El dermatólogo Joaquín Calap Calatayud.
La Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) ha hecho pública la noticia del fallecimiento de Joaquín Calap Calatayud, al que ha definido como "compañero" y "profesor", en palabras de la presidenta de los dermatólogos españoles, Yolanda Gilaberte.
Licenciado en Medicina por la Universidad de Valencia, se especializó en Dermatología en la Universidad de Munich (Alemania), donde realizó su tesis doctoral.
Catedrático de Dermatología y Venerología de la Universidad de Cádiz desde 1983, fue en la capital gaditana donde realizó buena parte de su recorrido profesional, tanto como jefe de Servicio de Dermatología del Hospital de Mora, como director clínico de este mismo centro. También fue director del Departamento de Medicina de la Universidad de Cádiz. De esta institución recibió la Medalla de Oro.
Formó parte de publicaciones científicas de la especialidad tanto nacionales como internacionales, presente en sus comités editoriales, y fue miembro honorario del Hamburger Dermatological Gesellschaft (Alemania).
Varios colegas han dejado su mensaje de condolencia en las redes sociales, como Carmen Nieves Martínez Gil, que le recuerda como "maestro de maestros y mejor persona. Los que fuimos tus alumnos no te olvidaremos".
Con el corazón apesadumbrado, nos dirigimos a ustedes para rendir homenaje a un pilar fundamental en nuestra familia médica, el Dr. Joaquín Calap Calatayud. Su partida deja un vacío imposible de llenar, pero hoy queremos recordar y celebrar la vida y los logros de un dermatólogo excepcional, un colaborador incansable y un querido amigo.
El Dr. Calap Calatayud no solo fue un experto en el tratamiento de enfermedades cutáneas, sino también un apasionado defensor de la excelencia en la medicina estética y del bienestar. Su legado se extiende más allá de las paredes de nuestra clínica, dejando una marca en el campo médico que perdurará a lo largo del tiempo.
Su colaboración con el Dr. Alcolea en numerosas publicaciones científicas no solo enriqueció nuestro conocimiento colectivo, sino que también demostró el poder de la colaboración y la dedicación compartida a la investigación. Juntos, pavimentaron el camino para una comprensión más profunda de la dermatología, inspirando a colegas y estudiantes por igual.
El Dr. Calap Calatayud también desempeñó un papel crucial como profesor en el Máster en Medicina Estética y del Bienestar de la Universidad de Barcelona, cuyo director, el Dr. Alcolea, compartió con él una visión común de educación médica de alta calidad. Su pasión por transmitir conocimientos y su habilidad para inspirar a las generaciones futuras dejaron una huella imborrable en el programa y en la formación de profesionales comprometidos con la excelencia médica.
En Clínica Alcolea, recordamos al Dr. Calap Calatayud no solo por su brillantez académica, sino también por su calidez humana y compasión. Cada paciente que tuvo la fortuna de recibir su atención experimentó no solo su experiencia médica, sino también la empatía y el cuidado que él brindaba de manera única.
Hoy, nos unimos en el dolor compartido con la familia del Dr. Calap Calatayud, sus amigos y todos aquellos que fueron tocados por su sabiduría y bondad. Su ausencia se siente profundamente en nuestra clínica y en la comunidad médica en general.
En memoria del Dr. Joaquín Calap Calatayud, renovamos nuestro compromiso con la excelencia en la dermatología y la medicina estética. Su legado vive en cada paciente tratado, en cada estudiante inspirado y en cada contribución que hizo para avanzar en nuestro campo.
Que descanse en paz el Dr. Joaquín Calap Calatayud, un faro de conocimiento y humanidad en nuestra profesión. Que su luz continúe guiándonos mientras seguimos adelante, honrando su memoria con cada paso que damos en la búsqueda incansable de la excelencia médica.
Hasta siempre querido doctor.
Joaquín no sería lo que fue y es, con solo su credencial universitaria de gran maestro de la dermatología
Publicado: 14/01/2024 · 19:48 por José Chamorro López
No sé si será posible, por mi edad, adaptarme a ciertas ausencias. Valencia es la joya del Levante español. Los tesoros se forjan e incrementan día a día. Son los seres humanos a los únicos que se le ha dado esa capacidad de atesorar, pero solo los excelsos la utilizan con toda su valía.
