¿Es posible una gestión democrática de la sociedad mundial?

¿Es posible una gestión democrática de la sociedad mundial?

Jordi Corominas



Si ya es difícil poner orden en nuestra propia casa poner orden en el planeta parece completamente fuera de nuestras posibilidades. Sin embargo, la cuestión no es ya si es posible gestionar políticamente el mundo sino si en lugar de la ley del más fuerte que lo sigue rigiendo, un poco atemperada por sus disfraces y vestidos, podemos impulsar una gestión política con un mejor reparto del poder. Los mismos Estados Unidos parecen haber pasado de la promoción de las dictaduras en América Latina a la promoción de democracias de baja intensidad. Probablemente no es una reflexión ética lo que a llevado a Estados Unidos a fortalecer la democracia en lugar de apoyar los golpes de estado, sino el convencimiento de que las democracias nacional-liberales son un instrumento mucho más útil para difuminar las tensiones sociales, hacer negocio y contener a amplias capas pobres de la población susceptibles de revelarse y de oponerse al sistema. Ciertamente la democracia que hoy existe en el mundo se parece más a una elitocracia, un sistema en el cual gobierna un pequeño grupo, y la participación de los ciudadanos en las mismas suele limitarse a seleccionar los dirigentes propuestos por elites competidoras, que a lo que Robert Dahl ha llamado una poliarquía: "gobierno de los muchos".1 La exploración y la emergencia de una democracia poliárquica global que frente al autoritarismo imperante podría significar alguna ventaja para los países más pobres no sólo está en pañales sino que pocos serán aquellos trabajos teóricos que cuestionen que la nación-estado deba permanecer en el centro del pensamiento democrático. En este artículo pretendo explorar precisamente algunas de las propuestas políticas para regular el ejercicio del poder en la sociedad mundial.

Más de uno pueda ser que al leer esto frunza el ceño y piense que es totalmente imposible expandir la democracia por arriba, por abajo y transversalmente al marco de los estados-nación. No sé si le servirá de consuelo saber que yo mismo lo tengo fruncido y que no soy muy optimista al respecto. Creo que una democracia mundial, incluso en sus formas más anodinas, es más antitética al sistema económico vigente que su coexistencia con países socialistas totalitarios. La democracia que puede tolerar el sistema tiene sus límites. Lo más probable es que el déficit democrático y el absolutismo mundial se extienda y que las decisiones más cruciales para la humanidad se sigan adoptando entre elites políticas y burocráticas, y lo que es mucho peor, elites económicas, fuera de todo control político y democrático. Pero de seguir esta tendencia la cuestión es hasta que punto las democracias estatales vigentes podrán mantener su legitimidad y hasta donde llegará la coexistencia entre estados-nación mínimamente democráticos (cada persona un voto) y una especie de dictadura mundial del capital y de los países ricos.

1. La democracia nacional-liberal conservadora

Este apartado podría titularse también la gestión política de la actual sociedad mundial. Aunque hoy es habitual hablar de "neoliberalismo" para describir la ideología y el modelo económico-político imperante lo cierto es que propiamente el neoliberalismo analizado a escala global tiene muy poco de liberal. Es más bien un liberalismo allí donde el liberalismo beneficia a los países ricos (desmantelamiento de los estados en los países pobres, libre flujo de capital etc.) y un proteccionismo allí donde el liberalismo beneficia a los países ricos (prohibición del libre transito de la mano de obra y de la libre circulación de los productos competitivos de los países pobres). Donde los dogmas liberales podrían beneficiar a los países pobres, no rige el mercado, sino las políticas más proteccionistas. Un ejemplo de ello lo tenemos en la agricultura donde los países del Sur podrían ser competitivos. Mientras Europa subvenciona fuertemente a sus agricultores y Estados Unidos las exportaciones agrícolas ambos exigen a los latinoamericanos que no subvencionen su sistema agrícola. En este sentido, es muy ilustrativa la paradoja que supone que los mismos que criticaban a la Unión Soviética y a Cuba por la falta de libertad de movimiento, hoy que tanto cubanos como soviéticos pueden salir de sus países se les impide la entrada libre a occidente. Tanto M. Tatcher, como R. Reagan, verdaderos adalides de este modelo político, trataron de compaginar esta liberalización del mercado en favor de los ricos con la defensa de las instituciones tradicionales propia de los conservadores: la nación, la familia, la enseñanza de la religión como código moral, la penalización de la droga y del aborto, el control de los programas de enseñanza, etc. Las alusiones xenófobas no son del todo extrañas en las proclamas de autores neoliberales y tampoco es raro que se conciba a las familias monoparentales o homosexuales como decadentes. Es por ello que una designación más propia para el neoliberalismo sería quizás la de nacional-liberalismo conservador o neoconservadurismo. Esta tensión entre conservadurismo moral y mercado genera una de las principales contradicciones del neoliberalismo pues nada hay más disolvente de la tradición que las fuerzas de mercado a pesar de que los neoconservadores acusan de ello a la educación y al relajamiento de las costumbres.

Los neoliberales tanto en Estados Unidos como en Europa, bajo aparentes organismos multilaterales, suelen buscar la intervención unilateral en el mundo y un poco de disimulo y de formalidades que vistan a políticas aislacionistas. Es decir, lo que se suele imponer en los foros internacionales vigentes son decisiones unilaterales a los que los países pobres, con la mayor parte de la población mundial, sólo pueden asentir o comentar un poco. En el nacional-liberalismo existente el multilateralismo y la democracia de organismos internacionales es menor cuanto más poder y relevancia tienen en el mundo (piénsese en la OMC, el FMI, El BM, el Consejo de seguridad de la ONU etc.). A las instituciones más democráticas y que sirven más a los intereses de los países pobres se las tiende a estrangular financieramente mientras se potencia las organizaciones económicas y financieras mundiales privadas o para-estatales regidas antidemocráticamente (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Organización Mundial de Comercio) que son las que disponen de una capacidad de intervención efectiva en la gestión del mundo. Lo que el nacional-liberalismo está construyendo no es una economía mundializada sino el archipiélago capitalista mundial, en el cual algunas islas, grandes o pequeñas, concentran casi la totalidad de las capacidades científicas y tecnológicas y financieras evitando toda regulación política mundial mínimamente democrática que pudiera impedir que sus intereses fueran cuestionados por la población y los ciudadanos de los países pobres.

