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El joven salmantino debutó en el Coso de La Merced con una madurez impropia de su edad y un sentido del temple que cautivó a los tendidos.
🔹 En su primer toro, el tercero, Pérez dejó pinceladas de su concepto. Toreó a la verónica con gusto y brilló en un quite clásico. Brindó a Espartaco y, aunque el toro no ayudó por su falta de empuje, supo extraer muletazos de buen trazo y elegancia, mostrando empaque y estilo. Erró con la espada y se esfumó el trofeo. Ovación.
🔹 Pero todo estalló con el sexto. Un toro con nobleza pero justo de fuerza, al que Marco trató con suma sutileza. Fue construyendo la faena paso a paso, con un toreo templado y limpio, sin atropellar al astado. La explosión llegó en el tramo final, con una serie de cercanías por el derecho que prendió la llama del público. Remató con una gran estocada y las dos orejas fueron unánimes.
Con la determinación de quien sabe que cada tarde cuenta, Borja Jiménez dejó su impronta en Huelva con una actuación seria, estructurada y muy torera. Le tocó abrir plaza y también abrir camino en una corrida de Juan Pedro Domecq que, pese a su nobleza, exigió tacto e inteligencia.
🔹 Al primero, lo recibió con verdad y entrega, ya desde la portagayola, y ligó un inicio vibrante con capote y muleta. Sin embargo, el toro fue a menos, acusando ciertas carencias. Aun así, Borja no se vino abajo y trató de afianzar al de Juan Pedro con temple y suavidad. Los mejores pasajes llegaron al final, cuando el toro se estabilizó. Lástima los fallos con el acero. Ovación.
🔹 Con el cuarto, un ejemplar con mejor fondo y movilidad, cuajó su mejor labor. Toreo ligado, sobre todo sobre la mano derecha, con muletazos de mano baja y buen trazo. La faena fue ganando en ritmo y estructura. Esta vez la espada entró con retardo tras un pinchazo, lo que impidió un premio mayor. Oreja tras aviso.
Huelva tiene un torero y un clamor. David de Miranda volvió a demostrar que su sitio está entre los grandes, no sólo por lo que torea, sino por cómo lo siente y cómo lo transmite. En una tarde cargada de simbolismo y responsabilidad, el onubense convirtió su regreso en una reivindicación rotunda: la de un torero al que no se le puede seguir negando lo que merece.
Con el segundo, un extraordinario ejemplar de Juan Pedro Domecq, De Miranda bordó el toreo desde el saludo a la verónica hasta la estocada. Faena con empaque, muletazos largos, templados, hondos, con pasajes de inspiración de principio a fin. Se entregó, se fajó, y cerró con manoletinas de alto voltaje antes de una estocada en todo lo alto. Dos orejas y clamor en los tendidos.
Con el quinto, un toro más medido de fuerzas, demostró inteligencia, temple y mimo. Fue llevando al toro, dándole sitio y tiempos, y la faena creció con naturalidad. La serie de pies juntos al natural fue una joya. Otro espadazo y otras dos orejas incontestables.
Juan Ortega dejó en Azpeitia la impronta de su toreo diferente. Su tarde fue un viaje del detalle a la inspiración, de la elegancia a la emoción más reposada. Dos faenas distintas, con un común denominador: la personalidad y el gusto.
Con el tercero, de El Vellosino, no tuvo un toro fácil: noble, sí, pero sin entrega ni finales. Ortega, sin embargo, supo dejar pinceladas de gran torero, muletazos sueltos con sabor, aunque la obra no terminó de tomar vuelo. Erró con la espada. Ovación.
Con el sexto, de Loreto Charro, todo fluyó: el toro tuvo clase y fondo, y Juan Ortega se sintió artista. Toreó muy despacio, con la cintura suelta, los vuelos cadenciosos y una naturalidad que enamora. Faena corta, sincera, íntima. Estocada entera y oreja de ley.
Daniel Luque volvió a encender la plaza de Azpeitia con una actuación de gran calibre, reafirmando su conexión con esta tierra torera. Dos faenas distintas, pero ambas llenas de poder, temple y claridad de ideas, marcaron su tarde.
Con el segundo, un sobrero de Loreto Charro que tuvo clase y ritmo, Luque firmó una obra vibrante, firme desde los inicios, profunda por ambos pitones y rematada con las ya clásicas luquecinas que hicieron rugir los tendidos. La estocada fue letal. Cortó una oreja de mucho peso, aunque se pidió con fuerza la segunda.
Frente al quinto, un toro áspero y exigente de El Vellosino, el sevillano demostró su madurez. Faena inteligente, medida, en la que supo llevar al toro a su terreno. Ajustó terrenos
Morante de la Puebla volvió a dejar claro que su toreo es una cuestión de entrega, sensibilidad y fidelidad a su arte, incluso cuando los toros no acompañan. Su lote, de El Vellosino, careció de fondo y clase, pero el maestro no renunció nunca a buscar la belleza.
Con el primero, un toro noble pero sin clase ni fuerza, Morante se mostró muy dispuesto desde el principio. Con pulcritud y torería, dejó pasajes de gran estética aunque sin posibilidad de mayor lucimiento. Estuvo certero con la espada. Silencio.
Con el cuarto, brindado al presidente de la Comisión Taurina, Joxín Iriarte, desplegó su particular tauromaquia. El toro tuvo más fijeza pero también pedía precisión. Morante respondió con suavidad, con arte, y con naturales de mucho peso. Los remates fueron de cartel. Falló con la espada, y se esfumó la oreja. Ovación con saludos.
Balance final: Sin trofeos, pero dejando detalles de su genialidad, Morante fue torero de verdad, fiel a sí mismo, y engrandeciendo la tarde a pesar de no tener el lote adecuado para el triunfo numérico.
(Sevilla, 6 de junio de 1891 – Madrid, 13 de agosto de 1934)
Ignacio Sánchez Mejías fue un torero, escritor, intelectual y figura carismática de la España de comienzos del siglo XX. Su vida y muerte marcaron profundamente tanto el mundo taurino como el literario, convirtiéndolo en un mito moderno.
Nació en Sevilla, en una familia acomodada. Su entrada en el mundo del toro fue algo tardía y poco convencional: comenzó como banderillero de Joselito El Gallo , con quien acabaría teniendo una estrecha amistad y una relación taurina inseparable, aparte ser cuñados.
La alternativa de Ignacio Sánchez Mejías como matador de toros Fue el 16 de marzo de 1919 en la plaza de toros de Barcelona., según varios artículos sobre su vida y carrera. Su padrino fue Joselito "El Gallo", y el testigo, Belmonte . Esta fecha marca el inicio de su trayectoria como matador de toros y un hito importante en su carrera, según indica la prensa taurina..
Su presentación en Madrid como novillero, alternó con Francisco Royo "Lagartijo" y el venezolano Julio Mendoza, con novillos de Coquilla y Tovar
El 30 de julio de 1918, en la plaza de toros de Valencia, se vivió una de esas tardes que quedan grabadas en la historia del toreo. Rafael Gómez Ortega, "El Gallo", figura única e irrepetible, anunciaba su retirada oficial de los ruedos. Y lo hacía a su manera: sin estridencias, sin discursos, simplemente toreando como él sabía, con ese arte inimitable que le brotaba del alma.
Aquella tarde, Rafael compartía cartel con su hermano Joselito y con Juan Belmonte, en plena época dorada de la tauromaquia. El Gallo, con su capote etéreo y su inspiración caprichosa, dejó destellos de su toreo lleno de duende, sensibilidad y personalidad. No necesitaba hacer más. Bastaban unas verónicas suyas y sentarse en una silla para llenar de emoción una plaza entera.
Los toros de Juan Pedro domecq para esta tarde en la feria de las Colombinas, para los maestros:
-Borja Jimenez
-David de Miranda
-Marco Pérez
video de plaza de la Merced
La segunda de abono de la Feria de Las Colombinas de Huelva fue una auténtica tarde de toros para el recuerdo, con tres novilleros saliendo por la puerta grande y un encierro de gran juego de José Luis Pereda, que dio emoción y opciones durante toda la tarde. Con tres cuartos de plaza, la afición respondió a lo que fue una auténtica lección de valor, temple y torería.
-Javier Zulueta mostró su concepto clásico y torero, dejando dos faenas muy distintas pero ambas plenas de madurez. Supo acoplarse a dos utreros de buena condición, exigiéndoles por abajo y firmando pasajes de gran estética. Sumó una oreja de cada uno de sus novillos.
-Cristian González, entregado y firme, se mostró variado con el capote y poderoso con la muleta. Su faena al quinto fue de gran conexión con el tendido y rubricada con una estocada entera. También salió a hombros tras cortar dos orejas a su segundo, mientras que al primero le saludó una ovación tras aviso.
-Carlos Tirado, el gran triunfador numérico del festejo, cuajó una tarde para soñar. Al tercero lo entendió de principio a fin, hilvanando series de naturales que derrocharon temple y pureza. Al sexto, con movilidad, lo toreó con inteligencia y profundidad. Cortó tres orejas y dejó una imagen firme de novillero importante.
Los novillos de José Luis Pereda ofrecieron un juego notable, destacando por su clase, nobleza y bravura en varios de los ejemplares, confirmando el buen momento de la ganadería.
Fotos plaza de toros La Merced
Tomó la alternativa el 30 de julio de 1995 en Beaucaire (Francia), donde tomó la alternativa de manos de José Pedro Prados "El Fundi", con Luis de Pauloba como testigo, lidiando toros de Javier Molina. El toro de su doctorado, “Lucero” (520 kg), le dio dos orejas y vuelta al ruedo.
Confirmó su alternativa en Las Ventas el 14 de junio de 1998, con toros de Albaserrada, apadrinado por Denís Loré como testigo fue Domingo Valderrama.
Su trayectoria destaca no solo por su toreo, también por su dedicación al impulso de nuevas generaciones: dirige la Escuela Taurina Municipal de Almería desde 2010 y fundó un festival benéfico para la Asociación Española Contra el Cáncer en 2002.
Ruiz Manuel encarna el toreo sentido desde lo más hondo y merece ser recordado como uno de esos toreros que, sin alardes, reivindicó el poder del temple, la verdad y la torería más pura.
El 10 de junio de 1983 Julio Robles le cortó dos orejas en Madrid a un toro del Puerto de San Lorenzo. Fué su primera puerta grande en Las ventas. Tomó la alternativa el 9 de julio de 1972 en la Monumental de Barcelona, siendo el padrino Diego Puerta y el testigo Paco Camino. Salió por la Puerta Grande de Las Ventas en tres ocasiones 1983, 1985 y 1989. Hasta que el 13 de agosto de 1990 un toro le provocó una tetraplegia a causa de una fuerte voltereta similar a la de Nimeño II.
El 29 de julio de 1994 tomó la alternativa en la plaza de toros de cuatro caminos, Santander, el Salmantino José Ignacio Sánchez, a manos de José Miguel Arrollo "Joselito" y de testigo Enrique Ponce, con toros de la ganaderia de Zalduendo al toro "Quitalunas"
Francisco Lara Chico, conocido en los carteles como Chicorro, nació en Algeciras (Cádiz) el 19 de marzo de 1839. Fue un torero de raza gitana, dotado de grandes facultades físicas y una fuerte personalidad en el ruedo, al que muchos entendidos del siglo XIX consideraron un verdadero prodigio que no llegó a más por causas ajenas al arte: su carácter y su bohemia.
Sus inicios en los ruedos se dieron como banderillero en la cuadrilla de El Gordito, donde destacó por su valor y facilidad para las suertes. Su estilo pronto llamó la atención y lo llevó a tomar la alternativa como matador de toros el 11 de julio de 1869 en la plaza de toros de Madrid, de manos de El Salamanquino, con el toro Diablo, del duque de Veragua.
Su prestigio quedó reflejado en las palabras de Rafael Molina “Lagartijo”, quien llegó a afirmar:
“Chicorro nos hubiera hecho apretar las ligas a todos los que vestimos de torero… y perdió el corazón”.
Su momento más recordado y legendario se produjo en la misma plaza de Madrid, el 29 de octubre de 1876, cuando se lidió el toro Mediasnegras, berrendo en negro, de la ganadería de Lafitte. Aquella tarde, Chicorro protagonizó una faena extraordinaria que aún se recuerda como una de las más completas de su tiempo:
Saltó al toro con la garrocha, en una suerte propia de los centauros del toreo.
Ejecutó un quiebro a cuerpo limpio con gran valor.
Clavó tres pares de banderillas –dos de ellos de a cuarta– con gran pureza.
Realizó una faena de muleta de arte y ajuste, con pases profundos.
Mató de una gran estocada tras un pinchazo, dejando al toro muerto sin puntilla.
Por esta gesta, el público pidió la oreja, algo excepcional, ya que en Madrid no se concedían trofeos en forma de apéndices en ese tiempo. Chicorro fue el primero en cortar una oreja en la plaza de Madrid, y no sería hasta 1910 que se convertiría en costumbre oficial, cuando Vicente Pastor recibió ese mismo honor.
Toreó por última vez el 29 de octubre de 1899, en la plaza de Barcelona, donde se despidió del toreo cediendo la alternativa a su sobrino Manuel Lara “Jerezano”.
Falleció en Jerez de la Frontera el 22 de mayo de 1911, dejando tras de sí la figura de un torero completo, de leyenda silenciosa, y autor de una de las faenas más emblemáticas del siglo XIX.
Francisco Camino Sanchez, más conocido en el toreo como Paco Camino, un torero que ha marcado una epoca y un concepto del toreo, nació el 14 de diciembre de 1940 y se lo llevó Dios en la madrugada del 30 de julio de 2024, elegante, puro y artista, asi se describe a este gran torero.
Paco Camino fue un torero profundo, reposado y conocedor. Su forma de entender el toreo conjugaba la elegancia con la técnica, la serenidad con el instinto. Toreaba siempre adelantando la muleta, templando con naturalidad y ligando con una suavidad que pocas veces se ha vuelto a ver.
Su manejo de los terrenos era ejemplar. Sabía medir los tiempos de la lidia con maestría y encontrar siempre la distancia exacta. No necesitaba gestos ni alardes: hacía el toreo con la verdad del que lo lleva en la sangre.
Fue también un torero valiente y completo, capaz de enfrentarse a todo tipo de ganaderías, incluidas las más duras. Siempre defendió la pureza del toreo por encima del efectismo.
Paco Camino representa la sabiduría y la pureza del toreo clásico. Su nombre está grabado en oro en la historia de la Tauromaquia, como uno de los toreros más importantes, influyentes y admirados del siglo XX.
La localidad segoviana de Cuéllar ha hecho públicos los carteles de su próxima Feria en honor a la Virgen del Rosario, que se celebrará entre el 31 de agosto y el 4 de septiembre. El serial, compuesto por dos corridas de toros, una de rejones y dos novilladas, apuesta por el equilibrio entre la experiencia y el futuro del escalafón, con encierros que despiertan el interés del aficionado más exigente.
Las ganaderías de Araúz de Robles y Partido de Resina aportan un aliciente ganadero de gran seriedad para las corridas a pie. En el cartel destacan toreros ya consolidados como Morenito de Aranda, Álvaro Lorenzo, Juan de Castilla o Jesús Enrique Colombo, junto a espadas como Javier Herrero y el mexicano André Lagravere, que buscarán reivindicar su sitio con actuaciones de peso.
La programación completa es la siguiente:
Domingo 31 de agosto: Morenito de Aranda, Javier Herrero y Álvaro Lorenzo con toros de Araúz de Robles.
Lunes 1 de septiembre: Juan de Castilla, Jesús Enrique Colombo y André Lagravere con toros de Partido de Resina.
Martes 2 de septiembre: Corrida de rejones con toros de Rosa Rodrigues.
Miércoles 3 de septiembre: Novillada con novillos de Montes de Oca.
Jueves 4 de septiembre: Novillada con novillos de Aurelio Hernando.
La afición cuellarana ya espera con ilusión una feria que mezcla tradición, torería y emoción.
El diestro Tomás Rufo será el encargado de sustituir a Emilio de Justo el próximo sábado 2 de agosto en la corrida de toros prevista con astados de Murteira Grave, en la plaza de Azpeitia. La baja del extremeño, tras la grave lesión sufrida recientemente en Santander, ha obligado a la Comisión Taurina a buscar un reemplazo de garantías.
