Todo empezó en julio de este año 2010, cuando empezaron a llegarme algunos correos titulados “Forjando la Memoria”. Me los enviaba el MuMe, el Museo de la Memoria de Montevideo y empecé a conservarlos disponiéndolos como una única y larga marcha, la Marcha de las Pancartas de la Memoria.
Me parecía que ésa era la intención de quien me enviaba esos correos, la de continuar esa infinita Marcha de la Memoria. Poco a poco, a medida que se iban sumando pancartas, se iban dibujando rostros, vidas, sentires y esperanzas.
Era una marcha silenciosa que repetía nombres y sobrenombres; hijos y nietos, padres y abuelos, desfilaban serenos, pacientes e insistentes; se seguía sumando gente, pueblo conocido y pueblo nadie, pacientes e insistentes:
“¡Verdad y Justicia! ¡Nunca más!”
se oía en aquel silencio.
Era un mar de pancartas del pasado-presente, del presente-futuro.