La última semilla de la luna

Confieso que no habría corrido a leer estos relatos si no hubiera llegado hasta mi el rumor de que es un libro prohibido en los supermercados de los Mántica pues desde que vivo en Nicaragua me resulta muy tediosa este tipo de literatura. Aburrida de tan transparente, histórica y cotidiana. Empalagosa de tan verla y oirla. Campesinos y campesinas me han contado con voz trémula historias alucinantes de padrecitos.Vecinos mios han oido la llorona y la carreta nagua. Amigos míos han visto en los velorios el alma del muerto. He tenido una alumna embarazada por un garrobo contentísima de que su tierno se pareciera tan poco al padre. He visto hombres y mujeres temblar y rezar escondidos en la casa en el momento álgido de un eclipse de sol. He conocido monjas y curas medio hechiceros con sus microdosis, sus bendiciones y jaculatorias y yo mismo ya no sé muy bien si las plantas de mi jardin no crecen porque tengo la mirada fría o porque la tengo caliente. Las Semillas de la luna son la enjundia misma de Nicaragua. Los cuentos de Ricardo Pasos son apenas un calco de una realidad delirante y lunática. Nada nos asusta tanto como nuestra propia sombra.

Azuzado pues por el chisme me lancé a la lectura del libro buscando febrilmente algo lujurioso, herético o malévolo pero, para mi decepción, encontré una obra candorosa, sin rastro de la risa libidinosa de Ricardo. Apenas un fraile se acuesta con una mujer pero casi lo tenemos que adivinar. El libro no puede escandalizar ni al más mojigato de los lectores. Me entusiasmó, eso sí, su estilo ligero, sin recargas innecesarias, sobrio, ágil, con una narrativa vibrante llena de imágenes certeras y acabando con una pincelada firme y precisa.

Las semillas de la luna son historias míticas de Nicaragua y no por míticas menos reales. Se trata de frailes que se paganizan o ritos paganos que se cristianizan. Quien sabe. Ahora que ya hemos perdido la fe moderna en la razón científica podemos probablemente entender mejor la densidad que ha tenido siempre la narrativa popular. Ya Platón recurría a ella cuando se hartaba en sus diálogos de unas disquisiciones racionales que no le servian ni para convencerse a sí mismo. Como último y definitivo recurso se agarraba a algunas viejas historias y empezaba con esta trágica invitación : “Así pues, ya que no te convenzo, escucha, lo que yo he escuchado y que creo que es verdad...”

Pero si esto es así ¿Entonces porque no se lo quieren vender? Como hoy no están de moda las respuestas sencillas intentaré diversas hipótesis:

1.- Podría ser que Mantica no haya leido la obra. Es lo más probable. Pero ¿entonces quien aconseja a los Mantica? Lo que en principio era una respuesta elemental se pierde en un embrollo sin fín.

2.- Podrían haber razones psicológicas. Suelen ser las más extendidas. El problema es que con ellas ni un psicólogo suele tener nada que hacer.

3.- Podrían ser razones económicas. Es lo que se lleva. Pero hay que excluirlas de entrada ya que la última novela de Ricardo Pasos, “El burdel de los Pedrarias”, ha batido todos los records de ventas. Parece que el mercado no es tan absoluto como dicen. !!A no ser que se trate de una campaña publicitaria!!

4.- Finalmente podría obedecer a Razones ideológicas de carácter político o religioso. Sería un poco extemporáneo en la época del fin de las ideologías. Además nos encontraríamos con una incoherencia y discriminación atroz entre lo propio y lo ajeno pues hasta obras del mismísimo Marx, Oscar Wilde, Grabiel Garcia Marquez, Octavio Paz, y Jorge Borges se han vendido en la Colonia.

¿No será que son historias demasiado verídicas? Dicen que en las noches de luna los espectros de Fray Antonio Margil de Jesús y Fray Blas del Castillo se encuentran en el supermercado con la Chilchithuehue y la Macuana buscando Semillas de luna y que al no hallarlas se alejan acongojados, quien sabe para donde, asustando a los guardias y a los mismos dueños.

A veces nos estremece la verdad.

Jordi Corominas. Nuevo Amanecer Cultural. 1995