siempre en mi corazón

Elena Fernández

“40523” vi tatuado en mi brazo cuando me quité aquella venda sin el permiso de mis padres. Ellos me habían prohibido desde pequeño ver lo que había detrás. Al observar aquellos números una gran cantidad de recuerdos olvidados vinieron a mi cabeza: hambre, decadencia, injusticia, dolor, muerte… Volví a sentirme como un animal de ganado al que hay que marcar para que no se pierda. Todos aquellos sentimientos estaban resumidos en un simple tatuaje.

Corría el año 1943, en Alemania, unos hombres uniformados y con pistolas nos marcaron a mí y al resto de mis compañeros. Solo tenía 5 años y hacía tiempo que no veía a mis padres, estaba seguro de que esos señores se los habían llevado, pero no sabía a donde. Yo y mis compañeros trabajábamos 12 horas al día y dormíamos juntos en una especie de barracones con camas incómodas y sin espacio, la comida era muy escasa. Estábamos obligados a trabajar sin descanso porque si no nos ocurriría lo mismo que a Abraham, Asher, Gilad, Isaac, Jonás… Todos los días veíamos llegar muchos camiones con gente, unos lloraban y otros no tenían ningún tipo de expresión en su cara, yo, sin que los jefes me vieran me tomaba un tiempo para observar a aquella gente y buscar entre sus rostros a mis padres, desgraciadamente nunca los encontré.

El 15 de enero de 1945 nos cogieron a mí y a todos mis compañeros y nos montaron en un tren lleno de gente, casi no se podía ni respirar y no sabíamos a donde nos dirigíamos. Cuando llegamos solo se veían filas de gente, humo saliendo de chimeneas y ceniza cayendo del cielo como si fuera nieve. Ninguno de los allí presentes entendíamos nada, hasta que un señor con cara de buena persona, pelo engominado y uniformado nos explicó que simplemente nos darían una duchar. Afortunadamente esa ducha nunca llegó, había tanta gente en aquel sitio que estuvimos dos o tres días esperando hasta que todos aquellos señores se fueron y vinieron otros a llevarnos a un centro donde mi actual familia me adoptó. Hablaban del “final de la guerra” y todo el mundo se veía muy feliz, sí era verdad que ya no había que trabajar, tenía mi cuarto individual y mis padres adoptivos se portaban muy bien conmigo, pero echaba de menos a mis padres biológicos y solo tenía la esperanza de encontrarlos en el lugar de trabajo, ahora sentía que nunca los encontraría.

Decidí contarles a mis padres que me había quitado la venda y ellos se preocuparon mucho por mi estado emocional, pero ya tenía 20 años y estaba preparado para afrontar mi pasado. Después de ver aquel tatuaje y recordarlo todo, la nostalgia de haber perdido a mis padres biológicos aumentó. Tenía tiempo libre, así que decidí investigar sobre su paradero, no sabía si habían muerto o no; si era afirmativo, dónde, cuándo y cómo y si no habían muerto, cosa que creía bastante improbable, los encontraría.

Me dirigí Buchenwarld, lugar donde los vi por última vez y donde pasé 3 años de mi vida trabajando, allí esperaba encontrar alguien un cura o algo que tuviera el registro de todas las personas que residieron allí.

Fui al ayuntamiento de aquel lugar, y me informaron de que los nombres de todos los judíos que habían pasado por aquel sitio estaban registrados en la biblioteca.

Cuando llegué, era un lugar muy oscuro y antiguo, las mesas y los bancos eran de madera oscura y vieja, y las estanterías de libros eran de una altitud inmensa, tanto que había escaleras para poder llegar a los libros más altos. Le pregunté a la recepcionista, una señora mayor muy maquillada y con joyas por todas partes, dónde podía encontrar aquel libro. Ella me indicó una estantería llena de libros gigantes y me dijo que allí estaba todo registrado. Me puse a inspeccionar “Fusilados A-Z” ponía en uno, “Niños A-Z” en otro, “Trabajadores A-Z”; no sabía por cual empezar a buscarlos. Primero miré en el de trabajadores, busqué como loco el apellido “Benítez”, había miles de personas con ese apellido, pero ninguno de aquellos nombres concordaba con el de mis padres. Desesperado, decidí mirar en el más pequeño que encontré, ponía: “Enterrados A-Z” sabía que los nazis no habían enterrado a muchos judíos en aquel tiempo, pero tenía la esperanza de que por lo menos si mis padres estuvieran muertos, supiera en qué lugar se encontraban sus restos.

Por la “B”, había menos de una hoja de apellidos y eso me asustó bastante. Báez, Barral, Beatro… ¡BENÍTEZ! No me lo podía creer, habían encontrado mi apellido, sólo aparecían 2 nombres y el lugar del enterramiento. “Danna Benítez y Abdías Benítez” efectivamente eran mis padres, no sabía si alegrarme por haberlos encontrado o entristecerme porque estaban muertos.

“Matrimonio de judíos con un hijo, enterrados en el descampado de detrás del campo de trabajo de Buchenwarld. Causa de la muerte: Desconocida”

Citaba textualmente debajo de sus nombres, de pronto me encontré en mitad de aquella tétrica biblioteca con la cabeza gacha y las mejillas repletas de lágrimas.

Rápidamente me dirigí a aquel lugar, intentando no dirigir la mirada a el sitio donde había pasado los peores años de mi vida, encontré las tumbas de mis padres. Una al lado de la otra, y en una piedra llena de musgo grabado mi apellido. Aquel momento marcó mi vida para siempre, y no había día que no fuera a aquel lugar a hablar con mis padres y a dejarles flores.

Pronto, se corrió la voz de mi caso y en cuestión de semanas todas las tumbas de alrededor se llenaron de flores y de familiares.