Aquel día del mes de febrero de 1939, las aguas del Turia bajaban con un caudal que hacía olvidar los años de miserable sequía y el murmullo de sus olas, intentaba acallar o al menos cubrir con su timbre sonoro, aquellos gemidos de una mujer que alumbraba en aquel amanecer un nuevo ser a la vida.
El llanto del recién nacido obró como una pieza musical con tal fuerza, que hizo ceder los sollozos maternos y el agua del río se cubrío de una espuma blanca y sonriente. Días después cuando esta agua corría por sus cabellos, Joaquín Calap Calatayud, entró en el mundo de las creencias y como ciudadano, en el Registro Civil.
Valencia, El Turia y el profesor Calap. Un triunvirato con el que le hubiera gustado soñar a cualquier romano.
Fue en el encantador paisaje del pueblo de Ubrique, donde tan bien se sabe tratar la piel, en el que comenzó mi amistad con este sabio de la Dermatología. Ejercía de Catedrático de Dermatología en nuestra facultad gaditana y era Jefe de Servicio de la misma especialidad en el ya citado Hospital Puerta del Mar. Su currículum abrumador. Su experiencia y estudio arrasantes y adquiridos en su Valencia natal y a lo largo de reuniones, simposiums, congresos por toda la geografía del planeta y con larga experiencia universitaria como director de tesis doctorales y un cúmulo de títulos y publicaciones, nombramientos y pertenencia a academias y ateneos que dieron orgullo y calidad al levante valenciano y al viento de levante de Cádiz y San Fernando, ciudad en que vivió las últimas décadas de su vida. Debió ser académico de La Isla, se propuso, pero no se llevó a cabo. Quizás no había en la entidad por aquel entonces un hueco, para tan alto cúmulo de sabiduría.
Joaquín no sería lo que fue y es, con solo su credencial universitaria de gran maestro de la dermatología. Había en él - y será su mejor diploma a partir del pasado viernes, en que se ausentó de este mundo de relación corporal- una grandeza espiritual, tal, que el Ser Supremo, de cuya existencia jamás dudó su fe, bajará los brazos de la cruz a que le sometemos a diario los seres humanos para darle el abrazo que este alma sensible y sedosa, merece. No estamos en un mundo agradable. Y menos en el país que ahora nos está tocando vivir. Hay más soberbia que álamos. Más narcisismos que acacias y más espinas irritativas, rencorosas, vengativas u odiosas, que las puedan producir todos los rosales del planeta. Engaño, fraude, denigrar o pisotear al compañero, es normativa de siembra. Chimo -cariñoso apelativo valenciano- ha tenido durante toda su existencia una generosidad que conmovía. Si no se le conocía cercanamente no se creía la capacidad altruista y de magnificencia que este hombre tenía. Siempre estaba cuando lo precisaba el amigo, el compañero, el conocido o el que no había establecido nunca relación con él.
Su saber médico y terapéutico lo exponía en cualquier lugar donde un necesitado le consultaba. El interés material, la moneda, nunca encontró en el edificio de su personalidad un habitáculo donde cobijarse, siendo siempre un objeto que entraba y al que le daba salida por la misma pueta principal.
Médico humanista de corte “marañoniano”. Cuando nuestra amistad se fue consolidando y nos reuníamos en torno a una mesa de buena gastronomía y excelso vino español junto con el escritor, poeta y gran amigo Rafael Duarte y el experto en imagen y filosofía mundana, que no se aprende en los libros, Luis Villanego, nos mostró Joaquín su escondido arte literario y así se lo supieron premiar en el concurso “letras con arte”. Hoy siento que me falta el diez con que siempre calificaba mis artículos periodísticos, su énfasis en que los publicara en un libro y su reiterada propuesta para crear una nueva generación de escritores “la generación del 39” como el la denominó.
