son otros mecanismos de explotación de muchos peruanos, y el mismo Estado financia estas formas abusivas de trabajo, por ejemplo, el personal de limpieza, de seguridad, los CAS y los locadores a tiempo completo. Y el sector empresarial no se queda atrás, esa búsqueda frenética de indicadores económicos, de grandes capitales y utilidades han dado lugar al menosprecio de su propia gente que vive solo para trabajar en sus grandes negocios.
Y Sonia es otra de tantas mujeres que a pesar de la adversidad saca fuerzas de entereza para luchar y sacar adelante a su familia, con sudor y dolor, como si no hubieran transcurrido casi dos siglos de esta vida republicana.
Lo que viene a continuación en los próximos meses es tan incierto como la salud de José, esta pandemia ha revelado lo que los gobernantes de las últimas décadas han sembrado en el corazón de muchos peruanos: el miedo al hambre o la muerte, por eso necesitamos convocar cuanto antes a todos los sectores del país, el gobierno, los empresarios, los gremios y la sociedad civil necesitan dejar de lado sus intereses de poder o de lucro para dar lugar a un nuevo acuerdo nacional por la recuperación y construcción de un nuevo Perú, donde la salud, la educación, el empleo justo y una justicia eficiente se conviertan en los cuatro pilares de un nuevo país que, luego de 200 años de errores y traiciones, emerja como el ave Fénix, porque ahora, queridos hermanos, tenemos mucho por hacer.
A fines del 2018 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 7 de junio como el Día Mundial de la Inocuidad de los Alimentos, desde entonces se está haciendo esfuerzos para concientizar a la población sobre la importancia de consumir alimentos seguros para evitar que seamos víctimas de intoxicación e incluso de muertes causadas por alimentos contaminados.
Según la FAO se estima que todos los años al menos 1 de cada 10 personas se enferman después de comer alimentos en mal estado, más de 600 millones de personas necesitan atención médica solo por intoxicación alimentaria, y lamentablemente, 420 mil mueren cada año por las mismas causas.
Otro dato preocupante es que el 40 % de las personas que se enferman son niños menores de 5 años, y lamentablemente 125 mil de estos pequeños pierden la vida debido a la gravedad o falta de atención médica.
Por eso hablar de inocuidad de los alimentos como un asunto de todos es una prioridad, más aún, ahora que enfrentamos esta pandemia que ha ocasionado el colapso de los hospitales y centros médicos en el país.
Yo creo que ustedes, como yo, recordamos algún momento que tuvimos que enfrentar luego de haber comido algo que nos hizo daño, no sólo los dolores de estómago, las náuseas, vómitos y diarreas fueron los principales síntomas que nos agobiaron en esas circunstancias difíciles, muchos probablemente hicieron cuadros de intoxicación más severos, con ronchas en el rostro y el cuerpo, Incluso en el tracto respiratorio, poniendo en riesgo nuestras vidas si no logramos atención médica a tiempo.
Posiblemente una inyección, algunas pastillas y la aplicación de suero se convirtieron en el tratamiento salvador que nos hizo recuperar el color en el rostro, o la sonrisa y mirada de agradecimiento de nuestros hijos cuando al fin sintieron alivio al superar los momentos de angustia; aunque, otras familias no tuvieron la misma suerte porque les tocó lamentar la muerte de un ser querido que horas antes compartía amenamente la comida que sirvieron en la fiesta o celebración de un acontecimiento.
Esto que les comento, y que posiblemente lo sentimos como algo cotidiano debe llevarnos a una mejor reflexión, empezando por entender que todas las personas tenemos derecho a una alimentación segura, nutritiva y suficiente; esto significa que debemos estar más atentos a la manera en la que accedemos a los alimentos, dónde los compramos, cómo lavamos o conservamos nuestras frutas, verduras y carnes, y ahora, en medio de esta pandemia, debemos hacer la desinfección adecuada para no caer en excesos que también son peligrosos, además, debemos pensar si nuestros hábitos alimenticios son realmente saludables, no solo se trata de evitar la sal y el azúcar, o los excesos de harinas, también debemos preocuparnos por una adecuada manipulación de los alimentos al momento de prepararlos.
Como toda sociedad seguimos evolucionando, ahora el calentamiento global nos está obligando a entender mejor lo que debemos hacer en el planeta para mitigar los daños que la revolución industrial y la búsqueda frenética del crecimiento económico ha ocasionado; también esta pandemia nos está dejando lecciones aprendidas, nuestros hábitos de higiene, el lavado de manos, el uso de las mascarillas y el distanciamiento social son las nuevas formas de cuidado personal que hoy aprendemos y que será parte de nuestra nueva convivencia, sin embargo, sobre lo que comemos, la forma de preparación de nuestros alimentos, incluso, las exigencias a los negocios de comida, no han sido del todo interiorizados en nuestra pintoresca sociedad peruana.
Por un lado el boom de la gastronomía ha visibilizado la riqueza culinaria que convive con nosotros a lo largo de nuestra historia, la biodiversidad productiva también es una ventaja que aún no sabemos aprovechar y gestionar sostenible y adecuadamente, pero por otro lado, poco hemos avanzado en inocuidad y manejo seguro del alimento que llevamos a diario a nuestras bocas y a la de nuestros hijos.
Para eso la FAO recomienda cuatro puntos vitales que todos debemos conocer, aprender y poner en práctica, primero, los gobiernos, en sus tres niveles, central, regional y local, deben crear y promover políticas necesarias para garantizar el acceso a alimentos inocuos y nutritivos para todos, y hoy tenemos la gran oportunidad y obligación de transformar nuestros mercados en centros de abasto seguros y saludables.
En segundo lugar, todos nuestros productores agrícolas y de alimentos deben estar formalizados, capacitados y supervisados para garantizar la producción de alimentos seguros, inocuos, sin riesgos de contaminación en alguna de las etapas de toda la cadena de valor, los ministerios de salud, agricultura y la producción deben trabajar corporativamente en este propósito.
En tercer lugar, todas las personas que operan y trabajan en el sector de alimentos deben estar capacitados, y progresivamente, certificados en buenas prácticas de manipulación de alimentos, conocidas como BPM, y absolutamente todos los negocios de comida deben contar con sus certificados sanitarios vigentes, para esto el sector público y privado deben trabajar juntos, de la mano.
Y en cuarto lugar, los gobiernos locales y regionales deben contar con sistemas de vigilancia, fiscalización y control efectivos y eficientes, de tal manera que todos los consumidores se sientan protegidos y seguros al adquirir sus alimentos en los mercados, restaurantes, comedores, hospitales y establecimientos afines, no es posible que importantes cadenas de restaurante sigan operando con cocinas hacinadas en medio de insectos, roedores y utensilios oxidados, además de contar con personal no calificado para abusar de ellos con magros sueldos.
Finalmente, les reitero el lema totalmente cierto que promueve la FAO: la inocuidad de los alimentos es tarea de todos.
Esta semana que pasó muchos padres hemos sido convocados por el tutor del aula donde estudian nuestros hijos, a través del Zoom nos han dado cuenta de los avances y las notas obtenidas en este primer bimestre, en medio de singulares clases escolares a distancia.
Javier es uno de los profesores que en las últimas semanas se ha dedicado a elaborar sus clases utilizando una serie de herramientas tecnológicas para lograr que sus queridos alumnos aprendan los objetivos exigidos en la currícula escolar, esto significa que Javier tuvo que trasnochar varias semanas para preparar sus clases, sus tareas y sus pizarras virtuales, también para elaborar los exámenes en línea, colgar sus contenidos, y además, tuvo que acostumbrarse a dictar clases a través de la cámara de su computadora, y a la vez, tratar de controlar a sus alumnos a través de múltiples y pequeñas pantallitas en su monitor.
En estas reuniones algunos padres de familia expresaron sus quejas sobre el sistema educativo ahora virtual o a distancia, otros reclamaron por qué utilizan una plataforma y no otra, por qué les dejan tantas tareas, por qué no recibieron un correo indicándoles la postergación de una clase, entre otros reclamos, sin embargo, lo que hay de fondo en estas quejas de muchos padres es la nueva situación que deben enfrentar al tratar de trabajar desde casa, sobrellevar la cuarentena, y a la vez, ayudar y controlar a sus hijos, sobre todo sin son pequeños, para que cumplan con las clases virtuales sin distraerse, sin usar el celular, sin navegar en YouTube, entre otros supuestos elementos distractores para su aprendizaje.
¿Cuándo será el día que vuelvan al colegio?, se repiten en diferentes tonos de voz y cada quien a su estilo, sin embargo, los expertos como Fernando Reimers, profesor y experto en educación de la Universidad de Harvard, señala que reabrir las escuelas será muy complicado hasta que exista una vacuna, por lo que, probablemente, los próximos 18 meses nuestros hijos tendrán que seguir estudiando desde casa.
Además, el profesor Reimers sostiene que en la educación, después de esta pandemia, se ampliará la brecha de desigualdad que ya existía hasta fines del año pasado, los alumnos con mayores oportunidades podían asistir a colegios privados, cuentan con acceso a Internet, pueden tener fácilmente acceso a una computadora portátil o una tablet. Sin embargo, muchos estudiantes de colegios públicos no tienen acceso a Internet o a una computadora personal, en las zonas más pobres del Perú muchos jóvenes y niños tenían que caminar por varias horas para llegar a sus aulas con el único deseo de aprender, ellos probablemente serán los que se lleven la peor parte de esta brecha educativa que lamentablemente se agrandará debido a la pandemia.
Y muchos de nosotros estaremos culpando al gobierno por no garantizar una educación de calidad para todos, no cabe duda que las recomendaciones de la UNESCO para reiniciar las clases en aulas no son aplicables en el corto plazo en nuestro país, es difícil construir o adaptar nuestras escuelas a estos nuevos tiempos, con servicios higiénicos, realmente higiénicos, con agua y jabón, con servicios médicos que brinden atención y diagnóstico permanente en todos los colegios, con comedores y mobiliario cumpliendo las normas que exige el ministerio de salud, con una logística adecuada y un equipamiento que garantice el distanciamiento social obligatorio que deben cumplir nuestros hijos para evitar ser víctimas de la COVID-19.
Por eso quiero hablarles dos temas, el primero tiene que ver con nosotros como padres con hijos que están en el colegio, institutos o universidades, a ustedes les propongo que se hagan la siguiente pregunta: ¿cómo puedo ayudar con la educación de mis hijos?
Entonces, debemos empezar por reconocer que los profesores son personas que, por su vocación, buscan preparar a nuestros hijos para que estén dispuestos a construir un mundo mejor, esto significa que debemos valorar el esfuerzo que hoy están haciendo, y sumarnos en esta tarea, por ejemplo, ayudando a nuestros hijos a desarrollar sus capacidades de lenguaje y comunicación, porque no es suficiente saber leer y escribir, ahora es imprescindible saber expresar adecuadamente las ideas, no solo a través de palabras e incluso gestos, lo que conocemos como comunicación verbal y no verbal, ahora, ellos también tienen que aprender y dominar las herramientas de comunicación virtual para estar preparados y poder tener mejores oportunidades en el mundo postpandemia que llegará muy pronto.
Para esto el profesor Reimers recomienda a todos los padres que -por lo menos una vez al día- comamos todos juntos en familia, sin televisor ni celular, conversando y escuchando a nuestros hijos, compartiendo con ellos, escuchando atentamente sus historias y respondiendo también sus preguntas e inquietudes, porque el valor de la familia, la comunicación efectiva y la nueva economía con rostro humano serán los desafíos que muy pronto tendrán que superar nuestros hijos para reconstruir este país que agoniza por el olvido y la postergación de anteriores gobiernos.
Y el segundo tema es un llamado al gobierno para que tome la decisión prioritaria de dotar de recursos suficientes a nuestros maestros, por que la educación es tan importante como la salud, esta pandemia ha demostrado el valor que tiene el cuerpo médico y todo el sistema de salud, y desde el gobierno se está invirtiendo mucho dinero para dotarlos de infraestructura, medicamentos, mascarillas, camas, oxígeno, entre otras cosas; pero igual de urgente e importante es la dotación de recursos a nuestros profesores y alumnos, actualmente es prioritario brindarles acceso a Internet y a computadoras o tablets a todos, porque el alumno que no cuenta con esto prácticamente queda condenado a la ignorancia y al analfabetismo digital, y eso los condena a la pobreza.
¿Acaso no es posible contar con acceso a Internet gratuito o a bajo costo?, ¿acaso no es posible crear medidas que permitan acceder, también a bajo costo, a computadoras o tablets? El ministerio de educación está invirtiendo en la producción de contenidos de calidad para educar a nuestros hijos, ¿y acaso no es posible que las instituciones privadas se sumen a este esfuerzo y trabajen de la mano con el gobierno sin ánimos de lucro?, ¿acaso no es posible hacer juntos un único gran esfuerzo para salvar la educación de nuestros hijos?
El profesor Reimers lo dice con total claridad: “La desigualdad en la educación es la base de la inestabilidad política de un país”, y nuestra realidad le da la razón.
Este sábado se publicó el decreto supremo 094 donde se señala el inicio de una nueva etapa que nos tocará vivir en adelante, y lo que quiero destacar de esta norma no es sólo la ampliación del estado de emergencia nacional hasta el 30 de junio, además de las medidas dispuestas, sino, la invocación que hace el gobierno para caminar juntos, el gobierno y la ciudadanía, hacia una nueva convivencia social.
Actualmente todos nos hemos visto afectados por esta pandemia y -desde el gobierno- el presidente Martín Vizcarra viene liderando una serie de medidas de emergencia para atender a las víctimas del nuevo coronavirus y hacer lo posible para contener los contagios.
Casi todos los días nos habla en la televisión informando las acciones emprendidas, las cifras de la pandemia y la invocación permanente, reiterada, a todos los peruanos, de hacer lo que nos corresponde únicamente a nosotros para detener los contagios y tantas muertes en el Perú.
El mensaje es muy simple no salgas de tu casa innecesariamente, utiliza mascarillas, lávate las manos con abundante agua y jabón cumple rigurosamente el distanciamiento social y no incumplas las normas dadas por el gobierno.
Medidas tan fáciles de entender, pero, lamentablemente difíciles de cumplir en una población que parece que tuviera por regla contradecir al gobierno de turno, desobedecer a las autoridades o simplemente sacarle la vuelta a las normas.
Dos ejemplos grafican con claridad lo que digo, Piura y su desobediencia incomprensible reflejado -obviamente- en las autoridades que tiene, y Cajamarca como el mejor ejemplo del trabajo conjunto entre las autoridades, los servidores públicos, la sociedad civil organizada y la población. El resultado es una región libre del coronavirus.
El emperador Marco Aurelio, considerado por muchos como el mejor gobernante romano tuvo que enfrentar una terrible peste. Durante su gobierno entre los años 165 y 180 de esta era la peste antonina acabó con las dos terceras partes de su población, diariamente morían dos mil personas en Roma, obviamente, la gente vivía con angustia y miedo confinados en sus casas, se paralizó todo el comercio, y se agotaron todos los recursos públicos tratando de contener la pandemia y tratando de salvar vidas.
Marco Aurelio llegó a despojarse de sus bienes para ayudar a su pueblo, además, entre las principales medidas que implementó está la reorganización de los servicios públicos, con especial consideración a las personas más vulnerables, niños, mujeres y ancianos. Sin embargo, pese a todos los esfuerzos, la peste acabó con la vida de su esposa y también mató a ocho de sus 13 hijos, y después de una agonía de siete días, él murió infectado.
Al igual que en el Imperio Romano, después de aquella pandemia nada fue igual, ahora en el Perú, después de este coronavirus ya nada será igual, hace bien el gobierno en llamar a esto una nueva etapa hacia una nueva convivencia social. Hace bien el gobierno al decir, en la voz del Presidente, que debemos reconstruir los servicios públicos más esenciales como son la salud y la educación, y también, el sistema de pensiones y la transformación de las formas de trabajo en el país.
Es aquí donde debemos agotar nuestras reservas, es aquí donde todos los peruanos debemos poner el hombro para construir un único sistema de salud para todos, y un verdadero modelo educativo de calidad y oportunidad también para todos, sin excepción, sin lucro, sin lobbies, sin corrupción.
El profesor Oscar Murillo tiene razón cuando señala que esta nueva etapa será difícil, larga y penosa, y la única manera de superarla es apostando por la seguridad humana cuya base se cimenta en la educación, en el cultivo de la mente de los peruanos para que estén dispuestos a construir un nuevo Perú donde se priorice el bienestar general, el bien común.
El emperador Marco Aurelio decía que “la destrucción de la inteligencia es una peste mayor que cualquier infección”, y tiene razón, lo que vivimos hoy es el resultado de la renuncia del Estado, por varias décadas, a invertir y procurar una verdadera educación, en el país no podemos repetir esta historia, por eso, en esta nueva etapa de convivencia social nos toca, a cada uno de nosotros, hacer lo que es correcto siguiendo el ejemplo de Cajamarca, cumpliendo las normas, respetando el toque de queda, usando nuestras mascarillas, respetando el distanciamiento social mayor a un metro, procurando una higiene de agua y jabón constante, y los negocios que empiezan a operar deben cumplir los protocolos, igual los mercados, los restaurantes y los trabajadores independientes, porque de todos depende la salud de todos.
Y finalmente, quiero invocar a mis colegas periodistas a poner el hombro en esta nueva etapa, porque los medios de comunicación tienen la responsabilidad social de crear conciencia en la población sobre cómo debemos vivir en una cultura de paz, el emperador Marco Aurelio también decía: “no lo hagas si no es conveniente, no lo digas si no es verdad”.
De acuerdo a las normas que establecen el reinicio progresivo de actividades económicas se han dispuesto los protocolos que deben seguir los restaurantes para poder retomar sus actividades.
Sin embargo, esto significa que no debe perderse de vista lo que exige la ley a este tipo de negocios.
En septiembre del 2018 el Ministerio de Salud publicó la norma 822 donde se establece claramente los cuidados que deben tener todos los negocios que brindan servicios de alimentación al público.
En esta norma se indica que todos los restaurantes y afines deben contar con un certificado sanitario emitido por la municipalidad donde se evidencian dos cosas:
Primero, que cumplan con una serie de medidas que garantizan las buenas prácticas de manipulación de los alimentos, esto es conocido como BPM, y se considera desde el momento que adquieren los insumos, sus formas de conservación, durante la etapa de preparación, al momento de servir e incluso cómo se debe recoger los residuos de la comida.
En segundo lugar, se les exige una serie de procedimientos para la limpieza y desinfección en sus instalaciones, equipamientos y utensilios, debidamente registrados para que puedan ser supervisados por las autoridades, es decir, contar con un Programa de Higiene y Saneamiento, conocido como PHS.
Y ahora, debido a la pandemia, los restaurantes también deben cumplir con las últimas normas emitidas por el ministerio de salud y el ministerio de la producción para que puedan contar con la autorización para el reparto de comidas a domicilio, lo que muchos conocemos como el servicio de delivery.
Esto significa que en estos tiempos de pandemia las municipalidades deberán cumplir su rol de supervisión, fiscalización y sanción, porque la ley así les exige, de todos los restaurantes que inician sus actividades, verificando que también cuenten con su certificado sanitario.
Se estima que más de 2 mil restaurantes de Lima empezarán nuevamente a prender sus cocinas, y los municipios deben estar muy atentos para detectar a los que buscaran sacar la vuelta a la ley.
De la contrario, usted que llama por teléfono para comprar, por ejemplo, su delicioso pollo a la brasa, o una pizza, no solo corre el peligro de contagiarse con el coronavirus si es que el repartidor no cumple la norma, sino que también puede correr el riesgo de contagiarse de una ETA, alguna enfermedad transmitida por los alimentos, y como podemos ver, si esto sucede será muy complicado acudir a un centro de salud para atenderse.
Entonces, ya lo sabe, si va a comprar alimentos llame a restaurantes seguros, que cuenten con el certificado sanitario correspondiente, porque la salud de nuestra familia no debe ponerse en riesgo por un antojo que llegue a casa gracias a un motorizado.
Estamos a pocos días de una de las celebraciones más significativas del calendario, una fecha que desde las épocas del colegio nos empeñábamos para montar una gran actuación en homenaje a mamá, sin embargo, este año –atípico ahora– nos está obligando a mirar con atención el nuevo escenario en el que tendremos que actuar en adelante, y como dijo el genial Charles Chaplin “la vida es una obra de teatro que no permite ensayos”, por eso, debemos pensar detenidamente cual será el nuevo rol que debemos cumplir en un país donde la improvisación, el Pepe el vivo y la criollada son características de aquellos actores que se resisten a seguir el guion, una pauta escrita con letras grandes y en frases sencillas que no exigen más que un poco de seso, compromiso y responsabilidad durante la actuación para poder terminar la obra de nuestra vida como esperamos, de lo contrario, nos caerá encima el telón, tristemente para siempre, sin darnos ninguna otra opción, suplicando un poco más de aliento como si fuéramos la marioneta de Johnny Welch.
En este nuevo teatro de la vida tenemos tres actos importantes que los directores de escena, es decir, los que gobiernan, deben organizar con extrema dedicación, el primer acto trata de cómo evitar la muerte. Es realmente una escena de terror, de dolor, de desesperación, una actuación que nos dilata las pupilas y estruja el corazón, donde los protagonistas llevan trajes celestes y blancos, tienen sus rostros cubiertos con mascarillas, usan guantes pegados a su piel, ellos miran desde arriba con impotencia a cientos de hombres y mujeres postrados en camas de hospitales desbordados, otros tantos en las calles, en las casas más austeras, en las casas de la ciudad y en las casas de los ricos, desdichados a merced de un virus, seres humanos que aferrados a sus recuerdos luchan por coger un poco de aire nada más para evitar que les caiga el telón, tristemente.
Allí están, los que mueren, en sus bolsas negras esperando que vengan por sus restos la brigada de los muertos; allí están, los que luchan, atados a un ventilador mecánico sobre una cama caliente que la noche anterior resistió el peso de otra víctima con igual suerte para posarse sobre ella; allí están, los enfermos, los que aún no entienden cómo es que el maldito virus llegó hasta sus manos, su boca, sus pulmones, ellos saben que lo tienen, y ahora solo rezan y recuerdan a los suyos en sus mentes porque no podrán verlos, ni tocarlos, ni abrazarlos, ni besarlos, quizás por algún tiempo, quizás para siempre; pero allí están también los otros, los que no saben que su aliento va cargado de ese virus que viaja hacia dentro, en su cuerpo, multiplicándose velozmente, montándose en su esputo, en su ropa, en sus manos, como una peste que contagia a los que tienen cerca, al que está en la calle, en el mercado, en el banco, en la combi, en el hospital luchando incluso contra el mal, tristemente.
En medio de esta primera escena, entre dos frentes, están los del otro uniforme, los que solo deben obedecer las órdenes que reciben de sus jefes para impedir que los enfermos se junten con los sanos, construyendo una especie de barreras humanas dispuestas a dar sus vidas para proteger las nuestras, otros héroes anónimos que día y noche se mantienen de pie sin saber si mañana podrán llegar a casa, dejar sus uniformes y poder abrazar a sus familias; mientras, en el aire se oyen las voces de los que están en las radios, en la televisión, y también en los diarios y las redes, criticando, insultando, maldiciendo, allí está la quejudez, tristemente mientras se cierra el telón.
Se abre el telón para el segundo acto, sobre un mueble está una máquina con pantalla y teclado, un aparato que invade el comedor, la sala, la habitación, y si la casa tiene todos estos ambientes en uno solo, entonces está la pantalla sola, sin teclado, el televisor sino una radio, lo que importa es que se pueda oír la voz, ver o construir las imágenes, y frente a estos aparatos están los niños, atentos, mirando, escuchando, leyendo, absorbiendo en su permeable mente los mensajes de buena convivencia, las ciencias, las letras, el arte, todo envuelto en un paquete digital, algunos niños lo reciben y comprenden mejor que otros, pero igual, el mensaje le llega a la mayoría de ellos, incluso a sus padres y demás adultos en casa que quizás nunca tuvieron la oportunidad de estudiar.
Aquí los protagonistas son los maestros, los profes, las misses, ellos se volvieron de la noche a la mañana, incluyendo trasnochadas enteras, en mentores on line, de pronto cambiaron la tiza por las teclas, sus cuadernos de 100 hojas por el video web, el “saquen una hoja y un lápiz” por el “ingresen al kahoot”, cambiaron el “guarden todas sus cosas para el examen” por el “resuelvan el cuestionario en línea”, y demás, toda una transformación de la educación tradicional, que hasta hoy no ha demostrado buenos resultados, hacia el uso de la tecnología que lleva como fuente de energía a la Internet.
En medio de esta segunda escena están los padres estresados, reclamando a gritos por una educación tradicional, sin costo, de calidad, sin tareas, sin muchas horas frente al computador, pero con buenas notas para sus hijos, haciéndoles las tareas si es necesario, para que pasen de año, para que no repitan, para que aprendan por las buenas o por las malas, incluso algunos con el chicote en la mano, exigiéndoles que aprendan la lección, mientras se cierra el telón.
Se abre el telón para el último acto, un motorizado circula por la calle llevando la entrega de comida por el camino que le marca el waze, con casco, mascarilla, guantes y un carnet colgándole en el pecho recorre la ciudad, en medio de calles con barricadas y señales de advertencia sobre aquellas zonas de alto riesgo de contagio, allí están algunos negocios abiertos, supermercados y centros comerciales con aforos restringidos, restaurantes sin comensales, empresas con cámaras de temperatura en sus ingresos, bancos con cubículos de plástico que separan las ventanillas de sus clientes, fábricas con poca gente, plantas con operarios jóvenes y las entidades públicas increíblemente tratando de promover el trabajo remoto y la transformación digital, todos saben que el horario de trabajo es diurno porque en las noches nuevamente el toque de queda se debe respetar.
Aquí el protagonista es el trabajador peruano que al día siguiente nuevamente sale a trabajar, temprano en el puesto de periódico lee rápidamente las cifras de contagios y muertes que siguen aumentando, pero ni modo, si no trabaja no tendrá para comer, por eso se persigna, se ajusta bien la mascarilla, evita estar cerca de otra persona a menos de un metro y en el bolsillo lleva su alcohol en gel. Así será al otro día, y al otro día también, esperando que su papel en esta obra de teatro no lo convierta en protagonista del primer acto para la función de mañana. Y se cierra el telón.
Es evidente que esta obra no es fruto de la imaginación de un burdo guionista de teatro, todo lo contrario, es el teatro que hoy le toca dirigir al gobierno actual, un gobierno que a pesar de que surgió como consecuencia del fracaso de la política peruana, hasta ahora ha sabido conducir los momentos más críticos de esta pandemia, y en medio de esta crisis, hemos podido notar que la gestión de la salud, la educación y el trabajo en el Perú está también en cuidados intensivos, lamentablemente, en las últimas décadas nos hemos creído el cuento de que la gestión privada lo haría mejor que el Estado, hoy podemos decir que nos equivocamos, es evidente el fracaso en estos tres ámbitos tan relevantes para la sociedad.
Para enfrentar esta crisis el gobierno decidió invertir en salud, pero no solo se trata de implementar mil camas de cuidados intensivos, de convertir la Villa de Atletas en un gran centro hospitalario, ni tampoco de fusionar Essalud con el Minsa y el SIS, esto va más allá de estas decisiones de última hora, lo que el país necesita es una verdadera reforma de todo el sistema de salud, integrando los sistemas públicos y privados, el coronavirus nos ha demostrado que la enfermedad no tiene clase social, por lo tanto, cada peruano que tiene un DNI debería tener una ficha única de salud integral, es decir, desde la gestación, la infancia, el control del niño sano, sus vacunas, tratamientos médicos, preventivos y de atención hasta la tercera edad, deben estar registrados en un único sistema para que los médicos públicos y privados realmente contribuyan a la salud de todos sin excepción, la telemedicina y el monitoreo y supervisión a través de los órganos de control y programas sociales del ejecutivo deben trabajar para hacer realidad la salud y el bienestar del país, necesitamos no sólo erradicar el hambre, la desnutrición y la anemia, también debemos luchar contra la obesidad, el sobrepeso y otras enfermedades crónicas en el Perú, y para esto el Estado debe dejar bien claro que la gestión de la salud no es un negocio, sino un derecho humano fundamental.
Respecto de la educación también tenemos otro desafío que resolver en el corto plazo, hoy todos nos damos cuenta de la gran brecha que existe en la educación, el uso obligado de las tecnologías nos ayudará a cerrar estas brechas pero no debemos caer en el utilitarismo, y aquí el Estado también tiene la obligación de poner en marcha una reforma educativa más agresiva en todos los niveles de la educación (básica, técnica y superior) para garantizar la formación de buenos ciudadanos, con un manejo adecuado de la técnica y la ciencia al servicio de la sociedad, por lo tanto, si han demostrado que en 12 días es posible poner en marcha un sistema de educación a distancia a nivel nacional, entonces, en poco tiempo pueden producir los contenidos necesarios y suficientes para garantizar un mínimo de calidad para la educación básica, técnica y superior, con acceso libre y gratuito a los contenidos, en diferentes idiomas y en función a la realidad de cada una de nuestras regiones; y esto debe hacerse de la mano con las universidades públicas y privadas, para romper aquel paradigma de que la educación privada es mejor que la pública, lo que necesitamos es la mejor educación con acceso para todos, este es el verdadero desafío.
Y para esto, se debe procurar la capacitación y entrenamiento permanente de los profesores, para que acompañen a nuestros hijos en esta etapa de navegación y selección de contenidos en la red, pero sobre todo, para que cumplan su principal función: desarrollar la humanidad en nuestros hijos, porque esto no lo pueden hacer ni los sistemas ni las computadoras, esto solo lo pueden hacer los profesores, solo así tendremos realmente buenos ciudadanos dispuestos a construir un mejor país.
Y sobre el trabajo también debemos romper viejos paradigmas, no es posible que hoy, cuando los servidores públicos se convierten en héroes luchando por salvar las vidas de más peruanos, los tengamos que contratar en condiciones laborales precarias, el CAS, los terceros o locadores, los services, son aquellas formas que el mismo Estado ha creado para hacerlos trabajar más de 8 horas y sin reconocerles condiciones de trabajo digno, preferimos promover la rentabilidad empresarial a costas de los derechos laborales de nuestros hermanos, no es posible que el mismo Estado pague una empresa de seguridad o de limpieza más de 1500 o 2 mil soles por cada trabajador que labora 12 horas al día con recibo por honorarios a cambio de 950 soles.
Está claro que uno de los principales problemas que debemos resolver en el Perú es el subempleo y la informalidad, ¿cómo podemos aspirar a un verdadero crecimiento económico si la brecha de desigualdad cada vez es mayor?; acaso la generación de riqueza debe ser producto de la explotación laboral; acaso el crecimiento del PBI nos va a garantizar la recuperación de la salud de nuestros enfermos; acaso la reactivación de la economía, como lo exige la CONFIEP, va a revivir los muertos que no tuvieron la posibilidad de elegir quedarse en casa porque simplemente no tenían un sol para sobrevivir; acaso los fondos de las AFP nos garantizan pensiones dignas para nuestros jubilados; acaso los bancos con intereses usureros realmente nos conducen con sus créditos leoninos a una mejor calidad de vida como dice su publicidad; acaso el gobierno a través de sus órganos de control como Osiptel, Osinergmin, Ositran, SBS, SUSALUD, Indecopi, SUNEDU, SUNAFIL, y demás superintendencias, no tiene las facultades suficientes para regular y controlar a aquellas empresas que lucran desmedidamente, valiéndose de malas prácticas, de concertaciones, de sus contactos con el poder o de sus pagos bajo la mesa; es momento de decir basta a estas “políticas” que nos han conducido a los tres actos en este teatro de la vida real en el Perú.
Y finalmente, como sucede en toda obra de teatro, para que pueda tener una concurrencia masiva se necesita de una adecuada campaña de difusión, y aquí el gobierno también tiene que tomar acción, no es suficiente que el presidente Martín Vizcarra hable todos los días, se necesita convocar a más actores, para que juntos, el gobierno, el sector privado, los medios de comunicación y la sociedad civil, puedan hacer de una vez por todas una verdadera campaña de concientización sobre la pandemia, no puede ser posible que hasta la fecha los medios de comunicación privados se hayan olvidado del rol social que les corresponde, sobre la salud se necesita crear conciencia en la población respecto de lo que debemos saber y hacer frente al coronavirus, sin embargo, parece que el sensacionalismo y el melodrama les da mejores resultados en el rating; sobre la educación a distancia es peor aún, es penoso ver que los medios de comunicación más grandes del país se hicieran de la vista gorda, mientras que los medios locales están cumpliendo su rol social a favor de la educación de nuestros hijos; y sobre el trabajo tampoco, parece que los intereses económicos de los auspiciadores tienen un mayor peso sobre las condiciones laborales dignas que deben existir en el Perú.
Parece ser que los empresarios peruanos aún no comprenden que una sociedad más justa, culta, equitativa y solidaria les va a generar mayores réditos económicos al mediano y largo plazo, porque una sociedad mejor siempre buscará mejorar su calidad de vida, y esto significa estar dispuesto a gastar para crecer y avanzar hacia un estado de bienestar común, mientras que una sociedad precaria como la nuestra, que además de padecer de mala salud, mala educación y malas condiciones de trabajo, también padece de injusticia y corrupción, por lo tanto, los empresarios saben perfectamente cuál es el mejor escenario para su inversión, ¿o no?
Sugerencia extra: cada peruano que obtiene el DNI azúl, al cumplir 18 años, debería obtener también una cuenta de ahorros asociada a su DNI en el Banco de la Nación sin costos de mantenimiento, igual para todos los peruanos, es inconcebible que en pleno siglo 21 el Estado no le pueda pagar un bono humanitario a los más necesitados obligándolos a recurrir a la banca privada que sigue discriminando por condición social, basta ver las resistencias que inventan cuando se trata de retirar tus fondos de AFP, ¿no les parece?
A inicios de la década de los 80 el doctor oncólogo Ran-dolph Lee Clark, reconocido director del MD Anderson Cancer Center de Houston, Texas, realizó una visita a Cuba, fue entonces cuando Fidel Castro se reunió, conversó con él y escuchó por primera vez sobre el Interferón, una molécula que venía utilizándose como parte del tratamiento contra el cáncer, esto despertó un gran interés por el líder cubano quien, de inmediato, tomó la decisión de enviar a dos médicos a trabajar de la mano con el doctor Clark para aprender lo necesario sobre esta proteína, igualmente, otra delegación de seis médicos cubanos fueron enviados al Instituto Nacional de Salud Pública de Finlandia, donde ya se producía el Interferón natural para que aprendieran de la mano del científico Kari Cantell, en el menor tiempo posible, sobre el uso, aplicación y producción de esta molécula.
Al poco tiempo, el gobierno cubano tomó la decisión de crear el Centro de Investigaciones Biológicas (después convertido en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología – CIGB en la Habana), y fue implementado en sólo seis meses con el propósito de producir el Interferón natural y por vía recombinante, para poder enfrentar con la ciencia las enfermedades más complejas de aquella época. Esto permitió que el doctor Luis Herrera, líder del grupo de investigación, iniciara la producción del Interferón Alfa 2B, un medicamento que desde entonces ha sido utilizado para tratar a personas con dengue hemorrágico, conjuntivitis hemorrágica, hepatitis crónica de tipo B y C, leucemia, VIH-SIDA, entre otras afecciones virales, y que además está siendo utilizado para combatir el COVID-19 en China, Italia y otros países.
Pero primero trataré de explicarles, de manera sencilla, qué es el Interferón. Según la explicación del doctor Herrera, es una proteína que tenemos naturalmente en el cuerpo y que forma parte de nuestro sistema inmunológico y cuya función es desencadenar mecanismos de defensa que interfieren o impiden que un virus se multiplique dentro de nuestras células, y así, impedir las infecciones como las que ocasiona el COVID-19, ya que la característica de este coronavirus, cuando ingresa a la célula, es precisamente atacar al Interferón natural que tenemos para impedir que active o estimule nuestros mecanismos de defensa.
Por lo tanto, podemos inferir que un tratamiento con las dosis adecuadas de Interferón puede evitar que se presenten complicaciones graves o severas en las personas contagiadas con este virus, incluso, esta proteína administrada con prescripción médica, nos ayudaría a resistir y superar el proceso viral como si fuera una tos leve, con algo de malestar en el cuerpo, incluso fiebre pero como un proceso poco agresivo, sin necesidad de llegar a una unidad de cuidados intensivos o requerir de equipos de ventilación mecánica; obviamente, esto tiene que ir de la mano con una estrategia de salud que permita una respuesta efectiva contra esta enfermedad y una atención a tiempo y en condiciones adecuadas, sobre todo a las personas más vulnerables, aquellas que tienen su sistema de defensa disminuidos debido a otras enfermedades.
Actualmente, la situación que enfrentamos en el Perú por esta pandemia es preocupante, a pesar de que el gobierno tomó medidas adecuadas a tiempo, lamentablemente la población no ha respondido como se esperaba y las metas propuestas aún no se han alcanzado, en este momento los reportes de contagio detectados están alrededor de las 30 mil personas y sigue creciendo con una tendencia preocupante, los martillazos no han logrado contener los contagios, y es posible que en las próximas horas alcancemos el 100 % de camas en las UCI en todo el Perú. Las consecuencias serán más graves.
Esto ha evidenciado el olvido y la desidia que padece el sistema de salud en el país, no solo no contamos con la infraestructura adecuada, sino que la corrupción por un lado y la incapacidad de gestión que han tenido los responsables del sector en todos los niveles y gobiernos, se han visto descubiertos desde sus entrañas, el oscuro mercado de los equipos y medicamentos; la sobrevaloración de insumos, bienes y servicios; los arreglos debajo de la mesa por los seguros; las componendas con empresas privadas de la salud; el mercado persa de la prevención, los análisis y pruebas de laboratorio; hasta la irresponsabilidad del manejo de residuos peligrosos; el tráfico de puestos de trabajo e incluso la pésima formación de especialistas de la salud en instituciones dedicadas al lucro en lugar de darles una verdadera formación técnica y profesional, parecieran ser una combinación perversa del mal que ha terminado colapsando al sistema ante la pandemia, y claro que debo decir también que existen honrosas excepciones de hombres y mujeres con verdadera vocación de servicio y compromiso que, en medio de toda la podredumbre, siguen luchando para salvarnos la vida.
El gobierno ha dispuesto de importantes recursos económicos y ha tomado decisiones de urgencia para superar la crisis, sin embargo, el propósito está orientado a bajar la fiebre, a menguar los síntomas, incluso a planificar las muertes, es decir, a enfrentar las consecuencias, y es entendible porque estamos en medio de la pandemia. Pero eso no justifica que no se tomen decisiones de mediano y largo plazo.
Creo que a todos los peruanos nos ha quedado claro la importancia del rol del Estado en la gestión de los servicios de salud, por lo tanto, no debemos dejar pasar la oportunidad de refundar un sistema de salud integrado, transparente e informatizado, las historias clínicas deben convertirse en eso: historia. Y la infraestructura debe ser implementada en el corto plazo, con la vigilancia suficiente para evitar la corrupción y la incompetencia. Y a la par, se debe tomar la decisión de invertir en investigación al más alto nivel, porque es evidente que es mejor invertir recursos suficientes en la ciencia y la investigación ahora para evitar gastar en las consecuencias de las enfermedades como el COVID-19 después, porque el costo del olvido y la postergación no sólo costará dinero, lamentablemente costará la vida de nuestros compatriotas que se van lacerando el corazón de familias enteras.
Si en los años 80 Fidel Castro se atrevió a crear un Centro de Investigaciones Biológicas, por qué no podemos contar nosotros también con un centro de investigación similar, basta con levantar el teléfono y ponerse en contacto con el gobierno cubano para que a través de la transferencia tecnológica, así como lo hicieron ellos, en solo 6 meses ya podamos contar con nuestra propia producción de Interferón en el Perú, incluso en menos tiempo porque la tecnología así lo permite y la situación de emergencia lo amerita. Esto ayudará no solo a atender a nuestros hermanos contagiados con el COVID-19, también ayudará a fortalecer el sistema inmunológico de nuestros especialistas de la salud como sucedió en Wuhan y ahora en Italia, entre otros países, además, evitará que más peruanos mueran de dengue cada año, o de neumonía debido a las heladas, incluso servirá para el tratamiento de la leucemia y otras enfermedades endémicas y virales.
Si bien el Interferón en sus inicios se producía extrayéndose directamente de los glóbulos blancos de la sangre, lo que lo hacía muy costoso, ahora ya se puede producir en grandes cantidades a partir del cultivo de bacterias, e incluso, los científicos han logrado expresarlo en organismos vegetales, es decir, la biología molecular y la ciencia en general nos ofrecen muchas alternativas para encontrar soluciones a situaciones de crisis como esta pandemia, lo que falta es la decisión política para que de una vez por todas la ciencia y la investigación tengan un merecido lugar en el Perú, incluso por encima de la obsesiva preocupación que existe de mantener un crecimiento económico basado en nuestras materias primas, en estos tiempos, si no rompemos este paradigma que insiste en hacernos creer que el progreso es sinónimo de crecimiento del PBI, estaremos condenando a nuestros hijos a seguir arañando los cerros para extraer el hierro, el cobre, la plata o el oro, o peor aún, a seguir labrando la tierra para producir productos extraordinarios, capaces de acabar con el hambre en el mundo, y recibiendo a cambio un miserable pago que ni siquiera les sirve para alimentarse bien, ni ellos ni sus hijos.
Debido al estado de emergencia que vivimos, muchos padres de familia se han expresado, en todos los tonos, sobre las medidas del sector educación, recordemos que todo empezó con la suspensión de las clases en colegios particulares y la postergación del inicio del año escolar en las escuelas públicas debido a la amenaza que representa el COVID-19.
Con el pasar de los días era evidente que las aulas tendrán que esperar mucho tiempo, si cabe, para que vuelvan a acoger en sus carpetas y frente a una pizarra, a nuestros hijos retornando a la primaria y secundaria.
Muy pronto, las voces preocupadas exigieron respuestas sobre el destino del año escolar, hasta que el Estado, con un esfuerzo sin precedentes desde el ministerio de educación, con equipos de trabajo multidisciplinarios, apostó por construir la plataforma educativa a distancia a través de la Internet, la televisión pública y la radio, que todos conocemos como “Aprendo en casa”. En solo doce días se logró poner en marcha un proyecto destinado a millones de escolares de todo el país.
En paralelo, muchas escuelas privadas también apostaron por capacitar a sus docentes a la velocidad del rayo para implementar las aulas virtuales, de tal manera que continúen brindando el servicio educativo a sus alumnos-clientes.
Y entonces, un nuevo rol emerge en medio del hogar en cuarentena, la sala, la habitación, o el comedor se transforma en el aula; el celular o la laptop con cámara se convierte en el medio de enlace entre el “profe” y el alumno; y los padres en los asistentes de aula, pero con autoridad y voz de mando, y muchas veces con la chancleta en mano, les exigen a sus hijos a prestar atención, a sentarse derechos y hacer la clase, porque luego les tocará hacerles la tarea, no necesariamente para ayudarles a aprender, sino, para evitarles una mala nota.
Del otro lado del computador está la profesora, aprendiendo al galope a grabar, editar, a utilizar una pizarra virtual, y por más experiencia que tenga hablando en clases, ahora debe aprender a hablar frente a la cámara de un celular, un aparato que no retroalimenta, no responde, no dice nada; en realidad, un intento de comunicación que sin feedback se convierte en información.
Y entonces, los padres de los colegios públicos reclaman que esta forma de enseñar no es suficiente para garantizar una buena educación para sus hijos; y los padres de los colegios privados dicen lo mismo: esta forma de enseñanza no es suficiente, peor aún, no justifica lo que pago cada mes para que mi hijo reciba una educación de calidad. Y entonces, Indecopi recibe las denuncias, mientras las APAFA se pronuncian y le exigen a los directores que mejoren los procesos virtuales de enseñanza: como hace el otro colegio de allá, donde usan el zoom, el 8x8, el Teams, el google classroom, y demás, por lo tanto, no deben cobrar la misma mensualidad, porque lo que ofrecen cuesta menos. Y así, quejas, gritos, agravios, memes y cadenas van y vienen en los grupos de WhatsApp (esto me recuerda un post que escribí llamado “la quejudez de los peruanos”).
Si este es tu caso, por favor, hagamos un pequeño ejercicio, tomemos aire, lo retenemos y contamos hasta diez, 1, 2,…, 10, y exhalamos lentamente.
El día que me convertí en padre por primera vez llegó al hospital mi amigo y maestro Antonio Flores, en sus manos traía un regalo para mí, era “Emilio”, de Juan Jacobo Rousseau, me dijo: este libro es un manual para la educación que todos los padres deben leer. Y es cierto.
En este libro de 1762 se señala que la educación es un arte, por lo tanto, es casi imposible su plena realización, y como toda obra de arte, alcanza su real dimensión después de ser sometido a la crítica, los prejuicios, e incluso la censura y hasta el desprecio.
Y es así, porque siempre la educación genera cambios y transformación en nosotros y en nuestro entorno, y es natural que surjan resistencias al cambio, como se resiste un árbol torcido al ser enderezado, y que sólo con paciencia y con el buen manejo de las técnicas del cultivo se puede lograr, sin embargo, al hombre sólo lo endereza la educación, sostiene Rousseau, y destaca además, que la educación es efecto de la naturaleza, de las cosas y de los hombres, tres maestros de los que tenemos que aprender siempre y cuando no existan contradicciones entre ellos.
Lo que queda claro es que nuestros hijos no volverán a las aulas este año, y probablemente el siguiente año tampoco, esto está obligando al gobierno a rediseñar la educación básica regular en el país, la compra de tablets para los niños y profesores de zonas rurales son una clara señal del nuevo modelo educativo que está germinando en el Perú, en lo que resta de este año y el 2021 se va a producir una gran cantidad de contenidos multimedia para todas las edades, y el proceso de aprendizaje virtual será asimilado fácilmente por nuestros hijos en corto tiempo, por lo tanto, la educación pública tiene la gran oportunidad de aprovechar esta revolución educativa de las aulas a la Internet para desarrollar contenidos que ayuden a formar hombres y mujeres con valores y principios, con sensibilidad humana y con conciencia sostenible respecto de nuestra especie y su relación con la casa grande, esta es la oportunidad de formar buenos ciudadanos que dominen las tecnologías para ponerlas al servicio de la humanidad.
Lo que hoy tienen que aprender nuestros hijos, para alcanzar una verdadera educación, está en casa. Para que aprendan de la naturaleza como la maestra que les demuestra la fragilidad de nuestra especie que, por ejemplo con el coronavirus puede costarle la vida, por eso, deben mirarse a sí mismos, para entender lo que somos y, sobre todo, lo que necesitamos para sobrevivir en un planeta que hoy nos obliga a pensar cuando vemos a los mares limpios, el cielo azul sin contaminación, a los animales reconciliándose con los espacios que les arrebató el hombre en nombre del progreso, la riqueza y el poder.
Desde casa nuestros hijos deben aprender de las cosas, el otro maestro al que se refiere Rousseau, es decir, de aquella experiencia que adquieren nuestros hijos cuando usan sus manos para crear, para hacer, para transformar, para aprender; porque a través de las cosas se conectan con el mundo exterior, sus sentidos interpretan y registran el contacto que toman con la realidad; con sus manos aprenden a reparar una silla, al limpiar una ventana descubren la fuerza de la luz, al asear sus camas o limpiar sus habitaciones aprenden hábitos que les serán para toda la vida, al preparar la masa del pan aprenden a valorar el alimento para la familia.
Y también desde casa nuestros hijos deben aprender de nosotros, el hombre, el tercer maestro de Rousseau, el ser que enseña a comprender a los demás; por eso, debemos enseñarles el cuidado de la familia, la importancia de la salud, de la buena alimentación, del afecto, de los valores como la solidaridad, la justicia, la honestidad y la equidad, del amor, del compartir a través de los juegos, del dolor cuando perdemos a un ser querido, del cocinar juntos en casa como uno de los actos de amor más sublimes entre los seres humanos, porque cocinar es hacer lo necesario para proveer del alimento que nos mantiene vivos; recuerden que la palabra educación, desde sus inicios, significa alimento, y esto es lo que necesitan nuestros hijos en casa hoy, el verdadero alimento que les permita vivir felices en el futuro, como buenos ciudadanos del mundo.
Esta es la educación que merecen y que es nuestra obligación de padres el poder dárselo. Lo demás, matemáticas, sociales, ciencias, comunicación, idiomas, religión, lo aprenderán mejor después, cuando luego de la pandemia retomen la instrucción en los colegios.
Lucía de 32 años lleva 18 días en su habitación, tiene miedo, algo de tos, dolor en el cuerpo y un poco de calentura algunas noches. Cada mañana recibe en su puerta, sobre el piso, una bandeja con un vaso de jugo, una taza de leche y un pan con algo; igual en el almuerzo, la misma bandeja con el menú del día, y al llegar la noche, otra vez aquella bandeja con los platos y cubiertos marcados con tinta roja indeleble para que nadie de la familia los pueda utilizar.
Así pasa Lucía su cuarentena después de ser diagnosticada con el COVID-19, por las noches ella piensa si su sobrepeso y su excesiva ansiedad le pueden jugar en contra en su lucha por salir con vida de esta pandemia que se instaló en su hogar.
Al mismo tiempo en Lurín, Guillermo se aferra a la frazada que lo acompaña, hace cuatro días en su cama, tiene miedo de que llegue la noche y con ella esa fiebre que lo hace delirar.
En aquella humilde vivienda no hay lugar para que su esposa Amelia mantenga suficiente distancia con Guillermo, el mototaxista que desafiando a la vida, cada mañana salía a trabajar, él por las calles de Lurín y Amelia vendiendo pescado en el mercado, ambos decían a cualquiera que les preguntaba que si no trabajaban no tendrían para comer.
Guillermo tiene tos, dolor intenso en el pecho, fiebres muy altas y dificultad para respirar, se siente débil, ya no puede caminar. Él, Amelia y su hermana han llamado al 113 muchas veces, y cuando al fin le contestaron le dijeron que este miércoles irán a su casa para evaluar si es otro caso positivo de esa maldito coronavirus que silenciosamente se ha apoderado de sus pulmones y de su mente como el autor de su mal, mientras, Amelia sigue yendo al mercado, a vender lo que pueda para comprar el alimento y las pastillas para la fiebre que le administra a Guillermo, cada 8 horas, hasta que en algún momento lleguen los del SAMU para evaluarlos a ambos, y de ser posible, llevarlos a un hospital.
Aquí he querido compartir solo dos testimonios reales de dos familias afectadas directamente por ese virus que llegó de afuera y ahora parece estar dispuesto a quedarse por mucho tiempo entre nosotros.
Lucía se contagió en el trabajo, y Guillermo en las calles de Lurín, y seguramente Amelia se contagió de él, a pesar de no mostrar síntomas aún, de los tres sólo Lucía ha sido confirmada con el virus y está cumpliendo su cuarentena con valentía y responsabilidad.
Sin embargo, en nuestro país cuántas personas portadoras del virus no saben siquiera que en su aliento, en su voz, con sus risas, con su tos, están esparciendo el virus en cualquier lugar. No solo en las calles, en el transporte público, en las tiendas, panaderías, mercados, comisarías o en los hospitales, sino también dentro de sus hogares, a sus abuelos, a sus hermanos, a sus hijos, allí van, sin siquiera ser conscientes del peligro real que enfrentan sus vidas, con síntomas o sin síntomas, frente a este mal.
Tengamos claro que más historias como estas están sucediendo en nuestras ciudades, en nuestros campos, en nuestros barrios, y si seguimos saliendo a las calles sin los cuidados suficientes, muy pronto puede suceder también en nuestro hogar.
Entendamos que a partir de ahora la vida es otra, a partir de ahora ya no tendremos besos, apretones de mano y abrazos al saludar, lo que viene en adelante es, por ejemplo, sumar una nueva prenda a nuestra vestimenta cotidiana, las mascarillas con diseño o sin diseño, pero realmente bien hechas, y sobre todo bien puestas, éstas serán de uso diario y a toda edad.
Es que no tenemos otra alternativa, así aparezca pronto la vacuna, igual tendremos que usar por mucho tiempo estas mascarillas, insisto, bien hechas y bien puestas, para evitar que nos vayamos a contagiar.
Además de los nuevos hábitos de higiene y desinfección, muchas actividades sociales y económicas tendrán que reinventarse para seguir existiendo, un claro ejemplo es la virtualización de la educación, y en pocas semanas, la virtualización del empleo y los negocios, en el Perú esto será casi a la fuerza para poder superar con éxito la crisis económica y la recesión global jamás antes registrada en la historia de la humanidad.
Sinceramente, nos esperan tiempos difíciles, el pronóstico no es bueno, no sólo la economía, las políticas de gobierno y los derechos esenciales o fundamentales del ser humano serán afectados, lo más grave de todo esto es el número de muertes que seguirán sucediendo, nuestros amigos, nuestros seres queridos, muchos a los que ahora ya no podemos abrazar, se irán para siempre, sin funerales, sin una despedida final.
Posiblemente cuando estés leyendo esto, Guillermo será uno de aquellos que engrosan las cifras de lamentables muertes que los periodistas repetimos cada día, sin nombres, sólo reportes de números fríos que vemos tan lejos de nosotros mismos, excepto en la familia de Lucía o de Amelia, esperemos que felizmente ellas, y también nosotros, lo podamos superar.
Recuerda, la única forma de detener el coronavirus es evitando su contagio, para eso no debemos exponernos, debemos andar siempre protegidos con mascarillas y nuevos hábitos de extrema higiene, sólo así podremos ser testimonios vivos, dentro de algunos años, de cómo superamos esta pandemia global.
Gloria Hinostroza es una mujer que a lo largo de su vida ha enfrentado muchos desafíos, desde muy joven cultivó su amor por el Perú, en particular por la gastronomía, en sus años de infancia y juventud aprendió las técnicas de la cocina peruana tradicional, y desde entonces demostró su magistral talento para hacer de la sazón peruana la mayor de sus virtudes, y años después hizo de su famoso restaurante “El Mono Verde” el mejor lugar para disfrutar de la mejor comida del Perú hasta que el atentado terrorista en Tarata lo redujera a escombros. Pero ello pudo más, y siguió adelante enseñando con pasión la cocina peruana desde antes del boom de nuestra gastronomía. Aún recuerdo nítidamente el sabor del sancochado que preparó hace algunos años en una de las tantas clases demostrativas que realizó en las aulas del instituto Le Cordon Bleu en Miraflores.
Fueron cerca de dos horas de preparación, “antiguamente tomaba un poco más de cuatro horas preparar un verdadero sancochado”, me decía, explicándome las razones por las que usaba una olla a presión, en tanto, la espera parecía eterna para probar uno de los platos ancestrales del Perú, al que ella describe como la fusión del “T´impu de los incas” que era elaborado con carnes de alpaca o llama, con papa, camote, yuca, choclo y hierbas digestivas como la muña, la sacha y el culantro; hasta que logró fusionarse hace 500 años con el famoso cocido español y con los insumos que los conquistadores trajeron consigo al llegar a América.
En medio de la conversación donde me describía con singular detalle el origen de este plato, me llamó la atención el uso del membrillo en la preparación, allí estaba partido en dos, en medio de las carnes, tomates y garbanzos, cociéndose, aportando lo suyo para dar lugar al famoso sancochado limeño que en sus buenas épocas era consumido de mañana para recomponer el cuerpo y restituir las fuerzas después de una larga noche de celebraciones o de una desvelada jornada de trabajo.
Aún conservo en mi memoria y en la punta de la lengua el sabor sin igual de la primera cucharada, y luego de otras más, simplemente exquisito, celestial, sabroso, ¡de insuperable sabor!, desde aquel día nunca más pude encontrar algún lugar en el país donde sirvan un sancochado así de bueno como el de la chef Gloria.
Ese mismo día probé de entrada las papas chunias, otro delicioso potaje que los cronistas describen como “papas ahuecadas y cocidas con relleno”, una especie de papa rellena con yukra o langostinos bañados en una crema blanca y queso parmesano, cocidas al horno, aunque en la época preinca su cocción era con kalas o piedras calientes.
Desde entonces Gloria y yo nos involucramos en la publicación de un libro que pudiera enlazar la historia y la forma tradicional de preparar ochenta platos peruanos que perviven en nuestros recuerdos y corazones, porque la cocina en el Perú tiene un sentido mágico-religioso, es una expresión de amor, de vida, de dar sin esperar nada a cambio. La cocina peruana es un testimonio maravilloso de la riqueza cultural de nuestro país, por eso tenemos la obligación de preservarla, de ponerla en valor y de difundirla para que siga presente en nuestras mesas, alimentando nuestro espíritu de orgullo y amor por aquel lugar llamado Perú o Pirue, que significa “el almacén de todas las cosas”.
La cocina del Perú: relatos tradicionales, es una publicación de la universidad Le Cordon Bleu y Editorial Planeta, un libro donde Gloria Hinostroza cuenta el origen de los platos, con referencias de cronistas y con una fácil descripción de la preparación de 80 recetas de entradas, sopas y fondos.
Este es el primer libro donde tuve a mi cargo la edición y la producción de contenidos, eso significó ser testigo presencial de la elaboración de cada plato, de probar y guardar en mi memoria para siempre sus sabores y olores, también muchas horas de conversación con Gloria, y mejor aún, saber ahora que este libro ha sido considerado este 5 de julio como el mejor libro del mundo en la categoría de educación y escuelas de cocina en el GOURMAND WORLD AWARDS 2019 realizado en la ciudad de Macao, en China, el más grande evento de cultura alimentaria que en esta edición convocó a 2011 publicaciones de todo el mundo, donde 1668 fueron sobre la alimentación y 343 sobre bebidas.
RESULTADOS FINALES 2019
Solo me queda agradecer a la universidad Le Cordon Bleu, a editorial Planeta y a mi querida Gloria, por permitirme ser parte de todo el equipo que dio lugar a esta buena noticia para la cocina peruana y para el País, y por supuesto, para renovar mi compromiso de seguir trabajando en esta noble causa de poner en valor y difundir lo nuestro.
Hace pocos días el Ministerio de Salud publicó los lineamientos para la promoción y protección de la alimentación saludable en los colegios públicos y privados, es decir, al fin tenemos una norma legal que promueve de manera efectiva el cuidado de la salud alimentaria de nuestros hijos en los colegios.
Aunque parezca increíble, el Perú enfrenta los dos extremos en los problemas de alimentación, por un lado tenemos altos índices de desnutrición crónica y anemia, y al mismo tiempo, enfrentamos un acelerado crecimiento del número de personas que padecen de sobrepeso, obesidad, diabetes e hipertensión arterial, siendo esto un problema que no se ocasiona por la escasez de productos, o por una crisis económica, por el contrario, el Perú produce extraordinarios alimentos saludables y nutritivos, y por otro lado, la economía peruana continua creciendo hace muchos años, pero lo que no hemos resuelto todavía es el tener una cultura de alimentación saludable en todos los rincones de nuestro país.
A todos nos queda claro que en el Perú se come rico, pero no necesariamente se come sano, en los últimos doce años el sobrepeso y la obesidad en niños menores de 5 años aumentó del 6 a casi el 10 por ciento, en los niños de 5 a 9 años aumentó de 24 al 32 por ciento, en los adolescentes entre 10 y 19 años subió de 18 al 26 por ciento, y si miramos sólo Lima metropolitana encontramos que el 45 por ciento tiene sobre peso y el 19 por ciento tiene obesidad.
Y respecto de la anemia las cifras también son preocupantes, el año pasado se identificó que cerca del 44 por ciento de niños menores de 3 años tienen anemia, y el 12 por ciento de niños menores de 5 años padecen de desnutrición crónica, siendo las zonas rurales donde estos problemas tienen una mayor incidencia.
Es bueno saber esto porque en estos días más de 8 millones de estudiantes iniciarán el año escolar, cerca de 7 millones en colegios públicos y un millón cuatrocientos mil en colegios privados, y estas 70 mil instituciones educativas tienen dentro de sus instalaciones un quiosco, una cafetería, un comedor o algún tipo de punto de venta de alimentos donde nuestros hijos concurrirán afanosos en cada recreo.
Por esa razón es que el Ministerio de Salud ha tomado la decisión de regular el tipo de productos que se pueden vender a nuestros hijos en las escuelas, y le encarga a las direcciones regionales de educación la responsabilidad de la vigilancia sanitaria y el monitoreo y evaluación de los quioscos y comedores.
Además, ha dispuesto que los comedores que ofrecen un menú en los colegios deben contar con un nutricionista colegiado quien se hará cargo de la planificación y programación de las comidas para garantizar una alimentación saludable.
Pero lo más relevante de esta norma es la prohibición de venta de productos con alto contenido de azúcar como gaseosas y jugos envasados, tampoco pueden vender productos con grasas saturadas, altos en sal o grasas trans, es decir, ningún producto que tenga los octágonos podrán ser vendidos en los colegios, por lo que podemos decir que deben ser quioscos libres de comida chatarra.
Incluso la norma en sus anexos establece una relación de productos que sí se podrán vender en los colegios, por lo tanto, los directores y padres de familia deben estar atentos y supervisar el cumplimiento de esta norma que busca disminuir los malos hábitos alimenticios de nuestros hijos.
Sin embargo, esta medida no será suficiente si en casa los padres de familia no se preocupan por el tipo de alimentos que envían en la lonchera, porque claro, si el quiosco ya no los puede vender, entonces sus hijos se las van a ingeniar para convencerlos de enviarles golosinas, galletas y bebidas procesadas en las loncheras, en tanto, en las inmediaciones de los colegios seguirán apareciendo las carretillas, las bodegas y las cafeterías ofreciendo la misma chatarra de siempre porque esta norma no les alcanza.
Por eso, lo más importante es enseñarles a saber elegir sus alimentos saludables, y esto se aprende en casa.
Esta semana que pasó fue de singular relevancia para la lucha contra la corrupción, no solo porque se logró la firma del acuerdo de colaboración eficaz entre el equipo especial de la Fiscalía que investiga el caso lava jato y los exfuncionarios de Odebrecht, también porque se llevó a cabo una serie de interrogatorios que ponen al descubierto a otros personajes de la política que fueron favorecidos con aportes de dinero por parte de esta empresa que muy pronto tendrá que demostrar con pruebas fehacientes la verdad de sus revelaciones.
Sobre la aceptación y aplicación del acuerdo de colaboración eficaz todavía quedan temas pendientes, pese a la resistencia y severa crítica de muchos personajes, finalmente el acuerdo ha sido aceptado y suscrito por Odebrecht, ahora lo que corresponde es que el poder judicial termine validando dicho acuerdo, y aquí tenemos que estar muy atentos para no tener sorpresas que —desde un supuesto manto de legalidad— terminen negando o dilatando las investigaciones que debe continuar la Fiscalía peruana.
Muy pronto un juez deberá evaluar la aceptación de culpa por parte de los funcionarios de Odebrecht, deberá también valorar las pruebas y testimonios que forman parte del expediente, para finalmente aceptar, negar o variar las sentencias, beneficios y reparaciones económicas planteadas por la Fiscalía y la Procuraduría peruanas en cumplimiento del acuerdo, y todo esto se llevará a cabo en una audiencia reservada en los próximos días.
Luego de la aceptación por parte del juez empezará una nueva etapa, donde los fiscales y colaboradores deberán trabajar juntos para corroborar y documentar las pruebas que servirán para denunciar y juzgar a todos aquellos funcionarios públicos, en diferentes niveles y poderes del Estado, que usaron sus cargos para llenarse los bolsillos con dinero producto de las coimas y acuerdos bajo la mesa para desfalcar al Estado.
En tanto esto sigue su curso, el equipo especial ha logrado nuevos testimonios que muy pronto darán lugar a nuevas investigaciones involucrando a otros ministros, congresistas y demás funcionarios de los últimos gobiernos así como a aquellos candidatos que llegaron a ejercer cargos públicos luego de recibir aportes de campaña por parte de Odebrecht. ¿Cómo devolvieron el favor?, aún no lo sabemos.
No cabe duda que en medio de todo esto seguiremos siendo testigos de más allanamientos, detenciones preventivas y varias revelaciones periodísticas. Más casos de corrupción, tráfico de influencias, evasión tributaria, rutas del dinero y otros delitos serán revelados, así como más historias de fugas del país, transmisiones en vivo de audiencias judiciales y testimonios de más colaboradores eficaces.
Así pasaremos las próximas semanas, viendo cómo combatimos las consecuencias de la crisis de valores que afecta al tejido social peruano, capturando y encarcelando a los protagonistas de la corrupción y el abuso del poder; mientras que, más funcionarios y empleados públicos seguirán en las mismas andanzas, licitando obras sobrevaloradas, adquiriendo bienes y servicios direccionados, arreglando bajo la mesa los sobre costos, los arbitrajes, las adendas, pidiendo coimas a cambio de buenas pro o de adjudicaciones directas en los gobiernos locales y regionales declarados en emergencia por los desastres naturales que se repiten todos los años.
Está claro que la persecución del delito que hace la Fiscalía está bien, pero eso no resuelve el problema, Odebrecht es solo una empresa del sector construcción, aún no sabemos de las otras empresas con similares prácticas que operan en otros rubros, aún no sabemos qué se está haciendo desde el gobierno para atacar las causas de estos problemas, y esta es la tarea más importante, pero que lamentablemente seguimos postergando porque—claro— primero debemos atender lo urgente y después ya veremos cómo ocuparnos de lo importante.
Como dice aquella popular frase: y lo importante ¿“pa’ cuándo”?
Las primeras semanas de este año nos envolvieron con eventos de gran notoriedad, por ejemplo, la renuncia del fiscal de la Nación Pedro Chavarry le devolvió cierta tranquilidad al Ministerio Público, hasta que de pronto nos enteramos de la decisión del poder judicial de apartar al juez Richard Concepción Carhuancho del caso que se sigue contra Keiko Fujimori, nuevamente las calles son y seguirán siendo el espacio tomado por la ciudadanía expresando su desacuerdo.
De pronto surge otro problema en uno de los distritos más poblados de Lima, un sector de San Juan de Lurigancho se inunda con aguas servidas y más de dos mil personas terminan afectadas por la rotura de un colector principal construido hace menos de siete años, y por lo que podemos ver, nuevamente aparece Odebrecht como uno de los responsables de esta desagracia que, hasta este momento, no ha podido superarse totalmente a pesar de la rápida reacción de las autoridades de gobierno en los tres niveles, e incluso con el apoyo de las fuerzas armadas, y por lo visto, todavía queda mucho por hacer.
El Congreso sigue en lo suyo, con más de lo mismo, sin mayor trascendencia, y muy pronto con su receso de verano.
En tanto en provincias las intensas lluvias generan preocupación por los huaicos y deslizamientos, nuevamente el Indeci y las autoridades locales tendrán que reaccionar a tiempo para menguar las consecuencias de estos eventos.
En Piura la delincuencia parece salirse con la suya, un suboficial de la policía termina con 7 meses de prisión preventiva luego de abatir a un delincuente y como consecuencia de una polémica decisión fiscal y judicial que, nuevamente, refleja la crisis del sistema de justicia que padecemos.
Así transcurre el primer mes del año, con alcaldes nuevos que en primera sesión deciden aumentarse el sueldo, con un penoso accidente de carretera que le cuesta la vida a cinco jovencitos que buscaban hacer realidad sus sueños de jugar en Unión Comercio, sin presagiar que sus vidas se apagarían en el camino de regreso.
Espero que esta inercia que todavía arrastra los festejos de fines del 2018 no continúe a este mismo ritmo, porque luego vendrá febrero y demás meses, y seguiremos contando más víctimas de feminicidios, más capturas de organizaciones criminales, más personajes involucrados en casos de corrupción, más vergonzosas actuaciones de los parlamentarios y sus baldíos enfrentamientos, más muertes en las calles por la violencia o la imprudencia de los conductores ebrios, en fin, ya estamos hartos de esta cotidiana y monserga forma de vida donde la cultura del odio, la escases de valores y el irrespeto son el pan de cada día.
Lo que toca este año es despertar de una vez por todas, romper los paradigmas que nos atan a la mediocridad y el conformismo, y para esto necesitamos de líderes que reconduzcan nuestras energías hacia la recuperación del país que todos queremos, y esta es la tarea de fondo que debe emprender de una vez por todas el Estado, convocando a las fuerzas vivas y a la sociedad civil en pleno.
Esta es la verdadera tarea de reconstrucción que ya es momento que empecemos. Ahora, ¿y tú, te sumas?
Este 2019 no deja de ser un año de eventos intensos, en los últimos días hemos visto como dos importantes instituciones del Estado agudizaron sus crisis, el Congreso de la República nuevamente fue escenario de confrontaciones, la bancada fujimorista mantiene su actitud desafiante aunque, luego de las últimas renuncias en sus filas incluyendo la del presidente del Congreso Daniel Salaverry, debiera llevarlos a un cambio de actitud, porque definitivamente han perdido la mayoría de votos suficientes para cualquier decisión en el pleno, tampoco tienen control sobre la mesa directiva y junta de portavoces, además de probables abandonos de más parlamentarios naranjas.
Por lo visto, en los próximos días hasta el cierre de la legislatura a fines de este mes, seguiremos siendo testigos de bochornosos espectáculos en el primer poder del Estado.
La otra institución que atraviesa una crisis es el Ministerio Público, la decisión que tomó el ex fiscal de la Nación Gonzalo Chávarry horas antes de año nuevo tuvo sus consecuencias, las calles se convirtieron en escenarios de protestas, las redes sociales nuevamente se convirtieron en el repositorio de expresiones de todo calibre, y en ambos casos, la exigencia de la renuncia de Chávarry era cada vez mayor, hasta que a inicios de esta última semana decidió dar un paso al costado, casi al mismo tiempo en el que nos enterábamos que su ex asesora Rosa María Venegas, personal de la secretaría general y algunos de sus resguardos habían ingresado indebidamente a una de las oficinas que la noche anterior el fiscal Domingo Pérez había lacrado para un posterior allanamiento.
Esto dio lugar a la designación interina de Zoraida Ávalos Rivera como la nueva fiscal de la Nación, una mujer que asume con responsabilidad la máxima autoridad de la institución facultada para perseguir el delito, donde sus primeras medidas adoptadas fueron declarar en emergencia la Fiscalía, señalar firmemente que brindará todo el apoyo necesario a los fiscales de los casos emblemáticos para que continúen con sus investigaciones y, en tercer lugar, su pronunciamiento respecto de la ley del ejecutivo observando su inconstitucionalidad, por lo que ha dispuesto elaborar una propuesta legislativa que incluya modificar su propia ley orgánica.
La siguiente batalla que tendrá que librar es decidir y tomar acción sobre los 14 casos que debe investigar como fiscal de la Nación y que involucra a los ex consejeros del CNM, a César Hinostroza como presunto cabecilla de la organización criminal “los cuellos blancos del puerto”, e incluso a Gonzalo Chávarry por la supuesta obstrucción de la justicia y ahora por su probable participación en la violación del lacrado de una de las oficinas de sus asesores, además de las nuevas investigaciones que tendrá que iniciar una vez que los fiscales recojan las pruebas y testimonios de los colaboradores eficaces de Odebrecht por el caso “lava jato”.
En tanto, dentro de la Fiscalía también tendrá una ardua tarea de reorganización, porque ahora tiene bajo su responsabilidad dirigir el sistema fiscal a nivel nacional; también tendrá que dirigir el sistema médico legal, abandonado y mal gestionado hace muchos años; y en tercer lugar, dirigir el sistema administrativo responsable de gestionar los dos mil millones de soles de presupuesto que le han sido asignado para este año.
Es decir, si bien el frente externo le tocó en su etapa más difícil, el frente interno también es un desafío enorme para el que tendrá que convocar a profesionales expertos en gestión pública capaces de responder en corto tiempo con resultados sin margen de error, porque de lo contrario, se convertirá en la mayor oportunidad para que los afectados por estos cambios emprendan sendas campañas contra su gestión.
Finalmente, esperamos también que sus oídos estén protegidos para no hacer caso a algunas voces externas femeninas del más alto nivel que sin duda intentarán influir en sus acciones y decisiones, como podemos sospechar que sucedió con Gonzalo Chávarry durante su corto periodo y lamentable final.
El diario La República acaba de publicar una encuesta nacional urbano-rural realizada por el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) respecto de la opinión que tenemos sobre el desempeño de las autoridades regionales y locales que acaban sus cuatro años de gestión este 31 de diciembre.
