Derecho a la muerte

Conferencia. Jordi Corominas.

El derecho a la muerte

Al hablar del derecho a la muerte, de la eutanasia somos proclives a un tratamiento sensacionalista poco delicado y que a veces olvida que estamos tratando de cuestiones profundamente humanas que requieren un tacto especial, prudencia y madurez. El problema es grave y exige una aproximación interdisciplinaria desde el derecho, la religión, las prácticas médicas, la cultura, la ética y la filosofía. Es desde la reflexión ética que me atrevo a decir algunas cuestiones que naturalmente no cierran el debate pero que quizás nos pueden hacer afinar en el problema.

El debate sobre la eutanasia o suicidio asistido creo que adopta un carácter bipolar entre dos extremos: Por un lado la defensa a ultranza de la vida. La consideración de la vida como un valor absoluto que a menudo lleva al encarnizamiento o furor terapéutico a abusos médicos y a muertes inhumanas. Por otro La defensa del principio de autonomía o decisión de los pacientes o seres humanos a decidir sobre su propio cuerpo y a disponer sobre él cuando no lesiona los derechos de terceros ni atenta contra el bien común. Derecho a decidir autónomamente las circunstancias de la propia muerte y a recibir ayuda activa para realizarlo.

Respecto a la defensa de la vida como valor absoluto creo que en una sociedad plural debe admitirse que para las personas puede haber valores religiosos, humanos que están por encima del respeto a la vida propia en toda circunstancia (testigos de Jehová que piden que no se les haga una transfusión de sangre, moribundos en fase terminal etc)

Respecto al derecho de decidir cuando terminar con la propia vida basándose en la absolutización del principio liberal de autonomía creo que tampoco este principio es absoluto. Yo no puedo hacer mal a otra persona, por ejemplo herirla, esclavizarla, someterla, matarla, tratarla como cosa aunque ella me lo implore y quiera que lo haga. Eso sería tratarla sin consideración ni respeto (Vida biológica de los seres humanos tratada con consideración y respeto)

El principio de autonomía (los derechos del paciente y de su consentimiento) creo que está limitado por el principio de no maleficiencia (tratar la vida de los demás con consideración y respeto (no hacerle daño aunque lo quiera) y de justicia (tratar la vida social de los demás con consideración y respeto) y estos a su vez por el principio de autonomía.

Una adecuada y prudente articulación de estos principios de bioética nos lleva no a la legalización del suicidio asistido sino al desarrollo de la medicina paliativa.

Cuando un paciente quiere morir y pide ayuda en tal sentido es porque se encuentra en unas condiciones peores que la propia muerte. Estas condiciones suelen deberse a marginación social o a dolor físico. Una sociedad en la que la ética contara de algún modo no podría marginar a sectores importantes de la población ni colocar a enfermos y a ancianos en situaciones que les hagan preferir la muerte y después atender solícitamente esta última petición suya.

La obligación perentoria de cualquier sociedad no es proveer la posibilidad de un suicidio asistido sino el de liquidar la marginación y mejorar la atención a los ancianos y enfermos en fase terminal evitando la situación de desamparo en que muchos de ellos se ven en las fases terminales de su vida.

Lo fundamental es el desarrollo de las unidades del dolor, de la medicina paliativa, del apoyo emocional a enfermos terminales, y quizás también de cultura ética y de testamentos vitales. En definitiva yo me pronuncio ni por la eutanasia ni por la "obstinación terapéutica¨" sino por el desarrollo de los cuidados paliativos (abstenerse de maniobras de reanimación, interrupción de tratamientos cuando no hay posibilidad de cura, evitar el dolor cuando el paciente lo pida y por la humanización de la medicina que nos pueda acompañar en la vivencia de nuestra propia muerte.

Creo que esta es la mejor via para proteger la vida y la muerte digna de los pacientes y la honorabilidad de los profesionales. Se atiende así a lo que buscan algunos de los defensores de la eutanasia (una muerte digna) sin caer en sus efectos más perversos que es que el paciente puede verse coaccionado, aun silenciosa e indirectamente por familiares o por médicos, a pedir la eutanasia cuando se encuentra en situación muy comprometida. La altura ética de la sociedad creo que se mide por su capacidad de respetar absolutamente a todos los seres humanos especialmente los incurables, los incapaces, los moribundos, los ancianos. La defensa de la dignidad de los moribundos nos exige más si cabe la defensa de la dignidad de todos los seres humanos aunque esto vaya contra la moda de este dificil tiempo que nos ha tocado vivir.

En el campo del derecho creo que se debería avanzar hacia una despenalización de la eutanasia indirecta o pasiva y a una penalización mitigada de la eutanasia directa (cooperar activamente en la muerte del otro por la petición expresa y seria de éste, en caso de que la víctima sufriera una enfermedad grave que hubiera conducido necesariamente a su muerte, o que produjera graves padecimientos permanentes y difíciles de soportar.