Pausa Ignaciana
El entorno en que se hace los ejercicios debe ser un lugar tranquilo y propicio para la reflexión. Lo importante es que haya suficiente tiempo y discernir la acción de Dios en tu vida.
Examen De La Jornada-Examen General
Una de las más grandes gracias que San Ignacio de Loyola recibió durante su conversión fue ser llevado a comprender que Dios está continuamente ocupado en nuestras vidas. Él diría que Dios está continuamente ‘trabajando’ en nosotros – laborando en los eventos ordinarios de nuestra vida cotidiana para llevarnos a la plenitud de la vida para la cual Dios nos crea. La respuesta de San Ignacio a esta acción continua de Dios en su vida fue volverse frecuentemente a Dios en oración, abrirse a Dios y buscar ser guiado por Dios. Era una oración que hoy conocemos como el examen de conciencia. Esto no debe confundirse con el examen de conciencia que se centra en la moralidad de nuestras acciones y a menudo es usado como preparación para la confesión sacramental.
Pausa Ignaciana
El examen de conciencia es una oración de simple atención a Dios para discernir la acción de Dios en nuestras vidas para que podamos llegar a comprender cómo Dios está ‘trabajando’ en nosotros, a lo que Dios nos apremia, y qué, dentro de nosotros, pueda estar resistiéndose a la acción de Dios. Por eso se le ha llamado también: Examen General/de la jornada o Pausa Ignaciana. Al igual que con cualquier oración, es importante encontrar un tiempo y lugar apropiados para el examen de conciencia. Con frecuencia se hace al final del día, aunque puede hacerse en cualquier otro tiempo o más a menudo, según nos sintamos atraídos a hacerlo. Cuanto más a menudo se hace, sin embargo, más natural se vuelve.
En sus Ejercicios Espirituales, San Ignacio sugiere cinco pasos:
1- Transición: Ponte delante de Dios que te ama y te da la bienvenida, que te ilumina y te guía. Abraza al Dios que mora en ti, al Dios que continuamente está ‘trabajando’ en ti. Petición: Pídele a Dios la gracia de mirar sus acciones, pensamientos y motivos con honestidad y comprensión: “¿Señor, qué es lo que deseas mostrarme este día?”
2- Revisión: Caminar con Dios de regreso a través de tu día, estar atento a todas las formas en que Dios se te ha revelado. Aunque hay que tener en cuenta no sólo lo que hiciste o dejaste de hacer, o todo lo que te ha pasado, sino también todo lo que has sentido dentro de ti mismo. ¿Dónde sentiste alegría o paz o una sensación de placer? ¿Y dónde te encuentras inestable, o sientes tristeza, temor o ansiedad? ¿Dónde estaba o no estaba Dios en esto? ¿Cómo respondes a Dios: con generosidad o con egoísmo, con honestidad o con engaño, con vergüenza o arrepentimiento?
3- Gratitud: Recuerda los regalos que Dios te ha dado este día: lo agradable y lo difícil, el gesto generoso, la palabra de aliento, un trabajo bien hecho, la familia, los amigos y todos los que te han ayudado a crecer. Todo, incluso tu propia persona, es un regalo de Dios. Pero no te limites a reconocer los dones que Dios te ha dado, saboréalos y disfrútalos. Ofrécele a Dios una oración de agradecimiento.
4- Contrición: Pedir la gracia del toque sanador del perdón de Dios que, con su gran amor y respeto para ti, remueve la carga de tu corazón.
5- Renovación: Mira hacia el mañana y, con Dios, planea concretamente cómo vas a vivirlo de acuerdo con el deseo amoroso de Dios para ti.
Fuente: https://www.loyola.org/wp-content/uploads/SUNDAY-IV-Page-01.pdf