La encuesta fue realizada entre el 7 y el 12 de diciembre y sus resultados son el reflejo de la crisis política y de la gestión pública que padece el Perú dentro de los tres poderes del Estado. Veamos el caso de los gobernadores regionales salientes, en todos los casos más del 73 por ciento considera que sus gestiones han empeorado o siguen igual que antes, mientras que entre el 8 % (en el centro) y el 22 % (en el oriente) consideran que la gestión ha mejorado, la excepción se presenta en la región Callao donde el 63 por ciento considera que ha empeorado o sigue igual y el 35 por ciento considera que ha mejorado.
Respecto de los alcaldes provinciales el escenario es similar, entre el 81 y el 90 por ciento consideran que la gestión municipal ha sido peor o igual, mientras que entre el 5 % (en el centro) y el 16 % (en el sur) consideran que la gestión ha mejorado, y aquí la excepción se da en la zona oriente del país donde el 72 por ciento dice que la gestión se mantiene igual (60 %) o peor (10 %), en tanto que el 25 por ciento señala que la gestión ha mejorado.
Si miramos el resultado de la gestión de los alcaldes distritales nuevamente encontramos la misma percepción, entre el 74 y 92 por ciento considera que la gestión municipal ha sido peor o igual, mientras que entre el 7 % (en el centro) y el 23 % (en el sur) dicen que la gestión ha mejorado, y aquí se repite una variación favorable en la zona oriente del país donde el 62 por ciento considera que la gestión se mantiene igual (48 %) o peor (14 %), en tanto que el 32 por ciento señala que la gestión fue mejor.
También dicha encuesta recoge el nivel de aprobación o desaprobación de los alcaldes distritales, y en todos los casos el nivel de desaprobación supera el 61 por ciento, siendo el norte (81 %) y el centro del país (88 %) los lugares de mayor desaprobación de sus alcaldes distritales, en el caso de Luis Castañeda como alcalde de Lima dicha encuesta muestra un 73 por ciento de desaprobación.
Por lo que podemos apreciar, la mayoría de peruanos no está conforme con la gestión de sus autoridades locales y regionales, los cuatro años que les tocó cumplir en cada una de sus regiones y localidades han sido más de lo mismo, peor aún, en los últimos días hemos sido testigos de la captura de varias organizaciones criminales que entre sus cabecillas figuran alcaldes y regidores, varios están detenidos, otros están fugados y —lo que también es grave— algunos de los que tendrán que asumir dicha función en el 2019 ya tienen sendas acusaciones penales, varios por delitos de corrupción y hasta por violación o vínculos directos con los alcaldes actuales con serios cuestionamientos de corrupción durante sus gestiones.
Pero esto es solo una arista de los problemas que enfrentan las autoridades locales y regionales, además de la corrupción enquistada en el aparato público, se suma la incapacidad técnica y administrativa que caracteriza a los burócratas en estos niveles de gobierno, cada vez que ingresa un nuevo alcalde o gobernador viene con un equipo de “asesores” que en poco tiempo copan los cargos de confianza y empieza la purga y renovación de mandos medios y del personal en todas las áreas, lo que genera de entrada una parálisis en los procesos, y como siempre, los que sufren las consecuencias son los ciudadanos.
Actualmente cerca del 70 por ciento de los cargos públicos de la alta dirección son asignados por confianza, en muchos casos asumen estos puestos personas que no tienen experiencia en gestión pública, personas que desconocen los procedimientos y herramientas de gestión que el Estado ha implementado a lo largo de estos años para controlar, administrar y evaluar el uso eficiente y transparente de los recursos del Estado, la mayoría de estos nuevos “gerentes” se convierten en una especie de “patrones municipales” que hacen y deshacen lo que les viene en gana o lo que les conviene, formándose así una especie de grupos de poder paralelos a la autoridad que legítimamente le otorgan los peruanos a través de las urnas.
Esperemos que los nuevos gobernadores y alcaldes que empiezan su gestión este 2019 tomen en cuenta la importancia de conformar sus equipos de trabajo con personas capacitadas técnicamente para cada función que se les asigne, en muchos casos los bajos sueldos que paga el Estado impiden que buenos profesionales acepten trabajar en los gobiernos locales y regionales, esto hace que los corruptos tengan una ventaja aceptando estos miserables sueldos porque saben que por debajo de la mesa lograrán saciar sus ambiciones y apetitos económicos a costas del presupuesto público.
Una alternativa para enfrentar este problema de inicio de cada gestión es acudir a los más de 500 gerentes públicos que tiene SERVIR a disposición para que puedan ayudarlos a conformar sus equipos técnicos, la ventaja es que además de ser seleccionados por un exigente proceso, son permanentemente capacitados, monitoreados y supervisados por SERVIR en el ejercicio de sus funciones, lo que garantiza una gestión eficiente y transparente, además de la compensación económica que se les otorga para que el nivel de sueldos que se pagan en los municipios o gobiernos regionales no sean un impedimento de contratar a gerentes públicos calificados.
El éxito en la gestión de un alcalde o gobernador regional no depende únicamente de la empatía que tenga con la comunidad sino del verdadero trabajo que realice, y para eso necesita de personas con capacidad técnica y solvencia moral, sólo así podremos erradicar la corrupción y la ineficiencia que caracteriza a las autoridades salientes, sobre todo aquellos que en lugar de salir por la puerta grande en medio de aplausos y agradecimientos de sus electores, terminan saliendo a hurtadillas y en medio de la oscuridad para que la luz de la justicia no los pille y los ponga tras las rejas.
El artículo 206, el último de la Constitución Política vigente en nuestro país, señala expresamente que “Toda reforma constitucional debe ser aprobada por el Congreso con mayoría absoluta del número legal de sus miembros, y ratificada mediante referéndum. Puede omitirse el referéndum cuando el acuerdo del Congreso se obtiene en dos legislaturas ordinarias sucesivas con una votación favorable, en cada caso, superior a los dos tercios del número legal de congresistas.”
En la historia republicana del Perú se han dado cinco procesos de referéndum incluyendo al del último domingo, el primero se realizó el 25 de agosto de 1919 durante el gobierno de Augusto B. Leguía, exactamente al día siguiente de la elecciones del nuevo parlamento, en este caso se aprobó la reforma constitucional que habilitaba la reelección presidencial por un periodo de cinco años, además, un nuevo parlamento que dio lugar a la aprobación y entrada en vigencia de la Constitución de 1919.
El segundo referéndum sucedió el 18 de junio de 1939 con el propósito de realizar una reforma parcial de la constitución durante el régimen militar de Oscar R. Benavides, participaron 420 mil electores, dicha reforma fue aprobada con el 88 por ciento de los votos, sin embargo, en 1945 el congreso declaró inconstitucional estas enmiendas por que no se realizaron conforme a lo establecido en la constitución de 1933.
El tercer referéndum se realizó el 31 de octubre de 1993 durante el gobierno de Alberto Fujimori, y dio lugar a la constitución que tenemos vigente, esta constitución eliminó la bicameralidad y fue aprobado con el 52 por ciento de los votantes, en esa fecha acudieron a las urnas cerca de 8 millones 200 mil electores, lo que representaba el 70 por ciento del total de votantes hábiles.
El 3 de octubre de 2010 también tuvimos que participar de otro referéndum durante el segundo gobierno de Alan García como consecuencia de las movilizaciones de los exaportantes del FONAVI para decidir sobre la devolución de sus contribuciones, en este caso, el “Sí” obtuvo el 66 por ciento versus el “No” que alcanzó el 34 por ciento de los votos válidos, en ese momento el universo de votantes hábiles era de 16 millones 370 mil electores y tuvo un ausentismo del 13 por ciento.
Y el último referéndum en el que hemos participado este domingo 9 de diciembre tiene una connotación singular porque se decidió sobre cuatro reformas constitucionales propuestas por el presidente Vizcarra, aprobadas por mayoría en el Congreso en la presente legislatura y luego tres de ellas ratificadas mediante el referéndum.
La primera propuesta aprobada trata sobre la conformación de la Junta Nacional de Justicia en reemplazo del cuestionado CNM, en este caso el “Sí” obtuvo más del 86 por ciento de los votos válidos, ahora lo que debe hacerse en el menor plazo posible es aprobar su reglamentación y entrar en vigencia cuanto antes para ayudar a la reforma del sistema de justicia que continúa atravesando una grave crisis institucional.
La segunda reforma aprobada trata sobre la regulación del financiamiento de las organizaciones políticas, en este caso el “Sí” también supera el 85 por ciento de los votos válidos, ahora lo que viene es la implementación y adecuación de la legislación vigente para cumplir con este mandato constitucional, así como el fortalecimiento de las instituciones responsables del control y la vigilancia de los partidos para evitar que se repitan más cuestionamientos sobre el origen de los fondos que financian las campañas políticas en el Perú.
La tercera reforma constitucional es mucha más sencilla de entender ya que prohíbe la reelección inmediata de los congresistas, en este caso el “Sí” obtuvo más del 85 por ciento de los votos válidos, lo que se puede interpretar como una clara expresión de la ciudadanía reprobando plenamente el desempeño de los padres de la patria, conminándolos a no regresar al parlamento en el siguiente quinquenio de gobierno.
Y la última reforma constitucional significaba el retorno a la bicameralidad, sin embargo, luego de que el Congreso modificara la propuesta del ejecutivo en la tercera reforma dando lugar a la posibilidad de que los actuales congresistas puedan postular como senadores, el resultado del “No” superó el 90 por ciento de los votos válidos, es decir, nuevamente quedó claro que la mayoría de peruanos no quiere ver nuevamente a los actuales parlamentarios cumpliendo algún rol legislativo a partir del 2021.
Estos resultados expresados en las urnas son un llamado de atención para los tres poderes del Estado, en este momento el Perú atraviesa una crisis política como consecuencia del debilitamiento de sus instituciones, por lo tanto, los que aún tienen la responsabilidad de dirigir el rumbo del país deben de entender que la confrontación y la cultura de odio termina afectándolos más a ellos que a los peruanos que todos los días trabajan sin cesar para salir adelante con sus familias.
Los últimos meses la población ha sido testigo de la debacle de los protagonistas de nuestra variopinta política y justicia peruana, sin embargo, la ciudadanía está con los ojos más abiertos, y sobre todo, consciente de la fuerza que tiene cuando se organiza y alza la voz para exigir que el Estado haga bien las cosas, de lo contrario, utilizando las mismas reglas de la democracia, podemos decidir también que se vayan y no regresen más al escenario político que en algún momento les confiamos equivocadamente a través de las urnas.
El próximo domingo 9 de diciembre más de 24 millones de peruanos tenemos la obligación de acudir a las urnas para expresar nuestra voluntad sobre las preguntas comprendidas en el referéndum nacional para decidir si se implementan o no cuatro reformas constitucionales.
La primera pregunta es: ¿Aprueba la reforma constitucional sobre la conformación y funciones de la Junta Nacional de Justicia (antes Consejo Nacional de la Magistratura? Es decir, aquí decidiremos si continuamos con el CNM que tenemos y que ha demostrado su incompetencia en el rol que debió cumplir, con consejeros cuestionados e investigados por la Fiscalía por graves delitos cometidos aprovechándose de sus cargos, o en su defecto, daremos lugar a una nueva entidad conformada por siete miembros titulares seleccionados a través de concurso público para un periodo de cinco años y sin posibilidad de reelección.
Los nuevos requisitos exige que sean abogados mayores de 45 años, con más de 25 años de experiencia profesional o en cátedra universitaria, o más de 15 años como investigador en materia jurídica, además de no tener sentencia condenatoria firme y de contar con reconocida trayectoria moral.
Y los responsables de elegirlos también son 7 integrantes, el defensor del pueblo, el presidente del poder judicial, el fiscal de la nación, el presidente del TC, el contralor y dos rectores universitarios elegidos cada uno por las universidades públicas y privadas respectivamente.
Estos nuevos consejeros serán los responsables de nombrar por concurso público a los jueces y fiscales de todo el país, de ratificarlos cada 7 años y de evaluar su desempeño cada 3 años y medio, además de investigar y sancionar a los jueces y fiscales supremos.
La segunda pregunta es: ¿Aprueba la reforma constitucional que regula el financiamiento de las organizaciones políticas? Es decir, aquí decidiremos si estamos de acuerdo o no que el financiamiento privado de los partidos políticos se realice a través del sistema financiero para evitar la infiltración de dinero de fuentes prohibidas, anónimas o producto de la comisión de delitos.
De detectarse estas malas prácticas se procederá con sanciones administrativas, civiles y penales, además, la propaganda electoral en radio y televisión solo será autorizada mediante financiamiento público indirecto, es decir, a través de la franja electoral.
La tercera pregunta es: ¿Aprueba la reforma constitucional que prohíbe la reelección inmediata de parlamentarios de la República?, es decir, si usted está de acuerdo que los actuales congresistas no vuelvan a postular en el 2021 al Congreso de la República, aunque esta pregunta parece ser bastante sencilla, en realidad propone la siguiente reforma en el artículo 90 de la Constitución Política del Perú: “Los parlamentarios no pueden ser reelegidos para un nuevo periodo, de manera inmediata, en el mismo cargo”.
Lo más probable es que la mayoría de peruanos marque la opción “SI” en esta pregunta, sin embargo, la modificación que realizó el Congreso tiene otra intención vinculada con la cuarta pregunta sobre el retorno a la bicameralidad, y vale la pena dejar claro lo que esto significa.
Veamos, la cuarta pregunta es: ¿Aprueba la reforma constitucional que establece la bicameralidad en el Congreso de la República? Esto quiere decir que si la mayoría de peruanos decide por el “SI” en esta cuarta pregunta, el Congreso deberá estar conformado por dos cámaras, una de 130 diputados y otra de 50 senadores, además, esta reforma señala que para ser diputado basta con ser peruano de nacimiento y tener como mínimo 25 años, y para ser senador también se exige únicamente ser peruano de nacimiento y tener 35 años de edad.
Como podemos ver, las preguntas son bastante claras, sin embargo, existe una evidente contradicción entre la tercera y cuarta pregunta, porque si elegimos el retorno a la bicameralidad y decimos que “SI” también a la tercera pregunta, significa que los actuales congresistas no estarían habilitados para postular como diputados en el 2021 pero los que tienen más de 35 años si podrán postular al cargo de senadores, esto explica por qué el presidente Vizcarra se ha pronunciado invocando a votar por el SI-SI-SI-NO.
También encontramos otras voces que piden que votemos por el NO-NO-NO-NO, lo que significaría que no hayan cambios a la actual situación que vivimos, es decir, tendríamos que seguir con el actual CNM, los partidos políticos no estarían obligados a recibir financiamiento privado a través del sistema financiero, los actuales congresistas podrían reelegirse en las elecciones del 2021 y el Congreso seguiría en las mismas condiciones que padece actualmente.
En los últimos procesos electorales siempre se ha elegido el mal menor, hasta la fecha no hemos aprendido a tomar conciencia del valor que tiene nuestro voto para contribuir a la construcción de la democracia que merecemos, sin embargo, los últimos episodios judiciales, los CNM audios, los cuellos blancos del puerto, las detenciones de Keiko y sus colaboradores más cercanos, el patético rol de muchos parlamentarios, la fuga de Hinostroza, el caso Lava Jato, y finalmente el asilo fallido de Alán García han logrado que la sociedad peruana abra más los ojos y mire con mayor detenimiento la realidad política del país, por lo tanto, estoy convencido que este domingo la decisión mayoritaria de todos los peruanos será otro importante paso en este proceso de reconstrucción de la confianza que necesitamos.
Nuestro país necesita del compromiso, participación y vigilancia constante de la sociedad civil frente a los problemas de gobernabilidad y la crisis de valores que padecemos, el acudir a las urnas y votar conscientemente es una forma de ejercer el poder de la ciudadanía que tenemos y que debemos ejercer con determinación y responsabilidad, como buenos peruanos que somos.
En las últimas semanas hemos sido testigos del accionar de la justicia en la lucha contra la corrupción en el Perú, el fiscal Domingo Pérez ha demostrado su especial habilidad para perseguir el delito, y haciendo uso de tácticas singulares logró que el poder judicial dictara orden de detención preliminar contra Keiko Fujimori y demás miembros de su organización política, siendo detenida fácilmente en la puerta de la misma fiscalía, sin embargo, al poco tiempo el mismo poder judicial ordenó la liberación de todos ellos, pero de inmediato el fiscal Domingo Pérez formalizó la investigación preparatoria, solicitó 36 meses de prisión preventiva contra Keiko y diez personajes muy cercanos a ella, y entonces, se dieron las maratónicas audiencias que llamaron la atención de todos los peruanos, el juez Carhuancho también hizo lo suyo, en el momento menos pensado dio a conocer su decisión sobre Keiko Fujimori ordenando su reclusión por 36 meses, luego, le siguieron Vicente Silva Checa, Pier Figari, Ana Herz y Luis Mejía Lecca, y lo más probable es que en las próximas horas los demás investigados corran la misma suerte, con excepción de Jorge Yoshiyama luego de que decidiera contar la verdad y colaborar plenamente con la investigación fiscal.
En medio de este desenlace, otro actor de gran peso político entró en escena, Alan García había sido citado por el fiscal Domingo Pérez para que declare nuevamente ante la fiscalía en un caso relacionado con Odebrecht y que se encuentra en la primera etapa de investigación preliminar, es decir, donde no cabe el pedido de prisión preventiva.
Alan García tuvo que retornar de España para atender este llamado y así acudir en medio de la atención pública a la Fiscalía, previamente había señalado su disposición de colaborar con las investigaciones porque no tenía nada que temer, ingresó sonriente, manejando la escena, sin embargo, otra vez el fiscal Domingo Pérez parecía lograr su propósito, Alan García había regresado al Perú para enfrentar la justicia, sólo que en este caso debía asegurarse de que no se fuera del país para garantizar su concurrencia al proceso que se le sigue, por eso decide suspender la diligencia, ampliar la investigación preliminar y solicitar su impedimento de salida del país.
Alan García también resultó sorprendido ante la táctica de Domingo Pérez, a la salida de la Fiscalía se veía desencajado, en algún momento llamó “imbéciles” a los periodistas que se encontraban con él, había perdido el control de la situación y trataba de contenerse frente a esta difícil situación que debía enfrentar en los próximos días.
El segundo juzgado de investigación preparatoria señaló hora y día de la audiencia para evaluar el pedido fiscal, a las pocas horas Alan García hace público su allanamiento a la solicitud de Domingo Pérez, hasta que llega el día sábado y el juez admite el pedido, después de una corta audiencia decide prohibirle al expresidente que salga del Perú por 18 meses.
A los pocos minutos Alan García brinda declaraciones a la prensa: "estaré a disposición de la fiscalía para presentar las contrapruebas, porque no basta con lo dicho. (...) No es un deshonor estar 18 meses en mi patria, (esta decisión) la acato y estoy aquí, porque he sido presidente dos veces", dijo.
"No dudo que es una escalada para ganar publicidad, les garantizo que están buscando a cualquiera de los inculpados para que, a cambio de perdonar su pena, digan que ese dinero es de Alan García", también señaló con total tranquilidad en sus declaraciones.
Hasta ese momento todo parecía estar bien encaminado para el fiscal Domingo Pérez, sin embargo, el mismo sábado, a las pocas horas, el expresidente García remite una carta de solicitud de asilo al presidente de Uruguay, también conversa telefónicamente con él y finalmente se conduce —en horas de la noche— a la residencia del embajador uruguayo para su autoexilio y paciente espera de la respuesta del presidente Tabaré Vásquez, con quien coincidió también en el máximo cargo durante su segundo mandato presidencial.
En la carta de solicitud de asilo político (que debería ser de asilo diplomático) habla de la vacancia presidencial de PPK (quien renunció, no fue vacado), señala que los funcionarios de Odebrecht jamás señalaron que hablaron con él de nada ilícito, refiere que la comisión Lava Jata del Congreso no encontró ninguna prueba que lo vincule con los temas investigados, también indica que los fiscales son comisionados por el régimen (de Vizcarra) para infamar y destruir a sus adversarios políticos, sostiene que el referéndum para la no reelección de los congresistas es un recurso para fortalecer la pasajera popularidad del “presidente accesitario”, además, señala que las escuchas telefónicas contra algunos magistrados es para capturar la Fiscalía de la Nación, destituir a Chavarry y entregar la institución a fiscales dóciles al gobierno.
En el siguiente párrafo sostiene que como el congreso, principalmente el partido fujimorista, no accedió a la destitución del Fiscal de la Nación entonces se aplicó indebidamente contra sus dirigentes la detención provisional por 36 meses, en contra de las resoluciones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y el Tribunal Constitucional del Perú.
Y concluye su carta diciendo: “Por tal causa, como Presidente electo en dos ocasiones y defensor de las libertades democráticas, me dirijo a Usted para solicitar la protección de la República Oriental del Uruguay, hasta que cese el clima de persecución política existente en mi país”.
Lo más probable es que el fiscal Domingo Pérez formalice la etapa de investigación preparatoria contra Alan García, solicitando prisión preventiva por el evidente riesgo de fuga, esto determinará que el juez ordene su captura internacional y luego las autoridades peruanas tendrán que iniciar el proceso de extradición como viene sucediendo en el caso de César Hinostroza, en los próximos días conoceremos la nueva estrategia que deberá trazar el fiscal del caso para continuar con sus investigaciones y revertir la actual situación de su poderoso investigado, en tanto, el gobierno de Uruguay tiene un plazo máximo de 90 días para decidir si otorga o no el pedido de asilo, el gobierno tiene que remitir toda la información necesaria para que sea evaluada por la comisión respectiva.
Si se le concede el asilo solicitará al Perú un salvoconducto para que sea trasladado vía aérea a Uruguay, no sabemos si el gobierno peruano estará dispuesto a permitirlo, si no se le concede el asilo entonces el embajador uruguayo tendrá que pedirle que deje su residencia y entregarlo a las autoridades peruanas, sin embargo, es posible que en este caso Alan García decida actuar —otra vez— por la otra vía, distinta a la establecida en los procedimientos formales, porque en la noche todos los gatos son pardos, dice un viejo dicho popular.
En la mañana del sábado el sol iluminaba intensamente la plaza mayor de Huamanga cuando las comparsas ayacuchanas desfilaban alrededor mostrando sus bailes y cantos festivos en medio de aplausos de la multitud que desde temprano encontró su mejor ubicación para disfrutar de las actividades de lanzamiento de la agenda del bicentenario de nuestra patria.
A las 11 de la mañana llegó el presidente Martín Vizcarra, acompañado de una comitiva singular se dirigió al centro de la plaza mayor para el inicio de las actividades protocolares, hasta que la Orquesta Sinfónica Regional de Ayacucho empezó a entonar las notas de las Vírgenes del Sol y en ese momento se izaron 8 banderas, el pabellón nacional, la bandera de Ayacucho y las seis banderas que representan los ejes temáticos que concentrarán las actividades del gobierno hasta el 28 de julio de 2021, cuando cumplamos 200 años de vida republicana.
En medio de gran algarabía y vítores de los asistentes el Presidente y su comitiva se dirigieron al estrado principal al lado del escenario en forma de retablo ayacuchano, hasta que llegó el momento de hablar del presidente Vizcarra, y entonces se escuchó de manera detallada los ejes de acción de los próximos meses en el marco de las preparaciones rumbo al 2021.
Las seis banderas del bicentenario izadas en la plaza representan los objetivos que se ha trazado el gobierno con el apoyo de todos los peruanos: 1) un país sin corrupción, 2) un país con igualdad de oportunidades, 3) un país de diálogo y reconciliación, 4) un país sostenible, 5) un país de integración y competitividad, y 6) un país con identidad y diversidad.
Esto significa que cada uno de los sectores del ejecutivo deberán alinear sus estrategias, planes de trabajo y actividades hacia estas banderas o ejes temáticos del bicentenario a partir de la fecha, además, otro esfuerzo mayor será promover la participación activa de los gobiernos locales y regionales, las entidades autónomas, los poderes del Estado, las instituciones del sector privado y la sociedad civil, es decir, la materialización de estas metas propuestas será tarea de todos.
Para lograr un país sin corrupción se deberá completar la reforma del sistema de justicia así como el fortalecimiento de las instituciones democráticas, de tal manera que el 2021 realmente podamos hablar de una verdadera administración de justicia eficiente, eficaz y objetiva, libre del clientelismo político y de la infiltración del crimen organizado en todos sus niveles.
Para lograr un país de igualdad de oportunidades se ha dispuesto acortar las brechas de la pobreza, reducir a la mitad los índices de la anemia e invertir en infraestructura con énfasis en los sectores de salud y educación, además de una lucha frontal contra la violencia de género, la discriminación y la intolerancia.
Para lograr el diálogo y la reconciliación se ha propuesto consolidar espacios de aproximación, encuentro y reconocimiento que promuevan la buena convivencia y la ciudadanía solidaria, justa y dialogante, y aunque esta es una de las tareas propuestas, posiblemente la cultura del odio y la confrontación que impera en estos tiempos termine siendo el mayor de los obstáculos que debemos superar.
Para lograr un país sostenible se propone reconocernos como un país megadiverso pero a la vez como el tercero más vulnerable frente al cambio climático, por lo tanto, la conservación del medio ambiente debe ser transversal, abordándose desde la infancia y de manera intersectorial desde el gobierno, aquí el ministerio del ambiente deberá convertirse en el ente rector y contar con más presupuesto para garantizar el cumplimiento de estas metas, y ojalá la Autoridad Nacional de Agua termine desvinculándose del ministerio de agricultura para ejercer con mayor “autoridad” e independencia su rol frente a la administración y gestión del agua en el Perú.
Para lograr la integración y la competitividad del país el gobierno se ha propuesto poner a las personas como el centro del desarrollo económico, donde el crecimiento esté orientado al bienestar de la familia y de nuestro territorio, lo que significa que más allá de captar grandes inversiones, ahora se deberá tener un enfoque de mayores beneficios para las personas, sus familias y sus comunidades en lugar de únicamente altas cifras de inversión pero cuya repercusión social termina siendo una especie de constantes focos de conflicto debido al deficitario balance social de las grandes empresas que operan en el Perú.
Y finalmente, para lograr un país con mayor identidad tomando como base nuestra cultura milenaria y diversidad cultural se ha dispuesto realizar una serie de proyectos culturales a gran escala, así como la recuperación y puesta en valor de nuestro patrimonio, pero lo que más quiero rescatar en este eje es el compromiso de una campaña de valores que nos ayude a construir una mejor ciudadanía, con respeto a los demás, a nuestra historia, a nuestras costumbres y tradiciones, a nuestras diferencias, si esta campaña es sostenida en el tiempo, con una estrategia comunicacional y con indicadores de gestión y monitoreo adecuados, entonces podemos mejorar el concepto de país en la sociedad peruana.
Para toda esta tarea se ha asignado un presupuesto de 35 mil millones de soles, esperemos que los gestores públicos a cargo de estos recursos actúen con probidad, austeridad y compromiso, y con la constante supervisión de los órganos de control y la vigilancia ciudadana, para evitar que la corrupción extienda sus putrefactas manos para hacerse de un porcentaje de este dinero, de esto ya estamos hartos, sino miremos la reconstrucción de Pisco, luego de 11 años tenemos las huellas de un trabajo inconcluso, mal hecho, corrupto y —como siempre— con los pobladores del lugar siendo los más afectados.
A mediados del siglo veinte Hannah Arendt sostenía que la política consistía en tender puentes entre el pensamiento y la acción, es decir, la política nos diría qué pensar para que luego sepamos cómo actuar. En 1955 Arendt dictó un curso de historia sobre la teoría política en la universidad de Berkeley donde explicó con detalle la metáfora sobre el desierto y el oasis.
Arendt decía que las personas vivimos en un desierto a pesar de no pertenecer a él, y por lo tanto, tenemos la capacidad de transformarlo en un mundo humano, sin embargo, como en todo desierto existen las tormentas de arena que rompen con la paz, a las que clasifica como movimientos totalitarios porque se ajustan extraordinariamente bien a las condiciones del desierto, mostrándose como la mejor alternativa política para adaptarnos mejor a la vida en este arenal.
Mientras que los oasis son aquellos espacios de vida independiente de las circunstancias políticas, por ejemplo, el aislamiento del artista, la soledad del filósofo, el espacio donde surge el amor, la bondad y la amistad, el lugar donde se desarrolla la ciencia, donde la cultura tiene vida, donde la libertad existe, donde la naturaleza se muestra maravillosa. Sin la intangibilidad de esos oasis no sabríamos cómo respirar, y los políticos deberían saberlo, porque si no saben usarlos estarán condenados a ser habitantes del desierto, porque las tormentas las azotarán y los oasis se secarán, sentenciaba Arendt.
También habla de un peligro opuesto al que denomina como escapismo, es decir, cuando tratamos de huir del desierto, de la política, de las tormentas de arena, y buscamos refugio en los oasis, pero arrastramos en los pies la arena del desierto que terminará aniquilando el oasis que nos acoge sin motivación alguna.
Esta metáfora del siglo pasado nos es tan ajena a la realidad política que vivimos, la tormenta que hoy vive el fujimorismo es la herencia de una política que se muestra totalitaria, no solo por los chats de “la botica” y el comportamiento y decir de sus representantes, muchos de ellos señalados como supuestos miembros de una organización criminal, sino, por que siguen aferrados a la idea de mantenernos vivos dentro del desierto, bajo sus reglas, dominados por la fuerza de su mayoría parlamentaria, por sus voces altisonantes, por las arengas de sus seguidores a sueldo.
Keiko Fujimori —al igual que su padre— se muestra como la jefa, la que ordena cuándo aplaudir, qué decir, a quién atacar, a quién castigar, y por lo visto, incluso qué justicia se les debe aplicar. Recuerdo el día que perdió las elecciones cuando se asomó al balcón del hotel donde esperaba los resultados, una fotografía a sus espaldas la mostraba pisando las plantas de una maceta sin importarle más que su apariencia del otro lado del muro, allí empezó a pisar los oasis que la gente quiere para sí, allí empezó su afán de azotarlos, de resistirse a la transformación del desierto, y luego sus fuerzas arremetieron contra el gobierno y sus ministros, incluso contra su propia fuerza mayoritaria en el Congreso, contra su padre y su hermano, y ya vemos las consecuencias.
Mientras el mal tiempo de la política arremete en cada rincón del país, gran parte de los habitantes deciden escapar del desierto, no quieren saber ni participar en la política, los partidos tradicionales no logran convocar y descubrir nuevos líderes, y entonces es allí cuando pueden surgir otros movimientos autónomos, una especie de reaccionarios movidos por sus facultades de acción y pasión, sin embargo, podemos advertir que estos reacomodos caudillistas insisten en construir castillos de arena, quizás como los que se hicieron en Brasil, abriendo una brecha para dar cabida a otro lava jato, lava juez, lava tren y demás lavados indebidos, que ya conocemos y que muy pronto conoceremos más, sin la menor duda.
Si la política es tender puentes entre el pensamiento y la acción, entonces lo que sigue ahora es abrir espacios de discusión para que las mentes cultivadas con el conocimiento y la experiencia de lo ya vivido nos ayuden a entender mejor nuestra evolución democrática, insipiente aún, pero democracia al fin, para que nos ayuden a entender también que los extremismos y radicalismos ni la cultura del odio no nos libran de este desierto, por el contrario, que nos ayuden a entender que necesitamos de la fuerza de los jóvenes, del talento de los intelectuales y de la sensibilidad social de los buenos hombres y mujeres para encontrar otras formas de pensamiento orientadas al bien común y sobre todo conectadas con la acción para construir y transformar este desierto en una ciudad sostenible, inteligente, pacífica, justa y respetuosa, como sostiene Arendt, en un mundo humano.
Es necesario e imprescindible que surjan nuevos jóvenes protagonistas de la historia política peruana que crean en lo que Hamlet dijo al final del primer acto: “Los tiempos están desquiciados. ¡Maldita suerte la mía, haber nacido para ponerlo en orden!”
Los últimos acontecimientos políticos y judiciales siguen inquietando a sus protagonistas, el mes de los temblores no termina de remecer cada día con una nueva noticia, desde los acalorados momentos transmitidos por el canal de moda (Justicia TV), con los detalles del pedido de prisión preventiva contra Keiko Fujimori y otros investigados, así como las reacciones de sus iracundos defensores, hasta las últimas publicaciones del famoso chat “la botica” donde se revelan las formas en las que la bancada mayoritaria toma las decisiones más importantes del parlamento.
En medio de todo esto, el APRA presenta otro polémico proyecto de ley para evitar que los partidos políticos resulten investigados como organizaciones criminales, la congresista Bartra grita a viva voz al presidente del Congreso Daniel Salaverry, la congresista Luz Salgado hace su mayor esfuerzo para revertir la desclasificación del informe final de la comisión que investiga el caso Lava Jato, hasta el gesto de “me tienen hasta acá” (tocándose la frente) que hace el presidente del Congreso a su única acompañante en la mesa directiva que lo mira con la boca abierta.
Mientras que en Palacio de Gobierno reciben una carta de Fuerza Popular dirigida al presidente Vizcarra pidiendo una reunión con el objetivo de “ponernos a su disposición para construir una agenda de consenso que nos permita poner en marcha las reformas legislativas pendientes y muy necesarias para el desarrollo de nuestro país”, esta carta firmada por el congresista Miguel Torres causa la misma sensación que la designación del congresista Tubino como nuevo vocero del fujimorismo.
Así están las cosas en nuestro país, los partidos políticos haciendo agua, la otrora fuerza número uno sigue con pasos erráticos, el saliente alcalde Lima empieza a dejar bombas de tiempo que le pueden detonar a él mismo debido al alza del peaje y los pasajes del metropolitano, y para colmo, el precio de la gasolina sube y sube silenciosamente a vísperas de un fin de semana largo.
Lo que podemos rescatar de todo esto es que la sociedad peruana está abriendo los ojos, incluso aquellos coleguitas que disfrazan sus opiniones de noticia en la radio ya aceptan la crisis que golpea severamente a los políticos de turno, con excepción de Vásquez Kunze que ahora no se quedó mudo sino que, en un singular video, convoca a una marcha, —y con todo derecho— en un país donde la libertad de opinión y pensamiento debe respetarse.
La democracia en el Perú todavía no ha logrado consolidarse, a pesar de que tenemos cerca de 200 años de vida independiente, aún convivimos complacientes con formas de poder autoritarios, un poder vertical como lo que hemos visto en “la botica”, esto forma parte de la evolución democrática de un país que por primera vez transfiere el poder sin romper el orden constitucional en los últimos 15 años, esperemos que esto no se rompa y que sigamos teniendo la prudencia y sabiduría suficiente para evitar que el desequilibrio de las fuerzas de los tres poderes del Estado no de espacio al surgimiento de otras fuerzas que ya están tratando de hacerse camino en medio de la turbulencia que azota la gobernabilidad peruana.
Por el contrario, insisto nuevamente, este es el mejor momento para que puedan surgir verdaderos partidos políticos, con formas de organización transparentes y acorde a nuestros tiempos, es el momento para que los partidos tradicionales que aún sobreviven entiendan que tienen la imperiosa necesidad de reinventarse, sino, estarán condenados al ostracismo algunos, y otros, terminarán considerados como organizaciones criminales en el inconsciente colectivo, aunque la ley lo prohíba.
Un grupo de amigos intercambiaba mensajes por chat mientras veían —con asombro algunos y otros con desidia— los programas informativos dominicales, en medio de las imágenes, testimonios y reportajes exclusivos sobre el pedido de prisión preventiva que enfrenta Keiko Fujimori y otros involucrados como supuestos miembros de una organización criminal de lavados de activos insertos en el partido político Fuerza 2011 (hoy Fuerza Popular). Enviaban sus mensajes, compartían algunos memes, revisan el twitter y se preguntaban entre ellos ¿qué nos pasa?
—Pasa que tenemos políticos corruptos
—los responsables somos nosotros que elegimos a los peores
—es que nadie que es honesto en su sano juicio quiere entrar a la política
—¡claro! Sino terminaría allí sentado frente al juez Concepción Carhuancho
—es que siempre nos toca elegir al menos malo
—todo el Estado está lleno de gente que no merece llamarse servidor público
—todo está podrido, por donde miras hay corrupción, en todas partes
— ¡cierto! Solo velan por sus intereses, y los demás no les importan
—y encima cuando una va donde ellos te tratan mal, como si estuvieran haciéndote un favor
—¿están viendo? Otro aportante falso que dice que nunca dio nada
—de dónde va a sacar 13 mil soles si solo maneja una mototaxi
¿Qué nos pasa? Es una pregunta que muchos peruanos nos hacemos frente a la revelación de cómo se maneja la política peruana. Las declaraciones de testigos protegidos y colaboradores eficaces muestran cómo se toman las decisiones en uno de los partidos con mayor fuerza política en el Congreso. Testimonios oficiales registrados por la Fiscalía y otras singulares publicaciones de las conversaciones a través del chat “la botica” (donde los protagonistas son varios congresistas, el actual presidente del Congreso y la lideresa del fujimorismo) son un claro testimonio de un verdadero contubernio entre ellos para atacar a un fiscal que trata de hacer su trabajo de la mejor manera posible, contra el reloj, contra el poder de sus denunciados, contra las amenazas y contra la deshonra y el desprestigio premeditado.
Estos días de octubre nos han enseñado sobre los procedimientos judiciales para determinar una detención preliminar, para declarar su nulidad, para distinguir entre las indagaciones preliminares y la formalización de la etapa de investigación preparatoria, para conocer los requisitos indispensables que debe sustentar un fiscal ante el juez de garantías para que se dicte prisión preventiva contra un investigado. También estamos conociendo los procedimientos a seguir para lograr la extradición de un prófugo de la justicia que busca asilo mientras la justicia española lo envía a una cárcel dorada.
Estos días de octubre nos han enseñado también que el poder que se les otorga a los congresistas es una especie de cheque en blanco que los faculta para hacer lo que les viene en gana, sobre todo cuando tienen mayoría parlamentaria como único argumento para imponer sus pretensiones legislativas al caballazo, de manera prepotente y digitados por un chat que reemplaza sus propias conciencias.
Nos pasa que en estos días estamos viviendo las consecuencias del debilitamiento de los partidos políticos, del canje de verdaderos líderes por mercenarios del poder, del alejamiento de buenos ciudadanos ante la impunidad y la “criminalización de los cargos públicos”, del congelamiento y marginación de hombres y mujeres probos en la carrera judicial para dar lugar a las aves de rapiña que alimentan sus nauseabundos bolsillos con la coima y los “verdecitos” recogidos en efectivo para inclinar la balanza a favor del mayor postor de la pervertida justicia peruana.
Nos pasa que esta crisis de valores que está revelándose ante los ojos de la sociedad, recién muestra sus vísceras malolientes, recién la vemos en su verdadera dimensión, recién estamos tomando conciencia de sus formas malignas de actuar —totalmente contrarias al discurso y la careta que muestran en sus actos públicos, en los estrados de campaña, en los selfies que comparten en sus redes—, recién estamos tomando conciencia del peligro que representan cuando se hacen del poder y lo utilizan para su beneficio dejando de lado el bien común y otros valores tan escasos en nuestra sociedad como el respeto, la honestidad, la integridad y la vocación de servicio.
¿Qué nos pasa? Pasa que recién estamos abriendo los ojos ante la crisis de moral y valores que padece la política peruana, pasa que recién estamos abriendo los ojos y aprendiendo a distinguir entre lo que es bueno y malo para la sociedad peruana, pasa que recién estamos comprendiendo el poder que tenemos al momento de elegir a nuestros gobernantes, pasa que en las próximas elecciones, para nuestro bicentenario, podremos escoger mejor a nuestros gobernantes.
El escenario político actual demuestra otra vez la crisis de gobernabilidad que padecemos y que afecta directamente a los tres poderes del Estado, el ejecutivo no terminaba de expresar sus satisfacciones respecto del cumplimiento del congreso al aprobar las reformas constitucionales dentro del plazo requerido en la cuestión de confianza, cuando el presidente Vizcarra se pronuncia sobre la cuarta reforma e invoca a todos los peruanos a votar por el NO en la consulta que propone el retorno a la bicameralidad. El presidente argumentó que el congreso había variado sustancialmente la propuesta del ejecutivo, había descartado la paridad de género, simplificado los requisitos para ser senador o diputado y dejaba abierta la posibilidad de que los actuales congresistas postulen para senadores o diputados en las elecciones del 2021.
Mientras se discutía al respecto, Keiko Fujimori resultó detenida cuando acudía a la Fiscalía para declarar por el caso que motivó su detención preliminar por diez días, de inmediato se enrareció más el ambiente político, en el Congreso se tenía que discutir temas relevantes como la acusación al Fiscal de la Nación y la inhabilitación del congresista Becerril, todo esto en medio de los traslados de Keiko a medicina legal y luego a la Prefectura de Lima.
Luego el Congreso se convierte en el centro de atención por las decisiones que toma, por ejemplo, libró al congresista Becerril de la inhabilitación y suspensión por sus relaciones con los principales protagonistas de la organización criminal “los cuellos blancos del puerto” y que han sido conocidos por todos los peruanos gracias a la difusión de audios y testimonios que muestran claramente la reprochable conducta del congresista.
Además, el Tribunal Constitucional declara inconstitucional la ley que prohíbe la publicidad estatal, conocida como la “ley Mulder” dejándola sin efecto, en tanto que el poder judicial admite a trámite el habeas corpus contra el juez que anuló el indulto humanitario de Alberto Fujimori. Y por otro lado, el pedido de nulidad de dos consultas del referéndum por parte del Apra, pero que luego de varias horas, decidieron retroceder en su intento señalando que todo fue un error únicamente.
El jueves de pleno en el Congreso, la bancada de Fuerza Popular logra aprobar en un solo día la ley que establece la ejecución humanitaria de la pena, una ley que favorece directamente a Alberto Fujimori, y que fue aprobada en medio de una serie de cuestionamientos de fondo y forma, desde el acuerdo de portavoces para exonerarla de su discusión en la comisión de justicia (con firmas y retiro de firmas de los representantes de algunas bancadas de manera bastante extraña por decir lo menos), la decisión del presidente del Congreso Daniel Salaverry de agendarla y debatirla de inmediato en el pleno, hasta la forma de cómo se condujo el debate y la votación que aprobó con 54 votos en primera votación y luego en exoneración de segunda votación gracias a la mayoría fujimorista.
Esta decisión impuesta por Fuerza Popular aprovechando su mayoría parlamentaria ha dado lugar a un pedido de censura de toda la mesa directiva del Congreso, sin embargo, esta es rechazada simplemente por los votos de la mayoría.
Así de movido está el escenario político peruano, este último fin de semana nuevos testimonios y revelaciones presentados en los programas dominicales, además de las últimas encuestas publicadas, dan lugar a una mayor probabilidad de que Keiko Fujimori continúe en prisión por varios meses, este sábado se vence el plazo de la detención preliminar y el fiscal José Domingo Pérez deberá sustentar en una audiencia pública la formalización de la investigación preparatoria del caso de lavado de activos que inició en agosto del 2017, y que posiblemente venga acompañado de un pedido de prisión preventiva o impedimento de salida del país para Keiko y los 19 imputados de supuestamente formar parte de una organización criminal al interior del partido Fuerza 2011 (en ese entonces, hoy Fuerza Popular) para lavar dinero (un millón 200 mil dólares) recibido directamente de Odebrecht para financiar su campaña presidencial, y valiéndose para ello de varios grupos con roles específicos (captación, administración del dinero, aportantes ficticios, transportistas del dinero, trabajadores en ONPE que emitieron informes favorables y otros dedicados a realizar actos de obstrucción de las investigaciones) como se señala de manera individualizada en el extenso expediente 299-2017 de 184 páginas que fundamenta la detención preliminar de los 20 acusados.
En las últimas elecciones municipales y regionales el fujimorismo y demás partidos tradicionales no lograron alcanzar más del 3 % de los votos, Fuerza Popular resultó duramente afectado en estas elecciones, luego, la nulidad del indulto a Fujimori y la detención de Keiko han afectado también la poca credibilidad y aprobación de dicho partido y de sus representantes parlamentarios, y de confirmarse una prisión preventiva para Keiko, podría darse la partición de la bancada mayoritaria del Congreso, esto cambiaría la composición de fuerzas y podría surgir una nueva oportunidad de equilibrar los poderes del Estado, pero esto dependerá —como estrategas políticos— de la capacidad del ejecutivo y de los pocos experimentados congresistas que tenemos.
El corolario de esta crisis puede dar lugar a una nueva mesa directiva multipartidaria del congreso y una recomposición de las comisiones parlamentarias, una nueva conformación del gabinete con presencia de ministros más políticos, y también nuevos líderes en las instituciones del sistema de justicia dispuestos a limpiar y separar la paja del trigo, es evidente que necesitan una reforma seria y sostenida en el tiempo; pero antes, debemos superar favorablemente esta crisis de gobernabilidad que padecemos y que debe resolverse en el marco de la constitución y la democracia, esperemos.
Los resultados de estas elecciones municipales y regionales nos demuestran una vez más la precariedad de los partidos políticos en nuestro país, no sólo porque los partidos tradicionales como el Apra, Acción Popular y el PPC no han alcanzado gobiernos regionales ni alcaldías como consecuencia de su activismo político, sino que los otros movimientos que se disfrazan de políticos como Fuerza Popular, Alianza para el Progreso, Solidaridad Nacional, Unión por el Perú, Frente Amplio o PPK, entre otros, tampoco han logrado hacerse de las preferencias electorales suficientes para llegar a un cargo de elección popular.
Sin embargo, como en elecciones municipales y regionales anteriores, continúan llegando al poder los invitados y alojados en movimientos locales y regionales que se activan sólo para las campañas y que muchos además fungen de vientres de alquiler al mejor postor, una especie de agrupamientos de intereses particulares que ofrecen beneficios económicos, laborales o perversos a cambio de seguidores que conforman los equipos de campaña que terminan llevándolos al poder con bajos niveles de votación, donde ni siquiera alcanzan la tercera parte del electorado local o regional, pero igual se hacen del poder por cuatro años a cargo de cada región, provincia o distrito, manejando el presupuesto público a su antojo.
El caso de la capital es un ejemplo similar, en la última semana se decidió la alcaldía de Lima, el “colorao” Jorge Muñoz, exintegrante de Somos Perú y en esta contienda candidato por Acción Popular, alcanzó más del 32 % de los votos para convertirse en virtual alcalde de Lima, una elección similar a la que condujo a PPK a la presidencia, el resultado a favor de Muñoz es producto del antivoto fujimorista (en este caso representado más por Renzo Reggiardo que por Diethell Columbus), y del antivoto contra Urresti —como consecuencia del cargamontón mediático que lo señalaba como autor del crimen del periodista Bustíos—, y por su alianza con otro “partido” vinculado a José Luna (ex Solidaridad) y los graves cuestionamientos en su inscripción, es decir, el hastío y el miedo a los políticos de siempre fueron determinantes para que Jorge Muñoz capitalice mejor los votos de los ciudadanos que miran a la política como un agujero negro que arrastra con su fuerza y poder a su centro todo lo malo, lo feo, corrupto y perverso de nuestra sociedad.
Los resultados de estas elecciones nos dejan algunas lecciones que debemos tomar en cuenta, en primer lugar, se ha demostrado que los electores estamos mejorando y tomando mayor conciencia sobre la responsabilidad que tenemos frente a las ánforas y en nuestra incipiente vida democrática (con excepción de lo sucedido en el Callao y en Chorrillos donde el crimen y la corrupción sigue colocando autoridades); en segundo lugar, tenemos que advertir que frente al auto-ostracismo de los partidos políticos tradicionales, los líderes de opinión, politólogos, periodistas (o los que se dicen serlo) y medios de comunicación, incluyendo a los mercaderes de la información e influencers reales o fabricados, son los que pueden inclinar la balanza electoral a favor o en contra de cualquier candidato que basa su campaña en su imagen personal, en sus dádivas y en sus promesas utópicas pero sin respaldo de un verdadero partido político, lo que es muy peligroso porque puede dar lugar al surgimiento de nuevos “políticos” fabricados por la publicidad y la propaganda pagada o financiada por la corrupción, el narcotráfico y otras formas de criminalidad como ya sucede en muchas regiones de nuestro país.
En tercer lugar, estamos siendo testigos del fracaso y la decadencia de aquellas fuerzas políticas que nos heredaron la crisis de gobernabilidad que hoy sufre el Perú como consecuencia de los políticos que resultaron elegidos en los últimos procesos electorales, desde presidentes vinculados a la corrupción, congresistas condenados y de baja estofa, gobernadores investigados y encarcelados, alcaldes cabecillas de organizaciones criminales, y demás; es decir, el ocaso del fujimorismo chavetero; del “solidarismo” amarillo, soberbio y patán; del aprismo corrupto disfrazado de democracia directa; de la izquierda rebelde sin causa (y sin norte); de los sancochados de los PPK; y también de los que compran la política pagando las campañas de sus candidatos mojigatos que hipotecan sus conciencias y valores a cambio de que les financien sus campañas los que dicen que “pueden por el progreso” o que dicen ser la “alianza para el progreso”, ¿progreso?, una frase en común que en las historias de sus fundadores se vinculan más al lavado de activos y al lucro desmedido en el sector educación.
Estas elecciones también han puesto en evidencia la incapacidad de la ONPE y el JNE para garantizar que los candidatos y partidos políticos que aspiran al poder tengan una trayectoria digna de ser elegidos, desde firmas falsas con validaciones y funcionarios presos, la admisión de candidatos requisitoriados, hasta el desorden e improvisación en centros de votación, e incluso al momento de hacer el primer anuncio de resultados con cifras erradas en pantalla y datos incompletos en la página web, lo que demuestra que urge una restructuración y evaluación de los funcionarios, de la conformación de los jurados electorales especiales, de los sistemas operativos y también de los procedimientos que tendrán que aplicarse en las elecciones para el bicentenario.
Finalmente, insisto en la necesidad de refundar y dar lugar a verdaderos partidos políticos que contribuyan al fortalecimiento de la gobernabilidad y democracia que necesitamos, partidos que promuevan una verdadera participación de la mujer en la vida política, con elecciones internas transparentes, con activismo político permanente, con cuentas claras y financiamientos auditados públicamente, con procesos de selección y elección de nuevos líderes con calidad moral y libre de cuestionamientos penales, hoy Jorge Muñoz tiene la oportunidad de iniciar esta tarea con un partido tradicional como es Acción Popular, de lo contrario, su próxima campaña política podría ser con otra camiseta como la de todos sus cercanos competidores que no llegaron a superarlo.
Las últimas propuestas de reforma constitucional discutidas en el congreso sobre el retorno a la bicameralidad demuestra —una vez más— la crisis que atraviesa este poder del Estado; la comisión de constitución aprobó por mayoría el retorno a las dos cámaras, una con 130 diputados y otra con 50 senadores, ambos casos elegidos por un periodo de cinco años.
Aunque la propuesta del presidente Vizcarra propone 100 diputados y 30 senadores, el Congreso decidió por convertir el número actual de congresistas en diputados y agregar 50 nuevos curules para senadores, además, para “evitar” un incremento del presupuesto señalan que para el período legislativo 2021-2022, es decir, el primer año de entrada en vigencia de las dos cámaras, el presupuesto no podrá ser mayor al 0.45 % del presupuesto general de la República, esto en referencia al porcentaje que actualmente tiene el Congreso respecto del presupuesto de este año, lo que da la impresión de que el gasto parlamentario no tendría un incremento, insisto, sólo da la impresión.
Otro de los criterios aprobados en esta comisión se refiere a tres requisitos para ser elegido como parlamentario, ser peruano de nacimiento, gozar del derecho a sufragio y un límite mínimo de edad, 25 años para diputado y 35 años para ser senador, y nada más.
Al margen de lo que constitucionalistas, politólogos y políticos han comentado al respecto, donde algunas voces han propuesto que el número de senadores y diputados no se especifique en la Constitución sino en una “ley de desarrollo” que resulte de un mejor análisis, igual merece que nos ocupemos de ambos puntos aprobados.
Respecto del número de integrantes de cada cámara no existe realmente un análisis técnico —por decir lo menos— para justificar por qué 130 diputados y no 100, o 60, o cualquier otro número, igual para el caso de los senadores, lo cierto es que esta decisión terminará siendo el resultado de una puja en el debate del pleno, sin mayor rigor técnico y mucho menos científico, posiblemente sólo responde a cálculos e intereses políticos de los flamantes congresistas que hoy en su mayoría ocupan una curul sin siquiera ser el resultado de una verdadera representación del voto popular, sino, de una cifra repartidora perversa que convierte en mayoría a los que no la obtienen en elecciones (aquí urge una reforma también).
Esto termina siendo una vez más el resultado de la impericia, la ignorancia y el capricho de quienes llegan al congreso sin tener mayor experiencia de cómo funciona y debe funcionar el Estado, salvo honrosas y pocas excepciones, un grupo de improvisados que, ante el desconocimiento y la falta de preparación, terminan dando su voto sin conciencia propia, sino por mandato a través de un chat, o por intercambio de viajes u otros favores, acuerdos bajo la mesa o por intereses particulares, decisiones que hacen de lado el bien común de una sociedad que hoy los rechaza y los confunde con organizaciones corruptas o los señala como criminales.
Y respecto del presupuesto que por norma se quieren asignar fijando un porcentaje —que por más pequeño que parezca— termina convirtiéndolos en la única entidad del Estado que fija una asignación presupuestal porcentual respecto del presupuesto de la República, sí, un presupuesto que todos los años se incrementa, por ejemplo, el 2019 es 6 % mayor al de este año, es decir, esto les garantizaría un incremento anual de su presupuesto que en los últimos años ha crecido significativamente.
Estas reformas aprobadas por la comisión de constitución terminan siendo una salida improvisada frente a la presión que recae sobre ellos por la cuestión de confianza impuesta por el ejecutivo, ¿acaso es difícil encontrar fórmulas que nos garanticen que los nuevos senadores y diputados tengan la experiencia necesaria para cumplir dicha responsabilidad?, por ejemplo, tener como requisito haber ejercido un cargo público de elección popular (alcalde, gobernador o regidor), así podemos evitar que lleguen al parlamento gente sin moral, ni experiencia, ni ética, ni verdadera representación social.
Y respecto del presupuesto, lo que realmente necesita el Congreso es separar el sistema administrativo del sistema parlamentario, su administración necesita una reingeniería que la independice del poder político y garantice el uso transparente y eficiente de sus recursos, tarea que debe ser realizada por gestores públicos de carrera y bajo la supervisión de la Contraloría y de Servir, sin la menor duda, sólo así se podrá hacer más con menos presupuesto.
Igualmente, el sistema parlamentario debe ser revisado y replanteado en sus funciones para contar con gente capaz de promover una verdadera gestión legislativa al servicio de los senadores y diputados pero sin ninguna injerencia en la administración pública del parlamento, así tendremos la tranquilidad de que los recursos públicos no son utilizados para fines proselitistas ni en clientelismos políticos.
Este cuatro de octubre sabremos si realmente las propuestas de reforma responden a lo requerido por el ejecutivo y al bien común de todos los peruanos.
Faltan pocos días para la realización de un nuevo proceso electoral, todos los rincones del Perú están sumergidos en intensas campañas electorales con el propósito de convencer a los dudosos electores respecto de la “mejor” alternativa para hacerse del municipio o el gobierno regional, los amigos y familiares se han convertido en improvisados relacionistas públicos de sus candidatos, ellos comparten mensajes, fotos y videos a través de las redes y el whatsapp para destacar las propuestas del futuro alcalde o para desacreditar a los principales contendores de su cercano candidato.
La mayoría de carteles, panfletos y pancartas muestran el rostro del candidato con un gesto empático, al lado del símbolo de la agrupación política que lo cobija en esta corta temporada de campaña política donde los partidos tradicionales son los que menos posibilidades tienen de resultar ganadores, al lado de la foto y el símbolo una singular frase trata de resumir el principal ofrecimiento del sonriente candidato para los próximos cuatro años.
Las comparsas, los perifoneos, las caravanas, los polos, matracas, globos y banderines recorren las calles de la ciudad con una multitud de seguidores, amigos y familiares entusiasmados por la posibilidad de llegar al poder por mandato popular; los equipos de campaña hacen cálculos milimétricos para tratar de alcanzar los votos necesarios para ganar, y los locutores de radio y televisión —sobre todo en provincias— hacen su mayor esfuerzo para dar a conocer los ofrecimientos de los candidatos de su preferencia y las debilidades de aquellos que no tienen su aprobación, a esto se suman las denuncias, entrevistas, debates, encuestas de toda clase y participaciones del público a través de llamadas telefónicas como una especie de indicador de preferencias electorales.
Es la fiesta de la democracia, es el momento de pensar bien en tu voto, en estas elecciones tú eliges el destino de tu pueblo, y bla, bla, bla; muchas frases comunes que se oyen en las calles y la típica pregunta ¿ya sabes por quién vas a votar?, forman parte de las conversaciones cotidianas entre amigos, en el trabajo y en todo lugar donde solemos estar.
Así está el Perú, viviendo una incipiente democracia, un país que recién empieza a construir y conocer la importancia de un sistema democrático, que pese a sus precarias condiciones, resulta mucho mejor que las dictaduras y gobiernos de facto que nos han arrastrado hacia sus vicios y defectos desde el inicio de nuestra república y que hasta hoy padecemos las consecuencias.
Sin embargo, para fortalecer y garantizar un adecuado crecimiento y desarrollo de nuestra democracia necesitamos de tres ingredientes básicos como son, primero, la existencia de verdaderos partidos políticos —y no agrupaciones u organizaciones políticas como las de estas elecciones—, segundo, necesitamos una verdadera institucionalidad de los poderes del Estado (legislativo, ejecutivo y judicial), y en tercer lugar, necesitamos una sociedad civil fortalecida y participativa en la vida política, una sociedad civil que alberga en su seno a los medios de comunicación y sus diversas plataformas de información, opinión y difusión.
Respecto de los partidos políticos queda poco que decir, es evidente la precariedad de los que sobreviven en estos tiempos, el surgimiento de alianzas, movimientos independientes y muchos vientres de alquiler han sometido a los partidos tradicionales obligándoles a tranzar cupos de poder a cambio de su alicaída organización que algo de experiencia arrastra por sus años, el Apra, Acción Popular y el PPC son los sobrevivientes a duras penas.
Y sobre la institucionalidad tampoco tenemos algo que destacar, los niveles de desaprobación del congreso y el sistema de justicia son la más clara radiografía de su descrédito, y cuando creemos que es imposible caer más, sus principales representantes se esfuerzan por hacer lo contrario, los “Becerril” y los “Hinostroza” son los ejemplos más claros de lo que no debe volver a suceder en el Perú; un país donde el ejecutivo tampoco ayuda, desde presidentes condenados, investigados y prófugos hasta ministros, gobernadores y alcaldes en similar situación, todo esto contribuye al rechazo y apatía total de los peruanos para participar en política y en la gestión pública.
Lo que si podemos destacar es a la sociedad civil, en los últimos años se ha incrementado el nivel de participación de organizaciones y gremios en diferentes sectores sociales y económicos del país, igualmente los medios de comunicación y el periodismo de investigación han recuperado su libertad y han surgido nuevos protagonistas de la revelación de la verdad. Los colectivos impulsados por las redes sociales también están ganando terreno, alzando su voz y señalando a aquellos que transgreden el orden social y las normas legales y de buena convivencia, una vigilancia ciudadana que debe conducirnos hacia la gobernanza, y ésta es la esperanza que los peruanos tenemos.
Por eso es necesario que en esta etapa de nuestra vida republicana surjan nuevos partidos políticos, no organizaciones políticas, sino, partidos políticos; con una estructura orgánica, con un pensamiento común, con valores e ideales compartidos por sus integrantes; donde la razón y el buen juicio reemplaza al pragmatismo y el oportunismo; donde los liderazgos se forman y cultivan desde sus bases y no desde las cuentas corrientes y los aportes económicos oscuros; donde sus representantes y candidatos son producto de su carrera política interna y no de la voluntad de los dueños de la franquicia electoral.
Si queremos realmente refundar la política para alcanzar una verdadera democracia participativa en el Perú, con líderes éticos, debemos apostar por el nacimiento y empoderamiento de nuevos partidos políticos, ahora es el momento, para que los nuevos líderes ayuden a recuperar la institucionalidad de los poderes del Estado y canalicen mejor la fuerza de la sociedad civil que exige a gritos la renovación total de los que tienen la responsabilidad de gobernar nuestra patria, esta es la verdadera reforma que urge en el Perú.
El domingo antes de las ocho de la noche ya se anunciaba el mensaje a la nación del presidente Vizcarra, las redacciones en los medios de comunicación esperaban impacientes aquel momento, la expectativa era mayor respecto de anteriores ocasiones, el movimiento y la llegada de vehículos oficiales a Palacio de Gobierno empezaron al terminar la tarde; hasta que apareció el Presidente en todos los canales de televisión, se mostró seguro, enérgico y con la mirada hacia arriba de la cámara, donde era evidente que tenía escrito el discurso que anunciaba dos medidas de singular relevancia para los tiempos aciagos en la política peruana.
Empezó su discurso recordando que “en el mes de junio se conocieron una serie de audios que dejaron al descubierto el enorme entramado de corrupción que aqueja a nuestro poder judicial y que afecta gravemente a nuestras instituciones”, y luego destacó que acudió personalmente al Congreso para entregar cuatro proyectos de ley de reforma constitucional para resolver de manera urgente la reforma política y judicial a través de un referéndum, “para que todos los peruanos puedan decidir, si quieren la reforma del Consejo Nacional de la Magistratura, la bicameralidad, la no reelección de congresistas y un sistema transparente de financiamiento de los partidos políticos, (…) son los ciudadanos quienes definirán si quieren esos proyectos mediante el voto, y debemos realizar ese referéndum, junto con las elecciones del 8 de diciembre”, señaló el Presidente.
Luego, recordó que el 14 de septiembre del 2000 los peruanos fuimos testigos del primer vladivideo señalándolo como el punto de inflexión para la caída de un régimen sumergido en la corrupción, “sin embargo, hoy me pregunto, ¿qué hemos aprendido? Si ayer fue un vladivideo, hoy son los audios que nos regresan a ese momento y nos muestran lo más vulgar de la corrupción, enquistada en nuestras instituciones. (…) Recojo el clamor popular, ¡reforma ya!, basta de comprar y vender derechos y dejar impune los delitos de los que trasgreden nuestro sistema legal y enferman a nuestra sociedad”, enfatizó.
El presidente Vizcarra dijo que luego de 40 días hasta el momento el Congreso no tenía ni un solo dictamen aprobado en una comisión, por el contrario, hizo dos graves observaciones al actuar del parlamento, “no podemos permitir que los titulares de la ONPE y el RENIEC sean elegidos por el Congreso, porque sería dar lugar a que un partido político pueda controlar a quien debe fiscalizar las elecciones democráticas. Así mismo, es inaceptable que se proponga impedir a los nuevos titulares del CNM investigar los actos de corrupción cometidos con anterioridad. Eso equivale a garantizar la impunidad y constituye una burla a la voluntad ciudadana de transparencia y lucha contra la corrupción”.
En consecuencia, anunció la aplicación del artículo 133 de la Constitución planteando la cuestión de confianza al Congreso para aprobar las cuatro reformas constitucionales presentadas por el ejecutivo, además, convocó a legislatura extraordinaria para el miércoles 19 de septiembre a las ocho de la mañana, fecha donde el pleno tendrá que decidir si aprueba o no las reformas constitucionales y si convoca a referéndum para diciembre de este año.
Las reacciones no se hicieron esperar, el presidente del congreso Salaverry convocó para hoy lunes a junta de portavoces y el presidente Vizcarra también convocó a los voceros de las bancadas a una reunión por la tarde en Palacio de Gobierno, mientras que varios congresistas, constitucionalistas y analistas políticos tratan de explicar el escenario actual que vivimos.
Lo cierto es que si el Congreso niega la cuestión de confianza, el Presidente estaría facultado para disolver el Congreso y convocar a elecciones parlamentarias en un plazo no mayor a cuatro meses, entre tanto, puede llevar a cabo las reformas constitucionales a través de decretos de urgencia, incluso convocar a referéndum, lo que significa que en el 2021 ya no habría posibilidad de reelección de congresistas, retornaríamos a la bicameralidad, tendríamos un nuevo CNM y las elecciones se realizarían con nuevas reglas, sobre todo para el financiamiento transparente de las campañas y partidos políticos.
En caso que el Congreso —y sobre todo Fuerza Popular— acepte (agachando la cebeza) y apruebe las cuatro reformas constitucionales, le reafirme su confianza al gabinete Villanueva y convoque a referéndum, el resultado sería el mismo que lo señalado en el párrafo anterior para el 2021; es decir, parece que el ejecutivo ha tomado el camino que les garantiza hacer realidad lo anunciado por el presidente Vizcarra en su discurso del 28 de julio pasado, además de incrementar la aprobación y popularidad del presidente por parte de la ciudadanía y todo lo contrario para Keiko y sus partidarios.
Adicionalmente debemos considerar la iniciativa ciudadana requerida a la ONPE para convocar a referéndum mediante la recolección de firmas, donde además de las cuatro reformas del ejecutivo, se buscará la eliminación de la inmunidad para los congresistas, ministros y magistrados supremos, situación que sin duda será tomada en cuenta favorablemente por la ciudadanía.
Todo parece indicar que el 2021 tenemos la oportunidad de reemplazar totalmente al congreso de mayor descrédito en toda nuestra historia republicana, un congreso que protege a sentenciados a pena de cárcel como Edwin Donayre y Benicio Ríos (ahora prófugo), un congreso que pese a graves denuncias de corrupción, aún no aprueba la denuncia constitucional interpuesta por el exfiscal de la Nación Pablo Sánchez contra los consejeros de la vergüenza del CNM, y menos aún, un congreso que no se atreve a levantarle la inmunidad al suspendido juez Hinostroza. No nos sorprendería alguna otra decisión sui géneris o “interpretación auténtica” de este parlamento frente al emplazamiento público que acaba de hacerles el presidente Vizcarra, por que como ya estamos acostumbrados en la política peruana, todo puede suceder.
Este fin de semana una pareja chilena fue liberada de la prisión preventiva dispuesta por el Poder Judicial —a pedido de una fiscal por el presunto delito de trata de personas—, una prisión ordenada sin siquiera existir una sola prueba de este supuesto delito; fueron seis días de encierro injustificado que soportaron ambos, además de ser expuestos ante la prensa como dos criminales, esposados, humillados, y lo que es peor, separados por la fuerza de los mellizos recién nacidos que —luego de sufrir esta pesadilla— les fueron entregados públicamente a su padre biológicamente demostrado con una prueba de ADN de parte, como si este acto reparara el daño ocasionado.
Jorge Tobar, de 48 años, fue recluido en el penal Sarita Colonia del Callao, y su esposa Rosario Madueño, de 46, fue trasladada al penal Ancón II, allí soportaron la injusticia de la justicia peruana, allí se aferraron a la fe como si fuera el camino divino el único que pudiera librarlos de ese episodio vergonzoso de nuestras autoridades que tienen en sus manos el poder para disponer la libertad, el castigo, la cárcel, la desesperanza o la impunidad ante el delito y el crimen que infecta el tejido social peruano.
Este caso es otro ejemplo de la crisis que padece la justicia en el Perú, todos somos testigos de la continua y permanente revelación de actos de corrupción que vinculan a los operadores de justicia en todos los niveles, todos los días se publica información que evidencia el contubernio entre criminales, autoridades, empresarios, jueces y fiscales; cada semana una nueva denuncia pública nos alerta a viva voz del mal que padecemos, de la infección generalizada que emerge como la pus a través de audios, correos y confesiones de colaboradores eficaces, hechos revelados por la prensa de investigación, aquella que en lugar de ser el mejor aliado de los fiscales y congresistas que tienen como mandato constitucional investigar estos actos, terminan siendo señalados, amedrentados y acusados por los mismos responsables de dar merecido castigo a los que infringen la ley, convirtiéndose en defensores y protectores de los que tarde o temprano tendrán que rendir cuentas y pagar las condenas por sus delitos.
En medio de todo este caos se exige una inmediata reforma del sistema de justicia, el pedido formal ha sido realizado personalmente por el presidente Martín Vizcarra, quien acudió al Congreso para alcanzar sus propuestas, quien además en diferentes actos públicos exige al Congreso que lo discuta de una vez por todas dando lugar al referéndum anunciado el 28 de julio en su discurso presidencial, pero el Congreso hasta hoy no ha sido capaz de atender este pedido que cada vez se hace propio de la sociedad peruana.
Esta semana los decanos de los colegios de profesionales han anunciado que iniciarán la recolección de firmas para exigir el referéndum, agregando a la consulta popular la eliminación de la inmunidad parlamentaria y de altos funcionarios, un pedido más que a todas luces será apoyado por la mayoría de peruanos.
Sin embargo, lo que todavía no tenemos claro es en qué consiste la reforma del sistema de justicia, todos estamos de acuerdo de que debe reformarse, pero aún no existe una propuesta integral sobre la reforma, por ejemplo, ¿cómo se elegirán a los jueces y fiscales?, ¿cómo se controlará la eficiencia de sus actos?, ¿qué sucederá con el CNM?, ¿seguirá funcionando a través de consejeros elegidos por procesos poco transparentes?, ¿cualquier abogado podrá ser designado a dedo para ser juez o fiscal provisional?, ¿será suficiente ser abogado para convertirse en juez o fiscal provincial, superior o supremo?, ¿será necesario saber qué función cumple el clítoris para pasar la etapa de entrevista en el nuevo CNM?, ¿los aspirantes a jueces y fiscales deben saber cocinar los platos típicos de las regiones donde postulan?, ¿la academia de la magistratura seguirá funcionando tal como está?, ¿la escuela del Ministerio Público seguirá “formando” fiscales?, ¿el Instituto de Medicina Legal seguirá dependiendo de la Fiscalía en las mismas condiciones deplorables?, ¿qué requisitos deben reunir los peritos que contrata la fiscalía?, ¿ahora sí se terminará de implementar el nuevo código procesal penal en todo el país?, ¿la reforma incluye el expediente judicial electrónico único o se continuará implementando por separado de la fiscalía y la policía?, ¿la Contraloría seguirá funcionando igual o existe una nueva propuesta para evitar que los funcionarios corruptos sigan haciendo de las suyas ante la vista y paciencia de sus oficinas de control interno?, ¿el régimen laboral de los administrativos y los que forman parte del sistema fiscal o judicial seguirá igual?, ¿los mecanismos de arbitraje seguirán vigentes o serán modificados?, ¿las subastas públicas serán manejados por los martilleros profesionales o los jueces seguirán “interviniendo”?, ¿se tiene en cuenta un observatorio único del crimen o seguiremos manteniendo uno en cada entidad haciendo lo mismo?
Estas son algunas de muchas preguntas que todavía no tienen siquiera una propuesta de respuesta o alternativa de solución a los problemas de fondo de la justicia peruana, respuestas que no las vamos a encontrar en el proceso de referéndum, éste es el verdadero trabajo de reforma que ya debemos ir realizando, de lo contrario, por más reformas constitucionales que logremos, en el día a día, en cada juzgado, en cada comisaría, en cada fiscalía, seguirán existiendo encintados incompetentes que haciendo gala de su placa tomarán decisiones equivocadas, injustas o parcializadas frente a determinados hechos que afectan los derechos más elementales de todos los peruanos, y por lo visto, también de extranjeros como el caso de la pareja de chilenos.
Parafraseando al primer ministro Villanueva, ¡qué carajo vamos a presentar a un Perú así… ante la llamada reforma de justicia!
La justicia peruana es una entelequia que por lo visto solo está al alcance de aquellos privilegiados que hablan con los magistrados y que además cuentan con recursos económicos suficientes para atender las exigencias de toda índole de algunos que haciendo uso de su cinta de color y una medalla representan la persecución del delito, y al frente de ellos, en los juzgados, los otros que también portan cintas y medallas y que representan la administración de justicia.
Para tratar de alcanzar justicia en el Perú se necesita una denuncia, la mayoría de peruanos víctimas de la violencia o el crimen acuden a las comisarias, el primer eslabón de una penosa travesía sobre un escabroso camino impredecible, allí son recibidos generalmente con indolencia e indiferencia, una larga espera frente a un uniformado con pocas habilidades en el manejo de la computadora y los sistemas informáticos, — ¡espere allí!, ¡su nombre!, ¡DNI!, ¡dirección!, a ver ¿qué pasó?— y otras tantas preguntas al compás de la escritura del policía para sentar la denuncia que recién al día siguiente puedes obtener impresa, claro, si hay sistema.