La elección ha recaído en Tomás Rufo, uno de los nombres propios de la temporada, que viene dejando actuaciones de gran nivel como la rubricada en la reciente Feria del Toro de Pamplona, donde salió a hombros por la Puerta Grande. Su inclusión convierte al toledano en el 177º matador de toros en torear en Azpeitia y en el tercer debutante en esta edición de la feria de San Ignacio.
La Comisión Taurina de Azpeitia, presidida por Joxín Iriarte, ha destacado la buena trayectoria del joven espada como motivo principal de su designación, en una cita de gran importancia por el prestigio del ciclo y el trapío de la corrida de Murteira Grave.
Estas son las combinaciones definitivas de la Feria de San Ignacio 2025:
Jueves 31 de julio: Morante de la Puebla, Daniel Luque y Juan Ortega (Loreto Charro y Vellosino).
Viernes 1 de agosto: Morenito de Aranda, Damián Castaño y José Fernando Molina (Ana Romero).
Sábado 2 de agosto: Paco Ureña, Borja Jiménez y Tomás Rufo (Murteira Grave).
El torero extremeño Emilio de Justo no podrá comparecer en sus próximos compromisos en las ferias de Huelva y Azpeitia debido a una importante lesión sufrida el pasado jueves durante su actuación en la plaza de toros de Santander.
Según ha comunicado el propio diestro a través de sus redes sociales, las pruebas médicas han revelado dos fracturas en la zona dorsal izquierda, una fractura en la escápula, otra en la cuarta costilla, además de una lesión muscular compatible con una rotura parcial de fibras.
Este serio contratiempo, que tuvo lugar al entrar a matar, le obliga a interrumpir su temporada de forma temporal, aunque el torero ya ha comenzado un tratamiento de rehabilitación intensiva bajo la supervisión del fisioterapeuta Javier Alfonso.
El objetivo inmediato de Emilio de Justo es recuperarse a tiempo para su reaparición el próximo 9 de agosto en Pontevedra, en el marco de la Feria de la Peregrina, donde está anunciada una corrida muy especial por el 125 aniversario de la plaza gallega.
Desde el entorno del torero se transmite prudencia pero también optimismo de cara a esta importante cita, en la que Emilio de Justo espera retomar la senda del triunfo tras este nuevo obstáculo físico.
-Domingo 7 de septiembre(novillada de brazuelas, Sanchez Leon, Los Eulogios, Quintas, Jimenez Pasquau y Machamqna) para los novilleros: Jesús Ángel Olivas, Aitor Fernández y Villita.
-Domingo 14 de septiembre(toros de José Escolar) para los matadores:
Damian Castaño, Juan de Castilla y Miguel Andrades.
-Domingo 21 de septiembre(toros de Partido de resina y Monteviejo) para los matadores Serafín Marín, Juan Pablo Sánchez y Luis Gerpe.
-Domingo 28 de septiembre(toros de Concha y sierra, Palha, Partido de resina, Murteira, José escolar y Rehuelga) para los matadores Rubén Sanz, Javier Herrero y Gome del Pilar.
José Mata, conocido en los carteles taurinos como "El Canario", fue un torero español cuya trayectoria breve pero intensa quedó marcada para siempre por la pasión por el toreo clásico y por una trágica cornada que conmovió al mundo taurino.
Nació en Las Palmas de Gran Canaria en el año 1947, en una tierra no vinculada tradicionalmente a la tauromaquia, lo que hace aún más especial su historia. Desde muy joven mostró una fuerte vocación por el toreo, y trasladado a la Península, comenzó a formarse en el oficio, destacando por su concepto sobrio, profundo y sincero del toreo.
Su estilo se caracterizaba por la templanza, el clasicismo y el valor sereno, virtudes que pronto le granjearon el respeto del aficionado más exigente.
José Mata tomó la alternativa como matador de toros el 29 de junio de 1969 en Alicante, apadrinado por Miguel Mateo "Miguelín", con toros de Martínez Elizondo. Su primer toro, de nombre "Jaquetón", lo saludó con una faena seria y de gran profundidad que dejó entrever su prometedora proyección.
Durante los primeros años de los 70, Mata empezó a hacerse hueco en ferias importantes, toreando con figuras de la época y demostrando un toreo de corte añejo, de los que hablaban al alma del buen aficionado.
Murió dos dias despues de la cornada del toro "Cascabel" de la ganaderia de Don Luis Frías Piqueras.
Azpeitia volvió a respirar afición en la tradicional desencajonada que preludia las esperadas corridas de las fiestas de San Ignacio, cuyo arranque será este jueves 31 de julio. El coso guipuzcoano registró una gran entrada en sus tendidos, con público de todas las edades procedente tanto de la comarca del Urola como de distintos puntos del País Vasco, reunido para presenciar el desembarque de los toros que ya descansan en los corrales, listos para su cita con el ruedo.
Uno a uno, fueron descendiendo del camión los toros de las divisas de Loreto Charro y Vellosino, ambos hierros anunciados para la jornada inaugural del ciclo. A continuación, lo hicieron los ejemplares de Ana Romero, previstos para el 1 de agosto, y los de la prestigiosa ganadería portuguesa de Murteira Grave, que cerrará la feria el día 2.
Fue una jornada festiva y cargada de simbolismo, en la que Azpeitia volvió a rendir homenaje al toro bravo en un acto popular que combina tradición, emoción y respeto por la Tauromaquia.
Montero firmó una tarde de entrega y actitud reverencial frente a su lote. Al tercero, de Veiga Teixeira, lo saludó a portagayola, ligando después una larga cambiada en el tercio y un ramillete de chicuelinas de buen gusto. Lo lució en el caballo, donde tomó tres varas, y luego construyó una faena asentada, con mayor lucimiento por el pitón izquierdo. Las arlesinas del epílogo pusieron nota de distinción. Estocada caída tras pinchazo. Palmas tras aviso.
El cénit de su tarde llegó con el sexto, un excelente toro de Dolores Aguirre premiado con la vuelta al ruedo. Montero entendió desde el principio la clase y ritmo de su oponente y lo toreó con hondura, especialmente sobre la mano derecha, en tandas que ligaron el temple al sentimiento. Faena medida, de torero inspirado que no quiso dejar pasar la ocasión. Aunque necesitó de un pinchazo antes de la estocada, la oreja fue justa y la ovación, sincera.
FOTOS: ROLAND COSTEDOAT
Juan de Castilla fue artífice de los momentos más intensos del festejo. Con el segundo de la tarde, un ejemplar de Veiga Teixeira medido de fuerzas pero noble en su comportamiento, el torero colombiano encontró pronto el pulso exacto a su oponente. De rodillas en los medios comenzó una faena vibrante, de conexión rápida y natural con los tendidos, que luego creció por ambos pitones gracias a su muleta templada y de trazo largo. El epílogo, adornado con circulares invertidos y bernadinas reunidas, puso la plaza en pie antes de una estocada que valió una oreja de peso.
Con el quinto, un imponente toro de Dolores Aguirre, Juan protagonizó un ejercicio de valor sereno. El astado, de embestida incierta y querencia hacia los adentros, exigió mando y firmeza. Castilla supo robárselos de uno en uno, en una faena de goteo lento pero intensa en emoción. La espada le negó el triunfo mayor tras dos pinchazos, pero el respetable, sabedor del mérito acumulado, le premió con una merecida vuelta al ruedo.
FOTOS: ROLAND COSTEDOAT
Luis Gerpe tuvo que lidiar con el lote más deslucido de la tarde. El primero, de Dolores Aguirre, serio y alto, tuvo movilidad en los primeros tercios, llegando a entrar cuatro veces al caballo. Pero en la muleta se vino abajo, refugiado en tablas y sin recorrido. Aun así, Gerpe le arrancó un par de series de mérito por la derecha. Silencio.
Con el cuarto, de Veiga Teixeira, más terciado, lo recibió con verónicas compuestas. El animal, soso y sin entrega, apenas permitió hilvanar muletazos con eco. Gerpe se mostró firme, intentando por ambos pitones, pero sin poder remontar la frialdad del conjunto. Fue volteado en los compases finales y tras dejar un pinchazo y estocada, precisó descabello. Ovación tras aviso, como premio a su disposición.
FOTOS: ROLAND COSTEDOAT
En el toreo, como en la vida, hay gestos que dejan huella más allá de los ruedos. Ayer en Santander, Roca Rey decidió vetar a Morante de la Puebla. El peruano, máxima figura del escalafón actual, se sintió incómodo compartiendo cartel con el genio sevillano. Alegó motivos de conveniencia, competencia o estrategia. Pero los aficionados, los verdaderos, nos preguntamos: ¿y si Joselito El Gallo hubiera vetado a Juan Belmonte?
La historia del toreo se construyó sobre rivalidades que elevaron la fiesta a una categoría de arte universal. Joselito y Belmonte. Ordóñez y Dominguín. El Viti y Camino. Ponce y Joselito… sin esos carteles compartidos, sin el cara a cara en la plaza, no hay leyenda. El toreo no se entiende sin competencia. Y la grandeza se forja en la comparación.
Roca Rey es, sin duda, un torero poderoso, taquillero, decidido. Pero gestos como el de Santander empañan esa posición de liderazgo. El toreo necesita grandeza en la arena… y fuera de ella. La ausencia de Morante fue una herida visible en los tendidos. El público lo notó, lo comentó, lo criticó. Algunos se sintieron estafados. Otros, decepcionados. No es cuestión de favoritismos. Es cuestión de torería.
Vetarlo es debilitar la fiesta. Es actuar desde el miedo o la soberbia, dos sentimientos que deberían estar lejos de quien se asienta como figura. Porque cuando un torero renuncia al cartel compartido, no sólo esquiva la competencia, también le roba al aficionado la posibilidad de vivir la magia irrepetible de una tarde grande.
Ayer, Santander merecía una corrida de toros de verdad. De las que hacen época. De las que se recuerdan durante años. Pero lo que quedó fue una plaza llena de dudas y la sensación de que Roca Rey, por más que corte orejas, perdió algo más valioso: el respeto de la memoria taurina.
La tarde fue de menos a más para Alejandro Talavante. El viento fue el primer obstáculo de su actuación inicial, condicionando su planteamiento con el primero de Gregorio Garzón. Aun así, el extremeño logró pasajes interesantes por ambos pitones, dejando constancia de su concepto, aunque el fallo con la espada borró el posible premio. Escuchó palmas, pero la sensación fue que había más por ver.
Y efectivamente lo hubo. Con el cuarto, un toro con nobleza y fondo, Talavante desplegó ese toreo de líneas curvas y personalidad que aparece cuando está a gusto. La faena fluyó sin rigideces, con pasajes de gran naturalidad y expresión. Fue una obra suelta, sin ataduras, con momentos inspirados que conectaron con los tendidos. Una gran estocada rubricó su labor, y el doble trofeo fue el justo reconocimiento a una de sus actuaciones más completas del año. Salió a hombros con la rotundidad que merece un triunfo sin dudas.
EL PAYO – Compromiso, entrega y triunfo forjado a pulso
El Payo se ganó su sitio en la Puerta Grande de Tudela con base en su entrega. No tuvo el lote más claro, pero fue el que más exprimió sus opciones. El segundo, reservón y de mala condición, exigió recursos y firmeza. El mexicano, con suavidad y buen gusto, logró muletazos templados por ambos pitones que supieron a toreo caro. Lo mató muy bien y paseó una merecida oreja.
El quinto no le dio opción: un toro descompuesto, que perdía las manos y terminó derrumbado sin poder continuar. Sin descomponerse, El Payo pidió el sobrero, decidido a no quedarse atrás en una tarde de competencia. El de regalo tuvo movilidad y cierta clase, y ahí el torero azteca volvió a mostrar su sello, cuajando una faena elegante, templada y seria. Cortó la oreja necesaria para acompañar a Talavante y Aguado en la salida en hombros, ganándose un sitio de peso en la tarde y en la feria.
Pablo Aguado atraviesa un gran momento y lo volvió a dejar claro en Tudela. El tercero, uno de los mejores toros del encierro, encontró en el sevillano un intérprete ideal. Desde el saludo capotero hasta los remates finales con la muleta, Aguado bordó el toreo con una naturalidad y un sentido estético que encandilaron al público. Los ayudados en el estribo, las tandas por ambos pitones y los adornos finales fueron simplemente una delicia. Una estocada sin puntilla remató una faena de dos orejas que fue, sin duda, una de las más completas de la tarde.
Con el sexto, de condición más deslucida, Aguado volvió a mostrar su compromiso con la tarde. No se arrugó ni se refugió en el lucimiento fácil: exprimió lo que pudo y dejó detalles de su elegancia innata. El fallo con el acero le privó de repetir trofeo, pero quedó claro que su temporada camina por la senda del triunfo sólido. Salió a hombros, y con argumentos.
La tarde llevaba el nombre de Morante en cada entrada, en cada cartel y en cada rincón de Santander. Pero el diestro de La Puebla no apareció, y la empresa decidió que fuese Roca Rey quien ocupase su lugar. El resultado: un cambio de tono, de estética y de fondo. El peruano puso oficio, pero la plaza se quedó con la pregunta en el aire: ¿dónde estaba Morante?
Roca Rey compareció con la firme intención de borrar cualquier sombra, y por momentos lo consiguió. Sin embargo, la sustitución supo más a imposición que a solución. No por él, sino por quienes tomaron la decisión. Porque una feria como la de Santander, con un cartel de tanto sabor y expectación, merecía respeto hacia quien había generado ese ambiente, y no un recambio de urgencia sin explicar motivos con claridad.
Con su primero, un toro muy justo de presentación, el peruano firmó los momentos más emocionantes en un quite por saltilleras y un inicio de faena con estatuarios y un cambiado por la espalda que enloquecieron al tendido. Hubo una serie de gran altura al natural, pero el toro fue a menos y, aunque Roca tiró de cercanías, aquello no acabó de despegar. La estocada fue efectiva, la petición fue notoria, pero el presidente, inexplicablemente, se cerró. El peruano no quiso saludar la ovación. Lo entendió como un agravio.
El sexto, con más seriedad, fue un toro de buena arrancada pero sin final. Y ahí se vio al Roca Rey más hábil, que invadió los terrenos de cercanía con esa seguridad que lo caracteriza. Ligó, impuso respeto y metió al público en la faena. Esta vez la estocada fue excelente y la petición de oreja doble fue rotunda. El palco solo concedió una. De nuevo, el desconcierto.
Así hizo las paces Roca Rey con Santander, tras su gris paso con los Victorinos. Pero la plaza seguía preguntándose por qué no se esperó a Morante. El respeto a las figuras, incluso en su ausencia, también es parte del toreo. Porque no se trata solo de cubrir un hueco: se trata de entender qué torero representa qué estilo, qué cartel representa qué emoción. Y ayer, Santander esperaba el aroma de Morante y recibió otra cosa. Buenísima por momentos, pero distinta.
Roca Rey estuvo bien. Pero la tarde no era suya. Era de otro. Y eso se notó.
UN BUEN TORERO ADMITE LA COMPETENCIA, SI EL CREE QUE ES MEJOR, QUE LO DEMUESTRE.
En los carteles de relumbrón, el nombre de Juan Ortega siempre es sinónimo de expectación. Su aroma clásico, su forma de entender el toreo como un arte y no como una estrategia, y esa capacidad de emocionar con un simple muletazo lo convierten en uno de los toreros más esperados por la afición. Pero esta vez, en Santander, no fue su tarde. Tampoco su feria.Lote imposible… y errores propios
Tuvo uno de los peores lotes de la corrida de Domingo Hernández, una ganadería que se presentó desigual, de clase justa y fuerzas medidas. El segundo toro, muy cuajado pero sin entrega, nunca rompió hacia adelante. Se movió con genio, con la cara alta, sin humillar. Ortega intentó bajarle la mano, provocarlo con la suavidad que lo caracteriza, pero el toro respondió con complicaciones y medias embestidas.
La faena no encontró profundidad ni cadencia. Faltó conexión con los tendidos, y el trasteo, aunque pulcro, resultó plano y extenso, sin altibajos ni clímax. Luego, el fallo a espadas desdibujó aún más su actuación, quedando al borde de los tres avisos. Un silencio frío despidió su paso por ese primero, como el eco de una música que nunca sonó.
Si el segundo fue manso y genioso, el quinto tampoco ofreció opciones reales. Una embestida sin celo, desentendida, con la cara suelta, fue la materia prima con la que Juan Ortega intentó armar un trasteo que nunca despegó. Lo intentó con firmeza, aguantando parones, tratando de ligar pese al viento en contra del toro. Pero el enemigo no estaba solo en el animal: la faena se alargó sin rumbo, y el reloj del presidente comenzó a ser protagonista.
