"Invitación al Enfoque Bio-Espiritual"
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con niños
con adolescentes
con adultos
1982-84 (¿?): MI PRIMER CONTACTO CON GENDLIN Y EL ENFOQUE: Leo el libro “LA TRANSPERSONALIDAD Y SU HORIZONTE” de Luis Jorge González
En el capítulo sobre “La comunicación con el propio yo” cita a un tal Gendlin. ¡Allí están, sucintamente escritos, los pasos del Enfoque! Recuerdo que yo estuve tratando de seguirlos varias veces en diferentes momentos y ocasiones. No recuerdo haber logrado contactar con cómo llevaba mi cuerpo algún asunto o haber podido atender mi sensación física (sensación-sentida) hasta que me revelara algo mediante algún símbolo. Este fue mi primer contacto (casi totalmente fallido) con el “FOCUSING”.
En algún lugar mi cuerpo había guardado este contacto inicial con él. Qué lejos estaba de un día experimentarlo, aprenderlo y luego ¡compartirlo!
Martes l9-IV-94: IMPOSIBILIDAD DE ENTEDER ESO DE QUE “¿DÓNDE SE SIENTE TODO ESTO?” O SEA, REGISTRAR FISIOLOGICAMENTE MIS SENTIMIENTOS
Primer Enfoque: Estoy en terapia con MEBarn. Le cuento mi historia personal y asisto, guiado por ella en oración a mi nacimiento, tengo miedo, mucho MIEDO DE NACER, busco dónde se encuentra ese miedo, me es imposible localizarlo. He permanecido en un nivel intelectual diciéndome algo como: ¿qué no mi mente tiene que poner orden allí, en mis sentimientos? Hace mucho tiempo (cuando tenía unos 9-10 años) decidí que ya no quería sentir y desde entonces solo aprendí a pensar mis sentimientos para poder controlarlos pues no sabía qué hacer con ellos. Entonces M. E. B. me dice ‘estás desconectado’, y me indica que haga ejercicios de sensibilización sensorial.
(Aquí faltó o más bien, sobró, la inducción a ir a mi nacimiento. Hubiera sido más oportuno simplemente parar en algún momento con carga emocional, e indicarme que me diera cuenta cómo sentía yo la historia <mi propia historia> que le estaba relatando a la psicoterapeuta.)
6-X-94: UN ACOMPAÑAMIENTO DENTRO DE MI TERAPIA, ME PERMITE ACOMPAÑARME A MÍ DE NIÑO, CUANDO TENÍA DIEZ AÑOS
Estoy haciendo un intento de enfocar en terapia con MEB. Me pregunta cómo me siento y contacto un leve zumbido, dolor de cabeza, una cierta tensión en las piernas, el cuello tenso. Al permanecer con todo esto un largo rato con la compañía de ME, aparece cuando en días previos JP mi hijo ha chocado el coche y llega pidiéndome dinero para pagar la compostura, muy enojado con él, se lo niego y se va a conseguirlo con alguien. Me siento muy mal de no haberle dado ningún apoyo al haber recurrido a mí. Hay una opresión en mi pecho que se relaciona con mi actitud lejana y reprobatoria hacia mi hijo. Vienen conexiones con experiencias en las que yo tampoco recibí apoyo cuando más lo requería, pero temo sentirme peor si me pongo a atender eso. Tengo mucho miedo de lo que pueda encontrar debajo. La voz de ME es de una presencia tal que me permite atender el cómo se siente no poder estar con eso. “Nadie me había hablado así, nadie ha estado conmigo -me digo- de esta manera, con tanto respeto, delicadeza, paciencia” (esto me emociona nomás de recordarlo). Gracias a esa presencia de ME lo puedo acompañar (a mi miedo) y entonces aparece un espacio amplio, de unos 20 metros ante mí, en tonos cafés obscuros; al irse desvelando la escena, aparece la imagen de un niño de unos nueve-diez años. Está en cuclillas, con una varita en la mano, agachado, viendo al suelo, parece estar jugando. Visualizo unas vías de ferrocarril y me doy cuenta que yo conocía muy bien ese lugar; era por donde, de niño, pasaba muchas veces rumbo a la granja de papá. Me acerco al niño y, no, no está jugando, está llorando, está experimentando una TRISTEZA muy grande y una profunda SOLEDAD. Veo caer en el suelo gruesas lágrimas desde sus ojitos. Me acerco y ese niño ¡soy yo! Entonces me doy cuenta que es el momento cuando yo estaba diciendo para mí mismo con un grande dolor, enojo, impotencia: ¡ya no quiero sentir!, ¡ya no quiero sentir! mientras me venían imágenes de los perros del mercado que volvían una y otra vez allí buscando algo que comer a pesar del maltrato que recibían de la gente. A esa edad, la única explicación que la conducta de esos animales tenía para mí, era que ellos habían aprendido a ya no sentir, porque, me decía, si sintieran el maltrato: golpes, agua caliente, gritos… ya no regresarían. Y yo quería ser como ellos. Pero ahora, ese niño tiene miedo de mí, adulto, y no me deja acercarme. Yo también temo ponerme en contacto con su dolor, me rebasa. A indicaciones de ME logro acercarme a él delicada, tiernamente, y poco a poco me permite acompañarlo y luego acariciarlo; entonces lo levanto y recuesta su cabecita sobre mi pecho. Le puedo expresar que quiero ser su amigo, que lo amo y que quiero que en adelante sigamos juntos. Yo mismo puedo hacerle sentir con-en mi propio cuerpo, lo que le estoy diciendo. Es el momento más duro, difícil y doloroso que he vivido en mi terapia con ME. Al finalizar el ejercicio, curiosamente me siento relajado, contento de ese encuentro y lleno de esperanza de haber descubierto esa parte lastimada y abandonada por mí por muchos, muchos años y que ahora requerirá de toda mi atención, de mis cuidados, de mi ternura, ya que al fin y al cabo es, soy, yo mismo. Al despedirme de ME, me dice: “Vas a salir adelante Juan”. Siento que esto proviene de un don especial de ella en el que debo creer. Más tarde me entero de que “todos tenemos el material interno necesario para llevar a cabo el ACTO CRUCIAL INTERIOR” o proceso del Focusing”: (E. T. Gendlin). Ella simplemente me ha estado enseñando, antes que nada, con su propia, personal, compañía y presencia, a poner en acción ese ‘material interno’.
