INTERESES


MSV - ingeniero por despiste, ajedrecista por imprudencia y escritor por contagio -,

padece desde niño el incurable mal de tener que leerlo todo: libros, revistas, periódicos,

tomos de enciclopedias, carteles, tapas, etiquetas, prospectos, diccionarios, crucigramas,

folletos, manuales, logotipos, billetes, recetas, envoltorios, cajas, adornos publicitarios,

graffitis callejeros, textos estampados en camisetas;

incluso las microscópicas inscripciones que adornan los billetes de lotería y

- por descontado - hasta la última línea de los créditos que ponen fin a las películas.

Sus intereses - dada su chifladura por la letra impresa - no deben sorprendernos.

O tal vez sí...

Las novelas de ciencia ficción, en primer lugar.

Los otros aspectos de la novelística, en segundo.

Cualquier objeto que pueda leerse, en tercero.

Lo demás está todo revuelto: el cine clásico en blanco y negro, el rugby,

los ovnis, el manuscrito Voynich, la Sábana Santa, las abducciones,

el calendario maya, los nazis, el calendario decimal de Asimov,

los aviones de los hermanos Horten, Stanley Kubrick, el cine de animación,

Esteban Maroto, Asterix, Berni Wrightson, Richard Corben,

la corte de Ludovico Sforza, el sfumatto de Leonardo, la revista Creepy,

la capacidad de Miguel Angel para engañar al ojo, 2001, 2012, los clones,

el caso Roswell, la relación de indeterminación de Heisenberg,

las extinciones masivas, el cine 3D, la música, el ajedrez,

los tobillos de Dave Lombardo, la mano izquierda de Chuck Schuldiner,

la vejez de Bobby Fischer, el libro de Kasparov, el torneo de Sevilla,

LA FAMILIA de la que aquí no voy a dar datos,

Silent Hunter, Flight Simulator, aquella vieja gloria titulada Dark Seed,

la criptología, los submarinos, las guardias de polvorín,

el directo de Leyenda Prohibida, el puto incendio,

el eco de las bombas atómicas, los cuerpos alineados, la Flying,

los innumerables fallos de George Lucas y su Star Wars,

otros papeles de Harrison Ford, la fluidez de Fred Astaire,

los arreglos de Michael Jackson, los estribillos de Rosendo, Apocalypto,

el general Kammler, la hipnosis, Ramacharaka,

los seres sin ombligo que proponen tratos a medianoche,

los asesinos en serie, los asesinos sin razón alguna, Jack el destripador,

Pearl Harbor, los relojes de cuco,

la inimitable y superlativa genialidad de Les Luthiers,

las portadas de Ibáñez, aquel cómic de Mirko Ilic,

las instalaciones de Dulce, National Geographic, Attenborough,

Rodríguez de Lafuente, Tiburón, las pesadillas, los búhos,

el accidente de Nicki Lauda, Lennox Lewis, el equipo A,

mi padre entrando en casa y diciendo "han matado a Kennedy",

Kennedy queriendo decir "soy berlinés" y pronunciando Dios sabe qué,

Juan Tamariz, Bobby Fischer, la apertura Bird,

aquella casa abandonada y llena de murciélagos en la que entramos de

noche, sin linternas, con apenas trece años,

el cine de terror, la última página de el proceso,

el madelman astronauta,

el platillo volante de juguete que casi me mata del susto, IBM, HAL,

la teniente Ripley, el universo en una cáscara de nuez,

los animales que sufren metamorfosis, las crisálidas,

la invasión de los ultracuerpos,

la importancia del recreo cuando tienes once años,

la tapia del colegio de las chicas, los caminos que se bifurcan, las hogueras,

la noche de difuntos, las luces azules que recorren el cementerio,

el caso de Harter y Coleman, Tunguska,

los compañeros de la EGB que ya están al otro lado, la tiza,

las voces del otro lado, inscripciones ilegibles en viejos pupitres de madera,

todos los nombres de todas las rosas, los sótanos, los pasadizos secretos,

el único e incomparable Clive Burr, el teclista de Rammstein,

las arañas, los venenos, los depredadores,

los carroñeros, los parásitos,

los recolectores de sangre y sus maniobras de despiste,

los túneles, el informe sobre ciegos, las paredes acolchadas,

la espeluznante banda sonora de El resplandor,

los murciélagos, las momias, las pirámides, los laberintos...