Suele decirse que el Movimiento Moderno se entendió a sí mismo como un proceso revolucionario, impulsado por la conciencia general de estar viviendo el comienzo de una nueva era. Su novedad no residió tanto en un repertorio de soluciones formales, como en un nuevo método de trabajo aplicado a la arquitectura.
Si la Revolución Industrial había planteado problemas que requerían respuestas muy distintas a las tradicionales, al mismo tiempo, la relativización de los modelos clásicos de pensamiento, la evolución de la percepción y la mecanización progresiva del hábitat obligaron a repensar la práctica constructiva.
La célebre afirmación de Mies van der Rohe —«la arquitectura es la voluntad de una época traducida a espacio» (1924)— contrastaba radicalmente con la visión academicista que situaba el fundamento de la arquitectura en la composición adecuada de los órdenes clásicos.
Contra lo que pudiera parecer, los edificios religiosos ocuparon un lugar destacado en la vanguardia, incluso durante el periodo heroico del desarrollo de la Modernidad. En 1923, Auguste Perret construyó la sorprendente iglesia de Notre-Dame du Raincy; poco después, Dominikus Böhm, Jacobus Oud, Rudolf Schwarz o Alberto Sartoris diseñaron templos limpios y relucientes en su blancura internacional. Precisamente, el proyecto de Sartoris para una nueva catedral de Friburgo, dedicada a Nuestra Señora del Faro (1931), representado en una axonométrica blanca, roja, amarilla y gris, típica de las vanguardias, se convirtió en símbolo de la modernidad canónica, aunque cayó rápidamente en el olvido.
En 1990 nació Docomomo, una organización internacional creada para inventariar, documentar y proteger la arquitectura del Movimiento Moderno, buscando su reconocimiento como parte de la cultura del siglo XX. En las últimas décadas, su desarrollo, aunque desigual, ha permitido una mayor aceptación social de la arquitectura construida entre 1925 y 1975, incluyendo la arquitectura religiosa.
Aunque muchos templos modernos ya están registrados en sus archivos, como en los de Icomos u otras instituciones, aún es posible identificar nuevos ejemplos, explorar campos desconocidos en diferentes países o investigar las implicaciones sociales, técnicas y religiosas que la construcción de estos edificios tuvo en los territorios donde se levantaron.
La IX edición de los CIARC, que se celebrará online desde San Juan de Puerto Rico del 20 al 22 de noviembre de 2025, estará dedicada al estudio de la arquitectura religiosa de la modernidad canónica, esto es, la construida entre 1925 y 1975. Cada autor deberá enfocarse en el análisis de un solo edificio dedicado al culto que esté incluido en este perido histórico. También podrán admitirse análisis territoriales sistemáticos, especialmente sobre aquellas regiones donde este tipo de estudio aún no se ha realizado.
Cada comunicación deberá apoyarse en fuentes inéditas, preferiblemente archivísticas o personales, y revelar las historias que subyacen detrás de cada caso. Historias que cuenten el proceso de su construcción, de su adecuación al contexto natural y social, de su encaje con la evolución de la liturgia o de los procesos —a veces extremadamente delicados— de su conservación o restauración.
Historias personales o colectivas que giran alrededor de obras arquitectónicas que, en su momento, reflejaron el sentir de una comunidad, la visión artística de un arquitecto o la perspectiva teológica de una confesión religiosa; unas obras que tenemos el deber de conocer y preservar para las generaciones futuras.
It is often said that the Modern Movement understood itself as a revolutionary process, driven by the general awareness of living the beginning of a new era. Its novelty did not lie so much in a repertoire of formal solutions as in a new working method applied to architecture.
If the Industrial Revolution had posed problems that required very different answers to the traditional ones, the relativisation of classical models of thought, the evolution of perception and the progressive mechanisation of the habitat forced a rethinking of construction practice.
Mies van der Rohe’s famous statement - «architecture is the will of the epoch translated into space» (1924)- contrasted radically with the academicist vision that placed the foundation of architecture in the proper composition of classical orders.
Contrary to what it might seem, religious buildings occupied a prominent place in the avant-garde, even during the heroic period of the development of Modernity. In 1923, Auguste Perret built the striking church of Notre-Dame du Raincy; soon after, Dominikus Böhm, Jacobus Oud, Rudolf Schwarz or Alberto Sartoris designed temples clean and gleaming in their international whiteness. Precisely, Sartoris’ project for a new cathedral in Freiburg, dedicated to Notre-Dame-du-Phare (1931), represented in a white, red, yellow and gray axonometric, typical of the avant-garde, became a symbol of canonical modernity, although it quickly fell into oblivion.
In 1990 Docomomo was born, an international organization created to inventory, document and protect the architecture of the Modern Movement, seeking its recognition as part of the culture of the 20th century. In recent decades, its development, although uneven, has allowed for greater social acceptance of architecture built between 1925 and 1975, including sacred architecture.
Although many modern temples are already registered in their archives, such as those of Icomos or other institutions, it is still possible to identify new examples, explore unknown fields in different countries or investigate the social, technical and religious implications that the construction of these buildings had in the territories where they were raised.
The IX edition of the CIARC, to be held online from San Juan, Puerto Rico, November 20-22, 2025, will be devoted to the study of canonical modern sacred architecture, that is, architecture built between 1925 and 1975.
Each author should focus on the analysis of a single building dedicated to worship that is included in this historical period. Systematic territorial analyses may also be accepted, especially in those regions where this type of study has not yet been carried out.
The paper should rely on unpublished sources, preferably archival or personal, and reveal the stories behind each case. Stories that tell of the process of its construction, of its adaptation to the natural and social context, of its fit with the evolution of the liturgy or of the processes -sometimes extremely delicate- of its conservation or restoration.
Personal or collective stories that revolve around architectural works that, at the time, reflected the feelings of a community, the artistic vision of an architect or the theological perspective of a religious denomination; works that we have the duty to know and preserve for future generations.