CONEXIÓN ENTRE EL ENFOQUE Y LA ESPIRITUALIDAD JUDÍA
Estoy tratando de atender un asunto difícil. Lo he detectado física, profundamente en mis entrañas. Es casi como si ellas estuvieran expuestas al exterior. En eso viene el relato bíblico de cuando Abram está ofreciendo a Dios el sacrificio que Dios le ha pedido. Están los animales del sacrificio partidos por la mitad y expuesto su interior mientras Abram aleja a las bestias que quieren devorar las entrañas de los animales sacrificados, hasta que al estar anocheciendo, viene una antorcha que pasa por en medio de ellos y produce un aroma que Dios recibe como algo digno de él. Entonces viene que el proceso del enfoque es algo como esa metáfora. Quien enfoca está abriendo sus entrañas a la acción de la gracia. El facilitador está impidiendo que esas entrañas expuestas sean devoradas por los procesos mentales de quien enfoca, hasta que esa carne partida por la mitad sea abrasada por la antorcha y transformada en algo digno de Dios (la palabra “sacrificio” significa literalmente hacer lo sagrado).
7-III-95: El EBE Y “EL JARDINERO” DE RABINDRANATH TAGORE: LA REALIDAD EXTERIOR QUE ME CONECTA CON LA INTERIOR
Me levanto muy cansado. Dejo a Mirys en la escuela y me voy a los Viveros de Coyoacán. He estado dándome cuenta que en mi entorno familiar mi componente femenino ha estado fuera. Que no ha habido la menor experiencia de ternura en mi vida familiar. Camino, toco las ramitas que están a mi paso, me detengo a ver una pequeña planta cuyo color verde intenso contrasta con lo completamente seco del pasto que la rodea. Me maravilla su lozanía, su encendido color, su belleza que el entorno hace resaltar. No sé qué hacer y me pongo a hablar CON ALGO DENTRO DE MÍ. Entonces me viene a la mente “El jardinero” de R. Tagore: “Ten piedad de mí reina mía…”, -pero, ¿cómo vienes ahora, di, cuando todos se han ido? -“Porque mi hora es la última de todas y vengo a ver qué te queda que mandar a tu último esclavo…”, -Pero qué quieres que te diga tan tarde, ¿di?, -“Que me dejes ser jardinero de tu jardín”. ¡Pero es Eso interior quien me lo dice a mí! Por supuesto que no comprendo en absoluto esa locura, pero se siente mejor “sentir” que “pensar”. Regreso sintiéndome más ligero y muy agradecido.
4-V-95: EL CAMBIO SENTIDO, CÓMO SE SIENTE EL ESTARME PERDONANDO A MÍ MISMO
Estoy en el festival del día de las madres en la escuela de Andy. Me siento fuera de todo sentimiento de amor, ternura, gratitud y alegría desde y hacia mamá. Me sentí allí fuera de lugar. No podía acompañar a Andy ni festejar la maternidad de Lisette. Salgo con todo esto, caminando, rumbo al consultorio. Viene la palabra: PESADUMBRE con la imagen de que voy cargando en la espalda unos pesados bultos. Es enojo, odio y culpa. Me siento cansado, triste, agobiado, viejo, desilusionado, hecho pedazos. Viene la palabra: “Vengan a mí los que estén sobrecargados…” Entonces siento la indicación de moverme y me veo ENTRANDO AL MAR CON MIS BULTOS, donde se disuelve mi carga a medida que me voy introduciendo al agua. He perdido el peso agobiante de mi culpa. Mi paso se hace ligero y brotan lágrimas de gratitud. Llego al consultorio sintiéndome otro.
20-VI-95: RECIBIENDO Y DANDO SANGRE-VIDA DE UN CUERPO MÁS GRANDE
Soy el único donador disponible de sangre para Yolanda, mi suegra. Estoy en el cuarto de extracción, me ha salido un afta en la boca y estoy viendo en ello una justificación para evitar la sangría. Pienso decirle a la persona que me va a hacer la extracción que solo sean 300 o 400 mL, al fin que –me digo- ni se va a utilizar, quizá la tiren o se la pongan -vendida por ellos- a alguien que ni conozco. Entra Jesús en mi escenario mental. Le digo que quizá ni se necesite, que de nada servirá, que tal vez pase como con la suya que se ha desperdiciado en tanta gente que la ignora, la desprecia, la deja perder. Entonces escucho una voz muy clara que detiene mi pensar y me dice: “No Juan, de mi sangre no se ha perdido ni una sola gota”. Yo, molesto le respondo: ¡cómo no!, en la flagelación, camino al calvario, en la cruz…, ¡al menos eso dicen tus evangelistas! Entonces, como cuando soñamos, Jesús, acariciándome la frente me dice “No Juan, de mi sangre no se desperdició nada, porque toda, toda te la di...a ti”. Impresionado, con intensos latidos de mi corazón, me recuesto y extiendo mi brazo exponiendo mi vena para que me inserten el trocar y comience la sangría. En esos precisos momentos entra muy de prisa el médico jefe del Banco de sangre, quien me dice que no hay ninguna contraindicación para que yo sea donador, mientras me clava el trocar. Yo estoy temblando por el impacto de aquella revelación. Mi sangre sí se necesitó y mi suegra me lo agradeció mucho. Ella, tras lo operación, me regaló un libro con unas palabras de agradecimiento por haberle donado mi sangre que dice: “Amor es dar vida a los demás. Gracias Juan por la tuya que compartiste conmigo”.