2. La democracia liberal-libertaria

Los liberales libertarios, en contrate con los liberales "conservadores" suelen ser liberales también en cuestiones morales: apoyan la libertad sexual o la despenalización de la droga. Frente a la democracia doctrinaria (dictadura de las mayorías) buscan establecer una democracia legal o libertaria2 limitada siempre por las libertades individuales. Las mayorías tienen que respetar los principios individuales (autonomía individual, libertad de expresión, libre movimiento, etc.) que están por encima de las legislaciones, del Estado y de la actividad política. Los derechos de los individuos a su autonomía no son algo que pueda decidirse democráticamente. Los políticos no pueden inmiscuirse en el imperio de la ley que es la libertad y el respeto a los derechos individuales.

La democracia liberal-libertaria propone una sociedad mundial de mercado libre y una red de estados mínimos. La mejor política económica es la de la absoluta libertad, de manera que cada país se especialice en aquellas actividades para las que disponga de "ventajas comparativas". La adopción del libre comercio amortiguará por si sola las diferencias mundiales siempre que haya una libertad absoluta de factores de producción (mano de obra, capitales). Teóricamente la rentabilidad del capital sería mayor en los países pobres al tener salarios mucho menores. Si no hay traba alguna para la libre circulación de capitales estos emigrarán a los países del sur hasta que se instaure el equilibrio con el Norte tanto en la retribución del capital como en el nivel de los salarios. Lo único que se necesitaría es que los países receptores del capital generen las condiciones adecuadas para acoger la inversión extranjera: infraestructura, formación, transparencia, justicia y flexibilidad absoluta para repatriar beneficios. De cumplirse las predicciones liberales los países ricos exportarían productos sofisticados y en los países pobres se producirían materias poco elaboradas donde se requiere sobre todo de mano de obra. Pero eso no se cumple porque de hecho hay muchos liberales que son nacional-liberales: liberales por fuera y proteccionistas por dentro. La red de estados mínimos debe preservar sobretodo el imperio de la ley (derechos individuales) y ofrecer una red de seguridad para aquellos en que el mercado es una fuente ineficiente. Esta red estaría sujeta a una autoridad superior elegida democráticamente. Su cometido sería asegurar el imperio de la ley y de la libertad en el plano global. Para llegar a este orden liberal pacífico y global habría que ir caminando hacia asociaciones y autoridades regionales.

Es importante destacar que a diferencia del nacional-liberalismo los liberales-libertarios critican el aislacionismo, el estado-nación y los mercados nacionales defendidos por conservadores, nacional-liberales y nacionalistas de izquierda. También sostienen que un mercado sin fronteras es muchísimo más eficiente y que la ineficiencia del mercado mundial global estriba precisamente en la persistencia de las restricciones fronterizas artificiales actuales. No se trata de que el liberalismo sea la solución a los problemas de la sociedad mundial, sino solamente de subrayar que probablemente el mal llamado "neoliberalismo" es más perjudicial para los países pobres que un liberalismo mundial ortodoxo. Una política liberalizadora podría ser más beneficiosa para los países pobres que el nacional-liberalismo imperante si además del libre flujo de capitales supusiera el libre flujo de mercancías y de mano de obra. Más beneficioso todavía para los países pobres sería un nacional-liberalismo al revés. Es decir, una liberalización allí donde ésta beneficiara a los países pobres y un proteccionismo allí donde éste perjudicara a los ricos. Ciertamente este planteamiento ha sido y es objeto de muchas críticas: en nombre de la libertad se esconden las estructuras reales de poder; la autonomía y la libertad está más amenazada por la desigualdad que por la coerción de los gobiernos; la incongruencia de este orden liberal ideal con el sistema de corporaciones multinacionales y las estructuras oligopólicas, etc.; pero no creo que sea del todo adecuado poner en el mismo saco a nacional-liberales conservadores y a liberales libertarios.

3. La democracia de la nueva socialdemocracia o "tercera vía"

Quizás sea interesante empezar este apartado por el planteamiento de un "converso". De alguien como G. Soros que ha escrito un libro sobre la crisis del capitalismo mundial, muy poco tiempo después de haber alabado ampliamente ese mismo liberalismo mundial y de haberse hecho muy rico aprovechándose del amplio espacio transnacional que queda fuera de todo control político democrático.3 G Soros se adscribe a la influencia del pensamiento filosófico de Popper y recoge de él, en particular, la noción de sociedad abierta. Sin embargo, en el ámbito económico se aparta substancialmente de la doctrina convencional, critica duramente la inoperancia conceptual e interpretativa de la economía liberal y utiliza conceptos propios de la tradición marxista como sistema capitalista mundial, centro-periferia y fundamentalismo de mercado. G. Soros llega a afirmar incluso que "Marx y Engels hicieron un análisis muy bueno del sistema capitalista hace 150 años, mejor en algunos aspectos, debo decirlo, que la teoría del equilibrio de la economía clásica."4

G. Soros critica la fe en el mercado y considera que las actuales tendencias ponen precisamente al capitalismo al borde del abismo: "Sostengo que la situación actual es poco sólida e insostenible. Los mercados financieros son intrínsecamente inestables y existen necesidades sociales que no pueden satisfacerse dando carta blanca a las fuerzas del mercado. Lamentablemente, no se reconocen estos defectos. Existe, en cambio, el convencimiento general de que los mercados se autocorrigen y que una economía global puede prosperar sin necesidad de una sociedad global. Se afirma que la mejor manera de servir el interés común es permitir que cada cual defienda sus propios intereses y que los intentos de proteger el interés común mediante la toma de decisiones colectivas distorsiona el mecanismo del mercado [...] Este fundamentalismo del mercado es el responsable de que el sistema capitalista global carezca de solidez y sea insostenible."5

G. Soros advierte el claro declive del estado-nación y considera que deben fomentarse el derecho, las instituciones internacionales y algún sistema global de toma de decisiones y aconseja que el grupo de países aliados en torno a Estados Unidos y la OTAN lideran la creación de una sociedad abierta global. Es muy posible que su cambio doctrinal se deba a que ahora aprecia que el riesgo de las tormentas financieras y monetarias hacen peligrar los intereses del capital financiero mismo, pero más allá de sus motivaciones nos interesa destacar la cercanía de los planteamientos de G. Soros con los de algunos socialdemócratas menos advenedizos como Tony Blair, Jospin, Gorvachov, Felipe González, Raúl Alfonsín y otros líderes conocidos de la socialdemocracia cuyos planteamientos podemos encontrar en el foro socialista para el progreso global.