Con el tiempo vencido, la espada volvió a fallar y el torero rozó de nuevo los tres avisos. Fue el reflejo de una tarde donde la inspiración no apareció y el temple habitual quedó en la mochila.
No es la primera vez que Juan Ortega tiene tardes planas. Su concepto, tan ligado a la inspiración y al temple natural, le exige condiciones mínimas del toro para expresarse. Y cuando no las hay, el silencio suele ser más largo que el de otros toreros. Pero también es cierto que cuando encuentra el toreo, lo sublima de tal forma que compensa varios silencios.
En Santander no fue el Ortega de Sevilla, ni el de Córdoba, ni siquiera el que insinuó con aquel toro de Juan Pedro. Fue un torero plano, algo frío, demasiado sujeto al toro y sin chispa. Lo cierto es que su paso por la feria dejó más preguntas que respuestas, en un momento clave de su temporada.
Juan Ortega se fue de Santander sin tocar pelo y sin mostrar su mejor versión. La inspiración no se impone, pero el reloj y la espada sí exigen oficio y resolución. Esta vez, no hubo ni arte ni eficacia. Solo el eco de lo que pudo ser.
La afición, que tanto lo espera, seguirá aguardando. Porque cuando aparece, lo suyo no es de este mundo. Pero esa magia no apareció en Cuatro Caminos.
En una feria con nombres mediáticos, carteles de relumbrón y llenos asegurados por figuras del momento, fue El Cid quien volvió a levantar la voz con la verdad antigua del toreo clásico, ese que no necesita aspavientos ni retórica porque emociona con naturalidad. En dos tardes distintas, y frente a toros tan dispares como un Victorino de ensueño o un lote de Domingo Hernández medido de bravura, el torero de Salteras firmó las dos mejores faenas del ciclo, demostrando que el tiempo no borra el toreo cuando ha sido auténtico desde el principio.
El primer golpe maestro lo dio con un toro de Victorino Martín, al que cuajó de forma impecable por el pitón izquierdo. Fue una faena que devolvió a la afición de Santander al recuerdo glorioso de sus años dorados. Hubo naturalidad, profundidad, colocación y sentimiento. Y también hubo acero eficaz: dos orejas unánimes, y el toro, de nombre Jaranero, premiado con la vuelta al ruedo. Esa tarde no fue un homenaje, fue una reivindicación viva del toreo eterno.
Días después, volvió a la plaza en una tarde en la que Roca Rey y Juan Ortega completaban el cartel. Y de nuevo fue El Cid quien marcó el ritmo y el toreo, esta vez con el mejor lote de una corrida desigual de Domingo Hernández. En su primero, un toro noble pero justo de transmisión, bordó una faena medida, templada, con ese pulso suave que lo caracteriza. Una serie diestra con exigencia quebró al toro, pero no al torero, que lo mató tras una estocada trasera y un golpe de verduguillo: oreja ganada sin discusión.
Pero fue en el cuarto donde volvió a acariciar la Puerta Grande. El toro, colorado, armónico, tuvo más clase que fondo. El Cid lo entendió desde el inicio, armando una faena serena, estructurada y muy torera. Comenzó con cotas altas, bajó en intensidad cuando el astado se agotó, pero él no perdió el hilo en ningún momento. Faltó la rúbrica con la espada para forzar la apertura de la Puerta Grande, pero no hizo falta: el público ya sabía que estaba frente al torero de la feria.
La faena al toro de Victorino quedará, sin duda, como la cumbre del ciclo santanderino. Fue toreo natural en su forma más pura. Una sinfonía de toreo al ralentí, sin prisas, sin querer obligar a lo que el toro ya regalaba: clase, humillación y entrega. Pero también con exigencia, porque el de Victorino tenía fondo, y El Cid lo exprimió con verticalidad, con esa estética suya que tiene la pausa justa y la hondura precisa.
Y cuando se pidió el indulto, El Cid fue fiel a sí mismo: no buscó alargar la faena ni disfrazarla de peticiones exageradas. Culminó por arriba y mató con sinceridad. Esa honestidad fue premiada con las dos orejas y la vuelta al ruedo del toro. Un homenaje sin pactos, una obra sin artificio.
Lo que ha dejado El Cid en esta feria es una lección a los jóvenes, un recordatorio a la afición y una reivindicación de que el clasicismo no ha muerto. En un momento donde se premia más el ruido que el contenido, su toreo silencioso volvió a sonar alto en Santander.
No necesitó desplantes, no esperó a que el toro muriera en su querencia, no pisó terrenos impostados. Toreó como lo ha hecho siempre: con verdad, con alma, con torería. Y lo que en su día parecía una retirada lógica, hoy se convierte en uno de los regresos más sentidos del toreo reciente.
En esta feria, El Cid no fue el invitado veterano: fue el protagonista.
José Luis Vázquez Silva (Sevilla, 9 de junio de 1957 – Carmona, 26 de julio de 2024) fue un torero de cuna histórica y temple natural, heredero del concepto más clásico de la escuela sevillana y continuador directo de la dinastía iniciada por su padre, el mítico Pepe Luis Vázquez Garcés
Criado entre encastes y figuras, debutó con picadores en 1979 y tomó la alternativa el 19 de abril de 1981 en la Maestranza de Sevilla, de manos de su tío Manolo Vázquez, con Curro Romero de testigo, ante toros de Juan Pedro Domecq. Su confirmación en Las Ventas se produjo el mismo año, consolidando su compromiso con el arte clásico y la naturalidad en el toreo.
Pepe Luis fue un torero de minorías que eligió la senda del gusto sobrio y la técnica reposada. No rivalizó con figuras contemporáneas; su ambición estaba en el valor del trazo, no en el número de festejos. A lo largo de los años 80, dejó tardes monumentales en plazas como Sevilla, Huelva y Madrid, siendo su toreo siempre referencia de torería limpia y pureza silenciosa.
Su retirada oficial se produjo el 8 de septiembre de 2012 en Utrera, en un cartel junto a Morante de la Puebla y José Luis Cañaveral. No obstante, volvía puntual al ruedo cuando la ocasión lo pedía: regresó en 2017 en Illescas y toreó en Granada ese verano, aunque su última aparición con luces fue en un festival en Osuna en octubre de 2018, durante la alternativa de su sobrino Manolo Vázquez.
En 2019 sufrió un ictus que paralizó parte de su cuerpo, dejándolo en un proceso largo de recuperación. Gracias a su temple, volvió lentamente a la vida taurina, participando en actos simbólicos y enseñando en la Escuela Taurina de Sevilla.
El 26 de julio de 2024 fue hallado muerto en su finca familiar en Carmona, víctima de un infarto cerebral fulminante o complicaciones derivadas del ictus anterior. Tenía 67 años. El mundo del toro, especialmente Sevilla, guardó un minuto de silencio en su honor y lloró la pérdida de quien siempre fue torero de palabra y sentimiento.
Pepe Luis Vázquez hijo no fue un torero de grandes volúmenes, pero sí de gran hondura. Representó la pureza y el buen gusto del toreo clásico sevillano. Creyó en el temple como norma, en la muleta como instrumento de comunicación y en la modestia como bandera. El que lo vio en su momento glorioso o en su regreso, guardará testimonio de un hombre que toreaba desde el alma, sin adornos ni estridencias.
Murió como vivió: sin aspavientos. Dejó un legado de quietud, raíz y nostalgia.
Una figura imprescindible para entender el toreo que perdura en la memoria.
Plaza de Cuatro Caminos (Santander)
Corrida de Victorino Martín – Lleno absoluto
En el cartel que Roca Rey acaparaba por la expectación, Jarocho se presentó con el aval del toreo clásico y una estética reconocida por la afición más exigente. Sin embargo, la suerte le negó el triunfo rotundo: su lote fue el más complicado del encierro de Victorino Martín, dos toros con falta de entrega, sin humillar y con un punto de mansedumbre sorda que pusieron a prueba la firmeza y el oficio del torero.
Jarocho no defraudó. Tiró de sus recursos, apostó por su concepto y dejó destellos de calidad, aunque sin posibilidad de redondear.
El tercero de la tarde, largo, serio y despegado del suelo, marcó desde el principio su condición reservona. Escarbó, esperó y no se entregó nunca. No humillaba ni regalaba la embestida.
Jarocho se mostró muy asentado desde el principio, apostando por su estética personal. En ocasiones, la colocación algo retrasada de la muleta le impidió ligar con continuidad, pero cada muletazo fue una declaración de clasicismo. Estuvo firme, sin alharacas, frente a un toro que no dio facilidades. La faena fue más que digna y valorada por la plaza. Mató de una buena estocada al primer intento. Ovación.
El último del encierro fue el toro de mayor volumen de toda la corrida, de gran caja, pero sin entrega ni movilidad. Su excesivo cuerpo ocultaba una falta de raza evidente. Aun así, Jarocho no cambió su patrón y volvió a apostar por la pureza y el trazo largo.
Los mejores momentos llegaron de uno en uno, con muletazos templados y muy bien rematados. No hubo opción de ligazón por la falta de inercia del toro, pero los detalles sueltos calaron. La faena gustó, especialmente por la forma de hacer frente a un enemigo tan parado. Solo el pinchazo y la estocada baja le privaron de cortar una oreja. Vuelta al ruedo.
Jarocho se marchó de Santander con el respeto ganado y la sensación de que había hecho todo lo que se puede hacer cuando no hay toro. Su concepto de torero clásico, asentado, sin efectismos, se impuso a dos astados deslucidos. No hubo triunfo sonado, pero sí una reivindicación de que en el toreo, el gusto y la verdad también son capaces de llenar los silencios con profundidad.
En otro lote, tal vez la historia habría sido otra. Pero en este, Jarocho salió con la cara alta.
Plaza de Cuatro Caminos (Santander)
Corrida de Victorino Martín – Lleno de “No hay billetes”
En un cartel que giraba en torno a su nombre, Roca Rey afrontaba uno de los compromisos más exigentes del verano: lidiar la corrida de Victorino Martín en una plaza entregada y llena hasta la bandera. Lo hacía bajo la presión de ser la gran figura del momento, con la feria a sus pies y la vitola de torero arrollador. Pero esta vez, el destino fue caprichoso. Su lote fue el menos colaborador y, aunque el peruano dio la cara, las faenas se quedaron a medio camino y con sabor amargo.
El primero de su lote fue el toro más escaso de presencia del encierro, menos ofensivo por delante, más cómodo de hechuras. Aún así, tuvo sus teclas: fue tardo, sin inercia, pero con una embestida humillada cuando se le convencía.
Roca Rey lo recibió con verónicas, y al intentar quitarlo por delantales, el toro le barrió con los cuartos traseros, dejándolo a merced. El peruano, muy listo, se libró con un autoquite de reflejos. Fue un aviso de que la lidia no iba a ser fácil.
Ya con la muleta, el de Victorino ofreció pocas opciones al lucimiento. Las primeras tandas por la derecha fueron ligadas, con muletazos de trazo limpio, pero la faena se diluyó en su tramo medio. Solo en las dos últimas series, otra vez por la diestra, se acopló con mayor limpieza. Faltó emoción y conexión. La espada no viajó bien: media estocada tras dos avisos. Silencio.
El quinto fue un toro largo y con más caja, pero también con menos entrega. Embistió sin celo y con cierta aspereza. Su mejor virtud, el embroque; su defecto, la falta de finales.
Roca Rey, más atento esta vez, se colocó con inteligencia, buscó el pitón contrario y logró hilvanar varias series a base de inteligencia y técnica más que inspiración. Sin embargo, hubo varios desarmes que cortaron el ritmo de la faena, restándole mando y emoción.
La espada volvió a traicionarle: estocada defectuosa, trasera y contraria, que levantó protestas. El conjunto quedó sin brillo. Pitos tras aviso.
No fue la tarde soñada para Roca Rey, y mucho menos la que buscaba su legión de seguidores que llenaron Santander. El toro no ayudó, pero tampoco terminó de cuajar faenas de impacto. Tuvo destellos de su capacidad técnica y su aplomo, pero le faltó ese plus de inspiración y autoridad que otras veces ha tenido incluso en terrenos difíciles.
Aun así, dejó el mensaje de que no se esconde ni se borra, y que su sitio como figura también se defiende en tardes cuesta arriba. Le faltó triunfo, pero no dignidad.
Cuando parecía que la tarde estaba escrita para Roca Rey, con todos los focos, la expectación y el “no hay billetes”, apareció El Cid para romper el guion. Con la templanza del que ha vivido todo, y la pasión del que no se resigna al olvido, Manuel Jesús “El Cid” volvió a firmar una de esas faenas que marcan ferias… y temporadas. Fue en Santander, frente a un toro de Victorino Martín que reunió todas las virtudes del encaste, y que, con justicia, fue premiado con la vuelta al ruedo. El torero de Salteras, por su parte, conquistó el alma de Cuatro Caminos y se llevó dos orejas incontestables. Tarde grande. Clásica. Emocionante.
El primero del festejo fue un toro serio, con expresión, mirada viva y astifina presencia. Desde su salida mostró una embestida exigente, con humillación pero sin regalar nada. Embestía sobre las manos y se tragaba cada muletazo con dificultad.
El Cid entendió desde el principio que aquello era una faena de oficio. Lo recibió con solvencia y luego, en la muleta, buscó siempre el sitio preciso. Supo ganar el paso, tirar del toro y usar las piernas con inteligencia. La faena tuvo exposición, oficio y medida. Una labor sincera y entregada, que dejó huella en los tendidos. Mató al primer intento, pero el descabello le negó una oreja que ya estaba pedida. Ovación con fuerza.
Lo que vino después fue una sinfonía de toreo al natural. El cuarto de la tarde, llamado “Soleares”, fue un toro armónico: fino de sienes, con cuello, corto de manos… y con un fondo de bravura superlativo. Ya en el saludo a la verónica embistió humillado, especialmente con el pitón de dentro. Desde ahí, El Cid supo que estaba ante ese toro.
Brindó a Roca Rey —gesto de gallardía y respeto— y se fue al centro del ruedo. Allí comenzó una faena que rejuveneció los tendidos de Santander. La mano zurda del de Salteras volvió a dictar cátedra como en sus mejores tardes. Dos series al natural con un trazo impecable, hondas, largas, con cadencia y ligazón. La plaza rugió como en los tiempos de gloria.
Luego, la faena tomó un perfil más vertical. Menos trazo, más figura. El toro mantuvo su categoría, con un ritmo que no decayó. El Cid lo condujo con pulso, sin prisas, citando siempre por delante. El público, enloquecido, pidió el indulto. Pero el sevillano fue honesto: no se probó con la espada. Citó con pureza y ejecutó una gran estocada.
Cayeron las dos orejas de forma unánime. Y tras ellas, la vuelta al ruedo para “Soleares”, un toro que ya es parte de la historia reciente de Cuatro Caminos. Fue la faena de la tarde… y, seguramente, de la feria.
En una tarde en que el foco estaba en otros nombres, El Cid resurgió como un fénix. El torero que ya había dicho adiós hace años, volvió para recordar que su toreo al natural sigue siendo un tesoro del toreo moderno. Y lo hizo con la verdad por delante, sin imposturas, con ese clasicismo que solo el tiempo pule.
Mientras otros se enredaban con la técnica, El Cid emocionó. Frente a un Victorino de bandera, se reencontró con su mejor versión y volvió a conquistar una plaza que ya lo veneró en sus mejores años. La de Santander fue una tarde de justicia, torería y memoria. Una tarde en la que la zurda de El Cid volvió a escribir poesía.
Una faena para el recuerdo.
Una lección para todos.
Final del Certamen ‘Cénate Las Ventas’ – 24 de julio de 2025
Ganadería: Guadaira | Plaza de Toros de Las Ventas
Bruno Aloi se proclamó con toda justicia triunfador del Certamen 'Cénate Las Ventas' en una noche en la que su toreo valiente, sincero y de gran fondo caló con fuerza en los tendidos venteños. El mexicano supo imponerse a las adversidades –el viento, dos novillos con teclas y una final muy reñida– gracias a una actitud firme, una cabeza templada y un corazón muy dispuesto.
Abrió cartel frente a Botinero, un novillo con mucho cuajo y una embestida incierta, sin clase. Desde su salida se frenó, embistiendo sobre las manos y exigiendo mucho en los toques. A todo esto se sumó un vendaval que impidió a Aloi lucirse como merecía. Pero lejos de arrugarse, tiró de recursos y firmeza, dejando la muleta puesta con valor seco. Fue una faena de mérito oculto, que solo los buenos aficionados supieron leer. Estocada algo trasera, ovación tras aviso.