22-XI-95: PUEDO ACOMPAÑAR CUALQUIER COSA DENTRO DE MÍ
Es la primera exposición del curso de seis días de enfoque bio-espiritual en la Exhacienda “El Castillo”, Qro.: se trata de ver qué hay en la vida personal que le impide a uno sentirse realmente bien, libre.... Lo que en ese momento me impide sentirme realmente bien es el asunto del consultorio; me he podido dormir hasta las 4 a. m. de ese día con el asunto de que el día anterior por un conflicto con la dueña de las instalaciones, me he quedado sin mi sitio de trabajo. Y por supuesto debajo está el asunto DINERO. Con esto me he preguntado al inicio del Curso: “Y con todo esto, ¿qué estoy yo haciendo aquí?, ¡SEIS DÍAS! ¿Pagando más de 3,000? La sensación física de todo este asunto está en la nuca, la garganta, los hombros, junto con un dolor en la parte de atarás de los ojos. Es como una esfera donde está todo, contenido. Ed (Edwin McMahon, maestro de EBE) está conduciendo un ejercicio para aprender a estar de una manera diferente a como se hace habitualmente con los asuntos difíciles. Para ello, cuenta la “historia” de una BEBITA recién nacida ABANDONADA en un parque que es rescatada agónica y llevada a un hospital pediátrico, pero que necesita más que sólo los cuidados médicos para querer vivir. Entonces Ed pregunta si en el grupo hay alguien que quisiera ir al hospital y darle el afecto físicamente sentido, la ternura que necesita esa criaturita para querer vivir. Al escucharlo me viene un recuerdo: es sobre algo que me pasó hace varios años; es aquel Jueves de Corpus cuando llego a recibir la guardia al Servicio de Transición del hospital donde llegan los bebés recién nacidos. Mis ojos se dirigen casi automáticamente a una incubadora. Allí está un pequeño que parece agónico. Su apariencia me impacta a la vez que me repugna, no puedo sostener mi mirada en él, volteo para otro lado, pero casi se me sale una lágrima. MANUEL (el médico que me lo entrega), me palmea la espalda al ver mi respuesta emocional. El recién nacido tiene una enfermedad llamada ICTIOSIS (apariencia de pez): Su cabeza es pequeña, su cara aguzada, sin párpados, casi sin nariz, sin cuello; sin poder respirar más que abriendo a cada inspiración y cuanto le es posible, su boca; su piel como hecha de escamas; en efecto, parece ser un pez que, fuera del agua, se está muriendo. Siento mitad compasión, mitad rechazo. Entonces me viene que es alguien que “ya no tiene apariencia humana”, que “parece más gusano” (textos bíblicos). Le hago la señal de la cruz y le pongo por nombre EMMANUEL. Al continuar el recuerdo del sonado “caso” del niño pez, me veo días después, cuando estoy DEFENDIENDO a esa criaturita ante toda la asamblea de médicos cuando se presenta el raro caso y el director del hospital es de la idea de que ya no se le siga alimentando. Es el recuerdo del momento en que me levanto indignado, preguntando a la asamblea que dónde está nuestro humanismo y nuestro ser de médicos si nos cuestionamos si está bien ofrecerle media onza de leche a un ser humano que no nos pide quizá más que un poco de compasión mientras le damos su alimento. Entonces viene el recuerdo cuando apareció, semanas después, en la primera página del periódico “Alarma” la foto “del niño monstruo”. “Qué poca madre” les digo dentro de mí a los de la publicación. Al venir todo esto instantáneamente durante ese ejercicio, me doy cuenta de que tuve el valor de defender a aquella indefensa criatura. Entonces vino el escrito de Pepe Prado acerca de “El Ladrón Robado” que trata del hombre que desde su propia cruz defendió a Jesús, y me doy cuenta que yo hice exactamente lo mismo con el niño ictiósico: Tan agónico estaba yo como el Ladrón, y aún así, PUDE DEFENDER al pequeño “malformado”. Al estar con esto y mientras P. Ed (McMahon) sigue con el ejercicio, surge otro recuerdo: voy con Lupita (mi hermana mayor) rumbo a la terminal de autobuses, ella va a Zacapu a trabajar; tengo 14 años, y me dice con mucha delicadeza: “muchachito: estás creciendo día a día, tal vez te llame la atención o te guste alguna niña, quiero platicar contigo de lo que te suceda si tú me lo quieres compartir”. Recuerdo cómo estas palabras produjeron en mí una DESCARGA eléctrica que se desparramó en mi cuerpo a partir de mi columna vertebral (ahora sé que fue una instantánea descarga de adrenalina) ¡Por primera vez en mi vida alguien se interesaba por mí, por mis sentimientos-afectos, por mi vida! Entonces le aprieto el brazo y le digo: “¡LUPITA, NO TE VAYAS!” Las lágrimas salen a raudales durante el ejercicio y me digo: Si he sido capaz de defender a un moribundo deforme ante 200 sabios médicos, si puedo decirle “no te vayas” a alguien que se interesa por mí, por mi vida, también PUEDO HACERLO con lo que está dentro de mí, con mi propia historia, con mi propia vida. En ese clima decido acoger, acompañar, defender, cuidar, cualquier cosa que pueda encontrar dentro de mí.
En el curso del retiro-taller me voy dando cuenta de manera SENTIDA de lo que había yo recibido a través de ese ese ejercicio: Que todo cuanto ha venido Es MENSAJE PARA MÍ. Que ese bebé gravemente enfermo y yo, somos una sola y la misma cosa: el pez: IJTIS=pez en griego era antiguamente el acrónimo y el símbolo del cristianismo: I de Iesus=Jesús; Ji de Cristos=Cristo; Tau de Teos=Dios; I: Hios=Hijo; S de Soter=Salvador. Ese alguien que no ha sido reconocido (ni quizá nacido aún) como persona humana en 14 años, igual que ese que no tiene ya apariencia humana, “de quien se aparta el rostro”; ese y yo somos UNA SOLA COSA. Somos, como lo ha dicho Ed, el cuerpo de Cristo muriendo. ¡Y yo lo pude defender! Entonces me viene: ¿cómo no voy a poder acompañarlo en su dolor dentro de mí si es mi propio dolor? Me sentí como el ladrón crucificado que defendió a Jesús, diciéndole al otro: “¡Déjalo en paz!” Y esta experiencia ha venido precisamente un Jueves de Corpus, la fiesta del EMMANUEL, del “Dios con nosotros”. Estar en el Enfoque es ir a la médula de mis huesos, es entrar en mis entrañas, es el acto de misericordia/compasión, más primario que puedo tener conmigo mismo. "¡Misericordia quiero, que no sacrificio!"
