La anexión a España

En el momento en que la República Dominicana se incorporó a España, el país enfrentaba una compleja situación marcada por el rezago económico, las persistentes amenazas de invasiones haitianas, el interés de sectores estadounidenses en adquirir territorios dominicanos, y la necesidad de España de preservar y ampliar su dominio en los territorios hispanohablantes del Caribe, amenazados por la expansión de otras potencias.

Con una población cercana a los doscientos ochenta mil habitantes y una economía precapitalista dominada principalmente por la ganadería, afectada por un mercado limitado, la exportación de madera preciosa a Inglaterra y la venta de tabaco a Alemania, junto con un intercambio comercial restringido con Francia y los Estados Unidos, el país se encontraba estancado en un camino que parecía distante del progreso.

De hecho, en 1861, la República Dominicana exhibía una configuración territorial que se asemejaba a una coalición desarticulada, con tres regiones enfrentadas entre sí y lideradas por intereses divergentes, donde la región Este se destacaba por su actividad ganadera y la influencia de Pedro Santana, la región Sur estaba centrada en la industria maderera bajo el liderazgo de Buenaventura Báez, y el Cibao, con su producción de tabaco, contaba con un liderazgo liberal colectivo. Este escenario generaba una economía precaria, caracterizada por la exportación de productos agrícolas con técnicas obsoletas en terrenos limitados, resultando en una apariencia general de pobreza para el país.

Causas de la Anexión de Santo Domingo a España

La República Dominicana, liderada por el General Pedro Santana, se enfrentaba a la amenaza constante de la invasión haitiana y a tensiones con los líderes baecistas y cibaeños, muchos de los cuales fueron encarcelados y expatriados. Para mantener el poder, el grupo gobernante buscaba un protectorado que eventualmente, en secreto, se transformó en la anexión a España, resultando en la pérdida de la soberanía obtenida en 1844.

Durante las negociaciones de anexión, el grupo proponente planteó condiciones a España, que incluían la prohibición de la esclavitud, la incorporación de la República como Provincia de Ultramar de España, la amortización del papel moneda para preservar su validez, el reconocimiento de los actos jurídicos de la República, la garantía de los rangos militares y la participación de los santanitas en los puestos públicos.

Según el historiador Jaime de Jesús Domínguez, Pedro Santana impulsó la anexión más por interés que por sentimiento, guiado por su hispanismo. Justificó la anexión alegando que el pueblo dominicano era de "raza hispánica", blanca y descendiente de españoles, en contraste con los vecinos haitianos, identificados como negros y descendientes de africanos. Santana también promovió la idea de que la presencia española garantizaría la paz y pondría fin a las invasiones haitianas y a las guerras civiles.

Por otro lado, las autoridades españolas buscaban obtener beneficios del tratado de anexión, como la recuperación de su antiguo territorio en el Caribe hasta 1821, el uso estratégico de la bahía de Samaná, el control de los yacimientos minerales, especialmente los de plata y oro, el estímulo a la producción de algodón, y la colonización para aumentar la riqueza y consolidar la influencia en la región caribeña.

La proclamación de la anexión el 18 de marzo de 1861 llevó a la llegada de batallones de soldados desde Puerto Rico y Cuba, quienes tomaron el control de puntos estratégicos en el territorio dominicano. Respuestas iniciales incluyeron la rebelión fallida de campesinos en Moca en mayo de 1861 y la expedición de Francisco del Rosario Sánchez liderando el Movimiento de la Regeneración, abortado con la trágica muerte del patriota en El Cercado, San Juan de la Maguana, el 4 de julio de 1861.

Causas de la Guerra de la Restauración

La ocupación y gestión del territorio dominicano por parte de España se llevaron a cabo incumpliendo los acuerdos que originaron el vergonzoso episodio en contra de la nación dominicana. Por ejemplo, los cargos públicos y los rangos militares se destinaron principalmente a españoles en lugar de dominicanos, como se había prometido. El General Pedro Santana fue marginado, llevándolo a presentar su renuncia como Capitán General en 1862. Se instauró la censura de prensa e imprenta, los militares dominicanos fueron excluidos de ascensos y rangos militares, relegados a las reservas y se les negó el derecho de portar el uniforme militar español.

