Miradas lascivas
“Piropos”
Silbidos, besos, bocinazos, jadeos y otros ruidos
Gestos obscenos
Comentarios sexuales, directos o indirectos al cuerpo
Fotografías y grabaciones del cuerpo, no consentidas y con connotación sexual
Tocaciones (“agarrones”, “manoseos”, “punteos”)
Persecución y arrinconamiento
Masturbación con o sin eyaculación y exhibicionismo
Todos y todas podemos exigir respeto y sacar la voz. Si ves que alguien sufre acoso, ¡di algo! Ayudará a que la víctima se sienta acompañada, a que el agresor sepa que su conducta está mal y a mostrar lo negativo de esta práctica. RECUERDA: actúa sólo si tu entorno es seguro y hazlo de manera respetuosa.
Si ves que la víctima no hace nada, es probable que esté atemorizada o en shock. Entrégale contención y asesórala con esta información. Además, puedes acompañarla a denunciar. Tu testimonio es muy valioso.
Porque es una práctica no deseada, que genera un impacto psicológico negativo y que las personas, especialmente mujeres, pueden vivir varias veces al día desde los 12 años, en promedio.
Los efectos del acoso se demuestran en acciones cotidianas de la víctima como:
Cambiar los recorridos habituales por temor a reencontrarse con el o los agresores.
Modificar los horarios en que transita por el espacio público.
Preferir caminar en compañía de otra persona.
Modificar su modo de vestir buscando desincentivar el acoso.
¿POR QUÉ NO ES CULPA DE LAS VÍCTIMAS?
Todas las personas tienen derecho a transitar libremente y con la confianza de no ser violentados, independiente del contexto, la edad, la hora del día o el vestuario que ocupa la persona agredida, los derechos humanos no dependen ni se suspenden por detalles del entorno. No hay excusas ni justificaciones para el acoso sexual callejero.
Es violencia de género, porque refleja en el espacio público la desigualdad de poder entre hombres y mujeres, a través del abuso sexual. En la actualidad, la violencia sexual es penada y no tolerada en otras situaciones y contextos (acoso laboral, estupro, violación), pero está pendiente sancionarla cuando ocurre en los espacios públicos.
Al mismo tiempo, el acoso callejero se vincula a la “coquetería” y sexualidad. Cada persona tiene derecho a experimentar su sexualidad como estime conveniente, siempre que no atropelle las libertades del resto. Quienes manifiestan su incomodidad y rechazo tienen derecho a mostrar su incomodidad. Asimismo, quienes acostumbran a acosar, deben comprender que han confundido la coquetería y galantería con violencia sexual.
Por todo lo anterior, las víctimas no deben sentir culpa o vergüenza por sufrir acoso sexual callejero, puesto que NUNCA ES SU CULPA. Lo importante es reflexionar de manera crítica y consciente, teniendo en cuenta que esta problemática afecta a personas particulares, pero responde a un fenómeno social complejo.
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