Madrugada del domingo 22: RECIBIENDO EL DON DE SER REAL CON LO QUE ES REAL EN MÍ: UN MISMO IDIOMA-UN MISMO CUERPO
Por la noche llega mi compañero de cuarto. Un abogado joven de Guadalajara. Está un poco despistado: me pregunta ¿qué te parecen los expositores? De primerísimo nivel, le digo, -ah ¿si? -me dice-, “a mí me parece, sobre todo el viejito como muy inhumano”. -¡Edwin McMahon inhumano!- ¿De dónde salió este ente?, me pregunto. Luego me dice: ya voy a tratar de dormirme porque sufro de insomnio y quiero levantarme temprano para ponerme a correr, porque la única manera que tengo de intentar descansar es caer rendido. Éste vino a hacer antifocusing -me digo. Se toma su hipnótico, se despide, e ipso facto se queda dormido; y el insomne se pone, en serio, ¡a roncar! Pasa el tiempo y hago ruido para que despierte. Inútil, pasa más tiempo y me pongo de malas, ya me dio en la madre me digo, a mí y a mi curso, mañana voy a pedir que me cambien a otro cuarto. Doy vueltas y vueltas en la cama, golpeo la suya (cuya base es de concreto), hablo fuerte, imposible que despierte. (Ese día me había dormido a las cuatro de la mañana por el problema del conflicto con Paloma en el consultorio. Fue hasta que tomé la Biblia y la abrí en el pasaje de “...el primer día de la semana” cuando Ma. Magdalena muy de mañana va con las otras mujeres al sepulcro de Jesús. Dormí dos horas y me levanté para ir al curso de Enfoque a Querétaro.) Llega el momento en que no soporto más y encabronado, salgo del cuarto. Es domingo y son las 4 A. M. Me pongo a caminar fuera del edificio. La noche es fresca, huele a establo, me conecta con la granja de papá, cuando me quedaba a dormir allá, yo solo. Viene el recuerdo de la oración enfocada “con alguien que realmente te ama” precisamente en una granja. Veo el cielo, este me conecta con cada uno de mis seres queridos, tan lejanos y ahora tan cercanos, L, mis hijos, mis padres, mis hermanos; las estrellas, la luna, el aire, en todo hay un significado sentido en mi cuerpo. Del otro lado de la carretera está Tarimoro, el pueblo natal de mis padres, me conecto con ellos, con cada uno de mis trece hermanos, también con mis antepasados difuntos. Me dirijo, emocionado, al establo, acompaño al ganado, una vaca respira trabajosamente, está a punto de parir; desde que me encontró no ha dejado de acompañarme la perrita de la casa de retiros a donde quiera que voy. Siento vivamente su tierna, delicada presencia. Veo un punto rojo en el cielo aun negro, que se extiende lentamente en el horizonte, es un avión, ¡solo esto faltaba!, me digo, la estúpida tecnología que viene a poner todo al revés, la estela de vapor que deja atrás es color de rosa en medio de la negrura; se agranda el chorro rojo y comienza a escuchase el ruido de los motores. Mientras se acerca, me conecto con el piloto, está dejando a su familia para trabajar, a mí también me pasó eso cuando hacía guardias de más de 48 horas en el hospital y también ahora mismo en el retiro-taller; viene que dentro del avión hay quien va de negocios, otro perdió un familiar y va a despedirse, otro va de vacaciones, otro… yo voy con-en cada uno de ellos, el gozo de pertenecer y de contactar con cada uno de ellos es indescriptible, todo es una perfecta unidad, y yo el que siempre se ha sentido excluido de todo y de todos, formo parte de ella.
Pasan las horas y sigo conectado a todo cuanto siento, cuanto veo, cuanto existe, parece que Dios mismo está en mí, qué maravilla. Recuerdo el texto que leí hacia unas 25 o 26 horas: es “El Primer día de la Semana…” y estoy ante el acontecimiento más importante de mi vida. Me parece estar resucitando. No hay nada, absolutamente nada que se sustraiga a mi conexión interior. Cada paso cada respiración, cada latido están llenos de significado. Pasan unas dos horas, empieza a venir una cierta claridad, y comienzan a salir los primeros madrugadores asistentes al retiro. Nada me impide seguir conectado. Son como las 7 de la mañana, voy al cuarto para bañarme, los ronquidos de mi compañero de cuarto continúan, atenuados por momentos y luego subiendo de intensidad. Una voz dentro de mí dice, al volver a escuchar los ronquidos: “si ni eran tan fuertes…”, pero de inmediato otra voz interior responde: “solo recuerda que cuando saliste de aquí estabas encabronado”. Me doy cuenta que fue precisamente el hacerle caso a mi enojo lo que me llevó a esa conexión conmigo mismo, con las cosas, con mi gente querida, con Dios, ¡Y estaba a punto de admitir que todo había sido una exageración mía sin sentido con aquél: “¡Si ni ronca tan fuerte…”! Voy al comedor, no necesitan decirme que debo estar en silencio, traigo toda la experiencia resonando dentro de mí. Me sirvo el desayuno, necesito tan poca cantidad, cada bocado, cada sorbo, cada sabor es una bendición para mí, así lo siento. Cuánto respeto, cuánta reverencia por los alimentos, cuánta gratitud a Dios por todo lo que me está dando. Si en estos momentos me dijeran que ya fue todo -me digo-, de verdad que regresaría a casa satisfecho. Empieza P. Edwin a hablar acerca del escandaloso ruido de la tarde-noche durante la primera exposición teórica del día anterior y de la fiesta en el pueblo, y yo lo conecto con la “música viva” de los ronquidos en mi cuarto. Para darnos una idea de cómo funciona el Enfoque, Ed nos comparte que al atender lo de la “música” le vino el recuerdo de cuando tuvo sus infartos cerebrales y que aquél tun, tun, tun, le había traído el recuerdo de cómo sentía intensos latidos dentro de su cabeza después del infarto, junto con el miedo de padecer otros, y cómo tuvo que venir a México para conectarse con ese miedo gracias a ese tun, tun, tun, exasperante de la música. Y cómo al atender eso, el miedo lo dejó en paz. Yo, impresionado me digo que lo mismo me ha pasado a mí, en relación con mi experiencia que acabo de vivir con los “benditos” ronquidos de mi compañero de cuarto. ¡El idioma del cuerpo de Ed y el del mío son exactamente el mismo! ¡Una experiencia que me hace sentir lo que Edwin McMahon está diciendo: que él, yo (y todos) somos “¡Un solo Cuerpo!” en la más íntima conexión. Que el proceso corporal del cambio, ya sea en una persona que tiene 40 años enfocando y el de quien apenas intenta hacerlo, ¡es exactamente el mismo!
