En tiempos de inmediatez y automatismos, creemos que detenerse a pensar sigue siendo un acto profundamente humano y necesario. Barro Pensativo nace como un espacio de encuentro, reflexión y creación crítica, impulsado por un grupo de jóvenes investigadores comprometidos con las humanidades, las ciencias sociales y los desafíos éticos de nuestro tiempo.
Somos más que un colectivo: somos una comunidad que cultiva la palabra reflexiva, el diálogo riguroso y la búsqueda de sentido. En este blog compartiremos artículos, ensayos, entrevistas y crónicas que exploran temas fundamentales como la filosofía, la ética, la educación, la historia, la cultura, la política y la vida social en sus múltiples formas.
Entre la muerte y la compasión: Príamo ante Aquiles en el último canto de la Ilíada - Parte II
19 de diciembre del 2025
Guillermo Sebastian Tapia Churata
guillermo.tapia.churata@ucsp.edu.pe
Orcid: https://orcid.org/0000-0003-0739-9862
Barro Pensativo. Centro de Estudios e Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales
Es precisamente esa relación con la muerte lo que hace que la escena entre Aquiles y Príamo tenga un peso filosófico y moral que trasciende la épica clásica. Cuando el rey troyano entra en la tienda, lo hace “sin ser visto”, casi como una sombra que cruza el umbral del peligro. “El gran Príamo entró sin ser visto, y acercándose a Aquiles, le abrazó las rodillas y besó aquellas manos terribles, homicidas, que habían dado muerte a tantos hijos suyos” (Homero, 2022, p. 397). El gesto es estremecedor, ya que no solo se trata del mayor acto de humildad que un rey puede hacer en la tradición heroica, sino de un reconocimiento absoluto de la fragilidad humana frente a la fuerza desmedida del guerrero.
Las manos de Aquiles han matado a sus hijos; sin embargo, Príamo las besa. No hay mayor acto de renuncia, ni mayor acto de valentía que ese. Y es justamente en ese punto donde la épica cambia su tono. Durante toda la Ilíada, Aquiles es el héroe más grande no por su misericordia, sino por su furia y su destreza en la guerra. Su cólera es el motor que impulsa los acontecimientos del poema. Cualquier persona podría esperar que, enfrentado al hombre que engendró al enemigo que mató a su amigo, el Pelida reaccione con violencia, pero Homero decide romper la expectativa y la transformarla en uno de los momentos éticos más hondos de la literatura occidental, la redención del héroe y el amor del padre.
Aquel viraje desde la furia hacia la compasión ha sido interpretado como una de las mayores innovaciones de Homero. García subraya este punto al señalar que “Es muy probable que Homero haya innovado la versión mítica tradicional de la venganza de Aquiles, al hacer que el feroz Pelida se compadezca de Príamo” (García, 2022, p. 18). Lo que podría haber sido una culminación sangrienta se convierte en un momento de profunda humanidad. De hecho, la compasión que surge en Aquiles no es un acto distanciado o superficial. Vidal (2023) lo expresa de manera contundente: “El ruego de Príamo toca una fibra distinta en el ánimo de Aquiles. […] La compasión que embarga a Aquiles está lejos de ser un sentimiento distante de clemencia […]. En el Olimpo no existe la compasión […]. Heroísmo y compasión son el privilegio de los hombres, que se saben expuestos al fracaso y a la muerte” (p. 81). Este análisis permite comprender que la grandeza del canto final no está en la victoria militar, sino en la victoria humana. La compasión es un acto posible únicamente entre mortales porque solo ellos conocen lo que implica la pérdida. Aquiles entiende a Príamo porque, aunque su Peleo siga vivo, él ya ha experimentado la devastación del duelo por Patroclo y sabe que su padre lo experimentará pronto.
El sufrimiento del anciano le recuerda lo que él mismo teme y lo que lo constituye como hombre. Efectivamente, Príamo lo invoca desde esa afinidad: “[…] y el que era el único para mí y defendía la ciudad y a sus habitantes, a este, tú lo mataste poco ha mientras combatía por la patria, a Héctor […] y apiádate de mí, acordándote de tu padre; yo soy más digno de compasión que él […]” (Homero, 2022, p. 398). La apelación al padre es decisiva, ya que el troyano no intenta convencer a Aquiles desde la retórica del honor ni desde la justicia divina, sino que lo hace desde la experiencia humana compartida y es ahí donde la escena alcanza su tensión máxima, pues el anciano habla como un padre que pide por su hijo, y Aquiles escucha como un hijo que reconoce en ese dolor la imagen anticipada de lo que le espera a Peleo. La escena se convierte así en un espejo doble, por un lado, Príamo ve en Aquiles al asesino de su hijo, pero también al hijo que él mismo ya perdió; mientras que Aquiles ve en Príamo a su propio padre y se reconoce a sí mismo en el dolor ajeno.
