Quizá porque mi niñez
sigue jugando en tu playa,
o escondido tras las cañas
duerme mi primer amor,
llevo tu luz y tu olor
por donde quiera que vaya,
y amontonao en tu arena
tengo amor, juegos y penas.
Yo...,
que en la piel tengo el sabor
amargo del llanto eterno...
Que han vertido en ti cien pueblos,
de Algeciras a Estambul,
para que pintes de azul
tus largas noches de invierno.
Y a fuerza de desventuras,
tu alma es profunda y oscura.
A tus atardeceres rojos
se acostumbraron mis ojos
como el recodo al camino...
Soy cantor, soy embustero,
me gusta el juego y el vino,
tengo alma de marinero...
¿Y qué le voy a hacer, si yo
nací en el Mediterráneo?
Y te acercas, y te vas
después de besar mi aldea.
Jugando con la marea,
te vas, pensando en volver.
Eres como una mujer
perfumadita de brea,
que se añora y que se quiere,
que se conoce y se teme.
Ay...
Si un día, para mi mal,
viene a buscarme la parca,
empujad al mar mi barca
con un levante otoñal
y dejad que el temporal
desguace sus alas blancas.
Y a mí enterradme sin duelo
entre la playa y el cielo...
En la ladera de un monte,
más alto que el horizonte.
Quiero tener buena vista.
Mi cuerpo será camino,
le daré verde a los pinos
y amarillo a la genista...
Y cerca del mar porque yo
nací en el Mediterráneo...