26-XI-99: MI PRIMER ACOMPAÑAMIENTO DE EBE: EXPERIENCIA DE ESTAR MORANDO TERRITORIO SAGRADO
Los siguientes días y noches en relación con mi compañero de cuarto son singulares, a veces, parece querer enfocar pero no puede, la mayor parte del tiempo parece estar fuera de contacto con el curso, con él mismo y con todo lo demás. Sus comentarios me parecen, en su mayoría, grotescos. El jueves por la mañana está muy inquieto, enojado porque alguien le ha robado la escalera para subir y bajar de su litera. Estás enojado ¿verdad? Le digo. Él estaba a punto de salir a correr (para empezar a cansarse y luego poder dormir), pero se para en seco, fija su vista en mis ojos y me dice: “¡Hazme un Focusing!” No lo puedo creer. ¿Yo?, le digo, si nunca he hecho uno en mi vida “¡Hazme un Focusing!”, me repite mientras se sienta y cierra sus ojos. No hay manera de decirle que no; con una inmensa emoción ¡le doy las orientaciones de la técnica del Enfoque que estoy apenas conociendo! Él toca algo verdaderamente importante. Está transformado. Salgo de allí rebosante de felicidad. El ya no tuvo que salir a castigar su cuerpo. He sentido lo que se siente al acompañar a otra persona a enfocar. Es la experiencia más reveladora que he tenido en mi vida. Nunca me sentí más cerca de nadie. Me voy a desayunar y no lo puedo creer. Al llegar al grupo pequeño, su pariente que está en mi grupo me dice admiradísima ¿Que le hiciste un Focusing a X verdad? Si, le digo, fue una experiencia tremenda para mí. Fue como estar pisando territorio sagrado, y verdaderamente esas fueron las palabras que surgieron: “Quítate Juan, las sandalias porque donde estás es territorio sagrado” Y aunque estaba sentado en la cama junto a él yo me sentía interiormente de rodillas ante lo impresionante que era para mí estar ante una experiencia de Enfoque tan intensa. De allí en adelante y hasta terminar el curso me agradecía cada vez que comentábamos algo del curso-taller. “Ni con mi facilitador lo pude hacer como contigo”, me decía. Debo tomar mucho más en cuenta esta experiencia. Era un milagro para mí; que pasara eso con alguien que yo estaba odiando al principio del curso, alguien que no me había dejado dormir, alguien a quien veía como quien me iba a echar a perder mi curso de Enfoque que tanto había deseado, dejando otras cosas importantes por él, etc., alguien que no entendía nada de lo que estaban diciendo los padres ni menos darse cuenta de ante realmente quiénes estábamos. Yo no lo podía creer. Pero, ¿quién podría creer lo impensable, lo inimaginable, lo inaudito?
Nov. 95: EL SÍMBOLO (DE TODOS MODOS ÉL ES TU HIJO) Y EL CAMBIO SENTIDO
Llevo la Brasilia al taller y luego le digo a JP que la lleve a verificar. No pasa la prueba. Le cobran 150 pesos los arreglos para que pase. Estoy muy enojado, le digo que me entregue las llaves y que se olvide de contar con el coche. Sigo enojado. Me llevo mi enojo al trabajo y estando a punto de subir los escalones de la entada viene: “de todos modos, él es tu hijo”. Subo los escalones como si pisara en las nubes. La sensación es de orgullo, satisfacción, gratitud, bienestar, increíbles. ¡Soy papá de Juan Pablo! Mi paternidad es un don, intransferible e irrenunciable, pero también me conecta con la ausencia de papá en mi vida, y con el padre ausente que he sido. Siento que estoy en un proceso de perdón a él y a mí. Y que ahora puedo ser mejor papá para para Juan Pablo. Después de eso, cuando voy a Morelia y veo a papá lo puedo abrazar y confortar en su enfermedad.
8-XI-95: DEJARSE IR EN LA SENSACIÓN. EL EBE Y MI SEXUALIDAD (1)
Voy a los Viveros de Coyoacán. Leo la lección del curso de EBE acerca de que cuando peleamos con las enfermedades se inhibe nuestro sistema inmunológico. Yo me siento cansado, decaído, deprimido. Me atrae un lugar muy sombreado con muchos arbolitos. Siento que algo me conduce allí. Me siento sobre la tierra húmeda y empiezo a ver y a oír ardillas por todas partes, como nunca había visto ni he vuelto a ver. Chillan, se corretean, tiran las hojas secas, brincan por todas partes. Me quedo allí, sintiendo la vida a mi alrededor. Volteo hacia mi izquierda, y visualizo una mujer con pants verdes que, alejándose, balancea cadenciosamente las caderas. Está como a unos 20 metros de mí. Algo pasa en mi cuerpo. Es como si algo se conectara por dentro, me acerco a ese como “clic” y siento mi cuerpo sobrecogido con esa sensación de excitación sexual. Mis mecanismos represivos me dicen que me aleje de esto, que lo olvide. Mi sensación es de miedo, con un componente de reprobación, como merecedor de un enorme castigo de seguir adelante. Yo siento el impulso de continuar acompañando todo aquello. Entonces me vienen imágenes de dos o tres cuerpos femeninos tirados al piso boca abajo desnudos, perfectos, en tonos azules como reverberantes, como con gotas de rocío sobre sus pieles. De nuevo viene el no saber si abrir los ojos e irme, pero algo me dice que permanezca allí. Continúo acompañando mi miedo, pena, vergüenza y culpa. Me acerco a estas figuras femeninas, las veo extasiado, me acerco a una “con temor y temblor”, la toco con reverencia. Acompaño el cómo se siente todo esto. La sensación de todo ello es celestial. He podido acompañarla en lugar de huir de ella, de condenarla o de tratar de olvidarla. Esto expresa dentro de mí todo aquél ambiente exterior de vida exuberante: árboles, ardillas, pájaros, movimiento, hojas cayendo, tierra húmeda… Me siento VIVO. Me viene el recuerdo de mi cuerpo resucitando a través de las manos de Katy en el masaje de Enfoque. No hay maravilla mayor que él. Siento que este enfoque empieza a reconectarme y a sanar mi sexualidad reprimida.
23-XI-95: UN CAMBIO SENTIDO INTENSO. EMPIEZAN A ABRIRSE LOS OJOS DE MI CORAZÓN
L. me despierta a las 7:30. Me siento muy cansado, me duele la cabeza y con mucho sueño. Llevo a Mirys en la escuela. Entro a los viveros y camino sintiendo el espectáculo de ver pasar el sol entre los árboles. Luego camino entre los árboles, me acerco a uno pequeño con su tronco húmedo. Enfoco con él mi dolor de cabeza. Quiero ser lo más amigable con el dolor, pero me doy cuenta de que estoy tratando de controlarlo y echarlo fuera. Trato de ser más honesto conmigo y con él, atreviéndome a acercármele. En eso muevo el arbolito y me cae una gota de agua que siento como un mensaje o bendición, como un símbolo. Me quedo con los ojos cerrados y de pronto empiezo a sentir dentro de mí una luz blanca muy intensa y un calor muy suave en todo mi cuerpo. Ante este paisaje interior, abro los ojos y lo que era brillante e intenso es pálido y como entre sombras ante el espectáculo interior. Viene la convicción de que hay un Sol de salud dentro de mí ¡que está a mi disposición! Es hora de regresar, el sol en mi espalda, el verde del pasto, mis pisadas, el aire, el ambiente, todo ha cambiado. Mi dolor de cabeza ha desaparecido, pero ella no lo puede creer. Le pido a mi cuerpo que me lo recuerde y al escribirlo brotan lágrimas de gratitud, alegría y amor.
