En Tampa, el corazón de la mujer
“Las campañas de los pueblos sólo son débiles
cuando en ellas no se alista el corazón de la mujer”
José Martí
Martí escribió la frase que precede a estas líneas cuando la mujer era excluida de la vida política hasta en las naciones más avanzadas de su tiempo. Convocar la mujer a alistarse en un proyecto de república democrática, cuando en las ya establecidas el voto femenino no era considerado en ningún sistema electoral de gobierno, significaba un paso importante en la conquista de ese y todos sus derechos.
Cuando el líder cubano pronunció el primer discurso en Tampa, la noche del 26 de noviembre de 1891, a la sala del Liceo Cubano de Ybor City acudieron los cubanos emigrados a esta ciudad acompañados de sus esposas, hijas, hermanas. Las féminas, particularmente sensibles a las palabras del Apóstol, se sintieron palmas de la patria en el símbolo femenino que en el discurso las exaltó como “novias que esperan” por una independencia y república donde ellas serían participantes activas.
A partir de ese momento, las cubanas de Tampa se entregaron a la causa que las redimiría no sólo como nación, sino como parte del proyecto unificador que las convocaba junto a los veteranos de la Guerra Grande, obreros, intelectuales, negros y blancos, cubanos y españoles, jóvenes y viejos, en fin, esa amalgama dispersa que anhelaba una patria que por primera vez se delineaba en un proyecto “con todos y para el bien de todos”.
Hay muchos ejemplos para ilustrar el papel significativo que tuvo la mujer en Tampa durante la década de 1890, cuando se organizó y desarrolló la guerra por la independencia de Cuba. Siempre que se habla de la presencia de José Martí en esta ciudad se menciona a Paulina Pedroso, por la devoción con que ella le atendió. Hay tres ejemplos sobresalientes: en un momento en que algunos están fomentando enfrentamientos raciales, Martí camina entre una multitud de cubanos que le aplauden con un brazo sobre el hombro de la cubana descendiente de esclavos. Y cuando los enemigos de la independencia de Cuba intentaron envenenar al líder a través de una copa de vino, en un cuarto de la casa de Paulina fue cuidado hasta su recuperación. Finalmente, es a Paulina y su esposo Ruperto a quienes Martí hace el pedido más extremo de su carrera política, al pedirles que hipotecaran su casa si fuera necesario, para completar el dinero que el Partido Revolucionario Cubano requería para cumplir con el alzamiento del 24 de febrero de 1895, pues el plan concebido había fracasado con la detención de los barcos en el puerto de Fernandina.
No es posible referirse al aporte de la mujer al independentismo cubano desde la emigración sin mencionar a Carolina Rodríguez, a quien todos decían en Tampa “La Patriota”. Hay varias cartas de Martí a ella, que entonces tenía casi 70 años y miraba al Apóstol como a un hijo. Trabajaba, como tantas mujeres, en las fábricas de tabaco, y no sólo entregaba para los fondos de la patria una parte de su jornal, sino que después salía, casa por casa, a pedir un centavo más con que engrosarlos. Hay una anécdota reflejada en el periódico Patria que es conmovedora: en un momento en que ella está enferma y no tiene dinero que aportar a una colecta, aprovecha un acto y pide la palabra. Dice que está atravesando una situación difícil y necesita ayuda de los presentes. Pasa un recipiente donde muchos depositan algunas monedas. Con el resultado se le ilumina el rostro y entrega la bolsa a la directiva del Partido, sin contar la suma reunida. Todos aplaudieron cuando ella expresó que había estado muy triste, porque por primera vez no hubiera podido participar en una colecta para Cuba.Unas palabras que Martí publicó en el periódico Patria, son suficientes para tener a esta mujer villaclareña en el pedestal más alto. Se publicaron en abril de 1892 con el título “El alma cubana”. El límite de esta cuartilla me impide citarla íntegramente, pero es imposible no elegir algunas frases: “Por la mañanita fría, con los primeros artesanos sale a las calles, arrebujada en su mantón, la anciana Carolina, camino de su taller y sube la escalinata de la entrada, y se sienta, hasta que oscurece, a la mesa de su trabajo (…) Con ojos de centinela y entrañas de madre vigila la cubana de setenta años por la libertad (…) sabe dónde están todos los cubanos que sufren, sale a trabajar para ellos en la mañanita fría, arrebujada en su manta de lana. ¡Esa es el alma de Cuba!”.
Como Paulina y Carolina, cientos de mujeres cubanas en Tampa se entregaron al proyecto liberador que encabezó José Martí. Hubo varios clubes femeninos en cuyas membresías y directivas se mostró la relevancia que tuvieron en los arduos años en que se organizó y desarrolló la última guerra independentista contra el coloniaje español en el continente americano. Entre ellos se destacaron el Club “Discípulas de Martí”, el “Cuba Nro. 1”, “Obreras de la Independencia”, “La estrella solitaria” y otros. Asimismo, la presencia de la mujer en los actos culturales y patrióticos que en Ybor City y West Tampa se hicieron frecuentes en aquellos años, la voz de la mujer se hizo sentir. Los nombres de María Luisa Sánchez, Pocahontas Herrera y Suna Echemendía, son sólo algunos ejemplos sobresalientes.
Al reflejar el acto del 10 de octubre de 1892, Patria recogió esta estampa: “Y si como lo dicho por nuestros oradores no fuera bastante para excitar el patriotismo, vino la simpática señorita María L. Sánchez, con su voz dulce y argentina a acentuar más el frenesí cubano de aquella apiñada multitud, recitando con maestría, con viril entereza, la magistral composición de Santacilia titulada Grito de Guerra”.
Sin el alistamiento del corazón de la mujer en Tampa, habría sido débil aquella magna campaña para la independencia de Cuba a fines del siglo XIX. Ellas estuvieron en la tribuna, en la fábrica de tabacos, en el óbolo salido de su jornal para el “Día de la Patria”, cosiendo uniformes para los soldados, recopilando medicinas, botas, comida para los expedicionarios y apoyando a sus esposos e hijos al salir hacia la guerra necesaria. Después, a la manigua redentora llegaron sus cartas de aliento y amor, llenas de optimismo y esperanza. Así fue la mujer de Tampa, así es la mujer, con esa “miel de su cariño” que sintió El Apóstol.
Nota.Próximamente saldrá mi libro Tampa en la obra de José Martí, donde se documenta la participación de Tampa en el independentismo cubano, con amplias referencias a la participación de la mujer.