Dependiendo de la gravedad del hecho se requerirá la presencia de un fiscal, sino, la denuncia quedará allí, sin ninguna posibilidad de seguimiento virtual, ni nada, solo los que insisten reiteradamente lograrán algo de atención por su caso, salvo la llamada de un superior o personaje con poder que señale la importancia de resolver ese caso, y entonces se activan las sirenas y los expeditos policías hacen su trabajo, a todas luces insuficiente frente a los índices de violencia y crimen registrados en el Perú.
Cuando la denuncia llega a manos del fiscal provincial se padece un drama similar, aunque la denuncia ya está ingresada en la comisaría, nuevamente el fiscal tiene que abrir un nuevo caso e ingresarlo al sistema fiscal, luego ordenará las diligencias a la policía, la toma de declaraciones a los involucrados y listo, a esperar y esperar y esperar, a pesar de que la ley establece plazos para cada etapa en las investigaciones fiscales, estos no se cumplen, o terminan haciéndose los expedientes mal que bien a pocas horas de vencerse el plazo para pedir una ampliación, y otra vez a esperar, y así pasan los meses y años.
En el Perú tenemos más de 6,200 fiscales distribuidos en todo el país, de los cuales 3,860 son titulares, es decir, fueron evaluados por el CNM para cumplir su función (efectivamente ese CNM que ya conocemos), y el resto (más del 38 %) son designados por el Fiscal de la Nación sin más requisitos que ser abogado. De todos ellos 5,530 son provinciales, 685 son fiscales superiores y 22 son supremos.
Por otro lado, cada año el ministerio público recibe más de un millón de denuncias nuevas en las 1,106 fiscalías provinciales a nivel nacional, siendo las penales (436), civil y familia (201) y las fiscalías mixtas (146), las que reciben cerca del 60 % de casos. Adicionalmente a los fiscales, el ministerio público cuenta con 530 profesionales de la salud que trabajan en el Instituto de Medicina Legal y 13,350 técnicos y profesionales; es decir, 20,100 personas dedicadas íntegramente a contribuir a la persecución del delito en el Perú; y que cuentan con un presupuesto de 1,880 millones de soles este año, y que hasta la fecha han ejecutado el 62,9 %.
El siguiente eslabón es el poder judicial, con 3 mil jueces a nivel nacional, de los cuales 40 son supremos, 550 son superiores, 1,600 son jueces especializados y 800 son jueces de paz letrados, de los cuales más del 40 % son supernumerarios o provisionales, es decir, designados a dedo; además cuentan con un presupuesto asignado de 2,432 millones de soles este año, con un nivel de ejecución del 62,8 %.
En noviembre del año pasado Duberlí Rodríguez señalaba que la carga procesal del poder judicial era de 2´516,889 expedientes, pero que solo podían resolver el 55 % de todos los casos, es decir, más de un millón de expedientes han sido pasados para el 2018, y entre su principal argumento decía que era la falta de presupuesto, y según sus cálculos necesitan 7,300 millones de soles al año —el triple— para resolver este problema, un argumento parecido al que escuchamos continuamente en el ministerio público.
Resolver el problema de la justicia en el Perú va más allá de refundar el CNM o asignarles más presupuesto, tiene que ver con definir una adecuada preparación, selección y evaluación de las capacidades éticas y profesionales de jueces y fiscales (labor que muy bien lo pueden hacer las universidades más prestigiosas del país), además de cortar de una vez por todas la provisionalidad de los mismos y establecer un sistema de designación escalonada (como los militares); en segundo lugar debe establecerse mecanismos rigurosos, eficientes y rápidos de control respecto del actuar de jueces y fiscales, este control debe ser independiente y autónomo, libre de presiones políticas y conformado por un tribunal de honor íntegro y solvente moralmente; en tercer lugar, debe dotarse de profesionales expertos en gestión pública que conformen el sistema de gestión administrativa totalmente independiente de los jueces y fiscales supremos, porque ellos son los responsables de administrar más de 4,300 millones de soles de nuestro presupuesto al servicio de la correcta administración de justicia, no los titulares de estas entidades como es ahora, por ello, los gestores públicos deben ser seleccionados, designados y supervisados por SERVIR y controlados adecuadamente por la Contraloría, así evitaremos que la ineficiencia e incapacidad de gestión termine afectando a todos los peruanos que padecen una vía crucis cada vez que recurren al sistema de justicia.
La reforma constitucional debe plasmar una propuesta integral de la conformación de un nuevo modelo del sistema de justicia, que se inicia desde la policía, luego la fiscalía, el poder judicial y los centros penitenciarios; y debe incluir a órganos de control, designación y vigilancia del sistema y de todos sus actores involucrados; con sistemas informáticos transversales, por ejemplo, la denuncia en la comisaría debe convertirse en el expediente único de acceso fiscal, judicial y de control, para garantizar una adecuada cadena de custodia, el debido proceso y el control de plazos, tres factores totalmente vulnerables en la precaria justicia que hoy tenemos y que peor aún está en manos de muchos policías, jueces y fiscales que siguen haciendo de las suyas en medio de este río revuelto de aguas negras.
Este desafío puede ser asumido por el Acuerdo Nacional a través de una secretaría especial encargada de desarrollar esta propuesta, porque ellos son los que tienen la responsabilidad de elaborar y proponer las políticas de Estado con una visión de largo plazo, que es lo que necesitamos, y aunque algunos proponen a la CAN como una alternativa, lo cierto es que desde su creación es muy poco o casi nada lo que ha logrado en materia de lucha contra la corrupción.
A partir de las cero horas del último sábado el gobierno peruano les exige el pasaporte a los venezolanos para que puedan ingresar al país, esta decisión—que antes fue aplicada en Ecuador y a los pocos días dejada sin efecto por una decisión judicial— ocasionó que el número de venezolanos se incrementara considerablemente en nuestra frontera del norte.
Según últimos reportes, hasta la fecha han ingresado cerca de 450 mil venezolanos, muchos de ellos tienen como destino la capital, otros buscan encontrarse con sus compatriotas en las ciudades de la costa y un grupo menor se dirige a Tacna con la intención de superar un riguroso control migratorio que exige una bolsa de viaje de mil dólares como mínimo para ingresar a Chile e incluso seguir hacia Argentina.
Todos ellos llevan consigo la esperanza de encontrar una manera de sobrevivir a la grave crisis humanitaria que envuelve al país llanero, una tierra que guarda bajo su suelo la mayor reserva del petróleo en el mundo; y sobre el mismo suelo, la corrupción, la escasez, la pobreza, la miseria, el hambre y el dolor de un pueblo sometido a un régimen desquiciado e indolente con su gente, con sus niños, ancianos y jóvenes; hombres y mujeres que deciden abandonar sus casas, sus bienes, sus sueños y planes de vida para llevar lo mínimo en una maleta, con rumbo desconocido, huyendo de la muerte hacia cualquier lugar que les ofrezca algún refugio, un poco de paz y algo de aliento que les permita seguir con vida.
Venezuela es un país de similar población que el nuestro. De los 31 millones de habitantes, el diez por ciento ya logró cruzar sus fronteras sin la certeza de un pronto retorno, y por lo visto, este drama que afecta a Latinoamérica seguirá agudizándose en los próximos meses.
Mientras que en el Perú los noticieros muestran el éxodo nunca antes sucedido en Sudamérica, las redes sociales se encienden y se convierten en un vertedero de odio de tal magnitud que me resisto a aceptar su autenticidad. Inmediatamente se cuenta una historia de algún venezolano y las expresiones de desprecio y xenofobia—mal escritos y cargados de insultos—atacan a los periodistas y sus programas, luego reclaman airados por los niños de Puno y le exigen al gobierno y al presidente Vizcarra que ayuden a los peruanos en lugar de los venezolanos.
A través del WhatsApp circulan mensajes de audio y video señalándolos como autores de asaltos y crímenes sin precedentes, para luego, en sendos textos, exigir su salida y expulsión del país; mientras que algunos los señalan como los nuevos “votos golondrinos”, otros los muestran como una grave amenaza al empleo nacional.
Si estas expresiones realmente son el sentir de muchos peruanos podría decir entonces que en lugar de avanzar, estamos involucionando. Mientras que el mundo se desarrolla a pasos agigantados, al ritmo de la tecnología y las nuevas tendencias, buscando formas más eficientes de mejorar la calidad de vida de las personas, muchos peruanos están perdiendo su calidad y condición humana; felizmente las muestras de solidaridad son más que aquellos que hacen de la libertad de expresión el medio más vil para expresar sus más bajos prejuicios.
Los peruanos siempre fuimos reconocidos por ser acogedores y solidarios, a lo largo de nuestra historia hemos aprendido a convivir con extranjeros, nuestro crisol de razas, costumbres y tradiciones son un extraordinario testimonio de una diversidad cultural tan variada como la biodiversidad que privilegia nuestra tierra, un territorio tan grande como nuestra historia milenaria, por lo que es difícil entender esta retrógrada resistencia de ayudar a nuestros hermanos venezolanos que alguna vez nos acogieron con los brazos abiertos.
Por eso, no nos dejemos engañar por aquellos grupúsculos que, a través de las redes, tratan de distraer nuestra atención de la crisis de valores que acaba de hacer metástasis y que su fétida infección se muestra en audios de la corrupción de alguna de tantas redes criminales que buscan formas de distracción para impedir las reformas del sistema de justicia, el referéndum y el pronto juzgamiento de sus descubiertos protagonistas.
Insisto, no nos dejemos engañar por estas campañas xenófobas, tampoco permitamos que esto afecte nuestras acciones de solidaridad en favor de quienes hoy necesitan de nosotros para lograr sobrevivir a uno de los más desastrosos modelos de gobierno de los últimos tiempos que desde Venezuela afecta a todos los latinoamericanos.
El viernes al terminar la tarde encontré una mesa pequeña en la cafetería que visito con frecuencia para tomar un café y revisar un poco de información en Internet, de pronto se acerca muy atento un joven venezolano para tomar mi pedido, su trato gentil y acento al hablar es cada vez más común en nuestra capital.
Al frente de mi mesa seis jóvenes conversan y se divierten entre ellos, parecen estudiantes universitarios disfrutando sus últimos días de vacaciones antes de retomar sus clases, todos con sus celulares en mano, entre lo que escriben y lo que conversan acompañados de risas y miradas inquietas, están haciendo planes para el fin de semana y tratando de decidir a quienes más van a pasarles la voz para ir en mancha al algún lugar que nombran con entusiasmo.
En otra mesa pequeña, al lado de la ventana que da a la calle un hombre mayor de gesto adusto, de cabello blanco y saco oscuro se sumerge en el contenido de Hildebrandt en sus trece, un café y las páginas abiertas del semanario tienen toda su atención, es lo único que hay en su mesa, un par de titulares señalan: “Odebrecht sigue cobrando” y “amistades particulares”, con letras rojas, con fotos de un fiscal, un abogado y un excongresista, en medio de su paciente lectura y ceño fruncido su rostro dibuja un gesto amargo, aunque no sé si es por el café o por lo que está leyendo, aunque lo último es más probable.
Más allá, en otra mesa cinco mujeres mayores también conversan amenamente, entre sonrisas y miradas atentas intercambian comentarios, se llevan algunos bocaditos a la boca y disfrutan el momento de su encuentro en medio de tantas voces y el rápido andar de atentos meseros, un singular movimiento al final de una semana de trabajo que nos aparta del infernal tráfico que se ve a través de las ventanas en plena avenida Salaverry.
Al costado de ellas, más cerca de mi mesa, dos hombres con saco y corbata, dos cafés, dos sánguches y sus celulares sobre la mesa, también conversan, claramente trabajan en el sector público, hablan de las últimas gestiones que han realizado en sus oficinas, y se quejan de un par de “hermanitos” que hacen de las suyas aprovechando su poder de asesores de la alta dirección en la organización a la que acaban de llegar luego del inicio de este gobierno, mi curiosidad por el tema era mayor a la posibilidad de escuchar con claridad sus discusiones, poco puede entender pero me queda claro que el ambiente laboral era hostil, lleno de chismes, de correos anónimos, de hostigamientos y pocas ganas de acabar las tareas del día, en algún momento comparaban las reparticiones de puestos de confianza con el singular estilo —y claro tráfico de influencias— que venimos escuchando entre audios de los tremendos jueces Ríos e Hinostroza y los exconsejeros del CNM, en este momento no sé por qué sentí más amargo el café americano que siempre pido.
A través de la ventana se podía ver a los dos empleados responsables del valet parking, era una hora de intenso trabajo para ellos, porque así sucede en Lima, encontrar estacionamiento se hace cada vez más complicado, sin embargo, ambos se mostraban dispuestos a cumplir su trabajo con cordialidad, jugaban entre ellos por momentos, se reían, se fastidiaban, se les veía contentos y atentos a la espera de la llegada de un nuevo cliente o la salida del local que a esa hora casi no tenía lugar para más gente.
En la calle el tráfico era intenso, el fastidio por el claxon de los autos, la gente esperando la luz roja del semáforo para cruzar, otros esperando que llegue el bus para acercarlos a casa y varios peatones caminando por las calles con cierta prisa, todo esto es un cuadro cotidiano de todos los días al final de cada jornada de trabajo, así transcurren los días, las semanas, los meses en nuestro querido Perú.
Un país con más de 30 millones de peruanos, donde la tercera parte tiene menos de 18 años; donde el 10 % de su población trabaja en el Estado, en los colegios y universidades públicas, centros de salud, fuerzas armadas, fiscalías, juzgados, comisarías, ministerios, municipios y otras entidades públicas; un país donde el 70 % de la población que trabaja lo hace en condiciones inadecuadas, sumergidos en el subempleo y la informalidad; un país que vio nacer también a más de 3 millones de peruanos que hoy viven en otras partes del mundo añorando volver a estas tierras del buen comer, con playas, montañas y selvas, con historia milenaria, con recuerdos gratos de nuestra infancia, de nuestros amigos, de nuestro barrio, de nuestros bailes, danzas, cantos y demás tradiciones que siempre nos revive gratas emociones.
Esa noche de viernes desde mi mesa pude ver a mi país de jóvenes con esperanzas dispuestos a conquistar el mundo, a un hombre reflexivo mirando con atención lo que la prensa libre de estos tiempos viene revelando, a mujeres decididas a tomar un lugar relevante en esta sociedad peruana, a jóvenes venezolanos que a pesar de su desgracia ponen su mayor empeño para trabajar y seguir adelante, vi también a esos burócratas, que como yo, en algún momento ingresaron a trabajar al Estado con el propósito de servir a los demás y hoy terminan presos de un perverso sistema que agoniza y exige a gritos una sobredosis de honestidad y vocación de servicio, también vi a aquellos que no les importa la política ni las revelaciones de estos tiempos, porque solo se dedican a trabajar, a ganarse el pan, a disfrutar de lo que hacen, por más humilde que sea su trabajo, allí están, cumpliendo con responsabilidad y felices, soportando el desorden, la bulla, la discriminación, la sobreexplotación, en muchos casos soportando también el hambre con tal que sus hijos tengan que comer, estudiar y seguir creciendo.
Esto es una parte del Perú de hoy, que sigue adelante, que trabaja sin desmayo, que lucha por construir su casa, por hacer realidad sus sueños, este es el Perú que necesita una mejor atención del Estado, no para recibir asistencialismos, sino, para unir sus fuerzas —porque esta es la verdadera fuerza del trabajo— y todos juntos empezar la tarea de reconstruir una nación que antes fue grande por su gente y sobre todo por la mentalidad y actitud que tuvimos los peruanos.
Después de terminar mi café, llegué a casa, cogí el libro sobre las batallas de Alejandro Magno, estuve leyendo hasta quedarme dormido.
A lo largo de la etapa republicana en el Perú hemos tenido gobiernos militares, dictaduras y pocas etapas democráticas, una de las características de aquellos tiempos era la persecución y tenaz ataque desde el poder a los adversarios políticos, mientras que los acuerdos, alianzas, negociaciones y corruptelas tras bambalinas estuvieron a la orden del día; y por lo visto es así desde los inicios de nuestra vida independiente hasta estos días.
Los recuerdos que tengo respecto del devenir político se remontan a la década de los 80. Durante el gobierno de Belaúnde estudié la primaria en un colegio fiscal en San Juan de Marcona, y la secundaria coincidió con el gobierno de Alan García, recuerdo claramente las clases de educación cívica donde el estudio de la Constitución del 79 era mi acercamiento más próximo a la realidad política del país. Sin embargo, la crisis económica, las colas, la escases de alimentos y productos básicos como el pan, la harina, la leche, el aceite, me hizo entender las consecuencias que arrastra una mala gestión pública en un país donde los más vulnerables son los que más sufren.
En el 90 acabé la secundaria y tuve que dejar aquel puerto iqueño para llegar a Lima con el sueño de hacerme profesional y construir mi futuro en la capital. Como muchos jóvenes provincianos traté de hacerme un lugar en la gran ciudad sin siquiera estar consciente del momento político que vivía el país. Un chinito en su tractor se hizo presidente y se dio por primera vez la tercera transición democrática consecutiva en el Perú, una transición que duró poco hasta que el 5 de abril de 1992 pude ser testigo del autogolpe de Fujimori y el inicio de una dictadura distinta a las que sucedieron en nuestra historia donde los militares fueron los protagonistas.
En la década del 90 enfrentamos una crisis de alimentos, de inflación, del “shock”, de coches bombas, de apagones, de muerte y terror; en medio de todo esto, otra vez la mala gestión pública tuvo graves consecuencias. La corrupción logró instalarse en el seno del aparato público, la política peruana se decidía en una salita del SIN, los militares se sometieron ante los hombres más nefastos para la historia reciente del Perú: Montesinos y Fujimori.
En aquellos años también se inició una persecución a líderes políticos, periodistas y líderes sociales con el propósito de evitar que sus voces y acciones pudieran revelar la podredumbre de un gobierno que claramente afectó la libertad y la incipiente democracia peruana. El dinero en paquetes entregados a los dueños de los principales medios de comunicación, a congresistas de la oposición para que se conviertan al fujimontesinismo; el tráfico de drogas, de armas, la informalidad, la corrupción, el contrabando, el crimen organizado, el grupo colina; y la captura del Congreso, el Poder Judicial, la Fiscalía, la ONPE, el JNE y hasta el Tribunal Constitucional; son parte del triste legado de aquella década de la que fui víctima y testigo directo como muchos hombres y mujeres que hoy sentimos indignación luego de conocer los audios que la prensa está difundiendo y que revela —de la boca de sus protagonistas— el bodrio en el que han convertido al sistema de justicia, como sucedió con los vladivideos y el politiqueo de aquella época.
Después de la caída de la dictadura de Fujimori entramos en una etapa de transición democrática que felizmente hemos sabido sostener en el tiempo. Vizcarra es el quinto presidente que asume el cargo sin romper el orden constitucional. A pesar de la inestabilidad y debilidad que actualmente existe en los tres poderes del Estado, las reformas y decisiones políticas que se están dando se desarrollan en un marco democrático, y esto es esperanzador, porque —a diferencia de las dictaduras— la libertad de prensa y opinión se han mantenido firmes y fuertes incluso ante varios intentos de controlarla, someterla o callarla.
Está claro que hoy atravesamos una nueva crisis política; está claro que hoy los políticos de turno no dan la talla; está claro que hoy las instituciones de gobierno están corroídas por la corrupción y el tráfico de intereses subalternos; está claro que hoy las autoridades de gobierno a nivel nacional, regional y local no están capacitados para asumir la modernización y reforma del sistema de gobierno, peor aún, la ética y la moral son tan escasos que incluso la población ni siquiera lo toma en cuenta al momento de elegirlos; está claro que hoy los policías, fiscales y jueces no son ninguna garantía de justicia y protección de los derechos fundamentales; está claro que hoy en nuestra sociedad hemos dejado de lado valores esenciales como el respeto, la honestidad y la familia.
Sin embargo, puedo decir que la esperanza de construir un Perú mejor es cada vez más fuerte, porque a pesar de todo lo que vivimos, hoy tenemos libertad. Libertad para expresarnos, libertad para salir a marchar y protestar, libertad para denunciar a través de los medios de comunicación y las redes sociales, tenemos libertad para trabajar y salir adelante, tenemos libertad para escoger hacer el bien y rechazar el mal. Libertad que hemos recuperado desde la marcha de los cuatro suyos, desde la publicación del primer vladivideo, libertad que permitió que IDL-Reporteros difunda los primeros audios de la corrupción en el CNM y el sistema de justicia hasta lo que conocemos hoy, y seguramente seguiremos conociendo gracias a la libertad de expresión.
Ahora solo falta construir nuevos partidos políticos dispuestos a refundar la política peruana, partidos con una ideología que permita converger a nuevos líderes que deberán asumir la responsabilidad de reformar el Estado, de tecnificar la gestión pública y de luchar sin desmayo para recuperar el tejido social que padece del cáncer de la corrupción y la crisis de valores.
Nuevos líderes que —con sus partidos políticos— deberán garantizar la democracia y sobre todo la libertad que ya hemos alcanzado y que debemos proteger porque es la fuerza que mantiene viva la esperanza de convertirnos en un Perú mejor.
Ayer al medio día estaba frente al televisor en un restaurante, un local pequeño que vende menú en Breña, las pocas mesas, un mostrador y un televisor son parte de los muebles que se mantienen estáticos frente al intenso movimiento de comensales y mozos que rápidamente toman los pedidos, corren a la cocina y reparten los platos del día, en medio de este ajetreo un televisor de 50 pulgadas muestra imágenes violentas, en menos de diez minutos una mujer cae del séptimo piso de un edificio luego de resbalarse; un hombre en su motocicleta termina arrollado por un ómnibus que arrasa todo a su paso luego de perder el control; una combi aparece en unas imágenes registradas por una cámara de seguridad y arrolla a tres personas que en ese instante se encontraban sobre la vereda; luego, con el subtítulo de batalla campal, se muestra una brutal agresión de un grupo de desaforados contra un joven que no logra encontrar la manera de librarse; y así, continúa la retahíla de golpes, muerte y sangre de gente como nosotros, presentados por un conductor de televisión que se muestra indiferente e incluso insensible anunciando esta secuencia de videos que en algún momento señalan como fuente a Youtube y Facebook.
Hace muchos años que tengo como costumbre no prender el televisor a la hora de las comidas, sin embargo, en la mayoría de restaurantes y hogares peruanos el televisor se ha convertido en un miembro más de la mesa; y aunque parezca que no se le presta atención, todos los que se encuentran bajo su influencia están alimentando sus mentes con la información que la “caja boba” les muestra en ese horario.
Les confieso que luego de ver la pantalla del televisor y el contenido de uno de los “noticieros” del medio día en un canal de televisión de alcance nacional terminé con una sensación de angustia e impotencia, sin apetito. No termino de entender el afán de ciertos productores de prensa, editores y periodistas que hacen de su espacio en señal abierta una oda a la violencia, esos videos que describo en este artículo no tienen fecha, solo indican el país donde sucedieron y una descripción morbosa del evento que hace el conductor con total naturalidad como si se tratara de una escena cotidiana.
Esta es la violencia que consume la mayoría de peruanos a diario, en la mañana, tarde y noche, en periódicos, en las radios, peor aún en los medios de comunicación del interior del país, las portadas de los diarios locales describen con letras grandes una cultura de odio, corrupción y muerte, los mercenarios de las radios descalifican con furia a los que consideran sus adversarios ―de ellos o de sus amigos de interés—, y así transcurren los días, y luego muchos nos preguntamos a qué se debe tanta violencia en las calles, en los micros, en el trabajo, en los hogares.
En los últimos días se han difundido en algunos programas de televisión, en redes sociales y a través de mensajes de WhatsApp videos con escenas de muerte y asesinatos cometidos por jóvenes venezolanos, algunos protagonistas de estas imágenes resultaron detenidos la semana pasada gracias a una intervención policial impecable en medio de un centro comercial muy concurrido en Lima, al mismo tiempo se difundía también un video de una joven venezolana que expresa frases de desprecio a los peruanos, por decir lo menos; imágenes que luego han sido comentadas en redes sociales, con mensajes xenofóbicos contra los venezolanos incitando al odio y la violencia contra ellos.
A todo esto debemos sumarle la revelación de más audios que dan cuenta de la corrupción que ha logrado enquistarse en las entidades del Estado, nos enteramos de acuerdos escondidos en el Congreso extendiendo beneficios que no les corresponde a los exintegrantes de la mesa directiva, hasta más audios que reflejan la miseria infrahumana del exjuez Walter Ríos ofreciendo ascensos a cambio de favores sexuales, entre otros protagonistas de estas historias que revelan la perversa gestión de la justicia peruana.
Frente a este bombardeo de malas noticias están millones de peruanos que consumen mudos, sin asombro, sin sentido mayor de indignación, como si estuviéramos resignados a esta triste y purulenta realidad que nos envuelve y nos toca por donde caminamos, quizás el que cobra el estacionamiento municipal también forma parte de una organización criminal similar a la del alcalde de la Victoria, quizás ese policía que cuida una empresa particular está “cachueleando indebidamente” por orden de un oficial corrupto, quizás esa sentencia del poder judicial es consecuencia de un sobrecito amarillo con efectivo.
El momento que atraviesa el Perú es la consecuencia de una educación escasa en valores, donde la honestidad, la ética y el respeto, por lo menos, no tienen espacio en la formación y educación de los peruanos, la reforma del sistema de justicia y la recuperación de la gobernabilidad no será suficiente con un referéndum que impida la reelección de congresistas y modifique parcialmente la constitución que tenemos, estas medidas sólo serán paliativas, necesitamos empezar cuanto antes una verdadera reforma de la sociedad peruana, esto significa mejorar la calidad humana de los peruanos, y como señala Bernardo Kliksberg: En América Latina es imprescindible afirmar los valores éticos como reglas de vida esenciales para el desarrollo, la democracia, la convivencia y la plenitud personal.
Mientras tanto, seleccione mejor los programas de televisión que consume, no llene su mente de información chatarra, eso también tendrá consecuencias para su vida.
A fines del 2005 trabajaba con varios grupos de jóvenes en un programa de capacitación y desarrollo de competencias de liderazgo, era un trabajo altruista que tenía como propósito promover y cultivar valores como la honestidad, justicia, cultura, equidad y solidaridad, entre todos los participantes.
Este afán me dio la oportunidad de conversar con monseñor Luis Bambarén, él escuchó atentamente las razones de aquel emprendimiento y algunos detalles de las actividades que veníamos desarrollando un grupo de jóvenes entusiastas dispuestos a construir un Perú mejor, sin embargo, luego de entender lo que veníamos haciendo me dijo algo que quiero compartir con ustedes, no tengo las palabras exactas de aquella recomendación que me dio hace más de diez años pero el mensaje es totalmente claro y aplicable a estos tiempos.
─Está bien que los jóvenes se preocupen por cultivar valores en esta sociedad de constantes cambios, está bien que promuevan la honestidad, la justicia, la solidaridad, eso es muy bueno, pero hay un valor de gran importancia que debe ser el punto de partida del trabajo que vienen haciendo, me refiero al valor de la familia, que hoy en día se está viniendo a menos, te aconsejo que el punto de inicio del trabajo que vienen realizando sea la familia, que los jóvenes reconozcan que este valor es el que permitirá recuperar el tejido social que hoy sufre una grave infección como es la crisis de valores y la corrupción— me dijo monseñor Bambarén.
En los últimos días hemos sido testigos de eventos de gran importancia, no sólo por las revelaciones que la prensa ha hecho respecto de la corrupción en una de las 35 cortes de justicia del Perú, tampoco por la captura de once integrantes de esta banda delictiva que traficaba con la justicia para su beneficio e intereses particulares, sino, dos hechos relevantes que quiero destacar.
El primero tiene que ver con el discurso del presidente Martín Vizcarra, después de muchos años hemos escuchado un mensaje presidencial que recupera la esperanza de los peruanos, los anuncios de lucha frontal contra la corrupción, de la reforma del sistema de justicia, de la reforma del sistema político, de la realización de un referéndum que permita que todos los peruanos decidamos al respecto, que todos en las ánforas podamos decidir sobre la reelección de los congresistas, el retorno de la bicameralidad y seguramente importantes cambios en el sistema electoral, sin duda son una buena noticia.
Esto es un llamado a la acción de todos los peruanos, es una respuesta de parte del Presidente a las manifestaciones, marchas y expresiones de rechazo y hartazgo que tenemos frente a los responsables de dirigir las instituciones públicas y que han hecho de sus cargos sus parcelas de poder, de abuso y de traición a la responsabilidad que se les ha asignado.
Después de mucho tiempo hemos oído en el hemiciclo del congreso un discurso político, de esos que hacen tanta falta en un parlamento donde el insulto, el descaro y la ignorancia se confunden con la calaña de baja estofa que algunos indignos congresistas representan.
El segundo hecho que quiero destacar tiene que ver con lo sucedido en la gran parada militar, desde la caminata que inició el Presidente a la altura del hospital de la policía, acercándose a saludar a los peruanos apostados en los laterales de la avenida Brasil hasta aquel momento cuando se inició el desfile con agrupaciones artísticas que, con sus danzas y trajes regionales, rendían homenaje a nuestra patria.
Allí en el estrado de honor vimos un sillón vacío, el sillón presidencial rodeado de todos aquellos que hoy la ciudadanía mira con desconfianza, aquellos políticos y magistrados, incluso uniformados y religiosos, que capitalizan la desesperanza, que representan el descrédito y el debilitamiento de las instituciones, muchos de ellos responsables de la crisis de gobernabilidad que padecemos, por ser protagonistas o por su incapacidad de resolver esta triste realidad que sufrimos todos los peruanos.
Mientras que al lado, en la tribuna de invitados, el presidente Vizcarra sentado con su esposa, sus hijos y su nieto daban un segundo mensaje a la Nación, ese gesto que rompe el protocolo demuestra que por encima de la política que tenemos está la familia, están los hijos, los nietos; es entonces un llamado a la familia donde tenemos que iniciar la reconstrucción de nuestra patria.
Este llamado a la acción de todos los peruanos que hace el Presidente tiene dos pilares esenciales que tenemos que reforzar. La democracia y la gobernabilidad del Perú necesita apoyarse en estos pilares para levantarse y empezar a convertirse en el nuevo Perú que todos merecemos.
El primer pilar es la familia, como me dijo alguna vez monseñor Bambarén, y esto es tarea de todos, este es el trabajo de reconstrucción y recuperación del tejido social que nos toca a nosotros, es en la familia donde debemos promover los valores tan escasos como la solidaridad, la honestidad y el respeto; y el segundo pilar es la participación ciudadana en la toma de decisiones para reformar la justicia y la política, por eso, debemos estar vigilantes frente a lo que decidirá este congreso de marras, debemos alzar nuestra voz, gritar y hacernos sentir con la fuerza necesaria para que el congreso no impida el referéndum que, sin duda, hará que el cambio sea más rápido y más justo; que esto sea el inicio de la gobernanza que debemos alcanzar en un país tan rico por la cultura y los recursos que tenemos, pero a la vez tan pobre por las capacidades de aquellos hombres y mujeres que llegan al poder sin tener las mínimas condiciones intelectuales, éticas y morales para ejercerlo.
A pocos días del discurso presidencial en el Congreso seguimos conociendo más detalles de las conversaciones y arreglos de ciertos “operadores” de justicia en el país, personajes con poder que hicieron de sus puestos una cantera ilegal de acuerdos y componendas cuyo sello de distinción es la corrupción, el tráfico de influencias y el enriquecimiento ilícito, entre otros delitos.
El presidente del consejo de ministros César Villanueva ha señalado que el 28 de julio el presidente Vizcarra anunciará las medidas que se tomarán para enderezar el sistema de justicia, la comisión presidida por Allan Wagner trabaja a toda máquina para presentar sus propuestas que, por el poco tiempo que tienen, posiblemente decanten en acciones de aplicación inmediata y de corto plazo para tratar de recuperar la institucionalidad de uno de los poderes del Estado que hoy se encuentra envuelto con una cinta amarilla fosforescente y con una advertencia con letras grandes que dice: “no acercarse, peligro de derrumbe, riesgo de contaminación”.
A solo tres años de celebrar el bicentenario de nuestra independencia la incertidumbre, el asco y el desprecio por los políticos y las autoridades que administran justicia alcanza sus mayores niveles de descrédito en la sociedad peruana, varias ciudades del país han organizado marchas de protesta, y este 26 de julio se anuncia otra movilización a nivel nacional para expresar el rechazo y repudio a todos los que facilitan y hacen de su oficio público un vil servilismo a la corrupción.
En las calles, centros de trabajo y dentro de casa no se puede evitar comentarios y descalificaciones sobre los jueces, la señora “K”, un par de empresarios y los exconsejeros del CNM, incluyendo al prurito “doctor rock”, que revelan “lo que todos sabemos que sucede con la justicia peruana” pero que al fin, gracias a la prensa, se ha podido conocer de boca de los propios protagonistas de estas redes de crimen organizado.
El 28 de julio escucharemos el plan del presidente para superar esta crisis que nos sumerge en la desesperanza y la vergüenza como país, y realmente esperamos que tal anuncio tenga la suficiente claridad para comprender cuáles serán las metas, los objetivos que debemos alcanzar y los plazos propuestos para ello, así como la identificación de los responsables de su ejecución y monitoreo permanente, de tal manera que no corra la misma suerte que las tareas de reconstrucción que se hicieron en Pisco y en el norte del país, los resultados de estos procesos ya los conocemos hoy, y no son nada alentadores.
El presidente debe entender que la solución al problema de la corrupción va más allá de mirar únicamente al sistema de justicia, es entendible que en el corto plazo se dicten algunas medidas que ayuden a resolver la crisis que enfrentamos hoy, sin embargo, el cambio debe ser integral, necesitamos una reforma completa del Estado, eso significa replantear el rol que cumplen el ejecutivo, el legislativo y el poder judicial, para que puedan cumplir sus funciones de manera eficiente y transparente, acorde a nuestros tiempos y sobre todo con una mirada de país que nos conduzca hacia un verdadero desarrollo sostenible en el mediano y largo plazo.
El presidente Vizcarra tiene un plazo de tres años para emprender el diagnóstico y la planificación del cambio que necesitamos, tres años para evaluar los procesos existentes y diseñar nuevas alternativas que generen valor al menor costo posible e incorporando la mejor tecnología, y para esto necesita contar con equipos de expertos convocados exclusivamente para esta tarea, como ingeniero sabe perfectamente que sin estudios previos, sin planos y sin las proyecciones de impacto, no se puede emprender la construcción de ninguna obra, esto es lo que necesitamos en una primera etapa, dejar las bases, planes y proyectos listos para su ejecución a partir del 2021.
Perú es un país con una riqueza natural extraordinaria, los desafíos que enfrenta el mundo de hoy están relacionados con la sobrepoblación del planeta, la seguridad alimentaria, la seguridad hídrica, el cambio climático y la tendencia hacia las megaciudades, lo que involucra una veloz transformación de hábitos, costumbres y necesidades de nuevas generaciones que se vuelcan a las grandes ciudades para vivir plenamente; si miramos nuestro país, podemos encontrar una oportunidad de demostrar al mundo –una vez más- que tenemos la capacidad de levantarnos como el ave Fénix; porque tenemos un vasto territorio suficiente para acogernos a todos; porque contamos con una extraordinaria despensa de alimentos de gran valor nutricional para alimentar saludablemente a todos; porque contamos con suficientes recursos hídricos en las 54 cuencas que miran hacia el Pacífico, el Atlántico y al lago Titicaca; y porque nuestras cordilleras, la Amazonía y demás singularidades geográficas nos ubican en un lugar privilegiado para resistir y mitigar mejor los embates del cambio climático.
Sin embargo, lo que nos hace falta es contar con equipos de hombres y mujeres dispuestos a reconstruir nuestra patria, nos faltan mentes y corazones al servicio del país que emprendan la tarea de levantar toda la información necesaria para planificar nuestro territorio, para organizar nuestras normas de convivencia, para proponer una nueva Constitución, para proponer una nueva casa de las leyes con un sistema legislativo ordenado, para proponer una reingeniería del ejecutivo (porque la “modernización del Estado” es un total fracaso), y para proponer nuevos mecanismos de control, vigilancia y sanción que involucre la participación ciudadana, de tal manera que la justicia realmente sirva a la sociedad para corregir y readaptar a todo aquel que toma el camino equivocado en perjuicio del bien común y del prójimo.
Este es el verdadero reto que debemos enfrentar de una vez por todas para refundar un Perú nuevo, un Perú mejor, un Perú para todos.
En las últimas horas hemos sido testigos de la difusión de más audios que demuestran la vulnerabilidad del sistema de justicia, donde un juez y un fiscal supremo, un par de congresistas, los consejeros, un empresario aprista, un juez superior y hasta un prófugo de la justicia conversan y acuerdan reuniones, favores y hasta entrega de dinero, así está la administración de justicia, el nombramiento de jueces y fiscales, e incluso la protección, encubrimiento y empujadita de personajes miserables que deben terminar tras las rejas.
Este domingo también fuimos testigos de la captura y allanamiento de la vivienda de Walter Ríos, expresidente de la corte del Callao, uno de los principales protagonistas de estos audios que felizmente ―y gracias a Gustavo Gorriti y su equipo― son de conocimiento público, donde los mismos involucrados narran con total desparpajo sus nauseabundas fechorías.
En una primera parte conocimos del poder y la gran influencia que tenía el empresario amigo de la señora “K”, Antonio Camayo, propietario de IZA Motors, un emprendedor que empezó vendiendo golosinas en los buses y que ahora, luego de siete años, tiene una empresa valorizada en más de 20 millones de soles, una historia parecida a la de Joaquín Ramírez, que pasó de cobrador de combi a millonario y dueño de propiedades suntuosas en los Estados Unidos.
La historia completa del nuevo protagonista de la última entrega de IDL-Reporteros aún no la conocemos del todo, se trata de Mario Mendoza, un empresario aprista y operador en ligas mayores, de su propia voz hemos escuchado cómo envía dinero a Walter Ríos con quien conversa luego e incluso le informa que su candidato a fiscal ya fue elegido.
Mario Mendoza es un personaje clave en esta parte de la historia, porque no sólo es amigo de Walter Ríos, también habla y coordina reuniones con Guido Aguila, César Hinostroza y con su compañero Mauricio Mulder. Y llama mucho la atención la disposición que tienen estas autoridades para atenderlo y cuadrar sus tiempos en función a sus requerimientos, incluso le pone al teléfono a un prófugo de la justicia para que converse con Walter Ríos y pedirle ayuda en su caso pendiente en el Callao, se trata de Salvador Castañeda Córdova, el exadministrador de Félix Moreno cuando era alcalde del Callao, prófugo que hoy tiene una sentencia firme de 5 años por los delitos de peculado y falsedad genérica.
Mario Mendoza también es amigo de Víctor Raúl Rodríguez Monteza, nombrado como fiscal supremo titular por el CNM presidido por Guido Aguila, quien también conversa con este empresario y le pide que para hablar sobre un “recomendado para ser juez o fiscal” lo llame al otro número que empieza con cuatro nueves.
Por lo visto, los amigos de Mario Mendoza tienen el privilegio de acceder a las altas esferas del poder y al manejo de la justicia, igual sucede en el caso de los amigos de Antonio Camayo, y probablemente en los próximos días conoceremos a más titiriteros de jueces, fiscales y consejeros de este sistema que huele a pescado podrido, lleno de gusanos.
Estoy seguro que muy pronto conoceremos más evidencias del tráfico de influencias que hace mucho tiempo se ha instalado como modus operandi en los pasillos de las fiscalías, juzgados e incluso el mismo Congreso, y que gracias a la prensa y al trabajo de valientes fiscales estamos conociendo.
Lo que es evidente es la urgente necesidad de reformar el Estado y todas sus partes, ya no es suficiente que Duberlí Rodríguez anuncie que declarará en emergencia el Poder Judicial, esa medida no alcanza para revertir todo el daño moral que ha ocasionado la incapaz gestión que él y sus antecesores han realizado en este poder del Estado, cómo podemos creer que el actual presidente del Poder Judicial realmente podrá corregir y superar esta crisis si hace poco lo vimos compartiendo de un almuerzo al lado de Antonio Camayo y su leal asesor que huevonea como si nada a otro juez supremo.
Esta pus que se ha rebalsado asquerosamente sobre el tejido social peruano revela una severa infección de todos los sistemas, no sólo en justicia o en el legislativo, también en el ejecutivo, el caso de la ONPE y de Salvador Heresi son penosos ejemplos de este cáncer de la corrupción que se manifiesta en su fase más avanzada.
Por lo visto, el esfuerzo que realizarán los miembros de la comisión especial presidido por Allan Wagner no serán suficientes para realmente proponer el verdadero cambio que necesita el país, hoy en el Perú tenemos como presidente a Martin Vizcarra luego de la caída de PPK, y está en sus manos gestar el verdadero cambio estructural que necesitamos en el país, un cambio que exige demoler los escombros de esta putrefacta “seudogobernabilidad”, para de inmediato levantar una nueva estructura ―con pilares reforzados de ética y moral―que permita realmente construir un Perú mejor, eso significa emprender realmente una reforma constitucional, ahora es el momento de hacerlo y anunciarlo este 28 de julio, con el respaldo de la sociedad civil y la prensa libre, y con el apoyo de los hombres y mujeres de a pie, y que muy pronto saldrán a las calles a exigir este gran cambio, podremos lograrlo.
En los últimos días hemos sido testigos de una grave denuncia de IDL Reporteros que demuestra ―a través de varios audios― la podredumbre instalada en las altas esferas del Poder Judicial y el CNM, entidad responsable de designar, investigar, destituir o ratificar a jueces y fiscales de nuestro país.
La primera entrega de esta denuncia titulada “Corte y corrupción” empieza así: “Esta es la historia ―en gran parte contada por ellos mismos― de cómo el presidente de la Corte Superior del Callao, junto con por lo menos tres consejeros del Consejo Nacional de la Magistratura, y un magistrado de la Corte Suprema convirtieron sus cargos en un permanente ejercicio de tráfico de influencias y corrupción” (ver la denuncia completa aquí).
En la segunda entrega titulada “Hinostroza despacha: Nuevos audios revelan cómo el juez supremo César Hinostroza discute sobre un caso de violación a una menor en el que parece contemplar una reducción de pena o incluso absolución; mientras que en otro coordina con un ex juez una aparente reunión utilitaria con el presidente de la República, Martín Vizcarra” (ver la denuncia completa aquí), también se muestra cómo un tremendo juez maneja la justicia en este país.
Al margen de los protagonistas de estos audios que en su contenido revelan la calaña de funcionarios que pululan en las cortes, fiscalías y otros organismos “garantes de la justicia”, es también preocupante conocer hechos concretos que evidencian el riesgo que corremos todos los peruanos cuando acudimos al sistema de justicia, donde se decide sobre la culpabilidad o no de un acusado y donde se determina una sentencia que debe ser justa respecto de la responsabilidad que tiene el autor de un crimen.
En nuestro país estamos padeciendo de una crisis de institucionalidad en diferentes sectores, desde el Congreso, entidades del ejecutivo, todo el sistema de justicia, el sistema educativo, el sistema de salud, en los gobiernos locales y regionales, hasta el sector empresarial privado.
Una grave crisis de institucionalidad en un Estado que mantiene en sus filas y en los más altos cargos a los protagonistas de historias de vergüenza, de corrupción, de componendas y arreglos bajo la mesa para beneficio de sus allegados, funcionarios que se supone tienen la responsabilidad de manejar los recursos públicos para promover el bien común, pero que por lo visto ni siquiera logran entender que el servicio público es una sacrificada tarea que exige honestidad, probidad, ética y responsabilidad en la toma de decisiones y uso de recursos, principios tan básicos y a la vez tan escasos en este país.
Es evidente que necesitamos emprender una reconstrucción de la moral con carácter de urgencia, necesitamos de un equipo altamente entrenado y debidamente certificado en realizar el delicado trabajo de, primero, recuperar entre los escombros a los verdaderos funcionarios públicos honestos, con vocación de servicio, demostrada experiencia y trayectoria funcional intachable; segundo, conformar equipos de trabajo especializados para hacer un real diagnóstico del problema que padecemos en todo el aparato estatal; tercero, convocar a expertos para elaborar un plan de emergencia que permita estabilizar a nuestro país en el corto plazo, identificando y priorizando los puntos críticos que requieren cuidados intensivos como justicia, salud y educación; y en cuarto lugar, encargar a un equipo de élite para hacer el trabajo de campo en la reconstrucción de nuestra moral y respeto entre peruanos, un equipo autorizado y con facultades para separar la paja del trigo.
Si el gobierno no toma acciones inmediatas muy pronto veremos las consecuencias, el debilitamiento de las instituciones públicas acarrea la ingobernabilidad y la involución de una sociedad que pronto empieza a buscar otras formas de hacer justicia, una sociedad que toma las calles y alza la voz, una sociedad que decide no reconocer a sus autoridades porque no los representan, basta mirar algunos países vecinos para entender lo que puede suceder en el corto plazo.
Creo que nuestra historia nos ha enseñado que la violencia y el ejercicio desmedido del poder son dos detonantes peligrosos que pueden estallar cuando caen en manos de seres miserables como muchos protagonistas de las historias que IDL Reporteros acaba de denunciar, un peligroso cóctel que al juntarse puede ocasionar graves daños a nuestras familias, donde los más vulnerables sufren las mayores consecuencias, y aunque creo que estamos a tiempo de evitar que esto suceda, es necesario que todos tengamos listo un plan de evacuación y emergencia.
Esperemos que este 28 de julio en el discurso que presentará el presidente Vizcarra en el Congreso podamos conocer ese plan de evacuación y emergencia que necesitamos, porque aún estamos a tiempo, el próximo año podría ser demasiado tarde.
Otra historia de violencia contra la mujer se escribe con sangre en nuestro país, otra vez un miserable roció con combustible y le prendió fuego a una humilde madre de tres niños sin que, hasta el momento, la policía pueda determinar las razones de este demencial intento de feminicidio.
Juana Mendoza vendía salchipapas en el pasaje Cinco Amigos en Cajamarca, ella se encontraba como cada tarde atendiendo en la vereda, mientras una mujer compraba un salchipollo con su hijo de pronto apareció Esneider Estela, de 22 años, para tirarle encima el combustible que se prendió con el fuego del carrito de salchipapas quemando el 80 % del cuerpo de Juana, de su hijo y de la señora que allí se encontraba y que no terminaba de entender lo sucedido.
Al día siguiente la policía logró capturar al autor de este crimen, era el exconviviente de la hermana de la víctima, Esneider Estela ya había sido detenido en dos ocasiones, en diciembre por distribuir estupefacientes en la zona del puente Moyococha, y en enero de este año por ser presunto integrante de la organización criminal “los sicarios de Cajamarca”, sin embargo, las dos veces salió libre.
Seguramente en las próximas horas el juez confirmará su prisión preventiva, y luego el fiscal del caso se tomará un buen tiempo para fundamentar su acusación, y como se trata de un caso mediático, probablemente reciba una condena ejemplar, es decir, una especie de juicio justo a un delincuente de solo 22 años que llevará en su conciencia la autoría de este terrible hecho que pudo evitarse si en las dos ocasiones anteriores, cuando fue capturado, la justicia hubiera cumplido con su trabajo y puesto tras las rejas a este sujeto.
Esta es una de las aristas en el problema de violencia que padecemos todos los peruanos y en especial las mujeres y niños, el sistema de protección y de justicia es incapaz de atender estos casos, las comisarías, los policías y los fiscales no se dan abasto para proteger a las víctimas, y los jueces tampoco tiene la capacidad resolutiva en el tiempo necesario para evitar más historias como las de Juana Mendoza o Eivy Ágreda; es triste oír a los responsables de todo el sistema de justicia condenar estos hechos pero nada más, sin embargo, hace buen tiempo vienen reuniéndose y discutiendo sobre cómo mejorar la administración de justicia en el Perú pero hasta ahora no vemos resultados, solo reclaman más y más presupuesto, como si el dinero fuera la única causa de su clara ineficiencia en la lucha contra el crimen y la violencia.
Otro punto clave que debemos resolver todos, empezando por el ejecutivo, seguidos por los legisladores y con la participación activa de la sociedad civil, es la implementación de una política de Estado que tenga como propósito la creación de una nueva cultura sin violencia en todos los rincones del Perú, no se trata de decir “ni una más”, “basta a la violencia contra la mujer”, y demás frases y campañas que muchas veces se convierten en gritos de auxilio o de condena, o de exigencia de la pena de muerte o incluso una especie de justicia popular, esto solo contribuye a visibilizar el problema y sus consecuencias, pero no ataca las causas, por el contrario, da lugar a otras formas de confrontación entre los peruanos, es decir, más violencia.
Al inicio de este gobierno el presidente Vizcarra enumeró algunos objetivos principales como la lucha contra la corrupción; la estabilidad institucional para reconstruir la gobernabilidad y recuperar la confianza; en tercer lugar se refirió a la estabilidad económica y la construcción de infraestructura sostenible; y en cuarto lugar priorizó a la salud, el empleo, la seguridad ciudadana y la educación como pilar central de su gestión; han pasado cien días de su gobierno, tiempo suficiente para reacomodar sus objetivos y señalar un norte claro para atender los problemas de fondo en el país.
Faltan pocos días para que el presidente se presente en el Congreso para rendir cuentas y anunciar las acciones que tomará en lo que le resta de gobierno, y ojalá que el orden de sus prioridades se invierta para que la educación y la seguridad ciudadana se conviertan en la principal ocupación de los próximos años, no es posible que esta cultura de la violencia se siga apoderando de nuestras calles y nuestros hogares; de nada nos sirve el crecimiento económico si termina en manos de hombres y mujeres incapaces de respetarse entre sí; de nada nos sirve mejorar nuestra infraestructura si los que hacen uso de ella son incapaces de protegerla y preservarla por el bien común de todos; de nada nos sirve otorgarle más presupuesto al sistema de justicia si los policías, jueces y fiscales son incapaces de velar y garantizar la seguridad y protección de los ciudadanos; de nada nos sirve construir más escuelas si en las mismas aulas tenemos docentes incapaces de enseñar las normas básicas del respeto y la buena convivencia entre nosotros, por el contrario, el sistema de calificación escolar promueve el egoísmo y la lucha permanente por demostrar la superioridad de uno respecto de los otros, y los padres de familia alentamos esa anticuada idea de: mi hijo tiene que ser mejor que el hijo de otros.
Señor presidente, necesitamos invertir en la mente de los peruanos, necesitamos construir una cultura de valores en nuestra sociedad, necesitamos trabajar de la mano con las familias y los hogares peruanos para que nuestros hijos aprendan a respetar al otro, necesitamos crear conciencia ciudadana para aprender a convivir entre nosotros respetando nuestras diferencias, respetando al medio ambiente, respetando a nuestras autoridades, respetando a los niños, a las mujeres, a los ancianos, a las personas con habilidades diferentes, a los animales.
Si realmente queremos un nuevo Perú para el bicentenario, debemos trabajar en la construcción de una nueva cultura de paz y respeto entre nosotros, y esta tarea va más allá de la responsabilidad del gobierno, es una tarea en la que todos tenemos que trabajar activamente para obtener algunos resultados en el corto tiempo, y así evitar que existan más casos como los de Juana Mendoza o Eivy Ágreda, víctimas lamentables de jóvenes que hacen del crimen y la violencia su única forma de vida y condena al mismo tiempo.
Esta semana termina la participación de la selección peruana en el mundial, después de 36 años logró clasificar al mayor torneo deportivo del mundo, y aunque su desempeño no fue suficiente para superar la etapa de grupos si debemos destacar el otro mérito que trajeron consigo nuestros seleccionados, porque desde los últimos partidos de clasificación, en el país empezó a darse un fenómeno social que ha llamado la atención a nivel internacional.
Me refiero a la hinchada peruana, esta multitud de todas las edades que se pone la camiseta rojiblanca todos los días que juega la selección, una hinchada que canta a viva voz el himno nacional, una hinchada que en sus gestos, en sus gritos y en su inagotable aliento nos hizo jugar de locales en los partidos previos al mundial, una hinchada como nunca antes sucedió en el Perú.
A pesar de lo ocurrido con Paolo Guerrero y su sanción, los peruanos no perdimos la fe y esperamos hasta el último momento para que se le permitiera jugar en el mundial, la perseverancia de Paolo es una lección de vida porque hizo lo imposible para terminar con la banda de capitán en el brazo, y todos aplaudimos y destacamos su liderazgo.
Hasta que llegó el inicio del mundial, cerca de 70 mil peruanos llegaron a Rusia para alentar a la selección, las calles, plazas y trenes de ese país se llenaron de camisetas y banderas peruanas, la alegría y el entusiasmo de los peruanos no pasaron desapercibidos por los medios internacionales, nuestros valses y danzas eran otras muestras de patriotismo y amor a nuestro país, las multitudes de compatriotas por las calles antes de cada partido, en las inmediaciones de los estadios donde nos tocó jugar y luego en las tribunas con sus gritos y cantos nos emocionaron hasta las lágrimas, los colegios instalaron sus pantallas gigantes, el estadio nacional fue centro de reunión de familias enteras, en cada rincón del Perú, gracias a la señal de TV Perú y Latina, se pudo sentir la emoción de ver a once peruanos luchando hasta el final para ganar cada encuentro.
A pesar de las derrotas no dejamos de alentar, a pesar de nuestra corta participación en el mundial, sentimos que dimos todo en la cancha, y eso es suficiente para sentirnos felices con lo que hicieron nuestros seleccionados, una especie de renacimiento o inicio de una nueva etapa del fútbol peruano.
Después de mucho tiempo pusimos al Perú por encima de nuestras diferencias, a pesar de las singularidades de nuestra vida cotidiana sentimos que el Perú es nuestro, que amamos nuestro himno nacional, que nuestro escudo y nuestra bandera nos pertenece a todos, que cuando tenemos un objetivo común y una tarea que cumplir como hinchas nos podemos unir todos y demostrarnos a nosotros mismos que si podemos hacerlo con pasión y entrega total.
Esta es la lección que nos llevamos de este mundial, y espero que este sea el inicio de una nueva etapa en el país para darnos cuenta que la única manera de cambiar para bien el Perú es a través del compromiso y la participación de todos, si el mundial nos hizo ponernos la camiseta, ahora nos toca seguir llevándola puesta en la nueva selección de los que dirigirán nuestros pueblos y comunidades los próximos cuatro y cinco años.
Nuestra participación como hinchas de la selección nos ha demostrado que ese sentimiento de amor por nuestro país está intacto, lleno de pasión y de esperanza, Ricardo Gareca ha tenido la capacidad de convocar y preparar a los jugadores necesarios para alcanzar el sueño de volver a un mundial, y el objetivo se cumplió.
Ahora está en cada uno de nosotros el saber elegir a nuestros seleccionados, a los que les daremos la llave de nuestra ciudad para que gestionen con sabiduría nuestros recursos, a los que les daremos la autoridad para promover el desarrollo y el crecimiento de nuestras comunidades, por eso es importante que conozcamos perfectamente a los equipos que aspiran al sillón municipal o regional.
En los últimos años hemos dado la espalda a la política, la mayoría de peruanos no queremos participar en nada que tenga que ver con los partidos políticos que tenemos, por el contrario, formar parte de una agrupación de inmediato se asocia con una especie de organización criminal que busca el poder para enriquecerse, para robar, para servirse y aprovechar los recursos públicos que cada año le asigna el gobierno.
Creo que es momento de cambiar de actitud, de renacer esta hinchada que ama su patria, para eso necesitamos conocer a los candidatos y sus equipos, conocer su trayectoria política, necesitamos saber cómo son en sus hogares, en su trabajo, con sus amigos, en su quehacer cotidiano, de tal manera que podamos elegir a los que tengan la capacidad de gestionar con honestidad y eficiencia los recursos de nuestros gobiernos locales y regionales, pero también que sean buenos ciudadanos, buenos peruanos.
La política en el Perú de hoy está como el fútbol en la época de Burga, se maneja tras bambalinas, a merced de los que tienen el poder de turno, se mueve con dinero bajo la mesa, con prebendas y repartijas, la corrupción es sólo una consecuencia de la crisis que atraviesa la política peruana.
Para cambiar esta lamentable realidad necesitamos del aliento de toda esta hinchada peruana, necesitamos seguir unidos en este propósito de ver al Perú ingresando a las ligas mayores de la gobernabilidad y la democracia, para esto no sólo basta el aliento y el entonar el himno nacional a viva voz, también se requiere de nuestro voto consciente, informado, meditado, como si fuéramos Gareca eligiendo a los jugadores que deben representarnos en el campo, no solo por 90 minutos sino por cuatro o cinco años.
Este martes 19 de junio, a las 24 horas, vence el plazo de presentación de las listas de candidatos a los gobiernos locales y regionales. Como es característico en nuestro país, los postulantes acudirán a última hora ante el Jurado Electoral Especial (JEE) habilitados en cada región.
En sus listas deberán tomar en cuenta la cuota de género que exige un mínimo de 30 % de integrantes hombres o mujeres, así como no menos del 20 % de participación de jóvenes entre 18 y 29 años cumplidos hasta el 19 de junio, y en los lugares donde corresponde se exige que por lo menos el 15 % de las listas incluyan a representantes de comunidades nativas, campesinas y/o pueblos originarios adjuntando sus respectivas declaraciones de conciencia.
Además de la lista de candidatos y regidores, deberán acompañar la declaración jurada de hoja de vida de cada integrante de la lista, información que incluye sus datos personales; experiencia laboral, pública y privada; su trayectoria política; la relación de sentencias condenatorias, y las demandas en su contra por incumplimiento de obligaciones familiares y/o alimentarias, contractuales, laborales, o de violencia familiar; así como la declaración de bienes y rentas que corresponden a los funcionarios públicos.
Asimismo, los candidatos están obligados a publicar sus hojas de vida en los portales web de los partidos o movimientos políticos que representan para permitir el acceso libre a cualquier ciudadano, y adicionalmente, el JNE publicará también dicha información en su portal institucional garantizando su libre acceso a los electores.
Otros requisitos que deben cumplirse en la inscripción es la publicación del Plan de Gobierno y el Formato Resumen del mismo en el sistema informático del JNE. Esta es una obligación que corresponde al personero legal de la organización política, y además, dicho plan debe presentarse impreso y firmado en todas las páginas al momento de la inscripción ante el JEE competente. Esta información también será publicada por el JNE en su portal web para garantizar la accesibilidad a todos los peruanos.
Entre los requisitos para formar parte de las listas es necesario ser ciudadano en ejercicio y tener DNI vigente, haber nacido o vivir en la provincia o el distrito donde se postula, cuando menos dos años continuos, cumplidos hasta el 19 de junio, y no tener filiación política (por lo menos durante un año antes a la inscripción) a otra organización política distinta a la que postula.
Una vez que ingresan las listas el JEE tiene un plazo de tres días calendario para verificar el cumplimiento de todos los requisitos y luego declarar o no la admisión a trámite, en caso que la lista no sea admitida, la organización política tendrá un plazo máximo de dos días calendario para subsanar las observaciones, de lo contrario, el JEE puede declarar improcedente la inscripción total o parcial de la lista.
Cuando el JEE admite una lista, de inmediato procede a su publicación para dar lugar a que cualquier ciudadano pueda presentar las tachas correspondientes, para esto sólo hay un plazo de 3 días calendario, y una vez que el JEE admite una tacha le corre traslado en el día al personero de la organización política para que, en un plazo de un día, presente sus descargos, luego, el JEE tendrá que decidir si la declara fundada o no, también en un plazo no mayor a tres días.
Como se puede ver, este martes se vence el plazo de inscripción de las listas de candidatos a gobernadores y consejeros, así como las listas para alcaldes y regidores, y durante esta semana los jurados electorales especiales tendrán que evaluar el cumplimiento de los requisitos que exige la ley, es probable que muchos aspirantes queden fuera de la contienda por no cumplir con los formalismos a tiempo, y ya en los próximos diez días conoceremos las listas definitivas de los candidatos admitidos al proceso electoral del próximo 7 de octubre.
Así llegamos al mes de julio con el inicio de las campañas, las calles se convertirán en vitrinas de carteles con rostros sonrientes al lado de frases y símbolos de los improvisados grupos políticos, los domingos se harán actividades sociales que van desde caravanas de autos y mototaxis con globos y fanfarrias hasta polladas, cuyadas, chanchos al cilindro, visitas a los mercados, cortes de cabello, sorteos, jornadas de salud, reparto de volantes, e incluso mensajes de whatsapp y de teléfono anunciando en pocas palabras los planes de gobierno de los candidatos.
Nuevamente los responsables de movilización al lado de sus candidatos ofrecerán oportunidades de trabajo para todos, más pistas, veredas, agua, desagüe, seguridad, mejor transporte, deporte, cultura, incluso algunos hablarán de grandes obras; muy pronto seremos testigos mudos de la cantidad de propuestas y denuncias que darán cuenta los medios de comunicación, principalmente los medios locales, sobre propuestas interesantes, pintorescas y también de las absurdas, y para la sazón, las denuncias también vendrán cargadas de audios y videos al mismo estilo de Mamani y compañía.
Y probablemente en octubre acudamos a las urnas a elegir a nuestras autoridades sin siquiera conocer lo que realmente ofrecen en sus planes de gobierno, y mucho menos sin habernos tomado un tiempo de revisar sus hojas de vida ni su trayectoria política, y lo más probable es que tengamos otra vez, por cuatro o cinco años, autoridades electas que llegan al poder para hacer de las suyas.
Así es la política que padecemos en el Perú del siglo XXI.
Esta madrugada manejaba hacia el trabajo, las calles sin autos y varios semáforos intermitentes en luz ámbar me exigen especial atención en las intersecciones, hasta que de pronto un taxi decide voltear intempestivamente en “u” en la avenida Arica, esto no está permitido pero de madrugada nadie puede advertirlo, tuve que frenar bruscamente el auto y de inmediato sentí esa rara sensación de cólera, miedo e incluso deseo de venganza, toqué el claxon inconscientemente como si fuera una extensión de un grito contra aquel imprudente y avezado conductor que no mide el riesgo de sus actos.
Así empieza un día cualquiera en el Perú, una secuencia de actos de violencia que se muestran en las calles, en los buses, en el tráfico, al llegar al trabajo, y al final del día, al retornar a casa, y también dentro de muchos hogares.
La violencia no sólo se refiere a la agresión física, también se trata de recibir algún tipo de maltrato sin haberlo provocado: un mal saludo en la mañana, la indiferencia, el reclamo matutino por la hora, la mala comunicación, el mal humor, las miradas de desprecio, incluso la falta de atención y de afecto es también una forma de violencia contra el otro.
Sin darnos cuenta muchas veces estas situaciones nos arrastran poco a poco a convertirnos en seres violentos; el estrés de las tareas cotidianas, lo que vemos en las calles, la bulla, la prisa, la falta de respeto, la basura, los meones callejeros, los gritos de los jaladores, los gritos del jefe, el mal genio de un compañero de trabajo, la desidia de un servidor público, las malas noticias y tantas situaciones similares nos genera frustración e incluso depresión, y entonces la violencia aflora como si fuera un mecanismo de defensa ante esta sociedad vulnerable.
Las personas violentas generalmente son irritables, se sobresaltan de inmediato ante la más leve contrariedad, sienten que las diferencias son en realidad ofensas y ataques contra ellos, de inmediato reaccionan y responden con sarcasmo, cólera o ira, se niegan a aceptar alguna idea distinta a la que tienen y en muchos casos alzarán la voz para imponerse.
El ser humano violento tiende a querer dominar al otro, se siente dueño de su víctima, y si percibe que está perdiendo su influencia y poder o esconde consigo sentimientos de inferioridad, entonces, recurrirá al sometimiento del otro, por la fuerza o a través de la manipulación, y lamentablemente en muchos casos, se atreve a dañar la integridad de su víctima, incluso arrebatándole la vida.
Cuando pregunté a una psicóloga sobre cómo podemos identificar a una persona violenta, señaló que tienen una personalidad difícil, generalmente sus procesos de comunicación se orientan hacia el conflicto, la oposición, la resistencia y el pesimismo; están muy pendientes de los demás para hacerles la vida imposible e incluso parece que disfrutan haciendo daño al otro, y en consecuencia, su círculo de amigos se reduce y el clima de sus relaciones interpersonales es hostil, denso y estresante.
Otra característica que tienen estas personas es que nunca están de acuerdo con alguien o algo, no saben reconocer ni apoyar alguna iniciativa o mérito, generalmente se niegan a todo, se muestran duros, porque para ellos es más importante mantener su autoridad y poder sobre los demás, antes que ceder ante alguna buena propuesta o frente a una buena persona, por eso se muestran ofensivos, intimidantes, rápidamente recurren a los gritos, insultos y groserías, buscando la mejor manera de descalificar al otro a través de la mentira, la calumnia o cualquier ardid perverso que pueda influenciar negativamente en el entorno de su víctima.
Si nos detenemos un momento a pensar respecto de las personas con las que nos relacionamos a diario probablemente identifiquemos a algunos con estos rasgos, incluso nosotros mismos podemos actuar muchas veces bajo estos patrones de conducta, es importante que hagamos este análisis porque nuestro país está enfrentando una situación agravada de violencia cotidiana, nuestros hijos en las escuelas, a través de los medios de comunicación y medios virtuales, incluso en sus propios hogares, están siendo silenciosos testigos de la violencia, y probablemente en su adolescencia y adultez terminarán siendo los protagonistas de esta violencia cotidiana que todavía no estamos enfrentando debidamente.
La alta tasa de feminicidios y crímenes en el país generalmente están asociados a una cultura machista que arrastramos de décadas pasadas, donde la mujer, los niños y los ancianos se llevan la peor parte, esa vieja creencia de que el hombre es el jefe del hogar, y por lo tanto, el amo y señor de todos los que dependen de su “poder”, una cultura machista que ha desencadenado ―luego de varios años― en esta ola de crímenes y violencia con una mayor incidencia en manos de los hombres; si ésta es una de las consecuencias de aquellas épocas donde el machismo y el rigor en la formación y educación era parte de la vida diaria, entonces qué le espera al Perú en los próximos años cuando nuestros hijos, mudos testigos de esta cultura de violencia que vivimos, se conviertan en los protagonistas de la sociedad.
Ya sabemos de menores de edad que matan sin piedad a un desconocido por unos cuantos soles, por eso es urgente una verdadera política de Estado que enfrente la cultura de violencia que vivimos, donde la educación, la prevención desde el hogar, la cultura y el deporte son el mejor camino, paradójicamente estos son los sectores donde el Estado hace muy poco para que subsista a duras penas.
El primer día de este mes EsSalud emitía un comunicado dando cuenta del lamentable fallecimiento de Eyvi Ágreda Marchena, de 22 años, después de 38 días de tratamiento en la unidad de cuidados intensivos y varias operaciones en el hospital Almenara. A las 11:45 de la mañana dejó de vivir al no resistir más el shock séptico que le quitó la vida después del brutal ataque que sufrió el 24 de abril cuando Carlos Hualpa le tiró combustible y le prendió fuego.
El abogado defensor del autor del crimen señala que le corresponde la cadena perpetua, la pena máxima en nuestro país, y que Carlos Hualpa está dispuesto a cumplir, incluso si su condena fuera la pena de muerte. En pocos días se iniciará el juicio oral y todo parece indicar que la justicia le dará el máximo castigo, sin embargo, Eyvi ya no está, convirtiéndose en una nueva víctima de feminicidio que cada año mata a más de cien mujeres en el Perú.
Las muestras de solidaridad y las condolencias que incluso el presidente Vizcarra ha expresado no son suficientes para detener la violencia que azota al azar a más peruanos, hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos, que reciben el golpe cotidiano de la violencia que nos asfixia con su sórdida oscuridad, golpes de cuchillo, de balas, de puñetes, de fuego, de autos, de veredas que detienen bruscamente la caída de un ser que no termina de entender lo que sucede cuando le arrebatan la cartera, el celular o la vida.
Esta es la violencia cruda que se muestra de manera brutal, con sangre, esta es la violencia que se muestra como la radiografía de la podredumbre del alma, la peor miseria de aquellos seres que usan la fuerza, la ventaja y las armas para atacar a los más vulnerables dejándoles las huellas de su animalidad como cicatrices irreparables que marcan el cuerpo, la mente y el corazón de sus infortunadas víctimas.
Sin embargo, en el Perú padecemos de otra violencia rapaz, más perversa, una especie de espíritu maligno que se apodera de nosotros y nos convierte en sus hacedores del daño y del mal, esa violencia muda que grita a través de nuestros ojos, esa violencia crónica que neutraliza nuestra conciencia para dar mayor espacio a la saña, la envidia, el odio, el desprecio y la venganza; una violencia digital que golpea con vehemencia el teclado del smartphone para trolear al otro que no piensa como uno, una violencia que nos retuerce el alma, que exige pena de muerte al asesino, que exige justicia cuando lo que quiere en realidad es un ajusticiamiento, el ojo por ojo, el diente por diente, donde el que golpea primero golpea más fuerte.
Yo me resisto a aceptar que el lado de la bestia triunfe sobre el lado de la razón en cada ser humano, me resisto a aceptar que la severidad del castigo es la solución al crimen, me resisto a aceptar que el miedo, el látigo y la represión son la única vía para detener el azote de la violencia en el país, porque la violencia “legal” termina siendo una sobredosis de sí misma cargada de poder y autoridad, porque el daño que ocasiona es mayor, y el número de víctimas también se incrementa, dando lugar a una especie de tormenta perfecta que ahoga en su centro a los más vulnerables, a los más indefensos, a los inocentes.
El hambre, la indiferencia, la informalidad, la ineficiencia, la indolencia, el desprecio, la discriminación, el abuso de poder y la soberbia son los brazos de la violencia que toleramos y aceptamos como si fuera parte de nuestra cultura. Vivimos en un país maravilloso, una fuente de extraordinarias riquezas, pero a la vez, es un lugar donde los máximos representantes son los peores referentes del “ser un buen peruano”, tenemos a todos los expresidentes vivos acusados por algún grave delito, los congresistas son el testimonio real de la crisis política e inmoral que sufrimos, el ejecutivo se ha convertido en el mercado negro de los carroñeros que ―como garrapatas― quieren chuparle toda la sangre al Estado; el subempleo y la informalidad es el común denominador del trabajador peruano, la pendejada o la criollada para sacar mayor ventaja del otro o de las circunstancias es una especie de maestría social “digna de respeto y admiración”, y donde el honesto, el trabajador, el honrado, el servicial, es visto como un bicho raro.
Lo que necesitamos en este país para enfrentar a la violencia brutal, a la rapaz y “la legal”, es una revolución de la cultura, necesitamos que la sociedad civil, las iglesias, el gobierno y los jóvenes se reúnan para emprender una gran campaña de recuperación del tejido social, para curarlo de la crisis de valores que padece como un cáncer que ya hizo metástasis en todo el sistema social, político y económico; el único sistema que aún no está del todo infectado es el cultural, ese sistema que no tiene presupuesto, que se maneja a duras penas, que depende más del amor, el compromiso, la entrega y el sacrificio de sus gestores, hombres y mujeres que cultivan una sensibilidad social para hacer de este mundo un lugar mejor antes que un lugar rico y poderoso; ese es el espacio de donde debe renacer una nueva cultura peruana, el surgimiento de una nueva generación de “buenos peruanos” dispuestos a trabajar para curarnos de la infección generalizada que sufrimos, dando un paso a la vez, y cuyo primer paso debe ser la recuperación del respeto al prójimo y a nuestra tierra.
Es aquí donde tiene que invertir el gobierno, es aquí donde se tiene que impulsar nuevas leyes, es aquí donde se tiene que construir nuevas escuelas, centros de alto rendimiento, más teatros, más centros polideportivos. Estoy convencido que frente al miedo y la violencia podemos sembrar la esperanza de tener un nuevo Perú donde se respeta al otro, a nuestra identidad y a nuestra cultura.
Es momento de invertir intensamente en la mente de los peruanos, en la cultura, para recuperar la conciencia, esa exigencia de bien que todos tenemos, este es el gran reto, y esperemos que este gobierno esté dispuesto a hacerlo.