En general, la socialdemocracia ha evolucionado desde una percepción estatalista a una concepción global. J. K. Galbraith, reconocido socialdemócrata asesor de Kennedy, en su interesante colaboración al informe sobre desarrollo humano de 19986 reconoce el error de sus anteriores publicaciones al no haber destacado suficientemente la globalidad de la economía y destaca que los dos problemas más graves del mundo actual son la concepción de que la deprimente diferencia entre el mundo opulento y el mundo poscolonial es algo natural o cuestión de suerte y el ídolo de la soberanía del estado que sigue intocable en el pensamiento moderno. Los individuos que les ha tocado vivir en países ricos o en segmentos ricos de los países pobres disfrutan de su bienestar sin carga alguna de conciencia, sin una sensación inquietante de responsabilidad como si en realidad merecieran su opulencia y como si ésta no tuviera que ver absolutamente nada con la miseria de las mayorías de la humanidad. Respecto a la soberanía considera que nada hay en este momento en el mundo que sirva tanto para proteger el desorden, la pobreza, la penuria y el festín de los ricos. La soberanía de los estados sería la gran arma ideológica para proteger a las clases medias mundiales de la desesperación humana y el sufrimiento. Para J. K. Galbraith no se trata de que Estados Unidos u otros países aliados, como suele suceder en las intervenciones humanitarias actuales, estén por encima de las soberanías nacionales sino de articular un poder mundial independiente y democrático que pueda combatir la corrupción, el desorden y la crueldad de los malos gobiernos.

El planteamiento socialdemócrata teórico más poderoso y más susceptible de influir las políticas socialdemócratas en el futuro inmediato lo constituye probablemente el trabajo de A. Giddens.7 La pretensión de A. Giddens de renovar la socialdemocracia es lo que se ha bautizado como tercera vía.8 Sus críticos suelen ver en esta propuesta una especie de neoliberalismo recalentado. Se podría resumir en cinco grandes ejes: la conciencia de la mundialización y de la búsqueda de un nuevo papel para el estado-nación dentro de un mundo cosmopolita frente a la concepción estatista y desarrollista de la vieja socialdemocracia; la importancia de la autonomía individual y de la promoción de una sociedad civil activa frente al colectivismo y la burocracia tradicional; la promoción de políticas de elección y de asunción de riesgos y responsabilidades frente a políticas paternalistas; la promoción de políticas de bienestar positivo para toda la población (impulso de la educación durante toda la vida, salario mínimo para todos, estímulo de la actividad cívica, vinculación de las empresas privada, dar iniciativas a las personas etc. ) frente al subsidio de los más pobres; y una nueva relación con la naturaleza desde una sensibilidad ecológica y la asunción del riesgo.

Los socialdemócratas latinoamericanos experimentan la necesidad de políticas sociales mucho más dramáticamente que sus colegas del Norte pues es precisamente en muchos países de Latinoamérica que las recetas neoliberales son llevadas a una exageración casi absoluta. Lo vemos en Centroamérica. Los gobiernos nacionales compiten para ofrecer las menores cargas sociales posibles para atraer capital. El drama que experimenta la socialdemocracia latinoamericana es que si regula el mercado los inversores se van a otro lado y desestabilizan al estado inmediatamente. Pero si no se regula se excluye a gran parte de la población de una vida mínimamente digna y la democracia se convierte en una trampa. Entre algunos socialdemócratas latinoamericanos goza de un cierto predicamento la idea de desconexión parcial del Sur. Para satisfacer las necesidades prioritarias de los pueblos pobres se trataría de realizar un despegue económico -fundamentalmente industrial- tomando medidas proteccionistas contra el mercado mundial y los países del Norte en particular. La aplastante mayoría de las naciones modernas, en un momento clave de su historia, aplicaron medidas proteccionistas fuertes para preparar o acelerar su despegue económico. Se trataría de organizar una coexistencia entre zonas diferenciadas introduciendo una suerte de proteccionismo como herramienta de planificación de las diferentes áreas de la economía mundial.

En general para los socialdemócratas se trata de promover una mayor gobernabilidad mundial. Una estructura de gobierno -local, nacional, regional y mundial- más fuerte significa un marco de reglas, instituciones y prácticas establecidas que disponen límites y ofrecen incentivos para el comportamiento de los individuos, las organizaciones y las empresas. Se trataría de una gobernabilidad global que discutiría la actual, determinada por el crecimiento económico y la estabilidad financiera, el absolutismo, la no-representatividad, la falta de instituciones de la sociedad civil y de mecanismos coercitivos para obligar a gobiernos y a corporaciones a respetar a la humanidad. En síntesis la propuesta socialdemócrata global la encontramos esbozada en el último informe sobre el desarrollo humano (1999):

1. Fortalecer políticas sociales mediante el aumento de los recursos de los estados, generando nuevas fuentes de ingresos, como la de los impuestos sobre las tierras y las rentas, que son muy bajos en según qué países, o el IVA, así como la reducción del gasto militar global y la mejora en la eficiencia de la administración de impuestos.

2. Reducir las amenazas de la volatilidad financiera y sus costes humanos mediante la sujeción de las instituciones financieras a una mayor transparencia y responsabilidad y con un Banco Central Mundial, con más recursos de los que actualmente puede proporcionar el FMI.

3. Desarrollar una acción global más fuerte para hacer frente a los retos globales contra la seguridad humana: Criminalidad global, emergencias de degradación medioambiental, expansión del SIDA, violaciones de derechos humanos, salvaguarda de los derechos de los trabajadores de empresas transnacionales, etc.

4. Aumentar la acción pública para desarrollar tecnologías que mejoren el desarrollo humano y la erradicación de la pobreza. Derruir muros a académicos y especialistas de países pobres para cambiar el sentido de las investigaciones hacia las necesidades del mundo. Establecer un grupo mundial de científicos independientes que identifique los problemas tecnológicos que contribuirían, de ser solucionados, al desarrollo y a la seguridad humanos. Establecer un control más amplio de las comunicaciones globales que abarque los intereses de los países en desarrollo y un nuevo sistema de financiación que garantice que la revolución de la información conduce al desarrollo humano a través de un impuesto sobre los bytes y otro sobre las patentes.

5. Dar marcha atrás a la marginalización de los países pobres e incentivar políticas fuertes y coherentes para gestionar su integración en una economía global que cambia rápidamente. Condonar la deuda a los 41 países fuertemente endeudados.

