LA OMNIPRESENTE CORRUPCIÓN
por Amanda Hidalgo
por Amanda Hidalgo
Este fin de semana tuve la oportunidad de leer “Los Dueños del Mundo”, un texto del profesor José Leandro Urbina que hace una revisión conceptual a la corrupción desde distintas aristas analíticas: histórica, semántica, sistemática y comparativa. Un libro técnico que principalmente trata el problema de la corrupción como un conflicto legal y económico.
Es curioso que la corrupción sea uno de los motores creativos de la cultura pop. Usted como lector rápidamente podrá traer a su mente algunos ejemplos de series, libros o películas que sitúan al corrupto en una especie de rol protagónico positivo sin necesidad de que yo los mencione. Extrañamente admirados, los corruptos del siglo XXI se esconden en instituciones financieras de alto nivel. Ejemplos de la vida real hay muchos, y no hay que irse muy lejos del punto en el que estamos ni histórica ni geográficamente para analizarlo.
Personajes como Bernard Madoff, que estafó por sesenta y cinco billones de dólares a través del esquema Ponzi más grande de la historia; Kenneth Lay que llevó a la quiebra a la empresa de energía Enron, Odebrecht, la constructora brasileña que sobornó a varios presidentes y políticos influyentes de América Latina y África, entre otros, han logrado desplazar la atención depositada últimamente en otros temas dentro de casi todas las plataformas comunicacionales.
Dentro del libro, en el capítulo Los caudillos latinoamericanos, no me sorprendió encontrar una revisión sobre “el loco enamorado”: “No había que ser mago para adivinar que Bucaram traicionaría abiertamente las promesas hechas a sus partidarios” cita Urbina, “Bucaram había prometido aumentar sustancialmente el presupuesto en educación y crear un programa para entregar un millón ochocientos mil paquetes de útiles escolares, además de una primera remesa de cien mil mochilas. Al acto de entrega llegaron quince mil estudiantes y solo se repartieron tres mil paquetes”. La historia del escarnio social y político en respuesta a su abierta negligencia administrativa es conocida. El 6 de febrero de 1997, después de haber gobernado por ciento ochenta y cinco días, Bucaram es sustituido por Fabián Alarcón, quien recibiría el respaldo de las Fuerzas Armadas.
Pero, ¿cuánto le cuesta actualmente la corrupción al Ecuador? Según el Ministro de Producción Julio José Prado, en términos generales para el año 2021 el monto por sobornos bordeó los dos mil doscientos millones anuales. Además de representar una barrera técnica para el clima de inversiones, los empresarios aseguran que han debido entregar adelantos de hasta el 25% adicional para la adjudicación de contratos. Estos procesos irregulares de contratación son evidenciados por el Servicio Nacional de Contratación Pública que, para el fin del año 2021, registró más de mil quinientos millones de dólares en compras fraudulentas.
El Índice de Percepción de la Corrupción desarrollado en 1995 por el profesor Johan Graf Lambsdorff en la Universidad de Passau, es un índice que mide el nivel de fraudulencia dentro del sector público de un país con cifras de Transparencia Internacional. Ecuador se sitúa en el puesto 44 de 113 países, con un índice de 64% de una escala que oscila entre el 0 (sin corrupción), al 100% (mayor corrupción), habiendo incrementado tres puntos porcentuales en comparación con el porcentaje obtenido durante el 2020, teniendo en cuenta que la corrupción solo puede ser medida como un suceso ex post.
Los sociólogos franceses Perre Lascoumes y Carl Nagels acuñaron el término “Las Élites Delincuentes” en el texto Sociologie des élites délinquantes, de la criminalité en col blanc à la corruption politique, (Sociología de las élites delincuentes, de los crímenes de cuello blanco a la corrupción política) en el año 2014, esbozando algunas características estructurales de las democracias modernas en cuanto a las falencias para controlar el despilfarro del dinero público.
Entre esas encontramos la creación de estrategias comunicacionales dirigida desde el Estado para diluir el concepto de delito de los actos corruptos y extraer de ellos la responsabilidad que se posee, las normas jurídicas, procedimentales, institucionales y las normas en acción (políticas públicas anti lavado) o las normas relativas a la regulación bancaria, y un tercer eje, que es definido como el impacto que la delincuencia de élite ejerce en los sectores populares, y su capacidad para contener y desactivar el llamado a la acción de los organizaciones de la sociedad civil para luchar contra la corrupción, creando y garantizando para sí mismos, una especie de ambiente de impunidad.
Quizás lo menos cuestionado sobre la normalizada corrupción estatal sea el costo social que representa para los ciudadanos con menor capacidad de ingreso. La falta de atención hospitalaria, escuelas, equipos para la policía y fuerzas armadas, vivienda, entre otros aspectos competencias elementales del Estado. Costo que ahonda las desigualdades y afecta el medio ambiente por el vertimiento ilegal de residuos y comercio ilegal de flora y fauna.
Los recientes y lamentables acontecimientos que vinculan a las personas privadas de libertad, las cárceles, el sistema de justicia y a la capacidad del Estado para desplegar su brazo de control sobre el levantamiento, inminentemente nos lleva a cuestionar los niveles de corrupción dentro del sistema carcelario y a reclamar al Estado la negligencia del sistema que ha permitido que ingresen los niveles de armamentos que poseen las bandas criminales encontrados en las intervenciones hasta ahora.
Por ello la definición de corrupción puede ser mucho más extensa que sus aristas jurídica y económica, pero vale concentrarse en esos dos aspectos para contrarrestar su propagación al menos en el corto plazo. Desde la región latinoamericana, Urbina recomienda ampliar la mirada hacia los sectores populares, para conocer qué entienden por corrupción y a quiénes definen como corruptos.
Luego de esta revisión bastante general que la lectura de Los dueños del Mundo me permitió, más allá de todas las preguntas que podría plantear, me queda una certeza que espero se convierta en un paradigma propenso a ser derrotado: De la crisis económica terminaremos recuperándonos en algún momento, lo que realmente será difícil de recuperar es la pérdida de la confianza de los ciudadanos en las instituciones y de los principios y valores que sustentan o deberían sustentar a nuestra sociedad.
Amanda Hidalgo
Columnista
Economista y asesora legislativa