Guatemala, 1975.
Me considero una eterna aprendiz de la Vida.
Mi trabajo busca conexiones entre naturaleza y hombre; interior y exterior; microcosmos y macrocosmos. Mi conversación trata de la contemplación serena del entorno y la irrelevancia del observador en una percepción simultánea de lo interno y lo externo. Reflexiono en torno a la angustia del ser humano en la nada, en su vacío existencial.
Afirmo que el Arte denuncia, sensibiliza, confronta. Hoy lo declaro -en todas sus manifestaciones-, el portador más certero y noble de mis intenciones.
Tal vez el sistema me ha absorbido, sí. Pero no me ha cegado por completo. Me declaro en estado de transformación; dejo de ser una cómoda espectadora y emprendo el despertar de una conciencia empática, pacífica, honorable y respetuosa con su entorno. Sea esto en virtud y tributo a lo que queda. A lo que nos queda.
Quien tenga ojos, oídos e inteligencia, que vea, oiga y comprenda lo que está ocurriendo.