Juan tiene 41 años y hace menos de un mes acaba de ser papá nuevamente después de 16 años, su hijo y su esposa celebraron con él la llegada de una niña a su hogar, y como es natural, Juan sabía que tenía que trabajar más duro para tener los ingresos suficientes para mantener a toda su familia.
Hace un tiempo compró a crédito un Toyota Yaris para hacer taxi en plaza San Miguel, cada mes pagaba puntualmente las cuotas de su herramienta de trabajo, hasta que logró cancelar toda la deuda en marzo, otro motivo de felicidad para él, porque ahora todos los ingresos de su trabajo serían para su familia.
Como sucede en varios centros comerciales, el servicio de taxi es una concesión que obtiene una empresa para tener el derecho a que sus taxis afiliados puedan ingresar a recoger a sus clientes dentro de las playas de estacionamiento, los taxistas sólo pagan un monto fijo diario al concesionario y el resto de sus ingresos es para el combustible y lo que queda para ellos, ya tienen sus tarifas establecidas y todos están empadronados, lo que garantiza una mayor seguridad a los pasajeros y también a los taxistas que prestan este servicio, por eso Juan sólo se dedicaba a trasladar a los clientes de este centro comercial.
Cada mañana salía de casa temprano en su Toyota Yaris haciendo colectivo hasta plaza San Miguel, luego se dedicaba al taxi durante todo el día por la zona hasta que en la noche regresaba a Ventanilla haciendo colectivo otra vez, esa era su rutina diaria, sin embargo, a inicios de este mes vivió un terrible drama que todavía perturba sus sueños y le ocasiona una angustia permanente.
Esa noche terminó su último servicio de taxi cerca de la media noche, era momento de regresar a casa haciendo colectivo desde la avenida La Marina rumbo a Ventanilla, todas las noches varios colectivos forman colas en el paradero de esa avenida, autos informales que atosigan el tráfico y tocan el claxon para jalar presurosos pasajeros, el drama diario del transporte público en el Perú.
Esa noche subieron a su auto tres hombres y una mujer, iban callados, no conversaban entre ellos, Juan no sospechaba nada, solo quería llegar a su casa para ver a su pequeña hija, hasta que por Gambeta, la mujer bajó intempestivamente del auto, salió corriendo y en ese momento se acercaron dos hombres más, le apuntaron con un arma y lo condujeron a un lugar que él no puede identificar, lo bajaron del auto a golpes para meterlo en un local que tenía dentro a dos hombres también víctimas de estos delincuentes, le ataron las manos, lo amenazaron, le quitaron todo lo que tenía consigo, el dinero del día, el celular, las llaves del auto, y allí lo dejaron, fueron dos días de secuestro que parecieron interminables, los tres hombres no entendían lo sucedido, estaban allí, golpeados, amarrados, ensangrentados.
Su esposa dio cuenta a la policía, trataron de ubicar el auto por el GPS, pero como ya había terminado de pagar el crédito vehicular y Juan no había renovado el servicio de rastreo del auto, fue en vano, hasta que al tercer día la policía lo encontró tirado, inconsciente, en la playa de Ventanilla, a la altura del terminal pesquero, felizmente estaba con vida.
Uno de los policías que trabaja en estos casos cuenta que esta es una modalidad que usan los delincuentes para robar autos y luego pedir recompensas o desmantelar los vehículos, una vez que cometen su fechoría retienen a su víctima por dos o tres días incomunicado, el auto lo dejan en algún lugar descampado, y esperan a ver si la policía logra ubicar el vehículo, si luego de estos días el auto sigue allí entonces recién empiezan a desmantelarlo y dejan a la víctima botada en algún lugar donde no hay cámaras de video vigilancia, y a veces se atreven a pedir una recompensa a cambio de devolverles el auto, que generalmente no devuelven.
Este es otro de los peligros que presenta nuestra capital, los colectivos informales en las principales avenidas se incrementan como consecuencia del insuficiente servicio de transporte público que los alcaldes son incapaces de resolver hace muchos años, la informalidad del transporte público y las combis son protagonistas de un sinnúmero de accidentes en las vías; las agresiones a los peatones, entre taxistas, motociclistas avezados, buses y combis que arremeten abruptamente entre ellos y contra todos, son pan de cada día; cinturones de seguridad inoperativos, choferes imprudentes, cobradores agresivos, jaladores, controladores y también los miserables pervertidos y otros delincuentes se confunden entre los pasajeros, en las colas, en los buses, en los colectivos, allí están todos, los buenos y los malos, los primeros queriendo llegar pronto a su destino y los segundos al acecho de sus víctimas.
Juan perdió su auto, la herramienta de trabajo que cuidaba con esmero todos los días, la fuente de ingresos para toda su familia, ese auto que al fin era de él porque hace cuatro años aún no le pertenecía, ahora ya no existe, la policía no pudo encontrarlo.
Juan ahora tiene miedo de salir a las calles, de subirse a un auto, de volver a ser el buen y ameno taxista de Plaza San Miguel, en las madrugadas se despierta llorando, se lamenta y se pregunta: ¿por qué a mí?, ¿por qué no podemos vivir en paz?, ¿por qué esos miserables viven del daño que le hacen a otros?
Hasta cuándo seguiremos soportando este modo de vida, donde la informalidad, la violencia, la delincuencia y la indiferencia se combinan en un coctel perverso que mata, que atropella, que golpea los cuerpos, el honor y el alma de buenos hombres y mujeres que luchan por salir adelante, hasta cuándo seguiremos narrando estas historias de terror, ¿hasta cuándo?
Esta semana se darán a conocer los nombres de los candidatos regionales y locales, los diferentes partidos y agrupaciones políticas empezarán sus campañas para que sus elegidos alcancen los votos suficientes para llegar al sillón municipal o regional, todos los peruanos veremos las calles inundadas de anuncios, carteles, afiches y banderolas; y los domingos las caravanas con globos, banderas, bocinas y hasta bandas de música recorrerán las avenidas, barrios y parques de nuestros distritos anunciando la buena nueva de los candidatos para este proceso electoral que se realizará en octubre.
Los equipos de campaña usarán sus estrategias para comunicar, movilizar y convencer a sus electores, los responsables de las coordinaciones con los medios de comunicación reactivarán sus contactos para lograr que sus candidatos aparezcan en las pantallas de los canales de televisión, que la prensa escrita se ocupe de ellos, y mejor aún, si los líderes de opinión de las radios más populares se dedican a hablar de ellos, destacando a sus preferidos y atacando a los opositores.
Otro de los equipos que toman singular relevancia son los encargados de elaborar los planes de gobierno, un documento que contiene las propuestas, planes y promesas del flamante candidato, un documento de obligatoria presentación pero que no es de obligatorio cumplimiento si resulta electo.
A la par de estos equipos de trabajo para la campaña ahora es imprescindible contar con los expertos en el manejo de redes sociales, los que difunden los mensajes, los que diseñan los memes, los que responden a los que cuestionan a sus candidatos y en muchos casos también, los que atacan ferozmente a sus principales oponentes, en campaña electoral “todo vale” dicen muchos de los activos militantes convencidos del éxito que lograrán sus representantes.
Los candidatos más sofisticados prestarán mayor atención a la construcción de sus mensajes, frases, propuestas y proyectos que han sido previamente analizados y estudiados para que puedan responder directamente a las expectativas de sus vecinos que tendrán que decidir en un minuto, en la cámara secreta de votación, cuando tengan en sus manos la cartilla que deberán marcar con una aspa o cruz para elegir a su futura autoridad y regidores para los siguientes cuatro años.
A diferencia de las últimas elecciones regionales, ahora ya no hay lugar para la reelección, todos los alcaldes y presidentes regionales están obligados a dejar el cargo el 31 de diciembre de este año para que sus reemplazantes tomen las riendas de sus municipios, pero como el Perú es singular, por decir lo menos, muchos alcaldes ya decidieron postular por otros distritos o regiones con el único ánimo de continuar ejerciendo el poder que estos sillones le otorgan gracias al voto popular.
En Lima tenemos un ejemplo de este deseo del continuismo edil, el flamante candidato elegido por Solidaridad Nacional para postularse como alcalde de Lima es el hijo del actual alcalde de Lima. Y probablemente en provincias y varios distritos del país casos similares serán más comunes.
Una de las instituciones que tiene directa responsabilidad en este proceso electoral es la ONPE, sin embargo, acabamos de ser testigos de una grave denuncia que evidencia un supuesto favoritismo al partido Podemos Perú del excongresista José Luna Gálvez. El programa Cuarto Poder demostró con documentos y testimonios directos que el jefe de esta institución está dispuesto a evitar ser el escollo o la traba formal de las próximas elecciones, por eso pasó por alto las observaciones que hizo la gerente de asesoría jurídica de la ONPE a las listas de adherentes o planillones incompletos de dicho partido, incumpliendo claramente los procedimientos y las reglas establecidas para todos los partidos políticos, rigor que sí fue aplicado, por ejemplo, al partido morado de Julio Guzmán, entre otros.
Como medida desesperada del actual jefe de la ONPE, Adolfo Castillo, quien además ya reconoció públicamente el irregular favoritismo al partido de Luna Gálvez, decidió separar de dicha institución a su secretario general Ricardo Pajuelo, su hombre de confianza y uno de los imputados directamente por la valiente funcionaria que decidió denunciar el hecho ante el jefe de la ONPE (que no hizo nada cuando tomó conocimiento), ante la oficina de control interno (que tampoco hizo nada) y ante la Fiscalía (igualmente se hizo de la vista gorda con este caso); medida que no será suficiente para revertir el descrédito y desconfianza que la actual gestión está generando a pocas semanas de un proceso que debe dirigirse con imparcialidad, objetividad y transparencia.
Lo que viene luego de que se anuncien los candidatos de cada partido es una retahíla de denuncias, observaciones y tachas que serán presentadas por los candidatos adversarios en estas elecciones. Los equipos de mayor confianza de los candidatos ya deben estar acumulando las evidencias suficientes para denunciar en los medios a sus contrincantes, con el propósito de sacarlos del camino en esta carrera donde el Jurado Nacional de Elecciones y la ONPE juegan un papel importante y decisivo, por lo tanto, ambas instituciones deben garantizar absoluta objetividad, imparcialidad, neutralidad y transparencia en todas las acciones que realizan en cumplimiento estricto de la ley electoral y las obligaciones y responsabilidades que se les ha asignado, por lo tanto, ante la duda es mejor cortar por lo sano para evitar que más instituciones terminen inmersas en el descrédito del que ya gozan muchas entidades públicas en los tres niveles de gobierno.
La democracia y gobernabilidad de un país necesita de una sólida institucionalidad pública, si seguimos perdiendo la confianza en nuestras instituciones seguiremos poniendo en riesgo nuestra democracia y creo que ya tuvimos suficientes episodios dictatoriales en el Perú como para dar espacio a estos tipos de gobierno que han terminado revelándose como cómplices o protagonistas de la corrupción y la crisis de valores que aún padecemos.
Este domingo que pasó se celebró el Día de la Madre y, como sucede cada año, los centros comerciales, mercados y florerías fueron abarrotados en la víspera para encontrar el regalo para mamá.
El mismo día muchas familias hicieron largas colas desde temprano en las chicharronerías, los tamales se agotaron más pronto que de costumbre y las florerías seguían ofertando sus arreglos con globos y peluches; nuestros soldados del VRAEM mandaron emotivos saludos a sus madres, los medios de comunicación destacaron a varias mujeres que además de madres trabajan intensamente para mantener a sus hijos, y finalmente, quienes ya no tienen a su madrecita con vida concurren a los cementerios para recordarlas, llevarles flores, cantos y serenatas.
Una fecha de homenajes, de agradecimientos y de gratas emociones, sin embargo, el contraste lo encontramos en las calles, donde la delincuencia no da tregua ni siquiera en esta fecha. El presidente del Poder Judicial Duberlí Rodríguez fue asaltado en un taxi cuando se dirigía con su esposa al cementerio El Carmen de Chiclayo, un delincuente abrió la puerta del vehículo y le arrebató la cartera a Gloria Gómez después de golpearla en el rostro y salir huyendo con su botín en una mototaxi.
En Huaycán un joven panadero terminó su jornada de mañana y al salir del trabajo intentó evitar otro arrebato a una pareja pero lamentablemente recibió dos disparos mortales. Este es el Perú de hoy, donde la delincuencia sigue haciendo de las suyas, donde jóvenes avezados arrebatan carteras, celulares e incluso la vida de sus víctimas sin el menor remordimiento, un país donde sus principales ciudades combinan sus centros históricos y tradiciones regionales con la osadía, las balas, la extorsión desde sus cárceles, las peleas de amanecida, los feminicidios, los muertos en manos de sicarios o por borrachos al volante; la violencia, el crimen y la delincuencia se combinan en un coctel mortal que acecha a todos los peruanos.
El barómetro para las Américas 2017 ubica, en su ranking de victimización por delincuencia, al Perú en segundo lugar con 33 %, superado sólo por Venezuela con 40 %; en enero de este año la Fiscalía registró cerca de 100 mil denuncias en todo el país, donde el hurto y el robo superan el 60 % de las denuncias que llegaron a la Fiscalía, no sabemos cuántas se quedaron en las comisarías y cuántos casos no fueron denunciados.
Estos datos explican porqué la percepción de inseguridad ciudadana en los últimos 10 años oscila entre el 52 y 57%, lo que se refleja también en las encuestas donde la inseguridad ciudadana se considera como uno de los principales problemas del país.
Para hacerle frente a la delincuencia tenemos en el Perú cerca de 1500 comisarías, 1400 fiscalías y 2200 juzgados; es decir, 125 mil policías, 6000 fiscales y 2900 jueces; este es el número de expertos que tienen la responsabilidad de combatir el crimen y la delincuencia en el Perú, jueces que tienen que atender una carga procesal que supera los 3 millones de expedientes cada año, entre los acumulados y los recién ingresados, lo que evidentemente deviene en una lenta y agónica administración de justicia, por ejemplo, si se cumplieran los plazos establecidos por ley en un proceso por robo agravado sería de 7 meses, sin embargo, dura 4 años y dos meses en promedio.
Los principales titulares del sistema de justicia alegan que esto se debe a problemas de presupuesto, sin embargo, este año tienen asignado: 10713 millones para Interior, 1841 millones para la Fiscalía, 2349 millones para el Poder Judicial y 810 millones para el INPE, un total de 15713 millones de soles sin contar con lo que gastan los gobiernos locales y regionales en los servicios de vigilancia y seguridad ciudadana, más del 10 % del presupuesto general de la República destinado a combatir el crimen y la delincuencia, lamentablemente los resultados no son los esperados.
¿Qué podemos hacer para resolver este problema? Al menos hay nociones básicas de la gestión pública que se deben tomar en cuenta. En primer lugar se necesita analizar y replantear todos los procesos del sistema de justicia, los titulares de estos sectores deben dejar su ego de lado y convocar a expertos en diseños de procesos para optimizar e integrar a los gobiernos locales, regionales, comisarías, fiscalías, juzgados y centros penitenciarios en un único sistema de gestión de justicia, la tecnología de hoy resuelve fácilmente este problema.
En segundo lugar, deben dejar que la administración de sus instituciones se realice con gestores públicos especializados, los funcionarios públicos administrativos no deben depender del titular de cada pliego, porque el costo de poner a sus amigos en la administración solo da lugar a la ineficiencia en el uso sus recursos, además que los constantes cambios en las gerencias hacen imposible aplicar políticas de gestión eficientes y sostenibles en el tiempo.
En tercer lugar, se debe rediseñar una nueva normatividad legal de lucha contra el crimen y la delincuencia, se debe invertir en convocar a los mejores juristas nacionales e internacionales para que en el corto plazo tengamos nuevas y claras reglas de juego, ni siquiera el Congreso que tenemos está calificado para entregarnos un nuevo código penal acorde a nuestros tiempos.
Y en cuarto lugar, el Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana del Estado debe cumplir de una vez por todas con dos de sus funciones: promover una educación en valores ciudadanos y una cultura de participación ciudadana; y contar con un registro centralizado de monitoreo e información que les permita conocer realmente la situación que vive el país, de tal manera que las políticas de Estado aplicadas a la seguridad ciudadana realmente comprendan estrategias que respondan a los indicadores analizados.
Necesitamos una verdadera reforma del sistema de justicia en el Perú que empieza por su diseño y planificación, luego se determinará el presupuesto necesario para su implementación, y no al revés, como sucede en este singular país que muchas veces pone las cosas de cabeza.
La semana que pasó un joven de 14 años fue brutalmente golpeado por diez alumnos de la misma escuela donde estudia, el menor salió del colegio Miguel Grau de Ñaña, cuando fue alcanzado por estudiantes de cuarto grado de secundaria ―un año mayor que él― para golpearlo hasta dejarlo inconsciente, su madre Margot Arroyo contó que su hijo tiene graves lesiones en la mandíbula y que se encuentra internado en el hospital Guillermo Almenara de la Victoria.
En imágenes registradas por los mismos escolares se puede notar claramente la agresión, el abuso del que fue víctima, y también la indolencia de los demás que prefieren registrar la golpiza con su celular en lugar de impedir el cobarde ataque.
Este caso es uno de tantos que a diario se cometen en el Perú, donde el más fuerte, el más avezado, el atrevido, termina usando su fuerza en contra de otra persona en clara desventaja, una cultura de violencia que se repite a cada minuto en las calles, en los colegios, en los hogares, en el trabajo, en el transporte, incluso en los hospitales, las comisarías y otros centros de atención al ciudadano.
Agresiones que se hacen con las manos, con los puños, con armas de fuego o armas blancas y hasta con una comba, agresiones que se vierten con insultos, humillaciones, discriminaciones y desprecios; todo esto forma parte de la contaminación social que padecemos, como si viviéramos en una jungla donde el más violento prevalece sobre el resto.
En medio de esta convulsión social están creciendo nuestros hijos, pequeños que miran con atención y aprenden de lo que sucede a su alrededor, testigos mudos por el asombro ante los golpes y los gritos que dejan sus huellas en el alma y en la conciencia de nuestros niños que no terminan de entender el porqué de todo esto.
Cada año en las calles arrebatan más de dos millones y medio de celulares, cada año en las pistas se registran más de 100 mil accidentes de tránsito, cada año en el Perú tenemos más de 3 millones de peruanos víctimas de la violencia registrados en comisarías y hospitales, cada año más de cinco mil familias entierran a sus muertos pidiéndoles a Dios alguna explicación por aquellas trágicas muertes que tienen como autor a un delincuente, un agresor o un irresponsable.
Estas cifras de la violencia son las consecuencias de un sistema educativo que se basa en la competencia del uno contra el otro, donde el que saca la mejor nota es el blanco de agresiones, por chancón, por creído, por sabelotodo; donde el que resulta elegido para la escolta o la selección de algún deporte en el colegio termina siendo el foco de la envidia de los aspirantes a dichos puestos, el estudiante agredido que refiero al inicio es un testimonio de esto. Es una víctima más de este sistema educativo que alimenta la competencia y sólo se enfoca en el éxito, donde el 20 es el número de la excelencia y el 10 o menos son los números del fracaso y el desprecio, lo demás es conformismo o mediocridad.
Este es el mundo de nuestros hijos, claro, de aquellos que van a la escuela, que tienen maestros de matemáticas, comunicación, ciencia y tecnología, historia o personal social, otro idioma, algún deporte y con mucha suerte arte, música u otro taller que les enseñe alguna habilidad manual, todo esto se evalúa bimestralmente, hasta que llega fin de año y se reconoce a los de mejores calificaciones y solo se promueve de año al resto; así es cada año, hasta que acaban el colegio y luego la universidad, el instituto o simplemente a conseguir un empleo, sin importar que sea informal, ilegal o abusivo, lo importante es ganar plata para subsistir, para tener de comer, para tener una casa, tener un auto, tener un negocio, tener cómo vivir bien y mejor, tener, tener, tener,… esto es el progreso, el tan anhelado éxito.
Mientras que el valor de la familia, el respeto, la honestidad, la libertad, la solidaridad, la justicia, la ética y el bien común se hacen cada vez más escasos, mientras el mundo evoluciona y tiende a promover el desarrollo humano a través del desarrollo del talento, aquí en el Perú seguimos pensando en cómo sacarle la vuelta a la norma para obtener el mayor provecho, el plagiar en la escuela para sacar mejor nota es convertirse en un prospecto de funcionario corrupto que hará lo que sea por obtener dinero y poder, para tener más para él a costas del resto.
El presidente Vizcarra ha dicho que en estos tres años hará mucho más que lo que lograron los gobiernos anteriores y el Ministro de Educación dijo que en el nuevo currículo escolar de educación básica incorporará mecanismos para combatir la violencia, el acoso y la corrupción. Entonces, significa que van a priorizar la educación y replantear el modelo que tenemos, donde la formación de las nuevas generaciones nos involucre a todos, a padres, hijos, maestros, escuelas, medios de comunicación, sociedad civil, autoridades, hasta las iglesias; porque la principal línea de acción debe estar orientada hacia la construcción de una nueva cultura de valores para garantizar la formación de buenos ciudadanos, de hombres y mujeres con talento.
Si no empezamos de una vez a trabajar en un nuevo modelo educativo en el Perú seguiremos siendo víctimas de la violencia, si no empezamos de una vez a trabajar para crear conciencia y recuperar el tejido social mediante una cultura de valores seguiremos condenados a sufrir las consecuencias del peor mal que puede afectar a cualquier sociedad: la crisis de valores.
Tenemos que cambiar el modelo de educación que promueve la cultura del “tener”, por una nueva ruta que nos conduzca a la formación de “buenas personas” al servicio de sus familias, de la sociedad y de la Nación.
Carlos Hualpa Vacas, 37 años, llevaba un frasco de yogurt con combustible en sus manos cuando subió al bus y buscó a Eyvi Ágreda, de 22 años, para luego cometer otra terrible agresión contra una mujer en el Perú, le tiró el combustible, le prendió fuego y luego huyó del lugar llevando en su mano izquierda, para siempre, las huellas del crimen cometido contra una joven y diez pasajeros que también resultaron con quemaduras en medio del desconcierto y la fatalidad.
No puedo quitar de mi mente las imágenes de Eyvi parada en medio de la calle, mientras le rociaban el polvo de un extinguidor para apagar las llamas. Han pasado varios días de este hecho mientras Eyvi lucha por su vida en la unidad de cuidados intensivos del hospital Almenara, donde los médicos la someten a varias operaciones para retirarle el tejido dañado y colocarle un tejido especial provisional, su recuperación física tomará varios meses, quizás años, aunque la recuperación del daño emocional y psicológico durará mucho más.
Las escenas de violencia en el Perú son de nunca acabar, desde temprano al prender el televisor la mayoría de noticieros nos alimentan con escenas de violencia, sales a la calle y en el quiosco de la esquina las portadas de los diarios publican más violencia, en el taxi, en el transporte público o en tu auto terminas siendo víctima de más violencia, desde el tráfico caótico, las combis y colectivos brutales, los que usan las vías auxiliares, las motos temerarias, la gente cruzando las calles en medio de los autos, los insultos, y la hora que te agobia porque ya estás tarde, todo eso y más, hasta que llegas al trabajo, la escuela o la universidad con la adrenalina al tope, estresado, con ira acumulada, así empieza tu jornada; luego, los comentarios sobre las últimas noticias son tema de conversación en el almuerzo, y entonces seguimos alimentando con más violencia nuestras mentes, hasta que tienes que volver a casa, y otra vez la odisea de atravesar la ciudad en medio de una jungla de agresiones de todo tipo.
Así transcurren los días en el Perú, ya nadie se conmueve con la vida que llevamos, la indiferencia, la agresión, la cultura del odio, la corrupción, la delincuencia, la inseguridad en las calles, son pan de cada día en nuestro país; las calles de las principales ciudades del Perú están enrejadas, las pistas llenas de rompemuelles y ojos de gato que no son suficientes para contener los peligros, las cámaras de vigilancia no se dan abasto, el serenazgo y la policía muchas veces usan la violencia para detener la violencia, el sistema de justicia está incapacitado de hacer su trabajo bien y a tiempo, y las autoridades que tenemos también son un testimonio penoso y lamentable de la violencia, muchos son protagonistas de portadas acusatorias, y otros tantos son voceros de la confrontación digital que las redes sociales comparten, con sarcasmo por decir lo menos; “mostrar más respuestas” dice el twitter invitándonos a ser testigos de los ataques de unos y otros en esta red, en realidad debería decir: “mostrar más ofensas”, creo que sería más precisa esta frase.
Y entonces surgen muchas voces exigiendo: pena de muerte, cadena perpetua, que los metan presos a todos; mientras en otros lugares optan por hacer justicia con sus propias manos, hace unos días en Ucayali los pobladores ahorcaron a un canadiense como un acto de justicia por el asesinato de la lideresa indígena Olivia Arévalo, sin embargo, hasta ahora las autoridades no confirman si fue o no el autor del crimen, pero ya está muerto.
Lo que sucedió con Eyvi, con Olivia, con el canadiense, lo que sucede a diario con los muertos o heridos por accidentes de tránsito, con las víctimas de asaltos y arrebatos, con las mujeres y niños golpeados dentro de sus hogares, con los ancianitos en abandono, con los loquitos que caminan desnudos en las calles, con los enfermos en los hospitales públicos, con los niños que venden golosinas en los semáforos, con las niñas y adolescentes que son víctimas de trata, con los jóvenes que se consumen en vida perdidos en el mundo de las drogas y el alcohol, con los presos, a todos ellos, a nosotros, a nuestros hermanos, a nuestros hijos, a todos en este país nos golpean diariamente con violencia, con los puños, con un vehículo, con las armas, con las drogas, con el licor, con las coimas, amenazas y extorsiones, también con palabras e insultos que dañan más que las balas; todo esto es lo que ocasiona el mal de la violencia que nos golpea más duro que el mayor de los tornados que haya existido sobre la tierra, porque el daño que causa a la sociedad no es sobre los edificios y casas que si se caen o derrumban podemos levantarlos, no, el daño que causa es en el alma, en la conciencia, en la exigencia de bien que todos tenemos, pero que muy pocos escuchamos, y menos aún obedecemos.
Necesitamos extinguir las llamas de la violencia que consume nuestro tejido social, no es justo para Eyvi, para Olivia, ni nadie, incluso ni para el más desquiciado delincuente, el ser consumidos por las llamas de la violencia. Nuestros hijos están creciendo en medio de esto, ¿acaso queremos que se acostumbren a esta realidad perversa?, ¿acaso queremos que ellos vean como algo normal quemar a una persona?, ¡no!, esto no es violencia de género, ni machismo, ni enfermedad mental, ni locura, ni esquizofrenia, ni heteronomia, ¡no!, esto es la consecuencia de la violencia que cometemos por la involución humana que nos despierta lo más animal y reptil de nuestro ser, y la única forma de recuperarnos es a través de la razón, del buen juicio, y esto se adquiere con educación, con valores, con medios de comunicación y líderes de opinión que cumplan su verdadero rol social, con buenas escuelas y buenos maestros, con deporte, con cultura, con el arte, con políticas de estado orientadas al bien común, esto es lo que necesitamos para curarnos, para evolucionar, para crecer, para desarrollarnos como buenos seres humanos.
No permitamos que la violencia nos siga quemando vivos, y nosotros sin darnos cuenta.
En los últimos días, a propósito de la excarcelación de Osmán Morote y Margot Liendo, dos cabecillas terroristas de Sendero Luminoso, muchos personajes de la política y los medios de comunicación hemos hablado al respecto, la gran mayoría ha expresado su indignación por la liberación de estos protagonistas de la peor etapa de terror que vivió el Perú y que arrastró consigo muchas vidas de gente inocente. No sólo Tarata fue uno de los mayores atentados que sufrimos, también el interior del país sufrió el demencial ataque del terrorismo que, con bombas, secuestros, masacres y desapariciones, desangró las familias de miles de peruanos, hombres, mujeres y niños que murieron, y otros tantos que sobrevivieron pero que llevan consigo el dolor profundo que se impregnó para siempre en sus almas al ser víctimas de aquella época que jamás debe repetirse en nuestra historia.
El gobierno de entonces y las fuerzas del orden lograron capturar a los principales cabecillas de esta organización del terror, la justicia peruana se encargó de condenarlos y ponerlos tras las rejas, con condenas severas, 25, 30, 35 años e incluso cadena perpetua, y luego vino la calma, la tan anhela paz, no más bombas, ni apagones, ni desapariciones, sin embargo, el tiempo continúa su paso, al mismo ritmo, sin detenerse.
Han pasado más de 25 años de la captura del siglo cuando vimos a Abimael Guzmán con su traje a rayas capturado por valientes policías, luego seguimos el juicio hasta su condena a cadena perpetua, y quizás con menos atención, las condenas menos severas a los miembros de su cúpula, peor aún a los otros, igual de sanguinarios y autores de los peores crímenes que terminaron en las cárceles, y quizás muchos dijimos: ¡está bien que vayan presos!, ¡que se pudran en la cárcel!, ¡que no salgan nunca!, ¡que paguen por sus crímenes!, incluso otras voces exigieron pena de muerte para ellos, sin embargo, el tiempo continúa su paso, al mismo ritmo, sin detenerse.
Morote y Liendo ahora dejaron la cárcel, como muchos de ellos, ya pagaron sus condenas, sin reparar el daño causado, sin reparar a la sociedad el costo del terror que sembraron, así no más, con sus enjutos cuerpos, con sus manos bañadas de sangre, y lo que es peor, sin señales de cambio ni arrepentimiento, así salieron varios, así salen ellos, así seguirán saliendo los otros, los condenados, hasta que se cumpla el plazo, y nuevamente dejarán sus celdas y saldrán a la calle para encontrarse con un país distinto, mejor que antes, pero también para reencontrarse entre ellos, y lo que es peor, para ser recibidos por hombres y mujeres organizados, agrupados y dispuestos a continuar con sus planes de reivindicación de sus modelos de pensamiento, jóvenes que han participado en marchas, que están tomando los comedores de las universidades, que se confunden en medio de los comités de defensa, los antimineros, los antiderecha, los antigobierno, y demás “anti”.
Han pasado más de 25 años y ¿qué hemos hecho?, un estudiante de secundaria confunde el rostro de Abimael Guzmán con Miguel Grau, otros no tienen idea de quién es Morote y menos de quién es Liendo, no saben de apagones, no saben de coches bomba, solo reconocen la violencia que se muestra en pastillas de dos minutos en los noticieros cotidianos: asaltos, feminicidios, violaciones, muertos en accidentes de tránsito; es decir, drogas, inseguridad y corrupción, son las preocupaciones de los jóvenes de hoy; el terrorismo es una entelequia como probablemente sea para mí un gobierno militar como los que hubo en el país antes de mi existencia.
Varios expertos aseguran que el terrorismo en el Perú surgió como consecuencia de la pobreza extrema que existía, por la ausencia del Estado y por la falta de atención a las necesidades básicas en las zonas más vulnerables, estos fueron los argumentos que dieron lugar al pensamiento Gonzalo y su búsqueda de conquista del poder por medio del terror y el fusil.
Y si extrapolamos esa realidad a nuestros tiempos entonces podemos encontrar pobreza en la educación de la actual y nuevas generaciones, en lugar de ausencia tenemos incapacidad del Estado, además dela falta de presupuesto para atender las necesidades básicas de las poblaciones más vulnerables; todo esto está dando lugar a una cultura de odio entre los peruanos, contra las instituciones y contra los políticos y autoridades, entonces, ¿esto no es un escenario similar que pueda dar lugar a nuevos pensamientos anarquistas, o “revolucionarios”, que ven en las armas y la fuerza como la única manera de tomar el poder para luego intentar fundar un Perú nuevo?, ¿acaso no escuchamos voces que piden cerrar el Congreso, matar a los violadores, o meter presos a todos los políticos?
Han pasado más de 25 años y no nos hemos ocupado de la mente de los peruanos, es momento de tomar acción para enfrentar de una vez por todas al terrorismo de antes y al terrorismo de estos tiempos. Solo la buena educación, con una verdadera cultura de valores, donde el conocimiento, la investigación, la innovación, la creatividad y el deporte deben ser los cinco ejes transversales de un nuevo modelo educativo orientado a desarrollar al máximo el talento que tenemos los peruanos, pero un talento que luego debe ponerse al servicio de la sociedad, para el bien común, con sentido de nación y en armonía con nuestro medio ambiente.
El presidente Vizcarra sabe perfectamente de la verdadera transformación que genera la educación en una región, y ahora tiene la oportunidad para que en estos tres años de gobierno que le quedan pueda gestar la verdadera transformación de la educación en el país que tanto queremos.
Señor Presidente, priorice la educación y el deporte, y su legado al Perú realmente será trascendente, porque nos permitirá dejar atrás el terrorismo de antes y el de ahora, ¡no perdamos más tiempo!
La semana que pasó tuvo como protagonistas a presidentes y representes de 33 gobiernos de la región que llegaron a Lima para participar en la VIII Cumbre de las Américas, una reunión de mandatarios que sucede cada 3 años y que por primera vez se realizó en el Perú.
Al margen de situaciones de menor trascendencia como la llegada o no de Nicolás Maduro, Donald Trump o su hija Ivanka, la reunión tuvo como corolario la suscripción de un compromiso de Lima por la gobernabilidad democrática frente a la corrupción, un documento con 57 compromisos agrupados en 7 ámbitos del quehacer político donde los países firmantes han expresado su interés de poner en práctica al menos hasta el año 2030.
Si miramos hacia el Perú y lo que le tocaría al gobierno del presidente Vizcarra en este corto tiempo es poner mayor énfasis en la aplicación de una verdadera política de transparencia y acceso a la información pública, para esto sólo se requiere de una decisión política, porque las herramientas, normas y demás condiciones técnicas ya existen, lo único que falta es que los funcionarios de gobierno entiendan la importancia de cumplir la ley y transparentar las actividades que desarrollan en todos los sectores del Estado, y como siempre existe resistencia en los servidores públicos, es necesario que se convierta en una obligación cumplir con determinados parámetros al término de un tiempo señalado, por ejemplo, al 31 de diciembre de este año.
En el documento conceptual de la Cumbre se señalaron cuatro requisitos que fácilmente pueden convertirse en el punto de partida de esta política contra la corrupción. El primero destaca la necesidad de contar con mecanismos de contratación pública transparentes y competitivos, que garanticen el libre acceso y la igualdad de oportunidades a todos los postulantes; es decir, tomar medidas que rompan los círculos de interés de los operadores logísticos y los comités de selección que han aprendido a sacarle la vuelta a los sistemas de control en sus procesos de compras y contrataciones, desde los direccionamientos para los contratos CAS, hasta las licitaciones y menores cuantías que terminan siendo compras a dedo a los proveedores que dejan sus porcentajes bajo la mesa a cambio de las órdenes de compra o de servicios, la solución es sencilla, los operadores logísticos no deben tener contacto con los proveedores, todo debe hacerse en línea, en tiempo real, de libre acceso público y con un mecanismo de control manejado desde el OSCE para sancionar en 48 horas a los proveedores con malas prácticas, sin duda la ciudadanía y la prensa serán los principales fiscalizadores de estos procesos.
El segundo punto refiere la necesidad de contar con reglamentos de conducta claros y sistemas de monitoreo de ética de trabajo; aunque es un enunciado medio enredado, en realidad lo que se necesita es estandarizar los procesos de contrataciones y adquisiciones del Estado, tanto de bienes y servicios, como contrataciones de personal y ejecución de obras, y por otro lado, se necesita integrar los procesos que realizan los servidores públicos de tal manera que se pueda registrar y visualizar la trazabilidad de sus actos, algunas entidades públicas han desarrollado sus sistemas de trámite documentario con semáforos que advierten cuando un empleado público encarpeta documentos, los retrasa o simplemente cuando se le vencen los plazos para ejecutar su trabajo, estas alertas evidencian la eficiencia o ineficiencia de los servidores públicos, o en el mejor de los casos detecta los cuellos de botella que necesitan de una inmediata solución para atender en los plazos establecidos a los requerimientos de los ciudadanos, estos sistemas de gestión ya existen y funcionan muy bien en varias entidades públicas, no sólo en gestión de documentos, también en planillas, inventarios, almacenes, planificación, tesorería, etc., lo que se necesita es que todas las entidades del Estado operen en la misma plataforma, con procesos claros, transparentes y asociados a cada persona responsable de dichos procesos, para esto nuevamente se requiere de decisión política y de un responsable que haga cumplir este propósito al 31 de diciembre de este año.
El tercer punto señala la publicidad de la hoja de vida e información económica de los funcionarios de gobierno; otro punto que también requiere de una orden desde el más alto nivel para que inmediatamente todos los servidores públicos, los elegidos y los contratados, en todos los niveles, publiquen su trayectoria profesional en el Estado, así como su información personal sobre sus ingresos, patrimonio y estados de cuenta bancarios, actualmente es obligatorio que cada año solo los altos funcionarios realicen sus declaraciones juradas, las que se publican en una versión muy resumida en el diario El Peruano y nada más, lo que limita la vigilancia y control ciudadano, esta plataforma web de actualización permanente permitirá conocer mejor a los servidores públicos, sobre todo a los que resultan elegidos, así evitaremos que el Estado esté plagado de personajes miserables que lucran indebidamente con el presupuesto del Estado que todos financiamos.
Y en cuarto lugar se menciona la necesidad de contar con un registro público de los funcionarios sancionados por actos de corrupción, otro punto de fácil implementación pero que, igualmente, requiere de una decisión del más alto nivel, toda esta información está disponible, la Contraloría y los administradores de justicia cuentan con estos datos, lo que se necesita es coordinar y lograr una integración de estas bases de datos, y mejor aún si pueden integrarse también con el portal del servidor público que sugerimos en el párrafo anterior, de tal manera que cualquier ciudadano pueda conocer en línea la labor que cumple cada empleado público, ver su desempeño funcional, su nivel de ingresos, su patrimonio y si fue sancionado administrativa o penalmente.
Sin duda estas medidas serán de gran impacto favorable en la lucha contra la corrupción, si realmente es lo que se busca desde el gobierno.
Finalmente, la implementación de medidas simples, rápidas y positivas como éstas deben ir acompañados de una adecuada campaña de sensibilización y concientización, en todos los sectores del Estado, y para que la ciudadanía empiece a recuperar la confianza en la institucionalidad pública, un requisito necesario para garantizar la gobernabilidad democrática del Perú.
Mención aparte merece lo que hizo el primer ministro de Canadá Justin Trudeau, en su permanencia en Lima respetó todos los semáforos en rojo durante sus desplazamientos, gran lección para nosotros que vivimos en medio de una lamentable cultura de la falta de respeto. A ver si para el 2019 empezamos una campaña de recuperación de valores tan básicos para nuestra sociedad como el respeto, la igualdad y la honestidad, tan escasos en el Perú de este tiempo.
El presidente del Consejo de Ministros César Villanueva ha anunciado que dará cuenta de los avances de gestión a los 100 días de asumir el cargo, una buena práctica de rendición de cuentas que debe desarrollarse de manera permanente cuando se trata de la gestión pública, sin embargo, lo que todavía no se tiene claro son las principales acciones que serán la prioridad para el gobierno del presidente Vizcarra, tomando en cuenta que el tiempo que les queda es de tres años y cuatro meses.
El tiempo que ahora tiene el Ejecutivo es muy corto para poder planificar y tomar decisiones respecto del nuevo rumbo que debe seguir el país hasta el 2021, el gobierno actual está en medio de una tormenta que amenaza la gobernabilidad y agudiza la crisis institucional del Estado, el cambio de capitán en el barco no desaparece los problemas que en su momento no pudo resolver PPK, lo que tenemos es un breve respiro para tomar con firmeza el timón del país y de inmediato corregir el rumbo que nos conduzca hacia un buen puerto, seguro, libre y democrático.
Cuando una embarcación se encuentra en situación de crisis, lo primero que hace el capitán es una evaluación de daños, luego identifica los puntos críticos que ponen en riesgo a la nave para diseñar una estrategia que disminuya la vulnerabilidad, a la vez que determina el plan de acción de emergencia para salir de la crisis y tomar un rumbo seguro que lo conduzca al destino final con éxito, para esta etapa necesita convocar a nuevos líderes que tengan la capacidad suficiente para asumir y cumplir el reto en el corto plazo, de lo contrario, las consecuencias pueden ser similares a las que padeció el capitán y su equipo anterior.
Navegar en medio de una tormenta es muy diferente a navegar en un mar con buen tiempo y en calma, por lo tanto, una cosa es mantener una embarcación a flote y a velocidad de crucero, velando por que cada una de las partes funcionen adecuadamente para evitar contratiempos, y otra cosa es navegar contra corriente, con mal clima, con rayos, truenos y centellas, con una tripulación infectada por la peste de la corrupción, con equipos obsoletos, sin suficientes reservas de medicamentos, y lo que es peor, con grupos de poder estancos y enfrentados entre ellos, sin un adecuado control y con los vidrios rotos en la cabina de mando que imposibilita ver el rumbo que sigue el barco.
Cuando una crisis afecta a una empresa o institución pública o privada, de inmediato se convoca al gabinete de crisis, cada miembro de este gabinete debe realizar un rápido análisis y control de daños, identifica sus puntos críticos, las amenazas y si es posible también las oportunidades y fortalezas de su sector, con esa información es más fácil para el gabinete tomar decisiones acertadas, pero lo más importante, es acordar un objetivo común y una estrategia que involucra a todos para resolver la crisis, no se trata de que cada uno informe, y luego regrese a su sector y haga lo mejor posible para tener éxito en su rubro, sin importar lo que suceda en los otros ámbitos, esto sería un error que pronto pasaría la factura, el hecho de bajarle la fiebre a un enfermo por medios físicos no le cura la infección.
Pues bien, los flamantes nuevos ministros ya salieron al campo, cada uno de ellos está viajando al interior del país, tomando decisiones, firmando documentos, cambiando a los funcionarios de confianza, escuchando a sus asesores, supervisando las obras de infraestructura, los programas sociales, la reconstrucción del norte; y eso está bien, pero nuevamente surgen algunas preguntas: ¿cuáles son las prioridades o el plan de acción que nos conduzca a superar la crisis que pone en riesgo la gobernabilidad del Perú?, ¿cuáles son los sectores que serán prioridad en el tiempo que les queda de gobierno?, ¿cuál es el mensaje oficial que se le dará a la ciudadanía para que no sea víctima de la incertidumbre y comprenda mejor lo que hace el gobierno para mantenerlos a salvo?, y finalmente, ¿qué medidas tomará el gobierno para evitar que una nueva crisis como la que atravesamos nos afecte nuevamente?
Es posible que este mes, cuando el gabinete en su conjunto acuda al Congreso, podremos enterarnos del plan de acción que deben estar elaborando, y este Congreso aprobará dicho plan, les otorgará su confianza y solo quedará esperar que la ejecución del mismo tenga los resultados esperados.
Respecto de los sectores que deben ser prioridad del gobierno hasta el 2021 podemos sugerir cuatro: el primero es educación, necesitamos entender de una vez por todas que sólo la buena educación, con valores, con civismo, con buena infraestructura y con docentes adecuados, podremos enrumbarnos hacia el progreso y la felicidad de todos los peruanos.
El segundo es la salud, y no se trata de tener más hospitales, y más médicos y enfermeras, sino de la aplicación de una verdadera política de salud en el país, que priorice la prevención, la sana alimentación, que sincere los costos de la salud y que la brinde con calidad, eficiencia y a un precio justo, es decir, que deje de ser un negocio para convertirse en un servicio público (aunque suene utópico).
El tercero es la justicia, como vamos no tenemos justicia de verdad, una sociedad con una justicia precaria está condenada al abuso de poder, donde las influencias, el dinero y los arreglos bajo la mesa se disfrazan de justicia, este un problema mayor que debe resolverse de una vez por todas.
Y en cuarto lugar es la reforma electoral, no podemos seguir regalando los recursos del Estado a las autoridades electas que han convertido sus curules o sillones de gobierno en un mercado corrupto de intercambio de favores, leyes, obras e incluso voluntades y libertades a costa de las necesidades de todos los peruanos, si no corregimos este perverso sistema, seguiremos padeciendo de crisis similares como la que tenemos hoy.
Y finalmente, el gobierno necesita de una política de comunicación participativa, que involucre a todos los actores sociales, económicos, políticos y culturales, de tal manera que todos los peruanos entendamos claramente en qué sentido tenemos que remar para sacar adelante al país, de lo contrario, seguiremos viviendo en la desinformación y la cultura del odio que tanto daño nos hace.
Esta semana empieza una nueva etapa en el ejecutivo, los nuevos ministros ingresarán a sus nuevas oficinas con muchas ganas de hacer una gestión destacada, desde muy temprano del martes convocarán a los funcionarios de la alta dirección de sus carteras para recibir los informes situacionales de cada una de las áreas estratégicas que ahora estarán bajo su dirección.
Al lado de cada ministro aparecerán nuevos rostros, personajes que muy pronto serán los nuevos directores y asesores del flamante ministro designado por el presidente Vizcarra, luego vendrá la transferencia y entrega de cargos, primero entre el saliente y entrante ministro, y como suele pasar en estos casos, los cargos de confianza serán puestos a disposición en el más breve plazo, para dar lugar a la entrega de cargos de los renunciantes funcionarios a los nuevos jefes.
Dentro de estas entidades públicas los trabajadores no podrán ocultar su ansiedad y preocupación por los cambios que se aproximan, tomarán nota de los nuevos nombres para recurrir al doctor google y al facebook con el deseo de encontrar alguna referencia, amigo común, contacto o lo que sea para que puedan mantenerse en el cargo, serán muy diligentes y amables con los nuevos asesores y directores que durante todo el mes de abril serán nombrados a través de las normas legales del diario El Peruano.
Los celulares estarán llenos de mensajes con información de los nuevos directivos, algunos con buenas noticias y descripciones positivas del perfil profesional de los nuevos designados, pero también circularán los mensajes con el detalle de los errores, denuncias, publicaciones y asociaciones de los nuevos directivos con personajes vinculados a la corrupción, a la política de alcantarilla, incluso con el narcotráfico, la minería ilegal y demás problemas de toda índole.
Así está la burocracia peruana, inundada de chismes, prejuicios, intereses y ―lo que es peor― de delincuentes que aprovechan estas circunstancias para seguir operando al margen de la ley motivados por el interés y beneficio propio.
Este nuevo gabinete tiene que enfrentar dos problemas mayores externos que ponen en riesgo la gobernabilidad del país. El primero es el Congreso que tenemos, plagado de hombres y mujeres que llegaron a ocupar una curul, no por sus méritos políticos sino por el perverso sistema electoral que tenemos, un sistema que termina designando a los cascotes de la política peruana corroída por el mal de la corrupción y la crisis de valores. Y en segundo lugar, tendrá que enfrentar los males del sistema de justicia que anda a paso lento, a ciegas, entre tumbos, con pocos aciertos, saturados de expedientes que acumulan en sus hojas la búsqueda de esa justicia que se hace cada vez más lejana a los más pobres, a las mayorías, a los provincianos que no entienden la razón, ni las leyes, ni las decisiones de policías, fiscales y jueces responsables de la utópica justicia peruana.
Pero este nuevo gabinete también tendrá que enfrentar dos problemas mayores internos que ponen en riesgo la recuperación de la institucionalidad pública del Estado. El primero es la corrupción enquistada en los ministerios y sus órganos adscritos, una especie de sistema de crimen organizado que opera bajo el manto de la legalidad pero que en la práctica deviene en el tráfico de influencias, direccionamientos de contrataciones de trabajadores en la modalidad CAS, hasta el favorecimiento indebido de las contrataciones y adquisiciones sobrevaluadas que realizan las oficinas de logística, con la complicidad de los comités de selección y los proveedores privados que sin ningún desparpajo ofrecen sus coimas, regalos y hasta peores vicios a los burócratas que con su sello y visto bueno, y luego con su informe de conformidad, terminan dándole la forma de legalidad a sus delitos, burlando la débil mirada del órgano de control interno y de la Contraloría que tenemos.
Y el segundo problema interno que deberá enfrentar este nuevo gabinete es la incapacidad de gestión que tiene el Estado, esta incompetencia es el resultado de la mala selección de los que dirigen a las organizaciones estatales, nuevos titulares de pliego que asumen la responsabilidad de dirigir una entidad pública ―y su presupuesto― sin siquiera conocer el sector, ni el objeto social, ni el funcionamiento de aquella institución que le fue otorgada por confianza. Designaciones que más obedecen a una especie de repartija del poder en retribución a una mal entendida lealtad y/o apoyo en campaña, o simplemente por la amistad con el ministro o el mismo presidente, en lugar de tomar en cuenta su experiencia profesional en el sector al que será puesto.
El tiempo que le queda a este gobierno es un poco más de tres años, tiempo suficiente para emprender un verdadero cambio en la gestión pública, pero para lograrlo tendrá que elegir a los empleados públicos adecuados para cada puesto, este proceso de selección también tiene que ser profesional, donde la ética y la honestidad deben ser requisitos obligatorios de los nuevos elegidos, y para los mandos intermedios también se tiene que elegir a los mejores, con experiencia y honestidad comprobada en el ejercicio de sus funciones, actualmente SERVIR tiene más de 500 gerentes públicos seleccionados y capacitados para asumir estos retos, gerentes públicos permanentemente monitoreados en sus procesos, pero las autoridades nacionales, regionales y locales prefieren designar a sus amigos, “no importa que no tengan experiencia, ya aprenderán en el camino, lo importante es que tengan mi confianza, para que no me fallen”, dicen la mayoría de ellos, y luego vemos los resultados, alcaldes detenidos, gobernadores regionales presos, y hasta expresidentes que terminan en las cárceles, la mayoría de ellos con sus amigos, con aquellos que fueron designados en cargos de confianza, ¡sí!, esos que nunca fallan, que son leales, que no delatan, pero, ¿a qué precio?
El 8 de agosto de 1914 partió de Londres el Endurance con 28 tripulantes, el Irlandes Ernest Shackleton era el primer comandante de la embarcación que partió del Puerto de Plymouth con el propósito de navegar 2900 kilómetros sobre el mar más peligroso del planeta para atravesar la Antártida, uno de los desafíos más grandes e increíbles en la historia de la navegación en el mundo.
Para conformar su tripulación, Schackleton publicó un anuncio en un diario que decía: “Se buscan hombres para viaje peligroso. Sueldo bajo, frío extremo. Largos meses de oscuridad absoluta. Peligro constante. No se asegura retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito”, a pesar de las claras condiciones del aviso, se presentaron más de 5 mil postulantes, fueron seleccionados sólo 27, entre ellos Frank Hurley, el fotógrafo que registró toda la travesía.
En un inicio el propósito fue atravesar la Antártida, sin embargo, en el camino el clima les fue totalmente adverso al punto que las embarcaciones fueron destruidas por el hielo, entonces el propósito de Shackleton cambió, utilizando uno de los botes salvavidas se empeñó en salvar la vida de sus 27 tripulantes, la expedición fracasó pero salvó la vida de aquellos hombres que aceptaron seguirlo en la travesía más extrema a cambio de honor y reconocimiento.
Una historia real que tiene mucha relación con lo que sucede en este tiempo en el Perú, la expedición que también podemos llamar Endurance o resistencia partió con tres embarcaciones el 28 de julio de 2016: el Ejecutivo, Legislativo y Justicia; el destino era llevar consigo la democracia sana y salva al 2021, la travesía estaba liderada por PPK y sus ministros, y llevaba en su nave los recursos necesarios para alcanzar la meta, sin embargo, desde la partida se encontró con un clima adverso y hostil, además de las contra olas que el Legislativo se empeñó en hacerlas de manera soterrada e incluso perversa.
El asedio constante del Legislativo lo obligó a parar en un pequeño puerto donde resultó arrinconado y obligado a dejar el mando de la expedición, ya luego la justicia se encargaría de hacer el resto, las malas decisiones de PPK y parte de su círculo más cercano habían facilitado el desembarco.
Pero la expedición tiene que continuar, entonces había que suceder en el cargo al nuevo líder de la expedición que tuvo que darles el alcance luego del ostracismo al que fue sometido hace siete meses, aunque muchos deseaban su declinación a la responsabilidad, desafío y sacrificio que significa retomar el mando, Vizcarra aceptó el reto con valentía y decidió retomar el viaje, pero antes, entendió que necesitaba consigo un nuevo equipo de hombres y mujeres dispuestos a viajar con él para asegurar que la democracia llegue sana y salva al 2021.
Es aquí donde estamos en el Perú, en un pequeño puerto ―vicioso y pendenciero, parafraseando a Ricardo Palma― que sirvió de parada para el relevo y para hacerse de un nuevo equipo que dirija el Ejecutivo, el plazo que queda para la convocatoria de los nuevos ministros es de siete días, aunque es seguro que muchos personajes ya se acercaron a él ofertándose y mostrándose adulones, esperemos que no se deje sorprender por estos viejos lobos disfrazados de ovejas, lo que necesita el presidente Vizcarra es un equipo con experiencia en gestión pública, de trayectoria destacada y meritoria en sus funciones, honesto y con valores, y sobre todo, con verdadera vocación de servicio.
El país necesita de una nueva generación de servidores públicos que entiendan que el ejercicio del poder no es una oportunidad para ganar fama, dinero y placer, porque el puesto que asumirán muy pronto casi linda con el desprestigio, mala paga y una burocracia perversa, acostumbrada al 10 por ciento, ¡así es la nuez!, como dijo un futuro exministro. Se necesita nuevos servidores públicos que sanen esta burocracia plagada de hombres rastreros que ocupan puestos de confianza para traficar influencias, ofrecer puestos de trabajo a cambio de favores o simplemente para engordar sus asquerosos bolsillos con la plata negra de la corrupción que muchos empresarios, grandes, medianos y pequeños, pagan sin el mayor remordimiento, convencidos de que el Perú es primero pero para enriquecerse ellos.
Además de la limpieza y renovación que tiene que hacer en su embarcación, también tendrá que enfrentar otro reto, deberá llegar al 2021 al lado de un legislativo que ha demostrado ser el peor de todos los tiempos, un legislativo que ahora padece de una conspiración interna a fuego abierto, una pugna por el poder que corroe todos los estamentos de este barco canallesco y paquidermo, dirigido por un hombre que se hizo de la banda presidencial por más tiempo de lo que le tomó el momento de la ceremonia protocolar de juramentación de quien ya era el nuevo presidente peruano, el verdadero dueño del fajín usurpado por la ambición del capitán de la embarcación que no garantiza llegar al 2021 con buen tiempo, y mucho menos con la tripulación que lleva consigo, llena de mediocres, tartufos y orates mercaderes de las leyes, la fiscalización y la representación de sus electores, salvo muy pocas excepciones.
Y más atrás, a paso lento, rengando, recargado de expedientes, construido con una madera que huele a obsoleto, guardado, revejido, con pocos ojos y menos manos dispuestas a coger el remo para acelerar el paso, allá atrás viene el barco de la justicia, reclamando recursos y más beneficios, renegando de protocolos y manuales del siglo pasado que según ellos son los culpables de su caminar lento, un barco que parece guiarse por una estrella más que por el buen juicio, y recogiendo a los caídos de los dos barcos que le llevan la delantera para mostrarlos como los trofeos de las tareas que les corresponde en esta expedición.
Ese es el escenario de la travesía del Perú rumbo al bicentenario, esperemos que los nuevos convocados sean conscientes de esto, porque como dice el anuncio de Shackleton: Se busca ministros para un viaje peligroso. Sueldo bajo, frío extremo. Largos meses de oscuridad absoluta. Peligro constante. No se asegura retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito.
El Perú enfrenta una grave crisis social que se manifiesta a través de la cultura del odio, una penosa situación que impacta en todos los sectores, en todas las regiones del país y de distintas maneras.
Es cierto que ninguna sociedad está dispuesta a tolerar la violencia, el crimen, la delincuencia y tampoco la corrupción, pero acaso la solución a estos males que infectan el país es responder con más violencia, con venganza, con castigos draconianos, con abuso del poder y la fuerza, o lo que es peor, con la descalificación, el desprecio y la discriminación de los que proponen una solución distinta.
Si repasamos un poco el discurso de los políticos en sus campañas electorales podemos encontrar a candidatos que se muestran como una especie de seres superiores dispuestos a resolver los problemas de los más vulnerables, de los pobres, de las mujeres y niños desprotegidos, sin embargo, en cuanto llegan al poder, en algunos casos, los han calificado como los causantes de todos los males, señalándolos como una especie de ciudadanos de segunda clase, esos informales, invasores, miserables, serranos, ignorantes, y tantas otras expresiones de desprecio, e incluso, de intento de desaparición como pasó con las esterilizaciones forzadas en la dictadura fujimorista, expresiones que forman parte del discurso tras bambalinas de aquellos políticos ungidos del voto popular, paradójicamente.
Por otro lado, los medios de comunicación, los parlamentarios de hoy, los analistas políticos y los usuarios de las redes sociales difunden mensajes de odio, de miedo, de confrontación, no solo con el que representa una posición política contraria, también se ataca a las autoridades, a los que piensan diferente, a los investigados, a los de izquierda, centro o derecha, a los que obran bien, a los que se muestran solidarios, incluso entre ellos mismos; una retahíla de insultos y señalamientos que exacerban el racismo, la xenofobia, el machismo y la discriminación, una especie de supremacía política o del poder, sobre el resto.
Estos discursos de odio se están instalando en la conciencia de los peruanos que encuentran en los feminicidios, la delincuencia, la corrupción, la agresión, la falta de respeto a las normas de tránsito, a los vecinos, al compañero de clase, a las normas de buena convivencia, como un testimonio vivencial de la cultura del odio que nos envuelve en su oscuro manto, incluso las iglesias hacen lo propio cuando usan el pretexto del pecado como la mayor amenaza de terminar en el infierno. El miedo al dolor, a la condena, al golpe del más fuerte sobre el más débil, del rico y poderoso sobre el pobre y miserable, esa es la forma de vida que estamos alimentando con cada frase, con cada gesto, con el desprecio al otro, a ese que quiere ser mejor que yo cuando no lo merece porque es inferior, porque no es profesional, porque ni siquiera sabe hablar bien, porque vive en un cerro, porque es homosexual, y tantas otras barbaridades que escuchamos en los diálogos cotidianos de varios “ilustres” peruanos.
Es momento de transitar de la cultura del odio y la barbarie hacia la cultura del buen ciudadano, la cultura del respeto, de la familia y del amor a la patria. Debemos entender que los seres humanos no nacemos odiando a los otros, incluso antes de nacer conocemos el amor, y desde que abrimos los ojos al mundo aprendemos a confiar en los seres que nos aman, que nos protegen, que nos abrigan y alimentan, así llegamos al mundo, sin embargo, con el tiempo aprendemos a desconfiar, las creencias y prejuicios de la sociedad basados en el miedo empiezan a sembrar las raíces del odio en el corazón de los hombres y mujeres, y es entonces donde la educación y la cultura entran en acción para enseñarnos a reconocer este mal para poder neutralizarlo, para evitar que se adueñe de nuestras mentes, nuestras palabras y luego de nuestras manos.
Los políticos deben entender que su principal responsabilidad es promover el bien común de la sociedad, el ejercicio de su liderazgo debe contribuir a la transformación de su entorno para orientarlo hacia la felicidad y el progreso, por lo tanto, deben ser conscientes de que los dos mayores enemigos de un líder son el miedo y la mediocridad, el miedo porque es la semilla del odio, y la mediocridad porque es el fango donde el odio siembra mejor sus raíces.
Necesitamos combatir esta cultura del odio con acciones sensatas, necesitamos de códigos, normas y leyes que contribuyan a la erradicación de sus más perversas expresiones, pero sin atentar contra la libertad, sin atentar contra los derechos humanos, es decir, códigos, normas y leyes y sus aplicaciones a través de una justicia real, una justicia que no encarne la venganza, tampoco la impunidad ni los privilegios, que no tarde en su aplicación y que garantice el respeto a la condición humana, incluso de los más perversos, esa es la justicia que necesitamos en el Perú.
Entonces surge otra preocupación cuando miramos a los responsables de construir y aplicar esos códigos, normas y leyes que necesitamos, porque en lugar de encontrar a hombres y mujeres con mentes preparadas para asumir el reto, con valores, inteligentes, pensantes, cultos, tristemente encontramos a los principales promotores de la cultura del odio, esos que aumentan el fuego en lugar de apagarlo, claro que con honrosas ―y muy pocas― excepciones.
Lo que es peor, esos que tienen la obligación de mitigar el odio en el Perú fueron elegidos por nosotros mismos, y muchos de ellos, la mayoría, fueron elegidos como producto del odio que representan o que generan en la paupérrima capacidad de elegir que tenemos los peruanos.
La política es el arte de gobernar a través de normas y leyes que garanticen la seguridad pública y la convivencia pacífica conservando el orden y las buenas costumbres, podemos decir también que la política es la manera civilizada de convivir que buscamos los seres humanos para ser mejores personas entre nosotros y con nuestro medio ambiente.
Y para que la política alcance este propósito en cualquier país necesita de partidos políticos, es decir, de asociaciones de personas con una ideología, fines e intereses comunes; organizaciones formales, debidamente establecidas, con estructuras y sistemas reconocidos y aceptados por la sociedad como una alternativa para el ejercicio del poder y gobierno de un país, y en nuestro caso al igual que en América Latina, con claras convicciones democráticas y dentro de la legalidad, caso contrario, no pueden ser considerados partidos políticos, estarían más próximos a ser grupos de interés particulares en el mejor de los escenarios, u organizaciones criminales en el peor de los casos.
La responsabilidad que tienen los partidos políticos verdaderos parte desde la formación de la voluntad política en los ciudadanos, hasta las propuestas de gobierno y gestión pública como alternativas de cambio, innovación y desarrollo del buen gobierno en un país, partidos políticos que además de sus afiliados, debe contar con un importante número de expertos en la ejecución de sus propuestas, profesionales y técnicos con participación activa en las instituciones públicas y políticas como una garantía de experiencia, capacidad y competencias necesarias para la materialización de sus propósitos.
Estas son las mínimas condiciones que deben tener los partidos políticos de hoy, sin embargo, debemos destacar dos requisitos indispensables para su existencia, el primero tiene que ver con la naturaleza misma de cada organización, es decir, debe tener una estructura orgánica, con sus sistemas formalmente establecidos, con afiliados debidamente registrados, con locales e infraestructura identificados, con rigurosos mecanismos de control y vigilancia interna sobre el cumplimiento de sus fines, y con mecanismos de control y vigilancia interna y externa sobre el manejo de sus cuentas y financiamientos, es decir, con una cultura de transparencia totalmente abierta a la vigilancia ciudadana.
El segundo requisito es la obligación de participar en los procesos electorales, ya sea a nivel local, regional o nacional, con propuestas de planes de gobierno que correspondan a su doctrina e ideología política y con candidatos que realmente representan y están dispuestos a materializar dichas propuestas, no como sucede en el Perú donde los planes de gobierno son un saludo a la bandera, y peor aún, los candidatos no tienen la más mínima idea de las propuestas de gobierno que presentan los partidos que los abanderan.
Otros dos factores relevantes que ayudan a consolidar la institucionalidad de los partidos políticos son: a) el modelo y los mecanismos democráticos de representación interna que tiene cada partido, no es posible que una agrupación política manejada por una cúpula que designa a dedo a sus líderes y candidatos aspire a llegar al poder para gobernar democráticamente, es evidente que, de llegar al poder, ejercerá un autoritarismo que linda con una dictadura, Fuerza Popular es un ejemplo de esto. Y b) son las formas de comunicación que existen dentro de la organización política; el éxito o fracaso de las relaciones humanas depende en gran parte de la comunicación efectiva, incluso afectiva, que existe entre ellos, y este es un principio que debe cumplirse en todo partido político porque necesita de la conciencia colectiva para garantizar su permanencia en el tiempo.
Debemos entender que los partidos políticos son una pieza clave del sistema democrático, por lo tanto, deben ser organizaciones estables, que trascienden en el tiempo por lo que representan, por sus ideales, no por sus líderes actuales, coyunturales, o más populares, los llamados outsiders son exactamente eso, una marca, un reflejo, una ilusión, un producto de mercado que viene en un empaque moderno, atractivo, con un carrusel de promesas, pero una vez que lo compramos por cuatro o cinco años, abrimos la caja y no encontramos nada dentro, un oscuro vacío que en los últimos gobiernos democráticos han cobijado el dinero negro, las preventas, la corrupción, el narcotráfico que no queremos ver, el perverso negocio de la salud que nos enferma el alma; casos como Odebrecht son solo una muestra de la crisis de valores que padecemos en el Perú y en los partidos políticos que tenemos.
En el Perú los líderes de los partidos políticos son el claro reflejo de sus organizaciones, sus historias de vida, sus frases y gestos, sus cuestionamientos, su impopularidad y paupérrima aprobación terminan siendo el sello que distingue a la marca que representan, la intrascendencia de casi todos los políticos de hoy linda entre la incompetencia y la delincuencia, una antítesis de las mínimas cualidades que debe tener cualquier líder político que merecemos, con valores como la ética, honestidad, conciencia, justicia y libertad.
Platón decía que algún día la humanidad llegará a ser dirigida por hombres sabios y educados, Aristóteles describe a una verdadera república como aquella nación que respeta las leyes y se guía por el bien común, y Rousseau decía que el poder es un instrumento que vence las diferencias y hace prevalecer los intereses generales sobre los individuales. Cuanta falta nos hacen nuevos políticos que entiendan estos tres preceptos básicos de la verdadera política, se imaginan, un Perú dirigido por hombres y mujeres inteligentes, un país con ciudadanos respetuosos de la ley y guiados por el bien común, con una verdadera autoridad pública que haga prevalecer el interés general sobre los individuales, es decir, políticos con experiencia en el arte de dirigir el buen vivir de los peruanos. ¿Se imaginan?
― ¿Viste las portadas de los diarios?― le preguntó Javier a Pablo, su viejo amigo, mostrándole un diario con la relación de los montos que Barata habría entregado a los candidatos presidenciales, ambos estaban sentados en una mesa al lado de la mía, cada viernes se encuentran muy temprano en el café de dos de mayo, en San Isidro, para conversar y es casi imposible dejar de oír sus diálogos.
― Sí, es terrible lo que está pasando en el país, aquí ya no se puede confiar en nadie, ahora todos son unos vendidos―le respondió, con el ceño fruncido.
― Estamos viviendo en un país que pareciera que ha retrocedido en el tiempo, los políticos de ahora ya no son como los de antes, ya no tienen ideales sino intereses― dijo Javier y luego tomó un sorbo de café.
― Mira en lo que nos estamos convirtiendo, resulta que ahora son los empresarios corruptos los que ponen y sacan presidentes, y luego se hacen los arrepentidos y denuncian a todos a cambio de impunidad.
― Encima exigen que les dejen seguir trabajando en el país, con el cuento de que su salida creará desempleo y afectará la economía.
― Y el gobierno les hace caso, además de haberlos favorecido con obras sobrevaluadas, encima los deja seguir ganando muchos millones a cuestas de nuestro trabajo, como dice mi hijo, los políticos se han convertido en accionistas de los empresarios corruptos del país y nos están llevando al fracaso.
― Mira a la Confiep, prestándose para la cochinada, lo único que les importa es tener el control del gobierno de turno para que puedan seguir enriqueciéndose indebidamente, a cambio de obras paralizadas, mal hechas, abandonadas― dijo Javier ―a cambio de leyes para ellos, para que sigan haciendo negocios con la salud de la gente, sino, mira la ley de la alimentación saludable, hasta ahora el congreso sigue ayudándolos, y nuestros nietos siguen comiendo chatarra sin advertencia alguna, ¡son unos sinvergüenzas!― replicó Pablo.
Diálogos como este son el pan de cada día, en un país donde la informalidad es parte de la cultura, donde la pendejada, la criollada, la metida de carro, la zampada en la cola, la adulteración de las balanzas, el billete para la gaseosita, el sencillo para agilizar el trámite, es sinónimo de ser mejor, de “saberla hacer”, en tanto que los otros, los que quieren respetar las normas, los que no pagan coimas, los que respetan la luz roja de madrugada, los que cruzan las calles por las esquinas son los “cojinovas”.
Javier y Pablo son las voces de aquellos que aún se dan el tiempo para analizar la realidad y discutir sobre ella, son las voces de aquellos que todavía distinguen el bien del mal, sin relativizarlos de acuerdo a su conveniencia, no son analistas políticos ni líderes de opinión, solo un par de amigos mayores que llevan consigo el recuerdo de aquellos grandes hombres que contribuyeron a la buena historia del país, y también tienen el vivo recuerdo de aquellos miserables que hicieron lo contrario en nuestra patria, muchos de ellos aún vigentes en la vida política de estos tiempos aciagos.
Ahora no vivimos la terrible época del terrorismo, con bombas que detonaban en cualquier calle, en cualquier momento, épocas en las que caminábamos atentos a cualquier peligro, casi listos a reaccionar frente a la mínima amenaza, esos tiempos ya pasaron, felizmente. Pero ahora vivimos un tiempo de similar peligro, donde la indiferencia, la falta de respeto, el egoísmo, la lujuria, la envidia, la mentira, la ambición, la traición, la delincuencia, y otros males se han convertido en los cartuchos que dinamitan el honor y la dignidad de los peruanos.
Tiempos en los que un policía siembra con droga a un joven intervenido, donde nos venden leche que no es leche, donde instituciones como APDAYC cobran a los peruanos lo que les da la gana, donde un juez absuelve al salvaje agresor de una mujer porque no se materializó el feminicidio a pesar de que todos vimos el brutal ataque por video, tiempos de muchas muertes en carreteras, de jóvenes que pierden la vida en centros de rehabilitación y no pasa nada, o ajustes de cuenta en Challapalca, el penal de máxima seguridad donde aparece muerto un delincuente, y tampoco pasa nada, total, como dicen varios, “son delincuentes, deben matarlos a todos”, y frases como esta se repiten tantas veces, incluso en boca de “ilustres personajes” de nuestra época que se muestran abanderados de la pena de muerte en un país donde la justicia es tan injusta, y a la vez se muestran misericordiosos con la libertad del chino que inoculó el peor cáncer que afecta nuestro tejido social, la crisis de valores que hoy padecemos.
Necesitamos con urgencia una nueva comunidad de líderes con valores, con ideales, que estén dispuestos a sacudir la mesa, a tirar a la basura lo que está infestado de esta crisis de valores, nuevos políticos dispuestos a sacrificarse para construir un Perú con valor real, nuevos líderes que no hipotequen sus propósitos de acuerdo a la chequera de los empresarios.
Nuevos jóvenes con la obligación de refundar la política en el Perú, dispuestos a reformar el sistema, la Constitución e incluso los poderes del Estado. Un reto similar al que enfrentó Ernest Shackleton y su tripulación de 28 hombres al intentar cruzar la Antártida en 1914, una misión imposible que nació de un aviso en el periódico que decía: “Se buscan hombres. Para viaje arriesgado. Poco sueldo. Mucho frío. Largos meses de oscuridad total. Peligro constante. Sin garantía de regreso. Honor y reconocimiento en caso de éxito”. Un aviso vigente en el Perú de hoy para reclutar a los nuevos líderes que necesitamos.
Martha tiene 23 años, se levanta temprano para preparar su comida, toma una taza de leche y un pan, prepara rápidamente su lonchera y sale antes de las 7 de la mañana a trabajar. A pesar de tener una carrera técnica de enfermería, ella hace la limpieza en una empresa logística cerca al aeropuerto, gana 850 soles mensuales, el cuarto que alquila le cuesta 350 soles y el resto es para su comida y movilidad.
Javier sale a las 6 de la mañana de su casa, tiene 20 años, vive a una hora del taller de mecánica en San Miguel, ahora tiene mucho trabajo como ayudante, por eso tiene que entrar antes de las ocho y quedarse hasta las 7 de la noche, piensa que algún día tendrá tiempo para estudiar en el SENATI para aprender sobre los nuevos motores, “ahora son más modernos, son electrónicos por eso es necesario estudiar”, dice Javier, aunque no gasta en habitación porque vive con sus padres, los mil soles que gana ayudan a la economía de su humilde hogar.
Susana tiene más tiempo en la mañana, tiene 24 años y una hija de 4 años que debe dejar en la guardería luego de desayunar para irse a trabajar a Plaza San Miguel en una de esas grandes tiendas por departamentos. Entra a las 9:30 de la mañana y sale 12 horas después, también lleva su lonchera porque por la zona el menú es caro. Ella estudió educación pero gana más con las comisiones por las ventas que hace en la tienda, llega a ganar hasta 1500 soles al mes.