Gregorio Luperón: espada de la Restauración. Col. AGN

Además, el gobierno anexionista incumplió la promesa de amortizar la moneda dominicana, aumentó los impuestos de exportación a productos dominicanos y afectó significativamente el comercio exterior, especialmente la exportación de tabaco del Cibao en detrimento de la producción cubana.

Este era el panorama económico y político que experimentaba Santo Domingo en los primeros años de la anexión, lo que provocó el levantamiento popular más significativo de los dominicanos durante el siglo XIX el 16 de agosto de 1863. Este levantamiento restaurador, que comenzó en Capotillo, se consolidó en la región Norte y, a lo largo de dos años de lucha armada, abarcó todo el territorio de la antigua República. La unificación nacional contra la anexión no habría sido posible sin la respuesta conjunta del pueblo a las agresiones contra sus costumbres e identidad.

La anexión de la República Dominicana a España fue un hecho perjudicial, una acción que no solo limitó la soberanía política, jurídica y económica de los dominicanos, sino que también representó un período de violencia contra la población y un ataque a la cultura e identidad del pueblo. La pérdida de la soberanía obligó al país a atravesar un breve pero oscuro túnel, donde la prensa, la imprenta, las sociedades culturales y literarias, las creencias religiosas, las logias masónicas y las costumbres que definían al pueblo se vieron seriamente amenazadas.

El General Pedro Santana orquestó la negociación de la anexión a España, convencido de que la República proclamada en febrero de 1844 era, por razones históricas, una prolongación de España. Sostenía la creencia de que la esencia del pueblo dominicano seguía siendo española, arraigada en sentimientos, idioma y religión. En la justificación de la anexión, llegó a describir al pueblo dominicano como "leal como colonia" y comprometido a ser siempre "fiel y agradecido" a su antigua metrópoli.

No obstante, Pedro Santana pronto comprendió la relatividad de esa identidad con los valores españoles y reconoció su error al percibir las profundas diferencias culturales, morales y políticas. La realidad se hizo evidente cuando él mismo fue relegado a posiciones inferiores y sus seguidores discriminados debido a su mestizaje.

En octubre de 1863, Santana señaló al Ministro de Ultramar de España que, aunque el pueblo dominicano renunciaba a su independencia, lo hacía con la seguridad de entregarse a una nación generosa que compadecía sus miserias, preservaría sus derechos y respetaría sus sanas costumbres. A pesar de este reconocimiento de la agresión cultural, jurídica y política que sufría el pueblo dominicano, Santana no se alineó con la soberanía del pueblo, sino que, desilusionado, continuó colaborando con la potencia colonialista que aún consideraba como "la Madre Patria".

La concepción de esta Madre Patria, arraigada en la identidad de los dominicanos según Santana, provocó conscientemente modificaciones en las instituciones y tradiciones del pueblo, alteraciones tan agresivas que obligaron a la unidad del pueblo para resistir y frustrar los planes del gobierno anexionista entre 1861 y 1865.

Agresiones del gobierno español anexionista contra los dominicanos:  

Durante la anexión a España, la libertad de prensa, un derecho consagrado desde 1844 en la Constitución de la República, fue suprimida, junto con la libertad de imprenta, un mes después de la incorporación a España. Mediante un decreto emitido el 12 de septiembre de 1861, el Gobernador General de Santo Domingo anunció la aplicación de una censura de imprenta, siguiendo las indicaciones del Capitán General y Gobernador Supremo Civil de la isla de Cuba. Este acto censuró publicaciones de libros y periódicos, imponiendo impuestos a través de la ley de patentes.

