Estatuas

Estatuas ecuestres en las calles de Madrid

Así, uno de los temas que fue retomado con especial vigor fue el de la estatuaria ecuestre, el método más apropiado para representar la grandeza y majestad de reyes y caudillos. Desde Italia (sólo por mencionar uno, recordar al condotiero Tricolleoni de Verrochio en Venecia) se fue extendiendo por toda Europa, las capitales adornaron sus calles y plazas con este nuevo elemento que representaba la majestad de los monarcas o el arrojo de los guerreros. Madrid no escapó lógicamente a esta "moda", y en las calles de Madrid se pueden disfrutar de algunos monumentos ecuestres muy bellos interesantes.

En el centro de tres, consagrados a sendos Reyes, dos Austrias y un Borbón. Del siglo XVII son los dedicados a Felipe III y Felipe IV. La de Felipe III (obra de Juan de Bolonia y Pietro Tacca, 1616), preside la Plaza Mayor, cuya construcción se inició gracias al impulso de este monarca. Situada con anterioridad en la Casa de Campo, Isabel II ordenó su traslado en 1848. En la cercana plaza de Oriente se levanta la mejor de todas, la dedicada a Felipe IV, el rey planeta, como le llamaban los poetas áulicos, coronando el majestuoso conjunto formado por el Palacio Real y el Teatro Real, en uno de los entornos más regios y nobles de la villa y corte.

Técnica y artísticamente es una de la mejores estatuas ecuestres del Arte. También se debe a Pietro Tacca, que tuvo la asesoría científica de Galileo para conseguir la sorprendente posición del caballo, el primero que se sustentaba con las patas traseras. El rostro del soberano se debe a Martínez Montañés, según diseño de Velázquez. Isabel II también ordenó el actual emplazamiento del conjunto, completado con el gran pedestal, las fuentes, el doble estanque y las figuras alegóricas. Es sin duda uno de los lugares favoritos y de visita obligada para los turistas, y que compite felizmente con cualquier otro entorono similar de Europa.

En la Puerta del Sol se levanta la última estatua equestre levandada en Madrid, la del rey Carlos III, el mejor alcalde de Madrid, erigida en 1995, que ya tenía una pedestre en los jardines Sabatini, el gran constructor de alguno de los más icónicos símbolos de Madrid: el Prado, la Puerta de Alcalá, el Paseo del Prado, las fuetes de Cibeles, Neptuno, etc. La estuta es una reproducción en bronce de Migulel Ángel Rodrígues y Eduardo Zancada, según un diseño de Juan Pascual de Mena conservada en la cercana Real Academia de San Fernando.

Entorno al pedestal corre una prolija inscripción que describe, una especie de res gestae, los grandes logros y obras de este rey venido de Nápoles. Las dos últimas estuas que se pueden admirar en las calles de Madrid corresponden a dos militares decimonónicos de tendencias liberal.

En la plaza del Doctor Marañón, en uno de las encrucijadas de más tráfico de la villa y corte, dirigiendo no el tráfico, sino su mano hacia el horizonte, ordenando avanzar a sus solddos, slevanta la estatua ecuestre de don Manuel Gutiérrez de la Concha, marqués del Duero, y que tuvo una participáción protagónica en las guerras dinásticas que asolaron a España y Portugal, deendiendo los drechos de las reinas María II e Isabel, siendo recompensado con el marquesado del Duero, con la gradenza de España. Firme partidario de Alfonso XII, su muerte, impidió que fuera él quien lo proclamará rey de España, siendo su ayudante Martínez Campos, quien lo haría en Sagunto. El monumento se levantó en 1885 a iniciativa del Ejército español. Es obra del catalán Andrés Aleu Teixidó. El pedestal se debe a su alumno Pablo Gibert.

Frente al Retiro, en la calle de Alcalá con Velázquez, vigilando el acceso al aristocrático barrio de Salamanca se eleva la estatua del general Baldomero Espartero, Regente del Reino, príncipe de vergara, por iniciativa popular en 1886. Se debe al escultor Pablo Gibert. En el frente se puede leer la siguiente inscripción: A / ESPARTERO / EL PACIFICADOR / 1839 / LA NACIÓN AGRADECIDA".

En los relieves que adornan el pedestal se representan dos momentos de la I Guerra Carlista: la batalla del Puente de Bolueta, y el Abrazo de Vergaro, que se dió con el carlista general Maroto y que pondría fin a la guerra. La generosa dotación del equino sirve en Madrid como elemento de comparación.