Queridos amigos:
En medio de noticias tan inquietantes como las de esta pandemia, quizá a alguno le habrá pasado desapercibida la muerte de una mujer que en nuestra Parroquia ha sido un ejemplo de feligresa y que, desde el momento en que echó a andar nuestra comunidad parroquia allá por los años setenta del siglo pasado, ha vivido identificada con la misma... como ya supondréis, me estoy refiriendo a Esperanza Puchades Terremotos. Ella ha representado hasta esta misma semana el alma de nuestra Parroquia que vive a caballo entre Burjassot -a cuyo término municipal pertenece toda la demarcación de la parroquia y Godella, de cuya Parroquia de San Bartolomé se desgajó ésta nuestra de la Santísima Trinidad, que recibe el nombre como una deferencia a la Comunidad de Trinitarias que ha sido siempre -y sigue siendo- el alma y el corazón de esta parroquia (pues la parroquia también tiene su "alma en su almario") y ¡que sea por muchos años! Para mí, que he vuelto a ser cura de esta comunidad (algo que no es habitual y que agradezco infinito a nuestro Cardenal - Arzobispo), el hecho de haber podido despedirme de Esperanza, a quien fui a ver cuando ya estaba muy malita, ha sido muy importante. También fue muy significativo que Joan Almela, el primer Párroco de "Trinitarias" fuera quien presidiera su funeral con el templo lleno, pese a la pandemia y las cautelas que debemos guardar.
Nuestra parroquia inició su andadura como comunidad diferenciada allá por los años setenta, cuando se crearon dos nuevas parroquias en Burjassot -la de san José Obrero, que se segregó de san Juan de Ribera... y la nuestra, que recibió una comunidad y una demarcación que, de "tota la vida", habían sido de san Bartolomé de Godella. "In illo tempore", lo que se solía hacer era enviar a los nuevos curas a sus parroquias, con el nombramiento bajo el brazo, a ver cómo se las apañaban... Cristóbal Sobrevela puso en marcha la comunidad parroquial de San José Obrero, en el barrio de las "613 viviendas" y Juan Almela se presentó ante la comunidad de las Religiosas Trinitarias, quienes lo acogieron muy bien, y en cuya "iglesieta" comenzó a celebrar la Eucaristía, aunque pronto pasó al salón de actos del colegio -después, guardería- de las Trinitarias. Y con loterías, rifas, donativos y personas que trabajaban -gratis et amore- como albañiles, carpinteros, pintores, fontaneros y lo que hiciera falta... después de finalizar sus jornadas laborales. Y, entretanto, las mujeres de la parroquia, como Esperanza, Sole, Trini, sor Lucía y otras muchas que, vendiendo loterías, rifas y 'lo que fera falta...' mantenían el templo -primero el provisional y luego el definitivo, limpio y reluciente como una patena, mientras el cura Juan soñaba con un Junior como "Luna Roja", al que así llamaron porque la "luna lunera cascabelera" fue muchas noches testigo de aquel trasiego duro, sugestivo y encantador.
Hoy a las parroquias las llamamos comunidades parroquiales. Parroquia suena a cura y la verdad es que el cura sólo es un elemento importante, incluso insustituible, pero el término comu nidad es más conforme con lo que es o debiera ser una parroquia. Sin embargo, desde el principio, la nuestra fue, sobre todo una familia, la familia parroquial que -repito: eran otros tiempos- fue capaz de aglutinar un barrio dotándole de esa característica familiar y popular que nunca debiera perderse... Porque eso es lo que nunca deberíamos olvidar: a imagen -y según el modelo de la Trinidad- debemos ser familia justamente porque muchos tenéis las vuestras, o al menos parte de ellas en otros lugares, allí donde nacisteis y donde tenéis enterrados a vuestros ancestros. Entender la comunidad parroquial como una familia es lo que ha querido un Dios que se llama Abba (Padre).
Todo esto me vino a la cabeza y luego pasó al corazón (y allí se quedó) cuando tenía delante de mí, en el suelo al que tantas veces había sacado brillo Esperanza y muchas otras mujeres de la parroquia, que a fuerza de pasar el 'mocho' con energía y brío... siempre ha estado limpio como una patena -el pequeño platillo en el que los sacerdotes depositamos la Hostia desde la Consagración hasta el momento de la Comunión- y con emoción le di gracias al Señor por ser cristiano y ser cura... y por serlo -por partida doble- en nuestra parroquia de Trinitarias, por las personas sencillas y buenas (¿es que acaso puede uno ser bueno sin ser sencillo?) que aquí, en este barrio, conozco y he conocido...
Nunca seremos bastante conscientes del regalo que Dios nos ha hecho llamándonos a formar parte de esta comunidad, que debe guardar memoria agradecida a una generación que se nos va, pero nos deja un estilo, unas querencias, un carácter y un modo de ser y obrar sencillo, atento, amable que no podemos desaprovechar. Esto es lo que razonaba con el corazón -pues el corazón tiene razones que la razón desconoce (Blas Pascal). Cordialmente: Jovi, cura.