Presentación general biografía de Zubiri

Presentación biografía

Pinceladas de las novedades de la biografía.

Xavier Zubiri, uno de los pensadores más vigorosos e importantes del siglo XX, destinado a convertirse en un clásico, es ignorado en Europa y extraño en Latinoamérica y España.

Generación del 27

Como hombre de la Generación del 27 compartió el talante de sus miembros: un talante liberal que no siente una vocación política y que pone todo su empeño en llegar a ser un investigador puro. La especialización y la profesionalización de las materias humanísticas es una de las características de esta generación. Pérez de Ayala será solo novelista, Juan Ramón Jiménez sólo poeta. Ortega invitará a sus alumnos a estudiar filosofía y sólo filosofía. La influencia de la fenomenología y un trabajo conceptual, analítico, frente a posiciones más intimistas o románticas es evidente en toda esta generación,

Siglo XX

Su vida es paradigmática de todo un siglo. El siglo XX. De ahí el titulo. La soledad sonora. Desde su adolescencia, bajo el magisterio de Ortega, palpa el ocaso de Europa y el hundimiento de la modernidad. A veces tiene miedo y huye del mundo, de sí mismo y de la soledad radical a la que se ha visto abocado el hombre contemporáneo. La soledad absoluta le paraliza. No es fácil ni agradable encontrarse repentinamente sin mundo, sin Dios, sin Yo y sin una Razón en la que confiar, en una Europa llena de tumbas de guerra. Cuando parece que se hunde, la amistad, “lo más necesario de la vida”, lo saca de la zozobra. Trata de encararse con su propia parálisis, la provocada por el escenario que le ha tocado vivir.

En Husserl y Heidegger encuentra una guía para recorrer el camino filosófico. Se resiste a creer que la crisis del siglo XX signifique el fin de todos los caminos, pero ya no se trata de elegir entre meras bifurcaciones del pensamiento: hay que rectificar la senda filosófica desde su inicio. “Quien se ha sentido radicalmente solo —atestigua Zubiri—, es quien tiene la capacidad de estar radicalmente acompañado. […] En la verdadera soledad están los otros más presentes que nunca”[i]. La soledad se torna sonora y el embotamiento, creación filosófica.

1898

El nacimiento de X. Zubiri del 4 de diciembre de 1898 en San Sebastián coincidió con una fecha emblemática en España: la pérdida de las últimas colonias. El año dio nombre a una generación emblemática, la generación del 98: Azorín, Pío Baroja, Unamuno, Ganivet, Ramiro de Maeztu, Machado. Todos buscaron abrir España a los aires renovadores de Europa. El debate filosófico discurría más que nunca ligado a los forcejeos de una iglesia tridentina, de espaldas al mundo moderno, y un pensamiento innovador que encontraba verdaderas dificultades para enlazar con una tradición española dominada por una iglesia católica tradicionalista. Esto explica en parte el drama religioso de autores como Unamuno, que estaban muy interesados en la religión, pero rechazaban de plano la ortodoxia católica, el drama de muchos jóvenes intelectuales que perdían su fe al chocar los modelos de pensamiento europeos con la pobreza de la fe que les había sido transmitida. Aunque posterior, el drama de Zubiri también estará relacionado con el conflicto entre el catolicismo dominante en España y las nuevas corrientes que aparecen en Europa, particularmente en Francia.

La familia de Zubiri

La familia de Zubiri era fervorosamente católica y tradicionalista. Su padre de origen navarro, Miguel Zubiri, propietario de un importante negocio de coloniales y figura relevante de la burguesía donostiarra, era como muchos vascos y navarros, carlista. El enfrentamiento entre católicos antiliberales y liberales anticlericales lo vivió Zubiri desde su más tierna infancia.

Su madre, Pilar Apalategui, era hija de una acaudalada y fervorosamente piadosa familia de San Sebastián. Dos hermanos de Pilar eran sacerdotes. Francisco Apalategui, era jesuita; y Vicente, sacerdote diocesano. Mujer de misa diaria, imponía el rosario en su casa y un ambiente sobrio y devoto, con santos, estampillas y devocionarios repartidos por todos los rincones. La correspondencia a la que hemos tenido acceso refleja una preocupación continua de los padres de Zubiri por su salvación y por la de su hijo. Su religiosidad no era una mera cuestión de formas sino que la vivían con verdadero temor y temblor. La figura de su madre pesó mucho en su vocación sacerdotal y después en los avatares de su secularización. Los chantajes afectivos maternos eran frecuentes y a Zubiri, cuando tomaba decisiones, siempre le preocupaba más la reacción de su madre que la de su padre. En algunos estudios se habla del matriarcado vasco, del peculiar poder y presencia de las madres en las familias vascas. No sé hasta que punto una aproximación antropológica a la familia de Zubiri podría aportar algún dato relevante. En cambio, se percibe mucho más inmediatamente que una aproximación psicológica a la constelación familiar puede ser muy reveladora de algunas de las actitudes de Zubiri.

Nacimiento: constelación psicológica.

Su debilidad congénita hizo que sus padres temieran primero por su vida y luego lo rodearan de mimos y cuidados para compensar su natural delicado y enfermizo. Ello hizo de Xavier un niño sobreprotegido y, al mismo tiempo, sometido a una gran exigencia. Los miedos paternos y el afecto a cambio de un esfuerzo desmesurado, construyeron un carácter marcadamente hipocondríaco, escrupuloso y tenaz. El que fuera el primer hijo del matrimonio y que sobreviviera casi milagrosamente hizo que no se tardara en pensar en él como sacerdote. Zubiri no tuvo más recurso que expresar toda su originalidad, independencia y autoafirmación de una forma extremadamente espiritualizada. Le fue difícil manifestar sus propios deseos y expresar sus pensamientos más íntimos y personales. La prohibición absoluta de toda protesta y la necesidad de adaptarse a las exigencias sociales, le llevaron a una cierta inhibición y a un alto voltaje interior. Su infancia y adolescencia troqueló en el fuero interno de Zubiri un fondo indomable, violento, de absoluta independencia, a pesar de sus formas corteses y complacientes con los demás.

Colegio marianistas

La institución estaba regentada por los hermanos marianistas, una orden que ya había tenido problemas en Francia por su liberalismo y apertura a los tiempos. La influencia del talante liberal de los marianistas franceses en el colegio donostiarra se notaba en su apertura a las corrientes actuales. No se absolutizaban la filosofía y la teología escolásticas. Lázaro, su director, era consciente de su apuesta. La Santa Sede obligaba a evitar en los centros de enseñanza los autores peligrosos, pero él estaba convencido de que sólo podía protegerse la fe de las tormentas que se avecinaban entrando en el terreno del adversario para criticarlo con rigor. Zubiri pudo estudiar allí sin trabas a autores en principio prohibidos o desaconsejados: Bergson, Darwin, W. James, Nietzsche, Kant, Comte, Spencer. Pudo interesarse también por las cuestiones críticas de la Sagrada Escritura, que era en principio un terreno vedado para los católicos. Es en este colegio donde oyó hablar de las tesis que ponían en duda que Moisés fuera el autor del Pentateuco y donde empezó a afanarse por estudiar exégesis bíblica y hermenéutica.

El director de la escuela, Domingo Lázaro tomó una posición que marcó decisivamente a Xavier. Se trataba de entender la mentalidad contemporánea y no de descalificar a ateos, agnósticos y modernistas con argumentos morales acusándolos de agitadores o de perversos. Lázaro pensaba que la endeblez intelectual de los católicos causaba más estragos y ponía más en peligro el futuro del catolicismo que las críticas modernistas. Lo que había que hacer es conocer a fondo el terreno del adversario y fundamentar las propias afirmaciones. Además, contra la aversión de la iglesia a las nuevas tesis científicas, Lázaro consideraba indispensable su estudio para sacar provecho para la religión[ii].

Modernismo

Se suele considerar que la crisis modernista empezó con el libro que publicó Alfred Loisy en 1902 El evangelio y la Iglesia. Lo cierto es que provocó un verdadero seísmo en el interior del catolicismo. Bastantes jóvenes sacerdotes se entusiasmaron con él aumentando las preocupaciones de la jerarquía. Del libro se desprendía que las verdades teológicas y los dogmas eran elaboraciones de la comunidad de fe que no tenían una inmediata referencia a hechos históricos. La afirmación de Cristo como persona divina, la resurrección y la constitución de la iglesia por Cristo mismo no serían verdades históricas. “Jesús anunció el Reino y fue la iglesia lo que vino” es la célebre fórmula de Loisy.