Manuel es cobrador de combi, tiene 18 años, recién acabó el colegio, y dice que por ahora debe juntar plata para poder estudiar una carrera técnica. Él quiere ser chef, pero es una carrera cara, por eso trabaja y ahorra lo que pueda, gana 30 soles diarios por su trabajo que empieza con la puesta del sol y acaba cerca de las 10 de la noche.
Estos son algunos ejemplos de jóvenes entre 15 y 29 años en condiciones de trabajar en el Perú, según el Ministerio de trabajo superan los 8,2 millones de personas, de los cuales 3,8 millones sólo trabajan; 1,7 millones solo estudian; 950 mil estudian y trabajan; y 1,7 millones de jóvenes ni estudian ni trabajan.
Además, algunas cifras preocupantes demuestran que de cada 10 jóvenes que trabajan, 8 lo hacen de manera informal; y 6 de cada 10 jóvenes que estudiaron una carrera técnica o profesional no trabajan en lo que estudiaron. Y respecto de los “ninis”, es decir, los que ni trabajan ni estudian, está conformado por dos tercios de mujeres y un tercio de hombres.
Las razones por las que los jóvenes no se insertan adecuadamente al mercado laboral están directamente relacionados con el crecimiento económico del país, pero también con la inadecuada formación técnica y profesional que se les ofrece en muchas de las 145 universidades peruanas y más de 800 institutos técnicos a nivel nacional. Es decir, la mala o deficitaria educación básica y superior es una de las principales causas de que nuestros jóvenes no puedan contar con empleos adecuados, formales y bien remunerados.
Si la comisión de educación del Congreso, y luego la comisión permanente aprobó por unanimidad el dictamen de la congresista Rosa Bartra que ella misma denomina como un “proyecto de modalidad formativa que no es trabajo, es clase en la cancha”, y donde destaca además que sus 23 años de experiencia como docente de institutos le da la autoridad moral para plantear este proyecto como solución a los problemas de baja calidad educativa para los jóvenes, entonces, es un claro ejemplo del riesgo que se corre de cometer errores tremendos “en la cancha” al momento de tomar decisiones.
No sería mejor que la comisión de Educación convocara a los expertos en educación, en trabajo, a los gremios empresariales, a economistas que pueden analizar técnicamente el sector, y también a los responsables de supervisar, normar y controlar la calidad educativa de los institutos para que, con el conocimiento técnico y especializado, se pueda proponer una verdadera solución al problema de la empleabilidad de los jóvenes en el Perú, en lugar de presentar este tipo de proyectos que más parecen que quisieran quitarles la responsabilidad a los institutos de formar adecuadamente a sus estudiantes, y pasarle la pelota a las empresas a cambio de mano de obra “descalificada y de cero costo laboral”.
Nuevamente el Congreso hace su mejor esfuerzo para demostrar la urgencia de una reforma real al Poder Legislativo, incluso Kenji Fujimori ha reiterado la necesidad de retornar a la bicameralidad. Nuevamente el Congreso toma una decisión que termina exacerbando los ánimos de los peruanos, en este caso de los jóvenes, muchos de los cuales salieron a las calles a protestar, y al parecer seguirán protestando hasta que el Congreso archive el proyecto de Rosa Bartra.
Lo que necesitamos en el país es que la educación de calidad realmente sea una preocupación del Estado, necesitamos que el Estado supervise, vigile, acompañe, exija, reglamente, y cuando sea necesario, que sancione y castigue a los que no cumplen con estándares mínimos de calidad en la formación básica, técnica o superior de nuestros jóvenes, no es entendible cómo pueden existir centros de formación técnica sin talleres ni laboratorios, sin una infraestructura adecuada para entrenar y capacitar a nuestros jóvenes para ser competitivos en un mundo que cada vez requiere más técnicos expertos en el manejo de las nuevas tecnologías.
Cuándo será el día que entendamos que la educación no es un negocio, sino la fuente principal del desarrollo y crecimiento del país. No porque crezca nuestro PBI sino porque nuestros jóvenes serán capaces de construir un Perú mejor, incluso nuestros congresistas serán capaces de legislar para el bien común, ¿cuándo llegará ese día?, ¿cuándo?
Luego de conocer la resolución de la Corte Superior de Justicia de Ayacucho que absuelve a Adriano Pozo Arias de los delitos de feminicidio y violación sexual en grado de tentativa, a pesar de que todos fuimos testigos de la brutal agresión que cometió contra Arlette Contreras Bautista en el interior de un hotel en Huamanga el 12 de julio del 2015, nos queda una sensación de impotencia, de asco, de dolor, porque a todas luces el sistema de justicia peruana demuestra, una vez más, la severa crisis que atraviesa y el enorme daño que le hace a la sociedad peruana cuando se tiñe de impunidad y de indiferencia ante la violencia que muchas mujeres sufren en manos de seres miserables que arremeten a golpes contra ellas, y donde las autoridades responsables de hacer justicia les dan la espalda.
Esta decisión del juzgado penal colegiado demuestra la gran brecha que separa al Perú de una verdadera justicia, aquella que sólo tiene que darle a cada quien lo que le corresponde, esa justicia que se administra y gestiona con nuestros impuestos, con total independencia, pero sin siquiera garantizar su tenue existencia.
Es inaudito que un delito cometido hace 31 meses, con imágenes contundentes que demuestran con total claridad la agresión contra Arlette, termine siendo una historia de papel que esconde en su vergonzoso contenido la justificación de un acto cobarde como si fuera una simple discusión de una pareja que producto del alcohol y los celos, se agreden y nada más.
El relato de la sentencia que llevó a la absolución del agresor muestra los prejuicios, sesgos e ineficiencias de un sistema de justicia que necesita a gritos un cambio radical en todos sus frentes, desde lo más básico hasta el más alto nivel, sino seguiremos involucionando como sociedad al punto que la justicia será tomada por las manos de las víctimas que no terminan de entender la sinrazón de los jueces, fiscales, peritos y demás autoridades, por no decir autores, de la injusticia y violación de las leyes en el Perú.
Este caso lleva cerca de tres años en proceso, donde la Fiscalía demuestra que no está preparada realmente para defender la legalidad, no solo por la larga agonía que significa investigar un caso, quejándose de falta de presupuesto, peritos, médicos legistas, locales, carga procesal, mejores sueldos y todo lo demás, sino que éstos mismos “expertos” concluyen con sus informes cosas tan cuestionables como por ejemplo, “vistos y analizados los certificados médicos legales, no ha puesto en peligro la vida de la agraviada”.
O lo que concluye el Psiquiatra Edgar Quispe Puma en la sección de valoración de las pruebas que hacen los jueces donde señala: "El imputado Adriano tiene trastorno de bordeline y por todo lo que experimenta, PRESERVA A LA PERSONA A QUIEN AMA; PERO NO LE PUEDE MATAR, PORQUE NECESITA A ESTA PERSONA PARA ESTAR BIEN".
¿Acaso esto determina que no existió la tentativa de feminicidio? Para los jueces así fue, entre otras motivaciones similares respecto de la tentativa de violación sexual, que los condujo en mayoría, a la absolución por falta de pruebas suficientes presentados por la Fiscalía.
El lupus es una enfermedad ocasionada por el sistema de defensa humano que, en lugar de atacar los virus y bacterias, decide atacar los tejidos sanos del organismo afectando varias partes del cuerpo, algo similar a lo que vemos con el sistema de justicia peruano, en todos sus niveles, un “sistema de defensa” que en lugar de atacar a los autores de tantos crímenes y tanta violencia, termina afectando al tejido social y a los órganos institucionales que existen para garantizar la convivencia pacífica de todos los peruanos.
Si los titulares de los poderes del Estado, de manera corporativa, no actúan pronto para evitar que este lupus social siga dañando la ciudadanía y afectando los derechos, sobre todo de los más vulnerables como son los niños, ancianos y mujeres, pronto terminaremos contando historias de ajusticiamiento popular o callejero.
Esto no es problema de presupuesto, sino de decisión política y de capacidad de gestión que deben tener los responsables de hacer de la justicia uno de los principales baluartes de la democracia y gobernabilidad que merecemos. Si los que están ahora no son capaces, entonces convoquen a los expertos, pero ¡hagan algo de una vez! antes de que más jóvenes pierdan la vida en los centros de rehabilitación; antes de que más policías terminen detenidos por formar parte de organizaciones criminales; antes de que más violadores de niños y mujeres sigan haciendo de las suyas, porque los fiscales no se dan abasto para investigarlos; antes de que más jueces sigan absolviendo a los protagonistas del horror, el miedo, la corrupción y la delincuencia por falta de pruebas o por prescripción de los delitos.
En agosto del año pasado María[i] compró unas gotas para los ojos en Mifarma dentro del local de Wong de Chacarilla, en Surco. Ella es una mujer de más de 60 años que sufre de ojo seco y hace buen tiempo usa con frecuencia las gotas oftálmicas Akw-Agelak que produce el laboratorio Medifarma S.A.
María empezó a utilizar las gotas que compró hasta que el 11 de diciembre amaneció con severas molestias en los ojos, de inmediato acudió al policlínico de EsSalud en San Luis y el oftalmólogo le diagnosticó una infección y le recetó algunos medicamentos.
Sin embargo, María seguía utilizando las gotas sin saber el riesgo que corría, hasta que el 26 de enero se percató que el frasco con contenido no dejaba caer las gotas, entonces lo destapó y se llevó una terrible sorpresa, en el interior encontró lo que ella describe así: “tenía unas partículas negras lo abrí y está lleno de gusanos”, como se indica en el reclamo que presentó el mismo día en la farmacia.
En la fotografía que ella tomó con su celular podemos ver que el contenido del frasco es un líquido de color amarillento cuando debería ser transparente, y efectivamente, contiene en su interior extrañas partículas oscuras.
Hicimos la consulta con dos destacados oftalmólogos y ambos coincidieron en el peligro que representa usar un producto contaminado en los ojos, incluso indicaron que si el paciente tiene una herida o ha salido de una operación y utiliza esas gotas, la infección puede penetrar en el ojo y las consecuencias serían la pérdida total de la vista, por lo que representa un peligro para la comunidad y las autoridades deben tomar acción inmediata para detectar el lote del producto y sacarlo del mercado hasta detectar las causas de este hecho.
María también acudió a Indecopi para presentar su reclamo el 30 de enero, donde además les señaló que continúa con infección en los ojos, y que Medifarma se quedó con el frasco para hacer los análisis pero que hasta esa fecha no había recibido ninguna explicación al respecto.
Recién el martes 6 de febrero, a las 11:05 de la mañana, recibió la llamada telefónica de Eddy Rivera y Martin Salazar, apoderado legal y jefe de mejora continua de Medifarma respectivamente, quienes le pidieron reunirse con ella para conversar y resolver el problema. María les respondió que conversará con ellos en la audiencia de conciliación que Indecopi fijó para el 14 de febrero próximo.
Intentamos comunicarnos con Eddy Rivera en varias ocasiones, nos hubiera gustado conocer las acciones que tomaron al respecto. Sin embargo, hasta el momento de esta publicación no atendió nuestras reiteradas llamadas.
Es posible que casos similares sucedan en nuestro país, donde los procesos de calidad y control no son lo suficientemente eficaces cuando se trata de alimentos ―recordando las conservas con gusanos― y tampoco con las medicinas. Es entendible que comprar un producto en el mercado informal tiene graves riesgos, pero acudir a una farmacia en un establecimiento comercial que se supone cumple con todas las normas de seguridad y garantía, y sin embargo, encontrarnos con casos como este es, sin duda, una señal de alerta para que la DIGEMID tome acción inmediata para evitar que más personas se expongan al peligro de perder la vista.
Según información de la DIGEMID, Medifarma S. A. les reportó un robo de una gran cantidad de medicamentos el 21 de agosto del año pasado en el Rímac, entre los productos reportados figuran 252 cajas de AKW AGELAK 1% SOF 20mL, el mismo tipo de producto que compró María y le causó una infección en los ojos, entonces queda preguntarnos, ¿cuántos peruanos pueden ser víctimas de estos medicamentos adulterados, robados o contaminados?, ¿hasta cuándo seguiremos viendo a la salud como un mercado de gran rentabilidad pero de poca responsabilidad de quienes publicitan sus productos, farmacias o clínicas con el ánimo de vender más en lugar de brindar servicios de atención adecuada para el cuidado de la salud de sus “clientes”? ¿Acaso cada vez que compremos gotas para los ojos tenemos que destapar el envase para ver si no contiene nada extraño en su interior?
La desconfianza sigue creciendo en nuestro país donde la inseguridad no solo se vive en las calles por la delincuencia, también padecemos de inseguridad con los alimentos y ahora con las medicinas, farmacias, laboratorios y entidades que deben velar por el bienestar de los peruanos y la inocuidad de sus productos y servicios.
Nota: El viernes último la DIGEMID tomó conocimiento de esta denuncia y nos indicaron que darán prioridad a este caso actuando según sus procedimientos establecidos y de acuerdo al riesgo que representa para la población, esperamos que las autoridades actúen pronto y de acuerdo a las normas y plazos necesarios.
[i] María es un nombre ficticio porque la denunciante nos pidió que mantengamos en reserva sus datos personales.
Este año electoral los peruanos tendremos que elegir a nuestras autoridades locales y regionales, en octubre iremos a las urnas y en enero del 2019 los nuevos alcaldes tomarán sus sillones municipales para emprender el cumplimiento de sus promesas en campaña.
Al inicio de sus gestiones pedirán informes, crearán comisiones para evaluar la gestión saliente, para ver las cuentas, saber de las obras inconclusas, revisar las planillas, enfrentar un par de meses sin el presupuesto habilitado para pagar los servicios básicos, las deudas a los proveedores, y el caos típico de inicio de año en las áreas logísticas tratando de resolver los procesos heredados y los nuevos requerimientos.
Muchos alcaldes acudirán a los medios de comunicación locales para dar a conocer las cajas de pandora que encontraron al asumir el cargo, y señalarán a sus antecesores como los responsables de la crisis económica y administrativa que heredan para tratar de resolverlas en los próximos cuatro años.
Esta historia es conocida, luego viene la repartición de cargos de confianza, las movidas en las principales gerencias y jefaturas, y la presión de amigos y partidarios para exigir un puesto de trabajo como el “justo pago” por su sacrificado apoyo durante la campaña.
Hasta aquí es lo común, siempre y cuando los que resulten elegidos realmente quieran trabajar por sus comunidades, con eficiencia y transparencia; se supone también que los nuevos funcionarios y empleados realmente reunirán las competencias profesionales para asumir sus funciones y, sobre todo, serán el fiel testimonio del buen empleado público que se caracteriza por dos virtudes esenciales: la honestidad y la vocación de servicio.
Sin embargo, lo sucedido en las últimas semanas es la antítesis de lo “común”. A fines de diciembre, el Poder Judicial dictó 18 meses de prisión preventiva contra Ángel Chilingano, ex alcalde de Villa María del Triunfo, por corrupción y por supuestamente integrar una banda dedicada a la extorsión y cobro de cupos. El 31 de enero de este año resultaron detenidos en un megaoperativo Carlos Arce, alcalde de Santa Rosa, y Jorge Luis Barthelmess, alcalde de San Bartolo, por estar vinculados a organizaciones criminales dedicadas al tráfico de terrenos, corrupción y enriquecimiento ilícito, entre otros cargos.
Un dicho popular dice: para muestra un botón. Y es el caso de estas tres “autoridades” limeñas, aunque si miramos el interior del país encontraremos más penosos ejemplos, al igual que gobernadores, funcionarios públicos y congresistas, cuya principal característica es la lista de denuncias que investigan los fiscales, no solo por casos de corrupción, también por crimen organizado.
Esta paupérrima realidad de la política peruana nos indica que en los próximos meses podemos acelerar la transición de la democracia hacia la kakistocracia. Si seguimos eligiendo como autoridades a los peores o al menos malo, sin duda caeremos en aquello que Michelangelo Bovero, un filósofo político del siglo pasado, definió como el “gobierno de los peores”.
En el diccionario de Sociología, en su primera edición de 1944, se encuentra la definición de kakistocracia como el “gobierno de los peores; estado de degeneración de las relaciones humanas donde la organización gubernativa está controlada y dirigida por gobernantes que ofrecen toda la gama, desde ignorantes y matones electoreros hasta bandas y camarillas sagaces, pero sin escrúpulos”. Una definición que describe a las organizaciones criminales que ahora fácilmente pueden convertirse en autoridades locales, regionales o nacionales.
La característica principal de la kakistocracia es el desprestigio del que gozan los políticos y funcionarios de Estado, la sociedad no los admira sino los señala, se burla de ellos, los critica severamente. En un país donde se instala la kakistocracia, el gobierno de los peores, los buenos ciudadanos ―sobre todo los de prestigio y reconocimiento― evitan la carrera política, prefieren desempeñarse como intelectuales, científicos, profesionales o empresarios exitosos pero sin participación en la gestión pública, en cambio, los que siguen la carrera política son mayoritariamente los que no sirven para otra cosa.
El término kakistocracia proviene del griego kakos, que significa: malo, sórdido, sucio, vil, incapaz, innoble, perverso, nocivo, funesto, entre otros. Adjetivos que calzan perfectamente en el perfil de muchas autoridades peruanas que hoy gozan de privilegios del poder por haber sido elegidos, y que este año elegiremos nuevamente.
Carlos Sánchez, un buen amigo, tiene razón cuando dice que el Perú está camino a la kakistocracia, los peruanos nos caracterizamos por elegir mal, y los mal elegidos no harán absolutamente nada para cambiar las reglas de juego que permitan la participación de buenos ciudadanos en la política. La reforma electoral, la ley de partidos políticos, la transparencia y rendición de cuentas del financiamiento partidario, mecanismos de control y de institucionalización de la política, entre otros temas pendientes, seguirán siendo ofrecimientos de campaña, seguirán siendo parte de los discursos de los nuevos mercaderes de votos, de esos que entienden que la única forma de llegar al poder es mediante el uso y despilfarro de recursos económicos para comprar votos, una inversión que luego deberá recuperarse con creces en los cuatro o cinco años que los obligados electores le conferimos a varios de estos seres pusilánimes.
Este año nos toca elegir otra vez, y espero que otra vez no elijamos mal a los nuevos y flamantes alcaldes y gobernadores regionales. Tengo la esperanza de que pronto esta realidad política evolucione y abra espacio a nuevos jóvenes con verdadera vocación de servicio, hombres y mujeres de bien, honestos, eficientes, transparentes. ¿Acaso es mucho pedir?
La corrupción, desde sus formas más simples hasta las más complejas, está oscureciendo los días y el futuro de nuestro país. Los jóvenes de hoy ven con naturalidad el uso de cualquier ventaja frente al otro para obtener un beneficio particular. Desde una “atención” a un empleado público, la gaseosita al policía, el sol al vigilante que te deja estacionar en un estacionamiento privado, el colarse en la fila, hasta el sobrecito con billetes para el secretario de un juzgado, o los regalos para los operadores logísticos, hasta los porcentajes negociados por cada orden de servicio o de compra, o a cambio de la adjudicación de la buena pro en las licitaciones y obras públicas.
Hoy en día la salud, la educación y la justicia dejaron de ser derechos fundamentales para convertirse en negocios redondos. Hoy la gestión pública es una puerta de acceso a un festín de recursos del Estado y privilegios asociados al uso y abuso del cargo, de la autoridad, del poder. Ser congresista, ministro, gobernador o alcalde no es un premio y reconocimiento al buen ciudadano, sino todo lo contrario, algunos bancos los llaman PEP, una especie de “personas envueltas en problemas”, por eso sus cuentas, créditos y transacciones bancarias exigen una vigilancia especial.
Esa corrupción que afecta el tejido social de estos tiempos es la consecuencia de la renuncia o la eterna postergación de una verdadera política de educación y desarrollo de la cultura en el país. Los gobiernos de las últimas décadas han preferido invertir en cemento, industria, negocios, la construcción de edificios, carreteras, puentes, hospitales, colegios, y más; pero han dejado de lado la inversión en los peruanos, en una sana alimentación, en una real educación, en la mente de nuestros compatriotas, en la formación de buenos ciudadanos, en la evolución de nuestra cultura para convertirnos en personas de bien en lugar de personas interesadas.
Hoy nuestros hijos desde el colegio aprenden a “competir” contra sus compañeros de aula, la mejor nota es casi sinónimo de ser mejor que el resto; en las universidades el conocimiento, el pensamiento propio, crítico y experimental, está siendo reemplazado por la acumulación de títulos o grados académicos, con menciones y doble certificación internacional, y demás “ventajas” a buen precio; en el trabajo los “pepe el vivo”, los “pendejos”, o las “más ricas”, las que “se prestan”, son los que ganan más; mientras los honestos, los que no roban, los que actúan con valores, los que “no se prestan”, son los “idiotas”, los marginados, los señalados, los que no ascienden, los que tienen que hacer el trabajo real.
La escritora Alisa Zinóvievna, conocida como Ayn Rand, escribió en su novela La rebelión de Atlas una frase que se ajusta plenamente a nuestra realidad: “cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un auto sacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada”. Aunque parece un texto de actualidad, fue escrito por Rand en 1950.
El cáncer de la corrupción no es una característica de la sociedad peruana únicamente. América Latina es un testimonio pandémico de ello, la corrupción es la fiebre, el narcotráfico el dolor de huesos, el sicariato los estornudos, la violencia cotidiana es la tembladera, los feminicidios el delirio. Todos son los padecimientos de la crisis de valores que arrastramos en nuestras entrañas hace varias décadas.
El desarrollo del país se mide por el crecimiento del PBI, por la balanza comercial, por las inversiones, por la ejecución presupuestal del Estado, por los negocios y los índices de riesgo país, cifras que van bien en el Perú. Sin embargo, los indicadores de desarrollo humano, así como los niveles de educación, civismo, respeto, responsabilidad social y ambiental, ética, honestidad, moral, justicia, seguridad humana, gobernabilidad y gobernanza, están muy por debajo de la media mundial.
“Corrupción en las torres más altas. Corrupción del sistema. Corruptos recompensados. Pero el poder no sabe nada. Seguimos avanzando. Esta sociedad está condenada. Porque no hay barrenderos que limpien. O hay muy pocos. Ayn Rand lo pronosticó en 1950. No importa. No le haremos caso. (…) Uno no puede por menos que hundirse en la silla y mirar al techo blanco del estudio con la resignación en la frente porque no hay cita que mejor refleje la verdad de la sociedad actual”, escribió hace un año el periodista español Eladio del Prado luego de leer y releer a Ayn Rand, y tiene razón, si no resolvemos cuanto antes esta crisis de valores que padecemos, seguiremos siendo una sociedad condenada.
La tarde del jueves llegó al Perú el papa Francisco. La expectativa al momento de su llegada era enorme, todos los medios de comunicación transmitían en vivo y en directo la aparición del papa en la puerta del avión. Se quitó el solideo para que el viento no se lo arrebate y bajó las escaleras sin ayuda. El Presidente lo saluda intentando besarle la mano, pero Francisco intenta evitarlo, como si le dijera en ese momento: somos pares, somos iguales.
Así empezó la visita del Obispo de Roma en nuestro país. La llegada de un hombre de gestos, un líder espiritual que dice mucho con su mirada, su sonrisa, su sentido del humor, y sobre todo con sus palabras. Cada vez que llegó el momento de hablar dejó un claro mensaje a todos, a los creyentes, a los no creyentes, a los niños, a los viejos, a las mujeres, a los miembros de su Iglesia, a los que nos gobiernan, al sistema de justicia, incluso a los presos. Habló con todos, habló para todos.
Las calles de Lima, Puerto Maldonado, Trujillo y el Callao fueron tomadas por la multitud, familias enteras esperaron por largas horas, sin importar el cansancio ni el clima. Todos querían ver al primer papa latinoamericano que hoy dirige la Iglesia Católica, todos pedían su bendición.
La agenda papal fue intensa, desde su llegada hasta su partida estuvo en medio de fieles y admiradores de su breve ―aún― Pontificado. El 13 de marzo de 2013 fue elegido papa, ya está próximo a cumplir cinco años con el nuevo nombre que escogió en honor a San Francisco de Asís. Desde entonces empezaron sus gestos, cambió los zapatos rojos por los blancos, y empezó a pedir que recen por él. Así inició su apostolado, lo que él denomina “la cultura del encuentro”.
La visita del papa se hizo bajo el lema “unidos por la esperanza”, una frase que recoge lo que vivió el papa Francisco en el Perú. Los aeropuertos, la Nunciatura Apostólica, Puerto Maldonado, Palacio de Gobierno, la playa de Huanchaco, el colegio Seminario y la plaza de armas de Trujillo, la iglesia de las Nazarenas, el Palacio Arzobispal, y finalmente en la base aérea de Las Palmas, a todos estos lugares acudieron más de dos millones y medio de peruanos, unidos por el mensaje de esperanza que nos dejó el papa.
Estos días fuimos testigos de lo que es capaz de hacer un hombre vestido de blanco, un hombre que abraza a los enfermos, que se detiene en su camino para darle la mano y transmitirle paz a Trinidad, una ancianita de 99 años que no puede ver, un hombre sencillo, que se conmueve con los niños, con las comunidades originarias del Perú, con los jóvenes a los que les pide que hagan lío, un hombre que habla con respeto a la madre tierra.
Ese es Francisco, un líder singular, un reflejo en el espejo de la alegría que los miembros del clero deben promover en las calles, más allá de sus iglesias, más allá de sus vestidos y ceremonias religiosas, sin chismes, les pide a ellos y ellas que vayan al encuentro de la comunidad.
Allí está el testimonio del hambre de líderes que padecemos los peruanos, cuánta falta nos hace ―en estos tiempos― más franciscos peruanos, esos a los que en su última misa los llamó futuros “santos del siglo XXI”. Si algo deben aprender los políticos de turno es, en primer lugar, salir a recorrer las calles, y entender que los peruanos tenemos hambre de líderes singulares, que entiendan la realidad del Perú, “que busquen a los no ciudadanos, a los ciudadanos a medias, a los sobrantes urbanos, a aquellos que viven en la periferia, que no tienen acceso a los servicios básicos, porque duele constatar que muchas veces se encuentran allí rostros de niños y adolescentes, rostros del futuro” del Perú.
El papa Francisco fue claro cuando dijo que ellos son el “producto de una sociedad cruel e inhumana”, ¡y tiene razón! La única forma de cambiar el Perú es abriendo espacio a nuevos líderes, no caudillos; nuevos protagonistas, no narcisistas; nuevos hombres y mujeres de bien, no de hacerse de los bienes del Estado; hombres y mujeres al servicio de los demás, no de aquellos que usan la pobreza y la necesidad de la gente para hacerse del poder; nuevos jóvenes audaces con ideales, valores y esperanza; jóvenes dispuestos a caminar por las calles; dispuestos a abrazar a los niños, a los enfermos, a los ancianos; jóvenes que caminen rápido por el camino de bien que nos muestran nuestros viejos, aquellos que tienen tiempo suficiente para hablarnos, para enseñarnos, para abrazarnos, para sonreír con nosotros; hombres viejos que en estos tiempos de la Internet, de las redes, del celular, no terminan de entender por qué los jóvenes caminan sordos por las calles porque sus audífonos los apartan de la realidad, o cabizbajos mirando sus manos que portan un celular.
La nueva política no debe depender de las redes sociales y la Internet, la nueva política no debe depender de los selfies en los lugares o con personajes importantes, la nueva política depende de la recuperación de nuestra humanidad, de nuestros gestos, de nuestros abrazos, de nuestro tiempo de encuentro con los demás, de saber escuchar, de saber decir, de ser humildes, y de darse el tiempo para pensar lo que decimos para que nuestras voces transmitan sabiduría.
Eso hizo el papa Francisco en tres días, fue simplemente un líder más humano, habló del Perú y sus problemas como si viviera aquí, habló con sabiduría y con provocación a los jóvenes y a los nuevos líderes del Perú, para que no sean el futuro, sino el presente, para que no permitan que nos roben la esperanza.
Durante el primer gobierno de Alan García yo vivía en San Juan de Marcona, eran mis años de vida irresponsable porque solo tenía la obligación de estudiar la secundaria en el colegio Miguel Grau y practicar el karate como deporte. Mi casa quedaba a unos 150 metros del colegio y a unos 50 metros del dojo, lugar donde el sensei Enrique Díaz nos exigía al máximo en el último turno de entrenamiento por las noches, llegaba agotado a mi casa con el único deseo de comer y dormir.
Al día siguiente muy temprano, solía despertar con la voz de Corbatita, antes de las 6 de la mañana tocaba de puerta en puerta nuestras casas en la zona H dejando el pan de leña. “A ver karateca, llegó el pan de leña, calientito para la familia”, solía decirle a mi padre cuando le abría la puerta, “que tengas un buen día” y sonreía gratamente Corbatita, casi sin apuntar o llevar las cuentas del pan que nos dejaba en casa, su mirada vivaz, su rostro siempre alegre y sus frases de ánimo eran su mayor característica.
Corbatita se levantaba de madrugada, aún a oscuras recogía los sacos de pan que llevaba al hombro y empezaba su recorrido por las zonas de aquel campamento minero que hoy parece detenido en el tiempo. Allí padecimos el desastroso gobierno de García, luego la dictadura de Fujimori, después el retorno de la democracia con Paniagua, Toledo, otra vez García, luego Humala y ahora PPK. Todos estos gobiernos siempre fueron materia de conversación con Corbatita, un personaje singular que tenía la virtud de la empatía, su pobreza nunca fue una limitación para leer todo lo que pudiera, su modesto trabajo de repartidor de pan en el pueblo le permitió ganarse el cariño y reconocimiento de todo el puerto, todos lo conocíamos, todos hemos hablado con él, todos lo escuchamos en la radio, en la televisión, en una esquina, en el mercado, o en la puerta de nuestra casa con el pan en la mano.
Como todo campamento minero, las actividades comerciales y sociales suceden los fines de semana, los sábados y domingos son las fechas de compras en el mercado, de cervezas en los bares, los bingos, polladas, fiestas y pichangas deportivas, así era ―y aún es― la vida en el Puerto, y Corbatita era muchas veces contratado por unos pocos soles para perifonear en las calles anunciando las actividades de cada fin de semana.
Así como pasaron los años, presidentes y alcaldes, el joven Corbatita se fue convirtiendo en un hombre de 67 años, pero su espíritu y su verborrea seguían siendo admirables. Con él podías hablar de fútbol, era hincha de la “U” y admiraba al Cuto Guadalupe, o de política, fue muy crítico de Alan García, y finalmente de todos, ni los alcaldes pasaban la prueba de sus críticas pero con un especial sentido del humor, con una bondad y humildad desbordante, y siempre con un consejo para ser mejor persona.
Corbatita perdió a su hermano hace más de un año. El “doctor”, como lo conocíamos, fue encontrado muerto en las afueras de Ica, y luego no supimos de algún otro pariente, vivía solo, en una casita de madera en el pueblo joven Túpac Amaru, su morada era tan sencilla como su alma, tan humilde como sus gestos y profunda vocación de servicio, sin maldad alguna. Solo era él, un vivo testimonio del hombre pobre de oficio humilde y gran corazón, con locuaz capacidad de hablar sobre sueños e ideales para hacer un mundo mejor, como muchos de los personajes que siempre representó Cantinflas en sus películas.
Era un adulto mayor, como los más de tres millones de peruanos que tenemos en esta etapa de sus vidas, hasta que la muerte le llegó de un momento a otro. Manuel Chang Ramos murió en su casa, ese día el pan no llegó a las casas, ese día fueron a ver su casita y lo hallaron allí postrado, sin vida. “Se murió Corbatita”, corrían la voz los vecinos, las redes sociales anunciaban su partida, el último adiós a Corbatita fue en las calles, con una pequeña banda de músicos espontáneos, con flores y familias completas acompañándolo en su recorrido por el pueblo joven donde envejeció, sin quejarse, probablemente con el dolor de la soledad, el abandono y las enfermedades que nuestros viejos sufren a esa edad, sin nadie que se ocupara de él y le diera afecto.
Así es el triste final de nuestros viejitos que vemos en las calles, en el campo, en los pueblos, sentados en las puertas de sus casas esperando que se les acabe el tiempo, ancianos que no tienen seguro, que no tienen pensión, solo 500 mil reciben algo de Pensión 65, algo que muchas veces solo sirve para los analgésicos genéricos que les mitiga el dolor del cuerpo, pero no del alma. Más de un millón y medio de adultos mayores, más mujeres que varones, no reciben una pensión de nada, ¡viven de milagro o de la misericordia de almas buenas!
¿Cuántos años trabajaron por el país?, ¿cuánto produjeron en las minas, en el campo, en el mar, en las fábricas?, ¿cuántas carreteras construyeron?, ¿cuántas casas levantaron?, ¿cuántas aulas rompieron su silencio con la voz de aquellos maestros?, ¿cuántos hijos amamantaron?, ¿cuántos panes repartieron?, ¿cuántos de ellos y ellas hoy están vivos? pero muertos en el alma, ya sin voz, sin fuerzas, sin paso ligero, sin lágrimas porque se les agotaron, ¿cuántos seguirán abandonados por sus hijos, sus amigos, sus parientes, y por el Estado?
Descansa en paz, Corbatita. Marcona siente tu partida, tu ausencia. Sin embargo, hoy tu muerte es una llamada de atención para que pensemos en nuestros viejos. A pesar de todo, siempre tuviste una sonrisa, siempre nos diste esperanza, y siempre estuviste dispuesto a ayudar al prójimo. Hombres como tú hacen tanta falta en estos tiempos. Hombres humildes, pero de gran riqueza en el alma, el corazón y el pensamiento. Hombres que de verdad tienen valor, porque sus vidas nunca tuvieron precio.
El viernes 3 de agosto del 2007 llegué temprano a mi trabajo, cuando escuché en RPP el reporte de la volcadura de un bus de la empresa CIVA con 62 pasajeros en el kilómetro 326 de la Panamericana Sur. Me llamó la atención porque el destino del bus era San Juan de Marcona, lugar donde crecí. En la radio informaban de quince cuerpos sin vida y, entre ellos, el de José García Benitez, ¡debe tratarse de un homónimo!, me decían mis compañeros de oficina al ver mi desesperación por tratar de saber si realmente era mi mejor amigo el que perdió la vida en la madrugada de ese viernes.
Aún recuerdo los momentos de desesperación y angustia que viví ese día, a los pocos minutos mi padre me confirmó la noticia, que resultó siendo peor cuando me dijo que Rosita, su hermana, también regresaba de Lima en el mismo bus. Ambos habían muerto en el accidente.
José y Rosa eran dos comerciantes prósperos de Marcona, ambos tenían sus puestos en el único mercado que hasta ahora existe en el puerto, todos los miércoles por la noche viajaban a Lima para comprar la mercadería que vendían los fines de semana, y el mismo jueves retornaban a Marcona, pero nunca viajaban juntos en el mismo bus como precaución por si sufrían algún accidente, sus ancianos padres siempre les dieron ese consejo. Sin embargo, la primera vez que abordan juntos el mismo bus, no pudieron llegar a su destino.
Rosa dejaba un hijo de menos de un año con Justo, uno de mis profesores de secundaria, y José dejaba desamparada a su hija que ese año terminaba el colegio con el sueño de estudiar derecho en Lima y tener un mejor futuro, solo unos días antes habíamos conversado en mi casa sobre los planes que él tenía para ella, y a los pocos días estaba viajando a Marcona para decirles adiós para siempre.
Cuando muere una persona muy querida por el pueblo el dolor se hace más grande, cuando mi mejor amigo, aquél que tenía planes de ser alcalde, murió de una manera tan terrible, con su hermana al lado, y sin saber aún que pronto sería nuevamente padre, realmente me partió el alma, y me creó un dolor tan profundo que se instaló en el corazón y pervive a pesar del tiempo.
El entierro de los hermanos fue muy duro, sus amigos tuvimos que cavar sus tumbas, su hija me abrazaba en su dolor, Sixto, el administrador del cine Bahía, rezaba improvisadamente por sus almas, Elmo gritaba en medio del llanto ¡Colisa no te vayas!, ¡Colisa no te vayas!, Colisa era el sobrenombre con el que todos lo conocíamos. Todos lloramos juntos por el dolor de perder a dos personas sencillas, humildes, trabajadoras, con sueños como todos, sin grandezas ni riquezas pero de gran bondad en sus corazones como son la mayoría de peruanos que viajan en buses, en combis o en camiones para trabajar, para ver a los suyos, o simplemente para regresar a sus casas donde pasan los días y las noches de sus rutinarias vidas.
Han pasado más de diez años y esta historia se repite, lo que sucedió en Pasamayo es un testimonio macabro de lo que frecuentemente sucede en las pistas de nuestro país como si fuera una maldición que se cobra con vidas de gente como José y Rosa, peruanos que juegan a la ruleta rusa cada vez que se suben a una unidad de transporte de pasajeros. Solo en Pasamayo el 2016 murieron 66 personas, el 2017 murieron 46, y este inicio de año arrancó la vida de 52 personas en la misma vía que administra Norvial, la concesionaria desde el 2003.
El Ministro Bruno Giuffra dijo en el Congreso que “debemos tener choferes capacitados y que manejen las horas establecidas por el MTC[i]”, y es cierto, necesitamos que los choferes del Perú estén capacitados, pero las licencias las otorga el MTC, los que evalúan si los conductores están o no capacitados son los del MTC, entonces la responsabilidad para evitar que cualquier vehículo arrolle las vidas de más peruanos es gran parte del MTC, la única autoridad que tiene competencia para ello, la policía lo que hace es sancionar las consecuencias de los malos conductores al volante.
Lo que sucede en este país es que vivimos con muchas caretas que disfrazan la realidad de las cosas. Todos sabemos que las licencias se obtienen por las buenas o por las malas. Todos sabemos que la informalidad de las unidades de transporte es consecuencia de la mala reglamentación y de la indolente burocracia que en muchos casos tiene las uñas largas. Todos sabemos de los buses piratas, de las combis con licencias arregladas, de la impunidad que gozan los conductores que acumulan papeletas, que chocan, que atropellan, que insultan, que no respetan. Todos sabemos de los negociados en las comisarías para soslayar las inconductas y de los malos policías que estiran la mano a cambio de unos billetes para hacerse de la vista gorda. Todos sabemos del negocio de las revisiones técnicas que no cumplen realmente la razón de su existencia, o del SOAT y otros seguros que se convierten en la disputa de las clínicas para hacerse de ellos sin casi tomar en cuenta realmente la salud e integridad de las víctimas.
Ese es el país en el que vivimos, donde el MTC gasta en una campaña que promueve la quejudez para que gritemos y protestemos cuando un chofer excede la velocidad permitida, como si eso realmente resolviera el problema. No, Ministro, es momento de asumir con determinación la responsabilidad que el Estado le otorga a su cartera para solucionar este problema que cada año se cobra la vida de cerca de 3 mil personas, que cada año golpea con sus fierros a más de 54 mil personas, ¡más de 100 mil accidentes de tránsito cada año!, esta es la verdadera cifra de la indolencia y la inacción frente a un problema de salud pública que no queremos ver o queremos justificar detrás de contratos y adendas, con barandas o sin barandas. Estoy convencido que esto depende de una decisión política valiente y firme para detener esta masacre sobre las carreteras del Perú de una vez por todas.
Mientras, seguiremos llorando a nuestros amigos muertos, seguiremos lamentando sus desgracias, y otros seguirán publicando sus selfies en el lugar de los hechos, o insultando al conductor sobreviviente en las redes sociales. Este es el país que tenemos.
[i] MTC: Ministerio de Transportes y Comunicaciones
Ya llega el nuevo año. A pocas horas de recibir el 2018, muchos peruanos están haciendo los preparativos para cuatro momentos importantes: la cena, las cábalas, el brindis y el bailetón de año nuevo hasta las últimas consecuencias.
Sin embargo, a vísperas de estas acostumbradas celebraciones peruanas, en lo que queda del 2017 han sucedido eventos de singular importancia que posiblemente afecten los modos de celebración de los protagonistas de la política peruana. Hace unas horas, IDL Reporteros ha publicado parte de las declaraciones de Marcelo Odebrecht realizadas el 9 de noviembre en Curitiba y que involucran a los candidatos presidenciales de los últimos diez años.
Lo que queda claro de este destape se puede resumir en una de las frases que describe claramente la triste realidad de la política en el Perú, expresado de boca de Marcelo Odebrecht: “…mi entendimiento casi certero es que nosotros apoyamos a todos los candidatos presidenciales de Perú, todos los partidos y probablemente varias elecciones para congresistas. Era normal que en los países en los que operamos hiciéramos eso. No solo apoyamos al partido de gobierno, sino también a la oposición, para hacer una red”.
Y más adelante, también en sus declaraciones afirma que: “Es probable que si fue a un nivel de un gobernador local, un alcalde, un congresista, se hiciera a través de un director de contrato. Pero Boleira y Barata sabrán. Entiendo que en aquellos casos en los que se hizo a través de otras empresas, hay registros de operaciones estructuradas. Principalmente si alguien en Perú recibió dinero en una cuenta, eso va a estar. Con certeza si Barata no lo tuviera en la mano, alguna persona en la empresa puede encontrar el registro”.
Estas declaraciones son un anticipo de los temas que nos ocuparán el próximo año. Sin duda, la Fiscalía tiene la responsabilidad de actuar con prontitud y eficacia frente a esta maraña de corruptelas, que no solo involucra a los máximos líderes de los partidos políticos y los altos directivos de las empresas brasileñas. Estas investigaciones deben permitirnos conocer a los operadores de todo acto de corrupción que casi es práctica común cuando se trata de gestionar los recursos públicos de todos los peruanos. Funcionarios públicos que permanecen asolapados en sus escritorios haciéndose los sorprendidos cuando ellos mismos fueron los responsables de elaborar los proyectos, informes, estudios de mercado, de factibilidad, certificaciones presupuestales, las bases de los concursos, de darles luz verde a los estudios de impacto ambiental, de dar conformidad a las obras y de justificar “técnicamente” los desmedidos gastos adicionales, entre otros trámites, vistos buenos, y frases como “no te preocupes, firma no más, que no pasa nada”.
Ellos también tendrán que declarar en la Fiscalía y, posiblemente, muchos de ellos tendrán que hacer maletas ─y no para dar la vuelta a la manzana─ sino porque tarde o temprano tendrán forzadas estadías en los penales de nuestro país.
Es posible que durante la noche de año nuevo tengan que cambiar alguno de sus hábitos y cábalas de celebraciones. Aquí un par de sugerencias al respecto, por ejemplo en Copenhague tienen la tradición de subirse a las sillas y saltar de ellas cuando suenan las campanas que anuncian las doce de la noche, de esta manera espantan a los malos espíritus y los dejan atrapados en el año que se va y, luego, rompen platos, tazas y cualquier otro utensilio de cocina antiguo para atraer la buena suerte. No sé si esta tradición los ayudará a dejar atrás lo que hicieron de manera indebida, porque luego de las investigaciones de los fiscales a cargo, sin duda, muchos tendrán que pagar los platos rotos.
Otra extraña forma de celebrar la llegada del nuevo año se da en lugares como el pueblo de South Queensferry, en Edimburgo, donde los pobladores deciden darse un chapuzón en aguas gélidas, con la creencia de conseguir un sentido de renovación muy refrescante. Y aunque en el Perú estamos en pleno verano, probablemente a muchos les habrá caído como un baldazo de agua fría las revelaciones que hizo Odebrecht sobre su modo de operar en América Latina, donde además destaca que el Perú es el único país donde ellos tenían llegada directa a los presidentes de turno, mientras que en los demás países siempre lo hacían a través de lobistas o terceras personas.
Lo que sucederá de todas maneras el 2018 es una activa concurrencia de personalidades de la política peruana ─en los tres niveles de gobierno─ a declarar ante la Fiscalía. Los más destacados abogados harán la pelea ante los juzgados para evitar que sus ilustres representados evadan las prisiones preventivas, algunos otros optarán por cambiar sus domicilios huyendo del Perú, y muchos otros decidirán convertirse en colaboradores eficaces para no terminar tras las rejas.
Menuda tarea que tendrán los equipos de fiscales anticorrupción, de lavado de activos e incluso los de crimen organizado. Esto será el día a día del nuevo año que se avecina, erráticamente sazonado con el singular protagonismo de aquellos padres de la patria, que además servirán de inspiración para los caricaturistas políticos y para los creadores de los memes más fascinantes en las redes sociales.
Mientras, la mayoría de los peruanos de a pie seguirán trabajando para salir adelante, tapándose la nariz cada vez que sean mudos testigos de las noticias que revelarán la inmundicia de la corrupción como habitual práctica en la gestión pública de los últimos años.
A esta gran mayoría de peruanos que sí trabajan por el bien del país y sus seres queridos, a ustedes les deseo un feliz año 2018. A los otros solamente queda desearles que les alcance el brazo de la justicia, ni más ni menos.
La semana que pasó fui a dar una charla a un grupo de estudiantes de quinto año de secundaria en el Callao, cerca de 250 jóvenes que terminan el colegio y pronto tomarán la decisión de estudiar alguna carrera técnica o profesional para que luego les permita construir su futuro en un mundo cada vez más complejo.
Una de las cosas que suelo pedirles a los jóvenes en estas charlas es que me describan en una sola palabra como ven a la sociedad actual. Y de inmediato se escuchan frases como: ¡corrupta!, violenta, inmoral, injusta, egoísta, indiferente, pobre, miserable, machista,… entre otras de similar connotación.
Es penoso ver que estos adolescentes empiecen una nueva etapa en sus vidas con una idea pesimista de lo que es el país. Es penoso también ver la naturalidad con la que expresan estas frases, sin mayor muestra de preocupación o indignación, ─simplemente es así, estamos jodidos como sociedad, y ustedes los periodistas también tienen la culpa porque eso es lo que nos muestran en la televisión, pura violencia y corrupción─ me dice uno de ellos, con tono desafiante y de reclamación.
El presentador del evento anunció mi participación como una charla motivacional, sin embargo, a los jóvenes no les parece interesar, se muestran indiferentes, más los hombres que las mujeres. La mayoría está pendiente de su celular o de los comentarios y murmullos que se dejan oír entre ellos y, en medio de risas y burlas, miradas pícaras y gestos de desaprobación o desprecio de lo que dicen algunos que se animan a participar, no es fácil captar la atención de todos y menos aún el interés por un tema que tiene que ver con ellos mismos: la necesidad de cultivar valores esenciales en los que muy pronto serán los responsables del desarrollo y el progreso ─o la involución─ de nuestra sociedad.
Durante la interacción con ellos se dio un momento particular que me llamó la atención. Luego de que todos asentían que la corrupción es un problema estructural en la sociedad peruana, les pedí que levanten la mano los que se consideran honestos, y menos de veinte lo hicieron. Insistí en pedirles que levanten la mano y entre ellos se miraban sin reaccionar, era claro que conscientemente me estaban respondiendo que la honestidad es una virtud escasa en los jóvenes que tenía al frente.
¿No es acaso una realidad que nos negamos a ver?, ¿no es acaso un claro indicador del fracaso del modelo de educación que tenemos?, ¿no es acaso una alerta para reaccionar de una vez por todas y corregir lo necesario con determinación, para evitar que la crisis de valores que padecemos siga afectando nuestro tejido social?
Lo que está sucediendo en la política, en el gobierno, en el congreso ¿no es acaso una situación similar? Estoy seguro que si les pedimos que levanten la mano a los expresidentes, congresistas, gobernadores o alcaldes que son honestos, es posible que sean muy pocos ─o quizá ninguno─, los que merezcan levantar la mano, aunque todos la levantarían como “gesto político”, pero realmente los honestos son muy pocos.
Una frase que circula por redes dice que “los políticos y los pañales deben ser cambiados con cierta frecuencia, ambos por la misma razón”, y los momentos difíciles que atraviesa el Perú parecen darle la razón.
El pedido de vacancia presidencial es uno de esos momentos de crisis que cuando no se tiene una verdadera institucionalidad democrática puede devenir en lo que cabe en los pañales, y como pasa con los bebés, cada vez que hacen lo propio y les incomoda, entonces se ponen a llorar o gritar, expresando su fastidio e incomodidad y, entonces, los padres que se dan cuenta de las causas acuden presurosos a cambiarles el pañal y desechar aquello que ya no sirve más.
¿Acaso esta situación de crisis institucional se resolverá cambiando de pañales cada vez que el congreso chillón haga su pataleta? Yo creo que no, porque no estamos viendo el problema de fondo, no estamos entendiendo que las actuales posiciones políticas (no digo deposiciones) lo único que hacen es debilitar nuestra democracia, precaria sin duda, pero democracia al fin.
Porque el llanto del congreso no se va a contentar con el cambio del pañal, luego querrá el cambio de chupón, y exigirá la música que mejor suene a sus oídos, y llorará para que le den todos los objetos (o instituciones) que les sea atractivo a sus ojos, todo aquello que les apetezca, sin siquiera encontrar un ápice de razón. ¿Ese es el camino que queremos para nuestro país? Yo creo que no.
Esperemos que la razón y la cordura escalen hasta la mente y las decisiones que deberán tomarse en el Congreso los próximos días, decisiones motivadas y fundamentadas en la Ley y los principios democráticos, no en el odio, tampoco en esta especie de “supremacismo naranja”, ni mucho menos por venganza. Creo que este momento de duelo histórico debe ser una oportunidad para repensar el modelo de gobierno que necesitamos en el Perú y para realmente conducirnos hacia un mejor futuro, no aquel que vivimos hoy como resultado de aquella frase que se repitió tantas veces en los noventa “Perú, país con futuro”, y miren el futuro que nos dejó.
Duele el Perú en este momento, duele el Perú por lo que hacemos mal, duele el Perú por lo que perdemos, pero más dolerá el Perú si ahora que tenemos una oportunidad de cambiar las cosas y curarnos de este mal, solo nos sentamos frente al televisor como testigos mudos del ocaso de nuestra democracia, esperando que aparezca un nuevo salvador dispuesto a enfrentar las pugnas por el poder, un salvador dispuesto a enfrentar con la esperanza y sus sueños de un país mejor, a aquellas campañas que se hacen con arroz, con tapers, con arreglos bajo la mesa, con promesas de obras, con cócteles, con aportantes falsos, y tantas mañas más, que poco a poco estamos descubriendo tapándonos la nariz por el hedor que emanan. ¡Esto es lo que duele más!
En la mañana del jueves 7 de diciembre los medios de comunicación informan sobre el allanamiento que realiza la Fiscalía en dos locales de Fuerza Popular. Los comentarios en las redes sociales dan cuenta ―con humor singular― del sorpresivo actuar de los fiscales y policías responsables del operativo, en tanto, varios congresistas naranjas concurren presurosos a sus locales partidarios con rostros de preocupación por la medida dispuesta por el juez Richard Concepción Carhuancho, aquel que días antes había dispuesto la prisión preventiva de reconocidos empresarios vinculados al caso Odebrecht.
─La Fiscalía está allanando los locales de Fuerza Popular, ya se fregaron…
─Ojalá que pidan prisión preventiva para la china… claro que también recibió plata de Odebrecht igual que Humala y García.
─La Fiscalía debe meter presos a todos los políticos porque todos son corruptos, todos los candidatos siempre reciben plata por lo bajo para sus campañas.
─Esto un psicosocial para distraernos del caso de Susana Villarán, pues, después queda en nada, como siempre, y Keiko volverá a ser candidata, ya verán.
─Esa es una venganza de Pablo Sánchez porque los fujimoristas lo quieren sacar de su cargo… ahora van a ver cómo les devuelven el golpe, y esos fiscales que se prestan para el juego… no van a encontrar nada…
─Eso está manejado por PPK, como en el Congreso van a citar a su esposa, por eso él ha ordenado que intervengan a Fuerza Popular…
Estas frases son parte de las opiniones que muchos peruanos repiten y comentan en las calles, hogares y centros de trabajo. Lo que queda claro en la mayoría es que vivimos tiempos difíciles en el escenario político, donde los asuntos judiciales casi están amalgamados con el actuar de los políticos de turno en todos sus niveles: presidentes investigados y dos encarcelados; congresistas involucrados en actos de corrupción y conflictos de intereses hasta los “acemilados” en la vida legislativa; ministros cuestionados por sus decisiones en el cargo; gobernadores regionales presos, investigados y fugados; alcaldes haciendo de las suyas en sus feudos con altos niveles de desaprobación local por sus uñas largas y mugrosas; videítos de magistrados y sus “chacales” que demuestran su descalificación para el cargo y el ejercicio de la justicia que necesitamos; policías calatos y pegalones en las calles; y entonces, ciudadanos que no respetan ni las normas, ni las leyes, ni el semáforo, ni a las mujeres, y menos al prójimo.
Este es el país que tenemos, un Estado compuesto por un vasto territorio con más de 30 millones de peruanos sometidos a gobiernos que no gobiernan bien, gobiernos compuestos por un “basto” grupo de políticos que en los últimos meses se han dedicado a destruir la incipiente democracia y la frágil institucionalidad que sostiene al borde del abismo la gobernabilidad peruana.
Debemos entender que el gobierno no es el presidente y sus ministros solamente, el gobierno está compuesto también por el Congreso, el sistema de justicia, los gobiernos locales, regionales, y demás organismos autónomos. Todos son el gobierno, por lo tanto, sabotear o entorpecer al otro porque no es de mi bandera política es sabotearse a sí mismos. Es un error pensar que si el fujimorismo no logró la presidencia, entonces les corresponde actuar como enemigos del gobierno, es un error pensar que si la Fiscalía los investiga, entonces les corresponde actuar como enemigos de la Fiscalía, es un error pensar que si los colorados piensan diferente a los naranjas entonces les corresponde actuar como enemigos de los colorados. Esa actitud es una muestra de inaptitud plena en el ejercicio de la verdadera política, una impericia total en el arte de participar de manera activa en las políticas de gobierno para lograr la convivencia pacífica y un estado de bienestar para todos los peruanos.
Actuar contra el gobierno es un acto terrorista, actuar contra la Fiscalía es un código criminal, actuar contra el otro porque lo consideras inferior es un delito condenable por las leyes, actuar contra la institucionalidad de las entidades del Estado es destruir los pilares de la democracia, actuar contra la gobernabilidad es el germen que da lugar a las dictaduras más perversas en manos de seres tan miserables como sus propias ambiciones de poder y riqueza sin el mínimo respeto de los derechos fundamentales.
Acaso debemos permitir que este oscuro camino se abra paso en medio de la purulenta realidad política que vemos atónitos frente a las pantallas de televisión, casi hipnotizados, sin movernos, sin reaccionar, sin siquiera darnos cuenta que similar espectáculo puede sucedernos al mirar por nuestras ventanas, en nuestra vereda, en la casa del vecino, en el mercado que queda a unas cuadras, allí, al lado, tan cerca, incluso dentro de nuestras propias casas.
Acaso debemos permitir que la frase “sufre, peruano sufre” se convierta en la cultura de un pueblo que no termina de entender que la única forma de resistir y vencer a esta especie de agujero negro que nos consume, es tomando acción y levantando la voz para impedir que otra vez vuelva la sombra negra de los 90.
Los políticos de hoy deben entender que el poder que tienen no es suficiente para someter a un país dentro de su chatura moral. La sociedad civil, los jóvenes de espíritu libre no van a permitir que esto suceda, así que solo les queda el camino de hacer las cosas bien. Aún están a tiempo de corregir el rumbo equivocado para reencaminar el país hacia el progreso, de lo contrario ellos mismos sufrirán las consecuencias.
Se acerca fin de año y todas las entidades públicas tienen que rendir cuentas sobre su ejecución del presupuesto asignado, las oficinas de presupuesto y planificación tienen una recargada tarea durante este mes, muchas entidades públicas disponen una serie de medidas que les permitan cerrar a tiempo las cuentas públicas, las que se verán reflejadas en la consulta amigable del Ministerio de Economía y Finanzas y los sistemas que controla esta cartera.
Los directores, gerentes y jefes empiezan a revisar sus saldos presupuestales, los asistentes administrativos de cada área alertan a sus jefes sobre los requerimientos solicitados en los últimos meses o semanas, y que aún el área logística no ha podido atender. Entonces se forman equipos para correr con los estudios de mercado, los operadores logísticos se quedan en sus oficinas trabajando más horas de las establecidas para sacar cuanto antes los procesos de convocatoria, entre informes, memorandos, estudios de mercado, llamadas telefónicas y correos electrónicos de ida y vuelta, hasta los pedidos de certificación presupuestal, la autorización de la gerencia para proceder con las compras o adquisiciones de bienes y servicios, con plazos ajustados de ejecución para diciembre, las publicaciones en el SEACE y los comités de selección no se dan abasto para atender todos los procesos, en fin, una serie de tareas realizadas a última hora y muchas veces incumpliendo lo establecido en la Ley de Contrataciones del Estado. “Lo importante es realizar todo el gasto posible para no devolver dinero al MEF, de lo contrario, sufriremos recortes presupuestales el próximo año”, dicen los funcionarios públicos y repiten sus gestores a cargo.
Esto significa que los responsables de las finanzas, tesorería y control de los pagos también sufren de una recarga laboral. Por un lado, la exigencia de las áreas usuarias que presionan para que se autorice sus pedidos y por otro lado, los proveedores que exigen sus pagos a tiempo dentro del año, sino tendrán que esperar dos o tres meses para que, luego de los devengados, reciban su justiprecio por el servicio o bien brindado al Estado.
Esto no tendría nada de extraño en nuestro país, donde el hacer las cosas a última hora y corriendo es casi una regla general. Sin embargo, lo que sí es observable es la oportunidad que ven los malos funcionarios y trabajadores públicos que, en medio de estos correteos, empiezan a hacer de las suyas con los proveedores y los recursos del Estado.
Este es el mes en los que muchos de los operadores logísticos tratan de hacer su agosto, la sobrevaloración de bienes y servicios se ponen a la orden del día, igual que el conocido diez por ciento de coimas para sacar una orden de servicio direccionado a un determinado proveedor, el pedido de “colaboraciones” a los proveedores para las agasajos de fin de año también son una práctica común, y por supuesto, la aparición de muchos supuestos cursos de capacitación encargados por el área de recursos humanos para justificar los costos de las canastas navideñas prohibidas en el Estado, pero que igual se entregan a los trabajadores cada fin de año.
Para muestra un botón, el pasado 1 de diciembre a las 17:03 horas, la Municipalidad Distrital de Comas publica en el SEACE la convocatoria COMPRE-SM-7-2017-OEC/MDC-1, para la contratación del servicio de toma de inventario físico de bienes muebles del ejercicio 2017 con un valor referencial de 42,100 soles, en el cronograma establece que los postores deben presentar sus cotizaciones el mismo día entre las 8 y 17:30 horas, y que la buena pro será otorgada a las 18 horas, también del mismo día.
Entonces se presentaron supuestamente tres postores, Javier Elías Patiño Gardella (a las 17:30 horas) con una cotización por 52 mil soles, RECAMI S.A.C. (a las 17:35 horas) con una cotización por 47 mil soles, y G & V Fast Consulting S.R.L. (a las 17:40 horas) con una cotización por 42,100 soles.
Lo que sucedió al final es observable porque tenemos una muestra de eficiencia extrema en un proceso de contratación de un servicio en tiempo récord, se convoca en el SEACE a las 17:03 horas, se presentan tres postores presencialmente con sus cotizaciones, de los cuales dos llegan fuera de hora y debieron ser descalificados por ello, pero resulta que el que llegó diez minutos después de la hora establecida termina siendo el beneficiado con la buena pro, como consta en el acta suscrita por el subgerente de logística, William Jorge Machuca Príncipe, a las 18:10 horas, pero por esas cosas que aún no sabemos explicar, resulta que fue publicada en el SEACE a las 17:53 horas, es decir, 17 minutos antes de su suscripción.
Sin embargo, no es un caso de eficiencia, todo parece que se trataría de un caso de corrupción, porque al conversar telefónicamente con Javier Patiño me indicó que no presentó ninguna propuesta ni tampoco tenía conocimiento del proceso. Igualmente al conversar con Marisol Arévalo de RECAMI SAC, no supo darme alguna referencia sobre el caso. Es decir, esto apesta, y de seguro no es el único caso en las entidades públicas, la corrupción es un cáncer que infecta el tejido social y requiere una inmediata intervención para evitar que más funcionarios públicos sigan haciendo de las suyas con los recursos del Estado.
Es una tarea ardua y difícil que deben cumplir la Contraloría, las oficinas de control interno, la Fiscalía, el Poder Judicial y también la ciudadanía. La vigilancia ciudadana y la exposición mediática de casos como este ayudan a visibilizar el problema, pero la solución le corresponde al Estado y a sus órganos de gobierno comprometidos realmente con este propósito.
Ana llegó presurosa al aeropuerto, el tráfico de aquella tarde del último sábado agudizó su ansiedad, una vez dentro del Jorge Chávez buscaba desesperadamente con la mirada a Karlita, la menor de sus cuatro hermanas, no sabía si debía llamarla o solo escribirle por WhatsApp. Fueron unos diez minutos de desesperación, hasta que Karlita cruzó la puerta, venía sola y con una pequeña mochila en la espalda.
─Pensé que te había sucedido algo, ¡estaba asustada!―, le dijo Ana a su hermana de 22 años.
─No puedo creer que ya estoy aquí, vamos rápido para registrarme― contestó, y presurosas trataron de llegar a la cola para hacer su chequeo en ventanilla.
─ ¿Trae equipaje, señorita?
─No, solo esta mochila.
─Está bien, vaya a la zona de embarque, puerta 24, que tenga buen viaje.
Karlita estaba asustada, quería subir cuanto antes al avión que la llevaría a Colombia, donde Juana, otra de sus hermanas, había logrado establecerse hace dos años en Bogotá, luego de atravesar una situación similar.
Ana tiene 36 años, es la mayor de todas, se vino a Lima dejando su ciudad natal Pucallpa para trabajar como empleada del hogar en una casa, tenía a su cargo el cuidado de dos niños. Con el poco dinero que ganaba y con la ayuda de los dueños de la casa, pudo traer una a una a sus hermanas para que estudien y trabajen como empleadas del hogar. Karlita vino a Lima desde los quince años, entre ellas se ayudaban en sus tareas y obligaciones, y algunas familias donde trabajaban les permitieron acabar la secundaria y alguna carrera técnica.
A pesar de las dificultades que enfrentaban cada día, ellas siempre están contentas, de buen ánimo y carácter alegre. “Así somos en mi tierra”, suele decir Ana de vez en cuando.
Karlita logró terminar sus estudios de técnica en enfermería, cuando conoció a Javier, un hombre diez años mayor, ella tenía veinte años. Él la convenció de que se fueran a vivir juntos en un cuarto alquilado, desde entonces empezó a controlar su vida, no le permitía salir, tampoco visitar a sus hermanas, le quitó su tarjeta de débito y su clave, controlando la cuenta de haberes de la clínica donde trabajaba, le quitó todos sus ahorros y permanentemente le revisaba su celular reclamándole por las llamadas o mensajes que recibía. Ella se sentía atrapada en una relación tormentosa, él trabaja en una empresa de seguridad, tiene un arma que siempre lleva consigo, y siempre se muestra celoso y agresivo.
Karlita trataba de llevar la relación de la manera más apacible, nunca le reclamó algo, solo se quedaba callada y no respondía a las humillaciones que recibía de este agente de seguridad con desvaríos de hombre engañado. Alguna vez ella también revisó el celular de Javier, desde entonces, sospecha que tiene otra relación de pareja, pero nunca se atrevió a preguntarle siquiera.
Sus hermanas corrieron similar suerte, sus parejas eran posesivas, en algunos casos llegaron a agredirlas físicamente. Karlita ya conocía las historias de sus hermanas mayores y siempre se repetía que ella no permitiría sufrir como ellas.
Por eso decidió huir de Javier, su hermana Juana también lo hizo y se fue a Colombia escapando de un médico que la tenía como si fuera su esclava, y ahora se ayudarán mutuamente para rehacer sus vidas en otro país, no tan lejos, pero por lo menos en un lugar distante de aquellos recuerdos de duros momentos que tuvieron que soportar en la capital peruana.
Aún no sabemos cuál será la reacción de Javier, ella no llevó consigo ni siquiera su ropa para que él no sospeche de su viaje, y tampoco para llevar con ella ningún recuerdo de la angustia y miedo que siempre oprimía su pecho cada vez que llegaba al cuarto.
Esta historia es tristemente real, solo los nombres son diferentes. Cuando le pregunté a Ana por qué no acudieron a la comisaría o al Ministerio de la Mujer, simplemente me responde: “Porque ellos no hacen nada, ni siquiera te escuchan o te entienden, es una pérdida de tiempo nomás”.
En los últimos ocho años, en el Perú se han registrado más de un millón de denuncias por violencia familiar. En lo que va del año, la Fiscalía recibió más de 17 mil denuncias por violación sexual. Este 25 de noviembre muchas mujeres víctimas de la violencia han salido a marchar. Muchas autoridades expresan su indignación ante estas cifras de horror, pero al final del día, las noticias dan cuenta de dos mujeres acuchilladas, otra de 24 años encontrada sin vida en un auto que acaba de chocar y el chofer se va caminando tranquilamente abandonando su atroz escenario de muerte y tragedia.
Las voces de muchos exigen penas más severas a estos criminales, mientras, la solución a la raíz de este problema sigue postergado, sin debate, sin acciones concretas, ¿acaso no entendemos que estas cifras de muerte son consecuencias de una cultura de poco o nada de respeto al prójimo, a la familia, a la mujer, al ser amado? Entonces es aquí donde debemos trabajar con todo el aparato del Estado. Esta es la verdadera reconstrucción de la sociedad que necesitamos los peruanos. Esta es la prioridad que debe atender el gobierno en todas sus instancias. Necesitamos promover una cultura de respeto y recuperación del valor de la familia, y combatir la impunidad de la violencia de cada día.
Por el Jirón de la Unión caminaban tres amigos preocupados porque sabían que al llegar a la plaza San Martín tenían que separarse, ellos eran el agua, el calor y la confianza. Hasta que uno de los tres preguntó: ¿qué haremos cuando nos separemos?
Entonces el agua dijo: “si me pierden y quieren encontrarme, búsquenme en los lugares donde exista abundante agua, en los ríos, en el mar, en los lagos, en nuestra selva, por ejemplo”, los demás aceptaron.
Luego, el calor dijo: “si me pierden y quieren encontrarme, búsquenme en los lugares donde existe abundante sol, como en Nazca, Piura, Ica, o Paracas, por ejemplo”, los demás aceptaron.
Y finalmente, la confianza dijo: “si me pierden, nunca más volveré a aparecer”, y los amigos se quedaron pensando.
En nuestro país estamos viviendo momentos extremos. Por un lado nuestra selección peruana nos llena el corazón de esperanza y de ilusión por su retorno a un mundial luego de 36 años. Mientras que los políticos de turno nos llenan de desánimo y frustración frente a la crisis política que padecemos hace varios años.
Es penoso ver cómo ─desde uno de los poderes del Estado─ intentan sacarle “tarjeta roja” al titular de la Fiscalía, un ente autónomo que debe garantizar la legalidad de todos los peruanos, pero que ahora atraviesa una doble acusación constitucional cuyos fundamentos se basan en recortes periodísticos y en la “inacción” del Fiscal de la Nación al no intervenir en el trabajo de los fiscales provinciales anticorrupción responsables del caso Odebrecht. Exactamente lo que la Ley le prohíbe termina siendo el motivo de dicha acusación.
Es penoso también ver como algunas decisiones en las comisiones parlamentarias terminan aprobando normas contrarias a los intereses de todos los peruanos. Un ejemplo es la modificatoria a la Ley de la alimentación saludable N° 30021, aprobada en el gobierno pasado, reglamentada después de tres años, aún no está vigente, y la comisión de “defensa del consumidor” modifica el formato de etiquetado de los alimentos procesados. Sin mayor sustento técnico ni científico han dispuesto un híbrido que no se aplica en ninguna parte del mundo, una disposición que contradice las recomendaciones del sector salud, del Colegio de Nutricionistas, e incluso, lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud, es decir, en contra de lo que recomiendan los expertos, pero en beneficio de las grandes industrias que comercializan sus productos chatarra sin la más mínima ni clara advertencia.
Otra lamentable decisión parlamentaria aprobada por el pleno a pocas horas del partido de Perú contra Nueva Zelanda es la modificación de requisitos para postular como autoridad regional. Antes se exigía un mínimo de 3 años de residencia efectiva en la región donde se postula y ahora con esta modificación bastaría con haber nacido en dicha región para ser candidato. Una decisión que pareciera obedecer a los caprichos de la mayoría parlamentaria, y que seguramente conoceremos las razones de fondo el próximo año en las elecciones regionales. Otro parche más a la precaria legislación electoral peruana.
Este tipo de decisiones y otras acciones individuales de cada congresista, gobernador, alcalde, ministros o funcionarios de las entidades de gobierno que terminan siendo cuestionados por los expertos en cada materia, por la sociedad, los medios de comunicación y, de manera más nociva, a través de las redes sociales, no hacen más que fomentar la desconfianza y el descrédito en los poderes del Estado y las instituciones, debilitando el principio de autoridad, y cuya consecuencia se verá reflejada en una crisis de gobernabilidad que parece cada vez más próxima en nuestra insipiente democracia.
La falta de confianza arrastra consigo la falta de respeto y abre camino a la imposición por la fuerza, una imposición cargada de violencia que terminará polarizando más a los peruanos. En lugar de unirnos y trabajar juntos para construir un Perú mejor, pareciera que estuviéramos empeñados en derrumbar el éxito del vecino porque nos creemos mejor que él, por lo tanto, no merece más que lo que yo tengo. Otra vez esa frase “el enemigo de un peruano es otro peruano” se convierte en la sombra del bicentenario de nuestra independencia.
Mientras esto pasa en la política peruana, también tenemos un ejemplo de que somos capaces de revertir esta crisis. La selección peruana nos ha demostrado que la esperanza no se debe perder, nos ha demostrado que frente a la adversidad necesitamos estar unidos, lo que sucedió con Paolo Guerrero es un vivo testimonio de que podemos cerrar filas para alcanzar el gran sueño de ir al mundial, y lo que hizo Farfán en el campo es una muestra del valor de la confianza que debemos cultivar en nuestra sociedad, porque muchos fueron muy críticos con él, y con otros destacados futbolistas como Pizarro. Sin embargo, ese primer gol y ese llanto de emoción dedicado a su compadre Guerrero, nos debe enseñar que nos toca hacer lo mismo a quienes creemos que el Perú también puede ascender, dejar el subdesarrollo y entrar en las ligas mayores del progreso y la felicidad.
Los que hoy gobiernan deben asumir el deber de defender la democracia, de evitar que perdamos la confianza en nuestras autoridades e instituciones, de respetar la autonomía de cada actor político, y juntos, cada uno cumpliendo su rol en la cancha, deben hacer bien su trabajo. Solo así todos podremos decir nuevamente ¡arriba Perú! Porque podemos, porque lo merecemos, porque el Perú “es un país que no se rinde” (como dice la canción por la llegada del Papa).
─ Hijo, ¿le preguntaste a tu exjefe sobre la acusación constitucional?
─ No hablé con él, pero llamé a su secretaria para que le transmita mi solidaridad, creo que lo que está pasando es una grave interferencia política en la independencia que debe tener la Fiscalía en sus investigaciones.
─ Eso que están haciendo es abuso de poder. Creen que porque tienen mayoría en el Congreso pueden hacer lo que les viene en gana, hace tiempo que están demostrando su impericia política y su prepotencia.
─ No solo eso compadre, están poniendo en riesgo la democracia. Primero atacan y entorpecen el trabajo que hace el Ejecutivo. Luego amenazan al Tribunal Constitucional. Ahora quieren denunciar constitucionalmente al Fiscal de la Nación, y también van a denunciar a El Comercio por una portada que no les gusta. Encima están sacando leyes que favorecen a intereses particulares sin siquiera tomar en cuenta las protestas de la población ni las advertencias de los expertos.
─ Eso es terrible compadre, si desde el Congreso se condiciona al Ejecutivo y a los principales operadores de justicia, y encima se amenaza a los medios de comunicación que no son de su agrado como Caretas, La República y ahora con El Comercio, es como regresar a la década de los noventa, y eso fue lo peor que vivimos, ¿te acuerdas? Todas las entidades públicas tomadas y controladas por ellos, y la corrupción se manejaba desde el más alto nivel, con Montesinos y todos sus visitantes del SIN, hasta los compradores logísticos del Estado.