Estábamos en ello la última vez que compartimos café, copa y brindis frente a un mar que nunca se cansa de admirar la costa gaditana y que contemplábamos desde la terraza de un hotel. Después una sola conversación telefónica en la que el grave timbre de su voz me invitaba a almorzar este pasado fin de semana. Pero Dios se nos adelantó, sapiente de lo encantador y agradable que era su compañía y le propuso que conociera sus divinas dependencias. Nadie puede negarse a esta petición y más Chimo, que siempre creyó que sería invitado y mansamente, en el silencio de la mañana, abandonó el aire que ya sus pulmones no podían aspirar a pesar de que aún llevaban la pureza del alba, paró la cuerda que daba marcha a su noble corazón y sin dolor -que él no merecía- marchó para conversar con el Todopoderoso. Aquella mañana del viernes el teléfono de casa sonó con agudeza inusual. Al otro lado del cable, una voz tenue y tierna dejo emitir un claro sonido. Se nos ha ido. Lo ha hecho con el mismo carácter con que vivió, en silencio y sin causar molestia alguna, repentinamente. Fui a verle a su domicilio. Cuando estuve frente a él maldije la virtud de la prudencia. Hubiera querido gritarle fuertemente: Joaquín estoy aquí. Despierta. No vas a recibirme. Pero hay que guardar las formas, comportarse prudente y razonadamente, frenando el sentimiento ante el quebrado camino de la muerte. La última imagen de su recuerdo rebosaba aroma de paz y sosiego. Los amigos sabemos que en el diálogo que con el establezca el Creador, estarán presentes los que él consideraba debían formar el comité organizador de la “generación del 39”, Pero mi corazón parejo en edad con el de él, siente su ausencia en aquel hueco que siempre tuvo reservado para su amistad. Pero su enorme bondad tapiza con gran brillantez los muros de mis sentimientos.
Puente de Ureña 17 de enero 2024 - 06:00 Rafael Duarte
Oe, Ximo, qué cosas pasan. Hace quince días, en las fiestas, brindamos por la salud de todos, por el poco tiempo que intuíamos, porque nadie hoy, ha avanzado nada sobre el más allá. Declarabas tu fe y tu esperanza. Con tu cabeza clara de doctor de doctores. La tarde se entraba, espléndida y suave, hasta la mesa del hotel playa. Café y tertulia. Y el más allá. Y, de súbito, te has ido a investigarlo.
La vida no ofrece vestigios, ofrece miedos y carencias en estos tiempos. Es más difícil vivir ahora que nunca, o estamos mucho más cansados para emprender algo más que unos versos.
Oe, Ximo, doctor Calap, amigo íntimo y siempre optimista, capaz de hablar siete u ocho idiomas. Investigando lenguas aparecen los signos más internos de sus culturas. De sus religiones o sus chamanismos. De las deidades imperfectas, de la evidencia del final.
Cuántas vivencias, juntos. En el tiempo de los viajes a Jerez. Cuando, entre el doctor Chamorro y este elemental poeta, descubrimos tu filón lírico y ganaste premios literarios por primera vez en Letras con Arte, donde jurados desconocidos te valoraron en las incursiones creativas.
Son detalles que cuelgan en el tiempo sus toallas para secar las lágrimas, que buscan su cuadratura en el dolor más telúrico. La muerte es algo que cuesta digerir, asumir, pensar. En la Biblia hablan de, al menos, dos nombres que no murieron: Enoc y Elías. Se los llevó el Dios del Sinaí en sus carros de fuego. Lázaro resucitó y remurió. La virgen, también. Pocas opciones nos señalan que el final no sea el fin.
El dolor es una ventana nublada. El despojo de los despojos, ese reino, es la muerte. Todos esperan algo de sí. Pero el dolor sume y borra. Machaca y unge. Nada es nuevo bajo el sol, ni la muerte ni cuando el corazón, piadoso, sucumbe y acaba pidiendo piedad. Siento la muerte como un desierto infinito perfectamente llano e inconmensurable donde nos hundiremos en la tiniebla divina y en ese desierto llano e inabarcable, rezo: O quam salubre, quam iucundum et suave est sedere in solitudine et tacere et loqui cum Deo! ¡Oh, qué saludable, qué agradable y dulce es sentarse en soledad y callar y hablar con Dios! Estaremos tan íntimos y perdidos en esa intimidad donde nadie recupera su lugar ni su forma, nunca.
