1.- Circo Romano

PROYECTO DE PATRIMONIO. EL CIRCO ROMANO DE TOLETVM

UNA SALIDA EXTRAESCOLAR MUY ESPECIAL.

Los espectáculos circenses (ludi circenses).-

El circo romano es, sin lugar a dudas, el edificio para espectáculos que más gustaba a los romanos, más que el anfiteatro y el teatro (Carcopino, 2004: 51), destinado a carreras de carros guiados por aurigas[1], principalmente eran carreras de bigas y cuadrigas (carros tirados por dos y cuatro caballos), pero en algunas ocasiones, también se realizaron conmemoraciones de acontecimientos del Imperio en la arena del circo (procesiones, festividades, etc.), debido a que eran los edificios para espectáculos más monumentales y de mayor capacidad.

¿Quién no ha oído la conocida frase “panem et circenses”? [2] Ponía de relieve la importancia del circo y sus múltiples facetas, entre las mismas, era un sistema de control y manipulación política para las clases populares, especialmente para la plebe.

Arquitectónicamente hablando, el circo romano tiene relación con los hipódromos griegos, pero su planta era más grande y alargada. En la arena había en el centro una pequeña barrera muraria (spina o euripus), que dividía la pista en sentido longitudinal, marcaba la línea por donde tenían que dar las vueltas los caballos y sus aurigas, en ese murete se solían colocar columnas, estatuas, monumentos conmemorativos, incluso obeliscos, etc. Las carreras solían durar unos nueve minutos y se completaban con siete vueltas en torno a la spina.


[1] Estos conductores de los carros, recordemos el famoso auriga de Delphos, se convirtieron en personajes famosos en su época.

[2] “Pan y circo”, atribuida a Juvenal (IUV., Sat. 10. 78-81).


Fig. 1: Recreación de la spina o euripus de un circo, según Astérix y Obélix. En los extremos esos conos rematados por bolas servían para avisar a los aurigas de las curvas y contabilizar las vueltas.

En uno de los extremos se encontraban las 12 carceres o cuadras de salida (cerca de la Porta Pompae) y en el otro la cabecera semicircular (Porta Triumphalis, su nombre se debe a que es la puerta por donde salían los vencedores). El problema a la hora de la conducción de los aurigas estaba en las curvas, donde eran frecuentes los nauphragia, es decir, las colisiones violentas, debidas a la poca estabilidad de los carros.

Fig. 2: Aurigas (rojos y blancos) a punto de girar la spina central.

Las soluciones para la creación del graderío (cavea), donde se asentaban los espectadores, serán similares a las que encontramos en teatros y anfiteatros. Se daban cuatro equipos (llamadas factiones[3]): los azules, los rojos, los verdes y los blancos. Y la gente apostaba exaltada por la emoción en favor de los mismos.

El mejor ejemplo es el Circo Máximo de Roma, cuyo origen se pierde en la época de la monarquía, situado en el Campo de Marte, fue reformado en varias ocasiones, en especial en época imperial, ya que se tuvo que reconstruir después del conocido incendio de Nerón del 64 d.C., con distintas remodelaciones de varios emperadores anteriores y posteriores. Se cree que en época de Trajano (s. II d.C.), tendría una longitud de unos 560 m. de largo x unos 120 m. de ancho, con una capacidad para unos 200. 000 espectadores.


[3] Cada una de un color correspondía a un equipo o factio: blanco (albata), rojo (russata), verde (prasina) y azul (veneta). Los carros debían de dar siete vueltas a la spina central, formalizando así una carrera (certamen o missus).

Fig. 3: Circo Máximo de Roma. Maqueta de I. Gismondi. Museo de la Civilización Romana. Planta del edificio.

Nada puede compararse con el rugido de 200.000 aficionados animando a sus corredores que se juegan la vida, llevando sus pequeños carros de plataformas con ruedas a realizar maniobras suicidas (Matyszak, 2012: 87-90).

Este monumental coloso “creó tendencia”, y lógicamente, con más modestas proporciones, se desarrollaron en otras partes del Imperio otros circos, que seguirán su planta arquitectónica.


Planta del edificio.