Aquellos que se oponían a la anexión se vieron obligados a imprimir sus proclamas políticas fuera del país o de manera clandestina, ya que desde mayo de 1861, el General Pedro Santana había decretado que cualquier difusión de noticias falsas que pudiera alarmar al público sería juzgada según la ley de conspiración

La Iglesia Católica dominicana fue objeto de persecución durante la anexión. La deportación del Padre Fernando Arturo de Meriño marcó el inicio de esta persecución, acusado de no permitir rezar por los Reyes Católicos en las misas. La llegada del Arzobispo Monzón intensificó la persecución, afectando a todo lo que él consideraba disidencia en la Iglesia Católica de Santo Domingo. Se prohibieron oficialmente las religiones no católicas, con sanciones que incluían el extrañamiento corporal y la prisión correccional.

En cuanto al matrimonio, el gobierno anexionista español reconocía solo el matrimonio religioso católico, eliminando el matrimonio civil en mayo de 1862. El Arzobispo Monzón predicaba y obligaba a las parejas amancebadas o casadas civilmente a contraer el matrimonio católico.

La persecución también alcanzó a las Logias Masónicas, que fueron obligadas a suspender sus trabajos y entrar en receso debido a las presiones de las autoridades durante la anexión. No fue hasta el triunfo de la Guerra Restauradora en mayo de 1865 que las logias masónicas pudieron reanudar sus actividades.

Como parte de las agresiones contra la identidad del pueblo dominicano, las autoridades españolas emitieron un bando de policía en octubre de 1862, prohibiendo costumbres tradicionales, como secar la ropa en balcones, peleas de gallos y juegos de azar. También se impusieron cambios en la colocación de puertas y ventanas en edificios y se prohibieron diversas danzas y bailes considerados indeseables.

La discriminación por el color de la piel también fue evidente, ya que los dominicanos eran recordados constantemente que, debido a su mestizaje, serían esclavos en Puerto Rico y Cuba, colonias de España que practicaban la esclavitud. Estos problemas económicos, políticos, sociales, jurídicos y culturales contribuyeron a la integración masiva del pueblo dominicano en la Guerra Restauradora, una lucha que se extendió por dos años y estuvo marcada por una violencia inusual que contradecía la presumida hispanidad de los dominicanos.

Recreación de la contienda restauradora. Ilustración de Ramón L. Sandoval. Fuente externa.

La República Dominicana llegó a tener estacionado en todo su territorio más de 25 mil soldados españoles, de los cuales murieron en combates y por enfermedades, unos ocho mil y otros dos mil resultaron heridos o inutilizados en combates. Entre los dominicanos, el número de muertos debió haber sido mayor, aunque se tiene calculado en unos 12 mil las bajas en el ejército restaurador, ya que como ejército irregular no había forma de llevar las estadisticas de los muerto y heridos; pero el número de bajas en los dos bandos dan una idea perfecta del nivel de violencia desarrollada en el conflicto. 

La unificación y la determinación del pueblo por ser libre y soberano ante una potencia que por siglo se consideró la “Madre Patria”, prueban sin lugar a dudas, la existencia de un conglomerado que se había constituido en más de 350 años de historia, y que con orgullo resurgió de la restauración consciente de su condición de dominicano.

Concluyo este recuento de agravios hacia el pueblo dominicano destacando lo siguiente: el movimiento restaurador, iniciado en Capotillo el 16 de agosto de 1863 y que culminó con la retirada de las tropas españolas derrotadas el 26 de julio de 1865, tuvo como objetivo no solo recuperar la soberanía perdida en 1861, sino también representó un evento de reafirmación de la identidad del pueblo dominicano. Este pueblo se sintió agraviado por la dominación económica, militar, jurídica, política y cultural de una nación con la que compartía sólidos lazos históricos. Dos años de conflictos nos enseñaron que, aunque reconocíamos los vínculos históricos con España y otras naciones, de ninguna manera éramos españoles, ya que a lo largo de tres siglos, nos habíamos constituido en una comunidad con identidad propia: La República Dominicana.

La Restauración, liderada por Pedro Antonio Pimentel, José María Cabral, Gaspar Polanco, Pepillo Salcedo y Gregorio Luperón, reafirmó esa identidad en los campos de batalla. Ya no éramos indios, ni españoles, ni africanos, franceses, haitianos o americanos. La anexión fue el catalizador de la restauración de la República perdida y, al mismo tiempo, nos obligó a comprender esa hermosa realidad: éramos dominicanos.