La encíclica Pascendi Domini Gregis (1907) definía el modernismo católico como una herejía multiforme cuyos principales elementos eran:

---- Un agnosticismo filosófico inspirado en Kant, Compte y Spencer: “[….]

--- Una teoría inmanente de la religión donde ésta derivaba de una necesidad vital. A Dios se llegaba a partir de las profundidades del espíritu humano y no a partir de una revelación divina. En la exégesis bíblica una reivindicación de independencia de las ciencias religiosas respecto al magisterio eclesiástico. Los modernistas defendían la libertad intelectual frente al magisterio eclesiástico y no admitían otro control que el rigor metodológico.

En los estudios sacerdotales se impuso la filosofía escolástica. En los seminarios y las facultades católicas se eliminó de las tareas de dirección y de enseñanza a todos aquellos influenciados por el modernismo o tolerantes con él. Los obispos fueron conminados a impedir la celebración de asambleas sacerdotales y la edición y la lectura de toda suerte de libros y revistas de talante modernista:

La crisis fue devastadora. La extrema severidad de la condena y la atmósfera de sospecha que propició hizo casi imposible un trabajo intelectual honesto dentro de la Iglesia. Muchos abandonaron la iglesia, algunos se vieron obligados a dejar el sacerdocio, otros fueron confinados en parroquias rurales de la campiña francesa o constreñidos a dedicarse a especialidades poco peligrosas. Pocos como Lagrange y Maurice Blondel lograron finalmente evitar la censura eclesiástica y otros como Laberthonnière no pudieron conciliar su trabajo intelectual y su fidelidad a la iglesia más que al precio de un silencio impuesto. Zubiri sufrió en sus propias carnes este círculo infernal de la denuncia y la simulación y parte de algunas de sus tesis filosóficas y teológicas fueron durante muchos años víctimas del silencio que se autoimpuso.

Dei verbum 1965: distinci´n entre la verdad en relación a lasalvación y la historicidad de los acontecimientos. Respeto a la labor de los exegetas y a la autonomia de su busqueda.

Seminario

Finalizado su bachillerato en septiembre de 1915 Zubiri ingresó en el Seminario Conciliar de Madrid, guiado por el sacerdote Juan Zaragüeta, buen amigo de sus padres, un hombre jovial de amplia formación filosófica y científica, doctorado en el Universidad Católica de Lovaina. Pero al día siguiente de su llegada al seminario, Zubiri padeció una grave crisis de salud y tuvo que regresar a San Sebastián, donde pasó todo el curso haciendo reposo y bajo atención médica, aunque plenamente dedicado a sus lecturas filosóficas y teológicas.

Grandes trifulgas en las clases. Zaragueta decide que mejor que permanezca fuera.

En 1917 inició estudios de Filosofia y Letras en la Universidad Central de Madrid y se convirtió en discípulo de José Ortega y Gasset.

Lovaina

Entre febrero de 1920 y marzo de 1921 estudió en el Instituto Superior de Filosofía de la Universidad Católica de Lovaina. En noviembre de 1920 se trasladó temporalmente a Roma para realizar su examen de doctorado en Teología en el Collegium Theologicum vaticano.

En febrero de 1921 presentó en Lovaina una tesina de licenciatura en filosofía titulada El problema de la objetividad en Husserl. Se doctoró en Filosofía en Madrid, en mayo de 1921, con la tesis Ensayo de una teoría fenomenológica del juicio, cuyo ponente fue Ortega y Gasset. En septiembre de 1921 se ordenó sacerdote en Pamplona.

Rourix:

En 1922, mientras se encontraba en París visitando a Bergson y asistiendo a la cátedra de Loyisy fue denunciado anónimamente ante su obispo y excomulgado de la iglesia acusado de sostener tesis heterodoxas. un amigo suyo le pide consejo. Como puede ser sacerdote con sus ideas? Se lo cuenta todo y este pierde la fe y lo denuncia ante su obispo:

Cuando fue denunciado al obispo por sus ideas modernistas y excomunicado por ellas pensó decir toda la verdad y dejar, esta vez sí, el sacerdocio: Se decidió también a algo que le costaba horrores a Zubiri. Decirles la verdad sobre su vida religiosa a sus padres:

“Estos años de luchas y torturas que han puesto a prueba incluso mi salud han cristalizado ya de manera casi definitiva. La fórmula a que he llegado, y de la que se me acusa como incompatible con la Iglesia, es la única que hoy por hoy puedo sinceramente admitir. Todo lo demás sería hipocresía. Y el primer deber de cada hombre (católico o no) es la sinceridad.”[iii].

Sin embargo, tanto la familia, como sus maestros y directores espirituales más caros se confabularon y le exhortaron y le presionaron con todos sus recursos para que perseverara: “No defraude las esperanzas de todos. De realizarse la catástrofe nos cubriría a todos con el sambenito de la complicidad y cantaría victoria la educación jesuítica (en el sentido que nunca ha cabido en nuestras cabezas). Que no le arredre lo enorme de la lucha, haga alto a su vida intelectual y alimente prácticamente su vida religiosa en la acción y apostolado. Subdiácono ya de Cristo, con compromisos sagrados y solemnes. Ya ha echado la mano en la reja del arado. Si vuelve la vista atrás ni sería digno del reino de los cielos, ni del aprecio de cuantos le aman de corazón” [iv].

“El camino hoy, como hace veinte siglos, es Cristo, a cuyos pies debes echarte para encomendarle la grave crisis de tu alma; el camino es tu prelado representante de Cristo para ti, y que te ha dado sobradas muestras, no sólo de la superioridad de su espíritu, sino de la bondad de su corazón. Borra como rasgo de pasajera locura lo que en tu carta apuntas, abdica ese impertinente aire de suficiencia que toda ella respira, y vete a tu prelado, confiándole el secreto de tu conciencia y aceptando su tratamiento”[v].

“Por Dios no me hagas desgraciada y sé un sacerdote como debe de ser, que también tu padre está con el corazón desgarrado y si sigues por este camino me llevarás a la sepultura por más que ya le he ofrecido mi vida al Señor con tal que tú seas muy bueno”[vi].

Finalmente, Xavier, ante el apremio de todos los que le rodeaban, abdicó en abril de 1922 ante el obispo y en público de sus ideas y decidió mantenerse como sacerdote. En su fuero interno, sin embargo, mantuvo sus ideas[vii]. El no entrar en conflicto con la institución fue ya para siempre casi un reflejo. Se comportó como un sacerdote disciplinado, pero redujo al mínimo posible su actividad pastoral consagrándose a sus estudios filosóficos y a la carrera hacia la cátedra universitaria. Ya que no se sentía con fuerzas para abandonar “el camino fatalmente emprendido”, al menos podía resignarse a él, como quería su familia[viii]. Este conflicto y la retractación a la que se vio forzado le marcó en la expresión de su filosofía y en su forma de ser. Toda la vida, tuvo miedo de que sus proposiciones fueran heterodoxas y chocasen con el magisterio eclesial.

La presión de su familia y de sus maestros forzó en última instancia su rectificación.

Crisis de fe

Su problema era más hondo que cualquier dilema intelectual. Lo dice con una contundencia inusitada: lo que sucede es que ha perdido la fe. “No, querido don Juan, no. Cuando la fe se pierde, no es por un detalle crítico ni por una dificultad filosófica. Cómo se conoce que afortunadamente jamás la ha perdido usted... ¿No comprende usted que mi ruptura con la Iglesia significa, de grado o por fuerza, la liquidación más absoluta de todos los valores que hasta el presente han constituido la razón de mi vida? .¨.. No puedo creer, no creo ¿Por qué? No lo sé. Sólo sé que perdí la fe, tal vez para siempre. Pasaré yo, sí, y ojalá sea muy pronto y quedaran las almas grandes como las de mi infeliz padre y la de mi pobre madre, cuyo dolor pesa en mí más que el mío. ¡No tienen derecho a que esto les suceda! ¡Clama al cielo semejante desgracia!”[ix].

En su entorno inmediato se vio obligado a reflejar una piedad y una ideas que no mantenía. El conflicto entre sus ideas y el camino eclesial emprendido se agravó ante su ordenación. Se ordenó por temor a que si dejaba la iglesia se le cerrasen las puertas de la universidad, por el terrible disgusto que causaría a sus padres, por la presión de todos los sacerdotes amigos que pensaban que podía hacer un gran bien a la iglesia, por su propia estructura psicológica y su miedo a la ruptura con el medio social en el que se desenvolvía

Obtención cátedra.