Querido Ximo Calap: Intento imaginar el más allá, un desierto infinito sin arenas ni dunas. En una tiniebla oscura que no es otra que la salida de este mundo. A lo peor somos inmateriales fragmentos de fragmentos más mínimos que la ceniza, la arena o la palabra. A veces, veo una barcaza de locos navegando por una orilla sin agua, con dirección a la infinita sombra. Entonces, cuando llegue, yo me recluiré, cuando te siga, en esa divinidad silenciosa y desanimada donde no hay obra, ni diversidad, ni imagen. Laus deo. Amigo.
Joaquín Calap Calatayud, gracias profesor, gracias Mi Profesor
Publicado:02/02/2024 · 13:19 por Fernando Arévalo Rosado
Maravillosa actuación del coro de Barbate 'El baúl de la Piquer', felicidades por su repertorio, que ha logrado abrir otro baúl, el de mis recuerdos. A todos nos ha marcado algún profesor o profesora durante el colegio, en el instituto o en la universidad. Para bien, porque haya conseguido el éxito en la docencia, o por aspectos negativos, que hiciera que su asignatura se convirtiera en un auténtico calvario. .
En la Facultad de Medicina, se estrecha aún más el contacto entre profesores y alumnado porque ese profesor que explica en clase, también es quien te da las prácticas y llega a convertirse en un compañero muy cualificado y en el juez que valora y guía tu comportamiento y tus conocimientos. Por eso quizás ese "marcaje educacional" sea aún más recordado posteriormente en tus años de profesión.
Los estudios de Medicina mejoran notablemente a partir de tercer curso porque empiezas a contactar con la verdadera medicina, al trato con los pacientes, al ambiente hospitalario, a sentirte orgulloso y emocionado por llevar una bata y un fonendo colgado al cuello.
En sexto de Medicina tuve mi primer contacto con la asignatura de dermatología. Visitar esa pequeña consulta ubicada en la segunda planta del hospital Puerta del Mar, donde tan amablemente me recibía Gloria, y sentirme partícipe de diagnósticos y pequeñas intervenciones, abrió un mundo hasta ahora desconocido. Recuerdo esa primera práctica arremolinados en una mesa amplia por grupos de 4 estudiantes junto al profesor de dermatología. Ahí fue el momento en el que conocí al Profesor D. Joaquín Calap Calatayud, licenciado en Medicina por la Universidad de Valencia, especialista en Dermatología y doctor en la Universidad de Munich (Alemania), director del departamento y catedrático de Dermatología por la Universidad de Cádiz, jefe del Servicio de Dermatología del Hospital de Mora, director del Departamento de Medicina y Medalla de Oro por la Universidad de Cádiz, con publicaciones científicas nacionales e internacionales, director de infinitas tesis doctorales, apasionado de congresos y comunicaciones, corpulento, de voz profunda con un cierto contenido nasal y aderezada bastante por su procedencia valenciana.
Me impresionaba su ojo clínico en los diagnósticos, esa agilidad mental para poner nombres a lo que aquellos asombrados estudiantes solo veíamos como manchas y verrugas. Una facilidad pasmosa para con solo levantar la cabeza y expandir la lesión con sus grandes manos, desembocara en una palabreja médica que pronunciaba tan segura que era diagnóstico de certeza, de seguridad y de rotundidad. Mi memoria visual y sus explicaciones hicieron que muchas lesiones se me quedaran grabadas y en las diapositivas de clase solía intervenir con algo de acierto llamando la atención del profesor Calap.
Las visitas a su departamento hicieron que mi nombre y mi cara fuesen más conocidas y me animaron a ser alumno interno de Dermatología, presentándome a examen y obteniendo dicha plaza. Ese momento supuso adentrarme más en la vida de la persona que la ya conocida de profesor. Conocer a un extenso grupo de dermatólogos del departamento, incluso un médico alumno de Honduras Dr Alejandro Godoy, que mostraban devoción por su jefe el Prof Calap. Visto así, yo paseaba por las plantas del hospital más ancho de lo que estoy ahora junto a mi mentor, visitando pacientes en distintas especialidades y acompañado de quién me presentaba como un colega más. El trato tan humano que dispensaba, sentado junto a la cama y preguntando por otros aspectos de la vida al paciente, me hizo entender la cercanía como persona que el profesor Calap cultivaba en sus visitas. La jornada comenzaba a las 8 de la mañana con consultas en el departamento y terminaba cerca de las 3 de la tarde con las visitas a interconsultas y algún paciente que esperaba en la segunda planta rogando asistencia. Aquí entendí la medicina del Dr Calap, mientras había pacientes había trabajo independientemente del horario. Es verdad también que fruto del enorme número de pacientes, la consulta era un poco caos de entrada y salida de enfermos en distintos horarios y con intervenciones que, como por arte de magia, desembocaba en el mayor orden de atención y en el mejor trato al paciente. Nunca vi en los años que asistí, que se rellenara una hoja de reclamaciones en ese departamento.