8-I-95: UN ACOMPAÑAMIENTO QUE PERMITE QUE EL PROCESO SE DÉ. ABRAZÁNDOME A MÍ MISMO AL ABRAZAR MI PROPIO SER EN GESTACIÓN
Curso de Focusing-2 (Aprendiendo a acompañar a otros), me acompaña C. primero; Me siento tenso al comenzar. Cierro los ojos y oigo mi zumbido pertinaz, lo acompaño y visualizo en un rincón de una enorme, desierta y tenebrosa habitación, una figura humana masculina. (Al quedarse impactada C. por lo que estaba sucediéndome, la auxilia C. Á. que es la instructora, quien ahora me acompañándome a enfocar) El hombre está en los huesos, en total aislamiento y soledad; tiene negro, como quemado todo su cuerpo. El fondo es violáceo, oscuro, tétrico. Intento acercarme por indicaciones de mi acompañante, pero él no solo me lo impide, sino que me hace señas de que me aleje y lo deje solo. Con una mano se cubre los ojos como si no quisiera ni siquiera verme y con la otra me rechaza diciendo violenta, rabiosamente: “¡Retírate! ¡No te acerques!” parece estar también muy asustado, en pánico. Yo también tengo miedo de acercarme a ese ser carbonizado. C. Á. me propone que permanezca a la distancia apropiada de él simplemente ofreciéndole "todo mi respeto". Eso resulta ser la clave. Al permanecer allí veo cómo aquella figura humana está transformándose en algo que parece un embrión en desarrollo. Me viene el recuerdo de lo inoportuno que fui, a los ojos de mamá, que yo estuviera en su vientre cuando se dio cuenta de que estaba gestándome, pues "mi hija es aún muy pequeña” como le dijo al médico que le hizo el diagnóstico. Me acerco a él e intento tocarlo, pero me lo impide algo que lo cubre. Todo lo que puedo hacer es ir y abrazarlo tierna, delicadamente, pero no directamente sino como si hubiera un halo que lo separara de mí. Le llevo física, corporalmente un mensaje de amor y de ternura; lo recibe. Estoy en lágrimas, tras haber podido acompañar, sostener, abrazar, a ese “inoportuno” ser en gestación. El cambio-sentido que ha venido es impresionante, tano que al abrir los ojos todo mundo está impresionado por lo que acaban de presenciar.
Han sido todas las imágenes tan vívidas, tan claras, tan reales dentro de mí, que al abrir los ojos y ver lo de fuera me pregunto qué tan real es todo lo que ahora veo por la ventana: el cielo, las nubes, los árboles con sus ramas mecidas por el viento, el canto de un pájaro... trato de ubicar la realidad exterior al sentir la tela del brazo del sofá, al ver que son reales los muebles, que son reales las personas que están en la habitación y lo impactadas que están de mi experiencia. Para mí lo interior ha sido infinitamente más real que lo exterior. Me digo, con humor: antes Juan, dudabas que pudieras experimentar algo dentro de ti, ahora dudas de lo de afuera ¿¡qué no te estarás volviendo loco!?
Por la noche voy a la Biblia como esperando una palabra aclaradora o algo así. Con los ojos cerrados la abro poniendo el índice derecho sobre la hoja; abro los ojos, retiro el dedo y leo: “…pues las cosas exteriores son pasajeras, pero las interiores son eternas”. ¡Crece exponencialmente mi impacto! Era el símbolo perfecto que llevaba adelante la experiencia de enfoque que había vivido horas antes; como si el tiempo cronológico no la hubiera interrumpido, o como si el tiempo interior continuara siendo la perfecta continuidad de un eterno y absolutamente real presente.
Días más tarde, me dije ¿qué más dirá ese texto que habla de lo interno y de lo externo? y al leer el párrafo completo estaba una como descripción de lo que el Enfoque Bio-Espiritual es -para mí-: “Por eso no desfallecemos (no importa que tan difícil pueda ser lo que estemos atendiendo en el Enfoque). Aun cuando nuestro ser exterior se va desmoronando, el interior se va renovando de día a día (la integración que ofrece el Enfoque es esa “renovación”). En efecto, la leve tribulación de un momento (nuestros asuntos inconclusos, difíciles, atemorizantes que enfocamos) nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna (no conozco mejores palabras para expresar lo que es y lo que hace el proceso del Enfoque Bio-Espiritual) a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas exteriores son pasajeras, mas las interiores son eternas: 2ª Corintios 4: 16-18.
Me quedó clarísimo que quien escribió eso, estaba hablando de y desde un agraciado proceso interior como lo es el Focusing.
Y así quedó más que colmada mi curiosidad al tiempo que la experiencia continuada me invitaba a mantener abiertos mis sentidos interiores y a creerle a esos benditos procesos que son expresión de una y única realidad.
15 a 16-I-96: EL MENSAJE ES EL PROCESO Y EL PROCESO ES EL MENSAJE. LAS SEÑALES HECHAS COMIDA
Sueño un campo en las montañas, está anocheciendo, hay unas pequeñas hogueras esparcidas en aquel territorio. En la que tengo enfrente hay una como señal de tránsito, dando vueltas lentamente sobre la lumbre, se va poniendo ceniza, obscura, negra que se ha convertido en alimento. Me la empiezo a comer y es un verdadero manjar. Me había dormido preguntándome ¿qué significa eso de que el Mensaje es el Proceso y el Proceso es el Mensaje? Despierto sabiendo qué quiere decir ese sueño: mis sensaciones-sentidas puestas sobre el suave fuego de la gracia se han convertido en un símbolo que me alimenta, me nutre, me transforma. El Proceso que se da en mí transformando esas señales en símbolos que me alimentan es el MENSAJE, y el Mensaje que trae este proceso es el Proceso mismo que convierte la flecha en comida. Si: El Mensaje del EBE es el Proceso Mismo. Y el Proceso en sí mismo es EL MENSAJE.