Con el cuarto llegó el momento clave de la noche. Salió un novillo ofensivo por delante, sin entrega de salida, pero al que Bruno supo domeñar desde el inicio. Brilló la cuadrilla en la lidia, algo que el mexicano aprovechó para construir una faena de principio a fin. Comenzó por estatuarios y luego ligó las tandas más compactas de toda la final, con muletazos largos y bien rematados, siempre por abajo y con la figura muy asentada.
El de Guadaira tuvo más calidad que fondo, y Aloi supo dosificarlo con cabeza y tacto, midiendo alturas y pausas. En el tramo final se metió en terrenos de compromiso, desatando la emoción con manoletinas de rodillas aunque con falta de gusto y toreria. Entró a matar con todo: fue prendido de manera aparatosa, pero sin consecuencias. Se levantó como un torero grande y la plaza rompió en petición unánime. Cortó una oreja de peso, suficiente para levantar el trofeo de triunfador del certamen.
La actuación de Bruno Aloi fue una declaración de intenciones. Madrid ha visto en él a un torero firme, con raza, valor a raudales y las ideas claras. El premio de su inclusión en la Feria de Otoño no es un regalo: es la consecuencia lógica de un torero que ha demostrado que ya está hecho para los grandes retos.
Le cambiaria esa tanda por manoletinas de rodillas en la cual demostró valor pero poca toreria...
Final del Certamen ‘Cénate Las Ventas’ – 24 de julio de 2025
Ganadería: Guadaira | Plaza de Toros de Las Ventas
Pedro Luis cerró la noche en Las Ventas con un toreo que no necesitó alardes para calar hondo. Fue el último en actuar y, aun así, consiguió dejar uno de los momentos más bellos y sinceros de la final del certamen Cénate Las Ventas. Lo hizo con una muleta cargada de verdad y una manera de embarcar la embestida que dejó naturalidad, temple y personalidad.
El sexto de Guadaira fue un novillo de comportamiento medido, falto de raza, que embistió con la justeza de fuerza y sin excesiva entrega. Sin embargo, Pedro Luis supo entenderlo pronto, dejándole espacio y altura en los primeros compases para afianzarle los viajes. A partir de ahí, fue construyendo una faena basada en el ritmo y en la cadencia, sin prisas ni desajustes.
Por el pitón izquierdo llegaron los momentos de mayor conexión. Los naturales brotaron largos, hondos y de mano baja, con una despaciosidad que impactó en los tendidos. Pedro Luis dejó ver su buen concepto, el gusto en la colocación y un sentido del toreo reposado que remite a las grandes escuelas clásicas. Fue, sin duda, uno de los pasajes más redondos de la noche.
El epílogo por ajustadas manoletinas cerró con nota una actuación de seriedad y proyección. La espada, en esta ocasión, no acompañó para cerrar con trofeo, pero la imagen quedó sembrada: Madrid ya sabe quién es Pedro Luis. Una ovación rotunda premió su labor y, sobre todo, su forma de estar en la plaza.
El nivel de su actuación y el sabor que dejó su toreo fueron razones suficientes para que Plaza 1 lo incluyera en la próxima Feria de Otoño, un premio a una actuación tan firme como ilusionante. Pedro Luis ha dejado claro que su toreo tiene sitio en las ferias importantes.
Final del Certamen ‘Cénate Las Ventas’ – 24 de julio de 2025
Ganadería: Guadaira | Plaza de Toros de Las Ventas
Hay novilleros que necesitan alzar la voz, llenar los silencios con gestos, buscar la rotundidad del aplauso como única medida del toreo. Y luego está El Mene. El joven volvió a mostrar su concepto reposado, sereno y pulido, que ha ido cuajando novillo a novillo hasta convertirse en una de las revelaciones más sólidas del verano madrileño.
Le tocó en suerte el segundo de la noche, un novillo de Guadaira con una embestida informal, algo deslucido por momentos y sin entrega sostenida. Pero El Mene no perdió la compostura. Ni una voz más alta, ni un paso de más. Mandó en la lidia con colocación, sentido del temple y una cabeza muy clara. Sus muletazos por el derecho fueron medidos, con limpieza, y sin forzar la figura. Al natural, el novillo se metía y él aguantó los parones con torería y buen gusto, sacando pases largos a base de tragar y aguantar.
La faena fue de tono clásico, sin efectismos, pero con momentos de profundidad que llegaron a los tendidos más sensibles. El público, más frío en otras ocasiones, respondió con una ovación fuerte cuando saludó desde el tercio y le pidió con fuerza la vuelta al ruedo. Un premio simbólico pero significativo: Madrid entendió el toreo del sevillano.
No hubo trofeos por la espada, pero sí hubo un mensaje claro: El Mene está preparado para torear en plazas importantes. Y así lo reconoció Plaza 1, incluyéndolo en la próxima Feria de Otoño junto a sus compañeros de terna. Un premio merecido para un novillero que va dejando huella sin estridencias.
El Mene no necesita exagerar. Le basta con su verdad.
En la tarde en la que debutó como matador en la plaza de Cuatro Caminos, Marco Pérez dejó algo más que destellos de su talento precoz: dejó madurez, serenidad y fondo torero. Su lote, desigual en presencia y comportamiento, le permitió mostrar tanto su capacidad técnica como su personalidad artística. Cortó una oreja de cada toro, y dejó claro que no vino a aprender, sino a competir.
Tercer toro – Puerto de San Lorenzo
De poca presencia y protestado por el público, el tercero fue el más ingrato del encierro. Manso, sin celo y saliendo suelto en cada embroque, apenas permitió lucimiento. Aun así, Marco Pérez no se vino abajo. Lo esperó, lo sobó, lo colocó y le robó muletazos con intención, templanza y firmeza. No hubo ligazón, pero sí aguante. Tras una estocada efectiva, cortó una oreja de ley, muy valorada por la afición por la forma de sobreponerse a la condición del toro.
Sexto toro – Álvaro Núñez
El sexto, acodado de pitones, tampoco fue fácil. Toro desrazado, sin clase, que embistió sin entrega. Marco, con cabeza fría, empezó dándole todas las ventajas, enseñándole a embestir, alargando los viajes con la muleta siempre puesta y bajando poco a poco la mano. Lo fue puliendo hasta conseguir series limpias y ajustadas, y cuando ya no quedaba más, remató por manoletinas de gran ajuste. Estocada al segundo intento, y esta vez el presidente sí atendió la petición mayoritaria. Oreja y puerta grande compartida.
Marco Pérez se confirmó como una realidad ilusionante del toreo. Tiene capacidad, templanza, valor y cabeza. La plaza de Santander fue testigo de su primer gran triunfo como matador, y responde con firmeza a las expectativas que pesan sobre él. Toreó con inteligencia, con emoción y, sobre todo, con verdad.
Volvió Emilio de Justo a Cuatro Caminos con el mismo compromiso que lo caracteriza: el de quien viene a jugarse la tarde, sin importar el precio. El extremeño, que ya sabe lo que es dejar su huella en esta plaza, no se guardó nada en su lote de La Ventana del Puerto y Álvaro Núñez. Enfrentó dos toros de escasa entrega, pero respondió con valor, temple y una actitud irreprochable.
Segundo toro
Con casi 600 kilos y viaje incierto, el segundo no se lo puso fácil desde salida. Siempre queriendo meterse por dentro, sin fijeza y con peligro sordo. De capote, Emilio no pudo lucirse, pero sí en la muleta, donde, con oficio, consiguió someter las bruscas embestidas y robarle muletazos con mérito. La faena, llena de aguante, fue creciendo hasta el momento supremo: se tiró con rectitud a matar y fue violentamente volteado. Se levantó con la cara ensangrentada, señal de un esfuerzo sin concesiones. El público, conmovido, pidió la oreja, que fue concedida.
Quinto toro
El quinto, serio de presencia, tuvo más clase que el anterior, pero escaso fuelle. Emilio, que ya había sido volteado una vez en el primer toro, volvió a jugarse el tipo en el quite por chicuelinas, donde fue nuevamente prendido de forma violenta. No se arredró: comenzó la faena por alto, toreando con ritmo, mimo y tiempos medidos. Especialmente al natural, dejó pasajes de gran temple. La faena, de pulso fino, fue empañada por un pinchazo hondo y un golpe de descabello. El premio se esfumó entre la frialdad del tendido, pero no el reconocimiento al esfuerzo: ovación sincera.
Emilio de Justo firmó una tarde seria, honesta, de las que no se camuflan en la estadística de trofeos, pero que dejan huella en el buen aficionado. Se fajó con dos toros difíciles y dio la cara incluso con la cara rota. Toreo con verdad.
Plaza de Toros de Santander – Feria de Santiago, 21 de julio de 2025
Por Javier Aguilera Lopez
Alejandro Talavante fue, de los tres toreros del cartel, quien más cerca estuvo de romper el tedio de una corrida descompensada y de escaso fuelle. Lo intentó con actitud y momentos de inspiración, especialmente ante el cuarto de la tarde, un toro de buena clase con el que el extremeño cuajó los mejores pasajes de su actuación. Solo la tacañería presidencial privó de una segunda oreja pedida con fuerza. En su primero, también dejó detalles notables, aunque sin terminar de prender del todo la chispa en los tendidos.
Con el primero, un toro de La Ventana del Puerto bien presentado, pero de escasa entrega al natural, Talavante firmó una faena sobria, basada sobre la diestra. El toro ofreció nobleza, pero sin empuje; una embestida medida, con la que el torero exprimió al máximo su calidad técnica. Las palmas acompañaron las series limpias, y aunque hubo petición, esta no alcanzó mayoría. Estocada y ovación.
El momento álgido de su tarde llegaría con el cuarto, un toro de El Pilar fino de tipo, de embestida suave y acompasada, aunque no exenta de esa mansedumbre que marcó toda la corrida. Lo recibió Talavante en el centro con pases cambiados de rodillas, en un inicio de faena vibrante. Luego, compaginó el toreo fundamental con adornos de sabor: trincheras, molinetes, miradas al tendido. Por ambos pitones mostró al toro con estética, ritmo y buen trazo, coronando la faena con bernadinas ajustadas y una estocada efectiva. El público pidió con fuerza las dos orejas, pero el palco solo otorgó una.
Talavante, pese a la irregularidad de sus oponentes, volvió a mostrar esa versión suya de torero hondo, de silencios largos y toreo vertical. Esta vez, no fue rotundo, pero sí sincero. El arte fue su bandera, aunque la embestida nunca fue aliada.
Cuatro Caminos, Santander – 21 de julio de 2025
No hubo temporal ni tormenta. Ni meteorológica, ni taurina. La lluvia fue un espejismo y el toreo una promesa incumplida. Morante de la Puebla, siempre esperado, volvió a marcharse sin premio. Porque no hubo suerte, ni materia prima. Solo detalles. Solo arte suelto. Y, aún así, dejó aroma.
Desde el primero, un toro de El Pilar sin transmisión, se vio que el guion de la tarde iba a ser cuesta arriba. Morante lo recibió con primor a la verónica, sobre todo por el pitón izquierdo, y abrió la faena con muletazos altos que recordaron lo que pudo haber sido. Incluso dejó un natural eterno, de esos que cortan el tiempo. Pero el toro no lo acompañó. Estocada y ovación de respeto.
En el tercero, de Domingo Hernández, las cosas se torcieron de verdad. El animal, escaso de brío, se metía por dentro, y Morante fue arrollado al quedarse en el sitio. El golpe en el pecho fue duro. Aun así, se repuso y trató de exprimir lo que no tenía. Sin chispa, sin bravura, el toro se apagó. Silencio tras fallar con la espada.
El quinto fue quizá el episodio más extraño de la tarde. Un toro justísimo de Álvaro Núñez que, tras los lances, motivó a Morante a señalar un problema de visión. Cedido el testigo a Iván García, parte del público no entendió el gesto. Pero volvió Morante para la muleta, y firmó una faena de mérito ante un toro descompuesto y difícil. Se fajó con él, sin limpieza pero con raza. Metió la mano con habilidad. Escuchó ovación... aunque no saludó.
No fue una tarde de gloria para Morante. Tampoco de historia. Pero sí de torero con vergüenza, que pese a la falta de toro no renunció al compromiso de intentar lo imposible.
Cuatro Caminos, Santander – 21 de julio de 2025
Había promesa de oro en el cartel: Juan Ortega mano a mano con Morante, tres ganaderías y el marco de Santander como testigo. Todo estaba cuidado... menos lo esencial: el toro. La corrida se vino abajo desde el sorteo, y solo un momento de inspiración de Juan Ortega en el segundo mantuvo en pie la ilusión. Lo demás fue lucha contra lo imposible.
El segundo fue su única ventana al toreo grande. Un toro de Domingo Hernández, bajo y armónico, sin fuerza pero con ese ritmo que Ortega sabe acariciar como nadie. Lo recibió por doblones mientras llovía intensamente, en un inicio que ya apuntaba a obra mayor. Y la hubo. Porque el sevillano templó en redondo por el derecho y se olvidó del tiempo al natural. No era una faena rotunda, pero sí profunda, de esas que calan en el alma. La espada, al segundo intento, cerró el camino al premio. Pero no al reconocimiento. Ovación sentida.
Después, lo imposible. El cuarto, un colorado de El Pilar de pecho desarrollado, nunca quiso ir hacia adelante. Ortega insistió, buscó, propuso... pero el toro no respondió. Escuchó un aviso tras pinchar hondo.
El sexto, de Álvaro Núñez, fue aún más ingrato. Sin clase, embistiendo sobre las manos, deslucido y descompuesto. Juan Ortega lo intentó con paciencia, sin alharacas, como quien respeta su oficio. Pero con eso no bastaba.
Ortega se fue en silencio, sí. Pero su segundo toro dejó algo más duradero que un trofeo: el eco de un toreo puro, que en tardes como esta pesa más que el metal de una oreja.
David Galván no dejó pasar su ocasión en Santander. Vestido de torero artista, pero armado de valor seco y determinación, dibujó una de las faenas más bellas de la tarde al segundo, un miura serio, largo y con poder. La espada y las escasas peticiones del público impidieron que cortara trofeos, pero la huella del gaditano quedó en cada natural reposado, en cada gesto de torería silenciosa.
El segundo toro fue un miura imponente, de los que impresiona al salir: alto, largo, abierto de sienes, con esa estampa antigua que imponen respeto. Embistió con poder y cierto temple, aunque sin entrega absoluta. Galván no se arredró. Desde el saludo con el capote ya se vio su intención de hacer el toreo clásico, estético. Fue volteado en un momento comprometido, cuando el de Miura lo prendió por la corva y le rompió la taleguilla, pero el gaditano volvió como si no hubiera pasado nada. Apretó los dientes, tomó la muleta y se quedó en el sitio. Suavidad, hondura y elegancia. Por el izquierdo llegaron muletazos de seda, naturales sin apenas toque, que exigían una pulcritud extrema. Toreo de gran pureza.
El público, sin embargo, fue frío. La petición de oreja resultó escasa pese a la media estocada eficaz y una faena que tuvo empaque. Galván demostró tener algo más importante que el aplauso fácil: torería verdadera.
Con el quinto le tocó otro tipo de toro, mucho más deslucido. Un animal descompuesto, sin entrega, que embestía sobre las manos y que puso muchas dificultades. Pero el que no se descompuso fue el torero. David Galván mostró firmeza y temple, apostando por el natural, intentando hacer el toreo puro en cada muletazo, incluso tras ser volteado. Faena valiente y medida, pero sin lucimiento. Además, la espada emborronó cualquier posible premio, al atravesar al toro en el primer intento.
A pesar de no tocar pelo, David Galván ofreció una tarde de madurez, de concepto firme y gusto refinado. Le tocó bailar con toros exigentes, con casta y no siempre fáciles, pero lo hizo con honestidad y verdad, dos palabras que son oro cuando se lidia una corrida de Miura.
En una tarde marcada por la épica de Damián Castaño, Manuel Escribano también escribió su capítulo con oficio, entrega y fidelidad a la verdad del toreo. Le tocó abrir plaza tras devolverse el primer Miura, y en su lugar salió el toro reseñado como cuarto, que corrió turno. Después le correspondió un sobrero de El Pilar que no regaló nada. Frente a ambos, el sevillano ofreció dos faenas honestas, de temple, técnica y cabeza despejada, en una tarde sin triunfos numéricos, pero de madurez torera.