6. Remediar los desequilibrios en las estructuras de la gobernabilidad global con nuevos esfuerzos para crear un sistema más inclusivo. Hoy en día, siguen siendo los G-7 quienes controlan las principales instituciones transnacionales. Por lo que se refiere a la influencia de las corporaciones multinacionales deberían adaptarse a un código multilateral de conducta.

7. Construir una arquitectura más coherente y democrática para la gobernabilidad global del siglo XXI. Así como las instituciones del siglo pasado eran inadecuadas para el presente, las presentes lo son para el futuro. Una posible lista de instituciones clave para la gobernación del siglo XXI incluiría: unas Naciones Unidas más coherentes y fuertes, un Banco Central Global y prestamista de último recurso; una Organización Mundial del Comercio (OMC) que asegure un comercio internacional justo y libre; una agencia mundial del medioambiente, un fondo fiduciario de inversión mundial con funciones redistributivas; un Tribunal criminal internacional con un extenso mandato para los derechos humanos y un sistema más amplio de Naciones Unidas, que incluya una Asamblea General con dos cámaras para abrir la representación a la sociedad civil.

Con todos los problemas de esta vía creo que el "keynesianismo global", recomendado por el PNUD podría abrir un camino de esperanza para la humanidad. Eso sí, queda siempre pendiente el problema de fondo de saber hasta que punto puede dar respuesta al reto de la amenaza medioambiental u ecológica un sistema económico que está obligado a crecer permanentemente. ¿Es posible realmente un mundo donde todos crezcan un poquito y algunos muchísimo más o el sistema capitalista mundial aún atemperado keynesianamente entraña intrínsecamente la polarización económica de la sociedad mundial? Así, por un lado es cierto que algo de lo que se llama desarrollo nacional siempre es posible, pero, ¿es posible un desarrollo mundial global? ¿Da de sí el sistema capitalista mundial para construir una especie de Unión Europea mundial que subsidie a los más pobres? Ciertamente si el sistema capitalista no entraña intrínsecamente que cualquier "desarrollo" de una parte del mundo es en realidad el reverso de una "declinación" o "subdesarrollo" de alguna otra parte y si por algún milagro fuera posible que todos nos "desarrolláramos" simultáneamente o que al menos toda la humanidad se desarrollara un poquito aunque algunos se "desarrollaran" muchísimo más sería posible llegar a la "paz perpetua" con un capitalismo debidamente reformado y controlado democráticamente por la humanidad, pero esto es justamente lo que cuestionan los socialistas.

4. La democracia socialista

El totalitarismo del socialismo real hace difícil hoy hablar de democracia comunista. Pero, de hecho, cuando Marx hablaba de dictadura del proletariado no entendía por ella una tiranía sino el dominio de una mayoría en una democracia real y no simulada como la burguesa. Marx se inspiraba en la Comuna de París de 1871 con elecciones directas de todos los funcionarios. La dictadura del proletariado se transformó en la dictadura de una vanguardia y al final de un sólo hombre. Sin embargo, al menos teóricamente, el socialismo no sólo no se opone a la democracia sino que una democracia de mediana intensidad parece requerir algún tipo de equidad y paridad social entre los seres humanos. En este apartado agrupo a una serie de teóricos que aunque pueden coincidir y transitar con la socialdemocracia y que aunque no posean alternativas claras al capitalismo, consideran que hay una serie de problemas como el crecimiento indefinido y la degradación ecológica que son intrínsecos y esenciales al sistema mismo. A diferencia de los socialdemócratas todos coinciden en afirmar el colapso del sistema en las próximas décadas y en ver la crisis global del sistema como una ocasión de transformación del sistema económico mundial. En consecuencia, consideran que cualquier vía transitable para la humanidad debe implicar la exploración, la experimentación, y la búsqueda de alternativas al sistema económico capitalista sin volver al extinguido paradigma leninista de una economía dirigida, planificada y centralizada por una vanguardia. Entre el capitalismo y la economía planificada y centralizada hay un margen a explorar.

I. Wallerstein plantea en este sentido que la primera mitad del siglo XXI será más dificultosa, más perturbadora y, sin embargo, más abierta que todo lo que hemos conocido durante el siglo XX.9 El moderno sistema-mundo, como sistema histórico, ha entrado en una crisis terminal, y no resulta verosímil que exista dentro de 50 años. Sin embargo, ya que el resultado es incierto, no sabemos si el sistema (o los sistemas) resultante será mejor o peor que el actual, pero sí sabemos que el período de transición será una terrible etapa llena de turbulencias, ya que los riesgos de la transición son muy altos, los resultados inciertos y muy grande la capacidad de pequeños acontecimientos para influir sobre dichos resultados. Lo más novedoso de las tesis de Wallerstein consiste en la afirmación de que contra todas las apariencias el colapso de los comunismos en 1989 no marcó un gran triunfo de liberalismo sino más bien el colapso definitivo del liberalismo en tanto que geocultura definidora de nuestro sistema-mundo. Esencialmente, el liberalismo prometió que las reformas graduales mejorarían las desigualdades del sistema-mundo y reducirían su aguda polarización. La ilusión de que esto era posible dentro de la estructura del moderno sistema-mundo ha sido, de hecho, un gran factor de estabilización, pues legitimaba los Estados ante los ojos de sus poblaciones, a las que prometía un cielo sobre la tierra en un futuro al alcance de la vista. La desilusión deshace cualquier posible razón por la que la población mundial deba continuar tolerando la continua y creciente polarización del sistema-mundo. I. Wallerstein prevé que se producirán considerables tumultos, del mismo tipo que los ocurridos durante los años 90, extendiéndose desde las Bosnias y Ruandas de este mundo hacia las regiones más ricas y consideradas más estables del planeta, como Estados Unidos. El caos provendría básicamente de la incapacidad del sistema de desarrollar nuevas formas de organización social y política más allá del Estado-nación y su relación excluyente con la periferia africana y con partes de Asia y América latina.

