¿Quién no recuerda aquellos años de la niñez en los cuales nuestro cerebro recreaba para nosotros los universos más fascinantes y las aventuras más arriesgadas del mundo entero? A ver. ¡Inténtalo! Verás que en lo más profundo de tu alma, sigue habitando un ser infantil, con unas ganas enormes de que le lean un cuento.
Pues en «El ojo de cristal», nuestra protagonista sobrepasa esa delgada línea que separa la ficción de la realidad; y en el ejercicio de su exploración, y ávida de aventura, descubre que, a solo unos pasos de su casa, se desarrolla un mundo fantástico, alrededor de un personaje poco activo... pero misterioso.
La curiosidad la llevó a experimentar de manera furtiva las dificultades y complejidades de la vida adulta, analizadas desde el punto de vista de una pequeña niña que cuenta con una imaginación desbordada, pero combinada peligrosamente con una curiosidad incontenible, que la arrastra a resolver, a como dé lugar, el misterio más grande de su vida.
Un hecho inesperado, echó a perder el encanto y la marcó profundamente y para siempre; llegando incluso a influenciar su personalidad adulta, y más marcado aún... su carácter huraño.
Nadie puede huir de su destino; ni siquiera... muriendo en el intento; y aquel acto infantil que comenzó como un juego inocente, traerá consecuencias nefastas para esta mujer que creció convencida de que la magia cambiaría su suerte y determinaría el rumbo de su vida, para concluir, con la decepción de un creyente que se encuentra de frente con «el niño Dios» metiendo su regalo debajo de la almohada, que todos, sin excepción alguna, llegaremos a esa edad en la que nos volveremos una pesada carga... ¡hasta para nosotros mismos!