En contra de lo esperado, la obtención de la cátedra en 1926 tampoco fue una solución a sus males. Siguió experimentando su condición sacerdotal como una rémora dolorosa, algo que bloqueaba brutalmente la expresión de su espontaneidad, que marcaba a su alrededor un territorio en el que los demás no se atrevían a penetrar. Su vida era un gran equívoco; vivía complicado en una enorme mentira que él mismo había ido construyendo desde que entró en el seminario. Apenas estrenada su cátedra en 1927 quiso huir al extranjero, a algún lado donde pudiera vivir como una persona normal y finalmente logró una beca para estudiar en Freiburg.

El conflicto se manifestaba en todo su cuerpo. No en vano el hombre es una unidad psicoorgánica. Zubiri sufría insomnios frecuentes, debilidad, dolores difusos, úlceras, dificultades de visión repentinas, dolores de cabeza, mareos, vómitos, cólicos y fiebres sin que las repetidas visitas a médicos de fama reconocida lograran librarle de sus dificultades.

Alemania: años fndamentales.

En 1928 Zubiri se trasladó a Freiburg (Alemania) para estudiar con Husserl y Heidegger y para huir de sus problemas clericales. La trayectoria religiosa de Heidegger tuvo un gran impacto en Zubiri. Heidegger llegó a Freiburg es el momento en que acababa de desprenderse de toda servidumbre teológica. Martin Heidegger fue estudiante de teología y seminarista. Cuando Xavier se hacía sacerdote, Heidegger, contrariado por las tentaciones liberales del mundo religioso alemán, abandonaba el catolicismo tradicional y empezaba a simpatizar con la teología dialéctica de Barth que no aceptaba ningún tránsito rodado hacia Dios.

La influencia de Heidegger en la filosofía de Zubiri y en su plantemiento del problema de Dios fue importante, pero además fue decisivo para su experiencia religiosa y para el abandono definitivo de sus ideas modernistas.

Los años de estudio en Freiburg, Munich y Berlín (1928-1931) tuvieron una repercusión muy profunda en su vida personal, religiosa e intelectual.

Se codea con Plank y Einstein.

Gran amistad con Schrödinger:

física cuántica. Revolución respecto a Einstein. La nueva física. La mecánica cuántica es la guinda que corona el derrumbe de la concepción moderna del mundo. El siglo XIX desarrolló una imagen determinista del mundo, sostenida por los conceptos básicos de la física newtoniana: espacio, tiempo, materia y causalidad. La materia era la realidad primera.

A principios del siglo XX, la teoría de la relatividad eliminó algunos de los presupuestos epistemológicos de la física newtoniana, como el espacio y el tiempo absolutos, sobre los que se asentaba la representación moderna del universo, pero no puso en cuestión la representación determinista de la naturaleza. Sin embargo, este pilar fundamental del saber moderno se vio pronto afectado por el desarrollo de la física cuántica.

La nueva física, al postular que no es posible conocer simultáneamente la posición y la velocidad de una partícula, no hace sino acabar de romper con la antigua pretensión de la física moderna de establecer, mediante el conocimiento completo de todos los fenómenos físicos en un instante dado, la determinación absoluta del universo. La partición de Descartes entre el mundo y el yo, entre la res extensa y la res cogitans, resulta imposible. No pueden describirse las cosas neutramente como si el observador no existiera. Pero ¿qué es entonces la realidad? ¿Una pura construcción humana? ¿Cuál es el realismo de la ciencia? La física cuántica abre la puerta a una perspectiva mucho más amplia y compleja de las relaciones entre la inteligencia humana y la realidad.

Gestalt abierto por Wertheimer, Koffka y Wolfgang Köhler, El teorema de Gödel acaba confirmando la teoría wittgensteiniana sobre la debilidad inherente a la razón. Hay cosas que no se pueden decir sino sólo mostrar[x].

Paliza en 1931 que precipita su vuelta a España. camisas pardas.

Carmen Castro

En Berlín se enamoró de Carmen Castro, en aquellos momentos una muchacha de 18 años, hija del lingüista e historiador Américo Castro y de Carmen Madinaveitia.

Advenimiento república.

También en esta ciudad le sorprendió en 1931 el advenimiento de la República. El nuevo régimen fue acogido con entusiasmo por la mayoría de intelectuales y también por Zubiri. Fue la ocasión para que Zubiri impartiera su única conferencia de cariz político: una conferencia sobre la nueva España en la sede del Parlamento Económico. Pero los nuevos bríos culturales de la España republicana en los que se sumerge enteramente Zubiri aumentarán más si cabe la contradicción entre su vocación filosófica y su carrera sacerdotal.

Gran labora cultural en la república muy documentada. Zubiri colaboró con la reforma y modernización de los estudios universitarios, La Revista de Occidente, la creación de la universidad Internacional de Santander, Cruz y Raya. Esta última revista, dirigida por Bergamín, se inspiraba en Esprit, y en ella Zubiri tiene responsabilidades importantes. Sus impulsores aceptaban el régimen republicano, como una oportunidad histórica para vivir plenamente la libertad de conciencia e impulsar a los cristianos a dar un salto cultural que pusiera su fe a la altura de los tiempos. Para esto último, la república democrática, laica, no sólo no era un impedimento, sino una condición de posibilidad, ya que liberaba a la Iglesia de sus compromisos con el poder y la dejaba a la intemperie, fiada tan sólo a la autenticidad de su testimonio. A diferencia de los tradicionalistas, no reclamaban libertad para la Iglesia, sino que exigían su propia libertad como creyentes dentro de la Iglesia y su libertad como ciudadanos católicos en el seno de la República.

Los grupos católicos conservadores, a través de sus propios medios, cargaron continuamente contra el grupo de Cruz y Raya, al que trataban como una cuadrilla de renegados empeñados en una publicación herética, que coqueteaban constantemente con el liberalismo y el socialismo.

Zubiri Simpatizaba con el proyecto de una república democrática y liberal y rechazaba la enemiga de la Iglesia contra la democracia. Él había sufrido en sus carnes la intolerancia de la jerarquía y sabía que la tutela eclesial era incompatible con el ejercicio de la libertad personal e intelectual.

Reducción al estado laical.

En 1933 Zubiri solicitaba la reducción al estado laical. Pensaba que su secularización era imprescindible si quería evitar un escándalo mayúsculo en torno a su persona: en algunos ambientes de Madrid ya se hablaba de su relación con Carmen y de su deserción del sacerdocio. Quería acabar de una vez con la ficción en que vivía; ya estaba harto de disimular con sus padres sus auténticos sentimientos y convicciones respecto a su ordenación. Quería casarse con Carmen y comenzar a ser lo que siempre hubiera debido. Él mismo quería hacer revertir su estado respetando la misma legalidad eclesiástica por la que llegó a él: creía que ello era imprescindible para considerarse a sí mismo persona seria, capaz de enmendar honestamente sus errores, sin estridencias. Además, si abandonaba el sacerdocio con el beneplácito del Papa, el único que podía autorizarlo, podría hacer ver a su familia que su secularización encajaba en las previsiones de la misma Iglesia y que no representaba ruptura alguna con el catolicismo[xi]. Entendía, en última instancia, que su secularización le permitiría poner su vida de acuerdo con el Dios que alboreaba en el fondo de su alma[xii].

Según la normativa eclesiástica vigente en tiempos de Zubiri, cuando un sacerdote quería tramitar su renuncia al sacerdocio tenía que pasar por dos procesos. En el primero demandaba a la Santa Sede su reducción al estado laical. Así perdía su condición jurídica de clérigo dentro de la Iglesia, con sus derechos, privilegios y la mayoría de sus obligaciones. Un sacerdote reducido al estado laical no podía lícitamente decir misa ni confesar, pero continuaba siendo sacerdote y obligado a mantener el celibato[xiii]. En el segundo proceso, que inició una vez resuelto el primero, demandó que se anulara su ordenación sacerdotal. Por este segundo proceso se dilucidaba si el demandante llegó o no a ser sacerdote alguna vez, es decir, si su ordenación sacerdotal fue válida. La doctrina de la Iglesia establecía que un sacerdote, si llegaba a serlo, no podía perder nunca su condición sacerdotal que, por el sacramento del orden, tenía carácter ontológico: era sacerdote de por vida. Pero admitía que, en algunos casos, existía la posibilidad de demostrar que el sacramento no fue recibido como es debido, sino bajo coacciones, miedo o alguna otra circunstancia que anulara decisivamente la voluntad del receptor.