Tuve el honor de participar en un libro en su honor donde describo una anécdota que retengo en mi memoria. Cierto día noté al Profesor Calap más serio, apenas me hablaba y me pidió cuando entró un compañero suyo que saliera de la consulta. Me resultó bastante extraño porque era partícipe de casi todo en esa consulta. Tras una larga espera el dermatólogo que entró, me ofreció trabajar con él, pero antes había pasado por el filtro de mi maestro. Quería asegurarse que me ofrecía un buen futuro, un trabajo digno y que no mermara mi desarrollo profesional. La frase del compañero lo decía todo: " Fernando, no sabes hasta qué punto te quiere D. Joaquín". Allí fue mi despedida tras dos años de enormes vivencias que me impregnaron de humanidad, cariño, alegría, conocimientos, devoción por mi profesión y respeto al paciente. Hace dos semanas recibí la inesperada y triste noticia de su fallecimiento. El orgullo de haber sido uno de sus alumnos más cercanos y el aluvión de mensajes cariñosos que otros alumnos/as como yo, han escrito a su maravilloso recuerdo, me ratifican la enorme valía de un gran dermatólogo y mejor persona. Por siempre en mi recuerdo, gracias profesor, gracias Mi Profesor.
https://www.instagram.com/pazcalap/
El pasado 12 de enero, mi querido padre, el Dr. Joaquín Calap Calatayud, dejó este plano material para ir a un lugar de amor y paz infinita ✨
Mi padre vivió enamorado y entregado a su gran pasión, la medicina. Catedrático de dermatología por la universidad de Cádiz, tenía claro desde que era niño que, igual que mi abuelo, también médico, se dedicaría a ayudar a los demás. Y así fue hasta el día anterior de partir, el último día que se puso su bata de médico y pasó consulta.
De mi padre me quedo con infinitas cualidades que compartía de manera incondicional con todos. Con su entusiasmo que alegraba todas las reuniones, con su inmensa cultura enciclopédica, con su alegría y su cariño siempre presentes, con su curiosidad insaciable y sus ganas de disfrutar y aprender en todo momento, con su infinita bondad sin límites y su originalidad. Siempre recordaré los cuentos que nos contaba de pequeños a mis hermanos y a mí con tanto cariño y las canciones que nos cantó hasta el último día con tanta alegría. Contagiaba vida en cada momento. Vivía para vivir, ayudar y aprender, este fue su gran ejemplo para todos los que tuvimos la inmensa suerte de estar cerca de él 💜
Ahora está en un lugar de amor, luz y paz. La muerte es parte de la experiencia de la vida y es obligatoria una vez llegamos al plano material. Los tiempos de Dios son perfectos y el final material llega una vez que hemos aprendido lo que corresponde en esta vida, ni un minuto antes ni un segundo después. Nuestra alma se lleva los aprendizajes que hemos recibido y el amor que hemos dado y ese es el sentido de la escuela de la vida, aprender y dar amor. Y disfrutar del camino ya que estamos.
La muerte es el último nacimiento, donde el cuerpo deja de existir y nacemos en los corazones de las personas que nos han querido. Estoy segura de que mi querido padre permanecerá en muchos corazones que recibieron de él, en algún momento de su larga vida, amor y cariño sincero.
Ruego hoy un pensamiento de amor para mi padre, un ser maravilloso que vivió entregado al ser humano de una forma auténtica y generosa 🙏
Al paraíso le acompañan los ángeles. Siempre vivo en mi corazón, papá, GRACIAS 🩵