En este punto, es inevitable reflexionar sobre el sentido del heroísmo que propone la Ilíada. Tradicionalmente, los héroes griegos alcanzan gloria mediante el combate, la fuerza o el honor, pero el canto final sugiere otra grandeza posible. Vidal (2023) afirma que para los héroes de este poema, “La única grandeza que admiten es la que se mide por la valoración de su entorno” (p. 70). Sin embargo, la escena entre Aquiles y Príamo complejiza esta idea, pues la grandeza ya no se mide por la victoria, sino por la capacidad de ver humanidad en el enemigo. Aquiles, al compadecerse, no necesita del aplauso de su entorno; su acto nace del reconocimiento interior de lo humano.
Este cambio tiene consecuencias profundas en la interpretación del poema. García lo expone con claridad cuando afirma que el duelo por Héctor “y el posterior acto de compasión de Aquiles ante Príamo proporcionan un sentido ético y patético al gran poema […]. Con ese final, Homero ha dado un nuevo sentido, más humanitario, más emotivo, a todo el poema” (García, 2022, p. 18).
La Ilíada, entonces, no termina con un triunfo militar ni con la caída de una ciudad, sino con un acto de humanidad compartida. El hecho de que Homero cierre su obra con la muerte de Héctor y no con la toma de Troya no es una omisión casual, sino que es una afirmación estética y ética. El objeto del poema no es la guerra en sí misma, sino la condición humana bajo el peso del destino.
En ese sentido, la figura de Príamo funciona como una crítica implícita a la lógica heroica. El anciano no renuncia a su dignidad real, pero la adapta a un contexto donde la grandeza pasa por la humildad extrema. Arrodillarse ante el asesino de sus hijos no destruye su dignidad, al contrario, la magnifica, puesto que, en un mundo donde la gloria está asociada a la fuerza, el rey troyano demuestra que el valor también se encuentra en la vulnerabilidad y en la capacidad de actuar conforme a lo que el corazón exige, aunque el precio sea la propia vida. Su gesto, paradójicamente, es más heroico que muchas de las hazañas bélicas narradas en el poema.
Aquiles, por su parte, demuestra en esa escena que aún conserva un vínculo con lo humano. La furia que lo había definido durante tantos cantos se disipa al reconocer en Príamo a un igual en sufrimiento. Y ahí surge la idea central de que la compasión no debilita al héroe, en cambio, lo completa. Homero parece sugerir que la humanidad del guerrero no estaba perdida, solo dormida bajo el peso de la guerra y del dolor.
Desde una perspectiva literaria, este encuentro representa uno de los momentos más complejos de la épica antigua. El héroe más grande y el rey más anciano se encuentran en un espacio que no pertenece ni al campo de batalla ni al palacio, sino que se miran en un espacio intermedio donde lo humano supera a lo político. La tienda de Aquiles se convierte, entonces, en un escenario de reconciliación. No es que la guerra termine; es que se suspende por un instante para permitir que dos hombres, definidos por el dolor, se encuentren en un terreno común.
La grandeza de esta escena reside, entonces, en esa suspensión, en ese breve intervalo donde el destino parece detenerse para permitir un acto de compasión. Se abre una grieta en el tejido del mundo heroico, un momento en que Aquiles deja de ser el instrumento de la muerte y se convierte en un hombre que reconoce el sufrimiento del otro.
La muerte, que había sido el motor de la narración, se vuelve ahora el motivo para una reconciliación. Héctor no revive, pero su muerte da lugar a una humanidad inesperada y el Pelida por fin entiende que haberlo no le devolvería su gloria. Príamo recupera el cuerpo de su hijo, pero más allá del cadáver encuentra el reconocimiento de su dolor. Aquiles entrega el cuerpo, y con ello recupera un fragmento de su propia humanidad.
En conclusión, el canto final de la Ilíada no es un epílogo, sino una relectura de todo lo anterior. Aquiles, que había sido la figura dominante del poema por su cólera y su violencia, revela una dimensión ética que lo eleva por encima de la mera fuerza. Príamo, que podría haber quedado reducido al papel de rey derrotado, se erige como ejemplo de un heroísmo distinto, más humano y más profundo. Homero, al cerrar su obra con este encuentro, parece afirmar que el destino de los hombres no es solo morir, sino convivir con la conciencia de la muerte y es desde esta que nacen la compasión, la grandeza y la posibilidad de reconciliación. Príamo y Aquiles no resuelven la guerra, pero resuelven algo más difícil, pues reconocen la humanidad en el otro.
Así, la Ilíada termina como solo las grandes obras pueden hacerlo, no con la exaltación del triunfo, sino con la afirmación de que, incluso en un mundo regido por la muerte, los hombres son capaces de gestos que trascienden su condición y revelan la hondura de lo humano.
Referencia bibliográfica
García, C. (2022). Estudio introductorio en Homero Ilíada. Gredos.
Homero. (2022). Ilíada (Trad. Segalá). Gredos.
Vidal, G. (2023). Desempolvando a los clásicos: Homero, Virgilio, Dante. Liberalia Ediciones.