Antartandes relata la primera expedición terrestre invernal que unió Base Esperanza, en la bahía de su mismo nombre, con la Base San Martín en bahía Margarita, durante el año 1962, ambas bases ubicadas en la península antártica. Un proyecto que presentaba desafíos difíciles de alcanzar para la época; iniciar una expedición en el invierno antártico que demandaría varios meses de marcha sobre continente y barrera de hielos, atravesar la cordillera transantártica, arribar al destino habiendo recorrido alrededor de 820 kilómetros, y finalmente retornar por el mismo camino hasta el punto de origen.
Durante la marcha se realizarían observaciones y experiencias en cuanto al rendimiento de elementos mecánicos de movilidad en condiciones climáticas y de terreno muy adversos y cumplirían con un plan científico determinado. En este contexto, el grupo principal de ocho hombres partirían de base Esperanza, pero tres de sus expedicionarios ya se encontraban en el terreno desde el mes de enero, explorando y buscando la mejor ruta de acceso entre el continente y la barrera de hielos, una misión que merece una publicación exclusiva.
Para quienes desconocen las privaciones y las enormes dificultades que ofrece el medioambiente antártico hacia las personas y a la tecnología en general, deben saber del constante rechazo que ofrece este particular continente a todo lo que no pertenece o forma parte de su reino, y donde el costo para acreditar permanencia o ganar kilómetros siempre se traduce en extremo esfuerzo y sacrificio, donde este último debe ser estratégicamente gestionado para alcanzar el éxito sin entregar en ello la vida.
Lo hechos descriptos en esta publicación develan que lo realizado por este grupo de hombres en los Antartandes durante el año 1962, constituyó una proeza que luego de seis décadas todavía sorprende y conmueve.
La ruta del sastrugi relata el último gran evento de la exploración antártica del siglo XX realizado por argentinos. Nuestro país posee más de un siglo de historia en el sexto continente; descubrimientos, instalaciones, investigación, instituciones, actos cívicos y un sinfín de acontecimientos que nos dejaron un rico legado y que conforman un valioso capítulo que describe el esforzado trabajo de nuestros compatriotas en esa inhóspita región. Se trata de hechos y protagonistas casi desconocidos por la sociedad, pero que sin embargo forman parte indisoluble de las pretensiones y reclamos soberanos de la nación en el extremo sur de la patria.
En este contexto, la segunda expedición terrestre al Polo Sur geográfico constituye el último acto de presencia oficial en el punto más austral de nuestro territorio antártico a 35 años de la primera expedición de este tipo llevada a cabo por nuestro país, pero en esta oportunidad con un desafío diferente a lo experimentado hasta el momento ya que inicialmente se trataría de un viaje de ida y vuelta en un recorrido superior a los 3000 kilómetros utilizando motos de nieve, pero con la salvedad de no contar con apoyo aéreo para el reconocimiento del terreno ni para la instalación de los depósitos de suministro, con lo cual se debió trasladar toda la carga con los mismos vehículos desde el inicio hasta alcanzar el Polo Sur y el regreso también; conformando a lo largo del trayecto, los depósitos de provisiones y el combustible necesarios. Esto significó cargar, transportar y descargar a mano 13 toneladas de pertrechos —de los cuales 10 toneladas eran solamente de combustible— en interminables y extenuantes viajes vaivén, que sumados a la distancia en línea recta para alcanzar el objetivo completaron un recorrido de más de 5000 kilómetros de marcha.
Desde el punto de vista humano fue la epopeya de siete hombres luchando por la supervivencia en un medio extremadamente hostil, convencidos de la necesidad de una continuación en el rumbo de la nación sobre este territorio.
The Sastrugi Trail tells the story of Argentina's last great milestone in Antarctic exploration in the 20th century. With over a century of history on the white continent, Argentina has made significant contributions—discoveries, facilities, research, institutions, civic ceremonies, and more—that have built a rich legacy and form a valuable chapter in the annals of history showcasing the hard work of Argentine explorers in this inhospitable region. These efforts, and the people behind them, are an inseparable part of the nation's enduring claim to sovereignty in the southernmost reaches of its homeland.
In this context, the second Argentine land expedition to the geographic South Pole stands as the final act of official presence at the southernmost point of the country's Antarctic territory, 35 years after the first expedition. This expedition posed a challenge that was different from the ones faced before, for it was a round trip of over 3,000 kilometers (1,864 miles), with snowmobiles but without aerial support for terrain reconnaissance or laying supply depots; thus, the whole load had to be carried by the expedition team. The depots were established along the journey to ensure the team had the necessary supplies and oil. The supply runs and the outbound journey to the South Pole and the return trips were done with the same vehicles. Therefore, the team had to manually load, transport, and unload 13 tons of equipment, of which 10 tons were oil, during never-ending back and forth trips that covered over 5,000 kilometers (3,106 miles).
From the human point of view, this was the heroic deed of seven men fighting for survival in an extremely hostile environment, driven by their belief in the importance of securing their nation's continued presence in this land.