El primero que lidió, cuarto del orden, fue un toro de Miura de buena condición pero mermado de fuerzas. Desde el recibo se intuyó que no habría pelea cruda, sino una faena de seda. Escribano lo entendió al instante. Toreó a favor del toro, suavemente, con mimo, con ese pulso de los que conocen el oficio y la ganadería. Por el lado izquierdo dejó lo mejor, seis naturales largos, sentidos, llevados con mimo y exactitud. El problema no fue de calidad, sino de alma. El animal tenía bondad, pero no transmisión. En sus propias palabras: “Le hemos hecho todo muy suave y muy bien, sin molestarlo nunca. Era un toro para estar a gusto… pero le faltaba vida”. Faena templada, técnica, sin estridencias. La ovación final reconoció el tacto de quien sabe medir la lidia.
Con el sobrero de El Pilar, lidiado en cuarto lugar por el cambio de turno, Manuel Escribano se creció. Se encontró con un toro difícil, rebrincado, sin entregarse, que pedía paciencia y sitio. Y Escribano se lo dio. A base de toques medidos, temple profundo y suavidad, consiguió afianzarlo hasta extraerle tandas muy notables, sobre todo por el derecho. La faena fue de menos a más, construida a fuego lento. Él mismo lo confesaba tras la lidia: “Era un toro costosillo por su forma de embestir… A base de temple, de empujarlo, de darle los tiempos… el toro ha terminado entregándose”. Una obra completa, de recursos y de torero hecho, que habría tenido premio si no llega a ser por la espada. El pinchazo previo a la estocada fue el punto negro. “Me ha dado mucho coraje el pinchazo. Tenía que haber matado una tandita antes. Me he equivocado ahí”, lamentaba el sevillano.
Pero más allá de la hoja estadística, Manuel Escribano dejó claro que vive uno de los momentos más sólidos de su carrera. Seguro de sí mismo, con capacidad de lectura, entrega sin alharacas y un concepto claro: cada toro exige su lidia. En Santander, no se le fue ninguno sin que lo entendiera.
La de Damián Castaño este 21 de julio en Santander no fue una faena cualquiera. Fue una lección de torería y verdad, una de esas tardes que devuelven el sentido heroico a la Fiesta y que se clavan en la memoria del aficionado. Fue la tarde de un torero roto por dentro pero entero por fuera, que salió a matar una corrida de Miura con el gemelo abierto, después de abandonar el hospital apenas 24 horas antes, infiltrado, cojeando, con la carne viva y la fe intacta.
Ya es un símbolo la escena: Castaño vestido en la enfermería, con el blanco y plata fundiéndose con la cal del patio de cuadrillas de Cuatro Caminos. Solo, dolido, infiltrado entre gritos que no escuchó nadie, salvo la pared y el miedo. Pero salió. Salió a jugársela ante Miura. Y no solo cumplió, sino que transformó el dolor en toreo.
Al tercero, serio y encastado, lo saludó a la verónica con aplomo. El toro exigía pies, firmeza, dominio… justo lo que menos tenía el salmantino en su estado. Y aún así, se plantó con un valor frío, seco, torero. Pronto fue prendido: embestida por el derecho, pitón de fuera, y Castaño volteado de fea manera, cayendo con la cara ensangrentada. Volvió sin chaquetilla, herido, pero con la mirada de los que no se rinden. La faena fue una sucesión de muletazos más sinceros que estéticos, dictados por el corazón. La estocada entró al segundo intento. La oreja fue clamorosa, como reconocimiento a la hombría y a la entrega.
El sexto, más apagado y noble, fue como una segunda oportunidad del destino. No pedía pelea, pero sí torería, y ahí Castaño desplegó una muleta pausada, limpia, honda, sacando partido a un toro de menos genio. Corrió la mano con templanza, especialmente por la derecha, dejando naturales sentidos, a media altura, con eco. Parecía que la Puerta Grande se abría, pero la espada, esta vez, se negó. El público, no obstante, ya lo había sacado por la del alma.
Porque no fue el trofeo, sino la historia, lo que consagró a Castaño en Santander. Una historia de dolor y honor. De sangre y plata. De esas que convierten al torero en personaje de epopeya. No le hizo falta un rabo ni dos orejas. Le bastó con la verdad.
El diestro malagueño Saúl Jiménez Fortes inauguró la tercera tarde de la Feria de Santiago 2025 enfrentándose al primer toro de la corrida, un ejemplar de Juan Pedro Domecq que se mostró con movilidad, pero de forma arrítmica y con genio, dificultando la labor del andaluz. Desde el inicio, Fortes intentó imprimir temple y ritmo, destacando con un cambiado de rodillas y varias verónicas que despertaron la atención del público. Sin embargo, la condición del toro, irregular y sin entrega clara, hizo que la faena no terminase de cuajar, obligando al torero a buscar alternativas para ganar la voluntad del animal y del tendido. En sus declaraciones a Onetoro TV, Fortes reconoció la dificultad y lamentó no haber podido brillar plenamente, afirmando que su mente ya estaba puesta en la siguiente oportunidad.
Con el cuarto, sin embargo, Fortes pudo desplegar un toreo más profundo y ligado, especialmente con series al natural que dejaron constancia de su toreo puro y entregado. La faena, aunque llena de pasajes de gran calidad y hondura, demandaba un constante ajuste para lograr la entrega del toro, lo que mantuvo al diestro en un estado de máxima concentración y exigencia. No obstante, el fallo con la espada, una constante en sus últimas tardes, le privó de un merecido trofeo. A pesar de ello, Fortes destacó la emoción sentida en la faena y la conexión con los tendidos, reflejando una madurez y compromiso que le hacen merecedor de mayores éxitos.
Esta actuación en Santander confirma a Saúl Jiménez Fortes como un torero en plena búsqueda de sí mismo, capaz de afrontar con valor las dificultades y de ofrecer un toreo profundo y auténtico que sabe llegar al aficionado.
Borja Jiménez completó la terna en la primera corrida de la Feria de Santiago en Santander con una actuación llena de intensidad y entrega, mostrando el carácter valiente y pasional que le caracteriza. Desde su encuentro con el tercero, toro que fue arrastrado tras la lidia, el sevillano imprimió un toreo de arrebato y hondura, ajustando su ritmo a las necesidades del astado, que alternaba momentos de exigencia con otros de pausa necesaria.
La faena estuvo marcada por series de gran mérito y temple, reflejando un compromiso profundo con la bravura y el juego del toro. Sin embargo, el fallo con el acero truncó la recompensa en forma de orejas, dejando un sabor agridulce para el diestro y la afición. En declaraciones a Onetoro TV, Borja reconoció la importancia de la espada y la oportunidad perdida, manteniendo la esperanza de redención y crecimiento en futuras actuaciones.
Su faena en Santander evidenció el crecimiento y la madurez de un torero que sabe combinar valentía con sensibilidad y que ansía mostrar lo mejor de su toreo en próximas citas.
Fernando Adrián impone la fuerza del viento norte en Cuatro Caminos
Fernando Adrián desplegó en el coso de Cuatro Caminos una tauromaquia de hondura y rotundidad, reflejo del viento norte que sopla con fuerza en Santander. Su primera actuación, ante un astado que exigía temple y mando, evidenció un dominio pausado y progresivo, marcando un pulso constante que fue ganando en intensidad y profundidad. El madrileño supo administrar la embestida, haciendo gala de una ligazón sólida y un trazo pleno de sentido, rematando con unas ajustadas bernadinas que encendieron al tendido y coronó con una estocada fulminante que le valió las dos orejas.
Frente al sobrero, también de notable trapío, Adrián volvió a mostrar su temple con un inicio a hinojos que conquistó al público, aunque el animal, de noble pero limitada clase, obligó al diestro a buscar ángulos y tiempos precisos para mantener la continuidad y la emoción.
En suma, Fernando Adrián firmó una tarde de entrega y mando, en la que conjugó la bravura y la fuerza con una tauromaquia meditada y efectiva, confirmando su capacidad para dominar la condición variable de los astados y ganarse con meritoria autoridad el reconocimiento de la afición.
Emilio de Justo: dos orejas, oreja, dos orejas. Cinco orejas.
David Galván: oreja, dos orejas y rabo, oreja. Cuatro orejas y un rabo.
Toro a toro
Emilio de Justo: Dos orejas
Abría plaza un toro fino de hechuras, serio y bien hecho. De Justo lo saludó con verónicas templadas y un precioso quite por chicuelinas. Ya con la muleta, el toro humilló con profundidad por ambos pitones, especialmente por el izquierdo. Emilio ligó tandas con hondura y pulso. Faena de pureza, sin aditivos. La estocada, perfecta. Comienzo rotundo: dos orejas.
David Galván: Oreja
Un toro bizco del derecho, largo y bajo, al que Galván saludó con delantales de buen trazo. En un remate, el toro lo prendió de forma violenta, rompiéndole la taleguilla. Volvió con firmeza. La faena al natural fue de temple y aguante, corrigiendo con maestría las dificultades del toro. Pinchazo y descabello. Una oreja que supo a mucho.
Emilio de Justo: Oreja
Un toro serio, corto de manos y con fijeza. Embistió con verdad en el caballo. En la muleta, De Justo firmó una faena profunda, de toreo en línea recta, especialmente por naturales. Faena con mucha verdad y poco artificio. Falló a espadas, pero la estocada final fue suficiente. Oreja.
David Galván: Dos orejas y rabo
El gran toro de la tarde. De embestida lenta y profunda, Galván firmó una de las faenas más memorables de su carrera. Toreó con una suavidad descomunal, dejando naturales interminables. Brindó a Ruiz Miguel y a su gente de San Fernando. Faena de inspiración, temple y verticalidad. Pinchó una vez antes de una estocada que bastó. El toro, premiado con la vuelta al ruedo. Dos orejas y rabo.
Emilio de Justo: Dos orejas
Más basto y con menos clase que sus hermanos, pero con gran exigencia. De Justo le construyó una faena de poder, muy firme por el derecho, con muletazos de trazo largo y colocación milimétrica. Se impuso desde el principio. Estocada certera, sin puntilla. Dos orejas.
6.º “Platillero”-94
David Galván: Oreja
Toro con mucho que torear. Galván, aún tocado, se fue a por todas. Lo sometió desde el inicio, abriéndole los caminos. Por el izquierdo se dio el toreo más largo y profundo. En el derecho, más complicaciones. Pinchó en el primer intento, descabelló luego, pero la obra ya estaba hecha. Oreja tras una tanda cumbre que levantó al público.
Toro complicado y reservón, con peligro sordo.
Morante dejó su sello en una labor de artista frente a un animal nada fácil. Lo intentó por ambos pitones, dejando momentos aislados de toreo caro, especialmente al natural. Fue volteado sin consecuencias, y aunque no hubo estructura continua, sí detalles de alta expresión. Mal con la espada. Ovación tras aviso.
Animal con genio y escasa entrega.
Ortega impuso su temple desde el inicio. Toreo reposado, inteligente y sin atropellos, especialmente por el pitón derecho, donde llegaron los pasajes más limpios y hondos. Faena de pulso y mesura, con naturales sueltos de cartel. Buena estocada. Oreja.
Toro bravo, con clase y recorrido. Vuelta al ruedo.
Borja se destapó en Roquetas con una faena llena de intensidad y claridad de ideas. Faena completa, con mando, variedad y seguridad. Supo dar distancia, templar y apretar cuando el toro lo pedía. Se metió al público en el bolsillo. Estocada en buen sitio. Dos orejas y vuelta al ruedo para el toro.
Astado sin celo ni emoción.
Pese a la condición deslucida del toro, Morante sacó su paleta de recursos para construir lo poco que había. Toreó con elegancia y sabor, pero sin poder construir faena ligada. Aun así, dejó detalles sueltos que supieron a toreo antiguo. Pinchó. Ovación.
Toro parado, sin clase ni intención.
Ortega tiró de profesionalidad ante un ejemplar que no ofreció opciones. Lo intentó con suavidad, pero el toro ni humilló ni transmitió. Algunos muletazos sueltos bastaron para que el público reconociera el esfuerzo. Ovación.
Toro completo, de nota alta. Vuelta al ruedo.
Cerró la feria Borja por la puerta grande… y por la del toreo serio. Desde el saludo hasta la estocada final, todo tuvo sentido y ligazón. Faena intensa, variada y profunda que reventó los tendidos. Mano baja, ritmo, aguante y emoción. Dos orejas y rabo para el torero, vuelta al ruedo para el toro.
Andy Cartagena firmó una actuación voluntariosa, de exposición y carisma, que se topó con un palco cicatero y una espada que le cerró la Puerta Grande. Su lote de Los Espartales, noble en general pero justo de fondo, permitió el lucimiento parcial de un rejoneador que sigue conquistando públicos con su personalidad arrolladora.
Primero del festejo:
Con ‘Duende’ y ‘Cartago’ brilló especialmente en galopes de costado y banderillas al quiebro. El toro, voluminoso y noble, fue a menos y se refugió pronto en tablas. Remató con tres banderillas cortas y un rejón trasero que no fue suficiente. Aviso y golpe de verduguillo. Silencio tras aviso, con ovación al toro.
Tercero (sobrero):
El titular fue devuelto por lesión y el sobrero, con hechuras pero sin fondo, mostró manso descastado. Cartagena se entregó con solvencia, buscando los terrenos idóneos y sacando lo que el toro tenía dentro. La faena fue de esfuerzo y garra, pero el rejón de muerte volvió a fallar. Ovación con saludos.
Quinto de la tarde:
Buen inicio del toro, que luego se vino abajo. Andy lo aprovechó en los primeros compases con ‘Cartago’ y luego con suertes más efectistas con ‘Baena’ y ‘Bandolero’. Puso un par a dos manos con ‘Pinta’ y mató de medio rejón trasero. Hubo petición de oreja, pero el palco se cerró en banda. Ovación.
Balance: Tres ovaciones sin trofeo, pero con entrega. La espada le privó del premio mayor.
Diego Ventura cuajó una de esas tardes que quedan en la memoria del aficionado. Tres faenas de sello maestro, con temple, exposición y una doma excelsa, marcaron su actuación con la corrida de Los Espartales. Sólo el rejón de muerte impidió un triunfo de puerta grande rotunda, aunque el sevillano la abrió por mérito propio, en una demostración de absoluta conexión con los tendidos cántabros.
Segundo de la tarde:
La faena al segundo fue de enorme dimensión. Ventura toreó con una plasticidad asombrosa y total ajuste, jugándosela en banderillas, con quiebros de cercanías y pureza en los embroques. Lo más vibrante llegó con ‘Bronce’, ejecutando las suertes sin cabezada, lo que encendió por completo al público. El rejón de muerte, trasero y contrario, cayó al segundo intento. Pese a la fuerte petición, el presidente mantuvo su tónica de dureza: ovación con saludos.
Cuarto de la tarde:
El cuarto salió barbeando tablas, pero Ventura le metió en la faena con temple y suavidad. A lomos de ‘Fabuloso’, construyó una faena estructurada, de menos a más, toreando al estribo, galopando paralelo a tablas y dejando banderillas al quiebro con enorme pureza. Remató con cuatro rosas ligadas y un rejón efectivo en dos tiempos. La plaza pidió con fuerza las dos orejas, pero el palco solo concedió una. Oreja con fuerte bronca al palco.
Sexto del festejo:
Ventura remató su gran tarde con una nueva lección de temple y técnica frente al noble sexto. Toreo con suavidad, mando y precisión en los embroques. Conectó desde el primer tercio y volvió a encandilar en las suertes a lomos de ‘Nómada’. Mató al segundo intento y el público le premió con otra oreja. Puerta grande incontestable.
Balance: Dos orejas (una y una) y salida a hombros. Puerta Grande por entrega, maestría y pasión.
Foto: Joao Silva
1º – Para El Cid
Toro serio de clase. El Cid lo recibió con verónicas templadas, cobrando buena embestida. Toreo despacio, mandón y rotundo en muleta. Detalles de mando y quietud. Cuajó tandas largas. Mató de estocada. Oreja.
2º – Para Morenito de Aranda
Toro con fondo y presencia. Morenito cuajó una faena llena de temple y exposición medida. Alternó naturalidad y mando. Estocada pulcra. Oreja.
3º – Para Jiménez Fortes
Astado con movilidad justa. Fortes centró la faena en mano izquierda, intentando ligar series limpias. Labor esforzada pero sin redondear. Mató de una estocada baja. Silencio.
4º – El Cid volvió a la cara del cuarto
Toro complicado con genio. El Cid fue valiente y experimentado: firmeza y toreo de cintura. Finalizó con una media entera. Oreja.