27-II-95: MI CUERPO LLEVA AÚN LOS GOLPES RECIBIDOS DE PAPÁ. LOS ASUNTOS ESTÁN EN NUESTROS TEJIDOS. Experiencia de MASAJE de Enfoque
Lo primero que vino cuando L me dijo del masaje, fue desagrado, me relajó el saber que era opcional. Estando en Qro. decidí tomarlo por lo que dijeron de él. Llego con Katy y me da indicaciones de que me desnude completamente mientras ella sale del lugar. Lo corroboro, viene cierta excitación, temor, expectación. Estoy listo y comienza. Estoy muy metido en mi sensación física y en las manos de Ky siento algunas partes duras de mi cuerpo, en mi espalda. Ella hace presión como para deshacer la tensión. Toma una mano, luego la otra; me siento acariciado; como que mi cuerpo es algo importante para ella. Me pone como un aceite en cada lugar, y en un momento opone mi pulgar a mi palma y me viene la imagen de las manos de Jesús con su nervio radial seccionado y sus pulgares así, en esa posición. Me siento como si me hubieran bajado de la cruz, y cuando K levanta un poco mi cabeza y la pone sobre uno de sus brazos, yo siento mi cabeza como muerta. Me siento como un cadáver siendo embalsamado para su sepultura. Mis ojos están húmedos. Al llegar a muslos, nalgas y abdomen bajo, viene cierta excitación, como si comenzara a revivir, a resucitar bajo las manos de K. Cuando le tocó el turno a mi nalga derecha me sale un gemido tan intenso que la misma Katy se alarmó. Yo supe en esos momentos que era la memoria de los golpes que de niño recibí de papá y el dolor de la lejanía y complicidad de mamá que nunca se atrevió a defenderme. Fue un ponerme en contacto con esa parte dolorosa de mi historia y de como K, al tocarme con infinito respeto y ternura estaba permitiéndome acoger esa herida guardada en mi cuerpo por muchos, muchos años. Mi cabeza justifica, explica, analiza, los golpes recibidos. Mi cuerpo los guarda y SANA esas dolorosas historias cuando las acompaño.
EL AFECTO COMO GUÍA: NUESTRO CUERPO NOS ESCUCHA Y RESPONDE. LA HISTORIA DEL PAJARITO DE ______
Sin fecha: Llego con A_____ de entonces cinco años, por su hermana ________ a su colegio. Me dice que si lo llevo al parque mientras ella sale, le digo que sí. Estamos en la esquina y me dice que por dónde nos vamos, por la izquierda o por la derecha, le digo que cuando yo voy a los Viveros le pregunto a mi cuerpo por dónde quiere él ir: “Le voy a preguntar”, dice A_____, tras unos instantes me dice: “dice que por acá”. Caminamos unos cuantos pasos y nos encontramos un pequeño pájaro que parece haberse caído de una rama, ya tiene plumas, pero aún no puede volar, A lo persigue. Yo me pongo frente al pajarito y le digo a Andy cómo poner su mano delante de él y lo toma en ella. Le digo: tal vez esté asustado al no tener cerca a su mamá, ¿Le podrías decir que tú lo puedes acompañar, que no lo vas a abandonar, que lo vas a cuidar? Comienza a decírselo entonces le digo: tal vez no entienda tus palabras A, quizá le puedas decir lo mismo pero con tu cuerpo, tal vez así lo entienda mejor. Entonces lo toma con mucha ternura, se lo acerca a su pecho, le acerca su cara. Entonces el pajarito se le acurruca en su mano. Buscamos su nido y a su mamá pero no los encontramos, entonces me dice que quiere llevárselo a casa. Le digo que no tenemos dónde ponerlo, entonces me dice que no lo puede abandonar... Llegamos a casa y el portero le dice: ¿Qué llevas allí A?, le muestra al pájaro, y el portero inmediatamente le dice: espérame. Va y saca una jaula y le dice que se la regala. Llegamos a casa y la señora de la limpieza dice que el pájaro está muy pequeño y que se puede morir, que ella tiene una cuñada que se dedica ¡a cuidar pájaros! y que se lo puede llevar para que lo críe. A accede a que así sea con tal de que cuando sea mayor él pueda dejarlo en libertad, y todo queda resuelto. ¿Casualidades? ¿simultaneidades?, ¿interacción con “un Cuerpo Más Grande”?
EL ROBO DEL VOCHO
SIN FECHA EXACTA: Me pide _____________ el vocho nuevo para ir a su trabajo comunitario. De regreso va a casa de su abuela y lo deja en la calle. Se duerme y cuando despierta ya no está. Se lo han robado.
Pasa el tiempo y yo sigo con el recuerdo vivo, junto con todos los sentimientos e ideas mentales del asunto.
Es domingo y decidimos ir a misa por la tarde. Estoy buscando algo en un cajón, -creo que unos lentes- antes de salir a misa y allí está un juego de llaves del coche robado. Comienzo a decirle a Dios todo lo que traigo en la mente acerca del asunto: que cómo se lo fui a prestar, que cómo tuvo que quedarse dormido, que mejor hubiera hecho esto o aquello. Estoy con todo esto y escucho dentro: “todo eso yo ya lo sé. Lo que quiero que me digas es cómo llevas tú todo esto. Yo sigo hablándole de mis puntos de vista y viene: ve al Libro de Job. Él nunca me dice una palabra desde su mente (eso es lo que hacen sus “amigos” y yo los repruebo y les digo que tienen que pedirle a Job perdón por su estupidez). Job me dice cómo realmente se está sintiendo. La historia del coche robado la sé yo mejor que tú”. Entonces, regresando de misa me pongo a leer el libro de Job y corroboro cada una de estas cosas. Esto me da pie para atender mis sentimientos de pérdida y se da el proceso hacia la sanación de ese acontecimiento, de mi relación con Juan Pablo y finalmente me puedo deshacer de las llaves que era el símbolo de la pérdida del auto y de la ilusión de recuperarlo.
