Mientras Él iba a lo largo del mar de Galilea, Jesús vino a dos pescadores. Él los llamó y les dijo: “Síganme, que Yo os haré pescadores de hombres.” Ellos inmediatamente dejaron sus redes y lo siguieron. Ese día, Jesús llamó a sus cuatro primeros discípulos: Pedro, Andrés, Santiago y Juan. Todos eran pescadores.
Jesús recorrió toda la provincia de Galilea enseñando en las Sinagogas, predicando el evangelio del reino, y curando todo tipo de enfermedad y dolencia en el pueblo. Una gran multitud le seguía a donde quiera que iba. Un leproso vino a Jesús y procedió a adorarle. Este llamó a Jesús y le dijo: 2 señor si tú quieres, puedes limpiarme.”; Jesús respondió: “Quiero se limpio.”; e inmediatamente el leproso fue limpio.
Un capitán del ejercito romano vino a Jesús. Este hombre le pidió que curara a su siervo quien era paralítico y atormentado. Él creyó en el poder de Jesús para curarlo. Jesús le dijo que muchas personas de todas las nacionalidades vendrían a comer juntos en el reino de los cielos, y el siervo fue sanado en aquella misma hora.
En otra oportunidad, al otro lado del mar, había dos hombres poseídos por los demonios. Estos hombres eran tan fuertes y estaban tan furiosos que nadie podía calmarles o aún andar por donde ellos estaban; y vivían entre las tumbas o sepulcros.
Cuando ellos vieron a Jesús, los demonios exclamaron a gran voz: “¿Qué tienes contra nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido para atormentarnos antes de tiempo?”
A una buena distancia del lugar donde ellos estaban había un hato de muchos cerdos. Los demonios le rogaron a Jesús: “ Si nos expulsas, permítenos irnos al hato de cerdos.” Jesús les contestó: “Id”; y los demonios fueron inmediatamente expulsados de los dos hombres y entraron en cerdos. Los cerdos fueron poseídos y como locos se precipitaron violentamente por un despeñadero, y los cerdos se ahogaron.
Los dueños de los cerdos corrieron y le dijeron a todos los habitantes de esta ciudad en particular lo que Jesús había hecho, incluyendo lo sucedió con los hombres poseídos por los demonios. Todas las personas del pueblo salieron y le pidieron a Jesús que abandonara la región.
Él salió en una barca, regresando a su propia ciudad. Un poco después, se encontró con un hombre llamado Mateo quien trabajaba para el gobierno como cobrador de impuestos. Jesús le dijo: “Sígueme” y mateo se levantó inmediatamente y le siguió.
Jesús y sus seguidores fueron esa noche a cenar con el cobrador de impuestos y otras personas de mala reputación del pueblo. Cuando los líderes religiosos, los fariseos, vieron esto, les preguntaron a los discípulos de Jesús: “¿Por qué vuestro maestro come con los cobradores de impuestos y los pecadores?”
Cuando Jesús escuchó este comentario, le respondió a los Fariseos: Aquellos que están sanos no tienen necesidad de un médico, sino aquellos que están enfermos. Pero id y aprended lo que significa: ‘Misericordia quiero y no sacrificios’. Porque no vine a llamar a justos sino a pecadores a arrepentimiento.”