Mi padre y su compadre Lucho conversaban en la esquina del mercado al frente de la Municipalidad, mientras el viento y el intenso sol de mi querido Puerto San Juan me generaba cierta nostalgia, recordando aquellos años de mi adolescencia cuando organizaba proyecciones de películas en el cine Bahía para recaudar fondos para mi promoción del colegio Miguel Grau.
─ Julio, tú que estás en Lima, debes estar más enterado, ¿qué dicen tus colegas sobre lo que está pasando en el gobierno? —me preguntó Lucho.
─ Creo que muchos tenemos la misma sensación, cada vez tenemos mayores muestras del autoritarismo que caracteriza a los fujimoristas, la falta de respeto a las autoridades, jueces, fiscales, ministros y a las instituciones, los insultos en redes sociales, ese afán de polarizar más a los que están con ellos y los que están en contra, el afán de imponer “su verdad” por la fuerza y el aniquilamiento mediático de los que no aceptan sus “verdades”, los constantes ataques a la gente de izquierda señalándolos como terroristas, incluso el afán de sometimiento a PPK ante una comisión investigadora del Congreso, entre otros hechos que lindan entre lo anecdótico y lo vergonzoso. Esto nos demuestra que otra vez elegimos mal a nuestros representantes, porque aunque muchos no hemos votado por ellos, ahora ellos también nos representan y son parte del gobierno que nos toca hasta el 2021. Así es la democracia, parece injusta pero son las reglas de juego que todos debemos respetar, y cuando estas reglas de juego se ven vulneradas y amenazadas, como en las últimas semanas, entonces nos genera preocupación. Gustavo Gorriti acaba su última publicación en Caretas con la siguiente frase: “si no paramos ahora a la banda del mototaxi, nos atropellará a todos y atropellará a la democracia en su ruta ebria y destructiva de retorno a los 90”.
─ Sí, hijo, por acá todos comentan que el fujimorismo lo que busca es sacar a PPK para que no acabe su gobierno y que se den nuevas elecciones lo más pronto posible, antes de que se conozca más sobre la relación de Keiko con Odebrecht, porque puede restarle posibilidades de llegar a la presidencia, por eso también están atacando a Pablo Sánchez.
─ Así es, compadre. Por eso están tratando de bloquear a cualquier nuevo partido y candidato que aparezca, como sucedió con Julio Guzmán y Acuña en su momento. Por eso tenemos que estar atentos con esta reforma electoral que están promoviendo. Seguro ellos terminarán siendo los más beneficiados, igual como ha sucedido con el voto preferencial en las últimas elecciones, con menos de la tercera parte de votos tienen la mayoría en el Congreso.
─ No, compadre, si eso sucede seguro la gente saldrá a protestar, y tendremos que salir con ellos. No podemos permitir que nos arrebaten la democracia que vivimos, con muchos defectos posiblemente, pero nosotros mismos tenemos que corregir nuestros problemas, pero con libertad y con independencia. Esto nos ayudará a elegir mejor a nuestras autoridades. Las calles y nuestras voces nos permitieron recuperar la democracia y estoy seguro que también nos permitirá defenderla de estas claras amenazas.
De pronto el cielo despejado empezó a oscurecer rápidamente, una sensación de angustia y de indignación se apoderó de mí, hasta que desperté y abrí los ojos. Me encontré con la oscuridad de la noche en mi habitación, cogí mi celular para ver la hora, casi las 5 de la mañana, y aún tenía conmigo esa extraña sensación de advertencia. Empecé a recordar la marcha de los cuatro suyos, y pensé: tienen razón, nos costó muchísimo recuperar la democracia después de una dictadura perversa como la que vivimos en los noventa, y cuyas consecuencias aún seguimos padeciendo. La corrupción, el narcotráfico, la minería y la tala ilegal, los services abusivos, la trata de personas, el tráfico de armas, los desaparecidos, las esterilizaciones forzadas, el control de los medios, la Fiscalía de Blanca Nélida Colán, los jueces y militares presos por corruptos, los fajos de billetes sobre la mesa para comprar voluntades, los psicosociales, los diarios chicha, los fugitivos de aquella época que hasta hoy no enfrentan la justicia. Nada de esto debe volver, nada de esto merecemos, y está en nosotros impedirlo.
Ya no pude seguir durmiendo, me levanté para escribir esto que ahora estás leyendo.
La aplicación de la pena de muerte en el Perú vuelve a ser materia de discusión por “expertos” y “especialistas” en diferentes escenarios mediáticos y políticos.
La congresista y presidente de la Comisión de Constitución y Reglamento del Congreso, Úrsula Letona, ha dicho que está de acuerdo con la aplicación de la pena capital a violadores de niños menores de cinco años, y que su postura personal coincide con la posición de Keiko Fujimori. Es más, propone un debate en la academia, en el Congreso y en la calle, porque según su posición, “la gente está harta de escuchar estas cosas sin que haya una respuesta efectiva por parte del Estado”.
El actual ministro de Justicia y Derechos Humanos y expresidente del Poder Judicial, Enrique Mendoza, dijo: “Personalmente, yo sí creo en la pena de muerte, y algunos juristas y penalistas, al respecto, le han puesto un cartel a los que creen en la pena de muerte (…), les dicen mortícolas. Eso es una cosa fúnebre e impresionante. La pena sí es disuasiva”, en un programa de Canal N.
En los medios de comunicación escuchamos comentarios y opiniones a favor y en contra. Y en las redes sociales, como sucede hace tiempo, se dice de todo, desde posiciones extremas hasta los insultos más bajos y nefastos. Tuits de políticos, troleros, periodistas, deportistas, ciudadanos sensatos, y también los insensatos, se pronuncian al respecto en todos los tonos. Incluso las encuestas han incorporado preguntas sobre la pena de muerte.
Los expertos en cifras han tratado de justificar una medida como esta para ahorrar el costo social y económico que representa mantener en las cárceles a tantos violadores en el Perú. Las estadísticas y el hashtag #PerúPaísdeVioladores, promovido por dos congresistas mujeres, han revelado una de las diversas aristas que tiene la violencia y cómo se manifiesta en el Perú.
Aunque algunos juristas han calificado como una estupidez monumental denunciar el Pacto de San José para restablecer la pena de muerte, lo cierto es que esta pena fue abolida hace 38 años en el Perú, y actualmente, su abolición es la tendencia en aquellos países donde aún se aplica.
Según el informe global de Amnistía Internacional sobre condenas a muerte y ejecuciones en el 2016, al menos 1,032 personas fueron ejecutadas en 23 países, 600 personas menos que las ejecutadas en el 2015, siendo China, Arabia Saudí, Irak y Pakistán los países donde se registraron la mayoría de ejecuciones.
Además, Amnistía Internacional registró 3,117 condenas a muerte en 55 países durante el 2016, y los métodos dispuestos fueron la decapitación, ahorcamiento, inyección letal y muerte por arma de fuego. Sin embargo, en muchos de estos países hubo condenas con procedimientos judiciales que no cumplen las normas internacionales sobre juicios justos, con varios casos donde se supone que la “obtención de confesiones” se logró mediante tortura y malos tratos.
En América, el único país que registró condenas a muerte (32) y ejecuciones (22) durante el 2016 fue Los Estados Unidos, disminuyendo en 38 % respecto del 2015, la cifra más baja registrada después de 1973. Siendo Texas y Giorgia los dos estados donde se realizaron el 80 % de las ejecuciones.
Estos antecedentes evidencian claramente que la solución a los violadores, corruptos, agresores, sicarios y demás delincuentes que la “academia” y las “calles” quieren mandar al paredón no es una real solución al problema. Por el contrario, esto puede convertirse en una forma “legal” de vengar la violencia con más violencia, y lo que es peor, estaría en manos del sistema de justicia que hoy en día no tiene ni el 15 % de la confianza de todos los peruanos, y salvo honrosas excepciones, han demostrado que la justicia termina siendo una utopía de las mayorías y un privilegio de unos cuantos.
Cómo se aplicaría una medida como esta en un país donde las leyes y el código penal son el resultado de parches y modificaciones realizadas en función a situaciones particulares ―incluso antojadizas― de nuestros ilustres legisladores, donde las penas y sus aplicaciones son tan distintas, muchas veces en función al apellido o la billetera del acusado, al interés mediático y afán de protagonismo de algunos magistrados o abogados, o simplemente, a la incapacidad técnica de los responsables de toda la cadena de valor del servicio de administración de justicia obsoleto que padecemos.
Antes de siquiera pensar en la pena de muerte, castración o equipos sofisticados intravaginales trituradores de penes, primero debemos establecer, de una vez por todas, las reglas de conducta ―con total claridad, eficiencia y transparencia― que deben regir a nuestra sociedad. En segundo lugar, el Estado y la sociedad civil debemos emprender una campaña nacional de emergencia para recuperar los valores del respeto al prójimo, la honestidad y la familia (por lo menos estos tres) en los peruanos. Y en tercer lugar, el Estado debe dotar de los recursos necesarios ―económicos, técnicos, profesionales y de infraestructura― al sistema de justicia para lograr su integración plena, de tal manera que la justicia no sea una entelequia y la resocialización un mero enunciado en la ley. Tres pasos claros que, para darse, necesitan de una firme decisión política y un plan de ejecución rigurosamente elaborado, con un compromiso público de todos los actores responsables y con un monitoreo permanente de la sociedad civil, una práctica de gobernanza real que va más allá de los cinco años de gobierno, una verdadera política de Estado en acción.
La paradoja que se presenta es: ¿acaso los que deben cumplir esta tarea están realmente capacitados para hacerlo?, ¿acaso esta purria de la política que tenemos será capaz de asumir este reto?, peor aún, ¿acaso tienen un verdadero compromiso con el país que los eligió para hacer la tarea que les toca? Ya lo veremos en los próximos meses.
En los últimos días se han reportado varios casos de violencia, no solo contra la mujer, también contra hombres atacados y hasta asesinados por mujeres y, lamentablemente, otros casos donde algunas niñas fueron víctimas de violaciones por sus propios progenitores o maestros de escuela.
Estos casos son una muestra perversa de la escalada que tiene la violencia en nuestra sociedad, un lugar donde la seguridad humana se ve plenamente amenazada en sus diferentes dimensiones. No solo se trata de la violencia intrafamiliar, o la que se deriva de la delincuencia y el crimen organizado, también somos víctimas de la violencia en las calles, las pistas, el trabajo, y hasta en los establecimientos de servicios públicos como los de justicia y salud, por mencionar algunos.
En el último informe de Latinobarómetro, publicado la semana pasada, se identifica a la delincuencia (37 %) y la corrupción (19 %) como los problemas más importantes del país. Ambos están relacionados directamente con la crisis de valores que padece la sociedad peruana. Tanto la delincuencia como la corrupción buscan apropiarse de lo que no les pertenece, en beneficio propio, por la fuerza, violando la ley y las normas, sin importar el daño social y personal que esto significa, es decir, sin el más mínimo respeto a la ley, a la autoridad, y menos al prójimo.
Una realidad preocupante que se manifiesta abiertamente a través de la violencia que padecemos en estos tiempos. Y se refleja con total claridad en dicho informe donde los peruanos entrevistados califican al país con el mayor grado de corrupción en Latinoamérica. En una escala del 1 al 10 donde el 10 representa el más corrupto, el gobierno, municipios, Congreso y justicia, obtuvieron una calificación que supera el 8.2, por encima de Venezuela y Honduras. Así de terrible es nuestro escenario.
Y respecto de la violencia que consideran más frecuente en nuestro país refieren a la que se da en las calles (35 %), dentro de la familia cuya víctima es la mujer (25 %), pandillas (20 %), violencia verbal (19 %), violencia intrafamiliar contra niños (18 %), bullying (15 %) y crimen organizado (12 %).
Esta percepción sobre la violencia y la corrupción está directamente vinculada con el quehacer de la política peruana. Por un lado, porque sentimos que la corrupción está enquistada en la política, y por otro lado, porque creemos que la lucha contra la violencia es únicamente responsabilidad del Estado a través de sus políticas públicas.
Otro factor que juega un rol importante en la sociedad peruana es la manera de cómo nos enteramos sobre los asuntos políticos. El Latinobarómetro identifica a la televisión (73 %), radio (33 %), redes sociales (28 %), familia (22 %), diarios y revistas (20 %), amigos (20 %), Internet (18 %) y el trabajo (18 %) como las fuentes de información que influyen en nuestra percepción de la realidad que vivimos. Es decir, estos son los canales que debemos mirar con atención para que a través de ellos podamos enfrentar el problema de la corrupción y la violencia en el Perú.
Debemos advertir también que una de las consecuencias de este problema social es la caída estrepitosa de los niveles de confianza de los peruanos. Por ejemplo, en el gobierno (11 %), Congreso (13 %), justicia (18 %), la policía (26 %), partidos políticos (11 %), solo la Iglesia alcanza un nivel aceptable de confianza (63 %), e incluso ante la confianza que podemos darle al otro, al prójimo, alcanzamos solo el 13 %, es decir, no confiamos en los políticos, en los poderes del Estado, en las instituciones públicas, y tampoco en nuestros compatriotas.
Esto es una gran advertencia sobre el peligro que corre la vida democrática de nuestro país. Ante la falta de institucionalidad política, se abre paso el desgobierno, convirtiéndose en caldo de cultivo para el surgimiento de grupos anárquicos, totalitarios, radicales e incluso con sesgos golpistas. Espacios que fácilmente resultan financiados por el crimen organizado, el narcotráfico, la tala y minería ilegal, entre otras actividades ilegales que aprovechan el caos, el desgobierno y la falta de autoridad real en el Perú.
En el Perú, según este informe, solo el 16 % de los peruanos está satisfecho con la democracia que tenemos. Entonces, ¿qué modelo de gobierno esperamos la mayoría de peruanos? Acaso un gobierno fuerte, coercitivo, que aplique la pena de muerte, es la solución al clima de violencia que vivimos. Acaso el endurecimiento de las penas y las leyes son la solución para evitar más casos de corrupción y violaciones. Acaso el ilustre Congreso que tenemos, cuyos presidentes de sus comisiones que sostienen con firmeza que ahora algunas personas se quieren casar con sus computadoras, tienen las capacidades suficientes para derrotar desde sus curules al crimen, la discriminación y al odio, incluyendo a los “antiestúpidos”.
Necesitamos con urgencia una alta dosis de valores en la sociedad peruana, una inyección del valor de la familia y el respeto al prójimo. En los hogares, escuelas, universidades, institutos, en los medios de comunicación más influyentes, redes sociales, carteles, semáforos, estadios, transporte público, en todos lados necesitamos una campaña emprendida por el Estado y los privados, todos juntos, para revertir esta escalada de violencia y reemplazarla por una cultura de paz y respeto al otro, a hombres y mujeres, a niños y ancianos. No es solo un tema de género, debe ser una decisión política emprendida con firmeza. Esta es la verdadera reconstrucción con cambios que necesitamos en el Perú, en cada familia peruana.
Dato: El informe de Latinobarómetro 2017 es el resultado de un estudio aplicado a 20.200 entrevistas cara a cara en 18 países, incluido el Perú, entre el 22 de junio y el 28 de agosto 2017, con muestras representativas del 100 %, de la población nacional de cada país, de 1.000 y 1.200 casos, con un margen de error de alrededor del 3 %, por país. Responsable: Corporación Latinobarómetro, Santiago de Chile.
El mayor capital de un político es su pensamiento, sus ideas, sus creencias y convicciones. Sus dichos y hechos son el testimonio de las virtudes y defectos que cada político tiene y entrega al servicio de la sociedad. Debemos suponer que los políticos peruanos son hombres y mujeres que han decidido entregarse al servicio público para contribuir a la construcción de aquella sociedad que, desde sus particulares puntos de vista, merecemos todos los peruanos.
El tejido social en nuestro país está compuesto por: el territorio que nos pertenece; por todos los peruanos que a diario desarrollamos nuestras actividades sociales, culturales y económicas, tanto en el ámbito público como privado; y por el Estado y su complejo sistema organizado. Un tejido social integrado con el propósito de lograr que el ser humano y su entorno pervivan en armonía, con libertad, con respeto al otro, con normas y reglas de conducta establecidas para conducirnos hacia el bien común, y con estricto respeto a nuestros derechos contemplados en la Constitución y, sobre todo, a nuestra condición humana.
Para que nuestro tejido social se mantenga sano, para que se desarrolle adecuadamente y para que nos brinde bienestar a todos los que formamos parte de él, es necesario que identifiquemos tres factores importantes que la constituyen. El primero es el núcleo de esta sociedad que todos conocemos como la familia, aquella compuesta en su estructura básica por los padres e hijos que viven juntos en una vivienda, dentro de una comunidad y en un espacio común. En segundo lugar está la educación y la cultura, es decir, lo que aprendemos y lo que hacemos cada día, en nuestros hogares, colegios, universidades, centros de trabajo y durante el ocio. Y en tercer lugar está la política, esa actividad que nos involucra a todos, incluso a los que prefieren mantenerse alejados de ella, porque incluso el distanciamiento de la política de nuestros tiempos ya es una manera de hacer política en el Perú.
En el tejido social podemos decir entonces que la familia es el órgano esencial, la educación y la cultura son el código genético de la sociedad, y la política es el oxígeno que fluye a través de él para mantener vivo a este complejo sistema organizado.
El político entonces es el portador del poder que mantiene vivo a nuestra sociedad, es aquel que recibe directamente la responsabilidad de dirigir y conducir el oxígeno necesario y suficiente a cada célula del tejido social (a cada familia), para que se alimente y viva con dignidad, con igualdad de oportunidades, con acceso a los servicios básicos y esenciales que garanticen la vida digna de sus integrantes. Por lo tanto, el político con sus dichos y hechos impactan directamente en la salud de nuestra sociedad.
Como todo sistema vivo y organizado, también está expuesto a sufrir amenazas internas y externas. Para eso tenemos un sistema de defensa que debe protegernos de las amenazas externas como las que generan la violencia, el terrorismo, narcotráfico, crimen organizado, e incluso los eventos extremos de la naturaleza, situaciones que nos obligan a utilizar nuestra inteligencia para encontrar formas de combatir estos males exógenos y mitigar sus consecuencias.
Pero cuando las amenazas son internas, el riesgo del daño que puede ocasionar es mayor, porque han penetrado el tejido social, se han instalado como un cáncer letal y empiezan a utilizar el mismo tejido para corromperlo, para contaminarlo, siendo la familia el órgano que sufre el mayor daño. Un ejemplo de este mal es la crisis de valores que padecemos, cuyas secuelas se reflejan en la corrupción, el desprecio por la vida, el desprecio al prójimo, y su piogenia es el crimen, el robo, la vejación, la agresión, la violación, el insulto, la envidia, la intolerancia, la humillación y la discriminación. Estos son unos pocos, pero recurrentes síntomas que todos los días se muestran abiertamente, y con publicidad morbosa incluida, gracias a los medios de comunicación que no terminan de entender el rol que cumplen en la sociedad.
Y aquí es donde se ve la tarea que deben cumplir los políticos, ellos son los responsables de llevar el oxígeno para curar y mantener vivo el tejido social que sufre enfermo en su lecho. Aunque en el Perú, muchos políticos no entienden que su deber es mantener vivo este tejido y combatir frontalmente aquellas amenazas internas y externas, porque tienen el poder y las facultades para hacerlo, para eso fueron elegidos, ese es su rol, y el bienestar de las familias peruanas debe ser su principal objetivo.
Lamentablemente, algunos de los políticos elegidos creen que su rol es convertirse en amenazas internas, basta escucharlo o leer los tuits del congresista Becerril, por poner un ejemplo, para darnos cuenta que su labor se aleja totalmente del deber que le corresponde. No, congresista, usted no ha sido elegido para enfrentar más a los peruanos. La política tiene como fin supremo la convivencia pacífica de sus pueblos y en armonía con su entorno, respirando con libertad, paz, amor y respeto, incluso al que no piensa como uno. Así sea de izquierda, centro o derecha, católico, ateo o agnóstico, todos, absolutamente todos, merecemos respeto, los rojos, azules y verdes, los de arriba y los de abajo, los elegidos y los que los elijen, las que censan y los censados, incluso los que aún no han sido censados. Todos merecemos respeto y es tarea obligatoria de ustedes, los políticos y de nosotros, los ciudadanos, hablarnos con respeto, con la verdad, sin ofendernos.
“Necesitamos una definición compartida de política, si no la entendemos no podemos mejorarla”, escribió alguna vez Víctor Lapuente Giné, politólogo de la Universidad de Gotemburgo. No sé si es rojo, caviar, marxista, capitalista o neoliberal, pero me queda claro que sabe de la verdadera política que las sociedades necesitan, así que por lo menos, tratemos de entender su buen consejo antes de criticarlo, como pasa últimamente en el Perú por cada cosa que se dice y se hace en este maravilloso país de hombres y mujeres que, a pesar de los políticos que tenemos, trabajamos para sacar adelante a nuestras familias y hacer realidad nuestros sueños.
En los últimos días hemos sido testigos de actos de agresión y violencia contra las mujeres. Para citar algunos ejemplos, tenemos el video que muestra a Martín Camino Forsyth arrastrando a su pareja por una calle de Miraflores, otro caso es el que se conoció en redes sociales sobre la agresión que sufrió la periodista Lorena Álvarez por el “reconocido” economista y analista político Juan Mendoza, y como la cereza al pastel, las condenables declaraciones de la congresista fujimorista Maritza García: “¿por qué suelen suceder los feminicidios? Lo que el gran psicólogo y maestro dijo es que la mujer, sin razón o sin querer queriendo, da la oportunidad al varón para que se cometa ese tipo de actos”, entre otras execrables frases que también dijo, probablemente, sin querer queriendo.
En estos tres casos tenemos tres desenlaces distintos: Martín Camino resultó con nueve meses de prisión preventiva en el penal de Lurigancho; Juan Mendoza resultó separado de Perú21 con el siguiente mensaje: “El diario ha decidido prescindir de los servicios de Juan Mendoza mientras se esclarezca el caso”, mientras que la Universidad del Pacífico anunció algo parecido en un confuso y nada claro comunicado; y en el caso de la congresista Maritza García aún no se sabe si continuará o no presidiendo la comisión de la mujer en el Congreso, aunque todo parece indicar que tendrá que dar un paso al costado y pedir las disculpas públicas por su juicio que, según ella, ha sido sacado de contexto.
Estos hechos mediáticos han puesto sobre la mesa nuevamente las discusiones sobre este mal que padecemos en la sociedad peruana, desde comentarios exacerbados, frases indignantes y de rechazo, hasta las cifras discrepantes entre las entidades responsables de atender este problema, a mi juicio, de salud pública.
Entre enero y agosto de este año se han registrado cerca de 5 mil denuncias por violencia sexual, donde el 70 % de las víctimas son niñas y adolescentes. El Ministerio de la Mujer reportó 82 casos de feminicidio en el mismo periodo y el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) señaló que el 68 % de las mujeres han sufrido violencia física, sexual o psicológica en el 2016.
Estas cifras demuestran que la violencia en el Perú está presente de manera preocupante, no solo se trata de resaltar la violencia de género y castigar severamente a los protagonistas, la violencia es un problema sistémico que debe enfrentarse con una mirada multisectorial, debemos de identificar y entender las verdaderas causas que desatan la violencia en los peruanos para buscar soluciones reales a este problema, e inmediatamente, convertirlas en política pública, de rápida implementación y con un presupuesto adecuado para hacerlo.
La violencia no solo se refleja en los casos de feminicidio, podría decir que estos casos son el último eslabón de esta cultura de narcisismo y falta de respeto que está instalada en la sociedad peruana como un nuevo cáncer que afecta el tejido social, un cáncer que se alimenta peligrosamente de la violencia que se difunde en los medios de comunicación desde las horas del desayuno hasta la media noche; a través de las redes sociales cargadas de odios e insultos; y en la prensa chicha que contamina la mente de los peruanos sin distinguir edad, sexo ni condición social.
La violencia nos acompaña cada día, en el infernal tránsito cuando el peatón tiene que esquivar las combis de la muerte, cuando el conductor se transforma en un agresor al volante, cuando el claxon retumba los oídos de todos. Cuando vamos en búsqueda de un servicio del Estado y somos maltratados por los “servidores públicos”. Cuando la justicia es un privilegio de unos cuantos, y la mayoría tienen que padecer meses y años para ver si realmente obtienen justicia en su juicio de alimentos, o alguna indemnización laboral o por daños y perjuicios. Cuando el alcohol, las drogas y las luces de colores presagian otra bronca con botellas rotas o puños embebidos del odio, los celos y el rencor en fiestas y discotecas que se amanecen hasta hacer tambalear los cuerpos de sus concurrentes. Cuando el servicio de salud no es garantía de mejora de nuestras dolencias. Cuando los ancianos y niños vulnerables terminan estirando la mano para pedir una limosna en cada luz roja del semáforo o lo que es peor, cuando algunas mujeres terminan cediendo sus cuerpos para recibir a cambio unas monedas acuñadas por la minería ilegal, el narcotráfico, la tala ilegal o la trata de personas. O simplemente, porque la informalidad, el subempleo, las jornadas de 12 horas de trabajo sin descanso, los services abusivos, y otras formas de maltrato a la dignidad humana, calan en la piel y la mente de muchos peruanos que buscan en el alcohol o las drogas una especie de refugio a su miserable realidad.
Cada año en el Perú se registran cerca de 100 mil accidentes de tránsito, con más de 55 mil víctimas entre heridos y lesionados, y cerca de 3 mil muertos, como consecuencia de la falta de respeto a las normas de tránsito. Solo estos accidentes generan daños valorizados en mil millones de dólares al año, la violencia sobre ruedas impacta entre el 1.5 % y 2 % del PBI. Los servicios de salud públicos colapsan cada vez que un bus colisiona o se desbarranca en nuestras carreteras. Nuestras morgues maltratan más los cuerpos que perdieron la vida por la violencia que agrede a los más indefensos en la costa, sierra y selva del Perú. Es decir, tenemos suficientes razones para entender que este problema de salud pública está causando muchas muertes y mucho dolor en los hogares peruanos.
Es imprescindible que el Estado, de la mano con los medios de comunicación y la sociedad civil, resuelva cuanto antes este problema, sino las consecuencias seguirán costando más vidas, y nuestro tejido social seguirá padeciendo de otro cáncer que ―al igual que la corrupción― seguirá matando la esperanza de los peruanos.
La semana que pasó se caracterizó por la gran expectativa que todos los peruanos tuvimos sobre el encuentro entre Perú y Argentina en la Bombonera. Realmente fue un partido de gran intensidad. Las pasiones, emociones y alegrías se juntaron en un solo grito de aliento: ¡Arriba Perú! se oyó en todos los rincones de la Patria. El último tiro libre de Paolo Guerrero nos hizo gritar a viva voz. Así cerramos un empate con sabor a triunfo, una vez más, nuestra selección hizo historia en la Bombonera, en ese estadio que late como si tuviera vida.
El viernes todos comentamos sobre el gran trabajo de Gareca, Gallese, Guerrero, Farfán y Flores. Realmente todos lo hicieron muy bien, hasta que pocos minutos antes de las tres de la tarde, los medios de comunicación interrumpieron sus programas, los chistosos de RPP solo atinaron a decir “está hablando Keiko” y, de inmediato, con señal en vivo y en directo, Keiko Fujimori empezó a leer un pronunciamiento sobre las investigaciones que realiza la Fiscalía en su contra.
Su discurso inició afirmando que siempre ha dado la cara y lo seguirá haciendo, además, trató de ser enfática al negar que Fuerza Popular, su esposo Mark y ella son una organización criminal, es más, dijo que, en la organización que preside todo está claro, todo está en orden.
Luego enumeró las cuatro investigaciones preliminares que realiza el Ministerio Público en su contra. Negó la existencia del audio que difundió Panorama respecto de una supuesta entrega de 15 millones de soles a Joaquín Ramírez para que los pase por la lavadora y trató de justificar y defender a la fiscal Sara Vidal por haber archivado el caso con una resolución de más de 200 páginas, dando a entender que una resolución fiscal de muchas páginas es suficiente para demostrar su inocencia, lo que puede ser válido desde el punto de vista de su legítima defensa. Sin embargo, lo que no es válido es la acusación que hizo contra Pablo Sánchez, actual Fiscal de la Nación, dando a entender que él está cometiendo intromisión en el caso, está presionando a la fiscal Vidal e incluso está presionando a otros fiscales.
Keiko también se refirió a la fiscal Peralta, la misma que archivó el caso Sodalicio, afirmando que ella había resuelto bien el caso sobre los aportes de su campaña del 2011, donde “todo está reportado y bancarizado”, indicó. Y luego siguió leyendo, dijo que era el colmo que la investiguen por hacer cócteles públicos, y que la información fue remitida oportuna y totalmente a la ONPE donde no encontraron ninguna irregularidad. Sin embargo, expresó su sorpresa del cambio del fiscal Germán Juárez, quien veía el caso, por el fiscal José Domingo Pérez, y cuestionó su “rara celeridad” para calificarlos como una presunta organización criminal cuando Juárez decía expresamente lo contrario.
“No dejaremos que nos vulneren nuestros derechos, nuestra imagen, nuestra reputación, desconozco los móviles de su repentina designación, no quiero pensar que lo han puesto para ampliar los plazos, y para montar un show mediático de allanamientos y otras acciones, nuestra defensa legal está tomando todas las acciones necesarias para impedir estos atropellos de un sector aparentemente parcializado del Ministerio Público” le dijo directamente al fiscal Domingo Pérez.
Y continuó leyendo tratando de mostrarse enérgica en sus palabras: “he sido muy cauta y paciente todo este tiempo, pero ya sobrepasaron el límite, investiguen todo lo que quieren pero sin abusos”, dijo estar allí en nombre de ella misma y de su partido. Y finalmente dejó una desafiante frase: “sepan que no les tenemos miedo, aquí nos tienen, acá estamos, la bancada y el CEN de Fuerza Popular”, y efectivamente, el escenario se mostraba así, ella hablando en el centro, y detrás estaban varios integrantes de su bancada, todos circunspectos, firmes e igual de desafiantes.
Keiko terminó de hablar, se oyeron las arengas de sus partidarios y raudamente se retiró por derecha y para atrás sin responder a la prensa, luego le siguieron los parlamentarios fujimoristas, todo según lo planificado previamente, era evidente.
Esto demuestra una vez más que, para Keiko, dar la cara es salir a leer un discurso preparado, seguir un guion y evitar las preguntas de la prensa. Esto demuestra una vez más que, para Keiko, hacer política es una especie de expresión de fuerza y de desafío contra todo aquel que piense, opine o actúe diferente a sus intereses. Esto demuestra una vez más que fue un acierto no ser elegida como presidente porque con cada exposición mediática, incluso en redes sociales, evidencia su inexperiencia política, su escasa capacidad de oratoria, su mal manejo de medios y su equivocado concepto de gestión del poder, cuatro puntos críticos que conducen al fracaso a cualquier político en el Perú o en cualquier parte del mundo.
Esta semana otra vez tenemos fútbol, otra vez la camiseta rojiblanca será el común denominador de todos los peruanos, sin distinguir su color político, y estoy seguro que el miércoles todos hablaremos de la clasificación de Perú al mundial. Sin embargo, el jueves tendremos nuevamente que girar nuestra atención hacia la arena política, el gabinete Aráoz tratará de lograr la confianza del Pleno, la congresista Bartra seguirá intentando ir a Palacio para recoger las declaraciones del presidente Kuczynski y, probablemente, la Fiscalía nos sorprenda con algún allanamiento o acción fiscal en el marco de sus investigaciones a los políticos de nuestros tiempos, no en vano Keiko se refirió a ello en la lectura de su discurso, no en vano ha negado que su esposo Mark Vito está afiliado a Fuerza Popular.
En el fútbol y la política peruana todo puede suceder en una semana, podemos clasificar al mundial después de 35 años, y esperar que los peces gordos de la corrupción puedan caer. Todo esto será posible si mantenemos la esperanza, pero sobre todo, si abrimos bien los ojos para no dejarnos engañar por aquellos que dicen ser el cambio y el progreso del Perú y, luego, terminan con sus nombres en las tapas de las carpetas fiscales y con las maletas hechas para escapar de la justicia del Perú.
El 13 de febrero de este año salí del trabajo en el Centro de Lima, alrededor de las ocho de la noche, era un lunes de agitado trabajo y lo único que quería era llegar a mi casa para descansar.
Como cada noche, manejaba por la av. Venezuela con rumbo al Callao, hasta que la luz roja del semáforo de la intersección con la av. Tingo María me obligó a detenerme en fila, mi auto estaba en el carril de la izquierda. De pronto miré el espejo retrovisor y de inmediato sentí un golpe muy duro en la parte posterior, con el impacto terminé trepándome sobre la vereda del lado izquierdo de la vía, felizmente no había nadie sobre ella, aún no entendía lo que sucedía, miré a la pista y una cúster de la empresa Grupo Holrex S.A. terminaba de impactar con tres vehículos más.
Es uno de esos episodios que sientes que dura una eternidad. Bajé de mi auto, estaba todo oscuro, y un olor de fierros retorcidos y llanta quemada se grabó en mi memoria para siempre, la mitad de la maletera de mi auto estaba recogida como un acordeón, el parabrisas posterior destrozado, y al frente una mujer con 8 meses de embarazo no entendía lo sucedido, se agarraba de su timón al verse atrapada entre la cúster de placa Z3U-713 y el auto al que ella impactó.
Era otro vehículo con el parabrisas delantero roto en el lado del copiloto como consecuencia del golpe que se dio con un camión que transportaba un contenedor, y que siguió su camino sin ninguna preocupación cuando el semáforo cambió a luz verde.
Walter Donayre Manrique, chofer de la cúster, seguía sentado con la mirada perdida, mientras bajaban los pocos pasajeros que llevaba, uno de ellos se me acercó y me dijo: “se quedó dormido, por eso no paró, ya venía cabeceando, él tiene la culpa”, señalándole, y luego, se perdió entre los curiosos que se asomaron al lugar.
Llegaron los bomberos a los pocos minutos, la mujer embarazada y una ocupante de la cúster fueron trasladadas a una clínica, y los que felizmente resultamos sin daños físicos fuimos a la comisaría Chacra Colorada, cerca del lugar del accidente.
Allí vivimos otro drama, entre la elaboración del parte, la denuncia policial, el dosaje etílico en otro lugar de pésimas condiciones de higiene, la inspección de los daños a los tres autos afectados, la indiferencia de los policías y la supuesta presencia del fiscal ―que nunca llegó― pero que decía que estaba en camino, nos dio las dos de la mañana.
Luego, el peritaje del auto, tantas veces tuvimos que ir a la comisaría para nuestras declaraciones, las largas esperas, y hasta ahora, no recibimos la citación del fiscal. En tanto, la reparación del auto a cuenta de cada uno porque nadie se hace responsable del accidente, el seguro La Positiva de la cúster dice que no cubre daños de terceros en su póliza, a pesar de que expresamente lo dice en la póliza N° 230105457-685. En fin, una historia que jamás debiera padecerla alguien.
Después de un episodio así es difícil volver a manejar, todo el tiempo estás en estado de alerta, con temor de que otra cúster te vuelva a impactar en las caóticas calles de Lima, una razón más para cambiar de trabajo y dejar el Centro de Lima, y desde entonces trato de evitar las avenidas de la muerte llenas de combis, taxistas, colectivos piratas y motociclistas imprudentes.
Sin embargo, en varios distritos de Lima, como San Miguel, se vive un drama infernal con las calles rotas, las obras avanzando a paso de tortuga, los semáforos mal programados e inexpertos trabajadores municipales que no tienen ni idea de cómo resolver los atolladeros en cada intersección.
Por eso las vías rápidas son una opción. Por ejemplo, el circuito de playas de la costa verde, sin embargo, nada podemos hacer ante la imprudencia que linda con el crimen de algunos conductores que usan las vías auxiliares para adelantar en las largas colas de las subidas de la playa, o de otros que no entienden que conducir un auto es llevar consigo una responsabilidad que incluye el bienestar de muchas personas.
Escribo esto porque el viernes que pasó, un imbécil en plena costa verde decidió pasarse intempestivamente del primer carril de la derecha hacia el tercer carril de la izquierda para voltear en U, yo estaba en el carril del centro y no tuve más remedio que frenar para no impactar con el auto atravesado en frente. Otro auto que venía detrás hizo lo mismo, sin embargo, un camión furgón de la empresa Dago Logistic S.A.C. conducido por José Romero Aguilar, de sólo 30 años con licencia A1, no reaccionó ni mantuvo la distancia suficiente para detenerse, y terminó chocando muy duro al auto detenido atrás del mío, y en consecuencia también me chocó.
Otra vez ese recuerdo de ver los vidrios rotos como escarcha recorriendo por el techo y el capot de mi auto, otra vez ese maldito olor de fierros retorcidos y llanta quemada, otra vez bajé de mi auto que logré estacionar en la berma derecha, otra vez un choque ocasionado por la imprudencia de los conductores, otras vez llegaron los bomberos y ayudaron al copiloto del camión que terminó atrapado por las piernas.
Llegó un policía motorizado, y después de cinco minutos se fue, otros dos policías motorizados pasaron sin inmutarse, sólo los bomberos ―como siempre― hicieron su trabajo en el lugar.
Nuevamente la comisaría, la denuncia, el dosaje etílico y la citación para declarar y pasar peritaje vehicular, salí de allí cerca de la media noche. Es penoso cómo trabajan los policías y el nivel de burocracia que significa sentar una denuncia, aparte de los 41 soles por el dosaje y 141 soles por el peritaje que tienes que pagar, para que al final no se determinen responsables del accidente ni de los daños ocasionados.
Esta impunidad debe pararse de una vez por todas, es el Estado el que tiene que encontrar una solución a este problema de salud pública. Cuántas vidas se pierden o terminan marcadas con una discapacidad como consecuencia de la imprudencia de los conductores que se vuelven asesinos en serie sobre las pistas. El chofer de la cúster, a los tres días, está nuevamente trasladando pasajeros por la av. Venezuela con el mismo vehículo, hasta hoy. No pasó absolutamente nada con él ni con la empresa. El fiscal a cargo sigue “investigando las causas del accidente”, esto es la ausencia del Estado y la legalidad, en un país que se torna cada día más violento.
Yo manejo hace 19 años, tuve un choque ―que yo ocasioné por imprudente― a los cuatro meses de tener mi primer auto, pero nunca me chocaron de la forma como me ha sucedido dos veces este año. Nunca he sentido el nivel de inseguridad que tengo ahora incluso dentro de mi propio vehículo. Es evidente el estrés que padecemos todos los que manejamos en las calles de este país donde el más pendejo es el que mete el carro, el que usa la vía auxiliar, el que se pasa la luz roja, el que insulta, el que finge que tiene cinturón de seguridad, el que maneja con la mano derecha y con la izquierda saca un cartel por su ventana que dice “Callao” o tiene un celular en la mano.
De una vez por todas tenemos que parar esto, autoridades locales, regionales y nacionales deben encontrar una rápida solución con el apoyo de la sociedad civil, o acaso los muertos por accidentes de tránsito valen menos que los que murieron por el terrorismo, acaso esto no es otra forma de sembrar terror en la sociedad peruana. ¡Basta ya a la violencia sobre ruedas en el Perú!
Dato: El sábado hablé con Miguel Guzmán, hermano del propietario de la empresa Dago Logistic, simplemente no aceptó la responsabilidad del choque que ocasionó su inexperto conductor. Dijo que él verá si lo despide o no, y los afectados que se frieguen por frenar bruscamente en una vía rápida. Duele el Perú una vez más.
En las últimas semanas hemos sido testigos de la evolución de la violencia en nuestro país, desde el recuerdo de la captura de Abimael Guzmán, cabecilla de Sendero Luminoso, que nos trajo a la memoria aquellos años cuando el terrorismo y sus crímenes, coches bomba y asesinatos, sembraron el terror en el Perú, hasta nuestros tiempos cuando vemos que la delincuencia, el crimen organizado y la inseguridad ciudadana son el vivo reflejo de que la violencia sigue siendo una lamentable característica de la cultura peruana.
Tratar de encontrar una definición sobre la violencia es una tarea casi imposible, porque existen diferentes formas de entenderla. Jacques Semelin, investigador e historiador francés, escribió que “a quien habla de violencia hay que preguntarle siempre qué entiende por ella”. Por ello, cuando nos referimos a la violencia en el Perú de inmediato la asociamos con hechos vinculados al terrorismo, crímenes, delincuencia, conflictos sociales, agresiones físicas y, también, agresiones verbales y actos de discriminación por distintas razones.
Debemos entender también que la violencia es de naturaleza humana, donde la agresividad es la principal expresión de ella, una actitud que se caracteriza por el uso de la fuerza contra el prójimo, o contra los bienes del otro, con el propósito de causar daño, de herir, o incluso, destruir al que se agrede, convirtiéndose en un acto ilegal, indebido y también inmoral.
Semelin propone diferenciar hasta tres categorías o formas de violencia. La primera, que distingue la violencia que genera muerte de la violencia estructural que se da en situaciones de miseria y opresión; la segunda es la violencia cotidiana, aquella que sucede como si fuera parte natural de nuestra vida; y en tercer lugar, se refiere a la violencia de espectáculo, esa que atrae nuestra mirada, que nos genera indignación y desaprobación, y como él dice, “que caracteriza buena parte de la ambivalencia de la violencia que por un lado asusta, pero por otro fascina”.
Tres categorías que se muestran en el país en su grado extremo con la delincuencia y el crimen organizado que cobra vidas, y la otra, que surge como consecuencia de las brechas sociales mostrando su peor cara en las precarias condiciones de vida de muchos peruanos sin acceso a los servicios básicos; pero también está la violencia cotidiana, aquella que se refleja en nuestras pistas, calles y plazas, esa que se expresa como fruto del odio, la envidia, el egoísmo, los celos, la maldad y también la indiferencia, esa violencia cotidiana que se escribe como crónicas rojas en los diarios chicha que perviven a cambio de 50 centavos; esas historias de dolor, de morbo y sensacionalismo que ocupa los principales noticieros de la televisión y otros programas “magaliescos” de nuestra “farandulérica” sociedad del chisme, el raje y el prejuicio, lo que antaño pudo describir muy bien Ricardo Palma. Una violencia cotidiana que toma por asalto las redes sociales para saturarlas de insultos, humillaciones, amenazas y otras estupideces, provocando en sus usuarios una irritación emocional que despierta ese cerebro reptil del que tanto habla la doctora cachetada.
Y lo que es peor, ahora emerge de las bases derruidas de la política decente, una nueva forma de violencia, esa que se muestra desnuda en boca de “ilustres” congresistas que gorman canalladas, en vivo y en directo, como un vil reflejo de sus mentes poco cultivadas, por decir lo menos. Cada frase, cada "haiga", cada juicio de valor, cada insulto y diatriba, no solo se repite en la mañana, mediodía y cada noche en la televisión, además, los analistas y entendidos de esta política hacen sus mayores esfuerzos para tratar de descifrar los entredichos que van y vienen como las ondas de un sismo con epicentro en las comisiones y pasos perdidos del Congreso.
Jean-Marie Domenach explica que la violencia se conoce en tres aspectos: el psicológico, cuando es una explosión de fuerza que toma un aspecto irracional y con frecuencia criminal; el moral, cuando atenta contra los bienes y la libertad del otro; y un tercer aspecto es el político, cuando usa la fuerza para apoderarse del poder o para desviarlo a fines ilícitos.
Y creo que este tercer aspecto es el que aparece cuando el fujimorismo trata de imponerse sin razones y por la fuerza, cuando trata de controlar incluso el pensamiento, opinión y actuación de su propia gente, un ejemplo es el avioncito de Kenji Fujimori que contiene su nuevo proceso disciplinario, un claro testimonio del tipo de política que algunos hacen en estos tiempos.
Si seguimos por este camino y no detenemos la escalada de esta violencia de fondo que está germinando ―como alguna vez sucedió con la corrupción en el Perú en la dictadura fujimorista― lamentablemente, en pocos años, veremos las consecuencias. Basta mirar a nuestros países vecinos, por ejemplo, Venezuela, para entender los resultados de la inacción y la indiferencia frente a lo que en esta columna advierto.
Acaso queremos llegar al bicentenario como un país que crece en su PBI de manera admirable internacionalmente, pero que es incapaz de construir y desarrollar bases sólidas de partidos políticos para que formen cuadros preparados para gobernar el Perú del futuro, un país con autoridades incapaces de lograr el respaldo y la confianza de sus gobernados, un país donde la institucionalidad y la gobernabilidad están a punto de colapsar, un país donde la corrupción, el narcotráfico y otras modalidades de crimen organizado han logrado tomar el control en las más altas esferas de los tres poderes del Estado.
Si seguimos dando espacio a la violencia es probable que al 2021 no lleguemos en democracia, porque la violencia ataca directamente a la vida, la salud, la integridad física y moral, y también la libertad individual de sus víctimas. Los peruanos no merecemos esto.
En la década de los 90 ─en radio Miraflores─ se transmitía un comentario editorial llamado “Buenos días, señor presidente”. Yo tenía apenas 18 años cuando lo escuché por primera vez en el noticiero El Momento, con la voz de Enrique Llamosas, y escrito por Ricardo Palma Michelsen.
Me llamó la atención cómo una persona a través de un medio de comunicación podía decirle directamente al Presidente lo que creía que estaba bien o estaba mal. Era un monólogo de unos cinco minutos, con singular agudeza y lenguaje, tiempo suficiente para expresar una idea concreta sobre la política de ese entonces y, claro, para criticar los desaciertos o destacar los aciertos del gobierno de turno.
Esta semana que pasó, 26 años después, veo que las cosas han retrocedido mucho. No solo un programa, sino varios programas, en radio, televisión, medios virtuales y algunos medios impresos, además de chats y redes sociales, descalifican al Presidente, ministros, congresistas, gobernadores, alcaldes, y a quien se les cruce por la cabeza; una libertad de expresión con licencia para el insulto, la diatriba, la ofensa, el vil señalamiento, la descalificación procaz al otro; y lo peor sucedió en el Congreso, en el debate por el voto de confianza de este jueves de temblores, cuando el poco seso y verborrea matonesca se alió con la inmunidad política, un escudo perverso que deja salir por sus fauces el hediondo olor de la politiquería de estos tiempos.
¿Es acaso la época de la política de cloaca la que merecemos?, ¿es acaso la época de la “supremacía política” que cree que ser de izquierda, caviar o rábano, es suficiente para merecerse una soflama que destila odio, discriminación y desprecio? Tan bajo ha caído la política peruana que los más “destacados” parlamentarios son reconocidos por sus bravatas, por su cacolalia, y hasta por su modorra escritura en sus obstinados tuits que solo reflejan su condición de cabestros.
En estos tiempos ya no se dice “buenos días, señor presidente”. En estos tiempos ya no vemos a la gente referirse con respeto al “señor ministro” o al “señor congresista”. En estos tiempos la imagen de un maestro, un policía, un juez o un fiscal no representan la dignidad, la admiración o la justicia. Parece que todo se puso de cabeza.
Lo único rescatable de este tiempo inverso es que la selección peruana está entre los cuatro calificados al mundial, después, lo demás está de cabeza y para mal, los servicios públicos son una muestra de ineficiencia y de indolencia. La justicia ni qué decir, el Poder Judicial ahora publicita la implementación del nuevo código penal como si fuera una oferta 2×1 de mercado en el Callao. El sector salud en lugar de curar se dedica a coimear. En algunos barrios populares el proselitismo se disfraza de audiencias públicas sobre el agua. En educación se resisten a ser evaluados. En la reconstrucción con cambios hacen cola los empresarios favoritos de todos los gobiernos para sacar sus buenas pro y seguir tercerizando por dos soles a los que hacen ─mal que bien─ el trabajo con lo poco que les dejan. Ese es el Perú que tenemos que cambiar.
Los congresistas deben entender que ellos son parte del gobierno. Ellos también fueron elegidos para ayudar al país a dejar de lado todo aquello que nos consume en la miseria, el hambre y la ignorancia. Sé que para la mayoría de ellos será difícil entenderlo, pero aún tengo esperanzas de que vendrán nuevos tiempos, tiempos nuevos de verdadera política.
Victor Lapuente Giné, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Gotemburgo, escribió alguna vez que la política no debe impregnarlo todo, como quiere el populismo. Ni tampoco tiene que evaporarse, como propone la tecnocracia. La política es lo que está en medio, entre el sistema y el individuo. Es la gestión de las reglas comunes y no de los nombres propios.
Este nuevo gabinete, liderado por Mercedes Aráoz, tiene que encontrar el equilibrio entre la buena política y la verdadera tecnocracia, tiene que demostrar ─en corto tiempo─ que el gobierno está enderezando el barco hacia un buen puerto, mientras que el Congreso, sobre todo Fuerza Popular, debe entender que la intransigencia y el obstruccionismo está demostrando a todos los peruanos que no están capacitados para gobernar, y nuevamente las urnas le pasarán la factura.
Cuidado que no aprendamos de la lección del “buenos días, señor presidente”, no vaya a ser que por la inacción, el enfrentamiento, la intransigencia, o por otras pusilánimes acciones propias de las ambiciones del poder y la corrupción, terminen convirtiéndose en “pan con mantequilla”, historias escritas desde la cárcel, esa prisión que hace de la soledad y la derrota sus mejores compañeras.
Este 12 de septiembre es una fecha de gran valor histórico para el Perú. Hace 25 años, el Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) logró capturar al máximo cabecilla y parte de la cúpula de la organización terrorista Sendero Luminoso, autores del terror y la violencia que azotó al país durante las décadas 80 y 90.
Durante estos días, este hecho toma singular notoriedad porque, además de los informes periodísticos y ediciones especiales al respecto, también se estrena la película “La hora final” de Eduardo Mendoza, donde se recrea detalles de la “Operación Victoria” y el esfuerzo que realizaron los agentes especiales del GEIN para dar este certero golpe al terrorismo de entonces.
Esta es una oportunidad para entender mejor lo que significa para el país la lucha frontal contra el terrorismo y también las consecuencias que sufrimos los peruanos en esos años. Una historia que puede repetirse si no tomamos acciones para evitar que estas ideas trasnochadas vuelvan a germinar en la mente de las nuevas generaciones, sobre todo, en aquellos jóvenes que no tienen idea de lo que vivimos en esa época de apagones, coches bomba, desapariciones y asesinatos selectivos, entre otros eventos motivados por la violencia y el terror.
Esta lucha se da, desde mi punto de vista, en cuatro etapas. Una primera que da lugar al surgimiento de Sendero Luminoso durante los años setenta, cuando Abimael Guzmán captaba la atención de grupos de jóvenes en Ayacucho para inculcarles sus ideas y la necesidad de hacer una guerra para alcanzar sus propósitos. ¡Y no hicimos nada para evitarlo! Hasta que, en los años 80 e inicios de los 90, suceden las acciones violentistas y atentados terroristas en diferentes regiones del país, atentados que poco a poco fueron acercándose a la capital, hasta que vimos los peores episodios del terror con el coche bomba en canal 2, el asesinato de María Elena Moyano y la detonación de otro vehículo en la calle Tarata en Miraflores.
Esta etapa fue extremadamente violenta por el accionar de los terroristas y sus cobardes atentados, así como los abusos, asesinatos y desapariciones forzadas perpetrados por algunos miembros de las fuerzas armadas, como el grupo Colina, dejando entre dos líneas de fuego a las poblaciones más vulnerables, sin respetar ni siquiera a los niños, mujeres y ancianos, que fatalmente se encontraron en medio de esta guerra interna. La Comisión de la Verdad y Reconciliación refiere cerca de 40 mil víctimas durante esta época.
Una segunda etapa es la captura de Abimael Guzmán. En marzo de 1990 se crea el GEIN, nace con un grupo de cinco agentes que poco a poco fue creciendo hasta ser 82. Este grupo de expertos desarrolla al máximo sus estrategias y tácticas, con el apoyo del gobierno americano, hasta que el 12 de septiembre de 1992 dieron con el paradero de Guzmán, y le cayeron encima en un operativo ampliamente difundido en estos días. Desde la historia de los agentes “Gaviota” y “Ardilla”, hasta los detalles del seguimiento y análisis minucioso de cada información, videos, fotografías, materiales incautados y colaboraciones eficaces, que contribuyeron al éxito de la “Operación Victoria”, y que ahora todos recordamos.
Una tercera etapa es la de juzgamiento. Inicialmente esta cúpula senderista fue condenada a cadena perpetua en juicios sumarios por tribunales militares sin rostro. Sin embargo, en enero de 2003, el Tribunal Constitucional declaró que estos procesos eran inconstitucionales y trasladó la responsabilidad al sistema de justicia -en un gobierno democrático-, de volverlos a juzgar en el marco de la Ley y garantizando el debido proceso. Para esto, la Fiscalía jugó un papel importante, porque luego de 12 años de la captura, tuvo que recoger y analizar nuevamente todas las pruebas necesarias para alcanzar la pena máxima para el cabecilla senderista y su cúpula. Esta etapa de juzgamiento concluyó con una sentencia de cadena perpetua para Abimael Guzmán y Elena Iparraguirre, mientras que a los demás les dieron sentencias entre los 24 y 35 años de cárcel.
Sin embargo, tenemos una cuarta etapa, que considero que aún está vigente, y tiene que ver con la urgente prioridad de derrotar a las ideologías que dieron lugar a esta era de terror que padecimos, y aquí creo que no hemos avanzado mucho, lamentablemente.
El historiador Antonio Zapata, en su libro “La guerra senderista, hablan los enemigos”, publica algunos testimonios de Elena Iparraguirre: “A la gente no la captábamos porque empleábamos la violencia, eso más bien la espantaba. Por el contrario, la juventud nos seguía porque ofrecíamos la posibilidad de acabar con el causante del sufrimiento.”… “También ofrecíamos una imagen del porvenir comunista de la humanidad. Una sociedad donde desaparecerán las contradicciones de clase. Empezará un desarrollo económico y social imparable, satisfaciendo las necesidades materiales de las mayorías.”
Esto evidencia parte de la estrategia que usó Sendero Luminoso para imponer sus ideas de terror e ir ganando más adeptos. Guzmán empezó en las aulas, ante jóvenes, construyendo en sus mentes el ideal del porvenir comunista de la humanidad, solo que para alcanzarlo había que usar las armas, la guerra, la violencia, tomar la “justicia” por las manos, vengarse de los que tienen el poder, entre otras barbaridades.
Si miramos ahora el Perú, vemos que las aulas de nuestros jóvenes, en los colegios y algunas universidades o centros de enseñanza, están cediendo espacio, nuevamente, a estas ideas. Cuidado con los docentes –y con otros seudo dirigentes- que fácilmente siembran una cultura de odio, de venganza, de rechazo a la política, a las autoridades, a las instituciones. Esto está reflejándose en la débil institucionalidad que actualmente padecemos, en los tres niveles de gobierno, y en los tres poderes del Estado.
Creo que esta lucha contra el terrorismo aún no termina. Debemos erradicar de raíz el germen de la violencia, debemos evitar que nuevos “gremios” o agrupaciones sociales aprovechen las necesidades y reclamos justos de los peruanos para encabezar actos violentos, y lo que es peor, acciones que buscan desestabilizar nuestra incipiente democracia, pero democracia al fin.
Basta ver las redes sociales para encontrar un mundo de odio, basta navegar en Internet para encontrar páginas que defienden al genocida Guzmán y su cúpula. ¡Cuidado! Porque el vacío que dejan los precarios –y casi inexistentes- partidos políticos, tienen que ser ocupados. Las mentes de los jóvenes de hoy son consumidores desenfrenados de información de todo tipo. Por eso, es necesario nuevas ideas, debates políticos, nuevos líderes sociales con espacios para expresarse con respeto, conocimiento y altura. Necesitamos que la cultura, el deporte, la educación, el arte y toda expresión humana, orientada hacia el bien común, tenga mayor protagonismo y presencia en la sociedad peruana, sino terminaremos enfrentando nuevamente la primera etapa que refiero en este artículo, con el agravante de un nefasto financiamiento otorgado por la corrupción y el narcotráfico, un peligroso cóctel que amenaza a todos los peruanos y a nuestra democracia.
Los servicios de salud en el Perú fueron protagonistas de la noticia durante la semana que pasó. La lamentable muerte de Yolanda Velásquez, madre de la excongresista Ana Jara, demostraron las irreversibles consecuencias de la ineficiente atención de salud que padecemos muchos peruanos cuando recurrimos a los hospitales y centros médicos del Estado.
Si miramos el número de establecimientos de salud, encontramos 11,873 clínicas y consultorios privados (57 %), 8,062 centros de salud del MINSA y gobiernos regionales (39 %), 380 pertenecen a ESSALUD (2 %), y 393 administrados por otros como Sanidad, INPE, y demás (2 %).
Sin embargo, el número de afiliados que tienen derecho a la atención por parte del MINSA supera los 16 millones de personas, y ESSALUD cuenta con 9,5 millones de afiliados, mientras que los establecimientos privados –el 57 %- atienden a un poco menos de un millón de personas, una paradoja.
Sabemos que el Perú tiene más de 20 mil centros de salud formales, lo que no sabemos es si todos los establecimientos están debidamente equipados y, principalmente, si los especialistas que brindan el servicio de atención médica están realmente capacitados para darnos una solución a los problemas de salud que nos obligan a acudir a ellos.
Lo que tampoco sabemos es lo que se hace para erradicar los locales de salud informales que, según la Superintendencia Nacional de Salud, alcanzan los 600 mil y operan al margen de la ley.
Es claro que los principales problemas que vemos en el sector son de infraestructura; también de hacinamiento en los centros médicos públicos, y cuya consecuencia es el alto riesgo de contaminación y contagio de los pacientes; el irresponsable manejo de los residuos biocontaminados; el deficiente abastecimiento de medicamentos y materiales médicos; así como el deficiente mantenimiento y adquisición de equipos médicos; y digo deficiente por no decir corrupto, porque la peor contaminación que padece el sistema de salud es la corrupción enquistada en todos los niveles, así como la falta de ética y moral de aquellos médicos, empleados, funcionarios y empresarios, públicos y privados, que viven de este “lucrativo” sector; y de la vocación de servicio queda poco que decir, realmente son pocas las excepciones.
Felix Carbajal Paredes, de 84 años, ingresó el 10 de agosto al Hospital III de Chimbote debido a un evento cerebrovascular isquémico, sin embargo, en emergencia, el doctor que lo atendió le diagnosticó un “cuadro de Alzheimer”, claro que la tomografía que le realizaron después demostró la verdadera razón. Felix fue internado, y al día siguiente dio signos de recuperación, pero, por recomendación médica se quedó un día más en observación, y luego otros días más, hasta que el 19 de agosto falleció por una severa infección pulmonar, y aunque a los familiares les dijeron que fue consecuencia de una fibrosis pulmonar, en realidad murió por un shock séptico y neumonía ocasionado por una infección intrahospitalaria.
Casos como este se han hecho públicos en redes sociales durante la última semana, y en contracorriente, algunos médicos y otros “expertos” han circulado mensajes de desagravio a su sector, defendiendo lo indefendible, y justificando la muerte de la mamá de Ana Jara de la manera más absurda, e incluso, con calificativos discriminatorios y denigrantes contra ella.
Creo que esto demuestra una vez más, que las políticas de Estado no son simple literatura para justificar el gasto público o promover la inversión privada. La salud pública es una tarea fundamental que debe atender el Estado con eficiencia, transparencia y honestidad. No se trata de construir más hospitales, sino, de promover una cultura de vida sana en el país. Está demostrado que la prevención es la mejor manera para estar saludables, y esto es responsabilidad de los que gobiernan, por ejemplo: ¿cuánto tuvimos que esperar el reglamento de la alimentación saludable? que aún no está vigente; ¿cuándo veremos que el deporte realmente sea una actividad promovida en el país?; ¿cuándo se atreverán en el Congreso a sacar una ley que prohíba la publicidad de alimentos dañinos para la salud?; ¿cuándo veremos que la educación se oriente hacia la formación de buenos ciudadanos, con buenos hábitos de conducta y de alimentación? en lugar de “exitosos profesionales” dispuestos a acumular dinero sin importar la salud y el bienestar de los demás; ¿cuándo veremos que las autoridades realmente supervisen a las universidades que enseñan medicina? para tener la seguridad de que los futuros médicos realmente estarán capacitados para confiarles nuestras vidas y la de nuestros hijos.
Una señora me comentó que el mes pasado tuvo que pagar 500 soles a un médico para que le consiga una cama para su familiar en el hospital Rebagliati, otra persona que trabaja en un laboratorio me asegura que la única forma de vender sus productos es ofreciendo el “diez por ciento en donaciones” para los responsables de las contrataciones, y “becas internacionales con gastos de viaje pagados” para los médicos que darán la conformidad, y así, son casos interminables que demuestran el nivel de podredumbre humana de los que les confiamos nuestra salud. Realmente es difícil confiar en ellos, en sus diagnósticos, en sus recetas, si vemos que detrás hay intereses de empresas, laboratorios, marcas, auspicios u otros afanes que contravienen a la ética y la moral.
Debo decir también que felizmente existen médicos de honor, con vocación de servicio, honestos, que no manchan sus ropas blancas con las coimas, ni sus manos con la negligencia o la indolencia ante el sufrimiento de los que acuden a ellos pidiendo ayuda, consejo, atención y respeto, nada más. Son pocos pero son, y esperemos que no se alejen del servicio público a pesar del hostigamiento que generalmente sufren por no dejarse infectar por el cáncer de la corrupción que pulula en sus centros médicos.
Mis condolencias y solidaridad con Ana Jara por lo sucedido con su madre, y también con todas aquellas familias que lloran por sus seres queridos, sobre todo los que terminan siendo víctimas de un perverso sistema de salud que deja a la suerte lo que se le debe confiar a la ciencia: la vida y la salud, el estar bien de todos los peruanos.
La confianza es un valor humano que involucra siempre a dos partes: una que ejerce una acción y otra que permite y acepta que esta acción se realice. En la política, la confianza es un valor esencial que garantiza la legitimidad del ejercicio del poder otorgado a los “que dirigen” el país en beneficio de los “dirigidos”, es decir, todos los ciudadanos.
La confianza tiene la particularidad de funcionar en doble vía, porque las dos partes prosperan y fortalecen sus relaciones humanas en la medida en que esta sea mutua, donde el respeto es el principal indicador que mide el nivel de confianza que existe entre las partes. Está claro que cuando la confianza se pierde o se traiciona, las relaciones se deterioran, se rompen y a veces se convierten en focos de conflicto y enfrentamiento.
Esto que digo se ajusta plenamente a cualquier relación de pareja, de familia, de negocios, de amigos y también de políticos; aunque el desenlace de estas relaciones que pierden confianza terminan siendo, tristemente, las principales noticias de los medios de comunicación más consumidos en el Perú.
Los actos de corrupción afectan totalmente la confianza de los peruanos frente al sistema de gestión pública que tenemos en los tres niveles de gobierno (local, regional y nacional), el sistema de salud ―público y privado― tampoco se considera confiable, la precaria y cuestionable administración de justicia también genera desconfianza, la labor que cumplen los ministros en sus carteras están permanentemente cuestionadas e interpeladas, lo que sucede en el sector educación con la huelga de los maestros es el más claro ejemplo de esto, y el legislativo no termina de entender ―sobre todo la bancada fujimorista― que son parte del gobierno que ellos mismos desacreditan con sus dichos y hechos. Además de otros casos como la leche que no es leche, el chocolate que no es chocolate, y otros temas mediáticos que afectan la confianza de los peruanos respecto de sus autoridades y “singulares” representantes.
Hace más de veinte años venimos padeciendo de una crisis de valores crónica, y en las últimas semanas parece que estuviera a punto de hacer metástasis en el tejido social peruano, el respeto entre cada uno de nosotros está por los suelos, este indicador está marcando una señal de alerta frente a un país que padece del “mal de la desconfianza y la falta de respeto”, y cuyas consecuencias pueden ser la ingobernabilidad, la deslegitimación del poder, el desconocimiento de la legalidad y la institucionalidad del sistema público, y finalmente, el desgobierno.
En los últimos días hemos sido testigos de odios, mentiras, insultos, diatribas y otras expresiones procaces en manos y bocas de los “líderes de estos tiempos”, sobre todo de aquellos a los que les confiamos el destino de nuestro país rumbo al bicentenario. En lugar de fortalecer las relaciones entre todos los actores políticos, sociales y económicos, solo se han empeñado en enfrentarse desde sus trincheras mostrándose los dientes, envileciendo (más) la política, saboteando los esfuerzos de recuperación del orden y denigrando la investidura que tienen como altos funcionarios de un país y de los peruanos que dicen que representan y defienden.
Basta leer a los tuiteros en esta especie de guerra virtual donde la credibilidad y la razón casi no tienen lugar en medio de insultos, memes, falsos anuncios, captura de pantallas “truchos”, troleadores y activa participación de reconocidos intelectuales, politólogos y líderes de opinión, confundidos entre las noticias internacionales, la publicidad y el sensacionalismo chicha tan propio de los peruanos.
La quejudez, bulocracia, agresividad, falta de respeto y rechazo a la política, están a punto de convertirse en “marca Perú”, y los que tienen la responsabilidad de hacer exactamente lo contrario (es decir, crear las condiciones necesarias para que todos los peruanos logremos alcanzar el desarrollo humano, el progreso y la felicidad) son los vivos testimonios de estos males que padecemos.
Frente a esta situación, creo que necesitamos un respirador artificial llamado “sociedad civil activa”, para que nos permita recuperar el valor esencial de la confianza. Necesitamos con urgencia una fuerte dosis de credibilidad a cargo de los que aún conservan este valor consigo, ellos son los que tienen que generar los espacios de entendimiento ―con el respaldo de la sociedad civil activa― para revertir este escenario de conflicto y crisis política que nos está arrastrando a un abismo muy parecido al que vivimos en las décadas 80 y 90, creo que fue suficiente lección para no caer nuevamente en ello.
En una de sus visitas a Colombia, el periodista y filósofo Fernando Savater afirmó que “el camino para recuperar la confianza en las instituciones, en el Estado, en los mismos políticos, en los ciudadanos, es político. Esto es mucho más que elecciones y partidos políticos, que las peleas entre presidentes y expresidentes. Hacer política también es rechazar con vehemencia las actuaciones de quienes en beneficio propio abusan de su poder y de la confianza que en ellos se ha depositado y que por esta vía afectan la credibilidad de las instituciones. Es exigir que sean sancionados y garantizar que reparen el daño causado. En la política hay principios que no son negociables y el primero de ellos es la ética”.
La gobernabilidad en el Perú será posible cuando los peruanos recuperen la confianza en sus autoridades y en sus instituciones, solo así seremos ciudadanos respetuosos y obedientes cumplidores del orden democrático, porque el correcto ejercicio del poder político se basa en la confianza ciudadana. Espero que pronto, los políticos peruanos lo entiendan, sino, la sociedad civil activa es la llamada a enseñarles cómo hacer verdadera política en nuestra querida patria.
En los últimos días la huelga de los maestros ha desencadenado una fuerte crisis política que tiene que resolver el actual gobierno, que se encuentra en medio de protestas, toma de carreteras, manifestaciones violentas en la avenida Abancay y la represión de la policía por restablecer el orden en esta vía. Hasta los otros actores políticos –que parecen andar en jerigonzas– desde el Congreso, a través de los medios de comunicación y en las redes sociales, terminan generando más complicaciones y enfrentamientos entre oficialistas y la oposición mayoritaria del parlamento.
Raquel Cazorla, una joven estudiante de 19 años, me comentó que el actual escenario político se parece al descrito por Manuel Gonzáles Prada en su discurso en el Politeama (en pleno siglo XIX) cuando refirió que “con especialistas, o más bien dicho, con aficionados que presumían de omniscientes, vivimos de ensayo en ensayo: ensayos de aficionados en diplomacia, ensayos de aficionados en economía política, ensayos de aficionados en legislación y hasta ensayos de aficionados en tácticas y estrategias”. Esto, respecto de los políticos de ese entonces y que termina siendo una clara descripción de los políticos de estos tiempos.
Esto es una clara señal de la inmadurez política que vivimos a pesar de estar próximos a los 200 años de vida independiente. Los conflictos sociales que actualmente enfrentamos en diferentes regiones del país terminan siendo las consecuencias de la falta de verdaderos líderes políticos capaces de dirigir las políticas públicas hacia el bien común de un país tan rico como el Perú pero tan pobre de dirigentes como los que tenemos.
Los gremios como el SUTEP han devenido en pugnas internas de organización, generando espacios a seudo representantes de los maestros, pero con una capacidad de movilización y paralización en diferentes regiones del país. Esto es una muestra del debilitamiento de los gremios de profesionales y trabajadores en los diferentes sectores productivos; otra vez, como consecuencia de la debilidad del liderazgo que deben tener los dirigentes sociales legítimos, o al menos, los que resultan formalmente elegidos en sus respectivos gremios.
Me llama la atención las vivas que le dedican sus manifestantes a estos improvisados dirigentes que no tienen capacidad de decisión luego de las negociaciones, exigen muchas cosas –probablemente justas– que no son capaces de cerrar acuerdos sin consultar con sus bases, o al contrario, si firman acuerdos como legítimos representantes, sus bases no las aceptan y tampoco les dan crédito.
Igual sucede en el ejecutivo, las decisiones que se toman en un sector terminan siendo desautorizadas por otro sector del mismo ejecutivo, y peor aún es lo que sucede con el Congreso, sobre todo con la oposición que hasta hoy no entiende que ellos también han sido elegidos para gobernar el país desde el rol que les corresponde, tarea que no cumplen con la altura ni la dignidad propia del cargo que ostentan como congresistas de la República, las expresiones de algunos parlamentarios son un claro ejemplo de la más canallesca forma de “menoscabar” el cargo que se supone debe ser ocupado por los más ilustres líderes peruanos a quienes se les confía los destinos de nuestra patria por un quinquenio.
Raquel tiene razón cuando refiere a Manuel Gonzáles Prada, y lo que dice en su discurso, como si fuera una descripción de la actualidad política que padecemos, “por eso, aunque siempre existieron en el Perú liberales y conservadores, nunca hubo un verdadero partido liberal ni un verdadero partido conservador, sino tres grandes divisiones: los gobiernistas, los conspiradores y los indiferentes por egoísmo, imbecilidad o desengaño”, probablemente para ella, como para muchos jóvenes, será sencillo identificar a los actores políticos de hoy en cualquiera de estas tres divisiones.
Yo seguiré insistiendo en abrir el ángulo de la visión de los políticos que tenemos. El desarrollo del país no solo debe centrarse en el crecimiento del PBI y demás indicadores económicos –que paradójicamente son los mejores de la región–, sino que debemos empezar a mirar el desarrollo humano de los peruanos.
Debemos empezar a desarrollar e invertir fuertemente en la reconstrucción de los valores de nuestra sociedad, sobre todo en los jóvenes que hoy en día no quieren participar en el tipo de política que tenemos, ellos son el futuro en el mediano plazo del país, necesitamos empezar a escucharlos, a entenderlos, y sobre todo, debemos generarles los espacios necesarios para que desarrollen sus condiciones de liderazgo en la sociedad civil, con una alta dosis de ética, honestidad y respeto al prójimo; y la educación, el deporte y la cultura son los más indicados para lograr este propósito. Es allí donde debemos centrar nuestros esfuerzos, todos juntos; el ejecutivo, el congreso, la sociedad civil y los medios de comunicación, los cuatro pilares que deben sostener la verdadera democracia que merecemos, y si alguien atenta contra estos, entonces el sistema de justicia debe actuar para corregir y evitar cualquier daño. Estoy convencido que de la mano con los jóvenes si podemos construir un Perú mejor.
Como dijo Gonzáles Prada: “¡Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas y frutos nuevos! ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!”.
Aproximadamente la mitad de los peruanos recurre por lo menos una vez al año a una clínica, hospital o centro de salud para ser atendido por algún malestar o accidente. Según información que publica el INEI, el principal lugar de atención son las farmacias y boticas (18 %), luego los establecimientos del MINSA (17 %), las clínicas y consultorios particulares (9 %) y locales de ESSALUD (6 %).
Además, respecto de aquellas personas que manifestaron tener algún problema de salud, el 43 % indica que no buscó atención porque “no fue necesario” (usó remedios caseros, se auto recetó, no tuvo tiempo, está lejos de un establecimiento de salud, por evitar maltratos, falta de confianza, demora de la atención o por falta de dinero).
