Inaugurado en 1961, el Lago San Miguel representa una significativa intervención paisajística característica de mediados del siglo XX. Este cuerpo de agua artificial, cuyo diseño incluye dos islotes, no solo quiebra la linealidad del paisaje, sino que ofrece un refugio vital para la fauna avícola de la región. La concepción de este espacio integra armoniosamente la estética con la funcionalidad recreativa, permitiendo su recorrido a pie, cruzando un pintoresco puente, o bien a través de la singular experiencia de alquilar botes de remo o bicicletas de agua, opciones muy propias de los parques modernizados de su tiempo.