He frecuentado el mundo de bastidores y pintores; así conozco la sociedad que implanta las modas y las evito. Hoy trabajo para la creación prácticamente con las puertas cerradas. Allí dialogo con mis superficies, planteándome problemas plásticos y los resuelvo mediante búsquedas y encuentros, experimentos de construcción y destrucción. Mis emociones traducen en colores vivos y muertos, como si transmitieran el inconsciente colectivo. Trabajo mi naturaleza misma que hierve, cambia y se transforma constantemente en intensas expresiones. Pinto mi mundo interno. Es como una magia paradójica de quietud y de acción; una fiesta íntima perfectamente involuntaria que organiza líneas y colores. También preparo superficies y texturas, emergentes de lo profundo. Creo haber sido fiel a mi carácter y personalidad.
Los solitarios estamos casados en secreto. Allí cada pintor inventa sus palabras, su mundo, su creación. ¿Qué pintor, qué artista no es un recluso? Mi taller es una celda bien armada, cuyos muros sostienen pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones. Estoy enamorada de los bastidores, de los pinceles y los colores, además de otros instrumentos y materiales que convierto en intérpretes de mi felicidad y de mi angustia. Luego laboro, oro y comparto mis plegarias en cada exposición.
La creación para mí no es un recorrido rellenando los trazos previamente definidos. Es mucho más y es algo feliz, un don, un júbilo capaz de sembrar la semilla y recibir su fruto. De allí la inagotable compañía que me dan los lienzos y mi diálogo con ellos.
Cada composición es la existencia de una fuerza misteriosa que me seduce y me arrastra, permitiéndome el asombro de mí misma. ¿Cómo es posible que por encima de los hallazgos y los azares del oficio, de los materiales y de las sorpresas, cada composición sea creación y afirmación de una realidad inventada de colores y de vida? Esta invención es fiebre y ciencia a pesar de los cambios que supone. Llevo el conocimiento de mí misma. Los rojos, ese verde, aquél azul, -los metálicos-, son gozos que me hablan y por ello mi asombro al oírme y verme así.
Nada es, todo esta siendo y siendo es como llegaré a ser. Búsquedas y encuentros llenos de pasión, son mis obras. No me repito. Son como yo: cambiante. ¿Será mi inquietud de creer alcanzar mi objetivo o pretendo, contra mi voluntad, ir más lejos y seguir en el descubrimiento?. La evolución de mi alma es mi autorretrato. Todo lo escribo en las superficies y en los materiales, formas y líneas; en una palabra: la composición y sus ingredientes soy yo.
Con el pasar de los años, lo exterior desaparece y reaparece al verme sumergida en tierras desgarradas por las guerras y la incomprensión, por las apariencias, los deseos de poder y poseer. Así, lo trágico de la vida se mezcla con la alegría de vivir, relevando los hechos y también lo inalcanzable: una justa y amable verdad.
Alguna vez Picasso comentó "Todo el mundo quiere comprender la pintura abstracta; ¿porqué no se intenta comprender el canto de los pájaros?". Una pintura es un hecho vivo, un impulso creador que no termina de irradiar, de respirar y de cantar. Es tan sencillo como acercarse a la obra y experimentar una infinidad de cosas: de la indiferencia al interés, de la estima a la simpatía, de la amistad al sentido común. Toda una sucesión de movimientos y sensaciones. Pero ante todo, está el misterio del encuentro. Gustar de una pintura es esencialmente, una cuestión de amor. No concibo comprarla con otro criterio que no sea éste. "Tengo ganas de vivir con ella, y porque me gusta, será mi compañía velará y dormirá en mi casa". Quien a sentido esto, ya no pensará en querer comprender las Bellas Artes. Ver es suficiente; ya compartirá su secreto.
Creo que una de mis fuerzas es esa impaciencia insaciable de la necesidad de crear. Vivo en constante acción. Así es mi temperamento. Me gusta coger al vuelo una línea, un color, una materia, disponer de las composiciones, de sus estructuras, de los volúmenes, del color. Hay también en mis trazos un mundo en marcha, una especie de pensamiento provocativo respecto a lo plácido y a lo bien establecido. Toda creación es un combate. Estoy en pugna con la pintura y un poder de dominación sobre mis medios, mide mis propios límites. Entonces interviene la paciencia y la razón, para decidir cuando dejar a cada una de mis creaciones, su propia vida, su existencia y sus azares. Es cuestión de hundirme en las formas y sufrir organizándolas. Extraño núcleo de fuego son mis caminos de duda y rebeldía. Desconfío de la facilidad del logro. Cuando juzgo una obra "lograda", la miro y sonrío. Muchas veces lamento no continuar en su juego creativo; en otras descanso. Una vez más descargo ese volcán de inquietudes plásticas proponiéndome, más y más problemas a resolver. Por lo anterior llego a la conclusión que mi objetivo será la creación; ser co-creadora con Dios. Lograr esas plegarias convertidas en color, líneas, áreas, composiciones, en acción. Luego, las obras vivirán por sí mismas y tendré un tiempo de inacción que será, sin duda, la pauta de la llamada para otras etapas. Al cabo de todo, algo me pertenece: mi nombre ANA QUERAL.