28-XI-95: Experiencia en el curso de E: 2 tema de INVENTARIO. HACIENDO UN ESPACIO PARA MÍ
Siento una leve taquicardia que desaparece rápidamente, antes de tratar de ponerla a un lado. Viene una sensación desagradable en la garganta, hablo con ella y accede a salir por unos momentos de mí; me llama la atención el haberlo podido hacer; luego una sensación vaga en el estómago que también puede esperar fuera, cerca de mí. Contacto otras sensaciones y lo mismo pueden esperar junto a las demás. No es tan difícil como pensaba -me digo- sintiéndome aliviado. Sigo buscando y al no encontrar nada viene un suspiro de alivio que me extiende el cuello levantando la cabeza, siento la luz del sol frente a mí, pasando por mis párpados cerrados. Es agradable ese color amarillo-dorado. Me quedo con esa sensación, lo que se siente muy bien. Relajado, me siento una sonrisa en los labios, y cuando me doy cuenta esa luz está dentro de mí, cambiando de tonalidades como si estuviera viva. Me vienen estas palabras: es una Presencia “en parte donde nada parecía” (SJDLC). Allí donde parecía solo haber vacío HAY una Presencia que llena todo mi ESPACIO INTERIOR e irradia una luz cálida, muy agradable. No vino de fuera, no entró, estaba allí. En lugar de que yo necesitara acercarme a ella, más bien sentía que debía abrirme a ella y simplemente sentirla, disfrutarla. Vienen las palabras “Donde estoy yo está mi Padre”. “El que está conmigo siempre está en casa”. Me siento en mi casa, me siento hijo, lo que me conecta con ser papá de JP. Mi estado es de gozo y alegría inmensos. Allí comprendí que yo era más, muchísimo más que todos mis problemas; que éstos me invitan a ver esa luz interior, a experimentar esa Presencia, a encontrarme conmigo mismo. Gracias al espacio que hice para mí en el Inventario descubrí ese “yo mismo” autentico. ¡Jamás pensé que ese encuentro fuera posible! ¡Y fue tan fácil! Después de cada experiencia de enfoque me pasa lo mismo, no lo puedo creer, y entonces mi cuerpo me dice y me repite lo mismo: No lo pienses,Juan, ¡sólo siéntelo, ¡sólo siéntelo! Y así, nuevamente el mensaje se convierte en proceso, proceso que será para mí un nuevo mensaje, y así hasta el infinito.
(17 IV 2021: los espacios donde se encuentran mis asuntos detenidos son señales potenciales desde las que puedo tener acceso a un nuevo encuentro conmigo mismo).
5-XII-95: ESCUCHANDO A MI CUERPO
Cada vez más frecuentemente en los últimos ocho días tomo conciencia de un zumbido. Lo trato de enfocar varias veces pero como que no se deja. En una ocasión, en la madrugada, muy bloqueado, tomo un libro con los pasos del EBE y me pongo a enfocar. Viene una palabra: TRAICION, que alude a que hago muchas cosas sin tomar en cuenta mi propio cuerpo, lo veo muy borroso esto. Al estarme bañando me doy cuenta de lo mecánicamente que lo hago. También tengo que hacer esto y aquello. Me doy cuenta de que actúo como AUTÓMATA. El zumbido es el lenguaje con el que me dice mi cuerpo: “¡aquí estoy, tómame en cuenta; ¡cuídame, escúchame!
11-XII-95: UN PROCESO EN MOVIMIENTO QUE SIGUE TRANSFORMÁNDOSE EN SESACIÓN-SENTIDA Y CONTÁNDOME SU HISTORIA
(Ver No 13). El viernes pasado L y yo estábamos escuchando el cassette de F cuando en el ejercicio del afecto conecté con mi perrito Sultán al sentir muchas ganas y disposición física para jugar con él. Mis músculos estaban dispuestos a jugar con él, tensos, pero esto no concordaba con lo que nos decía P. Ed. acerca de que cuando uno toca esos lugares con afecto hay una relajación. Al escuchar las indicaciones en el cassette para hacer el ejercicio recordé aquella gata que tenía gatitos de todos colores, pequeños, delicados, tiernos. Luego me vi acariciando uno con mis manos, y en esos momentos sentí un CALORCITO en mi pecho, a nivel de mi corazón, muy suave, extraordinariamente delicado, pero muy, muy real. Muy especial. Disfruté mucho esos momentos, poniendo mi mano sobre esa sensación, y con ello vino una nueva compresión: el recuerdo del Sultán siempre había sido doloroso para mí, como un complot familiar contra él y contra mí, con lo que perdí toda confianza en todos y cada uno de mis familiares. Al sentir ese tenue calor me di cuenta de que podía asumir la totalidad de esa experiencia, tanto en lo negativo de ese acontecimiento como en el gusto que me daba el jugar con mi perrito. Mi SENSACIÓN SENTIDA HACÍA TODO ESTO EN MÍ, sin un esfuerzo, sin tomármelo como un objetivo de mi enfoque, sin control en absoluto sobre ello, sin que yo tuviera que hacer nada. Solo le permití a mi cuerpo hacerlo. Esto me abre perspectivas inmensas. Por un lado, me hace ver mis patrones codependientes con toda evidencia, y por otro que el EBE es la vía integrada en mí que maravillosamente me lleva a descubrir, sostener y permitir que lo que está detenido en mí se ponga de nuevo en movimiento.
XII 95: APAGARON LAS LUCES
Estoy recordando que ayer domingo, a la hora de la comunión recibí la Hostia en mis manos y me la comí. Empecé a sentirla en mi cuerpo, llenándome de una agradable sensación, muy tenue pero muy real. Lo disfruté unos segundos, y cuando abrí los ojos me pareció que las luces del templo estaban apagadas casi completamente. Le comento a L: “¡Apagaron las luces!”; todo lo exterior era tan poco luminoso, tan “sin chiste” ante la realidad de lo que acababa de percibir dentro de mí. Esto me conecta con la Eucaristía como Presencia Real.
19-III-96: PROCESANDO MIS PÉRDIDAS. ELLAS CONTIENEN VIDA
Vienen unas luces fugaces, luego me veo viendo el cielo desde la ventana de mi cuarto en Morelia. Me viene el recuerdo del momento cuando tiro una bolsa a un camión que va pasando, con mis calcetines nuevos, sube una sensación de incomodidad de mi abdomen a mi tórax. Yo mismo he tirado mis calcetines nuevos. El sentirme tonto, inepto, incapaz, es haber tirado mis dones a la calle. Surge una imagen de un tronco al que me abrazo, y soy absorbido por él. Finalmente veo salir hojas verdes y espigas de él, y a su alrededor y vienen las siguientes palabras: Quizá no todo está muerto en mí.