5º – Morenito de nuevo
El mejor toro de la tarde, embistiendo con transmisión y clase. Morenito lo entendió a la perfección: toreo de compás y corte. Matrugada de mando y arte. Dos orejas y salida a hombros.
6º – Jiménez Fortes cerró la feria
Toro exigente y con acometividad medida. Fortes mostró entrega en series por ambos pitones, aunque sin remate final. Ejecución acertada con la espada. Palmas.
1º – Sobrero de Ribeiro Telles
Tras la inutilización del segundo toro, Morante salió con el conocido sobrero. Recibió con alma de orfebre, marcando el pulso con quietud. Firmó series templanas por la izquierda, cosiendo la embestida con toques pausados. La naturalidad habló por sí sola: el toro parecía “dormido” al compás de su muleta. Entró a matar con media estocada que sentenció la obra. Morante salió a hombros… pasada la medianoche. Un acto casi místico.
Morante de la Puebla se encuentra en el momento cumbre de su carrera, pero...¿Veremos algo que no se haya visto en la historia del toreo?
No me cabe duda, ante este maestro de maestros nos podemos esperar cualquier cosa en el mejor de los casos, hay que ir a verlo, MORANTE AHORA Y SIEMPRE!!
Foto: Joao Silva
Silencio y dos orejas
▪ 1º de San Pelayo: Toro sin celo, noble pero sin raza. Ventura templó de salida con ‘Guadalquivir’ y enceló sobre ‘Quirico’. Brilló en banderillas sobre ‘Nómada’ con quiebros en corto y emoción. Con ‘Brillante’ puso las rosas y banderillas al violín con gran doma. Marró con el rejón de muerte y tuvo que usar el descabello. Silencio.
▪ 4º de San Pelayo: De peor condición, manso y deslucido. Ventura mostró poderío con ‘Fabuloso’ y se impuso con entrega y riesgo. Brillante con ‘Bronce’, incluso sin cabezada. Cerró con rosas. Gran rejón de muerte. Dos orejas.
Oreja y silencio tras aviso
▪ 3º de Victoriano del Río: Embistió con calidad de salida. Emilio toreó templado a la verónica. El toro amagó con rajarse, pero el extremeño lo sujetó con oficio y ligazón. Toreo al natural vertical y de clase. Pinchazo y estocada desprendida. Oreja.
▪ 6º de Victoriano del Río: Toro con clase que acabó rajado. Faena asentada y de buena técnica. Emilio lo intentó por ambos pitones, cerrando con manoletinas. El toro se echó antes de la estocada. Aviso y silencio.
Silencio y oreja
▪ 2º de Victoriano del Río: Toro con nobleza de salida, pero se rajó pronto. Talavante lo intentó con disposición, pero sin opción real de lucimiento. Silencio.
▪ 5º de Victoriano del Río: Mejor condición. Faena inteligente de Talavante, que aprovechó lo que ofrecía el astado. Series ligadas y momentos de inspiración. Remate con estocada delantera y el toro tardó en caer. Oreja.
-Diego Bastos: Oreja y vuelta al ruedo tras aviso
-Bruno Aloi: Oreja y ovación tras aviso
-El mene: Ovación y ovación tras aviso
Toro a toro
▪ 1º novillo: Armónico de hechuras y agradable de cara. Bastos lo recibió a portagayola con valor. El utrero embistió con codicia, sobre todo por el pitón izquierdo, por donde llegaron los mejores momentos de una faena limpia, ligada y de temple. Estocada entera y oreja tras petición.
▪ 4º novillo: Con cuajo y buena condición inicial. Bastos lo saludó con garbo y brindó al tendido joven. Faena de buena disposición por ambos pitones, aunque el novillo se apagó pronto. Remató de rodillas. Pinchazo y estocada. Vuelta tras leve petición.
▪ 2º novillo: De buena presencia, aunque algo suelto en los inicios. Bruno Aloi lo recibió con verónicas firmes y lo toreó con mucha entrega. Faena templada, intercalando momentos de ajuste con otros más de cara al tendido. Terminó con manoletinas de rodillas. Pinchó dos veces antes de la estocada. Ovación tras aviso.
▪ 5º novillo: El menos hecho del encierro. Muy noble pero sin raza. Aloi tiró de corazón y se metió entre los pitones, recibiendo una voltereta al entrar a matar con fe. Estocada y oreja ganada a ley.
▪ 3º novillo: Bajo de hechuras, colorado y de pitones acodados. El Mene lo saludó con dos faroles y verónicas elegantes. Faena de buen corte, aunque sin eco por la escasa transmisión del novillo. Estocada al segundo intento. Ovación.
▪ 6º novillo: El más serio de la tarde. Embistió con clase pero buscó siempre tablas. El Mene se impuso con gusto y firmeza, pero la falta de fondo del utrero impidió que la faena tomara vuelo. Estocada a la segunda y ovación tras aviso.
La expectación por ver a Roca Rey en la Feria de la Madeleine era máxima. El "No hay billetes" colgado días antes tenía mucho que ver con su nombre. Sin embargo, el lote de El Parralejo, justo de fuerza y de raza, impidió que la tarde tomara vuelo. El peruano estuvo por encima de sus dos toros, pero no encontró el material necesario para desatar la emoción a la que acostumbra.
🔹 Segundo de la tarde (2º) – Castaño, con buen tranco de salida pero muy justo de fuerzas:
Salió con clase, lo aprovechó Clemente en el quite, y Roca respondió con uno propio. Brindó al público y comenzó la faena de rodillas, buscando encender la plaza desde el inicio. Supo administrar muy bien las pausas para cuidar al toro. La faena fue limpia, muy medida y técnica, sin errores, pero imposible apretar a un toro tan justo. Hubo cercanías y dominio, pero faltó transmisión.
Entró a matar con decisión y dejó una buena estocada.
Resultado: Saludos desde el tercio tras leve petición.
🔹 Quinto de la tarde (5º) – Toro alto, serio, bien hecho pero sin raza:
Roca lo recibió con determinación, saliéndose hacia los medios con el capote. En varas, el toro empujó con la cara abajo, especialmente por el izquierdo. Tras un volantín en banderillas, el toro llegó al último tercio muy justo.
Brindó de nuevo al público, pero el toro, sin celo ni clase, no permitió la explosión. A pesar de ello, Roca Rey logró una serie de naturales de buen trazo y lo mató de estocada entera y efectiva.
Resultado: Palmas.
FOTOS: ANDRÉ VIARD
La elegancia de Juan Ortega volvía a Mont de Marsan con la esperanza de encontrar un toro con ritmo para desplegar su toreo clásico, barroco y de inspiración sevillana. Pero el lote de El Parralejo que le correspondió fue una losa: dos toros desfondados, sin transmisión y con constantes pérdidas de manos que impidieron cualquier lucimiento.
🔹 Primero de la tarde (1º) – Castaño, cuajado y con intención al principio:
Ortega lo recibió con suavidad, pero el toro se pegó un volantín en los primeros compases. Aunque fue bravo en dos encuentros con el caballo, empezó a perder las manos, y esa fue la tónica de toda la faena. El sevillano quiso confiarse con ambos pitones: el derecho, sin transmisión, y el izquierdo, con algo más de humillación pero sin motor. Al venirse el toro a menos, Ortega abrevió con sensatez. Mató de estocada.
Resultado: Silencio.
🔹 Segundo de su lote (4º) – Melocotón, con cuajo, pero sin clase:
El toro, abierto de cara, salió con nobleza pero sin motor. Tomó tres puyazos al relance y siguió perdiendo las manos en los primeros muletazos. Ortega intentó, como es habitual en él, dibujar el toreo, pero era un animal sin fondo ni empuje. Pese a probar por ambos pitones, el toro no ofreció ninguna opción. Decisión correcta la de abreviar. Mató de pinchazo y estocada entera.
Resultado: Silencio.
FOTO: ANDRÉ VIARD
La del 18 de julio era una tarde especial para Clemente, torero francés y muy vinculado a Mont de Marsan. Con el cartel de "No hay billetes" colgado días antes, el ambiente estaba servido, y aunque el juego de los toros de El Parralejo condicionó toda la función, el torero bordelés fue quien más se acercó al triunfo en una corrida que pedía a gritos algo que la encendiera.
🔹 Primer toro de su lote (3º de la tarde):
Clemente no esperó a que el toro se definiera. Desde el centro del ruedo, comenzó la faena directamente por derechazos, ligando tres series con empaque y limpieza, y otra al natural de buen trazo. Fue una faena de inteligencia y ritmo, sabiendo administrar al toro antes de que se viniera abajo. A pesar del bajón final, mantuvo el interés del público hasta el final. Mató de estocada trasera y hubo petición de oreja, pero el palco no la concedió. Saludó ovación.
🔹 Segundo de su lote (6º de la tarde):
Fue el mejor toro del encierro dentro de lo que se lidió. Negro, alto y bien hecho, se desplazó con algo más de tranco. Clemente lo aprovechó con una faena de corte clásico, muy en su estilo, toreando con largura y cadencia. Hubo muletazos de bella factura, naturales limpios y series rematadas con gusto. Cerró su actuación con unas luquesinas que calaron fuerte en el tendido. Sin embargo, la espada, que cayó algo baja, pesó en la decisión final. Saludó palmas.
🔸 Resumen artístico:
Clemente dejó en evidencia que está en un gran momento, con una madurez evidente, gusto clásico y recursos. Su tarde fue la más completa del cartel, y si no tocó pelo fue por detalles puntuales con la espada. El público lo reconoció con dos ovaciones sentidas. Fue el torero que sostuvo la corrida.
FOTO: ANDRÉ VIARD
Novillada nocturna en La Línea: Miriam Cabas debuta a lo grande:
La novillera de Los Barrios supo aprovechar la calidad de su primer astado, especialmente por el pitón derecho, y conectó rápidamente con los tendidos. A pesar de pinchar antes de la estocada final, logró una oreja de peso. Su segunda actuación fue una auténtica prueba de madurez: se sobrepuso a los nervios del debut, cuajó muletazos firmes y resolvió con una estocada certera que le valió el doble trofeo.
Por su parte, Juan Jesús Rodríguez conquistó al público desde el primer momento. Valeroso y entregado, lidió a un eral con movilidad y emoción, logrando una faena compacta que rubricó con dos orejas. Frente al sexto, más complicado y con menos entrega, volvió a tirar de recursos, dejó una buena impresión y sumó un tercer trofeo.
Ignacio Candelas, que abría cartel, dejó destellos de torería, pero la espada le cerró la puerta grande. En su primero, templó y conectó, pero falló con el acero. En su segundo, tras una voltereta que heló la plaza, se repuso con coraje y se pegó un arrimón que emocionó. Paseó una oreja de mérito.
FOTOS: ANDRÉ VIARD
FERNANDO ROBLEÑO, ovación y oreja.
DAMIÁN CASTAÑO, silencio.
JUAN DE CASTILLA, ovación.
Ganado: José Escolar Gil – con la fijeza, presencia y pelea que caracterizan a esta legendaria ganadería torista francesa.
Lindo toro de presencia clásica. Fernando Robleño salió decidido, toreando con firmeza por ambos pitones. Faena técnica y solvente, aunque le faltó motor en el tramo final. Mató de una estocada tras aviso. Palmas.
Segundo astado serio, coderudo y con motor. Castaño tiró de corte y mano baja, dejando tandas templadas que levantaron la afición. El toro colaboró sin exigir al máximo. Estocada limpia. Oreja.
Toro de comportamiento bastante apagado desde el capote y sin mucha transmisión. Juan de Castilla realizó una faena estimable, cuidando la colocación y el control de terrenos. Estocada certera. Saludó desde el tercio.
Un toro con nobleza pero algo justo de fuerzas. Robleño aprovechó los trazos de calidad en los primeros pasajes, sin embargo el animal se vino abajo pronto. Faena de mérito técnico que no redondeó por la espada. Palmas tras aviso.
Firme toro con recorrido medido. Castaño se entregó con mando y firmeza, dejando tandas por ambos pitones y alternando el temple con la colocación. Estocada efectiva. Oreja.
Cerró la tarde un toro más deslucido, sin motor y sin entrega. Juan de Castilla, en actitud, intentó ligar la faena, pero el gris toro marcó el final. Media estocada y descabello. Silencio.
La corrida de Escolar Gil cumplió bien la nota torista: presencia, fijeza y transmisión, aunque algunos toros no terminaron de romper.
Castaño fue el triunfador claro, con dos orejas por faenas templadas y de mando.
Robleño mostró oficio y técnica, y resultó ovacionado.
Juan de Castilla dejó voluntad y toreo técnico, aunque la falta de colaboración le impidió redondear.
Santiago Martín nació en el pequeño municipio salmantino de Vitigudino, el 18 de julio de 1938, de donde tomaría su apodo taurino. Desde muy joven se sintió atraído por el mundo del toro, participando en capeas por los pueblos de Castilla y formándose con enorme humildad y entrega. Su toreo clásico y sobrio lo distinguió desde sus primeros pasos.
Debutó como novillero con caballos en 1959 y muy pronto comenzó a destacar por su elegancia, temple y extraordinaria capacidad para ligar muletazos con suavidad y firmeza.
Recibió la alternativa en Madrid el 13 de mayo de 1961, con Antonio Bienvenida como padrino y Gregorio Sánchez como testigo, lidiando toros de la ganadería de Antonio Pérez. Esa misma temporada confirmó su alternativa en Las Ventas el 18 de mayo, apenas cinco días después, dejando una gratísima impresión.
Durante los años 60 y primeros 70 fue el torero más regular y poderoso del escalafón, rivalizando con otras grandes figuras como Diego Puerta, Paco Camino, El Cordobés o Palomo Linares.
“El Viti” es considerado uno de los mejores toreros de la historia por su pureza, clasicismo, valor sereno y ortodoxia. Su concepto del toreo era sobrio y técnico, basado en el temple, la colocación y la naturalidad. Pocos como él entendieron tanto a los toros y los llevaron con tanta suavidad por la muleta.
Fue un auténtico referente de la escuela salmantina, y su figura fue respetada dentro y fuera de los ruedos por su integridad, seriedad y compromiso con la tauromaquia.
SERGIO SÁNCHEZ, palmas y silencio tras aviso
EL MENE, silencio y oreja.
JAVIER ZULUETA, silencio tras aviso y ovación tras aviso.
Iker Fernández sufrió dos volteretas en su faena, pero mató al novillo antes de ser trasladado a la enfermería. Labor accidentada e intensa. Silencio.
Animal noble y sin fuerza extendida.
El Mene, en su segundo novillo (cuarto del festejo), cuajó la mejor faena de la noche. Brindó, lidió con temple, trazó buenos naturales y derechazos de gran mérito. Única oreja de la noche para él.
Se le paró pronto, falta de recorrido.
Javier Zulueta, clásico y elegante, dejó algún detalle con la izquierda, pero la irregularidad del novillo no permitió continuidad. Silencio.
Novillo sin fondo ni carga.
Sergio Sánchez firmó faena voluntariosa, aunque sin cierre, antes de los percances. Silencio
Mejor presentado del lote, con repetición y ritmo.
Javier Zulueta insistió por el pitón izquierdo y firmó pases de buen trazo, aunque no redondeó del todo por falta de recorrido. Silencio.
Último novillo, manso y apagado.
Sergio Sánchez, tras lesionarse, regresó y lidió el burel. Lo recibió por chicuelinas y logró algunos pasajes vibrantes por ambos pitones, pero la condición del animal limitó la faena. Silencio.
FOTOS: ANDRÉ VIARD
MIGUEL ÁNGEL PERERA, ovación tras aviso y dos orejas
EMILIO DE JUSTO, silencio y ovación tras aviso
TRISTÁN BARROSO, oreja tras aviso y palmas tras aviso
Ganado: Santiago Domecq – presentación correcta, nobleza notable, aunque falta de raza según informan fuentes locales.
1º – Miguel Ángel Perera
Animal con salida abanto y noble. Perera lo recortó a portagayola y lo llevó al caballo con temple. En la muleta impuso un toreo sobrio, manos bajas y ligazón. Mató de estocada efectiva. Silencio.
2º – Emilio de Justo
Toro noble, pero más apagado que el anterior. Justo lo supo templar y dio tandas con buen trazo, aunque sin explosión. Faena de corte clásico, rematada con una estocada limpia. Palmas.
3º – Tristán Barroso
El más basto del lote. Barroso le dio varios doblones en los medios, intentando ligar series. Toro con poca transmisión, y la faena duró lo suyo hasta que Barroso enterró una estocada con puntilla. Silencio.
