La poesía es una forma particular de expresión lingüística, muy ligada a las sensaciones que
produce la música, a los movimientos rítmicos del cuerpo, a la primera infancia, a la repetición de
palabras o versos para producir efectos sonoros...
La poesía proporciona una forma de conocimiento que no surge de una comprensión intelectual de
la realidad, sino del sentimiento de estar implicado en ella. A través de la poesía el autor abre un
abanico de sentimientos que plasma en cada verso del poema, sus emociones, miedos, alegrías,
confesiones, pasión, dudas...y es algo que solo el poeta transmite por haberlo experimentado por sí
mismo.
La poesía amplia nuestra conciencia, afina nuestra sensibilidad y renueva nuestra comprensión del
mundo. Podría decirse que la lectura de poemas implica al lector en la realidad imaginaria para que,
intencionadamente, explore y construya su sentido y se contagie de la sensibilidad que el poeta
desea comunicar, accediendo, de este modo, a una manera de conocer diferente de aquella a la que
estamos acostumbrados.
La poesía nos abre a la experiencia estética.
La poesía es entendida ésta como una experiencia gratificante, vinculada a la belleza del lenguaje,
que tiene como fundamento la construcción de sentido.
Se trata, por consiguiente, del sentido estético que surge de la implicación del lector en el lado
sensible de la realidad representada. Esta experiencia es el resultado de un proceso activo y
dinámico llevado a cabo por el lector, cuando intenta descubrir la sensibilidad y el sentimiento del
poeta y cuando llega a tomar conciencia del efecto sensibilizador y emotivo que él mismo recibe en
el acto de la comunicación poética.
El uso de la escritura siempre supone profundizar en las características del tipo de texto que se
escribe.
De ahí que los profesores deban motivar la escritura poética de sus alumnos como forma de
exploración y de conocimiento de este género de discurso, aunque su objetivo principal no sea la
formación de poetas.
El primer contacto de los niños con la poesía lo experimentan a través del folklore. Con las
retahílas, rimas, canciones de corro y juego, trabalenguas y adivinanzas de la niñez entran de lleno
en la riqueza, vigor y plasticidad de la lengua. Este primer acercamiento oral y espontáneo, nos
marca la pauta sobre cómo debemos iniciar el trabajo de la poesía en clase: JUGANDO
Una vez elegido el poema que queremos presentarles, nuestro principal objetivo será que los niños
capten su fuerza expresiva, su magia. Para ello se recitará, se representará
mímicamente, se palmearán las sílabas y los versos siguiendo distintos ritmos, se
formarán coros para que repitan palabras, versos, estribillos, sílabas, vocales...
Recurriremos también a la expresión plástica para que lo ilustren, o a la dramática
(títeres, máscaras), e incluso a la musical creando melodías para el poema o usando
instrumentos de percusión o de otro tipo.
Cuando los niños saben apreciar el sentido y la belleza de los poemas les resulta más fácil realizar
sus propias producciones. Los maestros debemos tener en cuenta la necesidad que el niño tiene de
expresarse y facilitarle la utilización de cualquier medio de expresión. La poesía,
independientemente del valor artístico, puede resultar una excelente posibilidad de comunicar su
mundo interno.
El buen gusto de los niños y niñas hacia la poesía se forma paso a paso, si tienen reiteradas
experiencias con buena poesía. Esto presupone que somos los adultos quienes debemos conocer
primero cuál es la buena poesía para los niños/as y, en consecuencia, distinguir las características
que debe reunir dicha poesía.
He aquí algunas de ellas:
Musicalidad.
El ritmo y la melodía son fuentes primarias de satisfacción en la infancia. Un buen poema
infantil deberá contar por lo tanto con ritmo y rima fluida, es decir, con una armoniosa
distribución de sonidos y acentos que se sucedan en un tiempo exacto, sonoridad cadenciada que
esté cercana al canto. En los primeros contactos con la poesía se deben priorizar los poemas
rimados a los de versos libres. El estribillo, palabras o frases que se repiten, así como la
aliteración, juego sonoro de palabras, son también elementos fónicos de esta característica.
Brevedad.
La brevedad en su desarrollo es otra característica de la poesía infantil. Paulatinamente se les irá
presentando a los niños y niñas poemas que cuenten con un mayor número de versos. No
obstante, es interesante señalar que aún cuando se trate de un poema relativamente largo, lo
disfrutarán con frecuencia siempre que el poema desarrolle una anécdota, es decir, que sea una
suerte de cuento en verso.
Sencillez.
Aunque la poesía tiende a suscitar una respuesta emocional, se crea entorno a ciertas ideas que el
niño debe comprender. En este sentido, el contenido del poema debe ser sencillo, de ningún
modo vulgar, que infunda en la experiencia cotidiana del niño o niña un sentido nuevo, revelador,
ya sea movilizando su imaginación, divirtiéndolo o asombrándolo. Debe haber alguna base
común entre las vivencias del niño y las comprendidas en el poema.
Estética literaria.
Los más pequeños captan primero el matiz afectivo de las palabras y luego su significado. El
valor de toda poesía radica en sugerir, en despertar, en provocar una respuesta emocional, no
apelando únicamente al significado literal aunque éste también sea importante. Es por ello que
las palabras de un buen poema infantil han de ser connotativas, sensorialmente ricas en
imágenes, expresivas, precisas en su definición, vigorosas. Han de hablar a los sentidos y
estimular la imaginación, ya sea para provocar la risa del niño, su sorpresa o su simpatía.