Julio 25
Julio 25
Por: Erik Pitti
Todos tenemos un amigo o un conocido que parece tener "un motor adentro". No para quieto, se levanta, pregunta, corre, interrumpe. Y también conocemos al que parece que no está, que flota, que cuando lo llamas ni se entera. No es que sean maleducados ni que les falte ganas. Es que su cerebro baila una música diferente… y el mundo insiste en que todos bailen al mismo compás.
Bienvenidos al mundo del Trastorno por Déficit de Atención, con o sin hiperactividad.
¿Complicado? No tanto si lo entendemos con ojos de empatía y no con la lupa de la crítica.
¿Qué es y cómo se presenta?
TDAH y TDA son dos caras de una misma moneda. La diferencia es que uno hace ruido y el otro pasa calladito.
TDAH: es ese niño con el cuerpo en modo terremoto, con la mente brincando de un tema a otro como quien hace zapping en la TV.
TDA: es como ver a alguien con la radio encendida, pero en una frecuencia donde nadie más escucha nada. Están, pero no están.
Ambos tienen un hilo en común: les cuesta concentrarse, organizarse y mantenerse en una tarea. Pero ojo, no porque no quieran, sino porque su cerebro va a otra velocidad. El mundo quiere coches de fórmula 1, pero su motor es de montaña rusa.
¿Cómo lo identificamos?
Si es TDAH:
Saltan antes de pensar.
Parecen tener un resorte en la silla.
Hablan cuando no deben y no hablan cuando deberían.
Van por la vida como si cada cosa fuera urgente y no hubiera un mañana.
Si es TDA:
Se les va el avión… y el tren también.
Olvidan cosas como si tuvieran agujeros en los bolsillos de la memoria.
Todo lo hacen a un ritmo que desespera a la impaciencia de los adultos.
Organizar su cuarto, sus tareas o su vida es como armar un rompecabezas sin la foto guía.
¿Y ahora? ¿Cómo ayudamos?
Diagnóstico primero. No todos los niños distraídos o inquietos tienen TDA o TDAH. Por eso, primero se consulta con profesionales. No adivines ni pegues etiquetas.
Rutinas claras. Lo inesperado es enemigo de quien no logra organizar sus pensamientos.
Instrucciones de a poco. No pretendas que escuchen un podcast entero si apenas procesan un tuit.
Premiar los avances. Aquí el premio no es el tamaño del logro, sino el esfuerzo que implica.
Aliarte con la escuela. El maestro que entiende, enseña; el que no, sentencia.
Esto no es flojera, es neurología
¿Y la empatía? Porque aquí no sirve el “deja la pereza” o el “es que no quieres”. Esto no es cuestión de ganas, sino de capacidad neurológica.
Ser empático con un niño con TDAH o TDA es como acompañar a un pez que intenta trepar un árbol: no lo vas a dejar solo, pero tampoco vas a juzgarlo por no ser mono.
El desafío no es solo que el niño se adapte al mundo, sino que el mundo también entienda al niño.
Reflexión
Estos niños, que parecen tener la cabeza en la luna o los pies con turbo, son igual de capaces, pero necesitan otra estrategia, otra mirada, otra compañía.
Porque al final del día, lo que un niño con TDA o TDAH más necesita no es un adulto que le grite “concéntrate”, sino uno que le diga “voy a ayudarte a encontrar tu ritmo”.