4º – Miguel Ángel Perera
Segundo de su lote: cotado y armónico. Perera lo citó limpio y lo llevó al caballo con gracia. Con la muleta tiró de mando y temple, pero el toro se vino abajo pronto. Faena amable, estocada trasera. Palmas tras aviso.
5º – Emilio de Justo
Animal más encastado y con recorrido. Justo lo aprovechó con series por el pitón derecho de buen calado, y natural encajado. Mató con una excelente estocada. Oreja merecida por ser la mejor faena de la tarde hasta entonces .
6º – Tristán Barroso
Cerró la tarde un toro de menos presencia y sin motor. Barroso lo llevó con oficio, aunque el toro no colaboró. Terminó muriendo tras media y descabello. Silencio.
La corrida de Santiago Domecq cumplió por presentación y nobleza, aunque faltó fuelle y raza.
Perera estuvo sobrio, firme y con oficio, sin premios por la muerte.
Emilio de Justo logró el protagonismo al cortar la única oreja de la tarde, con faena técnica y profunda.
Barroso cumplió con entrega, pero no logró redondear sus actuaciones.
Si Fernando fundó la dinastía, Rafael "El Gallo" fue quien le dio alma. Nacido en el 17 de julio de 1882 en Madrid, Rafael heredó de su padre el amor por el toro, pero también un temperamento artístico, imprevisible y único.
En los ruedos era un torero capaz de lo mejor y lo peor. Se decía de él que cuando estaba "inspirado", toreaba como los ángeles. Pero cuando no, huía del toro con tanta gracia como valentía se esperaba de él. Su apodo más popular, "el Divino Calvo", lo decía todo: Rafael no era un torero de técnica ni de fuerza, sino de duende, de genio puro, y de momentos inolvidables.
Lo suyo no era el valor crudo. No pretendía ser héroe. Rafael toreaba para sí mismo, y si sentía miedo, lo mostraba con desparpajo. Esa sinceridad, mezclada con su carisma, lo convirtió en una figura profundamente humana. Muchos lo querían no por lo que hacía, sino por lo que era.
Sus compañeros lo respetaban, pero también sabían que era un torero “de inspiración”. El público lo adoraba o lo silbaba sin piedad. Y aún así, su fama cruzó las fronteras del arte puro para instalarse en la historia de la tauromaquia como una leyenda.
Frases y anécdotas
Una de las frases más conocidas de Rafael es:
"Hay gente pa to’",
en respuesta a un filósofo que le confesó que era… aficionado a los toros.
Contaban que en una corrida, tras una espantada que provocó las risas del público, Rafael se volvió a los tendidos y dijo:
"Si yo supiera torear, ¿usted cree que estaría aquí delante del toro?"
–Jueves 18 de septiembre: Morante de la Puebla, José María Manzanares y Alejandro Talavante.(Toros de El Capea)
–Viernes 19 de septiembre: Ginés Marín y Víctor Hernández.(Toros de José Vázquez)
–Sabado 20 de septiembre: Miguel Ángel Perera, Daniel Luque y Fernando Adrián.(Toros de Alcurrucén)
–Domingo 21 de septiembre: Sebastián Castella, Pablo Aguado y Tomás Rufo.(Toros de Zalduendo)
Fotos de André Viard
MORENITO DE ARANDA, palmas tras aviso y palmas tras aviso
DANIEL LUQUE, dos orejas y ovación tras aviso
BORJA JIMÉNEZ, palmas tras aviso y palmas
Fuente Ymbro
Recibe a portagayola con limpieza. En varas, bravía entrada en el caballo; luego el toro se acelera y se avisa. Quite muy ajustado de Luque. Morenito desarrolla una faena de oficio con temple, defendiendo cada muletazo, aunque sufre un aviso tras tres pinchazos. Silencio.
El toro, premiado con vuelta al ruedo, empuja con fuerza en varas y derriba al picador. Faena de altísimo temple, con series de naturales y derechazos de bellísima factura. Luque cuaja una obra con clase, remate con estocada contundente. Dos orejas y vuelta al ruedo
3º – Borja Jiménez
Toro delicado, con ritmo irreglar y "teclas" que no permiten acoplarse. Borja logra momentos por ambos lados pero no consigue redondear la faena. Pincha y recibe aviso. Silencio.
Brinda al público y traza verónicas con gusto. Toro noble pero sin transmisión. Toma temple sobre la mano izquierda y baja la mano en buenos naturales. Media estocada. Palmas.
Otro toro de buena condición. Saludado con verónicas, prendido por su capacidad para torear. Faena con muletazos cargados de mando, especialmente profundos. Se le escapa el trofeo por un fallo con la estocada. Palmas y saludos.
Toro cinqueño, presentado bien. Borja hace tanda buena sobre la diestra, pero el animal se apaga pronto. Estocada defectuosa y uso del descabello. Palmas.
La corrida de Fuente Ymbro ofreció buenas condiciones en algunos toros, pero faltó transmisión en varios momentos.
Morenito mostró gran oficio y entrega, aunque su labor quedó pendiente por la espada.
Daniel Luque fue el triunfador brillante: dos orejas y vuelta al ruedo, con dos faenas de gran toreo.
Borja Jiménez expuso voluntad, no pudo redondear y su faena fue valorada con silencio o palmas.
–Sabado 9 de agosto: Sebastián Castella, José María Manzanares y Emilio de Justo (Toros de Alcurrucén)
– Domingo 10 de agosto: Morante de la Puebla, Alejandro Talavante y Daniel Luque (Toros de Garcigrande)
– Viernes 15 de agosto: Miguel Ángel Perera, Daniel Luque y Fernando Adrián (Toros de Victorino Martín)
-Viernes 19 de septiembre: Sebastián Castella, Alejandro Talavante y Tomás Rufo.(Toros de Victoriano del rio)
-Sabado 20 de septiembre, novillada matinal: Javier zulueta, Martín Morilla y Victor.(Novillos de Gallon)
-Sabado 20 de septiembre: José María Manzanares, Roca Rey y Aarón Palacio, que tomará la alternativa.(Toros de Jandilla)
-Domingo 21 de septiembre, corrida de toros matinal: Marco Pérez y olga casado.(Toros de Juan Pedro Domecq y novillos de Garcigrande)
-Domingo 21 de septiembre: Miguel Ángel Perera, Daniel Luque y El Rafi.(Toros de la Quinta)
-Martes 9 de septiembre: Antonio Ferrera, El Fandi e Ismael Martín.(Toros de Guadaira)
-Miercoles 10 de septiembre: João Ribeiro Telles y los novilleros Sergio Rollón y Pedro Rufo.(Novillos de David Ribeiro Telles para rejones y novillos de La Cercada)
Con la finalización de la Feria de San Fermín 2025, la Casa de Misericordia de Pamplona ha hecho públicos los esperados premios que reconocen lo más destacado del serial en el apartado ganadero.
El prestigioso Premio de la Feria del Toro 2025 ha recaído en la ganadería de José Escolar, por su seria y encastada corrida lidiada el pasado 12 de julio, a la que hicieron frente Rafaelillo, Fernando Robleño y Juan de Castilla, protagonizando un festejo cargado de emoción, riesgo y verdad ante un encierro con el hierro abulense que mantuvo el interés desde el primer hasta el último toro.
En cuanto al Trofeo Carriquiri, destinado al toro más bravo del ciclo, ha sido compartido este año por dos ejemplares que dejaron huella en la plaza pamplonesa:
‘Lioso’, número 24, de Cebada Gago, lidiado el 9 de julio en quinto lugar por Pepe Moral, quien le cortó una oreja de peso tras una faena llena de firmeza ante la bravura exigente del astado.
‘Histórico’, de la ganadería de Jandilla, que saltó al ruedo el pasado 11 de julio como tercer toro del lote de Pablo Aguado, dejando una embestida humillada y con clase que permitió ver el toreo al natural con temple y pureza.
Con estos galardones, Pamplona cierra un San Fermín de marcado carácter ganadero, en el que el toro ha vuelto a ser protagonista indiscutible.
"Historico" de Jandilla lidiado por Pablo Aguado
Fotos de plaza de toros de Pamplona
Plaza de toros de Pamplona, Navarra. Último festejo de la Feria de San Fermín 2025. Lleno. Toros de Miura,
• MANUEL ESCRIBANO, ovación tras aviso y ovación tras aviso
• DAMIÁN CASTAÑO, ovación y ovación
• JESÚS ENRIQUE COLOMBO, oreja y oreja con petición de la segunda
1º "DIVORCIADO", nº 73, negro zaino, nacido el 03/21, de 595 kilos.
La tarde en Pamplona arrancó con intensidad. Manuel Escribano, fiel a su concepto, se fue a la puerta de chiqueros a recibir al primero de Miura. Resolutivo el saludo, con una larga cambiada que marcó el inicio de una lidia entregada. El de Zahariche, largo de hechuras, metió la cara con nobleza en el capote, aunque pronto evidenció la justa fuerza que condicionaría el resto de la faena. Chicuelinas al paso para llevarlo al caballo, donde se midió mucho el castigo en dos encuentros leves. Perdió las manos varias veces. Damián Castaño quitó por verónicas con gusto.
En banderillas, Escribano compartió el tercio con Colombo, dejando un primer par de gran exposición, citando al toro de frente y clavando arriba. El brindis al público precedió una faena de entrega y temple. Citó en los medios con pases cambiados por la espalda, pero el viento, siempre incómodo en Pamplona, dificultó el acople inicial. Con la diestra, Escribano construyó las primeras tandas, cuidando alturas y terrenos ante un Miura noble pero carente de transmisión. Por el izquierdo, logró una tanda de mérito, sacando muletazos limpios y con profundidad. Faena de torero hecho, de profesional solvente y muy técnico, que supo tapar con inteligencia los defectos del astado.
La espada cayó trasera, y tras doblar el toro, volvió a levantarse justo antes de la puntilla. Ovación tras aviso para Escribano, que firmó un notable inicio de corrida.
2º "EMBAJADOR", nº 20, cárdeno oscuro, nacido el 01/21, de 610 kilos.
Damián Castaño no quiso ser menos y fue también a portagayola para recibir al segundo de la tarde. Tuvo que lanzarse al suelo para evitar una colada peligrosa del Miura, que salió con pies pero sin entrega. El toro, largo y alto pero con menos expresión que su hermano anterior, mostró desde el principio su falta de celo. En el caballo apenas se empleó, cumpliendo sin más. Tampoco humilló en el capote ni durante la lidia; siempre con la cara arriba, sin entrega ni recorrido. Colombo hizo su debut en la tarde con un quite por navarras que encendió tímidamente al tendido. El tercio de banderillas estuvo marcado por la espera del toro, midiendo y quedándose corto en los embroques.
Con la franela, Castaño se mostró dispuesto, intentando encelar y alargar una embestida que no existía. El Miura, agarrado al piso, apenas se movía y medía con peligro. Por el pitón izquierdo fue más corto aún, sin permitir ligazón ni limpieza. Aun así, el salmantino supo robarle muletazos limpios, con técnica y decisión. Resolutivo con la espada: media estocada efectiva en buen sitio. Ovación para el torero por su entrega ante un toro sin opciones.
3º "JABATO", nº 69, sardo chorreado, nacido el 03/21, de 615 kilos.
Serio y amplio de sienes, el tercero salió con pies pero sin fijeza. Jesús Enrique Colombo no pudo lucirse de capa por la condición suelta del astado, aunque se atisbó cierto fondo en algunas arrancadas. Buen puyazo de Gustavo Martos, con el toro metiendo la cara. Se le dosificó el castigo en el segundo encuentro.
Colombo compartió banderillas con Escribano, ganándose el favor del tendido de sol con habilidad y entrega, especialmente ante la animación de las peñas. Un tercio vibrante que conectó con fuerza con el público. El venezolano brindó el toro al respetable.
Con la muleta, se fue directamente al centro del ruedo. Por el pitón derecho, el de Miura repitió con movilidad pero sin clase, soltando la cara tras cada muletazo. El toro fue apagándose pronto. Mejoró el trasteo por el izquierdo, donde Colombo supo darle sitio y temple para hilvanar una tanda limpia y con estética, tirando del animal hasta donde pudo. Persistente al natural, sacó muletazos de mérito en una labor técnica y de actitud, tapando las muchas carencias del toro.
Cerró con molinetes y un pase de pecho que dejó buen sabor de boca. Mató de una estocada algo desprendida pero efectiva. Oreja ganada a pulso.
4º "CHORICERO", nº 08, cárdeno oscuro, nacido el 12/20, de 620 kilos.
Manuel Escribano volvió a brindarse al público navarro con una limpia larga cambiada de rodillas a portagayola para recibir al cuarto, un Miura cárdeno, largo, bizco del pitón izquierdo y de lomo recto. El toro se mostró huidizo de capa, sin fijeza y con tendencia a salir suelto de los lances.
Se enceló con el caballo en el primer encuentro, pero su pelea fue más breve en el segundo puyazo. Escribano volvió a compartir el tercio de banderillas con Colombo en un momento tenso, pues el toro ya empezaba a desarrollar sentido. Hubo exposición y apuros, especialmente al tercer par, que Escribano logró clavar con mérito pese a la dificultad.
Brindó su faena desde tablas, y con la muleta comenzó con aplomo con un pase por alto y otro de pecho junto a las tablas. El inicio sobre la mano derecha fue prometedor: el toro embistió con cierta entrega, y Escribano lo entendió a la perfección, toreando largo y con ligazón, lo que hizo sonar la música en el tendido.
Sin embargo, el de Miura pronto se apagó, tardeando y ofreciendo embestidas más deslucidas. Por el izquierdo no tuvo recorrido, y por el derecho fue haciendo amagos de rajarse, acortando la embestida.
El sevillano cerró con manoletinas mirando al tendido antes de irse a por la espada. Escuchó un aviso tras un pinchazo y una media estocada efectiva. Ovación a su entrega.
5º "CHINELO", nº 17, cárdeno oscuro, nacido el 02/21, de 575 kilos.
Damián Castaño recibió al quinto con dos largas de rodillas en el tercio y unos lances a pies juntos que conectaron con el tendido. El toro, bajo, largo y de tipo playero, metió bien la cara en el peto durante el primer encuentro y empujó con fijeza, aunque su empuje fue menor en el segundo puyazo. El de Miura mostró nobleza y un buen galope en banderillas, aunque justo de fuerzas.
Brindó el toro a Miguel Induráin, presente en los tendidos, y comenzó la faena con gusto, llevándolo a los medios con torería. Sobre la mano derecha, Castaño buscó la compostura y la expresión, sacando muletazos limpios y con mensaje. Midió bien las alturas y las distancias, sin someter en exceso a un toro que respondía pero que podía venirse abajo si se le exigía más de la cuenta.
Por el pitón izquierdo, aprovechó con inteligencia la inercia del toro, cuajando una serie de naturales templados y de buen trazo, ganando terreno poco a poco. El epílogo fue vibrante: molinetes de rodillas, dos pases de pecho con la rodilla en tierra y un desplante final que levantaron el ánimo del público.
El pinchazo hondo y el uso del descabello enfriaron opciones de premio. Ovación a su esfuerzo y a su oficio.
6º "LUMINARIO", nº 15, negro mulato listón bragado meano, nacido el 01/21, de 595 kilos.
Amplio de sienes, alto y agalgado el cierraplaza de Miura. Embistió con el pitón contrario al capote de Colombo, saliendo siempre suelto y sin emplearse. Manseó en el caballo, rehuyendo el castigo y evidenciando falta de celo. Intentó el venezolano un quite por lopecinas, condicionado por la mansedumbre del burel, que siempre buscaba la huida. Jesús Enrique y Escribano compartieron por última vez en la feria el tercio de banderillas, destacando el par al violín con el que Colombo calentó el ambiente antes de coger la muleta. Brindó a las peñas, buscando cerrar la feria por todo lo alto.
Con la franela, lo sacó al tercio con doblones poderosos, pero el Miura seguía sin entregarse. Sobre la mano derecha, el toro embistió sin clase, a media altura y con la cara suelta. A pesar de ello, Colombo no se arrugó y tiró de raza y recursos para mantener el interés. La tanda de molinetes de rodillas subió la temperatura en los tendidos y reactivó la faena, breve pero intensa.
Mató de una gran estocada en todo lo alto. Se pidió con fuerza la segunda oreja, pero el palco solo concedió una. Oreja con fuerte petición de la segunda que cerró una tarde de oficio, voluntad y emoción frente a la leyenda de Miura.
