Simon

Al entrar a la casa de Esteban los hermanos se saludaron con un abrazo firme, duradero, como si hubieran esperado ese abrazo los últimos dos días más que otra cosa en el mundo.

Simón solo podía mirar a su mujer y a su cuñado. Ni se quería imaginar el dolor que ellos estaban pasando, perder a tu padre es algo que no le desearía ni al peor de sus enemigos.

Mientras Carla y Esteban se dirigieron a la cocina, siendo seguidos por los mellis, los cuales se fueron corriendo a la parte de arriba de la casa, me pregunto qué pasara por esas pequeñas cabezas suyas, yo me dirijo hacia el living, la habitación que el resto estaba notoriamente evitando. Ahí, arriba del estante que está encima del hogar y abajo de la tv, la bellísima urna de porcelana, blanca con un bello diseño de flores azules y plateadas. Se notaba que fue Carla quien la eligió.

-Hola Héctor -le hablo con una voz suave, como nostálgica- sé que puede que sea medio una pérdida de tiempo, porque ni siquiera sé si me estás escuchando, pero te quería contar una cosa -Simón es un hombre un tanto sensible, entonces quería hacer su mayor esfuerzo para no emocionarse mientras le confesaba su idea a su suegro.


-Hace unas semanas venia pensando en hacerlo, pero ahora con todo esto voy a esperar unos meses antes de preguntarle a Carla, pero vos seguís siendo su papa, y quiero que te enteres antes que el resto -Simón se acomoda en frente de la urna para mostrar la pantalla de su celular, mejor dicho para mostrar la foto de un bellísimo anillo de compromiso, uno bastante parecido al que Sara y Héctor tenían.

-Para mí vos significabas muchísimo Héctor, entonces te quiero prometer, acá y ahora, que siempre voy a cuidar a tu hija, no importa lo que pase.