S. Amin no acepta la idea de que es el mercado libre en virtud de sus leyes objetivas el que regula y organiza el espacio mundial. S. Amin señala la existencia de cinco monopolios bajo el control del Centro del sistema que distorsionan considerablemente el funcionamiento del mercado y establecen una clara situación de desigualdad: Monopolio tecnológico, control de los mercados financieros mundiales, acceso monopolista a los recursos naturales del planeta, monopolio de los medios de comunicación y monopolio de las armas de destrucción masiva. Es precisamente la conjunción de todos estos aspectos lo que mantiene a la periferia subordinada al Centro. Ante esta situación, S. Amin propone una alternativa humanista muy similar a la de la nueva socialdemocracia: la construcción de un sistema político que reemplace al Estado-nación y se constituya en la única unidad política en condiciones de gestionar un mercado ampliado. Con el fin de combatir los cinco monopolios, y de asegurar el descenso de la polarización mundial, sugiere como escenario de futuro, que contrapese la influencia del Centro, la reorganización del sistema mundial a partir de grandes regiones, que agruparían zonas dispersas de la periferia. De esta forma se podrían constituir la región latinoamericana, árabe, africana, del sudeste asiático, junto a China e India. A estas regiones cabe añadir Europa y la antigua Unión Soviética y, por supuesto Estados Unidos y Japón. Al igual que I. Wallerstein, N. Chomsky H. Dieterich10 y P. Bourdieu11 considera que en el mejor de los casos podríamos avanzar hacia la constitución de un solo estado mundial. 12

Dada la proximidad y los lazos geopolíticos e históricos de Centroamérica con Cuba creo que vale la pena en este apartado explorar lo que está pasando en Cuba y su evolución tanto en el terreno de los hechos como en el terreno de las ideas. La paradoja que enfrentamos con Fidel es que un dictador en el interior de su estado defiende la democracia en los foros mundiales y se atreve a decir en ellos lo que muchos políticos piensan y les gustaría decir pero no se atreven: "Quieren convertir el mundo en una gigantesca zona franca, un lugar donde no se pagan impuestos, y se ofrecen salarios de hasta el 5% del equivalente al mismo trabajo en los países ricos, poniéndonos además a competir entre nuestros menguados países latinoamericanos para ver quien da más facilidades y más exenciones de impuestos para invertir. La alternativa es o tomas las zonas francas o, todavía peor, té quedas sin ningún género de inversión. Así vamos quedando convertidos en extranjeros dentro de nuestras propias fronteras." 13 Los demócratas que acusan a Fidel de dictador son acusados por él mismo de estalinistas en la arena mundial.

Por detrás de los discursos altisonantes de Fidel, se está imponiendo en Cuba, como en China, una especie de socialismo de mercado con autoritarismo político. Independientemente de las políticas norteamericanas particulares, Cuba no parece tener otra alternativa que insertarse en la economía capitalista global según los términos dictados por los instrumentos políticos y económicos transnacionales. Se ha dicho, creo que con mucha razón, que la política de Estados Unidos hacia Cuba es hipócrita. Washington tiene plenas relaciones diplomáticas y comerciales con China, Vietnam, Arabia Saudita, Kuwait con un curriculum de defensa de los derechos humanos bastante más negativo que el de Fidel. Obviamente si Cuba tuviera un mercado como el de China, o petróleo de calidad ya no habría bloqueo.

El final de las repúblicas socialistas con las cuales comerciaba Cuba y obtenía importantes subsidios supuso que muchos auguraran el fin del régimen. Pero sorprendentemente Cuba ha logrado en un periodo relativamente corto y con todas las ambivalencias que se quiera adaptarse a la nueva coyuntura mundial con menos sufrimiento, al menos para importantes capas de su población, que en la Unión soviética y otras repúblicas ex-socialistas. Impresiona sobretodo viniendo de Centroamérica la dignidad cubana. El PIB de Cuba es sólo un poco más alto que el de El Salvador pero está mucho mejor repartido y no hay barrios de miseria, niños pidiendo en la calle, ni indigencia. Las calles son seguras, puede pasearse tranquilamente a las dos de la madrugada por la Habana y por los repartos. El repunte de la economía cubana es notorio. Después de 1995 donde el dólar se encontraba a 150 pesos hoy la paridad vuelve a ser de 20 pesos. El 66% de las propiedades agrícolas son cooperativas. Existen 200.000 trabajos individuales reconocidos por el régimen (artesanos, mecánicos, taxistas...). Miles de técnicos y profesionales hacen ver que trabajan para buscarse la vida vendiendo carteras, pavos u otros trabajos no permitidos. Ha aumentado notoriamente la prostitución y se nota una mayor tolerancia policial (previo pago en muchos casos) de la misma. Los cubano-americanos y todos los extranjeros pueden pasearse en dólares por la isla e incluso invertir en empresas del estado pero no pueden hacerlo los cubanos. Los ciudadanos pueden ofrecer algunos servicios como reparación de televisores, bicicletas, paladares (4 mesas) pero no pueden aunarse para establecer empresas. El dólar es prácticamente la moneda nacional. Los salarios de un cubano son equivalentes a 20 dólares mensuales pero con el subsidio de parte de la comida, la casa, el gas, el teléfono, la salud y la escuela. La ineficiencia en el trabajo, es muy extendida. Para combatirlo el estado ha introducido las primas en dólares en las empresas del estado pero no puede luchar contra la economía sumergida. El responsable de las reformas económicas del régimen actual parece ser Carlos Lage.14 Se apunta hacia una especie de economía mixta con un peso predeterminante del estado y una participación cada vez mayor de cooperativas agrícolas y de la propiedad privada. Para insertar el modelo cubano en el mercado mundial se busca proporcionar buenos beneficios a inversores extranjeros descentralizando progresivamente las empresas cubanas y haciéndoles independientes en sus decisiones económicas. Se integran en la economía mundial como si fueran de propiedad privada y de gestión independiente pero un 50% de sus acciones son del Estado.

El concepto oficial de democracia en Cuba descansa sobre los derechos de la mayoría, no sobre los derechos individuales. Se pretende defender una democracia no de partidos sino de participación popular, pero aún esta participación popular termina allí donde hay discrepancia con la "vanguardia revolucionaria" y las discrepancias de la vanguardia revolucionaria terminan allí donde difieren de Fidel. Un ejemplo de ello es la sustitución de Robaina al que como dicen en Cuba “han puesto el pijama”, ha desaparecido de la luz pública sin necesidad de justificación. Es muy probable que la absoluta falta de libertad de prensa aparte de los atropello y los crímenes del régimen esconda en Cuba casos graves de corrupción. Otro problema no menos grave es que la vanguardia acaba considerándose imprescindible, cree saber lo que es mejor para el pueblo y considera que tiene el derecho de imponerlo. Fidel, por ejemplo, puede pedir a "los mandos intermedios" que no se enquisten en sus sillas, pero esto no incumbe a la vanguardia que parece estar más allá del bien y del mal. No hay de momento asomo de oposición, de competencia política, ni de liberalización de la información aunque si las personas hablan con menos miedo y critican continuamente al sistema. Sigue funcionando una estructura política leninista con núcleos disciplinados en todas las instituciones públicas, operando en parte para dirigir a las organizaciones de masas. Esta estructura que puede ser fantástica para movilizar al pueblo en caso de desastre natural o de guerra es imposible que pueda mantener la cooperación permanente voluntaria de la población sino es a través de medidas coercitivas, de prebendas o algún tipo de privilegios.

