JUAN: Los trenes de mi niñez eran fieras de hierro que, en mi imaginación, no transportaban personas sino personajes. Gente sentada en los vagones, con sus gestos, modos de hablar, estatus, ansiedades. Antes de dormir, los veía como en un sueño; personajes que tomaban decisiones bajo presión y que, mientras más profunda era su revelación, más verdad tenían.
Y así, contando a la gente inventada, me quedaba dormido.
Por eso creo que comencé con lo del teatro: para imaginar gente que pudiera ver o mejor, como dijo el poeta, para «vivir la vida que otros vivieron». Pero no una vida repetida, sino más bien la vida en un teatro de la creación continua, en el que cada función no solo es distinta sino nueva, recién creada.
Sí, fantaseando con gente he sido siempre feliz.
O por lo menos lo era.
Hasta que llegó el abismo.
(El hombre más aburrido del mundo de Gustavo Ott)
Foto: Dois amores e um bicho. Prod. Clowns de Shakespeare, Brasil 2018