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BLANCA SÁNCHEZ GIMENO

PSICOANALISTA - MÉDICO PSIQUIATRA

Consulta:

Calle Granados 1, 1º D 33204 - GIJÓN

Telf. 985 15 28 93

Si uno llama a la puerta, ésta se abre

¿Por qué buscar hoy un psicoanalista para afrontar una depresión, una crisis de ansiedad, los pensamientos recurrentes que no se pueden quitar de la cabeza, los dolores y síntomas en el cuerpo para los que la medicina no encuentra causa, los desamores en la pareja que comenzó con tanta ilusión, los conflictos no esperados con los hijos tan amados,, las disfunciones sexuales …y muchas otras situaciones donde las heridas del amor, la vida y la muerte, generan sufrimiento?

La pregunta no es banal ya que en el mercado hay múltiples recetas que prometen la felicidad a corto plazo si se siguen ciertas pautas o se toman pastillas. El psicoanálisis no lo hace, lo que ofrece es un camino a más largo plazo donde la persona que acude será preguntada por su opinión sobre lo que le causa el malestar y escuchada atentamente. Es la única psicoterapia donde el sujeto que habla y su deseo serán tomados en cuenta haciéndose cargo de los efectos de este acto.

En este proceso de hablar, un saber inconsciente -no sabido pero que se puede saber- empieza a emerger. Los síntomas actuales se van poniendo en relación con los traumas del pasado, el cristal con el que habíamos interpretado nuestra historia empieza a girar lentamente cogiendo otra significación, la culpabilidad que se atribuye al otro o que se carga en la mochila de uno se redimensiona, aparecen sueños y fantasías cuyo sentido se va desvelando, decimos palabras que se nos escapan, lapsus, que no podemos negar que hemos dicho y que hablan por nosotros, ideas y sentimientos que uno no se había atrevido a expresar, reprimidas, vuelven a la conciencia.

Retornan las escenas que fueron traumáticas en la infancia, la juventud y las actuales. Las palabras que las enmarcan llevan acopladas el llanto, la risa, la ira, el dolor allí contenidos.

Uno va apreciando la necesaria dependencia que se tiene del Otro desde el nacimiento, la necesidad del otro y el rechazo de esa necesidad, la complejidad de la sexualidad humana –sin confundirla con la genitalidad- que toma sus raíces en la infancia y la manera en que cada uno ha registrado las primeras experiencias de goce corporal.

Las duras exigencias que uno se ha impuesto toda la vida para contentar al Otro se van aflojando, los síntomas se van liberando y la vida que había quedado atrapada en esos momentos vuelve a estar disponible.

Uno aprecia la fragilidad de lo humano, el coraje de vivir y la dignidad de enfrentarse a lo real que nos habita.

Si uno llama a la puerta, ésta se abre.