Para conseguir la dispensa del celibato no era obligatorio pedir la anulación de la ordenación. Aquella dispensa podía solicitarse directamente, por ejemplo, argumentando la imposibilidad de mantenerse célibe, sin entrar en otras consideraciones sobre la validez o no de la ordenación. Pero lo que acostumbraban a hacer quienes querían asegurarse la obtención de la dispensa del celibato era solicitar la anulación de su ordenación, porque ello les permitía argumentar mejor sobre su incompatibilidad con la vida sacerdotal, incompatibilidad que ya se reflejaría en una ordenación irregular.

Por su parte, la Santa Sede nunca accedía —ni accede ahora— a anular una ordenación sacerdotal. Le exigía al demandante no sólo que demostrara que se ordenó sacerdote sin ninguna voluntad de serlo y bajo coacciones, sino que nunca ratificó su sacerdocio con su voluntaria práctica sacerdotal (Cánon 214), cosa imposible de probar para cualquiera que hubiera actuado un tiempo como sacerdote administrando los sacramentos, etc.

Sin embargo, aún sabiendo que no la obtendría, Zubiri solicitó la anulación de su ordenación porque eso le permitía explicar que su problema no consistía en la dificultad de mantenerse célibe, sino en el drama de una carrera sacerdotal acometida sin fe y sin vocación y porque en la práctica jurídica ello servía para obtener de la benevolencia del Papa, con mayor seguridad, la dispensa del celibato que no se conseguía con el primer proceso de reducción al estado laical.

El 17 de julio de 1934 la Santa Sede emitió un rescripto por el que se le concedía la reducción al estado laical, aunque manteniendo la obligación del celibato.

Para el segundo proceso en el que pidió la anulación de su ordenación contó con tres personas que le ayudaron mucho: el sacerdote catalán Lluís Carreras, secretario de Barraquer, el carmelita Bartomeu Xiberta consultor de la Congregación para la Disciplina de los Sacramentos, y Vidal i Barraquer.

Vidal i Barraquer, Carreras y Xiberta representaban una mentalidad eclesial abierta al diálogo y la conciliación con las autoridades republicanas, un catolicismo dispuesto a la renovación que exigían los tiempos lejos de la rigidez habitual en otros jerarcas de la Iglesia española. La amistad de Zubiri con ellos va a resultarle trascendental para solventar completamente el gran problema de su vida y para reconciliarse con la Iglesia, una Iglesia que, en estos tres sacerdotes, experimentaba acogedora: “En ustedes —le escribe Xavier a Carreras— he encontrado un oasis que nunca sabré apreciar bastante”[xiv].

En noviembre de 1935 Zubiri se trasladó a Roma para conseguir la dispensa del celibato y contraer matrimonio con Carmen Castro.

Conversión en Roma

A partir de su viaje a Roma, la obtención de la liberación de la varga del celibato, el matrimonio con Carmen y su reconciliación con la iglesia Zubiri vivió una mutación de su vida religiosa, una activación y una adhesión más radical. Su fe adquirió un nuevo vigor. Más o menos alejado de las verdades cristianas revivió una inteligencia y un sentimiento nuevo de las mismas. Por primera vez empezó a sentirse verdaderamente miembro de la iglesia sin ningún tipo de restricción mental[xv]:

“Nunca he sentido tan vibrante el cristianismo en el alma, ni he vivido tan vivamente los problemas religiosos como en estos meses y en estos días. Entre S. Anselmo, con la maravillosa liturgia benedictina, y la celda de Xiberta, ha brotado lo que por lo visto nunca ha muerto... por la gracia de Dios”[xvi].

La conversión no consistiría aquí en la adhesión al catolicismo a partir de otra religión, ni a partir de la incredulidad sino en una activación radical de la fe en el nivel afectivo, intelectual y relacional. Aquí la conversión viene definida por el vigor religioso que comprende. En esta acepción un católico más o menos creyente puede convertirse si su fe se profundiza.

Relación con una iglesia acogedora. La fe de Carmen, el fin del error de su vida. A sus 38 años Zubiri alcanzó una cierta madurez personal. Un cierto equilibrio del que no es ajeno su amor por Carmen y su matrimonio. Por primera vez, dice Zubiri, se siente asentado en el mundo[xvii]. Es como si terminara definitivamente su adolescencia.

oblatos

Las formas intermedias de compromiso cristiano, oblación o tercer orden, obtienen entre los conversos un gran éxito. Veintisiete de los 52 intelectuales convertidos estudiados se hacen como Zubiri oblatos (benedictinos) o miembros de un orden terciario (dominicos o franciscanos).

La oblación, muy ligada al movimiento de renovación benedictino, es la asociación de una persona a un monasterio para participar de su espiritualidad. Como Zubiri muchos de los intelectuales oblatos son muy sensibles al canto gregoriano que acompaña la oblación. La orden terciaría es una asociación de laicos que quieren beneficiar del espíritu de una orden mendicante para buscar la perfección cristiana sin pronunciar sus votos. La fórmula es colectiva, menos individual que la oblación. La mayoría quiere renovar el discurso de la iglesia, para ofrecer a las nuevas generaciones una alternativa a la perdida de fe que vivieron y se someten a practicas exigentes como la comunión diaria.

Xavier y Carmen quisieron ya hacerse oblatos en Roma. La guerra les obligó a salir de Italia. Casa de España, Pio, Ochoa. y acabaron haciendo el noviciado y profesando como oblatos benedictinos en París con los nombres de Anselmo y Francisca[xviii]. Zubiri encontró un bálsamo para su fe herida en la liturgia, el canto gregoriano y la espiritualidad de la abadía benedictina de San Anselmo. El “movimiento litúrgico”, un movimiento católico de renovación, tenía en los monasterios una gran fuerza. Se combatía la perspectiva excesivamente jurídica de la liturgia y el individualismo de la piedad y se insistía en la actualización en la liturgia del misterio de Cristo. La finalidad de los actos litúrgicos no era sólo dar culto a Dios, sino manifestar su gracia salvífica[xix].

La guerra civil

Pero Zubiri tuvo muy poco tiempo para regocijarse de su nuevo estado espiritual. Poco después del rebrotar de su fe aumentaron los conflictos en la península y el 18 de julio estalló la guerra civil española. En principio, lo que unificaba a los alzados era evitar una revolución de izquierdas que sentían como eminente. La derecha veía en la república un gobierno que preparaba una revolución social. Se pensó en un triunfo rápido y en la constitución temporal de un directorio militar con algunos técnicos dentro de un régimen formalmente republicano.[xx] El alzamiento militar desencadenó a su vez una revuelta obrera que se venía preparando desde hacía tiempo y que estaba a la espera del fracaso de los republicanos. El Gobierno se vio desbordado intentando contener la rebelión militar y la revuelta obrera que ocasionó. Socialistas, comunistas y anarquistas prepararon cada uno su propia revolución. La Falange, el movimiento nacional socialista, quería también desestabilizar el país. El mismo día 18 comenzó en Madrid la quema de Iglesias y conventos y el asesinato de religiosos acusados de apoyar el alzamiento. El gobierno mantuvo sus carteras, pero en las calles era el pueblo el que mandaba. El mismo Azaña oía impotente desde el Palacio Nacional las descargas contra los «paseados», los asesinados por uno u otro bando. Los sectores moderados del Gobierno y de la Generalitat hicieron lo que pudieron para facilitar la salida de los religiosos. La guerra civil marcó profundamente su experiencia religiosa.

Justo antes del conflicto Zubiri mantenía una posición escéptica y distante respecto a las diferentes opciones políticas. No compartía el optimismo de la jerarquía católica, muy segura de la victoria de la derecha española. Su catolicismo estaba cerca del de los sacerdotes más liberales. Coincidía con la posición de Vidal i Barraquer, que consideraba que los sacerdotes y la iglesia en general debían estar por encima y al margen de toda política partidista, no contribuyendo a avivar la llama de la discordia[xxi]. Pero era una posición muy minoritaria. El mismo cardenal Jorio, cuando Zubiri discutió con él sobre la cuestión española, defendió incluso el recurso a la violencia y a las armas.[xxii].

En el entorno de Vidal i Barraquer se pensaba que bajo la grandeza aparente del oficialismo católico de la monarquía española España se había empobrecido religiosamente y había que considerarla no como un país católico, sino como un país a evangelizar. Zubiri, exultante en el nuevo estado de su espíritu, creía que podía contribuir intelectualmente a esta recristianización de España: “Creo que algunas cosas que hemos barajado juntos Xiberta y yo pueden tener alguna utilidad para otros. Yo desearía poder contribuir muy positiva y eficazmente, como el último, pero el más activo operario, a la recristianización de la vida intelectual de nuestro país, y volver a atraer la atención sobre los problemas teológicos, muertos por una piedad practicona de novenario, esterilizados en fríos esquemas”.