En España subsisten restos de circos en Mérida, Toledo, Tarragona, Segobriga y Consuegra (Consabura), entre otros ejemplos.

Centrándonos en el circo de Toletum, fue construido en la segunda mitad del siglo I d.C., probablemente durante el mandato del emperador Vespasiano (dinastía Flavia). Se encuentra en el actual parque escolar y extramuros del casco antiguo (extra moenia). En una zona amplia, llana y regada por el río Tajo, en la que la ciudad creció durante la época romana.

El aforo del circo no está claro, pero podría estar cercano a los 13.000 espectadores, lo que inicialmente resulta suficiente para cubrir las necesidades de la Toledo romana y su amplio territorio (Sánchez-Palencia y Sáenz Pascual: 1990: 253-269).

Sus dimensiones son de 411 x 111 m. Está orientado en sentido NE-SW para que el sol no deslumbrase a los aurigas en ninguna hora del día. La arena en la que se disputaban las carreras cuenta con una spina central, desaparecida totalmente, y hasta cuatro filas en los graderíos para los espectadores.

Al oficializarse el cristianismo (s. IV-V d.C.), este tipo de espectáculos fue prohibido, y el edificio cayó en el progresivo abandono, llegando a utilizarse como cantera (es de suponer, que parte de su granito sería empleado para las construcciones de la nueva capital visigoda). Sus arcadas, que hoy observamos semienterradas por el paso de los siglos, dieron cobijo durante la Edad Media a mendigos y maleantes, por lo que fueron destruidas en su mayoría.

Por otra parte, el recinto fue utilizado en época musulmana como cementerio (“maqbara”, de ahí viene nuestra palabra “macabro”), por lo que actualmente se observan algunos “lucillos” o pequeños túmulos funerarios de ladrillo.


Fig. 4: El circo después de los romanos. Posibles lucillos o tumbas. No deberíamos descartar tampoco hornos cerámicos.

Fig. 5: Planta del circo de Toletum (Rubio, 2011). Se basa en planos de Rey Pastor (1926) y Sánchez-Palencia y Sáenz (1984).

Por último, la existencia del circo, que no estaba presente en todas las ciudades romanas, nos indica claramente que Toledo fue en época romana una “civitas” muy importante.

Esto queda ratificado por la existencia de un gran acueducto que cruzaba el río Tajo, con una altura de unos 40 m. sobre el mismo, y del que hoy solo observamos sus cimientos en las orillas y el resto de un arranque de arco en opus caementicium (hormigón romano); así como una magnífica calzada en la zona del Cristo de la Luz.


Fig. 6: Reconstrucción del circo de Toletum. Exposición Vega Baja.

PARA SABER MÁS…BIBLIOGRAFÍA y FUENTES:

- CARCOPINO, J. (2004): La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio, Ed. Temas de Hoy, Madrid.

- https://consuegraromana.wordpress.com/

- Humphrey, J.H. (1986): Roman Circuses. Arenas for Chariot Racing, London.

- MATYSZAK, P. (2012): La Antigua Roma por cinco denarios al día. Akal, 2002 (Muy bueno para los chavales).

- PALENCIA GARCÍA, J.F. y GILES PACHECO, F.J. (2017): “¿Existió un circo romano en la antigua Consabura (Consuegra, Toledo)?”, Tarraco Biennal-ICAC, en Actas del III Congreso Internacional de Arqueología y Mundo Antiguo. La gloria del circo, Tarragona, 175-182.

- POSTEGUILLO, S. (2013): Circo Máximo. La ira de Trajano, Editorial Planeta.

- RUBIO, R. (2011): “El circo romano de Toledo y la Vega Baja en época romana”, en AAVV., La Vega Baja. Investigación, Investigación, documentación y hallazgos, Cuenca, 35-56.

- Sánchez-Palencia, F.J., Sáinz Pascual, Mª J., y juan garcía, a. (1990): “Estratigrafía y Arquitectura del circo romano de Toledo”, Actas del I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha, Ciudad Real, IV, pp. 225-236.

- VITRUVIO, M.L. (1991): Los diez libros de Arquitectura, Ed. Iberia.