Viendo estas cifras podemos afirmar que 15 millones de peruanos hacen uso del sistema de salud por lo menos una vez al año, un sector que mueve un poco más del 5 % del PBI, es decir, más de 10 mil millones de dólares utilizados para gastos de salud, medicamentos, seguridad social, ministerio de salud, servicios privados, EPS, equipamiento, infraestructura, etc. De los cuales el 70 % corresponde al sector público y el 30 % al privado.
En alguna ocasión Juan Arroyo, investigador de CENTRUM, refirió que las barreras de acceso a la salud se están incrementando en los últimos años. Algunas razones son comprensibles, por ejemplo, condiciones geográficas debido a las características de nuestro territorio o la falta de tiempo en este mundo cada vez más agitado. Otras razones no comprensibles son la falta de confianza, las demoras en la atención, el maltrato del personal de salud, o la no tenencia de un seguro.
Esto es entendible desde el punto de vista de los especialistas en salud, sin embargo, existen dos barreras que impiden que la otra mitad de peruanos puedan acceder a un servicio de salud de calidad, confiable, honesto, a tiempo y, al menos, con verdaderas posibilidades de recuperarnos frente a cualquier problema de salud; me refiero a la informalidad y a la corrupción que existe en este sector.
Sobre la informalidad me ocuparé en otro momento, creo que basta referir la venta de medicamentos en las farmacias sin necesidad de receta médica, o lo que es peor, la comercialización de medicamentos (robados, adulterados o de contrabando) en cualquier galería comercial sin ninguna garantía o efectiva fiscalización de las autoridades responsables.
Pero lo que sí debe llamar la atención de todos es la corrupción que existe en este sector. Esta semana conversé con algunas personas que trabajan en el ámbito privado que me han generado gran indignación. Cada historia que me contaron con detalles evidencia que las áreas responsables de las compras en las entidades de salud del Estado están plagadas de delincuentes, la cultura del 10 % por girar órdenes de servicio o dirigir los procesos de compra son una regla general para mantenerse en el mercado, “si no les das, simplemente no te compran, encima te dicen directamente, tal empresa me está ofreciendo tanto, y tú cuánto me das”. Así de simple, lo tomas o lo dejas.
El presupuesto público asignado este año al sector salud es de 8,456 millones de soles, de los cuales 2,643 millones son para pagar planillas y pensiones del personal médico y del personal administrativo, mientras que 4,100 millones están destinados a la compra de bienes y servicios, entre otros gastos, que son ofertados por las oficinas de logística de estas entidades públicas. Estas compras son las que se negocian, y las coimas las pagamos todos los peruanos.
El mecanismo es simple, si yo quiero venderle a un hospital gasas quirúrgicas estériles, que estoy importando a un sol puesto en mi almacén, y mi precio de venta es 2 soles, el analista de logística me pedirá que yo elabore las especificaciones técnicas o las bases a la medida de mi producto y que les cotice 3 soles por cada gasa, de allí sale la “comisión” negociada, y la forma de “pagar” es con depósito en cuenta a un tercero, o la compra de algún bien, o el pago de algún viaje, esto si el monto de la venta es menor a los 400 mil soles.
Y si la venta es directa —por un valor menor a las 8 UIT— entonces le dejas el “sobrecito” en la mesa donde muy contentos comparten un pan con chicharrón en la avenida arenales o en otro de esos restaurantes donde se pactan porcentajes y marcas de celulares, licores, artefactos o incluso autos y camionetas, que luego el empresario tiene que comprar y “maquillar” con su contador para justificar el “gasto en atenciones especiales”.
Es decir, entre la sobrevaloración y la repartija de coimas que va desde el analista logístico hasta la alta dirección —porque así funciona— se estima que este año el Estado pagará indebidamente 500 millones de soles solo en el sector salud, es decir, más del presupuesto que necesita el INEN para funcionar durante todo el año. ¡Y ni qué decir de lo que pasa en las regiones!
Realmente duele el Perú cada vez que miras el aparato público y este sistema corrupto de mercaderes del Estado. La solución es muy fácil para acabar con este mecanismo perverso de corrupción, todas las compras deben hacerse en línea, sin intermediación alguna entre los “logísticos” y los proveedores, con propuestas técnicas y económicas de acceso público. La única forma de lograr precios justos y productos de calidad es a través de mecanismos de transparencia totalmente abiertos al control y la vigilancia ciudadana, aunque esto afecte al clientelismo político, que finalmente está detrás de estas malas prácticas. Y es también una decisión política que hasta ahora nadie se atreve a tomar y mientras, seguiremos padeciendo con el sistema de salud que tenemos, no solo escaso en gasas y medicamentos sobrevalorados, sino en valores como la ética y la honestidad.
El pasado 4 de agosto fue el día del juez, el Presidente Kuczynski asistió a la ceremonia realizada en el poder judicial donde sostuvo que “la justicia es fundamental para que un país funcione, por lo que necesitamos un sistema que sea transparente y eficiente, con expedientes digitalizados, en aras de una simplificación y que no demore tanto tiempo”.
En nuestro país tenemos un poder judicial organizado en 33 distritos judiciales, con cerca de 3 mil jueces en todo el Perú, donde el 60 % son titulares y el 40 % administran justicia de manera provisional o como supernumerarios.
Se estima que la carga procesal anual del poder judicial supera los 3 millones de expedientes. De estos, el 55 % es una carga heredada de años anteriores y cada año ingresan un promedio de 1,4 millones de expedientes nuevos —una carga procesal que se incrementa en 200 mil expedientes no resueltos cada año—. Según el Informe de la Gaceta Jurídica sobre la justicia en el Perú, se proyecta que la carga procesal para el 2019 será de 2,6 millones de expedientes no resueltos.
Esta es la carga procesal que cada año ocupa a los cerca de 3 mil jueces a nivel nacional, de los cuales, 40 son supremos, 552 superiores, 1500 especializados y cerca de 800 son jueces de paz letrados, es decir, menos de 2,400 jueces tienen en sus manos la responsabilidad de resolver la mayoría de procesos judiciales en primera instancia. Lo cual resulta una tarea titánica en manos de jueces que tienen que acomodarse en ambientes poco adecuados y de deficiente infraestructura, sobre todo en provincias, para cumplir sus funciones.
Probablemente esta sea una de las razones por las cuales los procesos judiciales demoran tanto en el Perú; por ejemplo, un caso de robo agravado o violación sexual que legalmente debe resolverse en 7 meses, termina en realidad superando los 4 años de proceso, siendo este tiempo el promedio para resolver cualquier caso por parte de los administradores de justicia. Una realidad muy distante a lo expresado por el Presidente en sus declaraciones del pasado viernes.
Sin embargo, debemos tener fe y esperanza de que esto cambie, alcanzar la eficiencia en el sistema de justicia va más allá de tener mayor presupuesto, ¿de qué sirve tener más dinero si no se tiene claro los procedimientos que se deben seguir para hacer más eficiente, menos costoso y más rápido los procesos judiciales?
Tampoco será suficiente la digitalización de los expedientes judiciales si estos no responden a un sistema integrado de gestión de una carpeta única que debe iniciarse desde las comisarías y mesas de parte de las fiscalías provinciales, hasta el término del proceso, con un número único de expediente desde la denuncia hasta la sentencia o determinación final del juez.
Esto sería parte de la solución al mediano o largo plazo; sin embargo, debemos destacar las experiencias exitosas de administración de justicia eficiente y rápida en el corto plazo y con los pocos recursos —humanos y económicos— que se tiene. Para poner un ejemplo, en la Corte Superior de Justicia de Moquegua, donde César Salinas Linares, juez titular especializado en familia, trabaja al lado de sus 6 asistentes y tres especialistas de la salud (psicólogo, asistente social y médico legista) con quienes ha reorganizado su sistema de trabajo de tal manera que ha logrado superar las metas triplicando la producción que le exige el poder judicial cada año, en el 2016 resolvió más de 2400 casos, y en lo que va de este año ya supera los 900 casos resueltos.
¿Cómo lo hace?, ¿a qué se debe su exitosa gestión en su juzgado?, ¿qué lo motiva a él y al personal de su despacho para alcanzar este nivel de eficiencia?, son algunas de las preguntas que deben analizarse con especial atención para replicar estas buenas prácticas en otros distritos judiciales. Está bien que el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial lo felicite y le reconozca sus méritos por alcanzar el primer lugar a nivel nacional en producción judicial de su especialidad; sin embargo, es necesario que un equipo evaluador, especializado, experto o como quiera que se llame, revise estos procedimientos y evalúe y proponga la mejor manera de replicarlo.
El Juez Salinas organiza audiencias maratónicas, incluso los sábados, para resolver los casos en menos de los plazos máximos comprendidos en la Ley, además, una vez al mes concurre con su equipo a las comisarías para atender en el mismo lugar las denuncias. Incluso llega a resolver judicialmente los casos en 3 o 4 horas y sin que la víctima tenga que desplazarse a tres lugares como ocurre normalmente en los casos de violencia familiar (denuncia en la comisaría, luego va donde el médico legista y después la audiencia en el juzgado), estos tres actos se realizan en la misma comisaría y de manera inmediata, otorgándole la protección requerida a la víctima y la sanción al agresor.
Iniciativas exitosas como la del Juez Salinas en el poder judicial y las fiscalías distritales en el Ministerio Público deben ser revisadas y analizadas por expertos multidisciplinarios de todas las entidades que conforman el sistema de justicia para recoger sus buenas prácticas e implementarlas. Y así poder encontrar soluciones integrales a un problema que afecta un derecho humano que nos corresponde a todos los peruanos, porque todos merecemos el acceso a la justicia con calidad, igualdad y celeridad.
El discurso del Presidente Kuczynski es un claro retrato de la realidad política que vivimos en estos tiempos, donde el factor económico, las inversiones, el gasto público y la confianza de los mercados internacionales marcan el rumbo de las decisiones que el jefe de Estado y sus ministros toman cada día en el ejercicio de sus funciones.
El termómetro que mide el éxito o el fracaso del gobierno se llama PBI. Si mantenemos un crecimiento entre el 2 y 3 por ciento estamos en recesión, si superamos el 4 por ciento, entonces, hemos recuperado el camino hacia el desarrollo y el progreso, pronto ingresaremos a la OCDE y llegaremos a convertirnos en un país desarrollado, dicen.
El Congreso es otro escenario ajeno a la construcción de la política en el Perú, la mayoría parlamentaria no tiene una ideología política, solo un apellido asociado a su “líder indiscutible (aún)” actualmente preso, y sus hijos –herederos del apellido– se disputan el liderazgo de ese grupo que reúne a singulares personajes que tienen en común un color de campaña, algunas investigaciones fiscales y un par de grupos de whatsapp que les marca la consigna que deben cumplir en el Parlamento.
Los demás grupos parlamentarios no se diferencian tanto del primero, han llegado a convenir campañas electorales que resultaron beneficiando a representantes de la Patria bastante diversos, alianzas que poco a poco se quiebran, se dividen, incluso se enfrentan por razones pragmáticas, cuotas de poder, comisiones del Congreso, o simplemente, por egoísmos, envidias y celos.
Los partidos aún sobrevivientes como el APRA, Acción Popular y el PPC también hacen lo suyo con sus enfrentamientos internos, la izquierda realmente casi no existe. Entonces, es fácil deducir que el Perú carece de partidos políticos, de debates de ideas, de líderes como aquellos que tenían la capacidad de influir en sus seguidores para moverlos a la acción y consecución de sus ideales.
A este escenario debemos agregarle cuatro puntos críticos que debemos tomar en serio; el primero, es la corrupción enquistada en el aparato público auspiciado por el sector privado, con tráfico de influencias, 10 por ciento bajo la mesa, con cuentas offshore o con canjes de puestos de trabajo para ineptos con buenos sueldos, hasta la microcorrupción para dar trámite a las gestiones administrativas que solo sirven para llenar de papel los escritorios de los empleados públicos.
El segundo, es el debilitamiento de la institucionalidad de casi todas las entidades públicas responsables de garantizarnos el acceso a los servicios básicos como educación, salud, alimentación, vivienda, trabajo, agua y desagüe, infraestructura, comunicaciones, justicia, por mencionar algunos. El problema es que esta falta de institucionalidad debilita directamente la democracia y se convierte en caldo de cultivo de trasnochados y peligrosos proyectos.
El tercero, es el solapado surgimiento de grupos perversos que en su discurso exacerban los ánimos de ingenuos peruanos para rebelarse contra la democracia, contra el gobierno de turno, contra el sistema público que no se da abasto para llegar a todos, principalmente a los más vulnerables. Un discurso que promete un supuesto modelo “más justo” después de tomar primero las calles, carreteras, colegios, hospitales, y luego, el poder por la fuerza para ajusticiar a los que consideran responsables de los problemas que tenemos en el Perú. ¡Cuidado con estos miserables a los que no debemos darle tregua!
Y en cuarto lugar, es la crisis que enfrenta el sistema de administración de justicia, esa que no sentencia, que demora, que es diligente solo para algunos, que persigue a otros, que se revela en el convenido actuar de magistrados mal pagados por el Estado, y lo que es peor, muchos de ellos pagados por lo bajo por una de las partes investigadas.
Cuatro puntos críticos que no se resuelven con medidas económicas, ni mayor presupuesto, ni con el libre mercado. Todo lo contrario, estos puntos críticos impactan negativamente en el desarrollo económico y en el mercado. Y digo esto para ver si así le prestan real atención a estos problemas de orden político que afectan al Perú.
Estamos a cuatro años del Bicentenario, en un país con un 25 por ciento de población juvenil (20 a 35 años) totalmente interconectado a través de las redes sociales y la Internet. En una época donde las comunicaciones tienen gran incidencia en los hábitos y conducta de la población en todos los grupos etarios.
Sin embargo, no tenemos partidos políticos, ni líderes políticos, ni activismo político, qué paradoja. Actualmente los medios de comunicación son más accesibles, más eficientes y más económicos, pero en el Perú para hacer política primero se necesita dinero, antes que líderes con valores e ideales dispuestos a construir un Perú mejor, un país que realmente merecemos.
Ahora el Presidente Kuczysnki tiene la oportunidad de construir la verdadera base de una democracia que nos conduzca hacia el primer mundo, creo que el Bicentenario sería el mejor momento para sembrar las bases de una verdadera forma de hacer política en el Perú, con reglas claras, con transparencia y participación de todos, con cuentas claras y auditadas, con proyectos de desarrollo político en las regiones, con líderes locales. Esta es una responsabilidad del Estado que no debe dejarse de lado mirando solo el mercado.
Crear las condiciones adecuadas para hacer verdadera política debe ser una política de Estado rumbo al Bicentenario.
El presidente Kuczynski llegó al Congreso de la República para cumplir con el mandato constitucional de rendir cuentas, no solo habló por un poco más de una hora, también presentó las memorias del primer año de gestión, una publicación de revisión obligatoria de todos los funcionarios del Estado, y de lectura recomendada para todos los peruanos.
Respecto de su discurso voy a referirme a tres tópicos principales sobre los que considero que giró el mensaje a la Nación: económico, social y político.
En lo económico hubo una autocrítica respecto de lo que se hizo y los resultados alcanzados en este año que pasó, refiriéndose al caso Lavajato y al “Niño Costero” como dos eventos que impactaron negativamente en un 2 % de crecimiento de PBI. Y como no podría ser de otra manera, debido al perfil y experiencia profesional del Presidente, dio a conocer las medidas económicas que se impulsarán durante los 4 años de gobierno restantes.
Habló de inversiones que superan los 200 mil millones de soles, desde la reconstrucción con cambios, mejoras de infraestructura, proyectos de agua y saneamiento, tratamiento de aguas residuales, doce proyectos encaminados y otros en proceso de formulación, hasta el anuncio del aeropuerto de Chichero, la segunda pista del Jorque Chávez, el tren de cercanías desde Barranca hasta Ica, el tramo 2 del metro, el gaseoducto del sur y nuevas reservas gasíferas, el crecimiento de las exportaciones, la recuperación de la confianza de los inversionistas y la mejora del sector minero en los próximos meses. Es decir, un escenario de mayores inversiones para lograr un mayor crecimiento económico que por lo menos alcance el 4 % del PBI el 2018.
En lo social habló sobre varios frentes. El primero que podemos destacar es el trabajo realizado para enfrentar la crisis que surgió como consecuencia del “Niño Costero”; Considero que dio un merecido reconocimiento a los que enfrentaron valientemente estos embates de la naturaleza. Aunque el trabajo continúa y el nuevo reto es lograr una verdadera reconstrucción en el menor plazo posible y sin dar lugar a ningún atisbo de corrupción como sucedió en Pisco luego del terremoto. Luego, hizo importantes anuncios como el impulso que se le dará al turismo, para poder recibir a 7 millones de visitantes para el 2021; la creación de una autoridad para resolver el problema del tráfico en Lima y Callao inicialmente, y luego, en las regiones; la continuación de acciones de lucha contra el crimen organizadas con nuevas estrategias que mejoren la seguridad ciudadana, 500 comisarías que serán modernizadas, la construcción de cinco nuevos penales y más cambios en los regímenes penitenciarios.
También se refirió a mejoras en el sector salud, en los servicios de atención “sin colas”, mejoras en el SIS con mayor presupuesto y un trabajo más integrado entre dichos actores. Respecto de la educación solo puso énfasis en el incremento de sueldo de los profesores. Habló de tener un agro más próspero, de dar mayores facilidades a las micro y pequeñas empresas, para facilitarles la formalización de sus trabajadores, acceso a crédito y un régimen especial de tributación. Y señaló como metas de indicadores sociales la reducción de la pobreza al 15 % y pobreza extrema al 1.5 % para el 2021.
Otro frente que considera de impacto social es el sistema de justicia, creo que durante su discurso dejó claro que es necesario reformar este sistema, para que no dé lugar a la impunidad y acelere el paso. No puede ser posible que la mitad de detenidos en las cárceles aún no tengan sentencia, y aunque creo que no es suficiente la iniciativa legislativa que entregada al Congreso para replantear los requisitos para la conformación del CNM, es un gran avance proponer una reforma en este órgano de gran importancia para garantizar la correcta administración de justicia en el Perú. Sin embargo, esta iniciativa debe estar incorporada en un plan integral de reforma que comprenda a todos los actores del sistema, así como los órganos de control –como la Contraloría– y supervisión del Estado, sino, seguiremos parchando los huecos sin atacar realmente los problemas. de fondo que enfrenta este sector.
En lo político creo que no se dijo mucho y esto es reflejo de uno de los puntos críticos que aún no ha logrado superar al ejecutivo. Si bien el inicio del discurso y la actividad desarrollada en el patio de Palacio destaca lo que más réditos políticos le dio al gobierno, es evidente que por ahora este ámbito es el desafío que deberá enfrentar a partir de agosto con una nueva mesa directiva del Congreso y algunos sectores en las regiones que empiezan a radicalizar sus intereses políticos calentando el escenario electoral del próximo año.
Si bien el Presidente está invocando al diálogo y al trabajo conjunto, por la unión y como una sola fuerza, esto será posible si todos los llamados al diálogo realmente están dispuestos a hacerlo, y este es el trabajo político que los congresistas del oficialismo, los ministros y los aliados estratégicos del gobierno deben hacer en los próximos meses. Esto no debe descuidarse porque la economía nunca ha resuelto estos entremeses, y menos en un país con los políticos que tenemos. El bicentenario es una buena razón para amalgamar a todas las fuerzas políticas del país, pero abriendo el diálogo y la participación a la sociedad civil, a los gremios, a los jóvenes, a los medios de comunicación y escuchando el buen consejo de aquellos ilustres que la sociedad reconoce como los hombres y mujeres con sabiduría y experiencia suficiente y probada para ayudar a levantarse a este Perú que todos queremos.
El Perú está de fiesta, en pocos días el espíritu patriótico tendrá su mayor protagonismo con el discurso del Presidente Kuczynski, la elección de la nueva mesa directiva del Congreso y la gran parada cívico-militar, el orgullo patriótico hinchará nuestros pechos y sentiremos una vez más que el Perú es un país maravilloso.
Hace un año, Ipsos Perú publicó una encuesta sobre las razones que nos hacen sentir orgullosos de ser peruanos, 48 % refirió nuestra gastronomía, 45 % la biodiversidad, 40 % Macchu Picchu y 38 % nuestra cultura; sin embargo, frente a la pregunta de por qué sentimos vergüenza, las respuestas refieren a la delincuencia en 68 %, corrupción 61 %, falta de justicia 38 % y narcotráfico 35 %.
Aquí vemos claramente los desafíos que tiene que enfrentar el gobierno en el nuevo año de gestión que empezará el 28 de julio, creo que todos coincidimos en la necesidad de luchar de manera más eficiente contra la delincuencia y la corrupción. Creo que también coincidimos en la necesidad de reformar todo el sistema de justicia del país, incluyendo los mecanismos de control como la Contraloría, Indecopi, y demás superintendencias que ―se supone― velan por los derechos de los peruanos para acceder a servicios básicos como salud, educación, trabajo, propiedad, servicios públicos, transporte, entre otros.
Y respecto al narcotráfico será necesario emprender nuevas estrategias que incrementen la lucha contra este flagelo que continua tomando nuestros puertos, caminos y espacios, aéreo y marítimo, para trasladar la droga que se produce en el Perú hacia sus mercados altamente rentables, debo reconocer el gran trabajo que se viene haciendo; sin embargo, el negocio del narcotráfico en el Perú es más grande de lo que podemos imaginar y los resultados alcanzados en esta lucha todavía no son suficientes.
Otro de los temas que preocupa a los expertos, analistas, políticos, empresarios y demás, es el crecimiento económico. Algunos hablan de una desaceleración, otros de una recesión, de un estancamiento en la economía, mientras, se anuncia el destrabe de la línea 2 del metro, la construcción de la segunda pista del aeropuerto Jorge Chávez, la inyección de 7 mil millones de dólares a la minería, la reconstrucción con cambios y muchas formas de inyectar recursos e inversiones a la economía, para generar más trabajo y, en consecuencia, mayores ingresos para las familias peruanas. Y está bien que se tome en cuenta las medidas económicas necesarias para el desarrollo económico del país, a pesar del pesimismo y la quejudez de los “expertos”.
Pero de lo que no se habla y pareciera que tampoco se le da la importancia que merece, es la inversión que necesitamos en cultura, es decir, en la puesta en valor de nuestro legado histórico, la gastronomía tradicional, nuestras prácticas ancestrales del manejo del agua, la conservación de los alimentos, la cosmovisión andina y la relación con la alimentación saludable, el respeto al medio ambiente como práctica milenaria, nuestras expresiones artísticas regionales, la música, teatro, poesía, deportes, literatura, la conservación de nuestros parques y reservas naturales, el desarrollo de circuitos turísticos sostenibles, vivenciales, ecoturísticos, de aventura, de investigación y observación científica. Todo un mundo fascinante que tenemos a la mano gracias a las características de nuestra diversidad geográfica y biológica, desde el mar hasta nuestras cordilleras y la selva peruana.
Si comparamos el presupuesto asignado este año al Ministerio del Interior con 10,600 millones, justicia con 1,900 millones, Fiscalía con 1725 millones, poder judicial con 2,245 millones y contraloría con 552 millones, que sumados hacen más de 17 mil millones de soles, mientras que el ministerio de cultura solo recibe 560 millones. Podemos notar que gran parte de nuestro presupuesto ―y la labor del Estado― se dedica a atacar las consecuencias del problema y los resultados alcanzados lamentablemente nos demuestran que la estrategia aplicada no es una solución real al problema, sino un paliativo sometido al vaivén de las crisis políticas.
Creo que este mes de la Patria es un buen momento para repensar el camino que debemos seguir para construir un Perú diferente, un país que nos debe hacer sentir más comprometidos en recuperar y poner en valor lo que nos enorgullece, y no solo dedicarnos a condenar en voz alta las razones por las que nos avergonzamos.
Creo que estos cuatro años que faltan para el bicentenario son suficientes para sensibilizar a todos los peruanos. Creo que con un poco más de presupuesto para la cultura, el arte y el deporte podemos lograr activar la esperanza de la gente y comprometernos a construir un Perú mejor, con respeto al prójimo, con amor a lo nuestro, porque cuando los peruanos nos proponemos algo lo logramos, y el aprovechamiento de las nuevas tecnologías en las comunicaciones ayudará mucho en este propósito.
Señor Kuczynski, señor Zavala, tienen ahora la oportunidad de romper los paradigmas que nos atan a la mediocridad y el conformismo, esos paradigmas que priorizan al libre mercado y el crecimiento del PBI como únicos indicadores de desarrollo y progreso; sin embargo, lo que necesitamos es invertir en la formación de mejores peruanos, menos informales, menos egoístas, mejor educados, mejor formados, mejor capacitados, peruanos destacados, honestos, trabajadores, luchadores. Buenos peruanos es lo que necesitamos para celebrar el gran cambio en el bicentenario.
¡Felices fiestas patrias a todos mis hermanos!
Julio es el mes de la patria, los colegios de todo el Perú preparan sus desfiles y pasacalles, las casas lucen con banderas rojiblancas, nuestros trajes llevan consigo una escarapela a la altura del pecho, es el mes de la gran parada militar, las plazas de armas en todo el país muestran su civismo, cada domingo en la mañana, al compás de los tambores y con el paso gallardo de nuestras autoridades y la sociedad civil.
Julio es el mes del discurso presidencial, de los grandes anuncios que dan cuenta de lo cumplido en el año y de los retos que el gobierno se ha propuesto alcanzar. Es el mes de la renovación de la Presidencia del Congreso y su mesa directiva para una nueva legislatura.
Julio también es el mes de la gratificación, ese dinero extra que utilizamos para pagar las deudas, reparar la casa, el gasto extra, ir al circo, celebrar el día del pollo a la brasa, viajar el fin de semana o siquiera algo para ahorrar.
Julio también es el mes de rendir cuentas, sin duda las entidades del ejecutivo están empeñadas en enviar a Palacio el resumen de los logros alcanzados durante el primer año de gobierno. Y ya los más cercanos al poder serán los encargados de lograr que alguna frase refiera aquella gestión en el discurso presidencial del 28 de julio.
Y todo esto parece una repetición más de lo mismo, pero, si realmente queremos un cambio en el Perú, entonces los diferentes actores sociales debemos cambiar nuestra actitud. Empezando por los tres poderes del Estado.
El ejecutivo debe entender que la tecnocracia no es suficiente para alcanzar el desarrollo del país, necesitan urgentemente de políticos -pero de los buenos- para que los ayuden a entender las verdaderas necesidades de los peruanos, y así, girar sus políticas públicas hacia el bienestar de todos, no insistir únicamente en la generación de riqueza y crecimiento económico como sucede en la actualidad.
El legislativo tiene que hacerse una autocrítica real, debe entender que han sido elegidos para promover mecanismos legales que contribuyan al buen gobierno, los congresistas deben entender que sus actitudes beligerantes, confrontacionales y obstruccionistas impacta negativamente en la gobernabilidad, y convierte a nuestros máximos representantes en el vivo retrato de la ignominia política que padecemos tristemente, salvo pocas excepciones.
El poder judicial es otro punto crítico de la débil democracia que tenemos. Lamentablemente las decisiones judiciales -y las demoras inexplicables- poco abonan a la correcta administración de justicia, los magistrados deben entender que la ausencia de justicia se refleja de inmediato en prácticas particulares de ajusticiamiento social, donde el más fuerte o poderoso impone su ley, a su medida, a su antojo, a cualquier precio, ocasionando la involución de la sociedad y creando un desgobierno condenado a romper -y corromper- la democracia.
Hablar de los gobiernos regionales y locales es otro tema de singular preocupación, es como si el país estuviera parcelado para germinar la corrupción, esa que campea al libre antojo de los elegidos. Autoridades que hacen de su representación una credencial de libre disponibilidad del erario público, con deficientes sistemas de vigilancia y control; sin indicadores de gestión, ni indicadores de impacto, sin una sociedad civil capaz de vigilar y cuidar sus bienes comunes, sin una prensa local o regional objetiva y veraz. Igualmente con pocas excepciones que se pierden entre el anonimato y la búsqueda infructuosa de profesionales dispuestos a trabajar honradamente en el sector público por su región.
En el mes de la patria sueño con un Perú diferente, sueño con un país que quiere recuperarse de las desgracias que últimamente nos han golpeado como balas de cañón, sueño con un Perú donde prevalezca el respeto al otro, al niño, al adulto, a la mujer, al anciano, a todos sin excepción.
Un país donde el contralor, el juez, el fiscal, el policía, el médico, el alcalde, los congresistas, los ministros, el presidente y los expresidentes sean dignos de respeto y admiración.
Acaso no vale la pena invertir lo necesario para promover el valor del respeto al prójimo, a las normas, al tráfico, al ambiente, en todos los espacios posibles y en cada rincón de la Nación. Acaso no vale la pena invertir lo necesario para sensibilizar y educar a los peruanos advirtiéndoles que la cultura del odio, la mentira y la envidia solo nos conduce al abismo oscuro del fracaso y la desolación.
La otra tarea nos toca a nosotros, los ciudadanos, para hacer patria promoviendo y practicando el respeto en nuestro hogar, sin violencia, sin abusos, sin maltratos, sin ofensas; siendo buenos peruanos, buenos vecinos, buenos patriotas dispuestos a construir un Perú mejor.
Es claro que tenemos esperanzas, es claro que soñamos con un país diferente, es claro que está en nuestras manos poder lograrlo.
Nelson Shack Yalta es el único candidato a contralor propuesto por el Presidente Kuczynski ante el Congreso, un economista con experiencia en gestión y políticas públicas, conoce perfectamente cómo debe ejecutarse el presupuesto público y cuáles son las debilidades del sistema de administración de justicia, conocimientos necesarios para emprender la lucha contra la corrupción en el Estado, además de contar con el reconocimiento del Banco Mundial, el BID y otros organismos internacionales con los que ha trabajado en proyectos vinculados a la mejora de la gestión pública en el Perú.
Una vez que se hizo pública su resolución suprema como único candidato del ejecutivo ha recibido el respaldo de un buen número de personalidades con cierto prestigio y autoridad en el país, sin embargo, como pasa en estos tiempos, también ha sido cuestionado por varios tuiteros y políticos que arremeten contra él por su cercanía al Presidente y al primer ministro Zavala.
Hasta aquí todo parece normal, aunque lo que sigue es realmente lo que debe llamar la atención de todos los que queremos que la Contraloría realmente cumpla con la función que le corresponde.
Nelson Shack —o el que acepte el Congreso— tendrá el reto de asumir el liderazgo de una institución en crisis para conducirla durante 7 años hacia un escenario diferente, contará con más de 4 mil millones de soles durante su gestión para refundar dicha institución, y devolverle a la ciudadanía un valor cada vez más escaso: la confianza en las instituciones públicas.
En el 2014 sucedió algo similar en el Ministerio Público, el Fiscal de la Nación de entonces resultó envuelto en una serie de denuncias que —en menos de un año— lo condujo a su destitución, y aunque Ramos Heredia intentó aferrarse al cargo, la sociedad civil y los medios de comunicación fueron determinantes para que el CNM no dude y tome la decisión de destituirlo del cargo en mayo de 2015.
Luego renació la esperanza de que un hombre honesto y de reconocida trayectoria profesional como Pablo Sánchez lograra recuperar desde el suelo a una institución estratégica para luchar con firmeza contra la corrupción, y aunque el tiempo para hacerlo es la mitad comparado con la Contraloría, si cuenta con más de 4 mil millones de soles para hacerlo durante su gestión, una situación muy parecida a la que enfrentará el nuevo contralor, sin embargo, los resultados alcanzados por la Fiscalía hasta la fecha no corresponden a la expectativa que generó en un inicio, y entonces muchos nos preguntamos ¿por qué?, y la respuesta es sencilla, el Fiscal de la Nación no contó desde un inicio con un equipo de profesionales capaces de responder ante tal desafío, la burocracia de la Fiscalía devino en bulocracia, las ganas de querer hacer no fueron suficientes frente a una cultura organizacional deprimida y sometida al capricho, las pugnas de poder y la prepotencia de sus bisoños funcionarios dedicados a las pullas internas dejando de lado el “buen hacer”, el “saber hacer” y el “hacer bien” sus tareas, entonces se avanzó muy poco y muy lento frente a la necesidad imperiosa de tener un verdadero acceso a la justicia y una lucha tenaz contra la corrupción en todo el territorio nacional.
Similar antecedente vive hoy la Contraloría, en menos de un año de gestión -y gracias a la sociedad civil y los medios de comunicación- Edgar Alarcón resultó destituido por un Congreso que no tuvo más alternativa que tomar dicha decisión, y ahora el nuevo contralor prontamente elegido representará la esperanza de recuperar del piso a la Contraloría y emprender de inmediato una real lucha contra la corrupción enquistada en el aparato público.
Pero para que no suceda lo mismo que en la Fiscalía, deberá llevar consigo un equipo de profesionales con iguales o mejores pergaminos y reconocimientos que él, solo así será posible cumplir el desafío, necesitará que las 4 mil plazas que tiene disponibles a nivel nacional estén ocupados por hombres y mujeres de honor, honestos y eficientes, y que los 94 cargos de confianza que puede nombrar a sola firma sean personas intachables, con ética, personas que no cedan a intereses particulares ni políticos, no vaya a cometer el error de llevarse consigo a los que ya están buscando trabajo soterradamente en vista que ya se acaba el periodo de Sánchez en la Fiscalía, cuidado con esos que son los responsables del paso lento en la implementación de la primera y segunda etapa del proyecto de mejoramiento de los servicios de justicia, cuidado con llevar a la Contraloría a esos de poco pelo que dicen ser expertos cuando su gestión —donde están o estuvieron hasta hace poco— linda entre lo intrascendente y lo deplorable, por decir lo menos.
Creo que confiarle 4 mil millones de soles del presupuesto público al nuevo Contralor y su equipo no es para manejarse a ritmo de salsa y autos de lujo, ni entre amigos, sino, una gran responsabilidad y toma de conciencia de que el éxito en su gestión dependerá principalmente de la adecuada selección de profesionales capaces, honestos, con ética y moral probada, y sobre todo con verdadera vocación de servicio.
Solo así estaremos tranquilos y seguros de que el nuevo contralor y su equipo velarán por el correcto uso del presupuesto público, cerca de 200 mil millones de soles que atraen a los cárteles de la corrupción para hacerse de algunos millones a costas de la dignidad y la moral de los funcionarios públicos, a estos miserables los queremos fuera del Estado, este es el desafío, este es el nuevo reto, esto es lo que vigilará la sociedad civil, los medios de comunicación y la sociedad peruana cansada de convivir con tantos corruptos.
OTRO SÍ DIGO: Mientras el Congreso aún no decide si Nelson Shack será el nuevo Contralor, me cuentan que algunos zafios merodean su casa y su entorno para ofrecerse, y por si acaso también van en busca de una posición en el CNM, a lo “Juan Seguro”, dicen.
El artículo 82 de la Constitución le encarga a la Contraloría General la tarea de supervisar la legalidad de la ejecución del presupuesto del Estado y el correcto funcionamiento de las entidades públicas, incluyéndose a sí misma. El contralor es elegido por un periodo de 7 años y solo puede ser removido por el Congreso por falta grave.
Y aunque Edgar Alarcón Tejada ejerce como contralor general desde el 6 de septiembre de 2016, en menos de un año ha caminado contracorriente de –por lo menos- uno de los requisitos para ejercer su cargo: tener una conducta intachable y reconocida solvencia e idoneidad moral.
Otro de los requisitos es tener título profesional universitario, condición que para Alarcón se mantiene en suspenso después de que el consejo de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa ratificó que su título profesional de contador fue obtenido de manera ilegal, y de perderlo quedaría sin posibilidad de ejercer algún cargo como funcionario público, ni siquiera en su plaza de origen como él ha indicado en los últimos días.
Por lo visto, Edgar Alarcón ya está fuera de la Contraloría, el Congreso y su mayoría parlamentaria no asumirá el pasivo de mantenerlo en el cargo, por lo que terminará removido por falta grave, enumerar las razones sería redundante a lo que todo el país ya conoce.
Y entonces empiezan a aparecer algunos nombres como propuestas para hacerse de la designación de este cargo con rango de ministro, sin embargo, esto no resolverá la grave crisis que atraviesa dicha institución que -en los últimos años- ha demostrado su total incapacidad para cumplir su única función de supervisar la gestión pública, basta mirar el caso Odebrecht, los puentes caídos, las obras emblemáticas inconclusas, el tráfico de las medicinas en el sistema de salud, el “vergel” de los gobiernos locales y regionales haciéndose de coimas por sus procesos de adquisiciones, los direccionamientos en las contrataciones de personal, CAS y terceros, el tráfico de influencias de los asesores de la alta dirección, los acuerdos bajo la mesa en las licitaciones de los servicios de seguros, limpieza y vigilancia, las computadoras sobrevaluadas, las boletas “truchas” en las rendiciones de viáticos, hasta singulares servicios de mantenimiento de 20 sillas labradas por 30 mil soles, y tantos casos más de micro y macro corrupción que se traman en las gerencias de logística a vista y paciencia de los órganos de control interno que se supone están allí para detectarlos, sin embargo, sus niveles de efectividad son deficientes frente a la realidad que todos conocemos.
El nuevo contralor tendrá que tomar el timón de un barco a la deriva en medio de una tormenta de desconfianza ciudadana para tratar de encaminarlo a buen puerto, una embarcación recientemente dimensionada –Alarcón modificó su estructura orgánica en marzo último- para dar trabajo a 4206 empleados, de los cuales 94 son cargos de confianza, designados a sola firma, y que tiene a sus actuales gerentes de coordinación regional como “encargados” en el puesto. Otra particularidad es, por ejemplo, la gerencia de coordinación parlamentaria que depende de la secretaría general y que cuenta con 13 plazas de las cuales 5 son de confianza, un súper equipo para mantener buenas relaciones con el Congreso. Además, existe una gerencia de prevención de la corrupción con 16 plazas –que también depende de la secretaría general- y que a la fecha, es evidente que no ha logrado sensibilizar lo suficiente en prácticas anticorrupción a los directivos de su institución, sino, basta mirar el portal de transparencia de la Contraloría y notar que ninguno de sus principales funcionarios tiene su hoja de vida publicada como debería ser.
Otro funcionario que ha pasado desapercibido es el gerente del órgano de control institucional José Iparraguirre, que depende directamente del contralor, quien entre sus funciones tiene la obligación de “actuar de oficio cuando en los actos y operaciones de la entidad se advierten indicios razonables de ilegalidad, omisión o incumplimiento”, además de velar por el correcto uso de los recursos asignados a la Contraloría, sin embargo, ¿cómo puede “controlar” a la institución que es dirigida por el que lo designa en el cargo?, esto debe revisarse para responder a aquella pregunta que muchos nos hemos hecho: ¿y quién controla al contralor?, porque hasta ahora nada de nada.
La Contraloría es una entidad que en los últimos años ha incrementado considerablemente su presupuesto, en el año 2009 manejó 172 millones de soles y actualmente cuenta con 511 millones, el triple de lo que tenía hace 8 años, sin embargo, los resultados siguen siendo insuficientes en esta lucha contra el mayor de los males que afecta al aparato estatal: la corrupción y la falta de honestidad, eficiencia y transparencia de los empleados públicos.
Quién asuma el nuevo reto tendrá que hacer cambios profundos en la Contraloría, revisar las competencias éticas de los funcionarios actuales, ser realmente eficiente en el gasto, separar la paja del trigo, y asumir verdaderamente su rol de control sin sesgos políticos, de una vez por todas debe establecerse un eficiente sistema de control totalmente independiente a las entidades que vigila y totalmente abierto al acceso ciudadano, incluyendo cambios drásticos en sus propios mecanismos de autocontrol, con personal honesto y calificado, que estoy seguro tenemos en el Perú pero que se resisten a trabajar en el servicio público porque por donde se camina huele a podrido, y como solía decir en mi anterior trabajo, por más limpia que sea tu labor en una entidad hedionda, el mal olor se impregna en tu ropa y de inmediato te pueden confundir como si fueras uno de los causantes de esa pestilencia, y la Contraloría tiene la responsabilidad de meterse a esas cloacas para limpiarlas de esas ratas de alcantarilla. Esa es su tarea.
Esta semana que pasó envolvió en llamas de fuego la frágil gobernabilidad que vivimos, realmente duele el Perú al ser testigo de tanta informalidad, de tanto desorden, de tanta bajeza, de tanta ofensa, de tanto dolor, de tanta mentira, de tanta muerte, de tanta injusticia.
Es inexplicable la falta de autoridad que existe en el país, no podemos confiar en las instituciones ni las autoridades que tienen la obligación de garantizar el buen gobierno en el Perú, es que hablar de buen gobierno es casi una utopía en esta amalgama de imberbes representantes de la alicaída democracia peruana.
Basta mirar cualquier distrito del interior del país, por ejemplo San Juan de Marcona, para encontrarse con la frustración de sus pobladores frente a las decisiones de sus alcaldes como si fueran los dueños de su pueblo y de sus voluntades, autoridades que solo buscan lucrar desde su puesto y seguir sacando provecho del presupuesto que les han asignado, con obras sobrevaluadas y supervisores comprados para soslayar el pobre fierro y cemento de las obras públicas, y la contraloría haciéndose la coja y sometiéndose a la voluntad edil a veces por dos centavos bajo la mesa o por dos cervezas, y duele el Perú.
Basta mirar algunos presidentes regionales incapaces de siquiera ordenar sus territorios, de priorizar sus acciones, de planificar y articular con las regiones colindantes para promover el desarrollo regional, donde sus locales y sus empleados públicos son el calco exacto de la pobre capacidad técnica y casi inerte gestión pública que padecen, echándole la culpa al gobierno central de su intrascendencia e indiferencia crónica que los caracteriza, y duele el Perú.
Basta mirar al alcalde de Lima –si se deja- para sentir una opresión en el pecho ante la indolencia y la ineficiencia de su gestión, con su puente caído y abandonado, con sus grietas, con su mudez, con su mal genio, con su inasistencia al concejo, con una ciudad de infernal tráfico, con las combis asesinas, con sus chalecos amarillos que visten sus trabajadores oprimidos y mal pagados, con su serenazgo abusivo, y duele el Perú.
Basta mirar a algunos dignos funcionarios públicos que terminan arrollados por el “Kontrol político” del Congreso y la desconfianza generalizada de la población, o por la vergüenza –aunque no creo- que deben sentir al saber que su gente de confianza hace y deshace en sus puestos como si fueran dueños de la entidad pública que les toca dirigir, direccionando las compras, armando perfiles de CAS a la medida de sus recomendados, utilizando los recursos de la institución para hacer clientelismo político, disfrazando su proselitismo con audiencias públicas –sobre el agua por ejemplo- y contratando services de limpieza y seguridad a costas de la explotación de gente humilde que trabaja por la mitad o menos de lo que paga el Estado, sin derechos laborales, con horarios abusivos, con humillaciones y maltratos de los empleados públicos, casi sin dignidad, y duele el Perú.
Basta mirar las carreteras asesinas que en la última década absorbieron la sangre de más de 32 mil peruanos que perdieron sus vidas entre fierros retorcidos como consecuencia de esa gente que atropella, que se emborracha y acelera, que se duerme de cansancio, que finge tener un cinturón de seguridad, que no distinguen la luz roja, que entregan sus documentos con billetes escondidos a la autoridad, y duele el Perú.
Basta mirar a nuestros muertos por dengue, por frío, por hambre, por ser viejos y estar en el olvido, por la indiferencia o la negligencia de los servicios de salud, porque les arrebataron lo poco que tienen con jueces cómplices, o porque la justicia demora demasiado, porque algunos miserables cegados por los celos matan a mujeres; basta mirar a nuestras víctimas del sicariato, de la trata de personas, de la minería ilegal, del narcotráfico o de la delincuencia con armas clandestinas o alquiladas; basta mirar a nuestros mendigos en las calles, a nuestros niños abandonados, a nuestros viejitos encorvados en medio de las bolsas de basura, y duele el Perú.
Mientras esto pasa, nuestra “raza política” hace del Congreso un circo y posterga el debate de las leyes que realmente necesitamos, hace del discurso procaz y el insulto su nube de publicidad gratuita, hace de sus almuerzos y fiestas clandestinas el espacio para la repartija, y mientras ellos dicen hacer política, muchos peruanos seguiremos muriendo, ante los ojos de todos, transmitido en vivo y en directo como estos tres peruanos que murieron en el incendio encerrados en su miseria como esclavos de estos tiempos violentos.
Hasta cuándo seguiremos soportando callados, sin voz, sin indignación, sin protestar, indiferentes, desinteresados, casi sin alma, hasta cuándo permitiremos que esta realidad no cambie, hasta cuándo seguiremos a merced de los que no saben nada de gestión pública pero como son cercanos al gobierno de turno terminan haciéndose de los altos cargos para improvisar formas de gastar el presupuesto público, sin procesos, sin indicadores de gestión, sin verdadera supervisión, sin transparencia, sin justicia, sin sanción, sin control; hasta cuándo seguiremos pensando que sólo el mercado y el PBI determina el crecimiento y desarrollo de un país; hasta cuándo la felicidad, la seguridad, el respeto, la honestidad, la cultura, la libertad de expresión y la justicia serán preocupaciones de segunda categoría.
Y duele el Perú por todo esto, hasta que abramos los ojos y alcemos la voz de una vez por todas, mientras, seguiremos muriendo.
El viernes 16 de junio, al término de su presentación en el Congreso, el ministro de economía Alfredo Thorne dejó claro su posición de continuar en el cargo siempre y cuando tuviera la confianza del Congreso de la República. Una presentación que duró tres horas entre la breve participación del ministro y de las acostumbradas peroratas de los congresistas que asistieron —porque muchos faltaron— a la convocatoria realizada un día antes por parte de la Presidenta del Congreso.
Una vez más, un hecho político concentra la atención de la ciudadanía y termina generando mayor desconfianza sobre el actuar de nuestros políticos de turno, un hecho que se repite y transmite diariamente en los medios de comunicación y redes sociales evidenciando la crisis de confianza en la política que padecemos en el Perú.
Hace 12 años Francisco Herreros Vázquez* destacaba en una de sus publicaciones que “la confianza política es universalmente considerada buena para la democracia. Por un lado, se argumenta que altos niveles de confianza en los políticos, los partidos políticos y las instituciones políticas es sinónimo de buena salud democrática, y, por otro lado, se afirma que la confianza política es un valioso activo para el funcionamiento de las instituciones. Se supone que la confianza política afecta al deseo de los ciudadanos en general de pagar sus impuestos, al deseo de los más talentosos de esos ciudadanos de entrar en la administración pública, al cumplimiento voluntario de las leyes, y, más en general, al cumplimiento voluntario de las políticas gubernamentales”.
Sin embargo, también advertía que los niveles de confianza política están descendiendo incesantemente, al punto que las consecuencias predecibles de este declive serían negativas.
Y entonces podemos mirar hacia el Perú y encontrar que los niveles de confianza en los políticos son negativos, que la confianza en los partidos políticos casi no existe y que las instituciones políticas —con escasas excepciones— no pueden considerarse como “confiables” en el país.
Si se trata de identificar a los detonantes de estos altos niveles de desconfianza política encontramos desde opinólogos pesimistas hasta casos reales que evidencian la indiferencia de las autoridades del gobierno central, regional y local; injustos administradores de justicia; cuestionados servidores de la salud pública, de la seguridad ciudadana, de la educación y de la administración de servicios públicos; y qué decir de los innumerables casos de corrupción que conocemos desde los niveles más básicos de la administración pública hasta los máximos magistrados del país. El caso Odebrecht es sin duda la punta del iceberg de la corrupción que apenas se deja ver.
Por todo esto podemos advertir que la democracia está enferma porque padece de una infección de desconfianza generalizada, donde las verdades son relativas, donde la leche no es leche, donde la razón la obtiene el que más poder ostenta, donde la justicia se quita la venda para leer el nombre del estudio de abogados que la enfrenta, donde la pobreza es casi sinónimo de culpa, donde el color de piel y el acento al hablar hace la diferencia del trato o maltrato que te toca, donde un saco y una corbata bien puesta no te garantiza la honestidad del que la viste, donde un buen traje simplemente oculta la miseria del alma del que funge ser político para disfrazar sus desenfrenados apetitos de riqueza, placer y poder a cambio de tu voto e incluso de tu indulgencia.
Ante este mal urge instaurar en la sociedad una cultura de transparencia, empezando por la institución que tiene que velar por que esta se cumpla en el aparato público, necesitamos una nueva Contraloría que nos de confianza, necesitamos que la sociedad civil acceda a la información pública, que la política de gobierno abierto realmente se establezca, necesitamos jueces y fiscales verdaderamente justos, y sobre todo, necesitamos que las nuevas generaciones aprendan y empiecen a recuperar el valor de la confianza; las familias, las escuelas y las universidades deben emprender esta tarea y el gobierno debe convertirlo en política pública, claro, si es que entiende primero que la confianza es el principal activo social de la buena convivencia.
La recuperación del Perú es cuestión de confianza, paradójicamente una situación similar a la permanencia del actual ministro de economía y finanzas.
(*) Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, reconocido investigador internacional sobre la violencia política, el capital social y la confianza y la teoría democrática.
Hablar con Gloria Hinostroza*, una destacada historiadora e investigadora peruana, es trasladarse mágicamente a la época prehispánica, es encontrar en una persona todo el amor que debemos tener por nuestro país y su gran legado cultural que poco valoramos en el diario trajinar de nuestras agitadas vidas citadinas.
A propósito del escándalo de la leche que no es leche y de la importancia de la alimentación en nuestro país, ella me comentaba que antiguamente en el Perú teníamos las llamadas collcas o grandes almacenes de alimentos, de tal manera que los pueblos tenían suficientes reservas para alimentarse bien por un periodo de 10 años, y es que la cosmovisión andina siempre consideró a la alimentación como un acto religioso, por lo tanto, los alimentos que provenían de nuestra Pachamama tenían vida y eran una extensión de nuestra madre tierra.
Estas collcas estaban ubicadas en las partes altas de los pueblos andinos, eran una especie de almacenes de techos elevados que aprovechaban perfectamente los vientos helados de nuestras quebradas para conservar los alimentos deshidratados que allí se guardaban de manera clasificada y ordenada, incluso la realeza incaica contaba con depósitos especiales para los mejores y más selectos alimentos andinos.
Realmente es admirable el nivel de organización y planificación que existía en esa época, donde todos entendían que estos alimentos eran una garantía de supervivencia frente a las condiciones climatológicas que podrían enfrentar en cualquier momento, donde existía –además- la disposición política del Inca y, en consecuencia, se tenía que cumplir rigurosamente con esta orden del supremo gobernante del imperio.
Otras de las características del antiguo Perú era el establecimiento de los tambos, una especie de centros de alojamiento donde los chasquis, por ejemplo, podían descansar, alimentarse, relevarse, prestarse nuevas vestimentas y de ser necesario, tomar algunas armas que le permitan defenderse frente a cualquier amenaza en el cumplimiento de sus funciones, en estos tambos abundaba la chicha y almacenes de papa deshidratada, cancha, granos y demás alimentos livianos que el chasqui podía llevar consigo para sus largos trayectos garantizándole la necesaria dotación de proteínas y nutrientes para mantenerse fuertes y sanos.
Es decir, desde aquellas épocas en el Perú estuvimos acostumbrados a organizarnos comunitariamente, identificando las necesidades comunes de cada pueblo e instaurando sistemas organizados, planificados y controlados para garantizar la atención de estas necesidades básicas como la alimentación saludable de la comunidad y la protección y bienestar de nuestros “servidores públicos”.
Actualmente el Perú padece de una especie de ceguera frente a estas buenas prácticas que nos resultarían sencillas volverlas a implementar. Es lamentable que cada año las heladas terminen arrebatándoles la vida a varios peruanos, sobre todo niños y ancianos, que frente al intenso frío dejan su último aliento de vida como una muda protesta frente al anonimato e indiferencia que les dan las autoridades y funcionarios públicos del país.
Cada año el norte del país se somete a las intensas lluvias que arrastran cultivos y también la esperanza y futuro de nuestros agricultores y sus hijos desdichados por la falta de planificación y prevención frente a estos eventos naturales; o las quebradas de nuestra sierra indebidamente pobladas por casas construidas en las faldas de los apus que cada vez que lloran arrastran consigo el esfuerzo de tantos años para hacerse de un techo que los proteja del frío invierno que azota las mejillas quemadas de mis paisanos por la indolencia y la ignorancia de muchos alcaldes aficionados al poder y el dinero corrupto a costas de la pobreza de sus pueblos.
Este es el Perú de hoy, donde las grandes ciudades dan lugar al ladrillo y el cemento, y en medio de esto, la envidia, la avaricia, el egoísmo, la ira y la delincuencia erigen sus sórdidas redes para mantenerse más fuertes frente a los que –casi sin fuerzas ni razones- intentan luchar contra ellos.
Y entonces la veo a Gloria, y entiendo que al menos una forma de recuperar la esperanza en mi país, en nuestras autoridades, en nuestros servidores públicos, es aprendiendo a revalorar lo que es nuestro, a ver nuevamente a nuestra alimentación como un culto a Dios, donde el principal propósito es tener una nación sana, fuerte, saludable, feliz, y no como es ahora, un simple número de potenciales consumidores, creo que por eso tenemos mala leche, creo que nuestra ceguera frente a lo maravilloso de nuestra tierra nos está causando esta crisis de valores que padecemos.
Creo que, para reconstruir un Perú mejor, primero tenemos que volver a aprender a amar a nuestra tierra, nuestra gastronomía, nuestra historia, nuestras costumbres y, sobre todo, amar al prójimo, al otro, a pesar de nuestras diferencias, debemos aprender a respetarnos entre nosotros, así será más fácil luchar contra la corrupción, contra el crimen, contra el odio.
(*) Gloria Hinostroza Clausen es investigadora, historiadora y docente de Le Cordon Bleu Perú.
Hablar de “Gobernabilidad democrática” en el Perú puede entenderse como la concurrencia de cinco condiciones favorables que permitan el “buen gobierno”, es decir, un país con estabilidad institucional y política; con partidos políticos institucionalizados; con sistemas de administración de justicia eficaces y de aplicación en plazos justos; con un aparato público eficiente; y una política económica orientada al desarrollo humano y sostenible de la Sociedad, con especial atención a las poblaciones vulnerables para garantizarles el acceso a servicios básicos en salud, educación, justicia y trabajo.
Sin embargo, si empezamos a mirar cada una de estas cinco condiciones básicas podemos advertir que estamos muy próximos a sufrir las consecuencias de una “crisis de gobernabilidad democrática”, abriendo espacio a nuevos actores que aprovechan estas condiciones para hacerse del poder y utilizarlo para sus propios fines totalmente alejados del bien común y del desarrollo de nuestros pueblos.
Hablar de estabilidad institucional y política es casi un sueño. En los últimos días hemos visto lo débil que están las instituciones públicas más representativas del país, desde la institución presidencial (con expresidentes investigados y todos acusados por corrupción o por violación de derechos humanos), algunos ministros (como Hernández en agricultura y su denuncia por firmas falsas o la salida de Vizcarra por Chinchero) hasta los órganos autónomos que en teoría deben ser “apolíticos”, como la Defensoría del Pueblo (y el defensor que tenemos), el BCR (con Rafael Rey y José Chlimper como directores), la Procuraduría (y las vinculaciones políticas de Julia Príncipe), o la Contraloría (con Edgar Alarcón que ha pulverizado la confianza de la ciudadanía y ahora separado de la CAN paradójicamente), y si miramos el Congreso nos encontramos con otra triste realidad que va desde el nada claro desenlace de las compras de computadoras hasta el cuestionado trámite que le dieron a la denuncia contra el Contralor, amén de los obcecados oprobios en el hall de los pasos perdidos que casi obligan a los bustos de hombres ilustres a taparse los oídos cuando Becerril, Beteta o Alcorta declaran ante los medios que presurosos encienden sus cámaras para transmitir en vivo este teatro trágico de la política bulocrática peruana.
Hablar de partidos políticos es más de lo mismo. La mayoría de peruanos no creen en los que existen, y los que perviven en el tiempo están inmersos en sus pleitos internos y en medio de pugnas para definir las listas de sus candidatos para el próximo proceso electoral, mientras que otros funcionan como vientres de alquiler ofertando al mejor postor su inscripción vigente, partidos chicha que improvisan –hasta copian- sus planes de gobierno, y un sistema electoral que merece una reforma que al parecer no llegará a buen puerto.
Hablar de los sistemas de administración de justicia es someterse a un calvario, el mismo presidente del poder judicial pregona a viva voz el colapso del sistema sumido en millones de expedientes cosidos con taladros, con leyes desarticuladas y disonantes sentencias entre un delito y otro, una justicia que se cae a pedazos y que arrastra consigo por largo tiempo a desorientados peruanos que buscan justicia y solo encuentran maltratos, indiferencia, humillaciones y sangradas en sus bolsillos por los abogados de su defensa o del mismo sistema, lo que es peor. Y ni hablar de la policía, la Fiscalía, la defensoría pública, el INPE, el IML, hasta las morgues, basta con estar en sus locales para darse cuenta de la crisis que padecen, y que no se resolverá con más presupuesto como suelen decir sus jefes.
Hablar del aparato público es también preocupante, porque aunque se viene haciendo muchos esfuerzos por modernizar los servicios estatales donde la tecnología y los sistemas de gestión ayudan mucho, podemos ver que el problema está en los que toman las decisiones en los tres niveles de gobierno, y no me refiero solo a los ministros, gobernadores, alcaldes o jefes de las entidades públicas, sino, a la falta de cuadros técnicos capacitados para ocupar los principales puestos, por eso en cada cambio de titular de pliego, se cambia la política de gestión de la institución, desandando lo avanzado, cambiando jefes y cambiando procesos, lo que evidencia la falta de una política integral de la gestión pública al servicio del ciudadano, pero sobre todo, falta un política de Estado que garantice la contratación de personal especializado y con ética en la administración pública, esto hoy ni siquiera se discute. Entonces terminamos sometiendo a las entidades públicas a los apetitos de los corruptos que hacen de las arcas del Estado el botín perfecto a cambio de su firma y sello en los procesos de adquisiciones públicas, y por lo visto no tenemos un Contralor que nos garantice que tendrá los ojos abiertos para evitar esto.
Y finalmente, para hablar de la política económica no será suficiente el espacio que tengo en esta columna, lo que sí puedo destacar es que en el Perú existe una economía paralela a la que debemos poner freno, esa economía negra que se mueve con plata del narcotráfico, de la minería ilegal, de la trata de personas, del lavado de activos, de la corrupción generalizada, esa plata negra que circula en todo el Perú, que usa los puertos, los ríos, las campañas políticas, las dragas, la madera, las coimas, esa economía negra que humilla, que esclaviza, que mata. Es que siempre me he preguntado ¿por qué en el Perú no se habla de cárteles de la droga?, será que su fachada tiene otro tipo de cartel, una especie de “financiamos campaña política”, ¿a cambio de qué?
Creo que se nos avecina una tormenta como consecuencia de la crisis de gobernabilidad que ya padecemos.
La semana que pasó estuvo cargada de muchos embates políticos, desde la renuncia del exministro Vizcarra, el informe de la Contraloría, la reaparición de Alejandro Toledo en las redes sociales, lo que realmente dijo Marcelo Odebrecht, la reflexión constructiva del Premier Zavala, la juramentación de los nuevos ministros Bruno Giuffra y Pedro Olaechea en sus nuevas carteras, el pedido de la Presidenta del Congreso Luz Salgado: “exhorto al señor ministro Zavala a que rectifique sus declaraciones poco democráticas”, hasta la propuesta que está haciendo el congresista fujimorista Mario Mantilla de convocar al congreso al nuevo ministro de la producción Pedro Olaechea –recién juramentado en el cargo- y al ministro Eduardo Ferreyros para que expliquen cómo será la participación del Perú en el Concurso Mundial de Bruselas que se realizará en Chile y que al parecer no permitirán usar el término “pisco” como denominación de nuestra bebida bandera, y otros temas más.
A esto se suma la retahíla de quejas en los medios de comunicación con los “analistas” y “políticos” de siempre, y por supuesto las coloradas redes sociales que regurgitan la bilis del odio, la intolerancia y la agresión; todo esto se entremezcla en las tapas de las portadas de los diarios y revistas que cuelgan de los quioscos al paso de cada ciudad, como una cruda radiografía de la realidad nacional.
La queja en el Perú se ha convertido en parte de nuestra cultura, desde las quejas de los padres de familia en las reuniones de colegio porque les dejan muchas tareas a nuestros hijos, o las quejas porque los alcaldes no hacen nada para resolver el problema del recojo de basura, o el infernal tráfico, o por los semáforos “inteligentes” que no funcionan; hasta las quejas por el maltrato en los servicios públicos, de la policía, en los centros de salud, y qué decir del sistema de justicia; y peor aún, las quejas en los pasos perdidos del Congreso con cada personaje que deja poco a la inspiración de los caricaturistas; y quejas y más quejas por estas cosas que efectivamente requieren atención hasta otras quejas fatuas que lindan con la cojudez.
Esa cojudez que Marco Aurelio Denegri(*) define como un peruanismo con cinco significados: cualidad de cojudo; necedad, tontería; cosa de mala calidad; cosa insignificante; o situación, cuestión o asunto problemático, espinoso o delicado. Y que explica mejor en la siguiente cita de su mismo artículo:
“En el Perú –dice Sofocleto– la cojudez va mucho más allá de las definiciones, la gramática, la etimología y los diccionarios. Es necesario vivir nuestra cojudez, más que definirla. Es indispensable llevarla en el andar, la piel, la sangre, el alma… respirar a través de ella, arrullarse con su hipnosis colectiva y amarla con esa ternura infinita que sólo un cojudo puede poner en la cojudez.”
“Los peruanos tenemos la particularidad de generar cojudez con una facilidad asombrosa. Somos, pues, cojudógenos. El neologismo cojudógeno designa a la persona que genera cojudez, que la suscita y despierta, que la provoca y engendra. Cuando en una reunión, por ejemplo, comienzan a proliferar las cojudeces, ello indica que hay uno o más circunstantes cojudógenos. El proceso se llama cojudogenia.”
Y entonces recurro a una contracción gramática para referirme a la “quejudez” como una característica –al menos- de la mayoría de políticos peruanos, esa capacidad que ahora tienen de quejarse por cojudeces y hacer de eso su protagonismo mediático que arrastra sendos análisis y opiniones de los otros que también son políticos pero que se disfrazan de objetivos analistas de la menesterosa realidad de la política peruana.
La quejudez de los peruanos está convirtiéndose en una especie de epidemia ideológica, que supera el muñido debate de la ideología de género –como si existiera- al punto que nuestro parlamento atiborrado de “Domóstenes primarios”, que hacen de interventores y leguleyos para promover normas que resuelven pleitos o problemas de particulares, dejan para otros momentos las decisiones importantes para el beneficio del país, por ejemplo, hasta ahora esperamos la aprobación del reglamento para que entre en vigencia la Ley 30021 que promueve la alimentación saludable promulgada en mayo de 2013. “Vengan primero las interpelaciones antes que la alimentación saludable de nuestros hijos, porque en el Perú se come bien”, seguro rumian algunos en el cobijo de su curul.
Cuándo entenderemos que la política es un valor cuando no tiene precio; es un bien cuando se adquiere con la humildad; es un medio cuando proclama la paz, el amor, la justicia y la libertad; es un fin cuando contribuye a la felicidad de los demás; es un honor cuando se rige por la honestidad; es una esperanza cuando cultiva la solidaridad; es una fuerza cuando se forja con la lealtad; es decir, la política es el arte de lo posible de los hombres y mujeres de verdad.
¿Cuándo entenderemos? ¿Cuándo?
(*) Artículo de Marco Aurelio Denegri: La Academia está desinformada. Publicado en La República el 12 de septiembre de 2004.
En las últimas semanas hemos sido testigos de la cantidad de acusaciones, intrigas, insultos, sentencias, “troleadas” y condenas a políticos, secretarios generales, funcionarios de gobierno, congresistas, gobernadores, jueces, fiscales, activistas, periodistas y otro tanto de internautas que haciendo uso de sus pulgares sobre las pantallas táctiles de sus smartphones prorrumpen sus ataques virtuales en menos de 140 caracteres, contra el otro, contra el ministro, contra el congresista, contra el periodista, contra cualquiera, total, las redes aguantan todo, permiten todo, pero por si acaso detrás de un alias y un monigote que blinda la identidad del que ofende con severidad al prójimo.
Y eso consumimos todos, porque el whatsapp, el facebook y el twitter son casi una extensión de nosotros mismos dentro de este mundo virtual al que pertenecemos y que ahora es también una forma de hacer “política” o “contrapolítica” en este país conectado.
Si en una época los políticos incómodos para la dictadura eran atacados a través de las portadas quiosqueras de los diarios chicha, ahora son los “troles” -esos de los que se queja Lourdes Alcorta- los que inundan las redes con bulos e injurias. Y claro, los jóvenes más propensos a la Internet consumen velozmente estos punzantes mensajes y empiezan a instalar en sus conciencias virtuales la “nueva cultura” de la política peruana y de cómo funciona el Estado en todas sus instancias.
Mientras que el ciudadano común se deprecia con las redes sociales, dentro de las entidades del Estado prevalecen las otras redes que también devalúan la gestión pública, eso que los apristas llamaban “radio bemba” para transmitir los mensajes del Jefe a los compañeros, boca a boca, y mejor si es al oído de la compañera para que ella se encargue de llevar el mensaje a toda la familia. Así era antes, y así es ahora, aunque los mensajes ya no son del jefe, y tampoco son mensajes, ahora son chismes que ruedan por los pasillos de estos hacinados locales públicos, historias de baja estofa que arrastran amoríos escondidos, contubernios con hedor a corrupción, conspiraciones perversas, tráfico de intereses, puteríos en saunas, borracheras salseras y mujeres que entregan sus caricias por un mejor puesto, por un privilegio, por un auto del Estado con chofer que las recoja en las mañanas y les devuelva en las noches, o por ganarse un viaje fuera del país en comisión de servicios con todos los gastos pagados con nuestros impuestos.
Eso dicen los pasillos, eso comentan a baja voz las secretarias, y también los secretarios de poco pelo, los asesores chatos, los influyentes en las altas esferas del poder de turno. Así funciona la “bulocracia” peruana, así funciona en el Estado, en manos de los llamados “cargos de confianza”, los que cuando llegan ya saben que el puesto les durará poco, por lo tanto, pocos tratan de hacer las cosas bien, mientras que otros tratan de acumular rápidamente el poder –y peor aún algunos miserables tratan de acumular riquezas- valiéndose del nombre del que los ha designado, para disfrutar humillando al estable del sistema más maltratado del Estado, los del régimen 276 (los mal pagados), o sometiendo a los que son CAS (otro sistema híbrido de empleo estatal), renovándoles mes a mes sus contratos, para tenerlos en vilo, para poder botarlos si cometen un error o no quieren firmar o hacer caso, y los “terceros”, esos que están con órdenes de servicio, también deben obedecer lo que se les pide, sujetos a horario, sin MOF ni ROF pero trabajando igual o más que los otros, aunque sus pagos casi nunca se dan a tiempo, sin vacaciones, sin derechos laborales.
Nelsa Curbelo, la escritora uruguaya, escribió alguna vez: “No acepto que nos alimenten como ciudadanía con carroña, con sobras descompuestas, con campaña sucia… Eso es faltarle el respeto a la ciudadanía, es tratarnos como personas que siguen el viento que sopla, o como espectadores que se nutren de chismes y según eso eligen, es hablar al pueblo sin conocerlo. Y lo que es peor, es hacer de esa práctica una moda, una conducta normal, de tal manera que estamos drogados, inmunizados. ¿Cuál es la última? Nada importa, todo resbala. Y en este mundo de vértigos, un rumor sigue a otro, sin posibilidad de comprobarlo… No quiero vivir en chismocracia, en escandalocracia, en insultocracia, quiero la democracia con sus defectos y sus posibilidades de mejorarla.”
Una verdadera democracia debe construirse con la participación de los que realmente creen en ella, no de los otros que sólo buscan aprovecharla, esos que hacen de la bulocracia la justificación de sus malas decisiones y de sus errores. La verdadera reforma del Estado debe empezar por “modernizar” el aparato público, debe impulsarse desde el ejecutivo la rápida implementación de la Ley del Servicio Civil, debe promoverse la meritocracia, debe reducirse al 20 por ciento los puestos de confianza, debe separarse la administración pública de la gestión especializada empezando en los sistemas de justicia, de salud y en el Congreso, porque si no, seguirán comprando computadoras sobrevaluadas por acuerdo de Junta Directiva, y no pasará nada; y seguirán negociando la salud bajo la mesa al estilo de Carlos Moreno, y no pasará nada; y seguirán contratando asesores y funcionarios que no saben de administración pública, ni de indicadores de gestión, ni del manejo correcto del presupuesto público; y las leyes y la justicia seguirán a merced de las buenas intenciones pero su poca eficiencia y eficacia seguirán reflejándose en los pilares de expedientes de papel amontonados en baños improvisados, en el suelo, sobre escritorios viejos, en manos de los secretarios que a su antojo –y algunos a mordidas- desempolvan los expedientes para darles trámite en un país donde la justicia es privilegio de los que son cercanos a los estudios de abogados, esos como los vinculados a Odebrecht, y entonces, no pasará nada.
*Bulocracia: Influencia excesiva en los asuntos públicos de las noticias falsas propaladas internamente con algún fin (Bulo: mentira, embuste, chisme).
Pablo de la Flor es el flamante director ejecutivo de la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios, una nueva entidad pública de carácter temporal que deberá manejar un presupuesto de 20 mil millones de soles en los próximos 3 años según lo indicó el primer ministro Fernando Zavala, quien además dijo que “tenemos la ley, los recursos y hemos nombrado al director ejecutivo de la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios”, además indicó que “este no puede ser un proceso que se mire desde Lima, pues ya hemos aprendido que eso no funciona; este es un proceso que se tiene que mirar desde las mismas regiones. Vamos a tener, además, gerencias, equipos técnicos que apoyen a las regiones”.
Esta Autoridad cuenta con un directorio con 5 ministros de estado, de las carteras de economía, transportes y comunicaciones, agricultura, vivienda y el primer ministro quien lo preside; los procedimientos de contratación de bienes, servicios, obras y consultorías serán bajo la modalidad de adjudicación simplificada sin la limitación que fija la ley de presupuesto; y el personal será contratado a plazo fijo bajo el régimen laboral de la actividad privada (en el Estado se les conoce como los 728).
Es decir, las condiciones son favorables para una rápida puesta en marcha del Plan Integral para la rehabilitación, reposición, reconstrucción y construcción de la infraestructura de uso público (que deberá estar listo antes del 28 de julio) en las zonas de alto riesgo que resultaron afectados por los últimos eventos naturales; lugares donde las viviendas, los colegios, los centros de salud, la infraestructura vial y los programas de reactivación económica de los sectores productivos serán las principales preocupaciones de los técnicos y especialistas que, al lado de los gobiernos locales y regionales, tendrán que implementar en el corto plazo, y entonces aquí surge la primera barrera que debe superarse: la tramitología burocrática del Estado y la deficiente capacidad técnica que existe en el interior del país por parte de los profesionales que elaboran los expedientes técnicos para las obras.
Sin duda será necesario que el personal que contrate la Autoridad debe tener las competencias éticas (para evitar a los corruptos) y profesionales necesarias para superar este viejo problema de fondo que se refleja en la cantidad de obras abandonadas sin terminar, o simplemente mal ejecutadas con severos problemas técnicos en sus diseños y construcción, además de los problemas de corrupción públicamente notorios por sobrevaloración, compadrazgos, el 10% por coimas “de cajón” como dicen algunos alcaldes, o la “comisión” que se les debe pagar a los “gremios” de construcción civil que hacen de las suyas a vista y paciencia de las autoridades locales.
Y entonces manos a la obra, el fierro y el cemento serán escasos en estas zonas, y la mano de obra será demandada por las empresas que obtengan la buena pro, y habrá más empleo, y más ingresos para las familias afectadas por el desborde de los ríos y los huaicos que se llevaron todo a su paso, y los medios de comunicación estaremos al pendiente de los avances de la reconstrucción para evitar que se repita una historia similar a lo sucedido en Pisco.