Zubiri se escandalizaba del apoyo de obispos y sacerdotes italianos a los sectores más conservadores de España y a la guerra colonial de Abisinia (Etiopía): “Es absurdo ver a los capellanes militares llenos de galones y condecoraciones sobre la sotana y el sombrero, y los predicadores, y a veces los obispos, jaleando temas de fulminante nacionalismo... Son unos inconscientes. Creo que preparan graves problemas a la Iglesia. Dios nos tenga en su mano”. Zubiri teme que esta actitud de la Iglesia italiana se traslade a la Iglesia española.[xxiii]

Persecusión

Con el inicio de la guerra civil empezaba la huida de muchos sacerdotes y miembros de órdenes religiosas hacia Roma. La persecución más sangrienta de la historia de la cristiandad, mayor que las persecuciones romanas, no había hecho más que empezar.[xxiv] Alrededor de 7.000 religiosos, una tercera parte de todos los que había en España, y un número desconocido de militantes laicos fueron asesinados. El ambiente en Roma era totalmente favorable a los alzados. Las casas generalicias de las distintas órdenes y congregaciones religiosas se estremecían ante las noticias que les llegaban y presionaban a los órganos de la curia vaticana. El Vaticano defendía públicamente el anticomunismo, pero sentía recelos ante unos militares apoyados por alemanes e italianos, con inclinaciones fascistas y que mantenían las leyes anticlericales de la República. Zubiri hizo lo que pudo para ayudar a los sacerdotes españoles que llegaban a Roma. Sobretodo, como era muy amigo de Zulueta, embajador de la república ante la Santa Sede, les acompañaba a la embajada y les ayudaba en los trámites que venían al caso.

Expulsión de Zubiri acusado de comunista.

A finales de julio los alzados mandaron al Marqués de Magaz como embajador ante la Santa sede. Este amenazó de tomársela por la fuerza pero Pacelli, futuro Pío XII se opuso. Magaz se propuso entonces hacer el vacío total a Zulueta y atemorizarlo para provocar su dimisión. El y Morí, agente de los nacionales en la embajada, para aislar totalmente a Zulueta, tramaronn la denuncia de Zubiri como comunista a la policía de Mussolini. Su habitación fue registrada y fueron seguidos continuamente. El Prepósito General de la Compañía de Jesús, Ledóchowski fue alertado por el mismo Marques de Magaz, e impuso que ningún jesuita tuviera tratos con Zubiri.

“Lo que no podía imaginarme-escribe Zubiri- es que fueran los propios Padres de la Compañía de Jesús los que harían una piedra de escándalo de mi relación con el embajador. Siempre supuse que este escándalo pudiera suscitarse entre el vulgo, que difícilmente entiende de matices. Pero nunca sospeché que pudiera esgrimirse contra mi persona un arma, de tan fácil manejo hoy día, como es la imputación de comunismo, entre los jesuitas[xxv].

El día 31 de agosto la policía de Mussolini presentó al matrimonio Zubiri la orden de expulsión que debía ejecutarse antes de una semana. Este mismo día Xavier escribió una carta al Secretario de Estado del Vaticano, Pacelli, anunciándole que le obligaban a partir de Italia y jurando que no era comunista: “[…] yo no soy comunista, no lo he sido nunca; jamás presté ni presto ayuda a actividades comunistas en ningún sentido de la palabra.”

Proseguía pidiendo una bendición muy especial para todos los españoles “en estos momentos en que la vida política y religiosa de España se halla desangrada por sus propios hijos, redimidos todos por la sangre de Cristo, pese a todas las desviaciones de la pasión y el celo mal entendido; no nos cabría desgracia mayor, como me recordaba el día pasado su Eminencia misma, que el no sacar la lección de este tremendo acontecimiento, y el ser incapaces de forjar una convivencia digna, y un catolicismo a la altura de los tiempos”[xxvi].

Es importante destacar que aún en los momentos de mayor tensión Zubiri no se dejó arrastrar por el ambiente romano. En esta posición reconciliadora, distante de la pasión y de los corazones calientes de los cientos de huidos a Roma que tenían bien trazada la raya entre el Bien y el Mal, Zubiri coincidía con las aseveraciones de Vidal y Barraquer en la carta que dirigió el 2 de septiembre a Pacelli donde pedía “una gran paciencia con todos aquellos que no reflexionan, que están ciegos, que están todos exacerbados y ofuscados por la pasión y el deseo de venganza”. Añadía que la situación de la iglesia en España no se debía únicamente a los enemigos declarados del catolicismo, sino también a que buena parte de los creyentes, incluso eclesiásticos, saliendo del campo que les era propio habían fomentado la discordia con fines meramente políticos.[xxvii]

París

Gran relación con Ortega. Se ufana de ser su mejor amigo.

El obispo de Salamanca, Pla i Deniel, y el cardenal Gomá no tardaron en abandonar la actitud cautelosa y de reserva del Vaticano. La carta pastoral de Pla i Deniel del 30 de septiembre, Las dos ciudades, marcó un hito en la confesionalización de la guerra civil. En ella defendía la tesis de que la de España no era una mera guerra civil, sino una verdadera cruzada por la religión, por la patria y por la civilización cristiana[xxviii]. Franco, que no perseguía al principio de la guerra una finalidad religiosa, entendió en seguida que este documento le venía como anillo al dedo para dar al alzamiento una nueva imagen y ganar adeptos tanto en España como en el extranjero[xxix].

Zubiri, muy sacudido por las persecuciones de sacerdotes, viendo que la restauración de la legalidad republicana es casi imposible y en sintonía con Ortega, Marañón y una parte de la llamada tercera España sostiene una posición parecida: mal por mal, mejor que se impongan los alzados. El mismo gobierno de Largo Caballero aseguraba que “la República del 14 de abril había muerto”. En realidad había tenido lugar una suerte de Tercera República, con cambios muy marcados en cuestiones sustanciales como la propiedad, las libertades y la administración.

Morente.

Sus encuentros en París con Manuel Morente y Maritain y su “desencuentro” con Bergamín e Imaz, dos de sus grandes amigos nos indica la posición “católica” de Zubiri en medio del conflicto. Manuel Morente, decano de la facultad de filosofía y compañero de Zubiri había sido amenazado de muerte en España. Cuando más desencajado estaba, tuvo un encuentro de su biografía con el evangelio. Morente sintió una transformación total de su espíritu y la experimentó como un milagro. Zubiri fue uno de los primeros testimonios de una conversión que sorprendió a todo el mundo. A raíz de los consejos de Zubiri, Morente inició tratos con el abad de Ligugé para recluirse en un convento[xxx]. Después le contará su decisión de hacerse sacerdote. El 1 de enero de 1942 en ocasión de la primera misa de Morente Zubiri le escribe: “Juntos...; juntos hemos pasado, en una u otra forma, las situaciones más graves de la vida, unas veces de la mía, otras veces de la suya. Y por encima de todas ellas, juntos nos ha vinculado la voluntad divina de Cristo”[xxxi].

Maritain

Sus encuentros con Maritain al que ya había conocido en la Universidad Internacional de Santander se dan en un contexto en que diversos católicos “españoles” intentaban atraer Maritain hacia sus posiciones. El profesor asturiano Alfredo Mendizábal quería que se uniera a su doble rechazo, tanto a un bando como al otro: “Cuando nadie piensa ya en la fraternidad ni en los deberes de caridad entre hombres que se han vuelto enemigos, cuando cada uno busca a su hermano para matarlo, es entonces que la presencia del cristiano se debe al escándalo mayor, el escándalo de la Verdad. A él le corresponde cumplir su tarea sin descanso” [xxxii]. Bergamín por su parte había ido derivando hacia posiciones comunistas y quería que Maritain tomara públicamente posición en contra del Alzamiento y defendiera la República.

Zubiri veía en estos momentos la República como indefendible y la posición de Mendizábal como ingenua. La conversación que tuvo con su compañero de Facultad el socialista Julián Besteiro en mayo de 1937 acabó de convencerle de la imposibilidad de toda mediación. Julián Besteiro había sido enviado a Inglaterra por Azaña para tratar de conseguir una paz negociada. Pero consideraba que era prácticamente imposible. En sintonía con Marañón y Ortega, Xavier concebía la posibilidad de una victoria rápida de los militares y la vuelta al orden constitucional.

Impactado por la persecución religiosa, Maritain acabó defendiendo la posición de Mendizábal. Pocos fueron los intelectuales españoles católicos que secundaron a Mendizábal. La mayoría se inclinó cada vez más a posiciones anticomunistas; otros se quedaron viéndolas venir y unos pocos tendieron a posiciones antifacistas.