La vanguardia cubana parece mantener una especie de fe en que se van a ir agudizando los problemas del modelo neoliberal y que va a hacer falta una alternativa mundial a la economía en unas décadas. Si Cuba resiste podrá insertarse luego mejor en una alternativa socialista global. Lo más probable es que cuando se muera Fidel Cuba abrace el capitalismo sin más. Lo que está claro es que no hay marcha atrás y que el paradigma de la centralización socialista no resulta factible en las actuales condiciones de desarrollo económico y cultural de Cuba y mucho menos en una perspectiva mundial. ¿Sería posible para Cuba avanzar hacia un socialismo descentralizado? ¿Podría otorgarse a las cooperativas agrícolas mayor autonomía y aumentar la propiedad social frente a la propiedad del estado que los trabajadores no sienten como suya? ¿Podría desarrollarse un pluralismo político limitado que respetara la propiedad social de los trabajadores?.15 El socialismo de mercado podría ser la única opción para Cuba para no acabar cayendo en los brazos del capitalismo. Todos los socialistas de mercado creen firmemente que el mercado con una propiedad mayoritariamente social o cooperativa, sin excluir en algunos casos la propiedad individual y la propiedad del estado, es un mecanismo económico más capaz que la planificación centralizada y el capitalismo reformado para enfrentar los problemas de la sociedad mundial.16

5. La democracia cosmopolita

Una de las propuestas más sugerentes en la actualidad para democratizar la sociedad mundial proviene de D. Held. Frente a los socialdemócratas convencidos de que no hay alternativa al sistema de propiedad capitalista y socialistas defensores de la economía dirigida cree que es posible explorar una gestión democrática de las empresas y de la propiedad. Mientras A. Giddens está convencido de que no hay alternativa a las formas de propiedad generalizada en el capitalismo D. Held se muestra mucho más cauto sobre el asunto. En principio considera atractivo las formas cooperativas de propiedad donde los grupos de trabajo poseen colectivamente la empresa "Pero todavía no se ha elaborado un argumento completamente convincente a favor de la propiedad cooperativa como forma de propiedad generalizada. Lo que la democracia cosmopolita prescribe es la necesidad de extender la democracia a la economía y el lugar de trabajo pero deja la determinación del modelo institucional específico para concretar el cambio en manos del proceso de experimentación y ensayo públicos."17

Lo más interesante de la democracia cosmopolita es que busca extender la democracia hacia arriba, hacia abajo y lateralmente al estado-nación. Contra la teoría realista predominante en la teoría política internacional D. Held considera que la sociedad mundial actual se encuentra sometida a una fuerte tensión entre la legitimidad democrática dentro de las fronteras del estado y la implementación de una política de poder y fuerza fuera de esas fronteras. Los orígenes de esta tensión pueden rastrearse en la creación moderna de los Estados Nación, esto es, en la implantación de la soberanía territorial promovida por los poderes europeos para consolidar los dominios nacionales. La aplicación de la estructura de las Naciones Unidas encima de este sistema tras la Segunda Guerra mundial no alteró sus rasgos básicos. La carta de la ONU acentuó el papel de las grandes potencias con lo cual sus pretensiones de liderar la política internacional recibieron una nueva justificación. De hecho, desde el siglo XVII las relaciones internacionales se han considerado como un estado de naturaleza, un continuo estado de guerra de todos contra todos fuera de todo control racional. Puesto que no depende uno de otro, cada Estado tiene la absoluta libertad para hacer lo que juzgue más conducente a su beneficio. La perspectiva hobbesiana constituye el núcleo de la teoría realista. El realismo político afirma que el sistema de estados soberanos es irremediablemente anárquico y que esta anarquía fuerza a todos los Estados a implementar políticas de poder con el objetivo de preservar los intereses vitales. Lo que el individuo es a la sociedad lo es aquí cada estado en el sistema mundial. Durante los siglos XIX y XX apenas esta teoría dominante de las relaciones internacionales ha cuestionado teóricamente la soberanía del Estado nación ni la dinámica de la economía mundial o el derecho y las instituciones internacionales.

Frente al rechazo explícito de la teoría realista de aquellas concepciones que interpretan la intensificación de las interconexiones como presagio de la crisis del estado-nación moderno D. Held argumenta que hoy no se puede asumir que los gobiernos nacionales sean el lugar del poder político efectivo. El poder político es compartido y forzado por diversos actores, fuerzas y agencias nacionales, regionales e internacionales. Algunas de las fuerzas y de los procesos más importantes que determinan las posibilidades de vida y de muerte de los ciudadanos del mundo se encuentran fuera del alcance de las naciones-estado. Aunque la soberanía nacional no haya sido totalmente subvertida las operaciones de los estados en la mundialización ven afectada de algún modo su soberanía y autonomía. En las democracias liberales la legitimidad de la acción gubernamental depende del voto secreto e individual, pero esta legitimidad es muy problemática cuando la mayoría de ciudadanos del mundo no puede tomar ninguna decisión política sobre los problemas que más le afectan o cuando actores transnacionales y estados poderosos toman decisiones no sólo para su gente sino para otros. Las fronteras nacionales han marcado tradicionalmente las bases en la que los individuos están incluidos y excluidos de la participación en decisiones que afectan sus vidas. Pero si muchos asuntos importantes son excluidos de la participación ciudadana la teoría y práctica democrática queda mucho más cuestionada.

