POEMAS

TOMÁS VERDES, 2º BTO 


SERENDIPIA 

 

¡Qué extraño éxtasis, 

fue ver la mar 

desde la delgada 

barandilla blanca, 

en aquella tarde 

de espeso naranja 

en la retina del cielo! 

 

Las olas rompían cerca,  

parecían querer tocarme,  

fieras en su forma, 

portando por cada onda  

de agua, luz y sal, 

un mensaje oculto 

en el cabrilleo 

de su elegante ondular.  

 

Y en el azul caprichoso 

que castiga el sol,  

más celeste 

y cercano al piélago, 

se decoloraban 

al compás de la tarde,  

cien láminas 

de brillante negro.  

 

Y así, la noche, 

pone a la playa presumida,  

ilustre y de gala,  

y bosqueja una débil estela 

de brillo 

sobre la mar,  

una voluble alfombra 

de pétalos blancos 

que se funden lejos 

en el horizonte, 

allá donde 

ni siquiera las estrellas 

son capaces de iluminar. 

 




EL SASTRE 

 

En mi cuarto hay una araña, 

en la pared, 

la cercana a la ventana, 

en la esquina derecha, 

al lado de mi cama. 

Está tranquila, a sus labores, 

a sus jerséis tejidos huecos 

y de pocos colores. 

 

Yo la observo, 

o al menos intento 

no desviar la mirada, 

por si la araña 

torna a saltamontes 

o la luz se apaga, 

y ella... 

Ella sigue a sus labores, 

a sus jerséis tejidos huecos 

y de pocos colores. 

 

Y a mí, 

a mí me incomoda 

su presencia misma. 

Envidio sus dotes de trapecista, 

me deja incrédulo 

su péndulo trémulo, 

y sigo sin saber 

cómo logra no caer. 

 

Ella jadea 

cada vez que balancea 

y vuelve al equilibrio, 

a su endeble casa etérea. 

 

Pero ha pasado el tiempo, 

y ya no me da miedo. 

Quizás, me he acostumbrado. 

Quizás, ella es ingenua, 

y se cree que no la veo.  

 

Le he cogido 

un poco de cariño  

aunque parezca un disparate, 

y le he abierto la ventana, 

porque la quiero, 

pero quiero que se vaya, 

antes de que mamá la mate.