Pero la ruptura que afectó más a Zubiri fue la de Imaz. Eugenio Imaz era su amigo del alma. Había crecido intelectual y espiritualmente junto a Xavier, había sido su confidente, había vivido junto a él los momentos más cruciales de su vida y Xavier compartía su piso de Madrid con Imaz, su esposa y su hijo en Madrid. Imaz mantuvo la defensa de la legalidad republicana sin ningún escoramiento hacia la izquierda revolucionaria y sus diferencias llevaron a ambos amigos a una ruptura. Para ambos esta ruptura será una espina clavada para siempre en su corazón. La guerra cobraba así también sus víctimas.

Barcelona

A finales de 1939, cuando estalla la guerra en España Zubiri y su esposa volvieron a España. Pronto abdicó de la ilusión que todavía mantenía en París de ayudar a recatolizar la península. En la España de la posguerra se abominaba oficialmente de la Generación del 98, del Instituto Escuela, la Junta de Ampliación de Estudios o la Universidad republicana. Se denostaba el pensamiento moderno y contemporáneo: en el campo de la Filosofía, a partir del nominalismo del siglo XIV, todo era decadencia. Se consideraba que en las últimas décadas muchos intelectuales habían desarrollado una actividad “antinacional y antiespañola” a la que se atribuía el envenenamiento ideológico de la juventud. Franco siempre estuvo imbuido del convencimiento de que en cualquier intelectual podía agazaparse un enemigo: un comunista, un separatista o un masón. Enviado a Barcelona. Su renuncia a la cátedra en 1942 y su retiro a la vida privada fueron en buena parte debidos a su malestar en la Universidad y en la España de la inmediata posguerra. Sus dificultades afectivas. El hecho de ser un exsacerdote casado con la hija de un connotado republicano y sus dificultades sentimentales contribuyeron al alejamiento de la vida pública. Por suerte encontró en Laín Entralgo y en Juan Lladó dos manos tendidas que le permitieron seguir con su vocación filosófica y teológica. El encuentro con Juan Lladó, asesor del banco Urquijo y mecenas de Zubiri le abrió la posibilidad de realizar cursos privados.

No instrumentalización.

En toda esta época es notorio que no se dejó nunca instrumentalizar por el régimen ni por la iglesia católica española. Grandes ofrecimientos, con mucho dinero. El salario de varios años. Para viajar por América Latina, Argentina, Chile...

Falangistas comprensivos.

No deja de ser significativo que los primeros por los que se deja querer Zubiri en la España franquista sean los llamados “falangistas comprensivos”: Ridruejo, Laín, Conde o Tovar. Sus primeros artículos los publicó en la revista Escorial que ellos promocionan. Estos falangistas si bien defendían un Estado Nacionalsindicalista aborrecían la decantación de Franco hacia un tradicionalismo integrista y clericalista. Atraídos por las cuestiones teológicas, y completamente contrarios al inmovilismo tradicionalista que atenazaba el pensamiento católico español, valoraban en Xavier algo que nunca habían encontrado en Ortega: su cristianismo profundo y reflexivo. No tardaron todos en distanciarse del régimen.

El miedo a que la iglesia interfiriera en su trabajo y le pasara factura de sus avatares biográficos y de sus distancias respecto al tradicionalismo imperante en España era fundado. En su primer libro publicado, Naturaleza, Historia, Dios, (1944) tuvo que enfrentar la cerrazón de los eclesiásticos que miraron con lupa los textos y retrasaron su publicación dos años.

Sociedad de estudios y publicaciones.

En 1947 se funda la sociedad de Estudios y publicaciones. Lladó impone en esto su estilo personal: en muchos casos se paga a investigadores necesitados de apoyo bajo el pretexto de una publicación que, en realidad, no se espera. Cuando alguien que ha comprometido un libro no lo presenta, no se le exige el dinero anticipado. Éste será el caso de Zubiri con su Introducción al problema de la realidad y con otros proyectos posteriores. Un proyecto cultural como el de la SEP, que consta públicamente como una simple editora. Diferente del de Ortega en el instituto de humanidades. Quizás porque lleva en la España de Franco más años que Ortega, sabe que el régimen es del todo intolerante con cualquier cuerpo extraño y que lo que intenta con optimismo don José no tiene ningún futuro: si aparece claramente como un discrepante, será silenciado; si contemporiza con la situación, convertirá su quehacer en algo ininteligible para aquellos a quienes quiere llegar. A diferencia de su maestro, Zubiri desea pasar desapercibido. No tiene su empuje y huye de cualquier empresa de carácter político, pero es que además está convencido de que esa discreción, que se compadece tan bien con su estilo de vida intelectual, va a ser a la larga más efectiva si se trata de hacer una acción cultural que tenga continuidad en el marco casi irrespirable del estado franquista.

Sobre la esencia

En 1961 se publica Sobre la esencia: El libro se convierte de inmediato en un best seller. En pocas semanas hay que lanzar dos nuevas ediciones para satisfacer la demanda. El caricaturista Máximo dibuja a un hombre leyendo en un vagón del "metro", repleto de gente, el grueso tomo de metafísica de Zubiri, mientras otros individuos tratan de leerlo adoptando las posturas más inverosímiles. La caricatura lleva una leyenda que dice: "La España insólita". En Madrid y en otras ciudades haber leído o simplemente haber comprado Sobre la esencia se convierte en una especie de credencial de cultura refinada, aunque en realidad la mayor parte de aquellos que se adentran en el libro no entienden ni una línea[xxxiii].

Si la recepción popular de la obra sorprende a Zubiri, la recepción filosófica confirma sus malos presagios: nadie le comprende. En los círculos filosóficos eclesiásticos y más o menos oficiales, Sobre la esencia es tomada por una obra de filosofía neoescolástica: Entre los grupos filosóficos independientes de las instituciones oficiales, el libro provoca rechazo o indiferencia. Las corrientes filosóficas de mayor vigencia en los países occidentales penetran ya en la península. La filosofía analítica y los diversos marxismos y neomarxismos están en auge. Se acusa a Zubiri de permanecer ajeno al “giro lingüístico” y al “giro hermenéutico” contemporáneo y de desentenderse de una “filosofía de la praxis” encaminada a la transformación de la sociedad[xxxiv]. Se entiende Sobre la esencia como un libro de metafísica a la vieja usanza que no ha pasado por el criticismo kantiano. La mayoria de los jóvenes atraídos por la filosofía no llegan a percibir la novedad que el libro representa. La incipiente intelectualidad de izquierda, considera a Zubiri como un pensador vendido al capitalismo, que se deja querer por el régimen. Los cantos encendidos de Gonzalo Fernández de la Mora, que empieza a sonar como ministrable, la relación de Zubiri con veteranos falangistas, el éxito editorial de Sobre la esencia, un libro pagado por una sociedad del Banco Urquijo, y el tipo de público que asiste a los cursos, abonan esta imagen[xxxv].

Los que mantienen el estereotipo de un Zubiri, heideggeriano, existencialista[xxxvi] u orteguiano y los que le conocían en los tiempos de la República, como María Zambrano, Julián Marías, Gaos y García Bacca, se sienten decepcionados[xxxvii]. Su filosofía resulta ser una abstrusa metafísica realista a la vieja usanza, de carácter ingenuo y precrítico, carente de todo interés práctico y difícil de conectar con los problemas de la vida real. Sobre la esencia defrauda también a muchos jóvenes que han crecido en la posguerra y que han leído fascinados en su reciente bachillerato Naturaleza, Historia, Dios. Son jóvenes que conservan la imagen de un Zubiri apasionado debatiéndose en una profunda lucha interior a cien leguas de sus profesores franquistas y de la ideología dominante. Como mínimo esperaban una filosofía alternativa a la metafísica tradicional y no la ven por ninguna parte[xxxviii].

En América latina la recepción es bastante más positiva, atrayendo a toda una generación de filósofos que encuentran en el libro una metafísica alternativa a la de la modernidad, más apta para la comprensión de la realidad latinoamericana[xxxix]. Entre ellos destacan el nacionalizado salvadoreño Ignacio Ellacuría y el chileno Jorge Ribera, cuyo artículo, “La crítica de Zubiri a Heidegger” (1964), capta perfectamente las intenciones y la médula de Sobre la esencia[xl].

En España, hay también una minoría de jóvenes lectores, como José Luis López Aranguren y Pedro Cerezo Galán, que valoran la originalidad del pensamiento de Zubiri. La reseña de Cerezo señala que supera algunos aspectos del aristotelismo y otros planteamientos, y no puede ser adscrito a ningún "neo"[xli].