Todas estas consideraciones llevan a D. Held a afirmar que la legitimidad de la democracia sólo puede ser redimida en un contexto transnacional. La democracia cosmopolita implica el desarrollo de capacidad administrativa y de recursos políticos independientes a escala regional y global como complemento necesario a las políticas locales y nacionales. La democracia cosmopolita pretende la creación de nuevas instituciones políticas que coexistan con el sistema de estados pero que irían más allá del estado en aquellas esferas donde las actividades y las decisiones estatales tengan claramente consecuencias transnacionales e internacionales. Se trata no solo de construir mecanismos democráticos supraestatales sino avenidas de participación cívica en el ámbito local, regional y nacional respondiendo democráticamente a las presiones de la mundialización hacia arriba (ecología, problemas de salud, mercado mundial) hacia abajo, (autonomías en México, en Europa etc., mayores poderes municipales), y lateralmente (nuevas regiones económicas y culturales que traspasan las fronteras nacionales). La impresionante diversidad cultural e idiomática de Centroamérica y el Caribe: la Mosquitia, los garifunas, las diferentes comunidades mayas de Guatemala, los creoles, etc., son un claro ejemplo de relaciones y esferas transestatales que podrían ganar una mayor autonomía ante la crisis del Estado.

La sociedad humana en la actual organización política del mundo está repartida en Estados que designan mediante diferentes criterios aquellos a quienes consideran sus nacionales y aquellos que no. Los extranjeros suelen estar excluidos de la participación política independientemente de sus lazos afectivos, la duración de su estancia y su contribución a la actividad productiva. En Europa se admite la participación de los extranjeros comunitarios en las elecciones municipales pero no en las estatales. Frente al nacionalismo conservador que suele considerar que la nación se hereda del pasado y debe ser protegida de la contaminación cultural con todos los peligros de intolerancia y exclusión y frente al multiculturalismo radical de izquierdas que suele cuestionar toda identidad nacional con el peligro de anomía y desorientación lo que nos propone D. Held es una especie de nacionalismo benigno y tolerante. Un nacionalismo sin el nivel de inclusividad que ha tenido hasta ahora, pero donde siga siendo legitima una cierta identidad nacional más reflexiva y compartible con otras lealtades paralelas. Un nacionalismo benigno y cosmopolita en que las diferentes identidades puedan sentirse cómodos y donde no haya exclusiones en el uso del voto para cuestiones que afectan a todos.18

A corto plazo D. Held propone: La reforma de las instituciones más antidemocráticas de la ONU: consejo de Seguridad, etc. para asignar a los países en desarrollo una voz significativa y capacidad de decisión; la creación de un tribunal mundial de los derechos humanos; la creación de una fuerza militar internacional bajo control democrático; el suministro de recursos vitales a los que ocupan las posiciones sociales más vulnerables en el mundo, la experimentación sistemática con diferentes formas de organización democrática de la economía; la democratización de la ciencia y de la tecnología forzando a los expertos a dar cuenta de sus proyectos ante el escrutinio público. A largo plazo propone: La creación de un parlamento global con capacidad de recaudación impositiva conectado a todas las regiones y naciones y creación de un tribunal de cuestiones fronterizas; desarrollo de una economía multisectorial y pluralización de las pautas de propiedad y posesión; establecimiento de un ingreso básico garantizado para todos los adultos19; creación de un tribunal penal internacional; transferencia de la capacidad coercitiva de los estados a instituciones regionales y globales para erradicar la guerra.

La teoría de la democracia cosmopolita es una de las pocas teorías políticas que examina sistemáticamente las implicaciones democráticas del hecho que las naciones-estado están sujetas a complejas relaciones mundiales. Lo que encuentro más interesante de la teoría cosmopolita es que es un esfuerzo por pensar un modelo democrático que nos permita una gestión democrática en diferentes niveles que se entrecruzan en el mismo estado-nación. Es un modelo que se sitúa entre una concepción confederal de la relación de los estados demasiado débil para promover la intervención directa de organismos y plataformas interestatales a través de los estados y un federalismo mundial demasiado rígido y tendente a la constitución de un estado mundial. Es, si se quiere, una reedición de la Paz perpetua de Kant a la altura de los tiempos. También Kant rechazaba la idea implícita en la constitución de los estados-nación de que la guerra no se acabará hasta la constitución de una república mundial muy lejana en el tiempo en el supuesto de que pudiera darse y que tiene precisamente a la guerra como su principal instrumento de imposición. Frente a la constitución de una república mundial (Hegel) Kant propone una confederación de paz, una confederación de pueblos para evitar la guerra y para acabar con las relaciones injustas.20 Los paradigmas modernos siguen pensando mayoritariamente las categorías y la acción política desde categorías hegelianas: La paz perpetua y reconciliación universal de todos aparece al final de un largo proceso, del que tanto la colonización como la acumulación actual serían un paso necesario, en el que se impondrá por la misma dinámica de la historia y de la guerra un estado y una cultura mundial. Frente a esta concepción modernizante de la globalización la democracia cosmopolita representa un camino intermedio entre hegelianos estatalistas y proyectos de federaciones mundiales demasiado rígidas y confederaciones mundiales o entes como la ONU demasiado débiles e incapaces de elaborar estructuras democráticas que se entrecrucen en distintos niveles. La democracia cosmopolita no es sólo el movimiento del gobierno hacia un nivel mundial sino también su difusión descendente hacia los entes locales y su expansión lateral. Es perfectamente compatible con la democracia radical o revolución democrática alentada por Luis Villoro en la que los pueblos, comunidades y regiones adquieren el máximo de poder de decisión sobre aquellos asuntos que les competen y pueden gestionar ellos mismos,21 y en la que la democracia directa en las escuelas, comités de barrios, centros de producción y asociaciones de ciudadanos se complementa con la representativa. "Un socialismo democrático no consiste, en efecto, en la expropiación de los medios de producción por el Estado sino en un proceso de signo contrario: es la meta final de una democracia en la que el pueblo, en los lugares en que trabaja, participa activamente en las decisiones que le afectan y en los beneficios de su labor."22 El socialismo no pasa por la abolición de la democracia sino por su radicalización. La democracia cosmopolita comporta también el reconocimiento de la autonomía de pueblos diversos sometidos a la uniformidad estatal. En Centroamérica y el Caribe, por ejemplo, se conservan muchas comunidades tradicionales que la forma moderna de Estado ha considerado siempre una rémora para el desarrollo. Democratizar estas comunidades significa fomentarlas, favorecer su autodeterminación y aprender de ellas para combatir el individualismo y el desamparo de la cultura occidental. Pero a la vez, significa no conservarlas como un museo viviente sino como comunidades que incorporen libremente sus antiguos valores.