Sin embargo, ¿quién se ocupará de los ríos y sus cauces?, ¿acaso se tiene en planes convocar a expertos en la gestión del agua?, creo que ésta es otra de las barreras que debemos superar: mirarse el ombligo para resolver nuestros problemas y atacar las consecuencias y no las causas del problema.
Es urgente la tarea de priorizar la “restauración de los ríos”, más allá del fierro y el cemento, porque si no se repetirán las mismas inundaciones y huaicos, y otra vez más víctimas, y más daños; para eso Pablo de la Flor tiene que buscar a los expertos, no sólo mirando desde las regiones -como dice Zavala- sino recogiendo las experiencias de otras partes del mundo, lamentablemente la Autoridad Nacional del Agua se ha quedado paralizada en sus miedos y pugnas internas por esas luchas intestinas del poder en el sector agricultura, hasta ahora no convoca a junta de su consejo directivo, ha detenido el impulso de la creación de los consejos de recursos hídricos por cuencas, y está suprimiendo la cultura del agua como uno de los pilares para lograr una verdadera toma de conciencia para el uso adecuado y la correcta administración del agua por parte de la población, es decir, después de lograr una política de Estado en el Acuerdo Nacional, ahora involuciona en la gestión del agua en total asincronía con las acciones de la región.
Basta mirar lo que hizo Corea del Sur para restaurar los ríos Han, Nakdong, Geum y Yeongsan en sólo cuatro años (2008 al 2012), logrando el control de las inundaciones y sequías, protegiendo el medio ambiente y convirtiendo a sus 4 ríos en ejes de desarrollo económico, turístico y cultural. En alguna ocasión estos expertos vinieron al Perú y ofrecieron hacer lo mismo con el río Rímac, pero, para variar, el gobierno no supo escuchar, y seguimos lamentando este extraño marasmo que padecen los políticos peruanos en las entidades públicas cuando se trata de promover el bien común.
Comentario adicional: La Autoridad como ha sido creada tiene las arcas abiertas y casi nulos mecanismos de control para la elaboración de los expedientes técnicos y para los procesos de adjudicación debido a la facultad discrecional que le otorga a sus funcionarios, por eso es necesario transparentar, evaluar y monitorear la idoneidad de los que toman decisiones y los que conformarán los comités de licitación, para evitar así que sucedan nuevos actos de corrupción a costas de la necesidad de los peruanos.
En una reciente nota informativa de Transparencia Internacional me llamó la atención una cita de José Ugaz que dice: “Solamente si existe libertad de expresión, transparencia en todos los procesos políticos e instituciones democráticas sólidas, la sociedad civil y los medios de comunicación podrán exigir que quienes están en el poder rindan cuentas por sus actos y será posible combatir con éxito la corrupción”.
Y entonces nos toca mirar el Perú para ver si estas tres condiciones se cumplen. En primer lugar la libertad de expresión como derecho fundamental: “todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión. Este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión” (establecido en el artículo 19 de la Declaración de los Derechos Humanos). Sin embargo, desde el legislativo están tratando de promover leyes que contravienen este derecho y que claramente buscan establecer mecanismos de control y de censura a los periodistas y medios de comunicación que no son de su preferencia. En tanto, seguimos encontrando en los quioscos de periódicos algunos diarios que publican en sus portadas medias verdades o mentiras completas manchando honras al viejo estilo de los 90, y peor aún, muchos periodistas resultan “molestados” y atacados furibundamente a través de las redes sociales por sus opiniones y publicaciones.
En segundo lugar, la transparencia en los procesos políticos, y aquí es necesario hacer una distinción entre los procesos de elección política –que felizmente hasta ahora marchan bien-, y los procesos de gestión política, que comprenden la gestión pública en los tres niveles de gobierno, el sistema de justicia y los organismos autónomos; donde lamentablemente encontramos graves deficiencias. Basta navegar por las páginas web de estas instituciones para darse cuenta del incumplimiento de la Ley de transparencia y acceso a la información pública por parte de la mayoría de instituciones del Estado, además de claras resistencias para brindar información completa de los pedidos que realizan los ciudadanos directamente a las instituciones públicas.
Y en tercer lugar, se refiere a la necesidad de tener instituciones democráticas sólidas, situación que tampoco se cumple a plenitud, peor aún siendo testigos del debilitamiento institucional que padece la primera magistratura del país: la Presidencia de la República, actualmente involucrada en el caso Odebrecht y cuyos máximos representantes se encuentran inmersos en procesos de investigación fiscal, incluso con pedidos de detención internacional. A esto le debemos sumar las diferentes denuncias periodísticas que tienen como protagonistas a ministros, viceministros y otros altos funcionarios de Estado cuestionados por su pasado o por hechos en particular que terminan poniendo en tela de juicio su idoneidad para el cargo que se les ha confiado.
Y del sistema de justicia tampoco podemos esperar mucho, es evidente la lentitud y la indiferencia que caracteriza a este sector para enfrentar con determinación, eficiencia y eficacia a la criminalidad y la corrupción generalizada en todo el país, por decir lo menos. La corrupción ha logrado penetrar los eslabones de la administración de justicia: la Policía Nacional del Perú, la Fiscalía, el Poder Judicial, el sistema penitenciario, la Contraloría, la Procuraduría Pública y el CNM.
Y si miramos al Congreso encontramos a otro poder del Estado totalmente desacreditado, donde el ataque certero, la diatriba, el insulto y el lenguaje procaz son los bocados preciados por la prensa parlamentaria del hall de los pasos perdidos, y donde las comisiones se convierten en salas inquisidoras ante el ojo público. Sin embargo, son incapaces de mirarse entre ellos para separar la paja del trigo, donde “otorongo no come otorongo”, donde el grito de guerra de la mayoría deviene en la vocería de Becerril y de Galarreta, como si fueran los más ilustres senadores del ágora de Atenas.
Y entonces solo queda voltear la mirada hacia el otro lado, donde está la sociedad civil, donde están los ciudadanos de a pie, donde están los que trabajan día a día sin desmayo para llevar el pan a la casa, al otro lado donde están los que buscan vivir felices con los suyos, los que no quieren saber nada de política, los que no quieren formar parte de ningún partido, los que ya no creen en la autoridad elegida, en la justicia, en el respeto al prójimo.
No, estimado doctor Ugaz, el Perú no logra alcanzar los tres requisitos, quizás por eso no podemos exigir a los que están o estuvieron en el poder que rindan cuentas por sus actos, quizás por eso no podemos combatir con éxito y en el corto plazo el problema de la corrupción. Por eso, es probable que en las próximas elecciones surja un nuevo outsider abanderando la lucha contra la corrupción, y nuevamente volveremos a mirar al interior del Estado, y los medios seguirán vendiendo sensacionalismo, y se denunciarán a más funcionarios públicos en sendos reportajes, y los periodicuchos seguirán colgando sus infamias en los quioscos, y los corruptos seguirán robando.
Creo que ya es momento de enfrentar de verdad este problema, y de invertir de una vez por todas en un verdadero cambio de actitud de los peruanos; la sociedad civil y la prensa libre son los dos pilares sobre los que se debe construir una política de recuperación moral del Estado. Los jóvenes de hoy necesitan recibir una severa dosis de ética y de respeto al prójimo, a las leyes y al medio ambiente; los niños de hoy necesitan el adecuado alimento para sus mentes, para que crezcan con una visión de un Perú mejor, para que estén dispuestos a construir ese país que merecemos. No me cabe la menor duda que el camino es la educación en valores para combatir definitivamente el cáncer de la corrupción que hoy nos corroe, esta es la urgente tarea que debe emprender el gobierno.
Luego de cada proceso electoral o procesos de elección en los organismos autónomos se repite una historia similar. Después de la juramentación de los flamantes ministros, congresistas, gobernadores regionales, alcaldes o titulares de pliego, surge de inmediato una pugna entre sus allegados para hacerse del “puesto de confianza” que les permita gestionar las cerca de 3 mil instituciones públicas a nivel nacional.
Los que trabajaron lealmente con el propósito de que su candidato resulte elegido se convierten en merecedores de dignos cargos públicos porque han demostrado con entereza sus cualidades y competencias en organización, convocatoria e influencia política y cuyo resultado ha sido comprobado en las urnas o en los procesos de elección de sus máximos representantes.
Luego de los resultados anunciados por los medios de comunicación –y las redes sociales- de inmediato se conforman los “equipos técnicos” para evaluar a la institución, consultar al doctor google, ver la asignación presupuestal a través de la consulta amigable del MEF, sin dejar de lado la impresión de la estructura organizacional, la escala salarial y otros indicadores de gestión que les permita rápidamente diagnosticar a la entidad que les apetece para los próximos meses de nueva gestión.
Hasta que el diario El Peruano en sus normas legales confirma la designación. “Ya tenemos nuevo jefe”, es la silenciosa frase que recorre los pasadizos de los edificios estatales, otra vez el doctor google se convierte en el referente para conocer la trayectoria del elegido, los trabajadores respiran incertidumbre y los funcionarios públicos que ocupan cargos de confianza sienten que el tiempo se les acaba y empiezan a buscar algún pariente o amigo cercano al nuevo jefe para que los recomienden a ver si pueden mantenerse en el cargo.
Con el nuevo jefe ingresa su nuevo equipo, en principio como asesores, y en pocas semanas terminan ocupando esas plazas “de confianza” disponibles en la alta dirección de las organizaciones, y luego ellos evalúan al personal a su cargo, y evidentemente harán los cambios necesarios para dar lugar a su nuevo personal de confianza.
Y entonces empieza la nueva gestión, fácilmente se puede reconocer a los funcionarios más influyentes del nuevo jefe, a los que todos les hacen caso y les sonríen complacientemente, las secretarias coordinan con control patrimonial para la asignación de sus bienes, con sistemas para que le asignen sus nuevos celulares y computadoras, con seguridad para facilitarles estacionamientos y acceso privilegiado a la institución, y recursos humanos los incorporan en tiempo récord demostrando alta eficiencia en la creación de sus legajos, inscripción en la EPS, creación de sus planillas, entrega de credenciales y el registro en el sistema para el control de asistencia.
Con el pasar de los días y las tareas propias de cada entidad, estos nuevos funcionarios terminan involucrados en los procesos de gestión típicos de la organización, toman decisiones, disponen de recursos públicos y reportan periódicamente sobre sus avances y el cumplimiento de las tareas programadas para cada trimestre de gestión.
Todo esto está bien, siempre y cuando los nuevos funcionarios tengan el conocimiento y la experiencia suficiente para ejercer sus cargos con eficiencia, responsabilidad y honestidad. Sin embargo, esto no necesariamente se cumple, lamentablemente una parte de estos “funcionarios de confianza” no cumplen con alguno de estos tópicos básicos para la gestión pública. El poco conocimiento y la poca experiencia podrían resolverse contando con personal de apoyo calificado, pero de ninguna manera podría darse alguna responsabilidad –y menos el poder- a aquellos que están cuestionados por su conducta inmoral y sin ética.
Aquí surge uno de los mayores problemas en las entidades del Estado, muchas veces la alta dirección tiene entre sus principales funcionarios a gerentes y asesores descalificados éticamente. Personas que toman el poder y de inmediato se convierten en caudillos, mercaderes de la información privilegiada, de los recursos públicos y de los puestos de trabajo; creen que la autoridad y el cargo que se les asigna será para siempre y que no están sujetos a control alguno. En este punto hacen lo que les da la gana, contratan a dedo a sus amigos, negocian con los seguros, los servicios de limpieza, los de vigilancia, disponen de los bienes de la institución para usos particulares, le ponen precio a su firma y visto bueno en los trámites burocráticos –que generalmente terminan favoreciendo a terceros en perjuicio del Estado–, y otras tantas cosas totalmente cuestionables dentro de las organizaciones. Y esto sucede, penosamente, a vista y paciencia de los trabajadores que silenciosamente se hacen de la vista gorda para evitar sufrir mayores consecuencias de su desdicha de tener jefes miserables, corruptos e inmorales.
Y entonces cabe una pregunta, quién debe vigilar, supervisar y monitorear a las entidades del Estado para evitar que estos bellacos se infiltren en el servicio público para hacer de las suyas. ¿SERVIR podría cumplir esta tarea?, ¿la Contraloría está en condiciones de asumir este reto?, ¿el ejecutivo o el legislativo tendrán tiempo para analizar y aprobar alguna propuesta que resuelva en el corto plazo este problema de fondo? Realmente me aferro a la fe y creo que así será en el mediano plazo, porque cada día conocemos una nueva historia protagonizada por servidores públicos de todos los niveles, en diferentes sectores del Estado, que luego de ser descubiertos terminan inmersos en procesos judiciales, incluso afrontando prisiones preventivas. Y al otro lado estamos los ciudadanos indiferentes ante estos eventos casi cotidianos, con la esperanza de que en algún momento la justicia les de la sanción que se merecen; aunque hablar de justicia en el Perú también es otra preocupante historia.
El pasado jueves intervinieron en Sullana al Comandante Marcial Altamirano, Jefe de Investigación Criminal de la Policía, porque habría pedido una coima de cinco mil soles a Vanesa Troncos a cambio de recuperar la camioneta que le robaron el fin de semana, es decir, casi fue víctima de un segundo robo.
A diario suceden hechos como este en diferentes partes del país, una clara evidencia de la crisis de valores que padece nuestra Sociedad, y entonces algunos expertos salen en medios exigiendo penas más severas para estos corruptos, y en las redes sociales nuestros congresistas y otras autoridades vierten sus indignados comentarios, y la gente responde y comenta para bien o para mal, y todos opinan, y todos juzgan, y nada más; al día siguiente, otro policía estira la mano para recibir unas monedas del chofer de combi que le harán olvidar la falta cometida, y más allá, en el hacinado edificio el secretario pide una “cuota” para agilizar el trámite y sacar la resolución a favor de la mujer que sólo quiere que el padre de su hijo le pase una pensión porque no le alcanza lo poco que gana.
Este es el día a día en el Perú, donde la honestidad, la ética, el respeto y la moral son tan escasos como las buenas noticias en los diarios locales o en la televisión peruana. Y qué hacemos para cambiar esta afectación social, si ante la propuesta indebida de inmediato hacemos una especie de análisis de costo-beneficio y aceptamos pagar la coima o dar la propina para -de una vez por todas- acabar el engorroso trámite burocrático o legal al que estamos sometidos, y entonces este círculo vicioso se hace más hediondo y putrefacto.
Por eso creo que es momento de inyectar una fuerte dosis de ética en las familias, en los colegios, en los medios de comunicación sensacionalistas, en el Congreso, en los gobiernos locales y regionales, ¡en todo el Estado! y en todos los edificios que diariamente sellan papeles y hojas de trámite para hacer sentir su autoridad, y en las empresas privadas; necesitamos urgente una fuerte dosis de ética que Fernando Savater define como “el arte de vivir, el saber vivir, por lo tanto, el arte de discernir lo que nos conviene (lo bueno) y lo que no nos conviene (lo malo)”, y dice “nos” porque habla en plural, habla de lo que nos conviene a todos, no sólo a mí, sino también al otro, al prójimo, a la Sociedad.
Necesitamos un decreto de urgencia, una asignación presupuestal extraordinaria que declare en emergencia la moral de los peruanos, y que de inmediato se disponga la reconstrucción de los valores en las escuelas, hospitales, universidades, en el sistema de justicia, el ejecutivo, el legislativo y hasta en los colegios de profesionales, necesitamos que los medios de comunicación reproduzcan buenos spots que promuevan el respeto, la honestidad, la lealtad, la verdadera justicia; necesitamos que la escuela de la policía forme policías con ética, con compromiso, con vocación de servicio, con amor propio y con amor a su país para que no sean intervenidos por un fiscal sino para que sean aplaudidos por su comunidad después de lograr la paz, seguridad y tranquilidad en su jurisdicción, en su ciudad.
En la medida que pasan los días, meses y años siento mayor frustración cuando miro alrededor y veo que el Perú está avanzando. En las calles se ven autos modernos, las ciudades tienen grandes centros comerciales, los restaurantes tienen buena concurrencia, las construcciones en la ciudad son cada vez más modernas, ahora todos tienen celulares, correos electrónicos, la mayoría está en las redes sociales, los jóvenes de ahora tienen mayores oportunidades de estudiar y trabajar, y todo esto está bien, sin embargo, cuando quiero leer un diario, o prender la televisión en un canal nacional, me doy cuenta que el empaque de la sociedad es lo único que ha evolucionado, porque el contenido está marchando para atrás.
Es indignante enterarse que varios funcionarios públicos del más alto nivel están siendo investigados por actos de corrupción, que un destacado alcalde tiene un destacado cuestionamiento judicial de magnitud internacional, que varios congresistas recientemente electos no encienden la llama de la esperanza para construir un mundo mejor, por el contrario, llevan consigo la sombra del narcotráfico, la mentira, el insulto, el engaño y la corrupción, o que la industria de la “salud” trafica con el mal de los pobres y sus medicinas para enriquecerse sin piedad como si fuera el justiprecio de su maldad.
Entonces miro a mis hijos, felices, sonriendo, jugando, y siento un frío que me hiela la piel, quisiera que no sigan creciendo, porque todo el esfuerzo que hacemos para que tengan una buena educación, para que cultiven el valor de la familia, el respeto, la honestidad, la solidaridad, la justicia y el amor puede resultar en vano para ellos. Les confieso que tengo miedo que cuando llegue el día que mis hijos desplieguen sus alas y empiecen a volar, miren hacia abajo y en lugar de encontrar un campo verde sólo encuentren un basural. Cómo podrán entender al Perú maravilloso que les estoy enseñando a amar, este Perú biodiverso y milenario, cuando no es más que un putrefacto fango parcelado por cada mal que lo infecta sin contemplación, sin casi encontrar alguna resistencia, sin casi encontrar algún corazón, brazos o piernas que se resistan a posarse sobre él para no contaminarse del peor mal que puede afectar al tejido social: esta maldita crisis de valores.
Es que acaso el Perú necesita que nos explote una bomba atómica para luego, a partir de allí empezar a resurgir como el ave Fénix, acaso tenemos que esperar que emerja un nuevo Manco Capac del lago Titicaca para que nos vuelva a enseñar a convivir bien con nuestra Pachamama y con nuestros wawqipanaycuna (hermanos y hermanas).
A veces quisiera que podamos pedirle a la tierra que tiemble tan fuertemente para tumbar lo que no se hizo bien, para volverlo a construir mejor, pero mejor no, porque luego llega el gobierno y causa un terremoto mayor, no sólo derrumbaría lo poco que quedó en pie, sino que, además, derrumbaría la dignidad y el honor de los que más sufren, de los miserables porque no tienen que comer, convirtiéndolos en pobres del alma, del espíritu, en pobres sin valor porque sus fuerzas, su ser, su familia, tendrían sólo precio, porque sus conciencias y su libertad sólo valen un táper de plástico barato que esconde un billete de 10 soles a cambio de su cuota de poder.
¿Qué carajo le pasa a mi país? ¿Qué carajo les pasa a los peruanos? ¿Qué carajo nos pasa? que no sabemos decir ¡basta ya! Hasta cuando seremos monigotes idiotizados por la seudo prensa del Perú, hasta cuando permitiremos que sigan cometiéndose las mayores injusticias en nombre de la justicia, hasta cuándo permitiremos que la democracia que queremos sólo sea el discurso de campaña de los que buscan poder para evitar que realmente vivamos en democracia. Hasta cuándo permitiremos que los que se llaman políticos se conviertan en los dueños de la libertad que todos tenemos según sus discursos en el hemiciclo del congreso, cuando son éstos políticos y sus mañas e intereses rastreros los que escriben y publican en el diario oficial las normas que coactan nuestra libertad convirtiéndonos en esclavos del mercado, del sistema, y que nos conduce a la plena mediocridad.
¡Basta ya de tanta miseria, de tanto robar!, ¡basta ya de tanta violencia!, ¡basta ya de narcotráfico!, ¡basta ya de hipocresías!
Acaso los que hoy tienen el poder y la autoridad no saben dónde están y quiénes son los capos de la droga, acaso no saben quiénes son los desgraciados que trafican con el cuerpo y la pureza de los niños y mujeres, acaso no saben quiénes son los que abusan de la fuerza y la ignorancia de los jóvenes y hasta de los viejos que trabajan y trabajan desde que sale el sol hasta que anochece a cambio de unos pocos soles que con las justas les alcanza para comer.
Acaso nos somos nosotros mismos los que sabemos quién, cómo y dónde está el responsable de hacer que se pudra la juventud consumiendo drogas, alcohol, sexo y violencia, y nos callamos, y pasamos de largo fingiendo desconocer la realidad.
¿Ese es el destino del peruano?, ¿siempre agachando la cabeza?, siempre nos conformaremos con el “hubiera sido mejor”, siempre seguirá siendo un peruano el peor enemigo de otro peruano, siempre diremos que el Perú es grande, pero obraremos con bajeza, con chatura, con complejos. Acaso no es nuestra raza la que conquistó el ande, acaso no es nuestra raza la que domesticó la tierra y le hizo brotar el alimento que hoy combate al hambre, acaso no es nuestra raza capaz de superar esta metástasis que infecta a todo el país.
Por eso me resisto a vivir en este país gris, en este país de media tabla para abajo, porque veo a mis hijos y entonces me lleno de esperanzas, porque ellos me enseñan cada día que la fe mueve montañas, que sí se puede ser feliz, que sí se puede cuidar nuestra casa grande, que sí es posible construir un hogar donde vale más la honradez, el trabajo, la honestidad, la solidaridad y la lealtad, y que cada uno de estos valores se alimentan con el amor verdadero, aquel que sólo da sin esperar nada a cambio, con libertad.
Por eso los invoco a actuar ya, ahora, es el momento de alzar la voz, de poner nuestras manos, nuestras mentes y nuestros corazones al servicio del Perú. Estoy convencido que esta crisis de valores la podemos vencer, pero debemos unirnos, debemos trabajar juntos, y debemos hacerlo en tres niveles, primero a nivel personal, respetando al prójimo, tolerando nuestras diferencias, respetando la libertad de acción y pensamiento. El segundo nivel debe ser con nuestra familia, cultivando nuestro hogar, promoviendo la paz y el sano alimento de nuestro cuerpo y de nuestra mente, abrazando todos los días a nuestros hijos, a las personas que amamos y que viven en nuestro entorno más cercano, aquí es donde debemos sembrar la semilla de una nueva sociedad, seamos el ejemplo de familia que queremos para el Perú; y el tercer nivel es un llamado a la acción social, ya no podemos esperar que otros sean los responsables de construir nuestro bienestar, ahora nosotros debemos ser el puente que conduce a los hombres y mujeres hacia un verdadero Perú, un Perú de paz, de cultura, de justicia, de amor, de libertad.
Les propongo tres líneas de acción, la primera debe estar orientada hacia la cultura, organicemos talleres, conversatorios, foros, blogs, y todo lo que nos permita poner en valor y cultivar nuestras mentes, ayudemos a acercar la educación, los idiomas, el arte y el deporte a los demás, así recuperaremos nuestra identidad casi sumergida en el mar de la globalización y el consumismo sin frenos.
La segunda línea de acción debe ser la solidaridad, la capacidad de dar lo que tenemos a quien lo necesita, organicemos jornadas para compartir nuestro tiempo sobre todo con aquellos que necesitan ayuda para sanar sus cuerpos y también sus almas, la verdadera arma contra la delincuencia es la solidaridad, contra la violencia es el amor, contra el dolor y la desesperación tenemos la amistad, usemos estas fuerzas de cambio para enderezar el camino de quienes están perdiendo la fe y la esperanza en ellos mismos a causa de una enfermedad o por el miedo que los inmoviliza y los empuja a la oscuridad.
Y una tercera línea de acción es el compromiso, es decir, la disposición de hacer que esta nueva corriente de cambio crezca más, tenemos que comprometernos nosotros mismos y comprometer a más personas para que unan sus fuerzas con nosotros y logremos, todos juntos, derrotar este mal que nos aqueja, esta crisis de valores debe detenerse ahora, por eso debemos activar las redes, tomar las calles y alzar nuestras voces para que todos se enteren que ahora sí diremos ¡basta ya!, y que desde ahora pasamos a la acción, desde ahora empezamos, verdaderamente a construir un Perú mejor para nuestros hijos, y para que luego ellos lo hagan mejor.
Aquí no importa tu color de piel, el lugar donde vives, la religión que profesas, el partido al que perteneces, aquí no importa si amas la música, el teatro, el fútbol o el ballet, aquí no importa tu pobreza o tu riqueza, tu género, tus creencias, tus costumbres, ni tu edad, aquí sólo importa tu voluntad y tu fe para actuar y lograr que al fin podamos tener el Perú que merecemos tu y yo, el Perú que merecen nuestros hermanos, nuestros padres y nuestros hijos y nietos.
¡Un Perú con peruanos que valen el Perú!
Crónica de un par de periodistas que hoy se vuelven a encontrar
Era inicios de los 90, una radio en la calle Manco Cápac en Miraflores transmitía cada mañana el noticiero El momento, era la vieja Radio Miraflores, allí conocí a un gordito renegón, gritón, que exigía con alta intensidad y con pasión que logremos la noticia para darla a conocer a través de las voces de Pedro Roncallo, Enrique Llamosas y él mismo, cada mañana, en los 96.1 de la FM.
En esa radio que transmitía cada día, muy temprano, el conocido “Buenos días señor Presidente”.
Yo recién tenía 18 años, recién llegado de provincia, de San Juan de Marcona, pero convencido de que la radio, la prensa, el periodismo, sería mi oficio de vida, allí aprendí que gritar, que exigir con un carajo bien puesto a tu equipo de trabajo era parte del quehacer periodístico, así era Rolando Díaz, hace 25 años atrás, atrevido, mordaz, crítico, inquisidor con sus entrevistados, un perfil casi opuesto al mío, yo taciturno, él todo lo contrario.
Así pasaron los meses, cada uno a su estilo frente al micrófono, hasta que cada uno tomó un camino diferente, siguiendo sus propios estilos, Radio Miraflores dejó de ser aquella radio que dejaba la plena libertad de hacer y decir según tus convicciones, Ricardo Palma terminó preso, el "Buenos días Señor Presidente" se convirtió en "pan con mantequilla", que escribía desde San Jorge donde algunas pocas veces fui a visitarlo.
Hasta que llegó el ocaso de la dictadura, y Rolando y yo volvimos a encontrarnos, él seguía renegando de la política de entonces, si merece llamarse política, y yo desde la Radio 1160 seguía enfrentando a la dictadura de entonces, era época de reelecciones, y nos volvimos a encontrar, otra vez en una cabina de radio, y así seguimos caminando, hasta que nos tocó entrar a la televisión, Rolando en sus paneles, crítico como siempre, y yo un tanto igual pero con un estilo diferente, Rolando y yo siempre caminamos por veredas distintas, pero estoy seguro que siempre tuvimos el mismo norte, siempre anduvimos por la misma vía que nos conduce hacia la verdadera democracia que anhelamos.
El periodismo es eso, el verdadero digo, el que sirve de puente, de medio, para animar, para ayudar a la sociedad a ver con claridad la realidad que vivimos, de tal manera que puedan elegir mejor sus caminos de vida.
El periodismo es eso, el periodista como yo, como Rolando, somos seres humanos de carne y hueso, con errores y con aciertos, pero con un sentido de país, de patria, con un amor al Perú, a la tierra a la que pertenecemos, por eso vigilamos, por eso escribimos, y cuando es necesario, alzamos nuestra voz de protesta, de crítica, de opinión, denunciamos, revelamos lo oscuro, lo perverso, lo corrupto, y ahora, debo decir también que “satirizamos”, según la nueva interpretación de la libertad de prensa.
Bueno, Rolando es eso, y más ha, hecho radio, televisión, prensa escrita, ha dirigido obras de teatro, ha publicado varios libros, y ahora últimamente se le ha dado por producir cortometrajes, será porque la radio y la televisión de hoy ya no es, como era antes, las cámaras y los micrófonos ya no resaltan lo que se produce en la mente de sus protagonistas, ahora prefieren enfocar los cuerpos y narrar las historias más pérfidas de la vida de sus promiscuos mercaderes de músculos, piernas y romances quebrantados por el alcohol, el engaño y la ambición de fama, dinero y auspiciadores.
Por eso, Rolando, quiero reconocer tus más de 30 años de carrera entregados al oyente, al público, a la sociedad, y quiero reconocer que siempre encuentras una forma de seguir en el mismo camino que tanto describimos en nuestras tertulias, y otras veces en algunas borracheras, lejanas ahora, porque los años y nuestras parejas nos hacen más sosegados.
Lo que sí compartimos igual que antes, es nuestro deseo de seguir al servicio del periodismo, porque es una acción cívica, porque es hacer patria, porque es darle sentido a nuestras vidas como peruanos.
Por eso, hoy, Rolando Díaz presenta su última publicación Tiempos de Cortos, al lado de destacados peruanos que hacen de su expresión artística su mejor obra, y que coincidencia, también abocados al público, para hacerles sentir, emocionar, llorar, reír, lo que sea necesario para entender que la vida es eso.
Mucho de lo que digo esta tarde lo encontraremos en esta nueva entrega de mi amigo y colega Rolando Díaz.
Y finalmente, no puedo dejar de ser rebelde y reaccionario, como Rolando y sus comentarios en las redes sociales, porque debo decir que a pesar de que Fernando Valencia y Rafo León han sido condenados por ejercer su profesión con pasión, mi solidaridad está con ellos, a pesar que al maestro del periodismo César Hildebrant le han negado la impresión de su semanario, a pesar de todo eso, no podrán callar nuestras voces, no podrán detener nuestra pluma, porque la libertad es eso, es saber encontrar las formas de expresar nuestra opinión, nuestro pensamiento, sin censuras, sin esposas, sin condenas, en todo caso, que sea el público, el oyente, el lector, el que condene nuestros actos con su desprecio, porque la libertad es también escoger, es elegir o no lo que consideran correcto.
Gracias Rolando por tu invitación, gracias a ustedes por permitirme hablarles a modo de crónica el camino avanzado de un amigo y colega que aún tiene por recorrer un largo trecho.
Muchas gracias.
–¡Rodrigo no corras! Y deja de gritar, sino te van a botar y no te van a dar regalo ¡entiendes!–, gritaba Teresa a su hijo de 8 años que corría en el patio de su escuela aburrido porque no llegaban las autoridades para que se inicie la entrega de regalos a los niños pobres del pueblo, era cerca del mediodía y el sol quemaba las cabezas de las mujeres y sus hijos que desde muy temprano llegaron al portón del colegio estatal para encontrar un buen lugar.
Más de 300 sillas blancas de plástico ocupadas por ellas y sus niños inquietos se alineaban frente al improvisado estrado de madera que contenía una mesa de honor con tres sillas, un micrófono y tres botellas de agua y sus vasos descartables al lado de los tarecos que Teresa con las justas alcanzaba a leer el nombre del alcalde en el centro, a un lado el nombre del director del colegio y al otro lado el nombre del ministro de Estado que envió los regalos. –También dicen que van a regalar canastas a los asistentes y al final panetón con chocolatada, igual que el año pasado–, decía una mujer a su vecina durante la espera.
De pronto se escucha la voz del presentador que anuncia la llegada de las autoridades, todos corren a sus sillas, los niños buscan hacerse espacio para llegar a sus lugares al lado de sus madres y entonces voltean a mirar el ingreso de la ilustre comitiva navideña al humilde colegio.
Palabras de uno y otro, y Rodrigo cada vez más impaciente esperando que terminen de hablar para que le den su regalo, el alcalde describe sus esfuerzos para la organización del evento y luego el representante del ministro justifica su demora, argumenta el deseo del ministro de asistir pero su recargada agenda y sus innumerables compromisos no se lo permite, pero señala que su presencia y gran corazón está en cada regalo y canastas que se entregarán hoy.
Y luego, lo de siempre, el sorteo de las canastas, las filas de los niños y niñas para recoger su regalo, y luego, otra fila para recibir el panetoncito en bolsa y su vaso descartable con el esperado chocolate navideño, todo amenizado por un equipo de sonido que reproduce villancicos para la ocasión.
Las autoridades anuncian su salida, expresan su satisfacción por la buena labor realizada, les desean una feliz navidad a los asistentes y se van, mientras que los niños casi no terminan el panetón y toman el chocolate con prisa para poder corretear con sus amigos y mostrar el juguete chino que tienen en manos y que comparan con los otros niños del lugar.
Rodrigo no había abierto su panetón, prefirió guardarlo para compartirlo en la nochebuena, compartió el chocolate con su madre y le dio el regalo sin abrir para que ella lo coloque al lado del arbolito de navidad que tienen en casa.
Teresa llegó a casa con Rodrigo y se da cuenta que no ha cocinado, no sabe qué preparar para ella, Rodrigo y su esposo que hoy llegará más temprano para celebrar la navidad. Prende el fuego y prepara arroz blanco, tiene plátano para freír y le pide a Rodrigo que vaya a la tienda y pida 3 huevos a Martita, y que lo anote en la cuenta. Cuando Rodrigo está saliendo le dice: y si tiene chocolate de taza que te dé también con un tarro de leche, apúrate, no te demores.
Mientras comían Rodrigo contaba que su amiga Paola estaba triste porque esta navidad su papá tenía que trabajar de noche, y ella quería estar con él y sus hermanos porque los asustaban los cohetes, Teresa le explicó que el trabajo del papá de Paola es muy valioso, porque tiene que cuidar las casas de personas muy importantes como el representante del ministro que fue al colegio hoy –ellos necesitan que en las noches sus casas estén seguras, por eso su papá no puede faltar– le dijo, y que su mamá se encargará de cuidarlos de los cuetes.
De pronto llegó la noche y el papá de Rodrigo aún no llegaba del trabajo, era cerca de las nueve de la noche cuando preguntó por él y Teresa le dijo que en cualquier momento llega, que le había prometido llegar más temprano por la navidad cuando, de pronto, se abrió la puerta y entró Javier, estaba agotado, sin embargo, trató de sonreír y escondió la bolsa que traía consigo detrás de él, Rodrigo corrió y lo abrazó, y le preguntó al oído: ¿compraste cuetes? No, porque son peligrosos, respondió Javier, pero he traído regalos de navidad para ti y tu mamá. Teresa le recibió la bolsa y acomodó los dos regalos debajo del arbolito de navidad.
En la calle se sentía que la gente caminaba con prisa, los niños corrían y jugaban, los cohetecillos se dejaban oír en varios lugares, las bolsas negras con las botellas de cerveza salían como pan caliente en las tiendas como anuncio del inicio de las celebraciones de la noche buena.
En casa, Rodrigo, Teresa y Javier conversaban del duro día de trabajo en el negocio de papá, había tanta gente en el mercado que no se podía caminar, contaba Javier, pero nos fue bien, logré vender todos los polos que mandamos a coser. Felizmente, dijo Teresa.
Llegó las 12 de la noche y la radio daba cuenta de la llegada de la navidad, las calles se tornaron bulliciosas con los cuetes, se oían las voces de los vecinos deseándose feliz navidad y en casa Javier, Teresa y Rodrigo se daban un gran abrazo familiar, los tres sabían que ese instante debía durar para siempre en sus corazones, la navidad era estar juntos, los tres, abrazados entre risas nerviosas y ojos casi llorosos porque no tenían más, pero era suficiente, una noche más juntos, frente al pequeño nacimiento armado dentro de la caja de cartón.
De pronto Rodrigo les dijo: papá, mamá, no se muevan, les tengo una sorpresa, es para los dos, y corrió a su cama, levantó su almohada y sacó una carta que decía:
Papi, mami, en esta navidad quiero decirles que los quiero mucho, que siempre quiero que estén juntos, sin pelear, sin gritar, solo quiero que me abracen y me digan feliz navidad, yo no quiero regalos, ni panetón, solo quiero que estén conmigo, abrazados hasta quedarnos dormidos, los amo a los dos. Tu hijo, Rodrigo.
Ya han pasado 30 años cuando Rodrigo le entregó esa carta a sus padres, y esta nochebuena Rodrigo les enseñó la misma carta a sus dos hijos de 10 y 12 años, les leyó la carta y los abrazó tan fuerte y por tanto tiempo que su esposa derramó unas lágrimas en su hombro y sus hijos entendieron el verdadero significado de la navidad, una palabra de siete letras con un gran significado universal, al igual que la palabra familia, también de siete letras y con un valor sin igual.
¡Feliz navidad! ¡Feliz familia!
"El verdadero periodista no construye su verdad, sino la descubre, la verifica y la contrasta con los hechos"
Hace poco leí en un libro del escritorio de un amigo que “al filósofo le basta demostrar la verdad; al historiador, narrar con sencillez, exactitud y amenidad; al literato, razonar con método y solidez”, y entonces me pregunté ¿y al periodista qué?
Será que al periodista le basta con encontrar la verdad, luego narrarla con sencillez, exactitud y amenidad, además de razonar con método y solidez; y entonces veo que Manuel Antonio De La Lama no se equivoca cuando tácitamente refiere al verdadero periodista en su libro Retórica Forense; un libro para abogados que a mi juicio son la antítesis del periodista –me refiero a los abogados- porque el letrado construye su verdad, la documenta, la argumenta con elocuencia, la defiende apasionadamente ante el juez o el fiscal, hasta lograr que le den la razón, y entonces, se determina que su verdad y su causa es válida; aunque a veces no sea así.
En cambio, el verdadero periodista no construye su verdad, sino la descubre, la verifica y la contrasta con los hechos, la analiza y luego la convierte en un lenguaje adecuado para que su público y la sociedad la conozca y la comprenda.
El juicio de valor le corresponde a la sociedad, son los ciudadanos quienes deben juzgar con libertad los hechos que cada día la radio, la televisión, la prensa escrita y ahora los medios virtuales nos cuentan, a cada segundo, en vivo y en directo, a tal velocidad que a veces no le damos tiempo a nuestra conciencia –la exigencia de bien que todos tenemos- para que nos ayude a valorar el alimento informativo que a diario consume nuestra mente.
Entonces el periodista de hoy tiene un nuevo reto que afrontar, no solo debe descubrir la verdad y hacerla pública, sino que además debe encender el interruptor de la conciencia social para que ésta conduzca a los hombres y mujeres a elegir libremente entre el bien y el mal, sin zonas grises, sin verdades a medias, sin mentiras recreadas para simular una realidad ajustada a los intereses de un particular.
La sociedad actual está perdiendo su capacidad de análisis y de juicio propio, fácilmente se dejan llevar por la opinión disfrazada de noticia que la mayoría de medios publican a cada instante, donde la verdad se hace relativa.
El lector consume pasivamente esta información y luego la repite afirmando el hecho sin dudar, sin pensar, sin analizar su veracidad; si lo dicen en la tele entonces es cierto, si lo afirman en la radio entonces así es, si lo escribe el columnista del diario serio entonces no me queda duda de que así fue.
Y el periodista –el de verdad- ¿dónde está? Dónde está aquel que debe tener la habilidad de narrar un hecho, despertar el interés de la sociedad, mantener su objetividad, y sobre todo, hacer que su público comprenda lo sucedido, que diferencie la noticia de una opinión, que piense y razone por sus propios medios y, finalmente, se forme su propio juicio.
En estos tiempos de gran flujo de la información destacan los que desarrollan la capacidad de selección, comprensión y análisis de los hechos, los demás solo son bustos parlantes de a pie que fingen saber de todo y opinan, y señalan, y juzgan, y a veces condenan, sin siquiera tener un argumento válido para tal aserción.
La sociedad peruana está involucionando en sus procesos de comunicación, está perdiendo la capacidad de entender su realidad, en consecuencia, se está condenando nuevamente a sufrir la dictadura de la ignorancia; una dictadura que permanecerá vigente coactando la libertad de pensamiento, de conciencia y de opinión; una dictadura que volverá a gobernar fácilmente el pensar de su pueblo sin conciencia, sin capacidad de análisis, sin discernimiento propio; una sociedad integrada por seres como los descritos por José Ingenieros en su libro el hombre mediocre; una sociedad que terminará creyendo todo lo que ve en la tele, en la prensa y en la Internet; una dictadura que poco a poco se está haciendo de estos medios que a diario bombardean titulares, fotos e imágenes de un mundo peor, y de peores hombres y mujeres; una dictadura que no permite que una voz distinta a sus propósitos se deje escuchar, que no permite que algún rostro rebelde a su causa tenga un espacio en “la tele comercial”; una dictadura que no se detendrá hasta que el papel de los pocos diarios independientes se cargue de tinta con el color del dinero y el poder.
¡Cuidado! Queridos hermanos y hermanas, porque la realidad peruana es distinta a la narrada por la mayoría de medios de hoy, la realidad peruana que se vive en cada hogar, en cada escuela, en cada barrio, en cada iglesia, es distinta a la que grafican los quioscos de periódicos cada mañana, es distinta a la que narran con exagerada entonación y poca profundidad los noticieros de la tele cada noche, la realidad peruana no es lo que dicen los “expertos” que cada mañana hablan por la radio más popular.
Nuestra realidad es otra, y estoy seguro que es una realidad mejor a la que nuestra mente consume a diario, por eso, necesitamos de más filósofos que nos ayuden a comprender la verdad, necesitamos de más historiadores que nos ayuden a entender con sencillez la realidad, y necesitamos de más literatos para que nos ayuden a distinguir entre el arte de hacer sentir y la mentira que nos trata de influir; y por supuesto, necesitamos de más periodistas que digan la verdad con objetividad y humildad, y menos miserables que se disfrazan de políticos o abogados que tratan de vendernos su verdad a cambio de nuestra libertad.
Esperemos que el nuevo gobierno continúe con el proceso
Ahora que estamos próximos a nuevas elecciones presidenciales en el Perú el nerviosismo y la preocupación empieza a resurgir en las entidades del Estado que responden al gobierno central porque sus puestos de trabajo parecen tener fecha de término cada vez más próxima.
Y esto sucede cada vez que nuevos jefes asumen la dirección en las 3,558 entidades públicas que emplean a más de 1 millón 300 mil empleados públicos, donde cerca de 15 mil cumplen funciones de dirección, gerencias y jefaturas, es decir, el 1,2 % tienen la responsabilidad de decidir cómo ejecutar los 147 mil millones de soles que constituyen el presupuesto general de la República, un presupuesto que debe ejecutarse con eficiencia y transparencia en beneficio de todos los peruanos.
Entonces aquí surge una preocupación ¿cómo podemos tener la seguridad de que la toma de decisiones en la gestión pública y la ejecución del presupuesto será la idónea si actualmente el 70 % de los puestos directivos son de confianza?
Es decir, 7 de cada 10 funcionarios que dirigen las instituciones vendrán con sus propios equipos de trabajo, nuevos empleados públicos que demandarán algunas semanas o meses para adecuarse al sistema de trabajo existente generando -por lo menos- estancamientos en la prestación del servicio que brinda la entidad al ciudadano, lo que es natural en todo proceso de "renovación" del talento humano en cualquier organización, solo que esto se da cada vez que cambia el titular de la entidad imposibilitando la aplicación de estrategias de gestión al mediano o largo plazo en el mejor de los casos; pero si no tienen experiencia en la gestión pública y tampoco los conocimientos sobre los procesos, normas y leyes que debemos cumplir en el manejo de los recursos del Estado, entonces, terminarán afectando la institucionalidad, el honor y hasta su libertad por actuar indebidamente (entre el 2009 y julio de 2015 la Contraloría ha encontrado responsabilidad penal, civil y administrativa a 172 mil funcionarios públicos, de los cuales cerca de 4 mil están inhabilitados y 559 tienen sentencia judicial).
Esta situación confirma que el actual modelo de dirección pública está "politizado", convirtiéndose así en una de las principales razones por la que la ciudadanía califica a la gestión pública como ineficiente, poco confiable y con muy bajo nivel de aprobación y satisfacción en la prestación del servicio que brinda (seguridad, salud, educación, justicia, etc.)
Sin embargo, en julio de 2013 con la publicación de la Ley del Servicio Civil (Ley 30057) se determinó que debe existir un máximo de 20 % de puestos de confianza como directivos en cada entidad, una disposición que, sin duda, ayudará a revertir el actual escenario de la dirección pública peruana.
A esto debemos sumarle el importante avance logrado por SERVIR mediante la asignación de 200 gerentes públicos en entidades del Estado a nivel de gobierno nacional, regional y local, quienes responden a un nuevo modelo gerencial enfocado en el servicio al ciudadano y basado en tres pilares sobre los cuales se implementa la reforma del servicio civil: meritocracia, creación de valor público y gestión de competencias; tres conceptos que centran en su punto medio el gran reclamo de la sociedad.
Esperemos que este proceso de reforma iniciado en el 2008 y reglamentado el 2014 no termine interrumpido por el nuevo gobierno, por el contrario, es necesario que la sociedad peruana conozca esta iniciativa en marcha, conozca de los importantes logros alcanzados en poco tiempo y que además se mantenga vigilante para que los políticos de turno no obstruyan este proceso de cambio; sino por el contrario, primero lo conozcan a fondo y luego contribuyan a su implementación en todo el sector público, sin duda, esto hará del Estado y sus instituciones una corporación competitiva, eficiente, transparente y con servicios de calidad en todo el país y para todos los peruanos.
Por ahora tenemos en el Perú 500 gerentes públicos de los cuales 200 ya están cumpliendo este desafío, sin embargo, algunos técnicos estiman que requerimos al menos 3 mil para lograr los objetivos propuestos en el siguiente quinquenio, así evitaremos que algún otro funcionario de la Contraloría repita frases como esta: "la ineficiencia le cuesta más que la corrupción al Estado".
Actualmente existen más de 19 mil condenados a muerte en todo el mundo
Amnistía Internacional publicó este 1 de abril un informe que indica que el 2014 sucedieron ejecuciones en 22 países al igual que en el 2013. Se estima que fueron 607 las ejecuciones en todo el mundo, esto supone una disminución de casi el 22 por ciento respecto a las cifras registradas en 2013 (no se incluye las posibles personas ejecutadas en China donde los datos sobre la pena capital se consideran secreto de Estado, sin embargo, se cree que superarían las mil ejecuciones al año).
Tres países −Arabia Saudí, Irak e Irán− fueron responsables del 72 por ciento de las 607 ejecuciones registradas. En Irán, las autoridades anunciaron oficialmente 289 ejecuciones, pero se llevaron a cabo muchas más que no se reconocieron oficialmente.
Condenados a muerte
Se sabe que al menos 2.466 personas fueron condenadas a muerte en 55 países en 2014. Esto supone un incremento del 28 por ciento comparado con 2013 (1.925 condenas a muerte). Esto se debe al fuerte incremento de las condenas a muerte en Egipto (de 109 en 2013 a 509 en 2014) y Nigeria (de 141 en 2013 a 659 en 2014), países en los que los tribunales impusieron condenas a muerte colectivas en algunos casos.
Se estima que al finalizar el 2014 existen en todo el mundo al menos 19.094 personas condenadas a muerte.
Cómo se aplicó la pena de muerte en 2014
Se utilizaron los siguientes métodos de ejecución:
Decapitación (Arabia Saudí), ahorcamiento (Afganistán, Bangladesh, Egipto, Irak, Irán, Japón, Jordania, Malaisia, Pakistán, Palestina, Singapur, Sudán).
Inyección letal (China, Estados Unidos de América, Vietnam).
Arma de fuego (Arabia Saudí, Bielorrusia, China, Corea del Norte, Emiratos Árabes Unidos, Guinea Ecuatorial, Palestina, Somalia, Taiwán, Yemen).
Como en años anteriores, no se tuvo noticia de ejecuciones judiciales llevadas a cabo por lapidación. Una mujer fue condenada a morir lapidada por "adulterio" en Emiratos Árabes Unidos. Se llevaron a cabo ejecuciones públicas en Arabia Saudí e Irán. Amnistía Internacional ha recibido informes que indican que al menos 14 personas fueron ejecutadas en Irán por delitos presuntamente cometidos cuando eran menores de 18 años.
En varios países –entre ellos Afganistán, Arabia Saudí, Bahréin, China, Corea del Norte, Irak e Irán−, las condenas se basaban en "confesiones" que podrían haber sido obtenidas mediante tortura u otros malos tratos. En Irán, algunas de estas “confesiones” se emitieron en televisión antes de la celebración del juicio.
En algunos países, como Arabia Saudí, China, Emiratos Árabes Unidos, Indonesia, Irán, Malaisia, Singapur, Sri Lanka, Tailandia y Vietnam, se impuso o ejecutó la pena de muerte por delitos de drogas. Hubo otros delitos capitales para los que se impuso la pena de muerte en 2014, como por ejemplo: delitos económicos tales como la corrupción (China, Corea del Norte y Vietnam); robo a mano armada (República Democrática del Congo); cometer "adulterio" durante el matrimonio (Emiratos Árabes Unidos); violación con resultado de muerte (Afganistán); violación cometida por violadores reincidentes (India), violación (Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos); secuestro (Arabia Saudí); tortura (Arabia Saudí); “insultar al profeta del islam” (Irán); blasfemia (Pakistán); “brujería” y “hechicería” (Arabia Saudí). Por último, en Arabia Saudí, Corea del Norte, Líbano Palestina (en Cisjordania y en Gaza) y Qatar se penaban también con la muerte distintas formas de “traición”, “actos contra la seguridad nacional”, “colaboración” con una entidad extranjera. "espionaje", participación en "movimientos insurrectos y terrorismo" y otros “delitos contra el Estado”.
En América, Estados Unidos fue el único país que aplicó condenas a muerte, aunque las ejecuciones se redujeron de 39 en 2013 a 35 en 2014.
El uso de la pena de muerte no combate la delincuencia y la inseguridad
Muchos de los países que en 2014 impusieron o ejecutaron condenas a muerte lo hicieron para responder a amenazas o supuestas amenazas para la seguridad del Estado y la seguridad pública planteadas por el terrorismo, la delincuencia o la inestabilidad interna.
Pakistán anuló la suspensión de las ejecuciones de civiles que estuvo en vigor seis años tras el horrendo ataque contra una escuela de Peshawar. Siete personas fueron ejecutadas en menos de dos semanas a finales de 2014. El gobierno prometió también a ejecutar a cientos de personas condenadas a muerte que habían sido declaradas culpables de delitos relacionados con el terrorismo.
China hizo uso de la pena de muerte como herramienta en la campaña de “mano dura”, que las autoridades describieron como una respuesta al terrorismo y la delincuencia violenta en la Región Autónoma Uigur del Sin-kiang. Tres personas fueron condenadas a muerte en un acto público de imposición de sentencias a 55 personas declaradas culpables de terrorismo, separatismo y asesinato. Entre junio y agosto, 21 personas fueron ejecutadas en la Región Autónoma Uigur del Sin-kiang en relación con distintos atentados terroristas.
Jordania reanudó las ejecuciones en diciembre, después de un paréntesis de ocho años, con la ejecución de 11 hombres declarados culpables de cargos de asesinato. Las autoridades afirmaron con claridad que la iniciativa era una respuesta al aumento de las tasas de asesinatos.
Sin embargo, hasta la fecha no existen pruebas convincentes que demuestren que la pena de muerte tiene un especial efecto disuasorio respecto a la delincuencia, o que es más efectiva que las penas de prisión.
Amnistía Internacional registró varios casos en los que se había utilizado la pena de muerte contra personas con discapacidad mental e intelectual, por mencionar sólo un caso, Askari Abdullah Muhammad fue ejecutado en Florida el 7 de enero por un asesinato cometido mientras estaba en prisión en 1980. Tenía un largo historial de grave enfermedad mental, que incluía un diagnóstico de esquizofrenia paranoide.
En varios países, como Estados Unidos de América, Indonesia, Japón, Malaisia, Pakistán y Trinidad y Tobago, existen personas con discapacidad mental o intelectual condenadas a muerte.
La conmemoración del Día de la Mujer nace de una historia sangrienta, donde el abuso, la explotación y la impunidad causó la muerte de 146 mujeres, algunas quemadas y otras muertas porque se arrojaron ante el temor a las llamas. Este día no se conmemora la diplomacia de mujeres acaudaladas, amables, de buena familia, que con su pasión lograron cambios en la sociedad para que les permitieran más derechos. Este se día conmemora a las revolucionarias pioneras, las indignadas, las migrantes y las que pedían mayor equidad en la vida conyugal y laboral. Las que demandaban ser más valoradas como mujeres.
Varios hitos marcan este día: un levantamiento de mujeres rusas, una ocupación de trabajadoras neoyorkinas, una protesta de mujeres de Manhathan y una conferencia internacional de mujeres en Dinamarca.
Incendio en la fábrica Triangle Shirtwaist de Nueva York
El incendio de la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nueva York el 25 de marzo de 1911 es el desastre industrial más mortífero en la historia de la ciudad de Nueva York y el cuarto en el número de muertes de un accidente industrial en la historia de los Estados Unidos. La fabrica de camisas, se quemó con 146 mujeres trabajadoras, la mayoría inmigrantes italianas y judias de entre 14 y 23 años la mayoría. Habían sido encerradas debido a que protestaban por mejoras laborales, y los dueños de la fabrica habían cerrado los accesos para evitar robos y desórdenes.
Muchas de aquellas mujeres, al no tener otra vía de escape, saltaron desde pisos superiores hacia el pavimento, en un intento desesperado de escapar de las llamas que consumían a sus compañeras. El hecho conmocionó no solo a los Estados Unidos, sino al mundo entero.
A raíz de este dramático hecho se introdujeron importantes cambios en materia legislativa en las normas de seguridad y salud laborales e industriales y fue el detonante de la creación del importante Sindicato internacional de mujeres trabajadoras textiles (International Ladies’ Garment Workers’ Union) que luchaban por mejorar las condiciones laborales de las trabajadoras textiles.
El incendio ha marcado la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, después Día Internacional de la Mujer, que se celebra el 8 de marzo.
El 8 de marzo de 2011 se celebró el centenario del Día Internacional de la Mujer y el 25 de marzo de 2011 se cumplía el centenario del desastre de la fábrica textil Triangle Shirwaist.
Año 1909 y 1910 – Proclamación del día internacional de la Mujer Trabajadora
El 28 de febrero de 1909 se celebró por primera vez en los Estados Unidos el día de las mujeres socialistas tras una declaración del Partido Socialista de los Estados Unidos.
En agosto de 1910 la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, reunida en Copenhague, reiteró la demanda de sufragio universal para todas las mujeres y, a propuesta de la socialista alemana Luise Zietz, se aprobó la resolución propuesta por Clara Zetkin proclamando el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
La propuesta de Zetkin fue respaldada unánimemente por la conferencia a la que asistían más de 100 mujeres procedentes de 17 países, entre ellas las tres primeras mujeres elegidas para el parlamento finlandés. El objetivo era promover la igualdad de derechos, incluyendo el sufragio para las mujeres.
Año 1911 – Primera celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora
Como consecuencia de la decisión adoptada en Copenhague el año anterior, el Día Internacional de la Mujer Trabajadora se celebró por primera vez el 19 de marzo en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, con mítines a los que asistieron más de un millón de personas, que exigieron para las mujeres el derecho de voto y el de ocupar cargos públicos, el derecho al trabajo, a la formación profesional y a la no discriminación laboral.
Años 1913 y 1914 – Día Internacional del Mujer antes de la Primera Guerra Mundial
En 1913, en el marco de los movimientos en pro de la paz que surgieron en vísperas de la primera guerra mundial, las mujeres de Rusia celebraron su primer Día Internacional de la Mujer el último domingo de febrero de dicho año.
En 1914 en Alemania, Suecia y Rusia se conmemora por primera vez, de manera oficial, el Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo.
En el resto de Europa, las mujeres celebraron mítines en torno al 8 de marzo para protestar por la guerra y para solidarizarse con las demás mujeres.
Años 1922 a 1975 – Institucionalización del Día Internacional de la Mujer
Después de la revolución de octubre, la feminista Alexandra Kollontai (que desde su nombramiento como Comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública logró el voto para la mujer, que fuera legal el divorcio y el aborto) consiguió que el 8 de marzo se considerase fiesta oficial en la Unión Soviética, aunque laborable.
El 8 de mayo de 1965 por decreto del USSR Presidium del Sóviet Supremo de la Unión Soviética de la URSS se declaró no laborable el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Desde su aprobación oficial por la Unión Soviética tras la revolución rusa de 1917 la fiesta comenzó a celebrarse en otros muchos países. En China se celebra desde 1922, en España se celebró por primera vez en 1936.
En 1975 la ONU comenzó a celebrar el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer
En diciembre de 1977, dos años más tarde, la Asamblea General de la ONU proclamó el 8 de marzo como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional.
Esta adhesión de la ONU llevó a varios países a oficializar este día dentro de sus calendarios.
Año 2011 – Centenario del Día Internacional de la Mujer
En el año 2011 se celebró el Centenario del Día Internacional de la Mujer. También comenzó a operar la Entidad de la ONU para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer, también conocida como ONU Mujeres .
El Día Internacional de la Mujer ha adquirido a lo largo del siglo XX una dimensión mundial para las mujeres del mundo. El movimiento internacional en defensa de los derechos de la mujer es creciente y es reforzado por la Organización de Naciones Unidas que ha celebrado cuatro conferencias mundiales sobre la mujer y ha contribuido a que la conmemoración del Día Internacional de la Mujer sea un punto de convergencia de las actividades coordinadas en favor de los derechos de la mujer y su participación en la vida política y económica.
Hace 30 años atrás el autoretrato no era tan cotidiano como ahora, claro, no existían las redes sociales ni las cámaras fotográficas digitales incorporados al teléfono celular (aunque muy pronto estarán en nuestros relojes pulsera), ¡no existían los celulares!, sin embargo, el hombre seguía preocupado por retratarse en los momentos más significativos de su vida.
Aunque antes era más complicado que ahora, siempre era necesario la presencia del fotógrafo, la cámara con rollos y baterías suficientes para la boda, el viaje, la graduación, el nacimiento de los hijos, los cumpleaños, la compra del primer auto o la bicicleta.
Sin embargo, ahora la imagen personal está totalmente banalizada, cualquier hecho sin importancia es merecedor de una foto y su publicación en el face o twiter, un acto que en el fondo busca obtener la mayor cantidad de me gusta, comentarios, favorito o retuits.
La famosa selfie se ha masificado velozmente, casi todo el mundo con acceso a la Internet publica sus autoretratos, incluso ya manejan su mejor ángulo, saben cómo ocultar lo que no les parece publicable y cómo resaltar el atributo que consideran destacable, ¡hasta venden accesorias para sujetar las cámaras para la selfie!
El perfil que se empieza a construir virtualmente proyecta la imagen que para muchos se desea alcanzar, es una especie de reacción a la autocrítica interna que tiene uno de si mismo y la expresión del yo ideal que quisiéramos alcanzar en el corto plazo y a la velocidad de las nuevas tecnologías.
Bauman (2000) denomina a estos tiempos como la modernidad líquida, y se caracteriza por crear un vacío en la personas, que sin siquiera ser conscientes de su yo interior y su yo físico, buscan construir una identidad que resulte aceptada favorablemente por su entorno social, y que este grupo de "contactos" así se lo exprese. Esto impacta tremendamente entre los límites que debe existir en lo que debe ser público, privado o íntimo, estos parámetros terminan confundiéndose y sometiéndose al juicio de valor del observador externo.
Kenneth Ledgard escribió en uno de sus posts recientes: En la mitología grecorromana Narciso murió ahogado tras caerse al arroyo en el que miraba, absorto, su reflejo, y que en el lugar en que murió apareció una flor que lleva su nombre. Hoy el uso del término "narcisismo" se ha extendido en los estudios sociales para referirse precisamente al fenómeno de la satisfacción de la identidad a través del consumismo hedonista, y la trabajo por la imagen pretendida y la percibida por los demás.
Por lo visto, las selfies terminan reflejando el debilitamiento o la disminución de la autoestima en las nuevas generaciones, esto agudiza el impacto que tiene en la personalidad la existencia de algún complejo, da lugar a un alto índice de bullying virtual y al sometimiento de nuestra condición humana según los nuevos prejuicios "on line", donde la aceptación de uno mismo depende de la imagen que su perfil proyecta en la nube.
Es como si estuviera surgiendo una especie de nueva comunidad con las características que José Ingenieros describió -hace 100 años atrás- en su libro "el hombre mediocre", una sociedad que no se reconoce a si misma por su individualidad, sino por lo que se pone en común, por lo que todos dicen, por lo que todos defienden, por lo que todos prefieren callar, por lo que todos ahora publican en sus muros: su mayor anhelo de que lo virtual sea la realidad.
Para las próximas elecciones presidenciales se han vendido un significativo número de kits electorales, esto no es más que el claro reflejo de la minusvalía de los partidos políticos de nuestros tiempos, partidos políticos que han entronizado sus símbolos, marcas y partidarios en un único líder que termina siendo el magnánimo representante de sus fieles -muchos obcecados- seguidores que terminan sumando la cuota de votos necesarios para hacerse del sillón presidencial.
Este séquito de votos cautivos no tienen claro el porqué siguen a sus líderes, lo que sí parece que tienen claro es el para qué se comprometen a sumarse a las millonarias campañas presidenciales, y es que todos esperan algo a cambio, desde un puesto de trabajo que les "retribuya" el tiempo y el dinero invertido en la campaña hasta los pequeños, medianos y grandes negocios con el Estado a través de buenas pro obtenidos por sus empresas o con las famosas locaciones de servicios que el papá gobierno requiere cada año para cumplir sus metas y gastar lo más que pueda de sus presupuestos asignados por el MEF para demostrar una supuesta eficiencia en el gasto público.
En resumen, esto es la política peruana, una torta de beneficios económicos que terminan repartiéndose entre los "partidarios y colaboradores" del líder elegido cada cinco años, una gran agencia de empleos partidarios que toman los servicios públicos para "recuperar sus inversiones políticas" o porque simplemente "son gobierno".
En los libros y en las clases de educación cívica quedaron aquellas definiciones de la política como el ejercicio del poder para lograr el ordenamiento de un país y la convivencia pacífica de sus habitantes. Y menos aún la consideración de la política como una rama de la moral que cumple con convicción una sociedad libre que está dispuesta a anteponer el bien común por encima del beneficio propio.
estos principios básicos que deben conocer todos los políticos peruanos son tan escasos en nuestros tiempos, al punto que nuestros representantes elegidos democráticamente -gracias al voto preferencial- y que ocupan una curul en nuestra única cámara de congresistas terminan siendo los peores ejemplos de conducta ética y moral en el ejercicio de sus funciones y hasta en su vida diaria.
Maurice Duverger dice que la política es la lucha o combate de individuos y grupos para conquistar el poder que los vencedores usarán en su provecho, una afirmación que al parecer es la inspiración de algunos protagonistas de la política peruana, una definición fatalista que los medios de comunicación peruanos no nos dicen pero que lo muestran con total descaro hasta que terminan instalándolo en la mente de sus lectores quienes luego hacen gestos de repudio y expresan su total rechazo a los políticos y sus acciones.
Tristemente puedo decir que la política peruana no tiene valor sino precio, porque sólo los que aportan a la campaña terminan siendo los nuevos candidatos al Congreso, o aquellos cuya fama se cotiza mejor en el mercado de la prensa y la televisión terminan siendo "fichados" por partidos políticos que tienen suficientes recursos para emprender millonarias campañas, caras conocidas por su desempeño en el deporte, en la música, el teatro y hasta en la cocina, sin ninguna experiencia en la política y menos en la gestión pública. Ellos también terminan sentados en el Pleno leyendo los discursos que sus asesores les preparan raudamente horas antes del debate, sin el mayor interés en el bien común, sino sólo por el hecho de que diga algo cuando les toque hablar, luego a votar igual que la agrupación política que los alberga y punto.
Hoy ni los jóvenes ni las nuevas generaciones tienen el mínimo interés por participar en ésta política, sin embargo, mantengo la esperanza de que muy pronto surgirá en el Perú una nueva forma de ejercer la política, donde la ética, la moral y los valores serán los puntos de coincidencia de sus partidarios, una organización política verdadera, que promueva el bien común como regla general y que sus activos participantes no tengan como propósito enriquecerse del Gobierno, sino todo lo contrario, que sean líderes dispuestos a generar valor en la Sociedad sin esperar nada a cambio, una propuesta tan simple, clara y transparente, con un código de ética bien definido será suficiente para salvar a este país maravilloso que hoy se asfixia en su propio y nauseabundo clima político.
Las portadas de inicios del año dan cuenta de lo que vendrá después
Sin duda este año será muy intenso, el inicio del 2015 no sólo se dio con bombardas en los cielos limeños, también los diarios hablaban de explosivos casos con señalamiento directo a los protagonistas de nuestra historia política. Las redes sociales también iniciaron sus luces de bengala días antes de la llegada del año de la cabra.
Un año que inicia con quioscos de periódicos que evidencian con letras grandes que la realidad peruana siempre supera la ficción. Por primera vez en la historia ha sido suspendido el Fiscal de la Nación, quien se resiste a cumplir con lo dispuesto por el CNM, institución que no sólo tomó esta medida por razones "preventivas", sino que además hizo gala de un manejo de vocería mediático a través de uno de los dos candidatos a la Defensoría del Pueblo.
En el Perú todo es posible, el aún Fiscal de la Nación se entera de su suspensión a través de los medios de comunicación, entonces, hace un anuncio de gran impacto -otra bomba en vísperas de año nuevo- cuando revela que ya se conoce la ubicación de Martín Belaunde Lossio en Bolivia, lo que luego de algunas horas se confirma, incluyendo una activa cuenta de twitter con varios seguidores.
Esto originó que se encienda nuevamente la chispa entre un ex y el actual ministro del interior, ambos acusándose al propio estilo de cada uno, una historia que continuará los próximas días.
Un amigo me comentaba que el 2015 es un año que suma ocho, el número de la justicia, por lo tanto, este año cada quien deberá recibir lo que con justicia le corresponde, claro está si las instituciones democráticas así lo garantizan; yo creo que esto aun está por verse porque al margen de verdades (incluso a medias), de conciencias, de autores y opinólogos, de políticos y otros no tanto, estoy convencido que los señalamientos, los prejuicios, las acusaciones sin sustento, los destapes dominicales, las defensas apasionadas de crónicas políticas -algunas reales y otras ficticias- de historias policiales, de psicosociales, de revueltas en la calle por derechos y normas que no se entienden, darán lugar a que estas calles griten a viva voz a través de los jóvenes, de los políticos (los que ahora los son y los que ya apuestan por serlo), de los gremios, de los medios, de los opinólogos de la TV y de los poco conocidos periodistas y locutores de las radios locales, y hasta seudo periodistas que comercian con sus voces sin tener ni un ápice de vergüenza.
Gritos en las calles, en los medios y en las redes sociales que terminarán volviendo sordos a los responsables de velar por la gobernabilidad y la democracia, gritos que además volverán ciegos de la verdad a los peruanos que tienen un televisor en casa.
Un 2015 donde el respeto a la institucionalidad, al honor, a la dignidad, a la investidura de los gobernantes nacionales, regionales y locales, a los jueces y fiscales, y hasta la iglesia, al prójimo, será escaso.
Un 2015 donde las denuncias periodísticas bien documentadas tendrán el mismo protagonismo que las chiquitas, las carnecitas, los chismes y demás parágrafos que se esconden en el anonimato para justificar la falta de objetividad de sus burlescos textos que acaparan la atención diaria de los políticos de turno.
Cuando se oyen truenos y relámpagos en nuestros andes tenemos casi la certeza de que caerá una tormenta, sólo esperemos que al caer no venga con suficiente fuerza y ensañamiento hasta que termine por llevarse con ella -a rastras- a nuestra cada vez más precaria democracia, quizás luego será muy tarde para reparar el daño similar al que nos dejó la década del 90; quizás nuestras fuerzas ya no serán suficientes para recuperar pronto a una agónica gobernabilidad que hoy sufre de una severa infección de corrupción, de crimen organizado, de caos, de intereses mezquinos, de crisis de valores, y lo peor de todo, de indiferencia total de los que seremos este año los espectadores. O ¿acaso lo merecemos?
- ¿Hola?
- ¿Quién eres?
- soy el espíritu de la navidad y esta noche vengo a tocar tu corazón y tu hogar
- ¿es una broma? Quien seas ¡no te escondas, sal y déjate ver!
- no puedes verme pero estoy aquí contigo como siempre
- ¿como siempre? ¡Pero jamás te vi antes!
- siempre me veías por la ventana, ¿te acuerdas? Siempre terminabas empañando la ventana con tu respiración y luego escribías una frase
- algo recuerdo, era un niño de 8 o 9 años, cuando vivía en la zona T, sí, ¡me acuerdo!, quería salir a corretear con mis amigos, pero no me dejaban salir de noche
- ¿te acuerdas lo que me decías? Me pedías que también te visitara en navidad como lo hacía con tus amigos
- ¡sí, claro! yo los veía jugando felices pero yo no podía salir, además, ellos jugaban con regalos nuevos y con los cuetecillos, en cambio en mi casa esperábamos que llegue las 12 para comer panetón con chocolate y luego a dormir, me parecía muy triste. Por eso te llamaba, pero nunca pensé que estuvieras allí.
- ¿y te acuerdas que sucedía cuando estabas por dormir?
- mmm, bueno siempre rezaba antes de dormir y le pedía a Dios que bendiga a mi familia y le agradecía por que estábamos todos juntos
- siempre decías que el otro año debería ser una navidad mejor
- ¡si tienes razón! ¡siempre digo eso hasta ahora!
- ¿Y no es así?
- bueno creo que sí, ahora la navidad la paso con mis hijos y ellos están muy entusiasmados con la navidad, y los regalos, y la llegada de papá Noel
- ¿sólo eso?
- no, claro que no, lo más importante es que siempre estamos toda la familia, todos juntos en nuestra casa
- ahora entiendes que siempre estuve contigo
- te entiendo, ¡el espíritu de la navidad es la familia! ¡claro! siempre fue lo que le pedí a Dios, que mi familia siempre esté unida, aunque es muy difícil pero la vida es así, mi madre murió hace 21 años, mi papá sigue trabajando en Marcona, mis dos hermanos menores están esta noche con él hasta que se vaya a trabajar de amanecida, tu sabes como es allá. Y mi hermana Keyla está en España, este año no pudo venir, y yo acá en Lima con mi esposa y mis hijos, y sabes, otra vez siento eso en mi pecho, en realidad me pasa cada navidad.
- bueno, eso les pasa a todos porque sienten nostalgia por las personas que quieren pero que esta noche no pueden estar juntos, pero mira, ahora tienes también tu propia familia
- es increíble, a mis hijos los veo crecer tan rápido, Milagros y yo no dejamos de abrazarlos porque sentimos que ya no son nuestros bebés, cada día nos sorprenden con cosas nuevas
- Julio, nunca dejes de abrazarlos y de decirles que los amas, nunca dejes de recordarles el valor que tiene el estar todos juntos como una familia, así permaneceré siempre con ustedes dándole sentido a la Navidad y llenando tu hogar de amor y felicidad
- es verdad lo que dices, la Navidad es el día de reunión de la familia donde todos nos abrazamos y nos deseamos tener una "feliz familia", esto es lo que debo enseñarles a mis hijos, aunque es más difícil en estos tiempos donde los niños sólo relacionan la navidad con los regalos
- el regalo que siempre pediste en tu ventana desde pequeño lo tienes ahora
- ¡Sí! El mejor regalo que Dios me ha dado es mi familia, es el abrazo de mis hijos cada vez que llego a casa, es el ritual que tenemos cada vez que se van a dormir después de rezar cuando intercambiamos nuestros angelitos de la guarda, nuestros corazones y todo nuestro amor y sellamos el intercambio con un beso y un abrazo... ¡sí, un abrazo como este que siento ahora mismo!... pero...¿dónde estás?
- ¿papi? ¿ya son las 12?
- no hijito, aún faltan dos horas, trata de seguir durmiendo, yo te despierto antes de las 12.
- ya papá, sigo con sueño, pero sigue conmigo en mi cama, los cuetes me asustan
- no te preocupes hijo yo me quedo aquí contigo hasta despertarte antes de la navidad, me quedé dormido sin darme cuenta.
- pero papi, si quieres tu también duerme porque el espíritu de la navidad vendrá a despertarnos antes de las 12
- y ¿cómo sabes eso?
- ¡ah!, porque me lo dijo.
Feliz Navidad a todos ustedes, sé que el espíritu de la navidad seguirá visitando todos los hogares de nuestro querido puerto San Juan de Marcona, sé que el espíritu de la navidad seguirá visitando a todas las familias peruanas.