La mala recepción filosófica de Sobre la esencia no se debe tan sólo a su publicación intempestiva en la España de la época. El mismo título aleja ya a muchos posibles lectores. Los que logran superar este primer recelo se encuentran con un vocabulario técnico muy difícil, que desanima a los habituados a ensayos filosóficos ligeros. Los que se empeñan en leer el libro no suelen tener un conocimiento profundo de las filosofías de Husserl y de Heidegger para apreciar con quiénes está efectivamente dialogando Zubiri. Para colmo la obra deja en la penumbra algunas claves decisivas para su correcta asimilación. Zubiri no hace nada para que el lector esforzado pueda realmente conectar con él. La primera parte del libro, lejos de introducir su posición, la da por supuesta. No da ninguna pista sobre lo que es verdaderamente importante[xlii]. La ambigüedad de algunos fragmentos hace que incluso intérpretes con la mayor buena voluntad y conocedores del trasfondo fenomenológico y heideggeriano lean Sobre la esencia como una reactualización de Aristóteles y que se pierdan en cuestiones obsoletas o marginales[xliii].

Ellacuría

Xavier siente un gran agradecimiento a la Compañía de Jesús. En primer lugar por el apoyo que le ha dispensado el padre Hellín con las recensiones de sus libros. Luego, el curso anterior, el jesuita Carlos Baciero ha establecido Sobre la esencia como lectura obligatoria en la Universidad Pontificia de Comillas, introduciendo por primera vez una obra zubiriana en el currículum universitario. Y ahora le conceden que Ellacuría pase buena parte del año a su lado. La necesidad que siente Zubiri de él no es sólo filosófica, sino también religiosa, espiritual y temperamental. Ignacio nunca está desanimado, es un entusiasta, decidido y sin miedo. Todo lo contrario que Zubiri, mucho más angustiado, dubitativo y necesitado de afecto: cuando le parece que su trabajo no tiene sentido y que su filosofía es pésima, Ellacuría es el único capaz de sacarle de esa pesadilla[xliv].

Vaticano II

En la época en que conoció a Ignacio Zubiri siguió con mucho interés los trabajos del Concilio vaticano II. Durante su desarrollo teme que se restrinjan nuevamente algunas aportaciones teológicas: El Concilio vaticano II no dejaba de ser una especie de asignatura pendiente frente a los problemas que planteaba a la iglesia la crisis modernista y por los que tanto sufrió Zubiri. Los cambios ahora parecen darle la razón en muchas de las cuestiones que había defendido: se suprime el juramento antimodernista y el Índice de libros prohibidos; se quiere dialogar con el mundo moderno y se confía en la ciencia y el progreso; se defiende el anteriormente condenado ecumenismo y la libertad de religión; se revaloriza la Biblia y su exégesis; se autoriza la utilización en la liturgia de las diferentes lenguas y se impulsa el respeto a las Iglesias locales y nacionales y las llamadas teologías del tercer mundo. Para muchos cristianos, sacerdotes y teólogos el Vaticano II supuso una profunda transformación de su experiencia religiosa. No fue el caso de Zubiri. Muchas de las novedades introducidas por el concilio ya las defendía anteriormente. Mas de una vez se quejó de que muchos de los que antes le acusaban de modernista, años después del concilio le acusan de retrógrado. Lo que si le permitió el concilio vaticano II es un mayor relajamiento para atreverse a anunciar determinadas ideas filosóficas y para manifestarse como teólogo.

Creación del seminario Zubiri

1971. También en noviembre, Zubiri invita a cenar a su amigo uruguayo, Alberto del Campo, y a Alfonso López Quintás, un joven sacerdote mercedario de 29 años recién llegado de estudiar en Alemania, que acaba de publicar una amplia exposición sobre el pensamiento zubiriano[xlv]. 73 años. Amargado. Frustrado.

Diego Gracia propone un nuevo método de trabajo: cada día se analiza un parágrafo; un ponente lo presenta y elabora un protocolo escrito con el análisis del texto. Con su afán de comprensión y precisión, el grupo contribuye a que Zubiri vaya matizando sus ideas y evolucionando en su pensamiento. Notas sobre la inteligencia. Criticas a sobre la esencia propician la trilogía y el postergamiento del hombre y Dios. Al final del largo proceso de estudio de “Notas sobre la inteligencia humana” y viendo los problemas suscitados, Zubiri dedica tres sesiones del seminario a la inteligencia. Las fuertes discusiones que se arman a raíz de estas tres lecciones le animan a escribir un libro sobre la estructura de la inteligencia que al final se convertirá en la trilogía Inteligencia sentiente[xlvi].

Muerte.

Muere el 21 de septiembre. Curiosa anécdota que revela su relación inquietante con la iglesia.

una oración por el eterno descanso de su alma La esquela, al sustituir “alma” por “persona”, sorprende en algunos ambientes eclesiásticos y se produce un cierto escándalo cuando se anuncia que será enterrado en el cementerio civil. Antes el cementerio civil era el propio de ateos, masones, protestantes, suicidas y socialistas, gente rechazada por la Iglesia. Desde hace años, ya no tiene ese carácter, pero mucha gente lo sigue considerando así y para algunos es impropio que un hombre abiertamente católico sea enterrado allí. Otros, en cambio, ven en el entierro la última lección del filósofo, la negación de la distinción entre lo sagrado y lo profano y el símbolo del puente entre las dos Españas[xlvii]. La familia de San Sebastián ha insistido en que Xavier sea sepultado en el panteón familiar, pero es Carmen quien quiere que se le entierre en Madrid, cerca del panteón de Américo Castro, donde también ella piensa reposar[xlviii].

[i] X. Zubiri, Naturaleza, Historia, Dios, Alianza Editorial, Madrid, 1987, p. 240.

[ii] Domingo Lázaro, La crisis religiosa y la mentalidad contemporánea, Fondo Xavier Zubiri, desde ahora (FXZ).

[iii] Carta de X. Zubiri a sus padres, 14-III-1922. FXZ.

[iv] Carta de X. Zubiri a Benigno Pérez 18-4-1921, FXZ.

[v] Carta de J. Zaragüeta a X. Zubiri, 17-III-1922, FXZ.

[vi] Carta de Pilar Apalategui a Xavier Zubiri, 21-III-1922. FXZ.

[vii] Carta de X. Zubiri a Pio XI, 19-II-1935, FXZ: “Es cierto que para poner término a la situación dificilísima que se le creaba ante sus deudos, frente a las dificultades que no hubiera podido arrastrar para llevar adelante sus aspiraciones científicas, acobardado finalmente por el conflicto que se le creaba dentro de la sociedad en la cual había de vivir prestó en manos del obispo el juramento antimodernista; es igualmente cierto que después de aquel juramento el orador [Zubiri] no tiene conciencia de haberlo quebrantado por ningún acto público; pero no es menos cierto que tanto en la prestación del juramento como en su observancia no respondió a ningún estímulo religioso, sino a los móviles de respeto a una palabra solemnemente empeñada”.

[viii] Carta de X. Zubiri a la Sagrada Congregación del Concilio, 13-X-1933. FXZ.

[ix] Carta de X. Zubiri a Juan Zaragüeta, 20-III-1922. FXZ.

[x] Cf. Ludwig Wittgenstein, Tractatus logico-philosophicus, 4.1212.

[xi] Carta de X. Zubiri a Miguel Zubiri, 29-IX-1934. FXZ.

[xii] Zubiri siempre explicará en estos términos el significado que tiene para él la secularización. Cf. por ejemplo: Carta a la Sagrada Congregación del Concilio, 13-X-1933: “Ello [su reducción al estado laical] resolvería ante todo un problema de conciencia y con ello volvería a vivir una vida regular ante Dios, ante mi mismo y ante la Iglesia”; Carta a F. Maroto, 7-VI-1934: "Al pedirla voluntariamente [la reducción al estado laical] no hago, por tanto, sino poner un poco de rectitud y nobleza en mi vida y solicitar se me conceda un medio de poner a ésta de acuerdo con Dios"; Carta a L. Eijo y Garay, 14-IX-1934: "Excmo. Sr. y distinguido amigo: Adjunto le envío el rescripto [por el que se le concede la reducción al estado laical] que por conducto del P. Maroto recibí desde Roma. Con él respiro por fin. No es banal cosa, esta de poner la vida en orden con Dios y con la conciencia", etc.

[xiii] (Cánon 213, del Código de Derecho Canónico de 1917)

[xiv] Carta de Xavier Zubiri a Lluís Carreras i Mas, 19-II-1935, Archivo diocesano de Barcelona.