La objeción que suele surgir ante este tipo de planteamientos es que se trata de una utopía irrealizable. Pero cuando surgió la idea de Estado secular de la cabeza de Hobbes y otros, tenían como telón de fondo un pasado de circunstancias históricas menos prometedoras aún que las del momento presente y 200 años más tarde se había ya convertido su formulación en el elemento dominante de la organización política mundial. Es muy probable que el escenario del próximo siglo sea el de una parte del mundo altamente organizada (los países ricos actuales) y tierras de nadie o de combinaciones entre gansters y señores de la guerra en zonas de África, Asia (Afganistán) y América latina. De hecho, el intento de numerosas regiones del mundo de imitar el estilo de vida, la utilización de recursos y los modelos de consumo occidental y la imposibilidad de universalizarlos por sus costes medioambientales podrían tender a promover este escenario y es muy cínico recomendar como hacen los informes del PNUD un desarrollo sostenible para los pobres sin cambiar las pautas de consumo y las formas de vida de los ricos. En cualquier caso, cualquier intento de asumir una utopía realista del tipo que propone D. Held debe partir del esfuerzo por enfrentar las cosas como son, pero para no quedar atrapados en la mera reproducción de las cosas del pasado, esta realización debe evaluarse a la luz de algún criterio ético.


1 Robert A. Dahl, La democracia una guía para los ciudadanos, Santillana, Madrid, 1999, p.105. La democracia poliárquica implicaría: 1. cargos públicos electos, 2. Elecciones libres, imparciales y frecuentes, 3. Libertad de expresión, 4. Fuentes alternativas de información, 5. Autonomía de las asociaciones, 6 Derecho de ciudadanía para los residentes permanentes. Esta democracia poliárquica se distinguiría de la democracia popular (de partido único), de las democracias decimonónicas de sufragio restringido, y de las democracias asamblearías y participativas griegas y de comunidades pequeñas.

2 F.A., Hayek, Law, Legislation and Liberty, Londres, Roudlege/Kegan Paul, 1982. R. Dworkin, "Foundations of liberal equality" The Tanner Lectures on Human Values, vol. XI, Salt Lake City, University of Utah Press.

3 George Soros, húngaro de nacimiento y en la actualidad ciudadano de los Estados Unidos, es el prototipo del magnate de los mercados financieros. Su más famosa intervención se produjo en el mercado internacional de divisas cuando con su presión logró expulsar a la libra esterlina y a la lira del sistema monetario europeo y casi lo logró también con el franco francés y la peseta. Se le atribuyen acciones semejantes en otras latitudes e incluso el Gobierno de Malasia le ha acusado -al parecer injustamente- de ser el promotor de la crisis de ese país e incluso de la reciente crisis asiática de los años 97 y 98.

4 G. Soros, La crisis del capitalismo global, Editorial debate, Madrid, 1999, p. 136.

5 Ibid. p. 158 ss.

6 J. K. Galbraith, Informe sobre el desarrollo humano, 1998, p. 42.

7 Véase, por ejemplo "Después del neoliberalismo: un nuevo camino", documento elaborado por un grupo de políticos e intelectuales latinoamericanos convocados por J. Castañeda en Nexos, Ciudad México, 1998, muy influido por la propuesta "Tercera vía" de A. Giddens.

8 A. Giddens, La tercera vía, la renovación de la democracia, Ed. Taurus, 1999, Madrid.

9 I. Wallerstein, Después del liberalismo, Siglo XXI, Madrid, 1996.

10 Ambos autores consideran que ya existe una especie de protoestado mundial regido por el Grupo de los 7 (USA, Alemania, Japón, Inglaterra, Italia, Francia y Canadá). El BM y el FMI organismos ejecutivos del capital. El brazo político sería la ONU, con una estructura formal-democrática pero sin importancia práctica. Cf. N. Chomsky y H. Dieterich, La aldea global, Ed. Txalaparta, 1997.

11 P. Bourdieu, Contrafocs, Reflexions útils per resistir a la invasión neoliberal¸ Edicions 62, 1999, p. 137.

12 En su último libro S. Amin efectúa un conjunto de planteamientos sobre la situación actual del capitalismo donde desmiente sus anteriores planteamientos sobre "la desconexión" del sistema como vía interesante para los países pobres. Cf. S. Amin, El capitalismo en la era de la globalización, Paidós, Barcelona, 1999.

13 Fidel Castro, "Una revolución sólo puede ser hija de la cultura y de las ideas" febrero, Cuba socialista, 1999.

14 La mejor introducción a la Cuba actual es probablemente el libro de M. Vázquez Montalban Y Dios entró en la Habana, Alfaguara, 1998, Madrid.

15 Puede consultarse aquí el interesante proyecto de J. C. Edelstein. "El futuro de la democracia en Cuba" pp. 130-148, La democracia en Cuba y el diferendo con los Estados Unidos, CEA Habana, 1995

16 Véase J. Corominas, "¿Socialdemocracia mundial o socialismo de mercado?" ECA, San Salvador, UCA, enero-febrero, 1998, pp. 81-95; “hacia la construcción de un proyecto de sociedad alternativo”, pp. 931-949, ECA, UCA, San Salvador, Octubre, 1998; A. González "¿qué queda del socialismo?" Realidad, enero-febrero, San Salvador, UCA, 1997; David Schweickart, Against capitalism, California, Westview Press, 1996; John Roemer, A Future for Socialism, Harvard University Press, 1994; Manuel Monereo, Para que el socialismo tenga futuro, El Viejo Topo, Barcelona, 1999. Para una crítica al socialismo de mercado y la defensa de la planificación centralizada véase el artículo de Duan Zhong Qiao Profesor de la Universidad Renmin, Pekín, Chin. Revista Marxista Revolucionaria, Atenas, diciembre de 1998.

17 D. Held, La democracia y el orden global, del estado moderno al orden cosmopolita, Paidós, 1997, p. 312 ss.

18 En este nacionalismo benigno coincide el bello libro de T. Todorov, El hombre desplazado, Taurus, Santillana, 1998.

19 Véase el interesante y exhaustivo artículo de Francisco José Martínez, "Fundamentos de la renta básica mundial" HIKA, Euzkadi, 1999, núm. 130. pp. 25-29.

20 I. Kant, La paz perpetua, Aguilar, 1966. p. 65

21 Luís Villoro considera considera que los Cabildos en la tradición hispánica han sido siempre el centro de las libertades ciudadans en su lucha contra el absolutismo. Véase Luís Villoro, El poder y el valor, fundamentos de una ética política, FCE, México, 1997, p. 377.

22 Ibid., p. 354 ss.