Fotos de plaza de toros Pamplona
Ganadería: La Palmosilla – ejemplares bien presentados con capacidad, movilidad y movilidad, aunque no todos rompieron por completo.
Toreros: Saúl Jiménez Fortes, Fernando Adrián y Ginés Marín.
Toro con movilidad, respondió con celo nada explosivo. Fortes mostró firmeza, pero la faena no terminó de calar. Sin premio.
Animal serio, exigente; Adrián le puso temple y gusto, sin lograr redondear la faena. Silencio.
Entrada de torero templado, trazó buenos muletazos, pero la falta de raza del toro impidió mayor lucimiento. Palmas.
Segundo toro firme, aunque terminó diminuido. Fortes volvió a intentar con oficio, pero sin premio. Silencio.
Animal bravo y complejo, Adrián conectó con una labor de gran entrega que emocionó al público. Merecida oreja tras serivda estocada. Trofeo cosechado.
Toro con clase, labor templada, notable por momento de gusto. El toro colaboró, aunque sin trofeo. Palmas.
Resumen:
La Palmosilla ofreció un encierro con buena presentación, movilidad adecuada y juego posibilista, aunque no sobresaliente.
Fortes mostró oficio en sus dos toros, pero no encontró premio.
Fernando Adrián cuajó una faena redonda al quinto, la única oreja de la tarde.
Ginés Marín fue torero, templando bien ambos toros, con momentos intensos que emocionaron.
Ambiente de llena y expectación, en una tarde de buen toreo aunque con pocos trofeos.
Resumen: destacada la lidia y temple, con Adrián como triunfador. Fortes y Marín cumplieron con oficio y dignidad, ante un lote que facilitó mimbres pero exigió oficio más que casta. Una tarde de toreo serio en Pamplona.
Fotografias de André Viard
Plaza de Toros de Céret (Francia)
Ganado: Sobral – presentación seria, exigencia y movilidad, pero carentes de fondo y raza en general.
Cartel: Curro Díaz, Fernando Robleño (despedida definitiva en este coso) y Juan de Castilla .
Toro con trapío, serpenteante, metido. Cumplió en varas pero sin romper luego. Curro buscó ligazón, pero las embestidas fueron descompuestas y sin celo. Una faena de esfuerzo, sin redondear por la condición del toro. Silencio.
Idilio emocional con el coso: toro serio y algo distraído. Robleño lo mimó, intentando sacarle réditos en tandas de mano baja, con paseíllo emotivo por su despedida. El ejemplar protestaba y no humillaba; la ovación fue para el torero. Palmas para Robleño en su adiós en Céret.
Exigente y serio. El torero colombiano mostró firmeza ante un lote frío. Extrajo momentos de temple con series por el derecho, aunque sin continuidad en el conjunto. Ovación para el esfuerzo.
Segundo toro más noble del encierro, con más calado. Díaz puso mostradores y mano baja. Pasajes de buen trazo, aunque el toro se apagó con el paso de los muletazos. Silencio.
Hermoso pero encastado, con movilidad y peligro. Robleño volvió a entregar su mejor versión: naturales de buen corte y emoción en cada muletazo. El público lo apoyó en su despedida con cortes y aplausos. Oreja y clamor en su salida final.
Cerró con toro condicionado, sin raza ni entrega. Castilla tiró de oficio para templar en las últimas tandas. Trabajo meritorio pero sin premio. Silencio.
Ganado Sobral: presentó seriedad y movilidad, pero poca casta, salvo excepciones puntuales.
Curro Díaz: brindó dos actuaciones serias, aunque no premiadas.
Juan de Castilla: firmeza y oficio ante un lote exigente.
Fernando Robleño: triunfador moral de la tarde gracias a su despedida; el segundo toro le permitió llevarse la oreja entre ovaciones.
Conclusión: tarde marcada por la emoción de la despedida de Robleño en un coso que le rinde tributo, en una corrida de toros sobrada de clima, pero con un lote que exigió más oficio que pureza. El cariño del público permaneció intacto hasta el final.
Toros de Villamarta – bien presentados y de juego variado
Tarde triunfal en Moraleja, donde los tres espadas salieron a hombros tras un festejo cargado de entrega y toreo con sabor. El coso cacereño vibró con el buen hacer de una terna veterana y comprometida.
🔸 José Garrido, pese a llegar mermado tras un percance reciente, cuajó la faena grande de la tarde. Con determinación y temple, desorejó a sus dos enemigos y fue el triunfador numérico del festejo.
Dos orejas y dos orejas
🔸 Antonio Ferrera tiró de raza y oficio. A su primero lo exprimió con firmeza, y al segundo le sacó partido con recursos de torero hecho.
Oreja y dos orejas
🔸Uceda Leal ofreció su versión más clásica y ortodoxa. Su faena fue de gusto y torería, con naturales de gran corte.
Oreja y oreja
Resultado final: Nueve orejas y salida a hombros de los tres toreros. Un broche de oro para la feria moralejana.
RAFAELILLO, silencio y oreja
• FERNANDO ROBLEÑO, ovación y silencio tras aviso
• JUAN DE CASTILLA, oreja tras aviso y silencio tras aviso
Toros de José Escolar
TORO A TORO
1º "DIPUTADO", nº 48, cárdeno bragado, nacido el 04/21, de 600 kilos.
Toro de imponente seriedad, largo y alto, al que el murciano saludó de forma valerosa con larga cambiada. Escolar frío, reservón y sin humillar, que no se empleó ni en varas ni en banderillas. En la muleta, Rafaelillo estuvo firme y técnico, robándole muletazos a cuenta gotas por el derecho. Muy incierto y deslucido por el izquierdo. Estocada defectuosa y silencio tras la lidia.
2º "SEÑORITO", nº 69, negro bragado entrepelado, nacido el 03/21, de 570 kilos.
Con clase en el saludo capotero, aunque fue apagándose en los tercios. Cumplió justo en el primer puyazo y se rajó en el segundo. En la muleta, Robleño le planteó faena con firmeza, logrando pasajes por el derecho con cierta ligazón y temple, aunque el de Escolar exigía por su corta embestida. Le sacó naturales aislados por el izquierdo, donde el animal protestaba más. Estocada tras pinchazo. Ovación.
3º "CHATARRERO", nº 19, cárdeno bragado, nacido el 11/19, de 525 kilos.
Toro serio, bien armado y cumplidor en varas. Juan de Castilla inició con valentía de rodillas y cuajó tandas de mérito por ambos pitones, especialmente por el izquierdo, donde el toro humillaba mejor aunque se vencía. Tuvo que tragar y aguantar. Estocada efectiva tras emoción en el epílogo. Oreja y ovación al toro en el arrastre.
4º "CALLEJERO", nº 40, cárdeno bragado meano, nacido el 11/19, de 540 kilos.
Salió arreando y ya en portagayola puso en apuros a Rafaelillo, que lo recibió con valor. Toro con peligro sordo, que medía mucho en banderillas. En la muleta, Rafaelillo sacó su raza y se lo puso todo. Le plantó cara, lo sometió con mando hasta que el toro lo prendió dos veces con violencia. Aún así, volvió a la cara del toro y rubricó con estocada entera. Oreja de ley. Camino a la enfermería.
5º "CARTERO", nº 44, cárdeno bragado meano corrido, nacido el 11/19, de 595 kilos.
Muy serio por delante, de los más cuajados del encierro. Buen saludo capotero y excelente tercio de banderillas de Iván García. En la muleta, Robleño cimentó su faena sobre el izquierdo, logrando naturales largos y templados en una labor de mucho conocimiento. Por el derecho, protestaba más el toro. Faena sólida y madura. Pinchazos antes de coger el descabello. Aviso. Ovación.
6º "TOBILLERO", nº 39, cárdeno bragado meano, nacido el 01/21, de 590 kilos.
Muy serio, ofensivo por delante y de los más difíciles del encierro. Manso, reservón, sin celo y con peligro. No humilló ni en capote ni en muleta. Juan de Castilla lo intentó con exposición, sin quitarse, pero fue imposible hilvanar faena por la falta total de entrega del astado. Media estocada y otra posterior. Aviso. Silencio para el torero. Pitos al toro.
Gran tarde para el diestro Frances Sebastian Castella, lidió un encierro con astados de las ganaderias: Domingo hernandez, Jandilla y Pedraza de Yeltes.
bien presentados pero dispares de hechuras y algunos de peso, destacando la presentación del sexto de la tarde. Variados en su juego y comportamiento, sobresaliendo los bravos quinto de Domingo Hernández y sexto de Pedraza de Yeltes. Manejable el primero y cuarto. Justos de fuerzas segundo y tercero. estuvo firme, no como en pamplona que dos de los mejores toros de toda la tarde dejó que los aprovechara de mejor maneras las mulillas...Enhorabuena al diestro.
Viernes 11 de julio:
Toros de Jandilla y Vegahermosa para los matadores:
• JUAN ORTEGA, silencio y silencio
• ROCA REY, silencio tras dos avisos y silencio tras aviso
• PABLO AGUADO, ovación y silencio
-TORO A TORO:
1º "ESPÍA", nº 06, negro mulato chorreado, nacido el 10/20, de 565 kilos.
Este toro para el maestro Sevillano Don Juan ortega, su toro de salida es cornidelantero, ancho de sienes, y fino de echuras, el toro tiene nobleza y buena embestida, despues del primer pullazo realiza un quite por chicuelinas, muy templadas y ceñidas, cuando intenta traerse atras la embestida del toro, el toro se cuela y casi lo arrolla. El toro se afloja un poco despues del tercio de banderillas y pierda un poco de compás.
Unos ayudados por bajo con mucho temple y profundidad son los que inician la faena del maestro, el toro notablemente se viene abajo, empieza a mansear, marca querencias y pierde el celo en la muleta. Dos estocadas poco acertadas hace que la faena quede en silencio.
2º "GORRERO", nº 07, colorado bragado corrido salpicado girón, nacido el 10/20, de 550 kilos.
Roca rey recibe al toro a pies juntos, se echa el capote a la espalda y termina el recibimiento de capote con un quite de defrente por detras muy ceñido.Toro noble y móvil. Roca Rey lo citó de rodillas y trazó pases de pecho y redondos de mando. La faena tuvo temple, pero se alargó demasiado y el toro llegó agotado. Espada defectuosa tras dos avisos .
3º "HISTÓRICO", nº 108, negro mulato, nacido el 11/19, de 555 kilos.
Bravo ejemplar con clase y recorrido. Aguado extrajo temple puro con naturales limpios y muletazos verticales. Una faena de alto gusto artístico, considerada lo mejor de la tarde. Perdió trofeo por fallo con la espada.
4º "VINAZA", nº 12, melocotón, nacido el 12/20, de 595 kilos.
Toro poderoso pero deslucido. Ortega lo llevó con solvencia y valentía, destacando los doblones por el pitón derecho. Terminó con media estocada tendida. Faena firme, pero repetitiva por el bajo fondo del toro.
5º "VIPERINO", nº 63, negro mulato, nacido el 11/20, de 535 kilos.
Comenzó serio y manso, protestando en banderillas. Roca Rey lo intentó, pero el toro no terminó de romper. Una faena noble pero deslucida; la espada falló.
6º "SIBARITA", nº 87, castaño, nacido el 10/20, de 550 kilos.
Se movió sin clase, sin humillar. Aguado dio tandas templadas, especialmente al natural, pero sin regularidad. Falló con el acero.
-Ortega mostró cadencia y torería, pero el acero le jugó una mala pasada.
-Roca Rey tuvo dos faenas con momentos vibrantes, pero alargadas, y falló con la espada.
-Aguado fue quien levantó la voz artística: faena de gran gusto al tercero, sin recompensa por falla con el acero
TOROS EN PAMPLONA 9 Y 10 de julio(SAN FERMÍN)
Plaza de Toros de Pamplona
Ganadería: Victoriano del Río
Toreros:
Sebastián Castella
Emilio de Justo(unica oreja del festejo)
Borja Jiménez
Toreó al primero, "JARA", nº 111, colorado, nacido el 09/19, de 590 kilos, astifino y con cuello alto. Castella lo enfrentó con muleta volandera, sin temple, carente de mando, perdiendo la continuidad. Cerró con espadazo despegado. El toro cumplió, pero el matador no lo aprovechó.
Salió un toro colorado, "TALLISTA", nº 49, colorado, nacido el 09/19, de 615 kilos, bronceado, noble y con recorrido. Picado con medida, llegó a la muleta con disposición. De Justo lo cuidó en los doblones, firmó una tanda de naturales larga, y remató con manoletinas. Estocada certera. Oreja justa
El tercero, "EMPANADO", nº 156, negro mulato, nacido el 03/20, de 530 kilos era alto, fino y escaso de fuerzas. Sin empuje desde los primeros compases, se desentendió de la muleta. Jiménez insistió, pero apenas hubo muletazos aislados. Silencio.
El cuarto, "ESPIGUITA", nº 68, negro mulato, nacido el 09/19, de 535 kilos, poderoso, profundo, con arrancadas y bravura. Lamentablemente, Castella lo despachó de forma populista, sin mando ni vuelo. Perdió una gran oportunidad. Silencio .
El quinto "CANDIDATO", nº 16, negro mulato, nacido el 09/19, de 525 kilos, terciado y muy ligero, estuvo incierto y nervioso. De Justo trazó dobletes y doblones, pero el toro acabó con menor fondo. Estocada correcta, ovación con saludos.
Cerró, "JILGUERO", nº 159, colorado, nacido el 11/19, de 555 kilos un toro largo y descompensado. Manso al principio, se entregó luego con cierta nobleza. Jiménez lo intentó sin convicción, ofreciendo algun pase de verdad, pero sin ligar faena. Silencio con saludos.
Morante abre su tarde en Pamplona con “Majoleto”, un imponente toro jabonero de la ganadería debutante de Álvaro Núñez, marcando 575 kg. Lo recibe Morante con verónicas templadas y dos chicuelinas de dibujo, mandando con mando el toro hasta el caballo. A la salida, el primero muestra nobleza, aunque pronto se hunde en sus embestidas.
En el capote, el toro guarda y condiciona la emoción de la faena. Morante, paciente, inicia su labor con ayudados por alto pegados a tablas, buscando el compás, haciéndolo embestir a media altura. El animal embiste con brusquedad, un punto parado, pero Morante permanece quieto y deja pasar las fuerzas del toro, destacando una serie por la derecha con trazo firme.
Culmina la faena con una estocada limpia y fulminante: “a la primera”, según relatan, haciendo caer al toro casi de inmediato y merecer la primera oreja de la tarde, concedida por una petición clara del público y del palco.
El castaño segundo de Álvaro Núñez (pelo melocotón, pitones bien puestos), fue un toro que protestó de salida y faltó al fondo y transmisión, sin embargo Morante lo abordó con elegancia y paciente técnica. Lo recibió en los medios, tratando de templarlo, pero el astado nunca tomó el sitio ni humilló.
Aun así, Morante persistió con muletazos sueltos, cargando la suerte y mostrando temple, especialmente al natural. Pese a que el toro no acompañó con continuidad, el sevillano dibujó momentos de auténtico sabor.
Para cerrar, el maestro se fajó con la espada y firmó una estocada contraria certera, dejando caer al toro sin necesidad de descabellar. Meritoria ejecución que le otorgó la segunda oreja de la tarde, confirmando su nombre en la Puerta Grande.
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Plaza de Toros de Las Ventas – Novillada con picadores
Novillos: hierro de Los Chospes
Novilleros:
Nino Julián (debut en Madrid)
Mariscal Ruiz
Juan Alberto Torrijos (también debut en Las Ventas)
Toro sin chispa, de embestida parca. Julián lo lidió con dignidad, firmeza y entrega desde capote y muleta. Estocada tras aviso y saludos desde el tercio.
Aquí vino lo grave. Mariscal recibió una brutal voltereta que lo dejó inconsciente; fue trasladado con traumatismo craneoencefálico. El novillo se silenció y fue estoqueado por Julián.
Lidiado de portagayola, novillo rebrincado y desordenado. Torrijos lo sujetó con garra y técnica. Estocada y saludo del tendido.
Novillo distraído, pronto a tablas. Julián consiguió muletazos interesantes y ganó el respeto de la plaza. Silencio pero notable actitud.
Después de ser herido, no lidió su segundo. El novillo fue silenciado.
Animal sosón, sin opciones. Torrijos firmó tandas templadas, especialmente al natural, aunque falló con el acero. Silencio.
Fotos de plaza1