[xv] Carta de Xavier Zubiri a Lluís Carreras i Mas 31-1-1936, Archivo diocesano de Barcelona.

[xvi] Carta de X, Zubiri a Lluís Carreras i Mas, 22-2-1936, Archivo diocesano de Barcelona.

[xvii] Carta de X. Zubiri a Miguel Zubiri. 20-III-1936, Archivo de Fernando Zubiri y carta de X. Zubiri a Carmen Castro el 23-III-1937 en el primer aniversario de su boda, FXZ.

[xviii] Título impreso y expedido a nombre de Xavier Anselme Zubiri. Existe otro idéntico a nombre de Carmen Françoise Castro. "Considerant la bonne edification de votre vie pendant l'année de votre noviciat, nous vous

avons admis a faire profession dans l'association des Oblats de Notre Bienheureux Père Saint Benoît". FXZ.

[xix] El portaestandarte del movimiento fue durante algún tiempo la abadía benedictina de María Lach (Alemania) donde Odo Casel, muy influenciado por la fenomenología, escribió su obra La Teología de los misterios. Cf. E. Vilanova, Història de la teologia cristiana, vol III, Ed. Herder-Fac. Teologia de Catalunya, Barcelona, 1989, pp. 602 ss.

[xx]J. Tussell, Historia de España en el siglo XX, T. II, p. 405

[xxi] Carta del C. Vidal y Barraquer al Cardenal Pacelli 2-IX-1936. G. Redondo, Historia de la Iglesia en España, 1931-1939, Tomo II, Ed. Rialp, Madrid, 1993, p. 85.

[xxii] Carta de X. Zubiri a Lluís Carreras i Mas, 31-1-1936. Archivo diocesano de Barcelona.

[xxiii] Carta de X. Zubiri a Lluís Carreras i Mas, 22-II-1936. Archivo diocesano de Barcelona.

[xxiv] Tussell, Historia de España en el siglo XX, T. II, p. 329. Gonzalo Redondo suscribe el juicio de Antonio Montero de que ni en las persecuciones romanas se asesinó en un semestre a tantos cristianos dando por supuesto que en todo el transcurso del Imperio se asesinaron muchos más. G. Redondo, Historia de la iglesia en España, 1931-1939, T II, p. 25. Pero según Tussell en todo el periodo del Imperio Romano el número de cristianos muertos no pasó de un millar.

[xxv] Carta de X. Zubiri al Cardenal Pacelli, 31-8-1936

[xxvi] Carta de X. Zubiri al Cardenal Pacelli, 31-8-1936

[xxvii] H. Raguer, El vaticà i la guerra civil, Centre d’estudis Francesc Eiximenis, Textos i documents, núm. 1, Barcelona, I-1982, p. 120.

[xxviii] H. Raguer, La pólvora y el incienso, ed. Península, Barcelona, 2001, p. op. cit., p. 108.

[xxix] H. Raguer, La pólvora y el incienso, op. cit., p. 108.

[xxx] Carta de Morente a Zubiri 13-7-1938. FXZ

[xxxi] Carta de X. Zubiri a M. García Morente, 28-XII-1940. FXZ.

[xxxii] Y. Roullière, “José Bergamín et Jacques Maritain II. La guerre civil”, Cahiers J. Maritain, 38, op. cit., p. 480.

[xxxiii] C. Castro, Biografía de Xavier Zubiri, op. cit., p. 116

[xxxiv] Cf. J. Conill, “El sentido de la noología”, Balance y perspectivas de la filosofía de X. Zubiri, op. cit. p. 118 y ss.

[xxxv] Véase por ejemplo José Ramón Recalde, Fe de Vida, Tusquets, Barcelona, 2004, pp. 61-62. Recalde confiesa haber leído Sobre la esencia en la cárcel de Carabanchel, donde se encuentra por su oposición política a la dictadura, “en el frío invierno de 1962-63” y lamenta no haberle leído a tiempo ni haber podido asimilar su pensamiento. “Cuando tuvimos acceso al libro [Sobre la esencia] los principales pertrechos para nuestra batalla ya habían tenido que ser adquiridos por nuestros propios medios. Nosotros no seguimos nunca a Zubiri, por acumulación de dos razones no acumulables, sin embargo, lógicamente: porque no nos agradaba su compañía y porque no lo habíamos leído.”

[xxxvi] El argentino Vicente Fatone publicó en 1953 una obra en la que presentaba a Zubiri como uno de los grandes filósofos existencialistas del momento junto a Heidegger, Jaspers, Barth, Chertov, Berdiaeff, Marcel, Lavelle, Sartre y Abbagnano. Cf. V. Fatone, La existencia humana y sus filósofos Buenos Aires, Ed. Raizal, 1953. Citado por G. Marquínez Argote, “Actualidad de Zubiri en América Latina”, Analogía, XI-2004, México.

[xxxvii] José Gaos escribe a García Bacca diciendo que no se lee el libro porque le huele al realismo tradicional. José Gaos, Obras completas, T. XVII, p. 419. Recogido por Germán M. Argote en su ponencia “Actualidad de Zubiri en América Latina” op. cit.

[xxxviii] Un balance de la recepción de Sobre la esencia puede verse en Pintor Ramos, “Seminario Xavier Zubiri: orígenes, realizaciones, proyectos.” Actas del III Seminario de Historia de la filosofía española, Ed. Universidad de Salamanca, Salamanca, 1983, pp. 179-188.

[xxxix] En este momento empiezan ya a interesar en América Latina la distinción zubiriana entre realidad y ser, su concepción estructural de la realidad, la definición del hombre como animal de realidades, la inteligencia sentiente, la relación que establece entre filosofía y ciencia. Cf. G. Marquínez Argote, “Actualidad de Zubiri en América Latina”, op. cit. El colombiano G. Marquínez Argote destaca los comentarios elogiosos a Sobre la esencia de los argentinos Manuel Casas, Alberto Caturelli y María Lucrecia Robaletti, del mexicano Agustín Basabe, de la costarricense María de los Angeles Giralt, del chileno Jorge Rivera, los suyos propios en Colombia, y el interés despertado en el mexicano Fernando Danel Janet. Más adelante, la filosofia y la teología de la liberación aprovecharán y recrearán muchos elementos más de la filosofía zubiriana (cf. Cap. 36, nota 24 y 25)

[xl] J. Ribera, “La crítica de Zubiri a Heidegger” (1964), Heidegger y Zubiri, op. cit., pp. 139-158.

[xli] P. Cerezo Galán, Sobre la esencia, El ciervo, 1963.

[xlii] Diego Gracia deslinda en Sobre la esencia una fuente redaccional antropológica que mantiene el planteamiento antropológico del curso sobre la persona y prima la esencia sobre la sustantividad y una fuente metafísica que expresa una nueva conceptuación de la realidad en la que la sustantividad es entendida como único sistema suficiente y la esencia como mero subsistema, en si insuficiente. Cf. Biografía intelectual de Xavier Zubiri, inédito. Véase en el anterior capítulo la nota 42. Es por la suma de todos estos factores que enumeramos que dirá Pintor-Ramos que Sobre la esencia es un libro muy mal escrito. Entrevista a A. Pintor-Ramos.

[xliii] Ciertamente, en la medida en que Zubiri se ha ido alejando de Heidegger, ha aumentado su aprecio por Aristóteles. La valoración de la sensibilidad, el aprovechamiento del saber científico, la discusión con sus predecesores filosóficos y el rigor conceptual lo acercan al Estagirita, pero Zubiri persigue plantear el problema del saber a un nivel más radical que el de la antigua metafísica y el de la moderna teoría del conocimiento.

[xliv] FCC

[xlv] A. López Quintás, Filosofía española contemporánea, BAC, Madrid, 1970, pp. 196-272.

[xlvi] X. Zubiri, “La estructura de la inteligencia”. Texto mecanografiado en 837 pp. que resulta de la ampliación y estructuración de las tres lecciones. Buena parte de los contenidos de la Trilogía, sobre todo los de Inteligencia y Realidad y Inteligencia y razón, ya se encuentran aquí desarrollados. Es interesante destacar que la introducción se titula “¿Qué es filosofía primera?”, FXZ. A partir de 1976, además de trabajar y discutir el libro de Estudios antropológicos que ha preparado Ellacuría, se trabajan también los textos que Zubiri va redactando para Inteligencia sentiente.

[xlvii] José Manuel San Baldomero, La filosofía de Xavier Zubiri versus la filosofía griega, op. cit., p. 502

[xlviii] Entrevista a los hijos de Fernando Zubiri. El alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, accederá a la petición de Carmen y conseguirá una tumba en una de las esquinas del cementerio civil, que se halla saturado.